La poesía épica
virreinal hispanoamericana: contradicciones literarias y
culturales
Es quizás ya algo conocido que las lecturas
modernas de dos poemas épicos importantes del siglo XVI
hispanoamericano, La Araucana de Alonso de Ercilla
(1569, 1578, 1589) y Arauco domado de Pedro de
Oña (1596) presentan una interesante contradicción
ideológica o cultural. Por un lado se ha visto en ellos
una expresión asociada con el llamado discurso
imperialista que defiende y elogia la presencia española
en los territorios americanos. Por otro lado, sin embargo, otro
campo, quizás con cierta tendencia americanista o, si se
quiere, nacionalista, ha visto en ellos una defensa del
indígena y una crítica del proyecto imperial.
Isaías Lerner, por ejemplo, uno de los últimos
editores de La Araucana, siguiendo una tradición
monumentalizadora del género, por así decirlo, dice
que su autor ha de ser visto como el cantor oficial del imperio
en toda su grandeza (36). Por otro lado, asumiendo una
posición opuesta, Beatriz Pastor ve el poema de Ercilla
como texto cuyo elogio del rebelde araucano convierte al autor en
uno de los primeros poetas coloniales que expresan una conciencia
hispanoamericana. De modo similar, y quizás con mayor
intensidad, Gilberto Triviños enfatiza el hecho de que el
poema no es ni un canto a la gloria universal de España ni
un escape de la realidad y explica que "el relato del
conquistador [es] despojado de todos los velos del mito
occidental que transfigura la guerra en reino de lo noble, de lo
justo y de lo bello [y] es, pues otra cosa que un canto
a la gloria universal de España, algo más
que una forma de evasión por un mundo bellamente
idealizado. No es el poema del nacimiento épico de una
nación sino la escritura estremecida, perturbada, de una
violencia fundadora que los poderes coloniales y republicanos
intentaron borrar de las 'clarísimas estrofas' de la
Ilíada de Chile" (117)
Para el caso de Arauco domado de Pedro de
Oña, Salvador Dinamarca, en su conocido estudio del poema
concluye que el autor presenta al héroe español del
texto (García Hurtado de Mendoza) como "un dechado de
perfecciones físicas, morales e intelectuales; como el
símbolo de la trilogía espiritual del
español del siglo XVI: religioso, monárquico y
caballeresco" (221). Los indígenas, sin embargo, aunque
grandes guerreros, eran "borrachos, pendencieros, supersticiosos,
y sensuales" (221). De modo semejante, Miguel Ángel Vega
declara que los "tratadistas lo han llamado el patriarca de la
poesía chilena . . . [pero] Oña no tiene nada de
nacional y . . . es . . . español y cortesano. Su actitud
ante el indio y ante el paisaje es aleve y es falsa" (19, n. 8).
Igualmente, Mario Rodríguez afirma que "Arauco
domado . . . excluye toda concepción de la realidad
que no corresponda a los discursos canónicos y aceptados
como 'verdaderos' por la cultura colonizadora" (79). Y
añade que este poema recoge . . . una
interpretación típica de la visión del mundo
del imperio español . . . [que] ha traído al nuevo
mundo la luz del catolicismo para iluminar las tinieblas de la
herejía india" (82).
Desde una posición opuesta hacia este poema
épico, Gerardo Seguel ve a Oña como el primer
individuo español que se refiere a Chile como a "su propia
patria" (44). Recientemente, William Mejías-López
también toma una posición pro-indígena y
anti imperialista. Nos dice, por ejemplo, que Oña muestra
con un crudo dramatismo las condiciones miserables de los
indígenas y se lo atribuye al uso de la encomienda.
Añade que el poema atestigua "los abusos . . . [y] el
deterioro y sufrimiento que se produce en los naturales" (78).
Mejías-López también enfatiza que Oña
demuestra amor hacia Chile, llamándola "patria amada" (81)
y denuncia la injusticia española hacia las mujeres y los
niños (85 y sigs). Este crítico llega a expresar
que el poema justifica las rebeliones indígenas ante los
encomenderos (90). Claramente, se ve, entonces, en Arauco
domado como en el caso de La Araucana,
contradicciones y polarizaciones ideológicas.
Ahora deberíamos añadir que más
recientemente, han aparecido algunos críticos que abordan
las complejidades o contradicciones de estos poemas épicos
en un modo menos polarizante. Muy notable, para el caso de La
Araucana, es el estudio de Elizabeth Davis quien se acerca a
los desacuerdos ideológicos entre lecturas nacionalistas e
imperialistas–los cuales ella denomina "contradicciones
terribles"– por medio de una aproximación autorial. Para
el caso, Davis analiza de una manera muy interesante lo que ella
denomina la "subjetividad fragmentada" de Ercilla (20-21, mi
traducción). En referencia al Arauco domado,
algunas lecturas recientes de Roberto Castillo Sandoval y
José Antonio Mazzotti son innovadoras e importantes.
Castillo Sandoval, por ejemplo, por medio de un estudio cuidadoso
de las referencias implícitas por parte de Oña a
las preocupaciones de los criollos, llega a la conclusión
que el poema, lejos de tomar una posición unívoca,
logra expresar las contradicciones de su grupo social, el de los
criollos (245). Mazzotti, de una manera similar, muestra que
Arauco domado se presenta como expresión de una
serie de perspectivas y lealtades dobles que apuntan hacia la
creación de una temprana subjetividad criolla
(232).
Todas las interpretaciones aquí sumariamente
presentadas son sin duda lecturas importantes y modernas de la
poesía épica. Lo que ahora propongo, sin embargo,
es poner en juego otra aproximación, la cual
correspondería más a la posible recepción
que estos textos tuvieron en su momento de redacción. Para
poder aproximarme a tal diálogo haré uso de la
parodia que reciben estos poemas, en su época. A primera
vista, siguiendo la actitud subversiva atribuida a la
sátira, su relación con éstos poemas
épicos ha sido aceptada como la de un mero rebajamiento
carnavalesco y jocoso de sus supuestas ideologías. Tales
conclusiones, sin embargo, parecen conllevar cierta
simplificación sobre la sátira que no toman en
consideración la crítica ideológica que
convive con la mera jocosidad. Por otro lado, se debe mencionar
que una comprensión global que no ha permitido que el
lector subsane lecturas tajantemente opuestas para el caso de la
épica es, en parte, resultado de una adhesión
crítica a la posición tomada por Mikhail Bakhtin
que ese género es monológico y por lo tanto expresa
una ideología inequívoca (107-108), sin dejar
espacio para contradicciones o ambigüedades.
Ahora, lamentablemente, dada la limitación de
espacio para este ensayo, en mi aproximación al
contrapunteo épica/sátira debo aquí
limitarme al caso de Arauco domado y dejar la parodia de
La Arucana para otra ocasión.[1]
Me aproximo, entonces, a un poema anónimo, aunque
atribuido a Mateo Rosas de Oquendo, La victoria naval
Peruntina, texto épico burlesco algo conocido por su
parodia de los elogios hechos por Pedro de Oña en su
Arauco domado a la participación de don
Beltrán de Castro y de La Cueva en el combate naval que
tuvo con el pirata Ricardo Aquines (Richard Hawkins) en las
afueras del Callao hacia 1594. Precisamente, el 17 de mayo de ese
año Don García Hurtado de Mendoza, Virrey del
Perú, recibe noticia de la presencia del inglés y
se encamina al puerto del Callao para preparar la defensa de las
costas de la capital virreinal. Para el caso pone a su
cuñado, don Beltrán de Castro y de la Cueva, al
mando de una flota de tres galeones y tres patajes para que salga
a la caza del inglés. Después de doce días
divisa su bandera en el puerto de Chincha, pero una inesperada
tormenta le obliga a regresar al Callao. Luego de una
rápida recuperación zarpa nuevamente, ahora al
mando de sólo dos navíos, la Almiranta y la
Galizabra, con los cuales logra darle alcance al inglés en
las afueras de San Mateo, e inicia una batalla naval en la cual
Hawkins resulta herido y llevado prisionero al puerto de
Panamá. El 14 de septiembre, día de la
«fiesta de la Cruz», llega la noticia a Lima y causa
gran entusiasmo. Tal es así que en ese mismo año de
1594 se publica uno de los primeros incunables de la imprenta en
Lima, una Relación por Pedro Valaguer de Salzedo,
Correo Mayor del Perú, en la cual el triunfo de
Beltrán de Castro recibe una hiperbólica
celebración, sobre todo tratándose de la posible
invasión de un hereje luterano–recordemos que la amenaza
protestante ya era encarada fuertemente por la corona
española–. Allí, es decir en la relación,
leemos que el virrey Hurtado de Mendoza
fue al monasterio de sant Agustín donde
visitó el Sanctisimo sacramento [. . .] dando gracias por
tan célebre, y importante victoria, y por mas regozijarla,
anduvo por las calles, acompañado de sus criados, y de
otros muchos caualleros, y vezinos, que acudieron con sus hachas
encendidas, y el viernes siguiente [. . .] se hizo vna muy
solemne y general procession . . . y el sábado se
corrieron toros, [y] se van haziendo otras fiestas y regocijos
(f. 10v ).
Debemos reconocer que el acalorado júbilo que
causó la derrota de Hawkins se daba no mucho tiempo
después de la derrota de la llamada "armada invencible,"
en 1588, por los ingleses y también las múltiples
incursiones de piratas, como las de Drake en 1579. El rey mismo,
en carta congratulatoria a García Hurtado de Mendoza, la
llama una importantísima derrota que pondrá fin a
futuros intentos de piratería (Markham, 348).
Ahora, a pesar de que la derrota de Hawkins sin duda fue
un episodio importante, lo que deseo aquí es contrapuntear
estos elogios con la sátira coetánea al poema,
elogios que sin duda exageraban el incidente, e hipérbole
que sin duda conllevaba un propósito ideológico
deseoso de reforzar el poder, ya debilitado, de la corona y su
dominancia marítima. Esta visión entraría en
desacuerdo con el satírico y sus lectores vireinales de la
época, cuyas risas ante la exageración imperial no
necesariamente expresarían ni una crítica del
imperio ni un naciente americanismo. Acerquémonos entonces
a algunas instancias del diálogo paródico que este
poema entabla con el Arauco domado y la ya vista
exaltación de los hechos heroicos de Beltrán de
Castro y de la Cueva.
Primero habrá que ver el acercamiento jocoso de
La Peruntina a varias de las convenciones literarias
utilizadas por Oña. Lo primero que se nota al abrir un
texto épico son los "preliminares," páginas
introductorias que, además de las necesarias aprobaciones,
incluían varias composiciones en alabanza del autor. Para
el caso del Arauco domado, Oña es elogiado por un
número de representantes del sector letrado virreinal. A
modo de ejemplo veamos una, del Doctor Jerónimo
López Guarnido, "Catedrático de Prima de Leyes de
la Universidad de Lima":
Vuestro talento oculto, en lo secreto
Ha sido bien que en sí no se consuma
Sino que en otro gran Pompeyo Numa
Muestre (causando asombre) su consuelo
[. . .]
El censo os dan, que daros no se excusa,
Porque en la perfección de la
poesía,
Oña divino, a todos váis sobrando
(20).
Lo que se nota aquí es que estos textos
introductorios tenían un importante valor oficial, y no es
casualidad, por lo tanto, que se he hallen parodiados, de una
manera interesante, en La Peruntina. Aunque a primera
vista la disposición del poema carece de composiciones
preliminares como las del Arauco domado, una lectura
detenida de sus primeros setenta y ocho versos trasluce una
intencionada parodia de tales elogios de autor. Allí un
narrador anónimo le entrega al lector la figura del poeta
que ha de cantar la derrota de Hawkins. Éste, sin embargo,
a diferencia de lo dicho sobre Oña, es un hombre "ocioso,
pobre y mal contento / . . . / un poco libre, algo
impertinente"[2] (vv. 1-4); y sobre su integridad
moral leemos que "entre los cortesanos es pasante, / entre los
académicos novicio, / y entre los letrados mete su
cuchara, / y no hay cosa de que no sepa un poco, / y todo junto
viene a ser nonada" (vv. 13-17). Por otro lado, es importante
notar también que la individualidad y privilegio de la voz
poética, o épica, sufre una desarticulación,
presentándose como voz popular normalmente excluida del
habla oficial. En referencia al entusiasmo ante la derrota de
Hawkins, el narrador de La Peruntina se presenta como
testigo de "las fiestas, procesiones, luminarias, / parabienes,
congratulaciones, / relaciones impresas" (vv. 39-41). Él
habría compartido con el pueblo un descontento ante los
favores otorgados por la corona a raíz del triunfo naval:
"encomiendas de repartimientos / a títulos de premios de
guerra, / recibimientos de los capitanes / en forma de triunfal y
aclamaciones / . . . / pareciéndoles para sólo un
huevo / mucho cacarear de gallinas / y chico el santo para tanta
fiesta" (vv. 47-54). Y de inmediato, a diferencia del poema
épico inspirado por las musas, el narrador nos dice que
él va a cantar más bien "llevado por las olas de la
gente / y convencido de la muchedumbre" (vv. 56-57) .
Habría que reflexionar aquí que,
curiosamente, la historia parece respaldar esta postura jocosa y
paródica de La Peruntina. Como nos informa Ramiro
Flores Guzmán, aunque más bien en relación a
Francis Drake, "algunos individuos invocaron el apoyo de los
piratas, pues se encontraban descontentos o enojados por haber
sido postergados en el disfrute de prebendas" (39). No se trata,
entonces, de un nacionalismo americano que ataca al imperio
español, sino de un malestar criollo-limense ante las
constricciones políticas que refrenaban las posibilidades
de su participación política y social.
Ahora, las referencias paródicas a la alabanza de
la batalla contra Hawkins en Oña son múltiples,
pero aquí escojo sólo un par a modo de ejemplo. En
el canto XVII del Arauco domado la salida de
Beltrán de Castro del puerto del Callao es enaltecida por
la musa poética al recurrir al conocido tópico del
amanecer mitológico:
Más ya que sobre el campo cristalino
el padre de Faetón su luz dilata,
Haciendo de las ondas fina plata,
Y al arenoso, de oro fino,
Veréis con un tropel tan repentino
Que el ánimo y sentidos arrebata
(640).
El amanecer no sólo sirve para enaltecer la
empresa de Don Beltrán, sino a la vez para augurar el bien
por venir: "¡Oh descuidado apóstata Richarte /
Procúrate volver a quien te envía, / O toma, si
pudieres otro rumbo, / Porque tu perdición está en
un tumbo!" (640). La Peruntina, al acercarse a ese mismo
momento de la batalla naval, es decir la salida de Beltrán
de las costas del Perú, en recuerdo de Oña,
también acude a un amanecer mitológico, pero,
claro, paródico y burlesco:
[. . .] en sabiendo
el alto presidente del Parnaso
la turbación confusa y sincopada
en que se halla, con la nueva horrenda,
el reino que produce las riquezas,
levantóse el cabello
desgreñado,
bostezando, y fregándose los ojos,
y estando rascando no sé dónde,
soltóse uno sin maldito el hueso.
[. . . ]
Oyéndolo la noche tenebrosa
[. . .]
tapóse las narices con la mano
diciendo "pape ése la virreina."
Despachó luego Apolo su lucero
[. . .]
que con centelleantes ojos vivos
de la altura del cielo columbrase
si parecían ingleses por la tierra (vv.
369-387).
Paso ahora a una segunda instancia paródica. El
poema de Oña, típica y tópicamente acude a
una profecía sobrenatural–o Providencial–sobre el
triunfo de Beltrán de Castro sobre Hawkins. En el canto
XVI cuenta la indígena Quidora un sueño
enigmático, en el cual a Hawkins se le presenta como un
"drago diabólico":
Por una gruta negra y espantosa
Adonde luz escasa parecía,
Un drago forcísimo salía
Lanzándose en el mar con sed rabiosa;
[. . .]
Mas cuando se tornaba ya gozoso
El drago con el hurto y presa nueva
Salió tras él bramando de una
cueva
Un bravo león de cuello vedijoso
[. . .]
Hasta que ya, cogiéndolo en sus brazos
,
Al ávido dragón hacía pedazos
(114-116).
Y es este vaticinio que le permite a Oña dar un
salto temporal para confirmar con su canto la grandeza de la
batalla naval: "yo que mientras todos han hablado / He solo sus
razones atendido, / Por las de la zagala he colegido / Que lo que
entonces fue profetizado / Es lo que agora acaba de cumplirse, /
Si pudo bien tan grande predecirse" (618). Lo que vemos,
entonces, es que Oña inscribe el evento dentro de la
conocida interpretación providencial de la historia,
visión que estaría del lado de la conquista,
justificando y alentándola. Hay que ver que la Providencia
también le sirve a Oña para explicar el fallido
primer intento de Beltrán de Castro. Nos dice que "vino la
tormenta / Por especial favor del alto cielo / Para que don
Beltrán acá en el suelo / Su mérito
aumentase, si se aumenta; / Pues no fuera el vencer de tanta
cuenta / Sino cubrir su lustre, al menos, del que digo, / Rendir
con tal ventaja al enemigo" (661-662). Es decir, muy
curiosamente, Dios intervino para que el triunfo español
no pareciese poca cosa por la desventaja de números. El
segundo encuentro, en el cual capturan a Hawkins, sería
mas parejo y, por lo tanto, el triunfo español más
digno de ser cantado y alabado.
Esta manipulación por parte de Oña no se
le escapa a La Peruntina ya que la Providencia es
también parodiada jocosamente. La supuesta
intervención divina para nivelar el combate es rebajada
cómicamente. Allí hallamos a un cobarde y codicioso
Beltrán de Castro quien, durante la batalla, llevado por
el miedo, acude a Dios para pedirle que intervenga en su favor:
"Vesme Señor aquí a tus pies rendido / y aun a los
de este inglés si tu no ayudas. / Yo conozco señor,
y lo confieso / que soy un tonto y mísero gallego" (vv.
533-536). Esta confesión de su cobardía y
necesidad, invirtiendo el elogio de Oña, es respondida por
la Providencia: "Dí mísero gallego de qué
temes / de qué tiemblas y andas sin aliento / estando en
un navío que pudiera / a dos ingleses abordar seguro. /
Avergüénzate puerco, y considera / la ventaja que
tienes de tu parte: / tú tienes dos navíos contra
uno" (vv. 595-601). Vemos, entonces, que La Peruntina,
en su diálogo con Oña rebaja jocosamente la voz de
la autoridad, reflejando quizás lo que habrían sido
no pocas opiniones por parte de un poblador limense
crítico de la actitud propagandista de la corona. Para
concluir hay que reflexionar, entonces, que aunque Oña si
alaba la corona española, y es bien sabido que escribe el
poema para contrarrestar la poca importancia que Ercilla le da a
Hurtado de Mendoza, a través de la parodia satírica
podemos vislumbrar que quizás el lector coetáneo a
Oña andaba más preocupado por rivalidades locales,
como las que se daban entre los criollos y la autoridad que
intentaba frenar sus deseos de adquirir una mayor
participación política, social y económica
en el virreinato del Perú, y no leía en el poema ya
una defensa ni una vituperación del imperio español
y su proceso de la llamada pacificación del mundo
indígena. Cierro entonces esta breve ponencia con la
conjetura que quizás la polarización en torno a la
"intención" del poema épico, aunque sin duda de
gran interés e importancia, responde más a
preocupaciones del lector moderno y sus múltiples y
complejas posiciones, de hoy día, en torno a las
condiciones de dependencia cultural y socio-económica de
nuestros países latinoamericanos. Aclaro que no pretendo
sugerir que sean lecturas anacrónicas; al contrario, creo
que muestran la riqueza de estos textos–recordemos el
Quijote de Pierre Menard–. Yo sólo he intentado
vislumbrar cómo habría sido leído este texto
por algunos habitantes de la Lima del siglo XVI.
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Valaguer de Salzedo, Pedro, Relación de lo
sucedido desde diez y siete de mayo de mil y quinientos y noventa
y cuatro años, que don García Hurtado de Mendoza,
Marqués de Cañete, Visorey y Capitán General
en estos reinos y provincias del Perú, Tierra Firme y
Chile, por el rey nuestro Seños tuvo aviso de aver
desembocado por elestrecho, y entrando en esta mar del Sur,
Richarte Aquines, de nación don Beltrán de Castro y
de la Cueva, que fue por General de la Real Armada le
desbarató, venció. y rindió, y de las
prevenciones de mar y tierra, que para ello se hicieron, Ms.
3287 de la Biblioteca Nacional de Madrid, s/f.
Vega, Miguel Angel. La obra poética de Pedro
de Oña. Santiago de Chile: Editorial Orge,
1970.
Autor:
Pedro Lasarte
Boston University
[1] He abordado algo de esto en Lasarte
[2] Cito de mi edición del poema, de
próxima aparición, y que se basa en el manuscrito
3912 de la Biblioteca Nacional de Madrid.