Monografias.com > Religión
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

La parábola del hijo pródigo



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Definiciones
  3. La parábola
    del hijo pródigo: una interpretación
    filosófica
  4. Citas
    bíblicas
  5. Bibliografía

Introducción

En nuestro Ensayo sobre "JESÚS NOS ENSEÑA
POR MEDIO DE PARÁBOLAS"[1], decíamos
que éstas, son aquellas breves narraciones dichas
por Jesús de Nazaret que encierran una
educación moral y religiosa, revelando una verdad
espiritual de forma comparativa. No son fábulas, pues
en estas no intervienen personajes animales con
características humanas, ni alegorías, pues se
basan en hechos u observaciones creíbles, teniendo la
mayoría de estos elementos de la vida cotidiana. Las
parábolas se encuentran contenidas en los evangelios
canónicos, aunque también se pueden encontrar en
los evangelios, como el de Tomás y
de Santiago, libros considerados
apócrifos.

La finalidad de las parábolas de Jesús es
enseñar cómo debe actuar una persona para entrar
al Reino de los Cielos y, en su mayoría, revelan
también sus misterios. En ocasiones Jesús
usó las parábolas como armas
dialécticas contra líderes religiosos y
sociales, como por ejemplo la Parábola del fariseo y
el publicano. En la Biblia se encuentran los siguientes textos
titulados propósito de las parábolas.
(1)[2]

Jesús dice que enseña usando
parábolas para que comprendan su mensaje sólo
aquellos que han aceptado a Dios en su corazón y para que
los que tienen "endurecidos sus corazones" y han
"cerrado sus ojos" no puedan entender. Por lo tanto
comprender el mensaje de Jesús significaría ser un
verdadero discípulo suyo y no entenderlo supone que no se
está realmente comprometido con Él y por ende no
podemos recibir su ayuda ni la de su mensaje. Existen
algunos debates sobre si este es el significado original del uso
de las parábolas o si en realidad fue agregado por Marcos
para reforzar la fe de sus lectores, tal vez cuando se vio
perseguido. Esta explicación parece ser esencial para
comprender del todo el mensaje real de las parábolas de
Jesús, ya que deja claro que es necesario tener fe en
Él para entenderlas, o de otro modo se ven
confusas.

En la descripción de las principales
parábolas que Jesús nos enseñó, en el
presente trabajo no se hace una reseña de cada una de
ellas de acuerdo a las redactadas en las Sagradas Escrituras, ni
tampoco todas ellas, sino las más importantes y
significativas, y cuyo orden, el autor ha creído
importante redactarlas e interpretarlas de acuerdo a su
importancia y mayor significación. Las que no serán
redactadas e interpretadas se hará una reseña
bibliográfica de éstas.

Definiciones

  • 1) Parábola.

Según el DRAE, la palabra
"Parábola", significa:
"En matemáticas, una parábola (del
griego tapanonn) es la sección
cónica resultante de cortar un cono recto
con un plano cuyo ángulo de inclinación
respecto al eje de revolución del cono sea igual al
presentado por su generatriz. El plano resultará por
lo tanto paralelo a dicha recta. Se define también
como el lugar geométrico de los puntos de un
plano que equidistan de una recta llamada directriz, y un
punto exterior a ella llamado foco. En geometría
proyectiva, la parábola se define como la curva envolvente
de las rectas que unen pares de puntos homólogos en
una proyectividad semejante
o semejanza.[3]

La parábola aparece en muchas ramas de las
ciencias aplicadas debido a que su forma se corresponde con las
gráficas de las ecuaciones cuadráticas. Por
ejemplo, son parábolas las trayectorias ideales de los
cuerpos que se mueven bajo la influencia exclusiva de
la gravedad (ver movimiento
parabólico y trayectoria
balística).

En geometría , llamada la curva
de parábola plana obtenida por
la intersección del cono infinito por un plano
paralelo a una generatriz de los mismos.(Lugar de nacimiento del
cono se llama la línea recta, si hace girar alrededor del
eje del cono, produce, es decir, "crea" la superficie
del cono). Por lo tanto, la parábola es abierta ilimitada
(sin extremos) curva.

"Parábola", lingüísticamente
hablando, es una breve comparación basada en una
experiencia cotidiana de la vida, cuyo fin es enseñar una
verdad espiritual. No son fábulas ni alegorías
porque se basan en un hecho o una observación real o por
lo menos verosímil[4]

"Parábola" desde el punto de vista
teológico o bíblico, se refiere: "La
voz 
"paráboladesigna una
forma literaria que consiste en un relato figurado del cual, por
analogía o semejanza, se deriva una enseñanza
relativa a un tema que no es el explícito. Es en esencia,
un relato simbólico o una comparación
basada en una observación verosímil. La

"parábola" tiene un fin didáctico y
podemos encontrar un ejemplo de ella en
los evangelios cristianos,
donde Jesús narra muchas parábolas como
enseñanzas al pueblo
."[5]

Jesús utilizó parábolas
frecuentemente para enseñar las verdades más
elevadas en una forma que estuviese al alcance de todos. Su
enseñanza contrastaba por su sencillez y sus
imágenes con el estilo complejo de los antiguos
filósofos.

