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Lo moderno en la arquitectura. Del mundo a La Habana, de las ideas al patrimonio tangible



Partes: 1, 2

  1. Acercamiento general al panorama de la
    República Mediatizada en la isla de
    Cuba
  2. Desarrollo y consolidación de la
    modernidad arquitectónica en La
    Habana
  3. El
    Colegio Nacional de Arquitectos en el desarrollo de la
    vanguardia arquitectónica nacional
  4. Notas
    al pie
  5. Bibliografía auxiliar

El siglo XIX europeo tuvo como trasfondo estructural un
sentido renovador alrededor del cual se organizó el
pensamiento poético y literario, las artes
plásticas y la acción intelectual de la
época. Las concepciones de libertad y progreso se
resignifican y valorizan y ocurre una paulatina evolución
tecnológica con la introducción de nuevos
materiales a raíz de la Revolución
Industrial.

En la cubierta de las edificaciones, por ejemplo, se
difunde el empleo del hierro, y la posterior asociación de
este con el cristal, patentizando su validez en la
construcción de invernaderos, museos y salas de
exposiciones de las que se registran significativas muestras en
el Palacio de Cristal para la exposición de
Londres en 1851 y la construcción de la
paradigmática torre Eiffel en 1889.

El hierro, jugaría un papel fundamental en la
carrera por la altura, alcanzando su punto climático en la
tipología del rascacielos. Sin embargo, es el
hormigón armado, el material moderno por excelencia; pues
además de abaratar los costos de la producción,
posibilitó el empleo de moldes y solucionó el
conflicto que la dilatación del hierro había
supuesto. Toda la estructura logra entonces, una perfecta
cohesión entre elementos sustentantes y
sostenidos.

Fueron los ingenieros los impulsores fundamentales de
esta nueva arquitectura, en la cual los procesos industriales y
el desarrollo de la técnica, tendrán un peso
definitorio en la expresión formal.

Estos componentes de avanzada se fueron integrando a lo
largo de todo el siglo XIX, que contenía ya, la simiente
de una nueva arquitectura que propone un lenguaje diferente,
caracterizado por su contraposición a los rasgos
estéticos precedentes y que llevará de forma
paulatina, al mejoramiento ambiental del hábitat y a una
nueva y modificada percepción del espacio para una
sociedad industrial.

Teniendo en cuenta la diversidad de enfoques de las
distintas propuestas comprendidas dentro del Movimiento Moderno
arquitectónico, parece lógico hablar de movimientos
plurales que integraron un todo. La variedad de soluciones
recibidas frente a los distintos retos de la modernidad, nos
remiten directamente a uno de sus aspectos esenciales:
"Cuando se razona sobre arquitectura moderna, se debe
tener en cuenta que esta abarca no sólo un nuevo
repertorio de formas, sino un nuevo modo de pensar"

1
.

Muy por encima de las prescripciones
técnicas, es el despliegue teórico el quid de la
novedad y la diversidad en la revolución
espacial.

Europa después de la 1era Guerra Mundial
necesitaba una transformación en todos los sentidos; y en
el orden arquitectónico, el tema principal sería la
vivienda colectiva, para resolver problemas funcionales
masivos.

Estéticamente se apeló a la pureza del
volumen y el color y a las formas geométricas ortogonales.
Se pretendió alcanzar todos los temas, clases sociales y
latitudes, de modo que se propuso un lenguaje universal
medularmente regido por el practicismo.

El empleo de los enormes paneles de cristal
viabilizó en gran medida la nueva concepción del
espacio que quedó inexorablemente ligada al ideal de
higiene y confort.

"Se opera una síntesis de superficie, el
esfuerzo y la superficie son continuos. Se despierta un amor por
la asimetría como expresión de una libertad
compositiva. Se juega con la simultaneidad de volúmenes,
se valoran todas las visuales, de suerte que se abandona la
dictadura de la fachada principal"".
2

La internacionalidad de este movimiento tuvo un
importante motor impulsor en la fundación de los CIAM en
1928, (Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna) basada
no solo en el hecho de estar representado por muchos arquitectos
de varios países, sino por la similitud de los objetivos,
métodos, técnicas, y teorías
estéticas que se iban fraguando
progresivamente.

El arquitecto alemán Walter Gropius, nacido en
Berlín en 1883, es considerado uno de los pioneros de este
movimiento, quien desde sus trabajos iniciales exaltó las
posibilidades del cristal a gran escala, exponiendo a la visual
humana el tratamiento de las escaleras. Al mover los elementos de
apoyo a la parte interna de la edificación logra liberar
la gran pared de vidrio. Toda su obra, estuvo marcada por el
compromiso con el entorno social en el que se
desarrolló.

Bajo su dirección tuvo lugar un hecho
significativo en la madurez de la reforma funcionalista: la
creación de la Bauhaus en 1919. Dentro de las
concepciones que propugnó tal institución se revisa
una visión diferente de los diseños industriales,
más centrada en el sujeto y sus necesidades a nivel
social; una concepción unitaria del ambiente, la
cohesión entre serialización y calidad
estética de las obras y la armónica
integración de las artes.

