Monografias.com > Sin categoría
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Narrativa sobre el origen de la autocracia en la "Patria Vieja" del Paraguay (página 3)




Enviado por José Dardón



Partes: 1, 2, 3

En primer lugar, el nacionalismo de
derechas, así como revisionismo de izquierdas
suprimió acontecimientos como las atrocidades que las
tropas paraguayas infringieron contra miles de
personas —militares y civiles por igual—
durante la ocupación de la provincia del Mato Grosso, en
el lejano noreste del Brasil imperial. Los invasores saquearon
por completo las fazendas, fortines y poblaciones pobremente
defendidas, pillajes expresamente organizados in situ por
conspicuas damas de la elite asuncena, emparentadas con el
autócrata López. También se prestaron a la
crueldad, cometiendo actos de barbarie contra quienes no lograron
escapar a los montes. Se describen sádicas violaciones
colectivas contra las mujeres brasileñas en presencia de
sus familiares —incluso el comandante Barrios tomó
como concubina a la hija de un fazendeiro amenazado de
muerte—. A los hombres no les fue mejor, pues fueron
sometidos a torturas brutales—como asesinarlos a
bayonetazos cuando mientras no entregaban los supuestos bienes no
declarados—. Estos hechos fueron el <teje y
maneje> del ejército de ocupación
paraguayo.

Frente a lo antes descrito —practicas tan comunes
como ruines en todo conflicto armado—, se registraron
incluso deportaciones masivas de brasileños al Paraguay.
Aunque de momento no se tengan cifras exactas, se sabe que una
gran cantidad de prisioneros de guerra —sin importar sexo,
edad, posición social ni rango militar— fueron
desterrados del Mato Grosso hacia a plazas tan remotas como Villa
Occidental (hoy Villa-Hayes), en el Gran Chaco frente a la
capital paraguaya, a casi de mil kilómetros de distancia.
Un episodio narrado por un comerciante italiano, residente de
Corumbá, quien fue obligado a vivir en Asunción
tras la invasión, menciona con pesadumbre la forma
despiadada en que los proscritos brasileños —bajo la
mirada vigilante de los carceleros guaraníes— fueron
empleados como mano de obra esclava en las obras públicas
y privadas de la capital. Desde febrero de 1865 hasta marzo de
1867, miles de vecinos de Corumbá, llevaron una existencia
miserable mientras que la guerra llegaba a su final, pero muchos
no pudieron regresaroN jamás al
Brasil.100 Estos datos fueron
confirmados también en las memorias del cónsul
italiano en Paraguay —Lorenzo
Chapperon—, durante su estancia en el
Paraguay.101

La saña con la que los paraguayos trataron a los
matogrossenses durante los cuatro años de ocupación
militar, respondía a claras motivaciones de rencor
histórico. La población del Mato Grosso fue el
producto de las migraciones emprendidas por los bandeirantes para
acceder a las ricas tierras y pastizales del despoblado interior
brasileño. La memoria colectiva que los mayores guardaban
sobre las incursiones de estos pioneros tropicales, sufridas por
sus antepasados en las reducciones jesuíticas; más
la propaganda del régimen lopista
—autocrático y verticalista por excelencia—,
imprimieron en el imaginario de la militancia paraguaya razones
suficientes para ver a los caboclos y pardos del noreste como
objetos de humillación.

En el caso de la campaña a
Corrientes, varios historiógrafos, como Wenceslao
Domínguez—en su ensayo <La toma de
Corrientes (1965)>— respaldados en testimonios
presenciales de los hechos (como Pedro Igarzábal, Juan
Vicente Pampín y Manuel Florencio Mantilla) narran sobre
lo enrarecido del ambiente en el que cayó la capital
provincial, donde la delación o la menos sospecha de
espíritu pro-argentino era liquidados expeditamente en
juicios sumarios. También el historiador correntino
Antonio Emilio Castello —en su <Historia ilustrada de la
provincia de Corrientes (1996)>— comenta sobre la
actitud inicua que los paraguayos tuvieron hacia quienes ellos
juzgasen como <enemigos>. Se volvió habitual que
muchos vecinos correntinos terminaban en los calabozos paraguayos
sin cargo judicial.

Pero el culmen de la abyecta y virulenta
ocupación militar lo pagaron los comerciantes
indígenas chaqueños cuando fueron masacrados en las
calles de Corrientes, a plena luz del día. Estos llevaban
años haciendo negocios con las poblaciones correntinas
ofreciendo maderas y forraje para las estancias a cambio de los
productos manufacturados, pero al negarse a recibir por sus
productos papel moneda paraguayo, fueron cobardemente asesinados
a sablazos y balazos. Pero el episodio mejor recordado por la
tradición oral y la historia correntinas, llegó
casi dos meses después. Mientras la <división
sud> del general Robles se dirigía hacia el sur, la
guarnición paraguaya se dio a la tarea de reprimir
violentamente a la población correntina, vista a ojos del
invasor como <traidores de la causa platina> al no oponer
resistencia a al enemigo porteño. El día 11 de
julio de 1865 se repitió el mismo suceso —aunque en
menor escala— ocurrido a miles de kilómetros rio
arriba en Columbá que involucraba el desarraigo de civiles
indefensos.

Bajo instrucciones del estado mayor paraguayo, oficiales
a las órdenes del general Robles — antes de
abandonar la plaza ante el avance aliado— secuestraron a
punta de bayoneta a cinco damas de la élite correntina,
que estaban vinculadas —por parentesco o matrimonio
con altos oficiales del gobierno federal correntino de
Lagraña o bien febriles partidarios liberales del
presidente Mitre, que hubieran tenido participación en la
defensa de la ciudad. Primero encarceladas en los
calabozos del cabildo de la ciudad, para luego ser
deportadas al Paraguay llevando una existencia miserable —
algunas con sus hijos en brazos—como exiliadas, quienes
fueron obligadas a seguir los movimientos del ejército
paraguayo durante la guerra. Poco antes de terminar la guerra,
todas menos una, lograron regresar con vida a sus hogares el 5 de
septiembre de 1869. Desde entonces se les conocería como
<las cautivas de Corrientes.> Dos de ellas, María
Encarnación Atienza de Osuna (c.1820-s.f.) y Victoria Bar
(1822-1909) narrarían sus memorias al final de sus
días.102

López se
queda sin flota y sin <aliados>

En los primeros días de junio de 1865, nueve
acorazados imperiales, al mando del comodoro Francisco Manuel
Barroso Silva (1804-1882) anclan en un afluente del rio
Paraná, denominado <El Riachuelo>, a 20
kilómetros al sur de la ciudad de Corrientes. Como
todas las noches, la tripulación
brasileña bajaba a pernoctar en el Chaco. El estado mayor
paraguayo concibió entonces un plan para apoderarse de las
naves, con el propósito de mantener abiertas las
vías de comunicación y abastecimiento con el
exterior a través del rio y así <inclinar la
balanza de la guerra a su favor.> La idea era tomar los
navíos imperiales antes del amanecer, cuando los
brasileños estuvieran fuera de combate. La escuadra
paraguaya —de 8 semiacorazados, 6 gabarras y 36
<chatas cañoneras>— comandada por el
capitán Meza, atacó el día 12 de junio de
1865 con casi 1,000 infantes de marina a una armada
brasileña muy superior en todo sentido—9 acorazados,
59 cañones y más de 2,500 hombres. El
capitán Meza también contó con una
batería de artillería, dirigida por el mayor
Bruguez y 2,000 fusileros resguardados en una barranca de la
desembocadura del riachuelo en su unión con el
Paraná.103

Los barcos paraguayos se alinearon sobre la
costa correntina con la artillería atacando la
costa chaqueña, donde se encontraba la flota
brasileña frente a sus naves. Para despachar a las tropas
se acercaron a las naves, siguiendo el plan del mariscal, pero la
rápida respuesta del mando naval imperial más el
encono de los ocupantes y la superioridad de su
artillería, ponen fuera de combate a la mitad de la
escuadra guaraní, cuyos remanentes regresan
rápidamente a Humaitá. Cabe destarar que
—por la sorpresa del ataque— la flota imperial
fue duramente castigada, por lo que no pudo perseguir a sus
atacantes.104 Con esta primera
batalla naval, el Paraguay pierde su improvisada flota de guerra
y más de 2,000 hombres, tanto en agua como en tierra. A
partir de este momento, ya no dispondrá de fuerza
suficiente para disputar el control fluvial a los aliados ni
tener más comunicaciones con exterior, mucho menos con la
<división sud> de Estigarribia, quien desde
Candelaria se dirigía hacia Yatay y Uruguayana donde
caería tres meses después. Por su magnitud se le
considera como uno de los enfrentamientos navales más
importante en la historia sudamericana, sin embargo este
no sería el último trago amargo para
la causa lopista en el Rio de la Plata

En la población de Basualdo, situada
al norte de Entre Ríos, el general Urquiza ya como
partidario de guerra contra los paraguayos, logró reunir a
duras penas a 8,000 jinetes gauchos para cumplir con
la cuota decretada por la movilización decretada por el
presidente Mitre. Sin embargo, el 3 de julio de 1865, el
desconcierto cundió cuando la división entrerriana
se dispersa en todas direcciones, pues descubrieron que marchaban
contra el Paraguay y no contra los porteños o los
brasileños. Otra redada en el arroyo Toledo corrió
la misma suerte. Siete de los supuestos cabecillas de la
rebelión son fusilados por el caudillo entrerriano. El
resentimiento de los entrerrianos hacia Urquiza, viene desde los
días de Pavón hasta su infame indolencia ante la
defensa de Paysandú. La actitud mezquina de su antiguo
líder pone fin a su prestigio político en las
provincias bañadas por el Plata. Desde entonces las islas
del Uruguay y la selva de Montiel, se convierten en sitios de
refugio para los gauchos y otros desertores de las
provincias argentinas que fueron arreados hacia el
Paraguay.105

El sentimiento antibelicista de la mayoría de
argentinos se manifestaba dramáticamente.

Expulsión
de los invasores paraguayos de Corrientes

Cuando López se enteró del desastroso
resultado en las incursiones de Corrientes y Rio Grande do Sul,
fue invadido por la ira y la desesperación, pues los
planes medianamente previstos por él con tanto entusiasmo,
se esfumaron rápidamente de la noche a la
mañana, así como el casi todo
ejército y la flota de la <campaña del
Uruguay>. Su empeño en que la provincia de Entre
Ríos se involucrara políticamente del lado
paraguayo no se concretó poniendo, en alto riesgo lo que
quedaba de la <División Sud>, que retrocedía
de las poblaciones ribereñas de Goya y Bella Vista, en el
bajo Paraná.

La flota brasileña, dueña de las aguas
fluviales le pisaba los talones al general Robles como al mayor
Bruguez. Además, al ejército paraguayo lo
perseguían otros enemigos, invisibles pero más
letales que las mismas tropas aliadas, las epidemias, el hambre y
el desconocimiento del terreno, que producían estragos en
la moral de los soldados
guaraníes.106 Desde este
momento, el dilema sobre el futuro de la guerra fue la constante
más inmediata del mariscal-presidente. Al mismo tiempo, el
emperador del Brasil, al concluir las operaciones en Yatay y
Uruguayana, regresó entonces a Rio de Janeiro, delegando
todo el poder de decisión sobre su ejército de
tierra al general Mitre y a la flota imperial a su
almirante, el vizconde de Tamandaré. Los aliados prosiguen
el avance hacia Corrientes desde el sur.

Por esta razón, el ejercito del mariscal
López, que aun ocupaba la banda norte del Paraná
fue evacuado de la ciudad de Corrientes. Los oficiales paraguayos
logran cruzar con una parte importante de sus fuerzas al otro
lado del rio, en prevención a una posible invasión
del territorio nacional paraguayo. No obstante, aun contaban con
algunos elementos leales dentro de los adictos al partido federal
entre los correntinos. Estos formaron en su mayor parte partidas
de caballería que se enfrentaron, durante los meses junio
y julio de 1865, en los esteros centrales de la provincia contra
la vanguardia de caballería al mando del general Manuel
Hornos (1807-1871). También las acciones del de otro
regimentó de vanguardia, compuesta por correntinos y
orientales y encabezada por el coronel Isidoro Reguera
(1816-s.f.) consiguió recuperar miles de cabeza de ganado
que se disponían entregar a los paraguayos,
logrando con esta acción recuperar 3 de octubre de 1865 la
villa de Candelaria. Con este suceso, se
liberó la orilla sureña del Paraná de manos
paraguayas, quienes desde 1834 venían
ocupando el territorio de Misiones.107

Aprovechando el caos que se cernía sobre la
región, los belicosos guaycurúes, mbayás y
caduveos, enemigos ancestrales de los guaraníes y sus
descendientes, y por tanto aliados de los lusobrasileiros desde
el periodo colonial, organizaron razias en territorio o iental
paraguayo, saqueando y destruyendo la villa de San Salvador,
llevándose cientos de cautivos —principalmente
mujeres— a territorio imperial.108
Después que López relevara de su puesto al
general Robles, a quien le seguía un proceso judicial por
mantenerse contacto con representantes de la liga paraguaya, le
ordena al nuevo comandante de la división
brigadier Francisco Resquín organizar el repliegue
completo hacia el Paraguay con sus tropas y más de cien
mil cabezas109 que lograron incautar de los saqueos a las
haciendas de la provincia correntina. La ocupación en la
provincia dejó propiedades incendiadas, archivos de
gobierno destruidos, pueblos donde hasta sus iglesias quedaron
perfectamente limpias. Al igual que en Mato Grosso, las peores
agresiones a las mujeres y la persecución contra las
familias de correntinos liberales se dieron de toda la
ocupación. La violencia no vino solo de las tropas
paraguayas, pues hubo muchos correntinos federalistas que se
sumaron a los excesos.

