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Reflexiones de un general en sus últimos días, del emperador Marco Aurelio (página 3)



Partes: 1, 2, 3, 4

16. Mi guía interior no se altera
por sí mismo; quiero decir, no se asusta ni se aflige. Y
si algún otro es capaz de asustarle o de afligirle,
hágalo. Pues él, por sí mismo, no se
moverá conscientemente a semejantes alteraciones.
Preocúpese el cuerpo, si puede, de no sufrir nada. Y si
sufre, manifiéstelo. También el espíritu
animal, que se asusta, que se aflige. Pero lo que, en suma,
piensa sobre estas afecciones, no hay ningún temor que
sufra, pues su condición no le impulsará a un
juicio semejante. El guía interior, por su misma
condición, carece de necesidades, a no ser que se las
cree, y por eso mismo no tiene tribulaciones ni
obstáculos, a no ser que se perturbe y se ponga
obstáculos a sí mismo.

17. La felicidad es un buen numen o un buen
'espíritu familiar'. ¿Qué haces, pues,
aquí, oh imaginación? ¡Vete, por los dioses,
como viniste! No te necesito. Has venido según tu antigua
costumbre. No me enfado contigo; únicamente,
vete.

18. ¿Se teme el cambio? ¿Y
qué puede producirse sin cambio? ¿Existe algo
más querido y familiar a la naturaleza del conjunto
universal? ¿Podrías tú mismo lavarte con
agua caliente, si la leña no se transformara?
¿Podrías nutrirte, si no se transformaran los
alimentos? Y otra cosa cualquiera entre las útiles,
¿podría cumplirse sin transformación?
¿No te das cuenta, pues, de que tu propia
transformación es algo similar e igualmente necesaria a la
naturaleza del conjunto universal?

19. Por la sustancia del conjunto
universal, como a través de un torrente, discurren todos
los cuerpos, connaturales y colaboradores del conjunto universal,
al igual que nuestros miembros entre sí. ¡A
cuántos Crisipos, a cuántos Sócrates, a
cuántos Epictetos absorbió ya el tiempo!
Idéntico pensamiento acuda a ti respecto a todo tipo de
hombre y a toda cosa.

20. Una sola cosa me inquieta, el temor a
que haga algo que mi constitución de hombre no quiere, o
de la manera que no quiere, o lo que ahora no quiere.

21. Próximo está tu olvido de
todo, próximo también el olvido de todo respecto a
ti.

22. Propio del hombre es amar incluso a los
que tropiezan. Y eso se consigue, en cuanto se te ocurra pensar
que son tus familiares, y que pecan por ignorancia y contra su
voluntad, y que, dentro de poco, ambos estaréis muertos y
que, ante todo, no te dañó, puesto que no hizo a tu
guía interior peor de lo que era antes.

23. La naturaleza del conjunto universal,
valiéndose de la sustancia del conjunto universal, como de
una cera, modeló ahora un potro; después, lo
fundió y se valió de su materia para formar un
arbusto, a continuación un hombrecito, y más tarde
otra cosa. Y cada uno de estos seres ha subsistido
poquísimo tiempo. Pero no es ningún mal para un
cofrecillo ser desarmado ni tampoco ser ensamblado.

24. El semblante rencoroso es demasiado
contrario a la naturaleza. Cuando se afecta reiteradamente, su
belleza muere y finalmente se extingue, de manera que resulta
imposible reavivarla. Intenta, al menos, ser consciente de esto
mismo, en la convicción de que es contrario a la
razón. Porque si desaparece la comprensión del
obrar mal, ¿qué motivo para seguir viviendo nos
queda?

25. Todo cuanto ves, en tanto que
todavía no es, será transformado por la naturaleza
que gobierna el conjunto universal, y otras cosas hará de
su sustancia, y a su vez otras de la sustancia de
aquéllas, a fin de que el mundo siempre se
rejuvenezca.

26. Cada vez que alguien cometa una falta
contra ti, medita al punto qué concepto del mal o del bien
tenía al cometer dicha falta. Porque, una vez que hayas
examinado eso, tendrás compasión de él y ni
te sorprenderás, ni te irritarás con él. Ya
que comprenderás tú también el mismo
concepto del bien que él, u otro similar. En consecuencia,
es preciso que le perdones. Pero aun si no llegas a compartir su
concepto del bien y del mal, serás más
fácilmente benévolo con su
extravío.

27. No imagines las cosas ausentes como ya
presentes; antes bien, selecciona entre las presentes las
más favorables, y, a la vista de esto, recuerda
cómo las buscarías, si no estuvieran presentes.
Pero al mismo tiempo ten precaución, no vaya a ser que,
por complacerte hasta tal punto en su disfrute, te
habitúes a sobrestimarlas, de manera que, si alguna vez no
estuvieran presentes, pudieras sentirte inquieto.

28. Recógete en ti mismo. El
guía interior racional puede, por naturaleza, bastarse a
sí mismo practicando la justicia y, según eso
mismo, conservando la calma.

29. Borra la imaginación.
Detén el impulso de marioneta. Circunscríbete al
momento presente. Comprende lo que te sucede a ti o a otro.
Divide y separa el objeto dado en su aspecto causal y material.
Piensa en tu hora postrera. La falta cometida por aquél,
déjala allí donde se originó.

30. Coteja el pensamiento con las palabras.
Sumerge tu pensamiento en los sucesos y en las causas que los
produjeron.

31. Haz resplandecer en ti la sencillez, el
pudor y la indiferencia en lo relativo a lo que es intermedio
entre la virtud y el vicio. Ama al género humano. Sigue a
Dios. Aquél dice: «Todo es convencional, y en
realidad sólo existen los elementos». Y basta
recordar que no todas las cosas son convencionales, sino
demasiado pocas.

32. Sobre la muerte: o dispersión,
si existen átomos; o extinción o cambio, si existe
unidad.

33. Sobre el pesar: lo que es insoportable
mata, lo que se prolonga es tolerable. Y la inteligencia,
retirándose, conserva su calma y no va en detrimento del
guía interior. Y respecto a las partes dañadas por
el pesar, si tienen alguna posibilidad, manifiéstense
sobre el particular.

34. Sobre la fama: Examina cuáles
son sus pensamientos, qué cosas evitan y cuáles
persiguen. Y que, al igual que las dunas al amontonarse una sobre
otras ocultan las primeras, así también en la vida
los sucesos anteriores son rapidísimamente encubiertos por
los posteriores.

35. Y a aquel pensamiento que, lleno de
grandeza, alcanza la contemplación de todo tiempo y de
toda esencia, ¿crees que le parece gran cosa la vida
humana? Imposible, dijo. Entonces, ¿tampoco
considerará terrible la muerte un hombre tal? En
absoluto.

36. «Concierne al rey hacer bien y
recibir calumnias».

37. Es vergonzoso que el semblante acate
acomodarse y alinearse como ordena la inteligencia, y que, en
cambio, ella sea incapaz de acomodarse y seguir su
línea.

38. «No hay que irritarse con las
cosas, pues a ellas nada les importa».

39. «¡Ojalá pudieras dar
motivos de regocijo a los dioses inmortales y a
nosotros!».

40. «Segar la vida, a modo de espiga
madura, y que uno exista y el otro no».

41. «Si los dioses me han olvidado a
mí y a mis dos hijos, también esto tiene su
razón».

42. «El bien y la justicia
están conmigo».

43. No asociarse a sus lamentaciones, ni a
sus estremecimientos.

44. «Mas yo le replicaría con
esta justa razón: Te equivocas, amigo, si piensas que un
hombre debe calcular el riesgo de vivir o morir, incluso siendo
insignificante su valía, y, en cambio, piensas que no debe
examinar, cuando actúa, si son justas o no sus acciones y
propias de un hombre bueno o malo».

45. «Así es, atenienses, en
verdad. Dondequiera que uno se sitúe por considerar que es
lo mejor o en el puesto que sea asignado por el arconte,
allí debe, a mi entender, permanecer y correr riesgo, sin
tener en cuenta en absoluto ni la muerte ni ninguna otra cosa con
preferencia a la infamia».

46. «Pero, mi buen amigo, mira si la
nobleza y la bondad no serán otra cosa que salvar a los
demás y salvarte a ti mismo. Porque no debe el hombre que
se precie de serlo preocuparse de la duración de la vida,
tampoco debe tener excesivo apego a ella, sino confiar a la
divinidad estos cuidados y dar crédito a las mujeres
cuando afirman que nadie podría evitar el destino. La
obligación que le incumbe es examinar de qué modo,
durante el tiempo que vaya a vivir, podrá vivir
mejor».

47. Contempla el curso de los astros, como
si tú evolucionaras con ellos, y considera sin cesar las
transformaciones mutuas de los elementos. Porque estas
imaginaciones purifican la suciedad de la vida a ras de
suelo.

48. Bello el texto de Platón:
«Preciso es que quien hace discursos sobre los hombres
examine también lo que acontece en la tierra, como desde
una atalaya: manadas, ejércitos, trabajos
agrícolas, matrimonios, divorcios, nacimientos, muertes,
tumulto de tribunales, regiones desiertas, poblaciones
bárbaras diversas, fiestas, trenos, reuniones
públicas, toda la mezcla y la conjunción armoniosa
procedente de los contrarios».

49. Con la observación de los
sucesos pasados y de tantas transformaciones que se producen
ahora, también el futuro es posible prever. Porque
enteramente igual será su aspecto y no será posible
salir del ritmo de los acontecimientos actuales. En consecuencia,
haber investigado la vida humana durante cuarenta años que
durante diez mil da lo mismo. Pues ¿qué más
verás?

50. «Lo que ha nacido de la tierra a
la tierra retoma; lo que ha germinado de una semilla
etérea vuelve nuevamente a la bóveda
celeste». O también esto: disolución de los
entrelazamientos en los átomos y dispersión
semejante de los elementos impasibles.

