El nivel individual El primer nivel del
modelo ecológico pretende identificar los factores
biológicos y de la historia personal que influyen en el
comportamiento de una persona. Además de los factores
biológicos y personales en general, se consideran factores
tales como la impulsividad, el bajo nivel educativo, el abuso de
sustancias psicotrópicas y los antecedentes de
comportamiento agresivo o de haber sufrido maltrato. En otras
palabras, este nivel del modelo ecológico centra su
atención en las características del individuo que
aumentan la probabilidad de ser víctima o perpetrador de
actos de violencia.
El nivel de las relaciones El segundo
nivel del modelo ecológico indaga el modo en que las
relaciones sociales cercanas —por ejemplo, con los amigos,
con la pareja y con los miembros de la familia— aumentan el
riesgo de convertirse en víctima o perpetradores de actos
violentos. En los casos de la violencia infligida por la pareja y
del maltrato de niños, por ejemplo, la interacción
casi diaria o el compartir el domicilio con un agresor puede
aumentar las oportunidades para que se produzcan encuentros
violentos. Dado que los individuos están unidos en una
relación continua, es probable en estos casos que la
víctima sea reiteradamente maltratada por el
agresor. En el caso de la violencia interpersonal entre
los jóvenes, las investigaciones revelan que estos tienen
muchas más probabilidades de involucrarse en actos
violentos cuando sus amigos promueven y aprueban ese
comportamiento. Los compañeros, la pareja y los miembros
de la familia tienen el potencial de configurar el comportamiento
de un individuo y la gama de experiencias de este.
El nivel de la comunidad El tercer nivel
del modelo ecológico examina los contextos de la comunidad
en los que se inscriben las relaciones sociales, como la escuela,
el lugar de trabajo y el vecindario, y busca identificar las
características de estos ámbitos que se asocian con
ser víctimas o perpetradores de actos violentos. La
frecuente movilidad de residencia (cuando las personas no
permanecen durante mucho tiempo en una vivienda en particular,
sino que se mudan muchas veces), la heterogeneidad
(población sumamente diversa, con una escasa o nula
cohesión social que mantenga unidas a las comunidades) y
una densidad de población alta son todos ejemplos de tales
características, y cada uno se ha asociado con la
violencia. De igual manera, las comunidades aquejadas por
problemas como el tráfico de drogas, el desempleo elevado
o el aislamiento social generalizado (por ejemplo, cuando las
personas no conocen a sus vecinos o no tienen ninguna
participación en las actividades locales) es
también más probable que experimenten hechos de
violencia. Las investigaciones sobre la violencia muestran que
determinados ámbitos comunitarios favorecen la violencia
más que otros; por ejemplo, las zonas de pobreza o
deterioro físico, o donde hay poco apoyo
institucional.
El nivel social El cuarto y
último nivel del modelo ecológico examina los
factores sociales más generales que determinan las tasas
de violencia. Se incluyen aquí los factores que crean un
clima de aceptación de la violencia, los que reducen las
inhibiciones contra esta, y los que crean y mantienen las brechas
entre distintos segmentos de la sociedad, o generan tensiones
entre diferentes grupos o países. Entre los factores
sociales más generales figuran:
normas culturales que apoyan la violencia como una
manera aceptable de resolver conflictos;actitudes que consideran el suicidio como una
opción personal más que como un acto de
violencia evitable;normas que asignan prioridad a la patria potestad
por encima del bienestar de los hijos;normas que refuerzan el dominio masculino sobre las
mujeres y los niños;normas que respaldan el uso de la fuerza excesiva
policial contra los ciudadanos;normas que apoyan los conflictos
políticos.
Entre los factores más generales también
cabe mencionar las políticas sanitarias, educativas,
económicas y sociales que mantienen niveles altos de
desigualdad económica o social entre distintos grupos de
la sociedad .
El modelo ecológico destaca las causas
múltiples de la violencia y la interacción de los
factores de riesgo que operan dentro de la familia y en los
ámbitos social, cultural y económico más
amplios. En un contexto de desarrollo, el modelo ecológico
indica también el modo en que la violencia puede ser
causada por diferentes factores en distintas etapas de la
vida.
