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La nueva teoría del comercio internacional y la política comercial estratégica (página 2)



Partes: 1, 2

La inversión en I+D resulta fundamental para el
aumento del bienestar de los consumidores y para el desarrollo
del sistema capitalista porque es necesario aumentar la
productividad, reducir costes e inventar nuevos productos
continuamente para que el sistema pueda sostenerse. Como afirma
R. Solow: "Gran parte del crecimiento de las economías
modernas se debe al progreso tecnológico"
69. Pero no
resulta tan claro el carácter de bien público o
privado de los distintas etapas de la investigación, ni
qué importancia tienen sus efectos externos, ni tampoco la
efectividad de los sistemas de patentes y por lo tanto el nivel
real de copia de innovaciones de unas empresas a otras. De todo
ello surge una gran controversia acerca de si la inversión
en I+D debe ser pública o privada.

Un buen ejemplo de un proceso de apoyo constante y
global de un gobierno a un sector mediante la política
industrial es el fomento del gobierno estadounidense a la
creación de parques tecnológicos como el Sillicon
Valley o la autopista 128 de Massachusetts, que han sido producto
de la cooperación entre universidades, gobierno y
empresas.

Debido a la importancia de los accidentes
históricos en la creación de ventajas comparativas
(la economía del QWERTY, a la que nos hemos referido
anteriormente), resulta indispensable que el estado apoye
inversiones en mercados con un gran potencial de crecimiento
(informática, electrónica, etc.), pero cuyas
inversiones están sometidas a grandes riesgos que las
empresas por sí mismas no están dispuestas a
asumir. Estos riesgos se derivan tanto de la posibilidad de
fracaso de algunas inversiones como de la imposibilidad para las
empresas de apropiarse de todos los beneficios de dichas
inversiones debido a la ineficacia de los sistemas de
patentes.

A pesar de que nadie diría que es mejor tener una
baja inversión en I+D que una alta, no debemos dejar de
mencionar que el argumento que utilizan los defensores de la
política comercial estratégica para reivindicar el
aumento de los subsidios a la I+D se basa, una vez más, en
el supuesto de que existen o existirán beneficios
extraordinarios en sectores de alta tecnología (debidos a
la imperfección de los mercados) y que a una nación
le interesa que estos beneficios vayan a parar a su interior y no
a sus competidores extranjeros.

Como el argumento vuelve a girar en torno al
desplazamiento de beneficios y a las ventajas que se
derivarán de las economías externas de estas
empresas en el caso de que tengan un gran crecimiento nacional,
resulta conveniente analizar si es correcta esta visión
del mercado mundial como una "lucha entre naciones" donde las
empresas aparecen como representantes de los países.. Nos
ocuparemos en detalle de este tema en el capítulo VI, al
referirnos a las críticas a la política comercial
estratégica.

V. EL MODELO DE BRANDER Y
SPENCER

Es un modelo económico sobre
el comercio internacional, desarrollado originalmente
por James Brander y Bárbara Spencer a
inicios de los años 1980. El modelo ilustra
una situación donde, bajo ciertos supuestos, un gobierno
puede subsidiar a las empresas domésticas o
nacionales para ayudarlas frente a la competencia de productores
extranjeros y, al hacerlo, aumentar el bienestar nacional. Esta
conclusión contrasta con los resultados de la mayor parte
de modelos de comercio internacional, en los cuales la no
interferencia gubernamental es socialmente
óptima.

El modelo básico es una variación
del juego de duopolio "líder y
seguidor" Stackelberg-Cournot. Por otra parte, el modelo
puede ser interpretado en términos de la teoría de
juegos inicialmente como un juego con
múltiples equilibrios de Nash, con el gobierno con la
capacidad de afectar los pagos para cambiar a un juego con solo
un equilibrio. Si bien en el modelo es posible para el
Gobierno nacional aumentar el bienestar de un país a
través de los subsidios a las exportaciones, la
política es la de "molestar a mi vecino", lo que significa
que si todos los gobiernos siguieran simultáneamente la
prescripción del modelo, todos los países
terminaría peor.

El modelo forma parte de la teoría del nuevo
comercio que fue desarrollada a fines de
los años 1970 e inicios de la década
de 1980 para incorporar los avances recientes
sobre organización industrial a las
teorías del comercio internacional. En particular, como en
muchos otros modelos de la teoría del nuevo comercio, las
economías de escala (en este caso, en la forma de
costos de entrada fijos) desempeñan un rol importante en
el modelo Brander–Spencer.

Una versión simplificada del modelo fue
popularizada por Paul Krugman en los años
1990. En esta configuración, hay dos empresas (una
extranjera y otra nacional) que están considerando
ingresar a un nuevo mercado de exportación en un
tercer país (o posiblemente a todo el mundo).
La demanda en el mercado de exportación es tal
que si una sola compañía entra, obtendrá un
beneficio; sin embargo, si ambas empresas ingresan a dicho
mercado, tendrán pérdidas, quizás, debido a
la configuración inicial, infraestructura, desarrollo de
productos, mercadotecnia u otros costos fijos de
entrada.

  • 1) ENFOQUE DE TEORÍA DE
    JUEGOS

Supongamos que existe una industria en la cual, al no
existir competencia perfecta, se produce un fallo de mercado.
Supongamos que esta industria es un duopolio mundial, donde
operan una empresa nacional (empresa B) y otra extranjera
(empresa A). Al encontrarnos en un mercado imperfectamente
competitivo en esta industria habrá beneficios
extraordinarios, es decir, los beneficios que se pueden lograr en
ella están por encima de los que se obtendrían en
cualquier otra inversión posible, para un mismo nivel de
riesgo. Las empresas intentarán hacerse con la mayor
porción posible de beneficios, dado que son maximizadoras.
Habrá una competencia internacional para capturarlos.
Supongamos también que ambas empresas venden sus productos
en un tercer mercado que no es ni la nación A ni la B
(dónde se localizan las empresas A y B respectivamente).
En principio, nada nos permite suponer que una de las empresas
vaya a lograr hacerse con un mayor monto de beneficios si parten
de situaciones iguales.

Un ejemplo de la situación descrita anteriormente
y que P. Krugman ha popularizado en la literatura76 es considerar
a las empresas A y B como productoras de aviones comerciales.
Esto implica que nos encontramos ante una industria con
importantes barreras de entrada, donde el bien producido tiene un
precio muy alto y donde se emplea la más alta
tecnología (que a su vez puede tener importantes efectos
externos).

Críticas que Surgen al Relajar los Supuestos
del Modelo Brander-Spencer

a) Las empresas siguen el modelo de competencia de
Bertrand y no el de Cournot

El modelo de competencia de Bertrand escoge primero
el precio que maximizara sus beneficios y deja que
la producción se ajustara
en función de la demanda en el mercado, al
contrario del modelo de Cournot escoge el nivel
de producción que maximiza sus beneficios
haciendo un supuesto sobre cuánto producirá la
otra, y dejando que los precios se ajusten
posteriormente.

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Las empresas que compiten en un mercado duopólico
se comportan según el modelo de Cournot
¿Cómo podría el gobierno lograr
que la empresa nacional aumentase sus beneficios si nos movemos
en el caso de la competencia de Bertrand?

Sabiendo que el equilibrio de Bertrand se
alcanza en el punto B ya que en él se interceptan
las funciones de reacción de ambas empresas (FR
nacional 1 y FR extranjera), la empresa nacional
podría aumentar sus beneficios si pudiera situarse en el
punto S. Pero para llegar al punto S la
empresa nacional tendría que actuar como una
empresa líder de tipo Stackelberg, y no es
posible que la empresa aumente el precio, puesto que si su rival
no lo hace perderá cuota de mercado porque la empresa
extranjera venderá a un precio menor.

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Críticas Derivadas de la Dificultad
de aplicar la Política Comercial
Estratégica

a) El comportamiento de otros
gobiernos

No podemos predecir si los demás países
iniciarían una guerra comercial ante la
implementación de una política comercial
estratégica por parte de un país. Pero los
críticos de la política comercial
estratégica también argumentan lo mejor que puede
hacer cualquier gobierno es no intervenir para poder
alcanzar el resultado mutuamente cooperativo y que todos se vean
beneficiados.

b) Problemas prácticos: falta
de información:

La falta de información provoca una
pérdida al gobierno. Para poder determinar si realmente
resulta beneficiosa la intervención del gobierno al
plantear el modelo Brander-Spencer, es fundamental conocer
los valores de los datos concretos que
rellenan las casillas del juego estratégico, de
lo contrario el gobierno tan sólo puede especular con el
resultado, pero nunca podrá estar seguro de que
no está cometiendo un error.

Existe otro problema de falta de información a la
hora de hablar de las externalidades y de la importancia del
gasto en I+D para potenciar la industria nacional, es muy
difícil medir sus efectos y por tanto decir cuánto
debe subsidiar el gobierno puesto que existen importantes
problemas de apropiación de los rendimientos de dichas
inversiones.

c) Intereses políticos:

Como la política es un juego de intereses en la
que aunque se fijen reglas de juego nada asegura que puedan
cumplirse absolutamente en especial en el terreno
económico, beneficiando a un determinado sector, efecto
evidente que en economía existen fallos de mercado que
distorsionan la eficiencia, pero no es menos cierto que en
la esfera política aparecen fallos
del Estado que conllevan aún mayores
obstáculos que los fallos de mercado para alcanzar la
eficiencia y la racionalidad de las decisiones.

  • 2) ENFOQUE GRÁFICO

Manteniendo todos los supuestos del modelo, pero
necesitamos alguno adicional acerca de qué tipo de modelo
duopólico escogemos para explicar la interacción
estratégica. Brander y Spencer suponen que las empresas se
comportan según el modelo de Cournot, (posiblemente el
más aceptado para describir el comportamiento de los
duopolios). Según este modelo las empresas se comportan de
modo no cooperativo y fijan la cantidad producida que maximiza
sus beneficios haciendo un supuesto sobre cuánto
producirá su rival y dejando que los precios se
ajusten.

VI. CRÍTICAS A LA POLÍTICA
COMERCIAL ESTRATÉGICA

Como estas teorías sugieren acciones contrarias a
la tradición del laissez faire se han encontrado
con duras críticas por parte de la teoría ortodoxa.
Sin embargo, diversos autores han señalado que las
críticas a estos nuevos enfoques no deben venir de una
posición conservadora que niegue sin más la validez
de las nuevas teorías por las políticas comerciales
que sugieren. Aquellos que quieran señalar las debilidades
de éstas teorías deben tener en cuenta que los
supuestos que introducen son mucho más realistas que los
que posee la teoría neoclásica y que, en todo caso,
son intentos de hacer avanzar la ciencia económica en el
conocimiento de cómo funcionan los intercambios
internacionales y no una búsqueda de una
justificación del proteccionismo a cualquier
precio.

Por lo tanto, las críticas deben partir del
estudio de las nuevas teorías y no de su desprecio. Como
afirma G. Grossman: "(las nuevas teorías) suscitan,
casi sin poder evitarlo, un rechazo rotundo por parte de los
economistas internacionales que se han opuesto desde siempre a la
promoción de las exportaciones de cualquier clase. Tales
economistas señalarán que los subsidios
distorsionan la asignación de los recursos y
concluirán en consecuencia que todo argumento en contra
con seguridad es puro sofisma interesado. Por desgracia, esta
respuesta ortodoxa no afronta el problema en forma directa y se
basa en un modelo de la producción y el comercio mundiales
del todo inadecuado para el propósito.
´´Evidentemente, una respuesta seria a las propuestas
recientes de una promoción agresiva y estratégica
de las exportaciones requiere un nuevo enfoque analítico
para la política comercial"

Las críticas a la política comercial
estratégica se fundamentan en que las conclusiones que se
extraen de modelos como el de Brander y Spencer no son
suficientemente robustas, es decir, que como ocurre con muchas
teorías económicas, sus conclusiones son tan
sólidas como los supuestos en los que se basan.