51. «Con manjares, bebidas y
hechizos, tratando de desviar el curso, para no morir».
«Es forzoso soportar el soplo del viento impulsado por los
dioses entre sufrimientos sin lamentos».

52. Es mejor luchador; pero no más
generoso con los ciudadanos, ni más reservado, ni
más disciplinado en los acontecimientos, ni más
benévolo con los menosprecios de los vecinos.

53. Cuando puede cumplirse una tarea de
acuerdo con la razón común a los dioses y a los
hombres, nada hay que temer allí. Cuando es posible
obtener un beneficio gracias a una actividad bien encauzada y que
progresa de acuerdo con su constitución, ningún
perjuicio debe sospecharse allí.4 Corrupto.

54. Por doquier y de continuo de ti depende
estar piadosamente satisfecho con la presente coyuntura,
comportarte con justicia con los hombres presentes y poner todo
tu arte al servicio de la impresión presente, a fin de que
nada se infiltre en ti de manera imperceptible.

55. No pongas tu mirada en guías
interiores ajenos, antes bien, dirige tu mirada directamente al
punto donde te conduce la naturaleza del conjunto universal por
medio de los sucesos que te acontecen, y la tuya propia por las
obligaciones que te exige. Cada uno debe hacer lo que corresponde
a su constitución. Los demás seres han sido
constituidos por causa de los seres racionales y, en toda otra
cosa, los seres inferiores por causa de los superiores, pero los
seres racionales lo han sido para ayudarse mutuamente. En
consecuencia, lo que prevalece en la constitución humana
es la sociabilidad. En segundo lugar, la resistencia a las
pasiones corporales, pues es propio del movimiento racional e
intelectivo marcarse límites y no ser derrotado nunca ni
por el movimiento sensitivo ni por el instintivo. Pues ambos son
de naturaleza animal, mientras que el movimiento intelectivo
quiere prevalecer y no ser subyugado por aquéllos. En
tercer lugar, en la constitución racional no se da la
precipitación ni la posibilidad de engaño.
Así pues, el guía interior, que posee estas
virtudes, cumpla su tarea con rectitud, y posea lo que le
pertenece.

56. Como hombre que ha muerto ya y que no
ha vivido hasta hoy, debes pasar el resto de tu vida de acuerdo
con la naturaleza.

57. Amar únicamente lo que te
acontece y lo que es tramado por el destino. Pues
¿qué se adapta mejor a ti?

58. En cada suceso, conservar ante los ojos
a aquéllos a quienes acontecían las mismas cosas, y
luego se afligían, se extrañaban, censuraban. Y
ahora, ¿dónde están aquéllos? En
ninguna parte. ¿Qué, entonces? ¿Quieres
proceder de igual modo? ¿No quieres dejar estas actitudes
extrañas a quienes las provocan y las sufren, y aplicarte
enteramente a pensar cómo servirte de los acontecimientos?
Te aprovecharás bien de ellos y tendrás materia.
Presta atención y sea tu único deseo ser bueno en
todo lo que hagas. Y ten presentes estas dos máximas: es
indiferente el momento en que la acción… 4

59. Cava en tu interior. Dentro se halla la
fuente del bien, y es una fuente capaz de brotar continuamente,
si no dejas de excavar.

60. Es preciso que el cuerpo quede
sólidamente fijo y no se distorsione, ni en el movimiento
ni en el reposo. Porque del mismo modo que la inteligencia se
manifiesta en cierta manera en el rostro, conservándolo
siempre armonioso y agradable a la vista, así
también debe exigirse en el cuerpo entero. Pero todas esas
precauciones deben observarse sin afectación.

61. El arte de vivir se asemeja más
a la lucha que a la danza en lo que se refiere a estar firmemente
dispuesto a hacer frente a los accidentes incluso
imprevistos.

62. Considera sin interrupción
quiénes son esos de los que deseas que aporten su
testimonio, y qué guías interiores tienen; pues, ni
censurarás a los que tropiezan involuntariamente, ni
tendrás necesidad de su testimonio, si diriges tu mirada a
las fuentes de sus opiniones y de sus instintos.

63. «Toda alma, afirman, se ve
privada contra su voluntad de la verdad». Igualmente
también de la justicia, de la prudencia, de la
benevolencia y de toda virtud semejante. Y es muy necesario
tenerlo presente en todo momento, pues serás más
condescendiente con todos.

64. En cualquier caso de pesar acuda a ti
esta reflexión: no es indecoroso ni tampoco
deteriorará la inteligencia que me gobierna; pues no la
destruye, ni en tanto que es racional, ni en tanto que es social.
En los mayores pesares, sin embargo, válgate de ayuda la
máxima de Epicuro: ni es insoportable el pesar, ni eterno,
si recuerdas sus límites y no imaginas más de la
cuenta. Recuerda también que muchas cosas que son lo mismo
que el pesar nos molestan y no nos damos cuenta, así, por
ejemplo, la somnolencia, el calor exagerado, la inapetencia.
Luego, siempre que te disgustes con alguna de esas cosas, di para
contigo: cedes al pesar.

65. Cuida de no experimentar con los
hombres inhumanos algo parecido a lo que éstos
experimentan respecto a los hombres.

66. ¿De dónde sabemos si
Telauges no tenía mejor disposición que
Sócrates? Pues no basta con el hecho de que
Sócrates haya muerto con más gloria ni que haya
dialogado con los sofistas con bastante más habilidad ni
que haya pasado toda la noche sobre el hielo más
pacientemente ni que, habiendo recibido la orden de apresar al
Salaminio, haya decidido oponerse con mayor gallardía ni
que se haya ufanado por las calles, extremo sobre el que no se
sabe precisamente ni si es cierto. Mas es preciso examinar lo
siguiente: qué clase de alma tenía Sócrates
y si podía conformarse con ser justo en las relaciones con
los hombres y piadoso en sus relaciones con los dioses, sin
indignarse con la maldad, sin tampoco ser esclavo de la
ignorancia de nadie, sin aceptar como cosa extraña nada de
lo que le era asignado por el conjunto universal o resistirla
como insoportable, sin tampoco dar ocasión a su
inteligencia a consentir en las pasiones de la carne.

67. La naturaleza no te mezcló con
el compuesto de tal modo, que no te permitiera fijarte unos
límites y hacer lo que te incumbe y es tu
obligación. Porque es posible en demasía
convertirse en hombre divino y no ser reconocido por nadie. Ten
siempre presente eso y aún más lo que te voy a
decir: en muy poco radica la vida feliz. Y no porque tengas
escasa confianza en llegar a ser un dialéctico o un
físico, renuncies en base a eso a ser libre, modesto,
sociable y obediente a Dios.

68. Pasa la vida sin violencias en medio
del mayor júbilo, aunque todos clamen contra ti las
maldiciones que quieran, aunque las fieras despedacen los pobres
miembros de esta masa pastosa que te circunda y sustenta. Porque,
¿qué impide que, en medio de todo eso, tu
inteligencia se conserve en calma, tenga un juicio verdadero de
lo que acontece en torno tuyo y esté dispuesta a hacer uso
de lo que está a su alcance? De manera que tu juicio pueda
decir a lo que acaezca: «Tú, eres eso en esencia,
aunque te muestres distinto en apariencia». Y tu uso pueda
decir a lo que suceda: «Te buscaba. Pues para mí el
presente es siempre materia de virtud racional, social y, en
suma, materia de arte humano o divino». Porque todo lo que
acontece se hace familiar a Dios o al hombre, y ni es nuevo ni es
difícil de manejar, sino conocido y fácil de
manejar.

69. La perfección moral consiste en
esto: en pasar cada día como si fuera el último,
sin convulsiones, sin entorpecimientos, sin
hipocresías.

70. Los dioses, que son inmortales, no se
irritan por el hecho de que durante tan largo período de
tiempo deban soportar de un modo u otro repetidamente a los
malvados, que son de tales características y tan
numerosos. Más aún, se preocupan de ellos de muy
distintas maneras. ¿Y tú, que casi estás a
punto de terminar, renuncias, y esto siendo tú uno de los
malvados?

71. Es ridículo no intentar evitar
tu propia maldad, lo cual es posible, y, en cambio, intentar
evitar la de los demás, lo cual es imposible.

72. Lo que la facultad racional y sociable
encuentra desprovisto de inteligencia y sociabilidad, con mucha
razón lo juzga inferior a sí misma.

73. Cuando hayas hecho un favor y otro lo
haya recibido, ¿qué tercera cosa andas
todavía buscando, como los necios?

74. Nadie se cansa de recibir favores, y la
acción de favorecer está de acuerdo con la
naturaleza. No te canses, pues, de recibir favores al mismo
tiempo que tú los haces.

75. La naturaleza universal
emprendió la creación del mundo. Y ahora, o todo lo
que sucede se produce por consecuencia, o es irracional incluso
lo más sobresaliente, objetivo hacia el cual el
guía del mundo dirige su impulso propio. El recuerdo de
este pensamiento te hará en muchos aspectos más
sereno.  

 Libro
VIII

1. También eso te lleva a
desdeñar la vanagloria, el hecho de que ya no puedes haber
vivido tu vida entera, o al menos la que transcurrió desde
tu juventud, como un filósofo; por el contrario, has
dejado en claro para otras muchas personas, e incluso, para ti
mismo que estás alejado de la filosofía.
Estás, pues, confundido, de manera que ya no te va a
resultar fácil conseguir la reputación de
filósofo. A ello se oponen incluso los presupuestos de tu
vida. Si en efecto has visto de verdad dónde radica el
fondo de la cuestión, olvídate de la
impresión que causarás. Y sea suficiente para ti
vivir el resto de tu vida, dure lo que dure, como tu naturaleza
quiere. Por consiguiente, piensa en cuál es su deseo, y
nada más te inquiete. Has comprobado en cuántas
cosas anduviste sin rumbo, y en ninguna parte hallaste la vida
feliz, ni en las argumentaciones lógicas, ni en la
riqueza, ni en la gloria, ni en el goce, en ninguna parte.
¿Dónde radica, entonces? En hacer lo que quiere la
naturaleza humana. ¿Cómo conseguirlo? Con la
posesión de los principios de los cuales dependen los
instintos y las acciones. ¿Qué principios? Los
concernientes al bien y al mal, en la convicción de que
nada es bueno para el hombre, si no le hace justo, sensato,
valiente, libre; como tampoco nada es malo, si no le produce los
efectos contrarios a lo dicho.