Consecuencias de la globalización con respecto
a la prevención de la violencia Gracias al movimiento
e intercambio cada vez más rápido y generalizado de
información, ideas, servicios y productos, la
globalización ha desdibujado los límites
funcionales y políticos que separaban a las personas en
estados soberanos. Por un lado, ello ha conducido a una enorme
ampliación del comercio mundial, acompañada de una
demanda de mayor producción económica, que a su vez
ha creado millones de trabajos y elevado el nivel de vida de
algunos países de manera antes inimaginable. Por otro
lado, los efectos de la globalización han sido
notablemente desiguales. En algunas partes del mundo, la
globalización ha aumentado las desigualdades de ingreso y
ha ayudado a destruir aspectos tales como la cohesión
social, que habían protegido contra la violencia
interpersonal.
Los beneficios y los obstáculos para la
prevención de la violencia surgidos de la
globalización pueden resumirse del siguiente
modo.
Los efectos positivos El aumento enorme del
intercambio de información provocado por la
globalización ha producido nuevas redes y alianzas
internacionales que tienen la capacidad potencial de mejorar el
alcance y la calidad de los datos recopilados sobre la violencia.
En los lugares donde la globalización ha elevado los
niveles de vida y ayudado a reducir las desigualdades, hay mayor
posibilidad de que las intervenciones económicas se usen
para reducir las tensiones y los conflictos tanto en el seno de
los estados como entre estos. Además, la
globalización crea nuevas maneras de usar los mecanismos
mundiales:
para realizar investigaciones sobre la violencia; en
especial acerca de los factores sociales, económicos y
de política que trascienden las fronteras
nacionales;para estimular actividades de prevención de
la violencia a escala regional o mundial;para aplicar leyes y tratados internacionales
concebidos para reducir la violencia;para apoyar iniciativas de prevención de la
violencia dentro de los países, particularmente los
que tienen capacidad limitada para realizar tales
actividades.
Los efectos negativos Las sociedades con niveles
elevados de desigualdad, donde la brecha entre ricos y pobres se
ensancha más como resultado de la globalización,
probablemente sufran un aumento de la violencia interpersonal.
Los cambios sociales rápidos que se producen en un
país como respuesta a fuertes presiones mundiales -como
ocurrió, por ejemplo, en algunos de los estados de la
antigua Unión Soviética- pueden debilitar los
controles sociales existentes y crear las condiciones para que se
produzca un alto grado de violencia. Además, la
eliminación de las restricciones del mercado y los mayores
incentivos para lucrar resultantes de la globalización
pueden facilitar acceso al alcohol, las drogas y las armas de
fuego, pese a los esfuerzos por reducir su uso en incidentes
violentos.
La necesidad de respuestas mundiales La violencia
ya no puede seguir siendo del dominio exclusivo de la
política nacional, sino que debe abordarse vigorosamente
también en el plano mundial, mediante el agrupamiento de
estados, organismos internacionales y redes internacionales de
organizaciones gubernamentales y no gubernamentales. Las
iniciativas internacionales de este tipo deben proponerse sacar
provecho de los aspectos positivos de la globalización
para lograr el mayor bien, esforzándose al mismo tiempo en
limitar los aspectos negativos.
Vínculos complejos Si bien algunos
factores de riesgo pueden ser exclusivos de un tipo particular de
violencia, es más común que los diversos tipos de
violencia compartan varios factores de riesgo. Las normas
culturales predominantes, la pobreza y el aislamiento social,
así como el alcoholismo, el abuso de sustancias
psicoactivas y el acceso a armas de fuego son factores de riesgo
en relación con varios tipos de violencia. Como resultado,
no es inusual que algunas personas en riesgo en cuanto a la
violencia experimenten varios tipos de violencia. Las mujeres en
riesgo de ser agredidas físicamente por su pareja, por
ejemplo, también están en riesgo con respecto a la
violencia sexual. Tampoco es inusual detectar conexiones entre
diferentes tipos de violencia. Las investigaciones han indicado
que la exposición a la violencia en el hogar se asocia con
ser víctima o perpetrador de actos violentos en la
adolescencia y la edad adulta. La experiencia de ser rechazados,
descuidados o ignorados por los padres coloca a los hijos en
riesgo mayor de desplegar una conducta agresiva y antisocial,
incluido el comportamiento abusivo como adultos. Se han
hallado asociaciones entre el comportamiento suicida y varios
tipos de violencia, incluido el maltrato de menores, la
violencia de pareja, la agresión sexual y el
maltrato de las personas mayores. En Sri Lanka, se
comprobó que las tasas de suicidio bajaron en tiempo de
guerra, solo para volver a aumentar una vez concluido el
conflicto. En muchos países que han sufrido
conflictos violentos, las tasas de violencia interpersonal
siguieron siendo altas aun después de la cesación
de las hostilidades, entre otras razones, debido a la manera en
que la violencia se convierte en algo socialmente más
aceptado y a la disponibilidad de armas.
Los vínculos entre la violencia y la
interacción entre los factores individuales y los
contextos sociales, culturales y económicos más
amplios indican que abordar los factores de riesgo en los
diversos niveles del modelo ecológico puede ayudar a
disminuir más de un tipo de
violencia.
¿Cómo se puede prevenir la
violencia?
Los dos primeros pasos del modelo de salud
pública brindan información importante sobre las
poblaciones que requieren intervenciones preventivas, así
como sobre los factores de riesgo y protectores que es necesario
abordar. Poner este conocimiento en práctica es una meta
central de la salud pública.
Tipos de prevención Las intervenciones de
salud pública se clasifican tradicionalmente en tres
niveles de prevención:
Prevención primaria: intervenciones dirigidas
a prevenir la violencia antes de que ocurra.Prevención secundaria: medidas centradas en
las respuestas más inmediatas a la violencia, como la
atención prehospitalaria, los servicios de urgencia o
el tratamiento de las enfermedades de transmisión
sexual después de una violación.Prevención terciaria: intervenciones
centradas en la atención a largo plazo con
posterioridad a los actos violentos, como la
rehabilitación y reintegración, e intentos por
reducir los traumas o la discapacidad de larga
duración asociada con la violencia.
Estos tres niveles de prevención se definen por
sus características temporales; es decir, si tienen lugar
antes de que se produzca el acto violento, inmediatamente
después o a un plazo más largo. Aunque
tradicionalmente se dirigen a las víctimas de la violencia
y dentro de los ámbitos de asistencia sanitaria, las
intervenciones de prevención secundaria y terciaria
también son pertinentes para los perpetradores de actos
violentos, y se aplican en ámbitos judiciales en respuesta
a la violencia.
Los investigadores en el campo de la prevención
de la violencia se inclinan cada vez más por una
definición de la prevención de la violencia
centrada en el grupo al que va destinada. Esta definición
agrupa las intervenciones del siguiente modo:
Intervenciones generales: están dirigidas a
ciertos grupos o a la población general sin tener en
cuenta el riesgo individual; por ejemplo, las
enseñanzas de prevención de la violencia
impartidas a todos los alumnos de una escuela o a los
niños de determinada edad, y las campañas de
ámbito comunitario en los medios
informativos.Intervenciones seleccionadas: están dirigidas
a las personas consideradas en mayor riesgo de padecer o
cometer actos de violencia (es decir, las que presentan uno o
varios factores de riesgo); por ejemplo, la
capacitación en materia de crianza de los hijos
ofrecida a los jefes de hogares monoparentales.Intervenciones indicadas: están dirigidas a
las personas con antecedentes de comportamiento violento, por
ejemplo, el tratamiento para los perpetradores de actos de
violencia doméstica.
A la fecha, muchas tentativas tanto en países
industrializados como en desarrollo se han centrado en las
respuestas secundarias y terciarias a la violencia. Naturalmente,
a menudo se asigna prioridad a tratar las consecuencias
inmediatas de la violencia, prestando ayuda a las víctimas
y castigando a los agresores. Aunque estas respuestas son
importantes y es necesario fortalecerlas, es preciso invertir
mucho más en la prevención primaria de la
violencia. Una respuesta integral a la violencia no solo protege
y ayuda a quienes la padecen, sino que también promueve la
no violencia, reduce la perpetración de actos violentos y
cambia las circunstancias y condiciones que dan origen a la
violencia.
Respuestas polifacéticas Dado que la
violencia es un problema polifacético con raíces
biológicas, psíquicas, sociales y ambientales, debe
afrontarse en varios niveles diferentes a la vez. El modelo
ecológico se utiliza para un doble fin en este sentido:
cada categoría del modelo representa un grado de riesgo y
también puede concebirse como un punto clave para la
intervención.
Afrontar la violencia en varios niveles implica ocuparse
de todo lo siguiente:
Abordar los factores individuales de riesgo y
adoptar medidas para modificar los comportamientos de riesgo
individuales.Influir en las relaciones personales cercanas y
promover ambientes familiares saludables, así como
proporcionar ayuda profesional y apoyo a las familias
disfuncionales.Vigilar los espacios públicos, tales como
escuelas, lugares de trabajo y vecindarios, y adoptar medidas
para resolver los problemas que pueden conducir a
comportamientos violentos.Corregir las desigualdades por razón de
género y las actitudes y prácticas culturales
perjudiciales.Encarar los grandes factores culturales, sociales y
económicos que contribuyen a la violencia y adoptar
medidas para cambiarlos, incluidas las destinadas a achicar
las brechas entre ricos y pobres y asegurar el acceso
equitativo a los bienes, servicios y
oportunidades.
Documentación de las respuestas eficaces
Una norma básica general del enfoque de salud
pública frente a la violencia es que todas las
iniciativas, sean grandes o pequeñas, deben evaluarse en
forma rigurosa. Documentar las respuestas existentes y promover
una evaluación estrictamente científica en
diferentes ámbitos es valioso para todos. Resulta sobre
todo necesario para quienes intenten determinar las respuestas
más eficaces contra la violencia y las estrategias que
tienen probabilidades de lograr un cambio.
Reunir todas las pruebas y experiencias es
también una parte sumamente útil de la lucha contra
la violencia, pues esa información muestra a los
encargados de adoptar las decisiones que algo puede hacerse. Lo
que es aún más importante, les proporciona una
orientación valiosa sobre las medidas que tienen
más probabilidades de reducir la violencia.
Una acción equilibrada de salud
pública La investigación rigurosa tarda en
producir resultados. El impulso de invertir solo en estrategias
comprobadas no debe ser un obstáculo para apoyar
iniciativas prometedoras. Por tales se entiende aquellas que se
han evaluado pero requieren más pruebas en diversos
ámbitos y con diferentes grupos de
población.
También es prudente ensayar y someter a prueba
una variedad de programas, y usar las iniciativas e ideas de las
comunidades locales. La violencia es un problema demasiado
urgente para demorar la acción de salud pública a
la espera de adquirir el conocimiento perfecto.
Abordar las normas culturales En diversas partes
del mundo, la especificidad cultural y la tradición se dan
a veces como justificaciones de prácticas sociales
particulares que perpetúan la violencia. La
opresión de las mujeres es uno de los ejemplos más
ampliamente citados, pero hay muchos otros.
Las normas culturales se deben tratar de manera
inteligente y respetuosa en todas las actividades preventivas; lo
primero, porque las personas suelen tener nexos apasionados con
sus tradiciones, y lo segundo, porque la cultura suele ser una
fuente de protección contra la violencia. La experiencia
ha revelado que, cuando se diseñan y aplican los
programas, es importante efectuar consultas tempranas y
constantes con líderes religiosos y tradicionales, grupos
de legos y figuras prominentes de la comunidad, como los
curanderos.
Medidas contra la violencia a todos los niveles
Los resultados exitosos a largo plazo en la prevención de
la violencia dependerán cada vez más de
intervenciones integrales a todos los niveles.
Nivel local A este nivel, los
copartícipes pueden ser los prestadores de asistencia
sanitaria, la policía, los educadores, los asistentes
sociales, los empleadores y los funcionarios del gobierno. Es
mucho lo que puede hacerse aquí para promover la
prevención de la violencia. Los programas de
demostración y los proyectos de investigación en
pequeña escala pueden proporcionar un medio para ensayar
ideas y —quizá lo más importante—
pueden servir para que diferentes sectores asociados se
acostumbren a trabajar juntos. Estructuras tales como los grupos
de trabajo o las comisiones que reúnen a diferentes
sectores y mantienen contactos tanto formales como informales son
indispensables para que este tipo de colaboración resulte
exitosa.
Nivel nacional Las asociaciones
multisectoriales son sumamente aconsejables a nivel tanto
nacional como local. Diversos ministerios del gobierno —no
solo los que se encargan de velar por el cumplimiento de la ley,
los servicios sociales y la salud— pueden hacer grandes
aportes para prevenir la violencia. Evidentemente, los
ministerios de educación son socios que no pueden faltar,
dada la importancia de intervenir en las escuelas. Los
ministerios de trabajo pueden hacer mucho para reducir la
violencia en los lugares de trabajo, especialmente en
colaboración con los sindicatos y los empleadores. Los
ministerios de defensa pueden influir positivamente en las
actitudes hacia la violencia de los numerosos jóvenes que
están bajo su control, fomentando la disciplina,
promoviendo códigos de honor y creando una clara
conciencia de la índole mortífera de las armas. A
los líderes y las organizaciones religiosas les compete
desempeñar un papel en su trabajo pastoral y, si
corresponde, ofrecer sus buenos oficios para mediar en problemas
concretos.
Nivel mundial Según se ha
mostrado, por ejemplo, en la respuesta internacional al SIDA y en
el campo de la asistencia ofrecida en casos de desastre, la
cooperación y el intercambio de información entre
organizaciones a nivel mundial trae consigo beneficios
considerables, del mismo modo que sucede con las alianzas
forjadas en los planos nacional y local. A la Organización
Mundial de la Salud le compete claramente desempeñar un
papel destacado en este sentido, por tratarse del organismo de
las Naciones Unidas que tiene a su cargo la salud. Sin embargo,
hay otros organismos internacionales que también tienen
mucho que ofrecer en sus campos de especialización. Cabe
mencionar entre ellos la Oficina del Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos (en relación con
los derechos humanos), la Oficina del Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Refugiados (los refugiados), el Fondo de
las Naciones Unidas para la Infancia (el bienestar de los
niños), el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para
la Mujer y el Fondo de Población de las Naciones Unidas
(la salud de la mujer), el Programa de las Naciones Unidas para
el Desarrollo (el desarrollo humano), el Instituto Interregional
de las Naciones Unidas para Investigaciones sobre la Delincuencia
y la Justicia (la delincuencia) y el Banco Mundial
(financiamiento y condiciones de buen gobierno). Diversos
donantes internacionales, programas bilaterales, organizaciones
no gubernamentales y organizaciones religiosas ya participan en
actividades de prevención de la violencia en todo el
mundo.
Un enfoque integral para prevenir la violencia en el
trabajo La violencia en el lugar de trabajo es una de las
principales causas de muertes y lesiones en muchas partes del
mundo. En los Estados Unidos, de acuerdo con estadísticas
oficiales el homicidio representa la segunda causa de muerte en
el lugar de trabajo para los hombres -después de las
lesiones por accidentes de tráfico- y la primera para las
mujeres. En la Unión Europea, unos 3 millones de
trabajadores (2% de la fuerza laboral) han sido sometidos a
alguna forma de violencia física en el trabajo. Los
estudios sobre trabajadoras migrantes de Filipinas han revelado
que muchas de ellas, en especial las que laboran en el servicio
doméstico o en la industria del entretenimiento, se ven
afectadas desproporcionadamente por la violencia en el lugar de
trabajo.
La violencia en el trabajo incluye no solo el maltrato
físico sino también psíquico. Muchos
trabajadores son sometidos al maltrato, el acoso sexual, las
amenazas, la intimidación y otras formas de violencia
psíquica. En investigaciones efectuadas en el Reino Unido
se ha comprobado que 53% de los empleados han sufrido
intimidación en el trabajo, y 78% han presenciado dicho
comportamiento. En Sudáfrica, las agresiones en el lugar
de trabajo se han notificado como algo anormalmente elevado y un
estudio reciente mostró que 78% de los encuestados
habían experimentado en algún momento
intimidación en el lugar de trabajo.
Los actos repetidos de violencia -desde la
intimidación, el acoso sexual y las amenazas hasta la
humillación y el menosprecio de los trabajadores- pueden
convertirse en casos muy graves por efecto acumulativo. En
Suecia, se calcula que tal comportamiento ha sido un factor en
10% a 15% de los suicidios.
Los costes La violencia en el lugar de trabajo
trastorna de inmediato, y a menudo por tiempo prolongado, las
relaciones interpersonales y el ambiente laboral en su totalidad.
Entre los costes de este tipo de violencia cabe
mencionar:
Costes directos, que provienen entre otras cosas,
de:accidentes;
enfermedades;
discapacidad y muerte;
ausentismo;
recambio del personal.
Costes indirectos, que incluyen:
mengua del rendimiento en el trabajo;
descenso de la calidad de los productos o el
servicio y una producción más lenta;disminución de la competitividad.
Costes más intangibles, como:
daño a la imagen de la
institución;mengua de la motivación y la moral de los
empleados;menor lealtad a la institución;
niveles inferiores de creatividad;
un ambiente que no propicia el trabajo.
Las respuestas Al igual que sucede con otros
ámbitos, para abordar la violencia que se produce en el
lugar de trabajo se requiere un enfoque integral. La violencia en
el trabajo no es sencillamente un problema individual que sucede
en forma esporádica, sino un problema estructural con
causas socioeconómicas, culturales e institucionales mucho
más generales.
La respuesta tradicional a la violencia en el trabajo,
basada exclusivamente en el cumplimiento de los reglamentos, no
logra resolver muchas de las situaciones que se presentan. Un
enfoque más integral se centra en las causas de este tipo
de violencia. Su objetivo es lograr que la salud, la seguridad y
el bienestar de los trabajadores sean parte integrante del
desarrollo de la institución.
Entre los métodos sistemáticos y
específicos que se están aplicando cada vez
más para prevenir la violencia en el lugar de trabajo cabe
mencionar los siguientes:
impulsar la colaboración activa de
organizaciones de trabajadores y de empleadores para la
elaboración de normas claras y programas contra la
violencia laboral;apoyar la sanción de leyes y la
implantación de normas por el gobierno nacional y
local;difundir los estudios de casos de prácticas
adecuadas para prevenir la violencia en el
trabajo;mejorar el ambiente laboral, los estilos de
gestión y la organización del
trabajo;brindar mayores oportunidades de
capacitación;orientar y apoyar a las personas
afectadas.
Al vincular directamente la salud y la seguridad con la
gestión y el desarrollo de una institución, este
enfoque integral ofrece medios de actuación inmediata y
sostenible para eliminar la violencia en el lugar de trabajo. Los
costos de la violencia
La violencia se cobra un tributo tanto humano como
económico en las naciones, y cuesta a las economías
muchos miles de millones de dólares cada año en
concepto de asistencia sanitaria, costes legales, ausentismo y
productividad perdida. En los Estados Unidos, un estudio de 1992
calculó que los costos anuales directos e indirectos de
las heridas por arma de fuego sumaban US$ 126 000 millones. Las
heridas por arma punzo cortante costaron otros US$ 51 000
millones. En un estudio realizado en 1996 en la
provincia canadiense de Nueva Brunswick, el costo total medio de
las muertes por suicidio fue superior a US$ 849 000. Los costos
totales directos e indirectos, incluidos los de los servicios de
asistencia sanitaria, las autopsias, las investigaciones
policiales y la productividad perdida resultante de las muertes
prematuras, ascendieron a casi US$ 80 millones. El costo
elevado de la violencia no es exclusivo del Canadá y los
Estados Unidos. Entre 1996 y 1997, el Banco Interamericano de
Desarrollo patrocinó algunos estudios sobre la magnitud y
la repercusión económica de la violencia en seis
países latinoamericanos. En cada estudio se
examinaron los gastos, como resultado de la violencia, en
concepto de asistencia sanitaria, servicios para la
aplicación del cumplimiento de la ley y judiciales,
así como las pérdidas intangibles y por la
transferencia de bienes. Expresado como porcentaje del producto
interno bruto (PIB), en 1997 el costo de los gastos de asistencia
sanitaria derivados de la violencia fue de 1,9% del PIB en el
Brasil, 5,0% en Colombia, 4,3% en El Salvador, 1,3% en
México, 1,5% en el Perú y 0,3% en
Venezuela.
Es difícil calcular con precisión la carga
que imponen todos los tipos de violencia a los sistemas de
asistencia sanitaria, o sus efectos sobre la productividad
económica en todo el mundo. Las pruebas conocidas
demuestran que las víctimas de violencia doméstica
y sexual padecen más problemas de salud, generan costos de
asistencia sanitaria significativamente mayores y acuden
más a menudo a los servicios de urgencias a lo largo de su
vida que las personas que no sufren maltrato . Lo mismo ocurre en
el caso de los menores maltratados y desatendidos. Estos costos
contribuyen sustancialmente a incrementar los gastos anuales de
asistencia sanitaria.
Como también faltan cálculos de costos
nacionales en relación con otros problemas de salud, como
la depresión, el tabaquismo, el abuso del alcohol y de
drogas, el embarazo no deseado, la infección por el virus
de la inmunodeficiencia humana/síndrome de
inmunodeficiencia adquirida (VIH/SIDA), otras enfermedades de
transmisión sexual y otras infecciones (todas las cuales
se han vinculado con la violencia en estudios de escala
reducida), aún no es posible calcular la carga
económica mundial de estos problemas y su relación
con la violencia.
Examen de las raíces de la
violencia: un modelo ecológico
Ningún factor por sí solo explica por
qué algunos individuos tienen comportamientos violentos
hacia otros o por qué la violencia es más
prevalente en algunas comunidades que en otras. La violencia es
el resultado de la acción recíproca y compleja de
factores individuales, relacionales, sociales, culturales y
ambientales. Comprender la forma en que estos factores
están vinculados con la violencia es uno de los pasos
importantes en el enfoque de salud pública para prevenir
la violencia.
Definición de la violencia
Todo análisis integral de la violencia debe
empezar por definir las diversas formas que esta adopta con el
fin de facilitar su medición científica. Hay muchas
maneras posibles de definir la violencia. La Organización
Mundial de la Salud (2) la define como:
El uso intencional de la fuerza o el poder
físico, de hecho o como amenaza, contra uno mismo, otra
persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas
probabilidades de causar lesiones, muerte, daños
psicológicos, trastornos del desarrollo o
privaciones.
La definición usada por la Organización
Mundial de la Salud vincula la intención con la
comisión del acto mismo, independientemente de las
consecuencias que se producen. Se excluyen de la
definición los incidentes no intencionales, como son la
mayor parte de los accidentes de tráfico y las
quemaduras.
La inclusión de la palabra "poder", además
de la frase "uso intencional de la fuerza física",
amplía la naturaleza de un acto de violencia así
como la comprensión convencional de la violencia para dar
cabida a los actos que son el resultado de una relación de
poder, incluidas las amenazas y la intimidación. Decir
"uso del poder" también sirve para incluir el descuido o
los actos por omisión, además de los actos de
violencia por acción, más evidentes. Por lo tanto,
debe entenderse que "el uso intencional de la fuerza o el poder
físico" incluye el descuido y todos los tipos de maltrato
físico, sexual y psíquico, así como el
suicidio y otros actos de autoagresión.
Esta definición cubre una gama amplia de
consecuencias, entre ellas los daños psíquicos, las
privaciones y las deficiencias del desarrollo. Esto refleja el
reconocimiento cada vez mayor, por parte de los investigadores y
los profesionales, de la necesidad de incluir los actos de
violencia que no causan por fuerza lesiones o la muerte, pero que
a pesar de todo imponen una carga sustancial a los individuos,
las familias, las comunidades y los sistemas de asistencia
sanitaria en todo el mundo. Numerosas formas de violencia contra
las mujeres, los niños y los ancianos, por ejemplo, pueden
dar lugar a problemas físicos, psíquicos y sociales
que no necesariamente desembocan en lesión, invalidez o
muerte. Estas consecuencias pueden ser inmediatas, o bien
latentes, y durar muchos años después del maltrato
inicial. Por lo tanto, definir los resultados atendiendo en forma
exclusiva a la lesión o la muerte limita la
comprensión del efecto global de la violencia en las
personas, las comunidades y la sociedad en general.
Intencionalidad Uno de los aspectos más
complejos de la definición es el de la intencionalidad. A
este respecto, cabe destacar dos puntos importantes. Primero,
aunque la violencia se distingue de los hechos no intencionales
que ocasionan lesiones, la presencia de la intención de
usar la fuerza no significa necesariamente que haya habido la
intención de causar daño. En efecto, puede haber
una considerable disparidad entre la intención del
comportamiento y las consecuencias intentadas. Una persona puede
cometer intencionalmente un acto que, a juzgar por normas
objetivas, se considera peligroso y con toda probabilidad
causará efectos adversos sobre la salud, pero puede
suceder que el autor no los perciba como tales.
Por ejemplo, un joven puede participar en una
riña con otros jóvenes. Los puñetazos a la
cabeza o el uso de un arma aumentan sin duda el riesgo de sufrir
traumatismo grave o muerte, aunque esa no haya sido la
intención. Uno de los padres puede sacudir vigorosamente a
su bebé que llora, con la intención de callarlo. En
vez de ello, sin embargo, ese acto puede causar daño
cerebral a la criatura. El empleo de la fuerza es evidente, pero
no existió la intención de lastimar.
El segundo punto relacionado con la intencionalidad
radica en la distinción entre la intención de
lesionar y la intención de "usar la violencia". La
violencia, según Walters y Parke, está
determinada por la cultura. Algunas personas tienen la
intención de dañar a otros pero, por sus
antecedentes culturales y sus creencias, no consideran que sus
actos sean violentos. No obstante, la Organización Mundial
de la Salud define la violencia teniendo en cuenta su
relación con la salud o el bienestar de las personas.
Ciertos comportamientos —como golpear al
cónyuge— pueden ser considerados por algunas
personas como prácticas culturales admisibles, pero se
consideran actos de violencia con efectos importantes para la
salud de la persona.
La definición lleva implícitos otros
aspectos de la violencia que no se enuncian en forma
explícita. Por ejemplo, la definición incluye
implícitamente todos los actos de violencia, sean
públicos o privados, sean reactivos (en respuesta a
acontecimientos anteriores, por ejemplo, una provocación)
o activos (que son decisivos para lograr resultados más
favorables para el agresor o para anticiparse a ellos) y tanto si
tienen carácter delictivo como si no lo tienen. Cada uno
de estos aspectos es importante para comprender las causas de la
violencia y elaborar programas de
prevención.
Tipología de la
violencia
En 1996, la Asamblea Mundial de la Salud, por conducto
de la resolución WHA49.25, declaró que la violencia
es un importante problema de salud pública en todo el
mundo y pidió a la Organización Mundial de la Salud
que elaborara una tipología de la violencia para
caracterizar los diferentes tipos de violencia y los
vínculos entre ellos. Hay pocas clasificaciones
taxonómicas y ninguna es completa.
Tipos de violencia La clasificación que se
propone aquí divide la violencia en tres categorías
generales, según las características de los que
cometen el acto de violencia:
– la violencia autoinfligida; – la violencia
interpersonal; – la violencia colectiva.
La violencia autoinfligida La violencia
autoinfligida comprende el comportamiento suicida y las
autolesiones. El primero incluye pensamientos suicidas, intentos
de suicidio —también llamados "parasuicidio" o
"intento deliberado de matarse" en algunos países— y
suicidio consumado. Por contraposición, el automaltrato
incluye actos como la automutilación.
La violencia interpersonal La violencia
interpersonal se divide en dos subcategorías:
Violencia familiar o de pareja: esto es, la
violencia que se produce sobre todo entre los miembros de la
familia o de la pareja, y que por lo general, aunque no
siempre, sucede en el hogar.Violencia comunitaria: es la que se produce entre
personas que no guardan parentesco y que pueden conocerse o
no, y sucede por lo general fuera del hogar.
En el primer grupo se incluyen formas de violencia, como
el maltrato de los menores, la violencia contra la pareja y el
maltrato de las personas mayores. El segundo abarca la violencia
juvenil, los actos fortuitos de violencia, la violación o
ataque sexual por parte de extraños y la violencia en
establecimientos como escuelas, lugares de trabajo, prisiones y
hogares de ancianos.
La violencia colectiva La violencia
colectiva se subdivide en violencia social, violencia
política y violencia económica. A diferencia de las
otras dos categorías generales, las subcategorías
de la violencia colectiva indican los posibles motivos de la
violencia cometida por grupos más grandes de individuos o
por el Estado. La violencia colectiva infligida para promover
intereses sociales sectoriales incluye, por ejemplo, los actos
delictivos de odio cometidos por grupos organizados, las acciones
terroristas y la violencia de masas. La violencia política
incluye la guerra y otros conflictos violentos afines, la
violencia del Estado y actos similares llevados a cabo por grupos
más grandes. La violencia económica comprende los
ataques por parte de grupos más grandes motivados por el
afán de lucro económico, tales como los llevados a
cabo con la finalidad de trastornar las actividades
económicas, negar el acceso a servicios esenciales o crear
división económica y fragmentación.
Evidentemente, los actos cometidos por grupos más grandes
pueden tener motivos múltiples.
La naturaleza de los actos de violencia que puede
ser:
– física; – sexual; –
psíquica; – que incluye privaciones o
descuido.
En sentido horizontal se muestra quiénes son
afectados, y en el vertical, de qué manera lo
son.
Estos cuatro tipos de actos de violencia, con
excepción de la autoinfligida, suceden en cada una de las
categorías generales y sus subcategorías descritas
con anterioridad. Por ejemplo, la violencia contra los
niños cometida en el seno del hogar puede incluir abuso
físico, sexual y psíquico, así como
negligencia o descuido. La violencia comunitaria puede incluir
agresiones físicas entre los jóvenes, violencia
sexual en el lugar de trabajo y descuido de las personas mayores
en los establecimientos asistenciales de largo plazo. La
violencia política puede incluir la violación
durante los conflictos armados, la guerra como tal y la llamada
guerra psicológica.
Aunque es imperfecta y dista mucho de gozar de
aceptación universal, esta clasificación
proporciona un marco útil para comprender los tipos
complejos de violencia que acontecen en todo el mundo, así
como la violencia en la vida diaria de las personas, las familias
y las comunidades. También supera muchas de las
limitaciones de otras clasificaciones porque capta la naturaleza
de los actos de violencia, la importancia del entorno, la
relación entre el agresor y la víctima, y, en el
caso de la violencia colectiva, los posibles motivos de la
violencia. Sin embargo, tanto en la investigación como en
la práctica no siempre están claras las
líneas divisorias entre los diferentes tipos de
violencia.
MODELO ECOLÓGICO (fuente: Revista
Futuros)
"NO A LA CULTURA DEL SECRETO, SI A LA LIBERTAD DE
INFORMACION"®
Autor:
Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo S.
www.monografias.com/usuario/perfiles/ing_lic_yunior_andra_s_castillo_s/monografias
Santiago de los Caballeros, República Dominicana,
2015.