La "parábola" no diluye lo que es
profundo sino que acerca al corazón del mensaje por
imágenes que ayudan a comenzar a razonar y nos dan una
intuición en la que obra la gracia.

La exégesis bíblica medieval tendía
a tratar las parábolas de Jesús como
alegorías detalladas, con correspondencias
simbólicas encontradas para cada elemento en las
narrativas breves. Los críticos modernos sostienen estas
interpretaciones como inapropiadas e insostenibles.

Recientemente ha habido un interés en la
parábola contemporánea, explorando cómo las
historias modernas pueden ser concebidas como parábolas.
Una parábola contemporánea de mitad del siglo
XIX es la "Parábola de la ventana
rota
"[6], que expone una falacia en
el pensamiento económico.

2. Fábula.

La "fábula", "es una
composición literaria breve en la que los personajes son
animales o cosas que casi siempre presentan
características humanas como hablar. Estas historias
concluyen con una enseñanza o moraleja de
carácter instructivo, que suele figurar al final del
texto
."[7]

En el Diccionario de uso del
español 
de María Moliner se define a
la "fábula" como una "narración
literaria, generalmente en verso, cuyos personajes son animales a
los cuales se hace hablar y obrar como personas, y de la que,
generalmente, se deduce una enseñanza
práctica
"[8].

En el Diccionario de  Retórica y
Poética 
de Helena Beristáin, se
indica que "se trata de un género didáctico
mediante el cual suele hacerse crítica de las costumbres y
de los vicios locales o nacionales, pero también de las
características universales de la naturaleza humana en
general
"[9].

3. Relato.

Siguiendo al DRAE, "relato", significa: "Cuento
narración  breve 
de carácter literario;
Narración de un hecho o suceso de palabra o por escrito"[10].

Proviene del lat. Relatus; cuyo
significado es "Conocimiento que se da, generalmente
detallado, de un hecho
."[11]

4. Alegoría.

Según el DRAE, "Alegoría",
significa: "Figura  retórica  que 
consiste  en 
representar una idea abstracta a través de símbolos o imágenes poéticas.Representación, 
en literaturapintura o escultura, de una idea abstracta a través de una figu-ra, como una persona o un animal."[12]

5. Mensaje.

De acuerdo al DRAE, "mensaje", significa:
"Noticia  que  una  persona  comunica 
a otra u otras;contenido ideológico o moral que pretendetransmitir una obra literaria o artística;en la teoría de la comunicacióninformación que un emisor transmite a –un
receptor"[13]; siempre he dicho y lo vuelo decir,
que cada tema que se escribe o cada poema que se elabora contiene
un mensaje, para un destinatario o destinarios determinados, para
que conozcan lo que se está pensando y
diciendo.

La
parábola del hijo pródigo: una
interpretación filosófica

La parábola del hijo pródigo es
el término popular que describe a una de
las parábolas de Jesús de Nazaret 
recogida en el Nuevo Testamento, específicamente en
el evangelio según San Lucas. (2)

Sentido de la Parábola.

Esta parábola, como muchas otras de Jesús,
está fundamentalmente recalcada en
la misericordia de Dios hacia los pecadores
arrepentidos y su alegría ante la conversión de los
descarriados; esto ha llevado a muchos teólogos y expertos
bíblicos a pensar que el nombre de la parábola
debería ser "el padre misericordioso", en lugar
de "el hijo pródigo".

En efecto el enfoque de la parábola no es el hijo
joven, rebelde y luego arrepentido, sino el padre que espera y
corre para dar la bienvenida al hogar a su hijo. El mensaje
teológico que brinda esta parábola constituye la
cimentación de la prédica de Cristo, siempre
guiada a la conversión de los pecadores, al perdón
de los pecados y al rechazo a los formalismos que apartan al
creyente de la verdadera fe y misericordia.

Personajes de la Parábola:

Hijo pródigo.

Es sobre quien gira la historia aparente, pues es quien
hila las tres escenas de esta, el pecado, el arrepentimiento y el
perdón. Representa a la humanidad pecadora y descarriada
que se ha olvidado de Dios. Su entrada comienza
informándonos que es el menor de dos hermanos y que le
pide al padre su parte de la herencia. Teológicamente
podría interpretarse a dicha herencia como los dones y
gracias que Dios pone en cada uno de nosotros, por lo que la
escena rememora el Jardín de Edén en el momento de
la caída en el pecado; el hijo exige su libertad para
usarla fuera de la voluntad de su padre. Posteriormente se
señala que malgasta esa herencia viviendo como un
libertino, o sea su pecado no está tanto en la
reclamación de su libertad como en la utilización
descarriada de la misma que lo lleva al fracaso. Otro factor a
tener en cuenta es que, para la comunidad Judía de ese
tiempo, el cerdo era un animal abominable tal como se describe en
la ley de Moisés (3), ni aún se podía
criar, esto enseña que el pecado[14]y la
vida de libertinaje lleva al hijo pródigo, en un acto
desesperado, a cometer un acto abominable y como consecuencia,
empeora más su situación.