2. En cada acción,
pregúntate: ¿Cómo es ésta respecto a
mí? ¿No me arrepentiré después de
hacerla? Dentro de poco habré muerto y todo habrá
desaparecido. ¿Qué más voy a buscar, si mi
presente acción es propia de un ser inteligente, sociable
y sujeto a la misma ley de Dios?

3. Alejandro, César y Pompeyo
¿qué fueron en comparación con
Diógenes, Heráclito y Sócrates? Éstos
vieron cosas, sus causas, sus materias, y sus principios
guías eran autosuficientes; pero aquéllos,
¡cuántas cosas ignoraban, de cuántas cosas
eran esclavos!

4. Que no menos harán las mismas
cosas, aunque tú revientes.

5. En primer lugar, no te confundas; pues
todo acontece de acuerdo con la naturaleza del conjunto
universal, y dentro de poco tiempo no serás nadie en
ninguna parte, como tampoco son nadie Adriano ni Augusto. Luego,
con los ojos fijos en tu tarea, indágala bien y teniendo
presente que tu deber es ser hombre de bien, y lo que exige la
naturaleza del hombre, cúmplelo sin desviarte y del modo
que te parezca más justo: sólo con benevolencia,
modestia y sin hipocresía.

6. La misión de la naturaleza del
conjunto universal consiste en transportar lo que está
aquí allí, en transformarlo, en levantarlo de
aquí y llevarlo allá. Todo es mutación, de
modo que no se puede temer nada insólito; todo es igual,
pero también son equivalentes las asignaciones.

7. Toda naturaleza está satisfecha
consigo misma cuando sigue el buen camino. Y sigue el buen camino
la naturaleza racional cuando en sus imaginaciones no da su
asentimiento ni a lo falso ni a lo incierto y, en cambio, encauza
sus instintos sólo a acciones útiles a la
comunidad, cuando se dedica a desear y detestar aquellas cosas
que dependen exclusivamente de nosotros, y abraza todo lo que le
asigna la naturaleza común. Pues es una parte de ella, al
igual que la naturaleza de la hoja es parte de la naturaleza de
la planta, con la excepción de que, en este caso, la
naturaleza de la hoja es parte de una naturaleza insensible,
desprovista de razón y capaz de ser obstaculizada,
mientras que la naturaleza del hombre es parte de una naturaleza
libre de obstáculos, inteligente y justa, si es que
naturalmente distribuye a todos con equidad y según el
mérito, su parte de tiempo, sustancia, causa,
energía, accidente. Advierte, sin embargo, que no
encontrarás equivalencia en todo, si pones en
relación una sola cosa con otra sola, pero sí la
encontrarás, si comparas globalmente la totalidad de una
cosa con el conjunto de otra.

8. No te es posible leer. Pero sí
puedes contener tu arrogancia; puedes estar por encima del placer
y del dolor; puedes menospreciar la vanagloria; puedes no
irritarte con insensatos y desagradecidos, incluso más,
puedes preocuparte de ellos.

9. Nadie te oiga ya censurar la vida
palaciega, ni siquiera tú mismo.

10. El arrepentimiento es cierta censura
personal por haber dejado de hacer algo útil. Y el bien
debe ser algo útil y debe preocuparse de él el
hombre íntegro. Pues ningún hombre íntegro
se arrepentiría por haber desdeñado un placer; por
consiguiente, el placer ni es útil ni es bueno.

11. ¿Qué es eso en sí
mismo según su peculiar constitución?,
¿cuál es su sustancia y materia?, ¿y
cuál su causa?, ¿y qué hace en el mundo?,
¿y cuánto tiempo lleva subsistiendo?

12. Siempre que de mal talante despiertes
de tu sueño, recuerda que está de acuerdo con tu
constitución y con tu naturaleza humana corresponder con
acciones útiles a la comunidad, y que dormir es
también común a los seres irracionales.
Además, lo que está de acuerdo con la naturaleza de
cada uno le resulta más familiar, más connatural, y
ciertamente también más agradable.

13. Continuamente y, si te es posible, en
toda imaginación, explícala partiendo de los
principios de la naturaleza, de las pasiones, de la
dialéctica.

14. Con quien te encuentres, inmediatamente
hazte estas reflexiones: Éste ¿qué
principios tiene respecto al bien y al mal? Porque si acerca del
placer y del pesar y de las cosas que producen ambos y acerca de
la fama, de la infamia, de la muerte, de la vida, tiene tales
principios, no me parecerá en absoluto sorprendente o
extraño que proceda así; y recordaré que se
ve forzado a obrar de este modo.

15. Ten presente que, del mismo modo que es
absurdo extrañarse de que la higuera produzca higos,
también lo es sorprenderse de que el mundo produzca
determinados frutos de los que es portador. E igualmente
sería vergonzoso para un médico y para un piloto
sorprenderse de que ése haya tenido fiebre o de que haya
soplado un viento contrario.

16. Ten presente que cambiar de criterio y
obedecer a quien te corrige es igualmente acción libre.
Pues tu actividad se lleva a término de acuerdo con tu
instinto y juicio y, particularmente además, de acuerdo
con tu propia inteligencia.

17. Si depende de ti, ¿por
qué lo haces? Pero si depende de otro, ¿a
quién censuras? ¿A los átomos o a los
dioses? En ambos casos es locura. A nadie debes reprender.
Porque, si puedes, corrigele, si no puedes, corrige al menos su
acción. Y si tampoco esto te es posible, ¿de
qué te sirve irritarte? Porque nada debe hacerse al
azar.

18. Fuera del mundo no cae lo que muere. Si
permanece aquí, aquí se transforma y se disuelve en
sus elementos propios, elementos que son del mundo y tuyos. Y
estos elementos se transforman y no murmuran.

19. Cada cosa nació con una
misión, así el caballo, la vid. ¿Por
qué te asombras? También el Sol, dirá:
«he nacido para una función, al igual que los
demás dioses». Y tú, ¿para qué?
¿Para el placer? Mira si es tolerable la idea.

20. No menos ha apuntado la naturaleza al
fin de cada cosa que a su principio y transcurso, como el que
lanza la pelota. ¿Qué bien, entonces, obtiene la
diminuta pelota al elevarse o qué mal al descender o
incluso al haber caído? ¿Y qué bien obtiene
la burbuja formada o qué mal, disuelta? Y lo mismo puede
decirse respecto a la lámpara.

21. Gíralo y contempla cómo
es, y cómo llega a ser después de envejecer,
enfermar y expirar. Corta es la vida del que elogia y del que es
elogiado, del que recuerda y del que es recordado. Además,
sucede en un rincón de esta región y tampoco
aquí se ponen de acuerdo todos, y ni siquiera uno mismo se
pone de acuerdo consigo; y la tierra entera es un
punto.

22. Presta atención a lo que tienes
entre manos, sea actividad, principio o significado. Justamente
tienes este sufrimiento, pues prefieres ser bueno mañana a
serlo hoy.

23. ¿Hago algo? Lo hago teniendo en
cuenta el beneficiar a los hombres. ¿Me acontece algo? Lo
acepto ofreciéndolo a los dioses y a la fuente de todo, de
la que dimanan todos los sucesos.

24. Cual se te presenta el baño:
aceite, sudor, suciedad, agua viscosa, todo lo que provoca
repugnancia, tal se presenta toda parte de la vida y todo objeto
que se nos ofrece.

25. Lucila sepultó a Vero; a
continuación, Lucila; Secunda, a Máximo;
seguidamente, Secunda; Epitincano, a Diátimo; luego,
Epitincano; Antonino, a Faustina; luego, Antonino. Y así,
todo. Céler, a Adriano; a continuación,
Céler. ¿Y dónde están aquellos
hombres agudos y perspicaces, ya conocedores del futuro, ya
engreídos? (Así, por ejemplo, agudos, Cárax,
Demetrio el Platónico, Eudemón y sus semejantes).
Todo es efímero, muerto tiempo ha. Algunos no han
perdurado en el recuerdo siquiera un instante; otros han pasado a
la leyenda, y otros incluso han desaparecido de las leyendas. Ten
presente, pues, esto: será preciso que tu
composición se disemine, que tu hálito vital
se 51 extinga o que cambie de lugar y se establezca
en otra parte.

26. La dicha del hombre consiste en hacer
lo que es propio del hombre. Y es propio del hombre el trato
benevolente con sus semejantes, el menosprecio de los movimientos
de los sentidos, el discernir las ideas que inspiran
crédito, la contemplación de la naturaleza del
conjunto universal y de las cosas que se producen de acuerdo con
ella.

27. Tres son las relaciones: una con [la
causa] que nos rodea, otra con la causa divina, de donde todo nos
acontece a todos, y la tercera con los que viven con
nosotros.

28. El pesar, o es un mal para el cuerpo, y
en consecuencia que lo manifieste, o para el alma. Pero a ella le
es posible conservar su propia serenidad y calma, y no opinar que
el pesar sea un mal. Porque todo juicio, instinto, deseo y
aversión está dentro, y nada se remonta hasta
aquí.

29. Borra las imaginaciones
diciéndote a ti mismo de continuo: «Ahora de
mí depende que no se ubique en esta alma ninguna
perversidad, ni deseo, ni, en suma, ninguna turbación; sin
embargo, contemplando todas las cosas tal como son, me sirvo de
cada una de ellas de acuerdo con su mérito». Ten
presente esta posibilidad acorde con tu naturaleza.

