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Uritorco: El cerro, la meseta y el fuerte



Partes: 1, 2, 3

  1. Introducción
  2. El
    cerro
  3. La
    meseta y el fuerte
  4. Apéndice

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Introducción

Desde fines de la década de 1970, y a lo largo de
los primeros nueve años de la siguiente, en la ciudad de
Capilla del Monte (Córdoba, Argentina) se fue gestando,
primero dentro de un grupo reducido de personas y más
tarde a nivel público (nacional e internacionalmente), la
creencia de que en las inmediaciones del cerro Uritorco
existía una ciudad perdida, intraterrena, a la
que empezaron a denominar ERKS.

A partir de entonces toda una serie de teorías,
por demás especulativas y místicas, coparon la
escena. Se difundieron rápidamente gracias a ciertas
publicaciones y en poco tiempo sentaron las bases del actual
turismo esotérico de la región y la emergencia de
lo que parece ser un nuevo culto New Age, multitudinario y
redituable.

A medida que el tema se volvía conocido gracias a
ciertos programas sensacionalistas de TV, los esotéricos
de turno enarbolaron sus débiles títulos de sabios
y lanzaron al mundo explicaciones de lo más
estrambóticas; en las que no vacilaron relacionar al
Uritorco (y su ciudad bajo tierra) con la poco conocida meseta
patagónica de Somuncurá, el Tíbet, la
mítica Shambala (capital de la aún
más onírica Agharta) y, algo más
tarde, con seres provenientes del espacio exterior.

Pero eso no fue todo. A los alienígenas se les
sumaron intraterrestres inmateriales (seres de luz),
entidades de otras dimensiones, duendes, elfos y hasta fantasmas;
sin olvidar, por cierto, a aquellos pseudos antropólogos e
historiados que no dudaron en conectar el pasado de esa
bucólica región cordobesa con vikingos, tribus
germánicas de neto origen ario, templarios que
protegían el Santo Grial y, como no podían faltar,
fantásticas expediciones nazis en América Latina
buscando objetos de poder que les permitieran a Hitler
dominar el mundo.

Todo este fárrago de delirios y llanas mentiras
sin fundamentos no fueron atendidos, como era de prever, por el
mundo académico; pero no faltaron singulares personajes
que se abocaron de lleno en alimentar la idea. Fueron ellos los
que pretendieron darle a la problemática ciertos visos de
seriedad científica (sin saber en realidad cómo
funciona la ciencia). No lo consiguieron. Por el contrario,
elevaron el dislate a un nivel que cualquier mente medianamente
racional rechazaría por delirante y una absoluta falta de
pruebas.

Pero no importó cuán descabelladas hayan
sido (y sean) sus explicaciones, o autorizados los
sabios que las sostienen. Querían creer.
Y a pesar de que nada eso era real, creyeron.

No interesó el infantilismo de las
extrañas relaciones que se establecieron, ni el sustrato
de pensamiento mágico que se advierte a simple vista en
los dichos de esos autores, que esgrimieron (y esgrimen) con
aires de superioridad intelectual la creencia.

Pero a pesar de toda esa seriedad fingida, el asunto
resulta interesante; especialmente desde la perspectiva que hoy
nos da la historia de mentalidades y el análisis
del imaginario contemporáneo, posible gracias a
la psicología social.

Como sabemos, las cosas que nunca existieron
también tienen su historia. Sorprende la energía y
recursos que se han invertido buscándolas. Nuestro
continente es, al respecto, muy rico. Desde los días de la
conquista de América (siglos XV y XVI) lugares ficticios,
producto de la afiebrada imaginación de la
expansión ultramarina, tales como El Dorado, la
Ciudad de los Césares, el Paititi, el
Reino de Omagua, la Fuente de la Eterna
Juventud
, entre otros, impulsaron la exploración y
reconocimiento de inmensas áreas geográficas, sin
las cuales no se hubieran logrado los conocimientos
antropológicos, históricos y geográficos que
se consiguieron.

Estamos, pues, en presencia de los llamados mitos
movilizadores de conquista
que, como siempre ocurre,
evolucionaron con el tiempo, adquiriendo significados variados
según las épocas y lugares.

¿Qué tipo de intereses guiaron esas
búsquedas? ¿Qué pensaban esos exploradores?
¿Qué aparato ideológico/cosmovisional
cargaban en sus espaldas para perseguir semejantes quimeras?
¿Cuánto de todo aquello se mantiene vigente hoy
día dentro del grupo de creyentes en ERKS y demás
historias citadas?

¿Es acaso todo esto un mero culto al misterio?
¿Tiene únicamente un fin crematístico o hay
algo más allá de los intereses
materiales?

Éstas y otras cuestiones son las que trataremos
de desentrañar en el presente trabajo.

