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La ciencia como teoría de divulgación contemporánea



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. El contexto
    actual
  3. La función
    de la divulgación de la ciencia en el contexto
    actual
  4. La estructura de la
    divulgación social de la ciencia
  5. Conclusión
  6. Bibliografía

Introducción

La comunicación de la tecnociencia es un
fenómeno múltiple. Incluye la comunicación
de contenidos, pero también de procedimientos, problemas,
valores… Incluye la comunicación dentro de la propia
comunidad de expertos, y también la comunicación
entre ésta y el resto de la sociedad o sectores especiales
de la misma. Incluye la comunicación a través del
sistema educativo, de los llamados medios de comunicación,
y de otros medios como los museos, el cine (medios, por cierto,
todos ellos en proceso de confluencia). Convengamos en llamar
divulgación científica a la
comunicación social de la tecnociencia a través de
los medios de comunicación (prensa, radio,
televisión…, y sus correspondientes versiones
"e").

Durante mucho tiempo se ha entendido la
divulgación de la ciencia bajo el llamado "modelo de
déficit"[1]. Según éste, el
público padece una carencia de conocimientos
científicos por causa de la especialización de la
ciencia y de la rapidez de su avance, de modo que el divulgador
debe suplir ese déficit. Aquí se darán
algunos pasos hacia la propuesta de un nuevo marco teórico
para la divulgación de la ciencia. Tal como aquí se
concibe, una teoría de este tipo es parte de la
filosofía de la ciencia. Se trata de un estudio dentro de
lo que Javier Echeverría ha llamado "contexto de
educación" (que incluye la difusión de la ciencia).
Esta teoría debe estar cerca de la situación real
de la divulgación científica, pero no será
meramente descriptiva o sociológica, sino que
presentará aspectos normativos o críticos, como
corresponde a la perspectiva filosófica.

En primer lugar, expondremos el contexto en el
que ésta se produce actualmente: en sociedades
democráticas y abiertas (o que aspiran a serlo),
impregnadas de tecnociencia y condicionadas por el tráfico
de información (sociedad de la información).
Además, en el contexto actual se reconoce que la ciencia
es acción humana que no puede aspirar a la certeza
absoluta. Todo esto condiciona la forma en que debe entenderse la
divulgación de la ciencia. En segundo lugar, examinaremos
las funciones que se pueden esperar del sistema de
divulgación de la ciencia en las condiciones actuales:
éste es hoy un sistema social con cierta autonomía,
pero en constante interacción, sobre todo con los sistemas
tecnocientífico y político. En tercer y
último lugar, estudiaremos la estructura que debe
adoptar el sistema de divulgación de la ciencia para
cumplir de forma adecuada las funciones que hoy le son propias:
nos referiremos a los distintos elementos del sistema, al emisor
de la información y a la selección de las fuentes,
a los canales de la información científica y a las
peculiaridades de los mensajes que conducen, así como a
sus contenidos, a los receptores y a los efectos causados en los
mismos. La conclusión principal que proponemos es que la
divulgación de la ciencia es parte imprescindible de una
sociedad como la nuestra, que está impregnada de
tecnociencia, en la que la información es clave y que
aspira al perfeccionamiento de la democracia. Una buena
divulgación científica, dado el actual contexto, es
una exigencia racional.

El contexto
actual

Queremos elaborar una teoría de la
divulgación de la ciencia que nos sirva de
orientación en la práctica, y que nos permita
mejorar su difusión, pero que no sea excesivamente
idealista, que no esté tan separada de la práctica
real de la divulgación que acabe por resultar
inútil. En consecuencia, tenemos que partir de las
circunstancias que actualmente condicionan (y posibilitan) la
divulgación de la ciencia.

En poco tiempo, desde la Segunda Guerra Mundial, han
cambiado muchas cosas en ciencia y tecnología, en la
reflexión filosófica sobre la ciencia y la
tecnología y en nuestra sociedad. La ciencia se ha
convertido claramente en un hecho social, ha estrechado sus
vínculos con la tecnología y también con el
sistema político. Por otra parte, la filosofía de
la ciencia ha descubierto los aspectos pragmáticos de la
misma (la ciencia es acción humana y social, no
sólo resultados) y ha descubierto también que el
conocimiento científico y su aplicación
tecnológica tienen que convivir con la inevitable
incertidumbre. Por último, la caída de los
fascismos primero y del comunismo después ha traído
consigo cambios sociales a favor de los sistemas
democráticos. Los viejos marcos nacionales se han ido
desdibujando y cediendo terreno a sociedades más abiertas,
en las que se encuentran numerosas tradiciones. La tecnociencia
es una de estas tradiciones. Pero, la simbiosis entre
tecnociencia y poder político es cada vez más
estrecha. Es precisamente en estas circunstancias en las que se
desarrolla hoy la divulgación de la ciencia.

