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Relatos de Miguel Ocaña Ramírez




Enviado por CEMIOCRA



  1. El
    cadáver
  2. Tristeza y dolor
  3. El
    duende de la cascada
  4. Los
    duendes y las monedas
  5. El
    príncipe amoroso, que partió directo al
    cielo

En aquel momento, en mi calidad de abogado independiente
y previo arreglo económico con los familiares por el
ejercicio de la defensa del presunto asesino, opté
simplemente por quedarme en silencio, sin formular pregunta
alguna a mi defendido, el deponente.

Me encontraba sentando a su lado, viéndole de
reojo y escuchándole-
ante las preguntas que el
efectivo policial le formulaba en presencia del fiscal
responder y confesar el asesinato del cual era
autor.

Con signos de haber estado libando, y con algunos
cortes, y tatuajes horribles en su cuerpo, solo le
pregunté para mis adentros:

¿Qué mierda vas a ganar con decir estoy
arrepentido, y que no lo volverás a hacer nunca
más?

¿Acaso vas a devolverle la vida al
occiso?

¿Cómo vas a desaparecer el dolor de la
viuda y el de sus hijos, que desde afuera me miran con rabia
e indignación también a mí?

¿Tiene que premiarte el juez por tan grande
sentimiento?

A mí, me duele ver a los familiares del agraviado
sufrir por tu repudiable acto, en el que te creíste el
dueño de la vida ajena y el gran valiente, porque
tenías un arma en la mano.

Le disparaste a matar al pobre hombre porque no
dejó que le robaran su dinero.

Igual, mi labor es defenderte, para eso estoy formado,
pero así trate o intente hacer que te rebajen la segura
condena, tendrás que llegar al BÁRATRO,
allí, donde van las almas de los criminales.

Todas las pruebas te acorralan, y mi defensa
estará centrada únicamente en tu verdad y en
impetrar una reducción de tu pena.

¿Tienes antecedentes? -Le preguntó el
fiscal– Sí, sí tengo antecedentes por lesiones
graves, pero fue en una borrachera -le
respondió-

¡Eres todo un angelito!, (pensé nuevamente)
pero siempre hay estúpidos que por robar una cantidad de
dinero, terminan pagando y haciendo perder a sus familiares
cincuenta veces más de lo que fue su
botín.

¡Él es muy bueno!, ¡Es tranquilo!, me
dijeron sus familiares, creyendo que con esos argumentos
haría una buena defensa…

Tu mejor defensa, será que digas la verdad, no
solo que confieses cómo lo mataste, sino
también:

¿De dónde sacaste el
revólver?

¿Quiénes estuvieron contigo?

¿Quién fue el de la idea de asaltar a la
víctima?

¡No compliques más tu
situación!…

¿Por qué temes ir al penal?, si es
allí donde deben ir los que no son hombres humanos, los
que no han cultivado su espíritu, los que se resisten a
pensar que nadie tiene derecho a quitarle la vida a
nadie.

Es encerrado, donde aún gozando de tus
demás derechos pagarás en vida tu culpabilidad, lo
que viene después no lo conozco, porque nadie conoce la
muerte, pero especulo que llegarás a lo que me
referí mentalmente, al BÁRATRO, donde quizá
será tu verdadero proceso, y a la
perfección.

Ya terminó tu declaración, ahora te
llevarán al calabozo y luego a la carceleta del Poder
Judicial, para que de seguro te envíen al Establecimiento
Penal.

Pero antes que venga por ti el agente policial,
respóndeme:

¿Sientes algo al saber que les has quitado la
vida a un ser humano sin ninguna justificación?

Yo estaba drogado y él se me puso liso -me
contestó-

¿Y así has podido estar y dormir tranquilo
durante todo este tiempo, antes de tu detención? -le
pregunté-

¿Qué voy a hacer abogado?, si ya lo
maté, ya no lo puedo revivir- me respondió con la
más petrificante frialdad-

La insensibilidad hacia el dolor ajeno me asaltó
desde que tuve conocimiento, y también desde que
asumí la defensa de muchos casos criminales en ambos
extremos, pero mi corazón y sus sentimientos hacia el
milagro de la vida humana que tiene que respetarse, no
podrán ser quebrantados.

La némesis que te impongan, con sus muchos
errores, será tal vez la que te merezcas en este
mundo.

Ya dentro del presidio y condenado, viéndote bien
alimentado, sonriente, y despreocupado de todo, solo me
preguntas:

¿En qué tiempo se puede armar tu
beneficio?

¿Y el buen hombre que asesinaste, y los
familiares?…

Abogado ¿Puedo hablar con usted? -me pregunta-
acercándose a mí un interno desconocido, en el
patio, allí, afuera de los pabellones del centro
carcelario.

Dime.…

Me han hablado de usted, y quisiera que vea mi caso por
favor -me manifiesta-

¿Qué pasó contigo?

¿Por qué estás
acá?

