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La brutal discriminación de la mujer en la Biblia y en la Iglesia Católica



Partes: 1, 2

    Los dirigentes cristianos proclaman que
    la Biblia es la "pa-labra de Dios", de manera
    que esta "palabra" es la que debe ser-virles de guía a la
    hora de establecer sus valores morales y
    reli-giosos, y los que de algún modo se
    relacionen con éstos. Pero sucede que, como en
    la Biblia hay muchas doctrinas que son
    afirmadas en unos pasajes para ser negadas en otros, la
    jerarquía de la "Secta" procura silenciar o sacar a la luz
    aquellas doctrinas que les resultan más convenientes
    según las circunstancias del momento, dejando en penumbra
    las otras para cuando lleguen tiempos más propicios. En
    este sentido, por ejemplo, cuando se está hablando de lo
    denigrante que es para la mujer el uso del "burka", que oculta
    por completo su cuerpo y su rostro, lo cual es un modo
    simbólico de expresar la anulación de su
    personalidad, procuran silenciar que algo parecido a esto es lo
    que predicaba Pablo de Tarso en sus epístolas, incluidas
    en la Biblia, y debiendo, por ello, ser aceptadas como
    inspiradas por el "Espíritu Santo" al igual que
    los demás contenidos de dicho "libro sagrado", afirman-do
    que la mujer debía llevar sobre su cabeza una
    señal de sumi-sión 
    al
    varón. De hecho, hasta no hace muchos
    años, en la España del "nacional-catolicismo", los
    curas, los dueños de "las casas de Dios", prohibían
    la entrada a la iglesia a las mujeres o a las
    niñas que no llevasen la cabeza cubierta con un velo,
    siendo su tamaño lo único que podía variar a
    partir de una dimensión mínima sufi-ciente. Y, si
    en estos momentos los dirigentes católicos callan ante el
    hecho de que las mujeres entren en la iglesia sin el velo, es
    sólo por el temor a perder clientela y poder, y no porque
    hayan evolu-cionado desde su machismo primitivo hasta el
    reconocimiento de la igualdad entre la mujer y el
    varón.

    La visión denigrante de la mujer que
    los dirigentes católicos aceptan -o deben aceptar en la
    medida en que juzgan que la Biblia es la palabra de
    su dios- tiene las siguientes características:

    1) En primer lugar, uno de los prejuicios
    míticos que más negativamente parecen haber
    influido en el tradicional menos-precio bíblico hacia
    la mujer
    es el que aparece en Génesis y en
    otros pasajes dispersos de la Biblia, según el
    cual

    "Por la mujer comenzó el pecado,
    por culpa de ella morimos
    todos
    "[1].

    No obstante y de acuerdo con una
    interpretación como podría ser la marxista, es
    probable que lo que aquí aparece como el efecto
    en realidad sea la causa. Es decir, que el menosprecio
    hacia la mujer no provenga de aquel supuesto pecado de Eva sino
    que, por el contrario, la atribución a Eva de aquel primer
    pecado sea más bien una consecuencia de un menosprecio
    anterior, propio de sociedades primitivas machistas en las que lo
    que más se valoraba era la fuerza física, tal como
    de hecho sucedía en el pueblo de Israel según se
    refleja a lo largo de toda la Biblia.

    El autor del anterior pasaje no
    parecía tener demasiadas luces, pues, al ser la
    culpa –si existiera- algo de carácter
    individual, Eva habría sido responsable
    exclusivamente de su propia acción, de su propia
    culpa, pero no de la de Adán; ni éste
    habría sido responsa-ble de las faltas cometidas
    posteriormente por la humanidad. Por ello es absurdo considerar
    que "por culpa de ella [= Eva] morimos todos", pues no tiene
    sentido considerar que la culpa se herede, a pesar de lo que
    sugiera la mitología bíblica. Si acaso, la
    humanidad podría haber heredado las consecuencias
    de la culpa de Eva, a pesar de que en teoría, el poder de
    Yahvé habría podido evitar esa herencia, pues nadie
    tiene por qué cargar con el castigo ni con las
    consecuencias negativas de las acciones que otro haya
    realizado.

    Por otra parte, la decisión de hacer
    caso o no a las sugeren-cias de otro la toma cada uno y, por
    ello, la responsabilidad de los actos que realizamos no
    estaría en quien nos haya incitado a seguir sus
    indicaciones sino en nosotros mismos por haberle hecho caso. En
    caso contrario podría decirse que la culpa de Adán
    en realidad fue de Eva, pero también que la de Eva en
    realidad fue de la ser-piente. Pero, además, la "culpa" de
    la serpiente habría sido del dios de Israel que la
    creó y que la predeterminó a actuar como lo hizo;
    pues, ciertamente, de acuerdo con la doctrina cristiana de la
    prede-terminación, todo lo que el hombre hace y todo lo
    que en la Natu-raleza sucede es el dios judeo-cristiano quien lo
    hace o quien hace que suceda. Así que, para bien o para
    mal, el ser humano sería un juguete en manos de ese dios,
    único responsable de todo, y nadie más sería
    responsable de nada, ni el hombre ni la mujer, ni la
    serpiente.

