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El lodo de mis sueños (Relato)




Enviado por regla caridad gómez




    El lodo de mis sueños – Monografias.com

    A los que creen que el futuro existe…

    I

    Amalia está sentada en la arena, su vista se pierde más allá del horizonte, en su mente la imagen de Marcos se pasea preguntándose dónde estará, en cuál de todas las islas del Caribe el sol bronceará su piel, recordará él los momentos que pasaron juntos, a pesar del final tan triste que ella le dio a la relación.

    Su corazón late fuertemente ante los recuerdos que se amontonan, compiten por estar presentes en su mente, no quieren dejar de existir. ¡No ha podido olvidar! Es la realidad.

    Ni siquiera nota las señas que sus hijas le nacen desde el agua para que las acompañe. Usa espejuelos oscuros, encubren lo ausente que está.

    • Toma para que refresques el sol, no había tu preferida, pero está fría, te va a caer bien – le dice Camilo extendiéndole una cerveza – Haz cogido mucho sol y eso dañará tu piel.

    Se sienta a su lado, nota que el rostro de la mujer está algo tenso, preocupada quizás, a veces no sabe cómo hacer para entenderla y hacerla feliz, la ama tanto, es difícil la vida junto a ella y las niñas, con Amalia ausente, viviendo con un fantasma sin límite.

    • Gracias – responde ella sacudiendo la arena de sus manos – las niñas se han alejado un poco – comenta -.

    Toma la cerveza que él abre y echa en un vaso; «no pierde un detalle, es una lástima que a veces no pueda corresponderle» piensa ella.

    • Realmente está fría – agradece ella con una sonrisa en sus labios -.

    Aquellos labios que Camilo desea besar en sus sueños, en el silencio. Son gruesos, bien carnosos, mojados por la cerveza lo invitan, lo tientan. La admiración y el respeto por la mujer lo detienen. Su suave barbilla ¡cuánto quisiera morderla suavemente! al menos por una vez.

    • ¿Localizaste a Maikel? , a través de él es más fácil que venga Alfonso y Luis Miguel.

    La pregunta interrumpe la imagen hermosa que Camilo disfrutaba.

    • No – responde – , llamé a mi casa para asegurarme que todo está bien, ¿en verdad quieres que vengan, acaso te sientes sola?.

    • Estoy bien, las niñas y tú son una compañía perfecta, no necesito mucho más, pensé que estarías más a gusto con ellos, es sólo eso…

    En verdad ella quería estar sola, Playa Almendra era el lugar perfecto para descansar, respirar y por sobre todas las cosas olvidar. Las niñas ocupaban su tiempo en la playa, juegos, piscina y llamadas. Maikel, Alfonso y Luis Miguel eran amigos de Camilo, un trío alegre, sería muy bueno para él compartir con ellos.

    Camilo de tez broceada, con una estatura de 1.75, el pelo rizo típico de su sangre árabe, un galán, luce un short azul marino con franjas blancas, los hombros desarrollados listos para ser acariciados. Su voz aguda, como la de un narrador de novelas, penetra suave en los oídos de la mujer. Era el amigo perfecto. Estaba atravesando una situación difícil en su matrimonio, 17 años junto a una mujer muy diferente a él, cómo se explicaba eso. Su hija, fruto de esta relación, era el incentivo para una locura convertida en relación estable. En realidad había aceptado la invitación de Amalia para salir de la rutina de su hogar y ver qué resultaba a su regreso. Tenía una relación excelente con las niñas. Siempre presente en todo, paño de lágrimas, su perdición eran las mujeres, las seducía con facilidad.

    Amalia por su parte sin sostener nada serio, al menos, nada que cambiara sus propósitos. ¡Amigos de verdad!

    Eso pensaba ella, mientras él la observaba amante, tranquilo, suave, con ilusión, pasión, deseos, sin esperanza de tenerla.

