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"Las cortes de la muerte", de Lope de Vega



    Loa para el auto de Las cortes de la muerte, Sale el que
    hace la figura del TIEMPO, con el mismo vestido que ha de salir
    al auto, y representa:

    Por las cumbres de los montes, derramando blanco
    aljófar, viene el alba dando nuevas que sale el sol de las
    ondas.

    Ya se descubren los campos: montes son los que antes
    sombras; donde ellas no aparecían ya se ven cavernas
    hondas.

    Ya cantan los pajarillos saliendo de entre las hojas;
    las aguas que susurraban, al parecer ya son sordas.

    Cuál y cuál estrella queda, vanse
    escondiendo las otras, y sin luz, aunque están cerca los
    rayos de quien la toman.

    A los montes del Poniente las puntas más altas
    dora quien por los montes frondosos poco a poco alegre
    asoma.

    Ya de los húmidos troncos se distinguen las
    personas; que pastores, mal despiertos, saliendo van de las
    chozas.

    Vanse a las hierbas las vacas ya sus cuevas las leonas;
    agora descansan éstas, aquéllas pasan
    agora.

    Dejan los húmidos peces sus cavernas
    peñascosas; cortan el agua, buscando sustento, abiertas
    las bocas.

    Dejan los hombres sus lechos; cuál trabaja,
    cuál negocia, cuál con cuidadosas ansias y
    cuál con ansias devotas.

    Va midiendo el sol los cielos con carrera presurosa,
    mientras más sube, más quema, sombras crecen y se
    acortan.

    Vase acabando la tarde; vanse acabando las horas; el
    día acaba, que el Tiempo acaba todas las cosas.

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    El gran tesoro de Creso, de Alejandro las victorias, la
    gran armada de Jerjes, larga en gente, en dicha corta; las
    invenciones de Ulises, de Nerón las fuerzas locas, las
    liviandades de Numa, de Julio César la pompa, los Tolomeos
    de Egipto, Filipo de Macedonia, los romanos Escipiones, las
    invictas Amazonas, el sepulcro de Artemisa.

    los huertos de Babilonia, las imágenes de Frigia,
    el rico templo de Jonia, las pirámides de Egipto, el gran
    coloso de Rodas, el obelisco de Armenia, el Faro, torre copiosa;
    la grandeza de Cartago, los alcázares de Troya, las
    murallas de Sagunto, el anfiteatro de Roma, los triunfos y
    ovaciones, los carros, lauros y honras, ya se acabaron; que el
    Tiempo acaba todas las cosas.

    Allega la Poesía en aquesta edad agora a tal
    punto, que ni un punto puede crecer de las otras.

    Todos gustan de conceptos: ya no hay vulgo, nadie
    ignora, todos quieren en la farsa buenos versos, trazas
    propias.

    De los muchos que allí vienen, unos celebran las
    coplas, otros alaban la traza, otros gustan de la loa.

    Cuál la música engrandece, cuál
    dice bien de las ropas, cuál de las burlas se ríe,
    cuál de un tierno paso llora.

    En este senado ilustre oídnos, si os place una
    hora, y si es mucho, ved que el Tiempo acaba todas las
    cosas.

    Las cortes de la muerte Auto sacramental

    PERSONAS:

    LA MUERTE, vestida de esqueleto, con guadaña en
    la mano.

    EL PECADO, vestido de reina, coronada, mascarilla negra,
    que encubra media cara.

    LA LOCURA, vestida de botarga, moharracho.

    EL TIEMPO, vestido de caballero, de punta en blanco, y
    espada y sombrero con pluma.

    EL HOMBRE, vestido de emperador, con manto, corona y
    cetro.

    EL NIÑO Dios, vestido de pastorcico.

    EL ÁNGEL DE LA GUARDA, con grandes y pintadas
    alas.

    EL DIABLO, vestido de fuego, cuernos en la cabeza y gran
    rabo.

    LA ENVIDIA, vestida de villano
    rústico.

    EL DIOS QUE LLAMAN CUPIDO, vestido de punto color de
    carne, sin venda en los ojos, con su arco, carcaj y saetas. Salen
    con sus trajes referidos el TIEMPO, el PECADO, el dios CUPIDO y
    la MUERTE.

    PECADO. Por aquí pienso que van. MUERTE.Cuanto en
    el mundo camina, Pecado, a mí ya se inclina.

    TIEMPO.Y cuantos viviendo están pasan por
    mí, y yo por todo.

    MUERTE.Tiempo, que corriendo vas, detente, mas no
    podrás hallar de pararte el modo.

    PECADO. ¿Pues sosiega la inquietud?
    TIEMPO.¿Adónde el Hombre quedó? MUERTE.En la
    locura paró del mundo su juventud.

    TIEMPO. Muerte, que estás dividida en lo temporal
    y eterna. y desde la infancia tierna vas acechando la vida;
    mientras que llega a pasar el Hombre por este valle de
    lágrimas, y ahora hablalle nos da la ocasión lugar,
    referiros será bien los pasos en que me fundo, y doy como
    Tiempo al mundo y sus historias también.

    PECADO. Aquí tienes dos testigos de lo que por
    él pasó desde que Dios le crió. MUERTE.Y tu,
    mayores amigos. PECADO.Yo primero que la Muerte vi el mundo en el
    Paraíso, cuando ser como Dios quiso el Hombre.