    Pero evidentemente quien escribió el
    Génesis vivía inmerso en una cultura
    machista –como casi todas- y, por eso, a fin de explicar
    los numerosos males que rodeaban la vida humana, se
    inventó el mito del "pecado original", considerando a Eva
    como la culpable de todos los males.

    2) En segundo lugar, hay que hacer
    referencia al prota-gonismo casi absoluto que se concede el
    varón frente a la mujer
    . Este protagonismo se muestra
    cuando al hablar de Dios se dice que es "Padre" y no "Madre",
    "Hijo" y no "Hija", y "Espíritu Santo", teórico
    padre de Jesús y, por lo tanto, varón y no
    mujer. Dios creó a Adán como rey de la
    creación, y a Eva, formada a partir de una costilla de
    Adán, para que Adán tuviera una
    ayuda[2]La mujer fue quien introdujo el pecado en
    el mundo y, por ello, entre otros cas-tigos, Dios la
    condenó a ser dominada por el
    varón[3]lo cual es una forma "religiosa" de
    justificar las diversas formas del machismo judeo-cristiano
    previamente existentes; los hijos de Adán y Eva, cuyos
    nombres se mencionan en la Biblia sólo son los de
    Caín, Abel y Seth, de manera que no se menciona para nada
    los de las hijas a las que debieron de unirse Caín y Seth
    para tener descen-dencia. Los personajes femeninos de la Biblia
    casi siempre tienen un papel secundario, a pesar de la
    excepción que los dirigentes de la secta cristiana han
    hecho de María, la madre de Jesús, a la cual ni
    siquiera en los evangelios se le dio ninguna relevancia sino todo
    lo contrario, hasta el punto de que en determinado momento en que
    María y sus otros hijos habían ido a esperar a
    Jesús y sus discí-pulos le pasaron el aviso,
    éste contestó simplemente que su madre y sus
    hermanos eran quienes cumplían la palabra de Dios. Por su
    parte, Pablo de Tarso, auténtico fundador del
    cristianismo, no menciona a María ni una sola vez. Fue
    más adelante cuando los dirigentes de la Iglesia
    Católica descubrieron que la exaltación de
    María como madre de Dios podía ser muy rentable
    para su nego-cio, como de hecho lo ha sido.

    3) De acuerdo con aquella primera
    valoración negativa de la mujer tal como aparece en el
    Génesis, pero de manera incompa-rablemente
    más acentuada en Eclesiastés,
    ¡palabra de Dios!, se dice:

    -"He hallado que la mujer es
    más amarga que la muerte
    , porque ella es como una
    red, su corazón como un lazo y sus brazos como cadenas.
    El que agrada a Dios se libra de ella, mas el pecador
    cae en su trampa"[4];

    -"Por más que busqué no
    encontré; entre mil se puede encon-trar un hombre cabal,
    pero mujer cabal, ni una entre
    todas
    "[5].

    Un planteamiento similar aparece en
    Eclesiástico, otro libro de
    la Biblia en el que se ponen en paralelo la
    mujer y el pecado:

    -"Toda maldad es poca junto a la de la
    mujer; ¡caiga sobre ella la suerte del
    pecador!"[6].

    -"Por la mujer comenzó el pecado,
    por culpa de ella morimos todos"[7]

    -"Vale más maldad de hombre que
    bondad de mujer"[8].

    Y en Zacarías la mujer es
    presentada como la maldad personifi-cada:

    "El hombre que hablaba conmigo se
    adelantó y me dijo:

    -Levanta tu vista y mira lo que aparece
    ahora.

    Pregunté:

    -¿Qué es?

    Me respondió:

    -Una cuba, y representa la maldad de toda
    esta tierra.

    Entonces se levantó la tapa redonda
    de plomo y vi una mujer sentada dentro de la cuba. El
    ángel me dijo:

    Es la
    maldad
    "[9].

    Este punto de vista, compartido por estos
    tres libros de la Biblia, se encuentra en la misma
    línea que el del Génesis, donde,
    como se ha indicado en otro momento, Eva, como representante de
    la mujer, es castigada por Dios a quedar sometida al
    varón por haber sido la responsable principal de la
    desobediencia a Dios. Sin embargo, en estos últimos
    libros, ¡inspirados por el "Espíritu San-to"!, es
    donde la mujer es tratada de la forma más denigrante
    ima-ginable, pues llegar a decir que "la mujer es
    más amarga que la muerte" o que "vale más maldad de
    hombre que bondad de mujer" o, en definitiva, que "la mujer
    […] es la maldad", y defender de manera implícita
    pero inequívoca que estas doctrinas forman parte de "la
    palabra de Dios", tal como sucede en el Catecismo
    Católico
    , es adoptar una misoginia extrema,
    insuperable y delictiva, al mar-gen de que los gobiernos miren
    hacia otro lado y no exijan a los dirigentes de esta
    religión que denuncien y renuncien a esta barba-ridad tan
    estúpida y tan denigrante en contra de las
    mujeres.

    Son incontables los textos bíblicos
    absurdos, pero es real-mente difícil encontrar alguno que
    supere a éstos, tan duros con respecto a la mujer. Por
    suerte para los dirigentes de la secta cató-lica son muy
    pocas las mujeres que han llegado a leer o a conocer, aunque sea
    de segunda mano, estos textos, pues no creo que fueran tan
    pusilánimes de asumirlos con "cristiana
    resignación", como si el hecho de ser mujer o varón
    pudiera ser determinante de la mal-dad o bondad de cualquier
    persona. Pensemos que, suponiendo que la maldad fuera una
    cualidad moral derivada de un mal uso de la libertad por la que
    varón o mujer eligiesen cómo ser, sería
    eviden-temente un absurdo total y absoluto considerar que la
    mujer fuera mala por ser mujer, es decir, fuera mala por
    naturaleza
    . Así que, si necesitábamos de un
    argumento –entre muchos otros- para refutar la doctrina de
    la secta católica según la cual la Biblia
    es la palabra de un dios omnipotente y omnisciente, aquí
    lo tenemos sin ninguna duda.

    En resumidas cuentas, quien defienda que la
    Biblia es la palabra de Dios deberá defender
    igualmente que la mujer es la maldad, mientras que quien
    niegue que la mujer sea la maldad estará negando al mismo
    tiempo que la Biblia sea la palabra de Dios.

    4) Por otra parte, el machismo
    bíblico se muestra igualmente en el hecho de que todos los
    nombres de ángeles que aparecen en ella son nombres de
    varón: Miguel, Rafael, Gabriel; el propio "Príncipe
    de las Tinieblas" se muestra como varón: "Satanás",
    y también el de algún otro demonio, como "Asmodeo".
    Casi todos los nombres relevantes de la Biblia son de
    varón, como Adán, Caín, Abel, Seth,
    Noé, Sem, Cam, Jafet, Abraham, Isaac, Esaú, Jacob,
    los hijos de Jacob: Rubén, Simeón, Leví,
    Judá, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Isacar,
    Zabulón, José y Benjamín (y sólo al
    final una hija llamada Dina, a la que se menciona en muy pocas
    ocasiones); Moisés, Aarón, Josué,
    Gedeón, Sansón, Elí, Samuel, Saúl,
    David, Salomón, Roboam Isaías, Jeremías,
    Ezequiel, Tobías, Daniel, Job, Pedro, Andrés,
    Santiago, Juan, Tomás, Bartolomé, Felipe,
    Judas, Mateo, Matías, Marcos, Lucas, Pablo…, y
    apenas alguno de mujer, que casi siempre juega un papel
    secundario o relevante por sus dotes de seducción o de
    traición, como Judith respecto a
    Holofer-nes[10]Dalila respecto a
    Sansón[11]o María Magdalena,
    poseída por siete demonios.

    Con ocasión del mítico
    "diluvio universal", ni siquiera se menciona el nombre de la
    mujer ni el de las nueras de Noé, que
    fueron quienes se habrían salvado, junto con el propio
    Noé y sus hijos Sem, Cam y Jafet, para que la humanidad
    volviese a multi-plicarse, lo cual demuestra evidentemente la
    escasísima impor-tancia que se concede a la mujer, a pesar
    de que sin ella la conti-nuidad de la especie humana
    habría sido un milagro especial-mente digno de
    reseñar.

    Resulta igualmente curioso y significativo
    –aunque más anec-dótico- que en el
    Antiguo Testamento la mujer quede
    ningunea-da hasta el punto de que, cuando se
    enumera la lista de los hijos de cualquier personaje, casi todos
    los nombres sean de varón y apenas alguno de mujer, como
    si éstas no hubieran nacido o como muestra de una
    consideración tan anecdótica de su existencia que
    fuera irrelevante incluso mencionarla. Esto sucede por lo que se
    refiere a la práctica totalidad de las largas
    líneas genealógicas que aparecen en la
    Biblia, donde o bien no se nombra la existencia de las
    hijas de estos personajes o bien sólo se dice que
    "también tuvieron hijas", pero sin nombrarlas o incluso
    hablando de un número de hijas muy sospechosamente
    inferior respecto al de hijos.

    5) La actitud degradante respecto a la
    mujer se muestra igualmente de un modo a la vez machista y
    humillante para la mujer cuando en Génesis se
    habla de los varones como "hijos de Dios" y de las mujeres como
    "hijas de los hombres", lo cual, por cierto, no es ni mucho menos
    una simple e inocente cuestión de nombres. Se dice en
    efecto en Génesis:

    "Cuando los hombres empezaron a
    multiplicarse en la tierra y les nacieron hijas, los hijos de
    Dios
    vieron que las hijas de los hombres eran
    hermosas y tomaron para sí como mujeres las que más
    les gustaron"[12].

    A la vez, se deja claro que la mujer tiene
    el valor de una sim-ple cosa, en cuanto se "toma" o se
    "compra" por parte del varón, de manera que ésta no
    es libre para decidir sobre su propia vida. Y así, cuando
    se dice en Génesis con la mayor naturalidad del
    mundo que los hombres "tomaron para sí" las mujeres que
    más les gusta-ron, se está afirmando que las
    raptaron o cogieron
    como si fueran simples objetos, sin
    tener para nada en cuenta su opinión o su
    voluntad.