    II

    En la tarde Camilo y Cecilia hacen compras. La muchacha se pasea por el área de confituras, a pesar de sus 21 años tiene alma infantil, no deja de estar pendiente del último chocolate que se pone a la venta, en eso es igual a Amalia, de las dos hijas es la que más se parece a la madre. Alta delgada, el pelo color crema le cubre los hombros. Sus ojos color café tienen una expresión dura, sólo la suaviza su hermosa sonrisa, en realidad no se puede distinguir si es espontánea, su pronunciada boca resalta en la cara. Es bella, con un andar gracioso, juvenil, suelto. Camina de un lado a otro de la tienda. Camilo decide esperar hasta que ella escoja algo bonito.

    Lucero no quiso entrar a la tienda, es más pausada, según ella no le gusta mirar, es bien distinta, desde el físico hasta su manera de actuar, con su pelo negro recogido siempre, las cejas anchas, la nariz pequeña, sus labios apretados, esa muchacha se cree responsable de todo. Su madre hizo coincidir la estancia en el hotel con su cumpleaños, le prepara una sorpresa para celebrar su graduación con diploma de oro, es una niña muy buena, hace gala de su nombre y pensar que se lo quiso cambiar; Amalia al hablar de ella dice; "eres la luz de mis ojos, la luz de un Lucero".

    Camilo busca un regalo para Lucero, algo tradicional. A pesar de su forma inmadura Cecilia es conocedora del arte, sabe escoger un souvenir acorde a la ocasión. Se reprocha no haber estrechado la relación de su hija con ellas, ahora estarían compartiendo juntas. A veces se pregunta, cómo puede Amalia ser su mejor amiga y sus hijas no conocerse de cerca. En el fondo ha sido él, trató de mantener lejos las dos familias, evitó mostrar ante ellas el amor que siente por Amalia.

    • Llevaré esto para Lucero – Cecilia muestra a Camilo un estuche con un abanico, una cartera y unos pendientes de plata – ¿Lo ves bonito? – se vira y le consulta a la tendera- es para una abogada.

    • Está bien, toda abogada necesita esas cosas. Mira esto – señala para un set de oficina con la imagen de Zeus en el pisa papel – ¿te gusta? -.

    La muchacha asienta con la cabeza.

    • Ella aparenta una frialdad de Leo – comenta – pero es Géminis y espero que a su doble le guste. A propósito ¿llamaste a Ale? – le pregunta a Camilo, mientras escoge entre los 5 modelos de abanico que le muestra la tendera -.

    • Todo bien, llega esta noche, reservamos una habitación para todos ellos.

    Ale estudiante de economía, con una personalidad muy fuerte, una inteligencia admirable, que no pega con su apariencia, siempre con ese pelo largo, más bien parece artista. El y Lucero llevan una relación de amistad de años, nunca se ha decido a mostrar su amor por ella, pero no se puede ser amigo toda una vida, por eso decidieron invitarlo a ver qué resulta. Lucero mantenía un noviazgo con Ahmed, un joven demasiado arrogante para la sensualidad de la muchacha, eso la mantuvo alejada de las fiestas, con poco roce social.

    • 25.50, por favor.

    • Quédese con el cambio – responde el hombre entregando 26.00 -.

    Camilo levanta la vista al escuchar la voz, no es posible una coincidencia así, habló contadas veces con él, pero sería fatal si fuera real. Su vista llega hasta la caja, en efecto Marcos terminaba de pagar su cuenta y estuche en mano camina hacia la salida de la tienda.

    III

    Lucero entra en el bar, sólo quiere un refresco, le duele un poco la cabeza, no ha podido alejar el recuerdo de Ahmed, quizás su madre tenga razón y este lugar apartado en el sur la haga olvidar, cuánto quisiera hablar con Ale, su Ale, su amigo.

    • Un refresco, por favor.

    • ¿Limón, cola o naranja?, son los que están fríos.

    • Limón.

    Toma el refresco y el vaso. Decide sentarse en una mesa cuando le sobresalta la imagen del hombre que acaba de entrar. Camina apresuradamente hasta el fondo del bar y se sienta en una mesa discreta, puede ver desde allí al hombre que compra una botella de agua. «No debe ser él, jamás tomaría agua », piensa.

    • Un bocadito de jamón y queso doble, ah!, agregue una hamburguesa, por favor.

    No le queda duda es él, su madre solía hacer bocaditos "cargados" para él, tremendo problema se avecina, si su madre se entera o al menos lo ve. La muchacha se levanta y camina hacia el hombre, de lo malo se sale rápido, piensa. Toca al hombre por la espalda.

    • Marcos.

    • ¿Sí? – responde el hombre, dando la vuelta – Lucero, dice sorprendido ¿qué haces aquí muchacha?

    Le da un beso y un aparente abrazo, se ve sorprendido, contento de verla

    • ¿Y tu madre?

    • Vamos por parte – dice ella seria – ¿qué haces tú aquí?

    • Estoy de paso – contesta el hombre, poniéndose en guardia al ver la agresividad de la joven – Llegué hace una semana, tenía que entregar un paquete en Veranir y decidí pasar el fin de semana aquí. ¡Cómo has cambiado en tan poco tiempo!, eres toda una mujer.

    Ahora confundida, entre rabiosa y sentimental la muchacha dice haberse graduado en Derecho, su mamá reservó diez días en ese hotel como regalo de su graduación y cumpleaños, han venido todos Cecilia y las acompaña Camilo. Esto último deja inquieto a Marcos, trata de adivinar si Camilo es algo más que un amigo, Amalia fue un amor verdadero para él, se tomó un tiempo para tratar de olvidarla, cosa que nadie le creería, precisamente a él, que nada tomaba en serio.

    • En fin – continuó Lucero – estamos completos. Mi madre sufrió mucho tu partida, nos costó trabajo hacerla sonreír, así es que, hagamos que no nos vimos, no sabes nada de nosotras y procura que nadie de mi familia sepa de tu existencia en este lugar.

    • Eso no te lo puedo asegurar – responde el hombre con firme decisión – Tengo que hacer varias cosas hoy y dentro de 15 min llega el taxi en el que saldré. Solo te dejaré claro algo, revisaré este hotel de arriba abajo hasta dar con tu madre, esta vez no renunciaré a ella y si quieres saber por qué, pregúntaselo a ella.

    • Pues veremos – Lucero da dos pasos hacia él – Si te acercas a ella te va a arrepentir.

    Da la espalda y comienza a alejarse. Marcos siente una opresión muy fuerte en el pecho, no debió marcharse como lo hizo, sin hablar con ellas, sin dejar una nota siquiera. Avanza hacia el lobby donde el portero le indica que lo espera el taxi, le da la dirección al chofer, observa las rosas que adornan la entrada, piensa en Amalia.

    IV

    Marcos, empresario dedicado al comercio de talabartería y otros productos había conocido a Amalia en una Feria Internacional de Verano, donde sus comidas eran ofertadas habitualmente por la cadena de restaurantes de la cual era gerente. Amalia recién divorciada, con dos niñas de 8 y 11 años, las que con toda paciencia Marcos vio crecer. 8 años de intenso amor, de compartir quehaceres, responsabilidades, amor, de aprender él de las artes culinarias y ella de su arte. Marcos no tenía hijos, 3 matrimonios sin resultados, nadie lo entendía como ella. Profesó un cariño sincero hacia las niñas, de las dos Cecilia siempre fue más dócil, parecida a él, en sus gustos y aspiraciones. Lucero era sentenciadora, muy en el fondo, tiene mucho de Amalia. Recuerda cuando hizo las pruebas para la carrera de Derecho, él nunca estuvo de acuerdo, pero Amalia en tres palabras lo resumió todo; "es su decisión".

    Desde que se conocieron la química fue perfecta, coincidían en gustos, adoraban el baile e incursionaban en todo lo nuevo, lo sorprendente, aquello que mantuviera vivo el negocio y la relación personal. Ella siempre profesional, llena de éxitos, mujer entregada al trabajo y a su familia. El amante de lo nuevo, de las aventuras, de probar lo desconocido, admirador de lo hermoso, de la perfección.

    El taxi entra en la ciudad, mientras Marcos viaja en el tiempo «seguirá con aquel muchacho, cómo se llamaba – hace un esfuerzo – Antonio, Augusto, no Ahmed, oh! Era insoportable escucharlo y compartir criterios con él, peor». Recuerda las caritas inocentes de las niñas cuando llegaba cansado del trabajo.

    Frunce el seño ante la imagen que viene a su mente, Amalia en su oficina regia, firme, insensible, él apelando a su corazón, pidiendo sólo 2 años y regresaría, una oportunidad irrechazable, un curso compartido entre Francia e Inglaterra y estaría de vuelta, comprarían una casa más amplia y al término de los estudios de las niñas cada cual tendría su espacio. Amalia no creyó en él, cuántas veces después la llamó, incontables los e-mail. Suspira ante el dolor de separarse de las niñas sin decir nada, sin siquiera verlas, cómo pudo mandarlas ese verano para Mar del Sur con Lidia sin razón alguna. Solo él sabe lo que lo hizo aceptar 2 años más y ahora, el destino los unía en este lugar, donde estaba de casualidad. El rostro del hombre se ensombrece « qué quiso decir Lucero con que les costó trabajo que su madre lo superara, si fue lo que escogió, no dejó opción, y Camilo, siempre detrás de ella; ¿estarían juntos? ».

    • Es aquí señor – interrumpe sus pensamientos el taxista – ¿A qué hora lo recojo?

    • Puede esperar, no demoro más de media hora – responde el hombre, mientras cierra la puerta – Es cuestión de entregar estos artículos y firmar la factura.

    • Bien, esperaré en la sombra.

    Marcos sube las escaleras del edificio que no llegan a diez, empuja la puerta de cristal, la sala de la galería no ha cambiado nada, un hombre que viste un traje azul oscuro se adelanta al verlo y con un estrechón de manos lo recibe.

    • Esperábamos por usted desde ayer,- le comenta el hombre, con un ademán le invita a tomar asiento – Tenemos agotadas las piezas de cuero y los instrumentos musicales, – continúa – las ventas en estos tiempos no han sido muy elevadas, vender las suyas es un privilegio, eso nos ayudaría mucho.

    • Hay varios modelos y ofrecemos buen precio….traje la factura, – responde el hombre colocando sobre la pequeña mesa un catálogo de las piezas nuevas – necesito llevarme el estado de cuentas para cerrar este verano, una lista de las piezas que encargarán para los próximos 3 meses con las cantidades por variedades.

    • Todo eso lo puede recoger con Silvia que es la nueva cara comercial.

    • Nos hemos escrito varias veces, – comenta Marcos – en lo personal no nos conocemos.

    • Los presento – concluye el hombre.

    Se ponen de pie. Ante el ademán del hombre se acerca un empleado, le comenta algo. Este se aleja y aparece acompañado de una hermosa mujer, que porta un elegante juego de saya y chaqueta, un pañuelo rojo en el cuello y unos tacones cuadrados.

    • Marcos, dice la mujer al verlo.

    • Silvia ¿cómo has estado? – se sorprende el hombre al reconocer en la mujer a una antigua compañera de Feria.

    • Bien, llevo apenas tres meses aquí, me trasladé para estar más cerca de la casa, la galería es una oferta tentadora, ahora vivo acá ¿y tú?

    • De negocios, solo de negocios quiero arreglar algunos asuntos antiguos de mi vida, encontrar la persona indicada para que lleve las cuentas y estabilizarme; responde el hombre.

    La acompaña a su oficina donde realizan los rituales comerciales e intercambian ideas. Durante la conversación las aspiraciones futuras de la mujer le dan a Marcos la impresión de haber encontrado la persona indicada para sus propósitos, ponerla a prueba era el paso siguiente. Le entrega un folleto y catálogo completo de la firma con los servicios que tienen acompañado de su tarjeta de presentación. Con un "esperaré tu llamada" se despiden en la puerta de la oficina. Una sonrisa de alivio y complacencia asoma en la cara del hombre. « Voy por Amalia», piensa.

    V

    Amanece. Desde el balcón Amalia ve alejarse a Cecilia y Lucero, decidieron dar un paseo en bicicleta. La mujer siente su piel viva, la noche fue larga. Se toca los hombros con suavidad. Se pasa la mano por los labios, aún está en ellos el leve sabor de Camilo, «qué me está pasando, sólo tomamos unos tragos demás, al despertar no debe ni acordarse de lo ocurrido» piensa. Pero ¿y ella? Los besos fueron tan espontáneos, tan dulces, suaves. «Es el cumpleaños de Lucero, nada puede se más importante» piensa, su mente no puede estar ocupada por otros asuntos…¿sin importancia?

    • ¡Buen día, amor!, ¿dormiste bien?- saluda Camilo besando su hombro -.

    El cuerpo del hombre aún caliente de la cama se pega a su espalda, el aliento delata la resaca, sus palabras erizan su cuello. Se voltea para responder el saludo y tropieza con el pecho desnudo que la deja sin respiración. Lo mira fijamente, ¡qué ojos tan expresivos!, ¡qué labios!

    • No muy bien – deja escapar en un susurro -.

    Las manos de él comienzan a rodear su cintura, la va acercando. Ella levanta las manos, las coloca en su pecho, lo acaricia lentamente subiendo hasta el rostro sin afeitar. El la besa en la mejilla, una por una hasta llegar a la boca. Sus labios se pierden en los de ella, los brazos de ambos aprietan los cuerpos tan fuerte que se funden en una sola persona. El timbre del teléfono los hace regresar.

    • Sí, solo para dos personas. El kake es para las 4, no, no, lo cortaremos en el salón de comida italiana que está reservado, no hay problemas. Era el servicio de habitación ultimando los detalles de la cena de Lucero – comenta ella -.

    Sin decir palabra Camilo la conduce a la cama. Se sientan, se toman las manos.

    • Lo dejaremos para después – le sugiere ella -.

    • Necesitamos ganar tiempo para tener todo listo, no quiero confusiones.

    • ¿Siempre lo controlas todo, no es así Amalia, hasta los sentimientos? – pregunta él entre dientes -.

    • Camilo eres mi amigo, nada cambiará entre nosotros, lo has sido siempre – dice ella -.

    Él la acaricia, la abraza.

    • Para, por favor.

    Él no hace caso, no dejaría pasar esta oportunidad. La besa. Sin darse cuenta Amalia se ha desvestido, yace desnuda entre los brazos de un hombre que la ha amado por años en silencio.

    VI

    Se duchan, mudos, como si no existieran, llenos del recuerdo de un momento hermoso, asustados por lo que ocurrirá en las próximas horas. Amalia seca su pelo con la toalla. Camilo le besa apasionadamente las mejillas, «quisiera tener mil horas a su lado» piensa él. La duda en los ojos de ella lo sorprende.

    • Todo está bien, luces hermosa – le dice -.

    Ella luce un playero amarillo intenso con sandalias sencillas. Le alcanza la bermuda blanca al hombre que se perfuma la cara afeitada. Ya listos sienten la risa de Cecilia en la puerta, la muchacha no pasa por alto lo diferente que se ve la madre.

    • ¿Lucero está aquí?, algo no anda bien con ella, ni los regalos, ni la presencia de Ale la alegraron del todo – comenta la muchacha – Sabes ¿qué puede ser?

    • No tengo idea, desde ayer la veo distinta, debe ser la emoción del cumpleaños – contesta la madre-.

    • Son casi las 2, debemos apurarnos, acaban de anunciar la llegada de Maikel, Alfonso y Luis Miguel que vino acompañado de su esposa – dice Camilo en la puerta de la habitación – Solo espero que no hayan escenas de celos por parte de ella.

    Ante el toque insistente, Amalia se dirige a la puerta, Cecilia está en el balcón y Lucero toma una ducha. Al abrir la puerta se encuentra con un hombre cuyo perfume embriagaría a cualquier mujer, sin recuperarse de la sorpresa pronuncia el nombre.

    • ¿Marcos?

    La sonrisa del hombre confunde a la mujer que repite.

    • ¿Marcos?

    • El mismo – responde él – Acaso estoy tan irreconocible, ¿no me invitas a pasar?.

    Amalia que no sale de asombro cierra la puerta tras ella y una vez en el pasillo dice.

    • Debo estar soñando, no es posible que hayamos coincidido después de casi 5 años en el lugar que escogí para olvidar y justo hoy.

    • Supe de ti ayer por Lucero, la encontré en el bar, ¿no te lo dijo?, solo que, – continuó – anoche tuve que resolver asuntos de negocios. Llevo cuatro días en este Hotel. La compañía lo utiliza por la cercanía de la galería donde hemos asentado la mayor parte de las inversiones en los 2 últimos años – explica el hombre de prisa – Te aseguro Amalia, que en cuando resolviera todo te llamaría, mi mayor anhelo es conversar contigo.

    • ¿Para qué? – preguntó ella con un tono frío – Lucero no comentó nada, de qué hablaron ustedes?

    • Algunas cosas, tranquila, los planes que tengo para ustedes, pequeñas cosas, el tiempo fue poco y ella estaba muy agresiva.

    • ¿Después de estos años sin dar señales de vida? ¿Planes, de qué hablas?

    • De nosotros.

    • Escucha Marcos, creo que todo entre nosotros quedó claro, no hay vuelta atrás, precisamente hoy que Lucero cumple 24 años, no tienes derecho a hacernos esto.

    La mujer se enreda el pelo, gesto característico de ella cuando está perdiendo el control.

    • Nada nos hará sentir mal – agrega – ni tu presencia, sigue
      tu vida como hasta ahora, por favor, déjame en paz.

    • ¿Algún problema? – Pregunta Camilo que se acerca con
      Maikel –

    Toma a Amalia de la mano. La mujer separa su mano de la del hombre. Lo mira furiosa.

    • ¿No se saludan, o es que ya también tú lo habías visto?- le pregunta –

    • Hola Marcos – saluda seco Camilo extendiéndole la mano – No Amalia, ni sospechaba que estuviera aquí.

    • Mamá estamos listas – dice Lucero asomándose en el pasillo –

    Al ver a Marcos camina hacia él, le dirige una mirada dura

    • Pensé que todo había quedado claro para ti ayer Marco, no hay espacio para ti y mucho menos lugar, tengo el derecho de elegir, no te quiero en mi mesa, ni siquiera cerca o llamaré a seguridad del Hotel.

    • No te preocupes, solo quería saludar a tu madre, saber cómo estaba, por lo visto, – dice mirando de forma irónica a Camilo – le va muy bien. No molestaré hoy. Estaré mes y medio en este país, el tiempo no será un impedimento para hablar contigo Amalia. Pásala bien – se dirige a la muchacha – ¡Felicidades niñita!

    De esta manera les da la espalda alejándose con un paso lento. Amalia trata de respirar. Siente que el aire no fluye, está perdiendo la vista, indudablemente va a sufrir un desmayo.

    El olor a violeta y las palabras cariñosas de Cecilia la hacen volver en sí.

    • Mamita, ¿estás bien?

    • Toma agua mamá – dice Lucero – alcanzando una copa con agua fría.

    • No puede ser, no puede ser – repite la mujer – no ahora, ¿por qué no me avisaste Lucero, esa era tu tristeza?

    • Mamá te juro que no quería ocultarte nada, te lo contaría mañana, estabas tan feliz con lo de mi cumpleaños, lo amenacé y todo, pero sabes cómo es él, solo dice pregunta a tu madre, lee su diario, dime ¿no lo has olvidado, qué ocultas?

    Amalia la mira con dureza, el desmayo la había delatado.

    • ¿Dónde están todos? – pregunta.

    Se incorpora huyendo de la respuesta que busca su hija.

    • Camilo y Maikel en el balcón, Lidia y Luis Miguel acompañaron a Alfonso a comprar unas cervezas, no se enteraron de nada – dice Lucero – ¡Camilo, Maikel, todo en orden!

    Termina llamando a los hombres que entran en la habitación. Camilo tiene una mirada triste. Le toma la mano a Amalia. Se la besa. Con los ojos pegados a ella dice:

    • Todo está listo, estamos esperando por ti, mañana será un día por ver, ¡hagámoslo hoy!

    Amalia se incorpora lentamente, repitiendo en su mente el final de la frase, ¡hagámoslo hoy! Coloca su vestido, sobre la cama. Después de refrescarse entra al cuarto, comienza a vestirse. Todos deciden hacer lo mismo.

    Lo sabía, se repite en su mente, «por eso me sedujo, Camilo sabía que Marcos estaba de vuelta, qué más me ocultará»

    VII

    El salón está adornado con flores naturales, todo vivo. En el centro hay una mesa con un kake y 24 rosas amarillas, hechas de mantequilla, crema y chocolate blanco, es sencillo, dice ¡Felicidades, mi niña! No se puso nombre, Lucero piensa que da mala suerte. Alrededor de la mesa 16 sillas, las copas, los vasos y hasta los candelabros están relucientes, el salón italiano hace gala de las noches venecianas. El mantel blanco con flores rojas da el toque de alegría y fuego en combinación con el carácter de la muchacha. Camilo entra para ultimar los detalles, solicita a Mauricio, el capitán de salón, que retire el kake, lo dejarán para el momento de cantar felicidades. Coloca una cesta llena de regalos en la silla que ocupa Lucero y una caja que dice ¡Sorpresa!; eso es de parte de Cecilia.

    Pasa por detrás del asiento de Amalia, se percata que han colocado una cajita pequeña con una nota y una orquídea, llena de brillos, no está seguro de que Amalia le gusten los brillo, eso debe ser cosa de Cecilia. Se queda pensativo por un segundo. Lo hace regresar la voz de Alba la esposa de Luis Miguel que lo llama.

    • No lo pienses más, sólo lleva decisión de tu parte y será tuya – le comenta ella – Me gusta la decoración – continúa – un fondo musical y todo estará perfecto.

    • Es cuestión de tiempo hombre – dice Maikel y le pasa una cerveza – llevan juntos años, no has logrado nada de ella, mírala a los ojos y dile…

    Se acerca a Alba que lo para diciendo:

    • Todo no es juego Maikel, quizás por eso Amalia no toma en serio a Camilo, todos ustedes siempre en lo mismo, juego, mujeres, bebidas,…Uhm, creo que están llegando tus niñas… – dice señalando hacia la puerta – .

    A través de los cristales se observa el largo pasillo y por este tres hermosas mujeres se acercan.

    • ¿Listo Mauro? – pregunta Camilo -.

    • Cuando quieras – responde el hombre – .

    Alfonso todo de traje se coloca a la entrada, Ale se para en la esquina de la mesa. Los demás esperan ansiosos. Se abre la puerta y un fondo musical suave se deja escuchar, es "Balada para Adelina". Amalia no esconde su sorpresa, Cecilia sonríe al ver lo bien que luce Ale. Lucero no avanza, está en la puerta con la mano en la de Alfonso y la mirada en Ale que camina hacia ella. Sus ojos se humedecen, lo abraza.

    • ¡Gracias! – dice -.

    • Aún no has visto nada – responde él -.

    Cada uno ocupa su lugar. Ante el alboroto y la insistencia de Cecilia abren los regalos. Amalia discreta lee la postal. Abre la cajita. Un juego de anillos de compromiso quedan al descubierto ante sus ojos. Vuelve a leer la postal que en letras negras dice "Esperaré hasta que decidas usarlos, tuyo Marcos". No comenta nada, guarda todo en el bolso de mano. Camilo la observa. La mujer se levanta y va hacia su hija para felicitarla.

    • Leí tu diario, antes de bajar – le susurra la muchacha al oído -.

    • Esta mañana conversamos con Marcos, lo encontramos durante el paseo – interrumpe Cecilia – fue fácil leer tu diario mientras te bañabas.

    • Yo coloqué la cajita en tu silla – comenta Lucero con una sonrisa pícara – no fue justo lo que hiciste con nosotros todo este tiempo.

    La mujer queda perpleja, sus secretos han sido compartidos.

    Todo transcurre tranquilo, bailan, comparten, sonríen, aparentan. Amalia ve la figura del hombre que le entrega al capitán de salón un paquete y un sobre. No cabe duda es Marcos. Mauricio entrega el paquete a Lucero.

    • Esto es para Ud – dice, poniendo el sobre en las manos de la joven – .

    Lucero abre el paquete y la alegría desborda todo.

    • Mamá, cómo lo adivinó, nunca hablé de esto.

    Amalia no sale de su asombro, era una propuesta de trabajo para la compañía de Marcos. Así era él siempre pensando en todo.

    • Piénsalo y decides después, esas oportunidades no se dan dos veces – responde la madre – .

    VIII

    Son las tres de la mañana. Amalia da vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño. El olor a Camilo envuelve la habitación. No despierta en ella las sensaciones que experimenta con Marcos. El recuerdo la envuelve, va y viene el tiempo en su mente, ¡hora de tomar una decisión! Se levanta. Prepara la cafetera, han pedido una para estos momentos de desvelos. Toma un baño. Trata de coordinar las ideas. Se toma el café con bastante leche. En su pensamiento está la duda de que pudo perderlo todo por nada. Marcos ha sido su amor, su compañero, es cierto; pero Camilo la ama tanto, si él soluciona sus problemas matrimoniales estará libre y todo sería más fácil.

    El reloj avanza lento, son casi las 5, pensar que en dos o tres horas verá a Marcos le inquieta. El corazón le palpita con odio, dolor, tristeza, amor, la nota no aclaraba nada, ¡a las 9 en el lobby, te espero sin falta!

    Se incorpora, coloca la ropa sobre la cama, en los últimos tiempos se ha vuelto una adolescente, nada le conviene, toda la ropa le parece incómoda, aunque reconoce que tiene algunas libras demás.

    Se viste en el recibidor de la habitación para no despertar a los demás. Hay ropas por todos lados, fue una buena celebración. Levanta la bermuda de Camilo. Siente el vibrador del celular, un impulso la hace tomar el aparato y revisarlo; siete llamadas perdidas del mismo número e innumerables mensajes eróticos. Busca en contactos el número. Ante el asombro se sienta; "Camilo tiene un romance con su secretaria". Se sonríe, se siente aliviada. Termina de vestirse.

    • ¿Vas a salir, mamá? – interrumpe Lucero – .

    • Tengo una cita con Marcos a las 9, voy a escuchar su propuesta, esta vez lo pensaré mejor.

    Se acerca Alba, detienen la conversación.

    • ¿Desde cuándo se ve Camilo con Indira?

    La pregunta sorprende a la mujer que contesta sin pensar

    • Hace tres o cuatro años

    • ¡Gracias! – sonríe Amalia – Todo está dispuesto, no demoraré, al menos eso creo.

    IX

    Marcos espera ansioso, ha llegado el taxi y ella no baja, « ¿no vendrá?», se pregunta, cuando se abre la puerta del ascensor y deja ver la figura de la mujer que lo saluda con una sonrisa. Lo abraza tan fuerte que el hombre retrocede. Marcos le indica el taxi.

    • ¡Despídelo! – dice ella – no vamos a ningún lugar, caminaremos por la playa.

    Dan la vuelta por la piscina hasta salir a la playa, la arena fangosa por la lluvia que cayó en la madrugada, se pega en los pies. Se sientan bajo una sombrilla, conversan y sin darse cuenta han pasado casi dos horas, el sol en el medio del cielo lo indica. El hombre toma la mano de la mujer, besa suave sus labios. No se han dado cuenta que dos jovencitas los observan acercándose sigilosas, pero contentas. Marcos se pone de pie. Las abraza.

    • ¡Las amo! – les dice – .

    Lucero lo mira.

    • Leí el diario de mamá – comenta – Cumplí tu encomienda, no hay razón para no quererte, Marcos.

    X

    El altavoz anuncia el vuelo a Francia. Amalia toma el bolso y con un ¡Pórtense bien! se despide de las dos mujeres que son acompañadas por dos hombres y tres bellos niños. Contiene la emoción al ver la familia tan linda que tiene. Los besa una y otra vez. Se vuelve hacia el hombre que la espera bolso en mano.

    • Son sólo 45 días, ¿verdad Marcos? -.

    El hombre asiente con la cabeza, han transcurrido 10 años desde que Marcos decidió radicarse en el país, es natural hacer este viaje a la Feria Internacional todos los veranos, su presencia es vital para Silvia y los demás ejecutivos que están ahora al cuidado de los negocios, siempre la misma pregunta de Amalia.

    Ya en el avión la mujer se arregla los anillos que luce en la mano derecha, recuesta la cabeza en el hombro del hombre y susurra ¡eres el lodo de mis sueños!

    Fin

     

     

     

    Autor:

    Regla Caridad Gómez

     

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