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La transdisciplinariedad y sus mediaciones (Acercamientos puntuales)



  1. Transdisciplinariedad. Idea Rectora. Premisas.
    Principios integradores
  2. Anexo

Los cambios revolucionarios ocurridos en la ciencia, en
la tecnología y en la praxis, durante el siglo pasado y en
el presente, exigen nuevas perspectivas cosmovisivas,
epistemológicas y metodológicas de análisis
en la construcción del conocimiento, los saberes y en la
siempre búsqueda de la verdad.

Urgen cambios profundos en las mentalidades y radicales
reformas del pensamiento para estar en condiciones de acceder a
las nuevas realidades con ciencia y conciencia, avalados por una
cultura humanista que no dé la espalda al drama del hombre
y a las necesidades urgentes de las grandes masas, que son
realmente las que construyen la historia y el corpus de la
cultura.

Hay que construir herramientas metodológicas sin
nihilismo y exclusivismo, sobre la base del legado cultural
construido que nos antecedió y sigue viviendo de una forma
u otra en la conciencia y en la praxis.

No es posible abjurar con negatividad absoluta de todos
los conceptos, preconceptos y creencias que guiaron la
teoría y la praxis del quehacer científico. Hay que
superarlos dialécticamente, es decir, en un proceso de
negación y afirmación, de ruptura y continuidad, en
un espacio de crítica y de sospecha, y de discursividad
plural y dialógica como debe ser todo escenario
científico.

Por eso, al asumir la transdisciplinariedad en la
aprehensión del saber, no resulta posible obviar la
formación disciplinaria que se posee, sino seguir una
lógica gradual asuntiva que la incluya y la supere, que
incorpore la inter[1]y la
multidisciplinariedad[2]hasta arribar a una forma
superior integradora de saberes con sentido cultural y complejo,
es decir, a la transdisciplinariedad[3]que permita
aprehender la totalidad y las partes en sus mediaciones varias,
con razón holística, como realidad concreta, en sus
vínculos, determinaciones y condicionamientos
múltiples. Es que la transdisciplinariedad se funda en un
aval cultural, que propicia encontrar las interconexiones sin
apriorismos y supuestos preconcebidos. Se da porque emerge del
sentido cultural y complejo con que se asume la realidad
estudiada. Los dos grandes descubrimientos de Marx: la
concepción materialista de la historia y la teoría
de la plusvalía, se fundan en una aprehensión
cultural, compleja, y con ello, transdisciplinaria. No hubiera
sido posible sin conceptos integradores emergentes de la
historia, la sociología, la política, la
economía, las matemáticas, la biología, la
psicología, la antropología, etc., y por supuesto,
las vivencias prácticas desde posiciones comprometidas con
las grandes masas. Las convicciones ideopolíticas abren
camino para acceder a la totalidad y sus mediaciones
complejas.

Todos estos elementos señalados son parte de la
cultura. La cultura, por ser encarnación concreta de la
actividad humana en sus cuatro atributos cualificadores:
conocimiento, valor, praxis y comunicación, es un concepto
transdisciplinario y al mismo tiempo, transdisciplinador, por
antonomasia.

Transdisciplinariedad. Idea Rectora.
Premisas.
Principios integradores

Idea Rectora para la transdisciplinariedad: La cultura
como ser esencial del hombre y medida de su ascensión,
como sensibilidad humana y humanidad concreta que vincula en
indisoluble unidad lo físico, lo biológico y lo
social del hombre. Como naturaleza humanizada que integra en
síntesis los atributos cualificadores del hombre en
relación con la naturaleza (ecosistema ): conocimiento,
valores, praxis, comunicación, sobre la base de las
necesidades- los intereses – los fines – los medios y
condiciones- hasta el resultado, que es al mismo tiempo, comienzo
de un devenir que transcurre de modo espiriforme, en esencia,
contradictorio e incierto…

Esta idea rectora, es congruente con la siguiente
tesis:

"Si la finalidad de la mirada transdisciplinaria del
mundo es la de colocar al hombre en el centro del universo en
relación con el conocimiento que éste ha generado y
genera, es importante aclarar la idea de complejidad.

Desarrollada por Edgar Morin, la complejidad es una
forma de pensar lo humano, el conocimiento y el mundo, en su
unidad fundamental, a partir de la diversidad. En este sentido,
la complejidad, del latín complexus, "lo que
está tejido junto", hace alusión a una red
interconectada de fragmentos, de islas de saberes y conocimientos
que posibilita la comprensión del mundo desde una
visión global y solidaria, pero no totalizadora. La
noción de complejidad se une, a su vez, al origen de un
modo de pensar conocido como pensamiento complejo, cuyo
método se funda sobre siete principios o saberes
necesarios para acometer la aventura humana de reconexión
del conocimiento.

El fin del pensamiento complejo será el de
religar los conocimientos humanos fragmentados, mediante la
aplicación de los siete principios. Lo anterior en un
contexto de planetarización, en el cual se define la
aventura humana como un proceso de simbiosis gradual entre el
destino de la especie y el devenir del planeta y el
cosmos.

Desde la perspectiva del pensamiento complejo, el hombre
se convierte en un viajero del conocimiento en la búsqueda
del sentido de su existencia, éste último ligado
irremediablemente a una compresión del destino del planeta
en el que habita y el cosmos del que es parte"[4].
Se trata de un hombre con pensamiento ecologizado, un ser
ecosófico que piensa, siente, actúa y se
comunica.

La cultura, es integradora y compleja per se, por eso,
en sus varias aristas, religa, en sí misma, los distintos
atributos cualificadores de la actividad humana. Además,
la actividad humana expresa el ser de la realidad individual y
social, y ésta integra en síntesis, lo
físico, lo biológico y lo social.

Esto significa que los Siete
saberes[5]son determinaciones concretas de la
cultura, y al mismo tiempo, principios integradores del quehacer
humano, tanto en su singularidad, como en su universalidad. Por
tanto los Siete saberes necesarios para la educación del
futuro deben constituir cauces
transdisciplinadores[6]si seguimos el
espíritu de Morin; es decir, pueden tributar las ideas
para la conjunción sistémica y dinámica de
los saberes integrados.

Esto funda más aún, la cultura como idea
rectora, si tenemos en cuenta otro momento del documento citado:
"La transdisciplinariedad se propone ir más allá de
la mera integración o cooperación entre
disciplinas, para replantear la cuestión de la
interconexión de los campos del conocimiento desde una
perspectiva doble:

  • 1. Situar al hombre como el actor central de un
    viaje integrador del conocimiento, capaz de revelarle la
    comprensión de su destino como humanidad.

  • 2. Situar al conocimiento humano como un vasto
    océano interconectado de conocimientos y saberes
    solidarios, sin fronteras definidas, que constituye y refleja
    la más alta creación que como humanidad hemos
    sido capaces de lograr."(…) Hombre y conocimiento.
    Viaje y océano. Exploración e
    integración. Incertidumbre y comprensión.
    Aventura humana y comprensión de nuestra humanidad,
    esto es lo que pretende ofrecernos la
    transdisciplinariedad"[7].

De todo lo anterior se derivan cuatro premisas
encauzadoras de una eficaz didáctica
transdisciplinadora:

1ra. Aval cultural del personal docente para poder unir
en la diversidad y diversificar en la unidad, sobre la base,
además, de la comprensión del enfoque de
complejidad.

2da. Concebir la Cultura como idea rectora del proceso
transdisciplinador, en sus múltiples mediaciones,
señaladas al inicio de la fundamentación. Creo que
el propio Morin lo concibe así. Ante la pregunta:
¿Qué es para usted la finalidad de la
enseñanza?, Edgar Morin responde: "Enseñar la
cultura en un sentido muy amplio, la ciencia, la literatura, la
historia…Es esa cultura la que permitirá que cada
persona reflexione sobre su propio destino. No se trata
únicamente de acceder al conocimiento, sino de vivir la
vida. Yo quiero enseñar a vivir, ayudar a enfrentarse a
los problemas de la vida."[8]

3ra. Asumir los Siete principios de Edgar Morin, como
concreción de la cultura y desplegarlos en todo el sistema
del proceso enseñanza – aprendizaje.

4ta. Concebir la transdisciplinariedad como un proceso
sistémico – complejo, a desarrollarse en todo programa,
carrera, etc., pues su "(…) objetivo es dar una
orientación común a las disciplinas y centrarlas en
relación con las necesidades y aspiraciones humanas". Se
trata de ir a través de y más allá de las
disciplinas con el objetivo de buscar un nuevo sentido a la
aventura humana, a través del redescubrimiento de la
unidad fundamental del universo, de la vida y del
hombre"[9].

Ahora bien, cómo concretar la
transdisciplinariedad en cada curso, carrera programa, siendo
consecuentes con todo lo expuesto anteriormente:

1ro. A partir de una concepción que priorice la
filosofía de la cultura y la Humanidad del hombre, sobre
la base de "Los siete saberes necesarios para la educación
del futuro". Creo, que esta obra, deben conocerla a profundidad
todos los maestros y profesores, independientemente de la materia
que impartan. ¿Por qué? Porque les ayudará a
aprehender un sentido cósmico, cultural y complejo del
hombre, la subjetividad humana y su mundo, necesario para poder
transdisciplinar.

¿Transdisciplinan las disciplinas o los
conceptos transdisciplanarios y transdisciplinadores, por
excelencia? ¿Se puede transdisciplinar sin poseer la
cualidad transdisciplinaria, per se? ¿Por qué no es
posible transdisciplinar sin aval cultural? ¿Por
qué hay docentes que sin saber qué es la
transdisciplinariedad, y sin proponérselo, sus clases son
transdisciplinarias en esencia, y enseñan a pensar
cultivando un saber transdisciplinario?

Sobre estas interrogantes existen varios criterios. Lo
más necesario, es informarse con sentido crítico
aportativo y construir el propio, en correspondencia con la
cosmovisión que se posea, los preconceptos y creencias que
orientan la razón hermenéutica de cada
uno.

El sistemista inglés Peter Checkland
señaló hace más de 40 años que: "lo
que necesitamos no son grupos interdisciplinarios, sino conceptos
transdisciplinarios, o sea conceptos que sirvan para unificar el
conocimiento por ser aplicables en áreas que superan las
trincheras que tradicionalmente delimitan las fronteras
académicas"[10] .

Ciertamente, las disciplinas, la especialización
y la hiperespecialización han establecido divisiones
artificiales que no se resuelven con la suma de contenidos de una
u otra disciplina o con la buena intención de establecer
uniones, vínculos, etc. Requiere de conceptos que unan los
"hilos a la madeja", sin a apriorismo y supuestos preconcebidos,
impuestos a ultranza.

Se trata de conceptos integradores, enmarcados en un
lenguaje flexible y plural, capaces de vincular lo diverso en lo
uno y lo uno en lo diverso para desplegarse como sistema abierto,
permeado por una ecología de las ideas, cuyo devenir
transcurre del espíritu de la enciclopedia al
espíritu de la cosmopedia.

Además, un discurso transdisciplinario incluyente
y contextualizado que siguiendo la "lógica especial del
objeto especial", como enseña Marx, opera con conceptos,
categorías, imágenes, metáforas, etc. El
lenguaje directo y tropológico como formas aprehensivas de
la realidad por el hombre, son inmanentes al quehacer
filosófico y al discurso transdisciplinario que lo encauza
y lo expresa. No es posible continuar haciendo de la
tropología un "terreno" vedado al saber filosófico.
La narratividad, la metaforización son modos culturales de
asimilación de la realidad por el hombre, y con ello,
medios insustituibles de la filosofía.
¿Cuánta filosofía hay en una novela que
penetre en la naturaleza humana y sea capaz de pensar su
subjetividad y la objetividad con sentido cultural? ¿Es
posible negar numen filosófico a la poesía "que ve
con la palabras y habla con los colores" para denotar la
humanidad del hombre en su fuerza y fragilidad? ¿Por
qué fragmentar la realidad y convertir el género
ensayístico en "propiedad privada" de la literatura,
cuando su misma esencia y propósitos, dan cuenta de su
elan filosófico? Muchos ejemplos pueden ilustrar
cómo la fragmentación disciplinaria que trajo el
paradigma de la modernidad con la racionalización de la
razón y el reduccionismo epistemológico,
desvirtuaron la naturaleza de la filosofía y el discurso
que la expresa. Sencillamente, había que hacer de la
filosofía un pensamiento único, "científico"
dado en sí, por sí y para sí, sin
contaminación[11]siguiendo el modelo de las
"ciencias duras", con el único recurso de operar como
epistemología de corte positivista y "jueza" rectificadora
del lenguaje o "metodología universal" del conocimiento y
las ciencias. Su función crítico- cosmovisiva,
inmanente por antonomasia, se esfumaba como el aire en el
vacío. La crisis y el descrédito de la
filosofía hacían cátedras. El búho de
Minerva dejaba de hacer y de decir…

Por supuesto, el marxismo de Marx como filosofía
de la praxis, de la subjetividad, inaugurado a partir de las
tesis sobre Feuerbach, plantea nuevas propuestas para revertir la
crisis. Lenin, Gramsci, Sánchez Vázquez y otros,
continúan el camino, pero fuerzas extrañas al
marxismo y en nombre de él dogmatizan el legado, hasta
despojarlo de su esencia creadora y revolucionaria.

El marxismo, o esta versión dogmatizada y
positivista de él, soslaya su sentido transdisciplinario,
cultural y complejo hasta convertirlo en un sistema objetivista y
cerrado, ausente de vocación humanista, razón
utópica y espíritu ecuménico; y su
discurso plural, integrador y cosmovisivo
, en un
monólogo disciplinario determinista absoluto e impersonal.
Un discurso más preocupado por la cosa de lógica
que la lógica de la cosa, tras la caza a priorista de
principios, leyes y categorías, que debían
"aplicarse" a ultranza a la realidad. Así la
filosofía devenía "autoconciencia teórica"
de la realidad, es decir, una nueva metafísica en nombre
del marxismo, lo convertía en su antítesis, con las
nefastas consecuencias teórico- metodológica y
práctica.

Al mismo tiempo, el reduccionismo racionalista
epistemológico, convertido en único paradigma de la
modernidad, redujo la verdad a la verdad científica, con
la nefasta imposición teórica del discurso
cientificista-objetivista, fundado en un logicismo extremo y en
un sistema categorial cerrado, en forma de modelo
metodológico al cual la realidad y los hechos deben
adecuarse. Metodologismo logicista que soslaya o no tiene en
cuenta la subjetividad humana con toda su riqueza expresiva,
incluyendo el lenguaje que es reducido al lenguaje
científico, con sus respectivas categorías
centrales y operativas. Olvidan que a la misma verdad de la
ciencia, en tanto resultado humano, le es inherente el momento
cultural – transdisciplinario y toda la carga de
imaginación creadora que impregna el hombre en su
acción. No tienen en cuenta, además, la existencia
de la verdad histórica, artística, moral, etc., en
fin su carácter histórico – cultural y la necesidad
de asumirla en su real integración.

Este modo de acceso a la verdad, por su reduccionismo
epistemológico formal y la identificación del
lenguaje con el puro lenguaje científico tradicional, se
incapacita, teórica y metodológicamente para
incluir en su discurso otras formas aprehensivas de la realidad
por el hombre en la construcción de la verdad como proceso
y resultado integral del quehacer humano en correspondencia con
sus necesidades, intereses, objetivos y fines. Se margina o
desecha del proceso del saber el lugar de la imagen que suscita,
de la imaginación creadora del hombre, la metáfora
y otras formas tropológicas, cuyo sentido figurativo no le
resta valor cognoscitivo, práctico, axiológico y
comunicativo. Todo lo contrario, activa el proceso del saber y le
imprime más sentido de integralidad, y con ello, nuevas
posibilidades de aperturas para penetrar los procesos
reales.

A continuación anexamos un documento que puede
servir de base para un debate en relación con la
transdisciplinariedad, pues él mismo nació del
debate, la crítica y la búsqueda.

Anexo

Fuente:
http://www.geocities.com/ResearchTriangle/Forum/9950/

Carta de la
transdisciplinariedad

Preámbulo

Considerando que:

— La proliferación actual de las
disciplinas académicas y no académicas conducen a
un crecimiento exponencial del saber que hace imposible toda
mirada global del ser humano.

— Sólo una inteligencia que dé
cuenta de la dimensión planetaria de los conflictos
actuales podrá hacer frente a la complejidad de nuestro
mundo y al desafío contemporáneo de la
autodestrucción material y espiritual de nuestra
especie.

— La vida está seriamente amenazada por una
tecnociencia triunfante, que sólo obedece a la
lógica horrorosa de la eficacia por la
eficacia.

— La ruptura contemporánea entre un saber
cada vez más acumulativo y un ser interior cada vez
más empobrecido conduce a un ascenso de un nuevo
oscurantismo, cuyas consecuencias en el plano individual y social
son incalculables.

— El crecimiento de los saberes, sin precedente en
la historia, aumenta la desigualdad entre aquellos que los poseen
y los que carecen de ellos, engendrando así desigualdades
crecientes en el seno de los pueblos y entre las naciones de
nuestro planeta.

— Al mismo tiempo que todos los desafíos
enunciados tienen su contraparte de esperanza y que el
crecimiento extraordinario de los saberes puede conducir, a largo
plazo, a una mutación comparable al pasaje de los
homínidos a la especie humana.

Considerando lo que precede, los participantes del
Primer Congreso Mundial de Transdisciplinariedad (Convento de
Arrábida, Portugal, noviembre, 2 a 7 de 1994) adoptan la
presente Carta como un conjunto de principios
fundamentales de la comunidad de espíritus
transdisciplinarios, constituyendo un contrato moral que todo
signatario de esta Carta hace consigo mismo, fuera de
toda coacción jurídica e institucional.

Artículo 1: Toda tentativa de reducir al ser
humano a una definición y de disolverlo en estructuras
formales, cualesquiera que sean, es incompatible con la
visión transdisciplinaria.

Artículo 2: El reconocimiento de la existencia de
diferentes niveles de realidad, regidos por diferentes
lógicas, es inherente a la actitud transdisciplinaria.
Toda tentativa de reducir la realidad a un solo nivel, regido por
una única lógica, no se sitúa en el campo de
la transdisciplinariedad.

Artículo 3: La transdisciplinariedad es
complementaria al enfoque disciplinario; hace emerger de la
confrontación de las disciplinas nuevos datos que las
articulan entre sí, y nos ofrece una nueva visión
de la naturaleza y de la realidad. La transdisciplinariedad no
busca el dominio de muchas disciplinas, sino la apertura de todas
las disciplinas a aquellos que las atraviesan y las
trascienden.

Artículo 4: La clave de la bóveda de la
transdisciplinariedad reside en la unificación
semántica y operativa de las acepciones a
través
y más allá de las
disciplinas. Ello presupone una racionalidad abierta, a
través de una nueva mirada sobre la relatividad de las
nociones de "definición" y "objetividad". El formalismo
excesivo, la absolutización de la objetividad, que
comporta la exclusión del sujeto, conducen al
empobrecimiento.

Artículo 5: La visión transdisciplinaria
es decididamente abierta en la medida que ella trasciende el
dominio de las ciencias exactas por su diálogo y su
reconciliación, no solamente con las ciencias humanas sino
también con el arte, la literatura, la poesía y la
experiencia interior.

Artículo 6: En relación a la
interdisciplinariedad y a la multidisciplinariedad, la
transdisciplinariedad es multirreferencial y multidimensional.
Tomando en cuenta las concepciones de tiempo y de historia, la
transdisciplinariedad no excluye la existencia de un horizonte
transhistórico.

Artículo 7: La transdisciplinariedad no
constituye una nueva religión, ni una nueva
filosofía, ni una nueva metafísica, ni una ciencia
de las ciencias.

Artículo 8: La dignidad del ser humano es
también de orden cósmico y planetario. La
operación del ser humano sobre la Tierra es una de las
etapas de la historia del universo. El reconocimiento de la
Tierra como patria es uno de los imperativos de la
transdisciplinariedad. Todo ser humano tiene derecho a una
nacionalidad, pero, a título de habitante de la Tierra,
él es al mismo tiempo un ser transnacional. El
reconocimiento por el derecho internacional de la doble
pertenencia —a una nación y a la Tierra—
constituye uno de los objetivos de la investigación
transdisciplinaria.

Artículo 9: La transdisciplinariedad conduce a
una actitud abierta hacia los mitos y las religiones y hacia
quienes los respetan en un espíritu
transdisciplinario.

Artículo 10: No hay un lugar cultural
privilegiado desde donde se pueda juzgar a las otras culturas. El
enfoque transdisciplinario es en sí mismo
transcultural.

Artículo 11: Una educación
auténtica no puede privilegiar la abstracción en el
conocimiento. Debe enseñar a contextualizar, concretar y
globalizar. La educación transdisciplinaria
reevalúa el rol de la intuición, del imaginario, de
la sensibilidad y del cuerpo en la transmisión de los
conocimientos.

Artículo 12: La elaboración de una
economía transdisciplinaria está fundada sobre el
postulado de que la economía debe estar al servicio del
ser humano y no a la inversa.

Artículo 13: La ética transdisciplinaria
rechaza toda actitud que niegue el diálogo y la
discusión, cualquiera sea su origen, ideológico,
cientista, religioso, económico, político,
filosófico. El saber compartido debería conducir a
una comprensión compartida, fundada sobre el respeto
absoluto de las alteridades unidas por la vida común sobre
una sola y misma Tierra.

Artículo 14: Rigor, apertura y tolerancia son las
características fundamentales de la actitud y
visión transdisciplinaria. El rigor en la
argumentación, que toma en cuenta todas las cuestiones, es
la mejor protección respecto de las desviaciones posibles.
La apertura incluye la aceptación de lo desconocido, de lo
inesperado y de lo imprevisible. La tolerancia es el
reconocimiento del derecho a las ideas y verdades contrarias a
las nuestras.

Artículo final: La presente Carta de la
Transdisciplinariedad es adoptada por los participantes del
Primer Congreso de la Transdisciplinariedad, no valiéndose
de ninguna otra autoridad que aquella de su obra y de su
actividad.

De acuerdo a los procedimientos, que serán
definidos de acuerdo con los espíritus transdisciplinarios
de todos los países, la Carta está abierta
a la firma de todo ser humano interesado por las medidas
progresivas del orden nacional, internacional y transnacional
para la aplicación de sus artículos en la
vida.

Convento de Arrábida, 6 de noviembre de
1994

José ANES – André ASTIER – Jeanne BASTIEN
– René BERGER – François BIANCHI – Gérard
BLUMEN – Lais P. BRANDINI – Jorge BRITO – Jacqueline CAHEN-MOREL
– Michel CAMUS – Antonio CASTEL BRANCO – Costin CAZABAN – Laura
CERRATO – Oliver COSTA DE BEAUREGARD – Maurice COUQUIAUD –
Ubiratan D'AMBROSIO – Manuel DA COSTA LOBO – Adriana DALCIN –
Nicola DALLAPORTA – Robert DE BEAUGRANDE – Marc Williams DEBONO –
Isabel María DE CARVALHOVIEIRA – Giuseppe DEL RE – Javier
DE MESONE – Michele DUCLOS – Gilbert DURAND – Ruth ESCOBAR –
María FERNANDEZ – Raquel GONÇALVEZ – Georges
GUELFAND – Helle HARTVIG DE FREITAS – José HARTVIG DE
FREITAS – Eiji HATTORI – Phil HAWES – André JACOB –
Roberto JUARROZ – Anthony JUDGE – Jacqueline KELEN – Jacques
LAFAIT – Ghislaine LAFAIT-HÉMARD – LIMA DE FREITAS –
Salomon MARCUS – Michel MATHIN – Edgar MORIN – Raúl
NICOLAU – Domingo MOTTA – Edmond NOCOLAU – Basarab NICOLESCU –
Alain ORIOL – Patrick PAUL – Odette PÉTREQUIN – Jean-Marc
PHILIPPE – Patricia PROUS-LAABEYRIE – Philippe QUÉAU –
Daniel RABY – Michel RANDOM – Lucía SANTAELLA-BRAGA –
Elisabeth SAPORITI – Luigi SECCO – Jules SIX – Luis SOUSA RIBEIRO
– Dominique TEMPLE – Ana María VIEIRA.

 

 

Autor:

Dr. Sc. Rigoberto Pupo
Pupo.

 

[1] Este término corresponde a las
relaciones más o menos integrativas que aparecen entre
dos disciplinas. Tales conexiones son manifiestas en las
denominaciones de las mismas, como por ejemplo:
bio-química; astro-física; geo-física;
etno-botánica; genética de las
poblaciones;… y hasta la discutida
socio-biología, a pesar de su gran interés.
Paradójicamente, también las interdisciplinas
suelen transformarse en nuevas disciplinas
hiper-especializadas. (Charles François.
Transdisciplinariedad, cibernética y sistémica
para comprender la complejidad. Reunión Regional de ALAS
(Buenos Aires, YMCA, Agosto 7-8-9).

