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Garras, ataques y maullidos. La leyenda del hombre-gato (Argentina)



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. El
    personaje
  3. Teorías y rumores
  4. Miedo
    por doquier
  5. Palabras finales

La leyenda del Hombre-Gato en el
imaginario argentino

como construcción social en
contextos de crisis y transición.

Monografias.com

Introducción

Las sombras de la última dictadura
vico-militar (1976-1983) aún eran densas cuando,
hacia mediados de 1984, un aparente y misterioso
personaje empezó a asolar al Gran Buenos Aires;
expandiendo al poco tiempo su violento radio de acción a
Capital Federal y, algo más tarde, a la ciudad de
Córdoba, Santa Fe y otras partes del
país.

Rápidamente algunos periódicos
porteños se hicieron eco del caso y la bola de nieve
creció hasta alcanzar dimensiones inimaginables al
principio. Ya para agosto de aquel año, el
Hombre-Gato, nombre con el que fue apodado
mediáticamente, había alcanzado fama a nivel
nacional. Y así, convertido en una verdadera usina de
terrores, el merodeador nocturno terminó
convirtiéndose en uno de los personajes más famosos
del imaginario contemporáneo de los argentinos.

Esta es su historia.

Buenos Aires, octubre 2014

PARTE 1

El
personaje

Monografias.com

"Me parece haber
visto

un lindo
gatito
".

Frase tradicional de

Tweety, el canario.

A través de un lenguaje que cabalgaba entre lo
jocoso y lo preocupante, algunos medios masivos de
comunicación porteños, hacia mediados de 1984,
alarmaron a la población informando que un extraño
personaje vestido completamente de negro (polera, pantalón
y capucha del mismo color), había atacado, amparado por
las sombras de la noche, a una chica (anónima) en la
localidad de Brandsen (provincia de Buenos Aires).

¿Qué tenía de extraño ese
caso? ¿Qué era lo que lo volvía tan
singular? ¿Qué había de misterioso en una
simple agresión, que no había derivado en
muerte?

La respuesta la encontramos en las letras de molde con
las que el Diario Popular difundió la
noticia:

ATACA EL
HOMBRE-GATO
[1]

Pocos lectores deben haber obviado ese titular. Llamaba
la atención. Y no era para menos ya que, a poco de indagar
en el reporte, podía advertirse que el ataque referido
tenía un claro tufillo a suceso extraño.

¿Quién o qué era eso que
llamaban Hombre-Gato?

A partir de ese momento la historia empezó a
crecer y a ocupar más y más espacio en una serie de
periódicos de gran tirada y alcance popular. El
excepcional "criminal híbrido" se instaló en la
cabeza de la gente. Y no era para menos. Sus
características físicas, cualidades, comportamiento
y vestimenta (que evolucionaron con el tiempo), lo destacaron por
encima de otros enemigos públicos, volviéndolo
famoso.

En principio, se lo describía como un hombre
alto, de 1,80 metros de estatura, muy fuerte, extremadamente
ágil, con largas púas (garras) de acero
adosadas a sus guantes y zapatillas con tapones (clavos), para
"trepar mejor". Pero lo que más sorprendió
fue que maullaba escandalosamente y "con voz gruesa" al
momento de atacar.

¿Se trataba de un demente? ¿De un
bromista? ¿O estaban ante algo mucho más
espeluznante?

Un segundo titular, esta vez del Diario
Crónica
, alertaba:

BRANDSEN ATERRORIZADO POR EL "GATO
MONTÉS"[2]

El artículo redoblaba la apuesta.

El pueblo ya estaba aterrorizado. Muy
especialmente Arnaldo Emilio Llaños, vecino de 23
años que, según sus propios dichos, se había
trenzado en un desigual combate con el misterioso ser, al que
Crónica tempranamente pretendió bautizar
como "El Gato Montés", siguiendo tal vez la misma
inclinación que Martín Karadagian adoptara a la
hora de nombrar a los personajes del famoso show de catch,
Titanes en el Ring. Pero la etiqueta no tuvo
quórum. No "pegó" entre la gente. Tampoco
entre los lectores y los difusores de la historia. Todos
prefirieron la denominación que le diera el Diario
Popular
ese mismo 4 de agosto de 1984. A él le
correspondió la victoria en esa breve batalla nominativa,
y desde hace 30 años lo seguimos recordando como el
Hombre-Gato.

El monstruo ya tenía nombre y empezaba a delinear
algunos de sus rasgos más típicos.

Llaños (si es que realmente existió y no
fue un invento mediático) relató a
Crónica que, siendo las 23 horas, había
sido atacado por un individuo con máscara negra
(en la versión del Diario Popular era una
capucha), alto, fortachón, que maullaba como un
gato y que le rompió íntegramente la camisa que
llevaba puesta con las filosas púas que
tenía en la punta de sus guantes. Hiriéndolo, de
paso, también en el cuello. Aunque veloz y ágil, lo
describió como una persona chueca, lo que
desencadenó una paranoica búsqueda entre los
vecinos con ese defecto.