30. Habla, sea en el Senado, sea ante
cualquiera, con elegancia y certeramente. Utiliza una
terminología sana.

31. La corte de Augusto, su mujer, su hija,
sus descendientes, sus ascendientes, su hermana, Agripa, sus
parientes, sus familiares, Ario, Mecenas, sus médicos, sus
encargados de los sacrificios; muerte de toda la corte. A
continuación pásate a las demás…5, no a la
muerte de un solo hombre, por ejemplo, la de los Pompeyos. Toma
en consideración aquello que suele grabarse en las tumbas:
«el último de su linaje». Cuántas
convulsiones sufrieron sus antecesores, con el fin de dejar un
sucesor, luego fue inevitable que existiera un último; de
nuevo aquí la muerte de todo un linaje.

32. Es preciso compaginar la vida de
acuerdo con cada una de las acciones y, si cada una consigue su
fin, dentro de sus posibilidades, contentarse. Y que baste a su
fin, nadie puede impedírtelo. «Pero alguna
acción externa se opondrá». Nada, al menos en
lo referente a obrar con justicia, con moderación y
reflexivamente. Pero tal vez alguna otra actividad se verá
obstaculizada. Sin embargo, gracias a la acogida favorable del
mismo obstáculo y al cambio inteligente en lo que se te
ofrece, al punto se sustituye otra acción que armoniza con
la composición de la cual hablaba.

33. Recibir sin orgullo, desprenderse sin
apego.

34. Alguna vez viste una mano amputada, un
pie o una cabeza seccionada yacente en alguna parte lejos del
resto del cuerpo. Algo parecido hace consigo, en la medida que de
él depende, el que no se conforma con lo que acaece y se
separa, o el que hace algo contrario al bien común.
Tú de alguna manera te has excluido de la unión con
la naturaleza, pues de ella formabas parte por naturaleza. Pero
ahora tú mismo te cercenaste. Marco Aurelio Meditaciones
52 Sin embargo, tan admirable es aquélla, que te es
posible unirte de nuevo a ella. A ningún otro miembro
permitió Dios separarse y desgajarse, para reunirse de
nuevo. Pero examina la bondad con la que Dios ha honrado al
hombre. Pues en sus manos dejó la posibilidad de no
separarse absolutamente del conjunto universal y, una vez
separado, la de reunirse, combinarse en un todo y recobrar la
posición de miembro.

35. Al igual que la naturaleza de los seres
racionales ha distribuido a cada uno a su manera las demás
facultades, así también nosotros hemos recibido de
ella esta facultad. Pues de la misma manera que aquélla
convierte todo lo que se le opone y resiste, lo sitúa en
el orden de su destino y lo hace parte de sí misma,
así también el ser racional puede hacer todo
obstáculo material de sí mismo y servirse de
él, fuera el que fuera el objeto al que hubiese
tendido.

36. No te confunda la imaginación de
la vida entera. No abarques en tu pensamiento qué tipo de
fatigas y cuántas es verosímil que te sobrevengan;
por el contrario, en cada una de las fatigas presentes,
pregúntate: ¿Qué es lo intolerable y lo
insoportable de esta acción? Sentirás
vergüenza de confesarlo. Luego recuerda que ni el futuro ni
el pasado te son gravosos, sino siempre el presente. Y
éste se minimiza, en el caso de que lo delimites
exclusivamente a sí mismo y refutes a tu inteligencia, si
no es capaz de hacer frente a esta nimiedad.

37. ¿Están ahora sentados
junto al túmulo de Vero, Pantea o Pérgamo?
¿Y qué?, ¿junto a la tumba de Adriano,
Cabrias o Diótimo? Ridículo. ¿Y qué?
Si estuvieran sentados, ¿es que iban a enterarse los
muertos? ¿Y qué? Si se dieran cuenta, ¿iban
a complacerse? ¿Y qué? Si se complacieran,
¿iban ellos a ser inmortales? ¿No estaba así
decretado que primero llegarían a ser viejos y viejas,
para a continuación morir? Entonces, ¿qué
debían hacer posteriormente aquéllos, muertos ya
éstos? Todo esto es hedor y sangre mezclada con polvo en
un pellejo.

38. «Si eres capaz de mirar con
perspicacia, mira y juzga, afirma… , con la máxima
habilidad.»

39. En la constitución de un ser
racional no veo virtud rebelde a la justicia, pero sí veo
la templanza contra el placer.

40. Si eliminas tu opinión acerca de
lo que crees que te aflige, tú mismo te afirmas en la
mayor seguridad. «¿Quién es tú
mismo?». La razón. «Pero yo no soy
razón». Sea. Por consiguiente, no se aflija la
razón. Y si alguna otra parte de ti se siente mal, opine
ella en lo que le atañe.

41. Un obstáculo a la
sensación es un mal para la naturaleza animal; un
obstáculo al instinto es igualmente un mal para la
naturaleza animal. Existe además igualmente otro
obstáculo y mal propio de la constitución vegetal.
Así, pues, un obstáculo a la inteligencia es un mal
para la naturaleza inteligente. Todas estas consideraciones
aplícatelas a ti mismo. ¿Te embarga un pesar, un
placer? La sensación lo verá. ¿Tuviste
alguna dificultad cuando emprendiste instintivamente algo? Si lo
emprendes sin una reserva mental, ya es un mal para ti, en tanto
que ser racional. Pero si recobras la Marco Aurelio Meditaciones
53 inteligencia, todavía no has sido dañado ni
obstaculizado. Lo que es propio de la inteligencia sólo
ella acostumbra a obstaculizarlo. Porque ni el fuego, ni el
hierro, ni el tirano, ni la infamia, ni ninguna otra cosa la
alcanzan. Cuando logra convertirse en «esfera
redondeada», permanece.

42. No merezco causarme aflicción,
porque nunca a otro voluntariamente afligí.

43. Uno se alegra de una manera, otro de
otra. En cuanto a mí, si tengo sano mi guía
interior, me alegro de no rechazar a ningún hombre ni nada
de lo que a los hombres acontece; antes bien, de mirar todas las
cosas con ojos benévolos y aceptando y usando cada cosa de
acuerdo con su mérito. 44. Procura acoger con agrado para
ti mismo el tiempo presente. Los que más persiguen la fama
póstuma no calculan que ellos van a ser iguales que estos
a los que importunan. También ellos serán mortales.
¿Y qué significa para ti, en suma, que
aquéllos repitan tu nombre con tales voces o que tengan de
ti tal opinión? 45. ¡Levántame y
arrójame donde quieras! Pues allí tendré mi
divinidad propicia, esto es, satisfecha, si se comporta y
actúa consecuentemente con su propia constitución.
¿Acaso merece la pena que mi alma esté mal por ello
y sea de peor condición, envilecida, apasionada, agitada?
¿Y qué encontrarás merecedor de eso? 46. A
ningún hombre puede acontecer algo que no sea accidente
humano, ni a un buey algo que no sea propio del buey, ni a una
viña algo que no sea propio de la viña, ni a una
piedra lo que no sea propio de la piedra. Luego si a cada uno le
acontece lo que es habitual y natural, ¿por qué vas
a molestarte? Porque nada insoportable te aportó la
naturaleza común.

47. Si te afliges por alguna causa externa,
no es ella lo que te importuna, sino el juicio que tú
haces de ella. Y borrar este juicio, de ti depende. Pero si te
aflige algo que radica en tu disposición,
¿quién te impide rectificar tu criterio? Y
dé igual modo, si te afliges por no ejecutar esta
acción que te parece sana, ¿Por qué no la
pones en práctica en vez de afligirte? «Me lo
dificulta un obstáculo superior». No te aflijas,
pues, dado que no es tuya la culpa de que no lo ejecutes.
«Mas no merezco vivir si no lo ejecuto». Vete, pues,
de la vida apaciblemente, de la manera que muere el que cumple su
cometido, indulgente con los que te ponen
obstáculos.

48. Ten presente que el guía
interior llega a ser inexpugnable, siempre que, concentrado en
sí mismo, se conforme absteniéndose de hacer lo que
no quiere, aunque se oponga sin razón. ¿Qué,
pues, ocurrirá, cuando reflexiva y atentamente formule
algún juicio? Por esta razón, la inteligencia libre
de pasiones es una ciudadela. Porque el hombre no dispone de
ningún reducto más fortificado en el que pueda
refugiarse y ser en adelante imposible de expugnar. En
consecuencia, el que no se ha dado cuenta de eso es un ignorante;
pero quien se ha dado cuenta y no se refugia en ella es un
desdichado.

49. No te digas a ti mismo otra cosa que lo
que te anuncian las primeras impresiones. Se te ha anunciado que
un tal habla mal de ti. Esto se te ha anunciado. Pero no se te ha
anunciado que has sufrido daño. Veo que mi hijito
está enfermo. Lo veo. Pero que esté en peligro, no
lo veo. Así pues, manténte siempre en las primeras
impresiones, y nada añadas a tu interior y nada te
sucederá. O mejor, añade como persona conocedora de
cada una de las cosas que acontecen en el mundo.

50. Amargo es el pepino. Tíralo. Hay
zarzas en el camino. Desvíate. ¿Basta eso? No
añadas: «¿Por qué sucede eso en el
mundo?». Porque serás ridiculizado por el hombre que
estudia la naturaleza, como también lo serías por
el carpintero y el zapatero si les condenaras por el hecho de que
en sus talleres ves virutas y recortes de los materiales que
trabajan. Y en verdad aquéllos al menos tienen
dónde arrojarlos, pero la naturaleza universal nada tiene
fuera; mas lo admirable de este arte estriba en que,
habiéndose puesto límites a sí mismo,
transforma en sí mismo todo lo que en su interior parece
destruirse, envejecer y ser inútil, y que de nuevo hace
brotar de esas mismas cosas otras nuevas, de manera que ni tiene
necesidad de sustancias exteriores, ni precisa un lugar donde
arrojar esos desperdicios podridos. Por consiguiente, se conforma
con su propio lugar, con la materia que le pertenece y con su
peculiar arte.

