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Bilingüismo y diglosia. Lenguas en contacto. Normalización lingüística (página 2)




Enviado por Cristina Ferrís



Partes: 1, 2

El bilingüismo es un hecho en expansión. Por
tanto, hay cada vez mayor sensibilización hacia la
educación bilingüe. Entre los factores
señalados por Joan Mestres, en su prólogo a la obra
de Renzo Titone Bilingüismo y educación, para
explicar tanto interés cabe destacar: el despertar de las
mino-rías culturales, la mayor interrelación
geográfica, los movimientos migratorios de carácter
laboral, las organizaciones políticas de tipo federal… A
medida que se extiende la hegemonía del inglés,
aumenta el interés por las lenguas autóctonas o
minoritarias, de manera que, hoy más que nunca, el
aprendizaje de las llamadas «lenguas propias» y de
las lenguas extranjeras, así como la inmersión
lingüística de los inmigrantes, son temas candentes
de la actualidad educativa. Las glotodidácticas ocupan una
parte importante del debate educativo.

El bilingüismo ha sido y continúa siendo
valorado de maneras muy diferentes. Desde una perspectiva social,
puede verse como una riqueza o como una amenaza para la identidad
nacional. Por ejemplo, existe en Estados Unidos un movimiento,
Only English, que defiende el inglés como lengua
única de escolarización y cultura, por miedo a una
«pérdida de las esencias» nacionales. En
algunas regiones preocupadas por recuperar sus señas de
identidad, la inmigración se siente como peligro por la
misma razón: el miedo a un mestizaje desustanciador en lo
lingüístico, lo racial, lo cultural. En el aspecto
individual, el bilingüismo también ha sido valorado
de manera contradictoria, como positivo o perjudicial para el
desarrollo cognitivo del niño.

Se ha hablado de los peligros del bilingüismo
temprano en la escuela y sus efectos supuestamente perniciosos,
alegando por ejemplo que impide la identificación del
niño con la lengua comunitaria, produce pérdidas de
identidad, retrasa la socialización y lleva a la
aparición de un pseudo-analfabetismo por interferencia de
una lengua en otra. Se ha argumentado incluso que produce
disminución en la aptitud para aprender lenguas
extranjeras por falta de una lengua-base personal y que, en el
plano escolar, se detectan efectos indeseados como: menor
inteligencia verbal, frecuencia de tartamudeos, dificultades para
la construcción de frases compuestas, pobreza en la
expresión escrita, dislexias, incapacidad para leer con
fluidez…

Desde el punto de vista contrario, se destaca que el
verdadero bilingüe tiene facilidad para utilizar dos lenguas
distintas y, más aún, para pasar fácilmente
de una lengua a otra en el pensamiento y la dicción sin
necesidad de traducir, con lo que se demuestra que su proceso
mental es independiente de la expresión verbal. El
bilingüe que es capaz de separar perfectamente las dos
lenguas utilizadas no tiene problemas para construir su
identidad.

Balkan demostró, en 1970, que los niños
sometidos a educación bilingüe pueden conseguir un
desarrollo intelectual al menos igual, si no superior, al
obtenido por niños de educación monolingüe.
Cabe señalar que escogió para su estudio a
niños de estatus sociocultural elevado, educados en un
ambiente cosmopolita. El estudio de Balkan tenía que ver
con la errónea creencia de que, por manejar dos lenguas,
el bilingüe no podría alcanzar la misma capacidad en
cada idioma que el monolingüe. Lo que sí se detecta
es que, puesto que aprender dos lenguas supone un esfuerzo
suplementario, el bilingüe puede sufrir un retraso inicial
respecto al monolingüe, pero sin condicionar el nivel
lingüístico posterior que pueda alcanzar.

Hoy día se considera que el bilingüismo es
positivo para los individuos de estatus sociocultural alto, pero
resulta negativo para los menos favorecidos socioculturalmente.
El conflicto lingüístico-identitario aflora, sobre
todo, en situaciones de diglosia y puede lastrar el desarrollo
cognitivo del sujeto, condicionando sus posibilidades de
futuro.

