Monografias.com > Política
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Las relaciones internacionales de la Republica Dominicana




Enviado por Raul Ramirez



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Evolución histórica de las
    relaciones internacionales e historia
  3. Cronología del conflicto de Medio
    Oriente
  4. Cronología de las relaciones
    internacionales de la República
    Dominicana
  5. Conclusión
  6. Bibliografía

Introducción

El proceso de elaboración del estudio ha sido
establecido en base a describir las relaciones internacionales
con relación al conflicto en el medio oriente,
antecedentes e historia, describiendo el rol jugado por la
República Dominicana.

Frente a esta realidad se hace imprescindible la
elaboración del estudio a los fines de que los lectores
puedan conocer el tema en cuanto a su contenido general y los
principios que se plantean como parte fundamental del tema objeto
de análisis.

Se impone describir que el estudio se busca presentar un
análisis minucioso de dicho proceso nos daría
muchos argumentos para poder explicar con objetividad las causas
y la realidad de este conflicto. En este contexto, vamos a
analizar la historia de un conflicto que aun no acaba de
terminar, con el fin de mostrar el lado oscuro y el lado claro de
los acuerdos, resoluciones, papel de la ONU, de la comunidad
internacional, entre otros, con relación al
caso.

La investigación que desarrollaremos
estará dividida en 4 capítulos que definan en su
contexto general todo lo que son las relaciones internacionales y
el papel de la República Dominicana frente a la
crisis.

En segundo lugar se presenta un enfoque
cronológico de la crisis en el medio oriente, sus factores
sociales, religiosos, políticos y económicos,
así como las repercusiones en el resto del
mundo.

Otros de los temas establecidos han sido abordado en
base a describir el sistema de las relaciones internacionales, el
papel del Estado Dominicano y su posición, lo que se
constituye como un elemento de gran importancia del tema que se
busca describir.

En capítulo cuatro haremos referencia de la
realidad y las fuentes o sea el conjunto de aspectos que norman
el proceso de estudio, evaluado en cuanto a lo que son las
prerrogativas y normas, concebida como fuente general del tema
objeto de análisis, así como d escribir el
conflicto Israelí y las Normas del Derecho Internacional o
sea los principios de sustento del mismo, el papel de la
Organización de las Naciones Unidas frente al conflicto de
Israel y lo que es el rol de la corte Internacional de
Justicia.

CAPITULO I

Evolución
histórica de las relaciones internacionales e
historia

1.1.- Antecedentes Históricos

Como se afirmó en la Introducción, las
Relaciones Internacionales, en sus orígenes beben del
Derecho Internacional y de la Historia Diplomática. Este
hecho parece que ha llevado a esta disciplina a buscar cierto
distanciamiento del discurso historiográfico como medio de
reforzamiento de su propia identidad.

A este factor habría que sumar la
evolución de la escena internacional y del panorama de las
ciencias sociales en Estados Unidos, país clave a la hora
de entender el desarrollo de las Relaciones Internacionales. Si
durante el período de entreguerras, la estrategia militar
y los factores hard del poder eran excluidos de las
investigaciones de los estudiosos internacionales para no violar
el espíritu pacifista y de consenso emanado del Pacto
Briand-Kellogg (lo que daba la preeminencia absoluta a un enfoque
jurídico de las relaciones internacionales, abordando con
insistencia los problemas de organización internacional y
de los instrumentos, tratados, entidades de arbitraje, etc. para
ello) , la Segunda Guerra Mundial, el despertar como
superpotencia de los USA y el enfrentamiento con la URSS, hizo
que las ciencias políticas constituyesen el siguiente giro
metodológico en las Relaciones Internacionales.

El establecimiento de las Relaciones Internacionales
como ciencia social se ha de fijar en fechas relativamente
recientes: los años treinta del siglo XX con la labor de
Q. Wright en la Universidad de Chicago, en estrecha consonancia
con el desarrollo de la politología en los Estados y sus
esfuerzos, de la mano de Francis Lieber y Theodor Woolsey, de
construir una teoría del Estado que explicara su
comportamiento en la interacción con otras entidades
soberanas. Incluso hasta los años sesenta estaba vivo el
debate entre quienes defendían una aproximación
científica a las relaciones internacionales frente a
quienes optaban por un análisis desde una óptica
humanística (basada en el derecho, la filosofía o
la historia).

A partir de entonces, el reloj de la relación con
la historiografía entre los internacionalistas parece que
se paró. Que las Relaciones Internacionales, como hija
emancipada, guardaron un recuerdo borroso e inamovible de su
padre. El problema es que la Historia, al igual que las
Relaciones Internacionales, creció y cambió, de
acuerdo a los criterios que brevemente se reseñaron en el
apartado introductorio, y precisamente a partir de los
años cincuenta se experimentó una
aceleración de todo este proceso. Pero de ello no se
dieron cuenta en la comunidad de estudiosos de lo
internacional.

