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Diversidad cultural (página 2)




Enviado por Ariana Soto Huaman



Partes: 1, 2

Los encuentros interculturales entre individuos, comunidades y pueblos entrañan invariablemente cierta tensión cultural, cuyos términos dependen del contexto en que se produzcan y de los sistemas de valores que entren en juego. En una sociedad multicultural, la memoria y los valores constituyen los dos ejes principales (Diène, 2007). Las memorias propias de distintos grupos, comunidades y pueblos integran la memoria colectiva de una sociedad multicultural. Las memorias encontradas pueden ser causa u origen de confl ictos abiertos o latentes, por ejemplo entre la constitución de una memoria nacional por un grupo dominante y las demandas por parte de otros grupos de que se tengan en cuenta sus propias memorias. Este fenómeno se aplica a fortiori a las memorias encontradas del colonizador y el colonizado. La memoria nacional, formalizada y legitimada por su lugar en los textos de historia nacional y transmitida por los sistemas de educación nacional y cívica, a menudo lleva a la negación, omisión o perversión de las memorias específi cas de ciertos grupos o comunidades minoritarios.

A menudo, la identidad de cada grupo, comunidad o pueblo tiene sus raíces más profundas en el plano de los valores culturales, espirituales o religiosos. La búsqueda de la propia identidad puede ser abierta y dinámica, orientada hacia una autodefi nición permanente. Puede orientarse en el pasado o fi jarse a tenor de diferencias étnicas o incluso genéticas, como ilustra el nuevo mercado de la ascendencia genética1. En el proceso multicultural se produce una tensión de identidades, en virtud de la circunstancia histórica y del contexto político, cuando un grupo o una comunidad impone, intencionadamente o no, sus valores culturales y espirituales sobre otros grupos minoritarios, o cuando un grupo o comunidad intenta hacer caso omiso de los valores de otros grupos o comunidades, o negarlos. Esta tensión de identidades puede manifestarse insidiosamente al cabo de varias generaciones; en ocasiones, se produce en los suburbios de las grandes urbes de antiguos países coloniales, donde unas formas de discriminación que se originaron en tiempos coloniales se perpetúan respecto de ciertos grupos de la población (Diène, 2007). El discurso civilizador y proselitista del colonialismo —cuyos ecos aún suenan en algunas concepciones del progreso cultural y científi co— es un ejemplo particularmente monstruoso del tipo de hegemonía ideológico-política que es enemiga de la diversidad cultural.

Para que la diversidad no se experimente como una restricción de la identidad o una diferencia infranqueable, y para que pueda favorecer unas interacciones dinámicas entre comunidades étnicas, culturales y religiosas, es imprescindible fomentar el diálogo intercultural dentro de cada sociedad y en el plano internacional como única respuesta duradera a las tensiones raciales basadas en la identidad. El desafío cultural que cada sociedad multicultural encara consiste en conciliar el reconocimiento y la protección de las particularidades culturales, y el respeto por las mismas, con la afi rmación y la promoción de unos valores universalmente compartidos que emergen de la interacción de estas especifi cidades culturales. Efectivamente, tal como ilustran las encuestas de opinión como la Encuesta mundial de valores (véase el cuadro 6 del Anexo estadístico), cuando se pregunta a los individuos a qué grupos geográfi cos sienten que pertenecen, en muchos países del mundo declaran identidades múltiples (véase el gráfi co 2.1). No obstante, la tensión entre distintas identidades puede convertirse en el impulso de la renovación de la unidad nacional basada en una comprensión de la cohesión social en la que se integra la diversidad de sus componentes culturales.

  • Los desafios del diálogo en un mundo multicultural

Igual que puede provocar el retraimiento a unas identidades culturales separadas, la diversidad cultural también se puede experimentar como una invitación a descubrir al otro. Sin embargo, en cierta medida resulta engañoso hablar de culturas en este contexto, puesto que en realidad no son las culturas sino las personas los individuos y los grupos, con sus complejidades y sus alianzas múltiples quienes participan en el proceso de diálogo. Para que surta efecto, el diálogo intercultural ha de liberarse del concepto de identidades fi jas y exclusivas y adoptar una visión del mundo basada en el pluralismo y las afi liaciones múltiples. No basta con un simple reconocimiento de nuestras diferencias: el diálogo genuino presupone un esfuerzo recíproco por hallar y habitar un espacio común en el que se pueda producir un encuentro.

En la práctica, esto exige unas capacidades de negociación y de avenencia que vengan unidas a un empeño por la comprensión mutua y se manifi esten en una amplia gama de contextos culturales, entre ellos las esferas y los sectores de que trata la parte II del presente informe. Para que tenga lugar un diálogo signifi cativo en las iniciativas interculturales, se precisan además la igualdad de oportunidades y el reconocimiento de una estricta igualdad de condición en todos los participantes. En este sentido, se ha de prestar especial atención a las necesidades y expectativas de los grupos vulnerables y marginados, entre ellos los pueblos indígenas, los muy pobres y las mujeres (véase el recuadro 2.2). Es esencial que se tomen medidas para habilitar a todos los participantes en el diálogo intercultural mediante proyectos incluyentes y creadores de capacidades que permitan que se produzca una interacción sin menoscabo de la identidad personal o colectiva. Se puede considerar que la creación de competencias interculturales, el fomento del diálogo entre credos y la reconciliación de las memorias discrepantes son los tres principales desafíos para el diálogo en un mundo multicultural.

Competencias interculturales El diálogo intercultural depende en gran medida de las competencias interculturales. Éstas, que se defi nen como el "conjunto de destrezas necesarias para desempeñarse de manera efi caz y apropiada en las interacciones con personas de otras lenguas y culturas" (Fantini, 2007), son de índole esencialmente comunicativa, pero también suponen una "reconfi guración" de nuestras perspectivas del mundo y nuestra forma de entenderlo (véase el recuadro 2.3). Son las herramientas que posibilitan el desplazamiento desde un "choque" hacia una "alianza" de civilizaciones.

Existen varias estrategias que permiten la adquisición de competencias interculturales y facilitan los encuentros culturales con el fi n de promover el diálogo intercultural (Bennett, 2009). Muchas de ellas han sido formalizadas por equipos de comunicación y gestión intercultural partiendo de las experiencias vividas por trabajadores migrantes y sus familias, obligados a ajustarse a las realidades de la vida en o entre dos culturas (UNESCO, 1982; Hoff man, 1989). El objetivo fi nal sería hacer de las competencias interculturales un elemento indispensable de los programas escolares, en el marco más amplio de la formación cultural básica.

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La forma más evidente de reducir el confl icto y los prejuicios entre grupos consiste en incrementar los contactos entre miembros de distintos grupos con el fi n de romper barreras y tender puentes entre comunidades cerradas en sí mismas; por este medio se promueven, mediante el conocimiento, unas visiones más complejas y personalizadas de los mundos de los otros. Estas estrategias son positivas cuando cumplen con determinadas condiciones —una posición social equivalente, un contexto positivo, la igualdad en cuanto a la base de conocimientos y unos objetivos razonables— y no pretenden resolver de una vez todos los aspectos del aislamiento social (Allport, 1954). Si bien no se deben abandonar las metas más ambiciosas de reducir las brechas sociales, la estrategia debería empezar por la superación de las fronteras culturales, centrando la atención en los objetivos específi cos inmediatos. Puesto que el objeto que se persigue es fomentar un auténtico encuentro entre seres humanos que, más allá de sus diferencias, comparten expectativas comunes, el contacto debería comportar una dimensión más inmediata, y no ser considerado como un fenómeno meramente funcional o circunstancial. Ello se debe a que no es tanto el conocimiento de los demás lo que condiciona el éxito del diálogo intercultural como la fl exibilidad cognitiva, la empatía, la reducción de la ansiedad y la capacidad de desplazarse entre distintos marcos de referencia (Pettigrew, 1998). También son esenciales la humildad y la hospitalidad: "la humildad, porque es imposible comprender a otra cultura en su totalidad; y la hospitalidad, porque uno ha de tratar a otras culturas como muchas sociedades tradicionales tratan a los extraños, es decir, con los brazos abiertos, las mentes abiertas y los corazones abiertos" (Fasheh, 2007).