La glotodidáctica, o didáctica de la
enseñanza de lenguas, ha experimentado un gran avance en
los últimos años, debido en parte al interés
suscitado por la educación bilingüe. Los materiales
audio-visuales son mucho mejores; los conocimientos de
psicología y lenguaje infantil, más profundos; los
enfoques didácticos, más comunicativos, adaptados y
motivadores. El aprendizaje de lenguas se realiza a edades
tempranas, con profesores más experimentados y en
ambientes más acogedores (los rincones o «islas
culturales», partes del aula decoradas y ambientadas). Las
actividades tienen un marcado componente lúdico,
básico en edades tempranas. Las metodologías son
activas y participativas. Dan prioridad al oral sobre el escrito,
a las situaciones reales sobre las abstractas, a lo coloquial
sobre lo formal (enseñanza en situación). Fomentan
la creatividad de los alumnos (con diálogos,
dramatizaciones, narraciones). Usan materiales didácticos
variados (fichas, grabados, láminas, diapositivas,
grabaciones, libros de lectura, cómics, recursos
electrónicos…). Proponen ejercicios graduados, adaptados
a los alumnos (evitando la desmotivación con propuestas
excesivamente complejas). La glotodidáctica es, en suma,
uno de los principales retos educativos del futuro y uno de los
campos emergentes de investigación
pedagógica.

La
normalización lingüística

La normalización lingüística es un
proceso mediante el cual una lengua elabora su norma de prestigio
y consigue un uso normalizado (=generalizado), en diferentes
ámbitos de la vida (oficial, familiar, coloquial). En
cierta forma, la normalización es un proceso de
educación lingüística, mediante el cual el
pueblo busca su identidad a través de una lengua que
considera propia. El éxito del proceso requiere la
colaboración de todos, hablantes e instituciones, y la
aceptación de todos, pues difícil-mente se puede
imponer (el proceso de normalización suele producirse en
zonas que tienen una situación de diglosia y quieren
evolucionar). El proceso de normalización suele producirse
en zonas con una situación de diglosia que quieren
evolucionar hacia un modelo de relaciones bilingües entre
las lenguas habladas en el territorio. Hay términos que,
en la lengua general, se utilizan como sinónimos de
«normalización» (koinización,
estandarización, normativización,
planificación, política lingüística),
pero en sociolingüística deben usarse en sentido
estricto, como tecnicismos.

3.1. KOINIZACIÓN Y
ESTANDARIZACIÓN

Koinización deriva del griego koiné,
común, y era el nombre de una variante aglutinadora para
el intercambio socioeconómico, ya que las variedades
dialectales griegas impedían la comunicación. El
término procede de un trabajo de J. Siegel que cuenta el
proceso de establecimiento de una koiné, «mezcla de
subsistemas lingüísticos, tales como dialectos
regionales o literarios». Por ejemplo, el castellano de la
Reconquista, según la tesis de López García,
era una koiné, lengua de contacto o intercambio que, en
expresión de Alvar, todos los hablantes aceptaron como
«la mejor de las lenguas», por las conveniencias que
reportaba. La aceptación de la koiné se produce por
un movimiento natural de los hablantes, impulsado por necesidad
de comunicación. Cuando el proceso no se da entre
dialectos, sino entre lenguas, en vez de una koiné,
obtenemos un pidgin.

La estandarización o normativización, al
contrario de la koinización, no es un proceso natural,
sino «directo y deliberado», como dice Hudson, para
crear un lenguaje común, un standard a partir de los
dialectos. Se convierte así en propter language, lenguaje
correcto. Lo demás son patois, balbuceos infantiles,
anormalidades eliminables. Según Marín y Lobato, la
reforma de una lengua supone una acción consciente y
deliberada sobre ella para adecuarla a las necesidades de su
tiempo. El reformador es un legislador que hace política
lingüística, plantea la situación y da unas
pautas para resolverla.

La estandarización puede producir rechazos, pues
homogeneiza aportando una idea de corrección
lingüística, correlativa de la de superioridad
social. El estándar se identifica con el poder, el
sociolecto alto o medio-alto de cada zona; con la variedad de una
región particular (la metrópolis, no la colonia; el
centro y nunca la periferia; el área poblada frente a la
despoblada; la ciudad y no el campo). Es la variedad dominante en
los asuntos oficiales, la educación, la justicia, los
medios de comunicación, la literatura.Tiene mucho que ver
con el prestigio, que a su vez crea situaciones de diglosia. El
prestigio dicta qué es lengua o dialecto, cuál la
norma, qué idiolecto tiene mayor consideración
social. Él determina clases dominantes y dominadas,
culturas fuertes y débiles, literaturas valiosas o
nulas… Pero la idea de prestigio no es estable. Alvar lo define
de manera práctica como «la aceptación de un
tipo de conducta considerado mejor que otro», algo que,
como es obvio, cambia en el tiempo: lo que en un momento fue
prestigioso, en otro cansa y es sustituido. Y siempre por razones
extralingüísticas. Un sistema llega a constituirse en
lengua por una serie de azares: la fuerza política, el
poder militar, el relumbrón literario…

López Morales señala que, cuando el
dominio lingüístico es amplio, como ocurre en
inglés, el campo de acción del prestigio se percibe
dentro de unos límites concretos. Por ejemplo, la RP
(received pronunciation)o el estándar BBC funcionan en
Inglaterra, pero no en Nueva York. En el caso del español,
el léxico y la fraseología (refranes,
tópicos culturales) varían de América a
España.

La estandarización tiene, pues, fuertes
implicaciones sociales; además, como resultado de un
consenso, ejerce una función positiva: la de mantener la
unidad del idioma, aun extendido por tan vasta superficie como el
español, hablado en todo el mundo por más de
cuatrocientos millones.

3.2. EL PROCESO DE
NORMALIZACIÓN

Koinización y estandarización pueden ser
consideradas partes de un solo proceso, el de
normalización lingüística, cuyos objetivos
son:

. Establecer una norma prestigiosa y culta, mediante la
elección como modelo de alguna de las variantes que
existen en la comunidad. (La gramática normativa no es
más que la expresión culminante de ese
modelo.)

. Generalizar el uso de la lengua en todos los
ámbitos de la vida, «normalizarla»
haciéndola usual. Dentro del proceso de
normalización distinguimos varias fases:

. La fase de koinización, que lleva a crear una
koiné como lengua de intercambio, eliminando rasgos
particularistas, regularizando y simplificando
paradigmas.

. La fase de estandarización o
normativización, que lleva a seleccionar una de las
variedades lingüísticas comunitarias como modelo,
homogeneizando la lengua con vistas a su expansión
territorial y oficialización administrativa, educativa,
etc.

. La fase de extensión de la lengua
estándar, convertida de modo definitivo en variante
prestigiosa, modélica y correcta.

La última fase culmina el proceso y lleva a que
la lengua sea usada diariamente en ámbitos graves (actos
oficiales) o relajados (reuniones familiares, coloquiales). El
resultado es la modernización de la lengua. El
modernizador es el ejecutor de la reforma; suele identificarse
con los gobiernos o las instituciones relevantes (academias,
institutos). Sin su implicación, la normalización
difícilmente puede tener éxito.

Lo que acabamos de exponer vale para cualquier lengua
oficial, pues todas han sido «normalizadas» y
convertidas en oficiales de la misma manera, tanto en zonas
monolingües como bilingües. Sin embargo, cuando la
normalización se produce en un área
diglósica, donde más de una lengua es oficial, el
proceso tiene connotaciones diferentes. Su inicio se vincula al
deseo de frenar el avance de la lengua dominante, evitando la
sustitución de la lengua marginada, cuyo uso tanto oral
como escrito se quiere potenciar. El contacto de lenguas es
aquí conflicto lingüístico. El medio de
superación de aquél es un proceso de
legislación y planificación lingüística
para que la diglosia se convierta en bilingüismo.

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Autor:

Cristina Ferrís

Partes: 1, 2
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