En franca oposición al sistema académico
reproductivo, esta escuela le otorga un lugar cimero al libre
acto de la creación: Vincular a especialistas de
diferentes ramas en la consecución final del edificio, fue
uno de sus postulados más difundidos en lo
adelante.

Otro gran teórico de la modernidad
arquitectónica: Mies van der Rohe, holandés nacido
en 1886, rechaza la idea del edificio como sustento de la
decoración, y en estrecho vínculo con las ideas
neoplasticistas, promueve la línea horizontal y las largas
fajas de cristal suspendido como elementos claves de esta
arquitectura que evoca simplicidad, objetividad y universalidad.
De este modo, su caja cúbica de acero y cristal,
convertida en torre, se extenderá mediante el Estilo
Internacional, marcando una nueva pauta estética en la
historia de la arquitectura.

Carlos Eduardo Jeanneret (Le Corbusier), nacido en Suiza
en 1887, es la figura más representativa del
Funcionalismo. El purismo funcionalista en su creación
comprende una estética encerrada en formas simples,
superficies definidas mediante las líneas directrices de
los volúmenes y el plano como principio generador.
Ahondando un poco en su concepción, podemos parafrasear
algunas de sus propuestas: la arquitectura debe ser
sometida al control de los trazados geométricos
reguladores, los elementos de la nueva arquitectura son las
relaciones que ennoblecen los materiales en bruto, el exterior
como proyección del interior, la modulación como
pura creación espiritual, la casa como producción
seriada a manera de máquina y las variaciones en los
presupuestos económicos y técnicos, conductos
directos a una revolución
arquitectónica.

Aunque hizo de Francia el centro de sus actividades, fue
un arquitecto de marcada proyección internacional, y
realizó obras para latitudes bien distintas: la India,
Brasil y Estados Unidos… Estudiando las influencias del clima
para la arquitectura, ideó una lámina a modo de
persiana que permite la entrada de la luz pero no la del rayo
solar, con lo que el edificio se enfrenta mejor a las altas
temperaturas; tal estructura fue conocida como brise-soleil o
quiebrasol.

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Fig 1. Detalle de la fachada del
Seguro Médico

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Fig 2. Vista exterior de la
Facultad de Economía y Geografía UH.
Antiguo

Proyectado por Antonio Quintana y
asociados.

Ubicado en la esquina 23 y N,
Vedado, Plaza.

Retiro
Odontológico.

Vedado, Plaza.

Una expansión considerable del movimiento tiene
lugar sobre la década del treinta del siglo XX y hasta el
inicio de la Segunda Guerra Mundial. El surgimiento de respuestas
más conscientes e individualizadas, es el resultado del
enfrentamiento a diversos climas, topografías y
tradiciones. En esta generación encontramos arquitectos
del nivel de Alvar Aalto, Lucio Costa, Kunio Mayekawa y Oscar
Niemeyer.

Otro producto de la
revolución racionalista y del avance tecnológico,
cuyo escenario principal fueron las ciudades de Chicago y Nueva
York, es el rascacielos.
Su surgimiento es consecuencia
directa del desarrollo empresarial, y su evolución va a
condicionar toda una política social de poderío
económico.

Teniendo también como base las soluciones
técnicas aportadas por el funcionalismo, pero
vinculándolas más íntimamente al modelo
humano, se nos presenta otra tendencia de obligatoria consulta al
hablar de movimiento moderno, la conocida como Arquitectura
Orgánica. Todo el cúmulo de sensaciones que el
edificio es capaz de transmitir al hombre, van a ser estudiadas
minuciosamente.

Figura clave en el desarrollo de esta vertiente es el
norteamericano Frank Lloyd Wright, nacido en 1889. Su idea
de que la edificación debe surgir con la espontaneidad de
una planta que brota del suelo, es el centro de un discurso
teórico asociado a la relación vida-naturaleza. Sus
diseños se apoyan en las formas geométricas
elementales, transitando del rectángulo a la
pirámide y luego al círculo. La escala humana es la
premisa principal a la hora de concebir espacios y
volúmenes, de manera que el edificio fluye del interior al
exterior.

En una línea muy similar se mantiene Richard
Neutra, nacido en Viena en 1892; quien también
emigró a los Estados Unidos desarrollando la mayor parte
de su obra en California, de donde se le considera el padre de la
llamada escuela californiana. Su interés en
aprovechar al máximo las condiciones de la
geografía, emparentado con las ideas organicistas, pero al
mismo tiempo sus viviendas acusan un fuerte apego a la
línea más radical del racionalismo de las cajas
blancas.