Se están entablando numerosas iniciativas que tienen por objeto promover el diálogo y la empatía entre jóvenes de diferentes culturas. Estas iniciativas van desde proyectos escolares y programas educativos (como los programas Children"s International Summer Village y AMIDEAST) hasta programas de intercambio que reúnen a participantes de medios culturales diversos para realizar Diálogo intercultural viajes de estudios de un semestre de duración (como los programas Erasmus, de la Unión Europea, y Scholar Ship). Los proyectos e iniciativas que incluyen actividades participativas culturales, artísticas y deportivas son medios particularmente potentes a la hora de aportar incentivos al diálogo intercultural, especialmente en el caso de los niños desfavorecidos en países estragados por los confl ictos. Efectivamente, las artes y la creatividad son testigos tanto de la profundidad y la plasticidad de las relaciones interculturales como de las formas de enriquecimiento mutuo que éstas fomentan. También ayudan a combatir las identidades cerradas y a fomentar el pluralismo cultural. Se puede extraer ejemplos destacados de las experiencias del programa DREAM; este programa, constituido en 2003, ha ejecutado en Afganistán (Kabul), Camboya (Phnom Penh), Jerusalén oriental, Haití (Pétionville) y Liberia (Monrovia) varios proyectos destinados a ayudar a los niños de la calle a expresarse libremente en un entorno seguro y sensible a la cultura. El arte, la pintura, el dibujo, la danza, la música, el teatro, la fotografía, las artesanías y los deportes se ven como medios para abordar las necesidades y los derechos básicos de los niños, construyendo una estructura de creatividad y autoestima y ayudándolos a afrontar traumas y problemas personales (UNESCO-Felissimo, 2008).

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En las "ciudades globales" que existen en muchas partes del mundo, que sirven como centros o redes para el multiculturalismo, han ido surgiendo festivales culturales que permiten que las distintas culturas se entremezclen y trasciendan las barreras divisorias —ya sean lingüísticas, religiosas o de otra índole— para compartir momentos de comunión y diversión urbanas. Por este medio, los espacios públicos se convierten en esferas de pluralismo, convivencia e interacción. Como ha señalado Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (Pigem, 2006), los carnavales, de los que se había hecho caso omiso, llegando incluso a despreciarlos, entre 1960 y 1980, en la actualidad son reconocidos como auténticas actividades culturales en las que el patrimonio y la creación contemporánea pueden encontrarse y evolucionar.

La constitución y el fomento de las relaciones interculturales han propiciado un desplazamiento gradual en los festivales étnicos y culturales de larga data; se han convertido en unas celebraciones menos monoétnicas y más pluralistas. El Festival del Año Nuevo Chino de Vancouver ilustra perfectamente este fenómeno; si bien en su inicio era una celebración específi ca de la cultura china, en la actualidad también muestra las culturas brasileña, afro-canadiense, japonesa y aborigen. Aunque la "propiedad" de los espacios o locales por comunidades culturales específi cas sigue siendo un asunto muy espinoso, algunas ciudades han habilitado espacios donde las comunidades étnicas pueden interactuar, por ejemplo el parque de Clissold (nordeste de Londres) y el parque de Cannon Hill (Birmingham) en el Reino Unido. Por otra parte, en algunas ciudades se ha considerado necesario crear espacios físicos para los miembros de comunidades culturales específi cas, por ejemplo en Helsinki, donde se construyó un nuevo espacio, una "sala de estar cultural" conocida como "La Veranda", para las manifestaciones culturales en lengua sueca. Con independencia de las circunstancias de cada caso, un diálogo intercultural efectivo presupone la promoción del diálogo entre individuos, con todas las complejidades de sus múltiples identidades, y la garantía de las condiciones necesarias de igualdad entre ellos. Puesto que este último factor supone el reconocimiento por todas las partes de la dignidad y la valía de todas las culturas participantes, hemos de refl exionar sobre las circunstancias específi cas a las que han de hacer frente los grupos vulnerables y marginados.

Lenguas

Las lenguas median en nuestras experiencias, nuestros entornos intelectuales y culturales, nuestras formas de encuentro con los demás, nuestros sistemas de valores, códigos sociales y sentido de pertenencia, tanto colectiva como individualmente. Desde la perspectiva de la diversidad cultural, la diversidad lingüística refl eja la adaptación creativa de los grupos a sus entornos físicos y sociales cambiantes. En este sentido, los idiomas no sólo son un medio de comunicación, sino que representan la trama misma de las manifestaciones culturales: son portadores de identidad, valores y visiones del mundo.

Aunque las lenguas siempre han sido vulnerables a las presiones políticas, socioeconómicas y culturales de comunidades lingüísticas con mayor infl uencia (como en el caso de la marginación o el eclipse de las lenguas vernáculas en el contexto del colonialismo europeo), las presiones de hoy en día inciden con fuerza creciente en todas las comunidades, como consecuencia de la mundialización y de los fenómenos de comunicación de largo alcance que la acompañan. Al abrir unas sociedades que anteriormente estaban encerradas en sí mismas y someter algunas lenguas minoritarias a una competencia creciente, la mundialización y la urbanización inciden como factores de primera magnitud sobre los patrones contemporáneos de erosión lingüística. En su mayor parte, los idiomas actuales están lejos de encontrarse en condiciones de igualdad ante estas innovaciones, y los más vulnerables se ven amenazados por una rápida extinción. Sin embargo, los efectos de la mundialización sobre los idiomas son complejos y actúan en múltiples direcciones (véase el capítulo 1), y en diferentes grupos sociales, especialmente entre los jóvenes, están apareciendo nuevas prácticas lingüísticas. Estas prácticas están abriendo todo un abanico de nuevas formas de diversidad cultural.

La importancia de las lenguas como marcadores de identidad se pone de manifi esto cuando se abordan temas relacionados con la extinción de las lenguas y la aparición de nuevas prácticas lingüísticas. Desde la óptica de las relaciones interculturales, la salvaguardia de la diversidad lingüística va de la mano del fomento del plurilingüismo, y se ha de corresponder con los esfuerzos destinados a velar por que los idiomas sirvan de puentes entre las culturas y de medios para promover la "fecunda diversidad" de las culturas del mundo.

  • La Dinámica de las lenguas en la actualidad

Los lingüistas estiman posible que un elevado porcentaje de los idiomas del mundo se extingan en el curso del siglo XXI. Si bien no hay un acuerdo en cuanto al número preciso de lenguas que se hablan en el mundo en la actualidad, según algunos inventarios como el Ethnologue y Linguasphere en total son entre 6.000 y 8.000. La mitad de las lenguas en existencia tienen menos de 10.000 hablantes, y se dice que cada dos semanas se extingue una de ellas (Crystal, 2000). Para las comunidades lingüísticas integradas por pocos hablantes o económicamente débiles las perspectivas son particularmente poco halagüeñas. Los resultados de un estudio basado en la premisa de que los idiomas con menos de 150 hablantes corren un grave peligro indican que 600 (es decir, el 11,5%) de las lenguas del mundo están al borde de la extinción. Si el umbral de viabilidad se fi ja en 10.000 hablantes, a mediano plazo la extinción de idiomas afectará aproximadamente al 60%. Si el umbral se fi ja en 100.000 hablantes, más del 80% de los idiomas del mundo se perderán, entre ellos la mayoría de las lenguas indígenas de Australia y el Pacífi co. Si se presupone un umbral a mediano plazo de 1 millón de hablantes, entonces "se perderá el 95,2% de todas las lenguas, entre ellas todas y cada una de las enguas indígenas de América del Norte, América Central, Australia, Nueva Guinea y el Pacífi co, más casi todas las de América del Sur" (Nettle, 1999).

