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Capilla del monte, Erks y el Uritorco. El universo alternativo de la razón



Partes: 1, 2

  1. Introducción
    crítica
  2. La
    gran huella
  3. Leyendas modernas
  4. Ver
    para creer
  5. Insatisfacción
  6. Los
    sabios del Uritorco
  7. Quimeras
  8. Tribus
    urbanas y el prestigio del pasado
  9. Lo
    maravilloso y las fronteras de la realidad
  10. Así como es arriba es
    abajo
  11. ¿Un cuadrilátero de
    conflictos?

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Introducción
crítica

Existen lugares en los que ya sea por cuestiones
geográficas, históricas, espirituales o simple
afán de dinero, todas las quimeras se concentran
convirtiéndolos en "centros energéticos" que, como
la miel a las moscas, atraen a miles de almas desesperadas por
creer en algo trascendente. Capilla del Monte, en el Valle de
Punilla (Córdoba, Argentina), es uno de ellos.

Desde mediado de la década de 1980, cuando
según dicen un plato volador extraterrestre
aterrizó en las laderas del cerro El Pajarillo
dejando una inmensa huella, este pueblo cordobés se
convirtió en la Meca del esoterismo más
mediático que se pueda imaginar. A él convergieron
locos de todo el planeta en pos de sanación,
crecimiento espiritual, contactos con alienígenas,
relaciones con entidades superiores, gnomos, elfos y hasta con
los habitantes de una ciudad intraterrena que llamaron ERKS
(sigla cuyo significado es el de Encuentro de Remanentes
Kósmicos Siderales
).

¿Qué es todo esto?

¿Qué extraña subcultura late
detrás de estas historias?

¿Quiénes son y han sido los responsables
de esta explosión de misticismo, que desde hace
años mueve miles de millones de pesos y alimenta un
turismo tan particular?

¿Qué tipo de gente es la que concurre a
esta parte de Córdoba? ¿Qué buscan
allí?

¿Y cómo es posible romper de forma tan
flagrante, y sin ponerse colorado, con la herencia de la
modernidad racionalista, cimentada desde el Renacimiento y la
Ilustración? ¿Es que nadie advierte el delirante
universo que han construido y en el que hundieron sus
creencias?

Estamos frente a un síntoma más de la
mentalidad New Age. De eso no hay duda. Pero, ¿qué
estructuras cognitivas son las que permiten que se mezclen tantas
cosas inconexas?

La mixtura no podría ser más completa.
Basta con recorrer las calles de Capilla del Monte para
reconocerlo.

El neo-hipismo esotérico de base individualista
de los "90 ha echado raíces a la sombra del cerro
más famoso del lugar, el Uritorco. Y bajo su ladera
mística han proliferado grupos, sectas y
energúmenos que, a partir de prácticas
supuestamente espiritualistas, pretenden convertirse en las almas
esclarecidas de una Nueva Era donde los iluminados
alcanzarán el Nirvana en la tierra.

En Capilla del Monte todo se confunde en una sopa
única. Espesa. Ambigua, pero sumamente interesante desde
la perspectiva que nos da la historia de mentalidades. En este
universo onírico, producto de la imaginación
más desbocada, es posible encontrar, junto al ya famoso
cerro (hoy de fama mundial), ovnis, luces misteriosas,
apariciones, energías inteligentes, portales
dimensionales, razas superiores, difusiónismo ario,
duendes, frases de poder (mantras), niños índigos,
budismo de country, leguajes cósmicos perdidos,
intraterrestres, ecología new-age, reencarnación,
filo-nazismo, magia, adivinación, tarotismo,
angelología, avistajes programados, telepatía,
videntes, sensitivos, abducciones extraterrestres, oratorios
paganos, templarios, indios blancos, mercachifles de feria y
antiguos espíritus guerreros germánicos que buscan
dominar el mundo del futuro.

¿Cómo surgió todo esto? ¿Por
qué? ¿Quiénes fueron sus responsables?
¿Dónde están sus raíces?
¿Qué significa este rebrote de pensamiento
mágico a fines del siglo XX y principios del
XXI?

Es lo que intentaremos explicar en las páginas
que siguen.

Tarea, por cierto, bastante complicada.

Buenos Aires, febrero 2015.

La gran
huella

Corría el mes de enero de 1986 cuando
apareció.

Sorpresivamente, algunos vecinos de Capilla del Monte
observaron claramente una "huella" delineada sobre una de las
laderas del cerro El Pajarillo, anexo al Uritorco, y se
desató la locura.

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En plena primavera alfonsinista, cuando la democracia
daba su primeros y timoratos pasos tras ocho años de
dictadura feroz, los extraterrestres parecieron interesarse por
aquel rincón de Córdoba al punto de aterrizar en
sus sierras, desencadenando un fenómeno de carácter
social sumamente interesante y que dura hasta hoy.

Casi de inmediato, y a instancias de los medios masivos
de comunicación, la marca o huella ovalada que se
perfilaba en el cerro fue interpretada como el resultado del
descenso de un ovni en el valle de Punilla.

