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Filosofía para aprender a vivir (página 2)



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Los modernos enfoques de la Epistemología, rama
de la filosofía, han desvirtuado la idea que en el
conocimiento, inclusive el científico, puedan existir
respuestas verdaderas, indiscutibles o absolutas. A esta altura
del tiempo, la visión absolutista de la ciencia
está totalmente desacreditada, y, sin embargo, en las
instituciones educativas pervive esta deformación
epistemológica, pues se transmite a los estudiantes la
creencia que el conocimiento que reciben en las aulas es
absoluto, verdadero e inalterable, al cual, todos tienen que
acogerse y someterse. En las experiencias educativas, hay pocas
oportunidades para la duda y peor para el cuestionamiento, pues,
supuestamente, los saberes científicos son debidamente
probados y verificados por sabios, científicos e
investigadores; por lo tanto, profesores y estudiantes lo
único que tienen que hacer es asimilarlos, lo mejor
posible, y recitarlos cuando se los requiera.

Es fácilmente demostrable que si un conocimiento
fuese verdadero y absoluto, la ciencia no avanzaría pues
ya se ha llegado a la certeza incuestionable. Pero todos sabemos
que lo que hoy se da como verdad, mañana o bien
será superada o se cambiarán varios de sus
supuestos. Ahora, se considera a la ciencia, como una
interpretación aproximada sobre la realidad, al igual que
otras formas de conocimiento, inclusive el saber tradicional. En
abierta oposición al concepto de ciencia como saber
cierto, exacto, los nuevos paradigmas epistemológicos
sostienen que se trata de una conjetura acerca de cómo es
el mundo. Una conjetura es, en esencia, un enunciado de
carácter hipotético o una suposición de
cómo se comporta la realidad.

No obstante, en los cuestionarios de evaluación,
exámenes y pruebas, se confirma con mayor crudeza la
concepción absolutista del conocimiento científico
e inclusive del cultural, social y humanístico.
Allí, los evaluados deben reproducir verdades consagradas
por la ciencia oficial. Por ende, el "juego" de la
evaluación es encontrar o grabarse las respuestas
apropiadas. De este modo, desde el preescolar hasta la
universidad, los estudiantes pierden la capacidad para buscar
más de una respuesta a los diferentes dilemas de la vida,
del conocimiento y hasta de la manera de hacer las
cosas.

Sobre esta parafernalia, Postman decía que las
respuestas correctas solo sirven para evitar seguir pensando
sobre un asunto. En efecto, si se les exige a los niños y
jóvenes a emitir respuestas, lo único que se
está fomentando es la reproducción del
conocimiento, es decir activando su memoria, que
fácilmente desciende al memorismo.

Pero la educación tiene como una de sus misiones
esenciales el desarrollo de las capacidades de pensar, razonar,
reflexionar, argumentar, dudar, preguntar, investigar, hipotizar,
decidir, crear …

La sociedad, los padres y las mismas personas anhelan
que las escuelas formen alumnos curiosos, escépticos,
inquisidores, cuestionadores, iconoclastas … pero como
decía Parnes: "Es tanta la "papilla en la boca" que
recibimos en nuestra actual sociedad en términos de
"instrucciones de cómo hacer esto o lo otro" –en la
escuela, en el hogar y en el trabajo– que muchas personas carecen
casi de toda oportunidad para ser creadores y, en consecuencia,
no desarrollan las actitudes y capacidades necesarias para
enfrentarse cómoda y confiadamente a condiciones nuevas o
modificadas".

Ahora bien, sí, como aseguran todos los hombres
dedicados a la ciencia, el conocimiento cambia cada tres
años, y en el caso de la tecnología cada 6 meses,
¿qué objeto tiene que los estudiantes aprendan
conocimientos que se volverán obsoletos en poco tiempo?;
¿qué interés puede haber en que conserven en
su cabeza miles de respuestas? No será mejor dotarles de
habilidades para preguntar, dudar, investigar, cuestionar

Efectivamente, no hay hombre o mujer de ciencia que no
valore la capacidad de preguntar como la mayor destreza que debe
desarrollar la escuela en los chicos y chicas; así lo
confirma Postman: "La facultad más importante del hombre
-el arte y la ciencia de formular preguntas- no se enseña
en la educación. Más aún no se
"enseña" en la forma más catastrófica
posible, es decir estructurando el medioambiente de modo que
cualquier pregunta esencial no sea menospreciada".

Con estas referencias, ya se puede intuir la importancia
de la filosofía para desarrollar al hombre y a la mujer
pensante; no repetidores de contenidos porque eso es someterse al
pensamiento de otros. "Nada hay tan subversivo y tan inmanejable
como el pensamiento auténtico", dice Savater.  Por
eso tiene valor la filosofía porque no tiene respuestas
correctas, absolutas, ni fórmulas certeras, sino
preguntas, dilemas, reflexiones, propuestas, cavilaciones que
invitan al ejercicio del pensar, que es el mayor valor del hombre
y la mujer.

De acuerdo con la frase del filósofo Karl
Jaspers: "En filosofía son más esenciales las
preguntas que las respuestas", una iniciativa interesante
sería que el profesorado solicitara en una
evaluación solo preguntas de los estudiantes. Un grafiti
de Mayo 68 urgía a los estudiantes a responder con
preguntas los exámenes.

El pensador Luis Ríos dice al respecto: "Las
respuestas filosóficas no solucionan las preguntas de lo
real, sino que más bien cultivan la pregunta, resaltan lo
esencial de ese preguntar y nos ayudan a seguir
preguntándonos, a preguntar cada vez mejor, a humanizarnos
en la convivencia perpetua con la interrogación. Porque
¿qué es el hombre sino el animal que pregunta y que
seguirá preguntando más allá de cualquier
respuesta imaginable?"

De tal manera que la filosofía no es una
asignatura que debe solicitar respuestas correctas sobre
múltiples conocimientos de la historia, los
filósofos o las corrientes filosóficas. Tal vez
como cultura general se podría aceptar alguna
grabación en la mente de los estudiantes sobre estos
temas, pero más importante que ello, es conseguir que los
estudiantes cavilen, expresen su propio criterio, busquen
opciones ante contradicciones, discutan con otros pareceres y
opiniones … Bien dijo Kant hace mucho tiempo: "No se puede
aprender filosofía, tan solo se puede aprender a
filosofar".

Ante esta demanda, se puede objetar que si la
filosofía no tiene respuestas correctas, cualquier
criterio de los jóvenes es válido, aunque se aparte
del pensamiento racional y lógico, lo cual les
dejaría en el aire, sin un soporte que justifique sus
razonamientos.

Frente a esta réplica, es conveniente precisar
que la filosofía enseña a pensar pero fundamentada
en los principios humanistas y ecológicos. Si se plantea
el tema de la Bondad, por ejemplo, el razonamiento de los
supuestos réditos que puede proporcionar la maldad a
alguna persona, tendrá que remitirse al fundamento que
cualquier ruindad causada envilece a la propia persona y produce
daño a otros.