51. Ni seas negligente en tus acciones, ni
embrolles en tus conversaciones, ni en tus imaginaciones andes
sin rumbo, ni, en suma, constriñas tu alma o te disperses,
ni en el transcurso de la vida estés excesivamente
ocupado. Te matan, despedazan, persiguen con maldiciones.
¿Qué importa esto para que tu pensamiento
permanezca puro, prudente, sensato, justo? Como si alguien al
pasar junto a una fuente cristalina y dulce, la insultara; no por
ello deja de brotar potable. Aunque se arroje fango,
estiércol, muy pronto lo dispersará, se
liberará de ellos y de ningún modo quedará
teñida. ¿Cómo, pues, conseguirás
tener una fuente perenne [y no un simple pozo]? Progresa en todo
momento hacia la libertad con benevolencia, sencillez y
modestia.

52. El que no sabe lo que es el mundo, no
sabe dónde está. Y el que no sabe para qué
ha nacido, tampoco sabe quién es él ni qué
es el mundo. Y el que ha olvidado una sola cosa de esas, tampoco
podría decir para qué ha nacido.
¿Quién, pues, te parece que es el que evita el
elogio de los que aplauden…, los cuales ni conocen dónde
están, ni quiénes son?

53. ¿Quieres ser alabado por un
hombre que se maldice a sí mismo tres veces por hora?
¿Quieres complacer a un hombre que no se complace a
sí mismo? ¿Se complace a sí mismo el hombre
que se arrepiente de casi todo lo que hace?

54. Ya no te limites a respirar el aire que
te rodea, sino piensa también, desde este momento, en
conjunción con la inteligencia que todo lo rodea. Porque
la facultad inteligente está dispersa por doquier y ha
penetrado en el hombre capaz de atraerla no menos que el aire en
el hombre capaz de respirarlo.

55. En general, el vicio no daña en
nada al mundo. Y, en particular, es nulo el daño que
produce a otro; es únicamente pernicioso para aquel a
quien le ha sido permitido renunciar a él, tan pronto como
lo desee.

56. Para mi facultad de decisión es
tan indiferente la facultad decisoria del vecino como su
hálito vital y su carne. Porque, a pesar de que
especialmente hemos nacido los unos para los otros, con todo,
nuestro individual guía interior tiene su propia
soberanía. Pues, en otro caso, la maldad del vecino iba a
ser ciertamente mal mío, cosa que no estimó
oportuna Dios, a fin de que no dependiera de otro el hacerme
desdichado.

57. El sol parece estar difuso y, en
verdad, lo está por doquier, pero no desborda. Pues esta
difusión es extensión. Y así, sus destellos
se llaman «aktines» (rayos), procedentes del
término «ekteínesthai» (extenderse). Y
qué cosa es un rayo, podrías verlo, si contemplaras
a través de una rendija la luz del sol introducida en una
habitación oscura. Pues se extiende en línea recta
y se apoya, en cierto modo, en el cuerpo sólido con el que
tropiece, cuerpo que le separa del aire que viene a
continuación. Allí se detiene sin deslizarse ni
caer. Tal, en efecto, conviene que sea la difusión y
dilatación de la inteligencia, sin desbordarse en
ningún caso, pero sí extendiéndose; conviene
también que, frente a los obstáculos con que
tropiece, no choque violentamente, ni con ímpetu, ni
tampoco caiga, sino que se detenga y dé brillo al objeto
que la recibe. Porque se privará del resplandor el objeto
que la desdeñe.

58. El que teme la muerte, o teme la
insensibilidad u otra sensación. Pero si ya no percibes la
sensibilidad, tampoco percibirás ningún mal. Y si
adquieres una sensibilidad distinta, serás un ser
indiferente y no cesarás de vivir.

59. Los hombres han nacido los unos para
los otros. Instrúyelos o sopórtalos.

60. La flecha sigue una trayectoria, la
inteligencia otra distinta. Sin embargo, la inteligencia, siempre
que toma precauciones y se dedica a indagar, avanza en
línea recta y hacia su objetivo no menos que la
flecha.

61. Introdúcete en el guía
interior de cada uno y permite también a otro cualquiera
que penetre en tu guía interior.
 

Libro
IX

1. El que comete injusticias es
impío. Pues dado que la naturaleza del conjunto universal
ha constituido los seres racionales para ayudarse los unos a los
otros, de suerte que se favoreciesen unos a los otros,
según su mérito, sin que en ningún caso se
perjudicasen, el que transgrede esta voluntad comete,
evidentemente, una impiedad contra la más excelsa de las
divinidades. También el que miente es impío con la
misma divinidad. Pues la naturaleza del conjunto universal es
naturaleza de las cosas que son, y éstas están
vinculadas con todas las cosas existentes. Más
todavía, esta divinidad recibe el nombre de Verdad y es la
causa primera de todas las verdades. En consecuencia, el hombre
que miente voluntariamente es impío, en cuanto que al
engañar comete injusticia. También es impío
el que miente involuntariamente, en cuanto está en
discordancia con la naturaleza del conjunto universal y en cuanto
es indisciplinado al enfrentarse con la naturaleza del mundo.
Porque combate a ésta el que se comporta de modo contrario
a la verdad, a pesar suyo. Pues había obtenido de la
naturaleza recursos, que desatendió, y ahora no es capaz
de discernir lo falso de lo verdadero. Y ciertamente es
impío también el que persigue los placeres como si
de bienes se tratara, y, en cambio, evita las fatigas como si
fueran males. Porque es inevitable que el hombre tal recrimine
reiteradamente a la naturaleza común en la
convicción de que ésta hace una distribución
no acorde con los méritos, dado que muchas veces los malos
viven entre placeres y poseen aquellos medios que se los
proporcionan, mientras que los buenos caen en el pesar y en
aquello que lo origina. Más aún, el que teme los
pesares temerá algún día algo de lo que
acontecerá en el mundo, y eso es ya impiedad. Y el que
persigue los placeres no se abstendrá de cometer
injusticias; y eso sí que es claramente impiedad. Conviene
también, en relación con las cosas en que la
naturaleza común es indiferente (pues no habría
creado ambas cosas, si no hubiese sido indiferente respecto a las
dos) que respecto a éstas los que quieren seguir la
naturaleza se comporten indiferentemente viviendo de acuerdo con
ella. Por consiguiente, está claro que comete una impiedad
todo el que no permanece indiferente respecto al pesar y al
placer, a la fama y a la infamia, cosas que usa indistintamente
la naturaleza del conjunto universal. Y afirmo que la naturaleza
común usa indistintamente estas cosas en vez de acontecer
éstas por mero azar, según la sucesión de lo
que acontece; y sobrevienen debido a un primer impulso de la
Providencia, según la cual, desde un principio,
emprendió esta organización actual del mundo
mediante la combinación de ciertas razones de las cosas
futuras y señalando las potencias generatrices de las
sustancias, las transformaciones y sucesiones de esta
índole.

2 . Propio de un hombre bastante agraciado
sería salir de entre los hombres sin haber gustado la
falacia, y todo tipo de hipocresía, molicie y orgullo.
Pero expirar, una vez saciado de estos vicios, sería una
segunda tentativa para navegar. ¿Continúas
prefiriendo estar asentado en el vicio y todavía no te
incita la experiencia a huir de tal peste? Pues la
destrucción de la inteligencia es una peste mucho mayor
que una infección y alteración semejante de este
aire que está esparcido en torno nuestro. Porque esta
peste es propia de los seres vivos, en cuanto son animales; pero
aquélla es propia de los hombres, en cuanto son
hombres.

3. No desdeñes la muerte; antes
bien, acógela gustosamente, en la convicción de que
ésta también es una de las cosas que la naturaleza
quiere. Porque cual es la juventud, la vejez, el crecimiento, la
plenitud de la vida, el salir los dientes, la barba, las canas,
la fecundación, la preñez, el alumbramiento y las
demás actividades naturales que llevan las estaciones de
la vida, tal es también tu propia disolución. Por
consiguiente, es propio de un hombre dotado de razón
comportarse ante la muerte no con hostilidad, ni con vehemencia,
ni con orgullo, sino aguardarla como una más de las
actividades naturales. Y, al igual que tú aguardas el
momento en que salga del vientre de tu mujer el recién
nacido, así también aguarda la hora en que tu alma
se desprenderá de esa envoltura. Y si también
quieres una regla vulgar, que cale en tu corazón, sobre
todo te pondrá en buena disposición ante la muerte
la consideración relativa a aquellos objetos de los cuales
vas a separarte y con cuyas costumbres tu alma ya no
estará mezclada. Porque en absoluto es preciso chocar con
ellos, sino preocuparse de ellos y soportarlos con dulzura;
recuerda, sin embargo, que te verás libre de unos hombres
que no tienen los mismos principios que tú. Porque tan
sólo esto, si es que se da, podría arrastrarte y
retenerte en la vida, a saber, que se te permitiera convivir con
los que conservan los mismos principios que tú. Pero ahora
estás viendo cuánto malestar se da en la discordia
de la vida en común, hasta el punto de que puedes decir:
«¡Ojalá llegaras cuanto antes, oh muerte, no
vaya a ser que también yo me olvide de mí
mismo!»

4. El que peca, peca contra sí
mismo; el que comete una injusticia, contra sí la comete,
y a sí mismo se daña.

5. Muchas veces comete injusticia el que
nada hace, no sólo el que hace algo.

6. Es suficiente la opinión presente
que capta lo real, la acción presente útil a la
comunidad y la presente disposición capaz de complacer a
todo lo que acontece procedente de una causa exterior.

7. Borrar la imaginación, contener
el instinto, apagar el deseo, conservar en ti el guía
interior.

8. Una sola alma ha sido distribuida entre
los animales irracionales, un alma inteligente ha sido dividida
entre los seres racionales, igualmente una es la tierra de todos
los seres terrestres y con una sola luz vemos y uno es el aire
que respiramos todos cuantos estamos dotados de vista y de
vida.

9. Cuantos seres participan de algo en
común, tienden afanosamente a lo que es de su mismo
género. Todo lo terrestre se inclina hacia la tierra, todo
lo que es acuoso confluye, de igual modo lo aéreo, hasta
el punto de que se necesitan obstáculos y violencia. El
fuego tiende hacia lo alto debido al fuego elemental, y
está hasta tal extremo dispuesto a prender con todo fuego
de aquí, que toda materia, aunque esté bien poco
seca, es fácilmente inflamable por el hecho de estar menos
mezclada con lo que impide su ignición. Y
consecuentemente, todo lo que participa de la naturaleza
intelectiva tiende con afán hacia su semejante de igual
manera o incluso más. Porque, cuanto más aventajado
es un ser respecto a los demás, tanto más dispuesto
se halla a mezclarse y confundirse con su semejante. Por ejemplo,
al punto se descubren entre los seres irracionales enjambres,
rebaños, crías recién nacidas, y algo
parecido a relaciones amorosas; porque también aquí
hay almas, y la trabazón se encuentra más extendida
en los seres superiores, cosa que no ocurre, ni en las plantas,
ni en las piedras, o en los troncos. Y entre los seres racionales
se encuentran constituciones, amistades, familias, reuniones y,
en las guerras, alianzas y treguas. Y en los seres todavía
superiores, incluso en cierto modo separados, subsiste una
unidad, como entre los astros. De igual modo, la
progresión hacia lo superior puede producir
simpatía, incluso entre seres distanciados. Observa, pues,
lo que ocurre ahora: únicamente los seres dotados de
inteligencia han olvidado ahora el afán y la
inclinación mutua, y tan sólo aquí no se
contempla esa confluencia. Pero a pesar de sus intentos de huida,
son reagrupados, porque prevalece la naturaleza. Y
comprenderás lo que digo si estás a la expectativa.
Se encontraría más rápidamente un objeto
terrestre sin conexión alguna con un objeto terrestre que
un hombre separado del hombre.

10. Produce su fruto el hombre, Dios y el
mundo; cada uno lo produce en su propia estación. Pero si
habitualmente el término en sentido propio se ha usado
aplicado a la vid y plantas análogas, no tiene
importancia. La razón tiene también un fruto
común y particular, y del mismo fruto nacen otros
semejantes como la propia razón.

11. Si puedes, dale otra enseñanza;
pero si no, recuerda que se te ha concedido la benevolencia para
este fin. También los dioses son benévolos con las
personas de estas características. Y en ciertas facetas
colaboran con ellos para conseguir la salud, la riqueza, la fama.
¡Hasta tal extremo llega su bondad! También
tú tienes esta posibilidad; o dime, ¿quién
te lo impide?

12. Esfuérzate no como un
desventurado ni como quien quiere ser compadecido o admirado;
antes bien, sea tu único deseo ponerte en movimiento y
detenerte como lo estima justo la razón de la
ciudad.

13. Hoy me he librado de toda circunstancia
difícil, mejor dicho, eché fuera de mí todo
engorro, porque éste no estaba fuera de mí, sino
dentro, en mis opiniones.

14. Todo es lo mismo; habitual por la
experiencia, efímero por el tiempo y ruin por su materia.
Todo ahora acontece como en tiempo de aquellos a quienes ya
sepultamos.

15. Las cosas permanecen estáticas
fuera de las puertas, ensimismadas, sin saber ni manifestar nada
acerca de sí mismas. ¿Qué, pues, hace
afirmaciones acerca de ellas? El guía interior.

16. No radica el mal y el bien en el
sufrimiento, sino en la actividad del ser racional y social, como
tampoco su excelencia y su defecto están en el
sufrimiento, sino en la acción.

17. A la piedra arrojada hacia lo alto, ni
la perjudica el descenso ni tampoco el ascenso.

18. Penetra en su guía interior, y
verás qué jueces temes, qué clase de jueces
son respecto a sí mismos.

19. Todo está en
transformación; tú también estás en
continua alteración y, en cierto modo, destrucción,
e igualmente el mundo entero.

20. Es preciso dejar allí el fallo
ajeno.

21. La suspensión de una actividad,
el reposo y algo así como la muerte de un instinto, de una
opinión, no son ningún mal. Pasa ahora a las
edades, por ejemplo, la niñez, la adolescencia, la
juventud, la vejez; porque también todo cambio de
éstas es una muerte. ¿Acaso es terrible? Pasa ahora
a la etapa de tu vida que pasaste sometido a tu abuelo, luego
bajo la autoridad de tu madre y a continuación bajo la
autoridad de tu padre. Y al encontrarte con otras muchas
destrucciones, cambios e interrupciones, hazte esta pregunta:
¿Acaso es terrible? Así, pues, tampoco lo es el
cese de tu vida entera, el reposo y el cambio.

22. Corre al encuentro de tu guía
interior, del guía del conjunto universal y del de
éste. Del tuyo, para que hagas de él una justa
inteligencia; del que corresponde al conjunto universal, para que
rememores de quién formas parte; del de éste, para
que sepas si existe ignorancia o reflexión en él,
y, al mismo tiempo, consideres que es tu pariente.

23. Al igual que tú mismo eres un
miembro complementario del sistema social, así
también toda tu actividad sea complemento de la vida
social. Por consiguiente, toda actividad tuya que no se
relacione, de cerca o de lejos, con el fin común,
trastorna la vida y no permite que exista unidad, y es
revolucionaria, de igual modo que en el pueblo el que retira su
aportación personal a la armonía
común.

24. Enfados y juegos de niños,
«frágiles almas que transportan
cadáveres», como para que más claramente
pueda impresionarnos lo de «la evocación de los
muertos».

25. Vete en busca de la cualidad del agente
y contémplalo separado de la materia; luego, delimita
también el tiempo máximo, que es natural que
subsista el objeto individual.

26. Has soportado infinidad de males por no
haberte resignado a que tu guía interior
desempeñara la misión por la que ha sido
constituido. Pero ya basta.

27. Siempre que otro te vitupere, odie, o
profieran palabras semejantes, penetra en sus pobres almas,
adéntrate en ellas y observa qué clase de gente
son. Verás que no debes angustiarte por lo que esos
piensen de ti. Sin embargo, hay que ser benevolente con ellos,
porque son, por naturaleza, tus amigos. E incluso los dioses les
dan ayuda total, por medio de sueños, oráculos,
para que, a pesar de todo, consigan aquellas cosas que motivan en
ellos desavenencias.

28. Éstas son las rotaciones del
mundo, de arriba abajo, de siglo en siglo. Y, o bien la
inteligencia del conjunto universal impulsa a cada uno, hecho
que, si se da, debes acoger en su impulso; o bien de una sola vez
dio el impulso, y lo restante se sigue, por consecuencia… Pues,
en cierto modo, son átomos o cosas indivisibles. Y, en
suma, si hay Dios, todo va bien; si todo discurre por azar , no
te dejes llevar también tú al azar Pronto nos
cubrirá a todos nosotros la tierra, luego también
ella se transformará y aquellas cosas se
transformarán hasta el infinito y así
sucesivamente. Con que si se toma en consideración el
oleaje de las transformaciones y alteraciones y su rapidez, se
menospreciará todo lo mortal.

29. La causa del conjunto universal es un
torrente impetuoso. Todo lo arrastra. ¡Cuán vulgares
son esos hombrecillos que se dedican a los asuntos ciudadanos y,
en su opinión, a la manera de filósofos! Llenos
están de mocos. ¿Y entonces qué, buen amigo?
Haz lo que ahora reclama la naturaleza. Emprende tu cometido, si
se te permite, y no repares en si alguien lo sabrá. No
tengas esperanza en la constitución de Platón;
antes bien, confórmate, si progresas en el mínimo
detalle, y piensa que este resultado no es una insignificancia.
Porque, ¿quién cambiará sus convicciones? Y
excluyendo el cambio de convicciones, ¿qué otra
cosa existe sino esclavitud de gente que gime y que finge
obedecer? Ve ahora y cítame a Alejandro, Filipo y Demetrio
Falereo. Yo les seguiré si han comprendido cuál era
el deseo de la naturaleza común y se han educado ellos
mismos. Pero si representaron tragedias, nadie me ha condenado a
imitarles. Sencilla y respetable es la misión de la
filosofía. No me induzcas a la vanidad.

30. Contempla desde arriba innumerables
rebaños, infinidad de ritos y todo tipo de travesía
marítima en medio de tempestades y bonanza, diversidad de
seres que nacen, conviven y se van. Reflexiona también
sobre la vida por otros vivida tiempo ha, sobre la que
vivirán con posterioridad a ti y sobre la que actualmente
viven en los pueblos extranjeros; y cuántos hombres ni
siquiera conocen tu nombre y cuántos lo olvidarán
rapidísimamente y cuántos, que tal vez ahora te
elogian, muy pronto te vituperarán; y cómo ni el
recuerdo ni la fama, ni, en suma, ninguna otra cosa merece ser
mencionada.

31. Imperturbabilidad con respecto a lo que
acontece como resultado de una causa exterior y justicia en las
cosas que se producen por una causa que de ti proviene. Es decir,
instintos y acciones que desembocan en el mismo objetivo: obrar
de acuerdo con el bien común, en la convicción de
que esta tarea es acorde con tu naturaleza.

