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Resumen del libro Proceso, de Alfred E. Van vogt (página 2)



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Comprendéis, no habéis sabido ver que la naturaleza humana tiene un punto flaco. El ansia de poder de los subalternos es tan fuerte como la vuestra. La salida de una situación como la que se ha presentado hoy se me ofreció hace algún tiempo, el día en que el edecán de Mr. Petty vino a encontrarme diciéndome que estaría siempre encantado de substituirlo Adopté, por lo tanto, la política de profundizar más el asunto y obtuvo resultados muy satisfactorios, disponiendo que todos ellos se encontrasen en el lugar de la escena el día del undécimo cumpleaños de Kathleen… ¡Ah, aquí están los nuevos consejeros!

La puerta se abrió violentamente y diez hombres con el revólver en la mano hicieron irrupción. John lanzó un agudo grito: « ¡Vuestros revólveres!» «¡No lo he traído!» – respondió el lamento acongojado de otro de los presentes. Y el eco de los disparos resonó en los ámbitos de la habitación como un trueno.

Los hombres se retorcían en el suelo ahogándose en su sangre. Kathleen vio vagamente a uno de los consejeros de pie todavía con el revólver humeando en la mano. Reconoció a John Petty. Había disparado primero. El hombre que había pensado sustituirlo yacía muerto en el suelo, inmóvil. El jefe de la policía secreta levantó su revólver, apuntó a Kier Gray y dijo:

– Te mataré antes de que acabes conmigo a menos de que hagamos un trato. Estoy dispuesto a colaborar, naturalmente, puesto que has dado vuelta a las cosas tan eficazmente.

El jefe de los insurrectos miró interrogadoramente a Kier Gray.

-¿Acabamos con él, jefe? – preguntó.

Era un hombre alto y delgado con una nariz aguileña y una voz de barítono. Kathleen lo había visto algunas veces rondar por el palacio. Se llamaba Jem Lorry. No había tratado nunca de leer sus pensamientos, pero ahora se daba cuenta de qué tenía un control de sus ideas que desafiaba toda penetración. Sin embargo, lo que superficialmente podía interpretarse de su cerebro era suficiente para juzgarlo tal como era: un hombre duro, calculador y ambicioso.

– No – respondió Kier Gray pensativo – John Petty puede sernos útil. Tendrá que reconocer que los demás han sido ejecutados como resultado de una investigación de su policía, que ha descubierto secretas connivencias de los slans. Esta será la explicación que daremos; siempre surte efecto sobre las masas ignorantes. Debemos la idea al mismo Petty, pero creo que hubiéramos sido capaces de tenerla nosotros mismos. Sin embargo, su influencia será útil para valorar lo ocurrido. Creo incluso – añadió cínicamente – que lo mejor sería atribuir a Petty el mérito de las ejecuciones. Eso es, quedó tan horrorizado al ver aquella perfidia que obró por su propia iniciativa y después acudió a mí en demanda de gracia, la cual, en vista de las aplastantes pruebas que aportaba la concedí en el acto. ¿Qué te parece?

Jem Lorry avanzó un paso.

– Buen trabajo. Y ahora hay un punto que quisiera poner en claro, y hablo en nombre de los demás consejeros. Necesitamos tu cerebro; tu terrible reputación y estamos dispuestos a colaborar contigo en pro del bienestar del pueblo, en una palabra, a ayudarte a consolidar tu posición y hacerla intachable, pero no creas que puedas ponerte de acuerdo con nuestros oficiales para matarnos a nosotros. Esto, no te saldría bien otra vez.

– Considero superfluo decirme una cosa tan obvia – dijo Gray fríamente -. Llévate toda esta carroña y ven, que tenemos que hacer algunos planes. Tú, Kathleen, vete a la cama. Estás en buen camino ya…

Estremeciéndose de emoción, Kathleen se preguntaba: ¿En camino? ¿Quería decir tan sólo…? ¿O bien?… Después de los asesinatos de que había sido testigo, no estaba ya segura de él, de nada. Tardó mucho, mucho, en poder conciliar el sueño.

Fue respondido con igual fuerza. ¡Explosiones atómicas! Su conocimiento se había difundido a través de la barrera de entrelazadas raíces que formaba la separación entre los dos bosques.

Los dos monstruos se destruyeron mutuamente casi por completo. Cada uno de ellos se convirtió en un vestigio, que tuvo que iniciar de nuevo el doloroso proceso de su crecimiento. A medida que pasaban los años, el recuerdo de lo que había ocurrido se fue desvaneciendo. Pero tampoco tenía importancia. Actualmente, las naves venían muy a menudo. Y de todos modos, aunque el bosque hubiera recordado, sus bombas atómicas no podían estallar en presencia de una nave.

La única forma que había de echar a las naves consistía en rodear cada nave alienígena con un círculo de fino polvo radioactiva. Entonces, la nave absorbía el material y se retiraba apresuradamente.

La victoria del bosque fue desde entonces tan simple como eso.

FIN

"RESUMEN DEL LIBRO PROCESO"

Autor: ALFRED E. VAN VOGT

  

Enviado por:

 Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo S.

"NO A LA CULTURA DEL SECRETO, SI A LA LIBERTAD DE INFORMACION"®

www.monografias.com/usuario/perfiles/ing_lic_yunior_andra_s_castillo_s/monografias

Santiago de los Caballeros,

República Dominicana,

2015.

"DIOS, JUAN PABLO DUARTE Y JUAN BOSCH – POR SIEMPRE"®

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