Monografias.com > Filosofía
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Especificidad del pensamiento filosófico-marxista de Mariátegui



    Especificidad del pensamiento
    filosófico- marxista de Mariátegui

    El pensamiento filosófico-social de
    Mariátegui y su determinación marxista ha sido
    estudiado por muchos autores, incluyendo especialistas de
    trascendencia universal. Se han escrito diversos tratados
    biográficos, ensayos y otros trabajos especializados que
    de una forma u otra penetran en el pensamiento filosófico
    del Amauta[1]En algunos casos su abordaje,
    más que ir a la definición del filosofar de
    Mariátegui, se dirige a la exposición de fuentes o
    influencias para fijar las "inconsecuencias" marxistas y las
    "huellas" de las filosofías no marxistas presentes en
    él. Otros han intentado atribuirle una suerte de
    eclecticismo[2]filosófico.

    A partir de estos y otros enfoques, no han faltado
    consideraciones que detectan en su pensamiento momentos
    voluntaristas, subjetivistas e incluso irracionalistas. En gran
    medida estas suposiciones y rótulos se extraen de las
    propias citas del discurso de Mariátegui, o de sus
    criterios sobre los filósofos por los que ha transitado en
    sus estudios.

    Gran parte de estas conjeturas y tesis, responden a
    lecturas que enfatizan más en la letra inmóvil,
    fuera de contexto, que en el espíritu general que anima su
    pensamiento.

    Además del hecho de tomar determinadas
    categorías acríticamente, sin detenerse en el
    significado y sentido con que operan en el discurso del pensador
    peruano.

    También existen autores que se esfuerzan
    más en el espíritu creador del marxismo de
    Mariátegui y escrutan en la verdadera connotación
    de sus conceptos y categorías, destacando ante todo su
    carácter abierto a las adquisiciones del saber universal,
    a partir del hecho de ser un pensamiento afincado en la realidad
    y con ímpetu de acceder a ella en busca de la verdad.
    Estos enfoques -en mi criterio muy acertados en algunos casos-,
    se exceden a tal punto que hiperbolizan la originalidad del
    pensador y lo presentan con una creatividad de tal magnitud, que
    resulta ausente de todo principio y presupuestos
    asimilados.

    Es indiscutible -y esto lo señalan muchos
    autores- el carácter no sistemático de la
    formación del Amauta y la asimilación del Marxismo
    no siempre en sus fuentes, sino a través de otros autores,
    lo cual incide de un modo u otro en su aparato
    categorial.

    Sin embargo, en mi criterio, si ciertamente no invalido
    los caminos seguidos, me parece que una arista poco investigada,
    reside en la especificidad de su pensamiento
    filosófico[3]social, es decir, en las
    propias características sui géneris en que se
    cualifica su pensamiento. Cualidad que determina un estilo de
    pensamiento y un modo propio de aprehender la realidad por el
    pensamiento.

    Mariátegui no fue un filósofo profesional,
    sino un pensador cuya obra está mediada por su
    orientación artístico-literaria que desde
    época temprana de su evolución, despierta con
    fuerzas inusitada. Esto determina que su obra ensayística,
    tanto de naturaleza sociológica, como política,
    junto a las expresiones conceptuales del lenguaje aparezcan
    llenas de imágenes y otras expresiones de corte literario
    que imprimen al discurso sus particularidades.

    Pero esta especificidad cualitativa no es la
    determinante ni la que define su pensamiento filosófico
    social. Su pensamiento -ya sabemos, de filiación marxista-
    no se funda en tanto tal, ni en la ontología, ni en la
    gnoseología, aunque lógicamente, las emplea e
    incluye, sino en la axiología. Su cosmovisión
    filosófica-social, se centra en el hombre y la actividad
    humana y prioriza las dimensiones valorativas y práctica.
    Por eso siempre que se dirige a la realidad no la mira como cosa
    en sí, sino en relación con el hombre y la
    sociedad. No le interesa tanto qué son las cosas, sino
    ante todo, las necesidades e intereses sociales que satisfacen,
    para qué le sirven….

