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El adiós europeo al Estado del Bienestar (Parte I) (página 4)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10

El plan franco-alemán tiene mucho de bueno, pero
no se dedica al crecimiento ni a la competitividad, como lo
hacía la fracasada agenda de Lisboa propuesta por Aznar y
Blair hace diez años, ni tampoco a la inevitable
transformación del Estado del Bienestar.

Esta implicará dos tendencias, ya ensayadas en
parte de Europa. Una, la compatibilidad con sistemas privados. Y
otra, la financiación individual en lugar de la de
reparto; es decir la limitación de su carácter
redistributivo.

En cuanto al crecimiento, exigirá la
redefinición de las esperanzas de los europeos en sus
actividades laborales o de creación de empresas. En este
sentido la agenda de Lisboa decía que había que
observar el resto de la economía global. Antes de mirar
hacia China, convendría fijarse en la América de
hace unos años, aquella cuyo paro no era equiparable al de
Francia, o en los países europeos con desempleo bajo, que
premian a los emprendedores e incentivan el capital. Por
último, la política monetaria, últimamente
un mundillo revuelto por la decisión del esperado Axel
Weber de retirarse de la carrera por el BCE, debe seguir el
modelo propio de la "obsesión" alemana por controlar la
inflación, en detrimento de la "obsesión"
bernankista por la deflación, a la que nadie, en vida, ha
visto pasearse nunca por las calles.

El momento está maduro para hacer
los cambios estructurales imprescindibles. Esperar más es
locura. El plan franco alemán es un buen principio, pero
sólo es un principio. Más, por favor, y más
deprisa.

(GEES, Grupo de Estudios Estratégicos)

– ¿Reforma del Estado de bienestar? No, cierre
total (El Confidencial – 12/6/11)

(Por Esteban Hernández)

"¿Quiere conservar el Estado del Bienestar? Pues
dígame usted cómo lo hacemos". Con esta frase
resume el economista Pedro Schwartz la inevitabilidad de hacer
recortes en un sistema de protección que, afirma, resulta
demasiado caro. Pero su intención va más
allá de cuestionar que haya o no dinero para conservar los
actuales niveles de prestación, apuntando hacia el cambio
en la misma concepción del Estado. "Nos hemos acostumbrado
a que nos den todo hecho y a que todo sea gratis. No queremos
pagar por la comida que nos sirven cuando estamos en el hospital
pero sí por la comida que nos dan cuando estamos de
vacaciones en Alicante. Pues ese sistema de incentivos no
funciona. Está claro que tendremos que tener menos
vacaciones y pagar más por la salud".

Así las cosas, y aunque todas las
instancias políticas aseguren que el Estado del bienestar
no peligra, lo cierto es que para cuando se terminen de realizar
los recortes que se propugnan, lo que quede va a parecerse muy
poco al tipo de Estado social que se implantó en
España y menos aún al que conoció en Europa
en las décadas centrales del siglo XX. Pero es algo
totalmente necesario, señala Schwartz, "porque la sanidad
está quebrada (incluso lo ha afirmado públicamente
el portavoz de CIU en el congreso, Josep Antoni Durán i
Lleida) y aunque funcione muy bien y su calidad sea muy alta, no
se puede pagar; a las pensiones se les ha tenido que poner un
parche para poder sostenerlas, pero sólo es un parche; la
ley de dependencia, que es lo primero de lo que debería
ocuparse el Estado del bienestar, de atender a los enfermos de
larga duración y a los mayores, no se ha podido poner en
marcha porque no hay dinero; y la educación es gratuita
pero nos cuesta mucho y no está dando buenos resultados,
como se nota en la grandísima tasa de abandono escolar y
en la gran cantidad de analfabetos funcionales
existentes".

Y eso sin entrar, asegura Rafael Pampillón,
Director de Análisis Económico de IE Business
School, en las disfunciones de gasto que nuestra arquitectura
institucional está generando. "Hay que recortar gasto
público suntuario e innecesario, empezando por las
embajadas de las Comunidades Autónomas y siguiendo por ese
montón de observatorios que han puesto en marcha (el de la
mujer trabajadora, el de la mujer maltratada, etc.) o por esos
tribunales de la competencia que han creado en las CCAA.
Además tenemos 3000 empresas públicas en los
ayuntamientos y unas 1000 en las CCAA. Ahí hay un campo
importante para meter el hacha".

Pero eso no bastaría, afirma
Pampillón, ya que las reformas deberían dirigirse,
como apuntaba Schwartz, al núcleo de las prestaciones del
Estado social, las pensiones, la sanidad y la educación.
"Hemos de hacer muchas cosas en ese campo, porque
¿qué sentido tiene que un peruano que está
trabajando de cajero en un hipermercado tenga que pagar con sus
impuestos la educación de los ricos? ¿Por
qué tiene ese hombre que financiar la matrícula
universitaria del nieto de Botín, por poner un caso?". Por
supuesto, señala Pampillón, en asuntos como la
sanidad hemos de ir hacia el copago. "La hora de médico de
la sanidad pública es muy cara, y si pones incentivos para
que la gente sólo vaya cuando tiene que ir, se
reducirá el número de horas por médico y con
ello el coste de la sanidad". Schwartz coincide en la necesidad
de la medida, subrayando que "en Alemania se pagan diez euros
todos los trimestres para ir al médico general y los
franceses pagan cuando van al médico, aunque luego se lo
devuelvan. Así evitas abusos".

Pero el asunto no debería agotarse en las
reformas para abaratar costes. "Tiene que darse en la sociedad un
cambio cultural que nos haga ser conscientes", asegura Schwartz,
"de que debemos responsabilizarnos de nosotros mismos en lugar de
esperar que el Estado venga a resolvernos los problemas". Como
afirma Pampillón, "cada vez hay más gente que
entiende que debe pagarse su sanidad, su educación y la de
sus hijos y sus fondos de pensiones. Lo cual es muy positivo,
además, porque la intervención del Estado para
resolver estos problemas tiene un coste de intermediación
tremendo".

Pero si todos estos cambios se llevan a efecto, como ya
está ocurriendo en países como Holanda o Gran
Bretaña, donde los gobiernos están acometiendo
reformas severas, nos encontraremos también con un nuevo
panorama político. Entre otras cosas, asegura Francisco
Herrero, Científico titular en el Instituto de
Políticas y Bienes Públicos (CSIC) y autor de La
ideología y la práctica. La diferencia de valores
entre izquierda y derecha (Libros de la Catarata), porque
estaremos tocando la más importante de las bases
ideológicas de la izquierda parlamentaria, el Estado de
bienestar. "Hablamos de la construcción de un modelo de
estado que fue creado gracias a la izquierda y que está en
el núcleo de su ideología. El Estado social
garantiza a través de la redistribución los valores
de igualdad comunidad y libertad que la izquierda defiende", por
lo que se trata también de una exigencia a la que
difícilmente van a renunciar las formaciones
socialdemócratas.

Pero además de la defensa ideológica,
también está la electoral. "Si la izquierda
parlamentaria favorece los recortes, es más que posible
que parte de sus bases se alejen de ellos. Máxime cuando
los recursos que proporciona el Estado del bienestar suelen ir
destinados a sus electores, esto es, a esas clases populares que
suelen resultar favorecidas en respecto de las prestaciones
sanitarias, educativas, etc. Si hay reformas profundas, es
lógico pensar que ese apoyo popular a la izquierda puede
deteriorarse, salvo que logren convencer a sus electores de que,
aun siendo necesarios los recortes, van a defender un
núcleo en pensiones, educación, y sanidad, y que
están haciendo las reformas justo para preservar ese
núcleo".

En otro caso, lo más probable es que las
tensiones políticas vayan en aumento. Cuando la derecha ha
hecho las reformas, como parece que será el caso a partir
de las próximas elecciones generales, suele encontrarse
con mayor oposición social que cuando las hicieron los
partidos socialdemócratas. Y a esa probable
contestación social se le va a sumar el desafecto de una
población, que como se ha visto en las movilizaciones del
15-M comienza a no creer en el sistema, por lo que el aumento de
la tensión política parece inevitable, asegura Juan
Carlos Monedero, profesor de Ciencia Política de la
Universidad Complutense. Si bien Herrero cree que, "a pesar de
todos los recortes que se han dado en el Estado del bienestar,
las desigualdades no están aumentando demasiado (hay
países con Gran Bretaña donde sí ha
ocurrido, pero en otros países se ha dado en grado menor,
como en Francia o Alemania) y está por verse que aumenten
los próximos años", para Monedero es claro que el
choque social va a existir y va a ser de notable intensidad.
"Estamos en un instante en que el capitalismo, que está en
crisis, ha de decidir el camino que va a seguir, optando por
reinventar el modelo, o por recuperar la tasa de ganancia
empresarial sobre las espaldas de la gente.

La élite económica puede entender el
salario como un ingreso social, manteniendo así los
elementos del estado social, o puede optar por mantener la tasa
de beneficios reduciendo los salarios al máximo y
desmantelando las prestaciones sociales, ahorrando así
costes a las empresas en manos de obra y de impuestos". Para
Monedero, esta segunda posibilidad, que es la más
probable, "nos llevaría a una situación de
dualización, forjando una sociedad tipo China que no es
acorde con lo que han sido los estándares y patrones
europeos" e implicaría cambios políticos de
notables dimensiones. En ese caso, los partidos de la izquierda
socialdemócrata perderían el apoyo social que
poseen, "y dado que hablamos de formaciones que están
paralizadas por su propia lógica institucional, la gente
saldría a la calle, como está haciendo ya, a decir,
que si los partidos no les entienden, tendrán que buscarse
alguien que les entienda". Es decir, que acabaríamos por
vivir dos legalidades, la institucional y la de la calle. La
gente está cansada de esta retórica
económica que se ha convertido en un arcano ininteligible.
No entiende lo que se les dice, pero saben que se están
quedando sin trabajo y sin casa. Por eso, concluyen Monedero,
"esto no ha hecho más que empezar". Un buen ejemplo
está en Madrid, pero también en Atenas.
"Allí tienen que privatizar medio país para pagar
el rescate. ¿Y qué van a hacer? ¿Le van a
vender el Panteón a McDonald"s? Para Monedero, "esta
divergencia entre política institucional y realidad nos
está dirigiendo a un contexto muy similar al que
vivió la Europa de entreguerras".