Estas críticas se pueden agrupar en dos grandes
categorías: las que parten de la falta de robustez del
argumento teórico en que se basan y las que se derivan de
las dificultades de aplicarlas en el campo práctico de la
política comercial.

Algunas de estas críticas (especialmente
primeras) se refieren específicamente al modelo de Brander
y Spencer. Sin embargo la mayoría de las que vamos a
señalar son un ataque contra las ideas de la
política comercial estratégica en general, y no
hacen referencia a ningún modelo concreto.

1. CRÍTICAS QUE SURGEN AL RELAJAR
LOS SUPUESTOS DEL MODELO DE BRANDER Y SPENCER

a) Las empresas siguen el modelo de
competencia de Bertrand y no el de Cournot.

Uno de los supuestos clave en el modelo de Brander y
Spencer es que las empresas que compiten en un mercado
duopólico se comportan según el modelo de Cournot:
la situación de equilibrio antes del subsidio se alcanza
al escoger ambas el nivel de producción que maximiza sus
beneficios haciendo un supuesto sobre cuánto
producirá la otra, y dejando que los precios se ajusten
posteriormente (ver gráfica 4). Pero nada asegura que
éste sea realmente el comportamiento de las empresas. Si
bien es cierto que este modelo es el más ampliamente
aceptado por la teoría económica para describir el
comportamiento de las empresas en un duopolio, podría
ocurrir que éstas se comportaran según el modelo de
competencia de Bertrand. En este caso escogerían primero
el precio que maximizara sus beneficios (supuesto el precio que
escoge la otra) y dejarían que fuera la producción
la que se ajustara en función de la demanda en el
mercado.

En este caso se alcanzaría un equilibrio estable
que corresponde al punto B de la gráfica 7 (equilibrio
Nash-Bertrand), donde se intersectan ambas funciones de
reacción (nótese que en este modelo son precios y
no cantidades lo que aparece en los ejes).

Vimos, en el caso del modelo Cournot, cómo el
gobierno del país donde se localiza la empresa nacional
podía aumentar los beneficios de la empresa nacional
mediante un subsidio al lograr convertir el modelo Cournot en un
modelo Stackelberg, donde la empresa nacional actuase como
líder y la extranjera como seguidor (véase
gráfica 5). ¿Cómo podría el gobierno
lograr que la empresa nacional aumentase sus beneficios si nos
movemos en el caso de la competencia de Bertrand?

GRÁFICA 7: EQUILIBRIO EN EL MODELO DE COMPETENCIA
DE BERTRAND

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En ausencia de intervención el equilibrio de
Bertrand se alcanza en el punto B (que se corresponde con el
punto B de la gráfica 7). El punto B es un equilibrio
estable ya que en él se intersectan las funciones de
reacción de ambas empresas (FR nacional 1 y FR
extranjera), siendo el beneficio que obtiene la empresa nacional
(1. Pero dada la función de reacción de la empresa
extranjera, la empresa nacional podría aumentar sus
beneficios si pudiera situarse en el punto S (que le permite
alcanzar la curva isobeneficio (2), donde el precio que cobra es
mayor (nótese que el precio que cobra su rival
también sería mayor en S que en B). Pero para
llegar al punto S la empresa nacional tendría que actuar
como una empresa líder de tipo Stackelberg, y esto no es
posible bajo un régimen de laissez faire. Esto se
debe a que si la empresa nacional aumenta el precio y su rival no
lo hace (y nada hace suponer que lo vaya a hacer), perderá
cuota de mercado porque la empresa extranjera venderá a un
precio menor.

Lo que la empresa nacional querría es llegar a un
nuevo equilibrio que corresponda a una situación
más colusiva, donde el precio fuera más alto y por
tanto sus beneficios aumentaran a costa de que disminuya el
bienestar de los consumidores del resto del mundo, donde seguimos
suponiendo que se vende el bien.

GRÁFICA 8: EL EFECTO DE LA INTERVENCIÓN
GUBERNAMENTAL BAJO UN OLIGOPOLIO DE BERTRAND.

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Para lograr llegar al punto S la empresa nacional debe
moverse a lo largo de la función de reacción de su
rival, para lo cual debe convencerle de que su acción
óptima es situarse en ese punto independientemente de lo
que haga ella, es decir, debe lograr desplazar su propia
función de reacción hacia la derecha (de FR
nacional 1 a FR nacional 2). Pero sin intervención estatal
no es posible ese movimiento de la función de
reacción de la empresa nacional porque no resulta
creíble para la empresa extranjera que la empresa nacional
vaya a aumentar el precio (igual que en el caso de Cournot no
bastaba con que la empresa nacional dijera que iba a aumentar su
producción para que su rival lo creyese, era necesaria la
intervención gubernamental para hacer creíble la
amenaza). En este caso no se trata de amenazar al rival con un
aumento de la producción, sino de lanzar una señal
al mercado que haga creíble su promesa de que va a
aumentar el precio de forma permanente, para que la otra aumente
también el suyo y ambas aumenten sus beneficios.
¿Qué acción gubernamental hace
creíble esa promesa?, es decir ¿qué logra
desplazar la función de reacción de la empresa
nacional a la derecha (de FR nacional 1 a FR nacional 2)? Lo
sorprendente del resultado es que el desplazamiento de la FR
nacional lo logra un impuesto a la exportación y no un
subsidio como en el caso de Brander y Spencer. Si el gobierno
impone un impuesto a la exportación el precio al que vende
la empresa nacional aumentará, independientemente de lo
que haga su rival.