A día de hoy, la Historia es vista pero no
escuchada por las Relaciones Internacionales. Su énfasis,
derivado de la ascendencia estadounidense sobre ella, en afirmar
que quienes la practican son científicos sociales, hace
que se ignore la centralidad de la historia en la
explicación de los acontecimientos, hechos y estructuras
de carácter social, económico y político y
que paradójicamente, tal y como defienden Barry Buzan y
Richard Little , esto provoque que las Relaciones Internacionales
sean ignoradas por el resto de las ciencias sociales, que han
abierto desde hace tiempo, canales de comunicación
más o menos amplios con la
historiografía.

Existen tres mitos entre los internacionalistas sobre la
disciplina historiográfica. El primero de ellos es que el
historiador es un anticuario del pasado: un recolector y
conservador de rarezas del pasado cuya única labor es la
de describirlas y catalogarlas.

El segundo, es el carácter inmutable de la labor
de los historiadores. Parece que los debates, giros
metodológicos y renovaciones de carácter
epistemológico que experimentan las Relaciones
Internacionales, sean un patrimonio exclusivo. La comunidad de
historiadores también ha vivido cambios intensos en los
objetos, métodos y planteamientos de estudio a lo largo de
su dilatada trayectoria.

Finalmente, estaríamos ante una historia sorda y
muda, que no es capaz de relacionarse con el resto de disciplinas
de las ciencias humanas y que no acepta de buen grado
incorporaciones provenientes de otros campos de estudio (cuando
precisamente la "revolución historiográfica
francesa" de los Annales supuso todo lo contrario. Y en la
actualidad, este proceso transdisciplinar se está abriendo
a las ciencias naturales y exactas, como la biología o las
matemáticas).

La importancia de las variables de tiempo y espacio en
el análisis de la escena internacional es infravalorada
por las Relaciones Internacionales, que parece han caído
presas del "misticismo sincrónico" de la economía y
la sociología, donde pasado, presente y futuro se funden
en un todo. Los estudios de las Relaciones Internacionales siguen
recurriendo a Tucídides, Hobbes o Guicciardini (y a los
tiempos en que vivieron) como fuente de pensamiento para su
teoría sin recurrir a una visión analítica e
integral del contexto historiográfico y de la influencia
que éste pudiera tener.

Los peligros de equiparar el enfrentamiento entre Atenas
y Esparta con el de la USA y URSS se verán más
adelante pero desgraciadamente para el entendimiento y el
crecimiento de ambos campos del conocimiento, sigue siendo una
práctica muy extendida.

1.2.- Evolución Histórica de las
Relaciones Internacionales

Los teóricos de las Relaciones Internacionales
han empleado una visión "instrumental" de la
historiografía, donde ésta es presentada no como un
sujeto epistemológico que puede reprensar el presente y
proyectar el futuro a través de la reconstrucción
del pasado (sus estructuras, tendencias y hechos), sino como un
recurso más para construir (fuente de datos
empíricos) y asegurar la validez de las teorías
diseñadas a fin de entender la actualidad.

"La Historia es un laboratorio en el que nuestras
generalidades sobre la política internacional pueden ser
testeadas". Con esto no sólo se comete una injusticia con
respecto al pasado de las relaciones internacionales.
También conlleva una problemática visión,
explicación y comprensión de los hechos y
dinámicas generadas en el presente

Las Relaciones Internacionales, difieren de la Historia
en diversos aspectos. En primer lugar, habría que
mencionar una cuestión de nacionalidades. Hablar de
estudios sobre las relaciones internacionales es hablar de
Estados Unidos. Las Relaciones Internacionales son una ciencia
social "americana", tal y como la bautizó Stanley Hoffmann
en su sugerente artículo de 1977.

Por el contrario, la moderna historiografía debe
su nacimiento a Francia. La Escuela de Annales no es sólo
un referente teórico sino también en cuanto a
cuestiones de organización y poder académico. No
cabe entonces dos orígenes más dispares: espacio
atlántico frente al continental, tradición
empirista frente a la racionalista. Sobre todo, Estados Unidos y
Francia representan dos maneras distintas de abordar el hecho de
lo social y de cómo transmitirlo.

En Estados Unidos, la historia de la disciplina de las
relaciones internacionales en buena parte se inscribe en la del
desarrollo de los think tanks y de centros de
investigación universitarios ad hoc, manteniendo un
estrecho contacto con las realidades inmediatas del entorno
político, social y económico.

El conocimiento y la investigación no son vistos
como un esfuerzo a realizar únicamente por el Estado sino
en el que también la sociedad civil ha de contribuir y en
ocasiones superando las aportaciones estatales. Este
fenómeno de privatización llevó a que
instituciones de los aparatos de poder del gobierno (por ejemplo,
las fuerzas armadas estadounidenses, y en concreto su Fuerza
Aérea) entablaran diálogo con entidades no
gubernamentales (sirva de ejemplo la RAND Corporation) para
proveerse del asesoramiento necesario con que gestionar los
asuntos estratégicos que la Guerra Fría
colocó en primer plano de la seguridad nacional. Los
expertos podían provenir de diversas disciplinas:
física, economía, ciencias políticas y en
especial, de las Relaciones Internacionales.