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A menudo, una lengua bajo presión es aquélla cuyos hablantes se pasan a una lengua diferente y dominante como reacción ante las presiones políticas, sociales, económicas y culturales. El hecho de que no se produzca la transmisión intergeneracional de una lengua se puede asimilar al fracaso reproductivo de una especie (Krauss, 1992). De persistir estas presiones a lo largo de las generaciones, estas lenguas correrán peligro (Grupo de Expertos ad hoc de la UNESCO sobre lenguas en peligro, 2003a); se considera que una lengua está en peligro de extinción cuando su comunidad de hablantes ya no la transmite a las generaciones jóvenes. El punto en el que se puede decir que una lengua corre grave peligro de extinción varía de una lengua a otra: por ejemplo, una lengua con 500 hablantes podría estar en peligro en algunas partes de África, pero no en el Pacífi co, debido a unas condiciones sociales y políticas diferentes (Grimes, 1995). Del mismo modo, son muchas las condiciones adicionales relacionadas con la extinción lingüística que no se pueden inferir únicamente del número de hablantes, entre ellas las actitudes de la comunidad hacia su lengua y otros factores sociolingüísticos, al igual que las actitudes y políticas del gobierno respecto de las lenguas minoritarias y la existencia o inexistencia de programas destinados a preservar o perpetuar las lenguas (Maffi y SkutnabbKangas, 1999).

Por lo general, la creación de Estados-nación en los años que siguieron a la descolonización, y más recientemente a la desintegración de la Unión Soviética y sus países satélites, estuvo acompañada de la homogeneización lingüística. Los Estados-nación pueden defi nir en su Constitución la condición jurídica de las lenguas que se hablan en su territorio y decidir en qué ámbitos se emplearán. Una lengua a la que se reconoce la condición de idioma ofi cial suele ser la que se emplea en el sistema educativo, los medios de comunicación públicos, los tribunales y la administración pública. Además de los idiomas ofi ciales, algunos países designan explícitamente en su Constitución varios idiomas nacionales (en Senegal, por ejemplo, el idioma ofi cial es el francés y los idiomas nacionales son el diola, el malinké, el pular, el serer, el soninke, el wolof "y todas las lenguas codifi cadas"), aunque esto rara vez infl uye sobre su empleo en los dominios públicos. En la mayoría de los países, los idiomas ofi ciales están asociados a la modernización y el progreso económico; los demás (por lo general, lenguas locales) se suelen limitar al ámbito privado, lo que exacerba la marginación social y política de sus hablantes.

Aunque es difícil calcular todas las consecuencias de la mundialización, ésta parece estar afectando a la composición lingüística de los países de todo el mundo de formas diversas y a menudo contradictorias. El inglés, idioma que hablan más de 1.000 millones de personas (como primera o segunda lengua), es sin duda la lengua de comunicación más generalizada. Es el idioma ofi cial o principal de casi 60 países (cerca de la tercera parte de los Estados Miembros de las Naciones Unidas), está presente en 75 países más y es igualmente la matriz lingüística de más de 40 lenguas criollas y lenguas francas o lenguas pidgin. Se ha dicho de la lengua inglesa que es "el único medio compartido a lo ancho de la enorme región asiática" (Kachru, 2005), región que cuenta con la mayor población del mundo, y sigue siendo el idioma dominante en las industrias culturales, Internet y los medios de comunicación, así como en la diplomacia (Crystal, 2000; Camdenton, 2001). Dos mil millones de personas —un tercio de la población mundial— podrían estar aprendiendo inglés en los años 2010 a 2015, y hasta 3.000 millones de personas, la mitad de la población mundial, podrían hablar esta lengua en un futuro próximo (Graddol, 2006) Este hecho lleva a la conclusión, hartas veces repetida, de que el mundo ya ha adoptado de hecho una lengua auxiliar internacional. Las estadísticas sobre traducciones también confi rman esta tendencia: la mayoría de las traducciones tienen el inglés como lengua de origen y sólo una parte comparativamente menor de las obras que se publican en todo el mundo en otras lenguas, entre el 2 y el 4% del total de los libros publicados en los Estados Unidos y el Reino Unido, se están traduciendo al inglés (véanse Venuti, 1995, y la sección 3.4). Basta con echar un vistazo al ciberespacio para observar el predominio de unas pocas de las lenguas escritas de mayor divulgación; este fenómeno está causando perjuicios a la representación de otras lenguas y a la viabilidad de las lenguas no escritas.

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  • Lenguas e identidades

Los seres humanos suelen aferrarse a fi rmes creencias acerca de su idioma, que tiene la importante función de marcar las fronteras entre grupos; esas creencias desempeñan un papel esencial en la construcción y el mantenimiento de identidades humanas singulares, tanto entre comunidades con idiomas diferentes como dentro de comunidades que comparten una misma lengua. Incluso dentro de las comunidades lingüísticas, ciertas características distintivas marcarán los orígenes de los hablantes: el inglés hablado en Inglaterra es distinto del que se habla en los Estados Unidos, Nueva Zelandia y Sudáfrica; e incluso dentro de un mismo país surgirán variedades locales distintas vinculadas a zonas o categorías sociales específi cas, de manera que el inglés que se habla en Nueva York no es el mismo que el de Nueva Orleáns o Boston, y el inglés cockney no es el mismo que el que habla la clase media alta británica. Al igual que las culturas y especies humanas, los idiomas se adaptan a unos nichos ecológicos específi cos; y lo mismo que los objetos culturales están dotados de historicidad y manifi estan las visiones del mundo, los valores y los sistemas de creencias implícitos en una cultura determinada. Incluso hoy en día, a pesar de la complejidad del mundo moderno donde las lenguas han venido a refl ejar muchas identidades, historias, culturas, fuentes y lugares, la mayoría de las lenguas del mundo son de "nicho restringido", es decir, están limitadas a un grupo, pueblo o territorio único.

El vocabulario de una lengua es un catálogo sistemático de los conceptos y elementos esenciales de una cultura determinada. En el caso de las culturas indígenas, por ejemplo, las necesidades de las culturas insulares del Pacífi co son distintas de las de las culturas siberianas cuyo medio de vida es el pastoreo de renos. La lengua que tradicionalmente se asocia con una cultura suele ser la lengua relacionada con el entorno y el ecosistema local de esa cultura, con las plantas y los animales que emplea como alimentos, como medicinas y para otros fi nes, y expresa los sistemas de valores y las visiones del mundo locales (Fishman, 1991). El hecho de dar nombres a las características geográfi cas del paisaje aporta un sentido de conexión con un lugar y las historias a él vinculadas. Por ejemplo, la lengua apache del sudoeste de los Estados Unidos incluye nombres topográfi cos descriptivamente específi cos, a menudo integrados por oraciones completas ("el agua fl uye hacia abajo sobre una sucesión de rocas planas"),que resultan esenciales para las genealogías de los clanes de los apaches, ya que los nombres topográfi cos también están asociados con los grupos de parentesco. Por consiguiente, puede que no sea fácil interpretar las afi rmaciones de los nativos de que mantienen nexos simbólicos con la tierra y relaciones personales vinculadas al entorno.

Desde este punto de vista, es muy probable que el desplazamiento de los pueblos indígenas de sus tierras tradicionales y la pérdida de sus lugares culturales esenciales supongan mucho más que una dislocación física: puede suponer una fractura en la continuidad histórica de la conciencia de una comunidad de su identidad y su cultura singulares. Cuando los seres humanos se ven obligados a trasladarse o a reestablecerse en un territorio diferente al que habían habitado tradicionalmente (por ejemplo, los hablantes de gaélico desplazados de las Tierras Altas escocesas), los vínculos entre la lengua, la cultura y el entorno se debilitan. Por consiguiente, las lenguas son en gran medida manifestaciones específi cas de una cultura: llevan consigo un amplio contenido taxonómico y simbólico que viene a representar a los distintos grupos étnicos, culturales o nacionales que las hablan. Cuando se extingue una lengua, es mucho más difícil recuperarla que recuperar otros marcadores de identidad.

