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Desarrollo rural y sostenibilidad



Partes: 1, 2

  1. Presentación
  2. Introducción
  3. Desarrollo rural y Sostenibilidad
  4. Motores del desarrollo rural
  5. Desarrollo Rural Sustentable
  6. Una discriminación secular
  7. Desarrollo rural para un futuro sostenible. Una problemática que exige un tratamiento sistémico
  8. Hacia una Nueva Cultura Rural para la transición hacia la Sostenibilidad
  9. Desarrollo Rural Sostenible en el Perú
  10. Anexos
  11. Bibliografía

Presentación

Esta monografía cuyo tema es "Desarrollo Rural y Sostenibilidad" va dirigido al docente del área de Medio ambiente y desarrollo sostenible y a todas las personas lectoras que se preocupan y están pendientes sobre lo que pasa en la sociedad: las carencias, el desarrollo, las oportunidades, la misma población y demás problemas que nos aquejan; porque necesitan informarse y conocer de lo que se trata este tema y que tiene que ver con muchos de nosotros.

Introducción

Esta monografía está basada en la expresión desarrollo rural que hace referencia a acciones e iniciativas llevadas a cabo para mejorar la calidad de vida de las comunidades no urbanas. Estas comunidades humanas, que abarcan casi la mitad de la población mundial, tienen en común una densidad demográfica baja. Las actividades económicas más generalizadas son las agrícolas y ganaderas aunque hoy pueden encontrarse otras muy diferentes al sector primario.

El desarrollo rural persigue dar respuesta a tres necesidades básicas para hacer posible un futuro sostenible: Mejorar la formación y el bienestar de las personas que viven en este medio, evitando que migren a otras ciudades; lograr una producción agrícola sostenible para asegurar que todos las personas tengan acceso a los alimentos que necesitan y proteger la base de recursos naturales,

Desarrollo rural y Sostenibilidad

El concepto de desarrollo rural sostenible presentado en este documento aborda la gestión del desarrollo desde una perspectiva territorial. Su punto de partida es el análisis dinámico e integral de las dimensiones económica, sociocultural, ambiental y político institucional. Su objetivo es promover el bienestar de la sociedad rural, potenciando su contribución estratégica al desarrollo general de la sociedad. Su planteamiento es la formulación de estrategias e instrumentos de política que conduzcan al desarrollo territorial en regiones principalmente rurales, sobre todo en aquellas que buscan corregir desequilibrios de ingresos, tasas sesgadas de crecimiento de producción y patrones inadecuados de transporte y movimiento de bienes, así como de uso insostenible de los recursos naturales.

El desarrollo rural persigue dar respuesta a tres necesidades básicas para hacer posible un futuro sostenible:

  • Mejorar la formación y el bienestar de los miles de millones de personas que viven en este medio (cerca de la mitad de la población mundial), erradicando la pobreza extrema y evitando su migración hacia la marginación de la periferia de las ciudades

  • Lograr una producción agrícola sostenible para asegurar que todos los seres humanos tengan acceso a los alimentos que necesitan.

  • Proteger y conservar la capacidad de la base de recursos naturales para seguir proporcionando servicios de producción, ambientales y culturales

Todos los grandes retos a los que se enfrenta hoy la humanidad para avanzar hacia el logro de un futuro sostenible –ya sea erradicar la pobreza extrema y el hambre, conseguir la educación universal, la igualdad entre los géneros, reducir la pérdida de biodiversidad y otros recursos medioambientales, etc.- exigen una atención prioritaria al desarrollo rural. De hecho la necesidad del desarrollo rural se asocia, habitualmente, a la existencia de graves problemas que afectan a quienes viven en este medio, particularmente en los países en desarrollo, pero también en los países llamados desarrollados.

Motores del desarrollo rural

Dentro del amplio espectro del desarrollo rural destacan tanto acciones puntuales como organismos que impulsen el conocimiento y la valorización del medio rural:

• Observatorio de Desarrollo Rural Local y Empleo

Red Estatal de Desarrollo Rural

• Pro-huerta

• Eco aldeas

• Universidades rurales

• Pro-huerta

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Pro Huerta:

Es un programa pionero y exitoso para promover la seguridad alimentaria que se dirige a la población en situación de pobreza estructural y vulnerable. El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), organismo dependiente del Ministerio de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos de la República Argentina, ha creado este programa que se lleva a cabo desde 1990 hasta la actualidad. Su fin es que las familias y comunidades logren generar sus alimentos frescos en huertas y granjas. Pro-huerta tiene un alcance de 3,5 millones de personas en América Latina y ha promovido la realización de más de 600.000 huertas familiares.

• Promueve una alimentación diaria con frutas y verduras frescas, y otros productos de granjas, y además ayuda a conservar y procesar domésticamente alimentos. Por otra parte estimula las redes de trueque y micro emprendimientos.