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Como en tantas otras ocasiones, la televisión y
los periódicos sensacionalistas se sumaron al fraude y lo
popularizaron de tal modo que nadie quedó ajeno al asunto.
De todas las notas publicadas o emitidas, las del Canal 9 de
Buenos Aires fueron las más famosas y de mayor
repercusión. De la mano de su reportero estrella y su
camarógrafo, Nuevediario alcanzó topes de
rating insospechados (47 puntos) y todas las noches el
país entero se convocó frente a las pantallas de TV
para ser testigo de las bizarras aventuras del periodista
José de Zer y su inefable escudero, el camarógrafo
Chango, persiguiendo aliens en las serranías
cordobesas.[1]

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Nadie imaginó por entonces las perdurables
consecuencias de aquellos informes de periodismo-ficción.
Ni siquiera los habitantes de Capilla del Monte que, al principio
y según consignara muchos años después
Carlos "el Chango" Torres, no tomaron el tema con buen
ánimo. Que la localidad empezara a ser famosa por
cuestiones tan poco convencionales no cayó nada
simpático. El país entero comentaba el tema con una
sonrisa irónica e incrédula. Se estaba a un paso
del ridículo y, según se dice, del ridículo
no se regresa jamás. A más de 30 años de
aquellos bizarros sucesos muchos los seguimos recordando con la
misma ironía e suspicacia de entonces. Pero en el proceso,
el status de toda la localidad cambió y Capilla del Monte
se convirtió en un polo turístico alternativo,
esotérico, de fama mundial. Miles de visitantes dejaron el
ridículo a un lado. Lo reformularon. Lo cargaron de
historias rimbombantes, teorías conspirativas,
espiritualismo y delirios New Age, transformando esas
serranías en el escenario ideal de sucesos
extraordinarios, en donde todo era posible: desde el avistaje
programado de ovnis (entendiendo el término como
"naves de otros planetas") hasta el contacto con
entidades energéticas (luces inteligentes) que
protegen secretos inconfesables y auguran un Apocalipsis del que
saldrán con vida sólo unos pocos iluminados. No
faltaron, incluso, los que sostuvieron que en la región
estaba el Santo Grial y que desde allí la humanidad se
regeneraría al entrar en una nueva época de luz. Y
así, lo que al principio fue visto con despecho se
terminó convirtiendo en un filón de oro cuya veta
inagotable llega hasta hoy.

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Capilla del Monte se hizo famosa y no se tardó
mucho para que legiones de alucinados acudieran a ella tratando
de develar y seguir alimentando sus misterios. En poco tiempo, el
negocio floreció y los ventajeros de siempre tomaron parte
en la ganancias convirtiendo al cerro Uritorco en un centro
energético desde donde la humanidad iba a regenerarse
espiritualmente, en contacto con "nuestros Hermanos
Superiores del espacio exterior
" (e interior).

Alguna vez se dijo que cuanto más grande es la
mentira más fácil de creer es. Éste es un
buen ejemplo de ello. Cuanto más incongruentes e
irracionales son las historias que circulan por la zona, mayor es
el número de adeptos.

Ejércitos de personas acuden anualmente a la
ciudad en busca de experiencias paranormales. Y las encuentran al
módico precio que fijan los guías turísticos
y baqueanos locales. Hay que reconocer que al menos con
José de Zer el asunto era gratis. Bastaba con prender la
TV. Pero, ¿quién era José de Zer? Las nuevas
generaciones no lo conocieron. Y aunque el sensacionalismo no
murió con él, sí perdió el aire
lúdico que supo imprimirle con verdadera
maestría.

De Zer, con su voz ronca y agitada ha pasado a la
historia de la televisión argentina. Es sin duda un
capítulo interesante y revelador de cómo algunos
hacen periodismo sin que la verdad importe, o cómo esa
profesión puede ser la gran catalizadora de rumores y
leyendas, tan perdurables como entrañables.

El Uritorco y sus misteriosas entidades le deben mucho
al tipo de periodismo practicado por José de Zer. Aunque
hoy día la mayoría lo oculte y no quieran ver en
sus intervenciones gran parte del origen del éxito
esotérico del pueblo. "Sin él es muy probable
que la huella del cerro se hubiera perdido en las primeras
semanas de febrero de 1986 entre noticias de accidentes
automovilísticos, algún ahogado de la costa
atlántica o la separación de una pareja del
ambiente televisivo
".[2]

El Uritorco, Erks y todos sus espejismos derivados, no
son más que productos (mercancías) que se venden a
un colectivo de personas que se tragan cualquier cosa
aduciendo tener la "mente abierta" y una visión
espiritualista (absolutamente acrítica).

De todo eso se alimenta en gran parte hoy Capilla del
Monte.

Leyendas
modernas

Una supuesta y presumida experiencia científica,
junto a la exacerbada adoración a reconocidas
autoridades
constituyen las bases de esta irracional y
risible creencia; alimentada por una ingenua e infantil manera de
interpretar el mundo. No hay duda de que estamos, una vez
más, ante el complejo, interesante y fascinante mundo de
las leyendas contemporáneas.