Mientras que en Francia, el poder público fue el
principal artífice del desarrollo del "método
Annales" a lo largo y ancho de Europa y con sus ramificaciones en
el resto del mundo (aunque precisamente encontró
resistencias en los USA y de forma más matizada en su
extensión europea, el Reino Unido).

La VI Sección de la Escuela Práctica de
Altos Estudios, confiada a Fernand Braudel, ejerció una
labor admirable en términos de diplomacia cultural y
difusión del pensamiento historiográfico
francés por medio de programas de conferencias,
organización de eventos académicos y
dotación de becas que permitió que jóvenes
investigadores de ambos lados del Telón de Acero velasen
sus primeras armas académicas en torno al fuego de
campamento que encendieran Marc Bloch y Lucien Febvre.

Las Relaciones Internacionales están más
habituadas al debate público y político: su
presencia en medios de comunicación y círculos
políticos son constantes. Asimismo, la diversidad de
centros de análisis, en conflicto entre ellos, conlleva a
que en el plano teórico la vitalidad de los duelos
dialécticos sea mucho más intensa que en el caso
historiográfico.

Para ésta, su presencia institucional es mucho
más destacada, tanto en el medio universitario como en el
de la educación primaria y secundaria (la carrera de
Historia se halla en los planes de estudios de las universidades
de todo el mundo mientras que las Relaciones Internacionales en
las estadounidenses y en las de algunos países europeos,
latinoamericanos y asiáticos). Su labor se circunscribe
especialmente a la academia, sin salir de los límites que
ésta le impone, lo que refuerza su imagen de inmovilismo y
del historiador como intelectual que vive en su torre de
marfil.

Diferencias en cuanto a los espacios de
proyección y presencia (RI: sociedad civil, Historia:
ámbito público) pero también en cuanto a los
públicos destinatarios de sus discursos. Aquí se da
una situación inversa a la anteriormente descrita. El
internacionalista se ha visto reforzada en su condición de
consejero áulico a lo largo del desarrollo de la
disciplina. Su autoproclamación como científico
social, su vocación pragmática heredada de la
tradición de pensamiento estadounidense y el patronazgo en
base a proyectos de investigación y estudios en vez de la
institucionalización plena de naturaleza académica,
han implicado su presentación como un problem-solving, que
busca soluciones y receta fórmulas de actuación a
los líderes políticos.

Mientras, los profesionales de la historiografía
se encierran en el carácter puramente humanista de la
disciplina. La historia no es considerada una herramienta de
análisis y prescripción de los problemas sociales
del presente. En todo caso, a través de su estudio del
pasado, se ofrecen las raíces de los actuales para su
mejor comprensión. Pero en todo caso, la resolución
de las anomias corresponde a otros. El historiador debe ayudar a
reconstruir la memoria de las generaciones vivas y pasadas,
procurando un equilibrio entre el rigor metodológico que
se exige a toda actividad científica y las necesidades
humanas (justicia, vindicación, curiosidad, verdad, etc.)
que la sociedad civil les exige satisfacer.

Diríamos entonces que las Relaciones
Internacionales, son una escuela para hombres (y mujeres) de
Estado, mientras que la Historia lo es de ciudadanos. La
comunidad de investigadores del hecho internacional están
sumidos en la vorágine del presente, proyectándose
a futuros de corto y medio plazo en los que las respuestas a
hechos concretos son más importantes que las
preguntas.

Por el contrario, el historiador puede entretener su
vista en el juego de años, décadas y siglos de
desarrollo humano. No tiene responsabilidades inmediatas de
gobierno ni de administración empresarial. Sus problemas
no son tácticos sino estratégicos: no se le va a
pedir que analice el nivel de riesgo de inversiones empresariales
en un país tercermundista o las opciones
estratégicas para forzar una u otra salida en el control
de armamentos, sino que va a reflexionar sobre el impacto de la
Revolución Francesa dos siglos después de los
acontecimientos acaecidos o conducir e ilustrar el debate de
responsabilidades sobre la I Guerra Mundial o la Guerra Civil
española.

Pero donde se pueden apreciar mayor número de
diferencias entre las Relaciones Internacionales y la Historia es
en el plano epistemológico. Para empezar, y siguiendo los
parámetros de la clásica distinción de
Dilthey entre humanidades y ciencias, los historiadores (como el
resto de los investigadores de las ciencias humanas) ejercen una
labor de comprensión desde dentro de las motivaciones,
intenciones, creencias y significados de los eventos y acciones
ocurridas, mientras que los internacionalistas intentan explicar
desde fuera los fenómenos considerados como objetos (a
diseccionar y manipular si fuera necesario).