Eco aldea:

Una eco aldea es una comunidad intencional cuyo objetivo es ser sostenible social, ecológica y económicamente. Su desarrollo se basa en un respeto por la naturaleza, en el uso de energías renovables, la sustentabilidad tanto alimenticia como económica, el reciclaje y el uso de materiales de construcción ecológicos.

Robert Gilman, uno de los principales promotores e impulsores de las eco aldeas a nivel internacional, define lo que es una eco aldea:

«Una "eco aldea" es un asentamiento humano, concebido a escala humana, que incluye todos los aspectos importantes para la vida, integrándolos respetuosamente en el entorno natural, que apoya formas saludables de desarrollo y que pueda persistir indefinidamente.»

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Bases de una eco aldea:

1. Escala humana: todo el mundo se conoce y se comunica con los demás, participando de la dirección y evolución de la comunidad. El tamaño de estas comunidades auto-organizadas en eco aldea no debería sobrepasar los 500 habitantes.

2. Completa funcionalidad vital: estudios, trabajo, ocio, necesidades diarias, todo queda cubierto dentro de la eco aldea. Esto no significa un aislamiento del exterior de la vida organizada tradicional urbana; la eco aldea se relaciona con el exterior en términos de elementos que sobrepasan las características de una eco aldea, como en el transporte a largas distancias o el uso de hospitales; el ideal es una sociedad distribuida formada por eco aldeas.

3. Integración con la naturaleza: en definitiva se trata de una vida sostenible, que respeta y cuida el entorno, que practica una actividad agrícola tradicional, que utiliza construcciones bioclimáticas, recicla residuos, aprovecha las energías renovables, etc.

Desarrollo Rural Sustentable

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) propone, en ese sentido un desarrollo en el cual se dé una reinterpretación del mundo global a partir de los fundamentos éticos y políticos que rescata el desarrollo sustentable. Según algunos estudios de la CEPAL (8) este desarrollo implica no sólo la creación de riqueza, la transición a la eficiencia y la conservación de los recursos y el capital natural, sino también su distribución justa, tanto entre los miembros actuales de la sociedad como entre éstos y las generaciones futuras.

El desarrollo económico, el desarrollo social y la protección del medio ambiente son componentes interdependientes del desarrollo sustentable, que se refuerzan mutuamente y son un marco orientador de los esfuerzos por lograr una mejor calidad de vida para todos.

En el caso del desarrollo rural, visto desde esta perspectiva, se entiende que éste debe alcanzar los logros de sustentabilidad y equidad. Ya que aunque el medio rural presenta desequilibrios importantes y urgentes de solucionar, a su vez dispone de un notable contingente de capital físico, natural, cultural, humano y social que debe ser utilizado racionalmente para el logro de un desarrollo equitativo e incluyente. Por lo que es necesario generar mecanismos de formulación de políticas de desarrollo para las regiones rurales, que persigan un mejoramiento en la distribución del ingreso nacional y la superación de la pobreza en todos los países latinoamericanos.

El desarrollo rural sustentable, plantea la necesidad de definir políticas sobre la concepción, las estrategias y las prioridades del desarrollo nacional, regional y local teniendo en cuenta las implicaciones con la cadena agro productiva-comercial y lo rural y los eslabonamientos con los programas y políticas de reformas económicas, reformas del Estado, políticas macroeconómicas, y otras que inciden en la ruralidad.

Esto es, incorporar las consideraciones relativas al desarrollo rural sustentable, en los procesos de toma de decisiones, formulación de políticas, planificación y gestión del desarrollo, basándose en unidades territoriales con expresiones diversas (por ejemplo, cuencas hidrográficas, humedales y zonas marino-costeras, unidades político-administrativas locales, regiones fronterizas, ecosistemas frágiles, áreas protegidas y corredores biológicos, entre otras).-

El reto para la sociedad latinoamericana en su conjunto es encontrar el balance que significa mejorar la calidad y el nivel de vida de los habitantes dentro de los límites impuestos por los ecosistemas locales, regionales y globales.