Según el diario, el singular combate
terminó con la pérdida del conocimiento del pobre
muchacho quien, "aterrorizado", había dejado la
ciudad.

"No regreso a Brandsen hasta que no lo atrapen
–habría declarado.- Y cuando vuelvo, vuelvo de
día
".[3]

La noche ya no le pertenecía a la gente. El
Hombre-Gato empezaba a señorear en ella. O al
menos en la imaginación de muchos lectores de
Crónica y Diario Popular.

Al día siguiente, 5 de agosto, la noticia
tomó ciertos ribetes tragicómicos. Al "miedo,
intranquilidad y gente armada circulando por las calles
", se
agregó una llamada telefónica dirigida a la
seccional local de la Policía Bonaerense.

"Soy el Gato. Si no me creen
llámenme al número
2263
".[4]

No bien los representantes de la fuerza de seguridad
marcaron el número, la misma voz anterior preguntó
con ironía:

"¿No me
creían
?"

El Hombre-Gato desafiaba a la policía.
Se burlaba de ella. Tal vez era una de las primeras veces,
después de la temible dictadura militar.[5]
¿Acaso se estaba convirtiendo en una especie de vengador
anónimo? ¿Cuántos vecinos, lejos de sentir
terror, empezaron experimentar cierta admiración por
él? Nunca lo sabremos, pero lo que si se conoce por
intermedio de los mismos diarios, es que el número
telefónico desde donde "El Gato" llamó
pertenecía a un profesor de Brandsen, quien aseguró
no entender qué había pasado, puesto que su
línea estaba descompuesta desde hacía un largo
tiempo. El docente no tenía nada que ver en el asunto y el
Hombre-Gato siguió con su gira
delincuencial.

Las pistas abiertas por la llamada telefónica no
condujeron a nada; y un artículo del 6 de agosto no
hacía más que confirmar eso:

MISTERIO EN EL CASO DEL
HOMBRE-GATO[6]

El "felino" se escabullía y Brandsen, al
decir del Diario Popular, había caído en
una situación de psicosis colectiva.

Supuestamente en armas, los vecinos buscaban al monstruo
por todas partes clamando esclarecer el misterio. Se iniciaba
así una muy particular cacería que, honestamente,
dudamos haya tenido el alcance que el periódico
señalara.

Al miedo desatado se le empezaba a sumar la
exageración y la vocación literaria de algún
editor. Por otro lado, el mutismo de los participantes en las
batidas era total y la policía, lejos de impedir esa
peligrosa explosión ciudadana, se había encerrado
en un absoluto hermetismo.

Los vecinos se negaban a ser fotografiados o se
publicaran sus nombres, y los testimonios que se reprodujeron en
el reporte eran por completo anónimos (y no exentos de
cierto humor solapado).

"En agosto los gatos entran en celo –
habrían informado-. Va a ser terrible. Todo el mundo
estará asustado escuchando
maullidos
".[7]

Pero eso no era todo.

El Hombre-Gato empezaba a exhibir una nueva
condición: su ubicuidad.

"Aparece en muchas partes al mismo tiempo
–señala otra anónima vecina. Y racionalizaba
a continuación: –Fantasma o diablo no es, por lo que
debe de haber conseguido ayudantes. Y ahora sí esos tipos
corren el riesgo de que les metan un
balazo
".[8]

Por su parte, el mozo de un bar (así de
ambiguo era el periódico a la hora de señalar
testigos), agregaba:

"Los que tienen problemas en Brandsen son los
hombres altos, atléticos y chuecos
(recordar
testimonio del tal Llaños). La gente los mira con
desconfianza
".[9]

A simple vista, el grotesco Hombre-Gato
había llegado para alterar el cansino clima del pueblo. Ya
nada parecía ser como era antes. Mucho menos para una
aterrada muchacha de 13 años de edad que, tras ser atacada
en un galpón, había conseguido verle la cara sin
máscara; razón por la cual se negaba
sistemáticamente (como era de prever) a revelar
su identidad, manteniéndose a salvo.

La policía, sin dar ninguna información
oficial ("secreto de sumario"), se lanzó a la
búsqueda.

"No va a quedar un solo rincón sin revisar,
hasta terminar con la plaga
" –sostuvieron los
uniformados, según Diario Popular, el 7 de
agosto.

Pero "la plaga" no se dejó
atrapar.

Sus macabros aullidos siguieron interrumpiendo la
quietud de la noche.

"El maullido, se conoce a la legua
declaró un poblador-, no es el de un gato,
sino el de un hombre que finge
serlo
".[10]

Cuatro días más tarde, con fecha 14 de
agosto, Diario Crónica volvía a poner en
ridículo a las fuerzas del orden con un titular que
revelaba el error de una supuesta captura.

DESMIENTEN DETENCIÓN DEL
HOMBRE-GATO
[11]

Muy a pesar de muchos, las tropelías del
personaje parecían ir en aumento.

"Todo empezó con sus andanzas hace más
de mes atrás atacando a mujeres solas… a las que
violó
".[12]

Con un solo renglón, de violento asustador el
Hombre-Gato se había convertido en violador de
mujeres. Era perentorio dar con él a la brevedad. Se
estaba pasando de la raya.[13] La comicidad que
podía haber despertado la noticia en los primeros
días mutaba hacia el drama. Entonces empezaron las
acusaciones entre los pobladores; y fue un tal Carlos Godoy
(profesor de arte marciales y jefe de vigilancia de "un banco
importante
") el que debió salir a defender su buen
nombre y honor.

"YO NO SOY EL HOMBRE GATO", CLAMA UN
PROFESOR DE KARATE DE BRANDSEN[14]

El sensacionalismo había alcanzado cotas
demasiado altas. Era necesario bajar los decibeles. Y justo en
ese momento fue que el Hombre-Gato empezó a
expandir su accionar a otras localidades bonaerenses. Y
Diario Popular, como era de preveer, lo anunció
con bombos y platillos.[15]

OTRO ATAQUE DEL
HOMBRE-GATO.

EL SINIESTRO PERSONAJE ATERRORIZA A LA
POBLACIÓN DE MONTE
GRANDE[16]

La primavera de 1984 sorprendía al partido de
Esteban Echeverría con la gente alzada en las calles y
"calificados informantes" revelaban que se habían
organizado precarios grupos armados con palos, cadenas y
piedras.[17] Por otro lado, otra fuente
"altamente confiable" del Hospital Municipal Santa
Marina de Monte Grande, afirmaba que tres personas atacadas por
el ser habían ingresado al nosocomio con sendas heridas.
Una en el brazo, por un elemento "similar al gancho de un
carnicero
"; otra, con marcas "como de tenedor",
aunque superficiales; y finalmente la última, con
"rasguños en el rostro".

Pero los ataques no estaban dirigidos sólo a
personas. También se denunciaban intentos por ingresar en
viviendas, junto con paredes, ventanas y portones destrozados a
arañazos.

El Hombre-Gato aparecía en todas partes.
Diferentes barrios alertaban a la gente sobre su
presencia.[18] Fue entonces cuando una
hipótesis, apenas esbozada hacía unos días
en Brandsen, empezó a adoptar en Monte Grande la forma
definitiva con la que pasaría a la historia de las
leyendas urbanas argentinas.

"Parece que el Hombre-Gato no sería uno solo
sino unos 20 hombres rubios y grandotes que por las noche se
visten de negro y atacan con sus garras de metal a la gente.
Integrarían una secta de origen
brasileño
".[19]

Transformado en una verdadera camada felina, el
misterioso agresor entró en un impasse durante el mes de
octubre. Sus noticias se ralentizaron y los seguidores de sus
bizarras tropelías debieron esperar hasta fines de
noviembre de 1984 para volver a saber de él. Y, en esa
ocasión, resucitó renovado, adoptando una
vestimenta que parecía acercarlo cada vez más a un
super-villano de historieta.

TRISTÁN
SUÁREZ

CON ANTIFAZ, CAPA Y GARRAS SE ARROJA
DE LOS ÁRBOLES

HOMBRE-GATO
VIOLADOR
[20]

A sólo 45 kilómetros de Capital Federal
(donde también empezó a ser visto), el escurridizo
delincuente cambió su modus operandi.
Podríamos decir que se "afelinó"
más. Sus agresiones se volvieron más traicioneras y
tomó la "gatuna" costumbre de lanzarse desde la
copa de los árboles sorprendiendo a su víctimas. De
aquellos días viene el miedo, especialmente entre los
más chicos, que se les empezó a tener a los
espacios arbolados. La paranoica fantasía de encontrar un
Hombre-Gato colgando de las ramas pasó a ser tema
de chistes y cometarios diarios.[21]

Por su parte, el Diario Crónica se
encargó de redefinir las típicas agresiones que
descargaba sobre hombres y mujeres, agregándole ahora dos
nuevos móviles: el robo y "el aberrante sometimiento
sexual a niños durante las horas
nocturnas
".[22]

El Hombre-Gato devenía en una "feroz
amenaza
". Un delincuente-sátiro que
parecía ensañarse con los más
pequeños, y con ello, el tono emotivo de las noticias
cambió (muy especialmente después de su
incursión
dentro del predio de la Escuela
Primaria N°44
del barrio Tristán Suárez,
donde, incluso, llegó a amedrentar con una nota por
demás bizarra a las
maestras).[23]

En un contexto como el que se había creado, en el
que todos agregaban algo a la historia, no faltaron aquellos que
racionalizaron el hecho aduciendo que eran los propios alumnos
los que la habían escrito; pero el testimonio de una
maestra (de la que se dio nombre y apellido) echó por
tierra la hipótesis. Aparentemente, ella había
visto
al Hombre-Gato descender de un árbol
para sortear la verja de hierro que rodeaba la colegio. Sostuvo
que saltaba con agilidad sorprendente, que tenía capa
negra
(¡!), zapatos con clavos, antifaz
cubriéndole el rostro(¡!) y garras de
acero.