Cada vez resulta más evidente que la extinción prevista de la mayoría de los idiomas tendrá unas consecuencias perjudiciales para todo tipo de diversidades: no sólo para la diversidad cultural por lo que respecta a la riqueza de visiones del mundo y de sistemas fi losófi cos, sino también para la diversidad medioambiental y ecológica, ya que las investigaciones están poniendo de manifi esto el vínculo entre la erosión de la diversidad lingüística y la del conocimiento de la diversidad cultural (Harmon y Loh, 2008; véase el recuadro 3.2). Precisamente, la sensibilización acerca de este vínculo entre la diversidad biológica y la diversidad cultural —en su representación más característica, la extinción de las lenguas (Skutnabb-Kangas, Maffi and Harmon, 2003) y la correspondiente pérdida de los conocimientos de la naturaleza, la historia, la memoria, los conocimientos culturales, los usos, las normas y los valores (Mühlhäusler, 1996; Grenoble y Whaley, 1998; Diamond, 2001)— es lo que llevó a la Sociedad Internacional de Etnobiología a formular en 1988 la Declaración de Belén sobre diversidad cultural y diversidad biológica. Las conclusiones de un estudio sobre varias lenguas de pequeña difusión que habían permanecido estables a lo largo del tiempo y sus relaciones con la riqueza biológica de las zonas en las que se hablaban subrayan hasta qué punto está codifi cado el conocimiento en una lengua determinada, de manera que puede decirse que los sistemas culturales evolucionan conjuntamente, en los pequeños grupos, con los ecosistemas locales (Nettle y Romaine, 2000). Dicho de otra manera, "La vida en un entorno humano determinado [. . .] depende de la capacidad de las personas para hablar sobre ella" (Mühlhäusler, 1996).

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En este sentido, la magnitud de la amenaza para la diversidad lingüística del mundo y las graves consecuencias que resultarían de su pérdida abogan enérgicamente por la identifi cación y adopción de las mejores prácticas en esta esfera.

Huelga decir que no existe una correlación sistemática o necesaria entre lengua y cultura: las lenguas existen en una permanente situación de flujo, y los factores socioeconómicos, políticos y de otra índole siempre han tenido una función en los cambios lingüísticos. Allí donde existe estigmatización étnica o cultural existe también la posibilidad de que se abandone una lengua, como acto de supervivencia o de defensa propia; algunos padres, por ejemplo, no hablan su lengua nativa en el hogar para preparar a sus hijos a ir a la escuela en la lengua dominante. En ciertos lugares donde las lenguas tradicionales han desaparecido, los individuos pueden adaptar su identidad a una nueva lengua, que en algunos casos puede ser una forma distintiva de la lengua dominante y en otros casos una lengua criolla. En grandes extensiones de Australia, muchos aborígenes hablan inglés aborigen, criollo del Estrecho de Torres o kriol como primera lengua. En otras partes del mundo, muchos hablan inglés u otra lengua como segunda lengua o lengua adicional. Aunque los encuentros coloniales europeos han producido los pidgins y criollos mejor conocidos y más estudiados, existen ejemplos anteriores al contacto con los europeos, como el sango en la República Centroafricana y el hiri motu en Papua Nueva Guinea. Este tipo de lenguas pueden surgir donde los hablantes de distintos idiomas han de idear un medio común de comunicación (Romaine, 2006). La mayoría de las lenguas criollas coexisten con la lengua original, con la que comparten la mayor parte de su vocabulario; a menudo, unas actitudes negativas han evitado que los pidgins y las lenguas criollas obtengan un reconocimiento ofi cial o se utilicen en la enseñanza, incluso cuando los habla la mayoría de la población. Aun en los pocos países donde los pidgins y las lenguas criollas han obtenido cierto reconocimiento como idioma ofi cial o nacional, no se han integrado de forma generalizada en las escuelas. En los escasos casos en que se han integrado, en líneas generales los resultados han sido positivos (por ejemplo, tok pisin e hiri motu en Papua Nueva Guinea, sango en la República Centroafricana, seselwa en las Seychelles, papiamento en las Antillas Neerlandesas) y han mejorado la motivación y el rendimiento académico (Eckkramer, 2003).

Las personas que hablan dos o más lenguas a menudo declararán más de una identidad, e incluso evitarán alinearse con una única identidad. En 1997 tuvo lugar un acalorado debate en Hong Kong en relación con un discurso que había de pronunciar su nuevo jefe ejecutivo, Tung Chee Wah, en la ceremonia de traspaso a China: ¿Debería pronunciarse el discurso en putonghua o en cantonés, considerando que cada una de esas lenguas era el símbolo de distintas alineaciones e identidades? Finalmente, Tung Chee Wah lo pronunció en putonghua, la lengua ofi cial de China continental, pero pronunció su primer discurso de política en cantonés, que siempre ha sido la lengua franca de los grupos étnicos chinos de Hong Kong y es el vehículo oral de la enseñanza en las escuelas primarias y en las escuelas secundarias del medio chino hongkonés (Tsui, 2007). Evidentemente, la decisión de emplear una u otra lengua indica que las lenguas y las formas de expresión pueden no gozar de igual categoría o no ser consideradas como igualmente apropiadas o adecuadas en todas las circunstancias. La fuerza emotiva de las palabras pronunciadas en una lengua local, en contraste con las pronunciadas en el idioma de un antiguo colonizador, no será la misma para el hablante bilingüe: las palabras no son intercambiables. Mediante este tipo de procesos de selección manifestamos lo que se podrían llamar "actos de identidad" (Le Page y Tabouret-Keller, 1985), y a lo largo de nuestras vidas establecemos alianzas con una variedad de grupos, basándonos en los valores y actitudes de la comunidad de nuestro entorno, que luego se amplían a la sociedad más general, defi nida de distintas formas (cultural, étnica, religiosa, nacional) y que conforman e infl uyen sobre quiénes somos y cómo nos percibimos a nosotros mismos.

Educación

Después de decenios durante los cuales el acento se puso en el establecimiento de normas en materia de enseñanza en todo el mundo, actualmente cada vez se tiene mayor conciencia de las vinculaciones entre la diversidad cultural y la educación, así como de la importancia de integrar la diversidad de necesidades de los educandos y de métodos y contenidos en las prácticas educativas. Un progreso capital de la refl exión internacional en torno a la educación fue el reconocimiento de sus múltiples estratos, ya que no consiste sólo en la transmisión del saber, sino también en la transmisión de valores, comprendidos factores sociales y culturales, que se encuentran estrechamente ligados a las experiencias y la memoria, la creatividad y la imaginación (Faure et al., 1972; Delors et al., 1996). El "aprendizaje a lo largo de toda la vida", las "sociedades del aprendizaje" y las "sociedades del conocimiento" son nociones que tratan de aprehender la dimensión cultural de los procesos de aprendizaje que tienen lugar entre las generaciones y entre las diferentes culturas. La educación es un derecho humano fundamental al que deberían tener acceso todos los niños y adultos, por cuanto contribuye a la libertad y la autonomía individuales y al desarrollo humano.

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En los dos últimos decenios, la comunidad internacional se ha comprometido a asegurar la enseñanza básica y la difusión del derecho a la educación para todos, conforme se plasmó en la Declaración de Jomtien de 1990 y se reiteró en el Marco de Acción de Dakar del año 2000, de conformidad con los cuales para el año 2015 se deberá alcanzar la Educación para Todos (EPT). La diversidad cultural puede desempeñar un papel vital en el logro de ese objetivo, especialmente en cuanto a mejorar la matriculación, la retención y el aprovechamiento escolar de los alumnos y a fortalecer el nexo entre los marcos educativos formal, no formal e informal. Ante el surgimiento de sociedades cada vez más multiculturales, los sistemas educativos deben afrontar nuevos retos que exigen idear formas de educación más fl exibles, apropiadas e integradoras. Para convivir con nuestras diferencias se deberá reforzar la educación multicultural —lo mismo la impartida a los grupos mayoritarios que a las minorías etnolingüísticas y a los indígenas y demás grupos vulnerables— a fi n de inculcar competencias y habilidades interculturales de importancia crítica, lo cual únicamente será posible en la medida en que las políticas en el terreno de la educación se planteen educar por medio de la diversidad y en favor de ésta.

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  • La pertinencia de los métodos y contenidos de la educación

En 1990, la Declaración Mundial sobre Educación para Todos (EPT) —conocida asimismo como Declaración de Jomtien (UNESCO, 1990)— aprobada en la Conferencia Mundial sobre la Educación para Todos celebrada en Jomtien (Tailandia), subrayó la necesidad de hacer que la educación estuviese al alcance de todos y de que fuese más pertinente, declarando que la "calidad" es el requisito previo indispensable para alcanzar la meta fundamental de la equidad. El debate en torno a la calidad estaba vinculado a los dos objetivos primordiales de la educación: asegurar el desarrollo cognitivo de los educandos y alimentar su desarrollo creativo y emocional para que sean capaces de adquirir los valores y actitudes propios del ejercicio de la ciudadanía responsable.

Pasado un decenio, el Marco de Acción de Dakar (UNESCO, 2000a) volvió a subrayar que la calidad constituye "la médula de la educación" por ser un elemento determinante fundamental de la matriculación, la retención y el aprovechamiento escolar de los educandos, declarando que el acceso a una educación de calidad es derecho de todos los niños. En 2005, el Informe de Seguimiento de la EPT en el Mundo realzó el papel de la educación de calidad como nuevo enfoque de la educación integradora y del logro de la EPT en 2015, ampliando la defi nición de la educación de calidad para que incluyera "las características deseables de los educandos (alumnos sanos y motivados), los procesos (docentes competentes que utilizan pedagogías activas), contenidos (planes de estudio pertinentes) y sistemas (buena administración y distribución equitativa de los recursos)". Así pues, señaló que la necesidad de una educación más pertinente es uno de los tres elementos fundamentales de la educación de calidad, junto con una mayor equidad en el acceso y los resultados y la necesidad de dar el debido respeto a los derechos de la persona.

Impulsó este nuevo énfasis el reconocimiento de que frecuentemente se consideraba —especialmente en los países en desarrollo— que los planes de estudios importados o heredados no tenían bastante en cuenta el contexto local ni las circunstancias socioculturales de los educandos1. El que además empezara a plantearse la cuestión de la educación indígena también contribuyó a ese viraje de las estrategias educativas: la falta de pertinencia de los enfoques generales importados de Europa pesó asimismo a favor de que el contenido de los planes de estudios, las pedagogías y la evaluación se concibieran localmente, con una mayor participación de los educandos en la defi nición de sus estrategias educativas. La diversidad cultural puede ser una potente palanca para asegurar la pertinencia en cada contexto de los métodos y el contenido de la educación y nos recuerda que ésta no es nunca un proceso neutral desde el punto de vista cultural: la enseñanza y el aprendizaje en el aula no se desenvuelven en el vacío, aislados de sus contextos social y cultural, así como tampoco están los facilitadores (docentes) ni los educandos exentos de orientaciones culturales específi cas. Se debe buscar, por tanto, el tomar conciencia de la diversidad cultural y asumirla y ayudar de ese modo a los educandos a desarrollar sus propias capacidades, las cuales también están arraigadas en su cultura.

Comunicación y contenidos culturales

El presente capítulo examina, desde la perspectiva de la diversidad cultural, el entero paisaje de la comunicación y los contenidos culturales, que en este sentido abarca la prensa, los libros, la radiodifusión, los medios grabados, el cinematógrafo y la televisión, así como otros fenómenos más recientes (nuevos medios o tecnologías de la información y la comunicación) como Internet, CD, DVD, juegos en vídeo, "salas de charla" (foros de debate en Internet) y la blogoesfera. Los medios de comunicación y las industrias culturales se han convertido en sectores de gran dinamismo económico, social y político, y gracias a ello confi guran de modo creciente las identidades, visiones globales, valores y gustos individuales y colectivos, poniendo en entredicho los sistemas de la educación formal. En consecuencia, hoy en día los productos culturales y de la comunicación se están transformando en poderosos instrumentos de la educación no formal y la transmisión cultural, con potencial sufi ciente para promover el entendimiento intercultural, pero sólo en la medida en que plasmen la realidad, la complejidad y la dinámica de la diversidad cultural. Sin embargo, la situación presente se caracteriza por las múltiples paradojas que plantean el acceso a los medios de comunicación y el aprendizaje de nociones básicas sobre los medios de información y comunicación, esto es, la alfabetización informativa y mediática. Aunque los nuevos medios de comunicación y las nuevas formas de distribución facilitan el acceso a la producción de contenidos y la difusión de los contenidos culturales, con el consiguiente aumento de las posibilidades de diálogo intercultural, los desequilibrios políticos y económicos y las asimetrías implícitas en la brecha digital siguen limitando las oportunidades de conseguir un intercambio cultural genuino. Además, la multiplicidad misma de las opciones, y los desafíos culturales resultantes, pueden favorecer el aislamiento cultural y hacer que proliferen los estereotipos.

  • Impactos de la comunicación y los productos culturales

Investigadores y expertos en una amplia variedad de disciplinas, como los estudios culturales, las ciencias de la comunicación y la información, la economía, el derecho internacional y las ciencias políticas, han tratado de describir, explicar y medir estas nuevas realidades con diversos argumentos. Los medios de comunicación generados por los usuarios hacen posible diversifi car las voces, creando así nuevas oportunidades para la realización de intercambios interactivos entre participantes de diferentes orígenes culturales. Además, la mayor capacidad de interconexión e interactividad permite superar el "aprendizaje pasivo" que con frecuencia ha gravado los medios visuales de comunicación. Sin embargo, aunque el crecimiento de la demanda de contenidos digitales en Internet y la amplia disponibilidad de medios intercambiables y fáciles de reproducir (DVD, transmisión de fl ujos de datos, archivos en audio y en vídeo) ofrezcan nuevas posibilidades, también representan nuevos desafíos para la diversidad cultural, como la fragmentación de las audiencias y la promoción de estereotipos. Estos problemas pueden y deben resolverse mediante iniciativas adecuadas de alfabetización informativa y mediática.

Fragmentación de las audiencias y orientación cultural

Junto con los cambios derivados de la mayor disponibilidad de contenidos mediáticos, la era digital ha ejercido una considerable infl uencia en la demanda y el consumo de esos contenidos por parte de la audiencia. Se habla de un efecto de "larga estela" por referencia a las mayores posibilidades creadas por los medios digitales de poner a disposición obras especializadas o para audiencias limitadas, gracias al descenso de los costos de producción y distribución (Anderson, 2006).

El efecto de la diversificación de los contenidos en la gama de opciones para los consumidores es más complejo de lo que podría parecer a primera vista. La grabación digital ha dado lugar a una superabundancia de opciones en materia de contenidos mediáticos, pero también a un aumento de la piratería, favorecido por la distribución de CD y DVD que pueden ser ser grabados y de dispositivos de grabación de múltiples formatos, tanto en los países del Norte como en muchos centros urbanos de los países del Sur. Si bien solamente una quinta parte de la humanidad tiene acceso a Internet, de dos a tres quintas partes tienen acceso a copias de vídeo o archivos musicales.

El mayor suministro de contenidos mediáticos no da lugar necesariamente a una mayor diversifi cación del consumo. Ante el número excesivo de opciones, algunos consumidores prefi eren limitarse a unos pocos títulos familiares y se abstienen de explorar contenidos desconocidos o diferentes (Benhamou, 2004). Las preferencias culturales suelen nutrirse de las interacciones con los demás (por ejemplo, comentar una representación de marionetas, prestar o tomar en préstamo contenidos, compartir actividades como mirar la televisión o escuchar un programa de radio con los colegas en el trabajo): este es el fenómeno denominado en inglés "cultural prescription" ("receta cultural"), término que describe el acto de dar una orientación o recomendar un contenido cultural . Es interesante observar que el aumento del número de opciones que ha hecho posible la revolución digital induce a algunas personas a pedir recomendaciones u orientaciones culturales a sus relaciones más próximas. Un reciente estudio realizado en Francia por el Centro Nacional de Cinematografía ha demostrado que, por ejemplo, en el 60% de los casos las personas van a ver una película porque les ha sido recomendada por un conocido, y no por la publicidad o por las reseñas de la crítica (Le Diberder, 2008).