    MUERTE. Pecado, advierte que yo por la Envidia
    entré en el mundo, en que no había Muerte; que mi
    monarquía después de los años fue del justo
    Abel y Caín; que las vidas no eran mías entonces, y
    aquellos días tuve principio en su fin.

    TIEMPO. Pues oídme a mí, que soy desde el
    edificio hermoso del mundo, y con presuroso vuelo por los
    años voy. En seis naturales días crió el
    mundo el Rey del cielo, por cuyo número algunos dan seis
    mil años al tiempo. Entre cuatro ilustres ríos, de
    aquel oscuro silencio sacó un jardín, cuyas flores,
    estrellas terrestres fueron. Crió a Adán,
    fabricó a Eva del mismo, y los dos vivieron por mano de
    Dios casados, venturoso amor sin celos De los dos primeros padres
    del mundo ¡oh, Muerte! Nacieron Caín y Abel, que a
    las manos de la fiera Envidia muerto, en voz convirtió la
    sangre, dando en el cielo los ecos

    (¡tan antiguo es en el mundo ser envidiados los
    buenos!).

    Descendió de Seth, Enoch, de Noé los tres
    que dieron principio, Cham, Sem, Japhet, al renovado universo.
    Castigó Dios a los hombres por pecados deshonestos, con
    inundaciones de agua que los montes excedieron; que en menos agua
    no pudo cesar tan infame fuego. Nemroth, biznieto de
    Cham,

    hizo dividir soberbio las lenguas y las naciones.
    Comenzó el asirio remo: hizo el idólatra Nino
    estatua a su padre Belo; fue del trigo autor Osiris, como
    Noé del sarmiento. Pasaron hasta Abraham desde el diluvio
    trescientos y sesenta y siete años, aunque del día
    primero del mundo dos mil y veinte: cuando su Artífice
    eterno prometió la bendición de las gentes,
    procediendo la generación humana de su santísimo
    Verbo, de Isaac, figura de Cristo, naciendo en la tierra en
    tiempo de una soberana Virgen, como sin tiempo en el cielo.
    Engendró Jacob doce hijos, pasó a Egipto, y de
    él salieron seiscientos mil y más hombres,
    prodigioso y raro aumento, de sesenta que Jacob llevó a
    Egipto, hijos y nietos. Éstos por la seca arena pasaron el
    mar Bermejo; que las procelosas ondas muros de cristal se
    hicieron: y entre Elim y Sinaí cuarenta años
    anduvieron, suspirando por Egipto; ¡tal puede el trato en
    los necios! Fue el maná divino enigma del que ha de bajar
    del cielo; que Pan Angélico llama el Rey Profeta en sus
    versos. Curólos siempre Moisés; adoraron el
    becerro, con otras graves ofensas, por donde no merecieron ver la
    tierra prometida: que sólo de todos ellos el
    capitán Josué pasó el Jordán,
    Moisés muerto. Sucedieron los jueces desde Othoniel
    primero a Sansón, Elí y Samuel, y a petición
    de su pueblo reinó Saúl, y David cuarenta
    años tuvo el cetro; ésos mismos Salomón,
    aquél del famoso templo, depositó del
    maná…

    PECADO.Párate si puedes, Tiempo; que viene el
    Hombre a quien hoy robar y prender tenemos. TIEMPO.En este tiempo
    está el mundo, pero siempre voy corriendo. Salen ahora el
    HOMBRE y el ÁNGEL. HOMBRE.¡Gran desengaño!
    ÁNGEL. Notable. HOMBRE. ¿Qué podía
    dar el viento sino lo mismo? ÁNGEL. Es verdad. HOMBRE.
    ¡Oh, qué arrepentido vengo! ÁNGEL. Pues,
    Hombre, si fuiste loco, no seas necio; como un necio es terrible
    de sufrir. HOMBRE.Bien dices, del mal lo menos. Ya la locura del
    mundo me ha cansado y la aborrezco, porque me entregó al
    olvido, y no hay peligro más cierto que el olvidarse de
    Dios. ÁNGEL. No te serán mal ejemplo las
    lágrimas deste valle. HOMBRE. ¡Qué solitario,
    qué espeso de cuidados y dolores! Llegan ahora los cuatro,
    encarándose con el HOMBRE. MUERTE. Téngase todo
    hombre. HOMBRE. ¡Ay cielos! ÁNGEL. Como aquél
    de Jericó, en ladrones dado habemos. HOMBRE. ¿Pues
    a un pobre peregrino?… TIEMPO. Ea, desnúdese luego.
    HOMBRE. Señores, ya me quitaron, quebrando el primer
    precepto, de la inocencia el vestido; pobre y desterrado vengo.
    Perdí la justicia y gracia, pues yo, ¿qué
    dinero llevo, aventurero en el mundo? ÁNGEL.
    Señores, ya que salieron a robar a un peregrino, con
    piedad pueden hacerlo: ¿quién son? PECADO. Yo soy
    el Pecado ÁNGEL. Bien se le ha visto en lo negro de la
    cara; negra sea su vida y sus pensamientos. PECADO. Así
    queda negra una alma que pierde a Dios. ÁNGEL. Yo lo creo;
    que luego toma el color el que es carbón del infierno;
    ¿y él quién es? TIEMPO. El Tiempo soy.
    ÁNGEL. Con eso hace tan mal tiempo. Señor Tiempo,
    así mejore de salud y de sucesos que se vaya poco a poco;
    que se quejan mil mancebos que ayer se acostaron niños y
    hoy se levantaron viejos. TIEMPO. No tengo la culpa yo.
    ÁNGEL. ¿Cómo que no, pues quién?
    TIEMPO. Ellos, que la mitad de la vida duermen, y yo nunca
    duermo. También me abrevian a mí más de lo
    que soy, pues veo que todos se quitan años, pues el
    más cuerdo y modesto niega los que yo le doy.
    ÁNGEL. Mirándole estoy atento