Anónimos testigos confirmaban los dichos de la
docente:

"En el Hospital Caseros de Tristán
Suárez, se han atendido varias personas heridas por el
malviviente. Resultaba evidente que habían sido
víctimas de garras de
acero
".[24]

Pero, hacia el final del reporte, el diario daba el
salto mas grande al que se había atrevido hasta
entonces.

"La policía investiga la
muerte de dos hombres
".[25]

Parecía desprenderse que "El Gato" se
había convertido en un asesino.

Tras semejante insinuación, desapareció de
la sección "Policiales" durante casi un mes.
Habrá que esperar al 29 de diciembre de 1984 para que el
Diario Popular volviera a colocarlo en un
titular.

OTRO ATAQUE DEL
HOMBRE-GATO

MUJER SORPRENDIDA AL LLEGAR A SU HOGAR
EN MONTE GRANDE
[26]

Al parecer, los espacios privados de los ciudadanos
seguían a merced del acosador. Ya no respetaba a nadie, ni
siquiera a las mujeres de edad avanzada, como la señalada
en el artículo. Sus hábitos eran cada vez
más violentos; los árboles, sus refugios preferidos
y sus maullidos, oídos por todas parte. Asimismo, la
criatura no se había olvidado del grupo más
desprotegido: los chicos. En Esteban Echeverría,
Diario Popular denunciaba el ataque perpetrado contra
"una niña de 9 años, a la que dejó
herida
".[27]

Ya era suficiente.

Tras casi seis meses de presencia mediática,
había que ponerle coto de una vez por todas. Y el 30 de
diciembre de 1984, finalmente, una noticia sacudió a la
opinión pública.

MATAN HOMBRE-GATO

HABRÍA CAÍDO EN EZEIZA
TRAS ENFRENTAR A LA
POLICÍA
[28]

Pero bastaba con seguir leyendo el artículo para
reconocer que no existía seguridad absoluta respecto del
deceso. El tiempo verbal que se utilizaba generaba dudas. Todo
seguía siendo muy ambiguo. ¿Estaba realmente
muerto?

"Tras un tiroteo de 45 minutos habría sido
abatido el Hombre-Gato que aterrorizaba a Monte
Grande
".

¿Quién lo decía?

La versión provenía de los vecinos y no de
la policía, supuestamente involucrada. Las fuerzas de
seguridad seguían sin declarar oficialmente nada, ni
siquiera la Brigada de Investigaciones de Avellaneda, a quien le
atribuían el espectacular hecho.

Por otro lado, el Hombre-Gato había
mostrado una gran resistencia a morir.

"Pese a que le dieron varios disparos, no le
hacían nada pues rebotaban en una gruesa armadura que le
cubría gran parte del cuerpo
".

Y agregaban:

"Habría sido identificado como un
brasileño, lo que refuerza la teoría de que era una
secta brasileña".

En definitiva, no había seguridad de nada.
Blindado como estaba, el malviviente dejaba abierta la
posibilidad de una nueva aparición. Que no tardó en
producirse.

El 1 de enero de 1985, cuando los festejos de fin de
año aún no concluían, volvió a las
andadas.

REAPARECIÓ EL
HOMBRE-GATO

VECINOS DE MONTE GRANDE PROGANIZAN
PATRULLAS PARA ATRAPARLO
[29]

Parecía tener más de siete vidas y, aunque
en esta oportunidad no se reportaban víctimas, las batidas
populares no se dejaron esperar. Tampoco varios días
después, el 10 de enero de 1985, cuando sus apariciones
empezaron a darse también en Burzaco (provincia Buenos
Aires), en el barrio Arzeno del Partido de Almirante Brown y en
Lavallol.

OTRA VEZ EL HOMBRE-GATO

PATRULLAS DE CIVILES ARMADAS RECORREN
BARRIOS DE BURZACO TRATANDO DE SORPRENDER VIVO O MUERTO AL
EXTRAÑO PERSONAJE
[30]

Apareció la noche de Reyes!", se
quejaba un vecino, indignado por semejante acto de
herejía

"Quieren entrar en las casas para lastimar a los
moradores
", decía otro.

"Los oímos y vimos raspar todas las
paredes
", denunciaba una señora.

"La policía no hace nada y nuestros hombres,
que trabajan todo el día, deben pasar la noche
siguiéndolo
", reclamaba una esposa
indignada.

"Hay más de uno", aseguraban a viva voz.
"Son sujetos vestidos con prendas negras, anteojos especiales
para ver de noche, botas de cuero, manoplas y chaleco antibalas.
No deben ser argentinos pues sus palabras parecen portuguesas o
brasileñas
".[31]

Los Hombres-Gato parecían haberse
transformado en un verdadero "Comando de Elite".
¿Acaso nos estaban invadiendo nuestros vecinos
latinoamericanos? Si era por el radio de dispersión de sus
acciones, parecía que sí.

El 27 de febrero de 1985 le tocó a un pueblo del
Partido de General Sarmiento.

ANDANZAS DEL
HOMBRE-GATO

VECINOS DE PABLO NOGUÉS
MONTARON OPERATIVO PARA PONER FIN A LA
PESADILLA
[32]

El lenguaje periodístico se militarizaba. Ya se
hablaba de "operativos de defensa", de cientos de
vecinos armados por las calles y algunos heridos.

Un joven del barrio Cabañas había
resultado con un tiro en el cuerpo mientras perseguía a un
hombre-gato, que logró escapar subiéndose
a auto conducido por un
cómplice.[33]

"Desde hace 10 días no podemos dormir",
dijo un vecino; y ya eran cuatro las personas que se decía
habían sido atacadas y atendidas en el Hospital
de Polvorines.

La guerra se había declarado.

Y justo cuando todo parecía estallar e irse al
demonio, el Hombre-Gato (al menos con ese nombre)
desapareció para siempre.[34]

PARTE 2

Teorías y
rumores

Monografias.com

"Cada rumor tiene su
público
".

Gordon Allport y Leo Postman,

La Psicología del
Rumor

El temor que el Hombre-Gato despertó en
la población durante la década de 1980, o la
aparición de otros personaje amenazadores del mismo
tipo[35]puede ser interpretado como una clara
señal de lo presente que están en la sociedad
algunos miedos ancestrales; de cómo se camuflan
(camuflamos) y adaptan (adaptamos) a los
tiempos que corren; además de revelar cuán delgada
es nuestra capa de racionalismo cartesiano.

El pensamiento mágico, como el
Hombre-Gato, está ahí, agazapado, listo
para pegarnos el zarpazo que nos quite de la circunstancia
cotidiana y nos lleve a otra, mucho más flexible, abierta,
ilimitada (sin límites fijos), en donde muchas cosas son
posibles. Aún siendo éstas abiertamente
ridículas.

En el presente apartado intentaremos resumir las
distintas hipótesis explicativas que se dieron (popular
y no tan popularmente) del escurridizo y gatuno
personaje. Esperamos que con ellas el lector advierta el
importante bagaje cultural que se encierra detrás de esta
historia, en apariencia, inocente y grotesca.

DIVERSIDAD DE
APROXIMACIONES

Ya sea con capucha negra o antifaz, sus garras de acero,
extraordinaria agilidad y maullidos, el Hombre-Gato
representa, en el imaginario colectivo, a una criatura que,
aunque más no sea artificialmente, está asociada a
la hibrides; condición que siempre ha despertado
horror entre la gente.

Su solo nombre la denota.

Mitad hombre, mitad felino, este personaje es el anuncio
de una ambigüedad que va más allá de
lo biológico y que lo acerca al género de lo
fantástico
, tal y como lo definió Tzvetan
Todorov.[36]

Es que en un contexto donde la verdad y la
ilusión se entreveran, y en el que lo real y la mentira
tienen fronteras poco claras, la vacilación se
impone como efecto inmediato, dándole sentido a las tramas
y sucesos fantásticos que, tanto oralmente como por
escrito, se transmiten. Y ahí está justamente su
atractivo. De ese vacilar nace el misterio y las dudas, las
indefiniciones e incertidumbres.

Todas las hipótesis que veremos comulgan con
estas características. Y si bien es cierto que algunas
terminan resultando mas serias que otras, en conjunto no
son más que la acumulación de temores, rumores y
prejuicios que arrastra la sociedad en un momento
dado.

La primera explicación que circuló, y que
más tarde siguió compartiendo con otras el
escenario teórico (sin ser excluida), fue la del
demente o bromista solitario. Un individuo
claramente desquiciado, muy ágil y escurridizo, capaz de
grandes saltos, corridas y actos de violencia que, de acuerdo con
los periódicos, habrían ido en aumento a medida que
pasó el tiempo. En su cursus honorum (de simple
asustador urbano a el de violador y supuesto
asesino de mujeres y niños), el
Hombre-Gato (que fuera siempre más
oído que visto) desarrolló pautas
ilógica de comportamiento, como la de pasearse por techos
y terrazas o rasguñar puertas y ventanas con el solo fin
de meter miedo y exhibir las garras. Loco y/o
socarrón, con su capa, antifaz y coraza, hoy se nos
presenta como alguien realmente ridículo. Aún
así, aquellos que eran niños hacia mediados de la
década de 1980 lo recuerdan con rejuvenecido pánico
y no cierta nostalgia, al rememorar las advertencias que les
hacían sus madres: "Vení para acá,
entrá temprano a casa, que sino te lleva y te come el
Hombre-Gato
".

Sobredimensionando los peligros urbanos ("no salgas
de noche
", "no atiendas a extraños",
"enciérrate en el hogar cuando cae el sol") esta
versión de la historia es de neto corte moralista y se
enlaza con la de otras criaturas legendarias del folclore
post-industrial. La mayoría de ellas de fama y
difusión internacional.