    6) En esta misma línea de
    degradación de la mujer hay que señalar el hecho de
    que la poligamia y la posesión de concubinas y de
    esclavas aparece de un modo absolutamente natural en la sociedad
    israelita
    , según se presenta en la Biblia,
    donde la mayo-ría de sus personajes relevantes tuvieron
    varias esposas, concu-binas y esclavas[13]De hecho
    en Deuteronomio no se maldice ni critica a quien es
    polígamo sino a aquel hijo que se acueste con alguna de
    las mujeres de su padre, lo cual representa una manera bien clara
    y explícita de afirmar los derechos del padre sobre
    sus mujeres:

    -"Nadie se acostará con una de las
    mujeres de su padre"[14].

    -"¡Maldito quien se acueste con una
    de las mujeres de su padre, porque viola los derechos de su
    padre!"[15].

    De nuevo nos encontramos aquí, por
    cierto, con una contra-dicción bíblica, pues, si en
    aquellos tiempos la poligamia era una institución familiar
    aceptada por el dios judeo-cristiano, en cuanto así lo
    comunicó a quien reveló su palabra [?], es una
    contradicción respecto a dicha inspiración divina
    que en la actualidad la secta católica rechace la
    poligamia, mientras que, si se acepta la relación
    monogámica
    como forma exclusiva de unión entre
    varón y mujer, en tal caso se estará censurando al
    propio dios de Israel cuando consideró que la
    poligamia era una relación perfectamente
    válida.

    Sin embargo, ese tipo de estructura
    familiar en la que a la mujer no se le reconoce una
    relación de igualdad con el varón sino que se
    convierte en una simple esclava o una simple
    posesión del varón, objeto de compra y de
    venta, es otro ejemplo de contradic-ción respecto a la
    inmutabilidad de las supuestas leyes divinas, pues en otros
    momentos, como los actuales, la secta católica defiende la
    monogamia y el respeto a la voluntad de la mujer a la hora de
    unirse o no con otro varón sin que tal unión
    dependa de otra cosa que de su decisión libre junto a la
    de su posible cónyuge y no de un contrato de compra como
    si se tratase de un objeto.

    Son muchos los personajes relevantes
    mencionados en la Biblia que tuvieron varias mujeres.
    Así, acerca de Roboam, hijo de Salomón, dice la
    Biblia:

    "Sus mujeres fueron dieciocho y sesenta las
    concubinas"[16].

    Acerca de Gedeón se dice
    igualmente:

    "tuvo setenta hijos, porque fueron muchas
    sus mujeres. También su concubina, que vivía en
    Siquem, le dio un hijo al que llamó
    Abimélec"[17].

    Pero de todos ellos quien destacó de
    manera extraordinaria sobre los demás fue el rey
    Salomón, de quien se dice en la Biblia que tuvo
    ¡setecientas esposas y trescientas concubinas!:

    "El rey Salomón se enamoró de
    muchas mujeres extranjeras, además de la hija de
    faraón; mujeres moabitas, amonitas, ado-mitas, sidonias, e
    hititas, respecto a las cuales el Señor había
    ordenado a los israelitas: "No os unáis con ellas en
    matrimo-nio, porque inclinarán vuestro corazón
    hacia sus dioses". Sin embargo, Salomón se enamoró
    locamente de ellas, y tuvo setecientas esposas con rango real, y
    trescientas concubinas. Ellas lo pervirtieron y cuando se hizo
    viejo desviaron hacia otros dioses su corazón, que ya no
    perteneció al Señor, como el de su padre David. Dio
    culto a Astarté, diosa de los sido-nios, y a Moloc, el
    ídolo de los amonitas […] Otro tanto hizo para los
    dioses de todas sus mujeres extranjeras, que quema-ban en ellos
    [= en los altares] perfumes y ofrecían sacrificios a sus
    dioses"[18].

    El autor del libro 1 Reyes no
    critica en ningún caso que Sa-lomón tuviera tantas
    mujeres y tantas concubinas. Lo que critica es que, como sus
    mujeres eran extrajeras, es decir, no israelitas, podían
    ejercer sobre él una influencia negativa que le alejase de
    su dios y le llevase a adorar a los dioses de sus mujeres, que es
    lo que sucedió especialmente en los últimos
    años de su vida, y, por eso, se dice que
    Salomón

    "no fue tan fiel [a Dios] como su padre
    David"[19],

    pues,

    "cuando se hizo viejo [estas esposas y
    concubinas] desviaron hacia otros dioses su corazón, que
    ya no perteneció al
    Señor"[20].

    Lo que es evidente es que este alejamiento
    respecto a Yahvé para adorar a otros dioses le
    habría costado la vida en el caso de que no hubiera sido
    rey sino sólo un hombre cualquiera, pues la
    adoración a otros dioses era un delito que se pagaba con
    la vida, tal como consta en diversos pasajes bíblicos,
    como en Deuteronomio, donde se dice:

    "Si oyes decir que en alguna de las
    ciudades que el Señor tu Dios te da para que habites en
    ellas surgen hombres perver-sos, que intentan seducir a sus
    conciudadanos para que den culto a otros dioses desconocidos para
    vosotros, examinarás el caso, preguntarás y te
    informarás bien. Si se confirma el rumor y se prueba que
    tal abominación se ha cometido en medio de ti,
    pasarás a espada a los habitantes de toda aquella ciudad,
    y la consagrarás al exterminio con todo lo que haya en
    ella, incluido su ganado, que también pasarás a
    espada"[21].

