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El retrato satírico burlesco en la poesía de Juan del Valle y Caviedes




Enviado por Pedro Lasarte



    El retrato satírico burlesco en
    la poesía de Juan del Valle y Caviedes y algunos
    diálogos literarios con Francisco de
    Quevedo

    El satírico Juan del Valle y Caviedes nace en
    España, en Jaén, en 1645 y parece que se traslada
    de muy temprana edad al virreinato del Perú, donde
    permanece hasta su muerte en 1698[1]Aunque el
    poeta no logra adquirir mayor solvencia financiera, como lo
    muestra su testamento, se sabe que en el Perú tuvo cierta
    cercanía a los centros del poder virreinal. Se ha
    comprobado que entre sus parientes se hallaban dos Oidores de la
    Audiencia de Lima, don Berjón de Caviedes y Juan
    González de Santiago. Luego, también establece
    relaciones comerciales con un miembro importante de la corte del
    Conde de la Monclova, el general Juan Bautista de la Rigada y
    Anero,[2] y contrae matrimonio con Beatriz de
    Godoy, hija de don Antonio de Godoy Ponce de León, hombre,
    según Guillermo Lohmann Villena, "espectable," "solvente"
    y de "alcurnia."[3] Por otro lado, en más
    de una ocasión se le ve intentando aconsejar a la corona
    en papel de arbitrista.[4] Estos son
    indudablemente referentes biográficos demasiado breves y
    escuetos, pero si los contextualizáramos dentro de las
    consabidas y muy complejas relaciones entre "criollos" y
    "peninsulares" del virreinato peruano, y si aceptáramos
    una tradicional y sin duda simplificada polarización entre
    criollos "proto-nacionalistas," quejosos de un poder que no les
    daba merecidas recompensas o puestos, y "peninsulares"
    favorecidos por la corona por haber nacido en España, se
    podría sugerir que–a primera vista–la posición
    ideológica de Valle y Caviedes, dentro de la
    últimas décadas de siglo XVII, por su
    cercanía a la corona y su nacimiento, lo situarían
    en un lugar disyuntivo a aquellos que pudiesen criticar o
    cuestionar el valor de los centros de control virreinal. La
    sugerencia, hecha en muchas ocasiones, de que el poeta fuese un
    "anti-criollo," sin embargo, es ingenua y cristaliza en un
    sentido estático la composición social y
    psicológica del sujeto–en este caso Valle y
    Caviedes–.[5] Como he elaborado en otro lugar, la
    sátira de Valle y Caviedes, lejos de tomar una
    posición ideológica "pro" o "anti" imperial,
    ostenta una de las formas expresivas más comunes del
    género. Su expresión satírica, en general,
    le llega al lector a través de una serie de posturas o
    máscaras burlescas que asumen múltiples posiciones
    críticas, muchas veces contradictorias entre ellas mismas,
    perdiéndose de vista la posibilidad de rescatar cierta
    univocidad autobiográfica.[6]

    La relación ideológica que pudo tener
    Valle con lo que se viene llamando la metrópoli virreinal,
    me lleva ahora a exponer ciertas conjeturas nuevas sobre la
    relación literaria–o, en otras palabras–la
    intersubjetividad que pudo tener Valle y Caviedes con su conocido
    antecesor Francisco de Quevedo. Recordemos, por ejemplo, que
    Emilio Carilla llama a Valle el "Quevedo
    limeño,"[7] y anota varias correspondencias
    entre los dos. De modo similar, aunque con cierta
    valorización negativa, Mariano Picón Salas lo llama
    un "Quevedo menor y mucho más
    lego."[8]

