Especificidad del pensamiento
filosófico- marxista de Mariátegui
El pensamiento filosófico-social de
Mariátegui y su determinación marxista ha sido
estudiado por muchos autores, incluyendo especialistas de
trascendencia universal. Se han escrito diversos tratados
biográficos, ensayos y otros trabajos especializados que
de una forma u otra penetran en el pensamiento filosófico
del Amauta[1]En algunos casos su abordaje,
más que ir a la definición del filosofar de
Mariátegui, se dirige a la exposición de fuentes o
influencias para fijar las "inconsecuencias" marxistas y las
"huellas" de las filosofías no marxistas presentes en
él. Otros han intentado atribuirle una suerte de
eclecticismo[2]filosófico.
A partir de estos y otros enfoques, no han faltado
consideraciones que detectan en su pensamiento momentos
voluntaristas, subjetivistas e incluso irracionalistas. En gran
medida estas suposiciones y rótulos se extraen de las
propias citas del discurso de Mariátegui, o de sus
criterios sobre los filósofos por los que ha transitado en
sus estudios.
Gran parte de estas conjeturas y tesis, responden a
lecturas que enfatizan más en la letra inmóvil,
fuera de contexto, que en el espíritu general que anima su
pensamiento.
Además del hecho de tomar determinadas
categorías acríticamente, sin detenerse en el
significado y sentido con que operan en el discurso del pensador
peruano.
También existen autores que se esfuerzan
más en el espíritu creador del marxismo de
Mariátegui y escrutan en la verdadera connotación
de sus conceptos y categorías, destacando ante todo su
carácter abierto a las adquisiciones del saber universal,
a partir del hecho de ser un pensamiento afincado en la realidad
y con ímpetu de acceder a ella en busca de la verdad.
Estos enfoques -en mi criterio muy acertados en algunos casos-,
se exceden a tal punto que hiperbolizan la originalidad del
pensador y lo presentan con una creatividad de tal magnitud, que
resulta ausente de todo principio y presupuestos
asimilados.
Es indiscutible -y esto lo señalan muchos
autores- el carácter no sistemático de la
formación del Amauta y la asimilación del Marxismo
no siempre en sus fuentes, sino a través de otros autores,
lo cual incide de un modo u otro en su aparato
categorial.
Sin embargo, en mi criterio, si ciertamente no invalido
los caminos seguidos, me parece que una arista poco investigada,
reside en la especificidad de su pensamiento
filosófico[3]social, es decir, en las
propias características sui géneris en que se
cualifica su pensamiento. Cualidad que determina un estilo de
pensamiento y un modo propio de aprehender la realidad por el
pensamiento.
Mariátegui no fue un filósofo profesional,
sino un pensador cuya obra está mediada por su
orientación artístico-literaria que desde
época temprana de su evolución, despierta con
fuerzas inusitada. Esto determina que su obra ensayística,
tanto de naturaleza sociológica, como política,
junto a las expresiones conceptuales del lenguaje aparezcan
llenas de imágenes y otras expresiones de corte literario
que imprimen al discurso sus particularidades.
Pero esta especificidad cualitativa no es la
determinante ni la que define su pensamiento filosófico
social. Su pensamiento -ya sabemos, de filiación marxista-
no se funda en tanto tal, ni en la ontología, ni en la
gnoseología, aunque lógicamente, las emplea e
incluye, sino en la axiología. Su cosmovisión
filosófica-social, se centra en el hombre y la actividad
humana y prioriza las dimensiones valorativas y práctica.
Por eso siempre que se dirige a la realidad no la mira como cosa
en sí, sino en relación con el hombre y la
sociedad. No le interesa tanto qué son las cosas, sino
ante todo, las necesidades e intereses sociales que satisfacen,
para qué le sirven….
Esto, por supuesto, sigue la línea del
pensamiento latinoamericano, de fuerte arraigo humanista. Pero en
el caso de Mariátegui no se trata sólo de
continuidad, sino además de ruptura. El humanismo marxista
que propugna, concibe al hombre como sujeto creador y portador de
la práctica social. Un ser socio-históricamente
determinado, cuya "personalidad" (…) no se realiza plenamente,
sino cuando sabe ser superior a toda
limitación"[4].
