El retrato satírico burlesco en
la poesía de Juan del Valle y Caviedes y algunos
diálogos literarios con Francisco de
Quevedo
El satírico Juan del Valle y Caviedes nace en
España, en Jaén, en 1645 y parece que se traslada
de muy temprana edad al virreinato del Perú, donde
permanece hasta su muerte en 1698[1]Aunque el
poeta no logra adquirir mayor solvencia financiera, como lo
muestra su testamento, se sabe que en el Perú tuvo cierta
cercanía a los centros del poder virreinal. Se ha
comprobado que entre sus parientes se hallaban dos Oidores de la
Audiencia de Lima, don Berjón de Caviedes y Juan
González de Santiago. Luego, también establece
relaciones comerciales con un miembro importante de la corte del
Conde de la Monclova, el general Juan Bautista de la Rigada y
Anero,[2] y contrae matrimonio con Beatriz de
Godoy, hija de don Antonio de Godoy Ponce de León, hombre,
según Guillermo Lohmann Villena, "espectable," "solvente"
y de "alcurnia."[3] Por otro lado, en más
de una ocasión se le ve intentando aconsejar a la corona
en papel de arbitrista.[4] Estos son
indudablemente referentes biográficos demasiado breves y
escuetos, pero si los contextualizáramos dentro de las
consabidas y muy complejas relaciones entre "criollos" y
"peninsulares" del virreinato peruano, y si aceptáramos
una tradicional y sin duda simplificada polarización entre
criollos "proto-nacionalistas," quejosos de un poder que no les
daba merecidas recompensas o puestos, y "peninsulares"
favorecidos por la corona por haber nacido en España, se
podría sugerir que–a primera vista–la posición
ideológica de Valle y Caviedes, dentro de la
últimas décadas de siglo XVII, por su
cercanía a la corona y su nacimiento, lo situarían
en un lugar disyuntivo a aquellos que pudiesen criticar o
cuestionar el valor de los centros de control virreinal. La
sugerencia, hecha en muchas ocasiones, de que el poeta fuese un
"anti-criollo," sin embargo, es ingenua y cristaliza en un
sentido estático la composición social y
psicológica del sujeto–en este caso Valle y
Caviedes–.[5] Como he elaborado en otro lugar, la
sátira de Valle y Caviedes, lejos de tomar una
posición ideológica "pro" o "anti" imperial,
ostenta una de las formas expresivas más comunes del
género. Su expresión satírica, en general,
le llega al lector a través de una serie de posturas o
máscaras burlescas que asumen múltiples posiciones
críticas, muchas veces contradictorias entre ellas mismas,
perdiéndose de vista la posibilidad de rescatar cierta
univocidad autobiográfica.[6]
La relación ideológica que pudo tener
Valle con lo que se viene llamando la metrópoli virreinal,
me lleva ahora a exponer ciertas conjeturas nuevas sobre la
relación literaria–o, en otras palabras–la
intersubjetividad que pudo tener Valle y Caviedes con su conocido
antecesor Francisco de Quevedo. Recordemos, por ejemplo, que
Emilio Carilla llama a Valle el "Quevedo
limeño,"[7] y anota varias correspondencias
entre los dos. De modo similar, aunque con cierta
valorización negativa, Mariano Picón Salas lo llama
un "Quevedo menor y mucho más
lego."[8]
Entre las obras de Valle y Caviedes hay una referencia
muy directa a que Quevedo–quizás en especial su
sátira (pero no sólo)–era una fuerte presencia en
el autor virreinal. Valle escribe un poema en el cual expresa una
relación con el peninsular que nos recuerda lo que Harold
Bloom llamó la "ansiedad de la influencia." Me refiero a
un poema cuyo título es, con algunas variaciones en los
manuscritos originales, "Los efectos del protomedicato de don
Francisco de Bermejo sabrá el curioso en este romance,
escrito por el alma de Quevedo, que anda penando en
sátiras."[9] Que el alma–o la memoria–de
Quevedo ande penando en los contornos de Valle y Caviedes ha de
verse, sin duda, como referencia consciente, algo jocosa, a su
imitación o dependencia para con el escritor
español.[10] Ahora, ¿qué pudo
pensar Valle y Caviedes sobre tal "dependencia" o
imitación–paródica en muchos casos–para con
Quevedo? Es bastante reconocido que Valle conocía e
imitaba la sátira de Quevedo, ¿pero y el resto de
sus obras? He aquí otra ruta todavía inexplorada,
por la cual deseo encaminarme, aunque con bastante
cautela.