32. Puedes acabar con muchas cosas
superfluas, que se encuentran todas ellas en tu
imaginación. Y conseguirás desde este momento un
inmenso y amplio campo para ti, abarcando con el pensamiento todo
el mundo, reflexionando sobre el tiempo infinito y pensando en la
rápida transformación de cada cosa en particular,
cuán breve es el tiempo que separa el nacimiento de la
disolución, cuán inmenso el período anterior
al nacimiento y cuán ilimitado igualmente el
período que seguirá a la
disolución.

33. Todo cuanto ves, muy pronto será
destruido y los que han visto la destrucción dentro de muy
poco serán también destruidos; y el que
murió en la vejez extrema acabará igual que el que
murió prematuramente.

34. Cuáles son sus guías
rectores y en qué se afanan y por qué razones aman
y estiman. Acostúmbrate a mirar sus pequeñas almas
desnudas. Cuando piensan perjudicarte con vituperios o
favorecerte celebrándote, ¡cuánta
pretensión! 35. La pérdida no es otra cosa que una
transformación. Y en eso se regocija la naturaleza del
conjunto universal; según ella, todo sucede desde la
eternidad, sucedía de la misma forma y otro tanto
sucederá hasta el infinito. ¿Por qué, pues,
dices que todas las cosas se produjeron mal, que así
seguirán siempre y que, entre tan gran número de
dioses, ningún poder se ha encontrado nunca para corregir
esos defectos, sino que el mundo está condenado a estar
inmerso en males incesantes?

36. La podredumbre de la materia que
subyace en cada cosa es agua, polvo, huesecillos, suciedad. O de
nuevo: los mármoles son callosidades de la tierra;
sedimentos, el oro, la plata; el vestido, diminutos pelos; la
púrpura, sangre, y otro tanto todo lo demás.
También el hálito vital es algo semejante, y se
transforma de esto en aquello.

37. Basta de vida miserable, de
murmuraciones, de astucias. ¿Por qué te turbas?,
¿qué novedad hay en eso?, ¿qué te
pone fuera de ti? ¿La causa? Examínala. ¿La
materia? Examínala. Fuera de eso nada existe. Más,
a partir de ahora, sea tu relación con los dioses de una
vez más sencilla y mejor. Lo mismo da haber indagado eso
durante cien años que durante tres.

38. Si pecó, allí está
su mal. Pero tal vez no pecó.

39. O bien todo acontece como para un solo
cuerpo procedente de una sola fuente intelectiva, y no es preciso
que la parte se queje de lo que sucede en favor del conjunto
universal; o bien sólo hay átomos y ninguna otra
cosa sino confusión y dispersión. ¿Por
qué, pues, te turbas? Dile a tu guía interior:
«Has muerto, has sido destruido, te has convertido en
bestia, interpretas un papel, formas parte de un rebaño,
pastas.»

40. O nada pueden los dioses o tienen
poder. Si efectivamente no tienen poder, ¿por qué
suplicas? Y si lo tienen, ¿por qué no les pides
precisamente que te concedan el no temer nada de eso, ni desear
nada de eso, ni afligirte por ninguna de esas cosas, antes que
pedirles que no sobrevenga o sobrevenga alguna de esas cosas?
Porque, sin duda, si pueden colaborar con los hombres,
también en eso pueden colaborar. Pero posiblemente
dirás: «En mis manos los dioses depositaron esas
cosas.» Entonces, ¿no es mejor usar lo que
está en tus manos con libertad que disputar con esclavitud
y torpeza con lo que no depende de ti? ¿Y quién te
ha dicho que los dioses no cooperan tampoco en las cosas que
dependen de nosotros? Empieza, pues, a suplicarles acerca de
estas cosas, y verás. Éste les pide:
«¿Cómo conseguiré acostarme con
aquélla?» Tú: «¿Cómo
dejar de desear acostarme con aquélla?» Otro:
«¿Cómo me puedo librar de ese
individuo?» Tú: «¿Cómo no desear
librarme de él?» Otro: «¿Cómo no
perder mi hijito?» Tú: «¿Cómo no
sentir miedo de perderlo?» En suma, cambia tus
súplicas en este sentido y observa los
resultados.

41. Epicuro dice: «En el curso de mi
enfermedad no tenía conversaciones acerca de mis
sufrimientos corporales, ni con mis visitantes, añade,
tenía charlas de este tipo, sino que seguía
ocupándome de los principios relativos a asuntos
naturales, y, además de eso, de ver cómo la
inteligencia, si bien participa de las conmociones que afectan a
la carne, sigue imperturbable atendiendo a su propio bien;
tampoco daba a los médicos, afirma, oportunidad de
pavonearse de su aportación, sino que mi vida
discurría feliz y noblemente.» En consecuencia,
procede igual que aquél, en la enfermedad, si enfermas, y
en cualquier otra circunstancia. Porque el no apartarse de la
filosofía en cualquier circunstancia que sobrevenga, y el
no chismorrear con el profano el estudioso de la naturaleza, es
precepto común a toda escuela dedicarse únicamente
a lo que ahora se está haciendo y al instrumento gracias
al cual actúa.

42. Siempre que tropieces con la
desvergüenza de alguien, de inmediato pregúntate:
«¿Puede realmente dejar de haber desvergonzados en
el mundo?» No es posible. No pidas, pues, imposibles,
porque ése es uno de aquellos desvergonzados que
necesariamente debe existir en el mundo. Ten a mano
también esta consideración respecto a un malvado, a
una persona desleal y respecto a todo tipo de delincuente. Pues,
en el preciso momento que recuerdes que la estirpe de gente
así es imposible que no exista, serás más
benévolo con cada uno en particular. Muy útil es
también pensar en seguida qué virtud
concedió la naturaleza al hombre para remediar esos
fallos. Porque le concedió, como antídoto, contra
el hombre ignorante, la mansedumbre, y contra otro defecto, otro
remedio posible. Y, en suma, tienes posibilidad de encauzar con
tus enseñanzas al descarriado, porque todo pecador se
desvía y falla su objetivo y anda sin rumbo. ¿Y en
qué has sido perjudicado? Porque a ninguno de esos con los
que te exasperas, encontrarás, a ninguno que te haya hecho
un daño tal que, por su culpa, tu inteligencia se haya
deteriorado. Y tu mal y tu perjuicio tienen aquí toda su
base. ¿Y qué tiene de malo o extraño que la
persona sin educación haga cosas propias de un ineducado?
Procura que no debas inculparte más a ti mismo por no
haber previsto que ése cometería ese fallo, porque
tú disponías de recursos suministrados por la
razón para cerciorarte de que es natural que ése
cometiera ese fallo; y a pesar de tu olvido, te sorprendes de su
error. Y sobre todo, siempre que censures a alguien como desleal
o ingrato, recógete en ti mismo. Porque obviamente tuyo es
el fallo si has confiado que tenía tal disposición,
que iba a guardarte fidelidad, o si, al otorgarle un favor, no se
lo concediste de buena gana, ni de manera que pudiese obtener al
punto de tu acción misma todo el fruto. Pues,
¿qué más quieres al beneficiar a un hombre?
¿No te basta con haber obrado conforme a tu naturaleza,
sino que buscas una recompensa? Como si el ojo reclamase alguna
recompensa porque ve, o los pies porque caminan. Porque, al igual
que estos miembros han sido hechos para una función
concreta, y al ejecutar ésta de acuerdo con su particular
constitución, cumplen su misión peculiar,
así también el hombre, bienhechor por naturaleza,
siempre que haga una acción benéfica o simplemente
coopere en cosas indiferentes, también obtiene su propio
fin.  

Libro
X

1. ¿Serás algún
día, alma mía, buena, sencilla, única,
desnuda, más patente que el cuerpo que te circunda?
¿Probarás algún día la
disposición que te incita a amar y querer?
¿Serás algún día colmada, te
hallarás sin necesidades, sin echar nada de menos, sin
ambicionar nada, ni animado ni inanimado, para disfrute de tus
placeres, sin desear siquiera un plazo de tiempo en el transcurso
del cual prolongues tu diversión, ni tampoco un lugar, una
región, un aire más apacible, ni una buena
armonía entre los hombres? ¿Te conformarás
con tu presente disposición, estarás satisfecha con
todas tus circunstancias presentes, te convencerás a ti
misma de que todo te va bien y te sobreviene enviado por los
dioses, y asimismo, de que te será favorable todo cuanto a
ellos les es grato y cuanto tienen intención de conceder
para salvaguardar al ser perfecto, bueno, justo y bello, que todo
lo genera, que contiene, circunda y abarca todo lo que, una vez
disuelto, generará otras cosas semejantes?
¿Serás tú algún día tal, que
puedas convivir como ciudadano, con los dioses y con los hombres,
hasta el extremo de no hacerles ninguna censura ni ser condenado
por ellos?

2. Observa atentamente qué reclama
tu naturaleza, en la convicción de que sólo ella te
gobierna; a continuación, ponlo en práctica y
acéptalo, si es que no va en detrimento de tu naturaleza,
en tanto que ser vivo. Seguidamente, debes observar qué
reclama tu naturaleza, en tanto que ser vivo, y de todo eso debes
apropiarte, a no ser que vaya en detrimento de tu naturaleza, en
tanto que ser racional. Y lo racional es como consecuencia
inmediata sociable. Sírvete, pues, de esas reglas y no te
preocupes de más.

3. Todo lo que acontece, o bien acontece de
tal modo que estás capacitado por naturaleza para
soportarlo, o bien te halla sin dotes naturales para soportarlo.
Si, pues, te acontece algo que por naturaleza puedes soportar, no
te molestes; al contrario, ya que tienes dotes naturales,
sopórtalo. Pero si te acontece algo que no puedes por
naturaleza soportar, tampoco te molestes, pues antes te
consumirá. Sin embargo, ten presente que tienes dotes
naturales para soportar todo aquello acerca de lo cual depende de
tu opinión hacerlo soportable y tolerable, en la idea de
que es interesante para ti y te conviene obrar
así.

4. Si tiene un desliz, instrúyele
benévolamente e indícale su negligencia. Mas si
eres incapaz, recrimínate a ti mismo, o ni siquiera a ti
mismo.

S. Cualquier cosa que te acontezca, desde
la eternidad estaba preestablecida para ti, y la
concatenación de causas ha entrelazado desde siempre tu
subsistencia con este acontecimiento.

6. Existan átomos o naturaleza,
admítase de entrada que soy parte del conjunto universal
que gobierna la naturaleza; luego, que tengo cierto parentesco
con las partes que son de mi mismo género. Porque,
teniendo esto presente, en tanto que soy parte, no me
contrariaré con nada de lo que me es asignado por el
conjunto universal. Porque éste nada tiene que no convenga
a sí mismo, dado que todas las naturalezas tienen esto en
común y, sin embargo, la naturaleza del mundo se ha
arrogado el privilegio de no ser obligada por ninguna causa
externa a generar nada que a sí misma perjudique.
Precisamente, teniendo esto presente, a saber, que soy parte de
un conjunto universal de tales características,
acogeré gustoso todo suceso. Y en la medida en que tengo
cierto parentesco con las partes de mi misma condición,
nada contrario a la comunidad ejecutaré, sino que
más bien mi objetivo tenderá hacia mis semejantes,
y hacia lo que es provechoso a la comunidad encaminaré
todos mis esfuerzos, absteniéndome de lo contrario. Y si
así se cumplen estas premisas, forzosamente mi vida
tendrá un curso feliz, del mismo modo que también
tú concebirías próspera la vida de un
ciudadano que transcurriese entre actividades útiles a los
ciudadanos y que aceptase gustosamente el cometido que la ciudad
le asignase.

7. Es absolutamente necesario que se
destruyan las partes del conjunto universal, cuantas, por
naturaleza, incluye el mundo. Pero entiéndase esto en el
sentido de «alterarse». Y si por naturaleza fuera un
mal esta necesidad para aquellas partes, no discurriría
bien el conjunto universal, dado que sus partes tenderían
a alterarse y estarían dispuestas de diversas maneras a
ser destruidas. Porque, ¿acaso la naturaleza por sí
misma, trató de dañar a sus propias partes,
dejándolas expuestas a caer en el mal e inclinadas
necesariamente a hacer el mal, o bien le han surgido así
sin darse cuenta? Ni una ni otra cosa merecen crédito.
Pero si alguien que partiera precisamente de la naturaleza,
explicara estas cosas a tenor de su constitución natural,
sería ridículo que manifestara que las partes del
conjunto universal han nacido a la vez para transformarse y, al
mismo tiempo, se sorprendiera como de un accidente contrario a la
naturaleza, o bien se irritara de ello, sobre todo, cuando la
disolución se produce con vistas a la liberación de
los elementos constitutivos de cada ser. Pues o bien se trata de
una dispersión de elementos, a partir de los cuales fue
compuesto, o bien es una vuelta de lo que es sólido en
tierra, de lo que es hálito vital en aire, de modo que
estos elementos puedan ser reasumidos en la razón del
conjunto universal, tanto si periódicamente se da la
conflagración en él, como si se renueva con cambios
sempiternos. Y no te imagines los elementos sólidos y
volátiles como existentes desde una primera
generación, porque todos estos alcanzaron el flujo ayer o
anteayer gracias a los alimentos y a la respiración del
aire. En consecuencia, se transforma aquello que se
adquirió, no lo que la madre dio a luz. Suponte
también que aquello te vincula en exceso a tu
individualidad; en absoluto, pienso, se contradice con lo que
acabo de decir.

8. Después de asignarte estos
nombres: bueno, reservado, veraz, prudente, condescendiente,
magnánimo, procura no cambiar nunca de nombre, y, si
perdieras dichos nombres, emprende su búsqueda a toda
prisa. Y ten presente que el término
«prudente» pretendía significar en ti la
atención para captar cabalmente cada cosa y la ausencia de
negligencia; el término «condescendiente», la
voluntaria aceptación de lo que asigna la naturaleza
común; «magnánimo», la
supremacía de la parte pensante sobre las convulsiones
suaves o violentas de la carne, sobre la vanagloria, la muerte y
todas las cosas de esta índole. Por tanto, caso de que te
mantengas en la posesión de estos nombres, sin anhelar ser
llamado con ellos por otros, serás diferente y
entrarás en una vida nueva. Porque el continuar siendo
todavía tal cual has sido hasta ahora, y en una vida como
ésta, ser desgarrado y mancillado, es demasiado propio de
un ser insensato, apegado a la vida y semejante a los gladiadores
semidevorados que, cubiertos de heridas y de sangre mezclada con
polvo, a pesar de eso, reclaman ser conservados para el
día siguiente, a fin de ser arrojados en el mismo estado a
las mismas garras y mordeduras. Embárcate, pues, en la
obtención de estos pocos nombres. Y si consigues
permanecer en ellos, quédate allí, como
transportado a unas islas de los bienaventurados. Pero si te das
cuenta de que fracasas y no impones tu autoridad, vete con
confianza a algún rincón, donde consigas dominar, o
bien, abandona definitivamente la vida, no con despecho, sino con
sencillez, libre y modestamente, habiendo hecho, al menos, esta
única cosa en la vida: salir de ella así. Sin
embargo, para recordar estos nombres, gran colaboración te
proporcionará el recuerdo de los dioses, y también
que a ellos no les gusta ser adulados, sino que todos los seres
racionales se les asemejen; que la higuera haga lo propio de la
higuera, el perro lo propio del perro, la abeja lo propio de la
abeja y el hombre lo propio del hombre.

9. La farsa, la guerra, el temor, la
estupidez, la esclavitud, irán borrando, día a
día, aquellos principios sagrados que tú, hombre
estudioso de la naturaleza, te imaginas y acatas. Preciso es que
todo lo mires y hagas de tal modo, que simultáneamente
cumplas lo que es dificultoso y a la vez pongas en
práctica lo teórico; y conserves el orgullo,
procedente del conocimiento de cada cosa, disimulado, pero no
secreto. ¿Porque, ¿cuándo gozarás de
la simplicidad?, ¿cuándo de la gravedad?,
¿cuándo del conocimiento de cada cosa?, ¿y
qué es en esencia, qué puesto ocupa en el mundo y
cuánto tiempo está dispuesto por la naturaleza que
subsista, y qué elementos la componen?, ¿a
quiénes puede pertenecer?, ¿quiénes pueden
otorgarla y quitarla?

10. Una pequeña araña se
enorgullece de haber cazado una mosca; otro, un lebrato; otro,
una sardina en la red; otro, cochinillos; otro, osos; y el otro,
Sármatas. ¿No son todos ellos unos bandidos, si
examinas atentamente sus principios?

11. Adquiere un método para
contemplar cómo todas las cosas se transforman, unas en
otras, y sin cesar aplícate y ejercítate en este
punto particular, porque nada es tan apto para infundir
magnanimidad. Se ha despojado de su cuerpo y después de
concluir que cuanto antes deberá abandonar todas estas
cosas y alejarse de los hombres, se entrega enteramente a la
justicia en las actividades que dependen de él, y a la
naturaleza del conjunto universal en los demás sucesos.
Qué se dirá de él, o qué se
imaginará, o qué se hará contra él,
no se le ocurre pensarlo, conformándose con estas dos
cosas: hacer con rectitud lo que actualmente le ocupa y amar la
parte que ahora se le asigna, renunciando a toda actividad y
afán. Y no quiere otra cosa que no sea cumplir con
rectitud según la ley y seguir a Dios que marcha por el
recto camino.

12. ¿Qué necesidad de
recelos, cuando te es posible examinar qué debes hacer, y,
caso de que lo veas en su conjunto, camina por esta senda
benévolamente y sin volver la mirada atrás? Mas, en
caso contrario, detente y recurre a los mejores consejeros; y en
el caso de que otras diversas trabas obstaculicen la
misión a la que te encaminas, sigue adelante según
los recursos a tu alcance, teniendo muy presente en tus
cálculos lo que te parece justo. Porque lo mejor es
alcanzar este objetivo, dado que apartarse de é1 es
ciertamente fracaso. Tranquilo a la vez que resuelto, alegre a la
par que consistente, es el hombre que en todo sigue la
razón.

13. Tan pronto como despiertes de tu
sueño, pregúntate: «¿Te
importará que otro te reproche acciones justas y
buenas?». No te importará. ¿Tienes olvidado
cómo esos que alardean con alabanzas y censuras a otros se
comportan en la cama y en la mesa, qué cosas hacen,
qué evitan, qué persiguen, qué roban,
qué arrebatan, no con sus manos y pies, sino con la parte
más valiosa de su ser, de la que nacen, siempre que se
quiera, confianza, pudor, verdad, ley y una buena
divinidad?

14. A la naturaleza que todo lo da y lo
recobra, dice el hombre educado y respetuoso: «Dame lo que
quieras, recobra lo que quieras». Y esto lo dice, no
envalentonado, sino únicamente por sumisión y
benevolencia con ella.

15. Poco es lo que te queda. Vive como en
un monte, pues nada importa el allí o aquí, caso de
que por todas partes viva uno en el mundo como en su ciudad.
Vean, estudien los hombres a un hombre que vive de verdad en
consonancia con la naturaleza. Si no te soportan, que te maten.
Porque mejor es morir que vivir así.

16. No sigas discutiendo ya acerca de
qué tipo de cualidades debe reunir el hombre bueno, sino
trata de serlo.

17. Imagínate sin cesar la eternidad
en su conjunto y la sustancia, y que todas las cosas en
particular son, respecto a la sustancia, como un grano de higo,
y, respecto al tiempo, como un giro de trépano.

18. Detente en cada una de las cosas que
existen, y concíbela ya en estado de disolución y
transformación, y cómo evoluciona a la
putrefacción o dispersión, o bien piensa que cada
cosa ha nacido para morir.

Partes: 1, 2, 3, 4
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