- Introducción: tres revoluciones hacia la
centralidad de la persona - La persona
posmoderna y su derecho a realizarse según su proyecto de
vida a la carta - Ser persona es
ser un consumidor - La persona
posmoderna en búsqueda light de la identidad
personal - Cultura de la
seducción - Narcisismo o la
autoabsorción en una conciencia indeterminada y
fluctuante - El cuerpo
reciclado bajo el deseo de la
autoseducción - Cerrando el
tema: hay motivos para tener confianza - Bibliografía
RESUMEN: El sociólogo Lipovetsky presenta el
problema de la concepción variante de la persona en la
Posmodernidad. Describe las tres revoluciones que se han dado
acerca de su ubicación en la sociedad moderna y posmoderna.
Se analiza luego la concepción de la persona posmoderna y su
derecho a realizarse según su proyecto de vida a la carta.
El artículo se encamina luego hacia la persona en cuanto es
un consumidor, en búsqueda light de la identidad
personal y tónica de la indiferencia que lo acompaña.
Se indican rasgos de la cultura de la seducción, del
narcisismo o la autoabsorción en una conciencia
indeterminada y fluctuante. Se finaliza con la indicación la
hipótesis presentada por Lipovetsky y los motivos para
sostenerla y tener confianza en esta evolución y
transición personal y social.
Palabras claves: Persona –
posmodernidad – Lipovetsky – identidad light –
confianza
SUMMARY: Lipovetsky sociologist presents the problem of
variant conception of person in Postmodernism. He describes the
three revolutions that have occurred on its location in the
modern and postmodern society. Postmodern conception of person
and their right to be held by life project letter is then
analyzed. The article is then routed to the person as he is a
consumer, searching light of personal identity and tone of the
in-difference that accompanies it. Features of the culture of
seduction, of narcissism or self-absorption in an indeterminate
and fluctuating consciousness are indicated. It ends with the
indication the hypothesis presented by Lipovetsky and the reasons
to support it, and have confidence in this development and
personal and social transition. Keywords: Person – postmodernism
– Lipovetsky – identity light – confidence
Introducción: tres
revoluciones hacia la centralidad de la persona
1.- Aunque el concepto de persona es fundamental en
nuestras sociedades -y legalmente procede de la codificación
elaborada en la legislación romana-, psicológica y
socialmente es concepto frágil, sometido a los avatares de
los valores según los tiempos y culturas. Cabe, pues,
plantearse el problema de lo que significa hoy "persona"
en nuestra sociedad posmoderna. El problema no es para nada
sencillo pues depende de cuántas y cuales variables queremos
considerar.
Aunque podamos plantearnos el problema, no resulta ni
fácil ni simple confeccionar una hipótesis que
intente dar una respuesta tentativa a este problema: se dan,
actualmente, diversas hipótesis tentativas de lo que es
nuestra sociedad y las personas que en ella viven, incluso si nos
referimos sólo a Occidente y al llamado primer mundo. La
concepción de la sociedad de Z. Bauman, no es la de A.
Toffler, o la de T. Todorov, o la de G. Lipovetsky, en esta
época llamada posmoderna.
Ahora nos interesa detenernos en la concepción de
la persona en el contexto de la sociedad posmoderna como es
descripta por G. Lipovetsky[1]
Una referencia importante en del uso del término
Posmodernidad estuvo dada por François
Lyotard[2]La posmodernidad, concebida por Lyotard
negativamente, como crisis y deslegitimación de los
metarrelatos, es insuficiente para Lipovetsky, el cual la ve
positivamente como una sociedad con una segunda revolución
individualista, regida por el imperio de la moda y la
seducción consumista.
La posmodernidad puede, entonces, definirse como un
proceso de promoción y democratización de una serie de
valores como el hedonismo, el culto al cuerpo, el énfasis en
lo relacional y psicológico, la seducción, la confianza
en el mercado y la competitividad, y el cultivo de la
autonomía individual (el elegir y autogobernarse dentro de
la lógica de la indeterminación, esto es, sin un plan
preestablecido), otorgando prioridad al futuro más que al
pasado.
En pocas palabras, una tesis fundamental de Lipovetsky,
en su sociología (lectura de la filosofía de la gente),
consiste hoy en sostener que las personas "vivimos una segunda
revolución individualista"[3].
La época renacimental y la moderna, tras las
consecuencias de la propuesta de Lutero, se centraron en la
atención por las personas; por oposición a la
importancia que tenía la estructura de la Iglesia, de los
gremios y de la comunidad en la época medieval. Se
trató ya de una primera revolución centrada en
la prioridad de las personas.
2.- La segunda revolución individualista
comienza en los años de la segunda década del siglo XX,
y se consolida después de la segunda guerra mundial. Se
trata de una mutación social, económica, política
y cultural global, que conlleva una sinergia combinada de
organizaciones y significaciones, de acciones y
valores.
La segunda revolución individualista ha implicado
un proceso de personalización, acompañado (en
interacción) de la elaboración de una sociedad
flexible, basada en el crecimiento demográfico, la
información y estimulación seductora y consumista de
las necesidades, del sexo, del culto a lo natural (por
oposición a lo sentido como represión socializada), a
la cordialidad y al buen humor.