Esta parábola describe posteriormente la escena
del arrepentimiento. Tras la vida de derroche y libertinaje, el
hijo cae en la miseria y reflexiona acerca de su provecho
personal y cae en cuenta que le traerá mayor bienestar
regresar donde el padre que seguir por su cuenta. Aquí hay
varios aspectos muy interesantes desde una perspectiva
teológica, en primer lugar refleja que las desgracias que
provoca el pecado no son castigos divinos sino resultado de las
malas acciones que siempre acaban mal, por otro lado refleja una
actitud interesada en la conversión, es decir se
arrepiente racionalmente y no sentimentalmente, va buscando un
provecho personal y no la santidad en sí, de ahí
que prepare una disculpa para el padre en la que le pida que lo
acepte como trabajador. Parte de regreso a casa de su padre y
encuentra en este un perdón incondicional. Se puede decir
que su verdadera conversión, el arrepentimiento real,
ocurre en este momento pues ve en la actitud del padre
desinterés y amor, principales características de
una verdadera conversión. Esta conversión ocurre al
acudir a Dios y al arrepentirnos de las malas acciones de nuestra
vida.

Padre misericordioso.

Este es verdaderamente el personaje central de la
parábola. Representa a Dios Padre y fundamentalmente su
atributo de misericordia. Desde el comienzo de la parábola
se nos lanza una enseñanza, el padre tenía dos
hijos. Aquí los dos hijos representan a la humanidad
entera, uno a los pecadores que se alejan de la voluntad del
Padre y el otro a los que se someten a esta, pero ambos son
merecedores de la herencia paterna. El padre respeta y acepta la
determinación que su hijo toma por su libre
albedrío, le reparte su herencia y lo deja marcharse. Esta
imagen nos presenta a un Dios que no es ni dictador, ni
prepotente, que nos muestra el camino, nos da su heredad pero nos
deja libres para que escojamos nuestro destino.

La otra aparición del padre es la
manifestación de su plena misericordia. Al ver a su hijo
que regresa sale a buscarlo corriendo y antes de que diga palabra
alguna lo abraza y lo besa. En esta imagen se explica como Dios,
incluso sabiendo que la conversión no es completa y que
puede haber un trasfondo, sale en busca de aquel que lo necesita
y lo llama, aceptándolo sin reprocharle su
descarrío ni su indiferencia anterior. Por otra parte en
su diálogo con su primogénito se transluce
cómo Dios no descuida a aquellos que lo han seguido
justamente y cómo ante el pecado de los justos su reclamo
es tierno pero firme.

Primogénito.

El primogénito es el personaje que menos
participa en la parábola. Representa a los justos y fieles
hijos de Dios, que se someten a la voluntad del Padre. El
verdadero sentido de este personaje es mostrarnos como los fieles
de Dios también caen en el pecado, en este caso la
soberbia, y representa muy bien a los fariseos y escribas a los
que Jesús le hablaba. Al reprocharle al padre lo que le
hace a su hermano en comparación con lo que ha hecho por
él se muestra que también en su fe su obediencia
existía un móvil interesado.

Enseñanza fundamental.

Esta parábola transmite una enseñanza
tanto para los fariseos y escribas como para los pecadores y
publicanos. Hoy en día puede decirse que sirve de
enseñanza para los fieles cristianos y para el
resto de las personas. A los primeros les muestra su debilidad
ante la tentación. Indica que el pecado de soberbia puede
alojarse fácilmente en ellos por profesar una fe, al mismo
tiempo transluce que la fe cristiana no consiste solamente en
participar en ritos y liturgias sino en practicar la misericordia
y no juzgar a los demás. En relación a los segundos
consiste en una invitación a la conversión.
Así se les muestra las terribles consecuencias
del pecado y de las malas acciones, la importancia de
un verdadero arrepentimiento y la misericordia de Dios que todo
lo perdona.

Punto de Vista Judío Nazareno.

Dentro del judaísmo nazareno esta parábola
o Midrash[15]cobra un cariz totalmente diferente
al tradicional. La parábola ha sido vista como el retorno
de la Casa de Efraím, las Diez Tribus perdidas de Israel,
y su final unión a la Casa de Judá. Inclusive ha
sido preservado con un nombre distinto: El Midrash del
"Amor del Padre", puesto que el personaje central de la
narrativa no es el hijo necio sino el padre amoroso (4).
El análisis textual de este bellísimo Midrash, de
acuerdo a la teología judía nazarena es
trascendental para entender el futuro retorno de la Casa de
Efraím.

"Pasukim"[16], que proviene del
hebreo "Pasuk", que designa
el versículo bíblico.

Etimológicamente
significa división y es el participio pasivo de
la primera forma del
verbo "pasak" ("dividir").

En cuanto a los orígenes de la división
del texto sagrado en versículos creen los críticos
que hay que buscarlos en la misma época y momento de la
redacción última del canon actual, por
más que hay divergencias en cuanto a este punto entre
los Setenta y el texto hebreo; parece que la
división en versículos de este último en su
estado actual es obra de la Masora.

El contenido de este artículo incorpora material
del tomo 42 de la Enciclopedia Universal Ilustrada
Europeo-Americana (Espasa)
[17], cuya
publicación fue anterior a 1934, por lo que se encuentra
en el dominio público.

La historia inicia diciendo que un hombre tenía
dos hijos. En los profetas estos dos hermanos son descritos como
hijas o hermanas (5). El mayor quien representa a la Casa
de Judá, y el menor quien toma la imagen de la casa de
Efraím. Este último pidió a su padre la
parte de la herencia que le correspondía. De acuerdo al
Talmud había dos formas de transmitir los bienes: Por
testamento tras el deceso del padre, y por donación en
vida. En el segundo caso, el hijo recibe la herencia pero no los
intereses o su usufructo. En caso de venta, el comprador no
podía tomar posesión del inmueble hasta que el
padre había fallecido. Lo sorprendente de esta narrativa;
y sin duda causó desasosiego en los que escucharon este
Midrash de labios de
"Yahushúa"[18] ben David fue que
el hijo menor se atreviera a pedir el control completo de la
herencia, dejando a su padre desprotegido. El hijo mayor
también recibió sus bienes en donación, la
doble porción del primogénito, pero su
ambición no le llevó a los extremos del hijo
menor.

El hijo menor vendió todo y con el dinero
emigró a una provincia lejana del Imperio Romano donde
vivió perdidamente. En otras palabras se asimiló en
la población gentil.

Tras haber agotado sus recursos, sin amigos ni consuelo
decidió tomar un trabajo que acarreaba maldición,
cuidando una piara de cerdos.

Su hambre era tan acuciante que hubiera querido comer el
pienso de los animales, pero nadie se lo daba. En breves palabras
Yahushúa reflejó la dura realidad de la
asimilación y el exilio, donde el judío se
veía (y se ve en la actualidad) forzado a comprometer sus
principios religiosos para sobrevivir. El hecho que el hijo menor
cuidara animales impuros (7), y no pudiera guardar el
Shabat o alguna otra de las solemnidades lo abismó en la
apostasía. (8)

Entonces se "volvió hacia sí",
esta es una expresión hebrea que significa "hacer
penitencia
". Arrepentirse en polvo y ceniza.

Y se puso en marcha mientras elaboraba su
petición de perdón. No tenía esperanzas de
ser recibido como hijo, dado que ya no tenía ningún
derecho para un techo, vestido o comida, solamente anhelaba ser
recibido como jornalero y ganarse su sustento.

Cuando su padre lo avistó a lo lejos no
esperó a recibirlo, corrió hacia él y lo
besó largamente como señal de perdón
(compárese con 2da. de Samuel) (9). Para el
mesoriental de edad madura de aquellos lejanos días correr
aun cuando había prisa era considerado un acto
desacostumbrado y poco digno. Que el padre del relato no se
hubiera molestado en guardar las apariencias indicó a los
oyentes del Midrash cuánto amaba a su hijo perdido.
(10)

Rápidamente, el hijo dio inicio su
petición de perdón pero jamás llegó
decir "hazme como uno de tus jornaleros" porque su padre ya
había dado tres órdenes a sus siervos semejantes a
las que dio el faraón para elevar a Yoséf ha Tzadik
a la dignidad de virrey (11). "Poned un anillo en su
mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo,
y comamos y hagamos fiesta
".

"Sacad el mejor vestido, y vestidle". Un
vestido de fiesta confeccionado con una tela preciosa, elevando a
su vástago al nivel de un invitado de honor. (12)
En el antiguo oriente no eran conocidas las condecoraciones o
medallas, si se deseaba honrar a alguien se le daba una ropa
lujosa (compárese Génesis 37:3) (13). "Y
poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies
". Un
anillo y calzado. El anillo era en realidad un sello con el
nombre familiar que se empleaba para firmar documentos legales
(compárese con Haggeo 2:23) (14), mientras que el
calzado era para indicar que ya no era más un esclavo o un
sirviente.

"Y traed el becerro engordado y matadlo, y comamos y
hagamos fiesta
". Por lo general las familias judías
comían carne en los días de fiesta como
Shabat[19]o Sukot si lo permitía el
presupuesto familiar; pero si su situación era
económicamente estrecha se optaba con cebar algún
cordero, cabra o carnero para ocasiones especiales. En este caso
se sacrificó el becerro cebado de la familia para hacer un
banquete de honor y una fiesta con música, palmadas,
gritos de júbilo y danzas de varones.
(15)

El padre introdujo en su casa al hijo perdido y
explicó su alegría a los miembros de la familia e
invitados en los siguientes términos: "Porque mi hijo
muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es
hallado
". Hay dos imágenes muy importantes en este
pasaje: La resurrección de los muertos en las palabras
"muerto era, y ha revivido" y la reunión de los
exiliados de los cuatro puntos de la tierra en la
expresión "perdido, y es hallado". (17) El
paralelismo con las profecías de las dos casas es
notable.