Según Jorge Halperín, "es probable que
la versión masculina de la Viuda Negra sea el Hombre-Gato
o el Hombre-Araña
".[37]

En todos estos casos el tema sexual sobrevuela la
historia de manera bien directa. Ya sea viuda, arácnido o
felino, estos supuestos atacantes nocturnos están guiados
por un enfermizo apetito que los lleva a cometer feroces
violaciones sobre jóvenes y mujeres, sometiéndolos
casi siempre con elementos punzantes (fálicos), tales como
tijeras, en el caso de la viuda, o múltiples garras en el
de "El Gato".

Halperín recuerda, en su excelente libro, que en
varios barrios porteños, como también en La Plata y
otras ciudades del interior, "circulan hace tiempo todo tipo
de rumores en torno a estos gatúbelos en
armas
"[38] dispuestos a atacar sexualmente a
personas indefensas. Aunque no siempre están guiados por
su desaforado apetito hormonal. En ocasiones simplemente buscan
robar o asustar, encontrando en el susto del otro un
extraño placer; de seguro relacionado con el poder que el
miedo ejerce sobre las personas.

En la otra punta del continente americano también
nos topamos con creencias semejantes. Por ejemplo, en los Estados
Unidos se habla de un ser conocido como el
Hombre-Chivo.[39] Este personaje no es
más que una versión del famoso y universal
"monstruo del callejón", que ataca en sitios oscuros y
tranquilos, tomando por sorpresa a parejas de amantes a punto de
concretar.

Si bien entre el Hombre-Chivo y nuestro
Hombre-Gato existen ciertas similitudes en sus objetivos
(violar, robar y en última instancia matar), la gran
diferencia está marcada por una cuestión
biológica. En tanto que "El Gato" no es
más que un ser humano disfrazado, "El Chivo"
yanqui es un monstruo real (no sólo moral) con
características semejantes a Pie Grande (peludo) o a los
sátiros de la mitología clásica (Pan), con
torso humano y piernas de chivo. Tal vez por este motivo el
Hombre-Chivo esté generalmente citado en libros
de criptozoología y no tanto en los de leyendas
urbanas.[40]

Finalmente, habría que señalar a otro
personaje anglosajón conocido como "Ojos
Anaranjados
".[41] Una criatura alta, peluda y
también resistente a las balas que intimida con sus
enormes pupilas naranjas antes de cometer crímenes
idénticos a los descriptos. Recordemos que en algunas
apariciones mediáticas el Hombre-Gato
tenía ojos rojos y que, de igual forma que esta criatura,
estuvo asociado a un ermitaño loco o a un simple
bromista.[42]

Una segunda versión de la leyenda del
Hombre-Gato es aquella que parte de una creencia muy
extendida ya en 1984 y convenientemente difundida por los medios
de comunicación, tal como lo consignamos en la primera
parte del trabajo.

La misma sostenía que, dada la ubicuidad del
personaje, que parecía estar en dos sitios diferentes al
mismo tiempo, se estaba ante la presencia no de uno, sino de
varios Hombres-Gato. Una banda de estrafalarios sujetos
capaces de actuar mancomunadamente en pos de una meta nunca del
todo definida, ni clara.

Como es de prever, esta posibilidad elevó el
miedo de la sociedad a niveles que los diarios no dudaron en
definir como psicosis colectiva. A partir de entonces, los
Hombres-Gato podían estar en todas partes, en
todo momento, amenazando a la desprotegida comunidad con sus
histéricos maullidos y sus garras.

No fueron pocos los que interpretaron esto como
invasión de la que nadie podía estar ajeno. Los
involucraba a todos. Tal vez ése haya sido el motivo por
el cual se difundió la noticia de que "vecinos
armados
" defendían a la gente. ¿Pero con
qué tipo de enemigo se lidiaba? ¿Quiénes
conformaban esa pandilla de "Gatos"?

Al respecto, esta versión de los
"hechos" tiene dos variantes: la de la consabida
secta brasileña; y una segunda, menos
conocida pero de fluida circulación oral, que hablaba de
un macabro experimento genético realizado
por los militares, durante la última dictadura.

La primera variante (la de la secta) no deja de reflejar
un antiguo sentimiento de xenofobia hacia el Brasil. Por
décadas, y hasta la concreción del MERCOSUR y la
actual unidad latinoamericana, el vecino país (junto con
Chile) fue visto como un potencial y peligroso enemigo, siempre
dispuesto a expandir sus fronteras hacia el sur, en clara
alusión a una supuesta vocación imperialista.
Creemos que esta fantasía encuentra su
justificación en las sendas guerras que las Provincias
Unidas del Río de la Plata tuvieron con ese país
durante el siglo XIX y a una ideología de derecha
pro-yanqui siempre contraria la unidad de
latinoamericana.

Pero eso no era todo.

Esos rumores no hacían alusión a
brasileños comunes y corrientes, sino a miembros
de una secta, con toda la connotación negativa y
esotérica que ese término suele
arrastrar.

¿De qué tipo de secta se
trataba?

Los testimonios recogidos por los periódicos de
la época no lo especifican de manera directa. Se limitaban
a sugerir de que se estaba ante una secta claramente de origen
religioso y no político. Claro que, hablar de ello en los
medios, era una manifiesta alusión al umbandismo u otras
prácticas de origen afroamericano (macunba, kimbamda). En
pocas palabras: a los prejuicios nacionalistas extremos se les
agregaban otros de neto corte racista y cultural. Aunque
sorprende que no se haya hablado de Hombres-Gato- Negros
(hubiera sido el colmo), la indumentaria oscura, que
tenían de pies a cabeza, podría ser una
sublimación elegante del prejuicio.

En el imaginario e ignorancia de muchos, umbandismo
era/es sinónimo de satanismo, sacrificios humanos, sangre
y violencia ritual. No es extraño entonces que nuestros
temidos "Gatos" hayan quedado relacionados con esas
ideas; muy probablemente influenciadas también por el
famoso crimen de Oriel Briant, cometido en julio de 1984 y
vinculado a ritos y sectas del mismo
tipo.[43]

Pero la teoría sobre la pluralidad de
Hombres-Gato tuvo otra interpretación cuya
raíz resulta mucho más macabra que la anterior por
estar relacionada con un contexto histórico real: el del
autodenominado (y perverso) Proceso de Reorganización
Nacional
de 1976-1983.

Como todo momento traumático, la dictadura
cívico-militar de los "70 generó un significativo
número de historias fantásticas y paranormales en
torno a ella. No es un tema del que se hable demasiado y
abiertamente. En probable que esto tenga que ver con el prurito
que despierta una temática tan dolorosa; en especial el
temor a banalizarla, estando muchas heridas aún abiertas.
Pero no hay nada de banal en ellas cuando se las analiza en
profundidad. Los rumores y leyendas urbanas en torno a fantasmas
de desaparecidos o almas en pena en antiguos centros clandestinos
de detención (donde se torturaban y asesinaban a
centenares de personas impunemente) no dejan de ser duras
denuncias y reclamos de justicia. Canales válidos por los
que una sociedad critica un hecho o proceso histórico
acudiendo a un lenguaje más alambicado, complejo e
inconsciente.

Los Hombres-Gato no escapan a este
fenómeno y, de acuerdo a la versión consignada por
Guillermo Barrantes y Víctor Coviello en Buenos Aires
es Leyenda 2
, el barrio porteño de Agronomía
(sede de la facultad del mismo nombre) es la cuna original de
esta sugestiva lectura de los
hechos.[44]

En pocas palabras, las gatunas criaturas no
serían más que el resultado de experimentos
secretos realizados por los militares en el Instituto de
Genética de la facultad, mientras buscaban
"fabricar" el soldado perfecto (ágil, con
visión nocturna y resistente a las balas). Los
Hombres-Gato serían un remante de esos
experimentos; una versión novedosa de la "mano de obra
desocupada
" de aquellos
días.[45]

Y no sólo eso. Los autores consignan que el
cuento de la secta brasileña la inventaron los propios
represores para desviar la atención de la prensa y de la
gente. Como puede observarse, las teorías conspirativas no
fueron ajenas a la cuestión de los Hombres-Gato.
Ni aquí, ni en los Estados Unidos, ya que la mencionada
leyenda del Hombre-Chivo tiene también su
versión referida a un experimento biológico hecho
en laboratorios.[46]

Aun quedan dos breves explicaciones, en apariencia
más racionales, que Barrantes y Coviello señalan en
su interesante libro. Una, en nuestra opinión la menos
atractiva, es la que sostiene que las andanzas del
Hombre-Gato no son mas que un invento intencional y
premeditado del escritor Julio Cortazar y un amigo suyo del
barrio de Agronomía.[47] La otra,
más al estilo de la moderna leyenda urbana, dice que toda
la historia fue promocionada por las oficinas inmobiliarias del
barrio, con el solo fin abaratar los costos de las viviendas y
después adquirirlas a muy bajo precio.[48]
Una mera pero maquiavélica operación comercial,
para la que se habría contratado los servicios de un
trapecista.

Finalmente nos queda una última
explicación. Una que sintetizó en gran parte a
muchas de las explicaciones anteriores. Que las usó,
divulgó e instaló en la sociedad a partir de notas
periodísticas inventadas, con el objeto de vender
más diarios.

Científicos locos, verdugos, conspiraciones,
superhombres entrenados para la guerra urbana, satanistas
extranjeros, locos ermitaños y bromistas, inmorales
compradores de casas y periodismo amarillista han desfilado por
estas páginas. Así todo, después de 30
años, el misterio de los Hombres-Gato sigue tan
vigente y activo como siempre.[49]

PARTE 3

Miedo por
doquier

Monografias.com

"Muchos de nosotros aceptamos
rumores falsos,

ya sea por los temores o por las
esperanzas que tenemos".

Cass R. Sunstein,

Rumores. Cómo se difunden las
falsedades,

por qué nos las creemos y
qué se puede hacer con ellas.

"La cobertura mediática del delito
es

proporcional a su rareza y no a su
frecuencia".

Gabriel Kessler,

El sentimiento de Inseguridad.

Todas las sociedades producen leyendas urbanas en
función a sus necesidades, sean éstas concientes o
inconcientes. A través de ellas expresan,
metafóricamente, aquello que les resuelta
problemático o les genera intranquilidad; sin importar lo
objetivo (real) o subjetivo (inventando) que resulte la fuente
que da origen al miedo.

Si el Hombre-Gato es, efectivamente, una
metáfora cultural de ese tipo, lo importante será
tratar de determinar qué se quiso manifestar o exorcizar
con su inquietante irrupción.

Jorge Halperín es el que mejor resume lo
antedicho al señalar que, en el fondo de toda esta
historia, no hay otra cosa que un fuerte "clamor por un mundo
más previsible y seguro
".[50] Pero si
el Hombre-Gato no es más el símbolo de la
inseguridad y de la vulnerabilidad de la vida urbana,
estaríamos reduciendo al mínimo su significado. La
seguridad a la que Halperín se refiere va
más allá del mero cuidado a los bienes materiales
(propiedades) o la inseguridad física (que las incluye,
por supuesto). En realidad, atiende a cuestiones más
profundas relacionadas con ciertos valores puestos en
duda en contextos de transición y cambios culturales tan
importantes como los experimentados desde fines del siglo XX a
nuestros días.

Uno de los primeros aspectos a destacar es el temor a
perder la cohesión grupal. En otra palabras, el miedo a la
disgregación. Una preocupación latente ante el
avance inexorable del individualismo asocial absoluto;
que anunciaba, ya a mediados de los "80, al modelo neoliberal por
venir.

El hecho de que el Hombre-Gato pasara de
uno a ser muchos
podría ser visto como una
expresión de adhesión al trabajo en equipo y a la
cooperación (por más maligna que sea la empresa).
Del mismo modo, las batidas de vecinos armados en pos de un
objetivo común (terminar con el monstruo),
simbolizarían la unión mancomunada de la
población tras una meta compartida por todos. Ante el
peligro, el grupo amenazado se cohesiona. Se une. Se recompone
como comunidad y el vecino, antes anónimo, se transforma
en un compañero conocido con el que se persigue lo
mismo.

Otro de los miedos que se deja entrever detrás la
leyenda es el temor a la desviación de las normas de
comportamiento.

El Hombre-Gato rompe con la previsión y
las reglas. Es incoherente en más de un sentido.
Maúlla, trepa, salta, rasguña, en principio sin
sentido alguno. Sus acciones son imprevisibles, incluso
ridículas cuando se las analiza con frialdad. Así
todo, son generadoras de un terror verdadero y profundo. Como
todo monstruo, se desvía de las pautas convencionales y se
convierte en un riesgo para todos. Por eso debe ser combatido. La
defensa de los valores claros queda así en manos de los
vecinos (y de la policía).

Por otro lado, el hecho de que las víctimas sean,
en su mayor parte, menores de edad, jóvenes o mujeres,
manifiesta una clara voluntad de obediencia y el consiguiente
castigo por incumplir las advertencias de los mayores ("Si no
hacés lo que te digo y mando te lleva el
Hombre-Gato
"). Las consecuencias de esa desobediencia a las
pautas impuestas por los más grandes pueden ser terribles;
y no es de extrañar que, en una sociedad machista, haya
germinado la idea de que una mujer que ande sola por la calle, a
horas inapropiadas, pueda transformarse en
víctima de la criatura. Las señoritas de su
casa y los nene buenos no hacen esas cosas.

Sin desearlo, el Hombre-Gato se
convertía en un comisionado del orden establecido;
especialmente en una sociedad que, tras una dictadura militar de
años, seguía arrastrando consignas por demás
conservadoras. Y así, en un contexto cultural de valores
rígidos, tradicionales y coercitivos, el
Hombre-Gato fue una prolongación de los
días castrenses impuestos por los militares.

Un tercer aspecto de la leyenda se relaciona con el
momento en que el personaje actúa. La noche es su reino.
En ella señorea sin ser atrapado, aprovechando las horas
en que todo se vuelve difuso y desdibujado. En sus sombras
pretende ocultarse, camuflarse, como los hacían los grupos
de tareas que secuestraban y desaparecían personas por
órdenes de los dictadores de turno. La caída del
sol marca un límite, no sólo horario, sino
también moral. Una frontera que coloca todo lo malo,
perverso, sanguinario e irracional más allá de la
claridad diurna. Tal vez sea ese el motivo por el que unos pocos
consideraron a la criatura como un espíritu merodeador o
demonio.

Momento idóneo para la mitificación y la
fantasía, la noche alimentó la leyenda urbana. Y
cuanto mas cerca del ámbito habitacional "El
Gato
" circulaba, peor. Lo mismo ocurrió en las zonas
rurales. Estos sentimientos llevaron a idealizar el hogar
(home sweet home) como refugio y fortaleza. Como
única trinchera segura, desde donde combatirlo (y al mismo
tiempo agigantar sus presencia).[51]

Por otra parte, la leyenda alimenta también
ciertos prejuicios.

Partes: 1, 2

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