[2] “El término refleja la
siempre creciente necesidad de colaboración entre
numerosos especialistas disciplinarios para el manejo de
situaciones que ponen en juego tanto tecnologias como intereses
diversos … y frecuentemente divergentes. En todos los
casos se trata de compatibilizar y armonizar aspectos
potencialmente conflictivos o poco compatibles entre sí.
Un ejemplo característico es la construcción de
una represa con una central hidroeléctrica apuntando a
la industrialización de una zona pobre, pero de gran
importancia ecológica. El problema típico que
suele aparecer es la incomprensión (el
“diálogo de sordos”) entre especialistas,
cada cual usando su propia jerga profesional y al mismo tiempo
convencidos de la decisiva y suprema importancia de su
disciplina en el caso considerado. Las conclusiones suelen ser
confusas y ambiguas y los decisores finales adoptan las que les
parece convenir más en función de sus propios
conocimientos, metas e intereses (no necesariamente bien
entendidos)” (Ibídem)

[3]
“En la actualidad, algunas investigaciones
didácticas universitarias han tratado de seleccionar
aquellos conceptos transdisciplinares que son relevantes en
cada una de las disciplinas que componen las ciencias sociales
con el fin de poder integrarlos en el marco de una sola red
conceptual. Espacio y tiempo, identidad y alteridad,
racionalidad, cambio y continuidad, causalidad, diversidad e
igualdad, paz y guerra, interrelación y
organización social, son algunos conceptos que
estructuran todas las disciplinas que conforman las ciencias
sociales. Contemplarlos en la enseñanza de las ciencias
sociales facilita al profesorado la selección de
contenidos y ayuda a los adolescentes a comprender y valorar la
realidad social que viven. Desde una perspectiva
crítica, se posibilita el desarrollo de actitudes
tolerantes y solidarias, aceptación de la pluralidad,
defensa de los derechos humanos, capacidad de diálogo,
valoración de la democracia, respeto por el patrimonio
cultural y colaboración en la búsqueda de nuevas
soluciones, entre otros valores”(Enseñanza de las
Ciencias Sociales. Biblioteca Encarta, 2005)

[4] Abelardo Mancinas, Joaquín
Enríquez Flores. Elementos para la
transdisciplinariedad. Material de Multiversidad…

[5] Los siete saberes necesarios para la
educación del futuro se resumen en: La ceguera del
conocimiento: el error y la ilusión. No se enseña
el riesgo del error y la ilusión. Los principios del
conocimiento pertinente: separación de las disciplinas,
del objeto y el sujeto, lo natural y social, separación
del contexto, etc. Enseñar la condición humana.
El significado de ser humano. No todas las ciencias
enseñan la condición humana. Enseñar la
calidad poética de la vida, desarrollar la sensibilidad.
Necesidad de una convergencia de la condición humana.
Enseñar la identidad terrenal. Conciencia de que se es
ciudadano de la Tierra. Se comparte un destino común y
se confrontan problemas vitales. Identidad terrenal, paz,
globalización… Enseñar a afrontar las
incertidumbres. Las ciencias enseñan muchas certezas,
pero no los innumerables campos de incertidumbres.
Enseñar la comprensión. Enseñar a
establecer un diálogo entre las culturas. Enseñar
y explicar cómo integrarnos al otro. Tolerancia.
Empatía hacia el otro. Enseñar la ética
del género humano. Una ética basada en valores
universales. La humanidad debe convertirse en verdadera
humanidad y encontrar su realización en ella.

[6] Por supuesto, es un ejemplo ilustrativo,
que no significa en modo alguno que sólo esta vía
logre la transdisciplinariedad. La relación hombre
– mundo es muy rica en mediaciones y existen otros
caminos.

[7] Ibídem

[8] Edgar Morin. Repensar la reforma,
reformar el pensamiento. Entrevista realizada por Rafael
Miralles Lucena, profesor y periodista. Universidad de
Valencia. Material entregado. Multiversidad…

[9] Ibídem.

[10] Charles François.
Transdisciplinariedad, cibernética y sistémica
para comprender la complejidad. Reunión Regional de ALAS
(Buenos Aires, YMCA, Agosto 7-8-9).

[11] La filosofía en la posmodernidad,
y contra lo que pueda querer el profesionalismo
filosófico- académico (…) no puede ser
sino un pensamiento contaminado, contaminado por las ciencias
naturales, la tecnología, el arte, la crítica de
arte, las ciencias sociales, los medios de comunicación,
la publicidad, la experiencia en la gran ciudad, el consumismo
propio de ella, el ecologismo y el feminismo como nuevos
espacios de reflexión. No para lograr la unidad del
sistema, sino la de un pensar cuya lógica sea la de la
dispersión y diversidad (…), un pensamiento
(…) de la mediación total de nuestra experiencia
por los medios informáticos (…) Lo que sí
puede hacer es no “disciplinar” (…) (Marta
López Gil. Obsesiones filosóficas de fin de
siglo. Editorial Biblos, Argentina, 1993, p. 81).

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