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¿Una nueva constitución para México?



  1. ¿La actual constitución es
    inviable?
  2. ¿Realmente es necesaria una nueva
    Constitución?
  3. ¿Qué tan fácil es hacer
    una nueva Constitución? ¿Existen bases
    jurídicas para realizarla?
  4. Conclusiones
  5. Bibliografía

La Constitución tiene muchos años, fue
hecha en 1917. Para muchas personas, que carecemos de una
formación jurídica extensa, podría
parecernos todo un misterio y hasta una aberración, como
el máximo sustento jurídico de nuestro país,
tenga casi ya un siglo de creación.

Recuerdo hace poco haber realizado un cuestionamiento
similar en cuanto a la efectividad en la aplicación de un
instrumento jurídico tan antiguo a nuestra realidad. Este
comentario fue objeto de mofa debido a que se argumentó
que la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, con todas las reformas a las cuales se ha sometido, ha
alcanzado el estatus de adecuada al escenario existente en el
país.

Sin embargo, mi cuestionamiento no ha sido
únicamente realizado por una ciudadana común y
corriente, como yo. Pareciera que se ha comenzado a propagar una
nueva tendencia en algunos juristas, académicos,
políticos y hasta en los medios de comunicación.
Todos estos convergen en un mismo punto: la Constitución
vigente ya no está acorde con las necesidades reales del
pueblo mexicano. Simplemente la Constitución no se ajusta
a la realidad.

Estas manifestaciones realizadas en torno a la
obsolescencia de la Constitución van más
allá de seguir reformando la misma. El debate ahora es
sobre la necesidad de una nueva normatividad constitucional para
el país, es decir se plantea la necesidad de una nueva
Carta Magna.

De acuerdo con Barragán (2011) del Instituto de
Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la UNAM,
"México necesita una nueva Carta Magna, acorde a las
exigencias del derecho constitucional moderno y a las
preocupaciones de los mexicanos".

Recientemente, Cuauhtémoc Cárdenas, en una
reunión con los líderes del PRD, llamó a
convocar un Congreso Constituyente con la finalidad de formular
una nueva Constitución. Aun el entonces miembro (2014) del
Partido de la Revolución Democrática, de acuerdo
con la Revista Proceso expresó:

"Queremos una nueva Constitución que actualice y
amplíe los principios de soberanía, libertades y
equidad, pretendemos que regrese la vida institucional con
instituciones útiles y dirigentes confiables,
comprometidos con las causas del país y del
pueblo"

Como mencione, no solo académicos y los
políticos traen este tema a colación, los medios de
comunicación, como lo es el periódico "El
Financiero" le otorga un espacio en su sección de
opinión lo siguiente:

"Reiteradamente se ha planteado la necesidad de una
nueva Constitución Federal para que nuestro país
cuente con la plataforma de un nuevo desarrollo nacional
más democrático, justo e incluyente, ajustado a las
demandas de la sociedad del siglo XXI" (de Maria y
Campos)

Partiendo de estas premisas podemos entonces realizarnos
una serie de cuestionamientos que nos pondrán en
perspectiva sobre la necesidad de crear una nueva
Constitución.

¿La actual constitución es inviable?
¿Realmente es necesaria una nueva Constitución?
¿Qué tan fácil es hacer una nueva
Constitución? ¿Existen bases jurídicas para
realizarla?

Para poder contestarnos estas simples preguntas, es
necesario consultar y confrontar distintos puntos de vista de
abogados expertos en materia. Dicho esto, la intención del
texto es incorporar estos varios puntos de vista de manera
analítica, agrupando los puntos de vista coincidentes y
comparando las contrariedades, tanto que puedan llevarnos
así a una conclusión.

El primer cuestionamiento que debemos contestarnos
corresponde a la viabilidad o inviabilidad de la
Constitución.

¿La actual
constitución es inviable?

De acuerdo con el análisis de Jaime
Cárdenas (2000) existen razones para declarar la
Constitución vigente como inviable, de manera resumida el
aborda estos tres puntos:

  • La longevidad de la Constitución
    actual

  • Las múltiples reformas que ha
    sufrido

  • La incapacidad de enfrentar retos del fin de
    siglo

Cárdenas también clasifica tres grandes
defectos que considera que tiene la actual Constitución,
los cuales se relacionan con los tres puntos mencionados
anteriormente:

  • 1. Derivados de la historia

  • 2. Debilidades Institucionales

  • 3. Deficiencias Políticas

En el apartado "Derivados de la historia", nos menciona
que la Constitución de 1917 le da amplio poder al
Ejecutivo porque fue resultante de una revolución donde se
impusieron las reglas políticas de los vencedores a los
perdedores. Para Cárdenas, si en lugar de esto, hubiera
sido un pacto entre sectores relevantes hubiera arrojado
seguramente una división equilibrada del poder. Es por eso
que concluye que el movimiento armado no dio condiciones
democráticas y mucho menos a un verdadero Estado de
derecho.

Las "Debilidades Institucionales" surgen, porque el
Poder Ejecutivo es fuerte por el poder de veto que tiene y las
facultades relacionadas con la planeación
económica. Menciona a su vez, la debilidad del poder
legislativo al no existir la opción de reelección.
También remarca la irresponsabilidad del Poder Ejecutivo,
dado que sólo puede ser procesado por delitos del orden
común y traición a la patria. Cárdenas
afirma que el presidente podría dejar de cumplir cualquier
artículo constitucional y no sufriría consecuencias
directas por eso.

También remarca la paulatina asunción de
las atribuciones de las órdenes federales en detrimento de
las locales, lo cual aleja a los estados y municipios de gozar de
una verdadera autonomía. Se enfatiza entonces que el
Federalismo mexicano necesita una clara y mejor
distribución de las competencias y que este debe ser de
base municipal. (El ensayo de Jaime Cárdenas fue publicado
en 2011, por lo que aun no era testigo del reciente centralismo
al que han sido sometidos los estados y municipios, sobre todo en
cuanto a temas electorales y de seguridad).

El último rubro de defectos lo llama
"Deficiencias Políticas". Los abusos realizados mediante
múltiples reformas han ocasionado que la
Constitución no goce de legitimidad, por lo tanto no
existe la aceptación como norma suprema. Por lo que las
reglas políticas y sociales se consideran más
importantes. En términos de ciencia política un
régimen democrático se consolida cuando los
principales actores aceptan las reglas del juego establecidas en
la constitución. El lazo psicológico entre la
sociedad y la Constitución es imprescindible.

Carpizo (2000) a su vez en su ensayo, retoma la tesis de
Jaime Cárdenas en cuanto a la necesidad de crear una nueva
Constitución, lo que no quiere decir que él se
encuentre de acuerdo con esta. Solamente pareciera introducirla
para probarnos que la actual Constitución contiene ciertos
aspectos inadecuados. Él hace énfasis en que la
Constitución no fue obra de un consenso político
desde su creación, que ya no goza de legitimidad por los
múltiples abusos de reformas y a su diseño no
democrático, que ya no es normativa porque no regula las
reglas del juego político y social, la Constitución
no cuenta con la lealtad de todos los sectores, entre otros
puntos destacables.

También podemos incluir como una declaratoria de
inviabilidad lo expuesto por González Schmal (2011), que
dice:

"Nuestra Constitución de 1917, ni en su texto
original ni en el actual, ha sido un modelo de técnica
jurídica ni de ordenación coherente."

De igual forma González enfatiza el número
de reformas a la que ha sido sometida. A trescientas reformas en
la última década. En este punto Carbonell (2011)
coincide, remarca y hasta concluye que el gran número de
reformas existentes. Debido a esto la Constitución "se ha
convertido en un cuerpo poco uniforme e incluso contradictorio en
varias de sus partes".

A su vez Carbonell añade la irrelevancia actual
que tiene la Constitución al presentarnos datos de una
encuesta realizada en cuanto al respeto otorgado a la misma. Los
resultados son sorprendentes dado que el 54% de los encuestados
cree que no se respeta la Constitución, un 32% cree que un
poco y solo el 12% que sí se respeta.

Muñoz Ledo también incorpora el
número de reformas como causal de fracaso y le da la
razón a Jaime Cárdenas en lo señalado en las
"Debilidades Institucionales". Las reformas han servido
más como un instrumento de legitimación del Poder
Ejecutivo que de un ordenamiento jurídico observado. Es
decir, para ambos la Constitución ha actuado más en
beneficio del Poder Ejecutivo. Para Muñoz Ledo sí
es necesaria una nueva Constitución porque las reformas
que se han hecho no tuvieron/tienen como base un régimen
realmente democrático. Algo similar a lo referido por
Cárdenas en el apartado referente a "las Deficiencias
Políticas" cuando menciona es necesaria la "existencia de
un régimen democrático que sirva como entramado
constitucional".

Hasta ahora analizamos coincidencias que nos demuestran
que la actual Constitución es ciertamente inviable, si
como inviabilidad establecemos que no es un marco jurídico
congruente, coherente, incapaz de enfrentarse con la nueva
realidad mexicana, que origen fundador no fue una democracia, lo
cual otorga beneficios al Ejecutivo y lo más importante,
que carece de legitimidad por parte del pueblo mexicano,
incluyendo a sus políticos, gobernantes y
ciudadanos.

La pregunta que sigue lógicamente es, si se debe
construir nuevamente una constitución.

¿Realmente
es necesaria una nueva Constitución?

Para Jaime Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo,
la respuesta es sencilla.

Las tendencias gradualistas de cambio democrático
no funcionan para mejorar y adecuar la Constitución a la
realidad. La implementación de nuevas reformas cada que
parezca necesario únicamente nos arrojará una
"constitución longeva, continuamente parchada y
amputada"… [Es necesario un cambio completo para
tener]…una Constitución joven, vigente, cierta,
accesible". (Muñoz Ledo, 2011).

El Doctor Carbonell, se inclina también
más por la opción de una nueva Constitución,
aunque él lo hace de manera más moderada. Para
él es mejor repensar en su conjunto el contenido que
queremos que tenga la Constitución en vez de seguir por la
senda de los pequeños cambios casi semanales con que
nuestros legisladores siguen moldeando sus normas (Carbonell,
2014).

Sin embargo para otros académicos la respuesta no
es tan sencilla, ni siquiera viable.

Jorge Carpizo, detecta únicamente la necesidad de
una nueva constitución cuando existe una ruptura
política y social. De acuerdo con su opinión en
México no se ha apreciado una ruptura político
social. La estructura fundamental de la constitución no ha
sido cuestionada y ha gozado de legitimidad dada por la
Revolución mexicana. A lo que Muñoz Ledo contesta
que en México sí existe una ruptura porque
México no ha sido capaz de lograr una transición
hacia la democracia.

A pesar de estos puntos de vista encontrados, es
importante seguir analizando otros que nos puedan dar objetividad
y sobre todo respuesta a la necesidad o no de cambiar la
Constitución. Por eso me parece adecuado incluir ahora el
punto de vista de Eduardo Andrade, para él, lo que
requerimos es una nueva constitucionalidad no necesariamente una
nueva constitución. Es decir que el problema ha sido el
alejamiento entre el modelo jurídico formal y su
cumplimiento en la práctica. Nos encontramos entonces ante
una insuficiente consolidación del Estado de
Derecho.

La falta de la cultura de legalidad en la que vivimos
como sociedad mexicana, la norma se hizo para romperse, ha
deteriorado la correcta aplicación de la ley. Siendo este
un comportamiento generalizado de quien recibe la norma, no
únicamente de las autoridades. Es decir, lo que no sirve
es la aplicación de la norma, no la norma en sí. No
se trata de reescribir el texto, sino de cumplirlo.

Para lograr una mejor aplicación, de acuerdo con
Andrade, se necesitan consensos políticos, para hacer
posible una renovación de la constitucionalidad y la
calidad, esto siendo mejor que la instalación de un
Congreso Constituyente.

También Carpizo y González Schmal no creen
en la idea de necesitar una nueva Constitución. Los
argumentos de ambos coinciden en que se atribuyen demasiadas
expectativas a las leyes. Consideran que se tiene la falsa idea
de que muchos males son culpa de las malas leyes y al cambiarlas
por unas nuevas y "mejores" leyes, estas automáticamente
cambiarán la realidad y resolverán como por arte de
magia problemas sociales, políticos y hasta
económicos.

"Se le atribuyen a la Constitución muchos de los
males y vicios de la realidad política y social:
¿en qué norma se basó la existencia de un
partido predominante y que el jefe real de éste era y es
el presidente de la República? ¿en qué norma
se basó el fraude electoral? ¿en qué norma
se fundamenta la corrupción que nos corroe?" (Carpizo,
2011)

"Me parece que la propuesta de una nueva
Constitución, en el fondo responde a esa creencia
voluntarista de que las leyes automáticamente modifican la
realidad… La legislomanía –que ha sido
constante en nuestra historia– obedece a la precariedad de
nuestra cultura jurídica: es más fácil
cambiar normas que conductas y actitudes". (González
Schmal, 2011)

Después de haber conocido diferentes argumentos,
ya no podemos estar tan seguros de la necesidad de una nueva
Constitución, pero podemos continuar y tratar contestar a
las preguntas que inicialmente formulamos.

¿Qué tan fácil es hacer
una nueva Constitución? ¿Existen bases
jurídicas para realizarla?

Ya estuvimos analizando, confrontando y tratando de
entender los diversos puntos de vista. Pero es tiempo de que nos
detengamos a revisar, si quiera es viable poder cambiar la
Constitución por una nueva.

De acuerdo con el Artículo 135 solo existen bases
para la Constitución pueda ser adicionada o reformada. No
existe como tal las bases que nos permitan "hacer borrón y
cuenta nueva". Lo que nos queda es seguir reformándola
hasta que logremos cambios estructurales y no solo superficiales
e innecesarios muchas de las veces. Pero entonces, si uno de los
principales problemas es las múltiples reformas que ha
sufrido la Constitución, estamos cayendo en una paradoja.
Y en el caso de que sí quisiéramos cambiarla
completamente, si no hay un procedimiento vigente para elaborar
una nueva constitución, ¿qué se debe
hacer?

Conclusiones

Sería un tanto ingenuo y poco reflexivo de mi
parte, poder emitir una conclusión en cuanto a seguir
adelante con el proceso de reformas o simplemente afirmar que la
mejor ruta de solución sería la de convocar un
Congreso Constituyente que sea capaz de construir una nueva y
mejorada Constitución, lo cual ahora me parece
anticonstitucional porque ni siquiera podemos afirmar que existan
las bases jurídicas para comenzar a pensar en un cambio
total.

Lo que sí me queda claro es existe una
inviabilidad de la actual Constitución, nacida desde sus
orígenes en un entorno antidemocrático, el cual no
podemos afirmar que haya cambiado de manera fáctica, que
no ha logrado adaptarse a una realidad, que ha sido manipulada en
sus múltiples reformas por intereses particulares que no
corresponden siempre a los intereses sociales, que han dejado
incongruente la misma constitución. Que no goza de
legitimidad y que no tiene una correcta aplicación porque
está inmersa en una cultura de la ilegalidad.

Pero también ahora creo, que no todo es culpa del
actual texto constitucional. La aplicación del Estado de
Derecho no depende de lo que está escrito sino de lo que
se cumple. Reitero los comentarios de Andrade, la culpa
también es de quien recibe la norma, no únicamente
de las autoridades. Lo que parece no servir es la
aplicación de la norma, no la norma en sí. No se
trata únicamente de reescribir el texto, sino de
cumplirlo. De nada serviría una nueva Carta Magna, si no
se cumple otra vez.

Sin embargo, tampoco podemos seguir parchando la
Constitución a diestra y siniestra. Sería peor
tener leyes que sean difíciles de aplicar, de entender y
de cumplir, en un contexto de ilegalidad como el que ya existe.
Las reformas deben ser pensadas y repensadas, en caso de que se
decida continuar por este camino.

Por eso me parece adecuada una reciente reflexión
que realizó el Doctor Carbonell (2014) en la revista nexos
hablando de las recientes reformas aprobadas respecto a lo que
deberíamos hacer una vez pasada todas estas
reformas:

"Una vez que se han aprobado muchas de las reformas
estructurales, podría decretarse de facto una
moratoria en materia de cambios constitucionales para que se le
diera a la Constitución un respiro hasta febrero de 2017.
Podríamos aprovechar este periodo de tres años para
estudiar a fondo el texto vigente y sacarle todo el provecho que
puede arrojar, mientras pensamos sobre lo que queremos en
términos constitucionales una vez que lleguemos a esa
fecha."

Puntualizo esto, debido a que es lo que en la realidad
está pasando y no una convocatoria pública a un
Congreso Constituyente por mucho que así lo
quisiéramos.

Aun así, que en la realidad no se esté
promoviendo por los actores políticos una nueva
Constitución, no debemos perder de vista que los dos
caminos, tanto cambiarla como no cambiarla, pero reformarla,
parecen complejos. Los dos caminos necesitan de pactos entre los
distintos actores políticos que difícilmente se
pueden ver en un país como el nuestro. Como Carpizo dice,
"las propuestas de cambios necesitan de una visión general
del Estado mexicano, una gran dosis de pragmatismo y experiencia
política…"

Yéndonos más allá de la necesidad
de pactos y alianzas entre los participantes políticos
para lograr cambios, estos cambios deben ir siempre destinados a
un fin social, por lo que es necesario introducir nuevos
códigos de ética, nuevas formas de gobernar, de
legislar, de ser simplemente. Esto, con la intención de
que todos los cambios y reformas sean por el bien de la
nación y no como en muchos casos hemos visto para
satisfacer motivaciones personales, de enriquecimiento o
simplemente de poder.

Dicho lo anterior, comienzo a entender la urgencia de
muchos a fortalecer el Estado de Derecho, a lo que llaman la
"reforma del Estado". Es decir, el cambio de constitución
parece lejano y las reformas no alcanzan a componer el rumbo del
país. Lo que se necesita es una correcta aplicación
de la misma, un nuevo diseño institucional. Entonces ahora
me quedan más interrogantes que al principio. Si la
solución no radica en la Constitución, entonces
cómo fortalecer el Estado de Derecho. Pero ese es otro
tema digno de un distinto análisis.

Bibliografía

Andrade, Carbonell, Cárdenas,
Carpizo, González, Muñoz. (2000). Hacia una Nueva
Constitucionalidad. México: Instituto de Investigaciones
de Ciencias Jurídicas de la UNAM.

Barragán, J. (2011). Urge a México una
nueva Constitución. Diciembre 05, 2014, de
Ciudadanía Express Sitio web:
http://ciudadania-express.com/2011/02/05/urge-a-mexico-una-nueva-constitucion-jose-barragan/

Carbonell, M. (2014). ¿Por qué no una
nueva Constitución? Diciembre 05, 2014, de Nexos Sitio
web: http://www.nexos.com.mx/?p=18387

De María y Campos, M. (2011). ¿Requiere
México una nueva Constitución Federal? Diciembre
04,2014, de El Financiero Sitio web:
http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/requiere-mexico-una-nueva-constitucion-federal.html

Redacción. (2014). Propone Cuauhtémoc
Cárdenas redactar una nueva Constitución. Diciembre
05, 2014, de Revista Proceso Sitio web:
http://www.proceso.com.mx/?p=388708

 

 

Autor:

Ariadna Moncada Palafox

Ensayo Final

Derecho Político

Maestría en Política y Gestión
Pública

06 de diciembre de 2014

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