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La era de la desigualdad (¿consecuencia directa del "imperialismo monetario"?) – Parte III




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5

Monografía destacada

  1. Resumen
  2. El aumento de la
    concentración de los ingresos y la riqueza en manos de
    unos pocos
  3. La
    manipulación del sistema en favor de las
    élites
  4. Transmisión
    de privilegios: la perpetuación de la brecha entre
    ricos y pobres
  5. A need for
    counter-cyclical policies
  6. Unemployment
  7. Equity indicators
    (Reproducción parcial)
  8. Social cohesion
    indicators (Reproducción parcial)
  9. Anexo: Historias
    del presente (las caras del dolor)
  10. Recomendaciones

Informes de organismos internacionales – Primer
trimestre del año 2014 (Selección de
párrafos, tablas y cuadros, vinculados con la desigualdad
de ingresos)

Informe de OXFAM – Gobernar para las élites –
Secuestro democrático y desigualdad económica –

20 de enero de 2014

La desigualdad económica crece rápidamente
en la mayoría de los países. La riqueza mundial
está dividida en dos: casi la mitad está en manos
del 1% más rico de la población, y la otra mitad se
reparte entre el 99% restante. El Foro Económico Mundial
considera que esta desigualdad supone un grave riesgo para el
progreso de la humanidad. La desigualdad económica extrema
y el secuestro de los procesos democráticos por parte de
las élites son demasiado a menudo interdependientes. La
falta de control en las instituciones políticas produce su
debilitamiento, y los gobiernos sirven abrumadoramente a las
élites económicas en detrimento de la
ciudadanía de a pie. La desigualdad extrema no es
inevitable, y puede y debe revertirse lo antes
posible.

Resumen

En noviembre de 2013, el Foro Económico Mundial
lanzó su informe Perspectivas de la Agenda Mundial 2014,
que situaba el aumento de la desigualdad en los ingresos como la
segunda mayor amenaza mundial de los próximos 12 a 18
meses. Según las personas encuestadas, la desigualdad
"está afectando a la estabilidad social en el seno de los
países y supone una amenaza para la seguridad en el
ámbito mundial". Oxfam comparte este análisis y
espera que la reunión del Foro Económico Mundial de
este año realice los compromisos necesarios para
contrarrestar el avance de la desigualdad.

Un cierto grado de desigualdad económica es
fundamental para estimular el progreso y el crecimiento, y
así recompensar a las personas con talento, que se han
esforzado por desarrollar sus habilidades y que tienen la
ambición necesaria para innovar y asumir riesgos
empresariales. Sin embargo, la extrema concentración de
riqueza que vivimos en la actualidad amenaza con impedir que
millones de personas puedan materializar los frutos de su talento
y esfuerzo.

La desigualdad económica extrema es perjudicial y
preocupante por varias razones: además de ser moralmente
cuestionable, puede repercutir negativamente en el crecimiento
económico y la reducción de la pobreza, así
como multiplicar los problemas sociales. Asimismo, agrava otro
tipo de desigualdades, como las que existen entre hombres y
mujeres. En muchos países, la desigualdad económica
extrema resulta preocupante debido a los efectos perniciosos que
la concentración de riqueza puede acarrear para la equidad
en la representación política. Cuando la riqueza se
apropia de la elaboración de las políticas
gubernamentales secuestrándolas, las leyes tienden a
favorecer a los ricos, incluso a costa de todos los demás.
El resultado es la erosión de la gobernanza
democrática, la destrucción de la cohesión
social y la desaparición de la igualdad de oportunidades.
A menos que se adopten soluciones políticas valientes que
pongan freno a la influencia de la riqueza en la política,
los gobiernos trabajarán en favor de los intereses de los
ricos, y las desigualdades políticas y económicas
seguirán aumentando. Como dice la famosa cita de Louis
Brandeis, que fue miembro del Tribunal Supremo de los Estados
Unidos, "podemos tener democracia, o podemos tener la riqueza
concentrada en pocas manos, pero no podemos tener
ambas".

Oxfam teme que, si la desigualdad económica
extrema no se controla, sus consecuencias podrán ser
irreversibles, dando lugar a un "monopolio de oportunidades" por
parte de los más ricos, cuyos hijos reclamarán los
tipos impositivos más bajos, la mejor educación y
la mejor atención sanitaria. El resultado sería la
creación de una dinámica y un círculo
vicioso de privilegios que pasarían de generación
en generación.

Dada la magnitud del incremento de la
concentración de la riqueza, la monopolización de
oportunidades y la inequidad en la representación
política suponen una tendencia grave y preocupante. Por
ejemplo:

• Casi la mitad de la riqueza mundial está
en manos de sólo el 1% de la población.

• La riqueza del 1% de la población
más rica del mundo asciende a 110 billones de
dólares, una cifra 65 veces mayor que el total de la
riqueza que posee la 3 mitad más pobre de la
población mundial.

• La mitad más pobre de la población
mundial posee la misma riqueza que las 85 personas más
ricas del mundo.

• Siete de cada diez personas viven en
países donde la desigualdad económica ha aumentado
en los últimos 30 años.

• El 1% más rico de la población ha
visto cómo se incrementaba su participación en la
renta entre 1980 y 2012 en 24 de los 26 países de los que
tenemos datos.

• En Estados Unidos, el 1% más rico ha
acumulado el 95% del crecimiento total posterior a la crisis
desde 2009, mientras que el 90% más pobre de la
población se ha empobrecido aún
más.

Esta masiva concentración de los recursos
económicos en manos de unos pocos supone una gran amenaza
para los sistemas políticos y económicos
inclusivos. El poder económico y político
está separando cada vez más a las personas, en
lugar de hacer que avancen juntas, de modo que es inevitable que
se intensifiquen las tensiones sociales y aumente el riesgo de
ruptura social.

Los sondeos de Oxfam en todo el mundo reflejan que la
mayoría de la población cree que las leyes y
normativas actuales están concebidas para beneficiar a los
ricos. Una encuesta realizada en seis países
(España, Brasil, India, Sudáfrica, el Reino Unido y
Estados Unidos) pone de manifiesto que la mayor parte de la
población considera que las leyes están
diseñadas para favorecer a los ricos -en España,
ocho de cada diez personas estaban de acuerdo con esta
afirmación-. Otra reciente encuesta de Oxfam a
trabajadores con salarios bajos en Estados Unidos revela que el
65% de ellos considera que el Congreso aprueba leyes que
benefician principalmente a los ricos.

La apropiación de los procesos políticos y
democráticos por parte de las élites
económicas tiene unos efectos notables, que afectan por
igual a países ricos y pobres. El presente informe ofrece
ejemplos relacionados con la desregulación financiera, la
inequidad de los sistemas fiscales, las leyes que facilitan la
evasión fiscal, las políticas económicas de
austeridad, políticas que perjudican desproporcionadamente
a las mujeres y la apropiación de los ingresos derivados
del petróleo y la minería. Cada uno de los breves
estudios de caso incluidos en el informe pretende dar una idea
sobre cómo este secuestro democrático genera una
riqueza ilícita que perpetúa la desigualdad
económica.

Es posible revertir esta peligrosa tendencia. La buena
noticia es que existen claros ejemplos de éxito, tanto
pasados como presentes. Estados Unidos y Europa redujeron la
desigualdad a la vez que sus economías crecían
durante las tres décadas posteriores a la Segunda Guerra
Mundial. La desigualdad también ha disminuido
significativamente en América Latina durante la
última década, gracias a una fiscalidad más
progresiva, los servicios públicos, la protección
social y el empleo digno. La política ciudadana ha sido
fundamental en la consecución de este avance, ya que
representa a la mayoría de la población en lugar de
estar en manos de una pequeña élite; a la postre,
esto ha beneficiado tanto a ricos como a pobres.

El aumento de la
concentración de los ingresos y la riqueza en manos de
unos pocos

El último cuarto de siglo ha sido testigo del
aumento de la concentración de la riqueza en manos de un
menor número de personas. Este fenómeno mundial es
la causa de la situación actual, en la que el 1% de las
familias del mundo posee casi la mitad (el 46%) de la riqueza
mundial. Por su parte, la riqueza de la mitad más pobre de
la población es menor que la de las 85 personas más
ricas del mundo.

Durante el pasado año, 210 personas se han
incorporado al selecto club de los multimillonarios que superan
los mil millones de fortuna, formado por 1.426 personas cuya
riqueza conjunta asciende a 5,4 billones de dólares. Los
beneficios empresariales, los salarios de los directores y las
transacciones bursátiles baten récords cada
día, y no parece que vayan a reducirse. Durante la
redacción del presente informe, el índice
industrial Dow Jones alcanzó el punto más alto de
sus 117 años de historia. La riqueza del 1% más
rico de la población mundial asciende a 110 billones de
dólares, una cifra 65 veces mayor que la de la riqueza
total que posee la mitad más pobre de la
población.

Habida cuenta de la reciente crisis financiera mundial,
esta tendencia podría parecer sorprendente. Sin embargo,
aunque debido a la crisis el porcentaje de la riqueza en manos de
los más acaudalados descendió temporalmente, lo
cierto es que ya se han recuperado e incluso han aumentado ese
porcentaje. En Estados Unidos, el 1% más rico de la
población ha acaparado el 95% del crecimiento
económico posterior a la crisis financiera entre 2009 y
2011, mientras que el 90% con menos recursos se ha empobrecido en
este período. La Gran Recesión de 2008 no ha
cambiado la tendencia hacia la concentración de la renta:
la participación en la renta nacional estadounidense en
manos del 10% más rico de la población se mantiene
en el 50,4% (el porcentaje más elevado desde la Primera
Guerra Mundial). Si el porcentaje de ingresos que acapara el 1%
más rico de la población se hubiese mantenido desde
1980, el resto de los estadounidenses habrían tenido a su
disposición 6.000 dólares adicionales por persona
en 2012.

Las élites mundiales son cada vez más
ricas y, sin embargo, la mayor parte de la población
mundial se ha visto excluida de esta prosperidad. Así,
mientras las acciones y beneficios de las empresas alcanzan
nuevos récords, los salarios como porcentaje del producto
interior bruto (PIB) se han estancado. El hecho de que la fortuna
conjunta de las 10 personas más ricas de Europa supere el
coste total de las medidas de estímulo aplicadas en la
Unión Europea entre 2008 y 2010 (217.000 millones de euros
frente a 200.000 millones de euros) nos da una idea de la
magnitud de la concentración de la riqueza. Además,
las políticas de austeridad posteriores a la
recuperación están perjudicando en mayor medida a
las personas pobres, pero enriqueciendo a las ricas. La
austeridad también está teniendo un impacto sin
precedentes en las clases medias.

En muchos países, la población adinerada
se aleja cada vez más del resto en términos de
riqueza. La base de datos de los ingresos más elevados del
mundo (The World Top Incomes Database) abarca 26 países,
con información sobre el porcentaje de ingresos antes de
impuestos que va a manos del 1% más rico de la
población desde la década de 1980 (gráfico
1.1). En todos los países excepto dos (Colombia y los
Países Bajos), el porcentaje del total de ingresos que
está en manos del percentil más rico ha aumentado
(y en Colombia se ha mantenido en torno al 20%). El 1% más
rico de la población de China, Portugal y Estados Unidos
ha más que duplicado su participación en la renta
nacional desde 1980, y la situación está
empeorando. Incluso en países más igualitarios como
Suecia y Noruega, la participación en la renta del 1%
más rico de la población se ha incrementado en
más del 50% (gráfico 1.2).

Es probable que, en realidad, la concentración de
riqueza sea mucho mayor, dado que una considerable cantidad de
los ingresos de los más acaudalados se ocultan en
paraísos fiscales. Se calcula que hay 18,5 billones de
dólares no registrados y en terceros países de baja
tributación.

Apenas hay datos disponibles sobre la
participación en la renta nacional en manos de la
población más rica en los países en
desarrollo. No obstante, existen otros datos que respaldan el
argumento de que la desigualdad está
aumentando.

Por ejemplo, entre 1988 y 2008 el coeficiente de Gini
aumentó en 58 países (de los que existen datos
disponibles). Siete de cada diez personas en todo el mundo viven
en países donde la desigualdad se ha
incrementado.

El aumento del nivel de desigualdad también es
característico de los países de renta media y
población elevada, cuya importancia radica en que es donde
vive actualmente la mayor parte de la población pobre del
mundo. Antes de la globalización, se trataba de
países de renta baja con niveles de desigualdad
considerablemente inferiores. Sin embargo, el crecimiento
económico les ha situado entre los países de renta
media y ha creado una brecha entre ricos y
pobres…

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Actualmente también disponemos de cálculos
fiables sobre la distribución de la riqueza (frente a la
distribución del ingreso) entre países.
Según Credit Suisse, el 10% de la población mundial
posee el 86% de los recursos del planeta, mientras que el 70%
más pobre (más de 3.000 millones de adultos)
sólo cuenta con el 3%. Puede afirmarse que los
multimillonarios más ricos de la actualidad no tienen
parangón en la historia. El mexicano Carlos Slim,
propietario de grandes monopolios en México y otros
lugares, podría pagar los salarios anuales de 440.000
mexicanos con los ingresos que genera su riqueza.

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No obstante, algunos países están
consiguiendo resistirse a esta tendencia mundial. Durante la
última década, los países de América
Latina han reducido su desigualdad, aunque estos avances deben
matizarse, ya que se están produciendo en algunos de los
países más desiguales del mundo. Además, la
velocidad y la profundidad de la reducción de la
desigualdad varían de un país a otro, de modo que
es demasiado pronto para hablar de una tendencia real.

Entre los países miembros del G20, las
economías emergentes solían ser las más
desiguales (por ejemplo Sudáfrica, Brasil, México,
Rusia, Argentina, China y Turquía) mientras que los
países desarrollados solían tener menores niveles
de desigualdad (Francia, Alemania, Canadá, Italia, y
Australia). Sin embargo, incluso esto está cambiando, y en
la actualidad los niveles de desigualdad están aumentando
en todos los países de renta alta del G20 (a
excepción de Corea del Sur), mientras que en Brasil,
México y Argentina la desigualdad se está
reduciendo.

La desigualdad preocupa a los
ciudadanos

En la actualidad, los debates sobre la desigualdad y la
concentración de los ingresos y la riqueza son uno de los
temas más importantes del debate político mundial.
Pero no siempre ha sido así. Hace sólo unos
años Anne Krueger, entonces Primera Subdirectora Gerente
del Fondo Monetario Internacional (FMI) declaró: "Las
personas pobres están desesperadas por mejorar sus
condiciones materiales en términos absolutos, en lugar de
avanzar en el ámbito de la distribución de los
ingresos. Por lo tanto, parece mucho mejor centrarse en el
empobrecimiento que en la desigualdad".

Esta visión ya no es la predominante,
¿qué es lo que ha cambiado el debate? Los datos
expuestos en el capítulo anterior son parcialmente
responsables de este cambio, además de ir en contra del
consenso generalizado sobre la idea de que la prosperidad
compartida y el crecimiento inclusivo deberían ser un
objetivo de primer orden. Por el contrario, el crecimiento
económico parece seguir más bien un modelo en el
que "el vencedor se lo lleva todo". Estudios recientes
también indican que la desigualdad crónica retrasa
el crecimiento económico a largo plazo, y dificulta la
reducción de la pobreza.

Las recientes investigaciones que corroboran el aumento
de la desigualdad están influyendo en la opinión
pública mundial. El sondeo mundial llevado a cabo por el
Pew Research Center Global Attitudes Project indica que
el aumento de la desigualdad preocupa a los ciudadanos de todos
los continentes. En noviembre de 2013, el Foro Económico
Mundial lanzó su informe Perspectivas de la Agenda
Mundial 2014
, en el que 1.592 miembros de las élites
mundiales situaron las crecientes disparidades en materia de
ingresos como el segundo mayor riesgo mundial de los
próximos 12 a 18 meses.

Una encuesta encargada recientemente por Oxfam no
sólo respalda estas conclusiones, sino que además
pone de manifiesto que la mayor parte de la ciudadanía
considera que las leyes y normativas están concebidas para
favorecer a los ricos. La encuesta, realizada en seis
países (España, Brasil, India, Sudáfrica, el
Reino Unido y Estados Unidos), pone de manifiesto que la
mayoría de los ciudadanos (ocho de cada diez en
España, por ejemplo) considera que las leyes están
diseñadas para favorecer a los ricos. Del mismo modo, la
mayoría de los ciudadanos estaba de acuerdo con la
afirmación de que "los ricos tienen demasiada influencia
en el rumbo del país" (gráfico 3).

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La
manipulación del
sistema en favor de las
élites

Los mercados no son entes autónomos y
espontáneos que funcionan según sus propias leyes
naturales. En realidad, son construcciones sociales con leyes
establecidas por instituciones y reguladas por gobiernos que
deben rendir cuentas ante los participantes en el mercado y los
ciudadanos. Cuando existe crecimiento y reducción de la
desigualdad es porque las leyes que rigen los mercados
actúan en favor de las clases medias y de los
colectivos más pobres de la sociedad. Sin embargo, cuando
sólo ganan los ricos, es porque las leyes se están
empezando a inclinar exclusivamente en favor de sus
intereses.

Oxfam lleva 70 años trabajando para combatir la
pobreza y la injusticia en más de 90 países. Oxfam
ha luchado contra el endeudamiento insostenible y contra los
paraísos fiscales y, en el transcurso de estas
experiencias, ha presenciado de primera mano cómo las
personas y los colectivos ricos se apropian de las instituciones
políticas para su propio engrandecimiento en detrimento
del resto de la sociedad. Vivimos un nivel de desigualdad sin
precedentes que pone de manifiesto que, si no se establecen
controles sobre las instituciones representativas, éstas
se deteriorarán aún más y las diferencias de
poder entre ricos y pobres podrían perpetuarse hasta
hacerse irreversibles.

La preocupación de Oxfam por el aumento de la
concentración de la riqueza y por la inequidad de la
representación política está avalada por
sólidos datos cuantitativos. Un informe reciente presenta
datos estadísticos de peso que demuestran que las
preferencias políticas de los estadounidenses acaudalados
están mayoritariamente representadas en el
Gobierno del país, en comparación con
aquéllas de las clases medias. Por el contrario, las
preferencias de los ciudadanos más pobres no
demuestran impacto estadístico alguno sobre la
distribución del voto de sus representantes electos. Si
esta tendencia se mantiene, lo más probable es que las
políticas públicas reproduzcan las condiciones que
están empeorando la desigualdad económica y la
exclusión política.

¿De qué manera las leyes que regulan las
economías nacionales se subordinan a los intereses de las
élites? Se trata de un problema inherente a la naturaleza
de la política. Como hemos visto, la influencia de los
grupos acaudalados da lugar a desequilibrios en los derechos y la
representación política. Como resultado, esos
grupos poderosos secuestran la toma de decisiones de las
funciones legislativas y regulatorias.

A continuación se exponen unos ejemplos breves
que demuestran la validez de nuestro argumento en distintos
contextos.

La interacción entre la desigualdad y la
manipulación de las reglas políticas

La concentración de la riqueza en manos de las
élites da lugar a una influencia política indebida
que, en último término, arrebata a los ciudadanos
los ingresos procedentes de los recursos naturales, genera
políticas fiscales injustas, fomenta las prácticas
corruptas y desafía el poder normativo de los gobiernos.
El conjunto de estas consecuencias empeora la rendición de
cuentas y la inclusión social. Todo esto se produce en
contextos diferentes. A continuación se exponen algunos
estudios de caso de contextos nacionales muy
distintos.

Comprar la política: cómo el dinero sesga
la representación política e impulsa la desigualdad
en Estados Unidos

Desde finales de la década de 1970, la escasa
regulación del papel del dinero en la esfera
política ha permitido que los ciudadanos acaudalados y las
grandes empresas ejerzan una influencia indebida en la
elaboración de políticas estatales. Un resultado
pernicioso es la manipulación de las políticas
públicas en favor de los intereses de las élites,
que ha coincidido con una mayor concentración de riqueza
en manos del 1% más rico de la población desde los
inicios de la Gran Depresión.

A medida que las políticas en favor de las
grandes empresas han ido ganando importancia, el poder de
negociación de los sindicatos se ha desplomado y el valor
real del salario mínimo y de otras medidas de
protección se ha deteriorado. Ahora es más
difícil que los sindicatos se organicen, y más
fácil que las grandes empresas puedan rebajar los salarios
y reducir las prestaciones de los trabajadores. Los grupos de
interés acaudalados también han utilizado su poder
económico para influir sobre los legisladores y la
opinión pública, y así conseguir mantener a
la baja la presión sobre las plusvalías y los tipos
impositivos que gravan las rentas altas, así como para
crear lagunas fiscales en favor de las grandes empresas. Dado que
los tipos impositivos que gravan el capital son menores que los
que gravan los ingresos, millones de trabajadores americanos
medios están sujetos a unos tipos impositivos más
elevados que las personas ricas.

A partir de la década de 1980, los sectores
financiero y bancario inyectaron millones de dólares
destinados a deshacer las normativas puestas en marcha tras la
quiebra bursátil y la Gran Depresión de la
década de 1930. La desregulación ha tenido dos
grandes ramificaciones: por un lado, los directivos de empresas
vinculadas a los sectores bancario y financiero se han hecho
excepcionalmente ricos, y por otro lado ha aumentado el riesgo de
los mercados mundiales, lo cual ha culminado en la crisis
económica mundial que empezó en 2008. Tal y como
muestra el gráfico 4, existe una correlación
directa entre la desregulación financiera y la desigualdad
económica en Estados Unidos.

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En 2010 el Presidente Obama promulgó la ley de
reforma de Wall Street y de protección del consumidor
(conocida como Ley Dodd-Frank), cuyo objetivo es regular los
mercados financieros y así proteger la economía de
una segunda gran crisis. Sin embargo, el sector financiero se ha
gastado más de mil millones de dólares en pagar a
los cientos de personas que hacen incidencia política para
debilitar la Ley y retrasar su plena aplicación. De hecho,
en 2012 las cinco mayores asociaciones de consumidores utilizaron
los servicios de veinte personas dedicadas a defender la Ley
Dodd-Frank, mientras que los cinco grupos financieros más
importantes enviaron a 406 personas para abogar por su
derogación. A pesar de que la Ley Dodd-Frank se
promulgó hace más de tres años, sólo
148 de sus 398 disposiciones se han terminado, y el sistema
financiero sigue siendo tan vulnerable a las crisis como lo era
en 2008.

El impacto de la austeridad en Europa: el aumento de la
brecha de desigualdad

La desigualdad de ingresos iba en aumento en varios
países europeos ya antes de la crisis, a pesar del elevado
nivel de crecimiento económico. Portugal y el Reino Unido
ya se encontraban entre los países más desiguales
de la Organización de Cooperación y Desarrollo
Económicos (OCDE), lo cual pone seriamente en duda el
grado de equidad del crecimiento en estos países una vez
que hayan salido totalmente de la recesión.

Con la enorme presión de los mercados
financieros, se han puesto en marcha programas de austeridad en
toda Europa a pesar de las masivas protestas ciudadanas. Dichas
medidas, basadas en impuestos regresivos y en profundos recortes
del gasto (especialmente en servicios públicos como la
educación, la atención sanitaria y la
protección social), ya han empezado a desmantelar los
mecanismos de reducción de la desigualdad que permiten un
crecimiento sostenible. Las medidas de austeridad también
han tratado de debilitar los derechos laborales. Los colectivos
más pobres de la sociedad han sido los más
perjudicados, ya que son las personas más vulnerables
quienes soportan la responsabilidad de los excesos de las
últimas décadas, a pesar de ser los menos culpables
de ellos. Aunque de forma tardía, los principales
defensores de la austeridad, como el FMI, están empezando
a reconocer que las duras medidas de austeridad no han dado los
resultados esperados en términos de crecimiento y
recuperación económicos, y que de hecho han
empeorado las perspectivas de crecimiento e igualdad.

Mientras tanto, el 10% más rico de la
población ha visto cómo su participación en
el total de ingresos ha aumentado. Los ingresos conjuntos de las
diez personas más ricas de Europa superan el coste total
de las medidas de estímulo aplicadas en la UE entre 2008 y
2010 (217.000 millones frente a 200.000 millones de
euros)…

Fiscalidad y gasto
público

Otro mecanismo transmisor de privilegios son los cambios
en las políticas fiscales en beneficio de las
élites. Desde finales de la década de 1970, en 29
de los 30 países sobre los que existen datos disponibles
existe un tipo impositivo marginal menor para los sectores
más ricos de la sociedad.

En varios países, este descenso de los tipos
impositivos máximos se ha visto acompañado de un
drástico incremento del porcentaje de los ingresos antes
de impuestos que acumula el 1% más rico de la
población. A medida que los tipos impositivos
máximos empezaron a reducirse, algunos sectores comenzaron
a beneficiarse de cambios legales que hicieron aumentar los
ingresos de dichos sectores. "Los factores políticos
que condujeron a la reducción de los tipos impositivos
máximos (como la que llevaron a cabo Reagan y Thatcher en
Estados Unidos y el Reino Unido en la década de 1980)
estuvieron acompañados de otros cambios legislativos que,
como la desregulación, podrían ser la causa el
incremento de los ingresos más altos, sin contar con el
impulso que dieron al crecimiento del sector de los servicios
financieros… y al de los servicios jurídicos".

Así, los miembros más ricos de la sociedad no
sólo recibieron un mayor porcentaje del pastel
económico, sino que tributaron menos por
él.

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Las decisiones sobre el gasto público
también se ven afectadas por la concentración del
ingreso. El caso más notorio e infame es, probablemente,
el rescate del sector financiero tras la crisis financiera
mundial de 2008. En varios países, el sector financiero ha
secuestrado economías enteras, en la medida en que la
amenaza de ser "demasiado grande para caer" ha desviado millones
de dólares hacia el sector en forma de subvenciones, y ha
ejercido una influencia indebida sobre el Gobierno estadounidense
(un proceso que Simon Johnson, ex economista jefe del FMI, ha
calificado de "golpe de estado silencioso").

Además, los acaudalados grupos de interés
a menudo desafían los intentos de crear servicios
públicos de calidad o una cobertura sanitaria universal.
Ese tipo de políticas se consideran una amenaza para el
mantenimiento de una elevada concentración de la riqueza y
del nivel de ingresos. Datos recientes de América Latina
demuestran que la prestación de servicios públicos
reduce considerablemente la desigualdad de ingresos, pero es poco
probable que esto ocurra si las personas muy ricas ejercen una
influencia indebida sobre el proceso político de toma de
decisiones.

Ocultos a simple vista: una red mundial de secretos
bancarios

El desarrollo, durante los últimos treinta
años, de una red mundial de paraísos fiscales ha
acarreado profundas consecuencias para el aumento de la
desigualdad económica. Así se ocultan grandes
cantidades de riqueza, que en gran medida quedan libres del pago
de impuestos, impidiendo que las arcas nacionales dispongan de
recursos fundamentales que podrían utilizarse en beneficio
de la sociedad. Un estudio estima, de forma conservadora, que la
cantidad de dinero en países de baja tributación
asciende a 18,5 billones de dólares, cuando por ejemplo el
PIB de Estados Unidos, el país más rico del mundo,
es de 15,8 billones de dólares. Al mismo tiempo, estas
jurisdicciones con un nivel impositivo muy bajo han generado una
"carrera de mínimos" que ha contribuido a reducir
más y más los tipos impositivos que gravan a las
empresas y la renta de los particulares más ricos. En
2011, aunque las exportaciones de cobre de Zambia generaron
10.000 millones de dólares, los ingresos estatales por
este metal fueron de sólo 240 millones de dólares
(en un país donde el 69% de la población vive con
menos de 1,25 dólares al día). Esta red de
secretismo y de tipos impositivos reducidos facilita los flujos
ilícitos de grandes sumas de capital procedente de los
países más pobres. Se calcula que entre 2008 y
2010, los países de África subsahariana perdieron
de esta manera una media de 63.400 millones de euros anuales, es
decir, más del doble que la ayuda internacional que
recibieron.

Transmisión de
privilegios: la perpetuación de la brecha entre ricos y
pobres

Dinero llama dinero, y una vez que el sistema
político e institucional está diseñado para
favorecer a la élite, la consolidación de sus
privilegios se transmite a través de diversos mecanismos.
Esta "transmisión de privilegios" afecta a elementos que
de otro modo deberían generar igualdad de oportunidades y
protección para todos los miembros de la sociedad. Lo que
en cierto modo parece y suena como una meritocracia, es en
realidad el resultado de unas normas diseñadas en favor de
las élites. La educación de calidad y otros
servicios públicos benefician sobre todo a una
minoría, que cuenta con más oportunidades para
desarrollarse.

La igualdad de oportunidades es un principio fundamental
en las sociedades modernas e inclusivas. Significa que los logros
y resultados de una persona no deben depender de su raza,
género, familia o cualquier otra característica
inmutable. Existen argumentos sólidos para defender la
existencia de un cierto nivel de desigualdad de ingresos en
cualquier sociedad, ya que ésta puede deberse a la
iniciativa, el esfuerzo y los méritos, como ya se ha
expuesto; pero muy pocos se opondrían a la igualdad de
oportunidades para todo el mundo. Datos recientes ponen de
manifiesto que existe una estrecha correlación entre la
desigualdad de ingresos y la desigualdad de oportunidades: las
oportunidades que los hijos tendrán en su vida dependen en
gran medida de la situación socioeconómica de sus
padres.

En una sociedad verdaderamente igualitaria
existiría un elevado grado de movilidad social, algo que
no ocurre cuando el nivel de desigualdad económica es
elevado. El profesor universitario Miles Corak ha relacionado el
coeficiente de Gini y el grado de dependencia entre los ingresos
de una persona y los de sus padres (gráfico 6). Por
ejemplo en Dinamarca, uno de los países con un coeficiente
Gini más bajo, sólo el 15% de los ingresos actuales
de un adulto joven dependen de los ingresos de sus padres; en
Perú, un país con uno de los coeficientes de Gini
más elevados del mundo, dos tercios de lo que gana
actualmente una persona se relacionan con lo que sus padres
ganaron en el pasado. Esta relación se conoce como "la
curva del Gran Gatsby", porque como dijo F. Scott Fitzgerald, los
ricos "no son como tú y yo". Y tampoco lo son sus
hijos.

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Estos datos ponen de manifiesto el "acaparamiento de
oportunidades", es decir, el proceso que perpetúa las
desigualdades, que tiene lugar cuando grupos concretos asumen el
control de recursos y activos valiosos en su propio beneficio y
"tratan de garantizar los beneficios que generan los recursos
capturados". Puede tratarse de diferentes tipos de recursos, como
el gasto público, el acceso a una educación de
calidad o los empleos mejor remunerados. Incluso en países
de gran movilidad social como Canadá y Dinamarca, los
hijos e hijas de padres ricos tienen más posibilidades de
trabajar para el mismo empleador, lo cual indica que son las
buenas relaciones de la familia y no los méritos las que
contribuyen a que los jóvenes accedan a empleos bien
remunerados.

Acceso a la educación y a empleos bien
remunerados

La educación es una de las herramientas
más eficaces para mejorar las perspectivas en la vida de
una persona. El valor añadido de la educación
universitaria es su poderosa influencia en la inequidad salarial,
lo cual no es malo en sí mismo, suponiendo que todos los
niños tengan las mismas posibilidades de acceder a ella.
Esto se convierte en un problema cuando el acceso a una buena
educación universitaria depende de condiciones
socioeconómicas previas que limitan las oportunidades
vitales de la población pobre y benefician a los ricos, ya
sea por el acceso a ayudas financieras, por una educación
secundaria deficiente, por discriminación o por la
limitación de las aspiraciones.

El valor añadido de la educación
universitaria se traduce en diferencias salariales entre las
personas con títulos universitarios y el resto de la
población. Esta brecha salarial puede ser el resultado de
un cambio tecnológico que beneficia principalmente a los
trabajadores cualificados. Pero, al mismo tiempo, existe un
cambio en las relaciones de poder entre el capital y el trabajo.
Un informe de la Organización Internacional del Trabajo
(OIT) muestra que entre 1989 y 2005, la densidad sindical (que
mide las filiaciones sindicales, que representan la pertenencia a
sindicatos en relación al total de la mano de obra) se
redujo en los 51 países de los que existen datos, y pone
de manifiesto que la densidad sindical tiene una
correlación negativa con la desigualdad de ingresos. La
relación de poder entre los propietarios del capital y los
trabajadores han cambiado drásticamente en muchos
países durante las tres últimas décadas,
mayoritariamente a medida que las economías han pasado de
las manufacturas a los servicios, y que la globalización
ha permitido la deslocalización del empleo. Esto se
refleja en el descenso del porcentaje de ingresos que van a parar
a los trabajadores: durante las tres últimas
décadas, los sueldos, salarios y beneficios suponen un
porcentaje menor de la renta nacional en prácticamente
todos los países miembros de la OIT…

5 Conclusiones y
Recomendaciones

La enorme y creciente concentración de ingresos y
riqueza que están experimentando muchos países
supone una amenaza mundial para las sociedades estables e
inclusivas por una razón muy simple: una
distribución desequilibrada de la riqueza desvirtúa
las instituciones y debilita el contrato social entre las
instituciones y el Estado. Los controles y contrapesos
establecidos para garantizar que se escucha la voz de la
mayoría de la población tienden a debilitarse. La
concentración de los ingresos y la riqueza obstaculiza la
materialización efectiva de la igualdad de derechos y
oportunidades, ya que dificulta la representación
política de los colectivos desfavorecidos a costa de
beneficiar a los sectores acaudalados. No es la primera vez que
ocurre y, si no tenemos en cuenta las preocupantes tendencias
analizadas en el presente informe, puede ocurrir de
nuevo.

Algunas de las personas que pertenecen al 1% más
rico de la población reconocen que es necesario reducir
estas desigualdades. Es el caso de Bill Gross, fundador de PIMCO
(una empresa internacional de gestión de inversiones),
quien recientemente declaró que quienes forman parte de
ese 1% "deberían estar dispuestos a apoyar un aumento de
los impuestos sobre la participación diferida, y desde
luego un reajuste de las plusvalías para adaptarlas a los
actuales tipos marginales del impuesto sobre la renta". 75 Y
Warren Buffett (un magnate de los negocios estadounidense)
afirmó que nunca debería pagar un tipo impositivo
inferior al de la persona que limpia su oficina.76 El aumento de
la desigualdad, una tendencia que no ha dejado de crecer en los
últimos 30 años, debe revertirse.

Recomendaciones

Las personas que participan en el Foro Económico
Mundial de Davos tienen en sus manos el poder de revertir el
rápido incremento de la desigualdad. Oxfam hace un
llamamiento para que se comprometan a:

• No utilizar paraísos fiscales para evadir
impuestos ni en sus propios países ni en otros
países en los que invierten y operan;

• No utilizar su riqueza económica para
obtener favores políticos que supongan un menoscabo de la
voluntad política de sus conciudadanos;

• Hacer públicas todas las inversiones en
empresas y fondos de las que sean beneficiarios efectivos y
finales;

• Respaldar una fiscalidad progresiva sobre la
riqueza y los ingresos;

• Exigir a los gobiernos que utilicen su
recaudación fiscal para proporcionar a los ciudadanos
asistencia sanitaria, educación y protección social
universales;

• Reclamar que todas las empresas que poseen o
controlan ofrezcan un salario digno a sus
trabajadores;

• Exigir a otras élites económicas
que también se adhieran a estos compromisos.

Oxfam ha realizado recomendaciones políticas en
diversos contextos con el objetivo de fortalecer la
representación política de las clases media y baja,
para así alcanzar una mayor igualdad. Éstas son
algunas de las políticas recomendadas:

• La eliminación de la desigualdad
económica extrema como objetivo mundial en todos los
países. Esta meta debería ser un elemento esencial
del marco posterior a 2015, que debería incorporar una
supervisión coherente de la participación en la
riqueza del 1% más rico de la población en todos
los países.

• Una mayor regulación de los mercados, para
así fomentar un crecimiento equitativo y sostenible;
y

• Poner freno a la capacidad de la población
rica para influir en los procesos políticos y en las
políticas que mejor responden a sus intereses.

La combinación concreta de las políticas
necesarias para revertir el aumento de las desigualdades
económicas debe adaptarse a los diferentes contextos
nacionales. No obstante, el ejemplo de los países
desarrollados y en desarrollo que han conseguido reducir la
desigualdad económica nos ofrece algunos puntos de
partida, entre los que destacan:

• La adopción de medidas firmes contra el
secreto bancario y la evasión fiscal;

• Las transferencias redistributivas y el
fortalecimiento de los mecanismos de protección
social;

• La inversión en el acceso universal a la
atención sanitaria y la educación;

• La fiscalidad progresiva;

• El fortalecimiento de los umbrales salariales y
de los derechos de los trabajadores.

• La eliminación de las barreras a la
igualdad de derechos y oportunidades de las mujeres.

IMF Policy Paper – Fiscal Policy and Income
Inequality – International Monetary Fund –
January 23,
2014

Executive Summary

Fiscal policy is the primary tool for governments to
affect income distribution.

Rising income inequality in advanced and developing
economies has coincided with growing public support for income
redistribution. This comes at a time when fiscal restraint is an
important priority in many advanced and developing economies. In
the context of the Fund"s mandate to promote growth and
stability, this paper describes: (i) recent trends in the
inequality of income, wealth, and opportunity in advanced and
developing economies; (ii) country experience with different
fiscal instruments for redistribution; (iii) options for the
reform of expenditure and tax policies to help achieve
distributive objectives in an efficient manner that is consistent
with fiscal sustainability; and (iv) recent evidence on how
fiscal policy measures can be designed to mitigate the impact of
fiscal consolidation on inequality. This paper does not advocate
any particular redistributive goal or policy instrument for
fiscal redistribution.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5

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