Para finales de 1865 los ejércitos aliados
—compuestos ya por más de 50,000 hombres—,
estaban acantonados en Ensenadas, paraje a unos cuantos
kilómetros al norte de Corrientes. Era un gran campamento
no solo formado por las tropas, pues también había
buhoneros, comerciantes mayoristas, taberneros, prestamistas y
prostitutas. Nunca hubo —antes ni después— tal
movilización de ese calibre en toda la América del
Sur. A muchos los soldados también los siguieron sus
esposas como auxiliares —o residentas— e incluso sus
hijos, como un remanente vivo de las guerras de
antaño.110 El
verano austral hacia la vida difícil a los muchos,
principalmente porteños, orientales y hombres
de la <frontera con el indio> y de las lejanas provincias
del Cuyo y Salta, quienes no estaban acostumbrados a las
condiciones extremas del territorio platense. Dominguito
Sarmientos describe: <las nubes de moscas cuales langostas por
la mañana atormentan a los hombres hasta entrada la
tarde.> A partir de aquí el paseo de los patricios de
Buenos Aires dejó de lado ante la dura realidad de la
guerra.

Frente a ellos se encuentra el rincón llamado
<Paso de Patria> donde se encuentra el mariscal
López desde finales 1865 coordinando las operaciones de la
defensa en el sur de su nación, en el resguardo de
<Tres Bocas>. En este punto los paraguayos se concentran en
la fortaleza de Itapirú, realizando frenéticas
correrías a través del rio Paraná en canoas.
Se dedican a atacar a las avanzadas aliadas en busca de
botín, incluso corriendo tierra adentro a las unidades de
caballería. En una acción llevada a cabo el 31 de
enero de 1866, en el arroyo Pehuajó, —conocido
también como <Picada de Corrales>— por orden
de Mitre, el general Emilio Conesa (1821-1873) marcha con el
2ª regimiento de infantería, compuesto por casi 1,600
gauchos bonaerenses, quienes eran más aptos para la
caballería que para la infantería. Estos se
enfrentaron con más de 1,000 infantes paraguayos
quienes bajo el comando de los tenientes Celestino
Prieto y Saturnino Viveros se parapetaron en los bosques
cercanos, por lo que pudieron protegerse de las embestidas
argentinas.

A causa del desconocimiento de
la naturaleza tropical, murieron más de 900 argentinos en
la acción, mientras los paraguayos perdieron solamente 170
efectivos. En esta acción la armada imperial, habiendo
detectado la incursión desde horas antes, no intervino en
la refriega. Este insólito se debió a que no
disponían de ordenes directa del almirante
Tamandaré. Al anochecer, los paraguayos se volvieron a
embarcar hacia su patria, sin sacar mayor provecho de la victoria
infringida contra los aliados. Esta fue su última
acción bélica en suelo argentino. A
partir de ese momento el Paraguay pasó a la
defensiva.111

Tercera etapa
bélica: Se inicia el
suicidio nacional
(1866-1868)

Desembarco de los aliados en suelo guaraní:
Calibración de la resistencia paraguaya.

La invasión aliada al territorio paraguayo se
inició a principios de abril de 1866 cuando los buques
brasileños y la primera división aliada invaden la
zona adyacente al fuerte Itapirú, y el islote adyacente de
Carayá, en la desembocadura del sitio llamado <Tres
Bocas>, en la bifurcación de los
ríos Paraguay y Paraná. Los defensores paraguayos
—al mando del mayor José María Bruguez—
respondieron al mismo con dos cañones móviles sobre
barcazas llamadas <chatas>. El sitio duraría dos
semanas, demostrándole a los aliados el valor y
determinación de las tropas paraguayas aun cuando
—desde la perspectiva material y económica—
llevaban las de perder. Un inexplicable espíritu de lucha
y entrega los motivaba; no obstante que el saldo de tal arrojo
seria a costa de un gran sacrificio humano de su pueblo. El
día que llegaron noticias de las derrotas de Riachuelo y
Yatay-Uruguaiana, se decreto la movilización general de
toda la población para contribuir al esfuerzo de guerra,
principalmente como auxiliares en las obras civiles que crearon
el intrincado sistema de trincheras que protegían las
posiciones entre Paso de Patria hasta Itapirú.
Sería el primer duelo estratégico entre el mariscal
López y el general Mitre, separados solo por el
rio.

El día 16 de abril mientras los brasileños
bombardeaban el fuerte y sus islas de defensa, la invasión
de la primeras tropas aliadas —iniciada entre el 5 y el 6
de abril—cruzando el rio, yendo a la vanguardia la
legión paraguaya112. El día 10 de abril en el punto
llamado Purutué, donde los paraguayos al mando del
teniente coronel José Eduvigis Díaz (1833-1867)
fueron rechazados por un regimiento brasileño, dejando en
bajas aproximadamente 900 paraguayos y 1,000 brasileños. A
partir del día 16 hasta el 28 de abril completarían
el desembarco más de 40,000 infantes argentinos,
brasileños y uruguayos mas 20,000 soldados de
caballería, donde la quinta parte carecían de
montura. Los 4,000 soldados apostados en Itapirú fueron
evacuados por orden del mariscal
López.113 Después de su
salida, la fortaleza quedaría reducida a escombros por las
cañoneras de la flota
imperial.114

Los aliados se afirman en suelo paraguayo con suma
rapidez, no sin haber sufrido daños no solo en los
regimientos quienes perdieron buena parte de su artillería
a manos de los sitiados, sino que los acorazados
brasileños y su tripulación también
sufrieron estragos. Para consolidar su cabeza de plaza
transforman la antigua fortaleza en una pequeña ciudad
—que ya venía desarrollándose desde
Corrientes— donde convivían los militares, sus
familias, comerciantes y aventureros extranjeros, y en la cual se
proveían todos los servicios esenciales como
barberías, clínicas dentales, tabernas, casas de
juego, burdeles e incluso una iglesia y una casa cambiaria. Para
bien o para mal, el orden espontaneo del libre
cambio empezaba la transformación de la nación
guaraní.

No obstante su primer instinto de sentido común,
López en lugar de atrincherar a toda su fuerza militar en
el bastión principal de Humaitá, dispuso lanzar el
2 de mayo de 1866, un regimiento en campo abierto sobre la
división uruguaya de brigadier-presidente Flores en las
ciénagas al norte del Estero Bellaco. El objetivo era
hacerse de botín bélico que ya empezaba a
necesitarse dada la escases de armamento moderno en el Paraguay.
Si bien las tropas uruguayas fueron prácticamente
aniquiladas en la refriega, en lugar de retirarse con el
botín de guerra obtenido, el teniente-coronel Díaz
envió a perseguir a los sobrevivientes al sur del estero,
hasta chocar de frente con las tropas argentinas y
brasileñas quienes a duras penas lograron derrotarlos en
una batalla que les costó más de 2,000 bajas entre
muertos heridos y prisioneros paraguayos. Las cuatro piezas de
artillería, cañones de sistema <La Hitte>,
carrozas repletas de municiones— constituyeron pertrechos
de guerra útiles para reforzar finalmente las defensas del
<Cuadrilátero> y evitar así el paso de los
buques de guerra por el rio Paraguay rumbo al <Gran
Fantasma> de Humaitá.

Después del choque en el Bellaco, la idea
original de López para neutralizar a Mitre y Flores, era
convertir a Tuyutí el foco de agresión en contra de
la invasión aliada para el 20 de mayo de 1866 ya
había era dueño de Paso de Patria, y habiendo
cruzado el Bellaco Sur, colocándose entonces el
ejército paraguayo en las trincheras del bellaco norte con
aproximadamente 22,000 soldados. La posición para
defenderse era inexpugnable pero en último momento el
mariscal Solano López dispuso pasar a la ofensiva lanzando
tres columnas, la del flanco derecho, comandada por el general
Barrios, la central, comandada por el ahora general Díaz,
y la del flanco izquierdo por el general Resquín. La
columna de Barrios debía cruzar el monte del Sauce para
luego enfila al potrero de Píris, uniéndose a la
columna de Resquín y así sorprender al enemigo por
la retaguardia, con la idea de encerrarlos en un anillo. El jefe
de artillería Bruguez asistió a los atacantes desde
las trincheras. El ataque seria en la madrugada para
eliminar a la mayor parte de fuerzas invasoras y así
lograr una ventaja estratégica con la cual poder
negociar.115

Las columna de Díaz lograron neutralizar a los
uruguayos, pero Barrios se retraso por tres horas al punto y
momento previsto, tiempo que los brasileños aprovecharon
para defenderse. El ultimo agravante y factor final de la derrota
fue que Resquín se vio en aprietos con los argentinos y no
logro cumplir con el plan. A causa de esta contingencia se
desarrollo una verdadera carnicería durante cuatro horas.
La batalla de Tuyutí del día 24 de mayo de 1866,
dejó un saldo para los paraguayos de 6,000 muertos y 7,000
heridos mientras que los aliados tuvieron aproximadamente 6,000
víctimas entre muertos y heridos. Fue a todas luces una de
las batallas más importantes pero a la
vezmás sangrienta jamás llevada a cabo
en suelo sudamericano.116

Aunque los aliados quedaron seriamente lacerados con la
envestida, para el mariscal López y sus hombres fuere una
estocada muy peligrosa, puesto que entre los esteros del sitio
quedo destruido el mejor ejército de la Republica,
dándoles desde ese día la ventaja numérica a
los aliados, que sería determinante en el transcurso de la
guerra. Con esta derrota, se abandona entonces el fortín
de Tuyutí y se repliegan los paraguayos en el margen
izquierdo del rio Paraguay, en Humaitá, Curupaytí y
Estero Rojas. A partir de este día los nuevos reclutas
serian civiles, pues los veteranos y soldados profesionales
convalecientes empezaron a escasear. Aun así López
se sentía lisonjeado por sus asesores por haber dado
semejante prueba de valor, aun sabiendo que tal hazaña fue
una completa locura que le costaría muy cara
en el futuro, según contó Crisóstomo
Centurión en sus memorias. 117

Casi seis semanas después se
produjeron encuentros dispersos a lo largo de varios días
mes de julio de 1866. Estos empezaron como una victoria para la
división argentina en Yataytí Corá en los
días 10 y 11, con menos de 900 muertos en ambos bandos;
las ultimas se dieron en el Boquerón del Sauce (día
16, 17 y 18) levantaron de nuevo el animo a los paraguayos. En
ambos sectores producto de una trinchera construida por los
guaraníes que fue sumamente efectiva para atrapar y
envestir a las tropas aliadas sin que lograron avanzar un palmo
mas de terreno en la parte oriental del Cuadrilátero de
Humaitá. En esta envestida, igual de sangrienta que la del
Estero Bellaco murieron casi 7,500 hombres entre paraguayos y
aliados, quienes se llevaron en esta ocasión la peor
parte, con dos terceras partes de las víctimas mortales.
Un hecho memorable es que ambos oficiales al mando de las fuerzas
beligerantes el coronel José Elizardo Aquino Jara
(c.1825-1866) y el coronel León de Pallejas
(1816-1866).

Fueron tan atroces los resultado en las batallas de
Estero Bellaco, Tuyutí y Boquerón del Sauce que los
aliados —quienes quedaron en posesión de dichos
puntos— tuvieron que excavar grandes fosas en el estero
donde arrojaron a todos los muertos —aliados y paraguayos
por igual— prendiéndoles luego fuego para evitar la
pestilencia y las enfermedades. Cuando no había terreno
firme donde excavar, se volvieron comunes las dantescas escenas
en que grandes piras funerarias de cadáveres mutilados de
soldados desconocidos en muchos casos. Pero cuando no se
disponía incluso de lo mínimo para encender
hogueras, las soluciones de corto plazo y miras también
eran aprovechadas, como arrojar los cadáveres al rio. Esta
maniobra ruin y despiadada fue supuestamente recomendada por el
almirante Tamandaré al brigadier Mitre quien si ser
eximido de ingenuidad, era citado en las memorias del vizconde
brasileño. <Mitre ha estado de acuerdo conmigo en todo
hasta que los cadáveres del cólera sean lanzados a
las aguas del Paraná, para llevar el tajo a las
poblaciones rivereñas, en especial a las poblaciones de
Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe que le son opuestas.>
(marqués de Caxias al Emperador del Brasil, 18 de
noviembre de 1867).

Para ganar tiempo en el refuerzo de trincheras para el
bastión de Curupaytí, el mariscal López
dispuso invitar al brigadier Mitre a una entrevista el día
12 de septiembre de 1866 en la que pudieran también
aprovechar la oportunidad de sondar la flexibilidad o rigidez
para finalmente entablar conversaciones de paz. Nada en concreto
se logro con las cinco horas de conversación, puesto que
Mitre estaba obligado a seguir de manera taxativa el tratado de
la alianza, al que en último momento López se
mostro dispuesto incluso a tratar el principal motivo del pacto,
el litigio territorial. Sin embargo al retirarse Flores al
principio de la entrevista y sin que ningún representante
de la corona imperial estuviera presente solo aumentaron la
tensión entre los argentinos y los brasileños, que
estaba vigente desde la batalla de Yatay. Mientras el gobierno
argentino empezó a considerar viable la negociación
con los paraguayos, el emperador del Brasil se opuso tajantemente
a que sus mandos trataran con un <el déspota
salvaje> Incluso el ministro inglés Goud quien hacia
arreglos para evacuar a sus compatriotas residentes en Paraguay,
intento disuadir al presidente para que renunciara, teniendo la
protección de la bandera británica y asegurando sus
bienes y los de su familia, a lo que de igual forma López
se rehusó.

El desastre de
Curupaytí y el armisticio temporal

Aun punto donde lgunos
días antes de la fallida entrevista, cuando se
corría contra el tiempo intensificando las
obras de fortificación en el Cuadrilátero que
protegía la fortaleza de Humaitá, hubo las obras
quedaron inconclusas:118 el fuerte
Curuzú, ubicado a solo 8 km de la fortaleza
principal del rio Paraguay. La acción se inicio el
día 1 de septiembre con una sión masiva de trece
navíos —entre acorazados y encorazados—de la
flota brasileña. La operación tuvo lugar tanto en
la cabeza de playa buscada por los brasileños como en las
baterías artilleras ubicadas en el litoral
chaqueño. Finalmente el 3 de septiembre de 1866 lograron
desembarcar más de 9,000 efectivos
brasileños y argentinos tomando la posición
paraguaya. Gracias a que las rutas de escape de los paraguayos
eran ciénagas lograron evacuar sin mayor número de
perdidas.

En la acción murieron más de 800 efectivos
junto con 1,300 heridos que marcharon rumbo a Curupaytí y
Humaitá, mientras los aliados perdieron más de 200
hombres y más de 600 heridos. También fue
hundió el acorazado Rio de Janeiro, por medio de una mina
submarina, matando a su capitán
Américo Brasílio Silvano junto toda su
tripulación. Para los trabajos de refuerzo en
trincheras sobre la línea de
Curupaytí, fue nombrando al general José
Díaz como comandante del sector. Las cuadrillas de
zapadores en ese momento ya no eran del ejército regular
de línea paraguayo. Al ser diezmados en los meses
anteriores las reservas la constituyen los agricultores y
artesanos de las <estancias de la patria> y
agentes comerciantes del estado, fueron convocados a
través de todo Paraguay para prestar su servicio por la
causa nacional. Tras lluvias torrenciales del día 17 hasta
el 21, impidieron que el almirante Tamandaré lanzó
el ataque naval sobre la línea defensiva de los
paraguayos, lo que dio cuatro valiosos días extras a los
obreros en terminar las trincheras y los bastiones
preparándose para el inminente ataque.

El día 20 septiembre de 1866, teniente-coronel
George Thompson, ingeniero militar al servicio del Paraguay, le
informa al presidente que las obras de defensa de trincheras y
fosos estaban listos para recibir al enemigo, confiando en que
<quedará sepultado al pie de la
[misma].119> La defensa paraguaya
estaba compuesta por 3 regimientos de caballería, 5,000
soldados de infantería y dos baterías de
artillería.120 Los aliados
llevaron a 17,000 hombres, entre argentinos y brasileños,
junto con 10 cañoneras y 4 acorazados, bajo el mando
directo del brigadier Mitre y el almirante Tamandaré. En
esta batalla mostró tanto a enemigos como subordinados la
cruda realidad política y militar que se desarrollaba en
las filas de los altos mando militares de la triple alianza,
donde las rivalidades conducen a discrepancias y tensiones al no
tener noción de la verdadera dimensión de la
guerra.121 El ataque empezó el
día 22 de septiembre con el bombardeo brasileño
desde tempranas horas de la mañana llegando al filo del
medio día sin causar el menos daño a las
fortificaciones, aun cuando más de cien cañones
arrojaron más de 5,000 proyectiles.
122 Tres acorazados probaron suerte al
cruzaron la línea de contención del fuerte,
logrando ametrallar la batería paraguaya de la barranca,
desde su retaguardia sin mayor resultado.

En algún punto de la misma llegó a
oídos de Mitre que con el ataque imperial fueron arrasadas
las tropas paraguayas, quien sin confirmar la información,
dispone lanzar cuatro columnas de sus ejercito para forzar los
flancos extremos paraguayos. El <punto de caza> para los
paraguayos no podía ser más idóneo, sobre un
promontorio de altura considerable, fulminaron una tras otra las
columnas de soldados argentinos y brasileños
que, sucesivamente iban avanzando sobre los cadáveres de
sus compañeros de armas. Los brasileños volvieron a
envestir las defensas de Curupaytí con sus cañones
de algo alcance, esperando la respuesta de los paraguayos a lo
lejos.

Finalmente Mitre dio la orden de retirada
al finalizar la tarde, pues nada se pudo hacer ese día mas
que mandar al matadero a casi la mitad del ejército
argentino y una buena parte del brasileño. Media hora
después por primera vez en mucho tiempo los paraguayos
celebraban con muchísimo entusiasmo esta gran victoria el
ejército para la republica paraguaya. Las descripciones
tanto de Crisóstomo Centurión como de George
Thompson (del lado paraguayo), Cándido López y
Lucio V. Mansilla del lado aliado, narran esta inútil
masacre de forma desgarradora y emotiva, ofreciendo al mismo
tiempo descripciones muy precisas, detalladas y concretas sobre
las causas en las que el alto mando aliado cometió este
tipo de suicidio militar y político. Fue la peor derrota
de los ejércitos aliados frente a un enemigo
famélico y andrajoso pero que después del gran
error, recupero casi por completo el elemento más
importante en toda conflagración: la moral de las tropas.
Las hostilidades de estancarían por más de
año y medio.

Con pocos
recursos, los paraguayos siguen ciegamente a Karaí
Guazú

En este punto del conflicto, la breve
apertura comercial —previa el bloqueo brasileño al
Plata— al exterior que logro el auge económico de
los tiempos del presidente Antonio a necesidad del gobierno por
mantenerse en pie hizo volverse al modelo
autárquico de la época francista, aunque de
manera más descentralizada apelando al antiguo principio
de cooperación colectiva en la minga. Heredero directo de
la ancestral amingáta nendive, combinado con la disciplina
y el estricto control del jesuitismo en otro tiempo, los
paraguayos —quienes en conjunto se confundían entre
civiles y militares—, lograron mantenerse en pie gracias a
esta particular forma de anarquismo indiano.

Al no existir economías de escala toda la
producción de lo esencial se centro en las familias, los
alimentos, los tejidos, el transporte funcionaba por
cooperativas, donde los excedentes simplemente se intercambiaban
de manos, al ya no valer nada la moneda paraguaya. Por esa
razón el sostenimiento económico del Paraguay tuvo
inconvenientes pues no era eficiente que muchas personas se
dedicaran a realizar distintas tareas de acuerdo a la necesidad
del karai guazú, otro título ancestral que el
grueso del pueblo le daba al mariscal López. Por esa
razón, cuando se decreto la movilización
total de hombres para enlistarse, el sistema
económico fue totalmente sostenido por mujeres paraguayas
a quienes se les paso a denominar bajo el paradójico apodo
de <las residentas>.

Las paraguayas fueron un factor clave para las labores
de mantenimiento y logística del ejército
paraguayo, muchas de las cuales prestaban sus servicios como
proveedoras de servicios como carretas, labradoras, cocineras y
demás quehaceres acompañando al ejército
durante los recorridos en el campo de batalla. Se convirtieron en
grupos trashumantes que cargaban hasta sus lechos, conservas y
demás pertenencias haciendo un gran sacrificio por sus
consanguíneos y enamorados. Muchas de estas
—principalmente las que vivían en ciudades—
fueron quienes crearon y manejaron los servicios de asistencia
sanitaria y alimentaria, que para tal propósito se
militarizaron llevando grados de jerarquía
castrense.

En conjunto un incontable número de
féminas soportó años de penurias hasta
terminar la guerra misma en el lejano norte. Iban paralelos al
ejército, cultivando la tierra, otras velaban por los
soldados como enfermeras. Llegado el momento muchas—de la
que existen testimonios de los actores principales en la
guerra— que atestiguan la presencia de mujeres en los
frentes de batalla123, sea para defender a sus familiares y
amados o por el mero patriotismo que el mismísimo duque de
Caxias no logra explicarse. Por eso hubo reportes donde en los
periodos de calma durante la guerra, los paraguayos se
infiltraban den las filas de los argentinos correntinos y
entrerrianos con quienes compartían la lengua
guaraní y la cultura mesopotámica para intercambiar
su tabaco por aguardiente de caña, que entre
otras propiedades, mitigaba el hambre.

Bibliografía

Salum-Flecha,
Antonio, La política exterior del Paraguay. De 1811 hasta
la guerra de 1864-70 (2006), Editora Intercontinental,
Asunción Paraguay.

Leslie Bethell, The Cambridge History of Latin
America, The River Plate Republics from Independence to the
Paraguayan War (1985) Cambridge University Press, pages
666-673.

Leslie Bethell, The Cambridge History of Latin
America, Brazil from the middle of the nineteenth century to the
Paraguayan War (1985) Cambridge University Press, pages
784-790

Leslie Bethell, The Cambridge History of Latin
America, Indian societies under Spanish Rule (1985) Cambridge
University Press, pages –

Du Graty, Alfredo M. La República del
Paraguay (1892), Traducida al español por Carlos Calvo,
Imprenta de José Jacquin, Besançon-Francia.

Gonzales de Bosio, Beatriz.(s.f.) <La nota del 20 de julio
de 1811: Compendio de dos siglos de aspiraciones>, IX
Encuentro del Corredor de Ideas del Cono Sur: Enseñanzas
del Bicentenario antes los desafíos globales de hoy:
repensando el cambio para nuestra América. recuperado el
25 de mayo de 2014, en
http://www.corredordelasideas.org/docs/bicentenario/ix_corredor_ense%F1anzas_bicentenario.
pdf

de la Cova, Antonio. (s.f.) Jose Gaspar Rodriguez
de Francia (1766-1840), recuperado el 3 de junio de 2014, en
http://www.latinamericanstudies.org/paraguay/francia.htm

Barcellos Teixeira, Fabiano (Dezembro de 2011),
Uma primeira guerra do Paraguai: as cartas da "invasão
brasileira de 1855" ao Paraguai [Versão em
português], Revista Brasileira de História &
Ciências Sociais, Vol. 3 Nº 6, Página visitada
em 3 de Junho de 2014, em
http://www.rbhcs.com/index_arquivos/Transcricao.UmaprimeiraguerradoParaguai.pdf

Pagni, Florencia. & Cesaretti.
Fernando.(s.f.) Mato Grosso: el frente olvidado de la Guerra del
Paraguay, pp. 8-10, recuperado el 23 de mayo de 2014, en
http://www.edhistorica.com/pdfs/El_frente_de_Mato_Grosso.pdf

Tomados del documental Guerra Guazú: La
Guerra del Paraguay (TV Pública Digital [LS82

TV Canal 7] de Buenos Aires) —2012— ,
recuperado el 24 de febrero de 2014, en
http://www.youtube.com/watch?v=4887gDjgm9Y

 

 

Autor:

José Dardón

Partes: 1, 2, 3
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter