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¿Por qué la gente se suicida? La otra versión



  1. Tratar
    de explicar la perspectiva del suicida
  2. ¿Todo suicidario está loco y hay
    que curarlo?
  3. Inclinación a la
    muerte
  4. El
    échec y la náusea de la vida
  5. El
    mensaje suicida: necesidad del otro
  6. El
    suicidario no es un enfermo
  7. Conclusión
  8. Bibliografía

En este escrito se quiere tomar distancia de la
definición clásica de "suicidio", para acercarnos a
la mirada del sujeto. ¿El suicida es un loco y hay que
curarlo? ¿Se puede tener náusea de la vida?
¿El suicidio es una acción egoísta?
Trataremos de dar respuesta a estos interrogantes, mostrando el
otro lado de la muerte voluntaria, para darnos cuenta por
qué algunas personas se suicidan y por qué tal
decisión no los convierte en monstruos, sino sólo
en la muestra de una vida diferente.

Palabras clave: suicidio, locura,
hastío, fracaso, mensaje

In this paper it is intended to take distance from the
classic definition of suicide in order to go towards a look
centered on the subject. Is the person about to commit suicide an
insane person? Does he need a cure? Is it possible to feel sick
of life? Is suicide a selfish action? These anwers are looked for
a long this paper in a attempt to show the other side of
Voluntary death, to understant why some people commit suicide and
how this decision doesn't become them monsters, but it shows
other way to consider life.

Key words: suicide, madness, boredom,
failure, message

Filosofía moral-existencial

Monografias.com

Jean Améry. Imagen tomada
de:

http://fidelchescosmos.wordpress.com/2010/02/11/

die-linke-israel-jean-amery-und-der-ehrbare-antisemitismus/

Trataremos de comprender la situación del suicida
y su deseo de morir, intentando describir desde afuera lo que
posiblemente sucede al interior de su vida, sobre cómo
experimenta el sufrimiento en carne propia, el fracaso total de
la existencia que lo lleva a darse muerte, producto de un
sentimiento de hastío, por el cual, aunque lo intente, no
logra encontrar un sentido para vivir. Para lograr nuestro
propósito, acudiremos especialmente a Jean Améry
(Hanns Chaim Mayer), el cual, en su obra Levantar la mano
sobre uno mismo: Discurso sobre la muerte
voluntaria, 
hace una réplica ante la
concepción tradicional del suicidio, tratando de
acercarnos a lo que podríamos llamar la mirada del
suicida
, a aquella forma diferente de ver el mundo y
comprender la vida y la muerte, una visión que la
mayoría no puede entender. A partir de todo lo anterior
trataremos entonces de responder a una pregunta concreta:
¿por qué la gente se suicida?

Tratar de
explicar la perspectiva del suicida

Améry afirma, en principio, que aquellos que se
suicidan prueban algo: que la vida no es el bien supremo, como
normalmente se cree. Sin embargo, al llevarnos a tal
conclusión, ellos mismos caen en una contradicción
del tipo: "muero, luego soy. O bien: muero, luego la
vida y todos los juicios posibles no son válidos.
O bien. -muero, luego fui, por lo menos en el momento
anterior al salto, necio de mí, lo que no pude ser porque
la realidad me lo negó…" (Améry, 2005:36).
Esta paradoja nos permite acercarnos a la perspectiva del
suicida, al enigma que comprende el porqué de su acto, el
cual se muestra como algo ilógico, como una acción
que va en contra de la lógica de la vida.

Si queremos llegar a entender la realidad del
fenómeno suicida, nos dice Améry, tenemos que
dejarnos envolver por el absurdo y por la contradicción,
pues sólo a través de esos lentes accedemos a la
perspectiva del suicidante (aquel que se da muerte a sí
mismo) y del suicidario (aquel que quiere suicidarse, tanto si lo
desea realmente o si solamente quiere llamar la atención);
ya provistos de esa nueva visión, podemos volver sobre un
acontecimiento fundamental y necesario para comprender este tema:
la muerte. Tanto aquella muerte de la que sabemos que
algún día vendrá, como la muerte voluntaria
son nuestro campo de reflexión. La primera describe una
muerte "natural" hacia la cual nos vamos dirigiendo normalmente
en la medida que envejecemos, en la medida que el cuerpo se va
deteriorando. A esta, aunque sabemos que es inevitable, le
tenemos un inmenso miedo y la evitamos en toda
conversación. Sin embargo sabemos que es la posibilidad
suprema, que está por encima de todas nuestras
posibilidades, aunque sea para eliminarlas. La segunda, se
refiere a una muerte súbita que se considera socialmente
como "antinatural", ya que no se permite que la naturaleza obre
por sí misma, que los procesos biológicos se
cierren y que las funciones corporales cesen, sino que la
persona, por mano propia, decide adelantarse, unos con más
y otros con menos conciencia de lo que hacen, lo cierto es que
aquel salto es producto de un peso insoportable. El suicida pone
en evidencia la composición lógica del sujeto que
no es más que una contradicción: ser/no-ser. Aquel
que se da muerte trae a la fuerza a ese no-ser y por eso cae en
el sinsentido, se convierte en un ser del sinsentido, pero no en
un loco. Hay que sacarnos de la cabeza que todo aquel que se
suicida es un enfermo mental y que es una obligación
curarlo. En palabras de Améry:

Cuando alguien provoca con violencia este no-ser, se
convierte en ser humano del sin-sentido. Del sin-sentido, no de
la locura. Quien da el salto no necesariamente se ha hundido en
la locura, ni siquiera está en todos los casos
"trastornado" o "perturbado". La inclinación a la muerte
voluntaria no es una enfermedad de la que uno haya de ser curado
como de las paperas (Ibíd: 39).

¿Todo
suicidario está loco y hay que curarlo?

Generalmente se cree que cualquier persona que haya
intentado suicidarse o tan sólo haya pensado en la
posibilidad remota de hacerlo, tenga algún tipo de locura,
pues no es correcto (para la sociedad) pensar esas cosas. Es
cierto que muchos suicidantes y suicidarios se han encontrado
vinculados a algún desorden psiquiátrico, pero en
la mayoría de los casos no hay una desconexión
total de la realidad, una pérdida de la conciencia; es
decir, como la persona sabe lo que quiere hacer (suicidarse), la
sociedad cree que necesita ser convencido de que quiere hacer
otra cosa (vivir). La sociedad, entonces, piensa que está
obligada a "curarlo", "ya sea mediante parloteo
psicoterapéutico, mediante electrochoques, o mediante
quimioterapia, y si todo esto no ayuda, encerrándolo de
vez en cuando. Una vez en la torre de los locos resulta
invisible, no molesta; además, está tan bien
vigilado que le será imposible llevar a cabo con
éxito la muerte voluntaria…" (Ibíd:65). Pero
lo que saben los especialistas es sólo lo que ven de
afuera, sólo el suicidario entiende su tragedia, vive su
propio sufrimiento y conoce su verdadera
situación.

Améry no está de acuerdo con esta supuesta
obligación social de "curar" al suicidario; es más,
la considera un delito, ya que cualquier medicación o
tratamiento que se le imponga a la persona, que ya de por
sí es diferente (por la forma en que concibe la vida y la
muerte), en otro aún más diferente: un yo impuesto.
Después del tratamiento psiquiátrico o
psicológico, el suicidario se convierte en el "producto
cuestionable de una intervención externa que le enajena de
sus propios intereses" (Ibíd: 66). No es lo mismo sacar un
apéndice o una muela que combatir la depresión y la
melancolía. Lo primero es algo externo y necesario que
sólo afecta y beneficia al cuerpo, aunque no cambia la
identidad de la persona, pero cuando se impide "un proyecto de
muerte voluntaria, se daña la res cogitans, se le
causa un daño peor que el que pueda jamás causar el
estado anímico más sombrío" (Ibíd).
Que aquel que se cree curado agradezca por la medicación
que le hace ver el mundo de color rosa (que lo hace encajar de
nuevo en la lógica de la vida) no significa nada,
simplemente que ha sido obligado con choques eléctricos o
con sustancias que alteran su funcionamiento neuronal, a decir lo
que la mayoría quiere ¿Cuándo se ha visto a
un torturado que al final no cante?

De acuerdo a lo anterior, nos encontramos en medio de un
conflicto entre el individuo y la sociedad, del cual la segunda
siempre sale vencedora. Sin embargo, aquel que es capaz de
rechazar la ley impuesta por la mayoría, ya que se da
cuenta que es mucho más que un simple individuo que sirve
a la sociedad, y que comprende la diferencia entre la manera en
que se siente y la manera en que los demás creen que se
siente y cómo consideran que debería sentirse; no
negaría que la vida es un valor supremo para esa
mayoría, aunque no lo sea para algunos pocos.
Podríamos preguntarnos, entonces: ¿es obligatorio
vivir? Para Améry, existe una voluntad de vivir
equivalente al instinto de conservación que nos lleva a
mantenernos con vida. Esta voluntad tiene tanta fuerza
que, aunque no encuentra solución al absurdo de la vida,
puede reprimirlo. Los que obedecen tal voluntad,
actúan "según la naturaleza"; pero los que no lo
hacen, son considerados locos y criminales. ¡Hay que vivir!
Pero ¿qué pasa si algunos no quieren?

Inclinación a la
muerte

Cuando intentamos acercarnos a la situación de
aquellos que quieren suicidarse (o que ya lo han hecho),
queriendo comprender por qué lo hacen, nos encontramos con
la teoría de la pulsión de muerte de
Freud, según la cual, existe en el interior de la persona
algo que la mueve en contra de la conservación de la vida
(pulsión de vida) y tiende a la destrucción. Ambas
pulsiones se encuentran siempre en conflicto, aunque en la
mayoría de las personas, la pulsión de vida es la
dominante. Pero si primero analizamos la expresión
"pulsión de muerte", nos damos cuenta que una
pulsión siempre se dirige hacia algo (no al vacío,
sino al ser del sujeto), como si se tratara de un proceso de
lucha interior que va llevando a la persona a una
degradación continua y progresiva de su ser, es decir, que
la vida misma se vaya dirigiendo "naturalmente", en medio de esa
degradación hacia la muerte final, pero allí no
media la elección del sujeto sino la determinación
del subconsciente que lo lleva a actuar. Sin embargo, en el caso
del suicidio derivado de una náusea de la vida se niega la
necesidad de existir. Pero esto está más
relacionado con la experiencia de los años, con el pasado,
con un futuro que se considera incierto y con el proyecto
existencial de la persona que, finalmente, culmina con la
elección consciente de darse muerte, la cual toma a la luz
de los anteriores. Améry propone un concepto alternativo
al de Freud y que puede estar más acorde con la realidad
del suicidario, y este es, la inclinación a la muerte.
Inclinación es bajar la cabeza, inclinarse hacia abajo,
pero también indica declinación hacia otra cosa (a
la vida). La inclinación a la muerte se presenta como una
manera de huir del sufrimiento profundo que tenemos en la vida.
De esta forma, no sólo es una pulsión de muerte la
que nos lleva a actuar involuntariamente en el suicidio, sino
también una inclinación permanente en nuestra
historia personal por la cual sentimos la necesidad de elegir la
muerte. Así, la muerte voluntaria, para Améry, es
mucho más que un simple acto de autoaniquilación,
"es un largo proceso de inclinarse hacia abajo, de acercamiento a
la tierra, una suma de muchas humillaciones que no pueden ser
asumidas por la dignidad y la humanidad del suicidario…"
(Ibíd:82).

El échec y
la náusea de la vida

Améry utiliza el término
échec (fracaso), para describir el fracaso total
que experimenta aquel que quiere suicidarse, una especie de
muerte en vida en la cual la persona se siente desechada por el
mundo. En principio, uno puede vivir en el échec,
sin dignidad, de forma deshonrosa y semi-humana, por eso algunos
piensan que la única forma de terminar con aquella
sensación de desesperanza es la muerte voluntaria. Sin
embargo, no solamente el suicidante y el suicidario sufren de la
experiencia del échec, sino que éste se
encuentra como una amenaza escondida en el fondo de toda vida
humana. La amenaza del échec se hace evidente en
el propio proyecto de vida, en la experiencia personal: se trata
de quedar colgando de una cuerda frágil con peligro de
caer en el abismo y, sin embargo, nadie puede ayudarme, nadie
puede entender completamente tal sentimiento; no puede ser
explicado, sólo puede ser vivido. Cuando el
échec se presenta como una amenaza constante, en
el fracaso, la enfermedad, la bancarrota, el desamor, el miedo;
el suicidio se convierte en una promesa y la muerte natural, en
el échec máximo, dado que, como dice
Sartre: "la muerte nunca es lo que da su sentido a la vida: al
contrario, es lo que le priva por principio de todo significado.
Si debemos morir, nuestra vida no tiene sentido porque sus
problemas no reciben ninguna solución y porque el
significado mismo de los problemas sigue siendo indeterminado"
(Sartre, 1993: 562). La muerte natural nos dice de antemano que
todo nuestro mundo, los proyectos que hemos formado e incluso el
sentido que le hemos dado a nuestra vida se perderán. Por
eso dirá el suicidario que es mejor adelantarse,
enfrentarse al échec último para ser por
lo menos el autor de dicho acto y no esperar pasivamente y por
muchos años, la salida de aquel fracaso que lo
carcome.

El mensaje
suicida: necesidad del otro

Para Améry, aquello que iguala y que unifica
todos los proyectos suicidas, tanto de aquellas personas que
lograron darse muerte como las que fueron "salvadas",
"recuperadas" para la lógica de la vida, no es la simple
llamada de socorro que el suicidio simboliza, sino el mensaje.
Dicho mensaje es enviado incluso justo antes de dar el salto, y a
pesar de que ya hemos renunciado a la vida, todavía nos
preocupamos por el otro. El mensaje suicida es la conexión
con el otro que siempre nos acompaña. Así, "el
suicidante se da la muerte junto con el otro a quien interpela
con su mensaje. Así deja que el mundo se hunda, el mundo
que era, o no, su "representación", el mundo que
poseía" (Améry, 2005:111). Aquel mundo de
significados y relaciones que había construido se
desintegra y pasa a ser sólo una cosa, un recuerdo en la
memoria de otros. Pero muere acompañado de su
destinatario, con él comparte sus motivos, sus tristezas,
agradecimientos, disculpas y el estigma que lleva al cuello y con
el cual salta al vacío. El propio acto suicida se
convierte también en un mensaje, porque ni siquiera el
suicidario, aquel que pensamos que es la persona más
solitaria del mundo, puede renunciar al otro. Se suicida con el
otro.

El suicidario no
es un enfermo

La psicología y la psiquiatría han
menospreciado fenómenos como el échec y el
hastío del mundo, calificándolos como enfermedades,
presuponiendo que las enfermedades son una vergüenza. Sin
embargo, y a pesar de esta posición, cuando una persona
intenta el suicidio, es su propio pasado el que se presenta como
algo maligno. Se suman todos los fracasos de su vida en el
sentimiento del échec y esto le impide seguir
viviendo. Todas las humillaciones y esperanzas
frustradas lo llevan a tener miedo de un futuro incierto en la
no-existencia. Pero, pregunta Améry: ¿Hasta
qué punto está enfermo el melancólico, el
depresivo o el suicidario? A lo cual, él mismo
responderá que los límites de la salud
psíquica, física y de aquello que llamamos
enfermedad, se definen siempre en un tiempo específico en
cada sociedad. Particularmente, la enfermedad mental
debería ser comprendida como un desprendimiento de la
realidad que lleva a la persona a hacer juicios equivocados. En
ese sentido, no podemos considerar enfermos a los suicidas,
simplemente son diferentes, como lo afirma Améry: "El
depresivo o el melancólico para quien "el pasado es
infame, el presente doloroso, el futuro inexistente", tal como
describe su estado el profesional, es un enfermo tan poco enfermo
como el homosexual. Simplemente es diferente"
(Ibíd: 64).

Conclusión

Si tratamos de responder de nuevo a la pregunta:
¿por qué la gente se suicida? Podemos decir primero
por qué posiblemente no lo hacen: no lo hacen porque sean
locos, pues la mayoría sabe cuál es la consecuencia
de su acción, actúan conscientemente. En ese
sentido, no es el inconsciente el que arrastra al suicida hacia
el abismo de forma involuntaria, sino que, en algunas personas,
se trata de una inclinación permanente de su historia
personal que las lleva libremente (unas más consientes que
otras) a elegir la muerte voluntaria, sienten la necesidad de
hacerlo, ya no pueden más. Su dolor supera la voluntad
de vivir
, la cual ya no es capaz de disfrazar, de esconder
el absurdo de su vida. Podemos decir que la gente no se suicida
de forma egoísta, buscando reconocimiento o
exaltación por parte de los demás, pero nunca se
desprende del otro y quiere rescatar ese vínculo hasta el
último momento. De acuerdo a lo anterior, se hace evidente
que el suicida no es un enfermo o un anormal, es sólo la
clara muestra de que la vida y la muerte pueden ser entendidas de
otra manera, los suicidas han descubierto que, para ellos, vivir
o no vivir no es una obligación, sino una elección
personal.

Así, aunque la muerte voluntaria nos parezca
irracional, se presenta como un acto de liberación para el
suicidario, pero que ante todo niega un estado de opresión
que carcome la existencia. Y, aunque toda libertad de algo es
libertad para hacer algo más, en el suicidio podemos
librarnos de algo (del échec y del hastío
de vivir) sin pensar en un "¿para qué?" Esa
liberación que muchos han elegido, es "una
afirmación de dignidad y humanidad dirigida contra el
ciego dominio de la naturaleza"(Ibíd: 130).

Podrá seguir leyendo sobre el tema
en:

http://refucsc.wordpress.com/

http://reflexionesmarginales.com/3.0/cioran-el-suicidio-como-proyecto-de-vida/

Bibliografía

Améry, Jean (2005). Levantar la
mano sobre uno mismo. Discurso sobre la muerte voluntaria
.
Traducción de Marisa Siguan Boehmer y Eduardo Aznar
Anglés.Valencia: Pre-textos.

______ (2001). Revuelta y
resignación
. Acerca del Envejecer.
Traducción de Marisa Siguan Boehmer y Eduardo Aznar
Anglés.Valencia: Pre-textos.

Gonzáles Rivera, Pilar(2009).
Comentario sobre Levantar la mano sobre uno mismo, de
Jean Améry. Desde el Jardín de Freud
Nº.9, pp. 23-29.

Sartre, Jean Paul (1993). El ser y la
nada
. Traducción de Juan Valmar. Barcelona:
Altaya.

Monografias.com

Jairo Alberto Cardona Reyes: Profesional en
filosofía, docente investigador de la universidad del
Quindío- Colombia. Ponente en diversos congresos
(Colombia, Argentina, México). Algunas ponencias:
Sócrates, fuente del existencialismo; El
suicidio como recuperación de la subjetividad
; De
la futurofobia a la angustia existencial
; Origen social
del suicidio y juicio moral
; La responsabilidad con
nuestros muertos
; Cioran, el suicidio como proyecto de
vida
.

Presentado: 5/10/2014. Aprobado arbitraje:
20/10/2014.

 

Autpr:

Jairo Cardona

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