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Al tiempo que los múltiples canales televisivos y la serie, al parecer interminable, de programas empiezan a desbordar a los agentes tradicionales de la "orientación cultural" —la escuela, los familiares inmediatos, los comerciantes locales —, se está abriendo una importante brecha intergeneracional, debida en particular a la aparición de nuevas prácticas de consumo del contenido digital vinculadas con nuevas formas de establecimiento de redes sociales (por ejemplo, servicios en línea como Facebook o Messenger). Así pues, el excesivo número de opciones hace que se fragmenten las audiencias y favorece el encierro y el aislamiento social. Proliferan las audiencias compuestas de afi cionados o sectas que tienen poco contacto entre ellas y tienden a excluir otros modos de pensar (Sunstein, 2001). El peligro de este fenómeno es que puede provocar una "diversidad fi cticia", que oculte el hecho de que la gente en realidad sólo se comunica con quienes comparten sus marcos de referencia culturales.

La televisión por satélite satisface al consumidor interesado en los viajes, la historia, la música clásica, los caballos, las películas antiguas, los temas femeninos o los programas infantiles, y al mismo tiempo permite ver canales extranjeros en sus idiomas originales. Pero, digamos, si sólo las mujeres siguen los programas femeninos, si los afi cionados a la historia no miran los canales de geografía, si la audiencia de los canales extranjeros está constituída exclusivamente de inmigrantes que, en consecuencia, dejan de mirar los programas de los canales nacionales de sus países de adopción y se limitan a cultivar sus raíces culturales originarias, la interculturalidad y el diálogo correrán peligro. En algunos casos, el efecto de "larga estela" puede dar lugar a la "tribalización" del consumo cultural, riesgo evidente por cuanto frustra cualquier intento de promover el diálogo intercultural y el entendimiento mutuo, y puede contribuir al fortalecimiento de algunos estereotipos sobre otras poblaciones. Esta diversidad es poco más que una yuxtaposición de singularidades paralelas.

Así pues, la aparición de nuevas prácticas de visualización y audición vinculadas al desarrollo tecnológico tiene importantes consecuencias para la diversidad cultural. A este respecto, es esencial tener siempre presente que el impacto de la revolución digital en la diversidad es asimétrico y surte efectos distintos según las regiones y las categorías de ingresos que se consideren. Así pues, es probable que los efectos de esa revolución en la diversidad cultural no sean los mismos en los países del Norte que en los del Sur, dependiendo de las prácticas digitales prevalecientes en un determinado lugar, el acceso a Internet, el uso de ésta y los niveles de la piratería (Le Diberder, 2008).

  • Políticas de fomento de la diversidad cultural

Hacen falta iniciativas para asegurar que las audiencias mundiales y la programación transfronteriza contribuyan al pluralismo y al libre intercambio de ideas, en pro de la diversidad cultural. Para ello son esenciales un consumo más crítico de los medios de comunicación y una mayor conciencia de la importancia de entender otras culturas desde dentro —alfabetización informativa y mediática— a fi n de contrarrestar la fragmentación de la audiencia, el aislamiento y los estereotipos (Benson, 2005). En este sentido, la diversidad cultural no es un complemento de los medios de calidad, sino su defi nición misma. Además, a pesar del papel fundamental que desempeñan los medios en la promoción (o la disuasión) de la pluralidad de las perspectivas, hay una tendencia a considerar por separado los medios dedicados al esparcimiento, la cultura y las noticias, que también se tratan aisladamente en los debates de política encaminados a promover la diversidad cultural. Si bien ello no reduce la pertinencia de las políticas que se ocupan de los medios de comunicación más "antiguos" (televisión y radio, por ejemplo), la reciente adopción de nuevas tecnologías digitales necesita mejores mecanismos de regulación y apoyo a la industria, para refl ejar con precisión la dinámica y el alcance de la creación contemporánea y la distribución de los contenidos en el fomento de la diversidad cultural.

La creatividad y el mercado

La creatividad es fundamental para la diversidad cultural, y la diversidad cultural es propicia para la creatividad. En un contexto caracterizado por la omnipresencia de los fl ujos transfronterizos, el único modo de preservar la diversidad cultural es alimentar constantemente sus raíces dando respuestas creativas a un entorno en rápida mutación. El impulso creativo en que se basa la diversidad cultural es esencial para el análisis de la situación actual de las culturas del mundo y para la corrección de los desequilibrios que las aquejan. Como destacó la Comisión Mundial sobre Cultura y Desarrollo en su informe de 1996, Nuestra diversidad creativa: "En este clima [el del mundo actual] es más necesario que nunca cultivar la creatividad humana, dado que las personas, las comunidades y las sociedades únicamente se pueden adaptar a lo nuevo y transformar su realidad mediante la imaginación y la iniciativa creadoras". Se entiende que en este contexto la creatividad se aplica a toda una serie de actividades humanas, desde las artes y las ciencias hasta el mundo del comercio, incluidas la invención y la innovación tanto de individuos como de grupos y sus instituciones.

Al abordar el tema de la diversidad artística es importante evitar la falacia del etnocentrismo, limitado a una concepción de las artes culturalmente predeterminada. Como preguntaba Le Thanh Khoi (2000):

¿No deberíamos aplicar el término "arte" a todas las producciones materiales con las que los seres humanos dan sentido a su existencia […]? Durante miles de años el arte fue inseparable de la vida. Todos los miembros de la comunidad participaban en actividades rituales, poéticas y musicales. Sólo las actividades dotadas de poderes mágicos precisaban de la intervención de un especialista.

Hoy en día, como consecuencia de la expansión de la comunicación y los viajes hay un conocimiento y una comprensión mayores de las otras culturas. Vemos así que el término "artes primitivas" ha cedido el paso al de "artes tradicionales" y que han perdido validez distinciones como las que separan el arte de la artesanía o las bellas artes de las artes decorativas. No obstante, la defi nición de lo que es artístico —y las concepciones del arte como actividad colectiva o individual— varía mucho de una a otra cultura. En África, por ejemplo, el arte comprende las funciones rituales y los objetos cotidianos, a menudo dotados de una fuerte carga simbólica. En China, las "cuatro artes" —música, poesía, pintura y caligrafía— siguen caracterizando la cultura nacional; las dos últimas se concentran menos en la ornamentación que en la expresión de la vida. En el islam, la representación artística por excelencia son las artes del libro, ya que la escritura se considera el vehículo de la palabra de Dios, y la ornamentación desempeña un papel importante, sobre todo en la arquitectura (Khoi, 2000).

Los límites del arte dependen no sólo de las perspectivas divergentes de los grupos sociales sino también de los materiales y técnicas de que disponen. La ornamentación corporal es la forma más inmediata del arte plástico, que perdura en pueblos que viven en estrecho contacto con la naturaleza, mientras que otros pueblos cubrieron su desnudez por infl uencia de las doctrinas religiosas o las creencias fi losófi cas. Debido a la aridez de su entorno, la pintura, más que la escultura, es el medio de expresión de los aborígenes de Australia, mientras que los pueblos de Oceanía han creado universos artísticos fantásticos y exuberantes inspirándose en su vegetación lujuriante. Los amerindios, por su parte, no tienen su igual en las artes de la tejeduría y la orfebrería (Khoi, 2000). En el reino de las artes, al igual que con las expresiones culturales más en general, la diversidad creativa se origina a la vez en los entornos naturales y sociales.

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  • La diversidad cultural y el mundo de los negocios

La internacionalización de los mercados ha acrecentado la importancia de la ventaja competitiva basada en la creatividad y la innovación. Como puede verse en el mapa que fi gura más adelante, la evaluación de los sistemas de innovación con arreglo a las mediciones del Banco Mundial o sea, con la participación de empresas, centros de investigación, universidades, grupos de refl exión, consultores y otras clases de organizaciones— muestra importantes disparidades entre Europa y América del Norte, por una parte, y el resto del mundo, por la otra. Sin embargo, el mapa no indica el potencial creador que puede derivarse del aprovechamiento de la diversidad cultural en forma de diversos tipos de innovación cultural. El mundo de los negocios empieza a entender el desafío de la diversidad cultural y a responder a él como factor clave del éxito económico. En un mercado cada vez más mundial, la capacidad de crear un universo con el que puedan identifi carse los consumidores contribuye mucho al valor de un producto. Actualmente la diversidad cultural tiene un papel fundamental que desempeñar en la concepción, imagen de marca y estrategias de comercialización de los productos que tienen éxito en el mercado mundial. Pero la diversidad cultural comienza también a integrarse en el funcionamiento interno de las empresas y a informar las estrategias operacionales y de desarrollo. En efecto, la gobernanza institucional empieza a ser cada vez más multinacional y diversifi cada para satisfacer a todo el conjunto de asociados, colaboradores y clientes. De resultas de ello, ahora la diversidad cultural ocupa un lugar importante en los planes del sector privado, como también en los de los decisores políticos a nivel nacional o internacional.

La diversidad cultural, dimensión clave del desarrollo sostenible

Si bien muchas veces se ha afi rmado lo contrario, no hay una vía preconcebida hacia el desarrollo de las sociedades, ni un modelo único en que deban basarse las estrategias de desarrollo. El modelo occidental de desarrollo, concebido como un proceso lineal en el que intervienen factores principalmente económicos, suele ser incompatible con las complejas dimensiones sociales, culturales y políticas de sociedades que persiguen objetivos diferentes en función de sus valores propios. Con demasiada frecuencia la ideología del desarrollo ha tendido a dañar el tejido social y los fundamentos —a menudo enraizados en las tradiciones de solidaridad comunal— de las comunidades que han recibido "ayuda para el desarrollo". Aunque de ninguna estrategia para el desarrollo puede decirse que sea neutral desde el punto de vista cultural, un enfoque culturalmente sensible del desarrollo es fundamental para abordar los problemas sociales, económicos y ambientales interrelacionados con que se enfrenta la totalidad del planeta. Es así pues que la diversidad cultural —que recalca las interacciones dinámicas entre las culturas y la sensibilidad a los contextos culturales— se ha convertido en un instrumento clave para la aplicación de estrategias de desarrollo sostenibles y holísticas. Mientras que la comunidad internacional, que en las dos últimas décadas ha tratado de hacer operativo el concepto de desarrollo sostenible, empieza a reconocer el papel de la cultura en el proceso de desarrollo, el factor cultural todavía no se ha integrado plenamente en la ecuación del desarrollo.

  • La perspectiva cultural del desarrollo

Una opinión ampliamente compartida en el mundo industrializado se basa en el supuesto tácito de la existencia de una relación causal entre "cultura" y "subdesarrollo"; según esta opinión, los individuos son pobres, o permanecen en la pobreza, por causa de creencias y actitudes culturales que impiden su desarrollo. Se ha sostenido, por ejemplo, que algunos países de América Latina y el Caribe se mantienen en situación de subdesarrollo por falta de cohesión social, sentido de la justicia social y voluntad de realización (Harrison, 1985; Harrison y Huntington, 2000). El Presidente del Foro Permanente sobre Cuestiones Indígenas, de las Naciones Unidas, hace remontar la noción de subdesarrollo al colonialismo europeo y sus secuelas, y a los esfuerzos de los países del Norte, a veces equivocados pero de buena fe, por ayudar a los países pobres del Sur. A este respecto parece signifi cativo el llamamiento dirigido por el Presidente Harry S. Truman en 1949 a los países occidentales para que destinaran los benefi cios de su progreso científi co, tecnológico e industrial "al crecimiento y la mejora de las zonas subdesarrolladas" (mencionado en Tauli-Corpuz, 2008). El efecto del llamamiento de Truman puede resumirse del modo siguiente:

Aquel día, 2.000 millones de personas pasaron a ser subdesarrolladas. En un sentido real, a partir de entonces dejaron de ser lo que eran, con toda su diversidad, y se transformaron en un espejo invertido de la realidad de los otros: un espejo que les empequeñece y los envía al fi nal de la cola, un espejo que defi ne su identidad (que en realidad es la de una mayoría heterogénea y diversa) simplemente como una minoría homogeneizante y estrecha (Gustavo Esteva, 1991).

De esta manera, las teorías sobre el desarrollo vinieron a considerar la cultura como una barrera al crecimiento. En consecuencia, las políticas de mercado libre y de liberalización del comercio propugnadas en los años noventa se inspiraron en la idea de que las políticas que habían promovido con éxito el crecimiento económico de los países occidentales producirían el crecimiento en otros lugares, independientemente de los contextos culturales de éstos.

En décadas más recientes, varias conferencias e iniciativas internacionales han tratado de insertar el proceso de desarrollo en un marco cultural más amplio. Después de la Conferencia Intergubernamental de Accra sobre las Políticas Culturales de África (1975), en la que se afi rmó que la cultura era "una condición sine qua non de un desarrollo endógeno, compatible y equilibrado" (Obuljen, 2002), el tema se abordó en la Conferencia Mundial sobre las Políticas Culturales (MONDIACULT), celebrada en 1982 en la Ciudad de México (UNESCO, 2000); una consecuencia de esta última Conferencia fue la proclamación del Decenio Mundial de las Naciones Unidas para el Desarrollo Cultural (1988-1997) y la celebración en Estocolmo en 1988 de la Conferencia Intergubernamental sobre la Política Cultural para el Desarrollo. Entretanto, la publicación en 1996 de Nuestra diversidad creativa, el importantísimo informe de la Comisión Mundial sobre Cultura y Desarrollo, justifi có que la cultura pasara a ocupar el lugar central de la refl exión sobre el desarrollo, puesto que es precisamente el medio por el cual los individuos expresan su capacidad de realizarse y, por consiguiente, forma parte integrante del desarrollo. En este mismo orden de ideas, el Informe sobre el Desarrollo Humano. La libertad cultural en el mundo diverso de hoy, del PNUD (2004), recalcó la importancia de la cultura y el multiculturalismo en las estrategias de desarrollo humano.

Estas fechas clave anuncian la aparición de una concepción más amplia y matizada del desarrollo, según la cual, aunque la existencia de diferentes sistemas de valor pueda explicar la diversidad de actitudes y prácticas comerciales, un rendimiento económico positivo no entraña necesariamente una conversión cultural a valores de estilo occidental basados en el individualismo y la competencia (Weber, 2002). En el contexto japonés, por ejemplo, puede considerarse el papel que desempeñan el código de honor samurai y la institución educativa "kaitokudo" en una economía basada en la responsabilidad de grupo, la lealtad a la empresa, la confi anza interpersonal y los contratos implícitos (Sen, 2001). Algunos países, como la República de Corea, basan sus prácticas empresariales en una sólida tradición confucionista. Otras tradiciones culturales, que se caracterizan por una concepción más social que mercantil del comercio, impugnan implícitamente la asociación del desarrollo con la obtención de benefi cios máximos y la acumulación de bienes materiales.

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  • Diversidad cultural y sostenibilidad ambiental

En diversos ámbitos, desde la erosión de la biodiversidad hasta el cambio climático, la diversidad cultural tiene un papel importante —aunque a menudo subestimado— que desempeñar en la respuesta a los desafíos ecológicos actuales y la garantía de la sostenibilidad ambiental. Aunque la comunidad internacional ha buscado principalmente respuestas técnicas y científi cas a los desafíos ecológicos, cada vez se reconoce más la íntima vinculación existente entre las prácticas culturales y el medio ambiente en su conjunto. La promoción de cualquier cultura se deriva de la interacción constante entre el medio ambiente y las necesidades humanas. Así como la identidad cultural y la estabilidad social pueden verse fuertemente infl uenciadas por las condiciones ambientales, los factores culturales pueden infl uir también en los comportamientos y valores de los consumidores en lo tocante a la ordenación del medio ambiente. En este sentido, la cultura y la diversidad cultural son motores fundamentales del cambio ambiental (véase Nelson, 2005).

La antropología social ha demostrado que hay numerosos modos de percepción e interacción con el entorno natural, contrariamente a lo sostenido por las escuelas de pensamiento que separan la cultura de la naturaleza (Descola, 2005). Un ejemplo es el sistema lakalaka de danzas y discursos cantados de Tonga, que engloba conocimientos, creencias y valores compartidos en los que se han sustentado durante generaciones prácticas pesqueras cultural y ambientalmente apropiadas. Así pues, las expresiones culturales no son sólo un producto de la creatividad humana independientemente del entorno en el que prosperan sino que constituyen una manifestación de nuestras interacciones mutuas y nuestro entorno natural, como refl ejan las diferentes "cosmovisiones" del mundo.