    Parece claro que el autor de 1
    Reyes
    , de manera hipócrita o por puro interés,
    no quiso o, mejor, no se atrevió a criticar dura-mente al
    rey Salomón y se conformó con decir que "no fue tan
    fiel a Dios como su padre David", a pesar de que, de acuerdo con
    la norma de Deuteronomio, los sacerdotes debían
    haberlo denunciado y haber exigido su condena a muerte aplicando
    la supuesta ley de Yahvé. Pero, como en aquellos momentos
    Salomón era quien detentaba el poder, los sacerdotes, con
    la astucia que les ha carac-terizado en todo momento, no
    atreviéndose a enfrentarse con él quitaron
    importancia al hecho de que hubiese adorado, poco más o
    menos, a setecientos dioses, mereciendo por ello las mismas penas
    de muerte, de acuerdo con la ley correspondiente.

    Por su parte, Abías

    "tuvo catorce mujeres,
    veintidós hijos y dieciséis
    hijas"[22].

    ¡Y fue el mismo sacerdote
    Yoyadá quien proporcionó dos esposas a Joás
    igual que si le hubiera regalado dos borregos!:

    "Joás agradó con su conducta
    al Señor mientras vivió el sacerdote Yoyadá,
    quien le proporcionó dos esposas de las que Joás
    tuvo hijos e hijas"[23].

    Esta última referencia tiene el
    interés de poner nuevamente de manifiesto que la poligamia
    no fue vista de manera negativa por sí misma, ya que en
    este caso fue un sacerdote quien proporcionó dos esposas a
    Joás y, al parecer, lo hizo para premiarle por su conducta
    hacia Yahvé.

    El inconveniente surge, como ya se ha
    dicho, cuando esas mujeres son extranjeras, como en el caso de
    las mujeres de Salo-món, porque pueden introducir sus
    dioses y pervertir al israelita alejándolo de su dios, lo
    cual equivale a decir que a los sacerdotes lo que les preocupa
    especialmente es la competencia que las otras religiones y
    los otros dioses pueden suponer para su propio
    nego-cio.

    En definitiva, a lo largo de sus diversos
    libros lo que predo-mina en la Biblia de forma
    clara y constante es esta valoración de la mujer como un
    simple objeto para comprar, vender, usar y
    tirar.

    7) La mujer y el noveno y último
    mandamiento.-
    De hecho y en relación con lo anterior
    tiene especial interés aclarar que, a pesar de que el
    clero católico siga hablando del "decálogo" o de
    los diez mandamientos de Moisés,
    cualquiera que sepa leer puede comprobar que en
    la Biblia sólo aparecen ¡nueve
    mandamientos!, siendo el noveno y último:

    "No codiciarás la casa de tu
    prójimo, ni su mujer, ni su siervo, ni su buey, ni su
    asno, ni nada de lo que le
    pertenezca"[24],

    de manera que el mandamiento que
    actualmente se enumera como el noveno y
    penúltimo
    , "no desearás la mujer de tu
    prójimo", en la Biblia aparece
    sólo como una parte del noveno y último,
    que los dirigentes cristianos dividieron en dos a fin de
    enmascarar el hecho evidente de que a la mujer se la trata en la
    Biblia y en ese mismo pasaje relacionado con las tablas
    de Moisés, como una pertenencia o
    cosa 
    o como un animal –un buey, un
    asno-. Y precisamente por este mismo motivo el noveno y
    último mandamiento no hace refe-rencia a la mujer en
    exclusiva sino refiriéndose a ella como un objeto
    más del prójimo –igual que su casa o su
    buey-, que ha sido comprada a su padre, sin contar para nada con
    su consentimiento, y que podría ser codiciada por otro
    hombre. Y, por el contrario, no se habla en ningún caso
    del hombre como de un objeto que pueda ser codiciado ni
    comprado por la mujer, pues el varón no es un
    objeto que pueda ser codiciado ni la mujer podría
    tener ningún derecho a servirse de un varón.
    Recordemos a este respecto que mientras los varones son hijos
    de Dios, las mujeres son hijas de los hombres
    y, al parecer,
    tal estatus confiere a los varones el derecho de poder ser
    dueños de mujeres, mientras que las mujeres deben
    someterse a los varones como esposas, como concubinas o como
    esclavas, al igual que pueden ser repudiadas por sus maridos por
    la simple razón de que hayan dejado de
    gustarles.

    8) De acuerdo con esta
    cosificación de la mujer, ésta no es
    dueña de su propia vida sino que es objeto de compra y
    de venta
    :

    Jacob compró a
    Raquel a su tío Labán a cambio de trabajar siete
    años para él[25]aunque éste
    le engañó y

    "por la noche […] tomó a su
    hija Lía y se la trajo a Jacob, y Jacob se unió a
    ella"[26].