Los primeros hablarían el lenguaje de la
experiencia mientras que los segundos el de la causación.
Esto no implica, desde mi punto de vista, que la
historiografía no pueda hacer lo segundo y las Relaciones
Internacionales lo primero (siendo la realización de ambas
actividades beneficiosas para las dos disciplinas) pero sí
que durante mucho tiempo ha sido la actitud predominantemente en
ambos campos de trabajo.

A esto le seguiría una pléyade de
dicotomías que vendrían a incidir en la
clásica diferenciación ciencias/humanidades o
ciencias sociales/ciencias humanas que viene a separar los
destinos de estas disciplinas. Por un lado, el carácter
particular de la historiografía frente al generalista de
las Relaciones Internacionales. La primera se ocuparía de
hechos singulares e irrepetibles mientras que la segunda
buscaría elevarse del rumor de los acontecimientos
buscando pautas universales, tanto en tiempo como en
espacio.

Los historiadores ejercerían una disciplina de
naturaleza ideográfica (atenta a las particularidades y a
las descripciones) frente al carácter nomotético
(generalizador, formulando leyes universales y estableciendo
mecanismos de causación que analicen la genética de
los fenómenos internacionales) de la ciencia de los
expertos en Relaciones internacionales .

Una obra de historia estaría articulada en torno
a la narración mientras que una de relaciones
internacionales tendría su clave de bóveda en el
andamiaje teórico construido. A esto se sumaría lo
visto anteriormente de un internacionalista inmerso en la
acción política (y sobre todo, en sus detalles de
gestión y planificación ejecutiva) en contraste a
un historiador retirado a su torre de marfil.

Ante estas críticas a la disciplina de los
historiadores, esto no debe hacernos olvidar, según Hedley
Bull, que los estándares del historiador profesional
están mejor definidos; sus cánones de
análisis y juicio están menos sometidos a disputa;
su territorio se encuentra mejor delimitado y su visibilidad
social es mucho más precisa gracias a su presencia en las
editoriales o las instituciones educativas.

Existen numerosos puntos de desencuentro. Pero lo cierto
es que tanto por su historia de interacciones como por las
necesidades presentes de ambas disciplinas, el diálogo y
los intercambios metodológicos serán mutuamente
beneficiosos. Los peligros de que esto no se llegue a dar se
verán en el siguiente apartado.

1.3.- Problemas de la Incomunicación entre las
Relaciones

Internacionales y la Historia

La escasa capacidad predictiva que mostraron tanto el
Derecho Internacional como la Historia Diplomática, aparte
de otras consideraciones de tipo ontológico,
epistemológico y de política científica,
implicaron el abandono de estas disciplinas por las Relaciones
Internacionales y su giro hacia las ciencias políticas y
la economía (años 70 y 80 del pasado siglo),
así como la sociología (años
noventa).

Especialmente funesto ha sido el "embrujo de la
economía", que con su oferta de una llave maestra en
términos teóricos, ha significado la mayor
presencia de los modelos metodológicos de esta disciplina
en las Relaciones Internacionales, con las dificultades que ello
supone por las diferencias ontológicas entre ambas. Como
advierte Stanley Hoffmann, es difícil que puedan casar
correctamente un campo de estudios como es el de la
economía, donde se trata de dilucidar la mejor
acción instrumental, con otro como es el específico
de los internacionalistas, en el que se trata de una actividad
resolutiva con diversidad de fines.

Sin embargo, a pesar de sus preferencias
académicas, las Relaciones Internacionales han de recurrir
inexorablemente a la historiografía. Con el problema de
que su incomprensión de esta disciplina, de sus cambios y
avances, y en definitiva, de su propia naturaleza, vicia
gravemente los análisis que sobre la realidad
internacional se diseñen. La primera idea a considerar es
que el internacionalista cree trabajar con el pasado como materia
prima de sus matrices teóricas, cuando la realidad es que
las confecciona con recreaciones del mismo.

No existen hechos históricos puros, inmediatos,
primarios, nos recuerda Antoine Prost, como pueden existir hechos
demográficos o químicos. La labor de
intermediación del historiador es fundamental y por tanto,
el diálogo con él y conocimiento de su actividad
podrían servir al internacionalista para calibrar sus
instrumentos de medición y medios experimentales (por
seguir con la metáfora del campo histórico como
laboratorio de la disciplina internacionalista vista en la
anterior sección).

La historiografía ha servido a los policy makers
para justificar, legitimar o excusar decisiones en materia de
política exterior. Ha conformado las representaciones que
tienen de sí mismos y de las dinámicas de
actuación internacional de sus respectivos países y
se ha convertido en uno de los asideros intelectuales para
explicar la creación y permanencia de los sistemas
internacionales.