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Una discriminación secular

Es bien conocido que las zonas rurales son el hogar de la mayoría de los pobres del planeta, de quienes viven con menos de un dólar diario, de quienes carecen de sistemas sanitarios e incluso de agua potable; de quienes son más vulnerables a los fenómenos atmosféricos extremos como inundaciones o sequías que llegan a provocar grandes hambrunas; cuatro de cada cinco de los más de 172 millones de niños y niñas sin escolarizar en el mundo, viven en áreas rurales, con fuertes discriminaciones hacia las niñas; y la gran mayoría de los cerca de 800 millones de analfabetos, jóvenes o adultos, pertenecen al mundo rural (UNESCO, 2010). Y es en este medio donde son más fuertes las discriminaciones hacia las mujeres. Dicho con otras palabras, en el medio rural de los países del llamado Tercer Mundo son conculcados los derechos socioeconómicos más básicos (a la educación, a la atención médica, a viviendas dignas provistas de sistemas sanitarios, a un trabajo regulado y debidamente remunerado, al descanso…), además de los derechos democráticos, impidiendo la participación ciudadana en la toma de decisiones. Las condiciones de vida son tan duras que impulsan migraciones masivas hacia las ciudades, generando nuevos y graves. En los países desarrollados los problemas no son tan dramáticos, pero persiste la discriminación respecto a las ciudades en lo que se refiere a derechos como la educación, la sanidad, el trabajo dignamente remunerado, etc. Muchos de quienes intentan vivir de sus cosechas o de lo que produce su ganado o la pesca artesanal ven a menudo reducidos sus ingresos por la acción de quienes comercializan sus productos, guiados por la búsqueda del máximo beneficio a corto plazo, que llegan a hundir los precios mediante, por ejemplo, importaciones masivas procedentes de países donde la mano de obra es más barata o son menores las exigencias medioambientales, provocando con ello endeudamientos y ruinas. También aquí la dureza de las condiciones de vida se traduce en el desplazamiento de la población rural hacia las ciudades; un desplazamiento que en parte es compensado por la llegada de emigrantes a quienes, a menudo, se explota con bajos salarios y se somete a discriminaciones de todo tipo.

La vida en las zonas rurales se enfrenta, en definitiva, a muy serios problemas en la práctica totalidad de los países. Se insiste por ello en la necesidad de un desarrollo rural que haga frente a dichos problemas, que no solo afectan a sus habitantes sino al conjunto de los seres humanos, debido, entre otros, a las presiones migratorias fruto de la degradación de suelos cultivables sobreexplotados y al enfrentamiento entre grupos humanos que compiten por los recursos y, en definitiva, por la supervivencia.

Por otra parte, es obvio que la situación en el campo se ve afectada por hechos que tienen un origen en buena parte externo, como ocurre con la necesidad de nuevos recursos energéticos para el transporte, que impulsa la producción de biocombustibles. Particular incidencia tiene el modelo alimentario que se ha generalizado en los países "desarrollados", que pone en peligro al conjunto de la población mundial (Bovet et al., 2008). Un modelo que está sobreexplotando y agotando recursos tan esenciales como el agua o el suelo cultivable, pues está caracterizado, entre otros, por:

  • Una agricultura intensiva que contribuye a la tala de árboles para aumentar la superficie cultivable, extiende los monocultivos marginando miles de variedades vegetales y utiliza grandes cantidades de abonos y pesticidas contaminantes que producen profundos cambios antropogénicos en la cubierta del suelo, degradándolo y poniendo en peligro la biodiversidad y a la propia especie humana. Una agricultura intensiva que recurre además al transporte por avión de productos fuera de estación, contribuyendo notablemente al crecimiento de las emisiones de CO2.

  • La inversión de la relación vegetal/animal en las fuentes de proteínas, con fuerte caída del consumo de cereales y leguminosas y correspondiente aumento del consumo de carnes, productos lácteos, grasas y azúcares. Se trata de una opción de muy baja eficiencia porque, como muestran los análisis, para obtener 1 kilo de carne se necesitan 900 kilos de alimentos vegetales (¡),16 000 litros de agua y un consumo de energía tan elevado que la industria de la carne es responsable de más emisiones de CO2 que la totalidad del transporte.

  • La refinación de numerosos productos (azúcares, aceites…), con la consiguiente pérdida de componentes esenciales como vitaminas, fibras, minerales, con graves consecuencias para la salud.

A ello habría que añadir la reciente transformación de extensas zonas de cultivo para la producción de agro combustibles, utilizando maíz, soja, etc., que eran destinados al consumo humano y provocando deforestaciones para contar con nuevas superficies de cultivo, contribuyendo además al incremento del precio de los alimentos. Y no podemos olvidar el creciente desarrollo de la agricultura industrial, con sus simientes patentadas (que los campesinos se ven obligados a comprar cada vez) y el uso de transgénicos sin atender debidamente al principio de precaución, con graves repercusiones: pérdida de biodiversidad, degradación de los ecosistemas y hundimiento de la agricultura artesanal. En definitiva, a medida que la agricultura se ha ido transformando, bajo la presión de las sociedades consumistas, se ha convertido en un problema para el medio ambiente, al emitir carbono en vez de almacenarlo, al facilitar las inundaciones más que ayudar a impedirlas, y al destruir más que proteger la biodiversidad (Halweil, 2002). La agricultura industrializada se ha convertido así en un serio obstáculo para la soberanía alimentaria de los pueblos, es decir, para su derecho a definir sus propias políticas sustentables de producción, distribución y consumo de alimentos, garantizando el derecho a la alimentación para toda la población (Fernández Such, 2006).