    cómo trae de oro el rostro cuando hay tan poco
    dinero. Mas ya lo entiendo, que como siempre el retablo de
    duelos, aunque encima está dorado, es madera por de
    dentro. ¿Y él quién es?

    MUERTE. Yo soy la Muerte. HOMBRE. Nunca se logren sus
    huesos: ¿por qué viene de repente? Dirá que
    se lo debemos por ahorrar de pesadumbres, de quejas, dolor,
    enfermos, de médicos y boticas. MUERTE. No, sino por
    ejemplo para los que quedan vivos; mas son tan locos y necios,
    que lo que sucede en otros juzgan imposible en ellos.
    ÁNGEL. En verdad, señora Muerte, que andáis
    muy discreta en eso, y preguntádselo a Job: veréis
    que la vida es sueño, y tela que el dueño corta,
    cuando quiere, por el medio. ¿Y ese desnudo quién
    es?

    CUPIDO. Yo soy el Amor. PECADO. Amor es todo
    invención. CUPIDO. No hay en el mundo cuidado que mate
    como el Amor. PECADO. Hasta agora no lo sé. CUPIDO. Pues
    yo, reina, te diré las señas de su rigor. Es Amor
    un accidente sobre lo más natural, porque amar lo que es
    igual se sigue naturalmente. Es una pena agradable y es un
    gustoso dolor, un apacible rigor y un veneno saludable. Es una
    dulce pasión, de los sentidos empleo, donde es tirano el
    deseo y es esclava la razón. Es un campo de batalla que no
    puede resistirse, pues viendo al alma rendirse, el entendimiento
    calla. Es un excesivo exceso hidrópico de hermosura, y una
    engañada locura que piensa que tiene seso. Es un
    desvanecimiento de la dulce fantasía, de la esperanza
    porfía y engaño del sufrimiento, Es un perezoso
    modo de no mudar voluntad, y una loca ceguedad que piensa que lo
    ve todo. Es un ser que no es en sí,

    y de otro recibe acción, y es una
    imaginación que se sustenta de sí. Es un desmayo
    que fuerza, y es una flaqueza fuerte; es fuerte como la muerte, y
    es una muerte sin fuerza. Finalmente, Amor es Dios,

    que sus absolutas leyes saben abatir monarcas, e igualar
    con las abarcas las coronas de los reyes. Por eso, a Amor, los
    primeros pintan desnudo en la fama, pues por regalar su dama se
    quedan todos en cueros. PECADO. ¿Eso es amor? CUPIDO. Esto
    es, pintado en cifra, el Amor. Vanse todos. Mutación del
    teatro en un salón, en el que aparece la MUERTE, Sentada
    en su trono. Van entrando Y tomando asiento, el PECADO, la
    LOCURA, el TIEMPO, el HOMBRE, el ÁNGEL, el DIABLO, la
    ENVIDIA y CUPIDO, levantándose cada uno al
    hablar.

    ÁNGEL. ¡Oh Pecado!¡Oh Tiempo!
    ¡Oh Muerte! ¿Qué nuevas Cortes son
    éstas? MUERTE. Ahora veréis manifiestas las causas
    y triste suerte que al mundo y al Hombre afligen. Ea, el programa
    publiquen, que abierta está la asamblea: 'comience la
    perorata y hable agora la Locura. LOCURA. Soy la Locura del
    mundo, hija de Nemroth me nombro, que quiso escalar el cielo de
    su riqueza ambicioso. Como en un cristal cifrado, en mí
    podéis verlo todo; aquí hallaréis un ruido
    que vuelve los aires sordos,

    porque todo mi palacio es una casa de locos, donde en
    ciego laberinto de confusión, veréis cómo
    aquéllos son locos destos y éstos lo son de los
    otros. Ninguno está en su lugar contento, que ni tesoros,
    oficios, ni dignidades le hacen rico ni dichoso. El casado
    envidia al libre, y éste juzga dulce adorno de la vida, la
    mujer, los hijos feos o hermosos. El soldado al labrador, cuando
    da la tierra a logro

    el trigo, que ha de volverle con réditos al
    Agosto. El labrador, malcontento, envidia al que perezoso hace de
    la noche día, come en plata y bebe en oro. Hay aquí
    mil pretendientes que van siguiendo quejosos, los Ministros, y
    ellos más de papeles y negocios. Aquí
    hallaréis ignorantes, soberbios, vanagloriosos,
    filósofos con el vulgo, mudos con los hombres doctos.
    Gastos en haciendas cortas, en largas, dueños tan cortos,
    que guardan para la muerte, comen aire y viven rotos.
    Mándales Dios que sustenten al pobre, y vuélvenle
    el rostro; que Avaricia y Caridad han hecho eterno divorcio.
    Veréis mozos como viejos, veréis, como viejos,
    mozos, las esperanzas de viento, y los sucesos de plomo. Pero no
    quiero cansaros: la Locura soy, e ignoro cómo los hombres
    no caen en que son ceniza y polvo. Les di aposento en mi casa y
    de regalo y posada, el cuarto de los engaños Vanidad, mi
    mayordomo,

    y Ostentación, mi criado, les adornan sus
    vestidos; la Gula, mi cocinero, les guisa olvidos y lothos:
    eché de casa el Sosiego por viejo y escrupuloso. La
    memoria de la Muerte mandé se fuese a los yermos de la
    Tebaida, y llamé al Sueño, bufón gracioso.
    La novedad, la mentira y las nuevas estén prontos para
    entretenerle siempre al hombre que sea loco, pues quien entre
    locos anda, es fuerza que salga loco. Todo es lisonja y
    engaño, todo es locura y soberbia: a Dios le llaman de
    vos, al hombre llaman Alteza,

    cortesana a la mujer que vive con desvergüenza;
    mocedades a los vicios, a los hurtos diligencia, a la pobreza
    deshonra, y honra al fausto y la riqueza; valiente al que es
    temerario, discreción a la cautela, alegre al que es un
    borracho, morena a la mujer negra; los oficios llaman artes,
    todos los nombres se truecan, sólo a la Muerte no mudan
    porque iguala cuanto encuentra. Loco es y será el
    señor que por haberse empeñado viste y come de
    prestado, pues propio fuera mejor. Loco el príncipe que da
    y no paga lo que debe; loco el que a mandar se atreve cuando en
    otra casa está. Loco es el que ha consumido su caudal sin
    fundamento; loco el que hace testamento cuando no tiene sentido.
    Loco el que su hacienda emplea donde se puede perder; loco el que
    tiene mujer hermosa, y busca la fea. Loco el que tiene dinero
    sobrado, y lo pasa mal; loco el hijo de oficial que se mete a
    caballero. Loco el que suele perder al juego todo el caudal; loco
    aquél que dice mal de quien se le puede hacer. Loco
    aquél con quien pretenden largas esperanzas vanas, y loco
    el que ha por sanas las mujeres que se venden. Andan ya tantos
    bellacos en el mundo entretenidos, unos de seda embutidos y otros
    metidos en sacos, que no es fácil conocer el hombre
    cuál es virtud, pues siempre está en
    inquietud.

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
    .

    Han hecho ya granjería, según ya nos lo
    refieren, para alcanzar lo que quieren los hombres, la
    hipocresía. MUERTE. Ya que ha hablado la Locura, hable si
    quiere ahora el Malo. DIABLO. Todo el mundo me idolatra y por rey
    y señor jura, quemando inciensos sabeos en aras de plata
    pura. De las víctimas los fuegos la región del aire
    alumbran, y al rojo señor de los humos la cara ofuscan.
    Sólo en el pueblo hebreo algunos justos se excusan de
    rendirme vasallaje con esperanzas confusas del Mesías
    prometido que los profetas anuncian, pero aquéstos son tan
    pocos, que mi cuidado descuidan de que en este triste tiempo sus
    vaticinios se cumplan, porque está el orbe más
    ciego que se ha imaginado nunca. Los diez divinos preceptos
    escritos en piedra dura, no tan sólo no los guarda,
    más culpas nuevas estudia. El santo amor desfallece, el
    apetito se encumbra, la Verdad anda arrastrada, la Mentira rema y
    triunfa; la lisonja en la privanza a la Fe crédito usurpa,
    la maldad camina en coche, la bondad sola y desnuda. La Justicia
    sin balanzas, con más vela que una grulla, pesca con vara
    y anzuelo en lagunas de agua turbia. La Templanza anda sin freno,
    la Fortaleza procura, en vez de mármoles puros, romper de
    plata columnas. La Prudencia sin espejo por no ver blancas las
    rubias hebras, y en vez de culebra en la mano, ave nocturna. La
    tiranía gobierna, manda y veda la Lujuria, la Avaricia es
    adorada,

    idolatrada la Gula, la Soberbia es el monarca que
    gobierna aquesta chusma, hidra de siete cabezas y con juicio
    ninguna.

    MUERTE. Puesto que el Malo ha acabado de hablar, hable
    el Pecado.

    PECADO. No hay en el mundo contento ninguno, pues todo
    cuanto miro y toco, hallo un encanto, un prodigio y un portento.
    Todo es sombras y apariencias, todo sueños y visiones,
    todo antojos e ilusiones, todo horrores y violencias. Dicen que
    la variedad de aqueste mundo abreviado, que así es
    razón que se nombre, puede divertir al hombre más
    triste y desconsolado: pues fuera de las grandezas que en su
    esfera se contienen, de gustos que van y vienen, de tesoros y
    riquezas, jardines, plantas y flores, fuentes, animales, aves,
    coches, carrozas y naves, vicios, deleites y olores, verás
    que baja esperanzas y que otras sube a la luna, porque al son de
    la fortuna por puntos hace mudanzas. Verás que en sus
    altas cumbres hay muchas cosas molestas y que a veces hace
    fiestas de las mismas pesadumbres. Verás cómo van
    siguiendo sólo a los que pueden más, y cómo
    dejan atrás a los que vienen cayendo. Verás
    engordar los ricos con sangre de los menores, y que los peces
    mayores quieren comerse a los chicos. Verás los necios
    premiados, sin premio los entendidos, los menguados aplaudidos y
    los doctos retirados. Verás vecinos que, apenas, aunque su
    casa se abrasa, ven lo que pasa en su casa y murmuran las ajenas.
    Verás a los usureros dar mohatras a porfía y
    confesar cada día sin dejar de ser mohatreros.
    Verás casadas muy bellas, pero siempre entre compadres, y
    doncellas que son madres y se casan por doncellas. Verás
    mentiras, patrañas, ignorancias, falsedades, traiciones,
    enemistades, rencillas, odios, cizañas, cuentos, chismes,
    disensiones, cautelas, provechos, daños, logros, mohatras,
    engaños, juramentos, maldiciones; bandos, encuentros,
    pendencias, injusticias, desafueros, penas, azares, agüeros,
    y en fin, tantas diferencias en el uno y otro estado,
    según lo que persuaden, que por lo vario te agraden ya que
    no por lo ajustado.

    MUERTE. Ahora hable el Ángel.

    ÁNGEL. Las cuatro postrimerías son
    aquellas que llamamos Muerte, Juicio, Infierno y Gloria (ten,
    cristiano, en tu memoria), desde que al mundo llegamos. En todas
    nuestras acciones nos dice por esto el sabio que dellas nos
    acordemos y en la mente propongamos las cuatro
    postrimerías. La primera causa espanto: y así el
    Filósofo dice que en lo terrible y amargo no hay cosa como
    la Muerte. Y aunque siempre está amagando, porque tiene
    para herir siempre levantando el brazo, cuando vecina se mira sin
    apelación, y cuando quiere desatarse el alma deste
    edificio de barro; cuando está pálido el rostro,
    sin fuerza y flacas las manos, desbaratados los pulsos, el
    cabello enmarañado, hundidos ojos y sienes, seca la lengua
    y los labios, débil la respiración, vigor y aliento
    postrados, perdido el conocimiento y los dientes traspillados; y
    entre mortales congojas se esfuerza y anima en vano el
    corazón que primero tuvo idea, y como amparo del cuerpo,
    muere postrero, y cuando el horror es tanto deste tránsito
    forzoso que aun a Dios no ha perdonado, porque él lo quiso
    temer; no ha consuelo, no hay regalo como la dulce
    memoria

    de aquel divino holocausto, el Sacramento bendito de Pan
    divino y humano, y el haberlo recibido con devoción y con
    llanto. Llega el alma al tribunal de quien Job, que fue dechado
    de virtud y de paciencia, estaba siempre temblando, y quisiera
    estar primero en el Infierno, con tanto que, pasado aquel juicio,
    viese a Dios desenojado; tribunal que a nadie exceptúa,
    como lo dice San Pablo. Segunda postrimería en quien los
    buenos y malos, trémulos, se consideran como las hojas del
    árbol a los enojos del cierzo y a los alientos del austro.
    Si omnipotente y severo es el Juez, ¿qué gusano,
    qué hormiga, qué polvo, o nada, tendrá
    valimiento osado para replicar entonces a las culpas y a los
    cargos, siendo el Juez riguroso y siendo suyo el agravio?
    Aquí en confusión se vieron los ángeles y
    los santos; ¿qué hará el hombre de vil
    tierra, si el cielo se vio manchado? Aquí de un gran
    patriarca oigo la voz preguntando: ¡Ah, Señor! Si es
    flor el hombre producida de los rayos del sol, y queda marchita
    cuando espira en el Ocaso, si es una sombra su vida que
    jamás en un estado permanece, ¿por qué causa
    vuestra poderosa mano entra con él en juicio? Aquí,
    pues, donde esperando está el Alma la sentencia que por
    lustros y por años, por siglos y eternidades, lo que fuere
    decretado se ha de ejecutar, aquí hallé que el
    mayor descargo es el haber recibido este manjar sacrosanto, donde
    con Dios nos unimos en el modo y ser más alto de las
    uniones divinas, la hipostática exceptuando, porque Dios
    no era decente deste novísimo caso. Al tercero, donde
    (¡ay triste!) mis sentidos se turbaron, llegué al
    centro de la tierra, llegué al abismo profano,
    llegué al seno de Moloc, llegué al remo del
    espanto, llegué al Infierno, en que Dios, después
    de cogido el grano, como lo dice Mateo, que mal apaga desmayos,
    da al corazón la memoria (horror da sólo el
    pensarlo, con ser cuanto se imagina un borrón, un punto,
    un rasgo) aquí abrasa y no consume el fuego que
    está elevado, porque atormente y aflija de un modo
    extraordinario. A un intensísimo frío se pasa
    dél a un letargo en que duerme la esperanza y en que
    está despierto el daño. A ocho se reducen todas sus
    penas: frío, gusanos, tinieblas, azotes, fuego,
    confusión, demonios, llantos. Pero los que aquí
    padecen aun más que los mismos diablos son
    apóstatas, herejes, que llaman sacramentarios, simoniacos,
    nicolaítas, nósticos, nestorianos, maniqueos,
    triteítas, adamitas, arrianos, taboritas, saduceos,
    artemios, apolinarios, marcelinos, angelinos, socráticos,
    puritanos, avicenses, rocacenses, y otro seno estaba en blanco
    para husitas, calvinistas, hugonotes, luteranos: todos, porque en
    este Pan eterna vida negaron. Los que este maná no comen
    ni de éste no han gustado, hambre y sed aquí
    padecen. ¡Oh, qué confusión!
    ¡Qué caos! ¡Qué gemidos!
    ¡Qué blasfemias! ¡Qué suspiros tan
    amargos! Donde el tormento mayor es carecer del descanso de ver a
    Dios, mientras Dios vive eternidades de años en
    fábrica de zafir con lunares de topacios; ese
    alcázar donde a Dios dicen siempre: ¡Santo, Santo!
    Los tronos y potestades; ese divino palacio que Dios labró
    para sí, donde bienaventurados espíritus, ya
    gloriosos, están viendo, están amando aquella
    Esencia indivisa, donde los gozos son tantos, que en cada
    atributo suyo glorias inmensas hallaron.