Cuando llegó del campo el hijo mayor, el cual
representa a la Casa de Judá, rehusó a unirse a la
fiesta y dar la bienvenida a su hermano menor. Ante las
circunstancias, el padre tuvo que salir fuera a hablarle
amistosamente. Sin embargo, el hijo mayor cegado por los celos
llegó al extremo de reprochar a su padre y censurar a su
hermano, a quien niega todo parentesco aplicándole
públicamente la palabra "este" en tono despectivo
y "tu hijo" en lugar de "mi hermano".
(18) Con estas palabras casi lapidarias el Mesías
revela una dolorosa situación para los tiempos de la
restauración: El duro rechazo de la Casa de Judá
hacia sus hermanos de la Casa de Efraím que vuelven de las
naciones sin medios ni formas de comprobar su judaidad.
Rechazados por los gentiles por juzgarlos demasiado
judíos, y despreciados por los hebreos por considerarlos
demasiado gentiles. Sombras desconocidas que serán
leyenda. Pese a ello, la Casa de Efraím vuelve llevando
dentro de su ser un alma judía que ama al Todopoderoso, a
la nación de Israel, a la Ley de Moshé y a su
Mesías.

  • Interpretación
    Filosófica.

Esta parábola es sumamente rica de significado.
Constituye la médula de la espiritualidad cristiana y de
nuestra vida en Cristo; considera al hombre en el momento mismo
en que se aleja de Dios, olvidándole para seguir su propio
camino hacia la tierra del desamparo, donde espera encontrar la
plenitud y vida en abundancia.

La parábola describe, pues, el progreso -lento al
principio, pero triunfante al final- que le hace regresar, con el
corazón quebrantado y libremente abandonado, a la casa de
su padre.

Un primer punto es que esta parábola no es
simplemente la historia de un pecado particular. Es el pecado en
su naturaleza más esencial lo que se nos revela,
juntamente con su poder destructivo.

Donde, un hombre tenía dos hijos; el más
joven reclama a su padre al punto su parte en la herencia.
Estamos tan acostumbrados a los límites en que el
Evangelio describe la escena, que la leemos impasiblemente; para
nosotros es justamente el comienzo de la historia. Y, sin
embargo, si nos detenemos un momento a ver lo que las palabras
realmente implican, quedaremos sobrecogidos de horror. Esta
sencilla frase: "Padre, dame…", significa: "Padre,
dame, ya ahora, lo que de cualquier modo ha de ser mío
cuando mueras. Deseo vivir mi vida; tú sigue tu camino; no
puedo esperar a que tú mueras; seré demasiado viejo
entonces para disfrutar de lo que la riqueza y la libertad pueden
brindarme; por tanto, ¡muérete!; para mí ya
no existes; soy mayor, no necesito un padre; lo que necesito es
libertad y todo el fruto de tu vida y tu trabajo; muérete
y déjame ir
." ¿No es esto la verdadera esencia
del pecado?. ¿No le hablamos también nosotros a
Dios tan claramente como el hijo menor del Evangelio, pero con la
misma ingenua crueldad, reclamando de Dios todo lo que puede
darnos: salud, fuerza corporal, inspiración, brillantez
intelectual, todo lo que podemos ser y todo lo que podemos tener,
para irnos lejos de él y disiparlo, dejándole
completamente olvidado y desamparado? ¿No cometemos
también nosotros repetidamente este asesinato espiritual
contra Dios y contra nuestros semejantes: hijos y padres, esposos
y esposas, amigos y parientes, compañeros de clase y de
trabajo?. ¿No nos conducimos como si Dios y el hombre
estuvieran ahí únicamente para sudar y regalarnos
el fruto de sus vidas, hasta sus mismas vidas, mientras que en
sí mismo no tienen ningún significado para
nosotros? La gente, Dios mismo, no son ya personas, sino
circunstancias y cosas. Y, cuando hemos tomado todo lo que pueden
darnos, les volvemos la espalda y nos encontramos infinitamente
lejos de aquellos que no tienen ya rostro para nosotros, ni ojos
con que poder encontrarnos. Después de borrar de la
existencia al dador, nos convertimos en posesores de derecho
propio y nos excluimos del misterio del amor, porque ya no
podemos recibir y somos incapaces de dar. Tal es la esencia misma
del pecado: descartar el amor, reclamando del que ama y da que
salga de nuestra vida, que acepte el aniquilamiento y la muerte;
este asesinato metafísico de amor es el acto del pecado,
el pecado de Satán, de Adán y de
Caín.

Una vez en posesión de todas las riquezas que la
"muerte" de su padre le había procurado, sin
volver siquiera la vista atrás como lo hacen los
jóvenes atolondrados, el joven deja la insípida
seguridad del hogar y, apresurando el paso, corre hacia la tierra
donde nada le impedirá ser libre; libre de coacciones, de
todos los lazos morales, puede entregarse ahora sin reservas a
todos los impulsos de su corazón descarriado. El pasado ya
no está; sólo existe el presente, fascinante de
promesas, resplandeciente como un nuevo amanecer, y el futuro se
extiende ante él ilimitado. Está rodeado de amigos,
es el centro de todo, la vida es seductora y no sospecha
aún que no mantendrá sus promesas. Imagina que es a
él a quien se adhieren sus nuevos amigos; la verdad es que
es tratado como él ha tratado a su padre; existe para sus
amigos solamente en la medida en que es rico, solamente en cuanto
participan del hechizo de su vida despilfarradora. Comen, beben,
se alegran; él se siente pletórico de
alegría; pero, ¡cuán diferente es esta
alegría de la serena y profunda felicidad del reino de
Dios revelada en las bodas de Caná de Galilea!.

Pero llega entonces el momento en que las riquezas le
traicionan, en que todo se ha acabado y a sus amigos no les queda
otra cosa que él mismo. De acuerdo con la ley inexorable
del mundo secular y espiritual, "con la medida con que
midáis seréis medidos
." (19), le
abandonan, porque nunca habían tenido necesidad de su
persona, reflejando su destino el de su padre: ya no existe para
ellos, está solo y abandonado. Tiene hambre, sed,
frío, se siente desolado y rechazado. Le dejan solo como
él dejó solo a su padre, pero frente a una miseria
infinitamente mayor: su nada interior; mientras que su padre,
aunque abandonado, era rico con una caridad invencible, aquella
caridad que le llevó a entregar la vida por su hijo y
aceptar el repudio para que su hijo pudiera seguir su camino
libremente. Encuentra trabajo, pero eso es para él una
miseria y una degradación mayores; nadie le da de comer y
no sabe cómo encontrarlo. ¡Qué
humillación cuidar de los cerdos, símbolo de
impureza para los judíos, tan impuros como los demonios
que Cristo expulsa! Su trabajo es una parábola de su
condición; su impureza interior iguala a la impureza
ritual de su piara de cerdos. Ha tocado fondo, y desde lo
más hondo lamenta ahora su miseria.

También nosotros lloramos nuestra propia miseria
con mucha más frecuencia que damos gracias por las
alegrías de nuestra vida; no porque nuestras pruebas sean
tan pesadas, sino porque nos enfrentamos con ellas con tanta
cobardía y tan impacientemente.

Abandonado de todos sus amigos, rechazado en todas
partes, se queda frente a frente consigo mismo, y por primera vez
mira su interior. Libre de toda seducción y
atracción, de todos los lazos y trampas que él
tenía por liberación y plenitud, recuerda su
infancia, el tiempo en que tenía un padre, en que no era
huérfano, en que no se había convertido aún
en un vagabundo sin corazón y sin hogar. Se da cuenta
también de que el asesinato moral que perpetró no
mató a su padre sino a él; que su padre dio su vida
con un amor tan total, que puede permitirle esperar; y se
levanta, dejando atrás su precaria existencia, y se pone
en camino hacia la casa de su padre, resuelto a arrojarse a los
pies de la clemencia de su padre. No es sólo el recuerdo
de su casa, del fuego del hogar y de una mesa repleta de
alimentos lo que le mueve a partir, la primera palabra de su
confesión es no «perdón», sino
"padre". Recuerda que el amor de su padre le hizo libre,
y que todas las cosas buenas de la vida provenían de
él. (Cristo dice: "Buscad primero el reino de Dios y
su justicia, y todas las demás cosas se os darán
por añadidura
"). No regresa a un extraño que
no le reconocerá, al cual habrá de decirle:
"¿No te acuerdas de mí?. Hubo un tiempo en que
tenías un hijo que te traicionó y te
abandonó; soy yo
.". No, es el nombre de padre el que
brota de lo profundo, el que acelera su paso, el que le permite
esperar.

Arrepentimiento y Remordimiento y en esto descubre la
verdadera naturaleza del arrepentimiento, porque el verdadero
arrepentimiento combina a la vez la visión del propio mal
personal y la certeza de que también para nosotros hay
perdón, porque el verdadero amor no puede vacilar ni
extinguirse. Cuando solamente existe una visión sin
esperanza de nuestras propias culpas produce remordimientos y
lleva a la desesperación. Judas comprendió lo que
había dicho; vio que su traición era irremediable:
Cristo fue condenado y murió. Pero no recordó lo
que el Señor había revelado de sí mismo y de
su Padre celestial; no comprendió que Dios no
quería traicionarle como él había
traicionado a su Dios. Pierde toda esperanza, va y se ahorca.
Estaba preocupado por su pecado, por sí mismo, no pensaba
en Dios, el Padre de Jesús y también su
Padre.

El hijo pródigo va a casa porque el recuerdo de
su padre le infunde valor para volver, y su confesión
brota varonil y perfecta: "Padre, pequé contra el
cielo y contra ti. Ya no soy digno de llamarme hijo tuyo;
trátame como a uno de tus jornaleros
." Queda
condenado ante su propia conciencia, no puede obtener el
perdón para sí mismo, pero en el perdón hay
un misterio de humildad que hemos de aprender repetidamente;
hemos de aprender a aceptar el perdón mediante un acto de
fe en el amor del otro, en la victoria del amor y de la vida,
humildemente para recibir el don gratuito del perdón
cuando se nos brinda. Y porque el hijo pródigo
tenía así abierto el corazón a su padre,
está preparado para el perdón. Según se va
acercando a casa, el padre lo ve, se apresura a ir a su
encuentro, le echa los brazos al cuello y le besa.
¡Cuántas veces había permanecido en el
umbral, mirando el camino por el que su hijo se había
alejado de él!

Había esperado y aguardado. Y ahora había
llegado el día en que su esperanza se veía
cumplida. Ve al hijo que había partido ricamente vestido,
adornado de joyas, sin volver ni siquiera la mirada a la casa de
su infancia porque sus pensamientos y sentimientos estaban
dominados solamente por lo desconocido que le fascinaba. Y ahora
el padre le ve volver como un mendigo, harapiento, profundamente
abatido, cargado con un pasado del que está avergonzado y
sin futuro…; ¿cómo le saldrá su padre al
encuentro?. "Padre, pequé…".

Pero el padre no le permite renegar de su
filiación, como si fuera a decirle: «Al venir a casa
me has devuelto la vida; cuando intentaste matarme, fue a ti
mismo a quien mataste, y ahora que de nuevo estoy vivo por ti,
has vuelto a vivir tú mismo.» Y. volviéndose
a sus criados, el padre dice: "Inmediatamente, traed el
primer vestido y ponédselo; ponedle también un
anillo en su mano y sandalias en sus pies
.".

Muchas traducciones leen "el mejor vestido",
pero el texto griego habla del «primer vestido». Por
supuesto, "el primer vestido" podía ser el
más precioso de la casa, pero, ¿no es más
probable que el padre dijera a los sirvientes: "Id a buscar
la ropa que mi hijo llevaba el día en que se fue, el traje
que dejó cuando se puso la ropa de la
traición
"?. Llevándole la ropa más
preciosa de la casa, el muchacho habría de sentirse
molesto y de etiqueta; tendría la impresión de no
encontrarse en casa, sino de ser un huésped distinguido
recibido con toda deferencia y hospitalidad posibles. No nos
ponemos la mejor ropa de casa cuando estamos cómodos en el
hogar. Parece más probable, según el contexto,
pensar que el padre manda por la ropa que el hijo rechazó,
pero que el padre recogió, dobló y guardó
cuidadosamente, como Jacob conservó la túnica de
José, que sus hermanos llevaron a su padre, la
túnica polícroma, rociada con la sangre del hijo
que debía de haber perecido. Así ahora el joven se
quita los harapos y vuelve a ponerse la ropa familiar, un poco
gastada, a la debida medida, adaptada a su cuerpo. Se siente a
gusto en ella y mira a su alrededor; los años lejos de su
padre, pasados en la fornicación, la perfidia y la
infidelidad, le parecen una pesadilla; algo que nunca
ocurrió. Está aquí y aquí ha estado
siempre, llevando la ropa que siempre usaba. Su padre está
aquí; un poco más viejo, con arrugas más
profundas. Aquí están los servidores, respetuosos,
observando con ojos de felicidad: "Ha vuelto con nosotros, y
nosotros pensábamos que se había ido para siempre;
ha vuelto a la vida, y nosotros temíamos que al inferir un
golpe mortal a su padre había dado muerte a su alma eterna
y había destruido su propia vida
.".

Es una vuelta que borraba el abismo que le
mantenía lejos de la casa paterna. El padre va más
allá; le da su anillo, que no era precisamente un anillo
ordinario. Es sabido que en tiempos remotos, cuando la gente no
sabía escribir, era el anillo con el sello el que
garantizaba cualquier documento. Dar a alguien el propio sello
significaba que uno ponía en sus manos la propia vida, las
posesiones, la familia, el honor, todo. Recordemos a Daniel en
Babilonia y a José en Egipto; por la entrega de un anillo
les confió el rey la autoridad para gobernar en su nombre.
Recordemos el intercambio de anillos entre dos desposados,
intercambio que significa: "Tengo fe en ti, me pongo
enteramente en tus manos. Cuanto tengo, cuanto soy, te pertenece
sin reserva
.".

Esta parábola nos proporciona otro ejemplo de
entrega propia. El hijo que había pedido la mitad de los
bienes de su padre, que deseaba tomar posesión de lo que
habría de tener después de la muerte del padre,
ahora el padre pone su confianza en él. ¿Por
qué?. Simplemente porque ha vuelto a casa. No le pide
cuentas de lo que ha hecho cuando estaba fuera. No dice:
"Cuando me lo cuentes todo, veré si puedo confiar en
ti
.". No dice, como hacemos nosotros continuamente, de una
manera explícita o implícita, cuando alguien con
quien hemos reñido vuelve a nosotros: "Bien, te
aceptaré a prueba; haremos un esfuerzo para reanudar
nuestra amistad, y si veo que eres infiel resurgirá todo
tu pasado de nuevo y te rechazaré a causa del pasado que
da testimonio en contra tuya, demostrando que siempre
serás infiel
.". El padre no pide nada. No dice:
"Veremos". Por deducción, dice: "Has vuelto.
El terrible período de tu ausencia lo borraremos juntos.
Mira, la ropa que llevas muestra que nada ha ocurrido. Eres el
mismo hoy que el que eras antes de irte. Este anillo que te doy
prueba que no tengo duda alguna respecto a ti. Todas las cosas te
pertenecen porque eres mi hijo
.". Y le calza las sandalias
para que puedan estar calzados sus pies «en
preparación del evangelio de la paz», como escribe
san Pablo en la carta a los Efesios. Y matan el ternero cebado
para la fiesta, que es la fiesta de la resurrección, la
fiesta de la vida eterna, el banquete del Cordero, del reino. El
hijo que había muerto está vivo; el que andaba
perdido en tierra extraña, en un país yermo, sin
forma y vacío, como leemos al principio del libro del
Génesis, ha vuelto a casa. Ahora el hijo está en el
reino, porque este reino es el reino del amor, del padre que le
ama, del padre que rescata, reintegra y devuelve la
vida.

Aparece ahora el otro hijo en escena; el hijo que
había sido siempre un buen operario en casa de su padre y
que lleva una vida irreprochable, pero que jamás ha
caído en la cuenta de que el factor capital en las
relaciones entre padre e hijo no es el trabajo sino el
corazón, no el deber sino el amor. Ha sido fiel en todas
las cosas, pero jamás ha tenido un padre ni ha sido un
hijo sino externamente. Ni tampoco ha tenido un hermano. Oigamos
lo que le dice a su padre. Al oír la música y el
baile, llama a un servidor y le pregunta lo que aquello
significa. El servidor le responde: "Es que ha vuelto tu
hermano, y tu padre, como lo ha recobrado sano y salvo ha mandado
matar el becerro cebado
.". El hijo mayor se enfada y se
niega a entrar. Su padre sale a su encuentro a rogarle que entre,
pero él responde: "Hace ya tantos años que te
vengo sirviendo (y la palabra sirviendo es una palabra fuerte,
tanto en griego como en latín, que indica esclavitud,
servidumbre, tener que hacer toda suerte de tareas
desagradables); "sin haber quebrantado jamás ninguna orden
tuya
", (piensa sólo en términos de
órdenes y transgresiones, jamás supo ver la
intención de las palabras, el corazón en el tono de
la voz, la participación en el calor de una vida
común, en la cual le correspondía a él su
parte y a su padre la suya; para él ha sido siempre
cuestión de órdenes y deberes que nunca ha
violado). "Y nunca", prosigue, "me diste un cabrito
para que yo celebrara alegremente una fiesta con mis amigos; pero
cuando llega ese hijo tuyo, que ha devorado tus bienes con
prostitutas, has mandado matar para él el becerro
cebado
.". Observemos que dice "tu hijo", no "mi
hermano
"; no quiere tener nada que ver con este hermano. He
conocido una familia como ésa; un padre y una madre, una
hija que era la favorita de su padre y un hijo que era su dolor;
él decía siempre a su mujer: "mi hija" o
"tu hijo".

Tenemos la situación: "tu hijo". De ser
"mi hermano" no hubiera sido así -no hubiera
violado los preceptos de su padre- ni tampoco hubiera tenido un
becerro cebado. ¿Qué responde el padre?. "Hijo,
tú siempre has estado conmigo
.". El padre le
considera su hijo. Para él, es su hijo; siempre han estado
juntos. Para el hijo, no; están el uno junto al otro, lo
cual no es lo mismo. No hay vida común para ellos; no hay
separación -tienen la casa en común-, pero tampoco
hay unidad o profundidad. "Todas mis cosas son tuyas":
las palabras que Cristo empleó en su oración al
Padre antes de la traición. Pero, prosigue,
"habrá que hacer fiesta y alegrarse, porque ese
hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido
y ha sido hallado
".

Así pues, el viaje es la vuelta desde lo profundo
del pecado a la casa del padre. Esto es lo que tenemos delante de
nosotros cuando nos resolvemos a vivir no ya según la
pública opinión, sino que dejamos que el juicio de
Dios nos sirva de criterio, escuchando en la voz de la
conciencia, revelado en las Escrituras, manifestado en la persona
de aquel que es la verdad, el camino y la vida. Tan pronto como
estamos conformes en que Dios y nuestra conciencia sean los
únicos jueces, caen las escamas de nuestros ojos; somos
capaces de ver y sabemos lo que es el pecado: un acto que niega,
tanto a Dios como a aquellos que nos rodean, su realidad como
personas, degradándolos a la condición de objetos,
que existen únicamente en la medida en que podemos usarlos
y abusar de ellos. Cuando nos hemos dado cuenta de esto, podemos
entrar dentro de nosotros mismos, librarnos de las garras de todo
lo que nos tiene prisioneros; entrar dentro de nosotros mismos y
encontrarnos cara a cara con todas las bendiciones que, para
aquel joven, eran su infancia y el tiempo en que vivió en
casa de su padre.

Partes: 1, 2

Página siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter