No tiene la culpa el
rey
En una casita sencilla vivía un recién
matrimonio formado por varón y hembra (en este caso porque
es cierto que hay otro tipo de uniones), tenían como
vecino ¡nada más ni nada menos que a su rey mismo!,
ellos no tenía la culpa, el que había escogido ese
lugar para construir su palacio fue él o sus funcionarios
de la corte.
Dentro de la casa se puede escuchar la
conversación normal y hasta cierto punto trivial con la
que incitan las esposas a sus esposos a superarse y llevar
mejores condiciones económicas a los hogares.
¡Deberías ser como los demás
vasallos del rey!…decía la bella esposa con mirada
insinuante de compararse con otros para mejorar.
¿Cómo mujer?…-respondió el
esposo- con cierta socarronería.
Pues diligente, industriosos, más comunicativo,
más sociable: preguntarle al rey en qué puedes
serle útil, porque aunque solo nos separa esta barda de su
palacio, nunca te ha llamado, hasta recuerdo que una vez que
vimos al rey en su terraza real, te escondiste, y el rey
miró para acá, ¡a mí hasta me
pareció que me sonrió!
Sí, pero yo conozco bien esa sonrisa mujer,
créeme no fue a mí a quien sonrió de esa
manera, sino a ti, porque los reyes quieren tener mujeres
hermosas como esposas o como concubinas- dijo con sorna el
vasallo del rey.
Su mujer puso cara de inocencia y dijo: ¡Ay no
seas mal pensado!… yo sé que soy hermosa; pero lo soy y
lo seré tan solo para ti.
Oye, a propósito, he escuchado que el General que
sirve al rey anda reclutando vasallos para ir a tomar una ciudad
enemiga, nosotros apenas vamos a cumplir un año de
casados, que es el tiempo permitido para no enviar a los vasallos
a una guerra y que en caso de sus mujer quede embarazada poder
disfrutar de su hijo aunque solo sea unos pocos meses.
¿Crees que te escojan a ti?…tengo miedo,
todavía no he quedado embarazada de ti y aunque sé
que eres hábil y valiente, no me gustaría perderte
en una de las muchas batallas que hacen los reyes, dizque para
protegernos de los enemigos, pero yo también estoy de
acuerdo contigo de que solo emplean a sus guerreros para ampliar
sus dominios y conseguir riquezas por medio de derrotar a sus
enemigos.
¡Vaya!, Celebro que estés de acuerdo
conmigo en algunas cosas
-En eso tocaron a la puerta y gritaron- ¡Sal
vasallo, el rey te necesita para su ejército!- casi le
urgía uno de los funcionarios de la armada del
rey.
Y siguió diciendo el funcionario: Tú eres
joven, fuerte, hábil con las armas, además se dice
que eres valiente, así que aparte de cumplir con tu
trabajo normal, nos serás muy útil en esta
época de batallas por la gloria del nuestro
rey.
Sabemos que aún no creas familia y aunque
todavía no cumples el año de estar casado, como
estamos urgidos de gente valiente y decidida como tú, se
te ordena ir a pelear una de las batallas de nuestro
rey.
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tomada de google.com
¿Me necesita el rey? – Y dijo para
sí el vasallo- los vasallos van a pelear a las batallas
para defender los intereses del rey, y no el de sus
súbditos, lo que deseamos es vivir en paz y que dejen
trabajar en beneficio de nuestras familias – pero no lo
pensó más y dijo – ¡Estoy listo para ir a la
batalla del rey! Y que suceda lo que tiene que suceder porque los
vasallos nos debemos al rey y su poderío.
Así que mirando a su tierna y acongojada
esposa-pero muy hermosa-
¡Adiós mujer, si Dios quiere
regresaré! ¡Cuídate, tienes provisiones,
aprovéchalas!
Su esposa lo miró con ternura, amor y suspirando
le dijo: ¡Adiós esposo, cuídate tú
también y espero tu regreso!
El vasallo del rey, acompañó pues al
funcionario del rey y se fueron platicando sobre los pormenores
de la ciudad fortificada que deseaba tomar el rey, sus
fortificaciones, sus medios de defensa, sus ocupantes, la bravura
de su gente, así como de la estrategia genial del rey para
tomar la ciudad y de los medios, recursos y soldados con que
contaba para ganar esa importante batalla por la toma de la
ciudad.
El soldado iba a pelear no tanto gustoso por dar la
gloria al rey venciendo en una sus batallas, sino por el placer
de regresar lo antes posible a los brazos de su amada esposa para
seguir intentando mediante el amor de ambos cónyuges la
tan esperada meta de tener un hijo o una hija que viniera a
legrar todavía más su hogar.
Por lo tanto ya en la batalla, el vasallo luchaba con
valentía y salía victorioso en las misiones que se
le confiaban, todos los oficiales hablaban muy bien de él,
de su bravura, de su empatía y camaradería con los
demás soldados, así como de su prudencia y
discreción en las tareas que se le confiaban.
El General decía: Si tuviera por lo menos 100
soldados como este vasallo vecino del rey, ya hubiera
caído esa ciudad fortificada que, ¡yo había
calculado que sería en diez días y ya va lo doble
de días!…y calculo que pasarán hasta otros
20 días más para tomarla.
El vasallo también hacía sus cuentas y
decía 20 días más y podré regresar a
mi hogar a tener paz hasta que al rey se le vuelva ocurrir ir a
tomar otra ciudad.
Mientras el rey en su palacio hasta cierto punto se
aburría debido al ocio de la corte.
El rey mismo no participaba en las batallas…
¿Si moría, quién
gobernaría?
Y se justificaba de no ir a pelear lado a lado o codo
con codo al lado de su ejército y a mostrar su
gallardía y bravura de rey como él mismo se
presumía que poseía.
Así que hasta cierto punto el pueblo no deseaba
que su rey fuera a la guerra y el rey pues de dejaba convencer-en
sacrificio personal por su pueblo-
En una ocasión que el rey paseaba con su guardia
por la ciudad vio a una hermosa mujer, que a pesar de sus
modestas vestimentas estaba adornada con buen gusto y
lucía su hermosura con una sonrisa de sencillez que
encantaba a los que la encontraban y la saludaban.
¡Me parece que es mi vecina!… ¡Qué
hermosa es, merecería ser una de mis esposas!
El rey ya no lo miraba como una vasalla, la observaba
como mujer hermosa y apetecible a los deseos de los ojos y de los
demás sentidos de la concupiscencia humana y del orgullo y
domino de los que gobiernan.
Se quedó pensando y redondeando en su mente ese
deseo, así que llamó a uno de sus guardias…
¡Infórmate por favor sobre esa bella mujer!… en
fin de su condición, de quién es hija, qué
aspiraciones tiene, en fin tú ya sabes.
Como por lo general, los servidores del rey quieren
recompensa económica o cobrar los favores realizó
una buena investigación de cómo se llamaba, su
condición, en fin todo lo que pudiera servir para los
propósitos del rey.
¡Efectivamente era su vecina, la mujer bella que
había observado desde su terraza! … Con razón en
esa ocasión el rey mismo no pudo contener una sonrisa de
satisfacción por la buena apariencia y bella de formas de
esa mujer.
Esa misma noche hizo los preparativos para que la
trajeran a su recámara… nadie podía
negarse… todos eran sus vasallos…todos
deberían de rendirle homenaje y vasallaje, pues era
dueño de vidas y de bienes.
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El rey quedó embelesado por la hermosura, las
formas bellas y bien proporcionadas de la mujer y solo
pensó: ¿Por qué mis servidores no me
informaron de ella antes de que se casara? ¡Pudiera hasta
ver sido la Reyna!
Acércate hermosa mujer… ¡me inclino
ante tu belleza!
¡No, no haga eso mi rey! Soy solo una
esclava…una vasalla y aunque pertenezco como esposa a otro
vasallo del rey, soy yo la que debe inclinarse ante usted…
¡Mande y obedezco rey mío!
El rey disfrutó esa noche de la presencia,
frescura y belleza de la hermosa mujer aunque esposa de uno de
sus vasallos que estaba peleando por él junto con su
ejército, en esa misma noche intentando tomar la ciudad en
nombre del rey.
Al día siguiente, muy de mañana o antes de
que saliera el sol, el rey hizo que regresaran a la mujer a su
humilde casa; pero eso sí, colmada de regalos.
Pasaron unos días y la mujer supo que
había quedado embarazada del rey y le mandó a
avisar con uno de los favoritos del rey.
El rey, aunque era poderoso y no temía a nadie,-
dijo para sí- No es bueno que los habitantes del pueblo se
den cuenta de esto voy a salvar las apariencias.
El rey como era muy astuto como se supone que son todos
los reyes si no pues no serían reyes… dijo con una
sonrisa de satisfacción que iluminaba su rostro…
¡Ya sé lo que haré!
Y mandó traer de la batalla a su vasallo para que
se regocijara con su esposa.
Cuando el vasallo llegó, le dijo el rey: Me ha
dicho el General que te has esforzado como un héroe,
así que regresa a tu casa y regocíjate con la
esposa de tu juventud.
El vasallo no entró a su casa porque se dijo:
Está bien que lo utilicen a uno para que sigan reinando;
pero este sinvergüenza de mi rey, hasta se imagina que uno
es tonto, de seguro ha sucedido algo morboso con mi esposa y
quiere cubrir las apariencias.
¡Ah qué mi rey tan cochino!… ¡pues
no entraré a donde mi esposa!… y que todos sepan lo que
ha hecho el rey, con uno de sus leales vasallos y con la esposa
que legalmente nos corresponde y que además nos ha sido
legalmente entregada por las mismas leyes del rey.
Los reyes todo lo saben a través de los besamanos
que tienen en su corte: El rey, supo que había
desobedecido su vasallo y le extendió una carta sellada
para enviarla con el mismo vasallo al general.
En el camino de regreso a la batalla, el vasallo
pensó… de seguro en esta carta le dice al General
que me pongan en lo más duro de la batalla para que yo
muera… para él seguir gozando con la esposa
ajena… ¡Pero qué estúpidos son los reyes
poderosos!… pero eso sí, presumen de inteligentes solo
porque han estudiado en universidades.
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¿De verdad creerán que los que no hemos
tenido la oportunidad de educarnos, qué somos unos
ignorantes, o que no pensamos?
No necesito ni leer lo que dice la carta, pues los
mismos gestos del rey o sus expresiones no verbales, dicen
más que las letras.
Cuando entregó la carta al General, éste
extrañado la leyó, pues no esperaba ninguna otra
instrucción ya que el rey había confiado plenamente
en que se tomaría la ciudad y de eso se encargaba
precisamente el General.
¿Has leído la carta?
¿Y cómo habría de leerla, no viene
hasta sellada mi General?
En fin soldado, ¡ya ha descansado el vasallo del
rey!
Ahora te toca el honor de estar en el asalto final a la
ciudad y por la puerta principal de la ciudad… y en lo
más peligroso de la batalla para que demuestre tu valor y
vuelvas si puedes a tu hogar dulce hogar.
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¿Estás dispuesto a morir por tu
rey?
¡Desde luego que sí mi General…y
hasta por el hijo del rey!
Efectivamente dijo el General: así ha sido,
así es y así seguirá siendo, pues no tiene
la culpa el rey, sino quien ciegamente le obedecemos.
Nota. Imágenes tomadas de google.com, 2014: Si
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Autor:
Dr. José Manuel Castorena
Machuca
Egresado de ITSLP, CAEPE Y EESCIHA.