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El problema de la tierra en Cuba



    Ni Guamá ni el indio Hatuey, ni algún otro
    aborigen de la mayor de las Antillas, pudieron dejar tierras a
    sus descendientes, en el supuesto de que quedara vivo alguno,
    después que los nuevos dueños legalizaran la
    tenencia de la tierra y los títulos de propiedad se
    convirtieran en algo mucho más importante que los
    títulos nobiliarios y los académicos.

    Es interesante como a los caballeros sin tierra, para
    nada relacionados con los "Sin Tierras", brasileños, de
    hoy, se les entregaron pueblos enteros de indios para la
    explotación del oro y como estos violaron la
    legislación española sobre la servidumbre, para ser
    aplicada en las Indias y que en su primer punto señala:
    "(…) los indios debían tener posesión de las
    tierras que trabajasen y de sus instrumentos de
    trabajo".

    En los inicios de la colonización
    española, que en este caso afectó a Cuba, toda la
    tierra se consideró realenga.

    En el derecho castellano estas tierras solo
    podían ser mercedadas por el rey, pero "las necesidades"
    de la conquista determinaron que Diego Velásquez, primer
    gobernador de la isla, fuera encargado por Real Cédula del
    18 de junio de 1513, de repartir las tierras realengas.
    Velásquez, y aquí, según se considera,
    está la génesis por criterios nepotistas, muy
    peculiares, al repartir la tierra de cuatro formas
    diferentes:

    • 1. El propietario no residente. Para crear
      intereses que respaldaran su política concedió
      mercedes a personajes influyentes en las cortes: primeros
      propietarios "asentistas" de la historia.

    • 2. Las tierras de "propios" destinadas a los
      municipios y las ganancias debían ser empleadas en
      mejorar la comunidad.

    • 3.  El principio comunal. Eran tierras
      inmediatas a las villas. Tierras que le servirían al
      Rey para abastecer la expansión colonial (montes,
      prados, terrenos de labor) y garantizar el autoabastecimiento
      de las posesiones de ultramar.

    • 4. Las mercedes individuales, con dos unidades
      de medida: peonía y caballería.

    El 25 de septiembre de 1625 el cabildo de Santi Spiritus
    otorgó el hato de San Narciso de Álvarez a Juan
    Herrera, de la Habana, territorio donde se evidencian las
    contradicciones entre los cabildos de la región
    central.

    A partir de 1536 los cabildos, siguiendo el ejemplo del
    Municipio de Santi Spiritus, comenzaron a distribuir las tierras
    realengas sin consultar al rey, en tres clases: hatos, corrales y
    sitios de labor.

    Es bueno acotar que para esta distribución por
    los municipios no se tuvo en cuenta la categoría feudal
    del usufructuario, caballero o plebeyo. Solo se tuvo en cuenta si
    podía aportar determinada suma de dinero.

    Los siglos XVI, XVII y XVIII significaron el
    afianzamiento y extensión del latifundio de la tierra y el
    aplastamiento de los pequeños propietarios por los
    terratenientes españoles y luego por la naciente
    burguesía criolla que creció en poder
    económico a partir de la cría de ganado mayor,
    posteriormente del cultivo del tabaco y, finalmente, con
    caña de azúcar.

    La sacarocracia, como muchos estudiosos del proceso al
    cual se hace referencia, denominaron, llegó a alcanzar un
    poder económico tal que casi todos los hilos de la
    política cubana de finales del siglo XIX, muy a pesar de
    la metrópolis española, y primera mitad del siglo
    XX, pasaban por la burguesía agraria. Solo tuvieron un
    gran contrincante, al que se aliaron incondicionalmente, los
    capitales extranjeros, fundamentalmente, los
    norteamericanos.

    En La Historia me Absolverá, Fidel, en una
    autodefensa magistral, dedica gran parte de su alegato al
    problema de la tierra en Cuba y no solo es una denuncia de los
    males históricos relacionados con la tenencia y
    explotación de esta sino un programa para resolver ese
    mal.

    En un momento muy especial de su alegato señala:
    "(…) Nosotros llamamos pueblo (…) a los quinientos
    mil obreros del campo que habitan en los bohíos
    miserables, que trabajan cuatro meses al año y pasan
    hambre el resto compartiendo con sus hijos la miseria, que no
    tienen una pulgada de tierra para sembrar (…) a los cien
    mil agricultores pequeños, que viven y mueren trabajando
    una tierra que no es suya, contemplándola siempre
    tristemente como Moisés a la tierra prometida, para
    morirse sin llegar a poseerla, que tienen que pagar por sus
    parcelas como siervos feudales una parte de sus productos, que no
    pueden amarla, ni mejorarla, ni embellecerla, plantar un cedro o
    un naranjo porque ignoran el día que vendrá un
    alguacil con la guardia rural a decirles que tienen que irse
    (…)".

    De los seis problemas señalados por Fidel en su
    alegato, el de la tierra encabeza la lista y a
    continuación se presentan datos que ilustran la espantosa
    tragedia: "(…) Más de la mitad de las mejores
    tierras de producción cultivadas está en manos
    extranjeras.

    En Oriente, que es la provincia más ancha, las
    tierras de la United Fruit Company y la West Indian unen la costa
    norte con la costa sur.

    Hay doscientas mil familias campesinas que no tienen una
    vara de tierra donde sembrar unas viandas para sus hambrientos
    hijos y, en cambio, permanecen sin cultivar, en manos de
    poderosos intereses, cerca de trescientas mil caballerías
    de tierras productivas (…)".

    De las primeras medidas del Gobierno Revolucionario, e
    incluso, de las posteriores, la Ley de Reforma Agraria,
    promulgada el 17 de mayo de 1959, fue la que definió la
    posición de los sectores reaccionarios precedente al
    proceso social que comenzaba.

    El 7 de febrero ante los trabajadores de la
    refinería extranjera Shell, Fidel advertía: "La
    Unitet Fruit Company y todas las companys que tienen
    miles y miles de caballerías de tierra van a poner el
    grito en el cielo cuando se tengan que desprender de ellas
    (…)". La promulgación de la Ley de Reforma Agraria
    antecedió a la declaración del carácter
    socialista de la Revolución.

    En América hay muchos ejemplos de gobiernos
    progresistas que sin ser socialistas con solo atreverse a
    pronunciarse por reformas agrarias han firmado su sentencia de
    muerte.

    Carlos Rafael Rodríguez en Cuatro años de
    reforma agraria, de Letra con filo señaló:
    "(…) No era posible realizar en Cuba una Reforma Agraria
    verdadera sin afectar los intereses de las
    compañías imperialistas. Ni era tampoco posible
    llevar a fondo el combate contra el dominio imperialista en Cuba
    sin afectar las enormes extensiones de tierras incluidas en los
    latifundios yanquis.

    Por eso en la primera fase de la Revolución
    Cubana el contenido agrario y el contenido antiimperialista
    venían indisolublemente vinculados".

    La primera Ley de Reforma Agraria fijó el
    máximo de tierra a poseer en 30 caballerías, 402
    hectáreas, a toda persona natural y
    jurídica.

    Este límite podía extenderse hasta cien
    caballerías, en aquellos casos en los cuales el
    rendimiento agrícola de algunos productos seleccionados
    estuviese por encima del promedio nacional. Otorgó el
    derecho de propiedad a quien la trabajase y así se
    proscribía el arrendamiento, la aparcería y la
    precariedad sobre la tierra. Más de cien mil familias
    campesinas se convirtieron en dueños legítimos. El
    40% de las tierras cultivables pasaron al Estado.

    Al revisar la magnífica recopilación de
    Los Propietarios de Cuba 1958, de Guillermo Jiménez,
    imposible de reproducir en este trabajo, se decide destacar estos
    ejemplos que hablan por sí solos de cómo se
    distribuía la propiedad de la tierra y lo relacionado con
    ella:

    -Julio Lobo Olivarría: propietario de 16
    centrales, 1 corredora de azúcar, 22 almacenes de
    azúcar y otras no relacionadas con la tierra. Considerada
    la principal fortuna del país, estimada por especialistas
    norteamericanas en 85 millones de pesos y sus activos calculados
    en 100 millones. Indiscutible autoridad internacional en el
    sector azucarero, cuyas propiedades abarcaban todas las esferas,
    vertical y horizontal de la actividad azucarera.

    -Fulgencio Batista Zaldívar: Propietario
    colectivo en 9 centrales y de, al menos, de 3 centrales en su
    totalidad: Washington, Constancia y el Andorra.

    Poseía una larga relación de propiedades
    en distintos sectores, pero en el azucarero era el hacendado 14
    en el orden de propiedad y producción, el 6º entre
    los de capital no norteamericano, por la capacidad de
    molida.

    Su origen es incierto, agrega el texto, y una historia
    bastante en boga achacaba su paternidad a un accidente fortuito
    de su madre con un venezolano, viajante de medicina a quien
    aquella había alojado en la localidad, Banes. Solo
    realizó estudios de primaria y de taquigrafía,
    ingresó en el ejército el 14 de abril de 1921 como
    soldado, fue ascendido a cabo el 14 de junio de 1927, a sargento
    taquígrafo el 17 de agosto de 1928 y tras el 4 de
    septiembre de 1933 fue investido Coronel Jefe del Estado Mayor
    General. Posteriormente y por obra y gracia de sus
    artimañas era General cuando hizo la mayor de sus
    maldades: el golpe de estado del 10 de Marzo del 1952.

    El problema de la tierra es, particularmente, en
    América del Sur, Nuestra América, como la
    definió Martí, el principal generador de todos los
    demás males que la aquejan.

    La lucha histórica de los indios americanos por
    defender la tierra de sus ancestros, donde no cuentan con
    títulos de propiedad, con apellidos como Velásquez,
    Cortés, Herrera, Lobo, Batista, Somoza, Trujillo y otros
    tantos que llenan archivos "legales", llega hasta la actualidad
    bañada en lágrimas y sangre; es hoy el tema
    candente en Bolivia, Venezuela y Ecuador, por citar a los
    más atrevidos que toman decisiones sobre el latifundio y
    el derecho a la tierra y define la política del Imperio
    hacia estos pueblos.

    En un momento del histórico juicio, paradigma
    político y jurídico, Fidel traza la línea
    que seguiría un gobierno revolucionario sobre la tierra:
    "(…)

    Un gobierno revolucionario, después de asentar
    sobre sus parcelas con carácter de dueños a los
    cien mil agricultores pequeños que hoy pagan rentas,
    procedería a concluir definitivamente el problema de la
    tierra, primero: estableciendo como ordena la Constitución
    un máximo de extensión de tierra para cada tipo de
    empresa agrícola y adquiriendo el exceso por vía de
    expropiación, reivindicando las tierras usurpadas al
    Estado, desecando marismas y terrenos pantanosos, plantando
    enormes viveros y reservando zonas para la repoblación
    forestal; segundo: repartiendo el resto disponible entre las
    familias campesinas con preferencia a las más numerosas,
    fomentando cooperativas de agricultores para la
    utilización común de equipos de mucho costo,
    frigoríferos y una misma dirección profesional
    técnica en el cultivo y la crianza y facilitando, por
    último, recursos, equipos, protección y
    conocimientos útiles al campesino (…).

    No podían perdonar tanta osadía, tanto
    enfrentamiento al establishment histórico, tanta
    rebeldía ante la propiedad que tanto tiempo había
    costado acumular, robo sobre robo, indio sobre indio, desalojo
    sobre desalojo y que ahora se repartía entre los
    desposeídos, eso no lo podían permitir.

    Desde entonces todo el enfrentamiento ha estado marcado
    por eso y si la Revolución en el poder no hubiera dictado
    esas leyes y hubiera legalizado tanta ignominia como los
    demás gobiernos de turno durante más de cincuenta
    años de República al servicio del Imperio, no se
    hubieran organizado y apoyado con todo, las bandas
    contrarrevolucionarias del Escambray, ni se hubieran cometido las
    agresiones que tanta sangre y dolor han causado al pueblo cubano,
    ni la aventura de Girón hubiera ocurrido, ni la Oficina de
    Intereses de EU gastara el dinero de los contribuyentes
    norteamericanos en los llamados disidentes, periodistas
    independientes, damas de blanco y sus
    acompañantes.

    Esta ha sido, hasta hoy, la lucha por la tenencia de la
    tierra y será mientras haya Revolución y Socialismo
    en Cuba y el imperio siga empeñado en
    destruirla.

    Con el triunfo de la Revolución, el 1º de
    enero de 1959, las nacionalizaciones y específicamente las
    Leyes de Reforma Agraria, transformaron la forma de propiedad de
    la tierra.

    Sin eliminar la propiedad privada, es importante
    recordar los primeros títulos de propiedad de la tierra
    que fueron entregados a los campesinos desposeídos y los
    límites que el estado cubano estableció a partir de
    las leyes ya mencionadas, se crearon granjas con distinta
    extensiones y distintos usos: la tierra en manos del control del
    estado.

    Fueron agrupados de forma voluntaria los campesinos
    propietarios de tierras en la ANAP; se crearon las CPA y
    posteriormente aparecieron nuevas formas de agrupación
    como las CCS, que llegan hasta la actualidad con sus logros e
    insuficiencias.

    Las tierras improductivas que tanto han afectado la
    estabilidad en las producciones agrícolas del país
    se han venido dando en usufructo, Decreto-Ley 259 y hoy con
    modificaciones (Lineamiento 189) se siguen entregando a todo el
    que decide ponerlas a producir.

    En la política actual del Estado Cubano, bien
    definida en los Lineamientos de la Política
    Económica y Social del Partido y la Revolución,
    aprobados en el VI Congreso, incrementar la producción
    agrícola es un tema estratégico, impostergable,
    para garantizar la continuidad de la Revolución, esto
    pasa, está indisolublemente ligado, a la tenencia de la
    tierra y la incorporación de todas las tierras
    improductivas y el control que el Estado Socialista Cubano debe
    asegurar, para no perder la esencia del sistema
    político.

    Bibliografía:

    • Castro Rus, Fidel. La Historia me Absolverá.
      Editada por la Comisión de Orientación
      Revolucionaria del CCPCC, La Habana, 1973.

    • Informe al CCPCC, Editora Política,
      1987.

    • Colectivo de Autores: Síntesis
      Histórica Provincial de Villa Clara, Editora Historia,
      Instituto de Historia de Cuba, 2010.

    • Torres Cuevas, Eduardo y Loyola Vega, Oscar:
      Historia de Cuba 1498-1898, Editorial Pueblo y
      Revolución, 2001.

    • Guerra Vilaboy, Sergio: Historia Mínima de
      América, Editorial Pueblo y Revolución,
      2011.

    • Rodríguez, Carlos Rafael: Letra con filo,
      Editorial Pueblo y Revolución, 1996.

    • Las familias más ricas de Cuba: Archivo
      Biblioteca Provincial. Villa Clara.

     

     

    Autor:

    MSc. Jorge Jesús Díaz
    Gálvez

    Director CUM Santo Domingo.

    Villa Clara. Cuba.

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