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Cuando algunos de los gurús locales elucubra su
historia paralela, tanto respecto de templarios escondiendo el
Grial en las laderas del Uritorco, como de "misteriosos" indios
comechingones descendientes de vikingos o pueblos
germánicos, no hacen más que partir de hechos o
argumentos no probados, inverosímiles y sumamente dudosos;
pero aceptados de antemano como lógicos y evidentes. Una
vez dado ese paso, cualquier cosa es posible.

En el delirante universo de Capilla del Monte, los
conceptos, ideas y premisas más importantes (y
disparatadas) se dicen siempre al pasar. Se da por sentado que
todo ser inteligente "sabe" que las energías misteriosas,
ETs y hermanos superiores del centro de la Tierra, existen. Y
sobre esta plataforma levantan el edificio en el que se apoyan
todas sus maravillosas teorías.

Temas como los nombrados están poblados de
pseudo-sabios que en realidad no son más que
conspiracionistas de gabinete que alimentan y son
retroalimentados por legiones de crédulos e ignorantes que
los siguen y consideran iluminados. La riqueza cultural
de todo este fenómeno social radica, justamente, en ellos.
Porque ellos son la única y principal usina de los
ensueños disparatados que nos invaden.

Conforman lo que se ha dado en llamar las
autoridades
. Los sabios de turno.

Pero partamos de una premisa fundamental: los
catedráticos, físicos, historiadores, curas,
pilotos o limpia-parabrisas de las esquinas, dadas ciertas
circunstancias, se equivocan. Nos equivocamos. Somos
falibles la mayor parte del tiempo; mucho más cuando nos
ponemos a opinar sobre temas ajenos a nuestras profesiones. Que
un abogado o sociólogo opine libremente y con aire de
sapiencia absoluta sobre fenómenos astronómicos,
atmosféricos o geológicos, debería ponernos
en alerta máxima.

El público es propenso a creer mentiras,
máxime cuando ellas tienen que ver con sucesos
maravillosos y extraños. En realidad convierten en algo
cierto sus propios deseos y sueños. Esto es conocido de
sobra por los medios de comunicación que se encargan de
publicitarlos con grandes titulares, ilustraciones a todo color y
música de fondo. Pero cuando ese suceso es
convenientemente rebatido, el espacio que se le otorga al
descargo es pequeño, insignificante o publicado en las
páginas interiores del periódico.

Quieren creer, como demandaba el cartel que
colgaba en el ficticio despacho del agente del FBI, Fox Mulder,
en la serie Los Expedientes Secretos X.

Por eso, de todas las cosas que molestan y causan las
más aireadas y vehemente intervenciones entre los
fabricantes de mentiras, están las exigencias de pruebas.
Las evidencias.

No hay duda que incomodan mucho.

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Ver para
creer

Las neurociencias están de moda. El cerebro
parece haberse convertido hoy en la vedette principal. Decenas de
libros y documentales de TV se abocan a explicar las
últimas investigaciones sobre su funcionamiento y, hay
admitirlo, resulta muy interesante reconocer cuán
equívoco y vago puede ser este fundamental órgano
del cuerpo.

Su función principal parecería ser ahorrar
energía. Es decir, hacer lo mínimo indispensable al
momento de funcionar y ello conduce, casi inevitablemente, a una
distorsión de la manera en que apreciamos e interpretamos
el mundo. Especialmente cuando nos centramos en la forma en que
lo vemos (lógicamente con los ojos).

Los especialistas están de acuerdo en sostener
que "vemos con el cerebro". He ahí que reconozcan
una serie de principios de funcionamiento que pueden interesarnos
a la hora de explicar el fenómeno del Uritorco, Erks y
todas las delirantes apreciaciones y que creencias que orbitan en
torno al tema.

Empecemos por lo que se ha dado el llamar la falacia
del experto
.

Solemos creer cualquier disparate si quien lo
dice/transmite viene apropiadamente arropado de profesionalismo y
sabiduría. Se confía en las personas bien vestidas.
Ellas encarnan el estereotipo socialmente difundido del
"experto-investigador". Cualquier idiotez dicha usando
saco y corbata tiene más posibilidades de ser digerida
que, si quien la dice, aparece (se muestra) mal entrazado o no
respeta los códigos que se cree debe tener un
especialista.

Por eso, la apariencia, el tono de voz, la postura y los
títulos académicos (reales o falsos) que anteceden
al orador son tomados como prueba irrefutable y confiable de
cualquier cosa. No en vano la bibliografía sobre la
temática que nos ocupa (ovnis, ciudades intraterrenas y
demás dislates), dedica páginas enteras en
describir los currículum vitae de los expertos
que la difunden, remarcando las universidades, institutos y
academias de fama mundial (la NASA es una de ellas) a las que
asistieron o supuestamente trabajan. Desde el vamos, el cerebro,
ahorrando energía, prefiere confiar y aceptar lo que se
dice si ello viene de autoridades de peso.

De todos modos, las creencias sobrenaturales no se
transmiten exclusivamente por lo que se nos dice que debemos
creer. Para Bruce M. Hood, "hay algo biológico que nos
lleva a creer
"[3]; además de existir
la tendencia a creer que lo que pensamos podría ser
cierto. El origen de esto puede estar fundado en una
teoría ingenua sobre el funcionamiento de la vista y de
las cosas. Existe cierta inclinación a confirmar
prejuiciosamente que lo que creemos es cierto. A esto se
lo denomina "el sesgo confirmatorio" y es muy
fácil llegar a conclusiones falsas cuando desconocemos
todos los datos y nos guiamos por ideas preconcebidas. Tal como
lo señala Hood, "el sesgo confirmatorio revela que las
ideas preconcebidas moldean fácilmente la manera como
interpretamos la información
".[4] Por
otra parte, el simple hecho de que todos experimentemos
algo no lo vuelve real necesariamente.

Claro que también debemos considerar otras
opciones que parten de la psiquiatría y la
psicología clínica. El hecho de que muchas personas
se crean vigiladas por entidades extraterrestres o hermanos
superiores manejando ovnis puede que se deba a un claro
sentimiento de culpa o, más cruentamente, a un
síntoma de esquizofrenia paranoide capaz de distorsionar
la realidad. He ahí la base de todo pensamiento
conspirativo y el origen de un trastorno psíquico conocido
con el nombre de apofenia, que consiste en la
tendencia anormal de ver conexiones en el mundo por todos lados.
Una vez que esta inclinación se desboca las ideaciones
mágicas
se convierten en parte de la vida
cotidiana.

Muchos las controlan.

Los locos no.

Insatisfacción

En una época en la que las religiones
tradicionales parecen no dar respuestas satisfactorias a las
grandes inquietudes humanas, y en la que las instituciones han
perdido el prestigio de antaño, no es de extrañar
que proliferen los más desatinados cultos
esotéricos que, atentando flagrantemente contra la
razón y el sentido común, hacen propios delirios
sinsentido que, a simple vista, se dan de bruces con todo el
conocimiento acumulado en los últimos 500
años.

No hay razonamiento que los convenza de lo contrario.
Cuanto más grande el delirio, mayor es la difusión
y adeptos que gana. La ignorancia y el desconocimiento representa
el punto de partida en el que se apoyan esas creencias, la
mayoría hoy transmutadas en lucrativos negocios. La fe y
el dinero mueven montañas. En especial una: el
Uritorco.

Como sucede con todos los creyentes, resulta imposible
hacerlos entrar en razón. Después de absorber una
cosmovisión que les da sentido a sus necesidades
espirituales, de nada sirve tratar de convencerlos de lo
contrario. El sentido de realidad está trastocado y la
línea que separa lo posible de lo imposible se esfuma
creando un universo alternativo en el que conviven sin problemas
los duendes, los alienígenas, las energías
misteriosas y ciudades del centro de la Tierra. El pensamiento
mágico en su máxima exponencia.

Asistimos, pues, a una medievalización
de la forma de interpretar el mundo. Hay una
materialización de las fantasías que, en ese acto,
dejan de serlo y se convierten en parte de la
realidad.

Es este un camino muy angosto y peligroso. No resulta
difícil desbancarse. Basta una crisis (social o personal)
para que la New Age y su descomunal fárrago de mezclas
capturen a las almas más indefensas y
descontentas.

El legado de la modernidad racionalista perece sin
más en un océano de palabras sin sentido; en ese
alud mixturado de suposiciones, nombres, fechas y falsas
autoridades. La mentira y la exageración se unen en el
proceso y, a la postre, ambas se convierten en verdades reveladas
a las que sólo los "herejes" atacan. Constituyen
una inmensa y perdurable bola de nieve que, desde hace algunas
décadas, viene creciendo y adquiriendo una fuerza
imposible de frenar. Se lleva todo por delante. Arrasa con todo
lo que se le cruza en el camino.

Como ya hemos dicho, los medios de comunicación
contribuyen al engrandecimiento de estos nuevos cultos
mistéricos y al pensamiento conspirativo
(metastático en nuestros días) en el que se
sostienen. Ya no se requieren pruebas para nada. Cualquier
aseveración, revestida de supuesta sapiencia, pasa por ser
cierta e incuestionable; máxime cuando sus difusores son
profetas, iniciados (muchos de ellos con títulos
universitarios).

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La falacia de la autoridad académica se impone.
Cualquier grado académico, exhibido en un mundo que
desconoce la universidad, es sinónimo de verdad. Por eso,
repetimos, en sus discursos abundan los supuestos títulos
de profesor y doctor con el que se ven imbuidos sus
principales difusores. Como si el hecho de tenerlos llevara
automáticamente a la verdad más absoluta. Nadie los
discute y la retroalimentación del delirio resulta
así poderosísima.

¿Cuáles son los mecanismos por los cuales
mentes entrenadas caen en un hoyo tan profundo de irracionalismo?
¿Qué persiguen con todo ello? ¿Ganar dinero?
¿Fama? ¿Alcanzar algún objetivo
político o ideológico? ¿O es una simple y
estrambótica manera de criticar los tiempos que corren?
¿Estamos frente a una patología de carácter
mitómano, en la que se termina creyendo las propias
mentiras que se inventan?

En primerísima instancia pareciera que sí.
De otro modo no se comprende cómo se divulgan en voz alta
y con autoridad obispal, los dislates más rebuscados que
uno pueda imaginar.

Los simples embusteros suelen disfrazar y cuidar cierta
coherencia argumentativa. Pero estos grupos cultores del misterio
no tiemblan un ápice al relacionar todo con todo y llegar
a explicaciones del tipo siguiente: "Perdón por llegar
tarde. Es que fui abducido por seres de luz de otro planeta y al
regresarme a la Tierra, tras una peligrosa operación de
cerebro, la autopista galáctica estaba muy congestionada.
Como usted ya sabe, los fines de semanas son
terribles
".

En este universo de locos nadie duda. Nadie cuestiona
nada. Cualquier aseveración es defendida a capa y espada.
Los seños fruncidos y rostros de grave compromiso
contribuyen a que los neófitos se terminen convenciendo de
las "enseñanzas del sabio", convirtiéndose en
fuerzas de choque despiadadas ante el más mínimo
cuestionamiento. Por eso buscan cerrarse en ellos mismos. Por ese
motivo los grupos de iniciados no aceptan herejes, ni
librepensadores. No toleran la discusión porque no tienen
argumentos sólidos en lo que apoyarse. ¿Qué
pruebas científicas (materiales) pueden aducir o presentar
a la hora de probar la existencia de mensajes telepáticos
provenientes del Tíbet para descubrir la puerta de ingreso
al reino de Erks? No las tienen. Nunca las tendrán. Por
eso evitan la confrontación y buscan caminos explicativos
emocionales en donde las energías, las fuerzas y
los sentimientos pasan a ser los soportes de todo.

En el fondo de la cuestión hay una crisis de
confianza en la ciencia y en la razón. Un neo-romanticismo
galopante que nos demuestra la vigencia de cosmovisiones
mágicas de muy larga data.

Los mundos para-"lelos" existen. Los tenemos a
nuestro lado. Invaden todo. Auspiciados por el amor
cósmico nos arrastran a una infantilización de la
realidad para cuya crítica, muchas veces, faltan las
palabras. Sólo nos queda la ironía porque,
aún con las palabras adecuadas, intentar convencer de lo
contrario es gastar pólvora en chimangos. De nada sirve.
El fanatismo está instalado.

Los sabios del
Uritorco

La galería de sabios que participaron en
la construcción de esta moderna leyenda
contemporánea, no fue al principio para nada extensa; y si
bien hoy los creyentes son miles (tal vez millones), el universo
onírico elaborado en torno al cerro Uritorco y la
evanescente ciudad intraterrena de Erks, tiene un responsable
original cuyo nombre era Ángel Cristo
Acoglanis.

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La historia de este singular personaje es ya de por
sí interesante y marca desde el inicio del tema el sinuoso
camino que éste tomo. Un camino jalonado de mentiras,
inventos y exageraciones esotéricas que sólo las
mentes preclaras pueden develar y conocer en profundidad
(generalmente a través de revelaciones divinas, siempre
indiscutibles).

En un mundo de ignorantes y señoras
gordas
llenas de tedio, "ellos", los
iniciados
, la vanguardia moral e intelectual de la galaxia,
son los únicos capaces de comprender cabalmente qué
es lo que ocurre en el cosmos (palabrita que les encanta
utilizar).

Son los sabios del Uritorco. Los que están de
vuelta de todo. Los que tiene respuestas a todo Los herederos de
la Tierra y sus conocimientos más secretos. Los Hermanos
Superiores.

La raza superior.

Las veleidades de supremacía de toda esta fauna
mete un poco de miedo. Sus rostros adustos, fruncidos,
acompañados de sentencias casi papales sobre temas que
ellos mismos inventan, es de por sí atrayente porque nos
retrotrae a un clima de fanatismo irracional que, de no ser por
sus peligrosas derivaciones, causaría gracia.

Las conexiones que practican son hilarantes; y como
todo está relacionado con todo no les tiembla el
pulso al unir mitología germana con creencias
precolombinas, física cuántica (¡Oh
divina física cuántica
!), sociedades secretas,
vidas pasadas y extraterrestres. Sin mencionar los "objetos de
poder" (bastones de mando, piedras sagradas, copas
místicas, etc.) a través de los cuales se
canalizarían, según ellos, las
energías de esa ciencia infusa que tanto
idolatran.

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Lo que sí hay que reconocerles es la seguridad
con la que vomitan sus alucinaciones. Como ya dijimos: nunca
dudan. Viven en un contexto de convicciones envidiables,
sintiéndose diferentes (superiores, más
esclarecidos) al resto de los mortales. Tal vez por eso se creen
sabios o suponen que sus popes lo son.

En el fondo, creen conocer el mundo a la
perfección. Saben cómo funciona. Pero
claro, ese conocimiento lo otorgan a cuenta gotas. Siempre hablan
a medias tintas. Como responsables y guardianes de ese saber
sagrado sienten ocupar un estrado más elevado. Más
lúcido. Y no es para menos: han sido elegidos para
desempeñar esa tarea. Una misión trascendente.
Ellos son el nexo a un nuevo orden que conducirá a la
humanidad a un nivel de conciencia más elevado.

¡Oh dioses del Olimpo! ¡Bienaventurados
aquellos que los sigan!

Es imposible no sentir cierto grado de impotencia frente
a esta farsa descarada; en especial cuando se advierte lo
desvergonzada y estúpida es esa mentira, y cómo es
seguida por miles de personas.

Entonces, a la impotencia se le suma la
bronca.

¿Cómo es factible que millones de personas
con cierto grado de educación formal puedan creer en
tamañas boberías? La única
explicación que encontramos a mano es la de la entender el
fenómeno del mismo modo en el que se comprende en
fenómeno religioso. No hay otra opción. Todo se
reduce a la multívoca "fe". Omnipresente comodín
que se saca de la manga cada vez que se quiere dar por terminada
una discusión. Claro que, en este caso, estaríamos
alejándonos a pasos agigantados de la ciencia, de la
lógica y de la Historia, entendida ésta como
disciplina rigurosa para comprender el pasado.

Pero, atención. Hay algo que debemos
considerar.

Si cada pasado es interpretado a partir de un presente
particular, el hecho de mistificar el devenir humano,
adornándolo con sucesos que nunca ocurrieron, habla
más del presente que del pasado propiamente
dicho.

¿Cuál es ese presente que permite hablar
tantas idioteces con voz aguda y segura?

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Esta es sin duda la cuestión de fondo de todo el
asunto. Una época en la que todo está en crisis. En
que la muerte de los grandes relatos, el fin de la idea de
Progreso y la desconfianza, habilitan a buscar en el espacio
exterior (o interior) lo trascendente, sin importar la
rigurosidad de dicha búsqueda. Y así reescriben la
historia en clave esotérica, a sabiendas de que sobre el
papel todo es posible y de que el pasado se constituye en el
caldero ideal para esas operaciones; ya que sus grandes espacios
en blanco permiten ser rellenados con cualquier sandez
imaginativa, teorías conspirativas y tramas secretas,
cuando la honestidad intelectual se ausenta y sobreviven
sólo las "señales".

Quimeras

Aún quienes en apariencia parecen ser personas
racionales (y me refiero a periodistas e indagadores del tema),
el esoterismo new-age, de honda raíz
mágico-delirante, lo invade todo. Bajo el rótulo de
investigadores o especialistas, una
legión de diabólicos (como llama a los
creyentes Umberto Eco, en su novela El
Péndulo de Foucault
) pululan por todos los medios
masivos (radio, televisión y diarios) difundiendo la
palabra que le da de comer a Capilla del Monte, desde enero de
1986.[5]

Incluso, a partir de los primeros años de la
década de 2010, la municipalidad de la ciudad, cooptada
por políticos que adhieren a estas creencias, pretende
darle al tema ovni y a las energías del Uritorco, un cariz
oficial que buscó (y busca) ejercer un mayor control sobre
la razón de ser del turismo esotérico.

No hay en el fondo una intensión sincera por
conocer la verdad, sino el deseo de explotar, aprovechar y sacar
ventajas económicas de los dislates, errores y
exageraciones que hacen de Capilla del Monte una verdadera
Jerusalén del delirio.

Tardó poco más de veinte años el
municipio en reconocer la importancia que el Uritorco
cósmico
tiene en el desarrollo de la ciudad.
Más vale tarde que nunca, dirán los investigadores,
que reconocen los beneficios adquiridos cuando el Estado
municipal tomó parte en el asunto, inclinándose del
lado de ellos.

Era la autoridad que faltaba en el
currículum vitae.

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Pero a no sorprenderse. Algo similar ocurrió en
otras partes del mundo. En Escocia, por ejemplo, los
órganos gubernativos municipales han votado
leyes/ordenanzas que protegen de cazadores inescrupulosos al
mismismo monstruo del Lago Ness (un supuesto plesiosauro,
remanente del período jurásico, que todavía
nada en sus oscuras aguas); o en algunos territorios de Estados
Unidos, que han hecho lo mismo con respecto al famoso Bigfoot
(Pie Grande).

Leyes que protegen quimeras. No porque la quimera exista
objetivamente (sería un despropósito), sino por la
cuantiosa suma de dinero que ésta le genera a esas
regiones.

Una vez oficializado el disparate éste cambia su
estatus ontológico y "por decreto" adquiere una
seriedad nunca antes reconocida. Y esto basta para seguir
alimentando la leyenda.

En el fondo de todo está el capital. El
único Santo Grial que mantiene el circo en
marcha.

Tribus urbanas y
el prestigio del pasado

Desde los más especializados buscadores de ovnis,
pasando por alquimistas auto-reconocidos, tarotistas de poca
monta, angelólogos, expertos en el poder de las gemas,
ecologistas apocalípticos, sabios, parapsicólogos y
antropólogos graduados en academias no oficiales, sin
desechar a los lisa y llanamente mitómanos delirantes,
toda una tribu de renovados hippies han copado el lugar,
contrariando a los vecinos más incrédulos, quienes
se han visto involucrados en un asunto del que será
difícil salir en breve.

Decir hoy Capilla del Monte es hablar de platos
voladores y muchas veces resulta complicado contener la sonrisa
irónica cuando se hace referencia a la ciudad. Esto no es
del agrado de todos, aunque los hoteleros, dueños de
restaurantes y hosterías, sean los principales
beneficiarios. El turismo se alimenta, desde 1986, de los
contingentes de creyentes (diabólicos) que los
visitan.

Pero hay un aspecto más que analizar. Lo hemos
detectado in situ en Capilla del Monte, y es el deseo de darle a
las creencias un antecedente histórico que lo prestigie y,
al mismo tiempo, lo aleje del acontecimiento que dio el
puntapié inicial a esta locura: la huella del cerro El
Pajarillo
del año 1986.

No son pocos los residentes y místicos que
intentan remontar el fenómeno energético
al pasado y darle al misterio una profundidad cronológica
que parece no tener. "Lo extraño en la región
ya estaba,
sostienen. La huella fue sólo el
catalizador que hizo ver lo que pocos veían antes
".
Incluso en las redes sociales (Facebook, por ejemplo) se
observa la tendencia a buscar fotos antiguas que lo prueben.
Aunque la más vieja que vimos (uno de los primeros
tour-ovni por las sierras) data del año 1987 y es
por tanto posterior a la huella).

La región es mágica desde
épocas precolombinas
.

Es lo que se pretende implantar. ¿Qué otra
cosa podría esperarse de una zona habitada por indios que
algunos no dudan en afirmar era altos, barbados, rubios y de ojos
azules?

Lo maravilloso y
las fronteras de la realidad

Como señaló el historiador francés
Jaques Le Goff, cualquier abordaje que se realice al problema de
lo maravilloso en una sociedad determinada debe partir
del análisis del vocabulario que, como es de prever,
cambia con el paso del tiempo.

Las palabras también tienen su historia. Un mismo
término no siempre significa lo mismo en épocas
distintas; por tanto, se corre el riesgo de caer en conclusiones
anacrónicas si no se tiene en cuenta ese devenir
semántico.

Un buen ejemplo al respecto es el de la palabra
"Progreso".

Actualmente este concepto conlleva la idea de
mejoría, de avance. Pero no siempre ha
sido así. La idea de Progreso, tal como sobrevive
(agoniza) hoy en día, es el producto de un profundo
cambio, tanto epistemológico como de mentalidades, que se
operó fundamentalmente en el siglo XVIII; responsable de
ese nuevo mito que muchos arrastran y que se resumiría en
una simple frase: "Todo tiempo pasado fue
peor
".

Pero la palabra Progreso existía y era
usada mucho tiempo antes del siglo XVIII. La cuestión es
que su significado no era el que hoy le damos. Antes de la
modernidad progresar era trasladarse de un punto A a un
punto B. Es decir, tenía una clara connotación
espacial, muy lejana y ajena a la idea de
"mejoría" que adoptó en el Siglo de
las Luces
.

Hoy, promediando la segunda década del siglo XXI,
y tras las decepciones sufridas en la centuria anterior, muchos
son los que ponen en duda el recalcitrante optimismo y confianza
de los pensadores ilustrados. El mito del Progreso se ha revelado
falso. No somos necesariamente mejores a los hombres de hace tres
siglos. La tecnología no basta ni es suficiente para
etiquetarnos como superiores a ellos.

Algo parecido pasó con lo
maravilloso
.

El contexto histórico condicionó su
significado y Le Goff es bien claro al respecto: entre la gente
letrada de la Edad Media, nuestro adjetivo "maravilloso"
("genial", "sorprendente", "curioso")
se traducía en un término prolíficamente
utilizado: "mirabilis". Pero no existía una
categoría mental que se correspondiera a lo que nosotros
(hoy) llamamos "lo
maravilloso".[6]

En tanto que actualmente ésta es una
categoría literaria y espiritual ("¡qué
maravilloso es tal cosa
!"), para la gente del medioevo, sin
que mediara la palabra, era una categoría del universo
mismo, que no atentaba (como los milagros) contra el esquema
lógico de representación que tenían del
mundo.

"Lo Maravilloso" no producía ninguna
ruptura, ni turbaba (como hoy) a nadie. La existencia de gnomos,
hadas, espíritus, dragones o sitios con caracteres
"sobrenaturales" era aceptada como algo normal y cotidiano. Una
parte más de la naturaleza. Con la misma entidad que
podía tener un árbol o una vaca.

En una época en la que la ciencia
desconocía el funcionamiento del universo y las
intervenciones divinas se aceptaban como dogma de fe, es
lógico que "lo maravilloso" como tal no existiera y
careciera de sentido. Tampoco la categoría
"sobrenatural" tenía sentido. Tuvimos que esperar
al siglo XVIII para que las cosas, lentamente, cambiaran.
Sólo a partir de entonces "lo
maravilloso/sobrenatural
" irrumpiría en nuestra
conciencia, convirtiéndose en ideas ajenas a lo
real.

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Pero en la historia de mentalidades las permanencias
tienen una sostenida y larga inercia. La misma que detectamos en
Capilla del Monte y sus fabulosas historias.

Dentro del catálogo de "maravillas" que
hallamos en esta Meca de fantasías, es interesante notar
las muchas similitudes que hay con los inventarios que los
historiadores medievalistas hicieran del período que va
del siglo XI al XIII.

En primer lugar nos topamos con los países y
lugares maravillosos
, protagonistas éstos de decenas
de libros de caballería y demás relatos que vienen
circulando desde por lo menos la Baja Edad Media y el primer
Renacimiento.

La montaña hueca es uno de
ellos.

Generalmente constituye, como lo indicara Daniel
Granada, un lugar refugio. Un sitio alejado del
neófito y al que sólo se accede dando pruebas de
purea moral y espiritual. Es una reservorio de riquezas
inconmensurables, que van desde cantidades ingentes de oro o
plata, hasta la posibilidad de encontrar allí el
conocimiento absoluto.[7]

¿Qué otra cosa representa Erks sino eso
mismo?

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En Capilla del Monte, la montaña hueca
es el Uritorco; cerro que concentra todos los demás
elementos y seres maravillosos de las antiguas leyendas: las
rocas mágicas
(aún consideradas reservorios y
productoras de extrañas energías), las fuentes
y manantiales
(hoy vistos como muy deseados por los
extraterrestres), los árboles mágicos (a
los que se acude para abrazar sus místicas emanaciones de
fuerza telúrica), los gigantes y enanos (hoy
identificados con dos de las razas alienígenas que visitan
el lugar) y, finalmente, los hombres y mujeres con
particularidades físicas y mentales
(como es el caso
de los Hermanos Superiores que habitarían Erks o el
mismísimo Ángel Cristo Acoglanis con sus poderes
místicos, capaces de convocar a seres de otras
dimensiones).

Camuflados, ciertos objetos del imaginario medieval
mantiene su vigencia en el corazón de las sierras
cordobesas, a pesar de los siglos transcurridos. Objetos
también mágicos, poderosos, protectores. Tal es el
caso del Bastón de Mando de los comechingones, vuelto
famoso por un místico abogado porteño, o el Santo
Grial que, según afirman grupos esotéricos
vernáculos, está escondido en
Argentina.[8]

Capilla del Monte se ha convertido en un lugar donde las
dudas se diluyen en un océano de certezas y la
ilusión de los sentidos, producto de la imaginación
desbocada o de una mala lectura de las leyes naturales, descarta
la posibilidad de considerar que todo sea un error o una
fantasía.

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Los diabólicos no vacilan. No plantean
ambigüedad alguna frente a los fenómenos en los que
creen. Por ende, otra categoría que carece de sentido
dentro de ese universo mental es la categoría de lo
fantástico
; ya que, por los supuestos de los que
parten, el concepto de lo imposible pierde peso y
desaparece. Como dijimos más arriba, las fronteras entre
lo real y la fantasía se diluyen, conviviéndose sin
cuestionamientos con una cosmovisión que une la fe con la
credulidad exagerada y la ignorancia.

Los supuestos fenómenos que sea dan en Capilla
del Monte y sus inmediaciones (Los Terrones, Ongamira, Valle de
la Luna, etc.) anuncian algo que Tzvetan Todorov clarificó
perfectamente en su Introducción a la Literatura
Fantástica
: las consistentes diferencias que existen
entre lo extraño y lo
maravilloso
.[9]

En tanto que lo extraño, según
este autor, surge en un marco en el que las leyes de la realidad
se mantienen firmes y lo inexplicado se reduce a hechos conocidos
racionalmente (es decir, son explicados manteniendo el aparato
epistemológico vigente), lo maravilloso requiere
de nuevas leyes y permanece inexplicado, pero perfectamente
aceptado a pesar de ello.

Cuando en la sierras de Capilla del Monte se oye hablar
de extra o intraterrestres, o de seres de energía
provenientes de otras dimensiones, sin que se produzca
reacción alguna (conviviéndose con ese mundo
onírico como si fuera una parte de la naturaleza misma),
estamos ante lo maravilloso en su estado más
puro.

Pero lo más interesante de todo es que, cuando
Todorov hace mención de estas cosas, se refiere al mundo
de la literatura, no al mundo real (como sí lo hacen los
creyentes que pululan por el Uritorco, construyendo una realidad
alternativa en la que lo invisible se manifiesta en lo mundano
sin problema).

Las maravillas y los prodigios, antes signos de Dios,
adquieren un nuevo formato. Las alas dejan paso a los propulsores
o ingenios anti-gravitacionales y las antiguas entidades
elementales adquieren un origen alienígena que pareciera
anunciar a gritos la necesidad de un orden trascendente
más acorde con los avances tecnológicos y
científicos, que han desencantado al mundo desde hace por
lo menos 300 años.

Partes: 1, 2

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