Diversidad cultural, derechos humanos y gobernanza democrática

Aunque la diversidad cultural se haya presentado a veces como un desafío para la cohesión social, por el contrario fortalece el diálogo y el enriquecimiento mutuo y por ello se la considera fuente de creatividad económica, social, política y cultural. La gobernanza democrática presupone formas de gobierno y procesos de decisión que contemplen la composición multicultural de las sociedades contemporáneas y su amplia variedad de creencias, proyectos y modos de vida. Al defender una forma de gobierno más integradora, la gestión de la diversidad cultural puede transformar lo que era un desafío para la sociedad en un impulso democrático, y asimismo favorecer la consolidación de esa cultura de los derechos humanos y la paz con la que están comprometidas la UNESCO y las Naciones Unidas.

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  • La diversidad cultural y el reconocimiento universal de los derechos humanos

"Nadie puede invocar la diversidad cultural para vulnerar los derechos humanos garantizados por el derecho internacional, ni para limitar su alcance". Esta disposición básica de la Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural (UNESCO, 2001, Artículo 4) resalta la tensión, invocada a menudo de forma confusa, entre la diversidad cultural y la proclamación de derechos humanos universales. Esta manera de entender la diversidad cultural como posible impedimento para la universalidad procede de círculos políticos y académicos que consideran que esa diversidad es sinónimo de relativismo y que, en consecuencia, se presta a entrar en contradicción con los principios universales. Desde esta perspectiva, se plantean dudas sobre la pertinencia o legitimidad de tener en cuenta la diversidad cultural al aplicar las normas sobre derechos humanos, especialmente cuando se esgrime la diversidad cultural para mantener unas prácticas discriminatorias o dañinas. Según se explica en esta sección, ese tipo de críticas se basan en la idea de que la diversidad cultural y los derechos humanos se excluyen mutuamente. Sin embargo, dado que los derechos humanos emanan del tejido mismo de las culturas, como reconocen las naciones que han suscrito los instrumentos jurídicos relativos a los derechos humanos, éstos y la diversidad cultural no pueden oponerse desde el punto de vista fi losófi co, ni moral, ni legal. Por el contrario, la diversidad cultural y el diálogo entre culturas pueden llegar a ser fuerzas impulsoras esenciales para fortalecer la fundamentación universal de los derechos humanos.

Como se afi rma en la Declaración de Viena de 1993, el desafío está en promover y proteger todos los derechos y libertades fundamentales "sean cuales fueren los sistemas políticos, económicos o culturales [de los Estados]" (Naciones Unidas, 1993, Artículo 5), sin dejar de tener en cuenta "la importancia de las particularidades nacionales y regionales, así como de los diversos patrimonios históricos, culturales y religiosos".

La dimensión cultural de los derechos humanos

Los derechos y libertades reconocidos universalmente por la comunidad internacional en la Declaración Universal de Derechos Humanos (Naciones Unidas, 1948) son intrínsecos a toda persona, sin distinción de sexo, raza u origen social, nivel educativo, discapacidades y creencias religiosas. En ese sentido, son intangibles. También son inalienables, en la medida en que nadie puede renunciar a sus derechos y libertades, aunque quiera, porque ello comprometería los derechos y libertades del ser humano por el hecho de serlo. Si alguien quiere aceptar voluntariamente la esclavitud, entraría en contradicción con el derecho de todos a nacer libres. En consecuencia, nadie puede invocar la esclavitud como una práctica cultural frente al derecho a la libertad. Del mismo modo, no puede haber contradicción entre la intangibilidad de los derechos humanos y libertades fundamentales, y la diversidad cultural. Afi rmar que la diversidad cultural constituye un bien para el conjunto de la humanidad, y que por ello debe ser protegida, no equivale a decir que cualquier valor cultural, tradición o práctica deba preservarse como patrimonio inmaterial. Como se mostró en el capítulo 1, las culturas nunca son estáticas sino que se encuentran en perpetuo cambio, pues interactúan con el mundo exterior y son la expresión de seres humanos que también cambian.

  • La diversidad cultural: un parámetro de cohesión social

Como se recalca a lo largo de este informe, la diversidad cultural es uno de los desafíos más importantes en la actualidad, dado que la composición social de muchos países es cada vez más multicultural. Ese multiculturalismo es el resultado de unos procesos largos, lentos y omnipresentes de interacción, infl uencia y sincretismo, pero también se debe al incremento más reciente de los fl ujos migratorios, que han convertido a la mayoría de los países desarrollados en países de acogida de poblaciones provenientes de todo el mundo. Este fenómeno ha dado lugar a distintas políticas de inmigración en el mundo, como se muestra en el mapa 8.1

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El multiculturalismo abre oportunidades y encierra riesgos, que la mayor parte de las veces se abordan pensándolos como una posible amenaza de confl ictos. Sin embargo, la causa de los conflictos no es tanto el contexto de diversidad cultural como la manera de entenderla y de gestionarla y los procesos sociales a los que da lugar. Ni el reconocimiento del multiculturalismo ni su negación son por sí sólos la fuente del problema, que deriva más bien del distinto concepto que de sí mismas tienen las comunidades heterogéneas y de la interacción de factores económicos, políticos y culturales en las situaciones reales de dominio.

Conclusiones

La diversidad cultural y el diálogo intercultural están entretejidos en su esencia misma, siendo la diversidad tanto el producto del diálogo como la condición previa de éste.

Tenemos que valorar la diversidad cultural que tenemos en todo el mundo
y sacar provecho de la misma teniendo en cuenta los puntos principales: Educación,
comunicación, valores, y para poder lograrlo nuestra humildad.

Webgrafías

http://es.slideshare.net/cristianco26/ensayo-de-fcc?from_action=save

http://es.wikipedia.org/wiki/Diversidad_cultural

http://es.wikipedia.org/wiki/Declaraci%C3%B3n_Universal_de_la_Unesco_sobre_la_Diversidad_Cultural

http://unesdoc.unesco.org/images/0018/001878/187828s.pdf

http://www.unesco.org/new/es/culture/themes/cultural-diversity/cultural-expressions/programmes/culture-for-development-indicators/resources/key-documents/

Anexos

  • 1. LA DIVERSIDAD CULTURAL

  • La diversidad cultural en un mundo que se globaliza

  • Identidad nacionales, religiosas, culturales y múltiples

  • Iniciativas regionales e internacionales en materia de diversidad cultural

  • Interacciones culturales

  • Estereotipos culturales e intolerancia

  • Los desafios del diálogo en un mundo multicultural

  • Lenguas

  • La Dinámica de las lenguas en la actualidad

  • Lenguas e identidades

  • Educación

  • La pertinencia de los métodos y contenidos de la educación

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  • Comunicación y contenidos culturales

  • Impactos de la comunicación y los productos culturales

  • Políticas de fomento de la diversidad cultural

  • La creatividad y el mercado

  • Creación artística y economía creativa

  • La diversidad cultural y el mundo de los negocios

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  • La diversidad cultural, dimensión clave del desarrollo sostenible

  • La perspectiva cultural del desarrollo

  • Diversidad cultural y sostenibilidad ambiental

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  • Diversidad cultural, derechos humanos y gobernanza democrática

  • La diversidad cultural y el reconocimiento universal de los derechos humanos

  • La diversidad cultural: un parámetro de cohesión social

  • El reto de la diversidad cultural para la gobernanza democrática

 

Dedicatoria

Este trabajo está dedicado primero a Dios ante todo, porque me ilumina siempre; luego a mi familia, que sin la ayuda de ellos no estaría haciendo esto posible y a mis amigos verdaderos que me ayudaron en los momentos más difíciles de mi vida y que siempre están a mi lado.

AGRADECIMIENTO

Quiero expresar mi sincero agradecimiento a mis padres, que siempre has estado cuando los he necesitado, en los buenos y malos momentos. El logro también es de ellos.

Muchas Gracias a todos.

 

 

Autor:

Soto Huaman, Ariana Gheraldine

Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible

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Partes: 1, 2
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