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Fig. 3, 4. Vistas exteriores de la
casa Schulthess, proyectada por Richard Neutra y asociados
(Raúl Álvarez, Enrique Gutiérrez y Robert
Burle Marx). Ubicada en la Calle 19ª, #15012,
Cubanacán, Ciudad de La Habana.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial el panorama
europeo era esencialmente de recuperación. Se hace patente
una nueva directriz que proponía la exteriorización
de los materiales procurando un efecto de rudeza y primitivismo,
en contraposición a los preceptos de Van der Rohe sobre
superficies perfectas y lisas. Se prioriza la atención a
la expresión formal y a su capacidad simbólica. Tal
vertiente se conoce con el nombre de Brutalismo. A partir de
él se transitará a otro estadío de la
arquitectura denominado como alta modernidad o
postmodernidad.

Todas estas alternativas de la arquitectura moderna por
las que transitan Europa y Estados Unidos desde la década
de los años veinte hasta los cincuenta, tuvieron su
repercusión en Cuba, donde irrumpen en sus formas
más disímiles, en el transcurso de poco más
de quince años.

Acercamiento
general al panorama de
la República Mediatizada en la isla
de Cuba

La Habana como punto álgido de las nuevas
transformaciones.

En la Cuba Neocolonial, nos enfrentamos a un panorama en
el cual el valor funcional de las distintas tipologías
arquitectónicas estuvo condicionado por las influencias e
intereses de los grupos que detentaban el poder del
gobierno.

La presencia de ideales extranjeros configuró no
solo el ambiente de la Isla, sino también el pensamiento y
la visualidad del cubano. Por lo cual es necesario, para el
estudio de este período, presuponer la instalación
y readecuación de modelos externos al contexto
nacional.

Desde que con la firma del Tratado de París, los
territorios arrebatados a España, quedan bajo la
dominación militar norteamericana, se inicia para Cuba un
nuevo proceso, no sólo de dependencia política y
económica de los Estados Unidos, sino de transformaciones
y remodelaciones de muchas estructuras preexistentes.

Fundamental sería para el posterior desarrollo de
la arquitectura en Cuba, la Reforma de la Enseñanza que se
arrogó el primer gobierno interventor, al frente de la que
estuvo el destacado intelectual Enrique José Varona. El
modo en que se concibió tal reforma, dejaba explicitados
el objetivo que la administración norteamericana
tenía: radicalizar la enseñanza con la perspectiva
de preparar la Isla para enfrentar una sociedad
capitalista.

Nuevas carreras surgieron y entre ellas, la de
Arquitectura (1900), junto con la de Ingenieros y Electricistas.
Hasta ese momento no había existido en el país la
especialidad, y sería de vital importancia para el
desarrollo constructivo, que había estado a cargo
principalmente de Maestros de Obra egresados de la Escuela
Técnica Profesional de La Habana, carentes de la
enseñanza artística requerida por la
burguesía de los nuevos tiempos, cuya demanda no era
satisfecha con los pocos arquitectos graduados en el
extranjero.

La especialidad comenzó a desarrollarse bajo la
instrucción de profesionales norteamericanos y europeos,
los cuales, junto a los cubanos que estudiaron en el exterior y
las compañías constructoras que entraron al
país por la apertura al capital extranjero,
dotarían a los ingresados en la carrera y a los nuevos
graduados, de todo un imaginario foráneo. Tales
influencias, trasladarían a nuestra realidad, las
fantasías de grandeza del pensamiento burgués y las
nuevas tecnologías constructivas aplicadas
internacionalmente, muy en sintonía con los sueños
de las clases privilegiadas de la nación.

La Habana, que desde el siglo XIX, había
comenzado a esparcirse hacia extramuros, primero hacia el Cerro,
y luego hacia El Carmelo se expandió en los primeros
decenios del XX con ímpetu desbordado. Al mejorar los
viales y las redes públicas de comunicación, se
hicieron realidad propuestas como Miramar, el Country Club Park y
La Playa, repartos que traslucen claramente las influencias
norteamericanas en el pensamiento arquitectónico de la
época (en la tendencia a la suburbanización, que
propició la pérdida de la imagen de una Habana
centralizada).

El auge constructivo que se generó desde los
primeros años del siglo, hasta finales de los veinte, se
vio complementado por la gran variedad de estilos que se
superpusieron y dialogaron. El repertorio ecléctico, de
moda por esos años, se impuso como imagen de una
época contradictoria, de una sociedad sometida a violentas
transformaciones de toda índole, y de una clase dominante
aferrada a la ostentación y el lujo.

Fastuosas mansiones llenas de mármoles;
exóticos jardines; motivos moriscos, clásicos,
medievales, neogóticos; materiales y obras de arte
importadas de Francia y Estados Unidos, (en detrimento de los
elementos representativos de la península ibérica)
inundaron sobre todo el Vedado y Miramar.

El modelo de vida estadounidense, poco a poco, se fue
convirtiendo en la meta a alcanzar; costumbres foráneas se
arraigaban y proliferaban dentro de la burguesía habanera.
Las casas coloniales se convirtieron en la antítesis de
las nuevas viviendas, que dentro de su escenografía
contaban ahora con bar, hall, music hall, palm room, billiard
room, pantry, closets, swimming pool.