En torno a la muy conocida poesía amatoria de
Quevedo, la dirigida a su incomparable Lisi, Ignacio Arellano nos
dice con bastante seguridad que "El sistema literario de la
poesía seria es distinto del burlesco: el locutor
satírico expresará unos ideales amorosos
divergentes de los que mantiene el YO lírico del ciclo
dedicado a Lisi."[11] Y sobre la conocida
utilización de la descriptio de la mujer,
añade Arellano que en el ciclo de Canta sola a
Lisi, "cima de la poesía amorosa de Quevedo, las
partes del cuerpo nombradas responden en su abrumadora
mayoría a la descripción . . . según los
cánones del petrarquismo."[12] Para el
caso, nos advierte que por lo general predominan las referencias
positivas a, por ejemplo, ojos, labios, manos, cabello, frente,
cuello, y mejillas.[13]
Por otro lado, para el caso de su sátira–como la
de muchos otros–la descripción se sitúa fuera del
esquema petrarquista y se produce una activación burlesca
de estas partes "neutras" mediante el léxico,
poniéndose referencias a, por ejemplo, la testuz, el
cogote; y señala Arellano que a la enumeración de
las facciones se añaden elementos nuevos como, entre
otros, la nariz, los dientes, las encías, etc., para luego
concluir que otras partes del cuerpo que se buscarían en
vano en los géneros elevados y que aparecen a menudo en
los burlescos son las piernas, pies, canillas, tetas,
etc.[14]
Lo que me atrevo a proponer a continuación es la
posibilidad de que Valle y Caviedes conscientemente, en sus
poemas burlescos a una Lisi, lleva a cabo una parodia de la
Quevediana, conocidísimo referente de su poesía
amatoria. Una primera y muy previsible objeción es que el
nombre Lisi era bastante divulgado. Sin tener que cruzar el
océano, Sor Juana en más de un poema elogia a la
esposa del virrey Tomás Antonio de la Cerda y
Aragón, conde de Paredes y marqués de la Laguna,
llamándola "Lisi." [15]Por otro lado, sin
embargo, a pesar de lo común del referente, teniendo
presente la relación tan conocida entre los dos poetas, la
burla de Lisi sí puede tener como referente burlesco a la
quevediana. Pongamos, entonces, en diálogo algunos textos
para ver por qué camino andamos.
Un poema burlesco de Valle se abre con los siguientes
versos:
A pintar tu hermosura
Lisi, me atrevo
para ver en tu copia
lo que me quiero[16]
De estos primeros versos hay que sugerir varias cosas.
Sin duda se oyen aquí ecos de reiterados tópicos
sobre el retrato, pero recordando lo que nos concierne; es decir
la relación entre Valle y Caviedes y Quevedo, ese
"atrevimiento" de Valle a "copiar" a Lisi es, por un lado, falsa
modestia y una referencia al proceso de "pintar" con palabras, o
como nos dice el Diccionario de la Real Academia
"poéticamente hacer descripción o pintura de algo."
Pero por otro lado, el "copiar" simultáneamente tiene un
referente muy posiblemente burlesco a la imitación de los
poemas de Quevedo a Lisi, de "copiarlos." En el mismo Diccionario
de la Academia leemos que el verbo indica "imitar servilmente el
estilo o las obras de escritores o artistas." ¿Estamos,
entonces, ante otra relación burlesca, aunque
implícita hacia su llamado padre literario? Es posible. A
estos primeros versos les sigue una enumeración jocosa que
asume una parodia de la descriptio femenina tan conocida
por la tradición áurea, pero parodia que,
curiosamente, alterna con elogios serios . El poema se burla, a
modo de ejemplo, de que el pelo de Lisi está muy
"hueco"–o esponjoso–; o que su frente, jugando con una prenda
que se ponía en la cabeza, está "preñada /
que ya está en cinta," o que sus cejas son "víboras
de azabache."[17] Por otro lado, sin embargo, en
el mismo poema elogia a Lisi. Nos dice que "El jazmín, tu
blancura, / la envidia tanto / que sus ampos tomara / de ti a dos
manos," o "tan delgado es el talle / que el pensamiento /
más sutil tiene talle / de ser más
grueso."[18] Es interesante, entonces, esta
combinación donde lo burlesco alterna con lo
serio.
Tal alternancia se detecta también en el hecho
que Valle le dedica dos poemas serios a su Lisi. Hay uno que se
titula "A los sentimientos de una ingrata," en el cual
dice:
Con tu hermosura te goza,
Lisi bella, edades tantas,
que la senectud te acuerde
los desprecios de tu
infamia.[19]
Hay que preguntarse, entonces: ¿a qué se
debe esta alternancia serio-cómica? ¿Podría
acaso ser un momento metapoético en el cual los versos
llaman la atención sobre su imitación del autor
peninsular? Pero, claro, si fuese así, sería una
imitación ambivalente que, creemos, de alguna manera
responde a la autoconciencia del autor de imitar, pero de imitar
con diferencia, con una conciencia de ser y no ser otro
Quevedo.
Este juego metafórico (implícito) sobre la
relación con Quevedo asume un momento especialmente
cómico-grotesco en los siguientes versos (recordemos, como
nos sugería Arellano, que al tratarse de la
descripción de Lisi, el yo lírico de Quevedo
jamás se confundiría con el satírico). Valle
y Caviedes, luego de elogiar el talle de su Lisi, bajando por el
cuerpo, según la tradición, nos dice:
Lo que el recato oculta
no he de pintarlo,
para ver si en aquesto
doy algún salto.[20]
Estamos aquí ante lo prohibido para la Lisi de
Quevedo. El recato que quiere mostrar Valle ante las partes
sexuales es doble: es, por un lado, modestia, pero por otro
cautela. Siempre sigue jugando con el referente de su padre
literario. No lo pinta, es decir se lo guarda para sí
mismo para ver si en "eso" da algún salto, salto que por
un lado refiere a la omisión descriptiva, pero
también al acto sexual. Según el Diccionario de la
Real Academia, tratándose de animales "dar salto" es
"cubrir a la hembra." La relación para con la Lisi de
Quevedo–y literariamente, entonces–con Quevedo, se dramatiza
burlescamente. Por otro lado "dar un salto" también
podría ser, siguiendo el mismo diccionario, "ascender a un
puesto más alto sin haber pasado por los intermedios." Es
decir, jocosamente, ser un Quevedo. Pero esta relación
serio-cómica, en los últimos versos adquiere otras
connotaciones, para nosotros ideológicas y de
interés ya que la descripción de Lisi termina con
una referencia al pie de la dama. Veamos.
Las referencias elogiosas del pie de la mujer parecen
haber sido parte de la tradición seria, aunque
quizás no muy comunes. Hay un claro ejemplo en Lucena,
quien se queja de los afeites de las mujeres, aun en las que
tienen belleza natural, como
el color de su rostro como una rosa, y la blancura como
los lilios . . . los cabellos ruvios y dorados, la boca suave . .
. el cuello de marfil . . . las manos delgadas, los dedos
derechos, el cuerpo bien tallado y gracioso, el pie
chiquillo.[21]
Lucena alaba el pie de la dama, algo que se
continúa en la tradición, pero no muy
comúnmente; y como nos recuerda Arellano, jamás
para la Lisi de Quevedo. Nos dice: en lo tocante a la
poesía seria de Quevedo, ciertas partes del cuerpo que se
buscarían en vano en los géneros elevados y que
aparecen a menudo en los burlescos son –entre otros "las
piernas, pies, canillas."[22] Veamos, entonces,
los versos de Valle:
En tu pie miro el centro
de todo el mundo,
mas, ¿qué mucho lo sea,
si es sólo un
punto?[23]
Estos son, creo, unos versos sugerentes sobre la posible
relación del poeta virreinal para con Quevedo. Voy a
elaborar una hipótesis. Sugiero otro giro por parte de
Valle y Caviedes, en su diálogo con el "alma" de Quevedo
que, como nos ha dicho, anda "penándole." Me atrevo a
decir que en estos momentos la tradición del retrato de la
mujer se "peruaniza," por así decirlo. ¿Por
qué? Era un conocido lugar común, en elogio de la
limeña, que sus pies resaltaban (o no resaltaban), por su
pequeñez; y esto era parte de su atractivo y su
diferencia, lugar común conocidísimo entre los
peruanistas–algo que sin duda se daba en otros lugares, pero que
el virreinato peruano alcanza una exageración
hiperbólica, y tema que el poeta satiriza en muchas
ocasiones–. Vale la pena, entonces, ver un testimonio, entre
muchos de la época. En este caso el de un viajero
francés por el Perú:
por una ridícula extravagancia [los
españoles] . . . gustan y hacen gran caso de los pies
pequeños. Las mujeres, por esto, tienen un gran cuidado de
ocultarlos, de manera que resulta un favor cuando los muestran,
lo que hacen con gran mesura.[24]
Regresando ahora al poema de Valle, repito los versos
citados: "En tu pie miro el centro / de todo el mundo, / mas,
¿qué mucho lo sea, / si sólo es un punto?"
Aquí se podría leer, metonímicamente,
entonces, que en el pie de la mujer peruana (o en su belleza) se
centra el mundo, algo que sin duda es una exageración
jocosa. Como nos explican Lía Schwartz e Ignacio Arellano,
en relación a la medida de los zapatos "se consideraban
hermosos los pies pequeños: una medida aceptable era la de
cinco puntos."[25] Caviedes se mofa, entonces, de
un—por así llamarlo—fetichismo exagerado del
pie pequeño peruano que corresponde a solo un
punto.
Pero por otro lado, en esos versos leemos también
que el Perú se convierte en el eje del mundo. Esto es, sin
embargo, mera ilusión o deseo frustrado, porque, se
pregunta el poeta, qué mundo puede ser si es solo un
punto. Conjeturamos, entonces, que el juego con el pie
pequeño (el punto) que manipula la tradición
literaria, parece poner en diálogo la relación de
dependencia literaria (Valle y Caviedes / Quevedo) con una
conciencia de dependencia cultural o política. ¿Por
qué?
Pues, se podría pensar que estos ejemplos
textuales conllevan ecos –conscientes o no–de esa "alma" de
Quevedo que–como nos dice Valle–andaba penando su
producción literaria. Me atrevo a conjeturar que
sí. Pero, ¿se trata acaso de un deseo de
sobrepujar, o criticar la escritura de Quevedo?
¿Habría algo en la producción de su
precursor que le podría haber disgustado a Valle? No lo
creo. Más bien, sugiero, se trata de una expresión
muy personal del poeta quien, como otros criollos o residentes
del Perú "acriollados" se sentían marginados de la
producción literaria peninsular. La relación de
Valle hacia Quevedo es, por un lado, de orden literario, pero por
otro, al hablarse de una "alma que anda en pena;" es decir,
molestando, pareciera aludirse a posibles complejidades en torno
a la relación o apreciación que el escritor del
Nuevo Mundo tenía ante sus precursores, o
contemporáneos peninsulares, no solo Quevedo
Para argumentar este último punto valdría
la pena recordar ciertas quejas del contemporáneo peruano
de Valle, Juan de Espinosa y Medrano, "el Lunarejo." Este se
lamentaba de la situación marginal del letrado o escritor
virreinal peruano con relación a al peninsular. En su
conocido despliegue de envidiable erudición, su
Apologético en favor de Don Luis de
Góngora, por ejemplo, en su dedicatoria al Conde
Duque de Olivares, le recuerda que vive muy "distante del
corazón de la monarquía," y añade que, por
lo tanto, él y sus compatriotas se hallan "poco alentados
del calor preciso con que viven las letras, y se animan los
ingenios."[26] Simultáneamente, en su
advertencia al lector, recuerda que los criollos como él
viven "muy lejos . . . y, si no traen las alas del
interés, perezosamente nos visitan las cosas de
España;" y de inmediato se percibe una nota de sarcasmo:
"¿Pero qué puede haber bueno en las Indias?
¿Qué puede haber que contente a los europeos que
desta suerte dudan? Sátiros nos juzgan, tritones nos
presumen, que brutos del alma: en vano se alientan a desmentirnos
máscaras de humanidad."[27] La queja de
Espinosa y Medrano se dirige, en parte, a la poca importancia o
reconocimiento que se le da al hombre de letras en el virreinato
del Perú. La posición criolla de Espinosa y Medrano
no es anti-española. Su libro se abre con una alabanza a
la corona y al Conde Duque de Olivares y, recordemos, se trata de
una defensa de Góngora. El Lunarejo, sin embargo,
aquí, y también en su "Prefacio al lector" del
volumen correspondiente a la Lógica, de su
Philosophia Tomisthica, en palabras de Mabel
Moraña, expresa una incipiente "voluntad de
identificación de un estilo hispanoamericano de
época, de claras connotaciones
ideológicas."[28]
Ahora, no propongo que Valle y Caviedes exprese una
inseguridad o queja igual a la del Lunarejo, pero sí creo
que mirando bien su producción poética, tanto
satírica como seria, se puede rescatar una toma de
conciencia en torno a la conflictiva relación que el
ejercicio de su escritura pudo tener para con la creación
literaria peninsular; relación que se posa sobre la
memoria o alma de Francisco de Quevedo. Finalmente, hay que
sugerir que esta escritura doble, que imita pero que imita con
cierta preocupación nos lleva a nosotros a recapacitar, en
un sentido más general, sobre las relaciones culturales de
dependencia entre la periferia virreinal y la metrópolis
peninsular que se daban en el momento, y que se intensificaron
con el pasar del tiempo.
En fin, con estas palabras he de finalizar este breve
ensayo. No obstante, a modo de conclusión o
apéndice me gustaría hacer mención de otros
poemas sobre Lisi que quedan para ser estudiados en una futura
ocasión. Hay en Valle, por ejemplo, otro poema jocoso
dirigido a Lisi, intitulado "Pintura de una dama matante, con los
médicos y cirujanos de Lima." Es un poema que empieza con
la siguiente estrofa:
Lisi, mi achaque es amor,
y pues busca en ti el remedio,
y cual médico me matas,
hoy te he de pintar con
ellos.[29]
Nuevamente nos encontramos, entonces, con una referencia
muy similar a la del otro poema: el de pintar el retrato de Lisi.
Cómicamente, en este caso el tópico del "morir de
amores" se hace en forma de descripción descendiente
identificando las partes corporales de Lisi con ciertos
médicos que han sido blanco constante de Valle.
Así, por ejemplo,
Don Rivillas traes por labios,
que es cirujano sangriento,
y aunque me matan de boca
yo sé que muero por
cierto.[30]
o, más adelante, con una cómica
alusión al italiano como sodomita:
De Carrafa el italiano,
tienen las muertes tu asiento,
que este habla entre cuero y calzas
y es visita de extranjero.[31]
El poema consta de diecisiete estrofas satíricas
en las cuales a Lisi se le sigue retratando en función de
médicos, médicos que–como bien sabemos para el
caso de Valle–eran, más que curanderos, "matadores," lo
que anuncia el título del poema. Este termina con la
siguiente estrofa que, creo es significativa:
Este es, Lisi, tu retrato;
mírate bien al espejo;
verás que te copia al vivo
con lo mismo que me has
muerto.[32]
Aquí se escuchan ecos del carpe diem: el
retrato es un espejo (o el poema en sí) que nos muestra a
una Lisi grotesca, retrato que sigue la tópica de la
fugacidad del tiempo, pero espejo que también
podría reflejar a la otra Lisi, la de Quevedo. Nos dice,
irónicamente, que el poema la "copia al vivo"–es decir
directamente a ella–pero nosotros sospechamos que está
copiando a la Lisi de Quevedo. El poema termina con un
último verso de múltiple significado: por un lado
la convención del morir de amores, que ha matado al poeta,
uso reiterado de Quevedo para con su propia Lisi, pero, claro, en
sentido serio. Por otro lado, sin embargo, hay que recordar que
la muerte de Lisi también ha sido causada por los
médicos matadores peruanos, que tanto satiriza Valle y
Caviedes. Hay entonces, una mirada bifronte: por un lado hacia la
tradición literaria, con obvios recuerdos de Quevedo, y
por otro hacia la realidad hispanoamericana,
recontextualizándose la tradición dentro de la
realidad virreinal del Perú.
Finalmente, otro poema que queda por verse bajo un
diálogo entre Valle y Quevedo, es el muy conocido poema de
este último intitulado "Retrato de Lisi que traía
en una sortija," en el cual hallamos un verso muy significativo
para la lectura que pudo haber hecho Valle del Parnaso
Español de Quevedo. Se trata del verso elogioso de
Lisi que dice "Traigo todas las Indias en mi mano" (es decir, en
la sortija). Es un verso que nos lleva a pensar en un
diálogo entre el cabello dorado de Lisi y el oro
extraído de las minas americanas; y recordemos que Valle
era minero y escribe mucho sobre el tema. Como sugiere Lisa Rabin
(y parafraseo del inglés), el juego de Quevedo con un
blasón que muestra los atributos físicos de la
mujer como oro, perlas, diamantes, y rubíes, convierte la
herencia petrarquesca en una metáfora imperial, o una
alegoría del deseo español de poseer los tesoros de
América. Asimismo, Rabin apunta otros versos de otros
poemas en que también se asocia la belleza de Lisi con
América: en uno, por ejemplo, se lee que el pelo de Lisi
es "rubio metal, rico flamante de las
Indias."[33]
Estas últimas son, entonces, meras sugerencias de
interés para seguir indagando, con mayor
investigación y certeza, sobre las posibles relaciones
entre Quevedo y Valle y Caviedes. El asunto, por lo tanto, queda
abierto para una futura ocasión, o para un futuro
investigador.
Obras citadas
Arellano, Ignacio, Poesía satírico
burlesca de Quevedo, Pamplona, Ediciones Universidad de
Navarra, 1984.
Bloom, Harold, The Anxiety of Influence: a Theory of
Poetry, 2a ed. New York,
Oxford University Press, 1997.
Calvo Villanueva, Paloma, "El universo satírico
de Juan del Valle y Caviedes," Diss. U. of Illinois,
1993.
Carilla, Emilio, Quevedo (entre dos
centenarios), Tucumán, Universidad Nacional de
Tucumán, 1949.
Costigan, Lúcia Helena, "Colonial Literature and
Social Reality in
Brazil and the Viceroyalty of Peru: The Satirical Poetry
of Gregório de Matos and Juan del Valle y Caviedes,"
Coded Encounters. Writing, Gender, And Ethnicity in Colonial
Latin America, ed. Francisco Javier Cevallos et al,
Amherst, U. of Massachusetts Press, 1994, 87-100.
Espinosa Medrano, Juan de, Apologético en
favor de don Luis de Góngora, ed. Luis
Jaime Cisneros, Lima, Universidad de San Martin de
Porres, 2005.
Juana Inés de la Cruz, Sor, Inundación
castálida, ed. Georgina Sabat de Rivers, Madrid,
Castalia, 1982.
Lasarte, Pedro, Lima Satirizada (1598-1698): Mateo
Rosas de Oquendo y Juan del Valle y Caviedes, Lima,
Universidad Católica del Perú, 2006.
Lucena, Luis de, Repetición de Amores,
ed. Jacob Ornstein, Chapel Hill, University of North Carolina,
1954.
Moraña, Mabel, Viaje al silencio:
exploraciones del discurso barroco,
México,
UNAM, 1998.
Picón Salas, Mariano, De la conquista a la
independencia, México, FCE, 1969.
Quevedo, Francisco de, Un Heráclito
cristiano, Canta sola a Lisi y otros poemas, eds. Lía
Schwartz e Ignacio Arellano, Barcelona, Crítica,
1998.
Rabin, Lisa, "Speaking to Silent Ladies: Images of
Beauty and Politics in Poetic Portraits
of Women from Petrarch to Sor Juana Inés de la
Cruz," MLN, 112, No. 2, 1997, pp. 147-165.
Valega, José M,, Virreinato del
Perú, Lima, Editorial Cultura Ecléctica,
1939.
Valle y Caviedes, Juan del, Obra Completa de Juan
del Valle y Caviedes, eds. María
Leticia Cáceres, A.C.I., Luis Jaime Cisneros y
Guillermo Lohmann Villena, Lima, Banco de Crédito del
Perú, 1990.
Autor:
Pedro Lasarte
Boston University
[1] Valle y Caviedes, 1990, p. 20 y
pássim.
[2] Valle y Caviedes, 1990, p. 68.
[3] Valle y Caviedes, 1990, pp. 28, 29.
[4] Valle y Caviedes, 1990, pp. 35-36.
[5] Un ejemplo es –y traduzco–, que "la
poesía de Valle y Caviedes conlleva una base
ideológica conservadora que refleja la clase dominante
de la sociedad estatal española" (Costigan, 1994, p.
89).
[6] Un caso bastante claro en el cual la obra
de Valle y Caviedes parece simultáneamente criticar y
defender a los criollos es sus diálogos entre el
Periquillo y la Vieja Curiosidad. Vease Lasarte, 2006, pp.
180-92.
[7] Carilla,1949, p. 223.
[8] Picón Salas, 1969, p. 140.
[9] "Penar," según el Diccionario de
la Real Academia: "Perú y Ven. Dicho de un fantasma o un
alma en pena: Aparecerse o manifestarse." Nuestra referencia a
Harold Bloom podría dar lugar a muchas dudas.
Inicialmente Bloom pensaba en su concepto de "ansiedad"
más bien como algo aplicable a la poesía
posterior al neoclasicismo, y así posterior a la
práctica de la imitatio. En sus ediciones más
recientes, sin embargo, amplía su concepto para hablar
de las relaciones conflictivas entre autores como Shakesperare
y Christopher Marlowe, para postular una coexistencia de la
imitatio tradicional con su concepto de "ansiedad de la
influencia." Véase en particular el prefacio a su
segunda edición (Bloom, 1997).
[10] La relación intertextual (o
imitación directa, quizás) entre algunos poemas
de Valle y los de Quevedo ha sido abordada en cierto detalle
por Carilla, quien nos dice, por ejemplo, que, entre otros, el
romance "A la bella Arnada (sic?) está calzado en gran
parte sobre uno de Quevedo (Cura una moza de Antón
Martín la tela que mantuvo) (Carilla, 1949, pp. 224-25).
Paloma Calvo Villanueva lo explica mejor (con referencia a los
poemas de la edición de Blecua: "Caviedes hereda de
Quevedo . . . situaciones concretas que dan lugar a un poema,
como la prostituta prostrada en el hospital afectada de una
enfermedad venérea, que Quevedo desarrolla en sus
romances 694 y 695 "Cura una moza en Antón Martín
la tela que tuvo" y "Segunda parte de 'Marica en el hospital,'
y primera en lo ingenioso," y Caviedes reelabora el romance 81,
"A una dama que por serlo paró en la Caridad." (Calvo
Villanueva, 1993, p. 34) .
[11] Arellano, Poesía, 1984, p.
58.
[12] Arellano, Poesía, 1984, p.
164.
[13] Arellano, Poesía, 1984, p.
165.
[14] Arellano, Poesía, pp. 165-66.
[15] En el soneto dedicatorio de su
Inundación castálida, sor Juana nos dice:
"Así, Lisi divina, estos borrones / que hijos del alma
son, paratos del pecho / será razón que a ti te
restituya / . . . " (Sor Juana, 1982, p. 11 ).
[16] Valle y Caviedes, p. 736.
[17] Valle y Caviedes, 1990, pp. 736-37.
[18] Valle y Caviedes, 1990, p. 737.
[19] Valle y Caviedes, 1990, p.703-04.
[20] Valle y Caviedes, 1990, p. 737.
[21] Lucena, 1954, p. 81.
[22] Arellano, Poesía, 1984, p.
166.
[23] Valle y Caviedes, 1990, p. 738.
[24] Es una cita de Amedie F. Frezier,
viajero francés hacia 1711. El dato está en
Valega, 1939, p. 327.
[25] Quevedo, Un Heráclito, 1998, p.
433, n. 37-40.
[26] Espinosa Medrano, 2005, p. 126.
[27] Espinosa Medrano, 2005, p.127.
[28] Moraña, 1998, p. 40.
[29] Valle y Caviedes, 1990, p. 297.
[30] Valle y Caviedes, 1990, p. 298.
[31] Valle y Caviedes, 1990, pp. 298-99.
[32] Valle y Caviedes, 1990, p. 299.
[33] Rabin, pp. 155-57.