    Pero, como a Jacob le gustaba Raquel, se la
    volvió a pedir a su tío y éste le
    dijo:

    "-…Termina la semana de bodas con
    ésta, y te daré tam-bién a la otra a cambio
    de otros siete años de servicio.

    Así lo hizo Jacob; terminó la
    semana con la primera, y después Labán le dio por
    mujer también a su hija Raquel […] Jacob se
    unió también a Raquel y la amó más
    que a Lía; y estuvo al servicio de su tío otros
    siete años"[27].

    Tiene interés observar cómo
    en este pasaje se muestra:

    a) la
    propia cosificación de la mujer, cuya
    voluntad no cuenta en absoluto a la hora de que su padre tome la
    decisión de venderla a Jacob al margen de cuáles
    sean los sentimientos de ella;

    b) la  ausencia de
    contrato matrimonial
    , pues, como la mujer es una simple
    posesión de su padre, el contrato no se hace con
    ella sino entre su padre y su
    futuro propietario, que es quien la compra a
    cambio de dinero o de otro bien, como, en este caso, el tiempo de
    trabajo –siete años- que Jacob acuerda con su
    tío.

    9) Un complemento de esta
    infravaloración de la mujer fue el de la ley sobre el
    repudio o "divorcio" por el que el marido
    podía rechazar a su mujer siempre que encontrase un
    defecto en ella o que simplemente dejase de agradarle
    ,
    mientras que la mujer en ningún caso podía repudiar
    al marido. Se dice en este sentido en
    Deuteronomio:

    "Si un hombre se casa con una mujer, pero
    luego encuentra en ella algo indecente y deja de agradarle, le
    entregará por escrito un acta de divorcio y la
    echará de casa. Si después de salir de su casa ella
    se casa con otro, y también el segundo marido deja de
    amarla, le entrega por escrito el acta de divor-cio y la echa de
    casa…"[28].

    10) La mujer puede ser tomada o raptada
    con absoluta nor-malidad sin que su voluntad cuente para
    nada.

    En efecto, como ya se ha dicho, en muchas
    ocasiones ni siquiera hay contrato matrimonial entre varón
    y mujer, sino sólo un contrato de compra, o un simple
    rapto, como sucede cuando los ancianos de la comunidad
    proponen que los benjaminitas rapten mujeres, pues no
    tenían y la tribu de Benjamín estaba a punto de
    desaparecer: En un primer momento la comunidad israelita
    envía tropas contra Yabés Galaad, cuyos habitantes
    también eran judíos, pero no habían subido a
    la asamblea del Señor. Y, como los isra-elitas
    habían "jurado solemnemente que quien no subiese a
    Mispá ante el Señor sería castigado con la
    muerte"[29], pasaron a cuchillo a todos sus
    habitantes menos a las muchachas vírgenes y se las die-ron
    a los benjaminitas[30]A continuación los
    mismos benjaminitas, aconsejados por el resto de Israel, raptaron
    más mujeres en Silón para quienes no tenían
    todavía:

    "Entonces la asamblea [de Israel]
    envió doce mil hombres de los más valientes, con
    esta orden:

    -Id y pasad a cuchillo a todos los
    habitantes de Yabés Galaad, incluidas mujeres y
    niños. Consagraréis al exter-minio a todos los
    varones y a todas las mujeres casadas, pero dejaréis con
    vida a las vírgenes.

    Así lo hicieron. Entre los
    habitantes de Galaad encontraron cuatrocientas vírgenes
    que no habían tenido relaciones con ningún hombre y
    las trajeron al campamento de Siló, en la tierra de
    Canaán. Luego, la asamblea envió mensajeros a los
    benjaminitas […] para ofrecerles la paz. Los benjaminitas
    volvieron, y ellos les dieron las mujeres supervivientes de
    Yabés Galaad, pero no había bastantes para
    todos.

    […] Los ancianos de la comunidad se
    preguntaban:

    -Las mujeres de la tribu de Benjamín
    han sido extermina-das. ¿Qué haremos para procurar
    mujeres a los que aún no las tienen? […]

    Entonces decidieron esto:

    -Está cerca la fiesta del
    Señor que se celebra todos los años en Siló
    […].

    Y dieron este recado a los de
    Benjamín:

    -Id y escondeos entre las viñas. Os
    quedáis observando, y cuando veáis que las
    jóvenes de Siló salen a bailar, salís de las
    viñas, os lleváis cada uno una muchacha de
    Siló y os volvéis a vuestra tierra
    […].

    Los de Benjamín lo hicieron
    así y tomaron de entre las que bailaban aquellas que
    necesitaban; después volvieron cada uno a su heredad,
    reconstruyeron las ciudades y se estable-cieron en
    ellas"[31].

    11) Es preferible la violación
    de las propias hijas antes que la ofensa a un
    invitado
    :

    Otro ejemplo más de este desprecio
    tan absoluto a la mujer en la Biblia es el hecho de que,
    ante la opción de consentir o no la ofensa a un invitado,
    se opte por ofrecer a las propias hijas para ser violadas.
    Así sucede en Génesis, 19:6-8, donde
    Lot, para proteger a unos extranjeros que tenía alojados
    en su casa, dice a quienes querían violarlos:

    "-Hermanos míos, os suplico que no
    cometáis tal maldad. Tengo dos hijas que no se han
    acostado con ningún hombre; os las voy a sacar fuera y
    haced con ellas lo que queráis, pero no hagáis nada
    a estos hombres que se han cobijado bajo mi
    techo"[32].

    Algo muy similar se narra
    en Jueces, donde, al igual que en el caso anterior,
    la violación de mujeres no tiene la menor importan-cia en
    relación con la ofensa a un invitado. En este sentido se
    dice en defensa de un invitado:

    "-No, hermanos míos, no
    hagáis, semejante crimen, por favor. Es mi huésped
    y os pido que no hagáis tal infamia. Aquí
    está mi hija, que es virgen; os la sacaré para que
    abuséis de ella y hagáis con ella lo que os plazca;
    pero no cometáis con este hombre semejante
    infamia"[33].

    12) En las referencias
    genealógicas sólo cuenta la línea paterna y
    para nada la materna
    , hasta el punto de que, como ya se ha
    dicho en otro momento, para demostrar la filiación divina
    de Jesús el evangelio atribuido a Lucas se remonta por la
    línea genea-lógica de José hasta
    llegar a Adán, incurriendo en la contradicción de
    afirmar la paternidad de José respecto a
    Jesús
    cuando le interesa demostrar que Jesús
    era Hijo de Dios, pero negando tal paternidad cuando le
    interesa afirmar que María era "virgen" y que
    concibió por obra del "Espíritu Santo" y no por sus
    relaciones sexuales con José. Tal contradicción
    bíblica hubiera podido ser evitada si los evangelistas
    correspondientes hubiesen dicho que María quedó
    embarazada por obra del Espíritu Santo y porque,
    además, María era hija de Dios, tomando como base
    para este último argumento la línea
    genealógica materna de Jesús, que se habría
    remontado hasta Adán igual que la de José, pero con
    la ventaja de que, si José era un padre dudoso para
    quienes escri-bieron estos pasajes, María sí era
    madre indudable de Jesús.

    Esta baja consideración de la mujer,
    referida a María en este caso, se muestra además en
    cuanto se considera a Jesús como "hombre" por ser hijo
    de María
    y sólo como "Hijo de Dios",
    según el evangelio atribuido a Lucas, que afirma tal
    doctrina, a partir de la enumeración de la
    genealogía paterna de Jesús, por ser
    hijo de José
    , cuya ascendencia se remontaría
    hasta Adán, el cual es considerado "hijo de Dios" por
    haber sido creado por él[34]-a pesar de
    haber escrito antes que el auténtico padre de Jesús
    no fue José sino el "Espíritu
    Santo"[35].

    13) El papel secundario de la mujer en el
    Antiguo Testamento se muestra igualmente desde la
    perspectiva de su tasación econó-mica, tal
    como aparece en Levítico, donde en
    relación con los sacrificios religiosos se valora al
    hombre –entre veinte y sesenta años- en quinientos
    gramos de plata, mientras que a la mujer se la valora en
    trescientos:

    "El Señor dijo a
    Moisés:

    -Di a los israelitas: Cuando alguien haga
    al Señor una promesa ofreciendo una persona, la
    estimación de su valor será la siguiente: el hombre
    entre veinte y sesenta años, quinientos gramos de plata
    […]; la mujer, trescientos; el joven entre cinco y veinte
    años, si es muchacho, doscientos gramos, y si es muchacha,
    cien; entre un mes y cinco años, si es niño,
    cincuenta gramos, y treinta gramos de plata si es niña; de
    sesenta años para arriba, el hombre, ciento cincuenta
    gramos y la mujer cincuenta"[36].

    O sea, que eso de que ante el dios
    judeo-cristiano todos sea-mos iguales evidentemente sería
    una apreciación incorrecta, por lo menos por lo que se
    refiere a este dios, para quien, tratándose de hombre y
    mujer de edades similares, la mujer siempre vale menos que el
    varón, según estos escritos, supuestamente
    inspirados por el "Espíritu Santo", al margen de lo
    denigrante que resulta una tasa-ción económica de
    seres humanos.

    14) La continuación de este punto de
    vista tan degradante res-pecto a la mujer aparece nuevamente y de
    manera muy acusada en Pablo de Tarso, al
    afirmar:

    "la cabeza de la mujer es el
    varón"[37],

    lo cual implica evidentemente la doctrina
    de que, en sí misma considerada, la mujer es un cuerpo
    sin cabeza
    . Y, justificando el uso del velo que oculta la
    cabeza de la mujer, afirma igualmente:

    "toda mujer que ora o habla en nombre de
    Dios con la cabeza descubierta, deshonra al marido, que es su
    cabeza"[38].

    Defiende a continuación las ideas de
    la subordinación y sujeción de la mujer respecto al
    varón y del uso del velo como símbolo de tal
    sujeción afirmando:

    "el varón no debe cubrirse la
    cabeza, porque es imagen y reflejo de la gloria de Dios. Pero la
    mujer es gloria del varón, pues no procede el varón
    de la mujer, sino la mujer del varón, ni fue creado el
    varón por causa de la mujer, sino la mujer por causa del
    varón
    . Por eso […] debe llevar la mujer sobre
    su cabeza una señal de
    sujeción"[39].

    Esta misma idea tan discriminativa respecto
    a la mujer vuelve a aparecer no sólo en relación
    con el uso del velo sino también con la norma por la cual
    la mujer debe someterse al marido, hasta el punto de que
    se le prohíbe incluso que hable en público, de
    manera que, si desea saber algo, debe preguntarlo al marido, pero
    no durante la asamblea:

    -"La mujer aprenda en silencio con plena
    sumisión. No consiento que la mujer enseñe ni
    domine al marido, sino que ha de estar en silencio. Pues primero
    fue formado Adán, y después Eva. Y no fue
    Adán el que se dejó engañar, sino la mujer
    que, seducida, incurrió en la
    transgresión"[40].

    -"…que las mujeres guarden silencio
    en las reuniones; no les está, pues, permitido hablar,
    sino que deben mostrarse recata-das, como manda la ley. Y si
    quieren aprender algo, que pre-gunten en casa a sus maridos, pues
    no es decoroso que la mujer hable en la
    asamblea"[41].

    Pablo de Tarso, que era especialmente
    astuto, comprendió que para que el cristianismo pudiera
    salir adelante y triunfar como reli-gión, tanto entre los
    israelitas como en el Imperio Romano, debía procurar
    mantener una línea de pensamiento afín a la cultura
    en medio de la cual competía para ocupar un espacio, y,
    dado que el machismo era un aspecto dominante en la cultura de
    aquellos tiempos –al margen de que el propio Pablo de Tarso
    fuera igual-mente machista o no- parece que muy posiblemente
    defendió esta absoluta subordinación de la mujer al
    varón por esos motivos tác-ticos mencionados. Ahora
    bien, en cuanto las cartas de Pablo de Tarso forman parte de la
    Biblia cristiana, en esa medida quien crea que la
    Biblia representa la palabra del dios cristiano
    deberá consi-derar igualmente que la mujer debe estar
    sometida al marido, mientras que quien considere que la mujer
    tiene iguales derechos que el marido, si quiere ser coherente, no
    podrá aceptar que la Biblia católica
    represente la palabra de dicho dios.

    La jerarquía católica
    intentó posteriormente suavizar esta doctrina acerca de la
    mujer enalteciendo la figura de María, enseñanza
    que, desde luego, no deriva de los evangelios. Pero, a pesar de
    todo, la doctrina de los dirigentes de la secta católica
    continuó siendo machista y consistió siempre, de
    manera más o menos explícita, en considerar a la
    mujer inferior al varón y creada para vivir
    sometida a él.

    La norma del uso del velo ha llegado hasta
    la actualidad, a pesar de que no lo haya hecho hasta el extremo
    al que ha llegado en el mundo islámico el uso del "burka"
    –con pocos centímetros de diferencia respecto al
    tamaño de los uniformes de algunas comunidades de monjas
    católicas- que cubre la práctica totalidad del
    cuerpo y del rostro femenino. Pero lo esencial de este asunto es
    que su fundamento último es el mismo: la
    consideración de la mujer como propiedad del
    marido.

    15) Otra forma de ignorar o postergar a la
    mujer puede verse en cierto modo en la actitud de
    Jesús al haber elegido a doce apóstoles, sin que
    ninguno de ellos fuera mujer
    , tanto por lo que tal
    decisión pudo representar por sí misma como por el
    hecho de que, aunque se trate de un argumento muy pobre, ha sido
    el más utilizado por los obispos de la secta
    católica para negar a la mujer su acceso al sacerdocio y a
    los demás puestos importantes dentro del organigrama de
    cargos de su institución, diciendo que, si Jesús
    hubiera querido que las mujeres accedieran a tales cargos,
    habría elegido a alguna de ellas como apóstol. Se
    trata de un argumento absurdo, pero es el que utilizó,
    entre otros, el arzobispo de Málaga en una
    entrevista en la CNN+ (27/03/02) para rechazar que la mujer
    pudiera acceder al sacerdocio

    A la crítica de que aquellos tiempos
    no eran los más ade-cuados para la elección de una
    mujer como apóstol se podría replicar que, si
    Jesús era "Hijo de Dios", por lo mismo que defendió
    una nueva forma de moral igualmente hubiera podido predicar la
    igualdad entre los seres humanos. Además, siendo
    coherentes con un argumento tan contundente [?], resulta
    "es-candaloso" que la jerarquía católica haya
    consentido que a lo largo de los tiempos quienes no eran
    judíos ni de raza blanca hayan podido ser ordenados
    sacerdotes, pues todos los apóstoles eran
    judíos y de raza blanca.
    Igualmente, con un argumento
    similar, se podría haber impugnado el nombramiento del
    actual jefe de la secta católica y de la mayoría de
    los anteriores, argumentando que, en el supuesto de que
    Jesús hubiese nombrado un jefe para su iglesia,
    nombró a un judío y no a un italiano, ni a un
    polaco, ni a un alemán, ni a un argentino, por lo que el
    actual papa, que es argentino y no judío, debería
    ser removido del cargo que ocupa en contra de la voluntad de
    Jesús, que, supuestamente, eligió a un
    judío, Pedro, como jefe de su iglesia.

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