Nuevas tipologías se extendieron en la ciudad,
que estarían en correspondencia con las aspiraciones de la
burguesía habanera: los clubes (Vedado Tennis Club, Habana
Yacht Club, Habana Biltmore Yacht and Country Club), los grandes
centros recreativos-comerciales, así como las sedes de los
bancos y firmas extranjeras o nacionales, localizados
fundamentalmente en la Habana Vieja.

Paralelamente a esto, y en medio de un período de
auge económico, se funda la primera organización
compuesta exclusivamente por arquitectos en Cuba: El
Colegio Nacional de Arquitectos de La Habana (1916).
Mediante esta institución, los profesionales adscritos
lucharían por el respeto de sus títulos, por el
correcto ornato de la ciudad y la capacitación requerida
de quienes habrían de dirigir las obras. Este hecho
ejercería influencias positivas con respecto al cuidado de
la imagen citadina, y también beneficiaría en la
obtención de clientela a los asociados de la
misma.

La revista Arquitectura, que constituyó
el órgano oficial de dicha entidad, se encargó de
divulgar las ideas y proyectos de los profesionales del sector
constructivo; además, promovió los postulados de
vanguardia en la arquitectura internacional y propagandizó
empresas constructoras y firmas comercializadoras de materiales
de construcción.

Un sector más conservador que el de la
oligarquía nacional, fue el de los inmigrantes
españoles, que gracias a las ventajas concedidas por el
Tratado de París pudieron mantener sus propiedades en
Cuba. Con el fin de elevar su imagen, muy atropellada en los
albores del nuevo siglo, hallaron en las instituciones y
sociedades españolas el sitio de conservación de
sus costumbres, de reunión y de recuperación de su
dignidad como grupo, y erigieron suntuosos palacios ubicados
desde el Paseo Martí hasta el Parque Central.

En gran medida va a ser también responsabilidad
de inmigrantes españoles (albañiles y trabajadores
catalanes) establecidos en el país, la irrupción de
los códigos del Art Nouveau en las construcciones
citadinas; pues si bien es cierto que no se debe solo a ellos el
influjo de estos elementos en La Habana a fines de la primera
década del siglo, sí tuvieron un alto protagonismo
en su difusión. Este estilo, visualizado fundamentalmente
en la decoración de interiores y exteriores, y en los
cambios del sistema figurativo, fue uno de los atisbos
primigenios de una tendencia moderna en el
país.

Los viajes que por esa época realizaban a Italia,
Francia y España, algunos de nuestros artistas y
adinerados ciudadanos, colaboraron en la asimilación de
los códigos modernistas, como también se le
llamó al Nouveau, motivo de fuertes críticas por
algunos arquitectos, por considerar de escaso valor
artístico las aplicaciones de esta tendencia en La
Habana.

Con los ataques del recién creado Colegio de
Arquitectos hacia el también denominado Catalanismo,
comienza a aminorarse la utilización del mismo, no
obstante, quedaron en La Habana Vieja, Centro Habana y La
Víbora principalmente, muestras plausibles de su
presencia.

Es esta época, en que conviven academicismo, un
eclecticismo de carácter más o menos popular y el
Art Nouveau, es el momento de más grandes inversiones
estadounidenses en Cuba.

Durante los años de la Primera Guerra Mundial hay
un período de bonanza económica para la
burguesía azucarera y de beneficios para los negocios de
la minería, los ferrocarriles, la industria manufacturera
y de valores públicos. Como es lógico, se
desencadenó un ciclo de auge constructivo, producto de la
entrada de capitales al país, justificados en su
mayoría, por la penetración política y
económica de Estados Unidos en la
nación.

Con el desprestigio de la banca nacional durante el
gobierno de Menocal, y las mediaciones de Crowder en la
administración de Zayas, la generación de
jóvenes que habían crecido con la República
comenzó a despertar frente a la penosa situación de
la Isla. Es entonces cuando se va a producir la primera
vanguardia plástica y literaria del país, que
marcharía tras la búsqueda de lo nacional, en
conjunción con las ganancias de los istmos
internacionales.

Luis Bay Sevilla, Alberto Camacho, Joaquín Weiss,
Leonardo Morales, Evelio Govantes y Félix Cabarrocas, en
el sector de los arquitectos, se dan a la tarea de estudiar y
valorizar nuestro pasado constructivo, mediante la relectura de
los códigos hispanos y de los elementos coloniales. Esta
situación va a influir en la aparición y el
desarrollo de la tendencia Neocolonial en las nuevas obras hacia
finales de los veinte.

La arquitectura de las cuatro p, según la
definió Eugenio Batista, por el uso de persianas, patio,
portal y puntal alto en las construcciones, aunque no
llegó a conformarse como un estilo de impacto urbano, fue
la base para que en los años cuarenta se diera una
transición importante, a partir de la combinación
de estos códigos y los asimilados de la vanguardia
internacional. Esta vertiente tendrá su maduración
y mejores logros hacia los años cincuenta, en que varios
de nuestros arquitectos sintetizan de un modo coherente el
lenguaje moderno con soluciones correspondientes a la
arquitectura tradicional, adecuada a nuestro clima e
idiosincrasia.