– Nos morimos por encima de nuestras posibilidades
(Libertad Digital – 26/9/11)

(Por Ignacio Moncada)

Oscar Wilde vivió entregado al
dispendio como modo de vida. Y cuando llegó la factura de
su última botella de champán, postrado en
París por la enfermedad y la insolvencia, acertó a
decir: "Dios mío, me muero por encima de mis
posibilidades".

El otro día escuché una curiosa
anécdota. Cuentan que Oscar Wilde, cuando estaba en su
lecho de muerte, pidió una botella del mejor
champán francés. El polémico escritor
irlandés, pese a que llegó a ganar mucho dinero
durante su vida, siempre estaba arruinado. Vivió entregado
al derroche en lujos y placeres, al dispendio como modo de vida.
Y cuando llegó la factura de su última botella de
champán, postrado en París por la enfermedad y la
insolvencia, acertó a decir: "Dios mío, me muero
por encima de mis posibilidades".

Pocas frases pueden resumir mejor el estado actual de
las economías occidentales. Y es que, como le
sucedió a Oscar Wilde, economías como la
española han estado viviendo muchos años por encima
de sus posibilidades. El mantenimiento de tipos de interés
artificialmente bajos durante los años de la burbuja
generaron la falsa señal económica de que los
recursos no tenían coste. Los bancos centrales iniciaron
una alocada carrera de inyección de dinero que fue a
parar, por supuesto, a manos de quienes los controlan: los
políticos. Y éstos creyeron que podían
gastar cuanto quisieran. Eran tiempos en los que un alcalde
creía que podía cambiar todas las infraestructuras
de una ciudad en una legislatura, tiempos en los que toda
subvención o pago político caía en una balsa
presupuestaria que nadie controlaba, pues sobraba el dinero. Sin
embargo esa sensación era irreal. Pese a que la
manipulación de la moneda alteraba el coste inmediato de
los recursos, a medio plazo se puso de manifiesto que
éstos no eran gratis. De alguna manera había que
pagarlos. Por ese motivo entramos en la crisis. Había
miles de empresas e inversiones que no eran sostenibles con los
costes reales, y millones de trabajadores tenían sus
puestos de trabajo en actividades que quedaron abocadas a la
quiebra.

Todas las crisis económicas siguen patrones muy
similares. Pueden cambiar los sectores más afectados, pero
todas se deben, en esencia, a que la estructura productiva se ha
distorsionado respecto a las necesidades reales de los
consumidores. Salir de una crisis supone reconocer que los
despilfarros de la burbuja no sólo eran insostenibles y
hay que corregirlos, sino que además debemos dinero. Y
aquí vuelve ese "efecto Oscar Wilde" del gobernante
actual, que consiste en creer que podemos seguir
permitiéndonos el nivel de despilfarro de tiempos de la
burbuja. Los keynesianos, yendo más allá,
incluso afirman que el problema se soluciona… ¡gastando
más!
De esa manera, muchos estados europeos, entre
ellos España, siguen desafiando al precipicio de la
bancarrota negándose a recortar drásticamente el
gasto público. Mientras países como España
ya no podrían afrontar sus pagos si no fuera por las
inyecciones del BCE y la garantía de Alemania, sus
políticos siguen gastando como si el dinero siguiera
siendo gratis. Y es que, como le sucedió Oscar Wilde, nos
morimos por encima de nuestras posibilidades.

(Ignacio Moncada es ingeniero industrial por ICAI y
trabaja como analista financiero de inversiones en Nueva
York)

– Las tres falacias sobre la "pobreza" en EEUU (Libertad
Digital – 16/10/11)

La pobreza en EEUU registra
máximos desde la Gran Depresión, pero este
término es relativo. Un mileurista español
sería pobre al otro lado del charco.

(Por Ángel Martín)

La tasa de pobreza en Estados Unidos parece haberse
disparado en los últimos años. Los datos publicados
recientemente por la Oficina del Censo (Census Bureau) arrojan
varios titulares realmente nefastos, reflejo de las grandes
dificultades económicas que atraviesa el país. El
porcentaje de ciudadanos estadounidenses pobres escala hasta
niveles no vistos desde 1993, señalaba The New York Times,
o Casi uno de cada seis vive en la pobreza en EEUU, según
The Washington Post.

Según el Censo, la tasa oficial nacional de
pobreza en 2010 fue del 15,1%, comparado al 14,3% en el
año anterior -siendo el tercer incremento anual
consecutivo-. El número absoluto de personas viviendo en
la pobreza en 2010 se estima en 46,2 millones, comparado con los
43,6 millones en 2009 -cuarto incremento anual consecutivo-, el
volumen más alto en los 52 años de este
índice.

Sin lugar a dudas, la Gran Recesión ha tenido un
impacto significativo sobre los ingresos de los norteamericanos
y, por tanto, también sobre las tasas de pobreza,
principalmente por el deficiente comportamiento del mercado
laboral. Asimismo, tal y como avanzó Libre Mercado, la
dependencia de las familias de las transferencias públicas
se sitúa en máximos históricos desde la Gran
Depresión.

Estos pésimos datos suelen utilizarse por parte
de analistas y políticos socialdemócratas (tanto en
Estados Unidos como en Europa) como manifestación de que
el sistema americano de baja protección y escasa Seguridad
Social no funciona, ya que genera grandes bolsas de pobreza y
crecientes desigualdades sociales. Sin embargo, esta tesis
contiene importantes puntos débiles.

En primer lugar, se suele pensar que Estados Unidos es
un país ultraliberal en donde el Estado del Bienestar
brilla por su ausencia. Sin embargo, como se ha puesto de
manifiesto en diversas ocasiones, esta idea dista mucho de la
verdad. La Seguridad Social americana consume más del 20%
del presupuesto federal; buena parte de los niños son
escolarizados en colegios públicos y la universidad a
menudo está subsidiada; la sanidad privada, aunque
más extendida que en Europa, se encuentra regulada e
intervenida; masivos programas públicos (Medicaid y
Medicare) cubren a las familias de clase baja y a la gente mayor;
asimismo, las Food Stamps o el programa Aid to Families with
Dependent Children asisten a las familias más
pobres.

El llamado gasto social en Estados Unidos -que incluye
ayudas públicas para los pobres, incapacitados,
desempleados y ancianos, además de asistencia sanitaria-,
sobre el total de la economía no es considerablemente
más bajo que en la mayoría de países
desarrollados -con algunas excepciones-. Según datos de la
OCDE, este indicador en EEUU fue del 16,2% en 2007 frente al
19,2% del promedio de países desarrollados.

Conviene tener en cuenta, además, que el gasto
social privado (caridad y filantropía) realizado
voluntariamente en EEUU es sustancialmente más elevado que
en otros países. Así, mientras que los
norteamericanos dedican un 10,2% del PIB a estas partidas, el
segundo país que le sigue dentro de la OCDE es
Canadá, con el 5,3%; los españoles apenas dedican
el 0,5%.

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Pero aún hay más. Y es que, según
analizaba el historiador económico Price Fishback en el
popular blog Freakonomics, la cuestión de qué
país gasta más en asistencia social, si los
países nórdicos o Estados Unidos, no es tan obvia
como pudiera parecer a primera vista. Los indicadores al uso
señalan cómo el sistema escandinavo es mucho
más generoso que el estadounidense. Sin embargo, un
análisis más cuidadoso, teniendo en cuenta las
notables diferencias en los sistemas fiscales o midiendo el gasto
en términos per cápita -no sobre el PIB-, revela
que las diferencias no son notables.

Asimismo, señala que ambos sistemas de bienestar
tienen un enfoque distinto, por lo que las comparaciones simples
pueden llevar a engaño. Mientras que el americano presenta
un enfoque de "red de protección social" para
aquéllos que sufren condiciones menos ventajosas, el
nórdico es de carácter más "universal".
Así, "atendiendo a estas diferencias de estilo, la medida
apropiada es el gasto per cápita en asistencia social,
tanto público como privado. Según este indicador,
EEUU lidera esta partida con 7.800 dólares, seguidos de
Suecia (6.700), Dinamarca (5.800) y Finlandia (4.900). El
resultado sorprendente es que las cantidades gastadas por persona
no son en realidad tan diferentes", concluye Fishback.

La segunda gran falacia del argumento
socialdemócrata es suponer a priori que los programas
redistribucionistas aseguran una reducción de la pobreza
sustancial y sostenida en el tiempo. Las cosas, sin embargo, son
más complicadas, dado que este tipo de programas suelen
tener un efecto perverso sobre los incentivos al trabajo de los
pobres. Si el Gobierno asegura programas de ayuda social para las
personas que no alcanzan un determinado nivel de ingresos, existe
un fuerte incentivo a no trabajar duro para tratar de superar tal
umbral.

Este efecto se ha observado a lo largo de la historia
reciente de Estados Unidos, en particular, tras las medidas del
presidente Lyndon Johnson a mediados de los 60, en lo que se
conoce como la Guerra contra la Pobreza. Como señala el
economista Lowell Gallaway, a medida que el volumen de fondos
destinados a gasto social aumentó tras 1966 la tasa de
pobreza comenzó a desacelerar su reducción, luego
se paró, y más tarde empezó a incrementarse,
tal y como muestra este gráfico.

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El tercer punto que suele pasar desapercibido tiene que
ver con la medición de la tasa de pobreza. Es decir, el
umbral de renta por debajo del cual las personas son consideradas
pobres. Como se suele decir en inglés, the devil is in the
details (el diablo está en los detalles), lo cual es
totalmente aplicable a la interpretación de datos y
estadísticas.

Tal y como se señaló al principio, el
número de personas que viven por debajo de la línea
de pobreza en 2010 es el más alto en los 52 años de
historia de este tipo de estimaciones en EEUU. Pero este dato
tiene truco. Por un lado, la línea de pobreza aumenta
conforme crece la renta media, con lo que un pobre en el
año 2000 podría seguir siéndolo aunque su
renta hubiera aumentado considerablemente -al mismo ritmo que el
de la renta media-. Así, la pobreza se mide como un
concepto relativo y, por ello, hay que tener cuidado con las
interpretaciones.

La Oficina del Censo norteamericano tiene 48
líneas de pobreza distintas que se aplican dependiendo del
tamaño de la familia o el número de hijos menores
de 18 años. En el siguiente gráfico mostramos la
evolución de una de estas líneas de pobreza para
una familia de 4 personas. Así, toda familia que reciba
ingresos por debajo de esa línea será considerada
"pobre". Pero, como es obvio, una familia pobre (en
términos oficiales) en 2010 puede vivir realmente mucho
mejor de lo que vivía una familia igualmente pobre en 1960
-estos ingresos están ajustados a términos reales,
descontando la inflación-.

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Hay otro elemento que distorsiona el concepto de pobreza
en Estados Unidos, y es el hecho de que al medir los ingresos de
las familias no se incluyen las prestaciones sociales no
monetarias, como los cupones para alimentos, la vivienda
pública o el programa gubernamental de asistencia
sanitaria para los pobres (Medicaid). Si tales ayudas (ingresos)
se tuvieran en cuenta la tasa oficial de pobreza
disminuiría sensiblemente. Como se afirma en una columna
de Forbes, en la definición oficial "no se cuentan
aquéllos que viven en condiciones de pobreza
después de haber sido ayudados; sólo se
contabilizan los pobres antes de haber sido ayudados".

Por último, dado que el concepto de pobreza se
mide en términos relativos, un pobre en Estados Unidos
tiene poco que ver con un pobre en un país menos rico
como, por ejemplo, España. Así, tal y como
sostenía José Carlos Rodríguez, "un
mileurista español entraría en la categoría
de pobre en EEUU".

Y es que, las familias "pobres" de EEUU pueden adquirir
bienes que en otros países tan sólo están al
alcance de la clase media. En un reciente informe de la
Fundación Heritage se apuntaban algunas
características al respecto: una familia pobre en EEUU
suele tener de media un coche, aire acondicionado, dos
televisiones a color, todo el material imprescindible para la
cocina, una casa en buen estado con más espacio que la
típica europea, no sufren hambre, pueden acceder a
asistencia médica cuando es necesario y suelen tener
suficientes fondos para cubrir las necesidades
esenciales.

– ¿Quién es el culpable del exceso de
deuda privada? (Libertad Digital – 18/11/11)

(Por Juan Ramón Rallo)

¿Quién es, en suma, el
culpable del perverso sistema en qué vivimos? Desde luego,
el intervencionismo monetario y financiero del Estado.

Cuando los liberales afirmamos que la actual crisis es
consecuencia del intervencionismo estatal se nos suele replicar
que en algunos países como España el problema no
viene tanto por el volumen de deuda pública -relativamente
bajo para los estándares internacionales- sino por el de
deuda privada, es decir, por la deuda que libremente han
contraído familias, empresas y bancos en un mercado
desregulado. Por consiguiente, se concluye, no ha sido el sector
público quien ha ocasionado los desbarajustes actuales,
sino el privado: el neoliberalismo salvaje desbocado que no hizo
sino multiplicar las deudas por el afán especulador y la
visión extremadamente cortoplacista de los seres
humanos.

No es momento de analizar aquí si la austeridad
que presuntamente practicaron muchos Estados como el
español durante la época del boom fue real o
más bien un mero espejismo contable derivado de que sus
ingresos crecieron muchísimo al socaire de la burbuja
crediticia. Mi objetivo es más limitado: explicar por
qué el sector privado no habría sido capaz de
endeudarse de una manera tan desorbitada sin el concurso
imprescindible del Estado.

El volumen de deuda de toda sociedad depende de dos
factores: la oferta y la demanda de crédito. A su vez, la
oferta depende fundamentalmente del volumen de ahorros disponible
en una parte de esa sociedad (de cuánto tiempo está
dispuesta a esperar cada persona para consumir) y la demanda de
cuánto desea gastar por encima de su renta la sociedad. Es
decir, los ahorradores difieren la satisfacción de sus
necesidades para que otros puedan adelantarla: unos gastan de
menos para que otros gasten de más.

¿Y cómo se coordina la demanda y la oferta
de crédito? Fundamentalmente a través de los tipos
de interés: a saber, el precio que deben pagar los
demandantes de crédito por adelantar su gasto y el que
reciben los oferentes para compensarles por el retraso. Por un
lado, si el ahorro aumenta, esto es, si hay más gente
dispuesta a diferir sus necesidades durante más tiempo, la
oferta de crédito crecerá y los tipos de
interés bajarán (y lo contrario si el ahorro se
reduce). Por otro, si la demanda de crédito aumenta, como
habrá más gente compitiendo por un volumen dado de
ahorros, los tipos de interés se incrementarán, y
aquellos que valoren en menor medida anticipar su gasto futuro,
se quedarán sin crédito.

Los tipos de interés son un elemento fundamental
en nuestras economías, en tanto en cuanto permiten la
coordinación de las personas a lo largo del tiempo: si uno
gasta más de lo que ha producido o va a producir durante
un período de tiempo es porque otro gasta menos de lo que
ha producido o va a producir. Pero los tipos de interés
libremente establecidos no sólo facilitan la
coordinación entre los agentes, sino que imponen un
límite muy severo al endeudamiento: sólo se puede
conceder como crédito aquello que se haya previamente
ahorrado. Ya vimos que los aumentos de la demanda de
crédito son en gran parte esterilizados por subidas del
tipo de interés, por lo que resulta harto complicado que
las burbujas financieras basadas en el aumento continuado del
crédito puedan mantenerse por mucho tiempo: si la demanda
de deuda se incrementa exponencialmente, los tipos de
interés también lo harán, lo que
secará la demanda.

Pero, ¿qué sucede en nuestros sistemas
financieros modernos? Pues que los bancos gozan de una serie de
privilegios concedidos por el sector público por los que
son capaces de incrementar la oferta de crédito muy por
encima del nivel de ahorro disponible. Básicamente: los
bancos pueden asumir nuevas deudas y refinanciarlas continuamente
en el banco central a los tipos de interés artificialmente
bajos que éste establezca; y, a su vez, este banco central
no tiene límite alguno a la hora de refinanciar las deudas
de la banca porque no ha de convertir sus propias deudas en oro
(o en otro dinero líquido que no genere él mismo).
Es decir, el sistema financiero se construye sobre una
pirámide de apalancamiento: con tal de aumentar la oferta
de crédito a los particulares, los bancos privados asumen
nuevas deudas que no pueden pagar y el banco central refinancia
esas deudas asumiendo, a su vez, nuevas deudas que no tiene la
obligación de pagar de ninguna manera (de hecho, las
deudas del banco central es lo que se utiliza en nuestras
sociedades como "dinero de curso legal").

Parece claro que, dentro de este marco financiero, si la
demanda de crédito se incrementa, los bancos privados lo
tienen muy sencillo para atenderla mediante la concesión
de una barra libre de financiación que evite los aumentos
en los tipos de interés y el consiguiente aborto de la
demanda crediticia. Los bancos no necesitan ni mucho menos captar
más ahorro para conceder más crédito y
tampoco tienen por qué cargar tipos de interés
más altos ante una mayor propensión al
endeudamiento de la sociedad: pueden prestar hoy un ahorro que se
supone que la sociedad generará mañana.

En España, por ejemplo, el crédito
hipotecario creció entre 2003 y 2007 a una tasa media del
18% anual y en EEUU al 10% anual, pero los tipos de
interés no sólo no subieron sino que bajaron entre
tanto. ¿Acaso fue que el ahorro español y
estadounidense creció a tasas similares o superiores al de
la demanda de crédito? Obviamente no: fue que los bancos
concedieron créditos con cargo al ahorro futuro. Algunos
economistas afirman que durante esos años nos estuvimos
financiando con cargo al ahorro alemán y chino, pero, de
nuevo, la financiación extranjera que entraba en nuestro
país no era ahorro, sino crédito alemán y
chino que superaba en mucho el ahorro interno de esos
países. Sólo es necesario acercarse al balance de
cualquier banco alemán para comprobar que el plazo de los
créditos que concedieron esos bancos era muy superior al
de las deudas que creaban para sufragarlos; es decir, los
alemanes no estuvieron dispuestos a ahorrar durante todo el
tiempo como el que se nos permitió a los españoles
gastar en exceso a cuenta de esos alemanes.

Por consiguiente, ¿quién provocó el
actual problema de exceso de endeudamiento privado? ¿El
sector privado por demandar crédito o el sector
público por forzar a que se diera ese crédito?
Desde luego, sin una fuerte demanda de crédito, el volumen
de deudas no puede aumentar; pero tampoco es capaz de hacerlo sin
una elástica oferta de crédito. La cuestión,
por tanto, debe replantearse: ¿quién es el
responsable de haberse las instituciones que en el pasado
permitieron frenar a tiempo estas borracheras de
endeudamiento?

Y aquí la respuesta es clara: el
intervencionismo estatal en materia monetaria y financiera.
Fueron los Estados quienes, primero, abandonaron el patrón
oro para que los bancos centrales pudieran refinanciar
indefinidamente a la banca privada cuando concediera
crédito y quienes, después, instrumentaron a esos
bancos centrales para que en 2002 rebajaran los tipos de
interés a niveles artificialmente bajos, reanimando
así una demanda de crédito que en aquel momento
estaba decayendo en medio de la recesión internacional. Se
quiso salir de la crisis de 2002 con nuevas dosis de
endeudamiento y, desde luego, el objetivo se logró, pero
sólo a costa de acrecentar los desajustes
económicos y de alcanzar unos niveles de deuda privada
totalmente insostenibles.

¿Quién es, en suma, el culpable del
perverso sistema en qué vivimos? Desde luego, el
intervencionismo monetario y financiero del Estado. En su
ausencia -es decir, con patrón oro y una banca sin acceso
casi ilimitado al banco central- podría haber habido una
intensísima demanda de crédito, pero ésta
hubiese sido aplastada por una oferta inelástica y por
unos tipos de interés al alza. Pero no, quisimos fiesta…
y la tuvimos.

1.5 – La "acción" de los políticos:
apretarse el cinturón (ajeno) para salir de la
crisis

"El primer ministro británico, David Cameron,
quiere que todos los servicios públicos del país
puedan ser gestionados en el futuro por compañías
privadas, con el objetivo de terminar con lo que llama "el
monopolio del Estado""…
Reino Unido: Cameron abre el
camino para la privatización del sector público (El
Economista – 21/2/11)

Los cambios, adelantados hoy por el líder
conservador en un artículo en el diario The Daily
Telegraph y que se detallarán oficialmente en las
próximas semanas, permitirían a entidades privadas
gestionar escuelas, hospitales o servicios municipales como el
mantenimiento de parques y carreteras y el cuidado de
ancianos.

En el artículo en el Telegraph, Cameron defiende
la necesidad de "un cambio completo" en el sector público
para mejorar el servicio que se presta a los ciudadanos, y abre
la puerta también a la participación de grupos de
voluntarios y ONG.

La idea del primer ministro es transformar los servicios
públicos en el largo plazo sin tener que legislar cada vez
que se quiera permitir a una empresa privada involucrarse en el
sector. A las empresas proveedoras se les ofrecerían
contratos con una retribución en función de los
resultados y con la garantía de un incremento de los
ingresos a medida que aumente la calidad el servicio.

"Crearemos una nuevo concepto, respaldado por nuevos
derechos para los usuarios de los servicios públicos y por
un nuevo sistema de adjudicación independiente, de que los
servicios públicos deberían estar abiertos a una
serie de proveedores que compitan por ofrecer un servicio mejor",
argumenta el primer ministro.

Cameron excluye del plan a la seguridad nacional y la
judicatura -"donde esto no tendría sentido"-, pero
defiende que "el resto de sectores pueda estar abierto a una
diversidad real".

Los cambios, asegura, liberarán al sector
público "de las riendas del control del Estado",
reducirán la burocracia, generarán ahorro y
permitirán terminar con una era de servicios "anticuados,
verticales y en lo que hay que conformarse con lo que uno
recibe".

Cameron argumenta que la calidad de los servicios en el
Reino Unido ha descendido en los últimos años si se
toman como referencia "países similares", y que eso se
está notando en áreas como los índices de
supervivencia del cáncer y los resultados
escolares.

"Se pondrá el poder en manos de la gente. Los
profesionales recuperarán su responsabilidad. Habrá
más libertad, más posibilidades de elegir y
más control local", explica el gobernante, que aclara que
el Estado seguirá teniendo un "papel crucial".

El papel será "garantizar que la
financiación y la competencia sean justas, y garantizar
que todo el mundo, sin tener en cuenta su capacidad
económica, tengan un acceso justo a los
servicios".

El proyecto se ha bautizado como "Servicios
Públicos Abiertos" y su objetivo principal será
"imposibilitar que el Estado vuelva a los viejos malos tiempos
del monopolio del Estado". "Esta es una parte vital de nuestra
visión de desmantelar el Gran Gobierno y construir en su
lugar una Gran Sociedad", agrega.

El concepto de la Gran Sociedad es uno de los elementos
centrales de la política de Cameron, un concepto con el
que quiere dar una mayor participación y responsabilidad
social en la gestión del país.

La oposición laborista y los sindicatos dicen que
lo que esconde realmente esta política es una gran
privatización encubierta de servicios públicos
hasta ahora intocables en este país como el NHS, el
sistema de Seguridad Social creado tras la II Guerra
Mundial.

– Votantes vs. estado benefactor (Project Syndicate –
24/5/11) Lectura recomendada

(Por Michael Boskin)

Stanford.- El primer ministro de Canadá, Stephen
Harper, al ganar una mayoría categórica de bancas
en el parlamento de su país por primera vez desde que
asumió el cargo, perpetúa una considerable serie de
victorias electorales nacionales, respaldado por votantes que
exigen al menos una pausa, y tal vez cierta revocación,
del crecimiento del estado benefactor.

Es más, la victoria de Harper se produce
después del resonante triunfo del Partido Republicano de
2010 en la elección de mitad de mandato de Estados Unidos,
una campaña que esencialmente se libró alrededor
del tamaño y el alcance del gobierno, tras la
sólida expansión del gasto público
después de la crisis financiera y la recesión. El
primer ministro británico, David Cameron (que lidera, como
lo hizo Harper hasta hace poco, un gobierno de coalición
de centroderecha), también ganó en base a una
plataforma para reducir los excesos del estado
benefactor.

También está el caso de la candidatura a
la reelección anticipada del presidente francés,
Nicolas Sarkozy. Francia tiene impuestos más altos y un
estado benefactor más desarrollado que el Reino Unido,
Canadá o Estados Unidos. Sarkozy, a pesar de los intentos
iniciales por recortar algunos derechos franceses, hasta ahora no
produjo tanta reforma como Cameron o Harper, mucho menos como
Ronald Reagan o Margaret Thatcher en los años
1980.

Algunos podrían decir que los problemas
económicos que enfrentan los gobiernos son tan graves que
el solo hecho de estar en el poder invita a la
destitución, más allá de la
ideología. Pero la reelección de Harper sugiere lo
contrario. Harper redujo los impuestos corporativos y a las
ventas de Canadá (ahora muy por debajo de los de Estados
Unidos) y, al igual que Cameron, quiere una consolidación
fiscal más rápida que el presidente estadounidense,
Barack Obama.

El potencial significado de estas elecciones debe
entenderse en el contexto no sólo de la recesión y
la crisis financiera, y las intervenciones gubernamentales
destinadas a enfrentarlas, sino también en el alcance
más amplio de la evolución histórica de los
estados benefactores de estos países.

Se destacan las siguientes tendencias:

· En los cuatro países, hubo una tendencia
alcista considerable en los desembolsos del gobierno como un
porcentaje del PBI;

· En cada país, hubo un incremento
considerable del gasto público en los últimos
años, particularmente en Estados Unidos y el Reino
Unido;

· Francia tiene el gasto gubernamental más
alto como porcentaje del PBI -muy por encima del 50%,
según la OCDE- y éste ha aumentado continuamente,
década tras década;

· Estados Unidos actualmente tiene el menor gasto
gubernamental como porcentaje del PBI, aunque se acercó
sustancialmente a Canadá debido a la explosión del
gasto desde 2000 -el gasto militar del presidente George W. Bush
y el gasto social de Obama;

· El aumento del gasto público de
Canadá como porcentaje del PBI desde 2000 ha sido el menor
de los cuatro países;

· Canadá y el Reino Unido han tenido
períodos de reducciones importantes del porcentaje de
gasto gubernamental. En el Reino Unido, el porcentaje cayó
cuatro puntos porcentuales en 1980-1990 (la revolución de
Margaret Thatcher), y siguió cayendo hasta 2000. En los
años anteriores a la crisis financiera, la
participación de Canadá cayó del 45%
aproximadamente a alrededor del 40%;

· De la misma manera, la Revolución Reagan
en Estados Unidos frenó la tendencia alcista en el gasto
no vinculado a la defensa.

¿Qué hay con respecto al desempeño
económico, medido por el PBI per cápita real? Los
cuatro países se posicionan exactamente en orden inverso
de sus porcentajes de gasto gubernamental (según datos de
2009 y previos a la crisis de 2007), siendo el de Estados Unidos
el más alto, seguido por Canadá, el Reino Unido y
Francia. El coeficiente de correlación simple es de
aproximadamente -0,9.

Los votantes parecen haberse dado cuenta de algo
importante. Por supuesto, la correlación no es prueba de
causalidad; hay millares de otros factores que afectan el
desempeño económico además del
tamaño, la composición y la naturaleza del gasto
del estado benefactor (y claramente los impuestos y la deuda
relacionados). Es más, los gobiernos ofrecen servicios,
desde defensa y aplicación de la ley hasta una red de
seguridad humana, que son esenciales para una economía y
una sociedad exitosas. Pero el tamaño del estado
benefactor -y la erosión de los incentivos para trabajar,
ahorrar e invertir, debido a los elevados impuestos y a los pagos
abultados de transferencias- es un impedimento importante para un
crecimiento más rápido de los ingresos.

Este simple análisis debería izar una
bandera roja respecto de qué pensamos sobre las
compensaciones entre dinamismo y seguridad, o crecimiento y
redistribución. Después de todo, el ingreso real
per cápita en Estados Unidos es aproximadamente 40%
más alto que en Francia, 22% más alto que en
Canadá y 31% más alto que en Gran
Bretaña.

Las historias relativas han seguido una tendencia
similar (nuevamente, están involucrados otros factores, no
sólo los impuestos y el gasto). Por ejemplo, la ventaja de
Estados Unidos sobre Francia se amplió del 25% al 40%
desde 1980, un período en el que el porcentaje de gasto
gubernamental en el PBI se estabilizó en Estados Unidos
(hasta hace poco), mientras que creció sustancialmente en
Francia. De la misma manera, el PBI real per cápita de
Francia excedió el nivel del Reino Unido en 1980, pero fue
superado en 2000 y, para 2007, estaba rezagado en un 10% con
respecto al Reino Unido. Estas diferencias son el equivalente de
una generación entera de progreso
económico.

Quienes quieren controlar, reformar y reducir el gasto
del gobierno parecen tener bien claro cuál es el panorama
general. Es un prerrequisito para un progreso económico
sustancial. Esa es la gran lección de la historia -desde
las revoluciones de Reagan y Thatcher en Estados Unidos y el
Reino Unido, pasando por la experiencia más reciente de
Stephen Harper, hasta la repetición que David Cameron y
los republicanos en el Congreso de Estados Unidos hoy intentan
fraguar.

Sólo el tiempo dirá si las recientes
elecciones en el Reino Unido, Estados Unidos y Canadá
indican un retroceso del crecimiento del estado benefactor o
simplemente una tregua temporaria. Pero una comparación
entre Estados Unidos, Canadá, el Reino Unido y Francia
revela que lo que está en juego es inmenso.

(Michael Boskin, actualmente profesor de Economía
en la Universidad de Stanford y miembro sénior de la
Hoover Institution, fue presidente del Consejo de Asesores
Económicos del presidente George H. W. Bush, 1989-1993.
Copyright: Project Syndicate, 2011)

"El control del déficit y la reducción
de la deuda han sido los ejes que han marcado una política
económica en la que los ajustes se extendieron a todos los
países de la eurozona, con España, Italia y
Portugal a la cabeza"…
Apretarse el cinturón,
la receta de Europa para salir de la crisis (Cinco Días –
31/12/11)

Los recortes han sido los protagonistas del año
2011 en la zona euro. La receta para aliviar la crisis de deuda
ha sido unánime: apretarse el cinturón. Y lejos de
decir adiós a esta corriente, lo que queda por venir
será más de lo mismo, a tenor de las últimas
medidas anunciadas en España y del resultado de la tan
esperada cumbre de Bruselas del pasado diciembre para refundar el
euro, donde se apostó sin paños calientes por la
austeridad y la disciplina fiscal, aun a pesar del riesgo
colectivo de recaída en la recesión
económica.

Si Grecia, Irlanda y Portugal eran a comienzos de 2011
los países en el ojo del huracán, pronto se sumaron
España e Italia, que por su tamaño y volumen de
deuda ponían en jaque al conjunto de la zona euro. La
presión se trasladó incluso a Francia, hasta el
mismo corazón de Europa, y desató una corriente de
reformas, centradas en el recorte de gasto, para contener el
ataque a la deuda pública.

Siguiendo la tesis de Angela Merkel, es decir, mano dura
y disciplina fiscal, la última cita europea del 9 de
diciembre lo dejó claro: habrá sanciones para
quienes no cumplan con la regla de oro del equilibrio
presupuestario.

España. Recortes de 8.900 millones para un
déficit del 8%

El panorama que se presenta para España en los
próximos meses es cuanto menos desolador. Acosado por
cinco millones de parados y con la recesión a la vuelta de
la esquina, el nuevo Ejecutivo de Mariano Rajoy afronta el
objetivo de reducir el déficit hasta el 4,4% para 2012.
Pero conseguirlo no será una tarea fácil y
más tras conocerse el viernes que 2011 cerrará con
una previsión de déficit del 8%, casi dos puntos
más de lo estimado por el Gobierno anterior.

Los primeros pasos comenzaron a darse esta semana
después de que el Consejo de Ministros anunciara un
conjunto de recortes por valor de 8.900 millones de euros. Entre
las iniciativas más importantes se encuentra además
la subida del IRPF en las rentas del trabajo y del capital y del
impuesto sobre bienes inmuebles, que dará ingresos de
6.200 millones de euros.

Estas medidas contradicen las palabras de Rajoy de hace
menos de una semana cuando afirmaba que no subiría los
impuestos. Como complemento a la política impositiva
figuran la congelación de los sueldos a los funcionarios y
del salario mínimo interprofesional y la tasa de
reposición cero para los funcionarios. Aun así, el
Gobierno recupera el poder adquisitivo de las pensiones y
prolonga la ayuda de 400 euros a los parados que agotaron la
prestación.

Pero el recorte de gasto anunciado el viernes -centrado
en la Administración-, junto con la subida de impuestos,
suma recursos para combatir el déficit por 15.100 millones
de euros, una cuantía que se presenta como insuficiente
para cumplir con el objetivo de déficit del 4,4% al cierre
de 2012. Pasar del 8% actual a esa otra cifra exigiría
grosso modo un recorte adicional de más de 20.000 millones
de euros, teniendo en cuenta que cada décima de
déficit público supone alrededor de 1.000 millones
de euros.

Portugal. Privatizaciones para liquidar el agujero
presupuestario

"Emergencia nacional", esa es la expresión con la
que el primer ministro de Portugal, Pedro Passos Coelho,
definió el futuro de la economía lusa. Según
las previsiones de la Comisión Europea, en 2012 se espera
una contracción económica del 3% para el
país vecino. Las reformas puestas en marcha por
José Sócrates, que dimitió tras la
imposibilidad de sacar adelante su programa de ajustes de 80.000
millones de euros, y Coelho no han sido suficientes.

El pasado mes de noviembre un nuevo problema
volvió a salir a flote y no ha hecho más que
agravar la situación: un agujero presupuestario de 3.000
millones de euros. La consecuencia más inmediata fue un
endurecimiento del programa de reformas.

El aumento del copago sanitario, la subida del IVA hasta
el 23%, la eliminación de la paga extra a los funcionarios
que cobren más de 1.000 euros, el recorte del salario de
los empleados del sector público en un 5%, así como
el aumento de la jornada laboral en el sector privado y el
abaratamiento del despido son las últimas actuaciones del
Ejecutivo para intentar remediar la coyuntura.

Una de las peticiones de la UE, el BCE y el FMI fue el
desarrollo de un plan de privatizaciones en el que se
incluían las eléctricas EDP y REN. Hace una semana
el Estado luso y la china Three Gorges llegaron a un acuerdo que
le permitirá a Portugal conseguir 2.690 millones de euros
por la venta de su participación.

Italia. Acosada por una deuda equivalente al 120% del
PIB

El pasado 22 de diciembre el Senado italiano dio luz
verde al plan de ajuste presentado por Mario Monti. Días
antes la Cámara de los Diputados había dicho
sí a un programa que pretende ahorrar 30.000 millones de
euros hasta 2014, 12.000 de ellos procederán de la
reducción del gasto público y 18.000 millones, de
la recaudación.

Dos meses antes la mala gestión económica
desarrollada por el ex primer ministro, Silvio Berlusconi, y la
presión insoportable sobre la prima de riesgo
explotó hasta acabar forzando la dimisión de Il
Cavaliere. A partir de entonces, el Ejecutivo tecnócrata
de Monti pasó a ser el encargado de reconducir la
situación de un país que acumula una deuda
equivalente al 120% del PIB y que se ha asomado peligrosamente al
abismo del impago. Pero las expectativas levantadas por el cambio
de Gobierno no han servido para calmar la situación de un
país que en 2012 tendrá que hacer frente a unos
vencimientos de deuda pública de 202.000 millones de
euros, 53.000 millones solo en el primer trimestre. Reflejo de
este desafío es el nivel de la prima de riego italiana,
que cierra el año por encima de los 500 puntos
básicos, y del bono a 10 años, en el 7%.

La solución pasa de momento por un retraso de la
edad de jubilación, la reintroducción del impuesto
de bienes inmuebles sobre la primera vivienda, la subida del IVA,
la congelación de las pensiones y una tasa del 0,4% para
los capitales evadidos. El primer ministro italiano ha lamentado
el incremento impositivo, pero reconoce que "sin disciplina
fiscal no hay crecimiento".

Irlanda. Las ventajas de una economía
abierta

Irlanda es la excepción dentro del mapa de los
países rescatados. Un año después de ser
intervenida ha conseguido distanciarse del camino abierto por
Grecia y retorna a la senda del crecimiento. Se espera que cierre
el año con un aumento del PIB del 1% gracias a la apertura
al exterior y el atractivo que representa para muchas empresas su
exiguo impuesto de sociedades.

Pero este progreso no ha eximido ni mucho menos al
Ejecutivo de aprobar nuevos recortes. Además del exigido
por la UE y el FMI para la recepción de una ayuda por
85.000 millones de euros, a comienzos de diciembre Irlanda
anunció un nuevo plan de austeridad para recaudar 1.400
millones el próximo año.

La fórmula elegida pasa a ser la misma que las
emprendidas en otros casos, es decir, recortes sociales que se
añaden a la rebaja del gasto en
infraestructuras.

En noviembre de 2010 la difícil situación
que vivía la banca por el elevado endeudamiento que trajo
consigo el estallido de la burbuja inmobiliaria fue la chispa que
encendió la mecha. El país que dirigía Brian
Cowen pasaba a ser el segundo intervenido y tendría que
afrontar un duro plan de ajuste. Ese programa de reformas
incluía el despido de 24.750 funcionarios, el
endurecimiento del sistema impositivo y el retorno del IVA a
niveles de 2006.

El impuesto de sociedades que tantos beneficios reporta
a Irlanda permaneció inalterado a pesar de las constantes
presiones de Bruselas y el recelo de algunos países como
Francia que lo tachan de competencia desleal. A día de hoy
permanece en el 12,5%, pero se verá amenazado por el
proyecto de convergencia fiscal por el que aboga Angela
Merkel.

Francia. Austeridad presupuestaria para conservar la
triple A

Los problemas económicos y la elevada
exposición a la deuda italiana y griega pasan factura a la
economía francesa. La prueba más fehaciente son las
sucesivas advertencias recibidas por las agencias de
calificación. La última de ellas, Fitch, que
advirtió del peligro cada vez más inminente de la
pérdida de la triple A.

Pero Nicolas Sarkozy no se da por vencido. Tras anunciar
un plan de ajuste en agosto con el que recaudar 12.000 millones
de euros en dos años, en noviembre, el ministro de
Finanzas, François Fillon, anunció una segunda
oleada de recortes. Esta vez el gasto se reduciría en
8.000 millones gracias a la subida del IVA, el impuesto de
sociedades y el paso de la tijera por el sistema de la seguridad
social. El próximo año 2012 parece que
seguirá la misma tendencia, pues, según lo
señalado por Fillon, los presupuestos serán uno de
los más austeros desde el final de la Segunda Guerra
Mundial. Y Bruselas estima un crecimiento inferior al
1%.

1.6 – El eclipse de la razón (…y la
ignorancia obstinada es ideología)

"Sin duda, la Segunda Gran Recesión -el
nombre que damos a la crisis financiera que a finales de la
década pasada se propagó prácticamente por
todo el mundo- tendrá un profundo efecto sobre la
economía, en particular sobre el estudio de las relaciones
entre mercados financieros y economía real"…

(Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, autores del libro "Esta vez es
distinto" – El País – 5/6/11)

"Toda sociedad se aferra a un mito y vive por
él. El nuestro es el del crecimiento económico. Las
últimas cinco décadas la persecución del
crecimiento ha sido el más importante de los objetivos
políticos en el mundo. La economía global tiene
cinco veces el tamaño de hace medio siglo. Si
continúa creciendo al mismo ritmo, será 80 veces en
el año 2100. Este extraordinario salto de la actividad
económica global no tiene precedentes en la historia. Y es
algo que no puede estar más en desacuerdo con la base de
recursos finitos y frágil equilibrio ecológico del
que depende para su supervivencia. Y ya ha venido
acompañado de una degradación estimada de un 60% de
los ecosistemas del mundo.

La mayor parte del tiempo, evitamos la realidad de
estos números. El crecimiento debe continuar, insistimos.
"¡Acumulad!, ¡acumulad!, es lo que dicen
Moisés y todos los profetas", como dijo Karl Marx
Las razones por esta ceguera colectiva son fáciles de
encontrar. El capitalismo occidental se basa de forma estructural
en el crecimiento para su estabilidad. Cuando la expansión
se tambalea, como ha pasado recientemente, los políticos
entran en pánico. Los negocios batallan por sobrevivir. La
gente pierde sus trabajos y en ocasiones sus viviendas. La
espiral de la recesión es una amenaza. Cuestionar el
crecimiento se toma como un acto de lunáticos, idealistas
y revolucionarios.

Ahora, cuestionarlo es un deber. El mito del
crecimiento infinito ha fracasado, ha fracasado para 2.000
millones de personas que viven con menos de US$2 al día.
Ha fracasado para el frágil sistema ecológico de
cuya supervivencia depende. Ha fracasado, espectacularmente, en
sus propios términos, para proveer estabilidad
económica y asegurar la vida de las personas. La
prosperidad para unos pocos, basada en la destrucción
medioambiental y la persistente injusticia social, no es
fundamento para una sociedad civilizada"…
"El mito
del crecimiento económico infinito es un fracaso" (Tim
Jackson – Universidad de Surrey – BBCMundo –
29/9/11)

"Pensar es aprender de nuevo a ver, dirigir la
propia conciencia, hacer de cada imagen un lugar privilegiado. No
queremos ver más allá de nuestra necesidad
inmediata, como solucionarla, sin meditar las consecuencias.
Consecuencias a menudo desconocidas porque nos hemos negado a
aprender, a asimilar conocimientos existentes, experiencias
vividas, a sacar lógicas conclusiones y a actuar al calor
de ellas. Es significativo que el pensamiento de nuestra
época sea a la vez uno de los más impregnados de
una filosofía de la no significación del mundo y
uno de los más desgarrados en sus conclusiones. Desgarro
producido por esa incapacidad de la sociedad en encontrar su
camino.

Es de nuevo el mito de Sísifo. El legendario
rey condenado a subir la empinada ladera del monte, empujando
cuesta arriba con sudor y sufrimiento permanente el pesado
pedrusco, el cual acababa rodando de vuelta hasta el llano antes
de alcanzar la cumbre. No tenía más remedio que
hacerlo remontar una y otra vez, para volverse a despeñar
siempre, una vez tras otra, hasta el fin de los tiempos. Tiempos
finales a los que nos vamos aproximando cada vez más
rápidamente con cada escalada.

No hay castigo más terrible que el trabajo
inútil y sin esperanza. Una parábola de esta
sociedad absurda donde vivimos para trabajar, incapaces de
trabajar para vivir, y menos para gozar. Donde el objetivo es
producir más, a menudo no mejor, acumular más
bienes absurdos y consumir absurdamente cultura basura, tanto o
más que comida basura u ocio basura, sin más placer
que la mera engullición y el disfrute
basura.

Tengo, pues, mis motivos para decir que el
sentimiento de lo absurdo no nace del simple examen de un hecho o
de una impresión, sino que brota de la comparación
entre un estado de hecho y cierta realidad, entre una
acción y el mundo que la supera. Lo absurdo es
esencialmente un divorcio entre nuestros actos y sus
consecuencias, entre lo que nos gustaría y lo que nos
ocurre, entre el pensamiento económico que parece y no es,
y el que debería ser"…
El suicidio
filosófico de la economía según Camus
(José M. de la Viña – El Confidencial –
10/11/11)

Monografias.com

Recordando a Pablo Neruda podría decirles que:
"puedo escribir los versos más tristes esta
noche".

Si algo "envidiaba" de Europa, hace, tal vez,
cuarenta años (cuando aún vivía en la
lejana, remota, falaz, y fugaz Argentina, era su
"socialdemocracia", su "estado del bienestar", su justa y
razonable "distribución de las riquezas", su "equilibrio
social", su "igualdad de oportunidades", su "paz
social"…

Si algo me "inspiró a emigrar" a Europa
(exilio voluntario), hace ya veinticinco años, fue ese
modelo de socialdemocracia, comunitario, responsable,
participativo, amplio, generoso, solidario, equilibrado,
incluyente, redistributivo, ético, justo… donde
deseaba ver crecer a mis hijas y ver nacer a mis nietos, en un
espacio de unión económica con un desarrollo
armónico, previsible y sostenible…

Creía haber visto el futuro, y que funcionaba.
Estaba en el corazón de la vieja Europa.

Que equívoco más grande. Hoy (octubre
2013) el sueño europeo se ha transformado en una pesadilla
(desastre económico) y el despertar, en un infierno
(catástrofe social). El sufrimiento humano derivado de la
crisis es tanto o mayor que en los Estados Unidos, donde nunca
existió (ni se le espera) un estado del bienestar
equivalente. Hoy. al riesgo de colapso, podemos agregar un
desastre impecable. Más que un proyecto acabado de
Unión, podemos decir (con gran dolor), que estamos
presenciando el final anunciado de un proyecto
comunitario.

Todo eso ha quedado barrido por el tsunami de la
mayor crisis económico-financiera vivida por EEUU, con
réplica en Europa, desde los años 30. Ahora (seis
años después del inicio de la depresión)
estamos viviendo la post guerra de una guerra librada con armas
financieras de destrucción masiva, disparadas desde
frentes instalados en lujosos despachos de bancos, agencias
bursátiles, fondos de inversión, fondos de
cobertura,… por audaces aventureros especulativos, que han
utilizado el capital de los ahorristas desprevenidos e incautos,
para abatirlos con su propio fuego.

La Real Academia define el término
"recuperación" como la acción y efecto de recuperar
o recuperarse. Obvio. Pero precisa en una segunda entrada que
algo se recupera cuando vuelve a tomar o adquirir "lo que antes
tenía". Sería absurdo pensar que la
recuperación de la economía europea va a devolver a
los países miembros a los niveles previos a la
crisis.

En el mejor de los casos, Europa saneará su
economía, ajustará sus grandes desequilibrios y
volverá al crecimiento, incluso de una manera robusta.
Hasta la devastada Europa de 1945 salió de la tragedia.
Pero los países que salgan de esta crisis serán muy
distintos. Muy parecido a lo que Ulrich Beck denominó -ya
en 1986- la sociedad del riesgo. Y todavía el muro no
había caído.

¿Y qué es la sociedad del riesgo? Pues
aquella en la que lo relevante ya no es la distribución de
la riqueza, sino la producción de bienes y servicios de
forma suficiente para financiar un determinado nivel de vida.
Algo que, en última instancia, dependerá de su
capacidad de adaptación en una economía
globalizada.

Lo que se ha roto son las certezas y el mundo
previsible. El mundo de la seguridad, del que hablaba Stefan
Zweig. Hasta hace bien poco, se pensaba que los avances
técnicos -y su corolario en términos de
productividad– serían suficientes para lograr el progreso
social. Hoy ya no es así.

Mientras que en la sociedad industrial o de clases la
cuestión social giraba en torno a cómo repartir la
riqueza producida de forma colectiva (y la historia del siglo XX
refleja hasta qué punto la lucha entre los diferentes
agentes económicos fue encarnizada), en la nueva sociedad
del riesgo se seguirá produciendo de una manera desigual,
pero su volumen ya no estará garantizado. Y es aquí
cuando surge lo que ha venido a definirse como los "nuevos
pobres". O la nueva pobreza, como se prefiera. Un fenómeno
en el que se ven envueltos nuevos colectivos que antes se
consideraban protegidos contra las inclemencias
económicas: profesionales, empleados públicos,
pensionistas, parados de larga duración o estudiantes con
dificultades para su inserción laboral.

Antes el trabajador era necesario para que algunos
ganaran, ahora hay gente que gana sin necesidad de que nadie
trabaje para ellos. El resultado de esta situación es una
profunda desigualdad. Que no solo alcanza a los parados, sino
también a una gran parte de los trabajadores
asalariados.

"Aparentemente, cuando el banco de inversión
estadounidense Lehman Brothers colapsó en 2008 y
detonó la peor crisis financiera desde la Gran
Depresión, se formó un amplio consenso sobre la
causa de la crisis. Un sistema financiero inflado y disfuncional
había asignado incorrectamente el capital y, en vez de
gestionar el riesgo, lo creó. La desregulación
financiera -junto con el dinero barato- contribuyó a una
excesiva toma de riesgos.

Cinco años más tarde, mientras algunos
se felicitan a sí mismos por evitar otra depresión,
nadie en Europa o Estados Unidos puede afirmar que la prosperidad
ha regresado. La Unión Europea recién está
emergiendo de la recaída en la recesión (y, en
algunos casos, de una doble recaída), mientras que algunos
estados miembros están en depresión. En muchos
países de la UE, el PBI se mantiene por debajo, o
insignificantemente por encima, de los niveles previos a la
recesión. Casi 27 millones de europeos están
desempleados.

Algo similar ocurre en Estados Unidos: 22 millones
de personas que desean un empleo a tiempo completo no logran
encontrarlo. La tasa de actividad en la fuerza de trabajo
estadounidense ha caído a niveles que no se veían
desde que las mujeres comenzaron a ingresar al mercado laboral en
forma masiva. El ingreso y la riqueza de la mayoría de los
estadounidenses se encuentran por debajo de niveles que
habían registrado mucho antes de la crisis. De hecho, el
ingreso típico de un trabajador masculino a tiempo
completo es menor que hace más de cuatro
décadas…

Otros problemas continúan sin ser tratados y
algunos han empeorado. El mercado hipotecario estadounidense
aún sigue conectado a un respirador: el gobierno ahora
asegura más del 90% de las hipotecas y la
administración del presidente Barack Obama ni siquiera ha
propuesto un nuevo sistema que garantizaría
préstamos responsables con términos competitivos.
El sistema financiero se ha concentrado aún más,
algo que exacerbó el problema de los bancos que no solo
son demasiado grandes y están demasiado interconectados y
correlacionados para caer, sino que también son demasiado
grandes para ser gestionados y responsabilizados. A pesar de un
escándalo tras otro, desde lavado de dinero y
manipulación del mercado hasta discriminación
racial en los créditos y ejecuciones ilegales de
hipotecas, ningún funcionario de alto nivel ha sido
responsabilizado; cuando se impusieron sanciones financieras,
fueron mucho menores de lo necesario, no fuera a ser que las
instituciones sistémicamente importantes pudieran verse en
peligro.

Las agencias de calificación de
crédito han sido declaradas responsables en dos juicios
privados. Pero también en este caso lo que pagaron fue una
fracción de las pérdidas que causaron sus acciones.
Algo más importante aún, el problema subyacente
–un sistema de incentivos perversos en el que reciben
dinero de las empresas a las que califican– aún debe
cambiar.

Los banqueros presumen de haber pagado totalmente
los fondos de rescate del gobierno que recibieron cuando
comenzó la crisis. Pero nunca parecen mencionar que
cualquiera que hubiera recibido enormes créditos
gubernamentales a tasas de interés cercanas a cero
podría haber ganado miles de millones con el mero hecho de
prestar nuevamente ese dinero al gobierno. Tampoco mencionan los
costos impuestos al resto de la economía -una
pérdida acumulada del producto en Europa y EEUU que supera
largamente los $ 5 billones.

Mientras tanto, resultó que quienes
sostuvieron que la política monetaria no sería
suficiente estaban en lo cierto. Sí, todos fuimos
keynesianas, pero por demasiado poco tiempo. El estímulo
fiscal fue reemplazado por la austeridad, con efectos adversos
predecibles -y predichos- sobre el desempeño de la
economía.

Hay en Europa quienes están contentos porque
la economía puede haber tocado fondo. Con el regreso del
crecimiento del producto, la recesión -definida como dos
trimestres consecutivos de contracción económica-
oficialmente ha terminado. Pero, sin importar cómo se la
mire en busca de resultados significativos, una economía
en la cual los ingresos de la mayoría de la gente se
encuentran por debajo de sus niveles previos a 2008, aún
está en recesión. Y una economía en la cual
el 25 % de los trabajadores (y el 50 % de los jóvenes)
están desempleados -como ocurre en Grecia y España-
continúa deprimida. La austeridad ha fracasado y no hay
perspectivas de un pronto regreso al pleno empleo (no sorprende
que las perspectivas para Estados Unidos, con su versión
más limitada de la austeridad, sean
mejores).

El sistema financiero puede ser más estable
que hace cinco años, pero eso implica un bajo
listón: en ese momento, se tambaleaba al borde del
precipicio. Quienes se felicitan a sí mismos en el
gobierno y el sector financiero por el regreso de los bancos a la
rentabilidad y las tibias -aunque difíciles de conseguir-
mejoras regulatorias, deben centrarse en lo que todavía
resta por hacer. Solo un cuarto del vaso está, como mucho,
lleno; para la mayor parte de la gente, las tres cuartas partes
están vacías".
Cinco años en el limbo
(Joseph E. Stiglitz – Project Syndicate –
8/10/13)

En nombre de una austeridad unilateral (aplicada
sobre los sectores más débiles de la sociedad),
proclamada y no practicada por la casta política (amoral y
corrupta), las grandes corporaciones (subvencionadas y protegidas
por el estado), los bancos quebrados (rescatados con dinero
público) y sectores ricos de la sociedad (que han salido
beneficiados con la crisis), han "denunciado" el contrato social,
con total frialdad, indiferencia, arrogancia, ignominia,
imprudencia, insensibilidad y osadía.

El pago de la deuda soberana se ha garantizado con la
expropiación de los fondos necesarios para atender la
deuda social, bajo la bendición de los acreedores,
previamente rescatados de la quiebra con dinero de los
contribuyentes, que vuelven a ser expoliados (reiteradamente),
para "salvar" la crisis de la deuda.

Para preservar el "cielo" de la deuda han condenado
al "infierno" a los grupos más vulnerables de la sociedad.
Se ha asegurado la "tranquilidad" de los mercados, con la "paz"
de los cementerios (donde ha sido enterrado el Estado del
Bienestar). Sin haber celebrado su funeral, siquiera. Eso es lo
que sucede cuando se desprecia el pensamiento. Eso es hacer un
pan como unas hostias.

Europa (y ya no digamos los EEUU) ha dejado de ser
una "comunidad" autogobernada y responsable frente a los deseos
de sus ciudadanos, para transformarse en un imperio incontrolable
dominado por banqueros y corporaciones, y los políticos
que les pertenecen. Los ciudadanos (contribuyentes) están
siendo tratados como meros siervos de la gleba y los gobiernos se
han convertido en simples sirvientes del poder
económico.

La deuda excesiva de los gobiernos ha sido causada
por el rescate de los bancos quebrados (pretendidamente
sistémicos), y no por políticas de gasto
público para sostener un sistema de bienestar social
exagerado o demagógico. Y ahora se quiere resolver
(garantizar) su pago (sin juzgar y condenar, al menos, a los
culpables de la quiebra privada y pública, ni crear los
mecanismos necesarios para evitar la repetición de la
crisis), desarmando un estado de bienestar (justo y necesario)
que ha costado más de medio siglo de luchas sociales y
sacrificios a los trabajadores.

De la "socialización" (estatalización)
de las perdidas privadas (bancos y otros especuladores
financieros quebrados), pasamos a la "mutualización" de la
amortización de la deuda soberana (devenida del rescate)
por la vía del "expolio" de los sistemas de pensiones,
salud y educación pública.

A los líderes políticos que "padecemos"
podría llamarles inmorales, deshonestos, corruptos,
arrogantes, irresponsables, vanidosos, frívolos,
sectarios… pero vamos a dejarlo en "imprudentes" (porque
son incapaces de intentar -al menos- salvar su propia
supervivencia de casta). Están tratando a los ciudadanos
como súbditos, y eso es muy grave, y puede tener
consecuencias catastróficas imprevisibles (animosidad en
aumento, conflictividad social y rebelión cívica).
Sin descartar el paso previo (y merecido) de una rebelión
fiscal en toda regla, que vaciaría las arcas del estado
plutocrático, prebendario y venal. Fin del
juego.

Por ahora, ya llevan cosechado el fruto más
perverso de una democracia: la fractura social. Y me
extraña que tenga que ser un "invitado" extranjero (con 25
años de residencia en Europa) quien les deba recordar los
peligros de dividir a la sociedad. Se está jugando con la
familia, con la seguridad, con el futuro, y eso es
peligrosísimo, porque esos sentimientos son muy sensibles
al radicalismo.

No hay otra salida para Europa que volver a
establecer un consenso en torno al cumplimiento de los Derechos
Humanos contenidos en el Preámbulo y los 30
artículos de la solemne Declaración de 1948 y
demás documentos que los desarrollan. Esa opción
exige hacer de los planteamientos económicos puros
conceptos instrumentales sometidos al desarrollo de la gran
opción descrita.

Ni que decir tiene que la lógica de los
mercados supuestamente independientes debe dejar paso a la
centralidad de la política como impulso y
evaluación de los procesos puestos en marcha para el fin
acordado. La democracia, entendida como convenio entre seres
libres e iguales para seguir conviniendo sobre el estado de su
contrato social, exige de por sí el control sobre la
macroeconomía dejando en todo caso partes de la
microeconomía al juego de la oferta y la
demanda.

A los que no miran más allá del PIB, el
déficit fiscal, la sostenibilidad de la deuda o la
competitividad de las empresas, les propongo (humildemente) que
sustituyan alguna (o tal vez, todas) de esas grandes magnitudes
que son usadas para calibrar la eficacia económica por el
Índice de Desarrollo Humano, aunque ello les implique un
inmenso dolor y esfuerzo de parto que, sin duda, será
mucho menor que el de la agonía del actual sistema que
como decía Schumpeter se muere de
éxito.

Cuando el pragmatismo se convierte en
cinismo

De ser cierta la propuesta de la "sociedad
participativa" (a la holandesa), o de la "big society" (al
british style), o de la "reinvención del Estado del
bienestar" (según el modelo sueco), para "acostumbrar" a
la gente a no ver al Estado como una "maquinita de la felicidad",
en un alarde de pragmatismo, tal vez, sería bueno empezar
por limitar la "hipocresía" de esas propuestas o
similares, dejando de cobrar tan altos impuestos y cargas
sociales al contribuyente para financiar unos servicios
menguantes y dejar "que cada santo aguante su vela" (empezando
por la administración del estado y todos los que "maman"
del presupuesto).

Fuera máscaras, basta de cinismo, y si vamos a
imponer el "darwinismo social", que sea en toda regla, y se
apliquen la misma receta los miembros de la casta
política, sus patrocinadores y beneficiarios, dejando de
disparar con pólvora del contribuyente. Podrían
hacer suyo aquello de "La bien pagá": na te debo na te
pido… Aunque me sospecho que esas
"economías"… no llegarán al
río.

Por si quieren ir "haciendo" cuentas:

Monografias.com

Monografias.com

Monografias.com

Mientras "la gente quiere cuidar por sí misma,
organizar su vida y cuidar unos de otros" (sic
Koning
Willem Alexander), el Fondo Monetario Internacional "cuida de los
acreedores, y organiza el pago de la deuda" (un regreso a la Edad
Media).

El contribuyente europeo (cautivo y desvalido)
trabaja más de la mitad del año para mantener el
"leviatán gubernamental", recibiendo poco o nada a cambio.
Los políticos han duplicado el déficit
público (en muchos casos) y aumentado la deuda
pública en un 50% (en muchos casos), en los últimos
dos o tres años (hipotecando a varias generaciones) para
rescatar a los bancos quebrados, y no conformes con incrementar
la presión fiscal hasta límites insoportables,
disminuyen la prestación de los servicios públicos
y sociales hasta niveles tercermundistas. No satisfechos con
tamaño expolio fiscal e incumplimiento del contrato
social, ahora viene el FMI y "propone" una exacción
adicional del 10% del patrimonio de los agotados impositores. Lo
dicho, un regreso a la Edad Media, en toda regla.

¿Un juicio exagerado?

Por favor, pasen y lean:

– El FMI sugiere expropiar el 10% de la riqueza de las
familias para reducir deuda pública (Libertad Digital –
13/10/13)

Su último informe recoge la
posibilidad de aplicar una quita al patrimonio de los hogares
para reducir la deuda pública a niveles de
2007.

(Por Manuel Llamas)

Durante la presente crisis, los países
desarrollados han disparado su deuda pública hasta
alcanzar un nuevo récord histórico en
tiempos de paz. Buena muestra de ello es la grave crisis de deuda
soberana que ha estallado en el seno de la zona euro y que, por
el momento, se ha saldado con el rescate internacional de
cuatro estados miembros (Grecia, Irlanda, Portugal y Chipre), la
asistencia financiera a España y un inédito
programa especial para comprar bonos periféricos por parte
del Banco Central Europeo (BCE), del que también se ha
beneficiado Italia, entre otras medidas excepcionales.

La deuda de la zona euro supera ya el 92% del PIB, y
especialmente alarmante es la situación de Grecia (160%),
Italia (130%), Portugal (127%), Irlanda (125%) y Bélgica
(105%). De hecho, España no se queda muy atrás, con
un 92,2% del PIB, el mayor nivel registrado en el último
siglo, y que amenaza con rondar el 100% el próximo
año. No es la primera vez que la deuda estatal alcanza
volúmenes semejantes, ni mucho menos, pero tal crecimiento
es excepcional en tiempos de paz. La cuestión que se
plantean ahora analistas y gobernantes es cómo revertir
tal dinámica.

Lo lógico y, sin duda, más
saludable es que el estado en cuestión empiece a generar
superávit fiscal primario (descontando el pago de
intereses) año a año para, de este modo, no
sólo frenar el aumento de la deuda sino reducir su
tamaño destinando esos excedentes presupuestarios a
amortizar bonos. El problema es que ello implica mantener en el
tiempo una drástica senda de ajustes, sobre todo
mediante recortes de gasto público, que no suelen tener
muy buena acogida en los países afectados, tal y como
está demostrando la actual crisis del euro.

Las vías para reducir
deuda

La historia de las crisis soberanas demuestra que
los políticos no son muy dados a aplicar estrictos
programas de austeridad pública. De ahí,
precisamente, que este tipo de fenómenos se haya resuelto
habitualmente acudiendo a otro tipo de mecanismos
extraordinarios:

  • Inflación: muchos
    países acuden a esta vía para impagar parte de
    la deuda contraída. Devaluar la moneda suele
    ser el recurso fácil como, por ejemplo, ha sucedido
    recientemente en Islandia. Aunque también existen
    experimentos más radicales, como el acontecido en
    Alemania y Austria en los años 20, mediante la
    impresión masiva de billetes y una histórica
    hiperinflación.

  • Default: suspender pagos es
    otra de las vías escogida por multitud de gobiernos.
    Impagar mediante una quita y/o espera ha sucedido
    recientemente en Grecia y, de hecho, no se descarta que
    vuelva a acontecer.

  • Impuestos especiales: otro de
    los mecanismos recurrentes, aunque menos conocido, consiste
    en la aplicación de un impuesto especial sobre el
    patrimonio de los hogares, que se paga de una vez. Es decir,
    una especie de quita sobre el capital o riqueza de
    las familias
    para conseguir ingresos extra con el fin de
    amortizar y, por tanto, reducir deuda
    pública.

Un nuevo "impuesto sobre el
capital"

Ésta es, precisamente, la idea que recoge el
Fondo Monetario Internacional (FMI) en su último informe
sobre Vigilancia Fiscal (Fiscal Monitor), publicado el
pasado miércoles. Más allá de ampliar las
bases fiscales y elevar la tributación indirecta para
aumentar la recaudación con el objetivo de ir reduciendo
progresivamente el déficit, el organismo reconoce que
reducir los actuales niveles de deuda pública que
presentan varios países, sobre todo europeos, será
una tarea ardua y compleja que llevará tiempo y no
estará exenta de sacrificios.

Por ello, una de las propuestas que
sugiere es imponer un tributo especial "sobre el capital".
Es decir, una especie de quita "excepcional" sobre la
riqueza de las familias que se tendría que aplicar de una
sola vez, garantizando, además, que no se va a volver
repetir para no desincentivar la inversión y provocar una
intensa fuga de capitales. La medida consistiría en
gravar la riqueza neta de las familias y destinar el
dinero recaudado a amortizar deuda estatal.

El FMI reconoce que el fuerte deterioro
de las finanzas públicas que sufren muchos países
"ha reavivado el interés" sobre la posible
aplicación de este tipo de gravámenes especiales y,
de hecho, admite que su aplicación podría tener
"éxito" frente a otras alternativas indeseadas, como la
suspensión de pagos. En concreto, el informe señala
que el tipo impositivo necesario para reducir la deuda a los
niveles previos a la crisis son "considerables": reducir la deuda
pública de una muestra de 15 países de la zona euro
a los niveles de finales de 2007 requeriría aplicar a las
familias una quita del 10% sobre su patrimonio neto
(activos menos pasivos), según el FMI.

El organismo no hace distinciones de ningún tipo,
tan sólo alude a la posibilidad de gravar la riqueza neta
de las familias, aplicando así este particular impuesto a
todo tipo de hogares, siempre y cuando el valor de sus activos
(vivienda, acciones, ahorros, etc.) sea superior al de sus
deudas. Además, el organismo hace referencia a otros casos
similares acontecidos en el pasado, ya que este tipo de
gravámenes fueron ampliamente adoptados en Europa
después de la Primera Guerra Mundial, y en Alemania y
Japón tras la Segunda Guerra Mundial.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10
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