A mí me condenaron a diez años por matar a
un delincuente que quiso asaltar y cortar a mi hija, lo hice en
legítima defensa, todo ocurrió en ese momento
¡Yo soy inocente!, pero mi abogado me sacó mucho
dinero y no me defendió bien, me prometió que me
absolverían, me estafó, y me abandonó
acá, déjeme una tarjeta a fin de coordinar con mi
familia, para que pueda asumir mi defensa de inmediato, ya no
aguanto más en este lugar…

El
cadáver

I PARTE

"Cuando la muerte nos cierra los ojos, algo nos los
debe abrir hacia una vida infinita"

Y es que con premura y desapercibida rapidez, la luz
y las tinieblas llegan consecuentes e inseparables, y cual agua
cristalina que como lágrimas desde lo alto caen, aparece
la vida conocida.

En unos se recibe con regocijo, y en otros con
tristeza.

Respira en la materia, lloriquea, se levanta…,
y entre innumerables sucesos continúa su camino, pero en
todos se tropieza, sufre, y cae…, y llega el día en
que el agobio y la pena abren paso a la oscuridad que apaga la
interina felicidad.

De pronto, gritos desesperados laceran el alma humana
y saturan la desgracia, y entre pesares y cavilaciones, se recibe
a la muerte.

El torrente, que enrojecía la vida, se detiene
en la más frígida tristeza, abriendo paso a la
rigidez que atemorizante se presenta con su amoratada
palidez.

Es la inefable disipación de la aparente
alegría.

La mirada se petrifica inaudita frente a la figura
inerte de lo que ya no tiene movimiento, de lo que parece dormir
y que ya no despertará…, es la no reacción a
nada.

La sonrisa, las palabras y el milagro de vivir se
derrumban en detrimento del sol que se apaga y de la luna que
desaparece en nuestro corazón.

Con el cadáver, todos los sinceros sufren a su
manera.

Unos exaltados y confundidos, pero con el
perdón de la infinitud, levantan su voz de protesta
ofendiendo al cielo por el inefable arrebato, otros más
serenos y tiernos, oran con su interior lanzando hermosas
palabras a la eternidad, para que con misericordia reciba al que
abandonó este mundo.

Encerrado en una caja mortuoria, se hace presente la
guarida terrible de nuestro penúltimo refugio. El olor, el
color de la inexistencia, y el rostro de la sustancia muerta bajo
el tétrico vidrio del óbito, impacta en algunos
aún vivos.

Rodeando el catafalco, bellas flores que dejan de
ser, pasan a formar parte del ambiente mortuorio, y el fin del
portento nos sumerge en nuestro sino.

Ante el cadáver y a su alrededor, sólo
queda visible la vida finita.

Más allá…, y distanciados del
festín doloroso de la muerte, algunos observan lejana la
tragedia sin pensar que a todos golpea y que esta no se desenlaza
de nadie.

Los rostros lastimosos, los diálogos
consolables de una muerte que aún no conocemos, y los
recuerdos casi sólo benevolentes del que ya no existe
más, son parte del nefasto momento.

EL CADÁVER- II
PARTE

…Ante el cadáver, el brillo material
que en el inconsciente perennizamos, se nos deslumbra y apaga
para siempre, pues el cadáver, consecuencia del mortal
asalto de la sombra invisible que inexorable nos acompaña
desde el nacimiento y nos destruye sin compasión, enciende
la llama del sufrimiento.

Eh allí que los pensamientos, ante la
presencia del frío cuerpo, nos refrescan la nimiedad y la
cristalidad del exterior humano, de lo material, de lo que no se
puede llevar la energía eterna.

Alrededor de la cita mortal, pasamos a formar parte
de la parafernalia de un final aún ajeno.

Cerrado el aposento de la muerte, y haciéndose
más pesado con el cuerpo ya sin vida, es llevado por
algunos creyentes, hacía su aparente purificación
espiritual, que es el rito religioso.

Vuelven el dolor, los recuerdos, y el profundo
pensar, ¡ya no hay vida, ya no hay sueño, ya no hay
nada!, ¿qué somos?, solo hay materia desligada de
la perfección y del portento divino.

Terminada la cita religiosa, y tapado nuevamente en
el funesto cajón, se levanta en hombros y es llevado
lentamente hacia su última morada.

Dentro de la oscuridad, solo queda el cadáver,
y por fuera, la marcha fúnebre, por dentro, el rostro
frígido, rendido y avasallado del que ya no tiene vida
conocida. Ya con el cadáver ante el último recinto,
corren las lágrimas, las alocuciones, las remebranzas, la
incredulidad y los rezos, luego el encierro o el
entierro.

La tristeza invade in crecendo, y solo queda bajo el
cielo, el triste episodio de la vida y de la
muerte.

MIGUEL OCAÑA RAMÍREZ-
(Abogado- Estudios de Maestría en Ciencias Penales y
Criminología de la UNT)

Tristeza y
dolor

AUTOR: CÉSAR MIGUEL
OCAÑA RAMÍREZ.