A todo ello hay que añadir que, según informes de la FAO de 2013 "Pérdidas y desperdicio de alimentos en el mundo" y "La huella del desperdicio de alimentos: impactos en los recursos naturales", alrededor de un tercio de la producción de los alimentos destinados al consumo humano se pierde o desperdicia en todo el mundo, lo que equivale a aproximadamente 1300 millones de toneladas al año. Esta cifra de alimentos que se desperdician anualmente no solo provoca grandes pérdidas económicas, sino también un grave daño a los recursos naturales de los que la humanidad depende para alimentarse. "La huella del desperdicio de alimentos: impactos en los recursos naturales" es el primer estudio que analiza los efectos del despilfarro alimentario a nivel mundial desde una perspectiva medioambiental, centrándose de forma específica en sus consecuencias para el clima, el uso del agua y el suelo y la biodiversidad. Entre sus principales conclusiones destacan que cada año los alimentos que producimos pero luego no comemos consumen un volumen de agua equivalente al caudal anual del Volga y son responsables de añadir 3300 millones de toneladas de gases de efecto invernadero a la atmósfera del planeta.

Además de estos impactos ambientales, las consecuencias económicas directas del desperdicio de alimentos (sin contar pescado y marisco) alcanzan la cantidad de 750,000 millones de dólares anuales, según los cálculos del informe de la FAO. "Todos nosotros -agricultores y pescadores, procesadores de alimentos y supermercados, gobiernos locales y nacionales, consumidores particulares- debemos hacer cambios en todos los eslabones de la cadena alimentaria humana para evitar en primer lugar que ocurra el desperdicio de alimentos, y reutilizar o reciclar cuando no podamos impedirlo", aseguró el Director General de FAO, José Graziano da Silva. Acompañando a estos estudios, la FAO también ha publicado un manual como "conjunto de herramientas" con recomendaciones sobre cómo puede reducirse la pérdida y el desperdicio de alimentos en cada una de las etapas de la cadena alimentaria.

En la publicación del informe, el Director Ejecutivo del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Achim Steiner, señaló que el PNUMA y la FAO han identificado la pérdida y el desperdicio de alimentos -el despilfarro- como una gran oportunidad para que los países hagan una transición hacia una Economía Verde inclusiva, de bajas emisiones de carbono y eficiente en el uso de los recursos. El informe presentado por la FAO destaca los múltiples beneficios que pueden obtenerse -en muchos casos a través de medidas sencillas y sensatas en por ejemplo hogares, comercios, restaurantes, escuelas y empresas– y que pueden contribuir a la Sostenibilidad del medio ambiente, mejoras económicas, a la seguridad alimentaria y la realización del Desafío Hambre Cero del Secretario General de las Naciones Unidas, instando a participar en la campaña conjunta: "Piensa. Aliméntate. Ahorra. Reduce tu huella alimentaria".

En ese sentido, conviene referirse a la publicación de la FAO "El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2013" que presenta un conjunto amplio de indicadores que intentan reflejar el carácter multidimensional de la inseguridad alimentaria, los factores determinantes de esta y sus efectos Garantizar la seguridad alimentaria requiere actuar en múltiples dimensiones, incluyendo la mejora de la gobernanza de los sistemas alimentarios, inversiones inclusivas en la agricultura y las zonas rurales, en salud y educación, en el empoderamiento de los pequeños productores, y en fortalecer los mecanismos de protección social para la reducción de riesgos.

Desarrollo rural para un futuro sostenible. Una problemática que exige un tratamiento sistémico

Los problemas del mundo rural no pueden, pues, abordarse y resolverse aisladamente: forman parte de una problemática sistémica que engloba a todo el planeta y afecta muy directamente al mundo rural. Es preciso tomar en consideración dicha problemática global que obliga a hablar de insostenible situación de emergencia planetaria por acercarse peligrosamente a los límites del planeta e incluso superar ya algunos de ellos (Worldwatch Institute, 1984-2013; Bybee, 1991; Vilches y Gil, 2003; Diamond, 2006; Duarte, 2006; Folke, 2013).

Así, la investigación de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) "Education for rural people and food security: a cross country análisis" muestra que la seguridad alimentaria de los niños rurales está estrechamente vinculada a su acceso a la educación (De Muro y Burchi, 2007). El analfabetismo les impide adquirir los conocimientos necesarios para mejorar su capacidad y productividad y les hace víctimas de una discriminación social que se ensaña particularmente con las mujeres. El análisis de la FAO concluye que la seguridad alimentaria y la educación deben ser tratadas simultáneamente y con la misma atención, para desarrollar la capacidad de la gente del campo –niños, jóvenes y adultos de ambos sexos- para alimentarse y superar la pobreza, el hambre y el analfabetismo. Se explica así la importancia concedida al desarrollo rural en la Agenda 21, el programa para desarrollar la Sostenibilidad a nivel planetario durante el siglo XXI, que fue aprobado en la cumbre de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD), celebrada en Río de Janeiro en 1992 (Naciones Unidas, 1992).

En el informe de 2013 de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), se muestra que la brecha rural-urbana es persistente. El acceso a los servicios de salud reproductiva y al agua potable son dos ejemplos claros de ello. En 2011 solo el 53% de los partos en áreas rurales fue atendido por personal capacitado; en las áreas urbanas el porcentaje fue del 84%. El 83% de la población sin

El desarrollo rural ha de contribuir a mejorar el bienestar de los miles de millones de personas que viven en este medio, superando desequilibrios injustos e insostenibles, que afectan muy particularmente a las mujeres. ONU Mujeres respalda el liderazgo y la participación de las mujeres rurales a la hora de diseñar leyes, estrategias, políticas y programas en todos los temas que afectan sus vidas, incluida una mejor seguridad alimentaria y nutricional, y mejores medios de subsistencia rurales. Conviene referirse a este respecto a programas como el "Arca del gusto", promovido por el movimiento Slow Food, que ha elaborado un amplio catálogo internacional de alimentos que deben ser protegidos porque se encuentran amenazados por la estandarización industrial, las normas de distribución a gran escala y el deterioro ambiental (Nelson, 2013). En el mismo sentido se ha creado la "Bóveda Global de Semillas de Svalvard", diseñada para proteger miles de variedades vegetales que la expansión de los monocultivos ha marginado y puesto en peligro, pero que representan tesoros genéticos como la tolerancia a la sequía, la resistencia al calor o a las plagas (Mazur, 2013).

Y este desarrollo rural ha de dar también respuesta a otras necesidades que constituyen requisitos de la Sostenibilidad a nivel planetario. El capítulo 14 de la Agenda 21 señala así otros objetivos prioritarios, estrechamente vinculados (Naciones Unidas, 1992): lograr una producción agrícola sostenible para asegurar que todos los seres humanos tengan acceso a los alimentos que necesitan y proteger y conservar la capacidad de la base de recursos naturales para seguir proporcionando servicios de producción, ambientales y culturales. Más allá de su función de producir alimentos y materias primas, la actividad rural realiza importantes funciones de carácter económico, social y medioambiental contribuyendo a la protección de la biodiversidad, del suelo y de los valores paisajísticos (Gómez, Picazo y Reig, 2008).

Pese a todo ello, la ayuda internacional para las zonas rurales ha descendido dos tercios en las últimas décadas: las inversiones rurales representaban menos del 10% de los compromisos del Banco Mundial en el año 2000 (Halweil, 2002). Y todavía en 2010 la FAO sigue reclamando un aumento significativo de las inversiones en la agricultura para frenar el hambre crónica en el mundo. Esta situación debe modificarse drásticamente para hacer posible las 12 áreas de programas que contempla el capítulo 14 de la Agenda 21: desde la mejora de la producción agrícola y de los sistemas agropecuarios a la conservación y rehabilitación de tierras, pasando por el desarrollo de la participación popular y de los recursos humanos o la información y educación sobre la planificación del aprovechamiento de la tierra. A ello pretende contribuir la auto creación de asociaciones populares de ahorro y préstamos (conocidas también como VSLA por sus siglas en inglés), que tienen de 20 a 30 miembros y ponen en común sus ahorros con los que crean un fondo para préstamos (Núremberg, 2013).

Estas áreas de programas se vinculan con otros capítulos del Programa 21, como la planificación y la ordenación integradas de los recursos de tierra (Capítulo 10), la conservación de la diversidad biológica (Capítulo15), o los recursos de agua dulce (Capítulo18). De hecho, como ya hemos señalado, los grandes retos a los que se enfrenta hoy la humanidad están vinculados a la problemática del desarrollo rural. Pensemos, por ejemplo, en el problema que plantea el rápido y desordenado crecimiento de las ciudades. Este estallido urbano, que no ha ido acompañado del correspondiente crecimiento de infraestructuras, servicios y viviendas, constituye un reto sin precedentes para la sociedad del siglo XXI (Hayden, 2008) y no será posible lograr un mundo sostenible sin ciudades más sostenibles. Pero es preciso comprender que un futuro sostenible para las ciudades y, en definitiva, para nuestra especie, depende del logro de condiciones de vida adecuadas para el mundo rural que evite su dramática migración hacia la marginación de las megas ciudades.

De hecho, se sabe que las zonas rurales prósperas contribuyen a disminuir la migración a las ciudades. Investigaciones llevadas a cabo en Brasil han puesto de manifiesto que el coste de mantener a personas en suburbios excede lo que costaría establecer a los campesinos sin tierra en tierras baldías. Como resultado, algunos grupos urbanos que viven en la miseria se unieron a los agricultores, sindicatos y ecologistas para apoyar el Movimiento de los Trabajadores sin Tierra, que persigue acabar con el crecimiento de los suburbios en las grandes ciudades (Halweil, 2002).

¿Y qué decir del crecimiento de la población mundial, que ha superado ampliamente la capacidad de carga del planeta? Como ya señalaba hace más de un cuarto de siglo la Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo (1988), en muchas partes del mundo, la población crece según tasas que los recursos ambientales disponibles no pueden sostener, tasas que están sobrepasando todas las expectativas razonables de mejora en materia de vivienda, atención médica, seguridad alimentaria o suministro de energía. Ese crecimiento se está produciendo hoy, fundamentalmente, en las zonas rurales, es decir, en las regiones con menor capacidad para garantizar la salud, la estabilidad y la prosperidad de la población (Sachs, 2008), debido a la falta de educación y de libre acceso a las medidas de planificación familiar. Es precisamente en el medio rural donde suelen ser más efectivos los fundamentalismos religiosos que exigen asociar sexualidad exclusivamente a procreación e imponen barreras educativas y legislativas que impiden una vida afectiva y sexual satisfactoria y una maternidad y paternidad responsables. De nuevo hemos de afirmar que sin desarrollo rural y, muy en particular, sin un fuerte impulso de la educación, será imposible resolver el problema de la explosión demográfica y, consecuentemente, de la Sostenibilidad de nuestra especie.

Podría pensarse, por el contrario, que el problema de un Consumo responsable que limite el insostenible sobreconsumo de recursos que está teniendo lugar desde hace escasas generaciones, tiene poco que ver con el desarrollo rural. Y es cierto que, como se señaló en la Cumbre de Johannesburgo, en 2002, el 15% de la población mundial que vive en los países de altos ingresos es responsable del 56% del consumo total del mundo, mientras que el 40% más pobre, en los países de bajos ingresos, es responsable solamente del 11% del consumo. Más aún, el consumo de productos básicos, necesarios para cubrir las necesidades alimenticias, sanitarias, etc., de la población, es absolutamente insuficiente en muchas zonas rurales y está descendiendo: el consumo del hogar africano medio, por ejemplo, es hoy un 20% inferior al de hace 25 años. Sin embargo, el logro de un consumo sostenible del conjunto de la población mundial tiene mucho que ver con un desarrollo rural que cree condiciones de vida aceptables, evitando la despoblación sistemática del campo, y que ponga en cuestión el modelo alimentario, al que ya hemos hecho referencia, que se ha generalizado en los países "desarrollados", que pone en peligro la soberanía alimentaria de los pueblos y al conjunto de la población mundial (Bovet et al., 2008).

Conviene señalar que el concepto de soberanía alimentaria tiene un origen reciente. Fue introducido por el movimiento internacional Vía Campesina, que reúne desde 1992 a organizaciones de todo el mundo que luchan por el derecho a la Tierra, y se define como el derecho de los pueblos a definir sus políticas agropecuarias y de producir alimentos a nivel local. La Soberanía Alimentaria da prioridad a las economías y los mercados locales y nacionales y otorga el poder de la gestión de los recursos a los campesinos y agricultores familiares, incluyendo también la pesca artesanal y el pastoreo tradicional. Se pretende así organizar la producción alimentaria, la distribución y el consumo en una perspectiva Sostenibilidad medioambiental, social y económica de los pueblos.

Para contribuir a hacer frente a comportamientos y prácticas insostenibles se introdujo en Río 92 el concepto de ADRS (Agricultura y Desarrollo Rural Sostenibles), definido por la FAO como un proceso que cumple estos criterios. Garantiza que los requerimientos nutricionales básicos de las generaciones presentes y futuras (dieta sostenible) sean atendidos cualitativa y cuantitativamente, al tiempo que provee una serie de productos agrícolas.

  • Ofrece empleo estable y sostenible, con ingresos suficientes y condiciones de vida y de trabajo decentes para todos aquellos involucrados en la producción agrícola.

  • Mantiene y, allí donde sea posible, aumenta la capacidad productiva de la base de los recursos naturales como un todo y la capacidad regenerativa de los recursos renovables, sin romper los ciclos ecológicos básicos y los equilibrios naturales, ni destruir las características socioculturales de las comunidades rurales.

  • Reduce la vulnerabilidad del sector agrícola frente a factores naturales y socioeconómicos adversos y otros riesgos, y refuerza la autoconfianza.

El logro de estos objetivos no es una tarea sencilla y precisa una Nueva Cultura Rural.

Hacia una Nueva Cultura Rural para la transición hacia la Sostenibilidad

El fundamento de la Nueva Cultura Rural puede resumirse en este "decálogo":

  • Hacer posible el protagonismo del mundo rural y valorar su papel en la conservación de la Naturaleza.

  • Fomentar una economía multifuncional como medio para fijar población.

  • Conservar y transmitir lo que tiene de valioso su tradición oral y empírica.

  • Adecuarse a los nuevos modelos de gobernanza y gestión patrimonial y económica.

  • Crear una cultura de consumo local.

  • Abrir el debate sobre la definición de una Nueva Cultura ante los cambios y transformaciones del mundo rural y los desafíos del cambio climático.

  • Estudiar estrategias para asimilar a los nuevos pobladores dentro de un contexto identitario y coherente.

  • Propiciar recursos formativos y de gestión para una economía sostenible.

  • Trasladar los valores y la importancia del mundo rural a la sociedad urbana.

  • El futuro está en el campo.

Habría que añadir la necesidad de invertir en el desarrollo de formas de organización y tecnologías agrarias sostenibles, como las prácticas agroforestales, que contribuyan a acabar con el hambre y las desigualdades en el planeta protegiendo la biodiversidad. A ello responden los movimientos de Agricultores climáticos, Agricultura agroecológica, Alternativas Biológicas, Agricultura Social y Sostenible, etc., que persiguen la Sostenibilidad de los sistemas agrícolas y que se concretan en iniciativas como ARCO (Agricultura de Responsabilidad Compartida entre agricultores y consumidores) para desarrollar una agricultura y alimentación de calidad, estableciendo sistemas de reparto de riesgos y beneficios acordes con valores solidarios, creando canales cortos de comercialización, etc. Y a ello responden igualmente las "eco aldeas" (que constituyen una alternativa de organización, tanto urbana como rural, de asentamientos a escala humana) o el desarrollo de nuevas tecnologías en las zonas de secano, zonas áridas sin riego, donde habita una gran parte del hambre del planeta, tecnologías que contribuyan a contener la erosión, aumentar la fertilidad y la capacidad de retención del agua del suelo, etc., que deben estar presentes en los programas de desarrollo rural.

Con el objetivo de proporcionar fondos y movilizar recursos adicionales, Naciones Unidas impulsó la creación del IFAD, una agencia especializada para programas diseñados para promocionar el progreso económico de los habitantes pobres de zonas rurales, mejorando la productividad agrícola. El objetivo central del FIDA es combatir el hambre y la pobreza rurales en los países en desarrollo a través de la mejora de la producción alimentaria y de la nutrición. Entre sus objetivos estratégicos podemos señalar:

  • Fomentar una base de recursos naturales y activos económicos para las personas pobres de las zonas rurales, que sea más resistente al cambio climático, la degradación ambiental y la transformación del mercado; las medidas para Frenar el cambio climático y adaptarse al mismo constituyen, pues, una prioridad para un adecuado desarrollo rural.

  • Facilitar su acceso a los servicios que contribuyen a reducir la pobreza, mejorar la nutrición, aumentar los ingresos y reforzar la resistencia en un entorno en evolución.

  • Lograr que las mujeres y los hombres pobres de las zonas rurales y sus organizaciones sean capaces de gestionar empresas agrícolas y no agrícolas rentables, sostenibles y resistentes o que puedan sacar provecho de las oportunidades de empleo digno que se presenten.

  • Promover que sean capaces de influir en las políticas y las instituciones que afectan a sus medios de vida, y propiciar entornos institucionales y normativos favorables a fin de fomentar la producción agrícola y las diversas actividades no agrícolas conexas.

Podemos referirnos, a título de ejemplo, a los sistemas de labranza cero o mínima (para romper estratos endurecidos sin remover la tierra), también conocidos como de siembra directa. Con ello se logra evitar el descenso de la productividad de los suelos que se produce debido a la pérdida de materia orgánica causada por el laboreo excesivo del suelo. Al arar el suelo, tiene lugar una modificación de su atmósfera interior al ingresar O2 de la atmósfera externa, lo que aumenta los procesos de oxidación de la materia orgánica y libera CO2 a la atmósfera. Por ello, aun cuando el arado de los suelos permite mayores producciones que la siembra directa en el corto plazo, la materia orgánica disponible va disminuyendo con lo que se reduce la producción vegetal. Además, esta disminución de la materia orgánica provoca pérdida de la permeabilidad y del aireamiento y aumento de la erosión del suelo. La labranza cero resulta por ello una buena respuesta a la erosión en suelos particularmente expuestos a la misma, especialmente los suelos arenosos, que sufren habitualmente erosión por el viento. También se benefician de esta técnica los suelos con fuertes pendientes, que suelen sufrir erosión por el agua superficial.

Podemos mencionar también la Forestería Análoga, una herramienta de restauración ecológica basada en la cooperación con pequeños agricultores y comunidades indígenas para mantener y restaurar sus bosques y, a la vez, mejorar sus ingresos y sustento. Utiliza para ello los bosques naturales como guías para crear paisajes ecológicamente estables y socioeconómicamente productivos, minimizando la aplicación de insumos externos, tales como agroquímicos y combustibles fósiles, y fomentando en su lugar las funciones ecológicas para aumentar la resiliencia y la productividad.

Otro ejemplo reciente, pero que se está desarrollando con fuerza, es el de los Bancos de Conservación de la Naturaleza Bancos de Hábitat, concebidos como herramientas de conservación por las que quienes mejoran el medio natural reciben compensaciones económicas. Ello permite que las acciones de mejora y conservación de la biodiversidad, que hasta ahora no tenían retorno económico, puedan convertirse en rentables. Se trata, pues, de un cambio de paradigma a través del cual se favorece la inversión de los propietarios rurales en la conservación ambiental como actividad económica rentable. Núremberg (2013) nos recuerda a este respecto que algunas organizaciones como la Rainforest Alliance están compensando a millones de agricultores en todo el mundo por los servicios ecosistémicos que proporcionan sus tierras.

La institución por la ONU de 2014 como Año Internacional de la Agricultura Familiar (AIAF), coordinado por el Foro Rural Mundial (FRM), es otra iniciativa destacable que pretende aumentar la visibilidad de la agricultura familiar y a pequeña escala (a la que se dedican más de mil quinientos millones de personas en el mundo), relacionadas con diferentes ámbitos del desarrollo rural, con un importante papel socioeconómico, ambiental y cultural y en particular en la lucha por la erradicación del hambre, la pobreza, la seguridad alimentaria y la nutrición, para mejorar los medios de vida, la gestión de los recursos naturales, la protección del medio ambiente, el logro del Desarrollo Sostenible, muy en particular en zonas rurales Según el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), el AIAF es una oportunidad única para allanar el camino hacia la adopción de enfoques de desarrollo agrícola y rural más integradores y sostenibles que:

  • Reconozcan la importancia de los agricultores familiares y los pequeños productores, para alcanzar un Desarrollo Sostenible

  • Sitúen a la agricultura en pequeña escala en el centro de las políticas agrícolas, ambientales y sociales a nivel nacional, regional y mundial

  • Realcen la función de los pequeños agricultores como promotores de la mitigación de la pobreza rural y de la seguridad alimentaria para todos, como guardianes encargados de la gestión y protección de los recursos naturales e impulsores del Desarrollo Sostenible.

Todas estas propuestas e iniciativas en marcha requieren la participación, la cooperación, y muy en particular el protagonismo de las mujeres. En los países en desarrollo ellas son las que atienden la mayor parte de las zonas rurales, plantan las semillas, protegen los cultivos, recogen el agua, recolectan y cocinan. Un papel que aumenta a medida que los hombres emigran a las ciudades. Casi el 40% de los hogares en las zonas rurales de la India, por ejemplo, son conducidos por mujeres (Halweil, 2002), sin embargo los programas de desarrollo rural las suelen ignorar. Las mujeres poseen solo el 2% de la tierra del planeta y no tiene capacidad de gestión, los servicios y los créditos se suelen dirigir a los hombres. Y no son las mujeres las únicas marginadas: en la mayoría de países una minoría posee las tierras de cultivo y decide sobre cómo usarlas. Se requiere, por tanto acabar con las desigualdades, que no paran de crecer, también en esta materia. La participación de los habitantes de las zonas rurales en la investigación agraria puede suponer el éxito o el fracaso en la reducción del hambre y el logro de la soberanía alimentaria. Es necesario fomentar la capacidad de los habitantes de las zonas rurales de innovar, experimentar, comprender su entorno, para incentivar el desarrollo rural y contribuir a la construcción de un futuro sostenible. De ahí la importancia de los llamados servicios de extensión agraria, destinados a proporcionar información a los agricultores y facilitar su formación, sobre todo en los países en desarrollo (Núremberg, 2013).

Conviene destacar, a este respecto, que el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, lanzó en agosto de 2012 la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible, con el fin, entre otros, de movilizar el conocimiento científico y tecnológico hacia el logro del Desarrollo Sostenible. Una nueva red mundial, de carácter independiente, integrada por centros de investigación, universidades e instituciones ciudadanas, dirigida por el profesor Jeffrey Sachs, Asesor Especial del Secretario General de la ONU para los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que culminan en 2015. La iniciativa es, precisamente, parte del mandato de la ONU para Beyond 2015 , es decir, para el establecimiento de unos nuevos y ambiciosos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). A mediados de 2013, se dispone ya de un avanzado borrador de dichos ODS, propuestos por miembros de la comunidad científica, de la educativa, representantes de la sociedad civil… en el que destaca la importancia dada al Desarrollo Rural: El objetivo 6 está centrado precisamente en la importancia del desarrollo rural para contribuir a la construcción de un futuro sostenible.

Para terminar, hemos de insistir en que el desarrollo rural ha de ser contribuir al pleno reconocimiento del conjunto de todos los Derechos Humanos a esta parte de la sociedad secularmente discriminada. De hecho, hablar de sociedades sostenibles equivale a hablar de universalización de los Derechos Humanos. La plena universalización de estos derechos, sin discriminaciones de ningún tipo, como las que siguen sufriendo las poblaciones rurales y las mujeres en buena parte del planeta- constituye, más allá de una cuestión de justicia, un requisito de Sostenibilidad para la especie humana.

Desarrollo Rural Sostenible en el Perú

I. INTRODUCCIÓN

Partes: 1, 2

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