La brutal discriminación de la mujer en la Biblia y en la Iglesia Católica
Los dirigentes cristianos proclaman que
la Biblia es la "pa-labra de Dios", de manera
que esta "palabra" es la que debe ser-virles de guía a la
hora de establecer sus valores morales y
reli-giosos, y los que de algún modo se
relacionen con éstos. Pero sucede que, como en
la Biblia hay muchas doctrinas que son
afirmadas en unos pasajes para ser negadas en otros, la
jerarquía de la "Secta" procura silenciar o sacar a la luz
aquellas doctrinas que les resultan más convenientes
según las circunstancias del momento, dejando en penumbra
las otras para cuando lleguen tiempos más propicios. En
este sentido, por ejemplo, cuando se está hablando de lo
denigrante que es para la mujer el uso del "burka", que oculta
por completo su cuerpo y su rostro, lo cual es un modo
simbólico de expresar la anulación de su
personalidad, procuran silenciar que algo parecido a esto es lo
que predicaba Pablo de Tarso en sus epístolas, incluidas
en la Biblia, y debiendo, por ello, ser aceptadas como
inspiradas por el "Espíritu Santo" al igual que
los demás contenidos de dicho "libro sagrado", afirman-do
que la mujer debía llevar sobre su cabeza una
señal de sumi-sión al
varón. De hecho, hasta no hace muchos
años, en la España del "nacional-catolicismo", los
curas, los dueños de "las casas de Dios", prohibían
la entrada a la iglesia a las mujeres o a las
niñas que no llevasen la cabeza cubierta con un velo,
siendo su tamaño lo único que podía variar a
partir de una dimensión mínima sufi-ciente. Y, si
en estos momentos los dirigentes católicos callan ante el
hecho de que las mujeres entren en la iglesia sin el velo, es
sólo por el temor a perder clientela y poder, y no porque
hayan evolu-cionado desde su machismo primitivo hasta el
reconocimiento de la igualdad entre la mujer y el
varón.
La visión denigrante de la mujer que
los dirigentes católicos aceptan -o deben aceptar en la
medida en que juzgan que la Biblia es la palabra de
su dios- tiene las siguientes características:
1) En primer lugar, uno de los prejuicios
míticos que más negativamente parecen haber
influido en el tradicional menos-precio bíblico hacia
la mujer es el que aparece en Génesis y en
otros pasajes dispersos de la Biblia, según el
cual
"Por la mujer comenzó el pecado,
por culpa de ella morimos
todos"[1].
No obstante y de acuerdo con una
interpretación como podría ser la marxista, es
probable que lo que aquí aparece como el efecto
en realidad sea la causa. Es decir, que el menosprecio
hacia la mujer no provenga de aquel supuesto pecado de Eva sino
que, por el contrario, la atribución a Eva de aquel primer
pecado sea más bien una consecuencia de un menosprecio
anterior, propio de sociedades primitivas machistas en las que lo
que más se valoraba era la fuerza física, tal como
de hecho sucedía en el pueblo de Israel según se
refleja a lo largo de toda la Biblia.
El autor del anterior pasaje no
parecía tener demasiadas luces, pues, al ser la
culpa –si existiera- algo de carácter
individual, Eva habría sido responsable
exclusivamente de su propia acción, de su propia
culpa, pero no de la de Adán; ni éste
habría sido responsa-ble de las faltas cometidas
posteriormente por la humanidad. Por ello es absurdo considerar
que "por culpa de ella [= Eva] morimos todos", pues no tiene
sentido considerar que la culpa se herede, a pesar de lo que
sugiera la mitología bíblica. Si acaso, la
humanidad podría haber heredado las consecuencias
de la culpa de Eva, a pesar de que en teoría, el poder de
Yahvé habría podido evitar esa herencia, pues nadie
tiene por qué cargar con el castigo ni con las
consecuencias negativas de las acciones que otro haya
realizado.
Por otra parte, la decisión de hacer
caso o no a las sugeren-cias de otro la toma cada uno y, por
ello, la responsabilidad de los actos que realizamos no
estaría en quien nos haya incitado a seguir sus
indicaciones sino en nosotros mismos por haberle hecho caso. En
caso contrario podría decirse que la culpa de Adán
en realidad fue de Eva, pero también que la de Eva en
realidad fue de la ser-piente. Pero, además, la "culpa" de
la serpiente habría sido del dios de Israel que la
creó y que la predeterminó a actuar como lo hizo;
pues, ciertamente, de acuerdo con la doctrina cristiana de la
prede-terminación, todo lo que el hombre hace y todo lo
que en la Natu-raleza sucede es el dios judeo-cristiano quien lo
hace o quien hace que suceda. Así que, para bien o para
mal, el ser humano sería un juguete en manos de ese dios,
único responsable de todo, y nadie más sería
responsable de nada, ni el hombre ni la mujer, ni la
serpiente.
Pero evidentemente quien escribió el
Génesis vivía inmerso en una cultura
machista –como casi todas- y, por eso, a fin de explicar
los numerosos males que rodeaban la vida humana, se
inventó el mito del "pecado original", considerando a Eva
como la culpable de todos los males.
2) En segundo lugar, hay que hacer
referencia al prota-gonismo casi absoluto que se concede el
varón frente a la mujer. Este protagonismo se muestra
cuando al hablar de Dios se dice que es "Padre" y no "Madre",
"Hijo" y no "Hija", y "Espíritu Santo", teórico
padre de Jesús y, por lo tanto, varón y no
mujer. Dios creó a Adán como rey de la
creación, y a Eva, formada a partir de una costilla de
Adán, para que Adán tuviera una
ayuda[2]La mujer fue quien introdujo el pecado en
el mundo y, por ello, entre otros cas-tigos, Dios la
condenó a ser dominada por el
varón[3]lo cual es una forma "religiosa" de
justificar las diversas formas del machismo judeo-cristiano
previamente existentes; los hijos de Adán y Eva, cuyos
nombres se mencionan en la Biblia sólo son los de
Caín, Abel y Seth, de manera que no se menciona para nada
los de las hijas a las que debieron de unirse Caín y Seth
para tener descen-dencia. Los personajes femeninos de la Biblia
casi siempre tienen un papel secundario, a pesar de la
excepción que los dirigentes de la secta cristiana han
hecho de María, la madre de Jesús, a la cual ni
siquiera en los evangelios se le dio ninguna relevancia sino todo
lo contrario, hasta el punto de que en determinado momento en que
María y sus otros hijos habían ido a esperar a
Jesús y sus discí-pulos le pasaron el aviso,
éste contestó simplemente que su madre y sus
hermanos eran quienes cumplían la palabra de Dios. Por su
parte, Pablo de Tarso, auténtico fundador del
cristianismo, no menciona a María ni una sola vez. Fue
más adelante cuando los dirigentes de la Iglesia
Católica descubrieron que la exaltación de
María como madre de Dios podía ser muy rentable
para su nego-cio, como de hecho lo ha sido.
3) De acuerdo con aquella primera
valoración negativa de la mujer tal como aparece en el
Génesis, pero de manera incompa-rablemente
más acentuada en Eclesiastés,
¡palabra de Dios!, se dice:
-"He hallado que la mujer es
más amarga que la muerte, porque ella es como una
red, su corazón como un lazo y sus brazos como cadenas.
El que agrada a Dios se libra de ella, mas el pecador
cae en su trampa"[4];
-"Por más que busqué no
encontré; entre mil se puede encon-trar un hombre cabal,
pero mujer cabal, ni una entre
todas"[5].
Un planteamiento similar aparece en
Eclesiástico, otro libro de
la Biblia en el que se ponen en paralelo la
mujer y el pecado:
-"Toda maldad es poca junto a la de la
mujer; ¡caiga sobre ella la suerte del
pecador!"[6].
-"Por la mujer comenzó el pecado,
por culpa de ella morimos todos"[7]
-"Vale más maldad de hombre que
bondad de mujer"[8].
Y en Zacarías la mujer es
presentada como la maldad personifi-cada:
"El hombre que hablaba conmigo se
adelantó y me dijo:
-Levanta tu vista y mira lo que aparece
ahora.
Pregunté:
-¿Qué es?
Me respondió:
-Una cuba, y representa la maldad de toda
esta tierra.
Entonces se levantó la tapa redonda
de plomo y vi una mujer sentada dentro de la cuba. El
ángel me dijo:
–Es la
maldad"[9].
Este punto de vista, compartido por estos
tres libros de la Biblia, se encuentra en la misma
línea que el del Génesis, donde,
como se ha indicado en otro momento, Eva, como representante de
la mujer, es castigada por Dios a quedar sometida al
varón por haber sido la responsable principal de la
desobediencia a Dios. Sin embargo, en estos últimos
libros, ¡inspirados por el "Espíritu San-to"!, es
donde la mujer es tratada de la forma más denigrante
ima-ginable, pues llegar a decir que "la mujer es
más amarga que la muerte" o que "vale más maldad de
hombre que bondad de mujer" o, en definitiva, que "la mujer
[…] es la maldad", y defender de manera implícita
pero inequívoca que estas doctrinas forman parte de "la
palabra de Dios", tal como sucede en el Catecismo
Católico, es adoptar una misoginia extrema,
insuperable y delictiva, al mar-gen de que los gobiernos miren
hacia otro lado y no exijan a los dirigentes de esta
religión que denuncien y renuncien a esta barba-ridad tan
estúpida y tan denigrante en contra de las
mujeres.
Son incontables los textos bíblicos
absurdos, pero es real-mente difícil encontrar alguno que
supere a éstos, tan duros con respecto a la mujer. Por
suerte para los dirigentes de la secta cató-lica son muy
pocas las mujeres que han llegado a leer o a conocer, aunque sea
de segunda mano, estos textos, pues no creo que fueran tan
pusilánimes de asumirlos con "cristiana
resignación", como si el hecho de ser mujer o varón
pudiera ser determinante de la mal-dad o bondad de cualquier
persona. Pensemos que, suponiendo que la maldad fuera una
cualidad moral derivada de un mal uso de la libertad por la que
varón o mujer eligiesen cómo ser, sería
eviden-temente un absurdo total y absoluto considerar que la
mujer fuera mala por ser mujer, es decir, fuera mala por
naturaleza. Así que, si necesitábamos de un
argumento –entre muchos otros- para refutar la doctrina de
la secta católica según la cual la Biblia
es la palabra de un dios omnipotente y omnisciente, aquí
lo tenemos sin ninguna duda.
En resumidas cuentas, quien defienda que la
Biblia es la palabra de Dios deberá defender
igualmente que la mujer es la maldad, mientras que quien
niegue que la mujer sea la maldad estará negando al mismo
tiempo que la Biblia sea la palabra de Dios.
4) Por otra parte, el machismo
bíblico se muestra igualmente en el hecho de que todos los
nombres de ángeles que aparecen en ella son nombres de
varón: Miguel, Rafael, Gabriel; el propio "Príncipe
de las Tinieblas" se muestra como varón: "Satanás",
y también el de algún otro demonio, como "Asmodeo".
Casi todos los nombres relevantes de la Biblia son de
varón, como Adán, Caín, Abel, Seth,
Noé, Sem, Cam, Jafet, Abraham, Isaac, Esaú, Jacob,
los hijos de Jacob: Rubén, Simeón, Leví,
Judá, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Isacar,
Zabulón, José y Benjamín (y sólo al
final una hija llamada Dina, a la que se menciona en muy pocas
ocasiones); Moisés, Aarón, Josué,
Gedeón, Sansón, Elí, Samuel, Saúl,
David, Salomón, Roboam Isaías, Jeremías,
Ezequiel, Tobías, Daniel, Job, Pedro, Andrés,
Santiago, Juan, Tomás, Bartolomé, Felipe,
Judas, Mateo, Matías, Marcos, Lucas, Pablo…, y
apenas alguno de mujer, que casi siempre juega un papel
secundario o relevante por sus dotes de seducción o de
traición, como Judith respecto a
Holofer-nes[10]Dalila respecto a
Sansón[11]o María Magdalena,
poseída por siete demonios.
Con ocasión del mítico
"diluvio universal", ni siquiera se menciona el nombre de la
mujer ni el de las nueras de Noé, que
fueron quienes se habrían salvado, junto con el propio
Noé y sus hijos Sem, Cam y Jafet, para que la humanidad
volviese a multi-plicarse, lo cual demuestra evidentemente la
escasísima impor-tancia que se concede a la mujer, a pesar
de que sin ella la conti-nuidad de la especie humana
habría sido un milagro especial-mente digno de
reseñar.
Resulta igualmente curioso y significativo
–aunque más anec-dótico- que en el
Antiguo Testamento la mujer quede
ningunea-da hasta el punto de que, cuando se
enumera la lista de los hijos de cualquier personaje, casi todos
los nombres sean de varón y apenas alguno de mujer, como
si éstas no hubieran nacido o como muestra de una
consideración tan anecdótica de su existencia que
fuera irrelevante incluso mencionarla. Esto sucede por lo que se
refiere a la práctica totalidad de las largas
líneas genealógicas que aparecen en la
Biblia, donde o bien no se nombra la existencia de las
hijas de estos personajes o bien sólo se dice que
"también tuvieron hijas", pero sin nombrarlas o incluso
hablando de un número de hijas muy sospechosamente
inferior respecto al de hijos.
5) La actitud degradante respecto a la
mujer se muestra igualmente de un modo a la vez machista y
humillante para la mujer cuando en Génesis se
habla de los varones como "hijos de Dios" y de las mujeres como
"hijas de los hombres", lo cual, por cierto, no es ni mucho menos
una simple e inocente cuestión de nombres. Se dice en
efecto en Génesis:
"Cuando los hombres empezaron a
multiplicarse en la tierra y les nacieron hijas, los hijos de
Dios vieron que las hijas de los hombres eran
hermosas y tomaron para sí como mujeres las que más
les gustaron"[12].
A la vez, se deja claro que la mujer tiene
el valor de una sim-ple cosa, en cuanto se "toma" o se
"compra" por parte del varón, de manera que ésta no
es libre para decidir sobre su propia vida. Y así, cuando
se dice en Génesis con la mayor naturalidad del
mundo que los hombres "tomaron para sí" las mujeres que
más les gusta-ron, se está afirmando que las
raptaron o cogieron como si fueran simples objetos, sin
tener para nada en cuenta su opinión o su
voluntad.
6) En esta misma línea de
degradación de la mujer hay que señalar el hecho de
que la poligamia y la posesión de concubinas y de
esclavas aparece de un modo absolutamente natural en la sociedad
israelita, según se presenta en la Biblia,
donde la mayo-ría de sus personajes relevantes tuvieron
varias esposas, concu-binas y esclavas[13]De hecho
en Deuteronomio no se maldice ni critica a quien es
polígamo sino a aquel hijo que se acueste con alguna de
las mujeres de su padre, lo cual representa una manera bien clara
y explícita de afirmar los derechos del padre sobre
sus mujeres:
-"Nadie se acostará con una de las
mujeres de su padre"[14].
-"¡Maldito quien se acueste con una
de las mujeres de su padre, porque viola los derechos de su
padre!"[15].
De nuevo nos encontramos aquí, por
cierto, con una contra-dicción bíblica, pues, si en
aquellos tiempos la poligamia era una institución familiar
aceptada por el dios judeo-cristiano, en cuanto así lo
comunicó a quien reveló su palabra [?], es una
contradicción respecto a dicha inspiración divina
que en la actualidad la secta católica rechace la
poligamia, mientras que, si se acepta la relación
monogámica como forma exclusiva de unión entre
varón y mujer, en tal caso se estará censurando al
propio dios de Israel cuando consideró que la
poligamia era una relación perfectamente
válida.
Sin embargo, ese tipo de estructura
familiar en la que a la mujer no se le reconoce una
relación de igualdad con el varón sino que se
convierte en una simple esclava o una simple
posesión del varón, objeto de compra y de
venta, es otro ejemplo de contradic-ción respecto a la
inmutabilidad de las supuestas leyes divinas, pues en otros
momentos, como los actuales, la secta católica defiende la
monogamia y el respeto a la voluntad de la mujer a la hora de
unirse o no con otro varón sin que tal unión
dependa de otra cosa que de su decisión libre junto a la
de su posible cónyuge y no de un contrato de compra como
si se tratase de un objeto.
Son muchos los personajes relevantes
mencionados en la Biblia que tuvieron varias mujeres.
Así, acerca de Roboam, hijo de Salomón, dice la
Biblia:
"Sus mujeres fueron dieciocho y sesenta las
concubinas"[16].
Acerca de Gedeón se dice
igualmente:
"tuvo setenta hijos, porque fueron muchas
sus mujeres. También su concubina, que vivía en
Siquem, le dio un hijo al que llamó
Abimélec"[17].
Pero de todos ellos quien destacó de
manera extraordinaria sobre los demás fue el rey
Salomón, de quien se dice en la Biblia que tuvo
¡setecientas esposas y trescientas concubinas!:
"El rey Salomón se enamoró de
muchas mujeres extranjeras, además de la hija de
faraón; mujeres moabitas, amonitas, ado-mitas, sidonias, e
hititas, respecto a las cuales el Señor había
ordenado a los israelitas: "No os unáis con ellas en
matrimo-nio, porque inclinarán vuestro corazón
hacia sus dioses". Sin embargo, Salomón se enamoró
locamente de ellas, y tuvo setecientas esposas con rango real, y
trescientas concubinas. Ellas lo pervirtieron y cuando se hizo
viejo desviaron hacia otros dioses su corazón, que ya no
perteneció al Señor, como el de su padre David. Dio
culto a Astarté, diosa de los sido-nios, y a Moloc, el
ídolo de los amonitas […] Otro tanto hizo para los
dioses de todas sus mujeres extranjeras, que quema-ban en ellos
[= en los altares] perfumes y ofrecían sacrificios a sus
dioses"[18].
El autor del libro 1 Reyes no
critica en ningún caso que Sa-lomón tuviera tantas
mujeres y tantas concubinas. Lo que critica es que, como sus
mujeres eran extrajeras, es decir, no israelitas, podían
ejercer sobre él una influencia negativa que le alejase de
su dios y le llevase a adorar a los dioses de sus mujeres, que es
lo que sucedió especialmente en los últimos
años de su vida, y, por eso, se dice que
Salomón
"no fue tan fiel [a Dios] como su padre
David"[19],
pues,
"cuando se hizo viejo [estas esposas y
concubinas] desviaron hacia otros dioses su corazón, que
ya no perteneció al
Señor"[20].
Lo que es evidente es que este alejamiento
respecto a Yahvé para adorar a otros dioses le
habría costado la vida en el caso de que no hubiera sido
rey sino sólo un hombre cualquiera, pues la
adoración a otros dioses era un delito que se pagaba con
la vida, tal como consta en diversos pasajes bíblicos,
como en Deuteronomio, donde se dice:
"Si oyes decir que en alguna de las
ciudades que el Señor tu Dios te da para que habites en
ellas surgen hombres perver-sos, que intentan seducir a sus
conciudadanos para que den culto a otros dioses desconocidos para
vosotros, examinarás el caso, preguntarás y te
informarás bien. Si se confirma el rumor y se prueba que
tal abominación se ha cometido en medio de ti,
pasarás a espada a los habitantes de toda aquella ciudad,
y la consagrarás al exterminio con todo lo que haya en
ella, incluido su ganado, que también pasarás a
espada"[21].
Parece claro que el autor de 1
Reyes, de manera hipócrita o por puro interés,
no quiso o, mejor, no se atrevió a criticar dura-mente al
rey Salomón y se conformó con decir que "no fue tan
fiel a Dios como su padre David", a pesar de que, de acuerdo con
la norma de Deuteronomio, los sacerdotes debían
haberlo denunciado y haber exigido su condena a muerte aplicando
la supuesta ley de Yahvé. Pero, como en aquellos momentos
Salomón era quien detentaba el poder, los sacerdotes, con
la astucia que les ha carac-terizado en todo momento, no
atreviéndose a enfrentarse con él quitaron
importancia al hecho de que hubiese adorado, poco más o
menos, a setecientos dioses, mereciendo por ello las mismas penas
de muerte, de acuerdo con la ley correspondiente.
Por su parte, Abías
"tuvo catorce mujeres,
veintidós hijos y dieciséis
hijas"[22].
¡Y fue el mismo sacerdote
Yoyadá quien proporcionó dos esposas a Joás
igual que si le hubiera regalado dos borregos!:
"Joás agradó con su conducta
al Señor mientras vivió el sacerdote Yoyadá,
quien le proporcionó dos esposas de las que Joás
tuvo hijos e hijas"[23].
Esta última referencia tiene el
interés de poner nuevamente de manifiesto que la poligamia
no fue vista de manera negativa por sí misma, ya que en
este caso fue un sacerdote quien proporcionó dos esposas a
Joás y, al parecer, lo hizo para premiarle por su conducta
hacia Yahvé.
El inconveniente surge, como ya se ha
dicho, cuando esas mujeres son extranjeras, como en el caso de
las mujeres de Salo-món, porque pueden introducir sus
dioses y pervertir al israelita alejándolo de su dios, lo
cual equivale a decir que a los sacerdotes lo que les preocupa
especialmente es la competencia que las otras religiones y
los otros dioses pueden suponer para su propio
nego-cio.
En definitiva, a lo largo de sus diversos
libros lo que predo-mina en la Biblia de forma
clara y constante es esta valoración de la mujer como un
simple objeto para comprar, vender, usar y
tirar.
7) La mujer y el noveno y último
mandamiento.- De hecho y en relación con lo anterior
tiene especial interés aclarar que, a pesar de que el
clero católico siga hablando del "decálogo" o de
los diez mandamientos de Moisés,
cualquiera que sepa leer puede comprobar que en
la Biblia sólo aparecen ¡nueve
mandamientos!, siendo el noveno y último:
"No codiciarás la casa de tu
prójimo, ni su mujer, ni su siervo, ni su buey, ni su
asno, ni nada de lo que le
pertenezca"[24],
de manera que el mandamiento que
actualmente se enumera como el noveno y
penúltimo, "no desearás la mujer de tu
prójimo", en la Biblia aparece
sólo como una parte del noveno y último,
que los dirigentes cristianos dividieron en dos a fin de
enmascarar el hecho evidente de que a la mujer se la trata en la
Biblia y en ese mismo pasaje relacionado con las tablas
de Moisés, como una pertenencia o
cosa o como un animal –un buey, un
asno-. Y precisamente por este mismo motivo el noveno y
último mandamiento no hace refe-rencia a la mujer en
exclusiva sino refiriéndose a ella como un objeto
más del prójimo –igual que su casa o su
buey-, que ha sido comprada a su padre, sin contar para nada con
su consentimiento, y que podría ser codiciada por otro
hombre. Y, por el contrario, no se habla en ningún caso
del hombre como de un objeto que pueda ser codiciado ni
comprado por la mujer, pues el varón no es un
objeto que pueda ser codiciado ni la mujer podría
tener ningún derecho a servirse de un varón.
Recordemos a este respecto que mientras los varones son hijos
de Dios, las mujeres son hijas de los hombres y, al parecer,
tal estatus confiere a los varones el derecho de poder ser
dueños de mujeres, mientras que las mujeres deben
someterse a los varones como esposas, como concubinas o como
esclavas, al igual que pueden ser repudiadas por sus maridos por
la simple razón de que hayan dejado de
gustarles.
8) De acuerdo con esta
cosificación de la mujer, ésta no es
dueña de su propia vida sino que es objeto de compra y
de venta:
Jacob compró a
Raquel a su tío Labán a cambio de trabajar siete
años para él[25]aunque éste
le engañó y
"por la noche […] tomó a su
hija Lía y se la trajo a Jacob, y Jacob se unió a
ella"[26].
Pero, como a Jacob le gustaba Raquel, se la
volvió a pedir a su tío y éste le
dijo:
"-…Termina la semana de bodas con
ésta, y te daré tam-bién a la otra a cambio
de otros siete años de servicio.
Así lo hizo Jacob; terminó la
semana con la primera, y después Labán le dio por
mujer también a su hija Raquel […] Jacob se
unió también a Raquel y la amó más
que a Lía; y estuvo al servicio de su tío otros
siete años"[27].
Tiene interés observar cómo
en este pasaje se muestra:
a) la
propia cosificación de la mujer, cuya
voluntad no cuenta en absoluto a la hora de que su padre tome la
decisión de venderla a Jacob al margen de cuáles
sean los sentimientos de ella;
b) la ausencia de
contrato matrimonial, pues, como la mujer es una simple
posesión de su padre, el contrato no se hace con
ella sino entre su padre y su
futuro propietario, que es quien la compra a
cambio de dinero o de otro bien, como, en este caso, el tiempo de
trabajo –siete años- que Jacob acuerda con su
tío.
9) Un complemento de esta
infravaloración de la mujer fue el de la ley sobre el
repudio o "divorcio" por el que el marido
podía rechazar a su mujer siempre que encontrase un
defecto en ella o que simplemente dejase de agradarle,
mientras que la mujer en ningún caso podía repudiar
al marido. Se dice en este sentido en
Deuteronomio:
"Si un hombre se casa con una mujer, pero
luego encuentra en ella algo indecente y deja de agradarle, le
entregará por escrito un acta de divorcio y la
echará de casa. Si después de salir de su casa ella
se casa con otro, y también el segundo marido deja de
amarla, le entrega por escrito el acta de divor-cio y la echa de
casa…"[28].
10) La mujer puede ser tomada o raptada
con absoluta nor-malidad sin que su voluntad cuente para
nada.
En efecto, como ya se ha dicho, en muchas
ocasiones ni siquiera hay contrato matrimonial entre varón
y mujer, sino sólo un contrato de compra, o un simple
rapto, como sucede cuando los ancianos de la comunidad
proponen que los benjaminitas rapten mujeres, pues no
tenían y la tribu de Benjamín estaba a punto de
desaparecer: En un primer momento la comunidad israelita
envía tropas contra Yabés Galaad, cuyos habitantes
también eran judíos, pero no habían subido a
la asamblea del Señor. Y, como los isra-elitas
habían "jurado solemnemente que quien no subiese a
Mispá ante el Señor sería castigado con la
muerte"[29], pasaron a cuchillo a todos sus
habitantes menos a las muchachas vírgenes y se las die-ron
a los benjaminitas[30]A continuación los
mismos benjaminitas, aconsejados por el resto de Israel, raptaron
más mujeres en Silón para quienes no tenían
todavía:
"Entonces la asamblea [de Israel]
envió doce mil hombres de los más valientes, con
esta orden:
-Id y pasad a cuchillo a todos los
habitantes de Yabés Galaad, incluidas mujeres y
niños. Consagraréis al exter-minio a todos los
varones y a todas las mujeres casadas, pero dejaréis con
vida a las vírgenes.
Así lo hicieron. Entre los
habitantes de Galaad encontraron cuatrocientas vírgenes
que no habían tenido relaciones con ningún hombre y
las trajeron al campamento de Siló, en la tierra de
Canaán. Luego, la asamblea envió mensajeros a los
benjaminitas […] para ofrecerles la paz. Los benjaminitas
volvieron, y ellos les dieron las mujeres supervivientes de
Yabés Galaad, pero no había bastantes para
todos.
[…] Los ancianos de la comunidad se
preguntaban:
-Las mujeres de la tribu de Benjamín
han sido extermina-das. ¿Qué haremos para procurar
mujeres a los que aún no las tienen? […]
Entonces decidieron esto:
-Está cerca la fiesta del
Señor que se celebra todos los años en Siló
[…].
Y dieron este recado a los de
Benjamín:
-Id y escondeos entre las viñas. Os
quedáis observando, y cuando veáis que las
jóvenes de Siló salen a bailar, salís de las
viñas, os lleváis cada uno una muchacha de
Siló y os volvéis a vuestra tierra
[…].
Los de Benjamín lo hicieron
así y tomaron de entre las que bailaban aquellas que
necesitaban; después volvieron cada uno a su heredad,
reconstruyeron las ciudades y se estable-cieron en
ellas"[31].
11) Es preferible la violación
de las propias hijas antes que la ofensa a un
invitado:
Otro ejemplo más de este desprecio
tan absoluto a la mujer en la Biblia es el hecho de que,
ante la opción de consentir o no la ofensa a un invitado,
se opte por ofrecer a las propias hijas para ser violadas.
Así sucede en Génesis, 19:6-8, donde
Lot, para proteger a unos extranjeros que tenía alojados
en su casa, dice a quienes querían violarlos:
"-Hermanos míos, os suplico que no
cometáis tal maldad. Tengo dos hijas que no se han
acostado con ningún hombre; os las voy a sacar fuera y
haced con ellas lo que queráis, pero no hagáis nada
a estos hombres que se han cobijado bajo mi
techo"[32].
Algo muy similar se narra
en Jueces, donde, al igual que en el caso anterior,
la violación de mujeres no tiene la menor importan-cia en
relación con la ofensa a un invitado. En este sentido se
dice en defensa de un invitado:
"-No, hermanos míos, no
hagáis, semejante crimen, por favor. Es mi huésped
y os pido que no hagáis tal infamia. Aquí
está mi hija, que es virgen; os la sacaré para que
abuséis de ella y hagáis con ella lo que os plazca;
pero no cometáis con este hombre semejante
infamia"[33].
12) En las referencias
genealógicas sólo cuenta la línea paterna y
para nada la materna, hasta el punto de que, como ya se ha
dicho en otro momento, para demostrar la filiación divina
de Jesús el evangelio atribuido a Lucas se remonta por la
línea genea-lógica de José hasta
llegar a Adán, incurriendo en la contradicción de
afirmar la paternidad de José respecto a
Jesús cuando le interesa demostrar que Jesús
era Hijo de Dios, pero negando tal paternidad cuando le
interesa afirmar que María era "virgen" y que
concibió por obra del "Espíritu Santo" y no por sus
relaciones sexuales con José. Tal contradicción
bíblica hubiera podido ser evitada si los evangelistas
correspondientes hubiesen dicho que María quedó
embarazada por obra del Espíritu Santo y porque,
además, María era hija de Dios, tomando como base
para este último argumento la línea
genealógica materna de Jesús, que se habría
remontado hasta Adán igual que la de José, pero con
la ventaja de que, si José era un padre dudoso para
quienes escri-bieron estos pasajes, María sí era
madre indudable de Jesús.
Esta baja consideración de la mujer,
referida a María en este caso, se muestra además en
cuanto se considera a Jesús como "hombre" por ser hijo
de María y sólo como "Hijo de Dios",
según el evangelio atribuido a Lucas, que afirma tal
doctrina, a partir de la enumeración de la
genealogía paterna de Jesús, por ser
hijo de José, cuya ascendencia se remontaría
hasta Adán, el cual es considerado "hijo de Dios" por
haber sido creado por él[34]-a pesar de
haber escrito antes que el auténtico padre de Jesús
no fue José sino el "Espíritu
Santo"[35].
13) El papel secundario de la mujer en el
Antiguo Testamento se muestra igualmente desde la
perspectiva de su tasación econó-mica, tal
como aparece en Levítico, donde en
relación con los sacrificios religiosos se valora al
hombre –entre veinte y sesenta años- en quinientos
gramos de plata, mientras que a la mujer se la valora en
trescientos:
"El Señor dijo a
Moisés:
-Di a los israelitas: Cuando alguien haga
al Señor una promesa ofreciendo una persona, la
estimación de su valor será la siguiente: el hombre
entre veinte y sesenta años, quinientos gramos de plata
[…]; la mujer, trescientos; el joven entre cinco y veinte
años, si es muchacho, doscientos gramos, y si es muchacha,
cien; entre un mes y cinco años, si es niño,
cincuenta gramos, y treinta gramos de plata si es niña; de
sesenta años para arriba, el hombre, ciento cincuenta
gramos y la mujer cincuenta"[36].
O sea, que eso de que ante el dios
judeo-cristiano todos sea-mos iguales evidentemente sería
una apreciación incorrecta, por lo menos por lo que se
refiere a este dios, para quien, tratándose de hombre y
mujer de edades similares, la mujer siempre vale menos que el
varón, según estos escritos, supuestamente
inspirados por el "Espíritu Santo", al margen de lo
denigrante que resulta una tasa-ción económica de
seres humanos.
14) La continuación de este punto de
vista tan degradante res-pecto a la mujer aparece nuevamente y de
manera muy acusada en Pablo de Tarso, al
afirmar:
"la cabeza de la mujer es el
varón"[37],
lo cual implica evidentemente la doctrina
de que, en sí misma considerada, la mujer es un cuerpo
sin cabeza. Y, justificando el uso del velo que oculta la
cabeza de la mujer, afirma igualmente:
"toda mujer que ora o habla en nombre de
Dios con la cabeza descubierta, deshonra al marido, que es su
cabeza"[38].
Defiende a continuación las ideas de
la subordinación y sujeción de la mujer respecto al
varón y del uso del velo como símbolo de tal
sujeción afirmando:
"el varón no debe cubrirse la
cabeza, porque es imagen y reflejo de la gloria de Dios. Pero la
mujer es gloria del varón, pues no procede el varón
de la mujer, sino la mujer del varón, ni fue creado el
varón por causa de la mujer, sino la mujer por causa del
varón. Por eso […] debe llevar la mujer sobre
su cabeza una señal de
sujeción"[39].
Esta misma idea tan discriminativa respecto
a la mujer vuelve a aparecer no sólo en relación
con el uso del velo sino también con la norma por la cual
la mujer debe someterse al marido, hasta el punto de que
se le prohíbe incluso que hable en público, de
manera que, si desea saber algo, debe preguntarlo al marido, pero
no durante la asamblea:
-"La mujer aprenda en silencio con plena
sumisión. No consiento que la mujer enseñe ni
domine al marido, sino que ha de estar en silencio. Pues primero
fue formado Adán, y después Eva. Y no fue
Adán el que se dejó engañar, sino la mujer
que, seducida, incurrió en la
transgresión"[40].
-"…que las mujeres guarden silencio
en las reuniones; no les está, pues, permitido hablar,
sino que deben mostrarse recata-das, como manda la ley. Y si
quieren aprender algo, que pre-gunten en casa a sus maridos, pues
no es decoroso que la mujer hable en la
asamblea"[41].
Pablo de Tarso, que era especialmente
astuto, comprendió que para que el cristianismo pudiera
salir adelante y triunfar como reli-gión, tanto entre los
israelitas como en el Imperio Romano, debía procurar
mantener una línea de pensamiento afín a la cultura
en medio de la cual competía para ocupar un espacio, y,
dado que el machismo era un aspecto dominante en la cultura de
aquellos tiempos –al margen de que el propio Pablo de Tarso
fuera igual-mente machista o no- parece que muy posiblemente
defendió esta absoluta subordinación de la mujer al
varón por esos motivos tác-ticos mencionados. Ahora
bien, en cuanto las cartas de Pablo de Tarso forman parte de la
Biblia cristiana, en esa medida quien crea que la
Biblia representa la palabra del dios cristiano
deberá consi-derar igualmente que la mujer debe estar
sometida al marido, mientras que quien considere que la mujer
tiene iguales derechos que el marido, si quiere ser coherente, no
podrá aceptar que la Biblia católica
represente la palabra de dicho dios.
La jerarquía católica
intentó posteriormente suavizar esta doctrina acerca de la
mujer enalteciendo la figura de María, enseñanza
que, desde luego, no deriva de los evangelios. Pero, a pesar de
todo, la doctrina de los dirigentes de la secta católica
continuó siendo machista y consistió siempre, de
manera más o menos explícita, en considerar a la
mujer inferior al varón y creada para vivir
sometida a él.
La norma del uso del velo ha llegado hasta
la actualidad, a pesar de que no lo haya hecho hasta el extremo
al que ha llegado en el mundo islámico el uso del "burka"
–con pocos centímetros de diferencia respecto al
tamaño de los uniformes de algunas comunidades de monjas
católicas- que cubre la práctica totalidad del
cuerpo y del rostro femenino. Pero lo esencial de este asunto es
que su fundamento último es el mismo: la
consideración de la mujer como propiedad del
marido.
15) Otra forma de ignorar o postergar a la
mujer puede verse en cierto modo en la actitud de
Jesús al haber elegido a doce apóstoles, sin que
ninguno de ellos fuera mujer, tanto por lo que tal
decisión pudo representar por sí misma como por el
hecho de que, aunque se trate de un argumento muy pobre, ha sido
el más utilizado por los obispos de la secta
católica para negar a la mujer su acceso al sacerdocio y a
los demás puestos importantes dentro del organigrama de
cargos de su institución, diciendo que, si Jesús
hubiera querido que las mujeres accedieran a tales cargos,
habría elegido a alguna de ellas como apóstol. Se
trata de un argumento absurdo, pero es el que utilizó,
entre otros, el arzobispo de Málaga en una
entrevista en la CNN+ (27/03/02) para rechazar que la mujer
pudiera acceder al sacerdocio.
A la crítica de que aquellos tiempos
no eran los más ade-cuados para la elección de una
mujer como apóstol se podría replicar que, si
Jesús era "Hijo de Dios", por lo mismo que defendió
una nueva forma de moral igualmente hubiera podido predicar la
igualdad entre los seres humanos. Además, siendo
coherentes con un argumento tan contundente [?], resulta
"es-candaloso" que la jerarquía católica haya
consentido que a lo largo de los tiempos quienes no eran
judíos ni de raza blanca hayan podido ser ordenados
sacerdotes, pues todos los apóstoles eran
judíos y de raza blanca. Igualmente, con un argumento
similar, se podría haber impugnado el nombramiento del
actual jefe de la secta católica y de la mayoría de
los anteriores, argumentando que, en el supuesto de que
Jesús hubiese nombrado un jefe para su iglesia,
nombró a un judío y no a un italiano, ni a un
polaco, ni a un alemán, ni a un argentino, por lo que el
actual papa, que es argentino y no judío, debería
ser removido del cargo que ocupa en contra de la voluntad de
Jesús, que, supuestamente, eligió a un
judío, Pedro, como jefe de su iglesia.
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