    Esto, por supuesto, sigue la línea del
    pensamiento latinoamericano, de fuerte arraigo humanista. Pero en
    el caso de Mariátegui no se trata sólo de
    continuidad, sino además de ruptura. El humanismo marxista
    que propugna, concibe al hombre como sujeto creador y portador de
    la práctica social. Un ser socio-históricamente
    determinado, cuya "personalidad" (…) no se realiza plenamente,
    sino cuando sabe ser superior a toda
    limitación"[4].

    Este modo de concebir la realidad, a partir de un
    humanismo dialéctico historicista que capta la realidad
    subjetivamente, muy cercano y coincidente con el espíritu
    de las Tesis sobre Feuerbach de Marx, y la
    concepción de Labriola[5]y
    Gramsci[6]del Marxismo como filosofía de la
    praxis, otorga estatus especial al pensamiento filosófico
    de Mariátegui[7]

    No comparte el ontologismo intelectualista desarrollado
    por una versión del Marxismo, y sin rechazar la
    determinación de la realidad objetiva y el
    condicionamiento social del hombre, entiende que "la facultad de
    pensar la historia y la facultad de hacerla o crearla, se
    identifican"[8]. Identificación que explica
    del proceso mismo de la praxis social, del propio proceso de la
    producción humana en correspondencia con las necesidades e
    intereses que impulsan su actividad creadora.

    Ante el fatalismo y el espontaneísmo que propala
    la versión metafísica y dogmática del
    marxismo[9]el Amauta, al igual que Gramsci,
    Lukacs[10]y otros marxistas, postula una
    filosofía de la subjetividad -entiéndase no
    subjetivista-, de la praxis, de la realidad concreta. Una
    filosofía que entiende que "el sujeto de la historia es,
    ante todo, el hombre. La economía, la política, la
    religión son formas de la realidad humana, de la cultura.
    Su historia es, en su esencia, la historia del
    hombre"[11], del devenir humano en toda su
    complejidad cultural.

    Este historicismo humanista, en el mejor sentido del
    término, calificado por algunos autores como historicidad
    absoluta con resonancia vitalista que recuerda a
    Bergson[12]Croce[13]Sorel[14]y
    otros representantes del idealismo contemporáneo,
    está permeado del espíritu del marxismo
    auténtico; y más que negarlo, lo afirma como
    método de subversión de la realidad y teoría
    del cambio.

    Es evidente la influencia de filósofos no
    marxistas, pero integrada a una totalidad que le imprime nuevos
    sentidos y cauces de concreción, en correspondencia con el
    ideal que preside la actuación de Mariátegui.
    "Varios aspectos en la amplia difusión del bergsonismo
    -por ejemplo la trayectoria de Romain
    Rolland[15](…) y ciertos acentos en el eco
    múltiple (…) que tenía en América Latina,
    indican que, traspuesto en un ambiente social correspondiente, el
    bergsonismo podía transformarse en la base de un humanismo
    que se apoyaba en la capacidad creadora de los hombres y era, por
    ende, progresista y potencialmente revolucionario. Para que se
    realice plenamente sus potencias revolucionarias había que
    despojarlo de su ropaje idealista y desarrollar los fundamentos
    de un concepto materialista del hombre. A esta tarea se
    dedicó Mariátegui, quien, considerando la humanidad
    creadora como la humanidad revolucionaria, transformó
    así la naturaleza misma del
    bergsonismo"[16].

    En Mariátegui, la creación del hombre es
    un proceso eminentemente social y adquiere entidad real en la
    sociedad. No es un acto de introspección
    psicológica, dimanante de procesos puros de la conciencia.
    No es la conciencia que accede a la realidad, y la organiza en
    generaciones sucesivas, sino el hombre consciente,
    práctico, que realiza su ser esencial en la medida que
    convierte la realidad en su objeto, acorde con sus necesidades e
    intereses. Sobre esta base es posible comprender el problema.
    Mariátegui "asume" a Bergson a través de Sorel y
    Renan,[17] pero lo adecua a su fin, y extrae
    consecuencias revolucionarias. Su utilización del mito
    -que tanto se le critica – también se integra a su
    concepción marxista del hombre y la sociedad, y con
    maestría logra identificarlo con la capacidad creadora del
    hombre, su fuerza espiritual, en fin, con la revolución.
    Con esta concepción el concepto del mito pierde el
    significado que tiene en las fuentes asimiladas, para adquirir un
    sentido político clasista muy definido. "Lo que más
    neta y claramente diferencia en esta época a la
    burguesía y al proletariado -escribe el Amauta – es el
    mito. La burguesía no tiene ya mito alguno. Se ha vuelto
    incrédula, escéptica, nihilista.

    El mito liberal renacentista ha envejecido demasiado. El
    proletariado tiene un mito: la revolución social. Hacia
    ese mito se mueve una fe vehemente y activa. La burguesía
    niega; el proletariado afirma"[18].

    Mariátegui está consciente que la
    teoría del mito y la acción -no olvidar la
    connotación que él le atribuye – es la
    antítesis del sesgo positivista y economicista que
    había tomado al marxismo de la segunda internacional, "que
    había dejado de serlo casi desde su
    origen"[19].

    La teoría del mito y la acción en su
    visión, "restituye al marxismo la misión
    revolucionaria (…) y establece las bases de una
    filosofía de la revolución, profundamente
    impregnada de realismo psicológico y
    sociológico…[20] es decir, de un marxismo
    que hace del hombre, en tanto sujeto, centro de su teoría
    y su praxis. El mito cumple la función de medio
    catalizador de energía creadora, en virtud de encarnar un
    ideal humano engendrado por la realidad social. Si ciertamente
    Mariátegui no niega la existencia del mito en el hombre
    individual, atribuye más importancia al pueblo, a las
    masas populares en la elaboración de ideales, forjados en
    la fuerza telúrica de la fe por algo que representa su
    existencia misma como clase, grupo, nación. "Los
    profesionales de la inteligencia no encuentran el camino de la
    fe; lo encontrarán las multitudes. A los filósofos
    les tocará, más tarde, codificar el pensamiento que
    emerja de la gran gesta
    multitudinaria"[21].

    En este sentido la teoría del mito y la
    acción, más que expresar idealismo
    histórico, en Mariátegui no hace más que
    concretar su concepción histórico-materialista del
    hombre y la sociedad, así como sustanciar un proyecto, que
    concibe la ley histórica y la actividad consciente de los
    hombres en su interacción recíproca. Ciertamente,
    los hombres hacen la historia con arreglo a leyes objetivas, pero
    las leyes sociales y su devenir, tienen lugar a través de
    la actividad humana, adecuada a fines que impulsan la
    realización efectiva de lo que se quiere.

    Se trata de un filosofar -por supuesto no sistematizado
    – enraizado en el hombre y su magna espiritualidad, sustentado en
    ideales que cualifican valores dirigidos al progreso humano.
    Ideales que, por su naturaleza revolucionaria, trasuntan
    imaginación y creación. Esto lo corrobora el Amauta
    en nuestra propia historia. "Bolívar tuvo sueños
    futuristas. Pensó en una confederación de estados
    indo-españoles. Sin este ideal, es probable que
    Bolívar no hubiese venido a combatir por nuestra
    independencia. La suerte de la independencia del Perú ha
    dependido, por ende, en gran parte, de la aptitud imaginativa del
    Libertador"[22].

    La imaginación, como posibilidad de trascender el
    ser, superarlo y dirigirse al deber-ser y como proyección
    al porvenir, en un proceso pleno de fantasía, en
    Mariátegui, como hombre fundador, resulta insoslayable.
    Pero sin hipostasiarla de la realidad, pues en su criterio,
    (…) "podría decirse que el hombre no prevé ni
    imagina, sino lo que ya está germinando, madurando, en la
    entraña oscura de la
    historia"[23].

    Esta tesis, si bien afirma la libertad humana, en tanto
    posibilidad de poner los fines, en virtud de la potencialidad de
    la subjetividad humana para proyectar utopía, no niega la
    necesidad objetiva condicionante[24]Por eso
    Mariátegui, asumiendo a Hegel[25]y
    también a Marx, explica la fuerza creadora del ideal como
    una consecuencia, al mismo tiempo, de la resistencia y del
    estímulo que éste encuentra en la
    realidad"[26].

    Es indudable que la cosmovisión del Amauta en
    torno al hombre y la sociedad está cimentada en una
    comprensión dialéctica y materialista de la
    actividad humana y las condiciones generales en que deviene:
    necesidad – interés – fin – medios y condiciones;
    concebida como un todo sistémico – procesal, en cuyo
    transcurso lo ideal y lo material a través de la praxis se
    convierten recíprocamente.

    Una comprensión tal del problema,
    independientemente de los conceptos que emplea Mariátegui
    y de las "inconsecuencias" que se le atribuyen, concentra el
    núcleo del marxismo-leninismo creador, la esencia viva de
    su espíritu y al mismo tiempo, le otorga especificidades
    propias al discurso del fundador del Marxismo
    latinoamericano.

    En correspondencia con lo anterior, es más
    productivo acercarse al Amauta, no para indagar hasta que punto
    su marxismo coincide o no con el modelo teórico que
    reputamos como válido, sino en qué medida su
    marxismo fue expresión de la realidad estudiada, del
    objeto investigado y si efectivamente devino autoconciencia de su
    tiempo histórico. Precisamente su "llamada heterodoxia",
    en él fue un ejercicio perenne de seguir la realidad en
    sus contradicciones reales, de ser fermento de su existir y
    devenir, sin necesidad de poner aditamentos
    preconcebidos.

    Estos rasgos cualificadores de la especificidad del
    pensamiento filosófico social de Mariátegui,
    encuentran concreción no sólo en sus teorías
    sociológicas y políticas, sino también en su
    quehacer crítico-literario, en su
    estética.

    Su comprensión de la praxis – deducible de su
    obra, aunque no se defina con toda precisión – como
    esencial relación sujeto-objeto y sujeto – sujeto, donde
    lo ideal y lo material se convierten recíprocamente,
    devienen idénticos, constituye el fundamento
    metodológico de sus concepciones. "La ficción
    -razona el Amauta – no es anterior ni superior a la realidad como
    sostenía Oscar Wilde[27]ni la realidad es
    anterior ni superior a la ficción como quería la
    escuela realista[28]Lo verdadero es que la
    ficción y la realidad se modifican recíprocamente.
    El arte se nutre de la vida y la vida se nutre del arte. Es
    absurdo intentar incomunicarlos y aislarlos. El arte no es acaso
    sino un síntoma de plenitud de la
    vida"[29]. Mariátegui, no niega la
    primacía de lo material, respecto a lo ideal. Todo lo
    contrario, lo afirma y es consecuente con ello. Lo que no
    significa simplificar el proceso de aprehensión de la
    realidad por el hombre en el devenir recíproco de lo
    objetivo-subjetivo y viceversa. Es en la praxis donde lo material
    y lo ideal se identifican, en el sentido que el hombre actuando
    sobre la realidad la convierte en su objeto de conocimiento,
    valoración, práctica y
    comunicación[30]Es un proceso complejo de
    objetivación y subjetivación de la realidad en y a
    través de la actividad que Mariátegui
    también revela al asumir la literatura y el arte. Con ello
    restituye y afirma el papel activo y creador de la conciencia de
    los hombres, tanto en su expresión individual como social.
    Por eso, "cuando escruta -se refiere a la obra de arte-
    cómo se revelan en ella el hombre y el medio, lo hace para
    captar su trascendencia, el origen y la proyección de su
    mensaje. No se limitará a los horizontes de una
    explicación sociológica, una ubicación
    histórica, o una divulgación anecdótica; ni
    habrá de satisfacerse con la especiosa
    identificación de algunos recursos estilísticos o
    la glosa de su contenido ideológico; porque mira la
    creación como un aliento vital, y sólo a
    través de la concertada unidad de la vida hallará
    la explicación eficiente de su apariencia y su
    íntimo temblor".[31]

    A diferencia de Croce, Mariátegui no separa lo
    subjetivo y lo objetivo en la creación artística,
    ni concibe el hecho estético como intuición en la
    cual el sujeto elabora y da forma a sus impresiones internas.
    Como creación humana, el hecho estético se
    constituye y realiza como un proceso subjetivo – objetivo, en
    unidad recíproca. El propio modelo del sujeto (artista) en
    su calidad subjetiva tiene su correlato en la realidad, o
    partió de ella, y en su movimiento, no hace más que
    encarnarse en objeto, en objetivarse como producto humano, es
    decir, como lo subjetivo objetivado mediante la acción
    práctica del hombre. Con razón Mariátegui
    defiende la unidad e interacción recíproca entre lo
    objetivo y lo subjetivo, pues hiperbolizar uno u otro momento del
    proceso único, sólo sirve para desvirtuar su
    esencia.

    Esta forma específica de comprender el problema
    tiene sus fundamentos -como ya se ha mostrado- en la
    concepción que tiene Mariátegui del hombre y la
    actividad humana. Para el Amauta, en la praxis, el hombre realiza
    su ser esencial, cuyo proceso y resultado se encarna en el cuerpo
    de la cultura. Cultura, que en su connotación general,
    como producción humana (material y espiritual) cualifica
    la medida de ascensión y progreso humanos.

    Esto propicia que en su estrategia metodológica,
    tanto al asumir problemas de naturaleza sociológica,
    política, artística, etc.; la historia y la cultura
    en permanente diálogo, sean su materia prima especial, y
    su decursar investigativo siga un cauce socio-cultural y
    complejo.

    Sobre estas premisas, que otorgan especificidades
    propias al pensamiento filosófico -social de José
    Carlos Mariátegui, y uniendo indisolublemente oficio y
    misión, como hombre comprometido con la tragedia humana,
    su espíritu innovador, revela la realidad y busca lo
    autóctono, a partir de una obra creadora americana con
    plena vocación de universalidad, es decir, aferrado a las
    raíces y desde el presente peruano, interrogar a la
    historia y a la cultura, para descubrir sus enigmas y así
    acceder al futuro. "(…) Como líder de su idea y
    orientador de un mundo por nacer, fue forzado a mezclar, a
    equilibrar, -enfatiza Marinello- las esencias del hombre
    apostólico -hombre en futuro- con las virtudes
    presentáneas del realpolitiken. Quiso llevar a su pueblo,
    a su gente americana, por caminos inéditos y le fue
    preciso mostrarse a sí mismo la realidad de las
    vías inestrenadas. (…) Mariátegui fue el
    análisis leal, acucioso, perspicaz, pero realizado desde
    un ángulo apasionado[32]

    Desde un ángulo apasionado – se trata de un
    hombre fundador que cree en el valor de una utopía
    cimentada en sus raíces – se ase a la realidad y a su
    tiempo histórico. Un fuerte ideal que media y sirve de
    acicate a su bregar heroico imprime sustancialidad a sus
    concepciones sociológicas. Aguijoneado por las exigencias
    de la realidad y su honda sensibilidad humana, coincide con
    Barbusse que "hacer política es pasar del sueño a
    las cosas, de lo abstracto a lo concreto. La política es
    el trabajo efectivo del pensamiento social; la política es
    la vida. Admitir una solución de continuidad entre la
    teoría y la práctica, abandonar a sus propios
    esfuerzos a los realizadores, aunque sea concediéndoles
    una amable neutralidad es desertar de la causa
    humana"[33].

    En Mariátegui la causa humana es su razón
    de ser, pero no entendida como profesión de fe abstracta,
    emanada de una filantropía cultural quimérica,
    homogénea, que proclama redención y libertad humana
    fuera del drama humano. Todo lo contrario. Su ideal y los causes
    de realización efectiva tienen sus portadores en las
    grandes masas, en el proletariado y la masa indígena,
    capaces de hacer la revolución como prerrequisito de
    reivindicación humana, pues "a la revolución no se
    llega sólo por una vía fríamente conceptual.
    La revolución más que una idea, es un sentimiento.
    Más que un concepto, es una pasión. Para
    comprenderla se necesita una espontánea actitud
    espiritual, una especial actitud
    psicológica".[34]

    Esta unidad de oficio y misión, sentimiento y
    razón, teoría y práctica y en fin,
    de

    ciencia y conciencia, no sólo avala la
    proyección teórico-sociológica y
    metodológica de Mariátegui, sino además,
    concreta en su síntesis su pensamiento filosófico –
    social y su praxis revolucionaria.

    Al mismo tiempo, le provee de los medios necesarios para
    asumir creadoramente la realidad peruana – y americana-, en
    función de realizar sus propósitos
    ideo-políticos y culturales, o en el decir de Darcy
    Ribeiro, "(…) a crear una nueva condición humana,
    quizás más
    solidaria"[35].

     

     

    Autor:

    Dr. Sc. Rigoberto Pupo
    Pupo.

     

    [1] Nombre que identifica a José
    Carlos Mariátegui, así como a la revista fundada
    por él. Amauta es un nombre quechua que significa
    ‘sabio’, ‘consejero’, y eso
    pretendió ser Mariátegui en la redacción y
    consiguió que fuera la revista para muchos escritores
    que llegaron después. Él era marxista leninista y
    su ideología estuvo siempre presente en la revista, pero
    no pretendió que la publicación fuera sólo
    un órgano político y partidista, sino que
    vinculó los planteamientos indigenistas y sociales con
    los estéticos y literarios de las vanguardias europeas y
    peruanas, así como con los de escritores anteriores, en
    especial Manuel González Prada, por lo que fue la mejor
    manifestación del vanguardismo nacional. Entre los
    muchos escritores que colaboraron en sus páginas se
    cuentan César Vallejo, Xavier Abril, Alberto Hidalgo o
    César Falcón.

    [2] El eclecticismo es una doctrina que
    amalgama ideas inconexas de distintos autores, sin preocuparse
    por la coherencia lógica y la creación. Los
    pensadores eclécticos combinan lo que consideran
    doctrinas más válidas, aunque a menudo estas
    doctrinas no formen una unidad integral. La escuela moderna de
    filosofía ecléctica surge en Francia durante el
    siglo XIX; su figura más representativa fue
    Víctor Cousin, quien trató de unir el idealismo
    del pensador alemán Immanuel Kant, la filosofía
    del sentido común y las doctrinas del filósofo
    francés René Descartes, entre otros.

    [3] La filosofía es un saber complejo
    sobre el mundo en relación con el hombre. Esa
    relación es al mismo tiempo cognoscitiva, valorativa,
    práctica y comunicativa, en su síntesis. Pero
    debe subrayarse que en el saber filosófico lo
    cognoscitivo (gnoseológico) y lo valorativo
    (axiológico), se integran en unidad indisoluble; pues al
    hombre no sólo le interesa qué son las cosas,
    sino para qué le sirven. El hombre constantemente
    está emitiendo juicios valorativos, a partir de su
    siempre visión crítica de la realidad. La
    filosofía no constituye un corpus de pensamientos e
    ideas, exclusivo, independiente y distinto de los restantes
    saberes, sino una actividad crítico – reflexiva de
    naturaleza cosmovisiva sobre aquellos momentos esenciales de
    los distintos ámbitos de la vida humana en
    relación con el universo, incluyendo así, las
    eternas preguntas sobre los límites del conocimiento, el
    sentido de la vida, la formación humana, el sentido de
    la existencia, la muerte, los problemas de la ciencia, de la
    vida cotidiana, etc. Por eso plantea más preguntas que
    respuestas. Existe, además, el criterio que la
    filosofía es una reflexión de segundo orden de la
    realidad, que se realiza sobre la base de la de primer orden
    hecha por otros saberes. En este sentido, la filosofía
    sería conciencia crítica que evalúa sus
    presupuestos, conceptos, paradigmas, métodos, etc.

    [4] José C. Mariátegui:
    Heterodoxia de la tradición. En Peruanicemos al
    Perú. Vol. 11. Empresa Editora Amauta, Lima,
    Perú, 1986 p. 164.

    [5] Antonio Labriola (1843-1904),
    filósofo y pensador italiano. Nació en Cassino y
    estudió en la Universidad de Nápoles.
    Catedrático de Filosofía Moral en la Universidad
    de Roma, fue amigo personal de Friedrich Engels y uno de los
    principales difusores del marxismo en Italia. Sus principales
    obras en este sentido fueron: En memoria del Manifiesto
    Comunista (1895), Sobre el materialismo histórico (1896)
    y Sobre el socialismo y la filosofía (1897), en las que,
    profundamente influido por Georg Wilhelm Friedrich Hegel,
    destacaba la importancia de la conciencia y la praxis en el
    corpus doctrinal marxista. Participó en la
    formación del Partido Socialista Italiano y su
    pensamiento ejerció una notable influencia en el que
    sería fundador del Partido Comunista italiano, Antonio
    Gramsci. Falleció en 1904 en Roma (Biblioteca de
    Consulta Microsoft ® Encarta ® 2005. © 1993-2004
    Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos)

    [6] Antonio Gramsci (1891-1937),
    filósofo y político italiano y uno de los
    fundadores del Partido Comunista Italiano. Desarrolló un
    marxismo creador, centrado en la praxis. Es muy conocido en
    Cuba.

    [7] José C. Mariátegui: En la
    Literatura y en el Arte. En Peruanicemos al Perú. Vol.
    11. Empresa Editora Amauta, Lima, Perú, 19809. p.
    106.

    [8] José C. Mariátegui: Temas
    de nuestra América. Vol. 12 Empresa Editora Amauta,
    Lima, Perú, 1974. p.16

    [9] El fatalismo y el espontaneísmo
    que propala la versión metafísica y
    dogmática del marxismo, se caracteriza por una
    visión antidialéctica del mundo, que absolutiza
    el factor económico y soslaya la real complejidad del
    ser humano en relación con la naturaleza y la
    sociedad.

    [10] Lukács, Georg (1885-1971).
    Teórico marxista húngaro, especialista en
    Estética.

    [11] Para su estudio exhaustivo de la
    filosofía de Mariátegui, ver “Defensa del
    Marxismo. Vol. 5. Empresa Editorial Amauta, Lima, Perú,
    1987, pues aquí aparece su filosofía de modo
    más sistematizado, lo que no significa en modo alguno su
    ausencia en la restante obra.

    [12] Bergson, Henri-Louis (1859-1941).
    Filósofo vitalista y espiritualista francés. La
    filosofía bergsoniana se inscribe en el contexto de la
    crítica al positivismo, a la psicología
    asociacionista y al neokantismo, y aparece como continuadora de
    un cierto espiritualismo, pero destaca especialmente su enfoque
    vitalista y su interés por el evolucionismo.

    [13] Croce, Benedetto (1866-1952).
    Filósofo e historiador italiano, idealista. La lectura
    de las obras de Antonio Labriola, marxista y profesor de
    filosofía en Roma, le induce primero a una
    crítica al marxismo y luego al interés y
    entusiasmo por la filosofía de Hegel. Su primera obra
    importante, Estética como ciencia de la expresión
    y Lingüística general (1902), representa su primera
    visión sistemática de la filosofía, que al
    modo hegeliano llama «ciencia del espíritu»,
    desde un punto de vista estético.

    [14] Georges Sorel (1847-1922),
    teórico político y filósofo social
    francés. Sorel fue un destacado dirigente y
    teórico del movimiento sindicalista revolucionario.
    Creía que el poder debía pasar de la decadente
    clase media a la clase trabajadora, y que este objetivo
    sólo podía lograrse a través de una huelga
    general que, para ser efectiva, debía ser violenta.

    [15] Romain Rolland (1866-1944), escritor
    francés galardonado con el Premio Nobel, refleja en su
    obra sus principios éticos y sus ideales pacifistas.
    Autor humanista de una vasta obra. Sus Memorias (1956) y cartas
    revelan su carácter místico e idealista,
    entregado a la causa de la libertad intelectual y la paz
    mundial.

    [16] Adalbert Dessau: Literatura y sociedad
    en las obras de José C. Mariátegui. En
    “Mariátegui: Tres estudios. Biblioteca Amuta,
    Lima, Perú, 1971. p.88.

    [17] Ernest Renan (1823-1892),
    filólogo e historiador de la religión francesa.
    En cierto modo, la noción de cultura, entendida como una
    entidad con realidad objetiva independiente, ya aparece
    implícitamente en la filosofía de la historia de
    Renan quien, en su Vida de Jesús, afirma que «la
    Historia está llena de sincronismos extraños que
    hacen que, sin haberse comunicado entre ellas, fracciones de la
    especie humana muy alejadas unas de otras, lleguen al mismo
    tiempo a ideas y soluciones casi idénticas». Ver,
    además, José C. Mariátegui: El Hombre y el
    mito. En “Alma matinal” Vol. 3 Empresa Editora
    Amauta, Lima Perú, 1987. p.28.

    [18] Ibídem. P. 27

    [19] José C. Mariátegui: Henri
    de Man y la “crisis” del Marxismo. En
    “Defensa del Marxismo” Vol. 5. Empresa Editora
    Amauta, Lima, Perú, 1987. p. 23.

    [20] Ibídem. p. 21

    [21] José C. Mariátegui: EL
    hombre y el mito. Obra citada p. 28. En esta misma
    dirección – escribe – “Los idealistas – entendido
    por Mariátegui como hombre con ideales -necesitan
    apoyarse sobre el interés concreto de un extensa y
    consciente capa social. El ideal no prospera, sino cuando
    representa un vasto interés. Cuando adquiere, en suma,
    caracteres de utilidad y de comodidad. Cuando una clase social
    se convierte en instrumento de su realización “
    (José C. Mariátegui. La imaginación y el
    progreso. El Alma matinal. Empresa Editora Amauta, Lima,
    Perú, 1987, p.40.

    [22] Ibídem. p. 45

    [23] Ibídem. p. 46.

    [24] El espíritu humano reacciona
    contra la realidad contingente. Pero precisamente cuando
    reacciona contra la realidad es cuando tal vez depende
    más de ella. Pugna por modificar lo que ve y lo que
    siente; no lo que ignora. Luego son válidas aquellas
    utopías que se podrían llamar realistas. Aquellas
    utopías que nacen de la entraña misma de la
    realidad”. (Ibídem p. 46).

    [25] Hegel, Georg Wilhelm Friedrich
    (1770-1831). Filósofo idealista alemán, figura
    cumbre de la filosofía occidental. Máximo
    representante de la Filosofía Clásica Alemana y
    fuente filosófica directa del marxismo.

    [26] Ibídem. Además (…) hay
    que tomar en cuenta que los años de su estancia en
    Europa –señala A. Dessau– de por si no eran
    suficientes para estudiar a fondo el marxismo-leninismo. El
    resultado es que Mariátegui volvió al Perú
    como “marxista confeso”, pero sin la
    formación marxista-leninista completa. Desde esta
    posición tuvo que aplicar el marxismo a la realidad del
    Perú y la lucha revolucionaria del movimiento obrero en
    su país, lo que incluía la necesidad de
    desarrollar ideas marxistas-leninistas sin poder recurrir a las
    fuentes clásicas de la teoría del proletariado
    revolucionario" (Alberto Tauro: Prólogo a El Artista y
    la época, de José Carlos Mariátegui.
    Empresa Editora Amauta. Vol. 6, Lima, Perú, 1969. p. 8)
    .

    [27] Oscar Wilde (1854-1900), novelista,
    poeta, crítico literario y autor teatral de origen
    irlandés, gran exponente del esteticismo cuya principal
    característica era la defensa del arte por el arte.
    Martí destacó los valores literarios y humanos de
    su obra.

    [28] Esto nos recuerda a Martí en la
    polémica del Liceo de Guanabacoa, pues precisamente se
    opone al realismo en defensa de la subjetividad humana.

    [29] José C. Mariátegui: El
    Artista y la época. Vol. 6. Empresa Editora Amauta,
    Lima, Perú, 1959. p. 180.

    [30] Ver de Rigoberto Pupo: La
    práctica y la filosofía marxista. Edit. C.
    Sociales, La Habana, 1986, pp. 95-132

    [31] Alberto Tauro: Prólogo a El
    Artista y la época, de José Carlos
    Mariátegui. Empresa Editora Amauta. Vol. 6, Lima,
    Perú, 1969. pp. 7-8.

    [32] Juan Marinello: El Amauta José
    Carlos Mariátegui. Revista de Avance. Colección
    Orbita. Instituto Cubano del Libro, la Habana, 1972. p.
    353.

    [33] José C. Mariátegui: La
    Revolución y la Inteligencia…En la Escena
    Contemporánea. Vol. 1. Empresa Editora Amauta, Lima,
    Perú, 1981 pp. 154-155.

    [34] Ibídem. p. 155.

    [35] Darcy Ribeiro. El Pueblo
    Latinoamericano. En Revista Casa de las Américas No.
    187, Abril Junio de 1952. p. 21.

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter