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La obesidad, el Ébola y la chikungunya: ¿Metáforas o epidemias?




Enviado por Felix Larocca



  1. ¿Es la obesidad metáfora de
    nuestro tiempo?
  2. Prosiguiendo con la chikungunya, el
    Ébola y teorías de
    conspiración
  3. Ébola: La fiebre hemorrágica
    africana
  4. Las
    epidemias: verdades, metáforas y
    conspiraciones
  5. La
    Plaga
  6. La
    pandemia del 1918
  7. Las
    teorías de conspiración y su
    importancia
  8. En
    resumen
  9. Bibliografía

Escribiendo acerca de las muchas
afecciones y brotes epidémicos que han plagado nuestro
mundo por toda su historia, la humanista norteamericana
Susan Sontag, presenta en su libro Illness as a
Metaphor lo que ella entiende que sean las causas
determinantes de la apariencia concomitante y simultánea
de ciertos estados físicos y emocionales que
señalan y caracterizan un período particular en
nuestra historia.

Para la tesis, en su libro
contenida, Sontag estudia enfermedades ya viejas, con
un pasado ilustre.

La enfermedad en cuestión,
cuando aparece, delimita tanto la época, como el mismo
período se define por su presencia.

La peste bubónica, la histeria,
las neurosis de guerra, la consunción, la
clorosis, el SIDA, las disorexias, el virus del
Ébola, la obesidad y la dieta — o "la
enfermedad del dietar", como algunos la llaman — representan
ejemplos de las mismas condiciones paradigmáticas, tanto
en el presente como en el pasado
. FEFL en: La Obesidad
como metáfora de nuestro tiempo: La
cuestión

Leer
más: http://www.monografias.com/trabajos49/cuestion-de-obesidad/cuestion-de-obesidad#ixzz3BHdeSQtc

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Le tricorne
mutante…

Esta tesis es acerca del impacto que han
tenido en nuestras mentes los anuncios relacionados con las
epidemias que recién nos han afectado, de cerca y de
lejos; de nuestra propensión humana a distorsionar los
eventos mismos, de nuestras tendencias a regodearnos en
teorías de conspiraciones y de la realidad que circunda
todos estos eventos.

Comenzaremos con la obesidad, la que se ha
caracterizado como una epidemia global (o "pandemia"), que por el
modo de su progresión alrededor del mundo, ha merecido que
se acuñe el neologismo de "globesidad" para
caracterizarla. (Azúcar, Artritis y Adiposidad: Le
Tricorne mutante de la Globesidad
Leer
más: http://www.monografias.com/trabajos88/azucar-artritis-adiposidad/azucar-artritis-adiposidad#ixzz3BHksqaIH).

La obesidad, de acuerdo a la
definición científica no es una enfermedad en el
sentido estricto de la acepción, sin embargo — aunque no
se ajuste a la definición más aceptada para definir
este último concepto, y, aunque carezca de
etiología firmemente establecida, un medio de
transmisión y contagio especificado — La obesidad, ya ha
recibido el privilegio dudoso de ser considerada no sólo
"enfermedad", sino que se la considera epidemia global; lo que la
hace elegible a ser una enfermedad de transmisión y
contagio y no un simple malestar. (Véanse, por este mismo
autor: Los enigmas de la obesidad: Sus causas y Los
enigmas de la obesidad: Sus curas
:
https://www.academia.edu/1857396/Los_enigmas_de_la_Obesidad_Sus_causas).

Antes de retornar a nuestro
propósito inicial de explorar brotes epidémicos
recientes y pasados de enfermedades infecciosas y sus efectos en
la psicología colectiva, debemos preguntarnos si la
obesidad representa una metáfora de nuestros tiempos, como
lo concibiera Sontag.

¿Es la
obesidad metáfora de nuestro tiempo?

La respuesta es que sí, que lo es.
Porque encarna una idea que representa nuestro período en
la historia. (Leer más:
/trabajos49/cuestion-de-obesidad/cuestion-de-obesidad).

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Fernando Botero

Prosiguiendo con
la chikungunya, el Ébola y teorías de
conspiración

Recientemente hubo en la República
Dominicana y otros países cercanos, un brote
epidémico de la fiebre chikungunya, enfermedad contagiosa
que en seguida definiremos para beneficio de nuestros
lectores:

Chikungunya ( / ? t? ? k ?n g ? n j ? / chi -k?n- guun -y? Makonde de
"lo que se dobla hacia arriba")

virus (CHIKV) es un virus
transmitido por artrópodos 
, del
género alfavirus , que es transmitida a
los humanos por el virus de la
realización Ædes mosquitos 

CHIKV se transmite de manera similar
a la fiebre del dengue y causa una enfermedad con una
enfermedad aguda febril fase que dura de dos a cinco
días, seguido de un período de
más dolores en las articulaciones de las
extremidades; este dolor puede persistir durante años
en algunos casos. 

La mejor forma de prevención es
en general el control de mosquitos y, además,
evitar las picaduras de mosquitos infectados por alguna.  No
existe un tratamiento específico pero los medicamentos se
pueden usar para reducir los síntomas.  Reposo y
fluidos también pueden ser útiles.
(Leer
más: http://www.ask.com/wiki/Chikungunya). (Fuera de
bromas, la construcción gramática con que uno se
tropieza en esta enciclopedia es, con frecuencia,
deplorable).

Prosiguiendo

De acuerdo al Ministerio de Salud
Pública, la enfermedad, solamente en la República
Dominicana clamó cientos de miles de víctimas.
Cifra, la última, resultando dudosa o imprecisa, debido al
hecho de que nuestros sistemas estadísticos carecen de
fiabilidad por su ausencia.

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Lo cierto es que el brote capturó el
interés público y que todavía persiste como
tema de conversación y como base para teorías de
conspiración, las que más adelante
consideraremos.

Nuestros medios de comunicación e
información en Radio KOOL y Punta Cana TV pueden
corroborar que diariamente se reciben llamadas de personas en
búsqueda de información, o relatando las historias
de los síntomas de sus dolorosas y molestas secuelas que
resultan de esta infección. De cuando en cuando se
escuchan las teorías etiológicas de quienes —
contrario a las causas establecidas — prefieren creer otras
cosas, informándonos que no es el mosquito el
artrópodo que la transmite, sino que es la presencia de
haitianos inmigrantes en el país que la causan.

Así es como nacen las teorías
de conspiración.

Para complicar el escenario, pronto
después de que apareciera la chikungunya nos llegaron las
noticias de la epidemia del Ébola, la que aquí
presentamos como hiciéramos en otra ponencia publicada en
el 2007. La que — como sucede con algunas epidemias
históricas — puede que represente una metáfora
mundial de nuestro tiempo.

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Ébola: La
fiebre hemorrágica africana

Cuando recientemente escribiera un
artículo acerca de esta urgente condición,
realicé, con desmayo, que compartí el espacio, en
el periódico en que apareciera, con una historia — en la
sección de salud — acerca de la ultracavitación,
o liposucción sin cirugía, la que — por razones
inexplicables — recibiera mayor espacio en la página en
que ambos artículos se publicaron. (Para la
educación del lector, aquí se puede leer más
acerca de la llamada "celulitis" como "enfermedad" y de la
liposucción como "cura":
www.monografias.com/trabajos100/celulitis-revisitada-descifrando-lo-malentendido/celulitis-revisitada-descifrando-lo-malentendido#laliposucb).

La última epidemia que nos ha venido
aterrando es la del Ébola, enfermedad viral que ha causado
la muerte a cientos de personas en África solamente en los
pocos meses transcurridos del año 2014.

Muchas personas reaccionaron con alarma
cuando dos trabajadores de salud norteamericanos fueron
traídos de Liberia a Atlanta para recibir tratamiento con
medicinas experimentales. El temor era que ellos, con su
presencia, contaminarían e infectarían el resto de
la nación norteamericana.

Lo que sería una falsa alarma,
porque en el instante en que escribo este artículo, ambas
víctimas se han recuperado y fueron dadas de alta por los
médicos que las trataron. (Para leer esta conmovedora
historia:
http://www.webmd.com/news/20140822/ebola-medical-drama?ecd=wnl_day_082414&ctr=wnl-day-082414_nsl-ld-stry&mb=ydW9itkh%2fFazAssVi46OT%40HnVev1imbCypyaviJv350%3d).

La realidad es que el Ébola (asesino
despiadado que es) no posee lo que necesita para causar una
pandemia (un brote mundial de una enfermedad
infecciosa).

El Ébola se transmite solamente por
medio de contacto íntimo con secreciones provenientes de
sus víctimas. Para soslayarlo, solo hay que evadir
contacto con el sudor, la sangre o los cuerpos de los pacientes
vivos o de los cadáveres.

Pero, para quienes hayan tenido la
oportunidad (como yo la tuviera) de leer el libro de Laurie
Garrett The Coming Plague (1994), uno queda con la idea
de que las incursiones humanas dentro de las junglas tropicales
despierta agentes infecciosos dormitados que acechan en espera
para infectar al imprudente ingenuo.

Prosiguiendo

Aun están frescas nuestras memorias
con el pánico que causara desde 2004-2007 la pandemia
ocasionada por el virus aviar H5N1.

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Las epidemias:
verdades, metáforas y conspiraciones

Si consideramos las epidemias descritas en
la Biblia, muchas atribuidas a la rabia divina, unas como plagas
y otras como castigos — además de las reportadas — en
libros de historia, nos enseñan que la raza humana ha sido
diezmada en varias ocasiones por epidemias patógenas
generalizadas.

La Plaga Antonine o la Peste de Galeno (165
EC), atribuida al sarampión o la viruela, causó la
muerte al Emperador Marcos Aurelio y a millones de sus
súbitos.

La Plaga Justiniana, causada por la
mortífera bacteria Yersinia pestis, que se
desparramó causando estragos — desde el África
del Norte, cruzando el Mediterráneo — a Constantinopla y
otras ciudades de importancia situadas en esta
región.

Para el año 524 ratas y pulgas
infectadas habían acarreado la infección tan lejos
como Rennes en Francia y dentro del corazón
geográfico de Alemania. Millones de personas encontraron
la muerte de esta manera.

Entonces, recordemos la Muerte Negra de
1348-50, también causada por Y. pestis, pero que
esta vez se diseminó por medio de las pulgas humanas y de
pulmón a pulmón, como lo hace la gripe.

Esta plaga se expandió a lo largo de
la Ruta de Seda a lo que es ahora Afganistán, India,
Persia, Constantinopla y de ahí, cruzando el
Mediterráneo, a Italia y el resto de Europa, matando
decenas de millones de individuos mundialmente.

De todas las pandemias recientes, en el
1918, la de la Influenza Española, habiendo causado la
muerte a 40 millones de personas alrededor del globo hoy se
considera el patrón por el que las pandemias se
miden.

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El virus Ébola

Es axiomático en el campo de la
epidemiología que las enfermedades infecciosas más
letales son las que son recientemente introducidas dentro de la
especie humana.

Lo antedicho tiene sentido, porque el
parásito que mata su huésped es un parásito
muerto, ya que sin el huésped el germen patógeno no
puede sobrevivir y diseminarse en una gran mayoría de los
casos.

De acuerdo a lo expresado, nuevos microbios
que hacen erupción en nuestra especie constituyen los
detonantes para pandemias, mientras que patógenos que
tienen una historia larga en una especie huésped
habrán evolucionado a ser relativamente benignos y
endémicos.

Muchos epidemiólogos expertos
contienden que cualquier pandemia futura resultará de la
intrusión humana en el mundo natural.

Un riesgo, ellos sugieren, proviene de las
poblaciones empobrecidas del continente africano y otros lugares
donde los moradores avanzan con determinación muy dentro
de la foresta virgen en búsqueda de la carne de animales
silvestres — roedores, conejos, monos y otros simios —
exponiéndose a patógenos peligrosos con resultados
nefastos.

Estos patógenos se multiplican
silenciosamente entre los animales salvajes, a veces sin causar
síntomas, pero pueden igualmente explotar con ferocidad
espeluznante entre las personas que se arriesgan a entrar en
áreas donde los seres humanos no deben
aventurarse.

Siguiendo la misma línea de
pensamiento, otro riesgo propuesto resulta cuando ciertas aves
diseminan uno nuevo patógeno infeccioso a pollos en
granjas industriales, y últimamente
transmitiéndolos a nosotros en forma de contagio
epidémico.

Pero hay algo en los escenarios descritos,
que carece de lógica.

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No hay nada nuevo en el contacto
íntimo entre animales y gente. Nuestros antecesores
homínidos vivieron en la vida salvaje antes de que nuestra
especie evolucionara en Homo sapiens. Es esta
última la razón por la que algunos
antropólogos los llaman cazadores-recolectores, un
término que todavía aplica a algunas gentes
modernas, incluyendo grupos consumidores de la carne de animales
salvajes en el África Occidental.

Luego de la domesticación y
cría de animales, nosotros viviríamos cerca de
ellos, manteniendo vacas, cerdos y pollos en corrales y aun
dentro de nuestras viviendas por miles de años.

Las pandemias surgen, más por
contactos casuales entre animales y seres humanos, que de ninguna
otra manera: Desde un punto de vista evolucionario, hay un paso
perdido entre un animal patógeno y una pandemia humana que
ha sido ignorado en estas horripilantes, aunque totalmente
especulativas, ideas.

Se conjetura que las infecciones humanas
más peligrosas son casi siempre enfermedades que no
proceden de animales — frescas en su aparición en la
especie humana — sino que representan enfermedades que han sido
adaptadas a nuestro género por algún tiempo: la
viruela, la malaria, la tuberculosis, el tifo, la fiebre amarilla
y el polio son ejemplos de éstas.

Para poder adaptarse a nuestra especie un
patógeno tiene que ocurrir en ciclos entre las personas
— de persona, a persona, a persona.

En cada repetición, las cepas mejor
adaptadas para la transmisión serán las que se
propagarán. De esta manera la selección natural
empujará las cepas circulantes hacia una
transmisión progresivamente más eficaz, y, por
consecuencia, hacia una acomodación incrementada hacia los
huéspedes humanos. Este proceso por necesidad tiene lugar
entre personas.

Un patógeno debe forzar su nuevo
huésped humano a que actúe como un sistema
dispensador de gérmenes: estornudando, tosiendo,
dispersando partículas repletas de microbios en el
aire.

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H5N1. Influenza aviar

Es esta la idea insensata que carece de
sentido evolucionario y, quizás represente una de
conspiración, por la cual se postula que virus animales
altamente contagiosos — como el H5N1 virus de la influenza
aviar — mientras circula inocuamente entre los pollos, puede
repentinamente mutarse en un microorganismo transmisible al ser
humano tornándose poderosamente letal.

Lo que parece ser dudoso, porque la
adaptación a un nuevo huésped es un asunto preciso
y biológicamente muy delicado.

Ser un germen adaptado al ser humano
significa que este microbio posee la habilidad de infectar seres
humanos, superar sus sistemas inmunes, y manipular el
huésped infectado en la dispersión del
microbio.

Un patógeno exitoso debe de forzar
su nuevo huésped humano a que actúe como un sistema
de propagación: estornudando, tosiendo, expulsando
partículas cargadas de microbios en el aire, o
eliminándolas por medio de la diarrea.

Para hacernos estornudar, un virus gripal
de alguna manera, se aprovecha de nuestra tendencia evolucionada
a estornudar y toser para librarnos de irritantes, sean estos
pólenes o virus.

Estornudando un virus puede asistir en
reducir la carga patógena en el huésped y en
acelerar la recuperación, para asimismo asegurarse de que
quienes nos rodean adquieran una dosis de lo que nos
quebranta.

Un virus asintomático es mucho menos
probable que sea un virus contagioso. Por el otro lado, si uno se
debilita total e inmediatamente, el patógeno puede
tornarse tan agresivo que la inmovilidad resultante impide que el
enfermo salga a dispersar los gérmenes.

El Ébola es un notable ejemplo de lo
antedicho.

Pero, una vez que los virus desarrollan la
habilidad de la transmisión entre humanos, esos mismos
patógenos letales pueden causar enfermedades humanas
devastadoras.

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Guerra del Peloponeso

Los imputados usuales son muy bien
conocidos: la viruela, que sobrevive en el medio ambiente
exterior por largo tiempo, el cólera, que se disemina por
el agua; y el Estafilococo áureo, que se adquiere
por personal profesional de salud, desconocedor de su presencia y
reconocido actualmente como el más mortífero ERM.
(Estafilococo resistente a la meticilina).

Una epidemia misteriosa del pasado, la Gran
Plaga de Atenas, demuestra cuán letales se tornaban las
epidemias en tiempos remotos.

La
Plaga

La Plaga, creída que fuera causada
por el tifus, la viruela o por el mismo Ébola —
dependiendo en quién se consulte — estalló en
Atenas durante el verano del 430 AEC, durante los días
tempranos de la Guerra del Peloponeso. Conflicto que
duraría 27 años entre Atenas y Esparta para
establecer la hegemonía del estado triunfante en el mundo
Helénico de entonces.

Pericles, el líder de facto de
Atenas, quien promoviera la guerra, desarrolló una
estrategia defensiva que resultaría ser fatal para
sí mismo y para la tercera parte de la ciudadanía
ateniense.

Él insistió en traer todos
los nacionales — gente residente en los pueblos y villas
rurales fuera de las murallas de la ciudad — a vivir dentro de
la cercada urbe dejando el resto de la ciudad-estado a ser
arrasada por los invasores espartanos.

Las murallas de Atenas se extendían
desde el puerto de Pireo al de Falero, cada uno de los cuales
quedaban alrededor de cuatro millas de la ciudad
propia.

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La Gran Peste

Sellándola de tal manera que, por
delante, quedando tan solo el mar, los atenienses podían
refugiarse sin riesgos — por lo menos en la mente de Pericles
— hasta que la Guerra del Peloponeso concluyera.

La población normal de la ciudad era
de unas 150,000 personas. Los escolares estiman que de entre 200
a 250 mil familias se mudaron a la misma acarreando con ellas
todas sus posesiones, incluyendo sus animales y construcciones
pequeñas adyacentes a sus moradas.

Pero, Pericles no había pensado, ni
había hecho provisiones para los recién llegados,
quienes estaban acostumbrados a sus casas solariegas, sus aldeas
apacibles y sus campos abiertos.

Algunos de ellos tenían hogares o
parientes dentro de las murallas, pero la mayoría no
tenían a donde ir, apiñándose en chozuelas o
en tiendas de campaña o albergándose en espacios
entre las paredes de las murallas. De esa manera los campamentos
abarrotados estaban maduros para el estallido de infecciones
virulentas.

De éstas ocurrir, los médicos
y el personal asistente perecerían rápidamente, y
los únicos que quedarían para atender a los
enfermos serían aquellos supervivientes que eran inmunes a
reinfecciones.

Pero una infección inesperada
llegaría por mar. Utilizando el mismo portal que Pericles
dejara abierto para alimentar a los atenienses y para importar
dineros suficientes para mantener vivo el esfuerzo de
guerra.

El historiador ateniense Tucídides
nos relata que la enfermedad que les sorprendió se
originó en Etiopía, procedió norte hacia
Egipto y Libia, cruzó el Mediterráneo hacia la Isla
de Lemnos y luego procedió hacia Atenas. Donde causara la
mayor devastación porque la Gran Plaga se volvería
más funesta en el gran campo de refugiados en que Atenas
se había convertido.

Tucídides relata:

Personas, hasta el momento en perfecto
estado de salud, de repente comenzaron a tener sensaciones de
quemazón interna y pesadumbre dolorosa en la cabeza, sus
ojos se volverían de color rojo púrpura e
inflamados. Dentro de sus bocas aparecieron efusiones
provenientes de la lengua y la garganta, y el aliento se
volvería fétido y desagradable.

Los síntomas posteriores en su
aparición fueron los estornudos y la ronquera. Sin mucha
dilación se despertaría la tos y comenzarían
los dolores del pecho.

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Luego, el estómago sería
afectado con dolores recios y vómitos teñidos con
bilis y dolores abdominales más intensos.

Los esfuerzos para producir el
mito eran espasmos ineficientes y punzantes. Para los
afortunados, la enfermedad terminaba en la muerte en esta etapa.
Mientras que para otros, la agonía duraría por
mucho más tiempo.

El historiador perspicaz describe
erupciones cutáneas, delirios, confusión mental y,
entre los supervivientes, tejidos ennegrecidos y gangrenosos en
las extremidades y, ceguera en ocasión.

Esta era una infección sumamente
virulenta, contagiosa y sistémica. Los médicos y
sus asistentes morían rápidamente, y los
únicos que quedaban para asistir los demás eran los
supervivientes, inmunes al agente causante de la
enfermedad.

Lo que la Plaga de Atenas nos enseña
es que una enfermedad de virulencia leve a moderada puede
exacerbarse en situaciones cuando los enfermos están
atrapados juntos con los sanos. Lo último causa que la
infección se propague como fuego incontrolable.

Si la epidemia de Atenas hubiera sido el
tifus, la posibilidad más cierta, normalmente se hubiese
diseminado por la propagación procedente de los liendres
humanos y las heces fecales contaminadas.

Debe de haber existido piojos entre los
inmigrantes que llegaron a Atenas.

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Usualmente, simplemente por rascar las
picadas de piojos, sepultando las deposiciones fecales de los
insectos dentro de la piel, asegura la transmisión de la
enfermedad.

Pero, en condiciones de hacinamiento, la
transmisión del tifo puede ser más
directa.

Por ejemplo, en los campos de prisioneros
serbios, durante la Primera Guerra Mundial, donde el tifo era
incontrolable, la transmisión aérea —
posiblemente por heces fecales disecadas de piojos — se
comprobó que ocurrieran.

Las condiciones propicias, en otras
palabras, pueden causar la evolución a corto plazo de una
enfermedad diseminada por el piojo humano en algo mucho
más explosivo y severo.

La pandemia del
1918

Un proceso evolutivo similar dio origen a
la epidemia de influenza del 1918, propulsada por el sistema de
guerra de trincheras del Frente Occidental.

En la primavera del 1918, una ola inicial
de influenza ligera apareció en los Estados Unidos, se
propagó por todo el país y contaminó a las
tropas en los barcos zarpando hacia Europa.

Desde esos buques, la infección se
extendió a las trincheras, donde se avivó a la
virulencia mortal en las condiciones hacinadas suministradas por
las excavaciones estratégicas, los trenes y las
ambulancias, moviendo a todos — los enfermos y los sanos — en
conjunto.

El sistema en su totalidad representaba un
servicio gigantesco de propagación viral.

La epidemia, convertida en pandemia,
dejó el Frente Occidental por varios puertos y
estalló por todas partes del planeta, enviando a sus
muertes cerca de 2.5 por ciento de quienes infectara — e
infectaría cientos de millones de personas.

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Marmotas

Este paradigma de infección
predadora no era causado por alguna combinación de genes
tipo de la influenza aviar. Ambas, la Plaga Ateniense y la
Epidemia de la gripe del 1918 evolucionaron con predecible
precisión darvinista. Genes que hacen estragos del cuerpo
de manera más rápida y eficientemente
superarán las castas más leves.

Si esas cepas letales poseen acceso
repetitivo a huéspedes frescos y los frenos que contienen
la virulencia están apagados, entonces, la enfermedad
letal evoluciona y se disemina.

Examinando epidemias y pandemias, a
través del lente de este período evolucionario, se
hace innegable que la condición necesaria más
importante para la evolución de enfermedades virulentas y
transmisibles es la existencia de una factoría de
enfermedad humana.

Sin las condiciones sociales necesarias que
permiten la evolución de enfermedades virulentas
transmisibles, brotes epidémicos letales son
improbables.

La misma letalidad por sí no es tan
poco común: SARS (Severe Acute Respiratory
Syndrome
– o síndrome respiratorio agudo grave), que
aterró la China en 2002 y 2003, causó la muerte a
10 por ciento de sus víctimas; mientras que el
Ébola mata 60-90 por ciento; la rabia sin tratamiento mata
cerca del 100 por ciento, como igualmente lo hace la plaga
neumónica, causada por la Yersinia pestis, el
agente bacteriano de la Muerte Negra, la peor pandemia en la
historia de la humanidad.

Pero ser ambas cosas, letal y transmisible
fácilmente, requiere circunstancias rigurosas. Aún
la Muerte Negra, que se pensara viniera de las marmotas del Asia
Central tuvo que haber evolucionado en una cadena de
transmisión entre seres humanos para volverse tan
mortífera y efectiva como fuera.

La lucha contra patógenos existentes
es más urgente que la caza por posibilidades nuevas.
Podrá resultar menos interesante, para los
epidemiólogos pero tendrá más probabilidades
de aliviar el sufrimiento real en el mundo.

Entonces, ¿qué tiene de malo
escuchar el redoble de la llamada incesante que nos exhorta a que
nos protejamos contra las plagas que se aproximan — contra el
Ébola en África y la gripe aviar en
Asia?

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Información de alerta del gobierno
español acerca del Ébola

¿Sería posible que una
pandemia insospechada de proporciones enormes pueda hacer
erupción proveniente de algún patógeno —
hasta el momento — desconocido?

¿Está el apocalipsis al
acecho en nuestra vecindad, entre ratas o monos, o
murciélagos, o ardillas voladoras, o aves?

La Muerte Negra nos recuerda que "nunca se
puede decir nunca". Puede que exista un patógeno animal en
nuestra proximidad que, bajo las circunstancias apropiadas, pueda
evolucionar y mantener ambas, virulencia y transmisibilidad,
infectando humanos y asimismo otros animales.

El virus de viruela del mono centroafricano
(así llamado porque fue identificado por la vez primera en
macacos en el 1958) posee atributos peligrosos. Como el virus de
la viruela, es a menudo mortífero, siendo también
un patógeno que se sienta y espera ya que puede sobrevivir
en el medio inhóspito exterior.

Sin embargo, la evolución de la
viruela del mono en una enfermedad humana, tal como lo es la
viruela, parece ser improbable porque algunas cepas del virus de
esta infección deben ser transmitidas de persona a persona
iterativamente por varias generaciones, lo que nunca sucediera.
En este ejemplo, las cadenas de transmisión se
romperían fácilmente y el proceso se ha
interrumpido totalmente.

La realidad es que la gente continúa
muriendo víctimas de enfermedades de adaptación
humana. La malaria causa la muerte a más de 1
millón de niños anualmente. La tuberculosis, en sus
formas más severas resistentes a las drogas, permanece
bien enraizada por todo el mundo. El polio, a pesar de todos
nuestros nobles esfuerzos, continúa matando y paralizando
niños.

Combatiendo los patógenos existentes
es donde resta nuestro mayor sentido de urgencia.

Evitando la hacinación malsana de
seres humanos debe de evitarse a todo coste.

Pausando

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La conspiración
paradigmática

Hasta ahora, hemos reflexionado en los
aspectos médicos generales de algunas de las infecciones
que nos han ocupado en tiempos recientes y aquellas que lo
hicieran en tiempos remotos.

Hemos aprendido que una condición de
apariencia reciente como lo es la obesidad. Por su ubicuidad y
quizás por razones políticas se ha añadido a
nuestra lista de "epidemias".

Las
teorías de conspiración y su
importancia

La creencia en conspiraciones se
encuentra a medio camino entre el escepticismo que no se queda
solo en las apariencias y el pensamiento religioso que acepta
hechos increíbles a cambio de una historia que da un
sentido total a la vida
. (Seguir leyendo:
http://esmateria.com/2014/02/26/por-que-creemos-en-teorias-de-la-conspiracion/)

Si el chisme nos indica algo es que
consiste en una actividad propia a la naturaleza de nuestra
especie. (Véanse mis ponencias al respecto).

Las teorías de conspiración
suministran bases para explicar aquellos eventos aleatorios que
nos obstaculizan nuestros derroteros ofreciéndoles
explicaciones alternativas y plausibles a la vez.

Las traigo a colación porque, muy a
menudo, se utilizan por las mismas personas que se regodean en el
chisme, para darse aires de ser informados, mientras contradicen
informaciones genuinas. Como cuando alguien nos advierte
adoptando manera erudita que "la chikungunya no la transmite el
mosquito, ya que, siendo otra forma del dengue, la transmiten los
estornudos de quienes la sufren… Sé que es
así porque lo leí en un periódico, cuyo
nombre no recuerdo…"

Para quienes tienen como misión
impartir conocimientos y educar poblaciones, las teorías
de conspiración hay que siempre tenerlas en cuenta para
tomarlas en consideración cuando tratamos de instruir a un
público, a menudo hecho vulnerable por la ignorancia y el
miedo.

En
resumen

Las epidemias del Ébola y su
hermanastra — en cronología de aparición — la
de la chikungunya pueden ser definidas como metáforas
locales e internacionales.

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Transporte para pacientes con
Ébola

Es así porque definen épocas
que serán recordadas por sus nombres. Lo que, a menudo
olvidamos, son las lecciones que nos enseñaran, por no
haberlas aprendido bien.

La presencia del Ébola ha despertado
un interés irresistible porque el último caso que
entrará en una metrópolis del mundo civilizado,
llegaría — recibido como héroe — a la ciudad de
Londres coincidiendo con el instante en que escribo esta
tesis.

La llamada "epidemia de la obesidad"
(globesidad) merece una explicación más acertada y
sobria. Aquí la ofrecemos:

www.monografias.com/trabajos88/azucar-artritis-adiposidad/azucar-artritis-adiposidad).

Fin de la lección.

Bibliografía

  • Sontag, S: (1977) Illness as
    metaphor
    Farrar Straus Giroux

  • Larocca, FEF: El sendero de la
    mente al cuerpo: Derrotero de dos vías 
    en
    academia.edu, researchgate.net y
    monografías.com

Además, extensivos enlaces
(links), bibliografía adicional y
referencias de contribuciones a este tema y otros temas
mencionados por este mismo autor, pueden obtenerse en los
siguientes portales:

  • Academia.Edu

  • ResearchGate.net y

  • Monografías.com

Coda

Esta lección se dedica a los
propietarios de las radioemisoras KOOL FM (106.9),
Mambo FM (94.3) y Punta Cana FM (99.1), de la
emisora televisora Punta Cana TV y de los semanales
Bávaro News y el Tiempo
Higüeyano.

A mis compañeros de cabina en el
programa La Revuelta/Salud y a Fernando en Las 4
Estaciones.

Específicamente doy reconocimiento
al psicólogo Fernando M. Placeres P. y a la periodista
Rosanna Figueroa.

¡Aplauso!

Monografias.com

 

 

Autor:

Dr. Félix E. F.
Larocca

 

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