Como puede comprenderse fácilmente, ésta
no se puede limitar ya a acarrear los resultados de la ciencia y
los logros de la técnica desde el lugar donde se producen
hasta las mentes necesitadas del vulgo. Hoy la
comunicación científica es una pieza clave e
imprescindible para el correcto funcionamiento de nuestra
sociedad y tiene efectos en todas las direcciones, no sólo
sobre el público, sino también sobre la ciencia, la
tecnología y el sistema político (incluido el
militar). El sistema de divulgación de la ciencia se ha
convertido en un nodo de interacción entre ciencia,
tecnología, sistema político y público,
entendido éste en sus diversas facetas de ciudadano,
consumidor, votante, contribuyente, afectado. Además,
dicho sistema debe incluir entre sus contenidos no sólo
los resultados y logros, sino también información
sobre los procesos científicos y tecnológicos, los
métodos, la incertidumbre e incluso los errores de la
ciencia y la técnica, sobre la naturaleza y el valor de
éstas y sus efectos sobre la sociedad y la naturaleza,
sobre el impacto de sus investigaciones, aplicaciones y riesgos,
sobre políticas de I+D, etc.

1.1. LA CIENCIA ES UN HECHO
SOCIAL

Que la ciencia se ha convertido, al menos desde la
Segunda Guerra Mundial en un complejo hecho social no requiere
mayores demostraciones y puede ser tenido por algo obvio. Eso no
quiere decir que haya desaparecido la investigación
científica individual o en pequeños grupos y con
escasos recursos (este tipo de ciencia también requiere
atención por parte de los medios), pero este modo
tradicional de investigación se ha visto rebasado hoy por
la llamada "Gran Ciencia" (Big Science). Nos limitaremos
a ilustrar la idea con un par de datos históricos
aislados, pero significativos.

Isaac Newton ingresó como estudiante en el
Trinity College de Cambridge en el mes de Julio de 1661.
Allí permaneció hasta el verano del año
1665. En este momento Inglaterra se vio azotada por una epidemia
de peste, y los estudiantes de Cambridge se vieron obligados a
dejar la ciudad y refugiarse en el campo, donde las
probabilidades de contagio eran menores. En la soledad de su
obligado retiro de Woolsthorpe, entre 1665 y 1666, Newton
descubrió el método de fluxiones, elaboró la
teoría de los colores y concibió la idea de la
gravitación universal. Según señala su
biógrafo, Richard Westfall (1996:49-50), la famosa
historia de la manzana parece estar vinculada también a su
estancia en esta localidad. Todos estos logros, anota el propio
Newton, "corresponden al periodo 1665-1666, los años de la
epidemia. Porque en aquel tiempo, me encontraba en la plenitud de
mi ingenio, y las matemáticas y la filosofía me
ocupaban más de lo que lo harían nunca
después". Todo esto se produce en la soledad, en el
aislamiento, lejos de los laboratorios, las bibliotecas y las
estructuras académicas, de congresos y reuniones y en un
momento en que incluso la asignación económica de
su College estaba en el aire. Por entonces un científico,
uno de los más importantes que ha dado la humanidad,
aún podía trabajar así.

Utilicemos como contraste el paisaje del Proyecto
Manhattan, que sirvió para desarrollar y fabricar la
primera bomba atómica. Para empezar conocemos el nombre
del proyecto, una entidad social, más que el de los
científicos que intervinieron en él, que fueron
muchos, de diversas nacionalidades y de distintas especialidades,
instalados algunos en centros universitarios y otros en centros
industriales, y conectados todos con el poder político y
militar de los Estados Unidos. El "éxito" del proyecto no
se hubiera producido de no ser por el impulso político y
financiero que recibió de Churchill, Roosevelt y Truman,
por la colaboración de muchos de los mejores
científicos del momento: físicos, químicos,
informáticos…, por las aportaciones de la industria
química de los Estados Unidos y por la coordinación
de todo ello dentro de complejas estructuras militares. Con el
Proyecto Manhattan nace lo que se conoce como la "Gran Ciencia",
un hecho social de enormes dimensiones con ramificaciones de todo
género. Para hacernos una idea de su envergadura, basta
con recordar que en él se gastaron 2.191 millones de
dólares, que su resultado último sirvió para
generar una terrible masacre, que todos los equilibrios de la
Guerra Fría (la política mundial de cuatro
décadas) dependieron de la investigación y el
desarrollo nuclear, y que, en fin, el estallido de la bomba
atómica abrió un debate ético sobre la
función de la técnica en el que todavía nos
encontramos[2]En nuestros días ocupa un
lugar similar el "Proyecto Genoma Humano", pero se han dado
algunos cambios significativos. El PGH nace ya rodeado de un
aparato de relaciones públicas importante, cuenta con la
función de los divulgadores y parte de sus actuaciones se
orientan hacia ellos. Desde el propio PGH se ha intentado
incentivar el debate social, y las repercusiones éticas
forman parte de modo explícito de las preocupaciones de
algunos de los científicos involucrados en el proyecto. El
caso más señalado quizá sea el del
español Santiago Grisolía. ¿Cómo
hacer divulgación científica hoy sin atender al
modo en que se hace y financia la ciencia y a sus repercusiones
sobre la vida humana, la sociedad y la naturaleza?

1.2. LA CIENCIA ES ACCIÓN, NO SÓLO
RESULTADOS

Las transformaciones de la ciencia inciden sobre el modo
de divulgación de la misma, pero la divulgación
también debe tomar en cuenta las aportaciones de la
filosofía de la ciencia y, de un modo muy especial, las de
algunos de los autores más sobresalientes de esta
disciplina: Karl Popper y Thomas Kuhn. Kuhn ha insistido en los
aspectos sociales de la ciencia, así como en el hecho de
que ésta es acción, no sólo resultados, es
actividad tanto y más que lenguaje[3]La
ciencia, y las noticias científicas, no están
sólo en las publicaciones, en los textos o revistas, sino
también en la actividad de los laboratorios, de las aulas,
de los despachos (despachos de científicos, de
políticos, de militares…), en la investigación de
campo y en todos los lugares donde se dejen sentir los efectos de
la aplicación tecnológica. En este sentido son muy
reveladores los relatos de sociólogos de la ciencia
postkuhnianos como Bruno Latour[4]En todos estos
lugares (y seguramente en otros) se producen hechos noticiosos
dignos de ser comunicados, hechos noticiosos que consisten
más en acciones que en enunciados. La ciencia no es
sólo lenguaje. Lo que en el periodismo político,
económico o deportivo se considera un defecto, el hacer
periodismo únicamente a partir de declaraciones (en el
periodismo deportivo ésta es ya una enfermedad alarmante,
vemos poco deporte y muchas declaraciones), también es un
defecto en el periodismo científico, aunque en este caso
las declaraciones se formulen más en sesudas revistas que
en ruedas de prensa.

1.3. LAS DECISIONES TECNOCIENTÍFICAS NO SE
BASAN EN UN CÁLCULO INFALIBLE

Desde los escritos de Karl
Popper[5]sabemos que la ciencia y la
tecnología conviven necesariamente con la incertidumbre.
La certeza absoluta no está al alcance de la ciencia, de
modo que la información siempre debería ir
cualificada en cuanto a su seguridad. La gama de las actitudes
ante una idea científica o tecnológica es
amplísima, como ha mostrado Larry
Laudan[6]y el periodista debería ser
sensible a este hecho. Algunas ideas están sometidas a
intensa controversia, otras son meras conjeturas, otras son
extrapolaciones, otras son hipótesis bien establecidas y
sometidas a pruebas empíricas, aunque nunca lleguen a
gozar de absoluta certeza, etc. En tecnología hay pruebas
y tentativas; mientras que de ciertos procedimientos o aparatos
se sabe que son fiables o eficaces, de algunos se conocen sus
posibles efectos sociales y ambientales, de otros no tanto, y
siempre existe un margen de incertidumbre que hay que
señalar cuando se comunican en público.

La información sobre ciencia y tecnología
debe prestar especial atención a la cualificación
de la noticia en cuanto a su grado de incertidumbre, de lo
contrario se recibe la impresión falsa de una ciencia de
certezas, y la información transmitida se vuelve
inútil, cuando no motivo de escándalo y
desconfianza, pues puede llegar el día (y con frecuencia
llegan días así) en que las opiniones que se
presentaron como ciertas deben ser matizadas o cambiadas. La
cualificación en cuanto a la incertidumbre ayuda
también a la correcta distribución de
responsabilidades. El público de la divulgación
científica ha de saber que como consumidores,
contribuyentes o votantes, siempre tienen que asumir alguna
responsabilidad, pues la ciencia no nos aporta certezas
absolutas. También el periodista tiene sus
responsabilidades: en periodismo científico no debe quedar
en suspenso la deontología de la profesión. Por
ejemplo, no desaparece la necesidad de contrastar las fuentes, ya
que por más que las fuentes científicas suelan
considerarse "autorizadas", aún así, no son ajenas
a intereses y simples errores. No es que el periodista pretenda
saber más que el científico, sino que, como en
cualquier otro género periodístico, no tiene por
qué conformarse con una sola versión, y mucho menos
si el asunto parece controvertido.

1.4. LA SIMBIOSIS ENTRE TECNOCIENCIA Y
POLÍTICA

Como ha señalado Miguel Ángel Quintanilla,
los cambios científicos y tecnológicos se producen
hoy a un ritmo extraordinariamente rápido, tienen una gran
amplitud y profundidad, dependen de la estrecha conexión
existente entre ciencia y tecnología, y son uno de los
factores más importantes del crecimiento económico
y del cambio social. Pero los cambios en ciencia y
tecnología no están determinados, dependen de la
voluntad de las personas (en el mejor de los casos de la voluntad
democrática, aunque esto, por supuesto, no está
garantizado). En consecuencia, parece sensato y necesario el
establecimiento de políticas
científicas.

De hecho, tras la Segunda Guerra Mundial muchos
organismos (UNESCO, OCDE, OEA…) y gobiernos comenzaron a
adoptar políticas científicas. En principio se
trataba de políticas para impulsar y promover el
desarrollo científico y tecnológico, que se
adoptaban en el convencimiento de que dicho desarrollo
produciría, a su vez, un progreso económico e
industrial. Indudablemente, tanto el desarrollo
tecnocientífico como el industrial y económico se
hallan entrelazados en nuestros días, y producen intensos
cambios sociales y naturales. Además, tanto la
investigación científica como la innovación
tecnológica están en estrecha dependencia de las
decisiones políticas y de las prácticas sociales:
la expansión de Internet, por ejemplo, está
recibiendo un apoyo político inusitado, y la
introducción de ordenadores, que sin un cambio cultural y
de costumbres no serviría para aumentar la productividad,
contribuye a ella merced a los cambios sociales y laborales
recientemente introducidos. No existe, en fin, algo así
como un destino fatal, necesario, para la
tecnociencia.

Las políticas de promoción de la ciencia y
de la técnica fueron pronto completadas con
políticas de orientación del desarrollo
tecnocientífico (por ejemplo, a través del
establecimiento de áreas prioritarias en las convocatorias
de proyectos de investigación), y posteriormente
enriquecidas y mejoradas con las políticas de control
y previsión
de los efectos de dicho desarrollo,
efectos de diversa índole de los que no quedaban excluidos
aquéllos considerados perjudiciales. Por último,
hay ya países en la actualidad que diseñan
políticas científicas integrales de
promoción, orientación, evaluación y control
de riesgos e impactos de naturaleza social o
ambiental.

Por tanto tiene sentido preguntarnos qué sociedad
y qué naturaleza queremos, y, en consecuencia, qué
ciencia y que técnica deseamos. Es evidente la importancia
de la comunicación de la ciencia, tanto para informar al
ciudadano cuanto para llevar su opinión a los lugares del
poder (político, económico, militar…).

En este momento -afirma Quintanilla (1991:68)- el
desarrollo del sistema científico y técnico depende
tanto del científico que está investigando en el
laboratorio como del ciudadano de a pie que está votando
los presupuestos para que pueda seguir investigando en el
laboratorio.

Quizá la afirmación es excesivamente
optimista, pero para que de hecho se cumpla este ideal
democrático es imprescindible la función del
sistema de divulgación de la ciencia.

1.5. LA DIVULGACIÓN DE LA CIENCIA EN UNA
SOCIEDAD PLURAL

Como es bien sabido una de las características de
nuestra sociedad es su pluralismo (por lo menos en el imaginario
colectivo). Este rasgo condiciona la divulgación de la
ciencia y abre un debate que no queremos obviar. En las actuales
sociedades conviven las más diversas tradiciones: la
astrofísica se codea en los medios con la
astrología, la psiquiatría con la
parapsicología, la medicina con el curanderismo, la
meteorología con la ufología, etc. Además
existen concepciones del mundo y de la vida humana muy dispares,
y algunas chocan con puntos de vista o prácticas
tecnocientíficas. Encontramos, no obstante, que el sistema
político está firmemente unido a la ciencia que
algunos llaman "oficial", pese a que filósofos como Paul
Feyerabend querrían un poder político más
"laico" respecto a ella y más respetuoso con otras
tradiciones[7]En la misma dirección
relativista han apuntado algunos sociólogos de la ciencia
y algunos pensadores de los denominados posmodernos. El
affaire conocido como "la broma de Sokal" ha despertado
un intenso debate sobre la respetabilidad de las interpretaciones
y usos más bien libres que algunos posmodernos hacen del
lenguaje científico[8]En líneas
generales los relativistas creen que no hay nada especial en la
ciencia que ellos llaman "occidental", que es una
tradición más, y que una sociedad
democrática debería tratar con igualdad a las
diversas tradiciones respetables -por ser respetuosas- que se
hallan en su seno. Contra esta opinión se ha argumentado
que la ciencia tiene, en efecto, algo de especial, a saber, que
es, por así decirlo, el mejor ejemplo de racionalidad que
conocemos y cuya aplicación se ha visto coronada por
innegables logros prácticos. Eso por supuesto es
discutible. Es más, podríamos preguntarnos
¿qué racionalidad?, ¿la de una determinada
tradición?, ¿logros prácticos según
los criterios de quién?, con lo que el debate comienza de
nuevo. Y aun aceptando que la ciencia es más racional y
exitosa que otros modos cualesquiera de enfrentarse a la
realidad, nuevas preguntas avivarían la controversia:
¿por qué debería un sistema político
democrático promover la racionalidad por encima de
cualquier otra orientación vital o intelectual que
pudieran albergar sus ciudadanos? Y en lo que aquí
directamente nos afecta: ¿La información
científica debe ser tratada en los medios como algo
especial, o como una opinión más acerca de ciertas
partes de la realidad? ¿Hasta qué punto el
periodista debe comprometerse con las opiniones expresadas por
los científicos más que con las opiniones, por
ejemplo, de los ufólogos? ¿La opinión del
experto científico da por zanjada cualquier
polémica con implicaciones políticas?

Según nuestro punto de vista, las opiniones que
los científicos esgrimen sobre sus campos de
especialización, deben ser consideradas tanto por la
prensa como por los políticos de un modo especial. Por
tanto, no pueden ser igualadas con las opiniones
pseudo-científicas. Sin embargo, siempre hay que mantener
alerta el espíritu crítico, pedir explicaciones
acerca de lo que no nos parece claro, contrastar las fuentes y no
aceptar sin más argumentos de autoridad. Por otra parte
cabe añadir que la razón del trato diferenciado no
reside en ningún privilegio especial de la ciencia, ni
depende de la existencia de un supuesto "método
científico", sino que se basa en el reconocimiento de que
la ciencia es la mejor forma de desarrollo y expresión del
sentido común crítico cuando se trata de sus
objetos propios de estudio.

La función
de la divulgación de la ciencia en el contexto
actual

2.1. LA DIVULGACIÓN DE LA CIENCIA PENSADA COMO
UN SISTEMA ADAPTATIVO ABIERTO Y SOCIAL

El tránsito de la Edad Media a la Modernidad
consistió, entre otras cosas, en la ruptura de un orden
jerárquico en lo político e intelectual. Diversos
ámbitos fueron reclamando su autonomía. En el plano
intelectual, primero fue la filosofía, para la que
Tomás de Aquino reclama un estatuto autónomo
respecto de la teología, después siguieron la
ciencia política con la obra de Maquiavelo, las ciencias
naturales de la mano de Galileo, e incluso las bellas artes
fueron reclamando su margen de autonomía. Todos estos
ámbitos de la vida humana desarrollaron criterios de
juicio y normas de acción propios. Algo paralelo
sucedió en el terreno político, con el surgimiento
de los nuevos estados nacionales y con la división de
poderes. En todas partes asistimos al nacimiento de entidades
que, en la estela de la Modernidad, reclaman con toda justicia la
aceptación de su autonomía. En cierto modo
ésta es la historia de los tiempos modernos.

La prensa también se ha apuntado durante los
tiempos modernos a esa justa reclamación de
autonomía (precedentes hay ya desde el nacimiento de la
imprenta), y todavía en muchos sentidos debe seguir
pugnando por ella, ya que a medida que ha ido cobrando audiencia
y poder, ha recibido ataques más duros desde esferas
externas (políticas, económicas, militares…). Sin
embargo, en éste como en otros terrenos, lo realmente
difícil es construir un equilibrado término medio.
La autonomía se ha exagerado a veces hasta convertirse en
plena autarquía. En el caso que nos atañe
más de cerca, el de la ciencia y la técnica, la
plena autarquía, el rechazo de toda influencia o control
externo, puede degenerar en una amenaza sobre otros
ámbitos de la vida humana y natural. La tecnología
entregada única y exclusivamente a criterios de eficacia
técnica puede constituir un peligro, y la ciencia
desligada de todo control externo otro tanto. No sólo eso,
sino que corremos el peligro de volver a un orden
jerárquico en cuya cúspide se alzarían esta
vez la ciencia y técnica.

Hoy estamos tratando de equilibrar las dos tendencias en
conflicto: la inclinación hacia el rígido orden
jerárquico, y la extrema autarquía y
desconexión entre distintos ámbitos de la vida
humana. Estamos tratando de encontrar un término medio y
mejor, una forma de relación entre los distintos
ámbitos de la vida humana, valores, intereses y criterios,
que no se ejerza con violencia sobre ninguno de ellos, ni los
someta a una rígida jerarquía dominada según
el caso por la ciencia, la técnica, la economía,
los medios o cualquier otro ámbito, pero que tampoco
recaiga en el aislamiento, la desconexión absoluta y la
esquizofrenia tan típica del hombre moderno. Éste
es, sin duda, uno de los principales retos de la postmodernidad,
si no la tarea misma de nuestro tiempo.

La perspectiva sistémica ofrece un marco
prometedor dentro del cual pensar las relaciones entre los
distintos ámbitos de la vida. Un autor que ha desarrollado
esta perspectiva y la ha aplicado al caso de las relaciones entre
ciencia y ética es Evandro Agazzi[9]En lo
sucesivo trataremos de aplicarla a las relaciones entre lo que
desde ahora llamaremos "el sistema de divulgación de la
ciencia" y otros sistemas próximos, el científico,
el tecnológico, el político, el económico y
otros más lejanos pero no inconexos.

Para empezar, nos acercaremos a la noción de
sistema abierto y adaptativo a través de algunos ejemplos.
Cada organismo es un sistema abierto y adaptativo que constituye
una unidad relativamente separada del entorno por límites
(membranas, epitelios, cierres químicos
inmunológicos…), pero también conectada con
él por vías de materia, energía e
información (poros, nutrición, sentidos…).
Gracias a este equilibrio entre autonomía y
relación, el organismo se mantiene vivo y en
funcionamiento, y desaparece cuando estos equilibrios se rompen,
ya sea debido al aislamiento extremo (deja de comer o de ver…)
a la pérdida de la autonomía (depresión
inmunológica…) o a la pérdida de su propia
naturaleza sistémica, es decir, porque sus partes dejan de
colaborar con el todo (cáncer…). El organismo como
sistema es adaptativo, ya que puede, siempre dentro de ciertos
límites, reaccionar ante cambios del entorno y adaptarse a
ellos o producir cambios adaptativos en el entorno. Incluso los
seres vivos pueden anticipar cambios y pre-pararse
(pre-adaptarse) para ellos. Una casa con paredes que aseguran el
cierre y ventanas que la comunican con el exterior,
también puede ser pensada como sistema abierto. Una ciudad
también. Un ecosistema es un típico ejemplo de
sistema.

Estos ejemplos nos parece que ilustran suficientemente
la noción de sistema, y en particular la de sistema
abierto y adaptativo, por lo que no profundizaremos en la
Teoría General de Sistemas, cuyo tratamiento nos
obligaría a detenernos demasiado. Es evidente que cada
sistema organiza sus partes de modo que pueda cumplir los fines y
funciones que le son propios. Esta organización y estos
fines constituyen el sistema, lo hacen existir. Pero
además, el sistema necesita cierto grado de
autonomía, de separación respecto al entorno,
así como vías de apertura y comunicación,
sin las cuales tampoco podría subsistir. Si cada sistema
requiere comunicación para su sostenimiento, es obvio que
precisa de un entorno con el que comunicarse. Por lo tanto, si un
sistema crece tanto que amenaza a otros sistemas de su entorno,
indirectamente se está amenazando a sí mismo. Por
último, baste con indicar que algunos de los sistemas
mencionados arriba son naturales (ecosistema, organismo) y otros
sociales (ciudad, casa).

Pues bien, nuestra tesis aquí es que la mejor
forma de teorizar las funciones de la divulgación de la
ciencia es pensándola como un sistema abierto, adaptativo
y social. En efecto, el sistema de divulgación de la
ciencia está en estrecha conexión con otros
sistemas sociales, básicamente con el científico,
tecnológico y político, pero también con el
económico, jurídico, ético, militar o
artístico entre otros. Por otro lado, también
está dotado de sus propios fines constitutivos, de una
estructura interna que le otorga identidad y de un grado
suficiente de autonomía sin el que no podría
aspirar a la consecución de sus fines. En lo que sigue
trataremos de detallar y dar contenido a esta tesis.

2.2. FINES CONSTITUTIVOS Y TENSIONES INTERNAS DEL
SISTEMA DE DIVULGACIÓN DE LA CIENCIA

Entendemos que el sistema de divulgación de la
ciencia tiene los mismos fines generales que cualquier otro
sistema de comunicación social: comunicar
información sobre su objeto propio, proporcionar elementos
para el ocio relacionados con tal objeto, y contribuir a la
formación, especialmente a la formación de
opinión de aquéllos a los que se
dirige[10]Estos fines tienen carácter
constitutivo
, es decir, si una entidad no está
orientada a la comunicación de información
científica y tecnológica, a la formación en
este terreno de su audiencia y al entretenimiento relacionado con
la ciencia y la tecnología, sencillamente no es un sistema
de divulgación de la ciencia. Dadas las
características del contexto actual (que hemos examinado
más arriba), cobra importancia la transmisión de la
información sobre ciencia y tecnología al
público y de los estados de opinión pública
a los ámbitos de decisión política y
económica. Del mismo modo, tiene interés que los
científicos y tecnólogos conozcan a través
de los medios las opiniones de sus conciudadanos así como
que éstos tengan información y elementos de
opinión sobre políticas
científicas.

El sistema de divulgación de la ciencia, como
cualquier otro, está sometido a tensiones
internas
que ponen en peligro su subsistencia. Estas
tensiones pueden darse entre sus diferentes componentes, entre
sus objetivos o valores. No nos podemos ocupar aquí de
todas, pero al menos tenemos ya un marco teórico dentro
del cual pueden ser entendidas como tales tensiones. Desde
nuestro punto de vista, la tensión interna más
amenazadora en estos momentos es la que se produce entre dos
objetivos, ambos legítimos, del sistema de
divulgación de la ciencia: el de ganar audiencia a corto
plazo, que impulsa muchas veces hacia el sensacionalismo en la
selección y presentación de noticias, y el de ganar
credibilidad a largo plazo, que inclina la balanza hacia la
ponderación y el matiz, hacia la selección a veces
de lo que es menos espectacular pero más trascendente, o
hacia una posición crítica independiente a veces a
contrapelo de lo que es opinión más común.
Quede claro que esta tensión es beneficiosa mientras se
mantenga equilibrada, porque la credibilidad sin audiencia no
sirve a nadie, y la audiencia sin credibilidad no sirve para
nada. Esto es especialmente llamativo en el periodismo
científico, que no debe resultar ni aburrido ni
frívolo: tarea de equilibrios, difícil tarea,
claro. Otro tanto podríamos decir respecto a la
tensión que se da entre valores como la claridad
expositiva y la fidelidad a la fuente, que a veces se oponen en
el periodismo científico, y que deben ser mantenidas en
equilibrio. Y se podrían señalar otras muchas
tensiones de este tipo.

2.3. INTERACCIONES CON OTROS SISTEMAS SOCIALES Y
NATURALES

El sistema de divulgación de la ciencia,
además de tener fines constitutivos, se sostiene gracias a
las interacciones con otros sistemas sociales y naturales. Estas
interacciones pueden afectar a la existencia misma del sistema
(presiones) o a su funcionamiento (entradas y
salidas).

Entre las presiones que recibe el sistema de
divulgación de la ciencia las hay que proceden del sistema
político, militar o industrial, que por diversos motivos
pueden estar interesados, al menos transitoriamente, en anular
los cauces de difusión de la ciencia. La respuesta de los
sistemas a las presiones se da mediante reacciones o
anticipaciones adaptativas. Estas reacciones o
anticipaciones nacen siempre en el seno del sistema pero su
actividad no se circunscribe necesariamente al interior del
mismo. Así, por ejemplo, el sistema de divulgación
de la ciencia puede actuar sobre el sistema industrial
denunciando la violación de leyes ambientales o informando
sobre métodos de producción más limpios, en
cuyo caso la intervención se ejerce sobre el entorno. En
otras circunstancias el sistema de divulgación de la
ciencia puede optar por rebajar la importancia de ciertas
informaciones si con ello consigue equilibrar una presión,
con lo que la modificación es interna, reflexiva si se
quiere. Los ejemplos son abundantes, pero no está en
nuestro interés enumerarlos, sino proporcionar un marco
teórico en el que se puede encajar y dar coherencia a la
importante cantidad de estudios empíricos que existen ya
sobre la divulgación de la ciencia, un marco que sirva
como guía heurística para la realización y
sistematización de nuevos estudios sobre
comunicación de la ciencia.

Las interacciones normales no afectan a la existencia
del sistema, pero sí a su funcionamiento. Podemos
distinguir entradas y salidas.

Las entradas pueden clasificarse en
demandas (información adecuada al ciudadano, al
votante, al consumidor; difusión de resultados demandada
por el sistema científico y tecnológico, por el
público o por el sistema político; educación
y formación científica del público, acogida
para debates públicos sobre políticas
científicas…), apoyos (información
ofrecida por los científicos y tecnólogos,
publicidad, otras formas de financiación, formación
de profesionales del periodismo científico,
formación del público por parte del sistema
educativo, amparo legal y judicial…), y
obstáculos (ocultación de
información o de valoración de la misma, falta de
claridad, críticas a la credibilidad, recortes
publicitarios, desidia del sistema educativo respecto de la
formación científica del público o de la
formación de periodistas especializados…).

Las salidas que produce el sistema de
divulgación de la ciencia son, entre otras, éstas:
divulgación científica y tecnológica,
valoración de la misma, opinión, debate,
crítica, formación del ciudadano, difusión
de ciertas imágenes de la realidad, educación en
materia ambiental y de salud, diversión relacionada con la
tecnociencia…

Estas salidas inciden obviamente sobre otros sistemas, y
pueden así contribuir a cambiar hábitos de consumo,
ideas sobre políticas científicas y
tecnológicas, prácticas industriales y comerciales,
etc. Estos cambios, a su vez, pueden ejercer influencias sobre el
sistema de divulgación de la ciencia, generando ciclos
de retroalimentación
comunes a cualquier
interacción entre sistemas.

Un caso muy claro es la influencia ejercida por las
publicaciones de divulgación sobre las revistas
propiamente científicas: las páginas de los diarios
o los espacios en prensa y radio amplifican el eco de algunos
descubrimientos, al tiempo que aumentan el conocimiento de las
fuentes más citadas contribuyendo a incrementar el
prestigio de las mismas. Algunas de estas publicaciones
científicas (no de divulgación) han adoptado ya una
estrategia agresiva en la búsqueda de espacios en prensa,
radio y televisión. Nos referimos sobre todo a
Science, Nature, The Lancet y el
British Medical Journal, todas ellas del ámbito
anglosajón. Para ello disponen de gabinetes de prensa
propios que elaboran press releases (notas de prensa)
que distribuyen a los principales medios del mundo antes de la
publicación efectiva de los artículos
científicos. Estas notas no eluden un cierto
sensacionalismo, si eso facilita la difusión (por ejemplo,
la nota de prensa emitida por Nature sobre el
artículo referido a la famosa oveja Dolly se titulaba
"Send in the Clones", jugando con el título de una
canción de Frank Sinatra, "Send in the Clowns", mientras
que el propio artículo tenía este aburrido
título: "Viable Offspring Derived from Fetal Adult
Mammalian Cells"). Estrategias de este estilo facilitan que sean
las revistas más citadas y con mayor prestigio entre un
público amplio, aunque no sean siempre las de mayor
impacto entre los especialistas. Estas cuatro publicaciones
suministran el 62% de las noticias que aparecen en los espacios
de divulgación[11]Esta práctica
modifica, a su vez, la forma de hacer periodismo de
divulgación, cada vez más pasiva, a la espera de
las noticias suministradas por los gabinetes de prensa de las
grandes publicaciones científicas. Es cierto que esta
forma de trabajar permite una cierta regularidad y previsibilidad
en la preparación de los espacios en prensa, radio y
televisión, pero a cambio introduce un evidente sesgo en
la selección de noticias, para empezar, a favor del
ámbito anglosajón. Es obvio que este efecto de
sesgo actúa además sobre el propio sistema
científico, incentiva la publicación en ciertos
medios y, por tanto, la orientación de la propia
investigación hacia los temas y enfoques que mejor cuadran
en éstos. No es raro, en fin, que algunos campos de la
investigación resulten poco atractivos para la comunidad
científica por el mero hecho de que no existan revistas
adecuadas para dar salida a los resultados obtenidos. Es decir,
cada vez más las publicaciones científicas miran a
los medios de masas, pues los políticos tienden a
financiar con más generosidad las investigaciones de mayor
repercusión (positiva) sobre la opinión
pública. Así pues, la orientación de las
investigaciones no es ajena a las preferencias de los medios. Y,
una vez que la influencia del sistema de divulgación de la
ciencia llega a la propia investigación científica
(a través de su efecto sobre las publicaciones
especializadas o sobre el sistema político), ésta
vuelve a influir sobre aquélla. Así, por ejemplo,
aumenta la probabilidad de que en lo sucesivo los medios reflejen
los resultados publicados en Nature. Igualmente, si
privilegiamos en prensa las publicaciones y la ciencia
anglosajona será cada día más probable que
recibamos noticias de esa procedencia, y si optamos por el
sensacionalismo, las propias revistas especializadas nos
servirán noticias cada vez más
"sensacionales".

Otro ejemplo podemos tomarlo de la interacción
entre divulgación de la ciencia y política. La
forma en que se ha divulgado el asunto de las vacas locas ha
producido una enorme preocupación pública, que,
captada por los políticos, ha desembocado en una serie de
medidas caras y extremas, seguramente prescindibles de haberse
desarrollado otro género de divulgación. Pero esa
influencia sobre el sistema político vuelve de nuevo al
sistema de divulgación de la ciencia en forma de nuevas
noticias tranquilizadoras sobre las medidas tomadas y los
estudios emprendidos.

Un ejemplo más: la divulgación de la
ciencia en prensa influye sobre el contenido de las clases de
enseñanza media y universitaria, donde surgen como temas
de debate o interés los que se difunden en prensa. Incluso
con frecuencia se utiliza la prensa como fuente de
documentación en foros académicos. Ahora bien, una
mayor formación o preocupación de los alumnos por
un determinado campo genera una demanda social de
información sobre dicho campo, demanda que presiona a su
vez sobre los medios de comunicación.

En resumen: el sistema de divulgación de la
ciencia debería equilibrar las tensiones internas,
reaccionar ante las presiones externas, responder a las demandas,
ganar en lo posible apoyos y evitar obstáculos, a fin de
producir las salidas que de él se esperan. Pero, pensado
como sistema entre sistemas, todo ello sin poner en riesgo la
existencia ni dificultar el funcionamiento del resto de los
sistemas, que son su entorno, y que son por tanto imprescindibles
para su propio funcionamiento. El sistema de divulgación
de la ciencia mantiene las más intensas interacciones con
el sistema tecnocientífico, por un lado, y con el sistema
político, por el otro. Esto es así dado que uno de
los fines constitutivos del sistema tecnocientífico es la
divulgación de conocimiento y la difusión de
tecnologías. En definitiva: el sistema de
divulgación de la ciencia es absolutamente imprescindible
tanto para el buen funcionamiento de la propia ciencia como para
que el ciudadano y votante se informe de aspectos sobre los que
le toca decidir. Sin esa información, las decisiones
políticas sobre aspectos relacionados con la ciencia y la
tecnología no serán auténticamente libres,
carecerán de base legitimadora y probablemente no
serán acertadas. Como se da el caso de que el
número e importancia de este tipo de decisiones ha
aumentado significativamente, cada vez está más
claro que el sistema de divulgación de la ciencia,
además de imprescindible para el funcionamiento del
sistema tecnocientífico, también lo es para el
funcionamiento del sistema político en una sociedad
democrática.

La estructura de
la divulgación social de la ciencia

3.1. LA DIVULGACIÓN DE LA CIENCIA COMO
FENÓMENO INFORMACIONAL

Partes: 1, 2

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