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Juan del Valle y Caviedes como lector de Francisco de Quevedo




Enviado por Pedro Lasarte



    El poeta del virreinato del Perú, Juan del Valle
    y Caviedes, nace en España, en Jaén, en 1645
    y—según su biógrafo Guillermo Lohmann
    Villena–se traslada de muy temprana edad al virreinato del
    Perú, donde permanece hasta su muerte en 1698 (Valle y
    Caviedes, ed. Cáceres 20 y pássim). En este ensayo
    quisiera aproximarme a un asunto que se reitera constantemente en
    manuales de literatura o en estudios sobre el autor pero que, en
    realidad, no se elabora en gran detalle. Se trata de la
    relación de dependencia literaria que el poeta virreinal
    pudo tener para con Francisco de Quevedo, con quien tiene muchos
    puntos de contacto. Emilio Carilla, por ejemplo, llama a Valle el
    "Quevedo limeño" (223) y anota varias correspondencias
    entre los dos. De modo similar, aunque con cierta
    valorización negativa, Mariano Picón Salas lo llama
    un "Quevedo menor y mucho más lego" (140)

    Entre las obras de Valle y Caviedes hay varias
    referencias muy directas a que Quevedo–quizás en especial
    su sátira (pero no sólo)–era una importante
    presencia en el autor virreinal. Hay, por ejemplo, un poema en el
    cual expresa una relación con el peninsular que nos
    recuerda lo que Harold Bloom llamó la "ansiedad de la
    influencia." Es un texto cuyo título reza, con algunas
    variaciones en los manuscritos originales, "Los efectos del
    protomedicato de don Francisco de Bermejo sabrá el curioso
    en este romance, escrito por el alma de Quevedo, que anda penando
    en sátiras" (Valle, ed. Cáceres
    378-86)).[1] Es una referencia consciente, algo
    jocosa, a su imitación del escritor español, pero
    imitación posiblemente compleja ya que "penar" era, y es,
    en el Perú, una referencia al "fantasma o alma que anda en
    pena" (RA).[2] Este poema, como muchos otros de
    Valle, tiene como blanco satírico–algo muy tópico
    del género–a la medicina, profesión que
    también satiriza Quevedo en muchas ocasiones; entre ellas,
    por ejemplo, en El sueño del juicio final, El
    sueño del infierno
    , y El sueño de la
    muerte
    (Sueños y discursos 73-79, 158, 188),
    pero, como espero mostrar, entre los dos autores hay ciertas
    diferencias.

    Ambos recogen tópicos satíricos muy
    semejantes, pero el escritor virreinal parece acercarse a la
    crítica de la medicina con mayor proximidad a su realidad
    social. No sólo se burla de la medicina en general, sino
    que ataca directamente a un número de médicos
    contemporáneos e identificados con sus nombres verdaderos.
    Para el caso de Quevedo, Ignacio Arellano ha mostrado que su
    sátira de la medicina se remonta a una tradición
    muy antigua, pero sugiere a la vez que esa tradición se
    recontextualiza en el momento del autor ya que, nos dice, hay en
    su obra una "hiperbolización de los atributos reales de
    médicos del siglo XVII" (Jacinto Alonso Maluenda
    88). Algo igual veo en Valle y Caviedes, pero con una diferencia
    que lo impulsa a la agresión personal. Se sabe que Quevedo
    con su sátira llevó a cabo ataques ad
    hominem
    , pero eran ataques dirigidos a ciertos personajes
    que entroncaban con su vida y sus relaciones cortesanas o
    literarias como, por ejemplo, Góngora.[3]
    En el virreinato del Perú, algunos de los médicos
    satirizados por Valle y Caviedes tenían puestos de
    importancia, como el que va mencionado en el título del
    poema escrito por el "alma de Quevedo," es decir, Francisco de
    Bermejo, poema en el cual también se satiriza a otro
    médico, Miguel de Ossera. Lo que hay que notar es que
    estos dos personajes habrían formado parte–en Lima–de
    más de una controversia en lo tocante a sus herencias
    culturales–ya criollas o peninsulares– y, por lo tanto, sus
    correspondientes méritos para recibir puestos oficiales,
    como el del Protomedicato del Perú.[4]
    Quevedo y Valle y Caviedes se acercan satíricamente a la
    medicina, pero, como sugeriré, con propósitos
    diferentes. ¿Qué pudo pensar Valle y Caviedes sobre
    lo que hoy llamaríamos, si quisiéramos ser algo
    anacrónicos– su "dependencia" para con Quevedo–? No nos
    olvidamos que la imitatio era todavía una
    práctica literaria de importancia, pero hay, sospecho,
    gato encerrado en la imitación vallecavediana.

    Pasemos primero, entonces, a un poema en el que la
    persona satírica de Valle y Caviedes,
    autodenominándose "doctor de médicos," le aclara al
    lector que su vituperación de la medicina ha de tomarse en
    serio. Esto, claro está, no sin una típica mueca
    burlona:

    No son capricho mis versos,

    como los médicos piensan

    y publican que es manía

    y agudo ingenioso tema.

    Y porque vean se engañan,

    traeré aquí los que cooperan

    conmigo en este dictamen,

    para apoyo de mi idea (43.
    141-48).[5]

    Y de inmediato el poema enumera una serie de escritores
    y satíricos que se han enfrentado con la medicina. Hay
    cuarenta, desde San Agustín, pasando, entre otros, por
    Sócrates, Plutarco, Diógenes, Cicerón, Tito
    Livio, Juvenal, Epicteto, Alfonso el Sabio, Quevedo,
    Cáncer, Villamediana, hasta llegar a parar en el
    dramaturgo Moreto. Lo que es notorio es que en este poema, en el
    cual se enumera la tradición, Quevedo es sólo uno
    de cuarenta, y merece sólo cuatro versos. Hay que
    preguntarse, entonces, si esto no es un intento de relativizar la
    importancia de Quevedo en su obra.

    Regresemos al poema que se dice haber sido escrito por
    el "alma de Quevedo." De allí se rescatan varias
    coincidencias tópicas entre los dos autores. Un primer
    ejemplo sería la burla de la pretensión de las
    vestimentas prescriptas por ley para los médicos: sus
    ropas, adornos, anillos y collares; y también una mofa del
    uso de latinajos y aforismos por parte del llamado "médico
    latino:"[6]: En Valle leemos los siguientes
    versos, en burla del médico Bermejo:

    Empuñó el puesto, y muy grave,

    dando al Cielo gracias, dijo:

    gratias a Deum en su

    mal latín de solecismos.

    . . .

    Autorizóse de galas,

    y multiplicando anillos,

    añadió esta liga docta

    a su ignorante esportillo.

    Nuevo aderezo a la mula,

    también de gala le hizo,

    porque lo bruto quedase

    de todo punto vestido.

    (44. 9-32).[7]

    Sin negar que éstas son burlas tópicas, no
    nos olvidamos que Valle sí tenía presente a
    Quevedo. No sería descabellado pensar en algún eco
    o recuerdo de ciertos pasajes del Sueño de la
    muerte
    del autor peninsular: "fueron entrando unos
    médicos a caballo en unas mulas . . . guantes en
    infusión, doblados como los que curan; sortijón en
    el pulgar con piedra tan grande, que cuando toma el pulso
    pronostica al enfermo la losa." Y allí mismo añade
    Quevedo que los médicos

    ensartan nombres de simples que parecen invocaciones de
    demonios: buphthalmos, opopanax, leontopetalon, . . .
    petroselinum, . . . . Y sabido qué quiere decir esta
    espantosa barahúnda de voces tan rellenas de letrones, son
    zanahoria, rábanos y perejil, y otras suciedades"
    (Sueños 187-89).

    Hay, entonces, una coincidencia tópica entre los
    dos segmentos citados–algo que Carilla, sin embargo, ve como
    imitación directa–(225-26). Son, sin duda, coincidencias,
    pero, sugiero yo, con una diferencia importante. Si en el caso de
    Quevedo se trata de una sátira general de los
    médicos, ya sea tópica o sobre las prácticas
    medicinales de su momento, en Valle y Caviedes la temática
    crítica–o ideológica–recae fuertemente sobre el
    Perú y sus conocidas contiendas entre criollos y
    peninsulares.[8] Don José Miguel de Ossera
    y Estella–uno de los médicos satirizados en el
    poema–había nacido en Zaragoza y había sido
    médico de Don Juan José de Austria antes de llegar
    al Nuevo Mundo–hacia 1688–con el séquito del Virrey
    Conde de la Monclova; esto en calidad de Médico de
    Cámara. Luego, rápidamente, alcanza el cargo de
    "Protomédico de Lima." El poema de Valle se mofa de la
    inteligencia de este médico, diciéndonos que
    "Protoverdugo de herencia / Osera a Bermejo hizo, / por su
    última y postrera / disposición de jüicio"
    (44.104). En estos versos la referencia a la "postrera
    disposición" o agilidad mental de Ossera se lee,
    escatológicamente, como una última
    evacuación intestinal. Aquí la visión
    burlesca de Valle parece asumir una voz anti-peninsular al unirse
    a ciertas críticas del momento que alegaban que este
    médico Ossera, habiendo venido de España,
    "desconocía el temperamento de la tierra y la virtualidad
    de los fármacos locales" (Valle y Caviedes 865). Por otro
    lado, Francisco Bermejo y Roldán, el otro médico
    satirizado en el poema por su despliegue de vestimentas y
    latinajos, después de mucha solicitud a la corona,
    también alcanza el puesto de Protomédico de Lima en
    1692. Este otro era un hidalgo criollo y personaje de importancia
    dentro del sistema virreinal peruano; es decir, un buen
    representante de la hidalguía criolla que ejercía
    presión para asumir lugares de importancia y poder. La
    visión satírica de Valle, sin embargo, como hemos
    visto, arremete también contra el criollo (recordemos los
    versos ya leídos sobre la ostentación en el vestir
    y el hablar).

    Ahora, como he mostrado en otro lugar, aunque a primera
    vista esta doble crítica podría verse como una
    contradicción ideológica por parte del poeta
    virreinal, no lo es: más bien forma parte del proceso
    satírico de Valle y Caviedes, quien no toma una
    posición crítica unidimensional, sino que recoge
    las múltiples y contradictorias opiniones y voces que se
    escuchaban en su contorno virreinal peruano.[9] Lo
    que nos concierne aquí, sin embargo, es apuntar que el eco
    satírico que se podría escuchar de Quevedo, en
    Valle y Caviedes se nutre de un referente propiamente americano.
    Se "americaniza," por así decirlo. Veamos.

    Hay otro poema que reiteradamente se ha visto como
    "emulación" por parte de Valle y Caviedes. Se trata de una
    tópica burla de la prostituta infectada por la enfermedad
    venérea. En palabras de Emilio Carilla

    Caviedes imita en diversas oportunidades poemas
    quevedescos. No exagera, sin embargo, los préstamos,
    prestamos que, por otra parte, se mezclan ingeniosamente a la
    pluma ágil de 'el poeta de la ribera.' [es decir, Valle].
    Un ejemplo: el romance A la bella Arnada esta calcado en
    gran parte sobre uno de Quevedo (Cura una moza en
    Antón Martín la tela que mantuvo
    )"

    La comparación o préstamo lo halla Carilla
    en el cotejo de las siguientes estrofas. En Valle y
    Caviedes:

    Purgando estaba sus culpas

    Arnada en el hospital,

    que estos pecados en vida

    y en muerte se han de purgar . .

    Y en Quevedo,

    Tomando estaba sudores

    Marica en el hospital,

    que el tomar era costumbre

    y el remedio es el sudar. . ."

    (Carilla 224-25).

    A pesar de posibles coincidencias entre los dos autores,
    es claro que, como en el caso anterior, también se trata
    de tópicos literarios. Esté o no imitando
    directamente a Quevedo en esos poemas –algo posible–es
    importante ver que Valle y Caviedes nuevamente recontextualiza la
    herencia literaria en una situación crítica
    directamente relacionada al virreinato.

    En otro lugar, aunque no en lo tocante a Quevedo, ya me
    había acercado a este poema sobre la mujer
    sifilítica, titulado "A una dama que por serlo paró
    en la caridad." [10]No voy a repetir mi
    análisis, que mostraba una visión bastante
    particular de la misoginia de Valle, pero sí vale la pena
    sugerir que, aunque sea o no una imitación directa de
    Quevedo, sí es una imitación que se remonta, por
    extensión, a esa "alma" o "sombra" de Quevedo que andaba
    penando al escritor virreinal; y es un poema que conlleva un
    jocoso suplemento referencial sobre los conflictos que se daban
    en torno a la minería en el virreinato del Perú.
    Los versos del poema de Valle pasan revista jocosa y grotesca a
    los estragos del llamado mal de bubas, en estrecha
    relación con el negocio de la prostituta y su deseo de
    recuperar la lozanía que le permitiese continuar sus
    ganancias. La metaforización que usa el poeta combina
    varios códigos: la sexualidad, la enfermedad y sus
    posibles curaciones, el negocio y la minería. Reitero que
    no voy a repetir mi análisis, pero hay que mirar algunas
    cosas de cerca. En Quevedo la referencia a la cura de la
    sífilis de la mujer, como vimos arriba, es la "de tomar
    sudores," y– añadimos–tal cura se llevaría a cabo
    con el llamado "palo santo" o "guayaco" traído de las
    Indias (recordemos, como lo hace también Carilla, el
    conocido episodio del soldado que tomaba "sudores" en el
    Coloquio de los perros de Cervantes).

    La cura que recibe la "dama" limeña, sin embargo,
    es otra: es la que se hacía con el frote de mercurio,
    asunto que le lleva a Valle y Caviedes a elaborar un serie de
    chistes en torno a la descripción de la mujer en
    términos astrológicos (v.g. la estrella, los
    luceros, Venus, y Mercurio). [11]Cito una
    estrofa:

    De su estrella se lamenta

    porque en luceros peligra.

    si cuanto causó la Venus

    con el mercurio no quitan (81. 33-36).

    Pero más importante para nuestro asunto
    aquí, es la siguiente estrofa:

    A puro azogue, presume,

    la tiene de volver piña

    . . . .

    la que tiene mas estacas

    que todas las de las Indias (81. 89-96).

    La dama peruana, estropeada por el llamado "mal de
    bubas," desea recuperar la juventud que su profesión
    requiere, y se imagina que el azogue puede ser la solución
    para convertirla nuevamente en una fruta fresca, en una
    "piña." Es una fruta, sin embargo, que se halla cubierta
    de espinas, algo que en el poema de Valle alude a las marcas que
    la mujer tendría en la cara, pero aun de mayor importancia
    es el hecho de que se trata de una fruta americana– y bautizada
    así por Gonzalo Fernández de
    Oviedo–.[12] Pero la palabra piña,
    según el Diccionario de autoridades, era
    también "una porción de plata pura;" es decir, la
    depurada por el azogue. Hay, entonces, una burla de la "pureza"
    de la dama, pero en diálogo semántico con su
    sexualidad y la naturaleza americana. Tal cruce se observa
    también en el siguiente verso, donde leemos que la mujer
    tiene "más estacas que todas las de las Indias." ¿A
    qué se refiere el poema con tener estacas? Podría
    ser una alusión fálica, o una referencia jocosa a
    las espinas de la piña con la cual se quiere asociar, pero
    la palabra "estaca" también tenía una
    significación relacionada a la riqueza minera del Nuevo
    Mundo, y del Perú. En el Diccionario de la
    Academia
    leemos que "estaca" indica la "pertenencia de una
    mina que se concede a los peticionarios mediante ciertos
    trámites."[13] Sobre el cuerpo de la dama
    se escriben y se inscriben, entonces, las riquezas y las
    enfermedades del nuevo continente. De inmediato, el posible
    diálogo que establece el poema entre las bubas y las
    abundantes venas minerales del Perú se intensifica, cuando
    leemos que en el caso de esta "dama,"

    Venganza es de las estafas,

    si a sus amantes decía:

    "El alma den," cuyo azogue

    devengó Huancavelica (81. 101-04).

    Estos versos del poema hacen referencia a la competencia
    que existía, en la época, entre las minas peruanas
    de Huancavelica y las españolas de Almadén. La dama
    o prostituta le pide a sus clientes que "el alma den,"
    expresión que reverbera sobre la explotación
    económica, el desvarío moral, y, quizás, la
    muerte como resultado final del contagio venéreo. El poema
    de Valle enlaza, entonces, un tópico literario, usado
    por–entre muchos otros–Quevedo, con una realidad muy
    americana.

    Atemos algunos cabos. Tanto este último poema
    como en el anterior que se burlaba de la ropa y los latinajos de
    los médicos, han sido vistos por varios críticos
    como ejemplo bastante directo de la influencia de un autor sobre
    el otro. Lo que observamos, sin embargo, si es que hay
    imitación directa, es que se trata de una imitación
    que al recontextualizar los temas en una realidad americana,
    expresan la contradictoria situación del sujeto
    novomundano en relación con el peninsular. Se
    podría pensar, entonces, que estos ejemplos textuales
    conllevan ecos –conscientes o no–de esa "sombra" de Quevedo
    que–como nos dice Valle–andaba penando su producción
    literaria. Me atrevo a conjeturar que sí. Pero, ¿se
    trata acaso un deseo de sobrepujar, o criticar la escritura de
    Quevedo? ¿Habría algo en la producción tan
    copiosa de su precursor que le podría haber disgustado a
    Valle? No lo creo.

    Un oteo a la crítica en torno a la obra de
    Quevedo–y una mirada sumaria a su obra–muestra que en realidad
    las preocupaciones del autor en torno a la Indias Occidentales,
    es decir, América, se concentran más que nada en
    una reflexión moral y
    crítica–estoico-cristiana–sobre la codicia,
    emblematizada por el conquistador que llega al Nuevo Mundo. Las
    lecturas que pudo hacer Valle de Quevedo, entonces, no le
    darían razón para quejarse del autor español
    y su aproximación ideológica hacia el nuevo mundo.
    Si bien el autor peninsular pudo tener una visión
    convencional de la época sobre la inferioridad del
    indígena (Riandière La Roche 15 y pássim),
    su escasa referencia al Nuevo Mundo no comparte las denigraciones
    que algunos peninsulares hacían del criollo. Sugiero
    aquí–y es algo que debe seguir elaborándose–es
    que la relación de Valle hacia Quevedo es, por un lado, de
    orden literario, pero por otro, al hablarse de una "sombra que
    anda en pena;" es decir, molestando, pareciera aludirse a
    posibles complejidades en torno a la relación o
    apreciación que el escritor del Nuevo Mundo tenía
    ante sus precursores, o contemporáneos
    peninsulares.

    Para argumentar este último punto valdría
    la pena recordar ciertas quejas del contemporáneo peruano
    de Valle, Juan de Espinosa y Medrano, "el Lunarejo." Este se
    lamentaba de la situación marginal del letrado o escritor
    virreinal peruano con relación a al peninsular. En su
    conocido despliegue de envidiable erudición, su
    Apologético en favor de Don Luis de
    Góngora
    , por ejemplo, en la dedicatoria al Conde
    Duque de Olivares, le recuerda que vive muy "distante del
    corazón de la monarquía," y añade que, por
    lo tanto, él y sus compatriotas se hallan "poco alentados
    del calor preciso con que viven las letras, y se animan los
    ingenios" (126). Simultáneamente, en su advertencia al
    lector, recuerda que los criollos como él viven "muy lejos
    . . . y, si no traen las alas del interés, perezosamente
    nos visitan las cosas de España;" y de inmediato se
    percibe una nota de sarcasmo: "¿Pero qué puede
    haber bueno en las Indias? ¿Qué puede haber que
    contente a los europeos que desta suerte dudan? Sátiros
    nos juzgan, tritones nos presumen, que brutos del alma: en vano
    se alientan a desmentirnos máscaras de humanidad" (127) La
    queja de Espinosa y Medrano se dirige, en parte, a la poca
    importancia o reconocimiento que se le da al hombre de letras en
    el virreinato del Perú. La posición criolla de
    Espinosa y Medrano no es anti-española. Su libro se abre
    con una alabanza a la corona y al Conde Duque de Olivares y,
    recordemos, se trata de una defensa de Góngora. El
    Lunarejo, sin embargo, aquí, y también en su
    "Prefacio al lector" del volumen correspondiente a la
    Lógica, de su Philosophia Tomisthica, en
    palabras de Mabel Moraña, expresa una incipiente "voluntad
    de identificación de un estilo hispanoamericano de
    época, de claras connotaciones ideológicas"
    (Viaje al silencio 40).

    Ahora, no propongo que Valle y Caviedes exprese una
    inseguridad o queja similar a la del Lunarejo, pero sí
    creo que mirando bien su producción poética, tanto
    satírica como seria, se puede rescatar una toma de
    conciencia en torno a la conflictiva relación que el
    ejercicio de su escritura pudo tener para con la creación
    literaria peninsular; relación que se posa sobre la
    memoria o alma de Francisco de Quevedo. Finalmente, hay que
    sugerir que esta escritura doble, que imita pero que imita con
    cierta preocupación nos lleva a nosotros a recapacitar, en
    un sentido más general, sobre las relaciones culturales de
    dependencia entre la periferia virreinal y la metrópolis
    peninsular que se daban en el momento y que se intensificaron con
    el pasar del tiempo.

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    y Guillermo Lohmann Villena. Lima: Banco de Crédito del
    Perú, 1990.

    —. Obra poética. Ed. Luis
    García-Abrines Calvo. 2 vols. Jaén:
    Diputación Provincial de Jaén, 1993 y
    1994.

     

     

    Autor:

    Pedro Lasarte

    Boston University

     

    [1] En la edición de
    García-Abrines el título dice que el poema fue
    escrito por el "ánima" de Quevedo. Debemos notar que
    bajo "penar," en el Diccionario de la Real Academia, leemos:
    "Perú y Ven. Dicho de un fantasma o un alma en pena:
    Aparecerse o manifestarse." Nuestra referencia a Harold Bloom
    podría sin duda dar lugar a muchas dudas. Inicialmente
    Bloom pensaba en su concepto de "ansiedad" más bien como
    algo aplicable a la poesía posterior al neoclasicismo, y
    así posterior a la práctica de la imitatio. En
    sus ediciones más recientes, sin embargo, amplía
    su concepto para hablar de las relaciones conflictivas entre
    autores como Shakesperare y Christopher Marlowe, para postular
    una coexistencia de la imitación tradicional con su
    concepto de "ansiedad de la influencia." Véase en
    particular el prefacio a su segunda edición (1997).

    [2] La relación intertextual (o
    imitación directa, quizás) entre algunos poemas
    de Valle y sus (paratextos?) ha sido abordada en cierto detalle
    por Carilla, quien nos dice, por ejemplo, que, entre otras, el
    romance "A la bella Arnada (sic?) está calzado en gran
    parte sobre uno de Quevedo (Cura una moza de Antón
    Martín la tela que mantuvo) (224-25). Paloma Calvo
    Villanueva lo explica mejor (con referencia a los poemas de la
    edición de Blecua): "Caviedes hereda de Quevedo . . .
    situaciones concretas que dan lugar a un poema, como la
    prostituta prostrada en el hospital afectada de una enfermedad
    venérea, que Quevedo desarrolla en sus romances 694 y
    695 "Cura una moza en Antón Martín la tela que
    tuvo" y "Segunda parte de 'Marica en el hospital,' y primera en
    lo ingenioso," y Caviedes reelabora el romance 81, "A una dama
    que por serlo paró en la Caridad." (34)

    [3] Según Ignacio Arellano, de la obra
    de Quevedo, "el grupo de 'sátiras personales' de la
    edición de Blecua apenas alcanza un 3,5% del total
    burlesco" (Poesía 122).

    [4] Véase Lasarte 192-200

    [5] A menos que se indique algo diferente,
    las citas a la obra de Valle y Caviedes refieren al numero
    correspondiente en le edición de Cáceres et
    al.

    [6] Las categorías de la medicina eran
    físico o doctor en medicina, cirujano latino, cirujano
    romancista, flebotomista y boticario o farmacéutico
    (García Cáceres 52).

    [7] García Cáceres nos recuerda
    que "durante el virreinato de don Luis Jerónimo
    Fernández de Cabrera y Bobadilla, mejor conocido como el
    Conde de Chinchón, en la primera mitad del siglo XVII,
    décadas antes de la maduración de Caviedes, se
    estableció la obligación de los doctores en
    medicina de vestir con ciertos atuendos;" y añade que
    esto fue descrito por Valdizán en La Facultad de
    Medicina de Lima, 1811-1911 (143, n. 44). Véase
    también Daniel Reedy.

    [8] Esto es algo que ha sido bien tratado por
    la crítica cultural. Sugiero, entre otras
    aproximaciones, los trabajos de José Antonio
    Mazzotti.

    [9] Véase Lasarte 21-23

    [10] Véase Lasarte 137-145

    [11] En los siguientes versos el conceptismo
    satírico de Valle y Caviedes recoge la conocida
    metaforización enaltecedora de la belleza femenina en
    función de astros celestiales, pero es una
    descripción que dialoga con la actividad sexual. Vemos
    que la mujer se queja de su "estrella," expresión que
    tiene varias connotaciones. Es, literalmente, un lamento ante
    su destino, sus "astros," pero el lamento
    simultáneamente encierra otra significación que
    nos conduce a la enfermedad venérea. Para el caso
    habría que recordar que los astros andaban muy
    estrechamente relacionados con la sífilis. Francisco
    López de Villalobos explica que Astrólogos dicen
    que por conjunción De Saturno y Marte, el tal
    daño ha sido; Saturno es señor de la adusta
    pasión, Y Marte de los miembros de la generación,
    Por donde este mal en el comienzo ha venido (455).

    [12] A la piña le dedica todo un
    capítulo, y entre los elogios leemos que "es
    única . . . en hermosura de vista, en sabor, en olor;
    porque todas estas partes en un subjeto o fructa no lo he visto
    así en otra fructa alguna (191).

    [13] En el diccionario de 1780 ya se
    veía que "estacarse" era "aplicarse, apropiarse,
    señalarse y tomar para sí algún . . .
    espacio de tierra en las vetas de las minas."

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