Pero estos referentes teóricos para pensar y
buscar la mejor decisión, precisamente, los proporciona el
saber filosófico. Porque la mayoría de las grandes
cuestiones (por no decir todas) que siempre han preocupado a la
humanidad han sido abordadas y deliberadas ya por diferentes
filósofos; cada uno ha dado su pensamiento, ha sido
rebatido, matizado, defendido o ampliado por otros, y conocer
estas reflexiones ayuda enormemente a amueblar la propia cabeza,
a formar las propias ideas y actitudes con lo mejor de los
argumentos de unos y de otros (Irigary). De modo que conocer
estos aportes son referentes valiosos para saber discutir con
precisión e, inclusive, para potenciar el propio
pensamiento.

Pero tampoco se quiere decir que la filosofía ha
sido un recetario milenario para los males de las sociedades en
todas las épocas. Si así fuera el mundo
tendría solamente que consultar una enciclopedia de la
filosofía y allí estaría la solución.
No. Este saber solo muestra el camino a seguir fundamentado en lo
que es mejor para la humanidad y el planeta, a las personas les
corresponde reflexionar sobre las diversas tesis ofrecidas por
los filósofos, para optar por aquella que su conciencia le
dicte.

Por último es necesario, de manera breve,
diferenciar entre el saber filosófico, el conocimiento y
la información. Ahora que el mundo vive la tan publicitada
"sociedad de la información y el conocimiento", bueno es
que los jóvenes reconozcan cómo deben enfrentarla a
la luz de la filosofía.

Fernando Savater, el conocido filósofo
español de nuestros días, propone diferenciar entre
lo que es información, conocimiento y sabiduría.
¿Qué información podemos recibir de la
Filosofía?, se pregunta el autor: "La única
respuesta que podría haber ofrecido el mismo
Sócrates sería: ninguna. Nos informa las ciencias
de la naturaleza, los técnicos los periódicos, los
programas de televisión … pero no hay
información filosófica. Según Ortega y
Gasset, la filosofía es incompatible con las noticias y la
información que está hecha de noticias. Pero,
¿es información lo único que buscamos para
entendernos mejor a nosotros mismos y a lo que nos rodea? Tal vez
el mundo no necesita más información sobre lo que
pasa, sino saber qué significa la
información que tenemos, cómo debemos
interpretarla, qué supone todo ello, en la
consideración general de la realidad en que vivimos
….Éstas son las preguntas que atiende la
Filosofía".

Según esta premisa, existen tres tipos de
entendimiento:

  • a) la información, que nos presenta los
    hechos y los mecanismos primarios de lo que
    sucede;

  • b) el conocimiento, que reflexiona sobe la
    información recibida, jerarquiza su importancia
    significativa y busca principios generales para
    ordenarla;

  • c) la sabiduría, que vincula el
    conocimiento con las opciones vitales o valores que podemos
    elegir, intentando establecer cómo vivir mejor de
    acuerdo con lo que sabemos.

Para el autor citado, a ciencia se mueve entre el nivel
a) y b) de conocimiento, mientras la filosofía opera entre
el b) y el c). Las preguntas filosóficas no serían
sino aquellas preguntas trascendentes sobre los amplios campos de
la vida, de la realidad, de lo humano, de los valores

La filosofía
es una asignatura aburrida

Como se dijo, el alumnado y hasta el profesorado y los
padres, tienden a calificar las asignaturas de acuerdo con sus
gustos y motivaciones. No es raro escuchar que una materia
determinada es tediosa, aburrida o soporífera.
Lamentablemente, es frecuente que los estudiantes utilicen estos
términos para referirse a la filosofía. De manera
irónica Savater dice: "Sin duda hoy la filosofía no
es la chica más guapa de la clase ni tampoco la más
popular. Pierde horas en los planes de estudio y para colmo se la
empareja en algunos cursos con Ciudadanía, lo cual es el
mejor modo de fastidiar por igual ambas materias".

El ameno trabajo de Onfray: "Antimanual de
Filosofía" (2005, existe en la web), el autor inicia con
la siguiente pregunta: ¿Hay que empezar el curso
pegándole fuego al profesor de filosofía? Y
responde: " No enseguida. Esperad un poco. Al menos dadle tiempo
de mostrar sus aptitudes antes de mandarlo a la hoguera. Lo
sé, se os ha prevenido contra la asignatura: no sirve para
nada, no se entiende lo que cuenta el que la enseña,
acumula preguntas sin dar nunca respuestas, a menudo se reduce a
la copia de un curso dictado y a los dolores de muñeca
asociados, etc. No os equivocáis del todo, a menudo ese es
el caso. Pero tampoco tenéis razón completamente,
pues no siempre es verdad…"

Antes de desvirtuar el supuesto tedio de la
Filosofía, es procedente proponer un breve
razonamiento.

Si, como se ha analizado en las anteriores
páginas la filosofía es sinónimo de la
actividad pensante, Rius decía de manera
humorística que la filosofía es el arte de cerrar
los ojos y abrir la mente, tendría que concluirse que el
pensar es una actividad aburrida, cansona o poco atrayente,
argumento que nadie estaría dispuesto a sostener. Pero, en
la realidad parece que en efecto, el pensar causa hastío a
muchos, pues en un mundo donde prima el instrumentalismo lo
valioso es lo práctico, lo utilitario, lo mercantil. En
los tiempos de globalización que vive la humanidad las
preocupaciones filosóficas son cuestiones inoficiosas que
no encajan en el mundo concreto y pragmático de hoy; "las
cosas no deben pensarse, deben hacerse", es el dogma de la
sociedad contemporánea. En la racionalidad
pragmática lo único importante son las cosas o las
ideas que producen objetos tangibles, es decir mercancías.
Todo, incluidos los sujetos, se convierten en mercancías y
cosas usables primero, y desechables casi
inmediatamente.

Sin embargo, precisamente, como señalan
pensadores como Habermas, Fromm, Morin, Postman, Freire, Bauman
… los angustiantes problemas del mundo se deben
precisamente a la falta de reflexión de la mayoría
de hombres y mujeres de este planeta acerca de la humanidad, la
vida, la naturaleza, los valores, la ciencia, la
tecnología y la educación de las nuevas
generaciones. En efecto, ¿no será acaso la
ínfima reflexión sobre los grandes temas de la
humanidad la responsable de los acuciantes problemas que
sobrellevan las sociedades y la naturaleza?

Es fácil percibir como el mundo posmoderno se ha
orientado hacia los objetos y cómo hacerlos, antes que a
las inquietantes preguntas: quiénes somos, cuáles
son nuestros fines últimos, qué tipo de mundo
queremos construir y hasta para qué se hacen los objetos.
Pero la reflexión es aún más urgente cuando
se constata las lacerantes y hasta indignantes formas de vida de
la gran mayoría de habitantes del planeta: altos
índices de pobreza, generalizada inequidad,
violación a los derechos humanos, transgresión de
los valores morales, profunda alienación personal,
sometimiento ante el poder hegemónico, violencia
generalizada … No obstante, el mundo se asombra con los
extraordinarios avances de la ciencia y la técnica; se ha
llegado a límites insospechados en materia
tecnológica; los mercados bursátiles se vanagloria
de las fabulosas ganancias monetarias; la gente se maravilla de
los lujos y de la opulencia del Norte … no obstante la
gente se ha empobrecido en calidad humana. Los hombres y mujeres
son cada vez más ajenos a su esencia humana; su fin mayor
es la codicia, lo que inclusive les ha llevado a acabar con la
riqueza ecológica del planeta, a olvidarse de sus
congéneres y a desestimar cualquier principio
ético.

Frente a esta inocultable y penosa realidad, a la
humanidad no le queda otro camino que civilizar la
tierra
, según la expresión de Morin.
¿Civilizar la Tierra? Pasar de la especie humana a la
humanidad, ese debería ser el mayor reto de los tiempos
actuales y futuros. Pero, "¿cómo hacerlo?", se
pregunta el mismo pensador, ¿acaso se puede esperar algo
del Homo sapiens demens? "¿Cómo ocultar el
gigantesco y terrorífico problema de las carencias del ser
humano?" La actitud de Diógenes el Cínico,
filósofo del siglo IV antes de nuestra era, caería
muy bien en estos días, cuando buscaba al hombre con una
lámpara encendida a plena luz del día.

En este utópico propósito, no cabe duda
que la reflexión filosófica puede aportar a
comprender las situaciones que amenazan al hombre con su
desaparición e inclusive con la destrucción del
planeta. Y con esta comprensión, proponer ideas profundas
para superar los inminentes peligros que se ciernen sobre la
especie humana y nuestro hogar, la Tierra. Ahora, más que
nunca, la sociedad planetaria requiere soluciones imaginativas,
profundas basadas en el humanismo, la ética y la
ecología, antes que orientar sus acciones
únicamente a saber cómo hacer mejor los objetos
industriales, y cómo ganar más dinero. Así
lo ha sostenido el Presidente uruguayo Pepe Mujica en el foro de
las Naciones Unidas

Si estas apreciaciones no están equivocadas, no
vemos cómo puede una asignatura que se preocupa por tan
cruciales temas pueda hacer bostezar a los jóvenes. Lo
menos que se puede esperar de ellos, ante estos problemas, es su
atención e interés por comprenderlos; un paso
superior sería discutirlos para buscar alternativas de
solución y un último entrar en acción para
actuar coherentemente. En verdad, no se puede comprender
cómo los asuntos vitales en los que se juega la
supervivencia de todos los hombres y mujeres, puede aburrir a los
jóvenes.

Tampoco es justificado el manido razonamiento de muchos
adolescentes: "es preferible no amargarse la vida con los
problemas del mundo, lo mejor es pasarla bien".

Lo que ellos no perciben es que esos dilemas son
productos precisamente de la indiferencia y el "estado de gozo"
en el que viven nuestros jóvenes. Mafalda en su corta edad
evidencia más preocupaciones filosóficas que los y
las jóvenes actuales. De paso es oportuno señalar
que las numerosas caricaturas de Quino, creador de Mafalda, han
demostrado que la filosofía no debe estar reñida
con el humor.

Insistimos, la única explicación para
estas actitudes hay que encontrarla en esa misma sociedad que ha
causado los gravísimos males que soportan los seres
humanos y el planeta. En efecto, el mensaje reiterativo,
subliminal o consciente, de ese sistema para los jóvenes
es: ¿para qué preocuparse de los problemas del
mundo, si los objetivos primarios de los jóvenes
deberían ser la aventura, la diversión, el placer,
el consumo? Con esta consignas internalizadas, resulta todo un
reto atraer el interés por los temas filosóficos,
pues el único deleite que puede ofrecerle la
filosofía es el gusto por el pensar, y pocos
estarán dispuestos a creer que la actividad reflexiva
pueda ser tomada como sinónimo de regocijo.

De paso vale la pena reconocer que en la escasa
predisposición de nuestros jóvenes por la
meditación se puede encontrar la explicación para
su mínimo apego a la lectura. De hecho, quien lee
está obligado a pensar y a reflexionar sobre los
razonamientos del autor. Pero, según Sartori, la gente de
estos tiempos solo le interesa las imágenes, las cosas
reales; el hombre de hoy es un homo videns, las
cuestiones abstractas son rechazadas porque le obligan a un
esfuerzo mental, ahora lo que se exige a lo sumo es el
razonamiento light.

Precisamente, una de las "enfermedades" juveniles
creadas por este sistema es el aburrimiento. La mejor muestra de
esta patología es el auge de las drogas, las diversiones
peligrosas, los espectáculos decadentes o las redes
sociales en la sociedad posmoderna. En efecto, para suplir el
hastío causado por una sociedad que no ha sabido
cómo canalizar el corazón y la mente de la
juventud, los muchachos y muchachas recurren a entretenimientos
que, en modo alguno, contribuyen a su salud física,
psicológica y ética. Liebman advertía:
"Muchos jóvenes pasan por la vida suicidándose
parcialmente … destruyendo sus habilidades,
energías y cualidades creativas. El aprender a hacerse
bien a sí mismo es a veces más difícil que
aprender a hacer el bien a otros". Con este tipo de
jóvenes el mundo no va a ninguna parte, salvo a donde
quiera el poder económico.

No resulta complejo inferir que otro mundo es posible
con jóvenes dispuestos a intervenir creadoramente en los
destinos de la sociedad. El poético pensamiento de Jack
Keoruac calza perfectamente para la juventud que necesitamos:
"Las únicas personas que me agradan son las que
están locas; locas por vivir, locas por conversar, locas
por amar, locas por aprender; anhelosas de todo al mismo tiempo;
aquellas que nunca bostezan ni se aburren, sino que arden, arden,
cual fabulosos y fulgurantes fuegos de artificio".

De otro lado, si las experiencias educativas de la
filosofía incluyen diálogos, debates,
conversatorios del profesor con los estudiantes, entre los mismos
alumnos, con visitantes externos, así como la
exposición de ensayos leidos y la observación y
discusión de numerosos vídeos filosóficos
sobre cruciales asuntos de la sociedad, no pueden dejar
indiferente a nadie. Debe reiterarse que la filosofía no
es para repetir conocimientos, sino para producir conocimiento,
argumentos, tesis, criterios, aunque sea de manera
incipiente.

Se puede insistir que si bien estas vivencias son
atrayentes, pocos podrán decir que leer a filósofos
como Platón, Demócrito, Nietzsche, Descartes, Hume
o Marx, pueda considerarse una lectura solaz. Ya manifestamos
nuestro acuerdo con esta aprensión, pero anticipamos que
existen autores que interpretan a estos sabios y facilitan su
comprensión. Sobre el asunto, los estudiantes deben saber
que somos, en el fondo, hijos de esos viejos filósofos y,
como tales, nos encanta discutirlo y explicarlo todo (aunque no
nos sea muy útil hacerlo), y no nos fiamos ni del padre
celestial, por eso pedimos razones de todo, y solo nos fiamos (y
de momento) de aquello que convence a nuestra razón
(Bermúdez, 2013).

La filosofía
no guarda relación con las otras asignaturas

Es común que las asignaturas en el sistema
educativo sean presentadas como disciplinas aisladas, cada
profesor se esfuerza por enseñar su especialidad y casi no
vincula los contenidos con otras materias. Este es el caso de la
filosofía, que es presentada como un saber independiente,
con sus propios temas, sin que sean relacionados con las otras
asignaturas del currículo del Bachillerato.

Y sin embargo, la historia da cuenta que el primer
conocimiento sistemático de la humanidad fue la
filosofía. Así nació hace más de tres
mil años en la antigua Grecia y luego se difundió
en otras culturas. Solo después de dos mil años se
fueron desprendiendo los conocimientos naturales, sociales y
técnicos. Es decir, los pensadores señalan que la
filosofía es la madre de todas las ciencias actuales. Esto
es así, porque desde los inicios de la razón humana
la filosofía en su amplitud ha pretendido dar respuestas a
todas las interrogantes de la vida, siempre buscando la verdad
última; siempre formulándose más y
más interrogantes y abarcando a otras disciplinas con una
actitud reflexiva. La filosofía era una sola, con muchas
inquietudes, pero el progreso del conocimiento humano hizo que se
fueran separando diversas ramas del saber y posteriormente las
ciencias.

Pero esta historia no significa que la filosofía
tenga jerarquía superior, modernamente ya no se acepta
este modelo vertical según el cual las ciencias
estarían subordinadas al saber filosófico,
simplemente porque se quita autonomía a las disciplinas
científicas, ya que cada una tiene su dinámica
propia. Hoy se habla de complementariedad entre la
filosofía y las ciencias. De acuerdo con Sanguinetti
(2008), esta interacción se concreta en tres aspectos
esenciales.

  • El conocimiento humano, al ser racional, debe pasar
    del plano científico al filosófico para
    alcanzar un conocimiento esencial completo de la realidad
    estudiada.

  • La filosofía, por consiguiente, ilumina los
    conocimientos científicos.

  • Las ciencias son necesarias a la filosofía
    como un material desde el que se debe partir para llegar al
    nivel esencial.

Esta relación ha provocado que en el ambiente
científico se hable de la filosofía de las ciencias
en general y de la filosofía de cada ciencia, por ejemplo
de las matemáticas, biología, educación y de
las demás disciplinas. Pero la filosofía ha sufrido
también un proceso de especialización
similar al de las ciencias de la naturaleza y las formales.
De este modo, se distinguen campos de estudio como:
filosofía de la ciencia: Epistemología;
filosofía del
conocimiento: Gnoseología; teoría de la
moralidadÉtica; teoría del
ser: Metafísica; teoría de los valores:
Axiología; teoría del pensar:
Lógica.

En el caso de la filosofía de la ciencia,
su interés es comprender las disciplinas que se estudian
en el Bachillerato; es la rama de la filosofía que
tiene por objeto estudiar el saber
científico 
desde un enfoque general y humano; en
el sentido de cómo afecta a las personas y cómo
componen el conocimiento acumulado, tanto históricamente
como en el conjunto socio-cultural de la humanidad. En forma
específica, se ocupa de los métodos de la
investigación y de obtención de datos
científicos que es la Epistemología

La filosofía de la ciencia como una disciplina
independiente de una Teoría General del Conocimiento
(gnoseología y epistemología), pretende
aclarar y dilucidar el saber científico, en una labor de
divulgación y de adaptación de los conceptos
complejos de la ciencia a la inteligibilidad general del
conocimiento (http://enciclopedia.us.es/).

Una cuestión muy actual que se puede incluir en
este campo, son las consideraciones sociales de la
aplicación directa de la ciencia y de la
tecnología. Se refiere a la ética de la ciencia que
ha sido descuidada entre los científicos y las
corporaciones que hacen investigación científica,
lo cual ha originado efectos negativos a las personas y a la
naturaleza.

De otro lado, con el avance del conocimiento la ciencia
moderna tiende a una especialización cada vez más
profunda. Así, la medicina que hasta hace poco era general
ahora existe decenas de especialidades interesadas en comprender
y curar dolencias muy específicas. Esta
diferenciación es buena siempre y cuando no se pierde la
visión global del ser humano y de su inserción en
un contexto determinado. La filosofía es el conocimiento
que proporciona esa visión holística necesaria para
una comprensión más efectiva de los problemas
ecológicos, de salud, educativos, productivos,
políticos, económicos y sociales. Con frecuencia la
extrema especialidad tiene una percepción estrecha de los
dilemas que afronta el mundo y ha sido, en muchos casos,
responsable de los mismos. La ciencia económica por
ejemplo, sin la variable humana ha causado efectos nefastos en
las poblaciones menos desarrolladas.

De lo analizado se desprende que la filosofía no
es un saber aislado de las materias que se recibe en el
Bachillerato, sino que está profundamente relacionada con
ellas.  En la situación concreta de la
filosofía de la ciencia o teoría del
conocimiento, ésta se ocupa de saber cómo se
desarrollan, evalúan y cambian las teorías
científicas, y si la ciencia es capaz de revelar la verdad
de las entidades ocultas y los procesos de la
naturaleza. Algunos científicos han mostrado un
vivo interés por esta rama de la
filosofía; sin embargo, la mayoría se ha dado por
satisfecha dejando la temática a
los filósofos, y han preferido seguir 'haciendo
ciencia', en vez de dedicar más tiempo a analizar en
términos generales cómo 'se hace la
ciencia'.

De ahí que en las clases de filosofía es
gran oportunidad para discutir cómo nacen las ciencias
(biología, química, física,
matemáticas, sociales), cuáles son sus fines,
cómo se logra su validez, qué principios
éticos deben guiarlas … Estos diálogos
permitirán a los estudiantes una mejor comprensión
de los alcances, estructura y desarrollo de esas
ciencias.

Pero al hablar del vínculo
filosofía-ciencia, es necesario evitar dos errores:
pretender que la única vía para investigar la
verdad es la filosofía y minimizar la investigación
por medio de los sentidos y de los métodos
científicos. A la inversa, el otro error sería el
cientificismo que pretende que el único conocimiento
válido es el obtenido por los sentidos, cuyos resultados
pueden reducirse a cálculos matemáticos. Existen
numerosos ejemplos de la complementación entre
filosofía y ciencia, en el pensamiento y proceder de los
grandes filósofos y científicos. Tomemos el ejemplo
de Einstein, cuyos escritos acerca de la física moderna se
acercan mucho a la filosofía.

La filosofía
es para sabios o inteligentes

Esta es otra concepción equivocada en la que
incurren muchos jóvenes. Ya sea por las experiencias
vividas o por las informaciones recibidas, consideran que la
filosofía es una disciplina propia de individuos con
capacidades intelectuales superiores o para genios. La simple
palabra "filósofo" les induce a imaginar una persona
inteligente, un "cerebrito" o un adusto pensativo. Asimismo, los
nombres e imágenes de los pensadores de diferentes
épocas consolidan esta creencia.

Sin embargo, como se dijo en la introducción de
este trabajo todos somos filósofos; la esencia humana, de
modo obligatorio, induce a pensar mucho más allá de
las cosas que vemos. Para matizar algo esta afirmación,
puede decirse que, en cierta forma, todos los seres humanos al
pensar sobre su realidad están actuando como
filósofos, algunos en mayor grado que otros, pero en fin
todos en un momento deben preguntarse sobre asuntos importantes
de la vida. Lo somos, puesto que la vida es filosofía,
cada cual adopta la suya, dice Ríos. Muchas son las gentes
que se preguntan cada día el por qué de muchas
cosas, fenómenos o sucesos y comienzan un análisis
de los mismos, y es el punto justo donde el ser humano comienza a
filosofar, el por qué de nuestra existencia, de
dónde venimos, hacia dónde vamos, cuál es el
motivo que estamos aquí, qué fin puede tener la
raza humana, si hay algo más trascendente en la otra vida,
por qué las cosas son como son … La actividad
cotidiana del hombre común lo obliga, en determinado
momento, a reflexionar acerca de algún acontecimiento que
lo deja perplejo, lo perturba, lo inquieta, o le produce tanto
dolor que necesita explicarse las cosas. En ese momento filosofa,
bien o mal. Si la filosofía se define como el arte de
razonar, pensar, buscar la esencia de las cosas y todos tienen
esa capacidad, algunos en menor proporción, otros
más, se infiere que todos desean conocer los
orígenes de lo que nos rodea mediante la
investigación, el análisis y la
reflexión.

Este análisis lleva a pensar que no se debe
renunciar al derecho natural a comprender el mundo como mejor
puedan las personas, evitando que otros lo hagan por ellas. "No
conozco otro peligro mayor para la libertad que la carencia de
conceptos propios. Ahí somos sólo títeres",
dice Martínez (2012). La filosofía es un
instrumento eficaz para develar las poderosas manipulaciones que
utilizan los amos del mundo para que los ciudadanos y las
ciudadanas se conduzcan de acuerdo con los intereses de la
ideología mercantilista.

Estas cavilaciones son del todo pertinentes y
actualizadas porque, infortunadamente, casi todos los/as
jóvenes está convencidos/as que viven en libertad.
Somos libres para pensar por cuenta propia, dice Burgraff, pero,
¿tenemos el valor de hacerlo de verdad? ¿O estamos
más bien acostumbrados a repetir lo que dicen los
periódicos y revistas, la televisión, la radio, un
profesor, lo que leemos en Internet o lo aseverado por alguna
persona, más o menos interesante, con la que nos cruzamos
por la calle? Aunque digamos que no existe una autoridad que nos
diga lo que tenemos que pensar, lo cierto es que esa autoridad
está presente en nuestras vidas, no se vale de la
coerción sino tan solo de una blanda persuasión. Se
ha hecho invisible, anónima, y se disfraza de normalidad,
sentido común u opinión pública. No pide
otra cosa que hacer lo que todos hacen, repetir lo mismo que se
dice y se sabe.

En oposición al "pensamiento rebaño" que
prima hoy , la sociedad procura que la instituciones educativas
formen personas con personalidad, con criterio propio, con
espíritu crítico, que no se dejen influir
fácilmente por las opiniones del ambiente, por la moda o
los lobbys del momento, en definitiva que no
sean veletas. Para tener una sociedad sana, correcta, feliz hace
falta personas íntegras, no maleables, que actúen
por convicciones serias, profundas, y no por el pensamiento
único que pretende entronizarse en el mundo. En suma, se
requiere filósofos, y aprendices de filósofos que
lideren la búsqueda de la verdad, del bien, de la belleza,
conceptos que parecen estar en crisis en la sociedad
posmoderna. 

Desde luego, como se dijo, siempre han existido
pensadores de nivel superior que explican las cosas con mayor
profundidad, gracias a sus estudios y experiencia han logrado una
especial habilidad para formular preguntas trascedentes y
estructurar explicaciones singulares e innovadoras para los
acontecimientos de la vida.

Asimismo puede pensarse que quienes han
obtenido grandes títulos son los únicos opcionados
para el pensamiento filosófico. Los hechos verifican que
no siempre los graduados universitarios o de posgrado demuestran
actitudes filosóficas, a veces es posible observar estas
cualidades en la gente que tiene gran experiencia o que posee
aptitud para reflexionar ante las vivencias fundamentales de la
vida personal o social. De tal forma, no puede concluirse que
solo los "preparados" o aquellos que han logrado ilustrarse
pueden pensar filosóficamente, como expresa el
filósofo argentino Darío
Sztajnszrajber:  "La filosofía no es, no
debería ser, una dimensión encerrada del saber para
especialistas sino que tiene que ver con lo humano en su
dimensión más existencial, es la capacidad que
tenemos los hombres de poder pensar que todo puede ser de otra
manera". 

Si esta conclusión se acerca a la verdad, los
estudiantes deben quitar de sus mentes el prejuicio de los
títulos para estudiar filosofía, aunque son
necesarios porque les provee más bases teóricas.
Además, esta asignatura en el bachillerato ha sido
incluida para que todos, los educandos, sin distinción de
preparación, condición social, ni sexo aprendan a
filosofar. Un antiguo adagio reza: ""Para ser sabio es necesario
tener una filosofía"; en consecuencia, desde ya se puede
empezar a cultivar la sabiduría.

La filosofía
es para los viejos

Este es otro criterio desafortunado en la mayoría
de jóvenes, asimilado por diversos mensajes. Este
prejuicio llevaría a pensar que las personas deben llegar
a la edad adulta para solo entonces empezar a reflexionar sobre
los asuntos esenciales. El problema es que a lo mejor esta espera
podría resultar demasiado tarde.

Ciertamente, para orientar la vida con fines e ideales
nobles, la edad juvenil es buena época, a menos que se
quiera dejar al azar lo más valioso que tienen los seres
humanos. Debe recordarse que la filosofía es un plan de
acción para la vida, plan que marcará el rumbo de
los y las jóvenes. No se trata de volverse adusto o
misántropo a los 17 ó 20 años. En la
alegría juvenil es posible dedicar tiempo a meditar sobre
los palpitantes asuntos que puede llevarles a una existencia con
sentido, así lo dijo el gran Mahatma Gandhi:
"Mantén tus pensamientos positivos, porque tus
pensamientos se convierten en tus palabras. Mantén tus
palabras positivas, porque tus palabras se convierten en tus
acciones. Mantén tus acciones positivas, porque tus
acciones se convierten en tus hábitos. Mantén tus
hábitos positivos, porque tus hábitos se convierten
en tus valores. Mantén tus valores positivos, porque tus
valores se convierten en tu destino".

Una cosa parece segura, en los tiempos de crisis social
que vive el mundo en todos los campos, resulta más
indispensable la filosofía para los jóvenes que
para los viejos. Después todo para éstos ya su vida
está hecha y consumida, pero para quienes inician el largo
periplo de hacerse hombres y mujeres cabales, necesitan con
urgencia faros para encontrar sendas adecuadas. La sociedad de
este siglo oferta a los jóvenes gran cantidad de
insinuaciones incorrectas que los vuelven vulnerables y presas
del facilismo. Necesitan, pues, adquirir ciertos valores que los
aparte de la existencia mediocre e innoble. "Hay que dejar de ser
biologías para ser biografías", decía el
filósofo español Ortega y Gasset.

Ante esta exigencia, el problema es que existen pocos
referentes axiológicos que puedan ser imitados por los
adolescentes. Es muy difícil que los medios de
comunicación, el sistema político y
económico, sean vistos como ejemplos de ética,
moral o vida fraterna. Tal vez la familia sea el último
reducto donde los jóvenes puedan tener una sólida
fuente para alcanzar una personalidad respetable; sin embargo,
también este núcleo está en crisis, por los
embates de un sistema enfermo.

En este mar agitado, la filosofía se vislumbra
como un recurso útil para que los jóvenes puedan
orientar sus pasos en la vida. Pero no puede decirse que esta
disciplina sea la panacea que contribuya a formar jóvenes
con altos valores humanos y espirituales. La filosofía
debe ser tomada como un faro que ilumina las opciones a seguir.
"Una gran filosofía no es la que instala la verdad
definitiva, es la que produce una inquietud", decía
Charles Peguy. Son las personas a quienes les corresponde tomar
las decisiones atinadas o equivocadas.

De lo expresado se infiere que la filosofía es un
tema que compete más a los jóvenes que a los mismos
entrados en años. Las sentidas palabras de Epicuro, dichas
hace milenios, son bienvenidas para las dos edades: "Nadie por
ser joven vacile en filosofar ni por hallarse viejo de filosofar
se fatigue. Pues nadie está demasiado adelantado ni
retardado para lo que concierne a la salud de su alma. El que
dice que aún no le ha llegado la hora de filosofar o que
ya le ha pasado, es como el que dice que no se le presenta o que
ya no hay tiempo para la felicidad. De modo que deben filosofar
tanto el joven como el viejo: el uno para que, envejeciendo, se
rejuvenezca en bienes por el recuerdo agradecido de los pasados,
el otro para ser a un tiempo joven y maduro por su serenidad ante
el futuro. Así pues, hay que meditar lo que produce la
felicidad, ya que cuando está presente lo tenemos todo y,
cuando falta, todo lo hacemos por poseerla".

Uno de los aspectos citados por diferentes autores sobre
la necesidad de la filosofía para los jóvenes es
que ésta es un recurso indispensable para que ellos logren
su identidad como personas. Según Horacio Krell "La
identidad es la respuesta a las preguntas quién soy,
qué soy, de dónde vengo, hacia dónde voy.
Pero el concepto de identidad apunta también a qué
quiero ser. La identidad depende del autoconocimiento, de la
autoestima y de la autoeficacia". Pero las respuestas a estas
cruciales preguntas solo puede darlas la filosofía. En tal
virtud, se vuelve necesaria la reflexión filosófica
para los adolescentes con el fin de empezar a construir su
madurez.

Para sustentar más estas argumentación es
preciso referirse al programa educativo del pedagogo
norteamericano Mattew Lipmman "Filosofía para
Niños" que da* un rotundo mentís a la equivocada
idea que la filosofía es solo para mayores. La experiencia
del autor ha tenido profunda incidencia en la escuela primaria y
secundaria a nivel mundial. El método consiste en ayudar a
los alumnos a pensar filosóficamente,
facilitándoles el acceso al pensamiento filosófico,
es decir conducir a los estudiantes hacia la reflexión, el
análisis, la discusión y la argumentación de
nociones generales como la verdad, la justicia, la paz, la
libertad, la honradez, el altruismo, la felicidad, la conciencia
… y dilemas de actualidad como la eutanasia, la
contaminación ambiental, el aborto, las preferencias
sexuales, la corrupción, el armamentismo, la
adicción a sustancias nocivas, el consumismo, los peligros
de las tecnologías de la comunicación

La experiencia consiste en proponer a los niños o
adolescente diferentes lecturas o testimonios reales, acorde con
su edad. Luego los alumnos piensan preguntas que se les haya
ocurrido a partir de lo que leyeron o escucharon. Esas preguntas
se escriben en la pizarra con el nombre de los alumnos que las
hicieron. El segundo paso, después que están
escritas todas las preguntas en la pizarra, es categorizarlas, es
decir, agruparlas por temas: los educandos terminan votando
cuál de los temas quieren discutir. Es algo que va de
acuerdo con sus intereses. La idea es que vayan reflexionando
filosóficamente. Se trata de no sólo tener una
discusión por tenerla, sino de que los alumnos vayan
explicitando sus pensamientos, opiniones o argumentos sobre un
asunto determinado. Ellos deben aprender que los argumentos se
pueden poner en discusión, para debatirlos o
rebatirlos.

Este programa aplicado en muchos países ha
demostrado que es posible promover la meditación
filosófica desde las primeras edades, por lo que queda sin
piso el supuesto que la filosofía es asunto de personas
con años encima.

Algunos autores como Marina (2009), van más
allá al proponer la construcción de una
filosofía desde la juventud y para la juventud, proyecto
realmente innovador y retador por donde se lo mire.

El autor aboga porque el Bachillerato incluya como una
de sus misiones el desarrollo de la "competencia
filosófica" junto a las otras competencias
académicas. Se entiende por competencia el conjunto de
actitudes, conocimientos, hábitos, sentimientos, que
permiten atender a demandas complejas de la realidad. En el caso
de la competencia filosófica, dos son los indicadores
esenciales:

  • La demanda que procede de nuestro modo de estar
    en el mundo
    : necesitamos conocer, comprender, responder a
    preguntas sobre la realidad, física y social sobre
    nosotros mismos, tener una representación de la
    totalidad de lo real, y de nuestra relación con ella.
    Necesitamos saber si lo que creemos es verdadero. Necesitamos
    saber cómo dirigir nuestro comportamiento.

  • Una demanda de nuestro modelo ideal de
    convivencia
    : Necesitamos desarrollar un uso de la
    inteligencia capaz de realizar un proyecto de vida humana
    digna.

Para cumplir con estas demandas, los jóvenes
deben desarrollar las siguientes habilidades:

  • Tener siempre presente los fines últimos de
    la inteligencia humana

  • Conocimientos filosóficos
    básicos.

  • Destrezas discursivas: planteamiento de problemas,
    búsqueda de soluciones, razonamiento lógico,
    comprensión de argumentos ajenos.

  • Virtudes intelectuales: hábitos afectivos que
    son necesarios para la búsqueda de la verdad y del
    bien.

Con estas competencias, no se puede negar que la
juventud tenga voz para exponer su pensar y sentir sobre la
realidad que viven y sobre los asuntos trascedentes. Somos
testigos de ensayos, artículos y expresiones orales de
estudiantes, hombres y mujeres, que demuestran capacidad
reflexiva y gran sensibilidad para exponer sus preocupaciones,
expectativas y modos de ver el mundo. Estas producciones
inclusive, a veces, tienen mayor impacto que las mismas
teorías clásicas de la filosofía.

En conclusión, se ha probado que la
filosofía es sobre todo para jóvenes, más
que para los adultos, porque ellos deben enfrentar la vida las
próximas décadas, Para ello se requiere entusiasmo,
miras, voluntad. Las impactantes palabras de Ingenieros (1981),
debería conmover a cualquier joven: "Toda juventud es
inquieta. El impulso hacia lo mejor solo puede esperarse de ella:
jamás de los enmohecidos y de los seniles. Y solo es
juventud la sana e iluminada, la que mira al frente y no a la
espalda; nunca los decrépitos de pocos años,
prematuramente domesticados por las supersticiones del pasado
… Solo hay juventud en los que trabajan con entusiasmo
para el porvenir; por eso en los caracteres excelentes puede
persistir sobre el apeñuscarse de los
años".

La filosofía
es asunto de hombres

Aunque resulta una ofensa a las mujeres el
análisis de este tema, se vuelve necesario examinarlo
porque no pocas personas aceptan como verdad que el filosofar es
privativo de los hombres. Inclusive, a lo largo de las
épocas esta ha sido la creencia dominante. Sin embargo, lo
razonado en los anteriores temas, ha sido un anticipo para
inferir que el prejuicio androcéntrico, ya no cabe a estas
alturas del siglo XXI.

La historia da cuenta que en todas las etapas de la
humanidad han existido mujeres dedicadas a la filosofía,
aunque su pensamiento ha sido silenciado por fuerzas
oscurantistas políticas y religiosas. A pesar de estas
rémoras, la presencia de las mujeres en la
filosofía es un hecho que hay que reconocer y valorar.
Siglos antes de nuestra era ya existieron filósofas que
aportaron con su pensamiento a comprender los dilemas humanos y
de la naturaleza.

En la Edad Media por influencia del cristianismo, la
mujer fue considerada como origen del pecado, la impureza y la
debilidad. Tenían prohibido el acceso a la cultura y eran
marginadas de la vida social. En esta época las mujeres
laicas no contaban con la suficiente instrucción, de todos
modos fue posible que algunas mujeres se dediquen al
saber.

En Renacimiento, la filosofía continuó en
manos masculinas, aunque algunos pensadores ya reconocían
la influencia de las mujeres en el terreno de la cultura. En esta
ápoca, aumentaron el número de mujeres que
escribían poesía y se interesaban por la ciencia,
la política y la música, de modo fundamental, entre
la clase noble.

Tras la Revolución Francesa y la
Revolución Industrial, la mujer se integra paulatinamente
a la producción filosófica, aunque todavía
de modo marginal. Se puede decir que la producción
feminista en filosofía comenzó con la
Ilustración, es decir, cuando las estructuras
políticas, sociales y culturales empezaron a fundamentarse
en la racionalidad científica, la razón, la
igualdad y a justicia social (Rebert 2003).

El siglo XX, podría considerarse el despegue de
las mujeres hacia el pensamiento científico y
filosófico, gracias al reconocimiento paulatino de sus
derechos y capacidades. Son reconocidas las figuras de Rosa
Luxenburgo, Simone de Beauvoir, María Zambrano, Hanna
Arendt, Emma Goldman, Amelia Valcárcel, Adela Cortina,
Victoria Camps, entre otras.

Es preciso reconocer que la condición femenina
también ha sido y debe ser motivo de reflexión
filosófica. En último término, uno de los
mayores logros para la humanización del hombre y la mujer
es alcanzar la igualdad y la justicia entre los sexos. Pero esa
equidad tiene que manifestarse en todos los ámbitos de la
vida social: política, laboral, científica,
cultural …

La filósofa Kuorany va más allá al
decir que la visión feminista puede aportar una
filosofía diferente a la clásica
contribución de los hombres. "Las mujeres estamos en
filosofía no sólo tenemos que apuntar nuestros
dardos a lo que la filosofía ortodoxa ha excluido, sino
también a lo que ha incluido" (Susan Bordo, cit. por
Reberte, 2003).

En este sentido, dice la autora, existen en muchas
filósofas feministas, la idea que lo pensado y tematizado
por los varones en la filosofía hubiera sido muy diferente
si lo hubiesen hecho las mujeres. Si la filosofía se
construye, como normalmente se dice, como un esfuerzo tenaz de
pensar las cosas de otra manera, las mujeres pueden ofrecer mucho
para ese cambio: desde nuevas miradas a las filosofías del
pasado, siguiendo por la recuperación de voces
silenciadas, y llegando a afrontar problemas filosóficos
para pensar el presente y el futuro con nueva y renovada
imaginación filosófica.

El mérito de las teóricas feministas
parece haber sido simplemente hacer visible la
construcción del género, y vigilar para que en
adelante todo estudio serio incluya unas líneas sobre el
género. Como explica Amoros (2000): "Prefiero, por razones
teóricas y algunas otras de orden pragmático,
hablar más bien de feminismo filosófico. Pues lo
que se quiere dar a entender con esta denominación es que
el feminismo es susceptible de ser tematizado
filosóficamente. Lo es porque tiene implicaciones
filosóficas y porque, como forma de pensamiento, es, en su
entraña misma, filosófico".

Estas referencias llevan a pensar que la mujer puede
tener un papel activo en la filosofía del futuro. Y la
semilla de este porvenir está en las aulas del
bachillerato ya sea para promover a las chicas que desean optar a
la filosofía como profesión o, simplemente, como
mujeres que adoptan una posición reflexiva frente a los
hechos que encaran en su vida profesional y como esposas y
madres. Al respecto, pocos podrán negar el papel, a veces
determinante, de las madres para la orientación de la vida
de sus hijos e hijas, guía que tiene importante carga
filosófica, aunque sea de manera instintiva. Sería
interesante un estudio sobre la experiencia filosófica de
las madres en la educación del hogar.

En ese sentido, y sin ánimos de exagerar el rol
de las mujeres, bien puede decirse que esta asignatura tiene
especial importancia para las jóvenes. En el desarrollo de
esta materia pueden encontrar muchos referentes teóricos
para guiar sus vidas y las de su futuro hogar. Pero más
allá del núcleo familiar las féminas deben
hacer visible su pensamiento en el trabajo, la sociedad, la
cultura, la academia, por supuesto superando el atavismo de la
inferioridad respecto a sus compañeros de vida.

La religión
puede reemplazar a la filosofía

Algunos estudiantes tienden a asociar filosofía
con religión, argumentando que los contenidos son muy
similares. Esta opinión es más evidente en los
colegios confesionales donde, con frecuencia, los directivos y
docentes dan un tratamiento religioso a los temas de la
filosofía, lo cual puede provocar dicha confusión
en los estudiantes.

Al respecto, todos los autores son categóricos en
establecer diferencias entre uno y otro contenido. En
términos concretos las disimilitudes presentadas en el
siguiente cuadro son evidentes:

FILOSOFÍA

RELIGIÓN

Es pensamiento

Se basa en la
razón.

Busca la verdad.

Duda, cuestiona, se
pregunta.

Necesita convencer
racionalmente.

Se expone a la crítica y a la
rectificación de sus enunciados.

Propone ideas para resolver los
problemas.

Es esfuerzo reflexivo de las
personas.

Propone razonamientos.

Busca convencer respetando la
libertad individual.

Actitud ecuánime,
tolerante.

Es dogmatismo

Se basa en la fe.

La verdad es establecida por
Dios.

No cuestiona. Cree.

Necesita convencer la existencia de
Dios.

Las verdades divinas son
incuestionables.

La creencia en Dios resuelve los
problemas.

Solo asimila los dogmas de Dios y de
la iglesia.

Establece doctrinas,
mandamientos.

Impone, controla,
manipula.

Fanatismo, apasionamiento.

Como se observa, las diferencias son por demás
claras, aunque algunos filósofos han tratado de
integrarlas o, por lo menos, que la filosofía tome el
supuesto de la existencia de divinidades para explicar los
fenómenos incomprensibles.

En resumen, se puede decir que la filosofía es
para personas que quieren esforzarse en el pensar; no así
la religión que evitan cualquier reflexión
recurriendo a la fe. Este escaso apego al pensamiento
filosófico, ha llevado a muchas personas a optar por una
actitud facilista como es integrarse a las iglesias o sectas
religiosas. En estas congregaciones solo hace falta mucha fe y la
esperanza que los seres superiores, o sus intermediarios
aquí en la tierra, solucionen sus problemas, o, por lo
menos, mitiguen sus penas y sufrimientos.

Ahora bien, si sabemos que el sistema capitalista ha
sido el principal causante de los males y padecimientos que
sobrellevan la mayoría de habitantes de este planeta, se
puede suponer el crecido número de individuos que abraza
religiones con diferentes dioses en todos los países del
orbe. En efecto, este modelo de sociedad ha ocasionado nefastas
secuelas contra los pueblos y la naturaleza, y estos perversos
efectos han originado la grave crisis que sufre la humanidad,
crisis que se observa en cualquier faceta de la sociedad:
económica, política, ética, familiar
… Como expresa Gil (2010), una sociedad cuarteada en sus
estructuras básicas y removida en sus cimientos
éticos, es una sociedad decadente y enferma de extrema
gravedad. Y los jóvenes son los más afectados por
esta realidad.

Esta situación global explica la explosión
de religiones en las últimas décadas que,
según algunos expertos, sobrepasan las cuatro mil. En
especial, la severa debacle económica mundial de los
últimos años, difundida a diario por los medios de
comunicación, parece haber sido el ambiente propicio para
la proliferación de sectas y movimientos religiosos. La
sociedad capitalista, por esencia, origina trastornos
psicológicos en las personas, manifestados por un
"sinsentido" de la vida, por la angustia permanente, la
búsqueda de algo o alguien que llenen su vacío
existencial. Este orden ha creado profundos conflictos y
diferencias entre los seres humanos porque ha infundido sus
máximos valores: egoísmo, egocentrismo, rivalidad,
competitividad, insolidaridad, racismo; de este modo, la gente
pierde su identidad humana y ve en los demás sus
opositores y hasta como enemigos a quienes hay que eliminar. Con
esta forma de vida, los ciudadanos y ciudadanas pierden los
vínculos fraternos con los demás, que son
requisitos esenciales para su equilibrio emocional y salud
mental. Ante esta neurosis global, las personas se ven obligadas
a buscar refugio en dónde asirse para evitar su angustia
permanente.

Las iglesias y las sectas serían, entonces, una
respuesta al malestar globalizado que vive la humanidad, pues se
quiere encontrar en ellas el reencuentro con los demás, o
por lo menos aplacar sus angustias generadas por los conflictos
familiares, laborales, sociales … Como expresa Leagara
(2013), en otra época las sectas se presentaban como un
"reducto" a sujetos psicóticos, una minoría. Hoy,
la fragilización del sujeto en la civilización
permite que la población afectada, grupodependiente,
aumente de modo considerable.

Con estas consideraciones, se puede plantear la
pregunta: ¿puede la filosofía ser una alternativa
racional que ayude a solucionar el malestar y la
alienación de los habitantes del mundo que los ha inducido
al fanatismo religioso?

Pensadores como Ingenieros, Fromm, Zea, Dussel, Marina,
Savater y otros no tienen ninguna duda. La opinión de
Marina es muy clara y nos releva de más comentarios:
"Tenemos que reivindicar la utilidad de la filosofía, su
interés personal y social. Es el gran antídoto
contra el fanatismo, el dogmatismo, la credulidad, la
superstición y la simpleza. Desarrolla todo tipo de
anticuerpos mentales: la capacidad crítica, la
independencia, la visión de conjunto, la valentía
ante los problemas, la valentía ante las soluciones a esos
problemas. Es la inteligencia resuelta, es decir, la que
soluciona los problemas y avanza con
resolución".

La otra cuestión a dilucidar es la grave
contradicción que significa el papel de las escuelas y
colegios confesionales, donde se supone que el currículo
oficial propugna el pensamiento científico, racional,
crítico, la pregunta es: ¿cómo puede
coexistir en el mismo espacio con el pensamiento dogmático
y mágico? Si la primera misión de la escuela es el
aprendizaje de la ciencia y la filosofía, resulta todo un
contrasentido obligar a los alumnos para que acepten dogmas que
contradicen elementales principios de racionalidad. No resulta
muy ético que digamos, que los predicadores y misioneros
se aprovechen de la ignorancia y de la inmadurez de nuestros
niños y jóvenes para integrarlos a los credos sin
fundamento lógico. El filósofo Schopenhauer
decía que las religiones satisfacen las inquietudes de la
gente ignorante. Pero aquella persona que se disponga a pensar
por sí misma, inevitablemente albergará el rechazo
a los dogmas y doctrinas. "La filosofía es esencialmente
una enemiga de la religión, la cual ha usurpado el trono
que le pertenece y lo mantiene a costa del engaño. Su
misma forma de presentarse, como verdad revelada, lleva el sello
del embuste y provoca enemistad del pensador".

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Autor:

Dr. Jorge Villarroel
Idrovo

Ibarra, Septiembre 2014

Partes: 1, 2
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