Este modo de concebir la realidad, a partir de un
humanismo dialéctico historicista que capta la realidad
subjetivamente, muy cercano y coincidente con el espíritu
de las Tesis sobre Feuerbach de Marx, y la
concepción de Labriola[5]y
Gramsci[6]del Marxismo como filosofía de la
praxis, otorga estatus especial al pensamiento filosófico
de Mariátegui[7]
No comparte el ontologismo intelectualista desarrollado
por una versión del Marxismo, y sin rechazar la
determinación de la realidad objetiva y el
condicionamiento social del hombre, entiende que "la facultad de
pensar la historia y la facultad de hacerla o crearla, se
identifican"[8]. Identificación que explica
del proceso mismo de la praxis social, del propio proceso de la
producción humana en correspondencia con las necesidades e
intereses que impulsan su actividad creadora.
Ante el fatalismo y el espontaneísmo que propala
la versión metafísica y dogmática del
marxismo[9]el Amauta, al igual que Gramsci,
Lukacs[10]y otros marxistas, postula una
filosofía de la subjetividad -entiéndase no
subjetivista-, de la praxis, de la realidad concreta. Una
filosofía que entiende que "el sujeto de la historia es,
ante todo, el hombre. La economía, la política, la
religión son formas de la realidad humana, de la cultura.
Su historia es, en su esencia, la historia del
hombre"[11], del devenir humano en toda su
complejidad cultural.
Este historicismo humanista, en el mejor sentido del
término, calificado por algunos autores como historicidad
absoluta con resonancia vitalista que recuerda a
Bergson[12]Croce[13]Sorel[14]y
otros representantes del idealismo contemporáneo,
está permeado del espíritu del marxismo
auténtico; y más que negarlo, lo afirma como
método de subversión de la realidad y teoría
del cambio.
Es evidente la influencia de filósofos no
marxistas, pero integrada a una totalidad que le imprime nuevos
sentidos y cauces de concreción, en correspondencia con el
ideal que preside la actuación de Mariátegui.
"Varios aspectos en la amplia difusión del bergsonismo
-por ejemplo la trayectoria de Romain
Rolland[15](…) y ciertos acentos en el eco
múltiple (…) que tenía en América Latina,
indican que, traspuesto en un ambiente social correspondiente, el
bergsonismo podía transformarse en la base de un humanismo
que se apoyaba en la capacidad creadora de los hombres y era, por
ende, progresista y potencialmente revolucionario. Para que se
realice plenamente sus potencias revolucionarias había que
despojarlo de su ropaje idealista y desarrollar los fundamentos
de un concepto materialista del hombre. A esta tarea se
dedicó Mariátegui, quien, considerando la humanidad
creadora como la humanidad revolucionaria, transformó
así la naturaleza misma del
bergsonismo"[16].
En Mariátegui, la creación del hombre es
un proceso eminentemente social y adquiere entidad real en la
sociedad. No es un acto de introspección
psicológica, dimanante de procesos puros de la conciencia.
No es la conciencia que accede a la realidad, y la organiza en
generaciones sucesivas, sino el hombre consciente,
práctico, que realiza su ser esencial en la medida que
convierte la realidad en su objeto, acorde con sus necesidades e
intereses. Sobre esta base es posible comprender el problema.
Mariátegui "asume" a Bergson a través de Sorel y
Renan,[17] pero lo adecua a su fin, y extrae
consecuencias revolucionarias. Su utilización del mito
-que tanto se le critica – también se integra a su
concepción marxista del hombre y la sociedad, y con
maestría logra identificarlo con la capacidad creadora del
hombre, su fuerza espiritual, en fin, con la revolución.
Con esta concepción el concepto del mito pierde el
significado que tiene en las fuentes asimiladas, para adquirir un
sentido político clasista muy definido. "Lo que más
neta y claramente diferencia en esta época a la
burguesía y al proletariado -escribe el Amauta – es el
mito. La burguesía no tiene ya mito alguno. Se ha vuelto
incrédula, escéptica, nihilista.
El mito liberal renacentista ha envejecido demasiado. El
proletariado tiene un mito: la revolución social. Hacia
ese mito se mueve una fe vehemente y activa. La burguesía
niega; el proletariado afirma"[18].
Mariátegui está consciente que la
teoría del mito y la acción -no olvidar la
connotación que él le atribuye – es la
antítesis del sesgo positivista y economicista que
había tomado al marxismo de la segunda internacional, "que
había dejado de serlo casi desde su
origen"[19].
La teoría del mito y la acción en su
visión, "restituye al marxismo la misión
revolucionaria (…) y establece las bases de una
filosofía de la revolución, profundamente
impregnada de realismo psicológico y
sociológico…[20] es decir, de un marxismo
que hace del hombre, en tanto sujeto, centro de su teoría
y su praxis. El mito cumple la función de medio
catalizador de energía creadora, en virtud de encarnar un
ideal humano engendrado por la realidad social. Si ciertamente
Mariátegui no niega la existencia del mito en el hombre
individual, atribuye más importancia al pueblo, a las
masas populares en la elaboración de ideales, forjados en
la fuerza telúrica de la fe por algo que representa su
existencia misma como clase, grupo, nación. "Los
profesionales de la inteligencia no encuentran el camino de la
fe; lo encontrarán las multitudes. A los filósofos
les tocará, más tarde, codificar el pensamiento que
emerja de la gran gesta
multitudinaria"[21].
En este sentido la teoría del mito y la
acción, más que expresar idealismo
histórico, en Mariátegui no hace más que
concretar su concepción histórico-materialista del
hombre y la sociedad, así como sustanciar un proyecto, que
concibe la ley histórica y la actividad consciente de los
hombres en su interacción recíproca. Ciertamente,
los hombres hacen la historia con arreglo a leyes objetivas, pero
las leyes sociales y su devenir, tienen lugar a través de
la actividad humana, adecuada a fines que impulsan la
realización efectiva de lo que se quiere.
Se trata de un filosofar -por supuesto no sistematizado
– enraizado en el hombre y su magna espiritualidad, sustentado en
ideales que cualifican valores dirigidos al progreso humano.
Ideales que, por su naturaleza revolucionaria, trasuntan
imaginación y creación. Esto lo corrobora el Amauta
en nuestra propia historia. "Bolívar tuvo sueños
futuristas. Pensó en una confederación de estados
indo-españoles. Sin este ideal, es probable que
Bolívar no hubiese venido a combatir por nuestra
independencia. La suerte de la independencia del Perú ha
dependido, por ende, en gran parte, de la aptitud imaginativa del
Libertador"[22].
La imaginación, como posibilidad de trascender el
ser, superarlo y dirigirse al deber-ser y como proyección
al porvenir, en un proceso pleno de fantasía, en
Mariátegui, como hombre fundador, resulta insoslayable.
Pero sin hipostasiarla de la realidad, pues en su criterio,
(…) "podría decirse que el hombre no prevé ni
imagina, sino lo que ya está germinando, madurando, en la
entraña oscura de la
historia"[23].
Esta tesis, si bien afirma la libertad humana, en tanto
posibilidad de poner los fines, en virtud de la potencialidad de
la subjetividad humana para proyectar utopía, no niega la
necesidad objetiva condicionante[24]Por eso
Mariátegui, asumiendo a Hegel[25]y
también a Marx, explica la fuerza creadora del ideal como
una consecuencia, al mismo tiempo, de la resistencia y del
estímulo que éste encuentra en la
realidad"[26].
Es indudable que la cosmovisión del Amauta en
torno al hombre y la sociedad está cimentada en una
comprensión dialéctica y materialista de la
actividad humana y las condiciones generales en que deviene:
necesidad – interés – fin – medios y condiciones;
concebida como un todo sistémico – procesal, en cuyo
transcurso lo ideal y lo material a través de la praxis se
convierten recíprocamente.
Una comprensión tal del problema,
independientemente de los conceptos que emplea Mariátegui
y de las "inconsecuencias" que se le atribuyen, concentra el
núcleo del marxismo-leninismo creador, la esencia viva de
su espíritu y al mismo tiempo, le otorga especificidades
propias al discurso del fundador del Marxismo
latinoamericano.
En correspondencia con lo anterior, es más
productivo acercarse al Amauta, no para indagar hasta que punto
su marxismo coincide o no con el modelo teórico que
reputamos como válido, sino en qué medida su
marxismo fue expresión de la realidad estudiada, del
objeto investigado y si efectivamente devino autoconciencia de su
tiempo histórico. Precisamente su "llamada heterodoxia",
en él fue un ejercicio perenne de seguir la realidad en
sus contradicciones reales, de ser fermento de su existir y
devenir, sin necesidad de poner aditamentos
preconcebidos.
Estos rasgos cualificadores de la especificidad del
pensamiento filosófico social de Mariátegui,
encuentran concreción no sólo en sus teorías
sociológicas y políticas, sino también en su
quehacer crítico-literario, en su
estética.
Su comprensión de la praxis – deducible de su
obra, aunque no se defina con toda precisión – como
esencial relación sujeto-objeto y sujeto – sujeto, donde
lo ideal y lo material se convierten recíprocamente,
devienen idénticos, constituye el fundamento
metodológico de sus concepciones. "La ficción
-razona el Amauta – no es anterior ni superior a la realidad como
sostenía Oscar Wilde[27]ni la realidad es
anterior ni superior a la ficción como quería la
escuela realista[28]Lo verdadero es que la
ficción y la realidad se modifican recíprocamente.
El arte se nutre de la vida y la vida se nutre del arte. Es
absurdo intentar incomunicarlos y aislarlos. El arte no es acaso
sino un síntoma de plenitud de la
vida"[29]. Mariátegui, no niega la
primacía de lo material, respecto a lo ideal. Todo lo
contrario, lo afirma y es consecuente con ello. Lo que no
significa simplificar el proceso de aprehensión de la
realidad por el hombre en el devenir recíproco de lo
objetivo-subjetivo y viceversa. Es en la praxis donde lo material
y lo ideal se identifican, en el sentido que el hombre actuando
sobre la realidad la convierte en su objeto de conocimiento,
valoración, práctica y
comunicación[30]Es un proceso complejo de
objetivación y subjetivación de la realidad en y a
través de la actividad que Mariátegui
también revela al asumir la literatura y el arte. Con ello
restituye y afirma el papel activo y creador de la conciencia de
los hombres, tanto en su expresión individual como social.
Por eso, "cuando escruta -se refiere a la obra de arte-
cómo se revelan en ella el hombre y el medio, lo hace para
captar su trascendencia, el origen y la proyección de su
mensaje. No se limitará a los horizontes de una
explicación sociológica, una ubicación
histórica, o una divulgación anecdótica; ni
habrá de satisfacerse con la especiosa
identificación de algunos recursos estilísticos o
la glosa de su contenido ideológico; porque mira la
creación como un aliento vital, y sólo a
través de la concertada unidad de la vida hallará
la explicación eficiente de su apariencia y su
íntimo temblor".[31]
A diferencia de Croce, Mariátegui no separa lo
subjetivo y lo objetivo en la creación artística,
ni concibe el hecho estético como intuición en la
cual el sujeto elabora y da forma a sus impresiones internas.
Como creación humana, el hecho estético se
constituye y realiza como un proceso subjetivo – objetivo, en
unidad recíproca. El propio modelo del sujeto (artista) en
su calidad subjetiva tiene su correlato en la realidad, o
partió de ella, y en su movimiento, no hace más que
encarnarse en objeto, en objetivarse como producto humano, es
decir, como lo subjetivo objetivado mediante la acción
práctica del hombre. Con razón Mariátegui
defiende la unidad e interacción recíproca entre lo
objetivo y lo subjetivo, pues hiperbolizar uno u otro momento del
proceso único, sólo sirve para desvirtuar su
esencia.
Esta forma específica de comprender el problema
tiene sus fundamentos -como ya se ha mostrado- en la
concepción que tiene Mariátegui del hombre y la
actividad humana. Para el Amauta, en la praxis, el hombre realiza
su ser esencial, cuyo proceso y resultado se encarna en el cuerpo
de la cultura. Cultura, que en su connotación general,
como producción humana (material y espiritual) cualifica
la medida de ascensión y progreso humanos.
Esto propicia que en su estrategia metodológica,
tanto al asumir problemas de naturaleza sociológica,
política, artística, etc.; la historia y la cultura
en permanente diálogo, sean su materia prima especial, y
su decursar investigativo siga un cauce socio-cultural y
complejo.
Sobre estas premisas, que otorgan especificidades
propias al pensamiento filosófico -social de José
Carlos Mariátegui, y uniendo indisolublemente oficio y
misión, como hombre comprometido con la tragedia humana,
su espíritu innovador, revela la realidad y busca lo
autóctono, a partir de una obra creadora americana con
plena vocación de universalidad, es decir, aferrado a las
raíces y desde el presente peruano, interrogar a la
historia y a la cultura, para descubrir sus enigmas y así
acceder al futuro. "(…) Como líder de su idea y
orientador de un mundo por nacer, fue forzado a mezclar, a
equilibrar, -enfatiza Marinello- las esencias del hombre
apostólico -hombre en futuro- con las virtudes
presentáneas del realpolitiken. Quiso llevar a su pueblo,
a su gente americana, por caminos inéditos y le fue
preciso mostrarse a sí mismo la realidad de las
vías inestrenadas. (…) Mariátegui fue el
análisis leal, acucioso, perspicaz, pero realizado desde
un ángulo apasionado[32]
Desde un ángulo apasionado – se trata de un
hombre fundador que cree en el valor de una utopía
cimentada en sus raíces – se ase a la realidad y a su
tiempo histórico. Un fuerte ideal que media y sirve de
acicate a su bregar heroico imprime sustancialidad a sus
concepciones sociológicas. Aguijoneado por las exigencias
de la realidad y su honda sensibilidad humana, coincide con
Barbusse que "hacer política es pasar del sueño a
las cosas, de lo abstracto a lo concreto. La política es
el trabajo efectivo del pensamiento social; la política es
la vida. Admitir una solución de continuidad entre la
teoría y la práctica, abandonar a sus propios
esfuerzos a los realizadores, aunque sea concediéndoles
una amable neutralidad es desertar de la causa
humana"[33].
En Mariátegui la causa humana es su razón
de ser, pero no entendida como profesión de fe abstracta,
emanada de una filantropía cultural quimérica,
homogénea, que proclama redención y libertad humana
fuera del drama humano. Todo lo contrario. Su ideal y los causes
de realización efectiva tienen sus portadores en las
grandes masas, en el proletariado y la masa indígena,
capaces de hacer la revolución como prerrequisito de
reivindicación humana, pues "a la revolución no se
llega sólo por una vía fríamente conceptual.
La revolución más que una idea, es un sentimiento.
Más que un concepto, es una pasión. Para
comprenderla se necesita una espontánea actitud
espiritual, una especial actitud
psicológica".[34]
Esta unidad de oficio y misión, sentimiento y
razón, teoría y práctica y en fin,
de
ciencia y conciencia, no sólo avala la
proyección teórico-sociológica y
metodológica de Mariátegui, sino además,
concreta en su síntesis su pensamiento filosófico –
social y su praxis revolucionaria.
Al mismo tiempo, le provee de los medios necesarios para
asumir creadoramente la realidad peruana – y americana-, en
función de realizar sus propósitos
ideo-políticos y culturales, o en el decir de Darcy
Ribeiro, "(…) a crear una nueva condición humana,
quizás más
solidaria"[35].
Autor:
Dr. Sc. Rigoberto Pupo
Pupo.
[1] Nombre que identifica a José
Carlos Mariátegui, así como a la revista fundada
por él. Amauta es un nombre quechua que significa
‘sabio’, ‘consejero’, y eso
pretendió ser Mariátegui en la redacción y
consiguió que fuera la revista para muchos escritores
que llegaron después. Él era marxista leninista y
su ideología estuvo siempre presente en la revista, pero
no pretendió que la publicación fuera sólo
un órgano político y partidista, sino que
vinculó los planteamientos indigenistas y sociales con
los estéticos y literarios de las vanguardias europeas y
peruanas, así como con los de escritores anteriores, en
especial Manuel González Prada, por lo que fue la mejor
manifestación del vanguardismo nacional. Entre los
muchos escritores que colaboraron en sus páginas se
cuentan César Vallejo, Xavier Abril, Alberto Hidalgo o
César Falcón.
[2] El eclecticismo es una doctrina que
amalgama ideas inconexas de distintos autores, sin preocuparse
por la coherencia lógica y la creación. Los
pensadores eclécticos combinan lo que consideran
doctrinas más válidas, aunque a menudo estas
doctrinas no formen una unidad integral. La escuela moderna de
filosofía ecléctica surge en Francia durante el
siglo XIX; su figura más representativa fue
Víctor Cousin, quien trató de unir el idealismo
del pensador alemán Immanuel Kant, la filosofía
del sentido común y las doctrinas del filósofo
francés René Descartes, entre otros.
[3] La filosofía es un saber complejo
sobre el mundo en relación con el hombre. Esa
relación es al mismo tiempo cognoscitiva, valorativa,
práctica y comunicativa, en su síntesis. Pero
debe subrayarse que en el saber filosófico lo
cognoscitivo (gnoseológico) y lo valorativo
(axiológico), se integran en unidad indisoluble; pues al
hombre no sólo le interesa qué son las cosas,
sino para qué le sirven. El hombre constantemente
está emitiendo juicios valorativos, a partir de su
siempre visión crítica de la realidad. La
filosofía no constituye un corpus de pensamientos e
ideas, exclusivo, independiente y distinto de los restantes
saberes, sino una actividad crítico – reflexiva de
naturaleza cosmovisiva sobre aquellos momentos esenciales de
los distintos ámbitos de la vida humana en
relación con el universo, incluyendo así, las
eternas preguntas sobre los límites del conocimiento, el
sentido de la vida, la formación humana, el sentido de
la existencia, la muerte, los problemas de la ciencia, de la
vida cotidiana, etc. Por eso plantea más preguntas que
respuestas. Existe, además, el criterio que la
filosofía es una reflexión de segundo orden de la
realidad, que se realiza sobre la base de la de primer orden
hecha por otros saberes. En este sentido, la filosofía
sería conciencia crítica que evalúa sus
presupuestos, conceptos, paradigmas, métodos, etc.
[4] José C. Mariátegui:
Heterodoxia de la tradición. En Peruanicemos al
Perú. Vol. 11. Empresa Editora Amauta, Lima,
Perú, 1986 p. 164.
[5] Antonio Labriola (1843-1904),
filósofo y pensador italiano. Nació en Cassino y
estudió en la Universidad de Nápoles.
Catedrático de Filosofía Moral en la Universidad
de Roma, fue amigo personal de Friedrich Engels y uno de los
principales difusores del marxismo en Italia. Sus principales
obras en este sentido fueron: En memoria del Manifiesto
Comunista (1895), Sobre el materialismo histórico (1896)
y Sobre el socialismo y la filosofía (1897), en las que,
profundamente influido por Georg Wilhelm Friedrich Hegel,
destacaba la importancia de la conciencia y la praxis en el
corpus doctrinal marxista. Participó en la
formación del Partido Socialista Italiano y su
pensamiento ejerció una notable influencia en el que
sería fundador del Partido Comunista italiano, Antonio
Gramsci. Falleció en 1904 en Roma (Biblioteca de
Consulta Microsoft ® Encarta ® 2005. © 1993-2004
Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos)
[6] Antonio Gramsci (1891-1937),
filósofo y político italiano y uno de los
fundadores del Partido Comunista Italiano. Desarrolló un
marxismo creador, centrado en la praxis. Es muy conocido en
Cuba.
[7] José C. Mariátegui: En la
Literatura y en el Arte. En Peruanicemos al Perú. Vol.
11. Empresa Editora Amauta, Lima, Perú, 19809. p.
106.
[8] José C. Mariátegui: Temas
de nuestra América. Vol. 12 Empresa Editora Amauta,
Lima, Perú, 1974. p.16
[9] El fatalismo y el espontaneísmo
que propala la versión metafísica y
dogmática del marxismo, se caracteriza por una
visión antidialéctica del mundo, que absolutiza
el factor económico y soslaya la real complejidad del
ser humano en relación con la naturaleza y la
sociedad.
[10] Lukács, Georg (1885-1971).
Teórico marxista húngaro, especialista en
Estética.
[11] Para su estudio exhaustivo de la
filosofía de Mariátegui, ver “Defensa del
Marxismo. Vol. 5. Empresa Editorial Amauta, Lima, Perú,
1987, pues aquí aparece su filosofía de modo
más sistematizado, lo que no significa en modo alguno su
ausencia en la restante obra.
[12] Bergson, Henri-Louis (1859-1941).
Filósofo vitalista y espiritualista francés. La
filosofía bergsoniana se inscribe en el contexto de la
crítica al positivismo, a la psicología
asociacionista y al neokantismo, y aparece como continuadora de
un cierto espiritualismo, pero destaca especialmente su enfoque
vitalista y su interés por el evolucionismo.
[13] Croce, Benedetto (1866-1952).
Filósofo e historiador italiano, idealista. La lectura
de las obras de Antonio Labriola, marxista y profesor de
filosofía en Roma, le induce primero a una
crítica al marxismo y luego al interés y
entusiasmo por la filosofía de Hegel. Su primera obra
importante, Estética como ciencia de la expresión
y Lingüística general (1902), representa su primera
visión sistemática de la filosofía, que al
modo hegeliano llama «ciencia del espíritu»,
desde un punto de vista estético.
[14] Georges Sorel (1847-1922),
teórico político y filósofo social
francés. Sorel fue un destacado dirigente y
teórico del movimiento sindicalista revolucionario.
Creía que el poder debía pasar de la decadente
clase media a la clase trabajadora, y que este objetivo
sólo podía lograrse a través de una huelga
general que, para ser efectiva, debía ser violenta.
[15] Romain Rolland (1866-1944), escritor
francés galardonado con el Premio Nobel, refleja en su
obra sus principios éticos y sus ideales pacifistas.
Autor humanista de una vasta obra. Sus Memorias (1956) y cartas
revelan su carácter místico e idealista,
entregado a la causa de la libertad intelectual y la paz
mundial.
[16] Adalbert Dessau: Literatura y sociedad
en las obras de José C. Mariátegui. En
“Mariátegui: Tres estudios. Biblioteca Amuta,
Lima, Perú, 1971. p.88.
[17] Ernest Renan (1823-1892),
filólogo e historiador de la religión francesa.
En cierto modo, la noción de cultura, entendida como una
entidad con realidad objetiva independiente, ya aparece
implícitamente en la filosofía de la historia de
Renan quien, en su Vida de Jesús, afirma que «la
Historia está llena de sincronismos extraños que
hacen que, sin haberse comunicado entre ellas, fracciones de la
especie humana muy alejadas unas de otras, lleguen al mismo
tiempo a ideas y soluciones casi idénticas». Ver,
además, José C. Mariátegui: El Hombre y el
mito. En “Alma matinal” Vol. 3 Empresa Editora
Amauta, Lima Perú, 1987. p.28.
[18] Ibídem. P. 27
[19] José C. Mariátegui: Henri
de Man y la “crisis” del Marxismo. En
“Defensa del Marxismo” Vol. 5. Empresa Editora
Amauta, Lima, Perú, 1987. p. 23.
[20] Ibídem. p. 21
[21] José C. Mariátegui: EL
hombre y el mito. Obra citada p. 28. En esta misma
dirección – escribe – “Los idealistas – entendido
por Mariátegui como hombre con ideales -necesitan
apoyarse sobre el interés concreto de un extensa y
consciente capa social. El ideal no prospera, sino cuando
representa un vasto interés. Cuando adquiere, en suma,
caracteres de utilidad y de comodidad. Cuando una clase social
se convierte en instrumento de su realización “
(José C. Mariátegui. La imaginación y el
progreso. El Alma matinal. Empresa Editora Amauta, Lima,
Perú, 1987, p.40.
[22] Ibídem. p. 45
[23] Ibídem. p. 46.
[24] El espíritu humano reacciona
contra la realidad contingente. Pero precisamente cuando
reacciona contra la realidad es cuando tal vez depende
más de ella. Pugna por modificar lo que ve y lo que
siente; no lo que ignora. Luego son válidas aquellas
utopías que se podrían llamar realistas. Aquellas
utopías que nacen de la entraña misma de la
realidad”. (Ibídem p. 46).
[25] Hegel, Georg Wilhelm Friedrich
(1770-1831). Filósofo idealista alemán, figura
cumbre de la filosofía occidental. Máximo
representante de la Filosofía Clásica Alemana y
fuente filosófica directa del marxismo.
[26] Ibídem. Además (…) hay
que tomar en cuenta que los años de su estancia en
Europa –señala A. Dessau– de por si no eran
suficientes para estudiar a fondo el marxismo-leninismo. El
resultado es que Mariátegui volvió al Perú
como “marxista confeso”, pero sin la
formación marxista-leninista completa. Desde esta
posición tuvo que aplicar el marxismo a la realidad del
Perú y la lucha revolucionaria del movimiento obrero en
su país, lo que incluía la necesidad de
desarrollar ideas marxistas-leninistas sin poder recurrir a las
fuentes clásicas de la teoría del proletariado
revolucionario" (Alberto Tauro: Prólogo a El Artista y
la época, de José Carlos Mariátegui.
Empresa Editora Amauta. Vol. 6, Lima, Perú, 1969. p. 8)
.
[27] Oscar Wilde (1854-1900), novelista,
poeta, crítico literario y autor teatral de origen
irlandés, gran exponente del esteticismo cuya principal
característica era la defensa del arte por el arte.
Martí destacó los valores literarios y humanos de
su obra.
[28] Esto nos recuerda a Martí en la
polémica del Liceo de Guanabacoa, pues precisamente se
opone al realismo en defensa de la subjetividad humana.
[29] José C. Mariátegui: El
Artista y la época. Vol. 6. Empresa Editora Amauta,
Lima, Perú, 1959. p. 180.
[30] Ver de Rigoberto Pupo: La
práctica y la filosofía marxista. Edit. C.
Sociales, La Habana, 1986, pp. 95-132
[31] Alberto Tauro: Prólogo a El
Artista y la época, de José Carlos
Mariátegui. Empresa Editora Amauta. Vol. 6, Lima,
Perú, 1969. pp. 7-8.
[32] Juan Marinello: El Amauta José
Carlos Mariátegui. Revista de Avance. Colección
Orbita. Instituto Cubano del Libro, la Habana, 1972. p.
353.
[33] José C. Mariátegui: La
Revolución y la Inteligencia…En la Escena
Contemporánea. Vol. 1. Empresa Editora Amauta, Lima,
Perú, 1981 pp. 154-155.
[34] Ibídem. p. 155.
[35] Darcy Ribeiro. El Pueblo
Latinoamericano. En Revista Casa de las Américas No.
187, Abril Junio de 1952. p. 21.