    MUERTE. La Envidia le toca hablar.

    ENVIDIA. Yo tengo vanos antojos y todos son importunos,
    pues para sacar a otro uno, me suelo quebrar los ojos. Y es mi
    gusto tan extraño, que a trueco de dar pesar, sin que me
    pueda importar siempre antepongo mi daño. ÁNGEL. En
    ese infernal veneno no sé qué gustos
    estén.

    ENVIDIA. Que a mí, más que el propio bien,
    me deleita el mal ajeno. ÁNGEL. Condición,
    según la cara, de carcomida langosta.

    ENVIDIA. El trabajo más se agosta, que nunca en
    mudar repara.

    ÁNGEL. El que tienes es eterno, mas dél,
    ¿qué premio has sacado?

    ENVIDIA. No más de haberme vengado, que es
    bastante.

    ÁNGEL. En el infierno no hay tormento más
    robusto que el que a ti mismo te das.

    ENVIDIA. En ver padecer no más consiste todo mi
    gusto.

    ÁNGEL. ¿Y adónde con pecho ruin los
    veloces pasos mudas? ¿Llevas el cordel a Judas, o la
    quijada a Caín? Aunque tu mayor blasón y más
    valerosa prueba, fue dar la manzana a Eva y a su marido
    azadón. LOCURA. Dejemos bachillerías, puesto que en
    Cortes hablamos de la Muerte, en que ahora estamos, que adornan
    hidras y arpías. Así ¡oh, señores! que
    si os place, haré una fiesta que en el Corpus se hace. Yo
    la he de hacer, usando de mis chanzas, los carros, los gigantes y
    las danzas.

    MUERTE. ¿Tú solo? LOCURA. Yo solo. Ea,
    escuchad, que empiezo. Vaya de carros y de representantes,
    mientras otro apercibe los gigantes. ¡Ah, hermano! Apartad
    aquese carro: ¿Con quién hablo? Apartad.
    ¡Hola, portero! A la plaza llevad ese primero: llegad
    esotro. Apártate, muchacho. ¡Ay, que le vuelvas!
    Tente, ¿estás borracho? Apartad esa gente. Yo no
    puedo: llegad más de ese lado: quedo, quedo;
    señores, los sombreros, que me ahogan: bájate,
    moza, no veré persona; estuviérase en casa la
    fregona. No ha de subir. ¿Por qué? Porque no paga.
    Soy soldado. Donosa soldadesca: ¿Quién la bebe,
    galanes? ¡Oh, qué fresca! Empiecen. ¿A
    qué aguardan? De aquí a un rato, sale Roque muy
    rubio y mojigato, diciendo con su flema y melodía; mas de
    que se despeje Vueseoría, que representaremos con trabajo.
    Ea, fuera de aquí, apartad, abajo, no ha de quedar un
    alma. Espere un poco, que soy criado. Aunque lo sea, baje.
    ¿Conóceme usted? Ya sé que es paje: baje, o
    arrojaréle. No rempuje, que ya le bajan. ¡Ay, que me
    machacas! Ya salen a cantar, ojos urracas, Saca la LOCURA una
    guitarrilla, y canta: ¿Por qué el Alma solicitas,
    diablo mecánico y vil? Porque es como el perejil, que se
    come sin pepitas. Se colocala LOCURA una tunicela por la cabeza,
    con cuernos para denotar es el DIABLO, y sigue representando. Los
    músicos se van, y sale airado un diablo por debajo del
    tablado. Yo soy aquél chamuscado que jugando a salta
    tú quedé hecho Belcebú en el suelo
    derrengado, y obstinado de que el Alma vuelva y saque, quiero
    darla un triquitraque. Alma, Alma, tras mí vente que
    fácil se alcanza mente del infierno el badulaque. Ahora se
    aparece una gran nube, y bajando hasta el suelo rechinando, sale
    el Alma, y responde renegando. Quítase ahora la tunicela
    de demonio y pónese otra blanca y una cabellera rubia, y
    representa: Cierto, señor Barrabás, que yo no
    entiendo su ahínco, ya sé que cincuenta y cinco es
    un seis, siete y un as. Y si Caifás juzgando se
    condenó, ¿qué culpa le tengo yo? Y
    aquí da fin, auditorio, el Alma del Purgatorio que del
    Diablo se escapó.

    ENVIDIA. ¡Linda fiesta!

    ÁNGEL. Yo quedo satisfecho.

    ENVIDIA. Tal tenga la salud el que lo ha hecho. LOCURA.
    Éstos han sido versos de repente; que si escribo y estudio
    con cuidado, mucho peor los hago de pensado. Mas
    ¿qué ruido es éste?¡Ah, son los
    gigantes! Vedlos, que ya a la puerta los arriman, y quieren los
    que sustentan la maraña dar a alguna taberna un
    ¡cierra España! Donde echando un polvillo y otro
    todos, de aquellos polvos vengan estos lodos. Salgámoslos
    a ver. Vamos aprisa; de solo imaginarlo me da risa. Vase la
    LOCURA y sale luego en cuclillas haciendo la gigantilla, y canta
    la música: Ésta sí que es fiesta de gusto,
    ésta sí que es fiesta de amor. Desarrimen los
    gigantes

    y con tiento cárguenlos, porque traen los que los
    cargan diferente cargazón. Dancen en orden
    iguales,

    vueltas dando alrededor, y los músicos alegres
    canten este dulce son. Ésta sí que es fiesta de
    gusto,

    esta sí que es fiesta de amor. MUERTE.¡Ah,
    Locura! No hagas más, y ahora el Hombre hable si
    quiere a su saber y sabor.

    HOMBRE.Lo haré así como pudiere (aunque
    con grande dolor) si me prestáis atención. Por la
    puerta de la culpa entró la Muerte en la tierra, que no
    viéramos su cara si ella no abriera la puerta. Era la vida
    hijadalgo, pero perdió su nobleza, que la empadronó
    la culpa y ha quedado por pechera. Es la Muerte ejecutor que a
    nuestra naturaleza cita al nacer, y al morir por remates saca
    prendas. Las edades son los plazos de la ejecutada deuda, cuyos
    días son contados, pues el mayor llega a ochenta. Traba,
    pues, la ejecución sobre bienes que lo sean, porque el
    término es forzoso algún tanto se suspenda. Es la
    Muerte un mirador de donde claro se ojea lo profundo de la culpa
    y lo largo de la pena. Es noche que sigue al día, puesto
    que muchos entiendan ser Josué deste sol salud, contento y
    riqueza. Para un poco, claro día, detente tú, noche
    negra, que en lo largo y en lo corto os juzgo por nave incierta.
    Es Muerte piedra de toque en cuyas rayas nos muestra el vicio su
    falsedad y la virtud su firmeza. Es un estrecho de mar donde la
    vida se anega, la cual nada propiamente, pues nada más
    nada que ella. Arrojalda a buena parte, olas de congojas llenas;
    que ya se que es cuerpo muerto y le habéis de echar a
    tierra. Es la Muerte un claro sol que descubre a la conciencia
    los átomos de la culpa por muy sutiles que sean. Tente,
    sombra de la vida, hasta pasar esta siesta; que los pasos de la
    Muerte al paso que alumbran, queman. Es el sepulcro del hombre
    casa propia solariega, que tan solo es de alquiler la que goza
    por herencia. Casero y no morador es, si bien lo consideras, pues
    cesa el arrendamiento al punto que el dueño llega. Es la
    Muerte para el rico campana que toca a queda, y en
    dándole, quitarán las armas de su moneda. Su escudo
    y armas reales

    hasta aquí pueden traerlas que aunque ellas digan
    Plus Ultra, sepan que miente la letra. Es Muerte reloj de sol,
    cuyas sombras nos enseñan las horas que van pasando y las
    pocas que nos quedan. Es acíbar su memoria que pone al
    pecho la Iglesia para destetar un alma de sus gustos y ternezas.
    Es una espada desnuda que está sobre la cabeza, sin
    más fiador que un cabello ni más lejos que cabe
    ella. Alza los ojos, memoria, pues ves que de un hilo cuelga, y
    es tan laso el de la vida, que por momentos se quiebra. Es la
    Muerte un artillero que a todas edades llega; que están
    cuna y ataúd en igual distancia della. Batiendo
    está las murallas, y como no son de piedra, hace en ellas
    grande estrago cualquier bala de dolencia. Ponte, Tiempo, de por
    medio, sé deste mundo defensa, que peto a prueba de muerte
    no hay monarca que le tenga. ¡Oh, corta y cansada vida,
    qué de males te rodean, qué de enemigos te siguen y
    qué de tiros te asestan! La Muerte viene a tu alcance, mas
    ten al miedo la rienda,

    que ya tienes nueva vida si tú sabes usar della.
    Ya la Muerte espera muerte, nadie sin culpa la tenga; que a manos
    de aquesta vida sabemos que quedó muerta. Por la puerta de
    la gracia entró la vida en la tierra; porque no hay vida
    sin gracia ni muerte sin culpa fea. Alhóndiga y
    armería es la militante Iglesia, donde hay Pan que te
    sustente y armas con que te defiendas. Es este Pan celestial,
    para lo que toca a guerra, peto a prueba de la muerte por ser
    él la vida mesma. Es espada que te adorne, mas
    será, si bien no llegas, espada en mano de loco con que a
    ti mismo te hieras. En lo que toca a manjar es Maná, que
    si le pruebas a todas las cosas sabe porque en Dios todo se
    encierra. Es ración que tiene el alma,

    y es tan rica su prebenda, que a darla menos que a Dios
    no fuera ración entera. Es un alto mirador desde donde la
    Fe ojea lo distante y lo profundo de la eternidad excelsa, es
    pináculo divino donde el mismo Dios te lleva a mostrar lo
    que dará al que adore su presencia. Es sol entre pardas
    nubes, y aunque sus rayos no veas, en sus efectos divinos
    verás que alumbra y calienta. Es Océano del
    Padre, y tanto en Cáliz se estrecha, que te
    puede en un instante pasar a la vida eterna. Es una piedra de
    toque adonde ser Judas muestra falso doblón
    de a dos caras, y Tomé tomé de cuenta. Son sus
    blancos accidentes sepulcro donde se encierra el cuerpo de Cristo
    vivo porque le coma la tierra. Es leche dulce y suave que tiene
    al pecho la Iglesia para sustentar un alma que se crió
    para rema. Es reloj que da la una. y son las dos si se cuenta;
    que la persona de Cristo tiene dos naturalezas. Es quinta esencia
    de bienes, pero no es sino primera, que aunque Dios es Uno y
    Trino, es solamente una esencia. Es vida de nuestra vida y es
    alma del alma nuestra, porque vivir sin comer repugna a
    naturaleza. Comed y no moriréis, dijo la antigua Culebra,
    y a decirlo deste pan, fuera infalible sentencia. Y pues es vida
    el manjar, llámese quien no le prueba homicida de
    sí mismo, pues le tiene y le desprecia. Ésta es la
    vida y la muerte, y con ser cosas opuestas las he querido probar
    con unas razones mesmas. En fe que la muerte es vida para un alma
    justa y buena, y la vida amarga muerte para un ingrato que peca.
    Ábrese ahora una apariencia y se ve al Niño Dios,
    vestido de pastorcico, en un trono en manera de juicio, y al lado
    derecho los corderos blancos, y al otro los cabritos negros.
    NIÑO. Corderos blancos y puros, los de mi mano derecha,
    los benditos de mi Padre, venid a la gloria eterna, desde el
    principio del mundo fabricada para vuestra: porque cuando tuve
    hambre me disteis en vuestra mesa de comer, y cuando sed de
    beber, y cuando era huésped, cama, y me cubristeis cuando
    llegué a vuestra puerta desnudo, y estando enfermo fue
    vuestra visita llena de piedad, y porque os vi preso en la
    cárcel con ella. Los corderos blancos se levantan en alto,
    figurando suben a la gloria; y vuelve a los cabritos negros y
    dice:

    Apartad de mí, malditos, los de mi mano
    siniestra, al fuego eterno, a las llamas, a la apercibida pena
    para el ángel pertinaz a quien sigue su soberbia. Con
    hambre, nunca me disteis de comer en vuestra mesa, ni a beber
    teniendo sed, ni me disteis en la vuestra posada, cuando pasaba
    peregrinando por ella. No me cubristeis desnudo y no me visteis
    siquiera una vez, preso y enfermo, y así, mi justicia
    eterna en el monte de mi cielo a eterno fuego os sentencia. Los
    cabritos negros se hunden en el tablado, saliendo llamas de fuego
    con ruido de truenos. Desaparecen todos, quedando solos el
    NIÑO Dios, el ÁNGEL y el HOMBRE. Y canta la
    música: Vela, vela, pecador, que anda el lobo en la
    campaña,

    huye y teme su rigor. Mira que llega a la puerta y con
    deleites convida, la lámpara esté encendida, no la
    halle el Esposo muerta. Entra con muestras de amor y siembra
    entre ellas cizaña, que anda el lobo en la campaña:
    huye y teme su rigor. Cesa la música: pónese el
    HOMBRE de rodillas delante del NIÑO Dios, y dice: HOMBRE.
    Ahora conozco mi engaño y os suplico arrepentido me
    oigáis, Señor, condolido de mi culpa y grave
    daño. Si lo puedo decir, a mi malicia debéis la
    gloria que tendréis triunfando, pues perdonando,
    más que castigando. satisfacéis, Señor,
    vuestra justicia. Si fue morir vuestra mayor delicia, más
    consigue su afecto perdonando, y así me vuelvo a Vos,
    considerando vuestra piedad a mi perdón propicia. Si a
    tanto padecer para valerme no podéis igualar con
    castigarme,

    perdonarme debéis, agradecerme. Perdonadme,
    Señor, para ganarme; que perderéis la gloria con
    perderme que os ha de resultar de perdonarme. Canta la
    música: No quiere, no, el Redentor la muerte del pecador,
    sí que muera arrepentido, pues perdonar al vencido es
    gloria del vencedor. ÁNGEL. Esta parábola
    enseña lo que el Hombre debe a Dios; y que es locura que
    pierda gloria eterna, por no hacer

    por Él cosas tan pequeñas, pues
    haciéndolas tendrá el Cielo, donde le espera
    premio, que es el mismo Dios con su bendición eterna.
    HOMBRE.Y aquí da fin ¡no os asombre! el auto (de
    aquesta suerte) de Las Cortes de la Muerte, con las miserias del
    Hombre.

     

     

    Autor:

    Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo
    S.

    Monografias.com

    Santiago de los Caballeros,

    República Dominicana,

    2014.

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