Este apartado describirá los efectos negativos
que una posición periférica de la disciplina
historiográfica tiene sobre las Relaciones
Internacionales. Atendiendo a los criterios de actuación y
objetivos que declaran respetar y perseguir los
internacionalistas, se examinarán cómo el
apartamiento de la historia y de los conocimientos que ofrece ha
tenido como consecuencia una serie de disfunciones graves en las
investigaciones y corrientes teóricas principales de las
Relaciones Internacionales.

Los principales desafíos historiográficos
a los que se enfrentan las Relaciones Internacionales son los
siguientes: a) el sistema de selección datos: cómo
y por qué se decide qué es relevante. El
internacionalista ha de recurrir al estudio del pasado y del
presente para esbozar sus teorías y "alimentar" sus marcos
analíticos pero sin un adecuado conocimiento de los
entresijos de esta realidad y de sus métodos de estudio,
¿qué fiabilidad tiene?; b) la primacía de la
anécdota: generalizar a partir de particularidades
escogidas para ilustrar principios presuntamente universales; c)
ahistoricismo: descontextualización de los hechos y
tendencias, ignorando la relevancia del sustrato temporal en la
evolución de los acontecimientos, estructuras y
tendencias; d) el filtrado teórico: interpretación
del pasado a través de unas lentes teóricas
predeterminadas.

Si bien esto último es hasta cierto punto
indispensable, su abuso puede llevar a vaciar de sentido la
experiencia histórica. Los datos y las teorías han
de convivir en equilibrio, sin excesos de uno u otro lado y e)
las "catedrales de cristal": construcción de ensamblajes
teóricos de gran valor abstracto, hechas con fundamentos
epistemológicos de primer orden y un apoyo
estadístico impresionante… pero que descuidan el no
caer en la siguiente falacia: la de asumir la correspondencia
entre datos históricos y análisis histórico
.

Todo ello es fruto de una aproximación incompleta
y miope a la historiografía por parte de las Relaciones
Internacionales. Existe una identificación entre historia
y crónica política que ya expresó en su
día el historiador John Seeley: "la historia es la
política del pasado; la política es la historia del
presente". Sin embargo, se ignora que las mentalidades, los
aspectos económico-sociales, la evolución
medioambiental… y multitud de otros aspectos más de
la existencia humana se han incorporado a la agenda de
investigación.

Los internacionalistas han preferido por seguir
recurriendo a las obras de un Kagan, un Howard o un Gaddis para
ilustrarse sobre temáticas de alta política,
geoestrategia, guerra y seguridad; a las páginas de un
Toynbee o de un McNeill para estudiar las complejidades de la
historia mundial y a los clásicos como Marx, Adam Smith o
Kant a la hora de inspirarse para sus reflexiones sobre la
filosofía de la historia y la organización de los
escenarios internacionales.

Como consecuencia de esta marginación de la
historia, o en todo caso, de su mutilación, se cae en una
serie de errores. El primero de ellos es el llamado
"cronofetichismo". Consistiría en entender el presente
únicamente por el presente. Esta práctica
ahistoricista implicaría que el pasado desapareciese de
los cálculos a realizar en el análisis de los
problemas, tendencias, estructuras y actores del
mundo.

Esto provocaría las siguientes tres percepciones
equivocadas sobre el presente. En primer lugar, la
reificación. Este horizonte temporal se convertiría
por tanto en un ente estático, autónoma,
autoconstitutivo. La ignorancia de su contexto histórico,
de las sombras que sobre el presente arroja el pasado, otorga una
personalidad sobredimensionada a aquel. Al desconocer sus
orígenes, la identidad de lo actual se desdibujaría
quedando compensada por una acentuación de los presuntos
caracteres originales y específicos de
éste.

En segundo lugar, se encontraría la
naturalización. Es decir, que éste se
presentaría a partir de una generación
espontánea, de acuerdo a los imperativos subyacentes a la
naturaleza humana. La capacidad de autoorganización de la
especie humana, su deseo de vivir de forma gregaria, la necesidad
del apoyo mutuo, los condicionantes de la estructura y del
sistema sobre sus unidades, etc., terminaría por
configurar el mundo tal y como lo conocemos. Así que los
procesos históricos que dan a luz a los nuevos esquemas de
poder social, identidad y exclusión social y en
definitiva, las reglas que definen cada una de las instancias del
día de hoy, son manifiestamente apartadas a un segundo
plano.

En tercer lugar, se hallaría la inmutabilidad. El
presente se nos aparece como eterno, resistente a los cambios
estructurales. Se oscurecerían por tanto los mecanismos
que reconstituyen la realidad como un orden para el cambio
constante. Aunque nos encontremos con persistencias, las
transformaciones son la esencia de la Historia y el cómo
se producen el objeto más preciado del estudio de las
ciencias sociales.

El segundo error sería el denominado
"tempocentrismo". Con este término se hace referencia al
hecho de pasar por alto las discontinuidades, rupturas y
diferentes entre distintas épocas históricas y
sistemas estatales. El análisis del presente
proporcionaría un modelo explicativo de la conducta de los
Estados y el funcionamiento de las estructuras integrantes del
sistema internacional que se podrían extrapolar a
realidades de hace siglos. En definitiva, el "tempocentrismo"
predica el isomorfismo para los sistemas internacionales (que en
todos los que han existido en la historia se pueden adivinar
signos del de la actualidad).

La evolución de la humanidad sería una
dinámica repetitiva, donde constantemente se
practicaría el mismo juego pero con distintos actores.
Desde la perspectiva realista, esta corriente teórica de
las Relaciones Internacionales, defendería que la
presencia inmanente de la anarquía en el sistema
internacional otorgaría a la historia su carácter
cíclico, en forma de períodos de ascenso/declive de
potencias hegemónicas que se irían alternando (en
la Edad Moderna tendríamos a España, las Provincias
Unidas, Francia, Reino Unido, USA y) .

Esto lleva a estrafalarias comparaciones como la de
equiparar el conflicto entre Atenas y Esparta con el vivido por
las dos superpotencias durante la Guerra Fría. Aunque la
analogía puede resultar de interés para explicar
una de las causas de los conflictos (el temor por parte de una
potencia hegemónica a la aparición y
consolidación de un challenger que pueda disputarle su
puesto), ir más allá de su uso como mero recurso
retórico significa una grave irresponsabilidad
metodológica, por cuanto que los factores relativos a la
economía, movilización social, pensamiento
político, tecnología armamentística, etc.,
son tan dispares entre ambos momentos de la historia que
invalidan cualquier ejercicio orientado según esas
pautas.

Sin embargo, un estudioso de la talla de Robert Gilpin
no tiene problemas en asegurar que Tucídides es una
guía útil para la comprensión de la conducta
de los Estados tanto en el siglo V a. C. como en el
presente.

Esta visión de la historia internacional se
corresponde con lo que Rob Walker ha denominado "El tema de
Gulliver": la exposición del pasado y presente de las
relaciones internacionales de forma que la historia de
éstas adquiera una identidad monolítica y
estática. Este conjunto operaría de acuerdo a una
lógica atemporal, al margen de cambios estructurales y
procesos de transformación.

Por su lejanía de la ciencia histórica,
las Relaciones Internacionales pierden la perspectiva de la
existencia de no de un único sistema internacional sino de
muchos, con distintos ritmos de evolución. Supone
además el no reconocer las características
principales y la especificidad del presente, al no poder
presentar un perfil contrastado con respecto a otros sistemas
habidos en el pasado.

La ausencia de la visión historiográfica
en el análisis de las Relaciones Internacionales, tiene
como consecuencia que los estudios en este campo sufran de un
marco eurocentrismo. Se puede mencionar a Tucídides junto
a Kautilya pero serán la Grecia clásica o la Europa
del siglo XVIII los espacios y períodos analizados de los
que se extraerán las conclusiones sobre la validez de los
modelos teóricos. Los reinos combatientes chinos o las
ciudades de Sumer no atraen por lo general la atención de
los internacionalistas. Por tanto, sus experiencias y posibles
lecciones quedan ocultas, con lo que el espectro de estudio de
las RI se empobrece notablemente.

Otra disfunción que puede rastrearse en las RI
por falta de un mayor apoyo historiográfico es el empleo
de los Estados como unidades políticas básicas. A
lo largo de la historia humana, la norma habitual ha sido la de
sociedades que están constituidas por redes
socio-espaciales de poder que se solapan, con distintas fuentes,
núcleos que compiten por la autoridad política a un
nivel doméstico.

Las entidades soberanas fruto de 1648 (aunque el "mito
de Westfalia" también está en cuestión) han
sido una excepción de la que sería arriesgado
extraer normas. El estatocentrismo ha sido una constante en la
historia de la disciplina de las RI fruto de la hegemonía
intelectual que han disfrutado el realismo y el neorrealismo.
Pero una profundización en el estudio de la realidad
internacional, no sólo presente sino pasada, nos muestra
que el Estado moderno no ha sido ese ente todopoderoso y de
varios siglos de existencia, sino que es una creación muy
reciente y con mayores limitaciones en su poder de lo que se
creía en un primer momento.

Según Barry Buzan y Richard Little, el
ahistoricismo y eurocentrismo imperantes en las RI, han dado
lugar a la anarcofilia que durante buena parte de su recorrido
intelectual ha sido la norma vigente. La visión del
escenario internacional como un espacio anárquico, en el
que compiten los Estados por su supervivencia y el poder, hasta
la llegada a la cima de un hegemón que impone cierto
orden, dicta la agenda y marca el comienzo de un nuevo ciclo en
la historia de las relaciones internacionales, ¿es una
inferencia cuidadosamente trabajada o el reflejo de la
experiencia de la Gran Guerra Civil europea del pasado
siglo?

Si paseáramos nuestra vista por otros rincones
del planeta y momentos de su historia, ¿nos
encontraríamos con esos estados tan definidos como
extremos de la anarquía y de la hegemonía? La
realidad histórica nos muestra que precisamente
anarquía y hegemonía son tipos ideales de
organización del sistema internacional. Lo que ha existido
son formas atenuadas de esos extremos: no una composición
de blancos y negros en términos de poder, sino una
infinita variedad de grises.

Consideremos una comparación entre la actual
hegemonía estadounidense con la británica
decimonónica. Un examen meramente superficial de los
atributos, recursos y prácticas del poder de ambas
potencias nos llevaría a plantearnos que a) Reino Unido no
disfrutó de una hegemonía o b) que existen diversos
tipos de hegemonía. La homologación forzada aunque
suele sentar bien a la pulcritud de los edificios teóricos
no es una buena guía para obtener unos resultados
concluyentes y detallados en los análisis de
fenómenos históricos.

Éstas son algunas de las observaciones sobre los
efectos negativos que causa la ausencia de una posición
central (compartiendo espacio con otras ciencias humanas como
politología o sociología, por ejemplo) de la
historiografía en las RI. En definitiva, muchas de las
teorías de las RI que operan fuera de la ciencia
histórica, con una visión estática de la
política mundial, difuminan las diferencias entre las
unidades políticas, omiten en buena parte las fuerzas
globales de naturaleza estructural y han reducido (hasta no hace
mucho) la agenda de estudio a la unidimensionalidad de hombres y
mujeres de Estado, militares y financieros .

1.4.- Beneficios de Toda Alianza: Las Relaciones
Internacionales Se Reencuentran Con La Historia

Los internacionalistas tuvieron como padres a los
historiadores. En un momento de inflexión para ambas
disciplinas, el olvido de los orígenes sería un
grave error. Las RI deben vencer ese miedo al pasado, a su propia
historia, y reconocer que como objeto histórico que
también son, las lecciones del ayer pueden alumbrar el
futuro, o al menos señalar el camino para llegar hasta
él.

La comprensión diacrónica propia de la
historiografía puede completar y enriquecer al enfoque
sincrónico vigente en la actualidad para las RI. Se
evitaría una visión estática del concierto
mundial, que primase una lógica reproductora y no
transformadora del sistema internacional. De esta forma, se
entenderían a un nivel de análisis mucho más
profundo, las principales causas de cambio, los mecanismos,
agentes y los procesos de renovación de la estructura y
dinámica internacionales.

A través de una periodización más
efectiva de las RI, se obtendría una valoración
más acertada de los tempos y ritmos de creación de
los sistemas internacionales, con lo que se arrojaría
más luz sobre cómo y por qué se constituyen
en determinados momentos. Un enfoque a largo plazo, anclado en la
"larga duración" braudeliana, permitiría repensar
conceptos nucleares y mitos primigenios de las RI (Westfalia, el
Estado moderno como unidad política básica) que
dificultan la existencia de reflexiones audaces y rupturistas con
los moldes establecidos.

El nuevo rol, una apreciación diferente y
más positiva sobre el valor de las instituciones
(políticas, sociales, económicas,
culturales…) nacionales e internacionales en el
diseño y funcionamiento de la política mundial,
puede ser otra de las bazas aportadas por la Historia a las RI,
con el reforzamiento del papel de los factores estructurales en
la dinámica de los acontecimientos
internacionales.

La Historia puede enseñar a las Relaciones
Internacionales, que los auténticos grandes cambios que
suponen una transformación duradera y profunda, son los
cambios en la naturaleza de las unidades dominantes, cuyas
acciones definen el sistema internacional. El linkage entre
evolución política (y también
económica, social, cultural…) nacional y
actuación internacional podría estrecharse si se
reconociera que las unidades políticas no son
intercambiables, que una democracia formal no actuará de
la misma manera que una dictadura fascista y que una
ciudad-estado griega del siglo V a.C. no es equiparable a las
ciudades-estado italianas del Renacimiento.

Si los neorrealistas han obviado esta realidad
argumentando que es el sistema el que impone las reglas del juego
a todos los participantes y que constriñe su capacidad de
actuación hasta nivelarlos, por encima de sus diferencias
ideológicas, sociales, políticas, etc., eso ha sido
fruto de una examen superficial de la Historia que no ha tenido
en cuenta la interrelación de las numerosas variables
existentes. Esta interconexión entre todos los planos de
la existencia, esta ambición de "Historia total" aunque
actualmente puesta en duda, podría revitalizar el
análisis internacional haciéndolo mucho más
complejo y realista. La tecnología, el medio ambiente, la
demografía, los movimientos sociales… tienen cada
vez un mayor peso específico en el concierto mundial.
¿Cabe suponer que todo esto no ha sido creado por
generación espontánea y que al rastrear su
genealogía hasta los orígenes podremos ver
cómo han influido en otros momentos de la historia, si
bien no con tanta fuerza y presencia como en el
presente?

En especial, esta ambición científica de
conocer todo de todos, serviría como facilitación
de un lugar de encuentro altamente favorable para el
diálogo entre la Historia y las RI: el sistema
internacional. Aunque el concepto de sistema internacional no ha
sido utilizado por los grandes maestros de la historia mundial
como un William H. McNeill, por considerársele demasiado
superficial tanto en el plano teórico como en el de las
evidencias empíricas , su desarrollo podría servir
como prueba a las RI de la importancia de los proceso
morfogenéticos en la conformación de las
prácticas, instituciones y agentes de la política
mundial frente al inmovilismo tradicional, y a la Historia la
dotaría de un marco teórico sugerente, claro y
sistémico para analizar las estructuras, dinámicas,
agentes, variables e interacciones entre todos esos elementos que
se dan en la historia internacional.

La Historia de la que se sirven los internacionalistas
es la típica de principios del siglo XX. La
incompatibilidad mostrada con la labor de los historiadores a
día de hoy muestra que hay una disfunción grave y
que puede terminar por amenazar los fundamentos mismos de la
disciplina de las RI. Su orientación de problem-solving ha
sido sostenida por una reflexión teórica que
alcanzó niveles de abstracción elevados pero que al
mismo tiempo procuró no alejarse demasiado de la realidad
empírica. En la actualidad, el estado de
introspección y debate epistemológico en que vive
no puede ser beneficioso para continuar con su vocación de
actividad a pie de obra, con una finalidad
político-estratégica claramente
definida.

La Historia te impide volar demasiado lejos.
Constantemente, la revisión de la evidencia
histórica obliga a reconsiderar los planteamientos
iniciales, a matizar las hipótesis y las observaciones
realizadas. Sobre todo, te ayuda a ver las cosas de un modo
distinto porque la diversidad de experiencias humanas que
están asociadas a ellas dificulta la creación de
arquetipos que respondan mecánicamente a esquemas
predeterminados o dicho de forma más simple, prejuicios
.

La confluencia de la Historia Social, Económica,
Cultural, Política… con las RI significaría
para esta última que de forma indirecta se abriera un
diálogo con otras ciencias sociales que han estado
colaborando de manera fructífera con los historiadores en
los últimos setenta años. Los internacionalistas
podrían ampliar sus horizontes intelectuales y no depender
tanto de las viejas conocidas (politología,
sociología, economía…) para extraer de ellas
su sustento epistemológico y metodológico. La
amplificación de e interconexión del planeta
provocadas por el proceso mundializador trae la convivencia entre
manifestaciones del mundo posmoderno con otras del moderno y del
premoderno. ¿Puede dar cuenta de estas últimas,
intentar comprenderlas e insertarlas en sus esquemas
teóricos una disciplina como las RI que se ha formado con
las herramientas de ciencias eurocéntricas para un tiempo
eurocéntrico? Creemos que no. Es por tanto indispensable
que de forma urgente y con la Historia como intermediario se
reciben los aportes de otras disciplinas que puedan hacer
más fácil de manejar este "mundo desbocado"
(Giddens).

CAPITULO II

Cronología
del conflicto de Medio Oriente

2.1. Factores del Conflicto en Medio
Oriente

A raíz de los terribles acontecimientos que
están sucediendo en Israel y palestita , y debido a que el
inicio del conflicto suscitado recientemente, es importante
reconstruir la historia y el desarrollo de la situación
actual de Oriente Medio, a partir de donde se establece la
cronología fundamental para entender qué
está pasando y por qué. La idea es que esto sirva
un poco para poder hacer un análisis de los
acontecimientos recientes en una anotación
futura.

Un aspecto que es sumamente importante, es poder
retroceder hasta el comienzo de los acontecimientos (o
creencias). O sea retroceder mucho, pues en el año 1000,
ante de Cristo en el Reinado de Salomón, hijo de David, en
la Construcción del Templo de Jerusalén, donde se
custodiaba el Arca de la Alianza, se suscitaron los primeros
conflictos cuando los babilonios conquistan Jerusalén y
destruyen el Templo de Salomón. Los judíos son
esclavizados por Babilonia y liberados por los persas en 546 a.C.
Consecutivamente la Tierra Prometida es dominada por persas,
macedonios y seléucidas.

2.2.- Primeros Conflictos en Medio
Oriente

En el año 64 a.C. Pompeyo conquista
Jerusalén. Los judíos pasan a estar bajo
dominación romana, si bien se les permite cierta
autonomía religiosa y política. 37-34 a.C. Gobierno
de Herodes el Grande, construcción del Segundo
Templo.

En el año 4 a.C. Nacimiento de Jesús de
Nazaret (del linaje de Isaac y Salomón). Unos 40
años después es crucificado durante el gobierno de
Poncio Pilato en las afueras de Jerusalén. Nace el
Cristianismo.

Partes: 1, 2

Página siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter