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Riesgo social




Enviado por victor hugo



  1. Introducción
  2. Área o tema
    estudiado
  3. Descripción
    y análisis del tema
  4. Conclusiones
  5. Bibliografía

Introducción

Si por algo se han caracterizado las sociedades
post-industriales es, sin duda, por haber creado unas condiciones
de vida tales que los grandes riesgos se han hecho algo
cotidiano. Convivimos con ellos de tal manera que los hemos
interiorizado y aceptado como una parte más de la realidad
cotidiana.

Algunos de estos riesgos son asumidos voluntariamente y
sin conflictos aparentes, mientras que muchos otros se
ven envueltos en graves polémicas y protestas. Lo curioso
del asunto es que son precisamente aquellas situaciones que
más frecuentemente producen daños las más
fácilmente asumidas por la sociedad. Los riesgos de la
vida diaria (el tabaco, los accidentes de
circulación, los crímenes) son aceptados como
normales a pesar de que el número de muertes que producen
son mucho mayores que las grandes catástrofes, objeto
habitual de contestación y de protesta social; si bien es
cierto que son éstos últimos sobre los que
menos control puede ejercer
el individuo.

De igual manera, las diferentes formas de afrontar los
riesgos a los que continuamente nos vemos expuestos son tan
diversas como distintos los individuos unos de los otros. Por
tanto, lo que para algunos es tolerable, para otros se convierte
en totalmente inadmisible. Paralelamente,
la gestión de dichos riesgos se establece a
través de una doble actuación; por un lado,
la acción individual de cada uno, y por el otro,
la administración de tales potencialidades por parte
de los poderes públicos . Es en esta doble vertiente, a
menudo contradictoria, donde los riesgos cotidianos son objeto
de debate. Por ejemplo, la gestión individual y
colectiva de los riesgos derivados de
la exposición al humo del tabaco se vuelve
extremadamente complicada en función de la
multiplicidad de intereses que actúan sobre el
tema.

En la sociedad actual no sólo existe una
globalización de los riesgos individuales, en la
práctica totalidad de los países industrializados
aparecen en una medida u otra los riesgos antes mencionados sino
que los grandes riesgos actúan potencialmente en todo el
mundo, superando las fronteras creadas por el hombre.
Está la sociedad actual tan interrelacionada que lo que
afecta a unas colectividades repercutirá necesariamente en
el resto, tanto directa como indirectamente.

Debido, por lo tanto, a la presencia constante del
riesgo en las sociedades modernas y a la inmediatez de sus
consecuencias se hace necesaria una aclaración de lo que
significa hoy por hoy el concepto de sociedad del riesgo,
expresión unida necesariamente a otros conceptos tan
extendidos como son el de sociedad de la información
o globalización.

Área o
tema estudiado

El concepto de sociedad del riesgo permite analizar
fenómenos actuales como la gripe aviar, el aumento de
huracanes cada vez más fuertes producidos por el
recalentamiento del planeta, o el Tsunami que abatió al
mundo en el año 2004.

El problema fundamental radica en los riesgos
ambientales que las sociedades industriales han provocado.
Sustenta la idea de un caos civilizatorio propiciado por las
formas de producción adoptadas; una sociedad que se pone
en peligro a sí misma: las decisiones humanas y los
efectos industriales que tendieron a controlar todo hoy se
enfrentan a la fragilidad de la civilización.

Se distinguen tres clases de peligros ambientales
globales:

a) Conflictos a causa de "ineficiencias" producidos por
éxitos; es decir, los daños condicionados por la
riqueza y los peligros técnico-industriales (el agujero
deozono, el efecto invernadero, la manipulación
genética y las técnicas de transplante); b) los
daños ecológicos condicionados por la pobreza y los
peligros técnico-industriales; y c) los peligros de un
conflicto por recursos vitales. Esta terrible problemática
ambiental resquebraja el tradicional sistema de seguridad. Los
daños pierden su delimitación espacio temporal para
convertirse en globales y permanentes. Así, a diferencia
de Giddens, Beck no piensa que el sistema de expertos pueda
generar un orden confiable. Muy al contrario, establece que todo
el sistema de racionalidades, creadas y difundidas por los
expertos con relación a la sociedad industrial, ha creado
una realidad única que conduce a patrones y
fórmulas obsoletas que no pueden dar cuenta de la
materialidad a la cual nos enfrentamos. Esta realidad se
caracteriza hoy por la ambivalencia, la cual permea todos los
campos del saber: la ciencia, la política, la sociedad y
al mismo individuo.

Indudablemente, las sociedades modernas
post-industriales están condicionadas y determinadas por
el advenimiento de la cultura del riesgo. Numerosos
autores han analizado y escrito acerca de las
características de la nueva sociedad global, conformada
invariablemente por las potencialidades positivas y negativas
de la ciencia, por lo que aquí sólo
esbozaremos brevemente algunos puntos
de interés.

La globalización ha supuesto el desbaratamiento
de los supuestos fundamentales a partir de los cuales pensamos,
organizamos y vivimos la sociedad como una unidad territorial que
se cohesiona en torno
instituciones políticas nacionales (Beck;
1998). Significa que la unidad del Estado y de la
sociedad nacional se derrumba. En la nueva sociedad su papel lo
han pasado a ocupar y desarrollar las empresas transnacionales y
organismos supranacionales, que son los auténticos
protagonistas y principales actores de
una economía organizada
escala mundial.

El proceso de mundialización puede ser definido,
por lo tanto, como "la progresiva extensión de las
formas de relación y
de organización social que desbordan los
espacios tradicionales y se expanden hasta absorber el mundo
entero" (Vallespín; 2000: p.31) Todo ello significa,
fundamentalmente, que ya casi nada de lo que sucede en el mundo
limita sus repercusiones a un espacio
geopolítico concreto. La interdependencia
de sistemas se ha producido en todos los aspectos de la
sociedad, desde los más puramente económicos hasta
los humanos, los políticos o los culturales.

Como consecuencia y causa de ello, ha surgido la llamada
sociedad-red, ampliamente tratada por Castells (Castells; 1999)
en la que la inmediatez de relaciones, fundamentada en los
avances tecnológicos en especial
las telecomunicaciones, ocupa un lugar esencial. La nueva
sociedad de la información domina de modo destacado las
interrelaciones del sujeto con su entorno, pero entendido
éste no como su contexto más directo y concreto,
sino como el total de las sociedades industrializadas que tienen
acceso a dichas telecomunicaciones no podemos obviar que, aunque
extendida a nivel mundial, la transferencia de información
no es sino unidireccional ya que el acceso a dicha
información se limita en gran medida a los países
más industrializados, por lo que todavía no podemos
hablar de la culminación del proceso.

A la sombra de dicho proceso globalizador, ha surgido
una sociedad en la que la multiplicidad de recursos y
opciones se encuentra a la orden del día. No obstante, de
igual manera que las potencialidades del sistema se han
visto aumentadas de manera sustancial, se ha producido la
expansión de los riesgos derivados de ellas. Crece, por
tanto, la incontrolabilidad de las consecuencias perversas
de la modernidad"(Beiraín; 1996: p.13) Hoy en
día los riesgos se han convertido en una
característica más de la sociedad, no porque antes
no existiesen, sino por su propia naturaleza y
extensión, ahora sí definitivamente
global.

Lo que ocurre es que los riesgos aparejados al avance de
la sociedad ya no se circunscriben de ningún modo a los
límites ficticios de las fronteras, por lo que no es
posible expulsar ni apartar hacia fuera los peligros potenciales
de nuestros actos. Cualquier actuación sea positiva o no
tiene unas consecuencias, que son susceptibles de alcanzar a todo
individuo del planeta, ya sea para bien o para mal.

Así pues, siguiendo a Giddens y a Beck, puede
afirmarse que la modernidad es una cultura del riesgo. Se han
eliminado riesgos que anteriormente podían tener
consecuencias catastróficas para los individuos, pero al
mismo tiempo se han ido creando otros nuevos. A
través de los avances tecno-científicos, creamos
nuevos factores de riesgo desconocidos hasta la fecha.

La fase actual de la modernidad o de la post-modernidad
se caracteriza, por lo tanto y a partes iguales, por la
creación y proporción del bienestar así como
por la producción de unos riesgos cada vez
más difícilmente controlables por las instituciones
encargadas de su vigilancia.

Lo novedoso de la situación no es ya, como
decíamos, la existencia del riesgo, sino su verdadera
magnitud y la práctica imposibilidad de mantenerlo, en
cierta medida, "bajo control". En las sociedades tradicionales,
los riesgos existían y de igual forma eran incontrolables
o imprevistos, pero la diferencia consiste en que la
previsión de que sucediesen podría situarse en unos
márgenes "razonables". La modernidad, por el contrario, ha
traído unos riesgos incalculables aparejados a la toma de
decisiones públicas.

Es más, la organización social ya no
descansa tan solo sobre
la administración y distribución de
los recursos. Ahora, más que nunca, tenemos que tener en
cuenta la distribución de las consecuencias no deseadas o
colaterales de los actos que se derivan de la mencionada toma de
decisiones de relevancia pública.

Riesgo vs. Peligro

Las sociedades modernas, pues, se diferencias de las
preindustriales, en función de la distribución de
sus riesgos. Fundamentalmente, se trata de la distinción
entre "sociedad de riesgo" y "sociedades de peligro".

De esta forma, aquellas colectividades preindustriales
se identifican claramente al predominar en ellas las situaciones
de peligro frente a las de riesgo. Sin embargo, las sociedades
occidentales actuales (post-industriales) se han venido
determinando en cuanto al alcance global de sus
riesgos.

Pero, ¿cuál es la diferencia entre uno y
otro concepto? En ambos casos se trata de la posibilidad futura
de recibir daño o perjuicio alguno debido a una
situación concreta. El peligro normalmente surge de forma
natural y objetiva sin necesidad de intervención humana,
además de que, por lo general es susceptible de ser
observado directamente, sin mediación alguna.

El riesgo, en cambio, se desprende de forma directa
de una actuación humana. Es decir, la diferencia estriba,
fundamentalmente, en una "cuestión de
atribución o imputabilidad"(López Cerezo y
Luján;2000: p.23).

El riesgo es la percepción social del
peligro; se trata, por tanto, de una cuestión subjetiva
(lo que para algunos es un grave riesgo para otros es
perfectamente asumible) y se necesita de un intermediario
especializado para hacerlo reconocible.

Las decisiones de los individuos derivan en riesgos
debido a las características de la sociedad moderna, en la
que las pretensiones de dominio racional de sus actos
no son cumplidas, sino que en realidad las consecuencias escapan
todo lo posible de dicho control instrumental,
aspectos tratados, entre otros, por autores
como Adorno o Horkheimer.

Beck argumenta que, a diferencia de los peligros
incontrolables, fruto de una naturaleza ajena por completo al ser
humano, y característicos de las sociedades premodernas;
en la actualidad existe un nuevo carácter que
radica en su
simultánea construcción científica
y social. Lo cual quiere decir que la ciencia se convierte, al
instrumentalizarse al servicio del hombre, en
causa, instrumento de definición y fuente de
solución de riesgos. De igual manera, la no
prevención e incluso la misma prevención,
tecno-científica, política, económica o
individual de un peligro se convierte necesariamente en un riesgo
al introducirse la variable humana de la ciencia.

Descripción y análisis del
tema

Aspectos generales del riesgo

La noción de riesgo está caracterizada
fundamentalmente por su componente futuro. Los riesgos tienen que
ver con la previsión, con destrucciones que no han
tenido lugar pero que son inminentes y esto es,
precisamente, lo que los hace totalmente reales; aunque Beck
opina, por otra parte, que tienen al mismo tiempo, un doble
componente real e irreal. Por un lado,
las evidencias previas conforman la realidad del
riesgo, pero al estar ineludiblemente supeditado a la
confirmación futura, éste se convierte en algo
todavía irreal por la imposibilidad de ser palpable. El
ser humano necesita, en muchas ocasiones, "ver para creer", y el
caso de los riesgos no es una excepción. Aunque
normalmente se suele aceptar la opinión de los expertos,
la falta de una experiencia propia que la confirme hará
que ésta pierda valor (Beck, 1998b: p.39).

En este sentido, es necesario mencionar la naturaleza
social del riesgo. Ante todo hay que tener en cuenta que el
riesgo como tal es única y exclusivamente una
percepción social. El riesgo es creado en sí mismo
a partir del momento en que es reconocido socialmente. Se crea,
por tanto, cuando identificamos un suceso aparentemente
inofensivo como un posible daño futuro. Al hacerlo, se
modifica la anterior visión que teníamos de dicha
situación para adaptarla a la idea del posible mal. Se
puede afirmar, entonces, que no existe
ninguna conducta libre de riesgo precisamente por el
carácter social del mismo. Es más no tomar
decisiones, es ya una decisión en sí misma
fundamentada en la propia idea de riesgo.

En definitiva, la percepción social del riesgo
implica necesariamente un juicio de valor: en primer lugar se
identifica la situación inicial y después se
analiza y se enjuicia para saber si existe riesgo alguno. La
estimación de riesgo implica, por lo tanto, la
valoración negativa de las posibles consecuencias del
hecho analizado.

Todo ello viene a indicar que el riesgo se basa,
fundamentalmente, en su componente subjetivo, por lo que no es
posible distinguir entre el riesgo y su percepción, ya que
viene siendo en cierto sentido lo mismo. De hecho, no existe
apenas diferencia entre el riesgo real y el percibido, de tal
modo que generalmente las propias percepciones alteran de manera
sustancial las probabilidades reales del riesgo. Un hecho inicial
y aparentemente inofensivo, al ser identificado como una posible
contingencia futura, se convertirá, con
toda seguridad, en un riesgo mucho mayor de lo que era en un
principio.

En definitiva, el riesgo es eminentemente subjetivo por
todo lo que tiene de objeto social. Existe a causa de que los
individuos asumen y perciben que existe. Sin esa
percepción, la amenaza a la que hace referencia el riesgo
seguiría existiendo de forma real, pero nunca sería
considerada como tal, por lo que podría decirse que
socialmente no existiría.

Es más, el peligro inherente que se encuentra
implícito en la idea de riesgo, seguiría estando
ahí, por lo que las consecuencias negativas serían
iguales o incluso peores que si las hubiésemos
identificado como potencialmente perjudiciales. La
apreciación del riesgo provoca que éste exista
desde el punto de vista del individuo, pero no así desde
el punto de vista real, pues su existencia como peligro no
está condicionada a la percepción y
al conocimiento humano.

Así, la percepción de los riesgos nunca se
hará de forma pareja a la dimensión real del mismo.
La familiaridad de una situación provoca que se minimicen
los posibles daños posteriores al considerarlos
reconocidos y por lo tanto, totalmente controlados. La
familiaridad y la cercanía generan y crean una confianza
que no siempre se corresponde con la situación real de
peligro; de esta forma, se ignoran o desestiman aquellos que nos
son más comunes, al tiempo que restamos igualmente
importancia a aquellos que son extraordinariamente infrecuentes.
La confianza que subyace al hábito hace que nos
consideremos a nosotros mismos como expertos en
la materia declarando una inocuidad que no siempre
acompaña a los hechos y que a menudo contradice la
opinión de los expertos (Douglas; 1996:
pp.57-71).

Al ser las entidades humanas y los individuos que las
dirigen, a través de sus decisiones, los culpables
últimos de la mayoría de los riesgos sociales de
hoy, no cabe duda de que el propio concepto de riesgo está
íntimamente ligado al de responsabilidad.
Todo cálculo y gestión de riesgos tiene
como consecuencia una elección, la cual, vistos sus
posteriores resultados, debe conllevar necesariamente la
asunción de las responsabilidades de dichas
consecuencias.

"Si (los daños son vistos como
fortuitos, serán entendidos socialmente como peligros;
pero si se perciben como fruto de decisiones, entonces
serán entendidos como riesgos que conllevan imputabilidad
respecto al responsable de la acción" (López Cerezo
y Luján; 2000).

Aún así, surge un problema de cierta
magnitud respecto del principio de responsabilidad del riesgo. La
sociedad actual ha pasado de un reparto de poderes
"centro-periferia", teorizado por Wallerstein, a otro más
complejo que ha venido siendo llamado por diversos autores, tales
como Ramonet o Beck, "modelo archipiélago". En este
nuevo modelo, no existe un único centro, sino que se
presentan varios en una red compuesta de múltiples
elementos de tal forma que es casi imposible saber cuál es
el principal. Pues bien, lo mismo ocurre con el control de
riesgos: de manera similar, pierden su facultad de tener un
culpable único al que se le puedan imputar todos los
daños causados.

Tanto es así que en la sociedad actual se produce
otra situación novedosa: la responsabilidad queda diluida
por completo. En última instancia, la existencia del
riesgo implica la acción u omisión del ser humano,
pero ¿hasta qué punto existe en este sentido la
noción de responsabilidad? No siempre está claro el
grado de responsabilidad de cada parte implicada, pero la
tendencia actual es a responsabilizar al propio sistema de
cualquier daño obviando el papel que se ha jugado
personalmente en ello. La lógica es que si
el sistema es el culpable del riesgo en
cuestión, los individuos pueden seguir actuando de la
misma manera la necesidad de responder de sus actos ante nadie.
La culpabilidad de los males queda diluida de tal forma
que moralmente los verdaderos causantes no se consideran como
tal, ya que su actuación sería vista como meramente
circunstancial.

La naturaleza de muchos de los riesgos actuales sobre
todo de los tecnológicos, acentúan el grave
problema de responsabilidad existente en las sociedades
post-industriales. Aún así, no sólo se trata
de una cuestión de responsabilidad personal, pues se
hace difícil no ya admitir culpa, sino tan siquiera
definirla, debido a que la gran mayoría de los riesgos
actuales son consecuencia directa e indirecta de una
acumulación de factores. Sea como sea, la imputabilidad de
responsabilidades se hace tremendamente difícil (por no
decir imposible) desde el momento en que, como dice Bechmann,
para que ello suceda deben existir dos factores: por un lado, la
previsibilidad; es decir, el conocimiento preciso de las
consecuencias que tendrá una acción y por otro, un
agente al que se le pueda achacar dichas consecuencias
(López Cerezo y Luján; 2000: p.135).

Es evidente que la toma de decisiones en la
sociedad actual no se ciñe a este modelo, ya que las
tecnologías cuentan con una gran diversidad de actores de
todo tipo, con una cierta incertidumbre acerca del daño
causado y con unas consecuencias por lo general imprevisibles, ya
sea en forma de grandes catástrofes accidentes nucleares,
por ejemplo o por su carácter acumulativo las
consecuencias negativas del humo del tabaco.

Los riesgos en la sociedad actual

En este sentido, independientemente del grado de
responsabilidad aceptado por cada uno de los actores,
podríamos distinguir dos grandes tipos de riesgos: los
llamados "globales" y los "individuales".

a) Riesgos "globales"

Se trata de aquellas posibles contingencias futuras
cuyos resultados producen efectos dañinos a
grandes grupos de individuos sin limitar su campo de
acción a un territorio concreto. Es decir, son las grandes
catástrofes que afectan una población de
gran magnitud sobrepasando cualquier frontera y
limitación física. Los ejemplos más
claros serían, sin duda, las catástrofes nucleares
de manera inmediata o el efecto invernadero con un
carácter acumulativo y oculto.

Vivimos en una era de globalización total
economía, comunicacionestecnología; pero lo
que más caracteriza a la nueva sociedad mundializada es,
precisamente, la internacionalización de los grandes
riesgos lluvia ácida, vertidos petrolíferos, efecto
invernadero. El hecho más destacado de esta sociedad es
que es imposible aislarse de los riesgos. Cada vez más,
los hechos producidos en una parte del mundo se encuentran
interrelacionados de manera directa en el resto del planeta; no
hay, pues, posibilidad de darle la espalda a estas nuevas
situaciones de peligro. Los avances científicos y
tecnológicos han expuesto a la totalidad de la
población mundial a unos riesgos que van aparejados a
ciertos beneficios que sólo disfrutan unos pocos y es
precisamente ahí donde radica una de las mayores paradojas
de la sociedad actual.

b) Riesgos individuales

Paralelamente a dichos grandes riesgos, existen lo que
podríamos llamar pequeños riesgos cotidianos, que
igualmente son susceptibles de afectar a grandes sumas de
individuos, pero cuyas consecuencias son sufridas de manera
individual.

Se trata, efectivamente, de problemas que
afectan a una gran parte de la sociedad pero no de la misma forma
que las catástrofes antes referidas. Son, por ejemplo, los
automóviles, el uso de aparatos eléctricos en la
vida diaria, accidentes laborales o la exposición a
sustancias perniciosas tabaco, agentes contaminantes. Afectan a
tantas personas por el tremendo número de casos que se
producen en la sociedad, pero en realidad se trata de situaciones
personales e individuales. Son, en este sentido, riesgos globales
en tanto en cuanto afectan a individuos de todos los rincones del
mundo, ya que el modelo social occidental se multiplica y
reproduce en prácticamente todas las partes del
planeta.

Por otro lado, la sociedad civil no es capaz
de percibir la gran mayoría de los riesgos a los que nos
enfrentamos debido a su carácter fundamentalmente
tecnológico. Los profanos no somos capaces de distinguir
las causas de unos daños, a menudo latentes, fruto de
nuestros actos si no recibimos la información de un
intermediario capacitado. Otra cosa es que nuestra propia y
limitada experiencia nos haga desconfiar de su juicio o
ignorarlo, pero eso no elimina la necesidad de que un experto
haga explícitas las consecuencias de
las acciones humanas. Beck hace
una crítica de la racionalidad
científica, al acusar a la ciencia de totalizadora y, en
cierto modo, de crear riesgos para su propia supervivencia. Ya no
sólo es la naturaleza, el hombre y la sociedad lo que se
somete a los criterios científicos, sino que es ella misma
la que debe someterse a su propio control. La ciencia pasa, de
esta forma, a la definición y atribución de los
errores autogenerados en lugar de depender de situaciones y
sucesos preexistentes (Beck, 1998b: p.207).

La ciencia es, por lo tanto, el medio a través
del cual salimos de la situación de incertidumbre en la
que ella misma nos ha situado. Vivimos en una sociedad en la que
dicha incertidumbre se une a la imposibilidad de control sobre
las propias condiciones de existencia. Es por ello por lo que sin
los juicios y análisis científicos, no
podríamos conocer las consecuencias y los daños
posibles que producirán nuestras propias decisiones.
Surge, en este contexto, la imposibilidad de conocer a
través de la experiencia personal, pero en cambio
sí existe de manera destacada el conocimiento a
través de la experiencia de otros. De todos modos, estos
juicios sólo son aceptados en función de
las pruebas y las conclusiones que cada uno extrae de
sus hábitos cotidianos, tal y como hemos explicado
anteriormente cuando hablamos sobre la familiaridad de los
riesgos.

Entonces, ¿hasta qué punto recelamos u
otorgamos credibilidad a los discursos expertos? La
importancia de ello radica, así mismo, en el canal
informativo utilizado, que habitualmente se trata de
los medios de comunicación de masas.

Por un lado se ha producido la sacralización de
los mismos hasta tal punto que lo único real es aquello
que se manifiesta a través de ellos. Como consecuencia,
sólo los riesgos expuestos en los medios son reales, y
cuando dejan de salir, dejan, simplemente, de existir para la
sociedad.

Al mismo tiempo, existe cierto recelo hacia los propios
medios debido a que suelen estar dirigidos por grandes intereses
comerciales, por lo que la credibilidad de los mismos queda en
gran medida en entredicho.

En este sentido, el acceso mayoritario a ciertos canales
de información provoca necesariamente un ruido, una
información estática que no se filtra y que
relativiza generalmente el peligro potencial de ciertas
situaciones. Esta avalancha de información crea la falsa
sensación de conocimiento, lo que evita apreciar la
verdadera magnitud de ciertos riesgos. Igualmente, otro canal
informativo de gran relevancia son los rumores, hoy de magnitud
global que suelen contribuir a difundir falsas ideas y juicios
equivocados, pero cuya credibilidad es, en ocasiones, superior a
la de las noticias verdaderas.

Actualmente la ciencia se encuentra íntimamente
ligada al resto de los aspectos de la vida social,
fundamentalmente a la política y a la economía. En
este sentido, puede verse seriamente manipulada por los poderes
fácticos de forma que los resultados, o al menos la
enunciación pública de ellos, responda a los
intereses de un grupo en particular. Así, por
ejemplo, existen numerosas denuncias contra las
compañías tabaqueras por, presuntamente, manipular
diversos estudios sobre los resultados perniciosos de la
adicción al tabaco para mostrar a la opinión
pública unas conclusiones menos negativas de lo que en
realidad deberían ser.

Las implicaciones sociopolíticas de la ciencia se
ven claramente en cuanto a que son conformadoras e inspiradoras
de la gestión pública de los riesgos. De esta
manera, se produce una separación entre la ciencia
académica y, por así decirlo, la ciencia aplicada o
reguladora. Las implicaciones y las características ente
una y otra difieren en algunos puntos, ya desde las propias metas
hasta la metodología procesal o las
instituciones que se encuentran detrás de
las investigaciones. Así, para
la utilidad pública y política de la
ciencia, ésta debe de tener como meta el discernimiento de
verdades relevantes para la formulación de
políticas concretas. De igual manera, las instituciones
promotoras de los estudios suelen ser la industria o
los propios gobiernos, mientras que para la ciencia
académica, éstas son, por ejemplo, las
universidades u organismos específicos
de investigación.

La gestión pública del riesgo, basada en
la experiencia científica, debe de estar dirigida a la
reducción general de las situaciones susceptibles de
generar daños futuros. Lo que ocurre es que normalmente
debe hacerse un cálculo de riesgos para evaluar hasta
qué punto, la evitación de un mal no provoca otro
de mayor tamaño que el que se pretendía evitar.
Numerosos son los ejemplos en los que las medidas tomadas para
hacer frente a un peligro han resultado provocadoras de otro
distinto. En este caso, la decisión debe venir dada por un
cálculo de admisión de riesgos que evalúe
objetivamente si los beneficios resultantes serán mayores
que los perjuicios.

En definitiva, la sociedad actual no podría ser
concebida sin entender la presencia constante de riesgos y el
cálculo individual de los mismos, a la hora de decidir
cuáles de ellos asumimos y cuáles no. En este
sentido, los riesgos latentes y poco visibles son aceptados
más fácilmente que aquellos más evidentes,
de igual manera que las conductas con unas consecuencias muy
lejanas son consentidas en mayor medida que aquellos cuyos
resultados sean más inmediatos, aún cuando
éstos sean menos perniciosos.

Sea como fuere, lo que es indudable es el hecho de que
hoy casi no podemos hablar de riesgos personales, ya que toda la
sociedad occidental se sustenta en actuaciones potencialmente
peligrosas, en tanto en cuanto basadas en
el desarrollo tecno científico. La
exposición a estos riesgos es ahora total para la inmensa
mayoría del planeta, en una sociedad de la
información que, lejos de acercarnos soluciones,
contribuye en muchos casos a crear confusión acerca de una
realidad ya de por sí poco clara.

Se consideran claves para hablar sobre el concepto de
riesgo y sociedad riesgo los siguientes ocho puntos (Beck,
1998):

1-. Los riesgos no se refieren a los daños
producidos. No son lo mismo que la destrucción, aunque
sí una amenaza de ésta. El discurso de los riesgos
empieza donde acaba nuestra confianza en la seguridad y deja de
ser relevante cuando ocurre la catástrofe potencial. El
riesgo caracteriza un peculiar estado intermedio entre la
seguridad y la destrucción. De última forma, es la
percepción y la definición cultural la que
constituye el riesgo. La sociología del riesgo constituye
una virtualidad real, constructivismo y realismo consiguen
complementarse.

El “devenir real´´ del riesgo está
directamente relacionado con su mediación, es decir, una
vez que sabemos que existen riesgos posibles, nosotros nos
enfrentamos a una responsabilidad. Esta responsabilidad adopta la
forma de decisión. Cuando se cree que los riesgos son
reales los movimientos se hacen fluidos.

El concepto de riesgo, cuando se considera
científicamente (riesgo = accidente x probabilidad) adopta
el cálculo de probabilidades que no puede excluir el peor
caso posible.

Estos se hace muy relevante, entre quienes adoptan las
decisiones y quienes tienen que sufrir las consecuencias de las
decisiones de otros.

Aquí entran las cuestiones de objetividad y
subjetividad, racionalidad e irracionalidad, que se
desarrollarán después.

2-.El concepto de riesgo invierte la relación
entre pasado, presente y futuro.

El pasado pierde su poder para determinar el presente.
El futuro adopta su lugar como causa de la experiencia y la
acción actual.

Se debate algo que no es el caso pero podría
suceder si continuamos marcando el mismo rumbo que
llevamos.

Las definiciones establecidas de los riesgos son una
varita mágica con la que una sociedad estancada puede
activarse y politizarse. La pena es que en la sociedad que
vivimos todo el mundo prefiere que nada suceda mientras lamentan
ese mismo hecho, porque entonces todo es posible. La
identificación con la sociedad del riesgo nos permite
disfrutar tanto de la mala como de la buena vida y las amenazas
de la misma.

3-. Las proposiciones sobre riesgos no son sólo
fácticas o valorativas, sino ambas cosas a la vez o algo
intermedio.

Las proposiciones sobre riesgos sólo pueden
descifrarse en una relación interdisciplinar competitiva,
dado que asumen en igual medida, el conocimiento del saber
técnico y la familiaridad con percepciones y normas
culturales.

La peculiaridad de lo que el autor llama su
dinámica política, que acciona la acción
presente a través de una virtualidad real y un futuro no
existente se debe a dos fuentes:

La primera es la importancia cultural del valor
universal de la supervivencia. La segunda es la atribución
de los peligros a los productores y garantes del orden social. Es
decir, a la sospecha de que quienes amenazan el bienestar y los
encargados de protegerlo sean los mismos.

4-. En su fase temprana los riesgos son consecuencias no
deseadas de la lógica de control que domina la modernidad.
La sociedad moderna es una empresa para la construcción
del orden y el control. De este modo se generan consecuencias que
ponen en cuestión la misma afirmación de control
por parte del estado, no sólo debido a la globalidad de
los riesgos, sino también debido a las indeterminaciones e
incertidumbres inherentes a su diagnóstico.

Weber discute el concepto de “consecuencias no
deseadas´´ porque mantiene una relación
estructural con el predominio de la racionalidad
instrumental.

Sin embargo no el de riesgo, una de cuyas peculiaridades
es la de haber perdido esta relación entre
intención y resultado.

La construcción de la seguridad y el control se
está haciendo ficticia en la sociedad del riesgo global.
Cuanto más intentemos “colonizar“ el futuro con ayuda de
la categoría riesgo, tanto más se escapará a
nuestro control. Así podemos decir que pasamos de un
riesgo como forma de calcular consecuencias impredecibles, dado
en los siglos XVII y XVIII, hasta uno posterior que significa
todo el conjunto de técnicas y métodos para hacer
predecible lo impredecible.

En la medida en que la naturaleza se industrializa y las
tradiciones se hacen opcionales, surgen nuevos tipos de
“incertidumbres fabricadas´´. Estos tipos de riesgos
presumen de una triple participación de expertos
científicos en el papel de productores, analistas,
beneficiarios de las definiciones de riesgos.

5-. En el riesgo contemporáneo, se fusionan dos
significados: la evaluación del riesgo basada en el
conocimiento empírico y la toma de decisiones y la
actuación sobre los riesgos en la incertidumbre
indefinida.

El concepto de incertidumbre fabricada hace referecncia
al hecho de que la ciencia crea también nuevos tipos de
riesgos: los progresos en genética hacen posibles
difuminar la frontera entre las personas enfermas y saludables
porque es factible diagnosticar más enfermedades
congénitas, también hace referencia este concepto
al hecho de que los riesgos provienen de y consisten en
desconocimiento (no conocimiento): no se trata del olvido
momentáneo o la falta de desarrollo de conocimiento
experto sino que la racionalidad experta es incapaz de descartar
un suceso dado a través del cálculo de
probabilidades, o el hecho de que los especialistas en riesgos
parten de supuestos diferentes.

El cómo actúe uno ya no es algo que puedan
decidir los expertos. Los riesgos señalados (o
encubiertos) desarman al mismo tiempo a esos expertos porque
obligan a todos a decidir por sí mismos.

6-. Los nuevos tipos de riesgos son
simultáneamente locales y globales (glocales). Los
peligros ecológicos no saben de fronteras.

Este distanciamiento espacio temporal de los peligros de
las elecciones entre riesgos locales y globales confirma el
diagnóstico de la sociedad del riesgo global. Los
fundamentos de la lógica establecida son socavados e
invalidados:

A duras penas se puede atribuir los daños a
culpables definidos, de modo que el principio “el que contamina
paga, no sirve´´. No existen ya si quiera medidas
paliativas en caso de que se produzca el peor caso concebible. La
lógica del control se colapsa desde dentro.

La sociedad de riesgo se autocritica y no se controla:
Diversos actores se contradicen: mientras los técnicos
sostienen que no hay riesgo los aseguradores se niegan a extender
el seguro porque los riesgos son elevados.

Es necesaria la creación de instituciones
internacionales frente a los peligros globales.

7-. “Los riegos globales inciertos´´ a los
que se enfrenta la sociedad del riesgo global no tienen una
vinculación obvia entre el impacto el punto de origen. Son
invisibles e inabordables para la percepción cotidiana. Es
preciso tomar una conciencia clara de los riesgos; sólo
entonces puede afirmarse que constituyen una amenaza real, y esto
se refiere tanto a los valores y símbolos culturales como
a los argumentos científicos. Nadie desea saber de
ellos.

Los riesgos son “reales´´ y constituidos
por la percepción y construcción sociales. Su
realidad se deriva de los “impactos´´ arraigados en
las actuales rutinas de producción e investigación
industrial y científica. El conocimiento de los riesgos,
por el contrario, está vinculado a la historia y los
símbolos de la propia cultura y al tejido social del
conocimiento. Esta es una razón por la cual el mismo se
percibe y maneja de manera tan diferente en lugares de Europa y
el mundo. La enorme disyunción espacial entre el
conocimiento y el impacto: la percepción es siempre
contextual y está constituida localmente.

Para resumir, el impacto sólo se hace perceptible
como sintomático después de que se materializa en
un fenómeno cultural visible en algún tiempo y en
algún lugar.

8-. La noción de sociedad de riesgo global es
pertinente para un mundo que puede caracterizarse por la
pérdida de una distinción clara entre naturaleza y
cultura. Vivimos en un mundo que transciende la dicotomía
de nuestro marco de pensamiento, nuestros riesgos son
híbridos creados por el ser humano.

Más que una prisión tecnocrática el
mundo global en el que vivimos es un conjunto de instituciones en
constante cambio, así se abren circunstancias
aparentemente rígidas y se ponen en movimiento.

Conclusiones

– Actualmente vivimos el pasaje desde la modernidad
industrial hacia una sociedad del riesgo, a través de una
transformación producida por la confrontación de la
modernidad con las consecuencias no deseadas de sus propias
acciones. El desarrollo industrial no regulado por el sistema
político produce riesgos incalculables, imprevisibles e
incontrolables por la sociedad actual.

– Estos riesgos no pueden afrontarse desde los Estados
Nación por cuanto trascienden sus fronteras, esto implica
que surge objetivamente una comunidad mundial, que falta y
será necesario construir de forma
política

– La sociedad del riesgo implica una serie de cambios
que pintan un paisaje de la actualidad e invitan a reflexionar;
la civilización del riesgo nos impone la ambivalencia, una
nueva clase de racionalidad científica, lógica de
investigación, reglas de procedimiento, teoría y
metodología experimental.

– La falla clave de la sociedad industrial fue haber
establecido y enarbolado una racionalidad, un orden, unas
certezas que se afirmaron en la ciencia y en la política,
sin tomar en cuenta las consecuencias no esperadas de las
decisiones tomadas y las posibilidades de caos.

– No son las crisis, sino algunos triunfos del
capitalismo, los que producen la nueva sociedad; la
desintegración de la sociedad industrial no se da por el
efecto desencadenado de la lucha de clases, sino por el proceso
normal de continua e insistente modernización. Por ello,
la modernización reflexiva desintegra y sustituye los
supuestos culturales de las clases sociales por formas
individualizadas de la desigualdad social; esto no significa la
desaparición de las clases sociales, sino la
profundización de la desigualdad que ya no queda adscrita
a ninguna de ellas en particular, sino que es diseminada
temporal, espacial y socialmente.

Bibliografía

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globalización?. Barcelona, Paidós.

· Beck, U (1998):La sociedad del riesgo.
Barcelona, Paidós.

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· Castells, M. (1999):La era de la
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· Douglas, M. (1996): La aceptabilidad del
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Paidós.

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· López Cerezo, J.A y Luján J.L
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· Ramonet, I (1998): Un mundo sin rumbo.
Madrid. Editorial Debate.

· Ramos Torre, R. y García Selgas, F.
(ed.) (1999): Globalización, riesgo, reflexividad.
Tres temas de la teoría social
contemporánea. Madrid, CIS.

· Solé, C. (1998): Modernidad y
Modernización. Barcelona. Anthropos.

· Vallespín, F. (2000): El futuro de
la política. Madrid, Taurus.

 

 

Autor:

Victor Hugo Gonzales Diaz.

INSTITUCION: Ministerio de Salud – Cusco.

FECHA: 25-11-2014.

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