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El proyecto de la Revolución Ciudadana: hacia el socialismo del Sumak kausay (buen vivir)




Enviado por Marcelo Villamarín



Partes: 1, 2

  1. Antecedentes
  2. Las críticas
    al nuevo socialismo
  3. El protagonismo de
    la nueva izquierda en la construcción del
    socialismo
  4. La ruptura con los
    viejos paradigmas
  5. Rasgos
    característicos del nuevo
    socialismo
  6. De la gran
    transición a la gran
    transformación
  7. Las condiciones
    económicas: el cambio de matriz
    productiva
  8. Bibliografía
    utilizada

Antecedentes

En el año 2007, con la posesión de Rafael
Correa Delgado como presidente constitucional de la
República del Ecuador, se inicia una experiencia
inédita que ha llamado a la reflexión de
filósofos, humanistas y científicos
sociales[1]Con la denominación de
Socialismo del siglo XXI, acuñada originariamente por el
Presidente venezolano Hugo Chávez, Correa emprende el
difícil camino de reconstruir una sociedad devastada por
el dominio de los grandes poderes que han ejercido una nefasta
influencia durante toda la vida republicana: el poder
político, que se repartió el Estado como
botín de guerra; el poder financiero que provocó
una catástrofe de la que pocos ecuatorianos se salvaron;
el poder mediático que domina el imaginario colectivo; el
poder del imperio que sin necesidad de intervenir
físicamente abolió la soberanía de la
nación; y otros poderes propios de un Estado
corporativista manipulado por las presiones, el chantaje y los
sobornos.

La convocatoria del Presidente logró unificar,
junto a los ciudadanos provenientes en gran parte de las
rebeliones que desalojaron del poder a los ex presidentes
Abdalá Bucaram y Lucio Gutiérrez, a algunos
partidos políticos legales de la izquierda socialista
(PSE-FADI), comunista (PCE) e indigenista[2](PK),
a las organizaciones políticas, clandestinas o no, que
adoptaron históricamente una postura anti-sistema (MIR,
AVC, MPL), a un sector mayoritario del movimiento indígena
(aunque no siempre con el respaldo de sus líderes
históricos, quienes desde el principio vieron con recelo
la presencia de un liderazgo capaz de opacar la necesidad de
saldar cuentas con su pasado gutierrista) y a un amplio conjunto
de movimientos sociales que había cobrado protagonismo en
los últimos años. Junto a él se alinearon
también algunos segmentos empresariales de
orientación progresista, muchos con un marcado tinte
nacionalista; y no faltaron, naturalmente, quienes vieron en su
liderazgo la oportunidad de satisfacer intereses personales o de
grupo. Pero, sobre todo, el Presidente Correa tuvo el acierto de
condensar en su discurso, calificado por algunos como
populista[3]las demandas de las masas populares de
las tres regiones del Ecuador, que encontraron en él la
respuesta a su más urgente necesidad de recuperar la
esperanza perdida. Ellas constituyen la base de su electorado y
la fuerza más importante que apoya su gestión. De
esta manera surgió una organización
política, liderada por Correa, que adoptó el nombre
de Movimiento Patria Altiva I Soberana (PAIS), con fines no
solamente electorales sino programáticos.

A medida que avanzó el ejercicio de su gobierno,
el Presidente empezó a tomar decisiones que afectaron no
únicamente los intereses de sus adversarios sino
también de sus aliados. La firmeza de Rafael Correa,
calificada por sus opositores como
autoritarismo[4]puso a buen recaudo los intereses
generales de la nación y se abrieron varios frentes de
batalla. Determinadas organizaciones de izquierda retiraron su
apoyo al ver que sus intereses gremiales y reivindicativos eran
afectados. Algunos ecologistas tomaron distancias del gobierno
debido a desacuerdos estratégicos relacionados con el
manejo de los recursos naturales, considerados hoy como "bienes
comunes"[5]. Algo similar ocurrió con
muchos gremios sindicales, de maestros y empleados
públicos, frente a disposiciones y leyes que trataban de
regular el funcionamiento institucional antaño
caracterizado por el caos. El Estado corporativista de
décadas anteriores estaba llegando a su fin.
También un segmento considerable de intelectuales de
izquierda, la mayoría formados en las filas del socialismo
clásico y del marxismo, adoptaron una posición
crítica cuando no de abierta hostilidad.

Curiosamente, la mayor y más fuerte
oposición que hoy afronta el proyecto de la
revolución ciudadana se encuentra en la prensa nacional,
en algunos segmentos de la dirigencia indígena y sindical
y en todos los partidos políticos de izquierda registrados
en el CNE, excepción hecha del
PSE-FADI[6]

En la histórica ceremonia de Zumbahua, en la cual
recibió simbólicamente el bastón de mando de
parte de los indígenas, Rafael Correa adhirió
públicamente al ideal del Socialismo del Siglo XXI,
años atrás declarado como el objetivo
histórico de la República Bolivariana de Venezuela.
Desde entonces, y a lo largo de estos siete años de
gobierno, el concepto se ha enriquecido con los aportes
prácticos provenientes del ejercicio político, y
con las reflexiones teóricas producto de eventos y
actividades impulsados por algunos organismos como la
Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo
(SENPLADES), la Secretaría Nacional de Gestión de
la Política (SNGP), el Instituto de Altos Estudios
Nacionales (IAEN), entre otros. Pero también, hay que
reconocerlo, con los aportes de instituciones académicas,
como la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y
la Universidad Andina Simón Bolívar (UASB), entre
los centros académicos más prolíficos que,
haciendo uso del principio de la libertad de cátedra, han
estimulado investigaciones críticas que en algunos casos
cuestionan el proceso y los resultados de la revolución
ciudadana.

Poco tiempo después, el nombre se modificó
levemente pues el Plan Nacional del Buen Vivir 2009 – 2013
de la Secretaría Nacional de Planificación y
Desarrollo (SENPLADES) habla del Socialismo del buen vivir o
Socialismo del sumak kausay, lo cual otorgó a la propuesta
de la revolución ciudadana un sello de identidad propia.
Al mismo tiempo, el actual titular de la Secretaría
Nacional de Educación Superior Ciencia, Tecnología
e Innovación (SENESCYT), René Ramírez
Gallegos, incorpora en este proceso de construcción
identitaria del socialismo ecuatoriano otro término que
aporta elementos adicionales enriquecedores de la propuesta
inicial. Se trata del biosocialismo
republicano[7]al cual aludiremos más
adelante.

Las
críticas al nuevo socialismo

Este socialismo, certeramente calificado por Correa como
"inacabado" y "en proceso de
construcción"[8], ha sido cuestionado por
varios sectores tanto políticos como intelectuales,
quienes coinciden en señalar que, en la práctica,
no existe un proceso orientado a la construcción del
socialismo, que las políticas del gobierno de Rafael
Correa son, en el mejor de los casos, reformistas y
asistencialistas, y que el proceso de la Revolución
ciudadana se orienta tan solo a mitigar los rigores del
capitalismo. Muchas de estas críticas se realizan desde la
óptica del marxismo ortodoxo, haciendo uso de un
instrumental conceptual proveniente de los manuales de la ex –
URSS más que del propio Marx.

Un articulista de la revista digital Rebelión (lo
tomo solo a modo de ejemplo), señala que el Socialismo del
Siglo XXI es

"ese imaginario de capitalismo decente de las clases
medias izquierdosas que se presenta como reivindicadora de los
pobres y oprimidos en un modelo de mercado controlado por el
Estado, con acumulación privada, propiedad privada y una
nueva hegemonía empresarial"[9].

Algunos prestigiosos y muy conocidos intelectuales, como
Alejandro Moreano, acusan al gobierno de Correa de seguir una
política

"de grandes negocios en torno al petróleo y la
minería y con el respaldo de nuevos grandes consorcios
económicos como los Eljuri, y que marcan la
consolidación de la agroindustria como eje de la
estructura agraria, las importaciones para sostener la llamada
seguridad alimentaria en contra de los pequeños
productores interesados en la soberanía
alimentaria"[10] .

Por su parte, ciertas tesis desarrolladas en la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), siendo la de Mateo
Martínez Abarca una de las más recientes, abonan
posiciones similares, como si el proceso de construcción
del socialismo (y en esto coinciden con la clásica
opinión del marxismo ortodoxo), no tuviese más
límite que la voluntad (o la falta de voluntad) de los
actores políticos y/o de las clases sociales.

"Desde una perspectiva estructural – dice el autor
mencionado – las medidas adoptadas durante el gobierno de la
Revolución Ciudadana muestran un distanciamiento de la
ortodoxia neoliberal hacia un modelo neo desarrollista de
inspiración keynesiana, que en los últimos tres
años de gestión ha logrado relativos avances en
materia económica, en especial en lo referente al
crecimiento, reactivación de la producción a
través del gasto público (programas de
atención social, disponibilidad de crédito
productivo, expansión de la infraestructura de
atención a la población). Sin embargo, no supone un
giro copernicano en cuanto a la matriz económica
capitalista dependiente de las rentas provenientes de la
extracción de recursos
naturales"[11].

Otros autores son más radicales, como es el caso
de Eduardo Gudynas[12]quienes se refieren al
proyecto de la revolución ciudadana como una opción
orientada a desarrollar un "capitalismo
benévolo"[13], tesis que comparten la
mayoría de los voceros de las izquierdas.

El común denominador de las críticas
provenientes de la izquierda radica en que, como dice
Martínez, "no existen evidencias de la búsqueda de
transformación del modelo de acumulación. Por lo
tanto no es posible considerar que las medidas tengan un
contenido socialista, en su sentido económico y
político"[14].

Hay que reconocer, por lo demás, que existe un
gran número de intelectuales, no solo ecuatorianos sino
latinoamericanos, que desde hace algunos años vienen
trabajando en una profunda reflexión sobre los procesos
latinoamericanos del siglo XXI, enriqueciendo el concepto de este
nuevo socialismo.[15] Muchos de ellos han
participado en eventos académicos y políticos
orientados a discutir el caso del Ecuador.

El protagonismo
de la nueva izquierda en la construcción del
socialismo

Esta complejidad de la realidad y de la historia,
recientemente reconocida por la Sociología del
Conocimiento, ha puesto en entredicho el ideal cientifista del
propio marxismo, el cual, como decía Alvin Gouldner,
siempre se ha movido entre dos parámetros esenciales: la
crítica y la ciencia[16]La historia de
América Latina ha demostrado que los intentos
racionalistas de prever el futuro no han tenido éxito, y a
ello se debe en gran parte el fracaso de los partidos y
movimientos de izquierda que, apelando a una concepción
teleológica de la historia disfrazada de ciencia, pensaban
que el socialismo debía implantarse de manera necesaria
como producto de las leyes de la historia; un socialismo,
naturalmente, modelado según patrones que nada tienen que
ver con la realidad ecuatoriana y latinoamericana. Por entonces,
la izquierda no contaba con un proyecto propio y tenía que
vegetar a expensas de los congresos de la Internacional Comunista
que fijaban las líneas de acción y un modelo
unificado de socialismo. Hoy la izquierda aspira a ser más
realista y más auténtica, menos dependiente y
sumisa a los dictámenes extranjeros. Hoy se pretende
combinar las exigencias éticas con la viabilidad
política. Como dice Roberto Regalado, politólogo
cubano,

"La izquierda que hoy llega al gobierno en
América Latina no destruye el Estado burgués, ni
elimina la propiedad privada sobre los medios de
producción, ni funda un nuevo poder, ejercido de forma
exclusiva por las clases desposeídas… la izquierda
accede al gobierno acorde con las reglas de la democracia
burguesa, incluido el respeto a la alternabilidad, en este caso
con la derecha neoliberal que, desde la oposición,
obstaculiza…"[17]

La nueva izquierda latinoamericana es consciente de
estas condiciones y sabe que debe navegar en aguas tormentosas,
sin contar con el poder que, en su momento, otorgó a los
bolcheviques el asalto al Palacio de Invierno y la posterior
Guerra Civil. La nueva izquierda latinoamericana sabe que debe
romper con los estereotipos de la revolución y ganar
terreno bregando en un espacio que le pertenece a la
burguesía. Sabe que debe construir alianzas sujetas a
criterios que van más allá de los principios
morales, para instalarse en el corazón de la
conflictividad social con una fuerte y clara expectativa de
acumulación de fuerzas. La revolución, a más
de fundamentarse en principios éticos, es un problema
político que implica un juego inteligente de alianzas para
fortalecer el poder y consolidar el liderazgo y hegemonía
de los sectores populares, en el marco de un proyecto
políticamente viable. Esto es lo que se denomina el
"realismo político"[18] en permanente
tensión con la "función
utópica"[19] del socialismo que se asienta
en principios éticos y filosóficos.

Este proceso no es privativo de nueva la izquierda
ecuatoriana. Vivimos una época paradigmática
caracterizada por lo que Gorian Terborn califica como nueva
geopolítica de la izquierda cuando dice:

"A inicios de este siglo, la bandera del socialismo ha
pasado de Europa y Asia a América Latina, la única
región del mundo en donde el socialismo aún
está en la agenda, proclamado oficialmente como el
«Socialismo del Siglo XXI» en Venezuela, Ecuador y
Bolivia. Es la única región del mundo en donde
gobiernos de izquierda han triunfado…; la única
región del mundo en donde la desigualdad económica
está declinando… Se trata de un proceso muy original,
que recalca su autonomía respecto al izquierdismo
eurasiático del siglo XX, aunque no lo declare, con
motivaciones ideológicas heterodoxas y fuerzas sociales
heterogéneas. En este sentido, es claramente una izquierda
posmarxista. Calza en el nuevo contexto histórico luego
del agotamiento del socialismo industrial del que la Unión
Soviética fue el ejemplo más
dramático"[20].

La ruptura con
los viejos paradigmas

Como se dijo al principio, el tipo de socialismo
propuesto por la revolución ciudadana se encuentra en
proceso de construcción, lo que explica la
aparición de diferentes nombres para una misma realidad.
Primero fue el socialismo del siglo XXI, luego el socialismo del
sumak kausay y, finalmente, el biosocialismo republicano. Cada
uno de ellos tiene su razón de ser, pues expresa a su
manera la intencionalidad de construir un modelo alternativo de
sociedad. En el presente trabajo, por lo tanto, los tomaremos
como sinónimos.

En primer lugar, la mayoría de los pensadores que
han trabajado esta problemática coinciden en
señalar que este nuevo socialismo entraña una
ruptura con los viejos paradigmas del pensamiento occidental,
empezando por la sustitución del antropocentrismo propio
de la modernidad capitalista por un biocentrismo, cuyo eje
fundamental radica en una nueva concepción de la
relación entre el ser humano y la naturaleza, en
función de la vida.

Desde que Dilthey construyó su concepto de
visión del mundo o cosmovisión, resulta factible
estudiar los procesos históricos a través de la
identificación de ciertas ideas que funcionan como
matrices conceptuales convertidas en paradigmas. El concepto de
Cosmos, opuesto al de Caos, dio lugar en la Antigüedad
greco-romana a un cosmocentrismo, caracterizado por un relativo
equilibrio y armonía entre la naturaleza y el ser humano.
Este paradigma dio paso, con la institucionalización del
Cristianismo, a una cosmovisión teocéntrica en las
sociedades feudales del Viejo Continente. Tanto la naturaleza
como el ser humano se encuentran subordinados a la idea Dios,
idea que rige el destino de los hombres, cuya sumisión y
dependencia se convierten en una virtud que debe cultivarse. La
modernidad se inicia con el Renacimiento europeo que da origen al
antropocentrismo. La liberación del ser humano tanto de
las fuerzas naturales como del peso de la voluntad divina, funda
una nueva sociedad en la cual el hombre se convierte en el
"dominus", es decir en el señor, dominador de la
naturaleza a la cual somete a su designio creador y absoluto. No
existe rincón del planeta que escape a su incontrolable
sed de dominio que se expresa en el capitalismo con el desarrollo
de la industria, cuyas relaciones laborales esclavizan al
trabajador; en el colonialismo con la ampliación de las
fronteras que permite a las grandes potencias expandir su
poderío por todo el mundo. Finalmente en el mercado que
somete todo a su control, con lo cual el antropocentrismo deviene
en mercadocentrismo. Ironías de la historia. El hombre
que, con su sed de dinero y riquezas, domina el universo, termina
siendo dominado por el dinero y las riquezas. Todo se convierte
en mercancía y en dinero, y el ser humano – es decir el
pobre, el proletario, la plebe – se convierte en la
víctima propiciatoria de la idolatría del
mercado[21]

Este biocentrismo, que constituye el eje central de esta
propuesta del biosocialismo republicano, implica algunas
consideraciones que, en honor al tiempo, solo dejaré
enunciadas:

1) La vida, tanto en la sociedad como en la naturaleza,
constituye el valor supremo y, por lo tanto, merece el
máximo respeto, cuidado y atención por parte del
Estado y de los individuos;

2) El tránsito conceptual desde la idea de
naturaleza como objeto hacia la idea de la naturaleza como
sujeto, tal como se expresa en la Constitución de
Montecristi; "al considerarse la naturaleza sujeto de derechos,
se pasa de una ética antropocéntrica a una
ética bio-céntrica", según
Ramírez.

3) Existe entre el ser humano y la naturaleza una
interdependencia recíproca, de tal manera que los cambios
operados en uno de ellos repercute en el otro. Por tanto, es
necesario encontrar el equilibrio entre el uso de los "bienes
comunes"[22] proporcionados por la naturaleza para
asegurar la vida del ser humano, y la capacidad de
producción y reproducción de los
ecosistemas;

4) El papel del ser humano debe ser considerado como
parte integrante de la comunidad de la vida (Ramírez,
2010). "El desarrollo del hombre – dice Ramírez
– no debe amenazar la integridad de la naturaleza ni la
supervivencia de las especies dado que, a más del valor
que tiene en sí misma la naturaleza, su explotación
indiscriminada arriesgaría la reproducción de la
vida del propio ser humano" (Ramírez, idem).

5) El capitalismo, bajo cualquier forma, es insostenible
para garantizar la reproducción de la vida; por tanto, la
construcción del socialismo es la única alternativa
viable y necesaria para defender, enriquecer, potenciar y
repotenciar la vida;

En términos políticos, este nuevo
paradigma se expresa en el sumak kausay el cual, a su vez, marca
una ruptura epistemológica con la noción de
desarrollo, como lo señala Patricio Carpio
Benalzázar, politólogo cubano:

"Se va construyendo entonces un nuevo paradigma que
marca una ruptura epistemológica con la noción de
desarrollo, pues se fundamenta en los patrones no del
tener sino del ser; y no en la
acumulación, el crecimiento económico, la
reducción de la naturaleza a "recurso o capital", la
alienación consumista y el pensamiento único. Se
trata para algunos de "una posmodernidad basada en la
"economía del afecto", no cuantificable, basada en la
calidad de los intercambios
personales…"[23].

Por su parte, René Ramírez
señala:

"El concepto «desarrollo» se ha reciclado
para renacer una y otra vez de todas sus críticas y
detractores, pero en estricto sentido nunca ha sido puesto en
cuestión: ni como noción, ni la forma para su
consecución. El desarrollo «humano», el
desarrollo «sostenible», el desarrollo «con
perspectiva de género», etcétera, si bien
constituyen avances importantes para producir un mundo más
humano, amigable con el medio ambiente o con relaciones menos
patriarcales, no buscan cambiar de raíz el problema
estructural que es el modo de acumulación y (re)
distribución que se produce a través del
capitalismo"[24].

A su vez,

"esta Constitución es republicana en el sentido
de que busca una igualdad en el marco de la diferencia y en el
marco de la construcción de una democracia no
únicamente representativa sino participativa y
deliberativa, en la que cada ciudadano no sólo tiene
derechos sino obligaciones y responsabilidades para con la
comunidad política"[25].

Sobre la base de estos postulados, se disuelve el
concepto homogenizante de "nación", se cuestiona el modelo
de Estado capitalista-colonial, para dar paso a la
estructuración de un Estado plurinacional y multicultural
basado en la diversidad regional, étnica y
cultural.

Aparte de la ruptura con estos paradigmas, es importante
señalar algunos aportes nuevos hechos par David Cortez,
filósofo ecuatoriano[26]"La nueva
constitución– dice – por primera vez toma un
concepto de las tradiciones indígenas como base para el
ordenamiento y legitimación de la vida política"
(Cortez, 2009), lo cual constituye una verdadera novedad,
considerando la arraigada y centenaria tradición racista y
excluyente de la sociedad y el Estado ecuatorianos, que
marginaron por centurias a la población indígena,
desconocieron sistemáticamente sus valores y tradiciones y
ejercieron sobre ella una extremada violencia física y
moral. En segundo lugar, continúa,

"es nuevo que la relación entre ciudadanos y
ciudadanas se explica como convivencia en "diversidad", con lo
cual también se rompe con el predominio de una
concepción monocultural que en clave
universalista, en realidad, se identificaba con motivos
y valores europeo-occidentales o, resumiendo en una palabra, con
un discurso sobre la civilización" (Cortez,
2009).

En tercer lugar, y éste es uno de los aspectos
que más llama la atención de acuerdo a Cortez, "la
Constitución convoca a la convivencia armónica con
la naturaleza" (Cortez, 2009).

De todo esto se deriva, concluye el autor, que el
concepto de sumak kausay constitucional rompe con una matriz de
poder de orden colonial y, concomitantemente, implica una
perspectiva crítica que construye colectivamente una
modernidad política
alternativa[27]

Rasgos
característicos del nuevo socialismo

El proyecto de la revolución ciudadana, desde su
misma formulación, es un proyecto socialista, que tiene
algunas características cuya identificación
permitirá explicar el sentido de las similitudes aparentes
con los llamados proyectos reformistas o socialdemócratas,
y también con el socialismo histórico.

En primer lugar, el socialismo del sumak kausay no es la
reproducción más o menos exacta de algún
modelo de carácter universal. No es calco y copia, como
diría José Carlos Mariátegui, sino producto
de las condiciones históricas de la sociedad ecuatoriana
que busca salir de una crisis endémica. Pero tampoco es un
fenómeno aislado. Por el contrario, se inscribe dentro del
movimiento universal de los pueblos que buscan emanciparse del
capitalismo y, particularmente, hace causa común con los
procesos de emancipación y liberación de
América latina, reforzados durante el siglo XXI. En este
sentido, se inscribe dentro de aquella definición de
socialismo ensayada por un importante sociólogo
latinoamericano:

"Es el nombre – dice– que recibe un
movimiento histórico real cuyos agentes son fuerzas
sociales y actores políticos que con sus prácticas
construyen y determinan un orden de vida alternativo del
capitalismo en cuanto estiman que la organización
capitalista de la existencia torna imposible la vida del ser
humano y que, por lo tanto, la construcción de un mundo
alternativo – aquello que no es el capitalismo –
resulta obligatorio, lo único
posible"[28].

En cuanto sistema de organización social y
política – que es otra de las acepciones del
socialismo – existen al menos tres elementos cuya
configuración diferencia los distintos tipos de sociedad:
el Estado, la propiedad privada y el mercado. De acuerdo a las
versiones clásicas, el socialismo (o comunismo) se
caracterizaría por la extinción del Estado, por la
abolición de la propiedad privada sobre los medios de
producción, y por la eliminación del
mercado.

El socialismo del buen vivir tiene, naturalmente,
grandes afinidades con el socialismo clásico, pero
también grandes diferencias. Es lo que plantea el
Presidente Correa, quien combina una visión
pragmática y realista con irrenunciables principios de
carácter ético, en aspectos polémicos
relacionados con estos tres elementos. Con relación al
primero, considera necesario fortalecer el rol del Estado para
garantizar el cumplimiento de los derechos humanos, pero solo
como un medio no como fin. Toma distancias, por lo tanto, de las
concepciones estatistas del socialismo ortodoxo. En la
Conferencia dictada en la Academia de Guerra Naval, señala
que "nuestro socialismo… lejos de impulsar el retorno a
una visión de socialismo estatista – uno de los grandes
errores del socialismo clásico: el estatismo – plantea el
fortalecimiento del tejido social y la expansión de las
capacidades humanas"[29]. Sin embargo, en la fase
de transición hacia el pos neoliberalismo, el rol del
Estado es fundamental porque significa la recuperación de
la autoridad que la sociedad necesita para su pleno
desenvolvimiento. Pero también es indispensable como
mecanismo de control sobre el mercado que, bajo el
neoliberalismo, encontró carta abierta para la
expansión del capital en detrimento del bienestar
colectivo.

Con relación al mercado, señala que "nadie
en el siglo XXI puede negar esa realidad económica que es
el mercado, fruto de la especialización de la
economía" (ídem), que supone la
diversificación de la producción de acuerdo a las
necesidades y potencialidades de las distintas sociedades y el
consiguiente intercambio. Pero una cosa es disponer de sociedades
con mercado y otra muy diferente someterse a sociedades de
mercado. "El gran desafío de nuestra época –
dice – es lograr sociedades dominando el mercado y no el mercado
dominando sociedades, es decir, sociedades en las cuales la
acción colectiva pueda regular y controlar el mercado para
que éste rinda los frutos socialmente deseados"
(Idem).

Esto constituye un claro indicio de la intencionalidad
de romper con el capitalismo. Y aquí entra en juego el rol
del Estado. Sabemos que desde el inicio de las sociedades
liberales, el Estado ha jugado un rol determinante en la
configuración de las relaciones mercantiles, favoreciendo
a la empresa privada y al fortalecimiento de las relaciones de
producción capitalistas. De hecho, el mercado
apareció mucho antes del capitalismo, subordinado a las
necesidades humanas, al contrario de lo que ocurre en la
actualidad. La novedad del capitalismo, por tanto, no radica en
la presencia del mercado, sino en el rol del Estado. Cuando
éste se subordina a los intereses del gran capital y de la
empresa privada, debiendo representar los intereses generales de
la sociedad, entonces el mercado se vuelve un tirano inaceptable.
Por esta razón, bien puede afirmarse que es posible la
existencia de mercado sin capitalismo; pero, al contrario, no
puede existir capitalismo sin mercado. Sin embargo, para que el
mercado se transforme en capitalista se necesita la presencia del
Estado. En la medida en que el Estado, y por ende el conjunto de
la sociedad, se subordinen al mercado, puede decirse que
existirá capitalismo.

El socialismo, por lo tanto, supone un viraje mediante
el cual el Estado y la sociedad dominen el mercado, de tal suerte
que en la agenda del socialismo del siglo XXI no se encuentra la
idea de eliminar el mercado[30]pero tampoco de
fortalecerlo, sino de dominarlo.

Para nosotros, ésta es una conclusión
importante, no solo por las declaraciones del Presidente Correa
citadas más arriba, sino por las nuevas prácticas
sociales que el Estado se encuentra impulsando para romper con la
subordinación a las relaciones mercantiles – cosa
muy compleja, por cierto, y que demanda la sujeción a un
proceso largo – especialmente a través de la Ley de
Economía Popular y Solidaria, la Ley antimonopolio, el
impulso a las ferias del Buen Vivir, la multiplicación de
las prácticas mercantiles que prescindan, en lo posible,
del intermediario, etcétera, etcétera.

En cuanto a la propiedad, la postura de la
revolución ciudadana toma distancia del modelo impulsado
por los socialismos anteriores.

"El socialismo el siglo XX tendió a identificar
–dice Martha Harnecker – la propiedad colectiva con la
propiedad estatal a pesar de que Lenin insistió en que no
era lo mismo estatizar que socializar la
propiedad"[31].

Ciertamente la propiedad privada constituye fuente de
desigualdad social, porque posibilita la concentración de
la riqueza y la expansión de la pobreza, creando
sociedades altamente desiguales. Sin embargo, la idea de anular
la propiedad privada sobre los medios de producción, no es
un problema jurídico sino social.

"Por eso es tan importante distinguir – dice la
autora mencionada – entre la propiedad formal y
la apropiación real. El Estado representa
formalmente al colectivo, pero para que el colectivo se apropie
realmente de los medios de producción (fábricas,
minas, tierras, servicios) se requiere mucho más que un
simple acto jurídico de expropiación de los
capitalistas que dé paso a la propiedad estatal de esos
medios de producción" (ídem).

Se requiere de preparación de los trabajadores, y
un estado en la relación de fuerzas políticas
favorable al pueblo. De nada serviría que el Estado
declarase abolida la propiedad privada (es más,
sería contraproducente), si los nuevos empresarios – los
trabajadores – no se encuentran en condiciones de asumir el reto
que supone ir hacia la socialización de la
producción. Y cualquier medida en este sentido se
encuentra avocada al fracaso si no existe una favorable
opinión mayoritaria de la sociedad civil.

Por lo tanto, como dice el adagio popular, "no debe
ponerse la carreta delante de los bueyes". Hay que crear las
condiciones sociales y políticas que permitan extender la
socialización hacia los espacios más extensos de la
producción, y al mismo tiempo refrendar mediante la
normatividad jurídica las conquistas que en este aspecto
puedan conseguir los trabajadores, en un proceso continuo e
indetenible.

Por esta razón, la Constitución de
Montecristi abre el abanico de posibilidades para llevar adelante
el proceso de socialización de la propiedad sobre los
medios de producción, incorporando jurídicamente la
existencia de varios tipos de propiedad no contemplados
anteriormente en la legislación ecuatoriana: privada,
pública, mixta, cooperativa, comunitaria.,
etcétera.

De la gran
transición a la gran
transformación

El proceso de transición hacia el socialismo del
sumak kausay ha sido caracterizado por René Ramírez
con las siguientes palabras que sirven de título a uno de
sus ensayos más importantes "Una gran transición
para una gran transformación":

"Sería pretencioso e ingenuo – dice – postular
que de la noche a la mañana se puede salir teórica,
conceptual y hasta empíricamente del paradigma del
desarrollo y, asociado a éste, del esquema capitalista.
Por ello se argumenta que una propuesta seria desde el
pensamiento de izquierda debería pensar detenidamente la
"gran transición". Empero, esto no significa abandonar la
reflexión sobre la transformación social ya que tal
situación supondría resignarse a vivir – en el
mejor de las casos – en una sociedad "menos" injusta, pero
injusta al fin"[32].

Esto significa combinar las aspiraciones futuras con las
posibilidades reales. Combinar el realismo político con la
función utópica del discurso emancipador de la
revolución ciudadana.

La gran transformación supone la
construcción de una sociedad nueva y diferente con las
características que hemos esbozado a lo largo de estas
páginas. Pero, para lograrlo, hay que transitar por varias
fases, a las cuales podemos dar distintos nombres a
condición de no considerarlas como etapas consecutivas.
Habrá que transitar por el pos neoliberalismo que supone
la recuperación del rol dirigente del Estado, la
revalorización de lo público y la
profundización en la defensa de los derechos humanos; por
el socialismo de mercado que combina la propiedad privada sobre
los medios de producción con otras formas de propiedad
pública, social, cooperativa, mixta, etcétera, como
lo señala la Constitución de Montecristi; por el
capitalismo redistribuidor, al cual se refieren algunos de los
autores aludidos en este trabajo con el nombre de
neo-keynesianismo o neo-desarrollismo, hasta llegar al socialismo
del Buen Vivir. Pero éstas, más que fases me
atrevería a decir que son formas de producción y
organización económico-social que coexisten de
manera dinámica y antagónica, con otras que
preludian la formación de nuevas relaciones, esta vez de
cooperación y ayuda mutua.

Marx señaló que en el seno de toda
formación social coexisten históricamente, junto a
las formas modernas de producción, otras verdaderamente
atrasadas; y así mismo, junto a las relaciones de
producción dominantes, los gérmenes de las nuevas
relaciones que anticipan el advenimiento de un nuevo modo de
producción. En nuestro caso, hay indicios de
fortalecimiento de los sectores asociativos, comunitarios y
cooperativos, en cuyo seno se reproducen otras relaciones muy
próximas a este socialismo del sumak
kausay[33]Y son precisamente estos sectores los
que constituyen la base material de la transformación
económico-social que impulsa el proyecto de la
revolución ciudadana[34]

Por otro lado, es necesario reconocer que muchas de las
acciones y políticas públicas del gobierno son
antagónicas a la organización capitalista
neoliberal de la sociedad. La aprobación de la Ley de
Regulación y Control del poder del mercado, por ejemplo,
marca la separación entre el Estado y los poderes
económicos privados. La Ley de Comunicación, por su
parte, establece límites claros entre el poder financiero
y el poder mediático. Frente a esto, lo menos que puede
decirse es que existe un proceso de tránsito hacia un pos
neoliberalismo.

Así mismo, durante estos siete años de
gobierno se han dado pasos importantes en materia
económica y social como parte de esta fase de
transición pos neoliberal, "que ponen de manifiesto el
nuevo equilibrio entre el capital y el poder político,
considerado éste como el espacio de representación
del bien común y de los intereses
generales[35]Entre las más importantes se
cuentan: la eliminación de la representación del
capital privado en la determinación de la agenda
pública; la obligación de las transnacionales
petroleras y energéticas a someterse a contratos de
prestación de servicios; la declaración de ciertos
tramos de la deuda externa como ilegítimos; las reformas
tributarias con énfasis en los impuestos directos,
etcétera. Otras medidas que fortalecen este proceso son:
la eliminación de la tercerización, el incremento
de cobertura de la seguridad social, la formalización y
protección del trabajo de las empleadas
domésticas…, etcétera,
etcétera.

Por supuesto, esto no significa un giro de 180 grados,
pero sí la construcción de nuevas relaciones de
poder que permiten poner en marcha políticas progresivas
orientadas a salir, a largo plazo, del capitalismo.

El tránsito del capitalismo al socialismo, que se
inscribe en lo que Fernand Braudel llama el tiempo de "larga
duración"[36] en la historia, de ninguna
manera comporta un proceso lineal-evolutivo, como insisten las
concepciones teleológicas. Tampoco será un acto de
creación de la nada que borre los procesos anteriores para
empezar de cero. Ésta es una idea que Bolívar
Echeverría califica como el "mito de la
revolución"[37].

Desde una perspectiva historicista, opuesta a las
concepciones metafísicas, el tránsito del
capitalismo al socialismo en las actuales condiciones impuestas
por la revolución ciudadana, implica algunas
consideraciones:

  • 1. Es un cambio de
    civilización[38]por lo tanto, comporta
    una larga duración (¿decenas?,
    ¿lustros?, ¿siglos?). Es la sustitución
    de una civilización basada en la lucha de clases, la
    acumulación de riqueza en pocas manos, la
    depredación de la naturaleza hasta ponerla en peligro
    de extinción y con ella la extinción del
    género humano, por una nueva civilización
    basada en la libertad, la solidaridad, el amor. Es la
    sustitución de la civilización depredadora del
    gran capital por la civilización solidaria de hombres
    libres e iguales (Marx).

  • 2. Se encuentra sujeto a un proceso que se
    inicia en la base material. Los nuevos valores que
    regirán la futura sociedad corren el peligro de
    convertirse en meros enunciados fantasiosos si en el presente
    no se adoptan medidas tendientes a la "humanización"
    progresiva del ser humano, medidas como la reducción
    de la pobreza, el mejoramiento de los índices de
    desarrollo humano, el progreso de la vida material, el
    enriquecimiento de la vida espiritual mediante el trabajo, el
    arte y el ocio productivo, tareas que son
    impostergables.

  • 3. Eso implica la creación de riqueza
    social, es decir un proceso de acumulación y
    redistribución que elimine progresivamente las grandes
    desigualdades. De allí la propuesta de la
    revolución ciudadana de cambiar la matriz productiva
    del país, mediante la sustitución del modelo
    primario-extractivista-exportador por un modelo de
    producción de bio conocimiento, exportador de bienes
    de alto valor agregado. La meta en este sentido es la
    construcción de lo que Antonio Salamanca
    Serrano[39]denomina la Sociedad socialista de
    conocimientos, en la cual el desarrollo productivo y
    tecnológico, junto al cambio de matriz productiva
    constituyen tan solo un componente, parcial pero
    indispensable para la estructuración de la nueva
    sociedad.

Las condiciones
económicas: el cambio de matriz
productiva

El libro de René Ramírez titulado
Socialismo del sumak kausay o bio-socialismo
republicano
, y el Plan Nacional del Buen
Vivir
de la Secretaría Nacional de
Planificación y Desarrollo (SENPLADES), formulado para los
dos períodos de gobierno, 2009-2013 y 2013-2017 trazan la
hoja de ruta del proyecto en cuanto a la modificación de
la estructura productiva y las consecuencias esperadas a nivel
general de la economía y, por ende, de toda la sociedad.
La aplicación de esta hoja de ruta comprende un lapso de
mediana duración (varias décadas), en el cual se
aspira a salir del neoliberalismo, sustituir la matriz productiva
primario-exportadora por la producción de
bio-conocimiento, dotar de servicios básicos a la
mayoría de la población ecuatoriana y reducir
drásticamente la pobreza. Todo esto a través de un
proceso de construcción del poder popular, que constituye
el primer objetivo del Plan, y la profundización de la
democracia participativa y deliberativa como condición
política indispensable.

El PNBV elaborado en el 2009, en el capítulo 5
sostiene que

"la sociedad del buen vivir tiene que estar asociada a
la construcción de un nuevo modo de acumulación y
redistribución. Los amplios niveles de desigualdad y
exclusión que existen, además de las
prácticas culturales que están enraizadas en la
sociedad, son consecuencias de una estrategia de desarrollo que
se ha sustentado principalmente en la acumulación de
riqueza a través de la producción de bienes
primarios que se han colocado en el mercado externo. Se trata de
la estrategia primario
exportadora…"[40].

El plan formulado para el siguiente período da
mayor concreción a este proceso de cambio en el modo de
acumulación y distribución a través del
concepto de "matriz productiva".

"La estrategia de acumulación,
distribución y redistribución en el largo plazo
contempla cambios simultáneos y progresivos en la
dinámica productiva, para dar paso a una economía
diversificada e incluyente, orientada por el conocimiento y la
innovación social y tecnológica, base de la nueva
matriz productiva. Esta transición implica que la actual
dependencia de la extracción de recursos naturales no
renovables sea temporal y decreciente, en la medida de los
requerimientos para financiar la emergencia de una nueva
configuración socioeconómica, sostenible y
sustentable, desde entornos innovadores, que garantice un proceso
continuo de mejoramiento del bienestar de la población"
(SENPLADES, 2013, 63).

Partes: 1, 2

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