Debemos señalar una diferencia importante que
aparece al considerar el modelo de Bertrand en vez del de
Cournot: cuando el gobierno nacional implementa la que en este
caso es su política óptima (un impuesto a la
exportación) está aumentando también los
beneficios de la empresa rival ya que está forzando a una
situación más colusiva, en la que ambas empresas
aumentan sus beneficios a costa de los consumidores mundiales que
tienen que pagar precios más altos.

Aunque esta crítica resulta muy dura para el
análisis de Brander y Spencer (sólo cambiando el
modelo de oligopolio la acción óptima del gobierno
pasa de ser un subsidio a ser un impuesto) hay que apuntar que,
en el fondo, no es un crítica que implique una defensa
directa del laissez faire porque, si lo que dicen Eaton
y Grossman es cierto la acción óptima del gobierno
sigue siendo la intervención, aunque ésta
varíe. Lo que debemos plantearnos es si realmente tiene
sentido considerar que el modelo de competencia
oligopolística de Bertrand es un buen reflejo de la
realidad. Si bien este modelo tiene la ventaja de suponer que la
variable que fijan las empresas es el precio y no la cantidad (lo
cual parece más razonable), la conclusión que se
deriva del modelo es que finalmente, merced a la competencia, se
llegará a una situación perfectamente competitiva,
incluso aunque sólo haya dos empresas (esto se conoce como
la paradoja de Bertrand). Esta conclusión tan poco
realista hace que el modelo de Cournot, según el cual el
resultado final en términos de precios y cantidades
está a medio camino entre la competencia perfecta y el
monopolio, parezca más adecuado para describir la realidad
ya que, al fin y al cabo, un oligopolio es una situación
más competitiva que un monopolio pero menos que la
competencia perfecta.

Sin embargo, Grossman y Eaton amplian su crítica
afirmando que además existen muchas más opciones en
el comportamiento de las empresas que los modelos Cournot y
Bertrand y que incluso sus movimientos pueden cambiar a lo largo
del tiempo debido a las conjeturas que realizan respecto a las
acciones de la empresa rival. Por lo tanto puede pasar cualquier
cosa y es imposible extraer resultados consistentes que afirmen
qué debe hacer el gobierno. Como dice G. Grossman: "
…para cada valor del parámetro representativo de la
conjetura de la empresa nacional acerca de la respuesta de su
rival ante su propia iniciativa, hay una política
comercial óptima diferente, de ese país. Para un
grupo de valores del parámetro (incluida la conjetura de
que no habrá respuesta), el interés nacional se ve
beneficiado por una política de promoción de la
exportación. Pero para otro conjunto de conjeturas
posibles, la política óptima requiere un impuesto a
la exportación, de modo que todo subsidio a ésta
sería nocivo
".

b) Varias empresas nacionales en vez de
una

Otro de los supuestos del modelo de Brander y Spencer es
que tan sólo existen dos empresas en el mercado. La
crítica a este supuesto claramente irreal no se refiere a
cómo se desarrollará la competencia
oligopolística si existen varias empresas que compiten a
nivel mundial (esto complicaría las cosas pero no
haría variar el resultado de que la acción
óptima del gobierno nacional es un subsidio a la empresa
nacional), sino a qué hacer si existen varias empresas
nacionales.

Si hay varias empresas nacionales, el problema es que
las empresas competirán entre sí y
simultáneamente con las extranjeras por una porción
del mercado, mas no coordinarán sus acciones para
maximizar el bienestar de la nación en la que se
localizan. Pero para que el bienestar nacional fuera
máximo sería necesario que todas las empresas
nacionales coordinasen sus acciones porque de lo contrario todas
invertirían demasiado en capacidad (especialmente si
están subsidiadas), ofrecerían demasiados de sus
productos a la exportación y venderían a un precio
demasiado bajo en comparación con el precio que
maximizaría el bienestar nacional, con lo que el subsidio
tan sólo habría servido para que el precio del bien
en los mercados mundiales fuese menor, pero no para aumentar los
beneficios de las empresas nacionales.

Si esto ocurriera el gobierno podría plantearse:
¿no sería mejor subsidiar solamente a una empresa?
y ¿cómo evitar un precio demasiado bajo que haga
disminuir el bienestar si ha subsidiado a todas las empresas y
tiene lugar el sobredimensionamiento anteriormente
citado?

La primera pregunta es muy difícil de responder
ya que su respuesta es posible que dependa de situaciones
políticas y no económicas. Para la segunda, dado
que el gobierno no puede planificar las acciones de las empresas
para que se coordinen (eso sería una economía
planificada), tan sólo podría imponer un impuesto a
la exportación para intentar aumentar los precios de las
exportaciones y aumentar así el bienestar nacional. Esto
haría que las empresas nacionales se comportaran de modo
menos agresivo en los mercados mundiales, pero haría
perder cuota de mercado a las empresas nacionales a favor de sus
rivales. Además, en este caso el gobierno habría
subsidiado primero para fijar impuestos después, ante lo
cual cabe preguntarse ¿no es esto un exceso de
intervención? ¿no sería mejor volver al
laissez faire? Y puede que en este caso, los que
sugirieran esto tengan toda la razón.

c) El problema del bienestar

En general los economistas tienden a ser muy cautos a la
hora de hacer valoraciones del bienestar. Esto se debe por una
parte a las dificultades para medirlo y por otra a la
controversia acerca de qué significa realmente
bienestar.

En el análisis de Brander-Spencer se toma la
renta nacional como indicador del bienestar y se afirma que
ésta se incrementa al aumentar los beneficios de las
empresas nacionales, pero aun aceptándolo, aparecen otros
interrogantes acerca de si la política comercial aumenta
realmente el bienestar de los consumidores nacionales.

El modelo supone que las dos empresas (una nacional y
otra extranjera) compiten vendiendo en terceros países.
Pero la empresa nacional también venderá en el
mercado nacional, especialmente si tenemos en cuenta que las
políticas comerciales estratégicas son más
susceptibles de ser aplicadas por países grandes (EE.UU.,
Japón, Alemania, etc.), en las cuales el mercado interior
suele ser importante porque permite un mejor aprovechamiento de
las economías de escala y una rápida bajada por la
curva de aprendizaje.

¿Qué efectos tiene el subsidio sobre los
consumidores nacionales?

Pues que el consumo interno será demasiado bajo,
ya que los subsidios a la exportación generan incentivos
para que las empresas vendan más en los mercados
extranjeros al promover una bajada de precios en los mercados
externos y un aumento de los mismos en los mercados internos.
Esto ocurre porque las empresas nacionales, al contar con cierto
poder de mercado, fijan su precio por encima del coste marginal y
como además es muy posible que sus competidores
extranjeros tengan que pagar algún arancel para vender en
el mercado nacional (lo que hará aumentar sus costes
disminuyendo su competitividad), la empresa nacional se encuentra
en disposición de cargar un precio mayor en el mercado
nacional que el que cargaría en ausencia del subsidio,
caso en el que no tendría un incentivo tan fuerte para
desviar su oferta hacia el mercado extranjero. Esta
conclusión puede hacernos pensar que no está tan
claro que el bienestar nacional (con lo difícil que es
hablar de él) aumente gracias al subsidio. Como afirma G.
Grossman: "El claro resultado de Brander y Spencer se vuelve
teóricamente ambiguo inmediatamente que se toma en cuenta
el bienestar de los consumidores nacionales
".

d) Equilibrio parcial versus equilibrio
general

El análisis que hemos presentado a lo largo de
este trabajo se corresponde con el equilibrio parcial, no
general. Y por lo tanto las recomendaciones de la política
comercial estratégica no consideran a la economía
en su conjunto, tan sólo consideran los beneficios que un
sector determinado puede extraer de una acción puntual del
gobierno, pero no los efectos negativos sobre el resto de la
economía que dicha acción gubernamental pudiera
ocasionar.

A pesar de que esta crítica resulta impecable en
términos teóricos, desde nuestro punto de vista no
es un argumento de peso en contra del comercio estratégico
porque la gran mayoría de los análisis normativos
que se realizan hoy en economía se enmarcan en el
análisis parcial. Desde el Tableau Economique de
Quesnay sabemos que un sistema económico es un todo
integrado, y que si modificamos algún elemento en
algún sector se producirán ajustes en los
demás sectores hasta que se alcance una nueva
situación, pero eso no significa que los modelos exentos
de un análisis de equilibrio general (que son la inmensa
mayoría) queden descalificados para establecer
prescripciones de economía normativa. Hecho este apunte
veamos qué dice la crítica basada en la parcialidad
del análisis.

En primer lugar la política industrial debe ser
financiada con cargo al presupuesto público, para lo cual
habría que aumentar los impuestos si no se quiere recortar
los recursos destinados a otras políticas públicas.
Asimismo, como lo que la política comercial
estratégica logra es aumentar los beneficios de ciertas
empresas (de hecho se trata de una transmisión de rentas
del sector público a los accionistas de las empresas
estratégicas), para lograr una redistribución de
estas rentas que beneficie a toda la sociedad, habría que
gravar más, después del subsidio, a dichas
empresas. Pero todo impuesto que no sea de suma fija resulta
distorsionador, resta eficiencia al sistema económico en
su conjunto. Y en la práctica no se grava con impuestos de
suma fija, con lo que la política comercial
estratégica lleva implícita una pérdida de
eficiencia considerable porque exige la implementación de
dos tipos de modificaciones impositivas al alza (las necesarias
para financiar la política industrial y las necesarias
para redistribuir las rentas que ciertas empresas obtienen merced
a su aplicación).

En segundo lugar hay que tener en cuenta que los
subsidios a la exportación pueden ser beneficiosos, pero
que un gobierno no puede subsidiar a todos los sectores y
proteger en todas las situaciones, por lo que se verá
obligado a seleccionar ciertos sectores para la
concentración industrial. ¿Qué pasará
entonces con los sectores no seleccionados? Veamos un
ejemplo.

Supongamos que se dan las condiciones descritas por el
modelo Brander-Spencer: hay un duopolio mundial en el que
compiten una empresa nacional y otra extranjera, en un sector con
beneficios extraordinarios y barreras de entrada donde la
política de promoción a las exportaciones
podría desplazar los beneficios a favor de la empresa
nacional. Pero también hay otros sectores con estructura
duopólica u oligopólica donde empresas nacionales y
extranjeras compiten. Supongamos que la industria que va a ser
apoyada emplea un determinado factor productivo (por ejemplo
ingenieros especializados en alta tecnología), y que este
factor tiene una oferta fija a corto plazo. Supongamos
también que ese mismo factor se emplea también en
las otras industrias. Se lleva a cabo la política de
concentración industrial con lo que la empresa nacional
aumenta sus beneficios y el bienestar nacional se ve beneficiado
(siempre dentro de los supuestos de Brander y Spencer). Al mismo
tiempo, para que la empresa nacional pueda aumentar su
producción demandará más del factor
productivo de oferta fija y aumentará su salario para
atraerlo desde otros sectores. Los otros sectores de la
economía que lo necesitan verán como aumentan sus
costes y se volverán menos competitivos. Esto
llevará a una disminución de sus cuotas de mercado
en todos los sectores no seleccionados a favor de empresas
extranjeras, con lo que, según el mismo argumento, el
bienestar nacional se reducirá.

¿Cuál es el efecto neto? ¿Sale
ganando o perdiendo la nación que ha llevado a cabo una
política de concentración industrial?

Según G. Grossman: "En una situación
donde todas las industrias son simétricas, puede
demostrarse que las pérdidas superan las ganancias cuando
se selecciona un sector cualquiera (o varios sectores) para el
subsidio
".

Lo que ocurre es que el subsidio gubernamental ha dado a
un sector una ventaja estratégica, pero, al mismo tiempo,
ha dado a todos los demás sectores no subsidiados una
desventaja estratégica, y el resultado neto bien puede no
ser beneficioso para el conjunto de la
economía.

Esta crítica significa en realidad que no existen
sectores estratégicos. Si se potencian unos sectores otros
salen perjudicados, por lo tanto sería mejor dejar que
fuera el mercado y sólo el mercado quien seleccionase
qué sectores son ganadores y cuáles no; es la
clásica idea liberal de que toda intervención
distorsiona y además es injusta para los sectores no
seleccionados: lo mejor sería entonces laissez
faire
.

El argumento también es aplicable al caso de las
externalidades. Supongamos que el gobierno cree que debe
subsidiar mediante I+D determinado sector (por ejemplo la
industria aeroespacial) porque opina que sus efectos externos
benefician al resto de la economía. Si resulta que los
efectos de este sector no eran tan beneficiosos como los de otro
que no resultó apoyado (por ejemplo la
electrónica), el error de percepción o la falta de
información del gobierno podrían ser
dramáticos ya que otra nación que no se hubiera
equivocado podría tomar la delantera en el sector
realmente beneficioso sin haber despilfarrado
recursos.

2. CRÍTICAS DERIVADAS DE LA
DIFICULTAD DE LA APLICACIÓN

El comportamiento de otros
gobiernos

No podemos predecir si los demás países
iniciarían una guerra comercial contraatacando con ayudas
a sus empresas o imponiendo restricciones sobre otros productos
provenientes del país que hubiera iniciado una
acción estratégica o se dejarán intimidar
por la acción del gobierno que hubiese intervenido en
primer lugar.

Los críticos de la política comercial
estratégica también argumentan que como el
resultado cooperativo (el mencionado TIT FOR TAT)
conviene a ambos gobiernos porque el juego se repetirá un
número indeterminado de veces, lo mejor que puede hacer
cualquier gobierno es no intervenir para poder alcanzar el
resultado mutuamente cooperativo y que todos se vean
beneficiados.

Problemas prácticos: falta de
información

Al plantear el modelo Brander-Spencer, es fundamental
conocer los valores que rellenan las casillas del juego
estratégico (los beneficios esperados de las empresas con
y sin subsidio) para poder determinar si realmente resulta
beneficiosa la intervención del gobierno, o lo que es lo
mismo, si los beneficios que la empresa nacional obtiene gracias
al subsidio superan su cuantía. De no disponer de los
datos concretos, el gobierno tan sólo puede especular con
el resultado, pero nunca podrá estar seguro de que no
está cometiendo un error.

Desgraciadamente los gobiernos no suelen contar con esta
información, y por lo tanto deben basar sus
políticas en estimaciones en el mejor de los casos o en
puras conjeturas en el peor. El mayor problema es que se exponen
a cometer errores, donde un fallo en la estimación de
qué cuantía del subsidio haría a la empresa
extranjera retirarse del mercado da lugar a un subsidio
insuficiente que no lo logra, por lo que el subsidio resulta ser
un gasto inútil. Si el gobierno no se hubiera equivocado
en la estimación el subsidio sí habría
logrado sus objetivos, pero la falta de información
provoca una pérdida al gobierno porque podría haber
empleado ese dinero en alguna otra política más
provechosa para la sociedad.

Incluso el argumento de que los sectores
estratégicos suelen ser aquellos en los que se dan altas
tasas de beneficios ha sido puesto en duda. G. Grossman afirma
que: "A menudo, lo que parece ser una tasa de beneficios
especialmente alta es sólo el rendimiento de alguna
inversión arriesgada anterior. Los gastos en I+D, por
ejemplo, pueden ser bastante altos, y muchas empresas terminan
fracasando. Las empresas realizarán estas grandes
inversiones sólo si esperan que obtengan beneficios. Una
vez que el mercado entra en funcionamiento, únicamente
observaremos a las empresas que han triunfado. Entonces, nos
podemos sentir tentados a concluir que las tasas de beneficios
son excepcionalmente elevadas. Pero los beneficios de la
industria deben medirse incluyendo las pérdidas de las que
nunca lograron llegar a la fase de
comercialización
".

Existe otro problema de falta de información a la
hora de hablar de las externalidades y de la importancia del
gasto en I+D para potenciar la industria nacional. El argumento
de que la concentración industrial y las economías
de escala tienen importantes efectos externos sobre el resto de
la economía y de que por tanto el estado debería
hacerse cargo de parte del gasto parece bastante razonable. Pero,
¿cómo se miden esos efectos externos?
¿qué parte del gasto en I+D debe sufragar el
gobierno para alcanzar un óptimo social? No hay respuesta;
nadie lo sabe y posiblemente nadie lo sabrá porque si bien
es cierto que las economías externas existen y pueden
llegar a ser muy importantes, es muy difícil medir sus
efectos y por tanto decir cuánto debe subsidiar el
gobierno.

Por otra parte, puede argumentarse que, puesto que
existen filtraciones de los avances tecnológicos, no
merece la pena concentrar los recursos estatales en I+D puesto
que existen importantes problemas de apropiación de los
rendimientos de dichas inversiones. Tan sólo un gobierno
mundial tendría incentivos para financiar innovaciones
puesto que serán aprovechadas, antes o después, por
todos. De todos modos, el hecho de que la mayoría de los
países desarrollados aumenten constantemente los recursos
dedicados a la I+D resta peso a este argumento, la
investigación, en la práctica, dista mucho de
parecerse a un bien público.

Intereses políticos

Resulta evidente que en economía existen fallos
de mercado que distorsionan la eficiencia, pero no es menos
cierto que en la esfera política aparecen fallos del
Estado que conllevan aún mayores obstáculos que los
fallos de mercado para alcanzar la eficiencia y la racionalidad
de las decisiones. Incluso en el caso de que una serie de
técnicos objetivos y neutrales en términos
políticos fuesen capaces de determinar cuáles son
los sectores estratégicos y la cuantía exacta que
el gobierno, a través de la política industrial,
debiera dedicar a apoyarlos (cosa bastante improbable),
resultaría muy difícil que esas acciones pudiesen
llevarse efectivamente a cabo. Los intereses de los grupos de
presión y la asimetría de la información,
entre otros muchos factores, harían que tan sólo
salieran adelante políticas que beneficiaran a un
determinado sector, en lugar de aquellas otras que podrían
mejorar la situación de la mayoría de los
consumidores de la nación.

Los críticos de la política comercial
estratégica afirman que el campo del comercio exterior es
particularmente sensible al poder de los grupos de presión
y que por lo tanto, aquellos proyectos que saliesen adelante lo
harían porque favorecerían a intereses
particulares, en vez de responder a un análisis
económico racional. Por ejemplo, es posible que se
potenciasen industrias ya instaladas antes que otras que
podrían llevar aparejados mayores beneficios para el
conjunto de la sociedad debido al poder político de
aquellos que ya hubieran invertido en determinados sectores y
quisiesen asegurarse ciertos beneficios. Como encontramos en un
texto de J. Bhagwati, al comentar qué opinión les
merecían el proteccionismo y la intervención a
algunos prestigiosos economistas de finales del siglo pasado y
principios de este encontramos esta contundente
afirmación: "la protección conlleva la
pérdida de la pureza en la política, la ventaja
injusta brindada a los que ejercen los poderes de la intriga y la
corrupción, la distribución injusta de la riqueza y
el crecimiento de intereses siniestros
".

Como la política es un juego de intereses en la
que aunque se fijen reglas de juego nada asegura que puedan
cumplirse absolutamente (en especial en el terreno
económico), como la fuerza de los grupos de poder es
innegable y como el gobierno se ve sometido a presiones, los
críticos a la política comercial estratégica
afirman que es preferible aplicar una política comercial
de laissez faire, bajo la cual todos saben a qué
atenerse, a poner en práctica sofisticadas
políticas, cuyos beneficios además no están
demasiado claros, y que pueden dar lugar a la manipulación
política y favorecer intereses particulares. Incluso
advierten que, a pesar de las "buenas intenciones" de los
teóricos como Brander y Spencer, que intentan presentar un
razonamiento sólido y científico y no justificar el
proteccionismo y la intervención de modo gratuito, las
conclusiones que se extraen de sus modelos pueden tener efectos
perversos, ya que pueden convertirse en caballo de batalla de los
"neoproteccionistas", que tan sólo necesitan una buena
excusa para defender intereses particulares y que pueden haberla
encontrado en las, en principio, "inocentes" sugerencias de
política económica de estos modelos.

VII.
CONCLUSIONES

Las conclusiones de este trabajo son de dos tipos: las
que se refieren a las nuevas teorías del comercio
internacional y las relativas a la política comercial
estratégica.

De todos modos conviene no perder de vista que, desde la
ciencia económica y en términos exclusivamente
teóricos, las explicaciones del comercio en base a las
economías de escala y a la competencia imperfecta son un
tema mucho más amplio, complejo e importante que la
política comercial estratégica.

Sin embargo hemos optado por el comercio
estratégico porque este tema retoma uno de los grandes
debates de la economía política (intervenir o no en
ciertos aspectos del sistema económico), al tiempo que sus
conclusiones tienen consecuencias directas sobre el modo en el
que se comportan los actores de la escena política que
bailan, una vez más, al son que les marcan los
economistas.

LAS NUEVAS EXPLICACIONES DEL COMERCIO
INTERNACIONAL

Lo primero que hay que tener en cuenta a la hora de
hablar de las explicaciones del comercio internacional que van
más allá del modelo neoclásico y de la
ventaja comparativa es que no son teorías cerradas.
Más bien podemos decir que no han hecho más que
empezar. Sus autores se sienten orgullosos de que, gracias a la
complementariedad entre los modelos de organización
industrial (especialmente los que se ocupan de las estructura de
los mercados) y los de comercio internacional, se pueda dar hoy
una nueva respuesta a la pregunta ¿por qué se
comercia? Éste orgullo reside en que por fin se pueden
modelizar, es decir, exponer de forma rigurosa y formalizada, las
situaciones de competencia imperfecta o los rendimientos
crecientes de escala y sacar nuevas conclusiones
científicas en un campo en el que anteriormente todo
quedaba explicado (aunque no de un modo completamente
satisfactorio) por los modelos tradicionales, en los que todo
"encajaba", pero que se asentaban en unos supuestos demasiado
simplificadores y alejados de la realidad.

Estas nuevas teorías responden además al
carácter cambiante del comercio y resultan especialmente
interesantes hoy, cuando la globalización económica
(y por tanto la generalización de la división del
trabajo internacional y el intercambio masivo de bienes) es una
realidad que afecta a cada vez más
países.

Conviene destacar que estas teorías no pretenden
revocar las conclusiones del modelo de las proporciones
factoriales, sino complementarlas en los casos en los que
éstas no eran capaces de explicar los flujos
comerciales.

Como resultado de estos análisis se obtiene una
nueva explicación de los intercambios: cuando el comercio
entre países es intraindustrial (en vez de
interindustrial), éste no responde a la pauta de la
ventaja comparativa, sino que sólo puede ser explicado
teniendo en cuenta los rendimientos crecientes de escala y la
diferenciación de los productos, es decir, asumiendo y
modelizando la imperfección de las estructuras de los
mercados (ya sean oligopolios o competencia
monopolística).

Además estos análisis enfatizan la
importancia de determinados aspectos relativos a la
localización y al desarrollo dinámico de las
industrias que no son tenidos en cuenta por la teoría
tradicional (porque son imposibles de integrar en los modelos),
pero que no por ello dejan de tener una importancia determinante
a la hora de definir los patrones del comercio. Estos aspectos
son: la importancia de las circunstancias históricos y de
la geografía económica en la localización de
las industrias y el decisivo papel que juegan las externalidades
tecnológicas y las economías de escala
dinámicas (curvas de aprendizaje) a la hora de configurar
las pautas que rigen el comercio internacional.

Integrando todos estos elementos con el tradicional
modelo Heckscher-Ohlin se logra dar una explicación del
comercio mucho más completa y cercana a la realidad. Esto
no significa que no queden dudas acerca de determinados aspectos
de los intercambios, ni tampoco que se haya logrado
diseñar un único modelo que englobe todos los
hallazgos de la ciencia económica (de hecho la principal
debilidad los modelos de comercio internacional en competencia
imperfecta radica en que no son aplicables en todos los casos ya
que, al igual que les ocurre a muchos modelos de
organización industrial, son explicaciones ad hoc
para determinados fenómenos que la teoría
neoclásica no es capaz de explicar satisfactoriamente).
Por otra parte puede decirse que hoy los economistas cuentan con
un catálogo de modelos de comercio internacional que
resulta mucho más completo que el que tenían hace
tan sólo veinte años.

Por todo ello no podemos sino decir que las nuevas
teorías del comercio internacional constituyen un avance
científico muy importante y que además, al no
pertenecer a la economía normativa, son adelantos que
deben ser celebrados por todos.

LA POLÍTICA COMERCIAL
ESTRATÉGICA

La política comercial estratégica aparece
como una de las posibles acciones que pueden llevar a la
práctica los gobiernos de los países más
desarrollados en cuanto a su política comercial. Su
objetivo es favorecer a las empresas nacionales mediante la
modificación de la competencia estratégica que se
produce a nivel internacional.

El hecho de que un gobierno intente llevar a cabo
acciones que reviertan beneficios para sus ciudadanos y/o
empresas es algo que ha ocurrido siempre, especialmente en el
ámbito del comercio internacional. Sin embargo, la
política comercial estratégica aparece como una
fundamentación teórica de que estas acciones, que
gozan de mala fama entre los economistas ortodoxos por llevar
implícitas prácticas contrarias al laissez
faire
, son las acciones óptimas de los gobiernos en
determinadas situaciones.

La base de su argumentación se encuentra en que
como no es posible alcanzar un óptimo paretiano mundial
debido a la existencia de fallos de mercado, hay que conformarse
con situaciones de second best. Pero de las infinitas
situaciones no óptimas en las que puede situarse
temporalmente el equilibrio, es perfectamente lícito que
un gobierno prefiera unas a otras y por lo tanto está
justificado que implemente políticas estratégicas
mediante las cuales intente que se alcance la situación
que más le convenga.

Las situaciones de fallo de mercado que justifican las
acciones estratégicas se producen básicamente por
la existencia de beneficios extraordinarios y de externalidades
tecnológicas positivas.

Los beneficios extraordinarios provienen de la
existencia de estructuras de mercado no competitivas que se
perpetúan por la existencia de barreras de entrada a la
industria.

Por su parte, las externalidades aparecen de un modo
imposible de controlar por la propia lógica de la
difusión de conocimientos a través de los diversos
sectores de la economía, pero su importancia (y por ello
la necesidad de controlarlas) aumenta de modo exponencial cuando
nos referimos a sectores de alta tecnología.

La política comercial estratégica puede
implementarse de diversas formas. En ciertos casos puede tratarse
de acciones puntuales (como los subsidios a la exportación
descritos en el modelo Brander-Spencer) que estén
destinadas a la captura de beneficios por parte de empresas
nacionales cuando éstas compiten en un determinado sector
y por un determinado bien en los mercados internacionales
(recuérdese el ejemplo de los jets
comerciales).

Sin embargo, la política comercial
estratégica también puede instrumentarse mediante
programas más generales y duraderos. Éstos incluyen
políticas de apoyo público a la I+D (cuya
justificación es que no se produzca una insuficiente
inversión privada por parte de las empresas en
investigación en sectores de alta tecnología),
coordinación de las acciones de las empresas privadas y de
los centros de investigación con el gobierno
(recuérdese lo discutido sobre el MITI japonés o
cómo se crearon parques tecnológicos como el
Sillicon Valley), protección parcial del mercado interno
frente a determinados productos extranjeros mediante aranceles o
cuotas para que los sectores nacionales puedan desarrollarse y
bajar por su curva de aprendizaje, o incluso subsidios a las
empresas nacionales, no por unidad producida como en el caso
anterior, sino mediante trasferencias a través de la
política industrial.

Consideramos que estas aportaciones teóricas no
deben ser entendidas como una crítica radical al
laissez faire. Los evidentes beneficios que el libre
comercio ha producido para el conjunto de los países en
términos de bienestar hacen que éste siga siendo la
mejor práctica posible de política comercial en
líneas generales.

Sin embargo, la política comercial
estratégica resalta ciertos aspectos que consideramos muy
importantes para el desarrollo económico y
tecnológico de los países industrializados,
especialmente la necesidad de cierta coordinación entre
las empresas y el estado en determinados sectores y el apoyo de
las instituciones públicas a la inversión en
I+D.

Por lo tanto, aunque la aplicación directa de lo
que sugieren modelos como el de Brander y Spencer resulta poco
aconsejable (tanto porque aumenta las probabilidades de que se
inicie una guerra comercial como por las dificultades
prácticas para llevarlos a cabo), la existencia de una
política industrial que coordine y apoye de algún
modo las acciones de ciertos sectores industriales sí
puede ser tomada como una sugerencia válida.

 

 

Autor:

Leal, María Alejandra

Machado, Alexander

Rivero, Paola

Profesor:

MSc. Ing. Turmero, Iván

República Bolivariana de
Venezuela

Ministerio de Educación
Superior.

Universidad Nacional Experimental
Politécnica

"Antonio José de Sucre"

Vice-rectorado Puerto Ordaz

Cátedra: Ingeniería
Financiera

Ciudad Guayana, Enero de 2015.

Partes: 1, 2
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