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El desempleo como falla de la sociedad (página 2)



Partes: 1, 2, 3

Política
fiscal y empleo

La forma en que la política fiscal afecta
al empleo es un tema complejo, por lo que es necesario
sopesar cuidadosamente los efectos de incentivo y desincentivo
que conlleva la intervención del sector público.
Por ejemplo, un sistema de prestaciones por
desempleo bien diseñado no solo brinda una importante
red de protección a la población, sino que,
además, permite a los trabajadores dedicar más
tiempo a la búsqueda del empleo más productivo. Sin
embargo puede al mismo tiempo, prolongar la duración del
desempleo, lo que tendría efectos secundarios sobre el
potencial de producción de la economía, porque los
trabajadores que se encuentran en una situación de
desempleo de larga duración experimentan una
depreciación de su capital humano. Las posibles
desventajas de las prestaciones sociales se observan con
más claridad en sus efectos sobre la oferta de factor
trabajo. Con frecuencia se menciona el pago incondicional o
ilimitado de prestaciones por desempleo como uno de los
principales factores que desincentivan la búsqueda de
empleo. Este tipo de prestaciones puede, asimismo, reducir las
presiones para reformar un mercado de trabajo ineficiente con
altas tasas de paro porque los desempleados disfrutan de esos
beneficios. También los sistemas públicos de
pensiones tienen efectos significativos sobre la oferta de
trabajadores. La escasa penalización de la
jubilación anticipada, o incluso su promoción
activa, han reducido dicha oferta. Por otra parte, la perspectiva
de jubilación anticipada constituye un desincentivo para
que los trabajadores mantengan sus conocimientos profesionales y
participen en un proceso de aprendizaje continuo. Además,
los incentivos a la jubilación anticipada facilitan la
eliminación de mano de obra incluso en circunstancias en
que el despido es muy difícil. Como resultado, las
empresas que necesiten reducir su plantilla la recortarían
en los segmentos de mayor edad, dándose el caso de que
estos trabajadores pueden ser precisamente los que más
experiencia tengan y no los menos productivos. Las
políticas orientadas al mercado de trabajo, si se
diseñan y ponen en práctica adecuadamente, pueden
estimular la oferta y la demanda de factor trabajo y, por
consiguiente, la tasa de ocupación. Los programas de
formación pueden ayudar a mantener y mejorar los
conocimientos profesionales, reduciendo los desajustes entre
oferta y demanda y el deterioro del capital humano entre los
desempleados de larga duración. Otro desafío que se
plantea es la reintegración de los grupos difíciles
de emplear, como los trabajadores poco cualificados, los parados
de larga duración o los trabajadores de más
edad.

Pocos indicadores de coyuntura son objeto de tanta
confusión y malentendidos como la tasa de desempleo
abierto difundido por el Instituto Nacional de Estadística
Geografía e Informática (INEGI).

Al nivel del indicador se le ve con incredulidad por ser
bajo y con frecuencia la crítica lo atribuye a un problema
de definición que culmina en un concepto demasiado
rigorista o inaplicable a la realidad mexicana.

La incredulidad proviene en parte o en mucho porque
implícitamente se asocia al desempleo abierto con el nivel
de vida o grado de desarrollo de las naciones, pero en realidad
el desempleo abierto tiene que ver menos con la riqueza o pobreza
de un país que con la flexibilidad o rigidez de sus
mercados laborales y de una correlación de fuerzas, al
interior mismo de la Población Económicamente
Activa, que le quita o le da peso al segmento laboral
organizado.

Más allá de que sea perfectible, la
definición de desempleo abierto entraña una doble
condición que es importante no perder de vista; el
desempleo abierto no sólo habla de una situación,
sino también de un comportamiento (búsqueda de
empleo) que no siempre resulta obvio. Cuando se señala el
ambulantaje en la calle, la situación es palmariamente
visible, pero lo que no se puede dar por sentado o por hecho es
que invariablemente de esas situaciones se desprende la
intención de un comportamiento vinculante con los mercados
de trabajo.

No es pues lo mismo tratar de pensar con imágenes
que analizar con conceptos: es preciso entonces ir de lo
meramente intuido a lo rigurosamente formulado, pasos sin los
cuales el quehacer estadístico es inconcebible. El
propósito de este artículo no es otro que subrayar
cuál es el sentido de la definición del desempleo
abierto, su qué y para qué; cómo es un
invaluable hilo conductor para comprender las condiciones y
funcionamiento de los mercados de trabajo. También se
subrayan algunos componentes del desempleo abierto que permiten
analizarlo mejor a través de la estadística, junto
con las características de los grupos de población
a los que involucra este fenómeno.

En medio de todos estos mensajes, hay una idea central
que se le transmite al lector: el concepto de desempleo abierto
no pretende ser la medida del déficit de oportunidades de
una sociedad, sino recoger un comportamiento específico
frente a dicho déficit.

Es la estructura misma de esa sociedad la que determina
qué tan generalizado o no es tal comportamiento. En
aquellas sociedades en proceso de desarrollo no es infrecuente
que, el desempleo abierto, recoja el comportamiento del sector
predominantemente moderno frente a ese déficit; de
ahí que ciertamente se imponga explorar las
manifestaciones de otros grupos y sectores cuyas estrategias de
supervivencia proceden por otras vías.

Por lo anterior, este artículo dedica su parte
final a las tasas o indicadores complementarios al desempleo
abierto, realizando una exposición de su esquema
conceptual, señalando su razón de ser y
clasificándolas en familias.

Es así como se entrega esta guía de
lectura del desempleo abierto, no con la intención de
decir la última palabra al respecto, sino con la idea de
llevar la polémica a un plano más allá de
discusiones bizantinas que todo lo reducen a cuestiones
terminológicas.

Empecemos, pues, enunciando cómo se mide la
fuerza laboral de un país.

Medir la fuerza laboral a través de encuestas en
hogares

Como se sabe, la contabilización del
número de habitantes de un país se realiza a
través de un censo o de un conteo de población y
vivienda, en tanto que el seguimiento en el mediano y corto plazo
de los cambios que presenta dicha población y de las
situaciones específicas que le afectan, se realiza a
partir de encuestas en hogares.

En México se tiene una plataforma censal renovada
quinquenalmente –por medio del Conteo de Población y
Vivienda–complementada por un sistema de encuestas con
producción de datos bianual, trimestral y mensual que,
además de posibilitar análisis a mediano y corto
plazo, incorporan la precisión o detalle propio de los
instrumentos de captación más especializados. En
materia de hogares, las dos grandes vertientes temáticas
en México corresponden a las encuestas de ingreso-gasto y
a la de empleo.

Al abordar la temática de empleo por medio de
encuestas, México, al igual que muchos países,
cumple con las recomendaciones de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT), mismas que dejan en claro que la
medición del fenómeno ocupacional no debe
restringirse a las estadísticas de la seguridad social, ya
que ésta no tiene –aun en los países
desarrollados– una cobertura completa o exhaustiva de dicho
fenómeno.

Dado que la captación del empleo no puede
limitarse a los registros administrativos, resulta preciso acudir
a los hogares y captar, por entrevista directa, cuál es la
situación que prevalece en ellos, en términos
ocupacionales, y qué características guardan a ese
respecto.

En nuestro país, el INEGI levanta, de manera
continua, a lo largo de todo el año la Encuesta Nacional
de Empleo Urbano (ENEU), que genera datos mensuales y
trimestrales.

También, se levanta la Encuesta Nacional de
Empleo (ENE), que es representativa tanto de áreas de
más de 100 mil habitantes como de áreas de menos de
100 mil habitantes.

Hasta antes de 1995, la ENE se levantaba bianualmente y
después de dicho año, de forma anual.

A grandes rasgos, la información que captan las
encuestas de empleo permiten:

• Conocer las características
sociodemográficas de la población (edad, sexo,
estado civil, escolaridad, etc.) y su relación con otras
variables, como: condiciones de actividad e
inactividad.

• Captar y producir información sobre los
niveles de empleo y desempleo de la población de 12
años y más.

• Identificar las características de la
población ocupada en relación con la rama de
actividad, ocupación principal y posición en el
trabajo.

• Conocer las características ocupacionales
de la población, en relación con la rama de
actividad del último trabajo que tuvieron las personas e
identificar los motivos por los cuáles dejaron dicho
trabajo.

• Dar cuenta de la heterogeneidad del mercado de
trabajo, determinando características de los
establecimientos (sector de propiedad, rama de actividad,
disponibilidad de local, etc.) en los que se insertan los
ocupados.

• Profundizar en las condiciones de trabajo (horas,
formas de pago, ingresos y prestaciones laborales) de los
ocupados.

• Ofrecer información sobre las personas que
tienen más de un trabajo y, también, sobre las que
buscan otro trabajo, independientemente de que ya estén
ocupados.

Los economista sostienen que en Estados Unidos, el 75%
de los puestos de trabajo cuya oferta está creciendo
más rápidamente requieren trabajadores y empleados
con elevadas cualificaciones (college degree, more than high
school diploma) de las cuales supuestamente existe gran escasez.
Tales economistas citan también el caso de que,
según estimaciones del Ministerio de Trabajo de EEUU, de
las 30 ocupaciones que crecerán más, 22
requerirán elevadas cualificaciones durante el
período 2006- 2016. Y el gran problema
–añaden estos economistas- es que la gran
mayoría de ciudadanos estadounidenses no tienen estas
cualificaciones y de ahí que exista un elevado desempleo a
la vez que haya una oferta de puestos de trabajo que quedan sin
cubrir.

Parecería pues que hay un desequilibrio entre
oferta y demanda en el mercado laboral. De ahí se deriva
que la solución sea aumentar el número de
trabajadores con un elevado nivel de cualificaciones en la
población. Es la llamada a adaptarse a la Sociedad del
Conocimiento que supuestamente caracteriza a nuestras sociedades.
Tal llamada ha sido una constante desde el tratado de Lisboa del
2000, firmado por los dirigentes de la Unión Europea (UE),
estableciendo la estrategia de desarrollar la Sociedad del
Conocimiento como manera de resolver el desempleo (y a la vez,
aumentar la competitividad).

"La sociedad del conocimiento"

El problema de esta explicación es que ignora o
desconoce que, aunque es cierto que los sectores más
crecientes en la producción de empleo sean los que
requieren elevadas cualificaciones, estos sectores representan
sólo un 3% de todos los puestos de trabajo existentes en
EEUU. Tales economistas, entusiastas de la Sociedad del
Conocimiento, parecen desconocer que para calcular el potencial
de crecimiento de puestos de trabajo de un sector hay que mirar
el número absoluto de puestos de trabajo que se
crearán y no sólo la tasa de crecimiento de aquel
sector. En realidad, y según las mismas cifras del
Ministerio de Trabajo, de los 30 sectores que producen un
número mayor puestos de trabajo, 21 de ellos no requieren
cualificaciones elevadas, sino formación profesional de
tipo medio y bajo. Un 25% de todos los puestos de trabajo en 2016
estarán en estos 21 sectores que incluyen comercio,
procesos de producción y distribución alimentaria,
servicios domésticos y de atención a personas
discapacitadas, y servicios domiciliarios. Según los
cálculos del mismo Ministerio de Trabajo, 62% de todos los
puestos de trabajo en 2016 no requerirían elevadas
cualificaciones, sino formación media y baja ("with only
high school").

Otro dato que se cuestiona es que faltan profesionales
de alta cualificación es que, si bien es cierto que el
número de puestos de trabajo creados en estas ocupaciones
ha crecido muy rápidamente, el hecho es que el
número de profesionales de elevada cualificación
que están trabajando a tiempo parcial, pese a que les
gustaría trabajar a tiempo completo, ha aumentado
considerablemente. El subempleo ("underemployment") en estos
sectores de alta cualificación es considerable lo cual
pone en duda que exista una escasez de personal cualificado. Es
más, entre los sectores que están creciendo muy
marcadamente en números absolutos –servicios
sanitarios y educación– el desempleo es también
acentuado, habiendo también aumentado especialmente desde
que se inició la crisis en 2007.

El "Mismatch" no
es el mayor problema o la mayor causa del elevado
desempleo

No parece, pues, que el desequilibrio o Mismatch entre
oferta y demanda de puestos de trabajo sea la mayor causa de
desempleo. Ello no implica, sin embargo, que no haya un Mismatch,
que debiera corregirse entre oferta de puestos de trabajo y
cualificaciones de los trabajadores. Este Mismatch que existe en
el desequilibrio entre el sistema educativo y el mercado laboral,
es muy marcado en gran parte del mundo, donde, consecuencia del
enorme poder de clase (del 20% de renta superior del país)
existe una sobreabundancia de licenciados universitarios (los
hijos de este 20% están concentrados en la
población estudiantil universitaria) con escaso desarrollo
de la formación media y profesional.

Pero ninguno de estos desequilibrios puede explicar el
elevado desempleo, que se basa en la escasa producción de
puestos de trabajo. Ahí está el problema grave,
problema que se acentúa cada vez más en cada salida
de la recesión. Cada nueva recuperación
económica produce menos nuevos puestos de trabajos. Y ello
ocurre incluso en los sectores que producen más puestos de
trabajo como sanidad y educación.

¿Por qué se produce tan poco
empleo?

Una respuesta es que esta recesión que estamos
experimentando es mucho peor que las anteriores. Y ello es
cierto. Pero no es suficiente. La raíz del problema
está en lo que ha ido ocurriendo en la distribución
de las rentas en los mayores países de la OECD
consecuencia de las políticas neoliberales generalizadas
en el período 1980-2010.

En realidad, incluso hoy, el gran mundo empresarial no
tiene escasez de dinero. En EEUU, a mediados del año 2010,
los beneficios empresariales eran el 60% superior a los que
habían tenido en 2008, e igual a los que tenían en
2006, cuando alcanzaron el nivel más alto en el ciclo
anterior. En aquel año, las empresas no financieras no
tenían ninguna escasez de metálico. Una
situación distinta era la de las pequeñas empresas
que no tenían tal liquidez. Pero, el hecho de que las
empresas no financieras más importantes de EEUU no
invirtieran y no crearan empleo se debía a que no
había suficiente demanda para los productos o servicios
que producían. Y lo mismo ocurre con las pequeñas
empresas: la falta de demanda de sus productos es la mayor causa
de la escasa producción de empleo. Y esa escasa demanda se
debe al descenso de las rentas del trabajo como porcentaje de la
renta nacional. Intentar resolver este déficit de demanda
estructural (como están proponiendo las instituciones de
la UE) a base de exportaciones (basada en una demanda extranjera)
es absurdo, y todavía más absurdo, en momentos de
recesión global actual.

Problema del desempleo

Ciertamente el desempleo se va a convertir en el
problema esencial del futuro inmediato de México. Ya
aparecen versiones en los medios a propósito de
cuáles deben ser las alternativas para tratar, solamente
tratar, de resolverlo.

Hay, por supuesto, las dos alternativas: la más
temible se produciría por el despido, bajo cualquier
forma, de los trabajadores. Es, en este momento, lo más
notable. La segunda alternativa es la permanente: generar los
empleos para las nuevas generaciones de trabajadores.

Flota en el ambiente la idea de que la solución
tiene que pasar por la famosa flexibilización en la
contratación de empleados. Se dice reiteradamente que
nuestro sistema laboral es demasiado rígido y que no
resulta atractivo para los empresarios lanzarse a la aventura de
contratar trabajadores y con ello enfrentar una multitud de
responsabilidades directas e indirectas. Entre las primeras, la
incertidumbre acerca de lo que puede ocurrir, entre otras cosas,
las cargas económicas por los despidos, si llega el caso.
Entre las segundas, los costos adicionales al salario: seguridad
social, vivienda y cargas fiscales de manera particular. Con el
riesgo para los trabajadores de que sus inversiones forzadas en
las famosas Afore se conviertan en polvo debido a los problemas
financieros del mundo y, a consecuencia de ello, las inversiones
hechas por las Afore hayan perdido en la crisis un monto
más que importante de valor. La quiebra, de hecho, de las
instituciones de la seguridad social, públicas y privadas,
puede ser una consecuencia.

En esa flexibilización pueden darse varias
alternativas: la contratación temporal, la
contratación a prueba, la celebración de contratos
ficticios de comisión mercantil o de servicios
profesionales. O las fórmulas de moda de que ya los
patrones no contratan a sus trabajadores, sino que
"supuestamente" los alquilan. El "arrendador", un
sinvergüenza comprobado y seguramente insolvente, le
garantiza al arrendatario, a veces con fianzas, las consecuencias
negativas de la relación, lo que se traduce en el supuesto
derecho del "arrendatario" para separar a los trabajadores del
"arrendador" sin incurrir en responsabilidades. Por lo menos eso
les dicen.

Por ahí corre el rumor de que en la suspirada
reforma de la LFT de la que tanto se ha hablado desde el sexenio
pasado, la temporalidad reinaría sobre la estabilidad en
el empleo acompañada de contratos a prueba de larga
duración.

Ahora, en realidad desde siempre, la LFT permite que el
patrón separe a un trabajador nuevo que en su primer mes
de servicios no cumple con las condiciones de capacidad y
conducta previstas. Claro está que el patrón
deberá probar esas circunstancias o, en su caso, que las
recomendaciones que le presentó el candidato eran falsas.
Esas cargas de la prueba se pretende eliminarlas.

Hubo una experiencia en España que vale la pena
recordar. Me parece que ya en la democracia, pero en crisis
económica, se modificó el texto del estatuto de los
trabajadores para que los empleados pudieran ser contratados por
periodos de seis meses. Durante el término mencionado, el
trabajador gozaba de estabilidad, pero al concluir el
patrón podría separarlo sin responsabilidad alguna.
De conservarse la relación, se podía prorrogar por
otros seis meses y hasta un total de tres años, siempre
con la alternativa del despido sin causa. A los tres años,
si continuaba la relación, nacía el derecho a la
estabilidad en el empleo.

El resultado fue desastroso. El trabajador no
asumía el espíritu de ser parte de la empresa.
Ésta no se ocupaba de capacitarlos por que implicaba un
costo no justificado en la temporalidad. Por la falta de
capacitación y de espíritu de equipo se generaron
más accidentes de trabajo. Probablemente el sector
empresarial vivía feliz con la formulita y ejercía
los usos y abusos que permitía. Pero llegó un
momento en que hubo que reformar el estatuto con la
compensación para los patrones de una reducción en
el costo de los despidos.

Hay además, en España, un seguro de
desempleo del que siempre he dudado de su eficacia, pero que por
lo visto amortigua los efectos de la falta de salarios y, a su
vez, la posibilidad del trabajo informal, ajeno a
responsabilidades de seguridad social y fiscales. En alguna
conversación privada en Madrid, en La Moncloa, con Felipe
González, me decía que la informalidad era
más que frecuente, disimulada en los establecimientos que
invocaban otras actividades cuando en realidad constituían
un taller repleto de trabajadores.

El problema sustancial radica en que prescindir del
empleo, bajo la fórmula que sea, de manera
automática implica prescindir del mercado. Si no hay
salarios no habrá compradores. De esa manera, los
empresarios deben entender, y a veces lo entienden, que
aumentando los salarios aumenta la capacidad de venta. Es claro
que el efecto no es directo, pero si se generaliza, beneficia a
todos.

El desempleo es, por supuesto, una enfermedad
endémica de México. Basta considerar que en el IMSS
hay, aproximadamente, 14 millones de afiliados y una par de
millones en el ISSSTE, con un millón más, tal vez,
en las diversas instituciones de seguridad social de los estados.
Un poco audazmente podemos decir que entre empresarios y
profesionales habrá, tal vez, 3 o 4 millones de personas,
lo que en conjunto nos daría 20 o 21 millones de personas
activas en la economía. La población con aptitud de
trabajar debe ser del orden de 10 o 15 millones más
evidentemente desempleados y en el campo difícil de la
economía informal. Sobre una población de 105
millones de habitantes, los porcentajes de desempleo resultan
intolerables. En el futuro inmediato, peores.

La falta de empleo ha sido, por muchos años, el
problema social más grave de México. La carencia de
empleo es una de las expresiones más agudas de la pobreza.
Este fenómeno de escasez de empleo, aunado a las
diferencias salariales de México con Estados Unidos
explica, en gran medida, el fenómeno migratorio de mano de
obra mexicana a ese país. La oleada migratoria, aunque no
puede considerarse un fenómeno nuevo, ha adquirido mayores
proporciones y algunas características diferentes a las de
las anteriores (véase Conapo, 2005).

La Población Económicamente Activa (PEA)
en México representa cerca de 60% de la población
de 14 años y más, y si bien ha disminuido su tasa
de crecimiento medio anual de 3.5 a 1.9% del periodo 1982-1993 al
1994-2010, ésta sigue siendo alta en comparación
con el ritmo de crecimiento del empleo remunerado. En 2004, la
PEA ascendía a 42 millones. El número de empleos
requeridos para cubrir las necesidades del incremento anual de la
oferta laboral era de poco más de un millón cien
mil (Censos Nacionales de Población y Vivienda, Instituto
Nacional de Estadística, Geografía e
Informática, México).

La economía mexicana no ha sido capaz de generar
el número total de empleos formales requeridos en ninguno
de los últimos quince años, para no hablar de la
llamada "década perdida", de los años ochenta. Por
ello, podemos inferir que, sin lugar a dudas, hay un
déficit acumulado de empleo, difícil, sin embargo,
de precisar.

En la década actual la economía mexicana
ha estado lejos de generar entre uno y 1.2 millones de empleos,
que exige el aumento anual de la PEA. Ni siquiera el creciente
flujo migratorio de mexicanos a Estados Unidos ha evitado que la
tasa de desocupación bruta aumentara entre 2000 y 2010. Y
aunque entre 2004 e inicios de 2008 el empleo creció de
manera importante como resultado del incremento del Producto
Interno Bruto (PIB) real, sigue siendo insuficiente para cubrir
rezagos, los cuáles se acentuaron con la reciente crisis
económica. Al mismo tiempo, se presenta una nueva
característica: el empleo formal se parece cada vez
más al informal. La evidencia señala que no
solamente ha crecido el desempleo sino que ha crecido la
población ocupada sin prestaciones sociales, así
como los empleos informales.

En efecto, en la primera década del siglo XXI,
además del incremento de los niveles de desempleo,
creció significativamente la informalidad en la
economía y los ocupados sin protección social. Se
observa, asimismo, un amplio vacío para generar puestos de
trabajo en sectores industriales. En suma, según cifras
oficiales actualmente hay cerca de 1.5 millones de desocupados
más que en 2000. Además, en este mismo periodo la
tasa de presión general (porcentaje que representa la
población desocupada más la ocupada que busca
trabajo, respecto a la población económicamente
activa) creció en al menos 2 veces en 22 de las 32
entidades de la República.

Desocupación abierta

Las cifras de la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (CEPAL), ubican a México
en los últimos años como uno de los que tiene las
tasas de desempleo abierto más bajas entre los
países de América Latina y el Caribe. No obstante,
a diferencia de lo que ha ocurrido en la mayoría de estos
países, que han visto reducir sus tasas de desempleo de
manera importante en la presente década, en México
éstas han mostrado una tendencia creciente. En 2000 la
diferencia entre la tasa promedio en la región y la de
México era de 7 puntos porcentuales, en 2009 fue de 1.5
puntos porcentuales (véase cuadro 1).

Si calculamos el nivel de ocupación de acuerdo
con el promedio que reportan las encuestas en México, el
resultado en miles de personas aparece en la gráfica 1 e
indica que el desempleo abierto afecta actualmente a alrededor de
2.5 millones de personas.

En efecto, como se advierte en el cuadro 2, el
porcentaje de desempleo abierto que en promedio arrojan las
encuestas muestra una tendencia a ubicarse entre 3 y 5% de la
PEA, salvo los periodos de crisis económica en que se
alcanzaron cifras mayores a 5% (1995, 1996 y 2009, véase
gráfica 2).

El que se registre una tasa baja de
desocupación abierta se debe a dos causas: 1) el
denominador, la PEA, no aumenta tanto por la migración de
las comunidades fuera del país y ha habido además
un cambio en la edad mínima (de 12 a 14 años) que
se considera para formar parte de ella; 2) la cobertura del
numerador, todo el que declara realizar al menos una hora de
actividad a la semana se le toma como ocupado en la Encuesta
Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE).

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El porcentaje de desocupación abierta no es un
indicador muy preciso del estado del mercado de trabajo en
México. Hay indicadores de la ENOE que permiten apreciar
mejor esto. En el mismo cuadro 2 se muestra la Tasa de
Ocupación Parcial y Desocupación, que considera en
su cálculo como desocupadas a las personas que no tuvieron
ninguna actividad o que, si la tuvieron no fue más de 15
horas durante la semana de referencia. Del año 2000 a
2010, la población desocupada más la parcialmente
ocupada pasó de 7.2 a 12% de la PEA. Esto significa que en
2010, 5.5 millones de personas estuvieron desempleadas o bien
trabajaron menos de 15 horas a la semana. El desempleo ha
afectado en mayor medida a los jóvenes. El Programa
Nacional de la Juventud (PNJ) 2002-2006 resalta que
históricamente el desempleo ha afectado más a los
jóvenes pues las tasas de desempleo abierto de
éstos duplican y hasta triplican las de los adultos. El
número de jóvenes entre 14 y 29 años de edad
desocupados ha aumentado en los últimos 5 años
cerca de 50% de acuerdo con cifras de la ENOE. En 2010, 1.7
millones de desempleados tenían entre 14 y 29 años
de edad. A este grupo habría que sumar el número de
jóvenes que aún sin trabajar no se encuentran
estudiando (5.8 millones), con lo que contabiliza a 7.5 millones
de jóvenes en ese rango de edad que en 2010 ni estudiaron
ni desempeñaron alguna actividad económica,
representando 16% de la PEA.

Como ilustra la gráfica 3, las tasas de desempleo
más altas en México se encuentran en los niveles
educativos más altos y éstas han aumentado en
años recientes. De igual forma, la distribución de
desocupados según grado de instrucción revela que
son mayoría aquellos con mayores niveles de escolaridad y
que su porcentaje de participación se ha incrementado en
los últimos años.

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Suponiendo que el nivel de instrucción de la mano
de obra refleja su nivel de capacitación, y que sean las
empresas y ramas más dinámicas en la
economía mexicana las que absorben mano de obra más
calificada, resulta extraño que la desocupación
general sea mayor a mayor nivel de capacitación. Ello nos
mostraría que el mercado de trabajo presenta distorsiones
que deben ser cuidadosamente estudiadas para corregirlas con una
política pública específica adecuada. En
particular esta información pone en duda la
explicación convencional –por el lado de la
oferta– que argumenta que la falta de capacitación
es el mayor obstáculo a la generación de
empleos.

Empleo Remunerado

En cualquier caso, la cifra de desocupación
abierta que resulta no refleja cabalmente la gravedad del
problema del empleo en México que implica un
déficit de trabajo de "calidad". Una parte de ese
déficit acumulado determina la corriente anual migratoria
neta a Estados Unidos. Entre 2000 y 2009 el número de
personas nacidas en México radicadas en aquel país
aumentó en cerca de 3.8 millones de personas. Otra parte
alimenta al empleo informal que comprende poco más de la
mitad del empleo remunerado total. Es muy probable que el resto
de la PEA no empleada de bajos recursos constituya una masa de la
que se nutren los grupos dedicados a actividades ilegales de
género variado, aunque de ello no hay información
precisa.

A este déficit de empleo en México, se
suma el desempleo derivado del cierre de empresas y organismos
estatales y de empresas privadas desplazadas por la competencia
externa, que las políticas económicas adoptadas
desde 1983 produjeron por la vía de la liquidación
o recorte de unas y la apertura al comercio de las otras.
Pérdidas de empleos formales que no han sido
suficientemente compensadas por la nueva inversión o por
el aumento de las actividades de exportación. Un indicador
más adecuado de ese rezago es la diferencia o brecha entre
el crecimiento de la PEA y el nivel de empleos remunerados en las
diversas actividades productivas según las Cuentas
Nacionales del país que se aprecia en la gráfica
4.

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De hecho, aunque la PEA ha disminuido su
tasa de crecimiento media anual de 1982 en adelante, el ritmo de
crecimiento del empleo remunerado ha sido inferior (véase
el cuadro 3).

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Es por ello que una de las prioridades de la
política gubernamental ha sido la de generar puestos de
trabajo que compensen tanto la indudable pérdida de
empleos ocasionada por la apertura y las crisis
económicas, como el incremento de la oferta laboral
producto del crecimiento natural de la PEA. Las reformas
económicas de los ochentas parecían apuntar en esa
dirección. No obstante, se dejaba el proceso de ajuste en
manos de las fuerzas del mercado, en este caso el laboral. Se
suponía que siendo México un país
relativamente abundante en mano de obra, una vez abierta su
economía, ésta se especializaría con ventaja
en la producción de bienes intensivos en mano de obra, por
las diferencias salariales y de dotación relativa con
Estados Unidos. Dichos bienes al ser manufacturados,
tendrían un efecto de arrastre importante en la
generación de empleos en las ramas proveedoras locales.
Estas ventajas se manifestarían en una mayor
exportación de bienes intensivos en mano de
obra.

Un factor adicional generador de empleos estimulado por
las reformas fue la instalación de empresas maquiladoras,
ya no restringida a la zona norte del país como
inicialmente en los sesenta y setenta. Dicho factor por su propia
naturaleza no tiene más que un efecto directo en el empleo
y ninguna vinculación con el aparato productivo nacional,
es decir, encadenamientos hacia atrás o hacia delante. Y
su capacidad generadora de empleos asciende a no más de 6%
del total remunerado.

Si bien las exportaciones mexicanas han crecido muy
significativamente, en especial las manufactureras, de 1982 a la
fecha, el empleo total no ha modificado su ritmo de crecimiento
anual y la estructura del empleo total no se ha modificado en
favor de las ramas manufactureras; incluso ha presentado un
ligero descenso. En todo caso las que han tenido mayor
participación relativa son la construcción y el
comercio, actividades vinculadas esencialmente al mercado interno
(véase el cuadro 4).

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La capacidad de arrastre de la exportación
respecto al empleo ha sido muy limitada por dos razones
fundamentales: la ruptura de cadenas productivas resultado de la
apertura y la tendencia natural de la producción hacia
bienes intensivos en insumos o capital, más que en mano de
obra. Los resultados de la aplicación del modelo de
insumo-producto a México muestran que si bien el empleo
total generado por las exportaciones aumenta significativamente a
partir de 1994 su participación en el total del empleo,
como éste no ha crecido mucho (1.7% anual en promedio
entre 1982 y 2004), sólo ha podido absorber los empleos
perdidos en los sectores no exportadores. Se ilustra lo anterior
en el cuadro 5 aunque los datos estimados por la matriz
comprenden sólo hasta 2000.

La industria maquiladora de exportación,
después de cuatro años de expulsión de la
fuerza de trabajo entre 2000 y 2003 y una tímida
recuperación en 2004, incrementó su
generación de empleo a una tasa de 5%, en 2005. No
obstante esta recuperación, en 2005 el empleo de las
maquiladoras se encuentra todavía por debajo del
máximo logrado en 1999.

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Empleo formal e informal

Como indica la revista Newsweek, casi el
dieciséis por ciento de la población rural
estadounidense a duras penas tenga lo necesario para vivir. En el
informe "The Rural Crisis Downunder" (La crisis rural
australiana), Geoffrey Lawrence escribe que en Australia, "los
índices de desempleo, subempleo y pobreza son mucho
más elevados en el campo que en las ciudades". La
inestabilidad económica ha obligado a numerosas familias
—sobre todo a los jóvenes— a emigrar a los
centros urbanos.

La expansión de la informalidad o subempleo es
otro de los problemas que México comparte con la
región Latinoamericana e incluso con otros países
desarrollados y en desarrollo. En el caso de México un
indicador del nivel de informalidad es la diferencia entre el
número del personal remunerado y los inscritos en el
seguro social. Esta diferencia ascendió en 2010 a poco
más de 60% del empleo remunerado (véase
gráfica 5).

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Por su carácter de informal ha sido complejo
definir y por ende medir este tipo de actividades. La OIT, en
conjunto con otros institutos de estadística a nivel
mundial ha conformado el Grupo de Delhi con el objetivo de
unificar criterios a fin de poder contabilizar este tipo de
actividades. Algunos de esos criterios han sido adoptados en las
encuestas mexicanas. De esta forma, las encuestas de empleo en
México indican que entre 1995 y 2010 el número de
personas que participan en el sector informal,1 se estima, con
fluctuaciones, entre 26 y 29% del total de personas ocupadas lo
que se traduce en 2010 en cerca de 13 millones de personas en
todo el país, 44% más que en 1995 (véase el
cuadro 6).

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Recientemente se han incorporado a la ENOE criterios que
permiten medir el número de personas en ocupaciones en
condiciones de informalidad, fuera o dentro del sector informal.
De esta forma, se registran 26.4 millones de personas (60.6% de
la población ocupada) al segundo trimestre de 2010
desempeñando al menos una actividad informal,

  • 1. El término de Sector Informal se
    refiere, a todas las empresas de hogares que se distinguen
    por la carencia tanto de una organización legalmente
    establecida como de una conducción de prácticas
    contables que permitan distinguir los flujos
    económicos y patrimonio del hogar de los del negocio.
    Así, el empleo en el Sector Informal será el
    que está vinculado a esas unidades económicas,
    más allá de cualquier consideración
    sobre condiciones laborales.

12.5 millones de ellas en el sector formal, tal como se
muestra en el cuadro 7. Se estima que el tamaño de la
economía informal en México representa entre 25 y
26% del PIB (UANL, 2001).

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En cuanto a generación de empleo formal, el
mercado de trabajo ha respondido con mucha lentitud a las
reformas y de manera heterogénea en los años
recientes. Como se muestra en el cuadro 8 entre 1995 y 1999 la
generación de empleos formales mostró gran
expansión, 3.5 millones de personas encontraron empleo en
dicho sector, 3.5 veces más que en el informal; incluso el
número de empleos creados fue superior al número de
personas que se incorporaron a la PEA en esos años. Entre
2000 y 2004 se crearon más empleos en la informalidad que
en el sector formal, 1.45 millones contra 1.07 millones. En los
últimos años se han logrado incrementos importantes
en el empleo formal. Entre 2005 y 2009 el número de
empleos creados en el sector formal fue superior en 2.6 veces al
creado en el informal. En estos años el número de
trabajadores asegurados al Instituto Mexicano del Seguro Social
(IMSS) aumentó en poco más de un millón,
aunque puede considerarse un avance esta cifra es inferior a los
2.3 millones de trabajadores adicionales inscritos al IMSS que se
registraron entre 1995 y 1999, de acuerdo con las cifras
oficiales.

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Cabe señalar que buena parte de los nuevos
empleos formales (los inscritos al seguro social) son de
carácter eventual. La tendencia en años recientes
ha sido de un incremento en la participación de los
empleos eventuales y una reducción de los permanentes, en
el total de empleos formales creados. La participación del
empleo permanente inscrito al IMSS se ha reducido de 91% del
total en 2002 a 86% en 2011. Bajo esta perspectiva, de 2005 a
2010 apenas si se crearon 1.1 millones de empleos inscritos al
IMSS, de los cuales, 32% fueron de carácter eventual. A
marzo de 2011, la proporción de empleos eventuales se
encuentra en sus máximos históricos (véase
gráfica 6).

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Los resultados expuestos son de la mayor relevancia y
reflejan una de las más profundas tendencias de la
economía mexicana: su falta de generación de empleo
formal y, en el caso de empleo inscrito al IMSS, su predominancia
como empleo eventual o bajo otros rubros no
permanentes.

Otros datos relevantes del empleo formal permanente
registrado en el seguro social atienden a su estructura. En el
periodo 2000-2005 la manufactura aunque sigue siendo, por mucho,
el principal sector con empleo permanente registrado,
perdió 18.2%. Destaca también un importante aumento
del empleo permanente en Industrias Extractivas y en la
Construcción, mientras que otros los sectores
además de la Manufactura, como son el Agrícola y
los Servicios Sociales y Comunales disminuyeron.

Finalmente, con respecto a la seguridad social debe
señalarse que México, que fue de los pioneros en el
establecimiento del sistema en los años cuarenta, ha visto
disminuir la protección social a lo largo de los
últimos años. De 2005 a 2010 el porcentaje de
trabajadores subordinados y remunerados sin prestaciones ha
crecido de 45 a 46%. De todos los empleos creados en ese periodo
para este grupo de trabajadores, 1.7 millones fueron sin
prestaciones, lo que significa que carecen de servicios
médicos y otros servicios sociales. Actualmente, 13.5
millones de trabajadores subordinados y remunerados carecen de
prestaciones.

Crecimiento y
empleo a largo plazo

En un periodo de largo plazo, 1955 a 2009, se pueden
observar cambios importantes en la relación del
crecimiento del producto y del empleo que nos hablan de la
elasticidad-empleo del producto. Primero de 1955-1970 a 1971-1981
se incrementó la capacidad de la economía mexicana
para crecer con tasas altas de aumento en el empleo remunerado.
De ese periodo se pasó al de 1982-1993, cuando hubo una
coincidencia de tasas bajas de crecimiento del producto y del
empleo. En la siguiente fase que corresponde al periodo de
operación del TLCAN, de 1994 a 2009, se recupera un poco
la tasa de crecimiento del producto pero empeora la del empleo.
México parece estar en la peor de las alternativas ya que
aunque mejora un poco el crecimiento del producto, la tasa de
aumento del empleo decrece (véase gráfica 7). Es
decir el leve aumento del PIB no trae consigo un aumento
equivalente en el empleo, su capacidad de arrastre, por
así llamarla, ha disminuido en esta etapa

Desempleo abierto: un concepto en el contexto del
mercado laboral.

a) El marco normativo

El marco conceptual para las encuestas continuas de
empleo en los hogares lo establecen las conferencias
internacionales de

Estadígrafos del Trabajo (CIET), que convoca la
OIT cada cinco años en su sede (Ginebra,
Suiza).

En particular, en lo que se refiere al desempleo
abierto, la norma internacional que lo define quedó
establecida en la XIII CIET, celebrada en la sede ya
señalada, en 1982.

A continuación se mostrará, primeramente,
donde se ubica el concepto de desempleo abierto y, una vez hecho
esto, cuál es su definición.

b) Ubicación del concepto de desempleo
abierto

La XIII CIET ubica al desempleo abierto como una parte
de la población económicamente activa, es decir, un
desempleado abierto es una parte de la fuerza laboral de un
país: aquella porción que no está siendo
ocupada aunque quiere estarlo.

El esquema 1 nos muestra la ubicación del
desempleo abierto: Al ser el desempleo abierto una parte de la
fuerza laboral del país, su expresión como tasa es
el porcentaje que guarda con respecto a la población
económicamente activa.

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Donde:

TDA = tasa de desempleo abierto.

DA = desempleo abierto.

PEA = población económicamente
activa.

c) Definición de desempleo
abierto

La XIII CIET de la OIT define a un desempleado abierto
como una persona en la que se combina una situación con un
comportamiento.

• Situación. La persona no trabaja, es
decir, no ha laborado ni una hora en términos de la semana
de referencia.

• Comportamiento. La persona está disponible
para trabajar y ha realizado acciones de búsqueda de
empleo.

Como se puede ver en esta definición, el
desempleo no designa simplemente una situación o una
carencia, ya que precisa de un comportamiento definido del
individuo en términos de hacerse presente en un mercado de
trabajo.

En efecto, el comportamiento de búsqueda activa
de trabajo (no su situación) es lo que hace que el
individuo en cuestión forme parte de la oferta en un
mercado laboral.

d) El desempleo como un fenómeno del mercado
laboral

El desempleo es un fenómeno que aparece en los
últimos 200 años de la historia de la
civilización, en contraste con la pobreza, que es un
padecimiento milenario dentro de la escala histórica. El
desempleo resulta ser algo que ha acompañado a esa vasta
transformación que los historiadores denominan como
modernidad. ¿Por qué ha sido así?

Una primera respuesta es que ahí, donde predomina
una economía de autosuficiencia –o una mercantil,
pero de autoempleo– pueden padecerse las peores
estrecheces, pero no ocurre la desocupación.

Esta última, supone que el trabajo mismo se
convierte en una mercancía que se ofrece a quien quiera
utilizarla, del mismo modo que se ofrecen materias primas o
insumos a un productor que requiera de ellos. Así, por un
lado se tiene la oferta de un servicio (trabajo) y la posible
demanda que de él ejerce un empleador. Estos elementos
constituyeron un mercado nuevo que hasta entonces no se
conocía: el mercado laboral.

Cuando ese servicio que se ofrece no encuentra la
demanda correspondiente, sucede entonces el fenómeno que
se conoce como desempleo. No hay pues desempleo si no hay
mercados laborales. No se es desempleado si no se hace un
ofrecimiento activo de ese servicio que le pudiera interesar a un
empleador, es decir, si no se busca esa demanda
específica. Esta idea que pudiera parecer elemental, se
olvida con frecuencia cuando se analizan los indicadores
relativos al desempleo, o cuando se identifica indebidamente este
fenómeno con otro tipo de carencias, haciéndolo
incluso sinónimo de ellas.

La gráfica 1 ilustra cómo es que el
fenómeno del desempleo está necesariamente ligado
al contexto de un mercado laboral.

El eje de las abscisas representa la cantidad de empleo
y el de las ordenadas su precio (salario real); la curva DL
representa, a su vez, la demanda de los insumos laborales por
parte de los empleadores y tiene pendiente negativa porque, a
más salario, menos demanda de dichos insumos; la curva OL
corresponde a la oferta disponible de fuerza laboral por parte de
la población y su pendiente es positiva porque, a
más salario, más disponibilidad habrá para
incorporarse a los mercados de trabajo. Un salario de equilibrio
será aquél donde se intersectan ambas curvas
(coinciden oferta y demanda); un salario de desequilibrio, en
cambio, provoca un desencuentro: mientras menos corresponda a la
realidad del mercado mayor será la brecha existente entre
DL y OL, y si la brecha representa más oferta por parte de
la población que demanda por parte de los empleadores (OL
a la derecha de DL), ello significa desempleo (por el contrario
si DL quedara a la derecha de OL, es decir, si la excediera, se
tendrá escasez laboral).

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Antes de proseguir, es importante subrayar que mientras
no haya un incremento sustantivo, sostenido y generalizado de la
productividad laboral de toda la economía, que provoque un
desplazamiento de la curva DL en dirección a la esquina
superior derecha del gráfico –ya que a mayor
productividad, mayor demanda de insumos laborales por parte de
empleadores–, siempre habrá un dilema (trade-off)
entre favorecer el salario a costa del nivel de empleo, o
favorecer el nivel de empleo a costa del poder adquisitivo del
salario. Sólo ese desplazamiento de la demanda de insumos
laborales en el sentido indicado permite, de manera
simultánea, abatir desempleo e incrementar salarios
reales. No está de más señalar, sin embargo,
que estos desplazamientos de DL, por aumentos de productividad,
pueden ser neutralizados ante un incremento de OL debido a la
dinámica demográfica de la población
(gráficamente: un desplazamiento de OL en dirección
a la esquina inferior derecha) lo que vuelve a restaurar el
dilema o trade-off señalado.

¿Por qué lo anterior es importante para
entender lo que sucede con el desempleo abierto en México?
Por dos razones:

1. La intención de integrarse a mercados de
trabajo, es un comportamiento menos generalizado de lo que se
cree por parte de la población económicamente
activa en nuestro país. Esto es esencial para entender que
no es el criterio de no trabajar ni una hora a la semana
(situación), lo que hace comparativamente bajas las tasas
de desempleo en México.

2. El salario real que aproxima a un equilibrio en el
mercado de trabajo (cantidad ofrecida de trabajo = cantidad
demandada) no es necesariamente ni se supone que sea, el que
garantiza cierto nivel de vida.

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¿Cómo se demuestra que la concurrencia a
los mercados de trabajo no es un comportamiento generalizado de
la población económicamente activa en
México?, construyendo un indicador que tome en cuenta a
los individuos económicamente activos, no importando si
trabajaron o no la semana de referencia ni por cuánto
tiempo, pero que tengan como rasgo común el declararse en
búsqueda de trabajo. En pocas palabras, construyendo una
tasa que ignore la condición situacional (nula
ocupación) y se quede, simplemente, con la de
comportamiento (búsqueda activa o concurrencia a los
mercados de trabajo).

Este indicador menos restrictivo, denominado tasa de
presión general (TPGR), publicado y difundido por el
INEGI, se sitúa, de cualquier forma, por debajo de la tasa
de desempleo abierto del conjunto de las naciones
industrializadas (gráfica 2).

e) Cultura laboral no homogénea

¿Qué significa entonces, que en
México no toda su fuerza laboral en activo acude a los
mercados de trabajo? Significa que, a diferencia de las naciones
desarrolladas, no existe en México una cultura de trabajo
asalariado homogéneamente extendida a lo largo y ancho del
paisaje social; esto aplica no sólo en el ámbito
rural, sino también en el ámbito urbano. A este
respecto las encuestas nacionales de micro negocios (ENAMIN)
muestran dos rasgos interesantes del autoempleo en áreas
urbanas que hablan de su lejanía con respecto a una
cultura asalariada:

1. Una porción importante de auto empleados, en
toda su vida de trabajo, nunca han sido asalariados
(33.0%).

2. Una porción más importante y
mayoritaria, una vez en el autoempleo, no tiene intención
de abandonarlo por un trabajo asalariado (98.5%).

f) ¿Qué implica un salario de
equilibrio?

Un mercado laboral, como cualquier otro mercado, cuando
no se ajusta en términos de precios se ajusta en
términos de cantidades físicas. Si el precio de un
bien o servicio no responde a la baja en su demanda, o al exceso
en su oferta, la cantidad colocada de ese bien o servicio
disminuirá en el mercado.

Cuando los salarios presentan rigideces (porque los
convenios salariales fueron acordados con mucha
antelación, bajo circunstancias muy distintas a las
presentes) o son indexados –es decir, son aumentados de
manera mayor o igual a la inflación sin tomar en cuenta si
ha habido mayor productividad–, los mercados laborales
terminan ajustando, por el lado de las cantidades (despidos), lo
que no pudieron hacer por el lado de los precios.

NO ESTÁ mal trabajar duro para vivir, siempre y
cuando los trabajadores reciban un salario justo. Cierto escritor
bíblico lo expresó así: "He llegado a saber
que no hay nada mejor […] que regocijarse […]
y también que todo hombre coma y realmente beba y vea el
bien por todo su duro trabajo. Es el don de Dios"
(Eclesiastés 3:12, 13).

No obstante, hemos visto que el sistema económico
mundial exige trabajar duro, pero a menudo no paga a los
trabajadores como se merecen. Muchos siguen siendo pobres y
tienen que luchar día a día por sobrevivir. Por
eso, en rarísimas ocasiones tienen ánimos para
"regocijarse" y ver "el bien por todo su duro trabajo".
Si bien el mundo ha alcanzado niveles de riqueza
extraordinarios, es posible que hasta la mitad de la
población mundial no se esté beneficiando de
esa abundancia.

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Los mercados laborales son flexibles cuando los salarios
son los que se ajustan rápidamente ante los cambios en la
oferta o en la demanda; por el contrario, son rígidos
cuando no reaccionan a esos cambios manteniendo un poder
adquisitivo, pero pagando lo anterior con pérdida de
empleo.

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g) Desempleo abierto: medida de un desequilibrio,
no de un rezago Por lo anterior, cabe concluir en primer
término, que el desempleo abierto no es una medida del
rezago social de un país, así como tampoco los
cambios en su tasa significan que necesariamente esté
mejor o peor que antes en términos de ingresos: la tasa de
desempleo abierto lo único que señala es qué
tan lejos o qué tan cerca está una economía
de lograr el equilibrio en su mercado laboral.

Las diferencias entre las bajas tasas de desempleo
abierto de Estados Unidos de América, México y
Bolivia, por un lado, con las elevadas tasas de Argentina,
España y Panamá (gráfica 5), indican que en
un caso los mercados laborales son claramente más
flexibles que en el otro, independientemente de lo que pueda
decirse de los niveles de vida de cada uno de estos
países: ver en el desempleo abierto un indicador de
pobreza o marginación es un error de
interpretación; la pobreza y la marginación,
históricamente, han existido mucho antes que se
constituyeran los mercados de trabajo. El desempleo abierto es un
fenómeno indisociable de estos mercados y sólo
tiene sentido hablar de él en su contexto.

La pobreza y la marginación, ciertamente, hablan
de una carencia de oportunidades, pero el desempleo abierto habla
de un comportamiento específico ante una carencia de
oportunidades; si el individuo no tiene intención de
vincularse a un mercado de trabajo, seguirá siendo un
marginado, mas no un desempleado abierto.

Los grupos sociales que guardan un mínimo de
expectativas participan en los mercados de trabajo; los grupos
que carecen de toda expectativa se apartan de los mercados de
trabajo. No deja de existir, entonces, un abismo entre un
desempleado abierto y un marginado.

h) Desempleo abierto: factores que inciden en su
nivel, y en su variación en el tiempo. Además de la
flexibilidad salarial y de una cultura laboral que no es
homogéneamente participativa en mercados de trabajo, es
importante considerar otros factores económicos,
socio-demográficos e institucionales hasta ahora no
mencionados.

Para abordarlos de una manera ordenada convendría
clasificar a todos estos factores según inciden en el
comportamiento (evolución) o en el nivel mismo del
desempleo. Esta distinción entre comportamiento y nivel
pudiera parecer artificial –todo cambio en un indicador o
en una tasa, supone un nuevo nivel para ese indicador o tasa y
viceversa–, sin embargo, no lo es para el análisis
del fenómeno que nos ocupa. Una nación como
España, que ha experimentado un descenso en sus tasas de
desempleo (de 24.2% en 1994 a 20.8% en 1997) promedia, a pesar de
ello, una tasa de desempleo mucho mayor a la de Brasil, que en el
mismo periodo ha ido en aumento (de 4.2% en 1994 a 5.8% en 1997)
3: se mantienen pues diferencias de nivel, pese a lo que sucede
en cuanto a tendencias.

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Es en este sentido que cabe situar a la variación
en el producto interno bruto (PIB) como un factor
básicamente de comportamiento; sin duda, un crecimiento
del PIB –específicamente uno mayor que el de la
PEA–, se traduce en una tasa de desempleo a la baja, pero
no puede explicar cómo, en el contexto
macroeconómico europeo mucho más estable que el
sudamericano, se tiene una tasa renuente a bajar de los dos
dígitos.

Ahí, donde termina el poder explicativo del
crecimiento económico es donde entran todos los factores
que tienen que ver con la flexibilidad o rigidez de los mercados
de trabajo, tales como el marco institucional y el grado en que
los salarios son sensibles al mercado laboral y la productividad;
de las características de ambos depende que se logre o no
una conexión eficaz entre crecimiento y
ocupación.

La estructura social, por su parte, también
influye en el nivel de las tasas de desempleo, en la medida en
que hace de éste un comportamiento generalizable o no para
toda la población económicamente activa.

Dado lo anterior, es importante no reducir al desempleo
abierto a un fenómeno meramente de ciclo económico
sin pasar por el examen de un mercado específico como el
laboral; tampoco hay que verlo como un fenómeno meramente
de coyuntura, porque en él también operan factores
estructurales que le dan una ubicación en el contexto de
cada sociedad.

Veamos entonces los factores que inciden en el nivel de
la tasa de desempleo que hasta aquí no han sido
considerados para pasar después a los factores

Para profundizar más en los problemas
relacionados con la ausencia de flexibilidad de los mercados de
trabajo que, propiamente, afectan el comportamiento de la tasa en
el tiempo.

Cabe apuntar que el contexto salarial influye en el
nivel de empleo, sobre todo bajo situaciones de estancamiento o
recesión económica: su rigidez puede profundizar el
nivel del desempleo, mientras que la flexibilidad amortigua el
efecto adverso, debido a la caída de la actividad,
permitiendo, en su momento, rápidas recuperaciones, con lo
que también puede influir en el comportamiento de la
tasa.

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En el nivel de las tasas de desempleo abierto
influyen:

• Factores institucionales.

• Factores socio-demográficos.

Factores institucionales. Aquí nos referimos,
básicamente, al marco regulatorio y normativo
diseñado para la protección de la fuerza laboral. A
los factores institucionales cabe clasificarlos en dos
categorías, según cómo afectan a los agentes
económicos: los que afectan el proceder de quienes ofrecen
sus servicios laborales y los que afectan el proceder de quienes
pudieran requerir esos servicios, es decir, los
empleadores.

Entre los primeros destaca la figura del llamado seguro
de desempleo. Esta figura consistente en garantizar un ingreso
corriente a quien ha perdido su empleo, no existe en
México, pero en cambio está presente en todas las
naciones desarrolladas y crea un efecto muy claro en ellas;
mientras se cuenta con dicho respaldo, el comportamiento del
individuo consiste en resistir periodos más largos de nula
ocupación (en virtud de que percibe el ingreso del
seguro), mientras se dedica exclusivamente a buscar empleo bajo
la cobertura de dicho seguro que, según cada
legislación nacional, puede durar de uno a tres
años. Cuando no se dispone de dicho seguro, ante la
negativa de los mercados laborales, una mayor proporción
de individuos se ven obligados a tener un espectro de respuestas
más variado (auto emplearse o tomar trabajos de
carácter eventual, emigrar, etc.), ya que el grado de nula
ocupación debe acortarse al máximo. Así, la
ausencia del seguro de desempleo determina que haya sectores de
la población que no puedan plantearse la disyuntiva de
todo o nada: estar plenamente ocupados o no estarlo en absoluto,
con lo que dicha ausencia abre un continuum de situaciones
posibles entre esas dos posiciones que es, precisamente, lo que
consideran algunos de los indicadores complementarios al
desempleo abierto (ver parte final de este
artículo).

En cuanto a los factores institucionales que inciden en
el comportamiento de los empleadores cabe destacar lo mismo a las
legislaciones laborales, que a los sistemas de seguridad y su
cobertura.

La historia social moderna de Occidente ha atestiguado
cómo la necesidad de proteger a la clase trabajadora de
toda clase de abusos, obligó a la construcción, con
el tiempo, de un marco legal y contractual en el que jugaron un
papel relevante los sindicatos: siendo su preocupación
natural sus agremiados, no quienes no lo son, influyeron en
muchas naciones en la introducción de cláusulas que
contemplan desde prestaciones hasta indemnizaciones y despidos
que, desde la perspectiva del empleador, han incrementado lo
mismo los costos extra salariales del factor trabajo que el
riesgo de contratarlo. En Europa, por ejemplo, una cobertura
mucho más extendida de la seguridad social que en algunos
países en desarrollo impide

evadir esos costos, evasión que le da fluidez al
mercado de trabajo a costa de desprotegerlo, como es el caso de
México (gráfica 6). De ahí que en el viejo
continente, desde la década de 1980, han habido disputas
recurrentes entre gobierno y sindicatos para crear figuras de
excepción dentro del marco normativo, que van desde la
creación del estatuto de trabajador eventual, hasta
disposiciones especiales que estimulen la contratación de
trabajadores inexpertos por vía de un relajamiento en las
obligaciones de las empresas.

Lo anterior, no ilustra otra cosa sino las disyuntivas
(trade-off) que pueden caracterizar a las economías de
mercado en un momento dado: dependiendo de la correlación
de fuerzas a su interior, naciones que aún y cuando
comparten un mismo ambiente macroeconómico –mismo
ritmo de crecimiento e inflación–, e incluso, una
misma dinámica demográfica, pueden responder ante
esta disyuntiva de manera diferente: unas inclinándose por
la protección del trabajador, otras por la
disminución del desempleo. Factores
socio-demográficos.

Un factor socio-demográfico que también
hay que tomar en cuenta al analizar el nivel de las tasas de
desempleo abierto, lo constituye la migración
internacional, en la medida en que ésta, al implicar un
contingente de fuerza laboral que acude a mercados de trabajo en
el extranjero, evita que dicho contingente impacte en el
desempleo abierto del país de origen. Todo parece indicar
que la migración internacional en México parece
haber sido considerable en la segunda mitad Datos, Hechos y
Lugares de la década de 1990. Si se toman los grupos de
edad que en el XII Censo General de Población y Vivienda,
2000, tenían entre 15 y 59 años, resulta que
experimentaron una disminución con respecto a cinco
años atrás (Conteo de Población y Vivienda,
1995) del orden de 4.5 millones de individuos. Si a la cifra
anterior se le deduce el total de muertes acumuladas que captan
los registros administrativos para dichos grupos de edad (poco
más de 700 mil defunciones), aproximadamente de la
reducción de 4.5 millones, 3.8 millones serían por
causa de la emigración.

Regresando al esquema del mercado laboral, lo que
está sucediendo entonces, es que hay ciertos mercados de
trabajo globalizados de facto –entre ellos,
señaladamente, algunos de mano de obra
agropecuaria–, donde la demanda de insumos laborales es
generada por sectores y regiones extraordinariamente vigorosos de
la economía norteamericana, en tanto que la oferta es
aportada por México: estos mercados de trabajo son de los
más dinámicos en su tipo en el mundo y,
ciertamente, ello ayuda a entender –junto con el proceso de
formación de expectativas– el por qué las
tasas de desempleo abierto en zonas rurales resultan menores a
las urbanas en nuestro país. Es claro que no todos los
mercados laborales y sus indicadores asociados son inteligibles
dentro del marco de nuestras fronteras nacionales y que ello,
incluso, impacta algunas regiones de México, generando
escasez de mano de obra: una baja tasa de desempleo refleja este
hecho que no deja de tener un cariz paradójico. La
paradoja se disipa una vez más si se ve en el nivel del
desempleo abierto en México no una medida de su
déficit de oportunidades laborales –factor que
origina la migración–, sino la expresión del
momento que presenta el mercado laboral, cualesquiera que sean
las causas subyacentes que configuran el estado que en dicho
momento manifiestan tanto la oferta como la demanda de
trabajo.

En pocas palabras, cuando una nación es influida
fuertemente por mercados laborales globalizados su tasa de
desempleo debe mirarse más como un efecto o consecuencia
que como un fenómeno causante de otros, dejando de ser una
suerte deus ex machina de todo lo que sucede en el panorama
social.

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Hay que tener en cuenta, de cualquier forma, que a los
registros administrativos les afecta algún margen de no
declaración de defunciones (entierros clandestinos) o de
declaración tardía (gente que se considera
desaparecida más no oficialmente muerta. Ver INEGI.
Estadísticas demográficas – Cuadernos de
población, varios números).

Variación en el tiempo. Hemos visto hasta
aquí los factores que inciden en el nivel de la tasa de
desempleo, veamos ahora uno, en particular, que explica su
fluctuación a lo largo de un periodo como lo es el
crecimiento económico.

Al efectuarse una regresión simple, bajo una
forma doble logarítmica, en la que la variable
independiente es el producto interno bruto trimestral y la
variable dependiente la tasa de desempleo abierto, se obtiene un
coeficiente de determinación de 0.94 para el periodo
1995-2000, estadístico que habla de la estrecha
relación entre el crecimiento económico y la
disminución en el desempleo durante la segunda mitad de la
década, a través de la ecuación que los
relaciona en la siguiente forma:

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En una regresión doble log establece el sentido e
intensidad de la relación entre PIB y tasa de desempleo en
términos de elasticidad, es decir, nos señala que a
un incremento real del 1.0% en el PIB, el valor que presenta la
tasa de desempleo abierto disminuye 4.1 por ciento.

Viéndolo en un ejemplo concreto, la tasa de
desempleo abierto en zonas urbanas pasa en 1998 de 3.2% a 2.5% en
1999 (disminución de 21.9%); habiendo sido el crecimiento
real del PIB entre 1998 y 1999 de 3.8%, dicho crecimiento
económico dio cuenta de una reducción de 15.6% (3.8
x 4.1); los 6.3 puntos porcentuales restantes (21.9 -15.6) se
deben a factores no considerados en la ecuación (vgr.
migración internacional) o a fluctuaciones
aleatorias.

Todo lo anterior no debería de sorprender, sin
embargo, esta misma relación no existe en términos
estadísticos entre 1990 y 1994: el mismo modelo de
regresión arroja un coeficiente de determinación
sumamente bajo (0.22) y una pendiente o coeficiente de
elasticidad de 0.53 –obsérvese que el signo ya no es
negativo, sino positivo–, significando que en la primera
mitad de la década el crecimiento económico de esos
años no contribuía a disminuir la tasa de
desempleo, de hecho, ésta crece en áreas urbanas de
2.8% en 1990 a 3.7% en 1994 (32.0%), periodo en que el PIB se
incrementa, por su parte, en 15.0% a una tasa promedio anual
(media geométrica) de 3.5 por ciento. Que la
relación entre crecimiento de la economía y
disminución de la tasa de desempleo no ocurriera, habla de
un periodo de cambio estructural, causa de la interrupción
de un vínculo que, por lo mismo, no siempre debe darse por
obvio.

Posibles
soluciones

Como en cualquier otro país del mundo,
México enfrenta altas tasas de desempleo como consecuencia
de la actual crisis financiera, a continuación se
presentan una serie de soluciones a este problema y ejemplos de
cómo otros países lo han enfrentado.

1. Políticas que generen incremento en la demanda
agregada

Sin lugar a dudas la principal causa de las actuales
tasas de desempleo es la caída de la demanda agregada de
la economía, para incentivar la demanda se pueden tomar
medidas como reducir las tasas de interés, y aplicar una
política fiscal expansiva, todo lo contrario a lo que el
gobierno Mexicano planea hacer con el actual paquete
fiscal.

2. Subsidios al empleo

Tal y como lo ha hecho el gobierno federal un subsidio
al empleo el cual sea entregado a empresas que no despidan
trabajadores, esta medida aunque no soluciona este problema si
ayuda a reducir el incremento de las pérdidas de
empleos.

3. Políticas de contratación
flexibles

La implementación de políticas de
contratación flexibles, que permitan la
contratación de personal de manera eventual o por jornadas
reducidas. Esta medida puede incrementar a reducir el desempleo
ya que durante épocas de crisis las empresas reducen el
número de contrataciones como consecuencia de los costos
de contratación y despidos.

Al igual que en México, en estos países ha
sido difícil encontrar una solución de fondo, y
reformas como las planteadas en Francia que afectaban a los
jóvenes, sólo encuentran respuestas violentas de
rechazo.

Así que el problema es global y su
solución va a requerir de propuestas creativas y
radicales, ya que no es claro que solamente vía un mayor
crecimiento se lograrán crear los empleos
necesarios.

Además de las propias distorsiones, barreras y
obstáculos que se han generado en la mayoría de los
mercados laborales del mundo, es probable que existan
también importantes cambios estructurales en la
relación producto-hombre que expliquen parte de este
fenómeno, y estos ajustes requieren de tiempo.

El problema del desempleo no sólo se deriva de la
pérdida de importantes recursos humanos que no son
aprovechados productivamente en un país, sino del serio
conflicto que representa para un individuo y su familia la
pérdida de ingreso. En muchos países este problema
se resuelve parcialmente con la implementación de un
seguro de desempleo.

En lo individual esto permite proteger al menos una
parte del ingreso del trabajador, y en el agregado este mecanismo
contribuye como un estabilizador automático que mitiga
ciertos efectos del ciclo económico. Pero hay al menos dos
problemas importantes con este tipo de esquemas: los recursos
fiscales requeridos para mantenerlo, y los incentivos perversos
que producen en ciertos individuos al momento de elegir empleo o
desempleo. Estos son temas de investigación y
discusión en la academia.

Partes: 1, 2, 3
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