Pero, mientras la intelectualidad cubana se acercaba a
los istmos vanguardistas en el período de los años
veinte, aún tardaría la aceptación de estos
códigos en el ámbito
arquitectónico.

La crisis económica de 1929 sería un punto
de giro importante en el sector constructivo. Los grandes
magnates, en pro de preservar su capital, se hicieron menos
reacios a los códigos funcionalistas y pragmáticos
del Movimiento Moderno; por esta razón, conviven y se
hibridan, elementos del Decó, el Protorracionalismo y el
Monumental Moderno, con manifestaciones eclécticas tanto
academicistas, como populares.

El Decó logró combinar hormigón
armado, carpintería metálica, piezas de acero
cromado y cristalino, y la inserción de ornamentos con
motivos geometrizados de temas figurativos vegetales,
antropomórficos y zoomórficos, consiguiendo una
mediación entre los elementos tradicionales y los de
ruptura con la tradición. Se difundió su uso en la
creación de edificios multifamiliares, de los cuales, el
López Serrano constituye un ejemplo clave; en la
creación de cines y teatros como el cine Moderno, el
teatro Fausto, y el monumental edificio Rodríguez
Vázquez; y en la creación de hospitales y edificios
de oficina y firmas comerciales, como la sede del ron
Bacardí y el Hospital Infantil Antituberculoso.

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Fig. 5 Detalle interior del Teatro
Fausto. Habana Vieja

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Fig. 6. Hospital Infantil
Antituberculoso Arroyo Naranjo.

Tal estilo, fue motivo de fuertes tensiones entre los
arquitectos, y se identificó por muchos como la plena
modernidad arquitectónica, hecho que grafican algunos
artículos publicados en las revistas especializadas,
fundamentalmente acerca del streamline asociado a la
estética maquinista. Su difusión se extendió
hasta mediados de la década del cuarenta, en que se
debilita su presencia a escala urbana y se radicaliza y consolida
el uso de los códigos de la modernidad, paralelamente con
la conclusión de la Segunda Guerra Mundial.

En gran medida la culminación de esta contienda
bélica, es un hecho ineludible para establecer la premisa
de que el año 1945, marca de algún modo, el
principio de una nueva etapa dentro del ámbito
arquitectónico en Cuba. Las condiciones económicas
comienzan a estabilizarse de forma gradual, y aumentan las
inversiones norteamericanas en la industria azucarera y
extractiva. Con esta recuperación, el sector constructivo
va a recibir un impulso sin precedentes en la historia de la
nación, sobre todo en términos
cuantitativos.

Durante la década del cuarenta se destacan
algunas intervenciones estatales como la construcción del
Hospital Militar y las obras alrededor de la plaza Finlay,
promovidas por el gobierno de Fulgencio Batista, que le dieron
cierta distinción al espacio suburbano de
Marianao.

Posteriormente, entre 1944 y 1948, el plan de Obras
Públicas emprendido por el gobierno de Grau (el primero
realizado por ingenieros, técnicos y arquitectos cubanos),
contribuyó a la activación de algunas áreas
periféricas que fueron integradas a la ciudad.

Durante la década del cuarenta se acelera
la conciencia de asimilación de las nuevas ideas en torno
a la arquitectura y el urbanismo, lo que se aprecia a
través de la fundación de asociaciones y varios
hechos que contribuyen a radicalizar el pensamiento profesional.
También en ese período la escala urbana comienza a
tener peso en el país, destacándose la
contribución de Pedro Martínez Inclán, quien
actualiza estos temas en la enseñanza de la arquitectura,
funda el Patronato Prourbanismo en 1942 (dirigido a fomentar el
desarrollo de las ciudades cubanas) y a finales de la
década, propone la Escuela de Planificación Urbana
y Rural anexa en la facultad de
Arquitectura.
3

Con la construcción de las nuevas vías de
comunicación aparecieron algunos repartos. Hacia el oeste
se desarrolló el Habana Biltmore, donde proliferaron las
residencias de lujo de la burguesía en los cincuenta, y
más cercanos al centro de la ciudad, aparecieron Nuevo
Vedado y Santa Catalina.

Con el auge creciente del desarrollo del turismo, La
Habana fue concibiéndose según los intereses
norteamericanos y burgueses, cada vez más alejada de las
estructuras sociales y económicas que precisaba la ciudad.
No es hasta el año 1955 que surge la aclamada Junta
Nacional de Planificación por la que abogaban los
arquitectos desde la década anterior, y que
permitiría realizar un estudio del crecimiento y
organización de las áreas urbanas.

El Plan Director de La Habana se realiza
entonces, entre 1956 y 1958, pero dirigido, como antes por
Forestier, por otros arquitectos extranjeros: José Luis
Sert, Paul Lester Wiener y Paul Schulz. Los nuevos proyectos y
obras se realizaron atendiendo al creciente interés que
revestía Cuba dentro del circuito del Caribe.

Al construirse el túnel bajo la bahía, la
comunicación hacia el este a partir de 1958 se
facilitó, y con ella, el desarrollo turístico de
las playas del área. Tras la avalancha de centros
comerciales y de distracción, aparecieron obras como los
hoteles Riviera, Capri, Habana Hilton, el Internacional de
Varadero, el cabaret Tropicana y el cine La Rampa.

A pesar de todo su carácter contradictorio, los
cincuenta asistieron a la creación de algunas de las
muestras más trascendentales de nuestra arquitectura
moderna. Con el triunfo revolucionario de 1959 quedan detenidas
la mayor parte de las empresas constructivas del gobierno de
Batista.

La arquitectura y la planificación urbana
estarían desde este momento encaminadas fundamentalmente a
resolver los grandes problemas sociales existentes.

Desarrollo y
consolidación de la modernidad arquitectónica en La
Habana

El término moderno, utilizado indistintamente en
Cuba, para significar actualización, aludir a la
arquitectura Art Nouveau, o a la aplicación de
técnicas, materiales y soluciones que para nuestro
contexto a fines del siglo XIX y primeras décadas del XX,
poseían un carácter renovador y más a tono
con los métodos foráneos en boga; no comienza a ser
citado en el país para hacer referencia a los preceptos de
las vanguardias artísticas y la llamada nueva
arquitectura, sino hasta mediados de la década del veinte.
Es entonces, cuando de un modo discreto se inicia la
divulgación de los postulados estéticos
racionalistas en la Isla, y con ello, la polémica respecto
a los mismos por parte de algunos arquitectos e
intelectuales.

La introducción de estos nuevos códigos,
estuvo condicionada en gran medida, por la labor difusora que de
ellos hicieron las revistas Colegio de Arquitectos de La
Habana
y El Arquitecto. En estas publicaciones se
editaron títulos relacionados con las vanguardias europea
y norteamericana acerca de la obra de Walter Gropius, las
relaciones entre la naturaleza y la arquitectura, los
rascacielos, apuntes teóricos de Le Corbusier, por solo
citar algunos.

De singular valor fue la labor de los profesores Alberto
Camacho y Pedro Martínez Inclán, que desde finales
de los veinte, comienzan a presentar artículos y estudios
relacionados con los postulados modernos.

Joaquín Weiss fue otro de los que se dio a la
tarea de dar a conocer las jóvenes tendencias
arquitectónicas, a las que se opusieron criterios como los
de Enrique L Varela, Luis Bay Sevilla y el argentino Ángel
Guido.

Los años veinte, asistieron al despertar de una
vanguardia política y artística en la Isla. En este
sentido la arquitectura va a manifestar cierto defasaje, no
sólo con respecto a lo que en otros campos se venía
gestando, sino en comparación con la renovación
arquitectónica internacional. Este fenómeno estuvo
condicionado no sólo por la inmadurez en el plano
tecnológico y económico, sino por la
readecuación estructural al sistema capitalista que supuso
la República Mediatizada.

Desde esta década, y de forma paralela a las
soluciones eclécticas regentes en la arquitectura del
período, se va a desarrollar en otra dirección la
vertiente Neocolonial en las construcciones; hecho que apunta
hacia la indagación en las raíces de una
arquitectura cubana, identificada con las tradiciones
constructivas del país. Esto, ligado a la irrupción
del Art Decó, que en la práctica, constituye el
impulso primigenio por limpiar de ornamento las obras y crear
soluciones acordes con los nuevos tiempos, conforma los cimientos
sobre los cuales se erigen los postulados modernos en la
nación.

A través de los contactos con el exterior
mediante revistas y visitas de los intelectuales cubanos a otras
latitudes, las ideas del movimiento vanguardista van a ir ganando
cada vez mayor espacio en el ámbito teórico cubano
a lo largo de los años treinta; hecho que será
complementado con el estudio de nuestro pasado colonial como base
de la búsqueda de una identidad arquitectónica a
partir de la puesta en práctica de sus más
significativos aportes.

A lo largo de la década del treinta y durante los
cuarenta, también en aras de interpretar y asumir los
nuevos ideales, convivieron indistintamente obras
representativas del Art Decó, el Monumental Moderno y el
Protorracionalismo, muchas veces confluyendo elementos de una u
otra tendencia de manera indistinta en las edificaciones. La
sobriedad en cuanto al ornamento, los grandes y pesados
volúmenes y el énfasis de la linealidad en la
composición ya sea vertical u horizontal en extensos
planos, van a caracterizar a las obras emparentadas con los
referidos estilos.

"La asimilación parcial de algunos
enunciados del Movimiento Moderno, no introduce, de momento,
variaciones sustanciales al diseño de las plantas y los
espacios internos, continuando las pautas trazadas por las normas
Beaux Arts, y sus esquemas tradicionales de
compartimentación convencional rígida.
Además, el retardo tecnológico cubano entra en
disonancia con la consideración sustancial que otorga el
racionalismo a tal aspecto, acentuándose la naturaleza
artesanal de muchos elementos constructivos y
complementarios"".4

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Paralelamente a esto, en la revista
Arquitectura comienza a ganar un creciente
interés la difusión de las artes plásticas
cubanas contemporáneas. Este fenómeno va a adquirir
progresivamente mayor seriedad con la asimilación de las
doctrinas modernas, enarboladas fundamentalmente por Gropius en
la Bauhaus acerca de la importancia de la cohesión entre
las distintas disciplinas, en función de lograr un exitoso
diseño integral como resultante.

Con la creación en 1941 de la
Agrupación Tectónica de Expresión
Contemporánea (ATEC) anexada al CIAM, el problema de las
interdisciplinas adquiere un carácter más
consistente, al igual que la divulgación de lo que en
materia no sólo de arquitectura sino de urbanismo se
estaba realizando en el continente americano, y la necesidad de
una renovación desde el punto de vista del espacio a
escala proyectual y constructiva. Este hecho, asociado al
surgimiento en 1942 del Patronato Pro-Urbanismo, contribuye a que
los postulados modernos comiencen a ser debatidos con mayor
fuerza entre arquitectos y estudiantes.

Dos hechos significativos para el sector de la
construcción a lo largo de los cuarenta, lo fueron, la
quema de los Vignola en 1947 por un grupo de estudiantes de
arquitectura de la Universidad de La Habana en rebeldía
contra la enseñanza anquilosada, y el primer Congreso
Nacional de Arquitectura en 1948, en el que Pedro Martínez
Inclán da a conocer La Carta de la Habana, donde
se reajusta La Carta de Atenas, elaborada por el CIAM, a
las condiciones del Tercer Mundo. Esta Carta, y las propuestas de
los profesionales de la época, que abogaban por una
planificación integral para la ciudad, "son las
teorizaciones más destacadas del último
período de La República. Sintetizan los preceptos
del CIAM en torno a las 4 funciones principales (habitar,
trabajar, circular y recrearse), y toman como núcleo la
célula habitacional y los criterios manejados en el
continente americano."5

En el Congreso además se planteó:
"La arquitectura contemporánea será
funcional, respondiendo en todo a los avances sociales,
técnicos y económicos de nuestra época,
aunque supeditada a las realidades locales de situación
geográfica, costumbres, clima, materiales disponibles,
etcétera…"6

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Con posterioridad a estos eventos, se vislumbran las
vertientes fundamentales que va a tomar nuestra arquitectura. Por
un lado se sitúan los profesionales ocupados en lograr una
síntesis coherente entre los postulados del Movimiento
Moderno, las particularidades de nuestro contexto y sus
tradiciones, y por el otro, los que abogaron por la
adopción de un racionalismo de línea
dura.

… "La introducción de la modernidad en
la arquitectura cubana se produce, en primera instancia, a
través de los componentes tecnológicos; la
asimilación del hormigón y del acero en las
estructuras, la solución de los problemas hidrosanitarios,
de las instalaciones eléctricas y otros aspectos
semejantes como factores de confort, que no fueron ajenos a
edificaciones de la burguesía cubana desde la segunda
década de este siglo. Con posterioridad se pondrá
de manifiesto en la eficiente distribución de los locales
y relaciones espaciales de no pocas construcciones, sin
concesiones apenas a las exigencias academicistas de
partición del plano. La influencia del pragmatismo
norteamericano condiciona esta situación, de manera que
los códigos modernos van penetrando de forma
subterránea"".7

… "La modernidad se asimila primero en Cuba en
los aspectos funcionales y técnicos antes que en la
expresión formal"".8

No es hasta fines de la década del cuarenta, que
se puede hablar de una consolidada absorción y reajuste de
los códigos de la nueva arquitectura a nuestro
país. Este proceso, que se venía produciendo
lentamente desde fines de los veinte, llegaba ahora a una
maduración en la que tuvo mucho que ver, la visita de
relevantes personalidades del Movimiento Moderno al país,
y las conferencias que algunos ofrecieron en el seno del Colegio
de Arquitectos y la Universidad de La Habana.

Richard Neutra, Walter Gropius, Joseph Albers, Mies van
der Rohe, Franco Albini, Robert Burle Marx, Félix Candela,
Philip Johnson y José Luis Sert, fueron algunas de los
más renombrados maestros que visitaron la Isla entre 1945
y 1959, varios de ellos llegaron a proyectar obras para La
Habana, de las que solo empresas contadas se llevaron a
cabo.

A mediados de los cuarenta, con el influjo renovador de
algunos jóvenes graduados de la Universidad de La Habana,
como Mario Romañach y Nicolás Arroyo y la
incorporación a la esfera constructiva nacional de algunos
profesionales graduados en el extranjero, dentro de los que se
sitúa, Max Borges Recio, se abrirá un significativo
período para la arquitectura cubana, llevada adelante por
la obra pionera de estos jóvenes.

Con la creación de la Agrupación
Renovadora del Colegio de Arquitectos (ARCA) en 1952, se hace
patente la pujanza de las ideas de vanguardia dentro del seno de
la entidad. ARCA pretendía orientar la nueva arquitectura
y el urbanismo del momento, por una dirección moderna
ajustada al contexto cubano y a sus particularidades. En su
concreción jugaron un papel fundamental los arquitectos
Romañach, Frank Martínez y Nicolás
Quintana
. Por su parte, la revista Espacio de
la Universidad de La Habana, adquiere un papel protagónico
en la publicación de lo más actualizado en el
panorama constructivo, haciendo hincapié en la
difusión de las obras de los maestros del continente.
Hecho este que influyó de forma decisiva en el hacer
arquitectónico, donde la huella latinoamericana se
verifica en no pocas obras.

Los años cincuenta acusan una heterogénea
expresión de manifestaciones de la arquitectura moderna.
Si bien es cierto que un gran por ciento de las obras
constructivas de este momento estuvo lastrado por la
especulación, el anonimato y la puesta en práctica
de un funcionalismo despojado de soluciones verdaderamente
artísticas; se revisa la existencia de un gran
número de obras y autores, con una madurez pocas veces
igualada o superada en los años subsiguientes.

… "dos ideas prevalecen: la plena
aceptación de los códigos formales modernos
–en particular los del llamado Estilo Internacional en sus
diversas variantes- como única vía de
expresión, y la necesidad de transmitir a través de
las obras la identidad de las raíces nacionales sin caer
en anacrónicos mimetismos"".9

Se distingue la utilización de materiales
como la bakelita, el plástico, el cristal y las planchas
laminadas, en armónica integración con los
materiales locales: la madera -utilizada en carpintería de
piso a techo-, las losas, piedras y tejas de barro. Se integraron
además nuevos tipos de pinturas, enchapes y recubrimientos
para techos, de estreno en nuestro panorama
constructivo.

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Fig 12, 13, 14. Vistas interiores
y exteriores de la casa Schulthess, proyectada por Richard Neutra
y asociados (Raúl Álvarez, Enrique Gutiérrez
y Robert Burle Marx). Ubicada en la Calle 19ª, #15012,
Cubanacán, Ciudad de La Habana.

Con el objetivo de promover una correcta
ventilación y asolamiento de las obras, las soluciones de
la etapa colonial afloran reelaboradas en clave moderna:
vidrieras, lucetas con diseños actualizados y
combinaciones de cristal y madera, atractivos y útiles en
la tamización de la luz, localizadas en no pocas
residencias del período, aunque no exclusivamente en este
tipo de construcción. Con respecto a este regionalismo
moderno, apunta Eduardo Luis
Rodríguez:

"En virtud de esta tendencia es que se recupera
para la arquitectura cubana, una riqueza formal compositiva de
detalle y hasta decorativa, que había sido proscrita por
la ortodoxia racionalista. Es así que reaparecen los
patios interiores, las celosías, los vidrios de colores,
las galerías perimetrales, las divisiones movibles cual
mamparas, los bay windows y el uso extensivo de la madera y las
tejas, elementos que, más que buscar un enfoque
pintoresquista, apuntaban a la creación de un ambiente
genuinamente cubano y moderno. Arquitectos destacados en esta
tendencia fueron Frank Martínez, Nicolás Quintana,
Emilio del Junco, Joaquín Cristófol, Alberto
Hernández Dupuy, Mario
Romañach"".10

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La constante actualización en lo que en materia
no sólo de arquitectura sino de urbanismo, se estaba
realizando en Brasil y México, y el interés que
estas experiencias regionales estaban suscitando a nivel
internacional, influyeron también en nuestra arquitectura
en el trabajo multidisciplinario para la consecución de
las obras. Un ejemplo fue el uso de los quiebrasoles corbusianos
que Niemeyer utilizó en Brasil, y que en La Habana,
inundaron el panorama constructivo en sus más
múltiples formas. También fue decisiva la
influencia del organicismo de Wright, readaptado perfectamente a
las condiciones tropicales y a las formas de expresión de
los arquitectos cubanos.

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Otra de las ganancias fundamentales en estos años
lo constituyó la apertura hacia composiciones libres con
proyectos asimétricos, solucionados en muchos casos, con
un alto sentido del espacio, no sólo como conformador de
relaciones entre planos y volúmenes, sino como
expresión identitaria de un clima y unas condiciones de
vida específicas.

Atendiendo a las fuentes de la arquitectura colonial, y
a la línea iniciada por Alberto Camacho y Pedro
Martínez Inclán en aras de lograr una
síntesis coherente entre los requerimientos de los nuevos
tiempos y la herencia del pasado, se extendió el uso de
los patios y galerías en las más múltiples
combinaciones entre los volúmenes construidos y las
áreas verdes. Con esto se pretendía alcanzar una
justa adecuación de tres elementos determinantes en la
concepción de la arquitectura cubana:
clima-luz-naturaleza.

Partes: 1, 2

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