RESUMEN DE LA OBRA: PUBLICADO EN LA
REVISTA "VISTAZO" FEBRERO DEL 2010 DE PIURA.

Todos nosotros sin excepción, debemos tomar
consciencia de la debilidad de la vida, de la oportunidad que
tenemos aun, de las enfermedades inesperadas, del sufrimiento de
quien las padece y principalmente, de la indefectible venida de
la muerte. Incluida, la clase de gente que nos rodea. Es por ello
que comparto con ustedes, este relato vivido, sencillo y
real.

Si el alma de un ser humano, se manifiesta con
grandeza dentro del cuerpo ¿Con cuánta más
esplendidez, se manifestará cuando esté fuera de
el?

La enfermedad, el dolor y la muerte, nos devuelven a
una realidad: La inhumanidad de muchos seres humanos, y el
conocimiento tardío de la fragilidad y cristalidad de la
vida, siempre, hay que estar preparados espiritualmente, pues con
seguridad, un viaje insoslayable tendremos que realizar, y no
sabemos cuando.

Aquella oscura mañana del dieciocho de julio del
año 2009, nuevamente la angustia hizo sentirme
extraño, mi mente y mi corazón se agitaban otra
vez, y el aterrador miedo, que a la fecha aun pretende acecharme
sin piedad, quemaba nuevamente mi voluntad.

En la víspera, había tenido un
sueño que relaté. Sí…Donde mi padre
llegaba a un espacio en la que su madre y su querido hermano
premuertos, lo recibían con alegría, tal vez ese
tramo onírico, me anunciaba un triste desenlace, que
acabaría con la dolorosa batalla, que mi progenitor estaba
librando, y que sería la continuación de un agobio
estentóreo.

Una rara percepción, me presionaba internamente
aquella mañana, como nunca, me llamaba a ir hacia
él. Deseaba verlo y besarlo, y esperar como siempre,
confiado en su impresionante fortaleza emocional, que todo
acabara de una vez, y que volviera a casa. Era bueno alejarlo de
aquellos asesinos de la salud; hipócritas tan sólo
como ellos mismos.

A punto de llegar a su lecho hospitalario- (donde el
cuidado de la salud, en su mayoría, es un infierno plagado
de perversos, y donde el dolor, el maltrato y la incomodidad, se
aúnan a la enfermedad y al sufrimiento del paciente y de
su familia)-
una llamada en el tránsito, me comunicaba
que mi padre había sido llevado de emergencia, a otro
vapuleante sitial médico de ciertos inhumanos, alucinados
dueños de la vida y de la salud de los enfermos, de
aquellos que no piensan, que la enfermedad, el pesar, la
agonía y la muerte, son exclusividad pura, de todos
nosotros los seres humanos.

Dios mío; mi mente ya volaba alucinando los
oscuros ríos de la implacable muerte ¡No!….
Mi padre no nos puede dejar.

Cuando llega la noche, la luna y las estrellas, a
pesar de su brillantez; pasan a formar parte de la
oscuridad.

A mi padre, amante de la vida como todos, hacía
un tiempo atrás, lo habían herido las voraces
palabras de una lengua infestada e impregnada de ignorancia y
bazofia humana, cuando un perverso y desgraciado medicucho,
pretendió tumbar emocionalmente al hombre que me
aconsejaba, que debemos controlar la mente.

Ante esto, no caería fácilmente al
abismo de la angustia. ¡No!…., era sorprendente su
forma de enfrentarla, de mirarla cara a cara, y de hacerle bajar
el rostro. Dios estaba con él, y con sus ganas de vivir.
Jamás le oí hablar del fin de su vida y menos de
pesimismo, a pesar de conocer la gravedad de su enfermedad, era
extraordinario su pensamiento y su optimismo.

Ya en aquel lugar, donde empezaría un nuevo
sufrimiento y dolor, bajo la tristeza amalgamada, de una nublada
y semisoleada entrada de la tarde, uno de mis fraternos, y quien
fue el que todo el tiempo estuvo a su lado cuidándolo,
nervioso y con ojos llorosos, me manifestó: Que nuestro
padre estaba grave, que se había puesto mal.

Quebranto, pesar y dolor invadieron mi corazón.
Aquel día que no imaginé vivir, entrando al funesto
ambiente de emergencia del hospital "Cayetano Heredia",
había lanzado mi mirada, atraída a un tercer
cuartucho, allí estaba él, con sus ojos abiertos,
perdidos en un desconocido infinito, de su boca también
abierta, pendían unos terribles tubos ensangrentados.

Que inhumanidad Dios santo ¿Por qué el
milagro divino de la vida, tiene que ser doblegado de esa manera?
Allí estaba el cuerpo de mi padre, aun solo, echado en una
maldita camilla
.

Alguien acercándose a mi, me manifestó con
tranquilidad ¡El señor ha fallecido! fueron
las palabras más dolorosas y ensordecedoras de mi vida, y
que confirmaban así, lo que mi petrificada vista, mi
mente, y mi corazón herido por aquel triste panorama,
habían imaginado.

No puede ser………Esto no puede
ser.

Hay estrellas que brillan con más luminosidad
que otras, en la oscuridad de un cielo, que cuando llega la
noche, deja su bello color celestial, y que sólo basta
buscarlas con la mirada, para saber que allí
continúan, y que aún rodeadas de tinieblas, nunca
se apagarán.

Mi padre, mi maestro, mi compañero de trabajo,
aquel hombre que con su simple presencia inspiraba respeto,
intelecto y atracción, aquella persona que
desconocía el odio y la venganza, y que en demasía
nos llenó de orgullo, aquel que nos colmaba de
alegría y sonrisas…..Estaba muerto…Se
había ido para siempre.

Sin creer lo que veía, pues el escepticismo me
había envuelto; me acerqué a su cuerpo, besé
su frente y su vientre. Dirigiendo mi mano a sus ojos,
opté por cerrárselos, para que su rostro tomara una
apariencia reposante y durmiente.

La enfermedad, la tristeza, el dolor y la inevitable
muerte, nos habían vencido nuevamente, con la complicidad
de algunos tipejos involucionantes, encubiertos de vestido
médico.

Así se apagaba una estrella que brillaba sin
cesar. ¡Como duele terminar así! Ya no había
vida.

Mi padre ya no estaba en su cuerpo.

Tres días antes, en su lecho de sumo tedio, por
la extensión de su última permanencia en el
hospital "Jorge Reátegui", nos había anunciado el
día de su muerte, con una valiente y sonriente
exclamación poética: "El sábado
¡Arde Troya! nos dijo;
quizá, sólo
él sabía su contenido final, pero así fue.
El día sábado moriría, a la una y cinco de
la tarde.

El amor hacia él y a su confiada
recuperación, jamás nos permitió pensar, que
lo peor llegaría el día predicho, sería su
partida para siempre de este mundo.

Dios…Como se va sentir mi madre cuando lo sepa y
lo vea muerto.

Alguna vez, nos contaba, que de niño fue tan
grande su pena, cuando abatió inocentemente un
bellísimo pajarito azul, uno así, nos decía
con relativa tristeza; no volvió a ver jamás en su
vida. Siempre nos lo repetía en uno de sus
interesantísimos diálogos.

Abrazado con el llanto de mi madre, con su inmenso
dolor, y con el de mis hermanos, su cuerpo muerto al que
veíamos incrédulos, fue envuelto totalmente con un
plástico negro, por dos hombres de bata blanca.

Que impresión. Dios mío……
Así fue trasladado a la inhumana morgue del hospital, no
sé para qué diablos se lo llevaban a aquel inmundo
ambiente. Allí a su costado, yacía el cuerpo inerte
de un niño de tan sólo una década de vida,
tapado también con una bolsa negra, y pegado en ella, un
papel que indicaba su nombre, su edad y la causa de su muerte.
Dos jovencitos lloraban el cadáver, solos y
desconsolados….. ¡Que desgracia!

Ya en presencia de nuestros demás familiares,
destrozados por la noticia. Fue descubierto sólo su
rostro, para la vista de quienes allí estábamos.
No… esto no puede ser. Otra muerte más,
no……. Ya un buen hombre, cinco meses antes,
también de nuestra familia, y estupendo hermano de mi
padre, había emprendido su travesía, cuanto dolor
venía mi padre acumulando en el alma. ¿Qué
estaba pasando? ¿Por qué la muerte se
ensañó así con lo mejor?

Con el cuerpo sin vida de mi padre, dos demonios de
endurecida fase, vestidos de mugriento blanco, pero con dinero en
mano, lo ingresaron a un asqueroso cuartucho de la muerte,
colocándolo en una tétrica mesa de metal, para
lavarlo y expulsarle aquel maldito líquido que se
acumulaba en su vientre. Los servidores de la muerte, pidieron
quedarse a solas con el cadáver, allí,
actuarían como lo que son: Bestias desalmadas e
insensibles.

Su cristiano cuerpo, fue maltratado por estos
miserables, no usaron el instrumental médico necesario
para la circunstancia. Su abdomen, había sido agujereado
con punta de tijeras, como luego nos haría conocer ya en
el ataúd, aquel nuevo encargado de su extracción.
Fuimos testigos de las marcas, que sólo manos
diabólicas e infernales pueden dejar en el cuerpo de un
ser humano…Que Dios tenga piedad y les perdone.

Recuerdo las sabias palabras del salmista
bíblico; que con temor, alzando su mirada a los
límpidos cielos nocturnos, se preguntaba: "Señor,
cuando veo tus cielos, las obras de tus dedos, la luna y las
estrellas, que tu haz preparado ¿Qué es el hombre
mortal para que lo tengas presente, y el hijo del hombre
terrestre para que cuides de él?"

En la puerta de salida de emergencia del hospital, los
empleados de las funerarias, como canes moribundos de hambre, se
me ofrecían con sus tarjetas mortuorias, como la de mejor
calidad y atención…Uno de los corruptos varones de
la muerte, me llevó hacia ellos. Que nefasta que es la
vida en esos momentos.

Tuve que encargarme de los trámites en la
funeraria y demás diligencias, ayudado en todo momento de
un hombre bueno, y que siempre estuvo a nuestro lado.

Una vez en su cobija de madera encapsulada, de color
caramelo, habiendo sido limpiado, vestido y arreglado para la
ocasión, tendía el cadáver de mi padre,
entumecido, endurecido y enfriado, su rostro se veía
rejuvenecido y apartado del dolor, no era fácil encontrar
arrugas en él, jamás en vida las tuvo.
Pero…¡YA ESTABA MUERTO!

Dios……Como se parte el corazón, ver
así a un padre, sin que pueda abrir nunca más los
ojos, y sin contestar a lo que le preguntas, sólo nos
quedaba llorar y rezar, y pedirle a Dios que lo acoja en su
cielo.

Cada momento que me acercaba a verlo, mi corazón
y mis ojos se bañaban en lágrimas,
preguntándome ¿Por qué Dios mío? Si
todavía no era el momento, habíamos aceptado su
enfermedad, pero ¿Por qué tuvo que irse tan
rápido?

Cuanto quebranto y pesar me invaden al recordar todo lo
sucedido aquel día, ver sin vida el cuerpo de mi padre.
Pero, no teníamos otra alternativa, que refugiar la pena
del corazón, pensando en que él, estaría
viéndonos, sin poder verlo ya jamás en esta
vida.

Dios no ha creado el cuerpo material para mantenerse
sólo, sus manos divinas están dentro de él,
en el interior de nuestro corazón, y cuando se levantan y
se alejan, el cuerpo ya no puede sostenerse sin
ellas.

Cuando era destapado el cajón, viéndole
fijamente, me acercaba a besarle su frente y sus
mejillas.

Que duro nos golpeó la vida aquel año, la
enfermedad y la muerte fueron el común denominador en la
familia, partieron dos buenas personas, de seguro partiremos
todos, sólo Dios sabe cuándo, cómo, y en
qué orden.

Hay quienes transforman en buenas personas a los que
dejan de existir físicamente. Pero en vida, no hubo
alguien que pudiera haber dicho lo contrario. Cuanto daría
por volver a abrazarlos y besarlos ¡Que lindo sería
regresar el tiempo! Pero el tiempo no existe, y no transcurre,
sólo pasa nuestro cuerpo y nuestra vida terrenal,
así nos vamos acabando
.

Si la finita obra material de Dios es hermosa, el
cielo debe serlo también. El cielo es la
perfección, allí no existe tiempo ni espacio, todo
debe ser felicidad y felicidad…

Como me dolía verlo expuesto bajo el vidrio del
ataúd. Ya nada sería igual. Quería estar a
su lado, acompañándolo y amándolo donde
él estuviera.

Un verde jardín de coronas florales, había
a su alrededor. Pero nada aliviaba nuestra pena, de hacernos a la
idea de no volver a verle jamás.

Canciones, discursos, reconocimientos, y bellos
homenajes póstumos, que ya no tenían un
destinatario con cuerpo vivo, adornaban su partida.

Después de más de seis meses de su
elevación, aun se siente el vacío.

Muchas veces mirando el cielo atardecido y la noche
venidera de un cielo silencioso, me vence la pena, y son mis
lágrimas internas en compañía solo de mi
tristeza, las que me comunican con su bello
recuerdo.

Sé que no volveré a escuchar su melodiosa
voz, cuando lleno de salud, le veía imponente, elegante e
inteligente. Cuanto daría por abrazarlo, besarlo y decirle
que lo amaba y que era mi gran ejemplo.

Cuan lindo es tener a un padre y verle envejecer, alegre
y sano, apartado de la maldad y de la inoperancia
médica.

Nunca pensé que el viento soplaría, y
soplaría con tanta bravura secando y tumbando incesante,
las hojas más bellas y más altas de la copa de
nuestro árbol contemporáneo, y cuyas cortezas se
van cayendo en diferente sentido.

Desde aquel día que mi padre se fue, todo ha
cambiado, nuestra vida no es la misma sin su presencia. Sé
que el avance de nuestra vida, nos hará acostumbrar a su
ausencia, a la espera del reencuentro eterno, cuando abandonemos
nuestra prisión corporal.

Cuando abro mis ojos al amanecer y al atardecer,
luego de un sueño profundo, y al cerrarlos llegada la
noche, me imagino que allí está junto a nosotros,
lleno de vida y de fortaleza, pero no puedo evitar la realidad y
la congoja de no tenerle más.

Dónde estará? Me pregunto:

¿Es que acaso duerme inconsciente un largo
sueño?

¿O tal vez, vuela ascendente como un rayo
luminoso e invisible para la percepción humana, hacia
donde todo es silencio, paz y belleza?

Perdóname Dios santo y ten piedad de mi, si este
tu siervo, escudriña contrariando la verdad y el sentido
de tu creación.

Llegada la noche, cuando algunas estrellas junto a la
luna, logran abrirse paso en la oscuridad del infinito, no puedo
imaginarme donde estará, sólo en mi interior trato
de sentirlo y verlo como aquella estrella brillante que nunca se
apagará, y que algún día la
alcanzaré, para ver el mundo como él ahora lo
ve….. Desde lo alto.

Donde quiera que estén.

Dios padre santísimo, suplico ante tu grandeza
divina, los acerques a tus perfectos e infinitos brazos de amor y
misericordia, acompañados eternamente de nuestro adorado
Señor Jesucristo, tu hijo verdadero.

Piura, enero del 2010.

El duende de la
cascada

MIGUEL OCAÑA
RAMÍREZ

¡Siempre escucho que hablan del duende!,
¿Cómo es el duende?, ¡Quiero conocer al
duende Papá!

Aquellas frases impetrantes, fueron la insistente
petición del pequeño niño, hijo de uno de
los hombres más ricos de Canchaque, y ¿Por
qué no decirlo, de la vieja Piura?

El joven padre del pequeño gran
primogénito, era propietario del único alambique,
en el cual se destilaba el aguardiente y la primera, bebidas
alcohólicas que se extraen de la caña de
azúcar.

¡Le diré a los peones que mañana
mismo te lleven a ver al duende!- fue la respuesta del padre a su
pequeño retoño.

Varios peones y jornaleros estaban bajo su
mando.

Al llamado de Don Néstor, el joven
dueño de la destiladora, uno de sus trabajadores se le
acercó.

¡Mande usted Señor!

Quiero que mañana, cuando caiga el atardecer,
lleven a mi hijo a la cascada donde aparece el duende, me ha
dicho que quiere verlo.

¡Se hará como usted mande
Señor!…

Entre las bellas luciérnagas de la oscuridad
de la noche, el croar de las ranas y el criquear de los grillos,
llegó al día siguiente, la tarde que se
acababa…

Los peones, debían emprender
acompañados del pequeño niño, el largo
camino para llegar a la cascada en donde se veía al
duende.

En medio de la frialdad del clima, de las quebradas,
de las afiladeras y de las montañas, y a punto de caer la
noche, llegaron al destino en el que debería estar el
duende, para que el hijo del amo lo viera.

Ya parados con el niño adelante, frente a
ellos estaba la bella cascada.

¡Mire niño!, ¡Mire!- Le dijo uno
de los jornaleros ¡Allá en la cascada!,
¡Allá está el duende¡,
¡Mírelo niño!,
¡Mírelo!…

El niño, curiosísimo por su deseo de
ver al espíritu juguetón, y mirando al lugar que se
le señalaba, no lograba ver a ningún ser
extraño.

¡No veo nada!, ¡No veo ningún
duende!

Sin embargo, observó un sensacional
espectáculo:

El agua de la cascada, que con fuerza caía
colisionando con las piedras de la parte baja que formaban una
hermosa quebrada, se detenía por momentos en el aire, a
casi un metro de distancia, y se esparcía
extraordinariamente hacia los costados, como si su curso natural
fuera obstruido por las palmas de unas manos invisibles que
jugaban con ella, el agua caía, golpeaba normalmente las
piedras y nuevamente se suspendía en el aire para ser
esparcida a los extremos.

¡Ese es el duende que está jugando en la
cascada! Le dijeron los jornaleros.

En algunas piedras, después de tan bello
acontecimiento, cerca a la caída de agua, el
pequeño, bajando y acercándose, observó unas
raras defecaciones amarillas, muy similares a las yemas de los
huevos, que atribuyó a los duendes.

Los duendes y las
monedas

MIGUEL OCAÑA
RAMÍREZ

¡HIJOS DE P…, CONCHAS DE SU M…!, exclamaba
con fuerza y a viva voz el valiente familiar canchaqueño,
quien era conocido por no temerle ni al mismo
Satán.

¡YA ME TIENEN COJUDO JALÁNDOME LA COLCHA
Y TIRÁNDOME COJUDECES TODAS LAS
NOCHES…!

Los espíritus juguetones, aquella oscura noche
de sueño en el antiguo aposento de barro y tejas a dos
aguas del viejo serrano, habían ya colmado su paciencia,
allá, en lo alto de la bellísima sierra
piurana.

Sobre su cuerpo habían impactado
pequeñas piedras acompañadas de silbidos burlones
de "seres imaginarios", alterándole su tranquilo y
nocturno descansar.

¡CARAJO…, TÍRENME PLATA MIERDAS Y
NO ME JODAN…!- gritó desesperado el impávido
montañés, entre el vacío negro turbado por
la nada y la perturbación espiritual.

De pronto…Y después de una silenciosa,
oscura y breve interrupción, cayeron sobre él y por
el suelo, monedas de oro, bellas y valiosas como la
antigüedad.

Ante su auditivo reconocimiento por el sonar del
precioso y rico metal, el robusto hombre, ávido por
hacerse de las mismas, una vez encendida la lámpara de
keroseno, procedió emocionado a recogerlas.

Al dirigirse a su baúl, donde guardaba su
dinero en moneda y para acaparar sus tesoros, grande fue su
sorpresa al saber que las metales de oro y plata que le
habían arrojado los duendes, eran las que tenía en
su vieja bujeta y que le habían sido sustraídas por
los trasgos para mofarse de su avaricia…

El
príncipe amoroso, que partió directo al
cielo

Dedicado a la memoria, de César Díaz
Ramírez: Canchaque 20/06/1954 – Trujillo
15/02/2009.

Evangelio según San Mateo: Capítulo 23,
versículos 1,11 y 12: Entonces Jesús dirigió
al pueblo y a sus discípulos el siguiente discurso:
"QUE EL MÁS GRANDE DE USTEDES, SE HAGA SERVIDOR DE LOS
DEMÁS. PORQUE EL QUE SE HACE GRANDE SERÁ REBAJADO,
Y EL QUE SE HUMILLA, SERÁ ENGRANDECIDO".

En la presente dedicatoria, es mi más humilde
deseo, tratar de elaborar a través de su contenido, un
sencillo, y muy merecido reconocimiento
– aunque tardío
a la vez-, a fin de pregonar desde el fondo de mi ser, de mi
mente y de mi corazón
, las virtudes que conocí,
y que coronaron a un ser humano de exclusividad, llamado en vida
física: César Díaz Ramírez, "UN
HOMBRE QUE NACIÓ PARA QUERER, Y HACERSE QUERER
", y que
con seguridad, ha tomado el camino que lleva directo al cielo,
por el bello ejemplo de amor, humanidad y generosidad que nos
dejó.

Richard Bach, en su relato "Juan Salvador
Gaviota", imagina sentimental y maravillosamente: "QUE EL
CIELO, NO ES UN LUGAR, NI UN TIEMPO. EL CIELO, CONSISTE EN SER
PERFECTO
".

En los hombres excelentes, sostuvo el pensante
José Ingenieros: "LAS PEQUEÑAS VIRTUDES
SON USUALES, DE APLICACIÓN FRECUENTE Y COTIDIANA, ESTAS
VIRTUDES, SIRVEN PARA DISTINGUIR AL HOMBRE BUENO DEL HOMBRE
MALO
".

Tomas de Kempis, de manera extraordinaria, nos
enseñó y dejó una obra fabulosa:
"IMITACIÒN DE CRISTO", para poder aprender la
manera, de cómo llegar a él, haciéndonos
meditar sobre la muerte, en uno de sus bellos
capítulos.

¿Quién fue, César Díaz
Ramírez
?: "EL HOMBRE, QUE NACIÓ PARA QUERER
Y HACERSE QUERER, Y QUE CONVERTIDO EN UN PRÍNCIPE,
PARTIÓ DIRECTO AL CIELO.

César Díaz Ramírez, nació un
20-06-1954, en el distrito de Canchaque, provincia de
Huancabamba, departamento de Piura, y falleció
recientemente el 15-02-2009 en la ciudad de Trujillo, sufriendo
valientemente y bregando en silencio hasta su final, todo, por
amor y despreocupación para con sus seres
queridos.

César Díaz Ramírez, durante el
tránsito de su vida en este mundo, y desde que las
estrellas más luminosas de la noche, y el sol de la
mañana, hicieron brillar su enorme corazón,
vivió desprendidamente a favor del servicio y ayuda al
prójimo.

Fue un hombre que supo que las virtudes; son aquellas
disposiciones constantes del alma, que nos incitan a obrar bien,
y evitar el mal.

Su bondad y su generosidad, se reflejaron luminosamente
en su brillante sentido del humor, y en su estupenda y atractiva
figura humana.

Su benevolente corazón, lo hizo servidor de los
demás en la medida de sus posibilidades.

César Díaz Ramírez, hombre joven y
bondadoso, no conocía la enemistad. Su gran calidad
espiritual se lo impedía.

Supo pedir perdón con amor cuando lo necesitaba,
y su deseo de enmienda era admirable. Nunca, a pesar de su
elevada bondad, presumió de grandeza benevolente, ni de
generosidad; se humilló por amor y servicio al
prójimo, para ser engrandecido sin desearlo.

César Díaz Ramírez, has dejado de
existir materialmente, impregnándonos en el corazón
de tanta gente, tus buenas obras; fuiste, eres y serás,
desde que te conocimos con nuestras luces de razón, parte
y alegría de nuestra vida. Personalmente me
enseñaste a no temer a las enfermedades, menos a la
muerte, con tu actuar me enseñaste a servir a los
demás.

Tuve la dicha de conocerte, quererte, amarte y
emocionarme cuando se anunciaba tu presencia. Todos
sabíamos que alegrabas las almas, incluso hasta las
más enfermas.

Fui una pequeña parte de tu enorme generosidad,
pues me ayudaste a estar donde puedo, y tengo que
estar.

Tuviste fortaleza espiritual y material y en todos tus
pensamientos y tus obras, desde que te conocí, te portaste
como si luego hubieses de morir.

Todo lo bueno hiciste mientras pudiste, sólo para
alegrar el corazón de la gente. Jamás conocí
persona que tuviera queja de ti.

Siempre tuviste presente la hora de la muerte y te
preparaste cada día a bien morir.

Viviste cada día aparejado al bien, hiciste el
bien silenciosamente a cuantos te lo solicitaron, y de un modo
tal, que la muerte no te encontró descuidado.

Mucho bien obraste cuando tuviste salud, y
extraordinariamente cuando no la tuviste.

César Díaz Ramírez
¿Quién no se acercó a tu luminoso
féretro, mientras de seguro tú
, brillante como
el sol, repleto ya de la verdadera vida, observabas flotante como
las nubes e invisible como el viento, y al lado de seres
celestiales, que ante lo que era tu cuerpo material ya inerte,
entre lágrimas de sincera y profunda pena, expresaban los
que creían verte sólo durmiendo, "QUE TÙ,
HABÍAS DEJADO UNA ESCUELA DE AMOR Y QUE TE IBAS COMO UN
VERDADERO PRÍNCIPE
". Cuan felices se abran sentido tus
nuevos acompañantes, al hacerte sentir las lágrimas
de dolor de los que aún en vida física te
observaban, en lágrimas de amor.

Te previniste con tiempo haciendo buenas obras, sin
esperar el auxilio de otros para después de tu muerte.
Pues no era necesario pedirle al cielo, que acogiera tu alma,
porque vas directo a el. Hoy, mi mente y mi corazón
limitados, piensa y siente por lo que fuiste e hiciste, que ya
eres parte celestial, y que no volverás jamás a
este mundo, cumpliste tu misión, y te fuiste
dejándonos en nuestra memoria, tu fortaleza física
y emocional, para la eternidad de tus recuerdos.

Oh amado mío, decidiste convivir con la voluntad
del cielo, cuando aquí estuviste.

Nuestro Señor Jesucristo, hijo de Dios, te
engrandecerá y te llevará junto a él,
directo al cielo imaginado por Bach, por haber sido un
hombre excelente.

Tomas de kempis, no te podrá decir
jamás, que tu memoria pronto se perderá; pues no te
olvidaremos. Cuando en este mundo se nos va algo bueno, algo
bueno viene también.

Lo que hacía tu mano derecha, decidiste que no lo
supiera jamás tu mano izquierda, siempre me lo repetiste.
Te fuiste sólo y con la fuerza de un gran
hombre.

Agradezco al cielo de Dios, por haberte conocido mi
amoroso príncipe, por haberte abrazado y besado, por
haberme dado la alegría de verte, vivir a tu lado y
escucharte muchas veces. Viviste en la humildad que nunca
desechaste, porque la grandeza material no era la razón de
tu vida, sino el amor a Dios y a tus semejantes.

A pocas noches de tu partida, cuando tu inesperado
deceso físico, me hacía retornar mental y
tristemente a tiempos pretéritos, en que a diario te
veía, y donde tu hermosa sonrisa reflejaba tu grandeza,
desde el amanecer hasta el anochecer. Con el corazón
adolorido por tu partida, pero gozoso por sentirte traspasando
como un rayo infinito hacia la perfección, se
acercó a mi, la pequeña y grandiosa luz de mi vida,
abrazándome con gran amor, y mirando ambos hacia arriba,
con tristeza me manifestó: "papá, yo me quisiera
morir
", quebrada mi emoción y mi corazón por
tal expresión, y a punto de caer nuevamente en
lágrimas, le respondí preguntándole
¿por qué te quieres morir amor mío?
Porque quiero ver en el cielo a nuestro príncipe, me
respondió. ¡Oh Dios mío!..LÁGRIMAS
EN MI CORAZÓN.
Yo también quiero verlo, le
volví a responder. Algún día lo veremos, y
más lindo de lo que era, pero cuando lo hagas
tú, le pido al cielo que yo, ya lo haya visto mucho
antes
.

Mi bello príncipe: César Díaz
Ramírez, tu vida fue una obra de bien.

Desde donde estés, vuela, vuela y sigue volando
hacia el infinito, directo hasta alcanzar el cielo, sé que
está próximo a ti, y que allá no existe la
infelicidad, el dolor, y la muerte, sé que todo es paz,
eternidad, infinitud, y amor.

Gracias por todo lo que nos diste y nos
enseñaste, te amaremos y te recordaremos por siempre, y
hasta el fin de nuestros días.

 

Enviado por:

CEMIOCRA

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