Lo que comenzó a importar fue tener el mínimo
de coacciones y el máximo de elecciones y deseos, con un
mínimo de represión, y con la mayor comprensión
posible[4]
3.- Si bien la idea de una vida individual y social
democrática tiene una secular vigencia, sin embargo, esta
vida es sentida hoy como una democracia aún autoritaria,
donde los gobernantes, una vez elegidos, juegan con el poder. Por
ello, las personas sienten la necesidad de ponerse nuevos fines y
nuevas legitimidades sociales.
En la Modernidad, la idea de la "voluntad general"
tenía fuerte vigencia y era básica para la lógica
de la vida política, productiva y moral en la cual
debían moverse los individuos, con reglas uniformes,
minimizándose las expresiones singulares, las
particularidades ideosincráticas.
La primera parte del siglo XX estuvo regida, en gran
parte de Occidente, por la abnegación exigida por un partido
revolucionario o por gobernantes que, si bien fueron elegidos
democráticamente, terminaron aboliendo los partidos. Hoy
casi desaparece ese límite autoritario para la
expresión del individuo: la mayoría de los individuos
ve con indiferencia lo que sucede en el poder político. La
personalidad íntima parece buscar la legitimación
exhibicionista del placer y el reconocimiento de las expresiones
singulares de los individuos.
4.- El ideal moderno de encuadrar a los individuos en el
marco de reglas nacionales colectivas, se ha fragmentado y se
busca masivamente la realización personal, la singularidad
subjetiva. Emerge con fuerza el derecho a ser íntegramente
uno mismo, a disfrutar al máximo de la vida
individual[5]
La persona se halla en un constante proceso de
personalización en el contexto de una lógica
individualista. Ya no se busca sólo la libertad
política y económica, la libertad de creatividad
artística o en el ámbito del conocimiento; sino
además y principalmente en el ámbito de las costumbres
y de lo cotidiano.
El hecho social y cultural más representativo
parece ser el vivir libremente sin represiones. Se trata de
un proceso de personalización psicologizada. Por un
lado, aparece como una desestandarización de la vida; por
otro, como reivindicaciones de las minorías regionales, de
expansión del yo, de movimientos alternativos.
La persona posmoderna y su
derecho a realizarse según su proyecto de vida a la
carta
5.- La sociedad moderna era conquistadora; creía en
el futuro, en la ciencia y en la técnica, en la razón,
en la revolución. La sociedad posmoderna surge de tendencias
minoritarias de la Modernidad insatisfecha que buscaron
dispositivos abiertos y plurales.
En la sociedad posmoderna, las personas están
ávidas tanto de la individualidad como de la diferencia, de
la tranquilidad como de la realización personal; se afinca
en el presente, e indiferente al pasado, disuelve la fe en el
futuro y en el progreso. Lo que importa es vivir aquí y
ahora, conservarse joven sin esperar un hombre nuevo. Hay un
desencantamiento en la monotonía de lo nuevo.
Muerto el optimismo, se instala la apatía que no
cede ni ante el ídolo ni ante el tabú. La apatía
es vacío ante la abundancia, sin tragedia ni
apocalipsis[6]
6.- Parece darse una ampliación de la persona: no
hacia un personalismo responsable socialmente como lo imaginara
Emanuel Mounier[7]sino hacia un individualismo
light que proclama su derecho a realizarse según su
proyecto de vida a la carta.
Mas el individualismo no es visto como algo moralmente
no deseable, sino como lo que se está naturalizando. Cuando
el individualismo se hace total, no asume otro punto de
referencia.
La forma de vida se desestabiliza y se hace tolerante,
se centra en la realización personal de uno mismo, no
importando tanto triunfar en la vida cuanto realizarse
continuamente, consciente de la precariedad de la
existencia[8]
7.- Las acciones colectivas casi no logran ordenarse,
uniformarse y llegar a una realización mundial de
acción conjunta. Lo privado interesa más que las luchas
de clases. En la posmodernidad -o hipermodernidad, como a veces
la llama Lipovetsky- lo social está presente pero no
está en primer plano en el interés de las personas,
sino ideológicamente ubicado como un telón de
fondo.
La Posmodernidad se rige por tres lógicas
fundamentales, por tres formas de funcionar que se
influyen:
La lógica del mercado (que genera el
consumismo),de la tecnociencia (que hace de nuestro mundo una
pantalla: cine, televisión, celular),y de la cultura individualista
democrática[9]
El individualismo se impone no como una reclusión
del individuo en sí mismo; sino como una inclusión
osmótica en lo social, asumido con indiferencia. Los
individuos se hacen cada vez más atentos a sí mismos,
aún sin convicciones. Si bien el posmoderno no se halla
totalmente despolitizado, ni con independencia soberana de lo
social, estos y otros intereses son menores, hiperespecializados
en grupos selectos y pasajeros: grupos de padres
alcohólicos, de madres lesbianas, de viudos, etc.
8.- Personalizar es psicologizarlo todo. Las
relaciones de amor se vuelven frágiles y fugitivas. Los
sentimientos son mutables y las personas no evolucionan de manera
sincrónica. Se pasa más velozmente de la euforia al
aburrimiento o desánimo, incomprensión o
irritación.
Las decepciones tienen como indicadores mayor
número de separaciones, divorcios, conflictos por la
custodia de los hijos, falta de comunicación íntima.
Los seres humanos son incompletos y necesitan de otros para
realizarse; pero si la felicidad depende de otros, entonces
estamos condenados a una felicidad frágil: el otro se nos
escapa y se entra en la renovación perpetua del consumo, que
no se vive con placer sino como
fracaso[10]
9.- Ante el fracaso, las personas dan prioridad a la
atención de sí mismas. Se pierde la obsesión por
la cantidad y se vuelve a la calidad del sentimiento, a los
proyectos compartidos.
La revolución sexual ha dado de sí todo lo que
podía, pero no es suficiente para generar una vida
aceptable; lo que falta es comunicación entre las personas,
capacidad de resistir a las inevitables frustraciones cotidianas,
en un ámbito que depende mucho de los gustos
individuales.
Donde la velocidad es creciente en todos los
ámbitos, las demoras pone furiosa a las personas y es motivo
de irritación y descontento. Por ello, esas personas vuelven
su atención a cosas menos trascendentes, pero más
manejables. Entre las cosas menos trascendentes pero importantes
se halla en tema del comer bien, pero no tener sobrepeso. De
hecho, crece el número de persona para las cuales, el peso
es el tema fundamental de sus vidas[11]
Ser persona es ser un
consumidor
10.- Cada época produce y cultiva lo que sus deseos
le solicitan y viceversa: los deseos generan y moldean lo que la
sociedad debe ser en cada época. En la sociedad posmoderna,
la persona desea consumir. Nunca ha había habido tanto
productos para consumir, en esta época y en el primer mundo.
Pero no se piense que se consume sólo alimentos, ni siquiera
sexo: principalmente se consume música, diversión,
pantalla, comunicación con el pequeño grupo, lo que
significa para esta época posmoderna "vivir
mejor".
"Ha nacido una nueva modernidad: coincide con la
«civilización del deseo» que se construyó
durante la segunda mitad del siglo XX.
Esta revolución es inseparable de las últimas
orientaciones del capitalismo dedicado a la estimulación
perpetua de la demanda, a la comercialización y la
multiplicación infinita de las necesidades: el capitalismo
de consumo ha ocupado el lugar de las economías de
producción. En el curso de unos decenios, la sociedad
opulenta ha trastocado los estilos de vida y las costumbres, ha
puesto en marcha una nueva jerarquía de objetivos y una
nueva forma de relacionarse con las cosas y con el tiempo, con
uno mismo y con los demás. La vida en presente ha
reemplazado a las expectativas del futuro histórico, y el
hedonismo a las militancias políticas; la fiebre del confort
ha sustituido a las pasiones nacionalistas, y las diversiones a
la revolución.
Apoyado en la nueva religión de la incesante mejora
de las condiciones de vida, el vivir mejor se ha convertido en
una pasión de masas, en el objetivo supremo de las
sociedades democráticas"[12].
11.- No obstante los aparentes retrocesos, marcados por
las recesiones, las crisis energéticas, crisis de los
desempleados, éstos no son más que signos de
reacomodaciones a nuevas formas de preparar el consumo
masivo.
La necesidad creciente de consumo refleja la creciente
conciencia del vacío en la vida y la urgencia por llenarla
con algo. No se trata del vacío de algunas personas con poco
poder de adquisición; sino de una nueva forma de ver la
vida. Ésta no parece tener sentido en sí misma, sino en
lo que se hace con ella: surge la necesidad de consumir la propia
existencia, en forma rápida y masiva.
Nada reducirá la pasión por el consumo -que no
puede ser negada ni suprimida- sin otra pasión que pueda
motivar fuera de la oferta del consumo.
No obstante, el consumo no puede satisfacer todos los
deseos: el hombre tiene otras dimensiones, como el conocer,
aprender, crear, ganar autoestima, que los bienes comerciales no
pueden satisfacer.
La persona posmoderna en
búsqueda light de la identidad personal
12.- La persona, en la cultura posmoderna del consumo,
no deja de tener rasgos contradictorios, convividos sin
sobresaltos, dado que la lógica y la racionalidad no son un
valor primordial, sino el seducir y ser seducido, sin perder su
identidad.
La pasión, en la personalidad íntima, no se
desentiende de la búsqueda de calidad de vida. El abandono
de los grandes sistemas de sentido no se opone a la búsqueda
de creencias locales y a la conformación de tribus
juveniles.
Como nunca antes el tema de la identidad se ha vuelto
relevante, aunque no se ponga mucho esfuerzo en investigar que
significa ello.
Juntamente con el irrenunciable deseo de consumo (de
músicas, de placeres, de encuentros, de bebidas y
mercancías), se revaloriza lo local y se disuelven las
exigencias de centralidad; se busca más la identidad
personal que la verdad universal.
Lo importante es ser uno mismo, en un mundo que parece
disolverlo todo: el pasado, las creencias fuertes, las
responsabilidades sociales para con el Estado.
La identidad light posmoderna significa poder
hacer ya lo que se desea.
Esto genera una actitud crítica también ante
el consumo: no comprar caro parece ser más inteligente.
Cuanto mayor es la omnipotencia de las marcas, más los
individuos se sienten inclinados a independizarse de ellas. El
consumidor ha adquirido una libertad de elección y de
exhibición que antes no poseía.
La cultura posmoderna del consumo necesita estar a la
moda, renovarse y reinventarse para venderse perpetuamente. La
tecnociencia lleva a una revolución
permanente[13]
Cultura posmoderna del consumo personal y de la
indiferencia
13.- La cultura posmoderna del consumo personal parece
ofrecer una vida con más libertad, incluso en materia de
elección de una religión. Lo sagrado toma
múltiples formas, en rechazo declarado contra el imperio de
la Ilustración y la razón. Las exigencias religiosas se
eligen a la carta, y se da una búsqueda de sentido sin
referencias ni certezas, con una coexistencia pacífica de
las creencias, con amplitud de fronteras.
No vivimos una decadencia de la moral, sino una
pluralización y un cóctel de las éticas. La
Iglesia milenaria ya no dictamina imperativamente dónde
está el bien o el mal; sino que se forman comités de
reflexión ética, debates sobre el aborto, la
adopción de niños por homosexuales, sobre la
procreación, la manipulación genética, la
eutanasia, etc.
14.- La contradicción aparece en casi todos los
sectores del cóctel de la vida personal y social. Pero
sólo se manifiesta como contradictoria si se desea tener una
lectura desde una Modernidad que necesitaba la unidad de
perspectiva, la coherencia envolvente de la variedad de los
acontecimientos y un poder centralizado. Hoy el poder se ha
pluripolarizado: Norteamérica, Europa, Asia.
Hoy, más que coherencia se desea la pluralidad
y la yuxtaposición. Por esto, la cultura posmoderna del
consumo puede ser renovadora y retro a la vez, porno y discreta,
consumista y ecologista, sofisticada y espontánea; creativa
y vuelta a lo local. Las antinomias no llevan a la exclusión
de uno u otro elemento de la vida cultural; más bien, las
cosas parecen ubicarse con una correspondencia flexible,
destruyéndose los sentidos únicos, y la única
verdad.
15.- La cultura moderna del consumo presencian
la destitución de lo sublime, y la trivialización de lo
que en la Modernidad fue lo superior. Son ellas
características de la cultura posmoderna, la cual se desliza
en una indiferencia relajada.
La solidaridad se da en los microgrupos. Las soluciones
sociales se buscan por contacto, por la vida vivida en primera
persona.
La época moderna se obsesionó con la
producción y la revolución; la cultura
posmoderna se centra en algo más personal: la
información, el consumo indiferente y la
expresión.
Todos pueden hablar, todos pueden ser escuchados y
oídos; todos son invitados a opinar sobre todo. Hay una
plusvalía de la palabra y una minusvalía de la
responsabilidad ante ella. Por ello, no interesa mucho lo que se
dice, sino que se pueda decir. El interesado es el emisor y se
convierte también en el principal receptor. Se da una
indiferencia por el contenido. El narcisismo se convierte en
expresión gratuita y vacía de interés para el gran
público. Éste solo reclama el derecho de las personas a
hablar en una era del vacío[14]
16.- Las personas tienen la sensación de estar en
un período de pasaje, y por lo tanto, de crisis profunda y
abierta, basada en la novedad y el cambio. El siglo XX fue, para
las personas, un siglo con rebeliones contra las formas
instituidas, los estilos clásicos, la escritura reprimida,
la significación codificada, ruptura con el pasado;
rebelión contra el orden oficial.
La cultura posmoderna, al expandirse, hizo manifiesto su
potencial de creación, generando una especie de
autodestrucción creadora, crítica de sí misma,
más o menos indiferente ante todo. En la Modernidad, las
personas se hallaron en un ámbito de creación y
negación. En la cultura posmoderna, lo nuevo se vuelve
inmediatamente viejo; la creación termina vaciando a las
personas; éstas quedan girando en el vacío. Es la
culminación de la técnica, de los medios, indiferentes
ante los fines. Cada uno hace su pequeña tarea, indiferente
a lo que está contribuyendo finalmente: se puede fumigar
bien una plantación de frutales, aunque esto resulte
después cancerígeno; se puede higienizar bien una
heladería aunque los fluidos terminen contaminando las capas
de aguas sin tratar.
"Los grandes ejes modernos, la revolución, las
disciplinas, el laicismo, la vanguardia han sido abandonados a
fuerza de personalización hedonista; murió el optimismo
tecnológico y científico al ir acompañados los
innumerables descubrimientos por el sobrearmamento de los
bloques, la degradación del medio ambiente, el abandono
acrecentado de los individuos; ya ninguna ideología
política es capaz de entusiasmar a las masas, la sociedad
posmoderna no tiene ni ídolo ni tabú, ni tan sólo
imagen gloriosa de sí misma, ningún proyecto
histórico movilizador; estamos ya regidos por el vacío,
un vacío que no comporta, sin embargo, ni tragedia ni
apocalipsis"[15].
La cultura posmoderna se halla en la culminación de
un proceso posindustrial, profundamente individualista y radical,
hipertrofia de una cultura cuya meta es la negación de
cualquier orden estable, bajo la monotonía del consumo
permanente.
Ante el proceso de racionalización que implica la
sociedad burguesa y burocrática, la cultura posmoderna del
consumo preconiza los valores del romanticismo como la
exaltación del yo, la autenticidad, el placer, el desenfreno
de los sentidos, de los impulsos propios ("Déjate
llevar…"), la intensidad del sentir, el consumo masivo, el
vivir a crédito, el goce inmediato; por oposición a los
valores modernos que revolucionaron la producción,
implantando el valor del trabajo, ahorro, moderación,
puritanismo, dinero, ascetismo, racionalismo, sistematicidad,
organización lógica, disciplina, autoridad. No importa
la lógica, todo vale.
Cultura de la
seducción
17.- Siempre se ha dado en Occidente un recelo entre la
dialéctica, la retórica y la lógica.
La lógica y la dialéctica requieren
razonamientos y mover formal y fundadamente las mentes humanas.
La retórica apela a la seducción, a atraer y subyugar
al contrincante, sin quitarle la sensación de que es él
el que decide en su vida, ante un abanico prolífero de
ofertas a consumir.
La sociedad de consumo utiliza la lógica de la
seducción, haciendo que se sienta importante el
seducido, como si él se eligiese y condujese con plena
libertad (se-ducere: conducirse a sí mismo)
ofreciéndole cada vez más opciones y combinaciones a su
medida[16]La seducción es un medio de
fascinación o atracción que una persona u objeto ejerce
sobre otra, conduciéndolo con el consentimiento de esa
persona seducida.
La seducción es el acto de persuadirse o persuadir
(con-vencer) a alguien con el fin de modificar su opinión o
hacerle adoptar un determinado comportamiento según la
voluntad del que seduce.
18.- La cultura de la seducción deja las relaciones
autoritarias y dirigistas, y privilegia la pluralidad y
diversidad de opciones, y la realización de los deseos
desoyendo los llamados a la austeridad.
Mientras se esté en el consumo, no importa luego
las formas, porque el seducido es finalmente un cliente cautivo
por el monopolio de la seducción, a la que condesciende
creyéndose protagonista.
Indudablemente, los países del tercer mundo y los
hombres del trabajo, son los más reacios a asumir la
lógica de la seducción. Mas nuestra sociedad global va
teniendo siempre más jóvenes y más numerosos.
Éstos requieren diversión, o al menos contención,
y privilegian la comunicación a la coerción.
Las personas jóvenes, libres en sus tiempos, con
creciente autonomía y cuidado del cuerpo, generan la
exigencia de una educación que cubra esos deseos:
permisividad, homeostasis de los feelings,
socialización suave, plural y diversa más que
tolerante[17]
19.- La cultura posmoderna de la seducción se
acompaña de ritmo, rápido, vociferado, constante, sin
contenido, por lo que no importa en qué lengua se cante o se
grite.
La revolución musical y la tecnología sacan al
oyente de su mundo manteniéndolo en suspenso, sin
transportarlo a otro lugar o a otras ideas. El individuo se
vuelve sinético y desea sentir más. La velocidad
fascina y hace sentir la vida en la piel. Los jóvenes pueden
pasar muchas horas charlando, pero luego, cuando suben a un
vehículo, quieren velocidad.
Se da una nueva forma de control social por medio de la
seducción. La seducción es soft, distrae
epidérmicamente a un público que, sin embargo, no es
ingenuo ni pasivo.
La seducción no funciona con el misterio sino con
la información, con la propuesta de la supresión de las
relaciones burocráticas del poder.
La seducción suprime la revolución y el uso de
la fuerza, y opera por relación, cohesión y
acercamiento, dando la sensación de que es cada uno el que
decide.
Verlo todo, hacerlo todo, decirlo todo define a la
seducción[18]
20.- La seducción lucha contra la inmovilidad y
busca el autoservicio libidinal. El cuerpo y el sexo se vuelven
instrumentos de subjetivación. Los jóvenes posmodernos
marcan con tatuajes sus cuerpos, para indicar que son
únicos.
Se da integridad al cuerpo antes que ocultarlo. El
cuerpo se convierte en persona a respetar. El cuerpo es directo:
se expresa, seduce moviéndose bajo el hechizo de la
sonorización estridente.
La seducción es, en parte, sexducción,
adaptando a la mujer al rango de las sociedades democráticas
hedonistas. Pero esto no da lugar a Don Juan, sino a Narciso
"subyugado por sí mismo en su cápsula de
cristal"[19].
La cultura de la seducción viene estimulada por la
indiferencia, entendida como clima cultural.
La Modernidad, por su parte, se cierra con Hiroshima,
con la pasión destructora como condición para conservar
una mejor posición de poder.
Narcisismo o la
autoabsorción en una conciencia indeterminada y
fluctuante
21.- El capitalismo autoritario cede el camino al
capitalismo hedonista y permisivo.
La Modernidad era espíritu de empresa, esperanza
futurista en el progreso, bajo el lema de la Revolución
Francesa: libertad, igualdad, fraternidad. El legado de la
fraternidad quedó en el reducto religioso; el mensaje de la
libertad quedó encarnado por el Liberalismo en la libertad
para el comercio. La igualdad ante la ley, marcada por el
código napoleónico, parece ya insuficiente o poco
significativo psicológicamente. Junto con la igualdad se
desea la diferencia. Hoy instala la última versión del
hombre igual: el narcisismo que se expresa de diversas y
cambiantes maneras.
La protesta estudiantil, que convocaba por igual a todos
los estudiantes, ha desaparecido. Se da una banalización de
lo social: se prefiere vivir sin ideales, sin objetivos
trascendentes, dejarse llevar. Importa vivir el presente en el
presente. Sin sentido de lo histórico, ni proyección
hacia el futuro, se erosiona el sentimiento humano de
pertenencia. Numerosas carreras universitarias no tienen ninguna
referencia a la historia: importan las aplicaciones
prácticas, las técnicas que reditúen, ganar dinero
sin saber bien para qué vivir.
Se implementan estrategias narcisistas de supervivencia:
en el presente, interesa la salud psíquica y
psicológica y el reciclado del cuerpo.
La ausencia de grandes ideales a los que nos tenía
acostumbrado la Modernidad, se presenta como un nihilismo, que es
vivido sin tragedia, sino con apatía frívola, sin
sentimiento trágico por el fin del mundo, con apatía
epidérmica e indiferencia hacia el mundo. No hay Quijotes
que salgan a salvar al mundo. Incluso la amenaza de calentamiento
global no es suficiente para organizar una cruzada. La juventud
(una categoría que está en crecimiento dada la
explosión demográfica) no lee los diarios, ni se
informa de las noticias: si puede, se divierte de noche y duerme
de día.
Ante la deserción de los valores sociales, se
acentúa la personalización como hiperinvención del
yo y abandono de los grandes sistemas de sentido (ideales
políticos, religiosos y culturales). Lipovetsky estima que
se vive en el vacío.
22- Amarse a sí mismo es suficiente, de modo que no
se necesita de otro para ser feliz…
Los individuos se esfuerzan por liberarse de los
sistemas de defensa anónimos, que cortan la continuidad
histórica de los sujetos. Para la liberación buscan
asociaciones "libres", lo no verbal, sino el grito, el
sentimiento indefinido. El analista no es un referente y, en el
narcisismo total, cada uno queda en manos de sí mismo,
regido por la autoseducción del deseo.
La autoabsorción permite el abandono de la esfera
pública. Las religiones tratan de aprovecharse de la
coreografía, actualizarse y adecuarse a la música
actual y a los mensajes masivos para poder sobrevivir y reclutar
adeptos. De la religión del Libro se exige pasar a la
religión del espectáculo, so pena de indiferencia por
el contenido. No se busca la liberación del mal por medio de
una rigurosa teología; sino por la coreografía masiva y
los testimonios subjetivos y aislados.
El yo se convierte en un espejo vacío a fuerza de
flashes de `informaciones´[20], sin
análisis, ni ubicación en el contexto histórico.
Importa poco saber si Napoleón vivió antes o
después de Jesucristo.
El narcisismo neutraliza el universo social, vaciando
las instituciones de sus inversiones emocionales y el yo se
vacía de su identidad razonada.
El yo pierde su referencia de unidad por exceso de
información insustantiva.
A los escritores no les queda otro recurso que el
novelesco breve, la minificción, donde cada uno puede
moverse al ritmo de su propia fantasía.
El esfuerzo y los deberes no están de moda. Lo que
supone sujeción o disciplina austera se ha desvalorizado y
se busca lo placentero de realización inmediata.
La anarquía de los impulsos, la pérdida de un
centro de gravedad otorgado por ideales, genera una voluntad
débil, no intra-determinada, a merced de los
minirrelatos.
El posmoderno se mueve en el clima de la no
directividad, de la asociación libre, de la espontaneidad
creativa, de la cultura de la expresión, de la
dispersión en detrimento de la concentración, de la
aniquilación de las síntesis conceptuales.
Parece generalizarse la falta de atención de los
alumnos. La dispersión o distracción remplaza a la
concentración persistente y esforzada (lo que es queja de
todos los profesores). Los alumnos no estiman estar desatentos,
aunque admiten tener una atención dispersa, la que les es
suficiente para, al mismo tiempo, estudiar, ver televisión,
escuchar música, mandar mensajes, etc. Se hace presente una
conciencia telespectadora, que parece captarlo todo y nada;
excitada e indiferente a la vez.
23- El yo disuelto en tendencias parciales,
moléculas personalizadas, nuevos zombis atravesados por
mensajes de textos, sin ortografía ni sintaxis: simplemente
palabras juxtapuestas.
El yo narcisista es lábil, sometido
sistemáticamente a experimentación
rápida.
El narcisismo es un sistema flotante, que produce la
última personalidad aislada en la masa, apta para sistemas
de consumo masivos.
No hay, como otrora, comportamiento orientado por el
otro y por su aprobación, lo que daba sentido a la
acción social. Por el contrario, se produce la
licuación de la identidad rígida del yo. Va
desapareciendo el amor por la patria (sustituido por el amor
pasajero al turismo y al paisaje). No héroes ni se ocultan
las debilidades de los héroes de antaño.
El narcisismo no es una falta de personalidad, sino
una nueva personalidad con una conciencia indeterminada y
fluctuante, sin saber qué hacer, acorralada
constantemente por el aburrimiento.
Se intentan elaborados comportamientos de ortopedistas
de la salud física y mental: se impone la formación
permanente, al menos como lifting que levanten las
partes caídas del cuerpo y levanten el humor.
Se flexibilizan las categorías sociales acerca de
quien es mujer, hombre, niño, civilizado, loco, etc.: la
indefinición e incertidumbre se expanden.
24- El posmoderno narcisista teme envejecer y morir. La
vejez se vuelve una idea intolerable. Se trata de que el dolor
deje de ser real.
La frialdad y el anonimato parecen vicios inaceptables:
las virtudes se dirigen hacia el revelar las propias
motivaciones, las intimidades, todo lo cual es índice de
autenticidad y sinceridad. No importa la verdad (que pretende ser
objetiva), pero sí la sinceridad que reconoce las
contradicciones. ¿Por qué se debe estar atado a una
lógica? El yo posmoderno, como el político, simplemente
arriesga decidir y luego se verá qué pasa.
Todo se personaliza, o sea, se psicologiza: la verdad
también. La subjetividad tiene preminencia. Se busca la
verdad personal aunque a veces sea fratricida o
asocial.
El cuerpo reciclado bajo el deseo
de la autoseducción
25- El cuerpo se ha vuelto, en la Posmodernidad, un
verdadero objeto de culto, y se tiene una obsesión por su
salud y por su figura.
Se requiere higiene, perfumes, control (chequeo),
mantenimiento (masajes, sauna, deportes, regímenes),
liftings, cultos solares y terapéuticos.
El cuerpo no es ya una máquina, ni un soporte del
alma; es la persona y marca nuestra identidad; adquiere los
derechos de la persona.
Dado que la libertad de la persona es el derecho
fundamental se sigue que ella puede elegir, en cierto modo, su
cuerpo[21]El cambio de sexo, la
comercialización del cuerpo y de sus productos, es parte del
ejercicio de nuestra libertad subjetiva. Anteriormente se
consideraba inadmisible alterar el proceso natural de
envejecimiento y se exigía un respeto por las canas y
arrugas. Hoy el conservarlas o no, es un hecho de decisión
personal.
Hasta la Edad Media, se prohibía intervenir en los
procesos naturales, como algo opuesto a la voluntad de Dios, como
algo "contra natura" o antinatural. Toda prevención de la
concepción era impensable. Por el contrario, el posmoderno
se estima señor de sus actos y decisiones. La moral
también se ha psicologizado, personalizado: si somos libres,
lo que decidimos está bien.
26- De hecho, se tiende, cada vez más, a permanecer
joven, a disolver los estigmas de la edad. Parece evidente que se
está dando una psicologización y desaparición de
las diferencias netas entre cuerpo y espíritu. El cuerpo
psicologizado no es el cuerpo objetivo y natural; sino el cuerpo
puesto a disposición de las decisiones de la libertad del
individuo; es el lugar público y político del ejercicio
de las libertades. Las decisiones llevan, en su propia
lógica, la moral de los derechos subjetivos, en detrimento
de los cuidados hacia cada uno.
Hoy se debate el derecho a la elección del propio
estilo de vida sexual (anticoncepción, aborto,
vasectomía) y de genitalidad (cambio de sexo); el aborto
elegido entendido como prolongación de los derechos del
individuo sobre su propio cuerpo.
En este contexto, se trata de liberar al cuerpo de los
tabúes y, por ejemplo, marcarlo, en forma indeleble, para
identificarlo: el cuerpo está disponible a la
experimentación de los individuos. Las mujeres alquilan su
útero para concebir un niño, previa remuneración.
Estiman, en esta misma lógica, que pueden disponer de su
cuerpo para la reproducción, mediante un acto de su libertad
y derecho.
27.- El mejoramiento narcisista de sí mismo no
carece, sin embargo, de códigos: funciona como un nuevo tipo
de control social, bajo la hégira del cuerpo y la
seducción posible o imaginada en relación con los
demás.
En la Posmodernidad, está fuera de duda el respeto
debido a la dignidad y libertad humana. Lo que está en
discusión son sus variadas interpretaciones y realizaciones.
La época posmoderna, mientras produce y acrecienta el
desorden axiológico iniciado en la Modernidad, da tema para
elaborar otro tipo de equilibrio social, en relación con los
valores del cuerpo: por ejemplo, la donación de órganos
no suscita polémica y más bien se la promueve; pero la
extracción de órganos con un fin mercantil parece
escandalosa.
Lentamente, la misma dinámica del ejercicio de la
libertad exige, por una parte, derechos emergentes y nuevos;
pero, por otra parte, ella misma se pone límites y reinstala
barreras.
En la Modernidad, el credo vigente consistía en
conservarse en la perfección que ofrecía la naturaleza
a cada uno. En la Posmodernidad, la misma naturaleza es un
concepto que el individuo debe redefinir sin quedar sometido a su
aspecto biológico, porque quien pierde el dominio de su
libertad, degrada todo su ser.
El único sometimiento que parece admitirse es el de
la autoseducción.
Cerrando el tema: hay motivos
para tener confianza
28.- Lipovetsky describe s un sociólogo que trata,
ante todo, de describir y no de juzga como un
moralista.
El autor desea darnos una lectura objetiva de la
época que vivimos; pero está claro que no existe
ninguna lectura neutra; sino que toda visión de la realidad
conlleva una interpretación. Y este escritor no oculta sus
interpretaciones. Entre el optimismo y el pesimismo, Lipovetsky
cree -porque, en última instancia, se trata de una creencia
o persuasión globalizadora sobre eso que nos ocurre- e
hipotiza que se está dando un caos
organizador, generado, por un lado, por el valor supremo
dado a la libertad individual; y, por otro, por las exigencias
que toda vida tiene en sus condicionantes, los cuales ayudan o
entorpecen las realizaciones de los proyectos
individuales.
Las descripciones realizadas por Lipovetsky le parecen
suficientes para sostener la hipótesis de que "no faltan
razones para tener esperanzas", y entrever la posibilidad de que
miles de millones de personas salgan de subdesarrollo. A largo
plazo, la persona saldrá ganando, pues tiene capacidad para
reinventarse.
"No hay ninguna razón para no tener
esperanzas en las ciencias y técnicas. En los últimos
decenios, la población ha ganado cada año tres meses de
esperanza de vida. Una niña hoy tiene el 50% de
probabilidades de vivir por lo menos cien años. Una vida
más larga y con mejor salud"[22].
29.- La cultura del consumo tiene menos de un siglo; es
un pequeño momento en la historia humana. Ninguna cultura es
eterna. Aunque la civilización consumista trajo beneficios,
aunque "desestructura a los individuos volviéndolos
frágiles a nivel psicológico, la felicidad de las
personas no progresa en proporción con las
riquezas"[23].
Es posible pensar que vendrá una
transformación personal y cultural que revalorice las
prioridades de la vida, la jerarquía de los objetivos. El
trabajo (primera necesidad de la existencia, según Marx)
podrá conciliarse con el goce y la ascética, dando
fuerzas al vivir de las personas que abrirán otros caminos a
la felicidad.
La Posmodernidad no es un fenómeno totalmente
optimista. La felicidad de los individuos, en ella, es
efímera.
Tampoco se trata de hacer una fácil y superficial
denuncia apocalíptica.
30.- Por un lado, vivimos en un clima hedonista y
progresista; pero, por otro, estamos cargados de un
clima de ansiedad. Estamos, a la vez, en una sociedad
con personas dedicadas, en gran parte, al entretenimiento (para
una parte de la humanidad); y en una sociedad (de gran parte del
mundo) con la dificultad para vivir (carencia de agua, de
alimentos, de libertad, etc.).
Si bien Lipovetsky percibe la Posmodernidad como una
época de decepción, también la considera una
época con una búsqueda de felicidad individual que
puede llenar una vida. El compromiso con las causas humanitarias,
la investigación, la creación, la educación y la
invención de formas de trabajos más gratificantes, no
nos condenan, a todos por igual, a la desilusión.
31.- En este contexto, si bien se le
critican a Lipovetsky el atenuar los aspectos
neoconservadores que incuba la
Posmodernidad[24]él no deja sin embargo de
mencionar las grandes angustias que ella genera.
"En otra época, la moral represiva era fuente de
histeria, hoy la moral de la autonomía y de la
expansión contribuye a generar ansiedad, surmenage y
depresión. Ésta es la paradoja: el rechazo de la
organización tayloriana y el broche final de la empresa
humanista aceleran la desestabilización, la fragilidad
subjetivas. Ya sea en la esfera privada como en la esfera
profesional, en todas partes la autonomía individualista se
paga con desequilibrio existencial. Si la denuncia de la
empresa tecnocrática y la celebración del individuo
responsable y creativo merecen el elogio al reactivar la
tradición ética del respeto a la persona, no deben
perderse de vista las nuevas contradicciones que resultan de
ella: más independencia pero más ansiedad, más
iniciativa pero más exigencia de movilización, más
valoración de las diferencias pero más imperativo
competitivo, más individualismo pero más espíritu
de equipo y de «comunidad integrada», más
celebración del respeto individual pero más
conminaciones a cambiar y
reciclarse"[25].
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