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Ancho mar de los Sargazos




Enviado por Mia Gallegos



    la muerte galopa en la
    prisión como un caballo blanco

    la muerte luce en la sombra como los
    ojos de los gatos…

    Aimé Cesaire, Las Armas
    Milagrosas.

    Cuba, marzo de 1983. Hay mucha luz y todo resplandece,
    como en todo el Caribe, en las Antillas. Siente una de pronto la
    voz del poeta Aimé Cesaire; la voz barroca de Alejo
    Carpentier; las palabras de Martí; presiente la casa de
    Dulce María Loynaz; reverbera con los pasos de Lezama Lima
    y escucha el hastío de Julián del Casal… al
    fondo, el mar inmenso cuando estalla contra el malecón,
    repite las voces de estos poetas y un remolino en el pecho se
    acentúa.

    Un cubano de amplia sonrisa y con un nombre inolvidable,
    Conrado, nos lleva a visitar las librerías de La Habana.
    Por primera vez en mi vida puedo llenar un carro de supermercado
    con libros que poco a poco iré leyendo. Entre todos los
    que he escogido, me enamoro a primera vista de uno: Ancho Mar
    de Sargazos
    de Jean Rhys, una escritora inglesa que
    nació y creció en las Antillas.

    Aquí en la isla todo deslumbra, las casas
    antiguas, los diferentes estilos arquitectónicos que
    parecen formar parte de las novelas de Carpentier, la Bodeguita
    de en medio, la casa de Ernest Hemingway, las filas de la gente
    comprando libros y colmando los carritos, la amabilidad y
    alegría de los cubanos, su acercamiento cálido y
    hasta sus piropos. Nunca podré olvidar, por ejemplo la
    ternura de Conrado hacia mí y el delicioso jugo de naranja
    del desayuno en el hotel habanero.

    Ignoraba que el libro del que me había enamorado
    iba a acercarme a Cuba y a la cultura de los afrodescendientes,
    tanto así, que para mí, el Caribe representa un
    mundo tan rico y fabuloso como lo es la antigüedad
    clásica. Conforme transcurre el tiempo y leo y releo a
    Alejo Carpentier y a Jean Rhys este amor se recalca, incrementa y
    crece. A mí también me subyuga el misterio de la
    santería, la espiritualidad de origen africano tan
    presente en esta parte del mundo.

    De vuelta a casa, tras una semana en Cuba, y luego de
    rogar para que me dejen pasar por el aeropuerto con semejante
    cargamento de libros, me dispongo a hacer lo que más me
    gusta en la vida: leer. Esta forma de vivir es mi viaje
    permanente, he viajado poco a otras tierras, pero tengo amigos
    escritores a través de la lectura. Así que
    aquí empiezo un rito nuevo, el rito de penetrar en la
    mente magistral de Jean Rhys, una autora olvidada, que a partir
    de la década de los setenta, empezó nuevamente a
    resurgir ya que se realizaron numerosos estudios sobre su obra,
    en especial sobre el último libro que menciono en este
    escrito.

    Ancho Mar de Sargazos, novela que ocurre en las
    Antillas, Martinica, Jamaica, Dominica, tierra esta en la que
    nació Rhys, está dividida en tres capítulos.
    En la primera parte, la niña y protagonista principal de
    la novela, Antoniette Mason o Cosway, cuenta la historia de su
    madre, Bertha. Este personaje, Bertha, lo tomó Rhys de la
    novela Jane Eyre, es un personaje menor que en Ancho
    Mar de los Sargazos
    aparece como una figura principal, y en
    este primer capítulo se habla de su historia. Bertha Mason
    es una mujer que enloquece y que su segundo marido mantiene
    encerrada en un cuarto en Inglaterra. Parte de esta historia se
    narra precisamente en Jane Eyre.

    El segundo capítulo del libro lo narra el marido
    de Antoniette Mason, quien se ha casado con ella por conveniencia
    y se va a vivir con su esposa a una pequeña isla del
    Caribe, donde ella, la heredera de su madre, cuenta con una
    pequeña hacienda. El nombre del marido nunca se menciona
    en la novela, mas sí su apellido: Rochester. Este
    había acordado con el padrastro de Antoniette que
    él se haría cargo de ella y de su fortuna. Es
    decir, que en adelante ella no podrá disponer de su
    herencia nunca más.

    Al marido no le gusta el ambiente de los
    afrodescendientes y recela y desconfía de ellos, el deseo
    empieza a irse y, desesperada, Antoniette le pide ayuda a su
    empleada de siempre, que la ha cuidado desde niña,
    Christophine, una afrodescendiente que conoce todas las artes del
    obeah. Y aquí cabe citar la definición de
    Diane Paton, quien al referirse a esta práctica espiritual
    explica que: "De hecho, una de las cosas más
    interesantes e importantes del obeah es que se trata de algo en
    lo que casi nadie confiesa creer o practicar,y aun así
    casi todo el mundo concuerda en que ha sido muy importante en las
    sociedades del Caribe anglófono. Su importancia reside en
    la indeterminación de sus significados. Es un
    término que por largo tiempo ha connotado un peligroso
    poder espiritual que ciertos individuos pueden controlar y
    utilizar parapropósitos específicos. Significa
    también una conexión con la religión y la
    cultura africanas, y usualmente se usa para describir las
    técnicas curativas y el manejo de lo sobrenatural
    empleados por muchas religiones afrocaribeñas. Sin
    embargo, las personas aludidas en estas prácticas por lo
    general niegan la práctica del obeah; para ellas se trata
    de "ciencia" u "obra espiritual". En esta última
    acepción, el término obeah resulta un medio para
    estigmatizar, condenar y, lo que es sumamente importante,
    criminalizar a muchas comunidades
    religiosas.[1]

    Pese a todos los embrujos, el amor se va, se ha ido. Por
    otra parte, un supuesto hermanastro de Antoniette, le escribe una
    carta al esposo hablándole horrores de su esposa y de su
    madre Bertha; es así como Rochester empieza a desconfiar
    aún más de su esposa y del entorno que lo rodea y
    de los sirvientes. El paisaje hermoso se convierte en una
    verdadera prisión. Una noche, Rochester empieza a
    formularle preguntas a su esposa en relación con el
    pasado, quiere que ella le diga con certeza si su madre
    está viva o muerta y si verdaderamente estaba
    demente.

    Antoniette hace un esfuerzo y le cuenta la verdad a su
    marido; luego lo invita a beber y en la bebida coloca el embrujo
    que Christophine ha preparado. El hombre enferma, tiene
    náuseas y se va por el camino. Luego hace averiguaciones
    sobre Christophine con las autoridades de Jamaica y en un informe
    le dicen que es una mujer peligrosa porque realiza
    prácticas de obeah, prácticas que se
    castigan fuertemente. Rochester enfrenta a Christophine porque
    Antoniette, tras una noche de pasión, ha quedado
    totalmente desencajada. Después de la discusión que
    tiene con esta, decide marcharse con su mujer para Jamaica y
    más adelante regresan a Inglaterra, donde Antoniette pasa
    la vida encerrada en una habitación, pues así lo ha
    decretado su marido. Este, por otra parte, empieza a llamarla
    Bertha con el nombre de su madre, de manera que fusiona a las dos
    mujeres en el espectro de la locura. Se supone que la dolencia es
    genética… ¿será posible determinarlo
    de una manera tan tajante en una realidad donde impera el mandato
    patriarcal? Nunca llegó el amor, se trató de una
    venta, de la cosificación de una mujer a quien se le
    arrebata la dote y queda a merced de su opresor.

    Precisamente el tercer y último capítulo
    es narrado por Antoniette, quien, recuerda a su madre y su
    época de niñez en Coulibri, en Jamaica, y
    rememora cuando los afrodescendientes, insurrectos les quemaron
    la casa. En este capítulo ella logra escabullirse de su
    habitación y una noche, tras soñar con un
    espectacular incendio, al despertar sabe cuál es la
    acción que va a ejecutar. Quemará la casa donde
    vive y sí, el principio y el fin se cierran con la
    aniquilación, la locura y la muerte.

    Si bien la crítica ha señalado que la
    novela de Rhys es poscolonial conviene detenerse en diferentes
    aristas y facetas que están presentes en la obra. En
    primer término, es necesario hacer mención que
    países como Jamaica y todos los territorios que conocemos
    como las Antillas, fueron colonia de Inglaterra y de otras
    potencias europeas desde el siglo XVI. De manera que a partir de
    esa fecha, estos países al igual que toda la
    América Latina va a vivir el proceso de un capitalismo
    dependiente, según lo señala acertadamente Fernando
    Henrique Cardoso en su teoría sobre la
    dependencia.

    La época que retrata Jean Rhys en su novela
    cumbre, es posterior a 1833, fecha en la que se promulga en
    Inglaterra la Ley de Emancipación que declaraba
    oficialmente en libertad a los esclavos negros. En una parte de
    esta novela, se habla concretamente de esta ley.

    En el mundo que nos presenta esta autora antillana y de
    padres ingleses, se mezclan las culturas: la inglesa, la
    española y la francesa, de manera que el lenguaje se
    combina con palabras que provienen de dichos países,
    así como el patois, que es la fusión de
    las lenguas africanas con el francés. A pesar de la mezcla
    de lenguas, la escritura de Rhys no llega a lo barroco, como lo
    hace en décadas posteriores, Alejo Carpentier.

    Dado que la novela parte de un conocimiento verdadero y
    cercano de la cultura negra, es necesario señalar que la
    familia de Rhys participó de la venta de esclavos,
    práctica común en esa tierra durante ese periodo.
    Ella, la autora, por su parte siempre quiso ser negra. No
    obstante, esa contradicción radical va a estar presente en
    la novela que se analiza y algunos fragmentos son dignos de
    mención.

    En el primer capítulo, por ejemplo, Antoniette
    cuenta su relación con una niña negra, Tia, con la
    que jugaba; al final, luego de que la casa de Coulibri
    es incendiada, corre hacia ella con el propósito de
    encontrar ayuda, mas recibe una filosa pedrada en la cabeza que
    la deja en cama durante varias semanas. "Mientras
    corría, pensé: "Iré a vivir con Tia y
    seré como ella." No abandonar Coulibri. No marcharse. No.
    Cuando estuve cerca de ella, vi la piedra puntiaguda en su mano
    pero no la vi lanzarla. Tampoco la sentí, sólo algo
    húmedo que me caía por la cara. La miré y vi
    contraerse su rostro cuando rompió a llorar. Nos miramos
    fijamente, yo con sangre en la cara, ella con lágrimas en
    la suya. Era como si me mirase a mí misma, como en un
    espejo."

    Aquí se da el reconocimiento del otro o
    más bien de la otra, pero no es posible vencer el odio que
    genera la antigua esclavitud, así como las relaciones de
    desigualdad y de subordinación que se mantienen aun cuando
    ya los negros han sido libertados. Tia nunca podrá ver a
    Antoniette como su amiga.

    Y aquí me detengo por unos instantes, para citar
    al intelectual y poeta Aimé Cesaire, quien junto con Franz
    Fannon aportaron postulados imprescindibles para comprender la
    relación entre colonizador y colonizado. En la obra
    intitulada Discurso sobre el colonialismo, Cesaire
    señala lo siguiente: Me toca ahora plantear una
    ecuación: colonización = cosificación. Oigo
    la tempestad. Me hablan de progreso, de "realizaciones", de
    enfermedades curadas, de niveles de vida por encima de ellos
    mismos. Yo, yo hablo de sociedades vaciadas de ellas mismas, de
    culturas pisoteadas, de instituciones minadas, de tierras
    confiscadas, de religiones asesinadas, de magnificencias
    artísticas aniquiladas, de extraordinarias posibilidades
    suprimidas.

    Y es que el encuentro entre Rochester, que representa a
    los civilizados europeos y Antoniette, quien pese a ser blanca,
    es una criolla, una mujer que ha crecido en Jamaica y que ha
    adoptado costumbres de los negros, entre ellas los rituales del
    obeah, no es sino la dinámica del colonizador que
    pone de rodillas a su víctima, le roba su dignidad y la
    devasta. La sensación que experimenta ella de no
    pertenecer, la hará crecer con un sentimiento de
    inseguridad y de desclasamiento, en especial porque durante una
    época en que, tras la muerte su padre, Cosway, su madre
    queda en la más absoluta pobreza y tal hecho sirvió
    para que los negros los llamaran "cucarachas blancas".

    Como bien lo apunta Cesaire, en la obra ya citada, el
    colonialismo destruye y desgarra a las gentes colonizadas,
    desmantela sus economías y sus formas de vida, con el
    único propósito de producir unos cuerpos y
    subjetividades dóciles a la acumulación de riqueza.
    Pero, además, señala un punto fundamental, el del
    "ensalvajamiento" de la Europa colonizadora y la
    "bestialización" del colonizador. Y en esta novela, vemos
    esta realidad cumplirse ante nuestros ojos. Porque, si partimos
    del hecho que la conquista y posterior colonización de
    América es un trauma, una herida todavía presente
    en la psique de los habitantes, ¿no es cierto que la
    opresión para quien la vive es una forma de locura?
    ¿Y no es cierto, asimismo, que quienes perpetran estos
    actos también pueden ser calificados como
    dementes?

    En esta obra de ficción pueden apreciarse
    diferentes formas de dominación. Por un lado está
    la supremacía de una raza sobre otra, por otra parte, se
    da la subyugación debido al carácter dependiente de
    las islas del caribe respecto a los centros de poder
    metropolitano. Pero también está presente, y de una
    manera muy notoria, la desigualdad entre hombres y mujeres,
    propia del patriarcado. Se puede observar en diferentes momentos
    y escenas que los hombres, Mason y Rochester, son quienes deciden
    encerrar a sus respectivas mujeres; son ellos quienes controlan
    todo lo relacionado con las posesiones y la riqueza. A ellos se
    les entregan las dotes tanto de Bertha como Antoniette. Y ambos
    deciden considerarlas locas y encerrarlas. La locura es una
    herida, una herida más, además del trauma de la
    opresión colonial.

    Sin embargo, también aparece otro
    poder, un poder que no está autorizado, no es reconocido y
    es castigado, es el poder del obeah que ostentan los
    negros, en este caso la empleada Christophine. Pero como se trata
    del poder del "otro", este sí es un poder que se condena,
    se castiga.

    Habría que agregar también la
    contradicción insalvable entre el punto de mira occidental
    y el que presenta la cultura negra, con sus dioses, su
    espiritualidad y sus ritos. Para los negros la noción de
    "Inglaterra" les resulta irreal, mas para un inglés como
    Rochester, estas islas son "irreales".

    1985. San José, cualquier día lluvioso es
    ideal para sentarse a leer reposadamente, y es así como
    una tarde oscura, acaricio, todavía sin leer, el libro
    intitulado María La Noche de Anacristina Rossi.
    Empiezo a perderme entre las páginas, viajo a una realidad
    que me toca y me traspasa, la autora me remite a la década
    del setenta, cuando todos los jóvenes de aquel momento
    íbamos a tomar el poder con la imaginación. Y trazo
    en mi mente una urdimbre y siento que el personaje
    protagónico de esta primera novela de Rossi, guarda
    elementos comunes con Antoniette. Pero calma, me digo, es tan
    solo una intuición que debo ver si se cumple tras la
    lectura de esta obra que me ha realmente fascinado.

    María la Noche, cuya portada evoca una
    flor, la reina de la noche que crece en buena parte de los
    jardines de este país, contiene una simbología que
    remite necesariamente a una lectura erótica, como
    erótica es toda la narración con la que esta autora
    hechiza a los lectores.

    La novela está estructurada a partir de los
    recuerdos de Mariestela. Un día de tantos, esta joven es
    depositada en Londres. Es su padre quien ejecuta tal
    acción. Al igual que en la novela de Rhys, la joven
    protagonista pertenece al sector privilegiado de la sociedad en
    un país eminentemente agrícola, igual que las
    antiguas colonias de las Antillas. Se trata de una antigua
    colonia, de un país donde impera el capitalismo
    dependiente, también.

    Precisamente la época en que se publica
    María La Noche, 1985, en Costa Rica y en toda la
    América Latina se impulsan las reformas estructurales, se
    dejan de lado todas las políticas propias del estado de
    bienestar y se recortan los presupuestos destinados a la
    inversión social. Aquí, en esta coyuntura, las
    políticas las traza el Fondo Monetario Internacional y
    otros organismos semejantes, así como las que dicta el
    gobierno de los Estados Unidos.

    En contraposición con esa realidad, en la que
    poco a poco se irá imponiendo la ley del mercado y de los
    sectores financieros, la joven Mariestela surge como una voz
    proclive a la resistencia, representa en sí misma "el otro
    camino".

    Cabe decir que la novela María La Noche
    simbolizó en 1985 la obra más atrevida que se haya
    publicado en Costa Rica; después, en décadas
    posteriores, habría que examinar la novela
    Teoría del Caos de Alexander Obando, pero eso ya
    es una tarea que podría realizar quien escribe en el
    futuro.

    Antes de detenerme en el análisis, conviene
    presentar algunos conceptos de Hélén Cixous,
    feminista francesa, quien lanza una crítica al pensamiento
    binario machista, que se refiere fundamentalmente a los
    siguientes opuestos: actividad/pasividad; sol/luna;
    cultura/naturaleza; padre/madre; cabeza/corazón y
    así en adelante. Y cabe citar, asimismo, la siguiente
    apreciación que de ella expresa Toril Moi: Todo su
    proyecto ideológico se puede resumir como un intento de
    deshacer esta ideología logocéntrica: proclamar a
    la mujer como fuente de vida, poder y energía, y dar la
    bienvenida a un lenguaje femenino que derribe estos esquemas
    binarios machistas en los que logocentrismo y falocentrismo se
    alían en su lucha por oprimir y silenciar a las
    mujeres.[2]

    Este punto de vista, contrario al logocentrismo es lo
    que revela Anacristina en esta su primera novela. Precisamente el
    personaje femenino, Mariestela va a empezar a derribarle a
    Antonio esta lógica binaria y lo enfrentará entre
    otras realidades, con la sensualidad, con la posibilidad, por
    ejemplo, de saber que existen otros contextos que no se pueden
    vislumbrar por medio de la fría razón.

    Antonio, por ejemplo, desde que ve por primera vez a
    Mariestela en un bar, tiene una alucinación y la ayuda,
    pues percibe que la van a asesinar. A lo largo de muchos
    capítulos estas alucinaciones se van a presentar, y es que
    Mariestela, desde su niñez ha sido objeto de un conjuro, y
    vivió, entre otras circunstancias, la experiencia del
    vudú. La experiencia la va a evocar Mariestela como un
    ritual sangriento, cuando hombres blancos y una mujer, blanca,
    también practican el sacrificio sangriento de
    niños. Porque en la práctica del vudú se
    realizan sacrificios, algunos de ellos para limpiar; en otros,
    para castigar. De manera que la sangre, en esta obra, es un
    símbolo especial, de muerte y, de la misma manera, de
    vida.

    Mariestela hace que Antonio se enfrente a diferentes
    realidades, como por ejemplo con la opción de vivir una
    relación triangular, al hacer que conviva con ella y su
    amiga Octava. Asimismo, lo hará probar las drogas y vivir
    una relación homosexual. En realidad, en esta novela
    está presente la sexualidad en su forma más libre y
    rupturista, aquí, "las perversiones" rompen con
    todo.

    Antonio representa al joven exitoso que está
    escribiendo un libro sobre economía y quien se enfrenta a
    diferentes tesis de teóricos como Sraffa, Carlos Marx,
    Keynes y demás.

    Precisamente, Inglaterra, país donde se
    desarrolla esta novela, ponía en boga en esa época
    todas las políticas neoliberales impulsadas por Margaret
    Tatcher y Ronald Reagan. En ocasiones, en los diálogos
    entre Mariestela y Antonio se trasluce la necesidad de hallar una
    nueva teoría englobadora a la manera de Carlos Marx.
    ¿Será posible? Por cierto, la novela es rica en
    alusiones teóricas del campo de la economía. Una
    lectura puede hacerse desde esa perspectiva; sin embargo, no es
    esta la apuesta que persigo, aunque ciertamente, sería
    hermoso hallar en una novela un personaje basado en Sraffa que
    cuente la entrañable amistad entre este y Antonio
    Gramsci…

    En medio de este mundo que transcurre entre la academia,
    la relación triangular y las diferentes dudas y obsesiones
    que va experimentando Antonio, Mariestela, a la manera de un
    contrapunto, le narra su vida en la provincia de Limón, en
    el caribe costarricense.

    Las descripciones del paisaje y de la vida de los
    pobladores están colmadas de belleza y de sobresaltos; se
    evidencia en estos segmentos la economía bananera
    dependiente de las metrópolis, en especial de los Estados
    Unidos, con la presencia de la United Fruit Company,
    así como la dura realidad que enfrentan los finqueros
    exportadores, entre ellos su abuelo y su padre.

    De inusual ternura y encantamiento verbal es la
    relación de Mariestela con los animales, en especial con
    la yegua Flicka. De igual manera, la relación que de
    niña establece con el personaje que llama Negro, es muy
    sobrecogedora. Este hombre es quien establece una relación
    con los hombres y la mujer blanca para practicar el
    vudú.

    No obstante, uno de los capítulos más
    impactantes lo constituye el papel de su madre y la
    relación de amor y odio que se establece entre ellas. Es
    justamente a través de su madre que la niña va a
    vivir la experiencia del vudú. A partir de esta
    experiencia, la madre se ensañará con la hija. Para
    explicarlo en el lenguaje del psicoanálisis, la
    protagonista pasa del orden imaginario al simbólico en
    medio de un trauma, un dolor, una herida de la que da cuenta la
    novela.

    La obra de Rossi se desarrolla a través de
    veinticinco capítulos. Para mí, el mayor acierto de
    la novela lo constituye el haber dejado abandonada la escritura
    falocéntrica propia de la escritura masculina; lo cierto
    es que su verbo crece y se extiende, se abre, se ramifica,
    golpea, presenta mundos sensuales y sexuales nunca explorados en
    la literatura costarricense. Si bien, Mariestela representa la
    vitalidad femenina en contraposición con la pasividad
    femenina de Antoniette en Ancho Mar de los Sargazos, hay
    algunos momentos en que a Mariestela la invade el llanto, la
    pasividad y el desaliento. Mariestela representa el
    descubrimiento a través de los sentidos, de la
    sensualidad, en contraposición con el mundo
    académico y erudito de Antonio.

    Pero, me pregunto ahora, ¿cuál fue, en
    síntesis, la urdimbre que tracé en relación
    con estas dos muchachas criollas, separadas en el tiempo,
    pertenecientes ambas a una clase social alta pero que en el
    trayecto ambas son dos seres absolutamente
    desposeídos?

    Debo decir que no quiero que se muera ninguno de los dos
    personajes femeninos, y es aquí donde empieza mi propio
    rito. ¿Qué rasgos comunes tengo yo con ellas?
    ¿Por qué razón ambas me son tan familiares y
    cercanas? Si las pierdo, me digo, si se desvanecen, me
    quedaría desolada, como Unamuno, esperando que a la vuelta
    del tiempo, estos personajes vuelvan a aparecer.

    Aquí inicio mi propio ritual y me abandono
    también a la locura. He viajado al fondo del inconsciente
    también yo, he llegado a la puerta oscura, me he quedado
    perpleja y como mujer activa y pasiva y en ocasiones doliente,
    sé por qué estas dos mujeres se adentran en mi
    piel. Cierto que la voz del inconsciente es la de la madre, es el
    susurro, la simiente, ¿es que acaso mi madre es una herida
    que atraviesa la psique personal y el inconsciente
    colectivo?

    Permito, por lo tanto, que ambas vengan a mostrarme el
    camino del inconsciente. A Mariestela todavía nadie le ha
    descubierto el hemisferio izquierdo de su cerebro, es
    todavía una muchacha en formación que experimenta
    en la novela cierto desdén por la academia. Tal y como
    sucede con Antoniette, se supone que muere, pues quienes le
    practicaron el hechizo durante la infancia vuelven a aparecer
    bajo otras formas. Muere, dicen, a causa de un terrible conflicto
    pasional.

    Tanto Mariestela como Antoniette viven en su infancia la
    muerte de un caballo, símbolo de nobleza, emblema
    también del camino, de la gallardía y el poder.
    Algo pierden ambas en la infancia: el amor de la madre. La madre
    de Antoniette muere; y la de Mariestela se transforma en una
    profundamente destructiva.

    No obstante, el proceso que vive Mariestela es de
    individuación, logra vivir, experimentar y disfrutar de su
    vida sexual. Antoniette, en cambio vive determinada por la
    enfermedad de su madre, tanto así que Rochester la llama
    Bertha en lugar de Antoniette; ella nunca logra cortar las
    ataduras con la madre y con la locura. Tampoco con la
    postración que este conjuro le impone.

    Mariestela aparece al principio de la novela viviendo en
    una cueva, llora, guarda silencio, esa cueva representa el
    útero materno… sale de la caverna y encuentra el
    camino de la libertad. Sin embargo, me pregunto, ¿este es
    el inicio o el final de la novela?

    Rochester no evoluciona, pero aunque el personaje
    Antonio sí lo hace, la "existencia" de estas dos mujeres,
    me permiten vislumbrar una realidad de predominio masculino,
    tanto que me pregunto si la locura de Antoniette no será
    una forma de defensa frente a un orden dominante y
    aplastante.

    Habría que hablar aquí de diversas formas
    de dominio: el del colonizado, el de la desigualdad entre hombres
    y mujeres, el de la fría razón en contrapartida con
    vidas femeninas que brotan de la tierra de manera excelsa,
    vibrante, pero que son avasalladas por una noción de poder
    y de superioridad masculinas.

    Y para concluir, hago propios algunos pensamientos de
    Hélene Cixous, quien dice que escribir para una mujer es
    una acto de des-censura por medio del cual recupera su propias
    fuerzas, se adueña de su cuerpo, de su sexualidad y de sus
    órganos. Y es que solo así, apropiándose de
    la totalidad del ser se logra concebir un tejido, una urdimbre,
    una trama desde la propia feminidad.

    BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

    Cesaire,Aimé.www.ramwan.net/…/4cesairediscurso%20sobre%20el%20colonialismo…Discurso
    sobre el colonialismo.
    Recuperado de Internet el 7 de julio
    del 2014.

    Cixous, Hélene. LA RISA DE LA MEDUSA.
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    Autor:

    Mía Gallegos

     

    [1] Revista Cubana de Pensamiento
    Sociológico, recuperado de Internet. Diane Paton

    [2] Moi, Toril. Teoría Literaria
    Feminista, pag.115

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