    Entre las obras de Valle y Caviedes hay una referencia
    muy directa a que Quevedo–quizás en especial su
    sátira (pero no sólo)–era una fuerte presencia en
    el autor virreinal. Valle escribe un poema en el cual expresa una
    relación con el peninsular que nos recuerda lo que Harold
    Bloom llamó la "ansiedad de la influencia." Me refiero a
    un poema cuyo título es, con algunas variaciones en los
    manuscritos originales, "Los efectos del protomedicato de don
    Francisco de Bermejo sabrá el curioso en este romance,
    escrito por el alma de Quevedo, que anda penando en
    sátiras."[9] Que el alma–o la memoria–de
    Quevedo ande penando en los contornos de Valle y Caviedes ha de
    verse, sin duda, como referencia consciente, algo jocosa, a su
    imitación o dependencia para con el escritor
    español.[10] Ahora, ¿qué pudo
    pensar Valle y Caviedes sobre tal "dependencia" o
    imitación–paródica en muchos casos–para con
    Quevedo? Es bastante reconocido que Valle conocía e
    imitaba la sátira de Quevedo, ¿pero y el resto de
    sus obras? He aquí otra ruta todavía inexplorada,
    por la cual deseo encaminarme, aunque con bastante
    cautela.

    En torno a la muy conocida poesía amatoria de
    Quevedo, la dirigida a su incomparable Lisi, Ignacio Arellano nos
    dice con bastante seguridad que "El sistema literario de la
    poesía seria es distinto del burlesco: el locutor
    satírico expresará unos ideales amorosos
    divergentes de los que mantiene el YO lírico del ciclo
    dedicado a Lisi."[11] Y sobre la conocida
    utilización de la descriptio de la mujer,
    añade Arellano que en el ciclo de Canta sola a
    Lisi
    , "cima de la poesía amorosa de Quevedo, las
    partes del cuerpo nombradas responden en su abrumadora
    mayoría a la descripción . . . según los
    cánones del petrarquismo."[12] Para el
    caso, nos advierte que por lo general predominan las referencias
    positivas a, por ejemplo, ojos, labios, manos, cabello, frente,
    cuello, y mejillas.[13]

    Por otro lado, para el caso de su sátira–como la
    de muchos otros–la descripción se sitúa fuera del
    esquema petrarquista y se produce una activación burlesca
    de estas partes "neutras" mediante el léxico,
    poniéndose referencias a, por ejemplo, la testuz, el
    cogote; y señala Arellano que a la enumeración de
    las facciones se añaden elementos nuevos como, entre
    otros, la nariz, los dientes, las encías, etc., para luego
    concluir que otras partes del cuerpo que se buscarían en
    vano en los géneros elevados y que aparecen a menudo en
    los burlescos son las piernas, pies, canillas, tetas,
    etc.[14]

    Lo que me atrevo a proponer a continuación es la
    posibilidad de que Valle y Caviedes conscientemente, en sus
    poemas burlescos a una Lisi, lleva a cabo una parodia de la
    Quevediana, conocidísimo referente de su poesía
    amatoria. Una primera y muy previsible objeción es que el
    nombre Lisi era bastante divulgado. Sin tener que cruzar el
    océano, Sor Juana en más de un poema elogia a la
    esposa del virrey Tomás Antonio de la Cerda y
    Aragón, conde de Paredes y marqués de la Laguna,
    llamándola "Lisi." [15]Por otro lado, sin
    embargo, a pesar de lo común del referente, teniendo
    presente la relación tan conocida entre los dos poetas, la
    burla de Lisi sí puede tener como referente burlesco a la
    quevediana. Pongamos, entonces, en diálogo algunos textos
    para ver por qué camino andamos.

    Un poema burlesco de Valle se abre con los siguientes
    versos:

    A pintar tu hermosura

    Lisi, me atrevo

    para ver en tu copia

    lo que me quiero[16]

    De estos primeros versos hay que sugerir varias cosas.
    Sin duda se oyen aquí ecos de reiterados tópicos
    sobre el retrato, pero recordando lo que nos concierne; es decir
    la relación entre Valle y Caviedes y Quevedo, ese
    "atrevimiento" de Valle a "copiar" a Lisi es, por un lado, falsa
    modestia y una referencia al proceso de "pintar" con palabras, o
    como nos dice el Diccionario de la Real Academia
    "poéticamente hacer descripción o pintura de algo."
    Pero por otro lado, el "copiar" simultáneamente tiene un
    referente muy posiblemente burlesco a la imitación de los
    poemas de Quevedo a Lisi, de "copiarlos." En el mismo Diccionario
    de la Academia leemos que el verbo indica "imitar servilmente el
    estilo o las obras de escritores o artistas." ¿Estamos,
    entonces, ante otra relación burlesca, aunque
    implícita hacia su llamado padre literario? Es posible. A
    estos primeros versos les sigue una enumeración jocosa que
    asume una parodia de la descriptio femenina tan conocida
    por la tradición áurea, pero parodia que,
    curiosamente, alterna con elogios serios . El poema se burla, a
    modo de ejemplo, de que el pelo de Lisi está muy
    "hueco"–o esponjoso–; o que su frente, jugando con una prenda
    que se ponía en la cabeza, está "preñada /
    que ya está en cinta," o que sus cejas son "víboras
    de azabache."[17] Por otro lado, sin embargo, en
    el mismo poema elogia a Lisi. Nos dice que "El jazmín, tu
    blancura, / la envidia tanto / que sus ampos tomara / de ti a dos
    manos," o "tan delgado es el talle / que el pensamiento /
    más sutil tiene talle / de ser más
    grueso."[18] Es interesante, entonces, esta
    combinación donde lo burlesco alterna con lo
    serio.

    Tal alternancia se detecta también en el hecho
    que Valle le dedica dos poemas serios a su Lisi. Hay uno que se
    titula "A los sentimientos de una ingrata," en el cual
    dice:

    Con tu hermosura te goza,

    Lisi bella, edades tantas,

    que la senectud te acuerde

    los desprecios de tu
    infamia.[19]

    Hay que preguntarse, entonces: ¿a qué se
    debe esta alternancia serio-cómica? ¿Podría
    acaso ser un momento metapoético en el cual los versos
    llaman la atención sobre su imitación del autor
    peninsular? Pero, claro, si fuese así, sería una
    imitación ambivalente que, creemos, de alguna manera
    responde a la autoconciencia del autor de imitar, pero de imitar
    con diferencia, con una conciencia de ser y no ser otro
    Quevedo.

    Este juego metafórico (implícito) sobre la
    relación con Quevedo asume un momento especialmente
    cómico-grotesco en los siguientes versos (recordemos, como
    nos sugería Arellano, que al tratarse de la
    descripción de Lisi, el yo lírico de Quevedo
    jamás se confundiría con el satírico). Valle
    y Caviedes, luego de elogiar el talle de su Lisi, bajando por el
    cuerpo, según la tradición, nos dice:

    Lo que el recato oculta

    no he de pintarlo,

    para ver si en aquesto

    doy algún salto.[20]

    Estamos aquí ante lo prohibido para la Lisi de
    Quevedo. El recato que quiere mostrar Valle ante las partes
    sexuales es doble: es, por un lado, modestia, pero por otro
    cautela. Siempre sigue jugando con el referente de su padre
    literario. No lo pinta, es decir se lo guarda para sí
    mismo para ver si en "eso" da algún salto, salto que por
    un lado refiere a la omisión descriptiva, pero
    también al acto sexual. Según el Diccionario de la
    Real Academia, tratándose de animales "dar salto" es
    "cubrir a la hembra." La relación para con la Lisi de
    Quevedo–y literariamente, entonces–con Quevedo, se dramatiza
    burlescamente. Por otro lado "dar un salto" también
    podría ser, siguiendo el mismo diccionario, "ascender a un
    puesto más alto sin haber pasado por los intermedios." Es
    decir, jocosamente, ser un Quevedo. Pero esta relación
    serio-cómica, en los últimos versos adquiere otras
    connotaciones, para nosotros ideológicas y de
    interés ya que la descripción de Lisi termina con
    una referencia al pie de la dama. Veamos.

    Las referencias elogiosas del pie de la mujer parecen
    haber sido parte de la tradición seria, aunque
    quizás no muy comunes. Hay un claro ejemplo en Lucena,
    quien se queja de los afeites de las mujeres, aun en las que
    tienen belleza natural, como

    el color de su rostro como una rosa, y la blancura como
    los lilios . . . los cabellos ruvios y dorados, la boca suave . .
    . el cuello de marfil . . . las manos delgadas, los dedos
    derechos, el cuerpo bien tallado y gracioso, el pie
    chiquillo.[21]

    Lucena alaba el pie de la dama, algo que se
    continúa en la tradición, pero no muy
    comúnmente; y como nos recuerda Arellano, jamás
    para la Lisi de Quevedo. Nos dice: en lo tocante a la
    poesía seria de Quevedo, ciertas partes del cuerpo que se
    buscarían en vano en los géneros elevados y que
    aparecen a menudo en los burlescos son –entre otros "las
    piernas, pies, canillas."[22] Veamos, entonces,
    los versos de Valle:

    En tu pie miro el centro

    de todo el mundo,

    mas, ¿qué mucho lo sea,

    si es sólo un
    punto?[23]

    Estos son, creo, unos versos sugerentes sobre la posible
    relación del poeta virreinal para con Quevedo. Voy a
    elaborar una hipótesis. Sugiero otro giro por parte de
    Valle y Caviedes, en su diálogo con el "alma" de Quevedo
    que, como nos ha dicho, anda "penándole." Me atrevo a
    decir que en estos momentos la tradición del retrato de la
    mujer se "peruaniza," por así decirlo. ¿Por
    qué? Era un conocido lugar común, en elogio de la
    limeña, que sus pies resaltaban (o no resaltaban), por su
    pequeñez; y esto era parte de su atractivo y su
    diferencia, lugar común conocidísimo entre los
    peruanistas–algo que sin duda se daba en otros lugares, pero que
    el virreinato peruano alcanza una exageración
    hiperbólica, y tema que el poeta satiriza en muchas
    ocasiones–. Vale la pena, entonces, ver un testimonio, entre
    muchos de la época. En este caso el de un viajero
    francés por el Perú:

    por una ridícula extravagancia [los
    españoles] . . . gustan y hacen gran caso de los pies
    pequeños. Las mujeres, por esto, tienen un gran cuidado de
    ocultarlos, de manera que resulta un favor cuando los muestran,
    lo que hacen con gran mesura.[24]

    Regresando ahora al poema de Valle, repito los versos
    citados: "En tu pie miro el centro / de todo el mundo, / mas,
    ¿qué mucho lo sea, / si sólo es un punto?"
    Aquí se podría leer, metonímicamente,
    entonces, que en el pie de la mujer peruana (o en su belleza) se
    centra el mundo, algo que sin duda es una exageración
    jocosa. Como nos explican Lía Schwartz e Ignacio Arellano,
    en relación a la medida de los zapatos "se consideraban
    hermosos los pies pequeños: una medida aceptable era la de
    cinco puntos."[25] Caviedes se mofa, entonces, de
    un—por así llamarlo—fetichismo exagerado del
    pie pequeño peruano que corresponde a solo un
    punto.

    Pero por otro lado, en esos versos leemos también
    que el Perú se convierte en el eje del mundo. Esto es, sin
    embargo, mera ilusión o deseo frustrado, porque, se
    pregunta el poeta, qué mundo puede ser si es solo un
    punto. Conjeturamos, entonces, que el juego con el pie
    pequeño (el punto) que manipula la tradición
    literaria, parece poner en diálogo la relación de
    dependencia literaria (Valle y Caviedes / Quevedo) con una
    conciencia de dependencia cultural o política. ¿Por
    qué?

    Pues, se podría pensar que estos ejemplos
    textuales conllevan ecos –conscientes o no–de esa "alma" de
    Quevedo que–como nos dice Valle–andaba penando su
    producción literaria. Me atrevo a conjeturar que
    sí. Pero, ¿se trata acaso de un deseo de
    sobrepujar, o criticar la escritura de Quevedo?
    ¿Habría algo en la producción de su
    precursor que le podría haber disgustado a Valle? No lo
    creo. Más bien, sugiero, se trata de una expresión
    muy personal del poeta quien, como otros criollos o residentes
    del Perú "acriollados" se sentían marginados de la
    producción literaria peninsular. La relación de
    Valle hacia Quevedo es, por un lado, de orden literario, pero por
    otro, al hablarse de una "alma que anda en pena;" es decir,
    molestando, pareciera aludirse a posibles complejidades en torno
    a la relación o apreciación que el escritor del
    Nuevo Mundo tenía ante sus precursores, o
    contemporáneos peninsulares, no solo Quevedo

    Para argumentar este último punto valdría
    la pena recordar ciertas quejas del contemporáneo peruano
    de Valle, Juan de Espinosa y Medrano, "el Lunarejo." Este se
    lamentaba de la situación marginal del letrado o escritor
    virreinal peruano con relación a al peninsular. En su
    conocido despliegue de envidiable erudición, su
    Apologético en favor de Don Luis de
    Góngora
    , por ejemplo, en su dedicatoria al Conde
    Duque de Olivares, le recuerda que vive muy "distante del
    corazón de la monarquía," y añade que, por
    lo tanto, él y sus compatriotas se hallan "poco alentados
    del calor preciso con que viven las letras, y se animan los
    ingenios."[26] Simultáneamente, en su
    advertencia al lector, recuerda que los criollos como él
    viven "muy lejos . . . y, si no traen las alas del
    interés, perezosamente nos visitan las cosas de
    España;" y de inmediato se percibe una nota de sarcasmo:
    "¿Pero qué puede haber bueno en las Indias?
    ¿Qué puede haber que contente a los europeos que
    desta suerte dudan? Sátiros nos juzgan, tritones nos
    presumen, que brutos del alma: en vano se alientan a desmentirnos
    máscaras de humanidad."[27] La queja de
    Espinosa y Medrano se dirige, en parte, a la poca importancia o
    reconocimiento que se le da al hombre de letras en el virreinato
    del Perú. La posición criolla de Espinosa y Medrano
    no es anti-española. Su libro se abre con una alabanza a
    la corona y al Conde Duque de Olivares y, recordemos, se trata de
    una defensa de Góngora. El Lunarejo, sin embargo,
    aquí, y también en su "Prefacio al lector" del
    volumen correspondiente a la Lógica, de su
    Philosophia Tomisthica, en palabras de Mabel
    Moraña, expresa una incipiente "voluntad de
    identificación de un estilo hispanoamericano de
    época, de claras connotaciones
    ideológicas."[28]

    Ahora, no propongo que Valle y Caviedes exprese una
    inseguridad o queja igual a la del Lunarejo, pero sí creo
    que mirando bien su producción poética, tanto
    satírica como seria, se puede rescatar una toma de
    conciencia en torno a la conflictiva relación que el
    ejercicio de su escritura pudo tener para con la creación
    literaria peninsular; relación que se posa sobre la
    memoria o alma de Francisco de Quevedo. Finalmente, hay que
    sugerir que esta escritura doble, que imita pero que imita con
    cierta preocupación nos lleva a nosotros a recapacitar, en
    un sentido más general, sobre las relaciones culturales de
    dependencia entre la periferia virreinal y la metrópolis
    peninsular que se daban en el momento, y que se intensificaron
    con el pasar del tiempo.

    En fin, con estas palabras he de finalizar este breve
    ensayo. No obstante, a modo de conclusión o
    apéndice me gustaría hacer mención de otros
    poemas sobre Lisi que quedan para ser estudiados en una futura
    ocasión. Hay en Valle, por ejemplo, otro poema jocoso
    dirigido a Lisi, intitulado "Pintura de una dama matante, con los
    médicos y cirujanos de Lima." Es un poema que empieza con
    la siguiente estrofa:

    Lisi, mi achaque es amor,

    y pues busca en ti el remedio,

    y cual médico me matas,

    hoy te he de pintar con
    ellos.[29]

    Nuevamente nos encontramos, entonces, con una referencia
    muy similar a la del otro poema: el de pintar el retrato de Lisi.
    Cómicamente, en este caso el tópico del "morir de
    amores" se hace en forma de descripción descendiente
    identificando las partes corporales de Lisi con ciertos
    médicos que han sido blanco constante de Valle.
    Así, por ejemplo,

    Don Rivillas traes por labios,

    que es cirujano sangriento,

    y aunque me matan de boca

    yo sé que muero por
    cierto.[30]

    o, más adelante, con una cómica
    alusión al italiano como sodomita:

    De Carrafa el italiano,

    tienen las muertes tu asiento,

    que este habla entre cuero y calzas

    y es visita de extranjero.[31]

    El poema consta de diecisiete estrofas satíricas
    en las cuales a Lisi se le sigue retratando en función de
    médicos, médicos que–como bien sabemos para el
    caso de Valle–eran, más que curanderos, "matadores," lo
    que anuncia el título del poema. Este termina con la
    siguiente estrofa que, creo es significativa:

    Este es, Lisi, tu retrato;

    mírate bien al espejo;

    verás que te copia al vivo

    con lo mismo que me has
    muerto.[32]

    Aquí se escuchan ecos del carpe diem: el
    retrato es un espejo (o el poema en sí) que nos muestra a
    una Lisi grotesca, retrato que sigue la tópica de la
    fugacidad del tiempo, pero espejo que también
    podría reflejar a la otra Lisi, la de Quevedo. Nos dice,
    irónicamente, que el poema la "copia al vivo"–es decir
    directamente a ella–pero nosotros sospechamos que está
    copiando a la Lisi de Quevedo. El poema termina con un
    último verso de múltiple significado: por un lado
    la convención del morir de amores, que ha matado al poeta,
    uso reiterado de Quevedo para con su propia Lisi, pero, claro, en
    sentido serio. Por otro lado, sin embargo, hay que recordar que
    la muerte de Lisi también ha sido causada por los
    médicos matadores peruanos, que tanto satiriza Valle y
    Caviedes. Hay entonces, una mirada bifronte: por un lado hacia la
    tradición literaria, con obvios recuerdos de Quevedo, y
    por otro hacia la realidad hispanoamericana,
    recontextualizándose la tradición dentro de la
    realidad virreinal del Perú.

    Finalmente, otro poema que queda por verse bajo un
    diálogo entre Valle y Quevedo, es el muy conocido poema de
    este último intitulado "Retrato de Lisi que traía
    en una sortija," en el cual hallamos un verso muy significativo
    para la lectura que pudo haber hecho Valle del Parnaso
    Español
    de Quevedo. Se trata del verso elogioso de
    Lisi que dice "Traigo todas las Indias en mi mano" (es decir, en
    la sortija). Es un verso que nos lleva a pensar en un
    diálogo entre el cabello dorado de Lisi y el oro
    extraído de las minas americanas; y recordemos que Valle
    era minero y escribe mucho sobre el tema. Como sugiere Lisa Rabin
    (y parafraseo del inglés), el juego de Quevedo con un
    blasón que muestra los atributos físicos de la
    mujer como oro, perlas, diamantes, y rubíes, convierte la
    herencia petrarquesca en una metáfora imperial, o una
    alegoría del deseo español de poseer los tesoros de
    América. Asimismo, Rabin apunta otros versos de otros
    poemas en que también se asocia la belleza de Lisi con
    América: en uno, por ejemplo, se lee que el pelo de Lisi
    es "rubio metal, rico flamante de las
    Indias."[33]

    Estas últimas son, entonces, meras sugerencias de
    interés para seguir indagando, con mayor
    investigación y certeza, sobre las posibles relaciones
    entre Quevedo y Valle y Caviedes. El asunto, por lo tanto, queda
    abierto para una futura ocasión, o para un futuro
    investigador.

    Obras citadas

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    burlesca de Quevedo
    , Pamplona, Ediciones Universidad de
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    Valega, José M,, Virreinato del
    Perú
    , Lima, Editorial Cultura Ecléctica,
    1939.

    Valle y Caviedes, Juan del, Obra Completa de Juan
    del Valle y Caviedes
    , eds. María

    Leticia Cáceres, A.C.I., Luis Jaime Cisneros y
    Guillermo Lohmann Villena, Lima, Banco de Crédito del
    Perú, 1990.

     

     

    Autor:

    Pedro Lasarte

    Boston University

     

    [1] Valle y Caviedes, 1990, p. 20 y
    pássim.

    [2] Valle y Caviedes, 1990, p. 68.

    [3] Valle y Caviedes, 1990, pp. 28, 29.

    [4] Valle y Caviedes, 1990, pp. 35-36.

    [5] Un ejemplo es –y traduzco–, que "la
    poesía de Valle y Caviedes conlleva una base
    ideológica conservadora que refleja la clase dominante
    de la sociedad estatal española" (Costigan, 1994, p.
    89).

    [6] Un caso bastante claro en el cual la obra
    de Valle y Caviedes parece simultáneamente criticar y
    defender a los criollos es sus diálogos entre el
    Periquillo y la Vieja Curiosidad. Vease Lasarte, 2006, pp.
    180-92.

    [7] Carilla,1949, p. 223.

    [8] Picón Salas, 1969, p. 140.

    [9] "Penar," según el Diccionario de
    la Real Academia: "Perú y Ven. Dicho de un fantasma o un
    alma en pena: Aparecerse o manifestarse." Nuestra referencia a
    Harold Bloom podría dar lugar a muchas dudas.
    Inicialmente Bloom pensaba en su concepto de "ansiedad"
    más bien como algo aplicable a la poesía
    posterior al neoclasicismo, y así posterior a la
    práctica de la imitatio. En sus ediciones más
    recientes, sin embargo, amplía su concepto para hablar
    de las relaciones conflictivas entre autores como Shakesperare
    y Christopher Marlowe, para postular una coexistencia de la
    imitatio tradicional con su concepto de "ansiedad de la
    influencia." Véase en particular el prefacio a su
    segunda edición (Bloom, 1997).

    [10] La relación intertextual (o
    imitación directa, quizás) entre algunos poemas
    de Valle y los de Quevedo ha sido abordada en cierto detalle
    por Carilla, quien nos dice, por ejemplo, que, entre otros, el
    romance "A la bella Arnada (sic?) está calzado en gran
    parte sobre uno de Quevedo (Cura una moza de Antón
    Martín la tela que mantuvo) (Carilla, 1949, pp. 224-25).
    Paloma Calvo Villanueva lo explica mejor (con referencia a los
    poemas de la edición de Blecua: "Caviedes hereda de
    Quevedo . . . situaciones concretas que dan lugar a un poema,
    como la prostituta prostrada en el hospital afectada de una
    enfermedad venérea, que Quevedo desarrolla en sus
    romances 694 y 695 "Cura una moza en Antón Martín
    la tela que tuvo" y "Segunda parte de 'Marica en el hospital,'
    y primera en lo ingenioso," y Caviedes reelabora el romance 81,
    "A una dama que por serlo paró en la Caridad." (Calvo
    Villanueva, 1993, p. 34) .

    [11] Arellano, Poesía, 1984, p.
    58.

    [12] Arellano, Poesía, 1984, p.
    164.

    [13] Arellano, Poesía, 1984, p.
    165.

    [14] Arellano, Poesía, pp. 165-66.

    [15] En el soneto dedicatorio de su
    Inundación castálida, sor Juana nos dice:
    "Así, Lisi divina, estos borrones / que hijos del alma
    son, paratos del pecho / será razón que a ti te
    restituya / . . . " (Sor Juana, 1982, p. 11 ).

    [16] Valle y Caviedes, p. 736.

    [17] Valle y Caviedes, 1990, pp. 736-37.

    [18] Valle y Caviedes, 1990, p. 737.

    [19] Valle y Caviedes, 1990, p.703-04.

    [20] Valle y Caviedes, 1990, p. 737.

    [21] Lucena, 1954, p. 81.

    [22] Arellano, Poesía, 1984, p.
    166.

    [23] Valle y Caviedes, 1990, p. 738.

    [24] Es una cita de Amedie F. Frezier,
    viajero francés hacia 1711. El dato está en
    Valega, 1939, p. 327.

    [25] Quevedo, Un Heráclito, 1998, p.
    433, n. 37-40.

    [26] Espinosa Medrano, 2005, p. 126.

    [27] Espinosa Medrano, 2005, p.127.

    [28] Moraña, 1998, p. 40.

    [29] Valle y Caviedes, 1990, p. 297.

    [30] Valle y Caviedes, 1990, p. 298.

    [31] Valle y Caviedes, 1990, pp. 298-99.

    [32] Valle y Caviedes, 1990, p. 299.

    [33] Rabin, pp. 155-57.

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