Análisis del libro Marcada (La casa de la noche) de P.C. Y Kristin Cast
Análisis del libro "Marcada
(la casa de la noche)",de P.C. Cast y Kristin
Cast
Capítulo 1
Justo cuando pensaba que el día no podía
empeorar, vi al tipo muerto junto a mi taquilla. Kayla hablaba
sin parar con su habitual cháchara y ni siquiera se
percató de su presencia. Al principio. De hecho, ahora que
lo pienso, nadie más se fijó en él hasta que
habló, lo cual es, por desgracia, una prueba más de
mi extraña incapacidad para encajar.
"No, de verdad Zoey, te juro por Dios que Heath no
estaba tan borracho después del partido. En serio, no
deberías ser tan dura con él."
"Ya" contesté de forma distraída. "Claro."
Entonces tosí.
De nuevo. Me sentía como la mierda. Debía
estar cayendo bajo lo que el señor Wise, mi más que
un poco loco profesor de biología avanzada llamaba la
Plaga Adolescente.
Si moría, ¿me libraría eso del
examen de geometría de mañana?
Solo quedaba esa esperanza.
"Zoey, por favor. ¿Acaso me estás
escuchando? Creo que sólo se tomó unas cuatro, -no
sé, -quizá seis cervezas y tal vez unos tres
chupitos. Pero en realidad eso no importa. Es probable que no
hubiera tomado casi nada si tus estúpidos padres no te
hubiesen obligado a volver a casa después del
partido."
Compartimos una mirada de resignación, en total
acuerdo sobre la última injusticia cometida contra
mí por mi madre y el perdedor con el que se había
casado hacía tres largos años. Luego, tras una
pausa de apenas un suspiro, K siguió con su
parloteo.
"Además, estaba celebrándolo. ¡Me
refiero a la victoria sobre los de Unión!" K me
sacudió el hombro y acercó su cara a la mía.
"¡Hola! Tu novio-"
"Mi casi novio" corregí, haciendo todo lo posible
por no toser en su cara.
"Lo que sea. Heath es nuestro quarterback, así
que es normal que lo celebre. Hacía como un millón
de años que Broken Arrow no ganaba a
Unión."
"Dieciséis." Soy pésima en mates, pero
comparada con K parezco un genio.
"Otra vez, lo que sea. El caso es que estaba contento.
Deberías dejar al chico en paz."
"El caso es que estaba hasta el culo por quinta vez al
menos esta semana. Lo siento, pero no quiero salir con un
tío cuyo principal objetivo en la vida ha cambiado de
querer jugar al fútbol universitario a intentar engullir
un pack de seis birras sin vomitar. Por no hablar del hecho de
que se va a poner gordo con tanta cerveza." Tuve que parar para
toser. Me sentía un poco mareada y me obligué a
respirar lenta y profundamente cuando pasó el ataque de
tos. K, con su parloteo, ni se dio cuenta.
"¡Aj! ¡Heath, gordo! No es algo que una
quiera ver."
Me las arreglé para evitar nuevas ganas de
toser.
"Y besarle es como chupar pies empapados en
alcohol."
K arrugó el gesto.
"Vale, enferma. Qué pena que esté tan
bueno."
Puse los ojos en blanco, sin molestarme en intentar
ocultar mi enfado ante su típica
superficialidad.
"Siempre estás de mal humor cuando te pones
enferma. Da igual, no tienes ni idea de la cara de perrito
abandonado que Heath tenía cuando le ignoraste en la
comida. Ni siquiera pudo…"
Entonces le vi. El tío muerto. Vale, me di cuenta
enseguida de que no estaba técnicamente "muerto". Era un
no muerto. O un no humano. Lo que fuera. Los científicos
decían una cosa, la gente decía otra, pero al final
el resultado era el mismo. No había confusión sobre
qué era él, e incluso aunque no hubiera sentido el
poder y la oscuridad que emanaban de él, no había
maldita forma de que me pasase desapercibida su marca, una luna
creciente de colores azul zafiro en la frente, además del
tatuaje de nudos entrelazados que enmarcaba sus ojos igualmente
azules. Era un vampiro. Era algo peor, un rastreador.
Pues, ¡joder!, estaba ahí de pie junto a mi
taquilla.
"¡Zoey, que no me estás haciendo
caso!"
Entonces el vampiro habló y sus ceremoniales
palabras fluyeron a través del espacio que nos separaba,
peligrosas y seductoras, como sangre mezclada con chocolate
derretido.
"¡Zoey Montgomery! La Noche te ha escogido, tu
muerte será tu renacer. La Noche te llama, escucha su
dulce llamada. ¡El destino te aguarda en La Casa de la
Noche!"
Levantó un dedo largo y pálido y me
señaló. Con el estallido de dolor en mi frente,
Kayla abrió la boca y gritó.
Cuando las manchas brillantes desaparecieron al fin de
mis ojos, levanté la mirada hacia el rostro sin color de
K, que me observaba.
Como de costumbre, dije la primera tontería que
se me vino a la cabeza.
"K, los ojos se te salen como los de un pez."
"Te ha Marcado. ¡Oh, Zoey! ¡Tienes el perfil
de esa cosa en la frente!" Entonces se llevó la mano
temblorosa a sus blancos labios e intentó, sin
éxito, contener un sollozo.
Me incorporé y tosí. Tenía un
tremendo dolor de cabeza y me froté el entrecejo. Notaba
una punzada, como si me hubiera picado una avispa y el dolor se
iba extendiendo alrededor de los ojos y bajaba hasta mis
mejillas. Me sentía como si fuese a vomitar.
"¡Zoey! K ahora sí que lloraba y hablaba
entre pequeños hipos húmedos. "Oh Dios mío.
Ese tío era un Rastreador. -¡Un Rastreador de
vampiros!"
"K." Guiñé los ojos con fuerza, en un
intento de despejar el dolor de cabeza. "Deja de llorar. Ya sabes
que odio que llores."
Estiré los brazos para intentar tranquilizarla
tocándole los hombros.
Ella se encogió de forma instintiva y se
alejó de mí.
No podía creerlo. Se había apartado, como
si me tuviese miedo.
Debió ver el dolor en mis ojos, porque al momento
empezó de nuevo con su cháchara
incesante.
"¡Oh, Dios, Zoey! ¿Qué vas a hacer?
No puedes ir a ese lugar. No puedes ser una de esas cosas.
¡Esto no está pasando! ¿Con quién se
supone que voy a ir ahora a los partidos de
fútbol?"
Me percaté de que no se había acercado a
mí en ningún momento durante su arranque. Me
aferré a ese sentimiento de dolor y malestar en mi
interior que amenazaba con hacerme romper a llorar. Mis ojos se
secaron al instante. Era buena ocultando las lágrimas.
Tenía que serlo, había tenido tres años para
practicar.
"No pasa nada. Lo solucionaré. Es probable que no
sea más que un… extraño error"
mentí.
En realidad no conversaba, tan solo hacía que
salieran palabras de mi boca. Todavía haciendo una mueca
por el dolor de cabeza, me puse en pie. Al mirar a mí
alrededor tuve una ligera sensación de alivio al ver que K
y yo éramos las únicas en la sala de mates y tuve
que contener lo que sabía que era una risa
histérica. Si no hubiese estado totalmente atacada con el
dichoso examen de geometría que tenía al día
siguiente, razón por la que había corrido hacia mi
taquilla para coger el libro con la intención de intentar
estudiar de forma obsesiva {e inútil} por la noche, el
rastreador me hubiese encontrado frente a la escuela con la
mayoría de los mil trescientos chicos que iban al
Instituto Sur de Secundaria de Broken Arrow, esperando a lo que
el estúpido clon de Barbie que tengo por hermana llama "la
gran limusina amarilla". Tengo un coche, pero estar allí
con los menos afortunados que tienen que ir en los autobuses es
la tradición, por no mencionar que es una excelente manera
de observar quién pega a quién. Por lo que
parecía, tan solo había otro chico en la sala de
mates-un empollón alto y delgado con los dientes torcidos,
de los que por desgracia tenía un primer plano porque
estaba allí de pie con la boca abierta, y mirándome
como si yo acabase de dar a luz a una piara de cerdos
voladores.
Tosí de nuevo, en esta ocasión una tos
realmente húmeda y desagradable. El empollón
emitió un leve chillido y se escabulló por la sala
hacia el aula de la señora Day, aferrando un fino tablero
contra su huesudo pecho. Supongo que el club de ajedrez
había cambiado su hora de reunión a los lunes
después de clase.
¿Juegan los vampiros al ajedrez?
¿Había vampiros empollones? ¿Y qué
hay de animadoras vampiras tipo Barbie? ¿Tocaba
algún vampiro en la banda? ¿Había vampiros
Emo con su raro estilo «chico con pantalón de
chica» y esos horribles flequillos cubriéndoles
media cara? ¿O eran todos esos extraños chicos
góticos a los que no les gustaba demasiado lavarse?
¿Me iba a convertir en una chica gótica? O peor,
¿en una Emo? No me gustaba particularmente ir de negro, al
menos no solo de negro, ni sentía una repentina
aversión hacia el agua y el jabón, ni tampoco
tenía un deseo obsesivo de cambiar mi peinado y llevar
demasiado lápiz de ojos.
Todo esto se arremolinaba en mi cabeza mientras
sentía que otro pequeño ataque de risa
histérica intentaba escapar de mi garganta, y casi estuve
agradecida cuando salió en forma de tos.
"¿Zoey? ¿Estás bien?" La voz de
Kayla sonaba demasiado alta, como si alguien la pellizcase, y se
había alejado otro paso de mí.
Suspiré y sentí mi primera semilla de ira.
Yo no había pedido nada de esto. K y yo habíamos
sido las mejores amigas desde tercero y ahora me miraba como si
me hubiese transformado en un monstruo.
"Kayla, soy yo. La misma de hace dos segundo y hace dos
horas y hace dos días." Hice un gesto de
frustración hacia el punzante dolor de mi cabeza.
"¡Esto no cambia quién soy!"
Los ojos de K se llenaron otra vez de lágrimas,
pero, afortunadamente, su teléfono comenzó a sonar
con el Material Girl de Madonna. De forma automática,
miró el identificador de llamada. Adiviné por su
expresión de cordero degollado que se trataba de su novio,
Jared.
"Venga" dije con voz floja y cansada. "Vete a casa con
él."
Su mirada de alivio fue como una bofetada en la
cara.
"¿Me llamas luego?" lanzó por encima del
hombro, mientras emprendía una rápida retirada por
la puerta lateral.
La observé correr por el césped del lado
este hacia el aparcamiento.
Pude ver cómo llevaba el teléfono
móvil aplastado contra la oreja y hablaba con Jared en
pequeñas y animadas ráfagas. Estoy segura de que ya
le estaba contando que me estaba convirtiendo en un
monstruo.
El problema, por supuesto, era que convertirse en un
monstruo era la más atractiva de mis dos opciones.
Opción número uno: me convierto en un vampiro, que
es igual que un monstruo para cualquier ser humano. Opción
número dos: mi cuerpo rechaza el cambio y muero. Para
siempre.
Así que las buenas noticias eran que no
tendría que hacer el examen de geometría al
día siguiente.
Las malas noticias eran que tendría que mudarme a
La Casa de la Noche, un internado privado en la periferia del
centro de Tulsa, conocido por todos mis amigos como Escuela de
Adiestramiento Vampírico, en la que pasaría los
próximos cuatro años sufriendo extraños e
innombrables cambios físicos, así como un cambio de
vida radical y permanente. Y todo eso solo si aquel proceso no me
mataba.
Genial. No quería hacer ninguna de las dos cosas.
Tan solo quería intentar ser normal, a pesar de la carga
que suponían mis padres ultraconservadores, el trol que
tenía por hermano pequeño y mi tan perfecta hermana
mayor. Quería aprobar geometría. Quería
seguir teniendo notas altas para que me aceptasen en la escuela
de veterinaria de la Ohio State y largarme de Broken Arrow,
Oklahoma. Pero, por encima de todo, quería encajar-al
menos en la escuela. Lo de mi casa era una tarea imposible,
así que lo único que me quedaba eran mis amigos y
mi vida lejos de la familia.
Ahora también se me estaba arrebatando
eso.
Me froté la frente y luego me revolví el
pelo hasta que casi me cubrió los ojos y, con un poco de
suerte, la marca que había aparecido sobre ellos. Me
apresuré hacia la puerta que conducía al
aparcamiento de alumnos con la cabeza gacha, como si estuviera
fascinada con la porquería que se había acumulado
en mi bolso.
Pero me detuve poco antes de salir. A través de
los cristales que se juntaban en las puertas de aspecto
institucional podía ver a Heath. Las chicas se
arremolinaban a su alrededor, haciendo poses y lanzando el pelo
al aire, mientras que los chicos daban ridículos
acelerones a sus enormes camionetas e intentaban {y en la
mayoría de los casos fracasaban} parecer guays.
¿Quién iba a pensar que yo elegiría sentirme
atraída por eso? No, en honor a la verdad debo recordarme
a mí misma que Heath solía ser
increíblemente dulce, e incluso tenía sus momentos.
La mayoría de ellos cuando tenía el detalle de
estar sobrio.
Las risillas tontas y agudas de las chicas llegaban
revoloteando hasta mí desde el aparcamiento. Genial. Kathy
Richter, el putón de la escuela, intentaba dar un manotazo
a Heath. Incluso desde mi posición era obvio que ella
pensaba que golpearle era una especie de ritual de apareamiento.
Como de costumbre, el despistado Heath no hacía otra cosa
que quedarse allí sonriendo. Bueno, qué diablos, mi
día no iba a ir mucho mejor. Y ahí estaba mi
Volkswagen Escarabajo-color turquesa de 1966, justo en medio del
grupo. No. No podía salir ahí. No podía
caminar entre ellos con esta cosa en la frente. Nunca más
podría volver a formar parte de ellos. Sabía
demasiado bien lo que harían. Recordé al
último chico al que un rastreador había elegido en
el Instituto Sur de Secundaria.
Sucedió al inicio de curso del año pasado.
El rastreador había venido antes del comienzo de las
clases y había identificado al chico cuando se
dirigía a su primera hora de clase. No pude ver al
rastreador, pero vi al chico después, durante un instante,
después de que soltase sus libros y saliera corriendo del
edificio, con la Marca brillando en su pálida frente y las
lágrimas empapando sus blanquísimas mejillas. Nunca
olvidaré lo abarrotados que habían estado los
pasillos aquella mañana y cómo todo el mundo se
había apartado de él como si tuviera la peste
cuando corrió para huir por la puerta principal de la
escuela. Yo había sido uno de esos chicos que se apartaron
de su camino y se le quedaron mirando, a pesar de que
sentía auténtica lástima por él. Lo
único que no quería era ser etiquetada como
esa-chica-que-es-amiga-de-esos-bichos-raros. Ahora resulta
bastante irónico, ¿verdad?
En vez de ir hacia mi coche, me dirigí hacia el
baño más cercano, que por suerte estaba
vacío. Había tres puertas de inodoro-sí,
comprobé cada una por si había pies. En una pared
había dos lavabos, sobre los cuales colgaban dos espejos
de tamaño medio. Frente a los lavabos, la pared opuesta
estaba cubierta por otro enorme espejo que tenía una
repisa debajo para dejar los cepillos, el maquillaje y qué
sé yo qué más. Puse el bolso y el libro de
geometría en la repisa, respiré hondo y de un solo
movimiento levanté la cabeza y me puse el pelo hacia
atrás.
Era como mirar a la cara de un desconocido que te es
familiar. Ya sabes, esa persona que ves entre la multitud y que
jurarías que conoces, pero que en realidad no es
así. Ahora esa persona era yo-la desconocida
familiar.
Tenía mis mismos ojos. Eran del mismo color
avellana que nunca podía decirse si tendía al verde
o al marrón, pero mis ojos nunca habían sido tan
grandes y redondos. ¿O sí? Tenía el mismo
pelo que yo-largo y liso y casi tan oscuro como había sido
el de mi abuela antes de que empezara a volverse canoso. La
desconocida tenía mis mismos pómulos elevados, mi
nariz larga y fuerte y mi boca ancha-más rasgos heredados
de mi abuela y de sus ancestros cheroqui. Pero mi cara nunca
había sido así de pálida. Siempre
había tenido un tono oliváceo, con la piel
más oscura que nadie de mi familia. Aunque tal vez no era
que mi piel estuviese de repente muy blanca… Quizá solo
parecía pálida en contraste con el contorno azul
oscuro de la luna creciente perfectamente situada en el centro de
mi frente. O quizá era aquella horrible luz de
fluorescente. Esperaba que fuera por la luz.
Observé el tatuaje de aspecto exótico.
Unido a mis fuertes rasgos cheroqui, parecía otorgarme un
toque salvaje… como si perteneciese a un tiempo antiguo en el
que el mundo era más grande… más
primitivo.
A partir de aquel día mi vida no volvería
a ser la misma. Y por un momento -solo un instante- me
olvidé del miedo a no encajar y sentí un inesperado
arrebato de placer, mientras muy dentro de mí la sangre de
la gente de mi abuela se regocijaba.
Capítulo 2
Cuando imaginé que ya había pasado el
tiempo suficiente para que todo el mundo hubiese abandonado la
escuela, volví a dejar caer el pelo sobre mi frente y
salí del baño en dirección a las puertas que
llevaban al aparcamiento de los alumnos. Todo parecía
despejado.
Tan solo había un chico al final del aparcamiento
con esos pantalones anchos para nada atractivos en plan:
«quiero ser parte de una banda». Tenía toda su
concentración puesta en evitar que se le cayeran los
pantalones a medida que andaba, así que ni se
percataría de mi presencia. Apreté los dientes ante
las punzadas de dolor en la cabeza, abrí la puerta y fui
directa hacia mi Escarabajo.
En el momento en que puse un pie en la calle el sol
comenzó a azotarme. Lo digo porque no era un día
particularmente soleado.
Había muchas de esas nubes grandes e hinchadas
que parecían tan bonitas en las fotos, flotando en el
cielo, medio tapando el sol. Pero eso no importaba. Tuve que
entrecerrar los ojos con dolor y mantener la mano en alto para
tapar la intermitente luz. Supongo que estaba tan concentrada en
el dolor que la luz solar normal me causaba, que no me
fijé en la furgoneta hasta que chirrió con un
frenazo frente a mí.
"¡Oye, Zo! ¿Es que no has visto mi
mensaje?"
¡Oh, mierda mierda mierda! Era Heath.
Levanté la vista, mirándole entre los dedos como si
estuviera viendo una de esas estúpidas películas de
terror. Estaba sentado en la parte trasera de la pickup de su
amigo Dustin. A su espalda podía ver la cabina de la
camioneta, en la que Dustin y su hermano Drew hacían lo
que hacían de forma habitual: pelearse y discutir sobre
Dios sabe qué chorrada de chicos. Por suerte me ignoraban.
Miré de nuevo a Heath y suspiré. Tenía una
cerveza en la mano y una sonrisa bobalicona en la cara. Olvidando
por un momento que acababa de ser marcada y que estaba destinada
a convertirme en un monstruo chupasangre marginado, le
miré con el ceño fruncido.
"¡Estás bebiendo en la escuela!
¿Estás loco?"
Su sonrisa de crío se hizo más
grande.
"Sí, estoy loco, ¡loco por ti,
nena!"
Negué con la cabeza mientras le daba la espalda,
abrí la puerta chirriante de mi Escarabajo y lancé
los libros y la mochila al asiento del
acompañante.
"¿Y por qué no estáis entrenando al
fútbol?" dije, manteniendo la cara lejos de su
vista.
"¿Es que no te has enterado? ¡Nos han dado
el día libre por la paliza que le dimos a Unión el
viernes!"Dustin y Drew, que después de todo sí que
parecían habernos estado prestando atención,
lanzaron un par de «¡Yu-juuu!» y
«¡Sííí!» desde dentro de
la camioneta.
"Oh. Uh, no. Debo haberme perdido el anuncio. He estado
muy liada todo el día. Ya sabes, el gran examen de
geometría de mañana." Intenté sonar normal y
despreocupada. Entonces me entró la tos y
añadí: "Además, estoy agarrando un maldito
resfriado".
"Zo, en serio. ¿Estás mosqueada o algo? Yo
que sé, ¿te ha dicho Kayla alguna chorrada sobre la
fiesta? Sabes que yo no te he puesto los cuernos. "
¿Eh? Kayla no había dicho ni una sola
palabra referente a que
Heath me hubiera puesto los cuernos. Como una
imbécil, me olvidé (vale, temporalmente) de mi
nueva marca. Giré la cabeza de golpe para poder mirarle a
la cara.
"¿Qué es lo que hiciste, Heath?
"
"Zo, ¿yo? Ya sabes que yo nunca… "-Pero su acto
inocente y sus excusas se apagaron para formar una poco atractiva
mirada boquiabierta de asombro cuando se fijó en mi
marca.
"¿Pero qué…" comenzó a decir,
pero le corté.
"¡Chsss! " Hice un gesto con la cabeza hacia los
todavía distraídos Dustin y Drew, que ahora
cantaban a pleno pulmón las canciones del último CD
de Toby Keith.
Los ojos de Heath aún estaban abiertos de par en
par con asombro, pero bajó la voz.
"¿Es eso algún tipo de maquillaje que
estás probando para la clase de teatro?"
"No" susurré. "No lo es"
"Pero no puedes estar marcada. Estamos saliendo.
"
"¡No estamos saliendo!" Y así es como
terminó mi media tregua con la tos. Casi me doblé
por completo, intentando aguantar una tos con flemas realmente
desagradable.
"¡Oye, Zo!" Gritó Dustin desde la cabina.
"Vas a tener que dejar esos cigarrillos. "
"Sí, suena como si fueses a echar un
pulmón o algo" dijo Drew.
"¡Tronco, déjala en paz! Sabes que ella no
fuma. Es que es un vampiro. "
Genial. Maravilloso. Heath, con su habitual falta total
y absoluta de cualquier cosa parecida al sentido común,
pensó que estaba defendiéndome al gritar a sus
amigos, que de forma instantánea sacaron la cabeza por las
ventanillas abiertas y me miraron embobados como si fuese un
experimento científico.
"Oh, mierda. ¡Zoey es un puto bicho!" dijo
Drew.
Las insensibles palabras de Drew hicieron que la ira,
que había estado hirviendo a fuego lento en algún
lugar de mi interior desde que Kayla se apartara de mí,
bullese y se desbordase. Ignorando el dolor que el sol me
causaba, miré fijamente a los ojos de Drew.
"¡Calla la puta boca! He tenido un muy mal
día y no necesito más mierda también por tu
parte." Hice una pausa para mirar de Drew, ahora callado y con
los ojos como platos, a Dustin y añadí:
"Ni de la tuya. " Y mientras mantenía el contacto
visual con Dustin me di cuenta de algo. Algo que me
asombró y al mismo tiempo me produjo una extraña
excitación: Dustin parecía asustado.
Asustado de verdad. Volví a mirar a Drew.
También parecía asustado. Entonces lo sentí.
Una sensación de cosquilleo que recorrió mi piel e
hizo que mi nueva marca ardiese.
Poder. Sentí poder.
"¿Zo? ¿Pero qué coño…?" La
voz de Heath interrumpió mi concentración e hizo
que apartase la mirada de los hermanos.
"¡Larguémonos de aquí!" dijo Dustin,
metiendo la marcha de la camioneta y pisando el acelerador. La
camioneta dio una sacudida hacia delante, haciendo que Heath
perdiese el equilibrio y se deslizara, haciendo el molino con los
brazos y la cerveza, contra el asfalto del
aparcamiento.
Automáticamente, corrí hacia
él.
"¿Estás bien?" Heath estaba apoyado sobre
manos y rodillas y me agaché para ayudarle a ponerse en
pie.
Entonces fue cuando lo olí. Había algo que
olía maravilloso; cálido, dulce y
delicioso.
¿Llevaba Heath una nueva colonia? ¿Una de
esas cosas raras de feromonas que se supone que atraen a las
mujeres como un gran caza insectos manipulados
genéticamente? No me di cuenta de lo cerca que estaba de
él hasta que se estiró del todo y nuestros cuerpos
estuvieron casi pegados. Bajó la vista y me miró
con ojos interrogantes.
No me aparté de él. Debería haberlo
hecho. Lo hubiera hecho antes… pero no ahora. Hoy
no.
"¿Zo?" dijo suavemente, con voz profunda y
ronca.
"Hueles muy bien" no pude evitar decir. El
corazón me latía con tanta fuerza que podía
escuchar su eco en mis palpitantes sienes.
-Zoey, te he echado mucho de menos. Tenemos que volver a
estar juntos. Sabes que te quiero de verdad. -Acercó la
mano a mi cara y ambos nos dimos cuenta de la sangre que
cubría la palma de su mano-. Ah, mierda. Supongo que me
he… -Su voz se apagó cuando me miró a la cara.
Solo podía imaginar el aspecto que tendría, con la
cara toda blanca, mi nueva marca delineada con un brillo azul
zafiro y los ojos mirando fijamente la sangre de su
mano.
No podía moverme, ni apartar la
mirada.
-Quiero… -Susurré-. Quiero…
-¿Qué es lo que quería? No podía
expresarlo con palabras. No, no era eso. No quería
expresarlo con palabras. No quería hablar en voz alta de
la sobrecogedora oleada de deseo candente que intentaba ahogarme.
Y no era porque Heath estuviese tan cerca. Ya había estado
así de cerca antes.
Demonios, llevábamos enrollándonos desde
hacía un año, pero nunca me había hecho
sentir así… Nunca así. Me mordí el labio y
gemí.
La pickup chirrió hasta detenerse dando un
coletazo junto a nosotros. Drew bajó de un salto,
rodeó a Heath por la cintura y tiró de él
hacia atrás para meterlo en la cabina de la
camioneta.
"¡Suéltame! ¡Estoy hablando con
Zoey!"
Heath intentó forcejear con Drew, pero el chico
era un defensa veterano del equipo de Broken Arrow, y realmente
enorme. Dustin tiró de ellos y cerró de un golpe la
puerta de la camioneta.
– ¡Déjale en paz, monstruo! -me
chilló Drew mientras Dustin
pisaba a fondo el acelerador, y esta vez salieron
pitando de verdad.
Entré en mi Escarabajo. Las manos me temblaban
con tanta fuerza que tuve que intentarlo tres veces antes de
conseguir poner el motor en marcha.
-Tan solo ve a casa. Tan solo ve a casa. -Repetí
esas palabras una y otra vez entre toses desgarradoras mientras
conducía. No quería pensar en lo que acababa de
ocurrir. No podía pensar en lo que acababa de
ocurrir.
Tardé quince minutos en llegar a casa, pero me
pareció que pasaban en un abrir y cerrar de ojos. Me
encontraba en el paseo de entrada demasiado pronto, intentando
prepararme para la escena que me esperaba dentro, tan segura como
que el rayo precede al trueno.
¿Por qué había estado deseando
llegar allí? Supongo que técnicamente no lo deseaba
tanto. Supongo que tan solo estaba huyendo de lo que había
sucedido en el aparcamiento con Heath.
¡No! No iba a pensar en aquello ahora.
Además, probablemente había algún tipo de
explicación racional para todo, una explicación
racional y sencilla. Dustin y Drew eran unos retrasados, cerebros
totalmente inmaduros llenos de cerveza. No había usado un
nuevo poder espeluznante para intimidarles. Tan solo les
había asustado ver mi marca. Era simplemente eso. Es
decir, la gente tenía miedo a los vampiros.
-¡Pero yo no soy un vampiro! -dije. Entonces
tosí mientras recordaba la hipnótica belleza de la
sangre de Heath y el arrebato de deseo que había sentido
hacia él. No hacia Heath, sino hacia la sangre de
Heath.
¡No! ¡No! ¡No! La sangre no era bella
ni deseable. Debía estar bajo los efectos de una
conmoción. Eso era. Tenía que ser eso. Estaba en
estado de shock y no podía pensar con claridad. Vale…
Vale…
Distraídamente, me toqué la frente.
Había dejado de quemar, pero aún la sentía
diferente. Tosí por enésima vez. De acuerdo. No
pensaría en Heath, pero no podía seguir
negándolo. Me sentía diferente. Mi piel estaba
ultrasensible. Me dolía el pecho y, a pesar de que llevaba
puestas mis gafas de sol Maui Jim, seguía abriendo los
ojos con dolor.
-Me estoy muriendo… -gemí, y entonces
cerré la boca al instante. Puede que efectivamente me
estuviese muriendo. Levanté la vista hacia la gran casa de
ladrillo que, después de tres años, aún no
sentía como mi hogar. «Supéralo. Simplemente
supéralo». Al menos mi hermana no habría
llegado aún a casa. Ensayo de animadoras. Con un poco de
suerte, el trol estaría hipnotizado con su nuevo
videojuego Fuerza Delta: Black Hawk Derribado. Puede que tuviera
a mamá para mí sola. Quizá ella lo
entendería… Quizá ella sabría qué
hacer…
Ah, diablos. Tenía dieciséis años,
pero de repente me di cuenta de que no quería a nada tanto
como a mi madre.
-Por favor, que lo entienda -susurré en una
sencilla oración a cualquier dios o diosa que pudiera
estar escuchándome.
Como de costumbre, entré por el garaje.
Recorrí el pasillo hacia mi habitación y
tiré el libro de geometría, el bolso y la mochila
sobre la cama. Luego, respiré hondo y fui, un poco
temblorosa, en busca de mi madre.
Estaba en el cuarto de estar, acurrucada en el borde del
sofá, bebiendo una taza de café y leyendo Sopa de
pollo para el alma de la mujer. Parecía tan normal, tanto
como solía parecer. Salvo porque solía leer
romances exóticos y llevaba maquillaje de forma habitual.
Aquellas eran dos cosas que su nuevo marido no permitía
{menudo cerdo}
"¿Mamá?"
-¿Hum? -No levantó la mirada.
Tragué con fuerza.
-Mamá. -Usé el nombre con el que
solía llamarla antes de que se casara con John-. Necesito
tu ayuda.
No sé si fue el uso inesperado de
«Mamá» o si algo en mi voz activó una
pizca de intuición materna que aún quedaba en
algún lugar de su interior, pero los ojos que
levantó de inmediato del libro eran dulces y estaban
llenos de preocupación.
-¿Qué es, cariño…? -empezó
a decir, pero las palabras se congelaron en sus labios cuando sus
ojos descubrieron la marca en mi frente.
-¡Oh, Dios! ¿Qué es lo que has hecho
ahora?
El corazón comenzó a dolerme de
nuevo.
-Mamá, yo no he hecho nada. Esto es algo que me
ha ocurrido, no lo he provocado yo. No es culpa
mía.
-¡Oh, por favor, no! -gimió como si yo no
hubiera dicho una sola palabra-. ¿Qué va a decir tu
padre?
Yo quería gritar: ¡cómo
íbamos ninguno a saber lo que iba a decir mi padre si no
le habíamos visto u oído nada de él desde
hacía catorce años! Pero sabía que no
serviría para nada y siempre la enloquecía cuando
le recordaba que John no era mi verdadero padre. Así que
probé una táctica diferente. Una que había
abandonado hacía tres años.
-Mama, por favor. ¿No podrías
ocultárselo? Al menos durante un día o dos.
Mantenerlo en secreto entre nosotras dos hasta que… no
sé… nos acostumbremos a ello o algo. -Contuve el
aliento.
-Pero, ¿qué le diré? Ni siquiera
puedes tapar esa cosa con maquillaje. -Sus labios hicieron una
mueca extraña cuando lanzó una mirada nerviosa a la
luna creciente.
-Mamá, no me refería a quedarme
aquí mientras nos acostumbramos a ello. Tengo que irme, ya
lo sabes. -Tuve que hacer una pausa cuando una fuerte tos hizo
temblar mis hombros-. El rastreador me marcó. Tengo que
mudarme a La Casa de la Noche o me pondré más y
más enferma. -Y entonces moriré, intenté
decir con los ojos. Ni siquiera podía decir las palabras-.
Tan solo quiero un par de días antes de tener que
enfrentarme a… -Me callé para no tener que pronunciar su
nombre, en esta ocasión provocando la tos a
propósito, lo cual no era difícil.
-¿Qué le voy a decir a tu
padre?
Sentí un ataque de miedo ante el pánico en
su voz. ¿No era ella la madre? ¿No se
suponía que ella tenía las respuestas en lugar de
las preguntas?
-Solo… solo dile que voy a pasar los próximos
dos días en casa de Kayla porque tenemos que entregar un
proyecto enorme de biología.
Observé el cambio en los ojos de mi madre. La
preocupación se disipó y dio paso a la dureza que
conocía demasiado bien.
-Así que lo que estás diciendo es que
quieres que le mienta.
-No, mamá. Lo que estoy diciendo es que quiero
que, por una vez, antepongas lo que yo necesito a lo que
él quiere. Quiero que seas mi mamá. ¡Que me
ayudes a hacer el equipaje y me acompañes a esta nueva
escuela porque estoy asustada y enferma y no sé si puedo
hacerlo yo sola! -Acabé a toda prisa, respirando con
fuerza y tosiendo en la mano.
-No sabía que había dejado de ser tu madre
-dijo con frialdad.
Me hizo sentir aún más agotada que Kayla.
Suspiré.
-Creo que ese es el problema, mamá. No te importa
lo suficiente como para darte cuenta. No te ha importado nada
salvo John desde que te casaste con él.
Sus ojos se estrecharon al mirarme.
-No sé cómo puedes ser tan egoísta.
¿No te das cuenta de todo lo que ha hecho por nosotros?
Gracias a él dejé aquel horrible trabajo en
Dillards. Gracias a él no tenemos que preocuparnos por el
dinero y tenemos esta casa grande y bonita. Gracias a él
tenemos seguridad y un brillante futuro.
Había escuchado aquellas palabras tan a menudo
que podía haberlas recitado con ella. Era en este punto de
nuestras no conversaciones cuando yo solía disculparme y
volvía a mi habitación.
Pero hoy no podía disculparme. Hoy era diferente.
Todo era diferente.
-No, madre. La verdad es que por culpa de él no
has prestado la más mínima atención a tus
hijos durante tres años. ¿Sabías que tu hija
mayor se ha convertido en una putilla taimada y malcriada que se
ha tirado a medio equipo de fútbol? ¿Sabes
qué sangrientos y desagradables videojuegos esconde Kevin?
¡No, pues claro que no!
Los dos actúan como si fuesen felices y fingen
que les gusta John y todo este rollo de familia de
ensueño, así que tú les sonríes,
rezas por ellos y les dejas hacer lo que sea. ¿Y yo? Crees
que soy la mala porque no finjo, porque soy honesta.
¿Sabes qué? ¡Estoy tan harta de mi vida que
me alegro de que el rastreador me haya marcado!
Llaman a esa escuela de vampiros La Casa de la Noche,
¡pero no puede ser más oscura que esta casa
«perfecta»! -Antes de que pudiera llorar o gritar, me
di la vuelta y me fui sin decir palabra a mi habitación,
cerrando la puerta de un golpe tras de mí.
Ojala se ahoguen todos.
A través de aquellas paredes demasiado delgadas
pude oír a mi madre haciendo una histérica llamada
a John. No había duda de que vendría a toda
velocidad a casa para ocuparse de mí, «el
problema».
En lugar de caer en la tentación que
sentía de sentarme en la cama y llorar, vacié la
mochila de la porquería de la escuela. ¿Para
qué lo necesitaba a donde iba? Probablemente ni siquiera
tienen clases normales. Es probable que tengan clases como
«Desgarrar la garganta de la gente» e… e…
«Introducción a cómo ver en la
oscuridad». Lo que sea.
No importaba lo que mi madre hubiera hecho o no, no
podía quedarme allí. Tenía que
irme.
Así que, ¿qué necesitaba llevar
conmigo?
Mis dos pares de vaqueros favoritos, aparte de lo que
llevaba puesto. Un par de camisetas negras. En fin,
¿qué otra cosa llevan los vampiros si no?
Además, te hacen parecer más delgada. Estuve a
punto de dejar mi bonita blusa de color celeste brillante, porque
todo ese negro iba a deprimirme más con toda probabilidad,
así que también la incluí. Luego
llené la bolsa lateral de sujetadores, tangas y cosas de
maquillaje y para el pelo. Estuve a punto de dejar mi peluche,
Otis el Pes (no podía decir «pez» cuando
tenía dos años), sobre la almohada, pero…
bueno… vampiro o no, no creía que fuese a dormir muy
bien sin él, así que lo metí con cuidado en
la maldita mochila.
Entonces oí llamar a mi puerta y aquella voz me
habló desde fuera.
-¿Qué? -chillé, y a
continuación me convulsioné con un desagradable
ataque de tos.
-Zoey. Tu madre y yo tenemos que hablar
contigo.
Genial. Estaba claro que no se habían
ahogado.
Acaricié a Otis el Pes.
-Otis, esto es una mierda. -Estiré los hombros,
tosí otra vez y salí a hacer frente al
enemigo.
Capítulo 3
A primera vista, el perdedor de mi padrastro, John
Heffer, parecía un buen tipo, casi normal. (Sí, ese
es su verdadero nombre; y por desgracia también es ahora
el apellido de mi madre. Es la señora Heffer. ¿Te
lo puedes creer?). Cuando él y mi madre comenzaron a
salir, incluso escuché a alguna de las amigas de
mamá decir que era «guapo» y
«encantador». Al principio. Por supuesto, ahora
mamá tiene todo un nuevo grupo de amigas, unas que el
señor Guapo y Encantador encuentra más apropiadas
que el grupo de mujeres solteras y divertidas con las que
acostumbraba a salir.
Nunca me gustó. De verdad. No lo digo solo porque
no pueda soportarle ahora. Desde el primer día en que le
conocí tan solo vi una cosa: un farsante. Finge ser un
tío majo. Finge ser un buen marido. Incluso finge ser un
buen padre.
Tiene el mismo aspecto de cualquier otro padre. Tiene el
pelo oscuro, piernas delgadas y está echando barriga. Sus
ojos son como su alma, de un color pardo pálido y
frío.
Entré en la sala de estar y le encontré de
pie junto al sofá. Mi madre estaba acurrucada al borde,
agarrándose las manos. Sus ojos ya estaban enrojecidos y
acuosos. Fantástico. Iba a hacer de madre histérica
y dolida. Es un papel que interpreta muy bien. John
intentó atravesarme con la mirada, pero mi marca le
distrajo. Torció el gesto con desagrado.
"¡Aléjate de mí, Satanás!"
citó, con lo que a mí me gusta llamar su voz de
sermón.
Suspiré.
"No es Satanás. Tan solo soy yo."
"Ahora no es momento de sarcasmo, Zoey" dijo
mamá.
"Yo me ocuparé de esto, cari" dijo el perdedor,
acariciando su hombro distraídamente antes de volver a
centrar su atención sobre mí.
"Te dije que tu mal comportamiento y tu problema de
actitud te pasarían factura. Ni siquiera estoy sorprendido
de que haya ocurrido tan pronto."
Negué con la cabeza. Me lo esperaba. Es justo lo
que esperaba y aun así fue un golpe. El mundo entero
sabía que no había nada que pudiera hacerse para
provocar el cambio. Todo ese «si te muerde un vampiro,
mueres y te conviertes en uno» no es más que pura
ficción. Los científicos han intentado durante
años descubrir qué es lo que causa la secuencia de
eventos físicos que llevan al vampirismo, con la esperanza
de que si lo descubrían podrían curarlo, o al menos
inventar una vacuna para luchar contra ello. Hasta el momento no
había habido suerte. Pero resulta que ahora John Heffer,
el perdedor de mi padrastro, había descubierto de repente
que el mal comportamiento adolescente -en especial mi mal
comportamiento, que en su mayoría consistía en
alguna mentira ocasional, algunas ideas cabreantes y comentarios
de listilla dirigidos principalmente contra mis padres, y
quizá algo de lujuria medio inofensiva hacia Ashton
Kutcher (es triste que le gusten las mujeres mayores) – era de
hecho lo que provocaba esta reacción física en mi
cuerpo. ¡Bueno, joder! ¿Quién
sabe?
"Esto no es algo que yo haya provocado" conseguí
decir finalmente. "Esto no ha sucedido por mi culpa. Me lo han
hecho. Cualquier científico del planeta estaría de
acuerdo con eso."
"Los científicos no lo saben todo. No son hombres
de Dios."
Me le quedé mirando. Él era un patriarca
de las «gentes de fe», una posición de la que
estaba, oh, tan orgulloso. Era una de las razones por las que
mamá se había sentido atraída por él,
y a un nivel estrictamente lógico podía entender
por qué. Ser un patriarca significaba que un hombre
tenía éxito. Tenía el trabajo
adecuado.
Una bonita casa. La familia perfecta. Se suponía
que hacía lo correcto y creía en lo correcto. Sobre
el papel tenía que ser una gran elección como nuevo
marido y como padre. Qué lástima que el papel no
hubiese mostrado la historia al completo. Y ahora, con toda
probabilidad, iba a jugar la carta del patriarca y a lanzarme a
Dios a la cara. Apostaría mis nuevos zapatos Steve Madden
a que aquello irritaba a Dios tanto como me cabreaba a
mí.
Lo intenté de nuevo.
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