De eso se trata: explicar cómo es posible y
porqué estas creencias permanecen vigentes a principios
del siglo XXI; qué hay en el fondo de todo esto y
cómo, desde una perspectiva histórica honesta, se
puede comprender el asunto.

Ojalá lo hayamos conseguirlo.

FJSR

Buenos Aires, 2015

PARTE 1

El cerro

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Secretos y grupos secretos que se mueven en
secreto
, fuera del alcance de la vista del mortal
común y corriente, sobran dentro del mundo del
esoterismo.

Fundaciones, asociaciones, cenáculos de estudio,
logias, prioratos, órdenes y hermandades son los
principales protagonistas de ese sustrato oculto que, como en
todos los países, existen en la Argentina sin que mucha
gente lo sepa. Es lo más parecido a una novela de Dan
Brown, aunque en ciertos casos mucho más peligroso porque
constituyen grupos reales, integrados por individuos
reales que esgrimen pensamientos y proyectos que suelen
atentar contra los ideales racionalistas de la Modernidad, en
especial contra la democracia participativa, la libertad y el
igualitarismo. Tal vez por eso se cuidan de no asomar mucho la
cabeza. Prefieren las sombras y, en lo posible, el anonimato, que
es desde donde desarrollan, sin consecuencias inmediatas, sus
propuestas, en muchos casos abiertamente racistas y antisemitas;
tanto como sus marcadas inclinaciones aristocratizantes,
mesiánicas, milenaristas, incluso pro-nazi y
fascistas.

Es en este universo cerrado, repleto de
secretismos y sabios que arrastran a grandes
masas acríticas hacia creencias delirantes y
prácticas rituales por demás extrañas y
sincréticas, en donde se forjaron las dos historias que
trataremos en este trabajo: la del cerro Uritorco, en
Capilla del Monte (Córdoba) y la de la meseta de
Somuncurá
en la provincia Río Negro y
Neuquén.

Todo parece indicar que han hecho bien su trabajo. Sus
ideas se colaron y prosperaron fuera de los núcleos
originarios, arrastrando a cientos de personas y empresas
dedicadas al turismo; quienes inocentemente y de manera
subliminal, difunden concepciones, proyectos e ideologías
para nada inocuas.

Se han camuflado muy bien.

Disimularon con cuentos y leyendas inventadas (que a la
postre terminaron creyéndoselas) otros dislates más
oscuros, que por lo general parten de una literatura
esotérica de derecha
que enmascara concepciones
imperialistas, nacionalismo tradicional extremo y racismo.
Representan la veta mística del conservadurismo
reaccionario. Por eso no es de extrañar que muchos de sus
miembros provengan de las clases medias altas, cultas,
que siempre han sido el semillero predilecto en donde germinan
las más desquiciadas teorías y de donde salen los
energúmenos que las difunden.

Por lo general, sus gurús son amantes de las
sociedades orgánicas. De las
jerarquías, del orden y de la
seguridad que sólo la obediencia puede
dar. Sueñan con ello y creen que constituyen las bases de
un Nuevo Orden, cuyo origen no dudan en ubicar en una
Edad Media idealizada y a la que, nostalgiosamente, quieren
volver de la mano de entidades extrañas. Un verdadero
paquete ideológico en el que se mezclan extraterrestres,
seres de luz, ovnis, entidades elementales, ciudades perdidas y
templarios protectores del Grial marchando a paso de
ganso.

Como ya dijimos en un artículo anterior, es
ése un mundo de sabios e iluminados en
los que la duda no tiene cabida, ni los cuestionamientos o
repreguntas encuentran eco. Lo que el maestro dice no se
discute. Él es la autoridad máxima. El
guía. El caudillo lúcido que
conduce sin ser cuestionado, porque su palabra es sagrada.
Intocable. Irrefutable. Inmaculada. Por eso sólo cabe
seguirla, obedecerla. Absorber sus verdades reveladas, ya que
ellos sí saben lo que hacen. Conocen el camino.
Han sido preparados para eso. Y no importa cuán
quimérico sea el sendero. Cuanto más ilógico
y descabellado se presente, cuantas menos contradicciones se
planteen y mayor sea la credulidad de los acólitos,
más seguros están de alcanzar la
salvación.

Para estos peregrinos del delirio el resto del
mundo vive en el error y la ignorancia. Alejados de las verdades
sagradas, de los mensajes cósmicos, que
sólo ellos pueden interpretar y de los que son
depositarios. Como cerebros de un organismo vivo
(así conciben a la sociedad), se sienten los rectores
naturales de una Nueva Era que se avecina
irremediablemente. Y a la espera de ese momento se ven obligados
a no mostrarse demasiado, a conformar grupos cerrados en donde
retroalimentarse mutuamente con sus fantásticas ideas
conspirativas; para, cuando así los dispongan los
Hermanos Superiores, tomar el mundo por
asalto.

El conspiracionismo está a la orden del
día. La información se escamotea. Las supuestas
pruebas siempre están a buen recaudo, inaccesibles,
escondidas en recónditas cámaras
subterráneas o en manos de cuidadores celosos que
darían su vida para que no se revelaran al vulgo. Por
esto, y otras cosas, se sienten perseguidos, censurados, por lo
que llaman la ciencia y la historia oficial. Engendros
intelectuales que no hacen más que criticarlos y
relegarlos al absurdo.

Frente a esta supuesta conspiración de los
grandes poderes políticos y académicos,
ellos resisten desde protegidos fortines
ideológicos que toman heterogéneas formas y
contenidos; que van desde publicaciones clandestinas en las hacen
conocer sus coloridas y más arriesgadas teorías
(por lo general revistas trimestrales o sin fechas fijas de
distribución), ediciones de autor (libros de tirada muy
limitada) que hacen circular en ámbitos aún
más pequeños o conferencias muy selectivas
(realizadas en casas particulares o sitios especialmente
alquilados para ese efecto) en los cuales transmiten sus
secretas doctrinas, haciendo uso de un lenguaje
críptico, engorroso, que mezcla todo con todo, pero que en
el fondo no suele decir nada.

La ciencia (oficial) y la razón
(occidental), lejanas a los ideales trascendentes y
metafísicos, son sus principales contrincantes. Armas
esgrimidas por el enemigo, a los que se acusa de las
más terribles calamidades que sufre el mundo. Por eso las
niegan y combaten, sumergiéndose en un universo
alternativo que, sin contención de ningún tipo,
desarrolla el pensamiento mágico
llevándolo a niveles inimaginables de delirio; y que nos
hacen pensar que, en el fondo, se esconden problemas
patológicos o psiquiátricos dignos de tratados en
un consultorio.

Como veremos, allí, en el mundo de los
míticos, esotéricos y metafísicos, todo,
absolutamente todo, es posible. Incluso la existencia de
una ciudad perdida y subterránea en las cercanías
del cerro Uritorco.

EL EMISARIO QUE VINO DEL TÍBET

Corrían los últimos años de la
década de 1970 y Argentina, bajo un estado de sitio
permanente, sufría, desde marzo de 1976, la peor de todas
las dictaduras militares de su historia. En medio de aquel
contexto de terror, sangre y plomo, un controvertido
médico de supuesto origen griego iniciaba, desde su
singular consultorio de la avenida Callao 1541, en pleno Barrio
Norte de Buenos Aires, el reclutamiento de quienes iban a
convertirse en sus admirados discípulos. Acólitos
de un culto que iba tomando forma y que, contrastando
con el contexto político del país, buscaba
centrarse en valores profundamente espirituales,
metafísicos, humanitarios y universales.

Nadie podía suponer por entonces que se estaban
plantando las bases del actual fenómeno del Uritorco; y
que toda una ciudad de la provincia de Córdoba, Capilla
del Monte, iba a recibir el impacto, convirtiéndose en la
meca esotérica de América Latina.

¿Quién era Acoglanis? ¿Por
qué lo hemos caracterizado como controvertido?
¿En qué consistieron sus enseñanzas y
quiénes fueron sus seguidores? ¿Por qué el
presente éxito turístico de Capilla del Monte le
debe tanto a este extraño personaje?

Vayamos por parte.

Ángel Cristo Acoglanis hizo de
toda su vida un gran misterio, y sus discípulos se
encargaron de adornarlo, exagerarlo y difundirlo, al punto de
convertir al Maestro, tras su muerte, en un verdadero
mártir. No sólo no se sabe de dónde
Acoglanis sacó sus singulares prácticas rituales (a
las arrastró a decenas de persona), sino que tampoco se
conoce el origen de sus místicas teorías; que
terminaron dando nacimiento a la etérea, perdida e
intraterrena ciudad de ERKS.

Pero no está demás aclarar que no fue el
único.

Gurús de ese tipo han surgido en distintas partes
del mundo y con resultados similares. En Brasil, por ejemplo,
tenemos a un personaje que, desde fines de la década de
1960, fue el responsable de un culto esotérico que ha
tenido un largo aliento.

Udo Óscar Luckner (así se
llamaba) arribó al Brasil en 1968 buscando datos acerca de
la misteriosa desaparición del famoso explorador
inglés Percy Harrison Fawcett.[1] Estaba
obsesionado con el explorador y sus locas teorías sobre la
Atlántida. Por ese motivo se instaló en la
región de las Sierras del Roncador, al norte de Barra do
Garças (zona en la Fawcett había desaparecido en
1925). Al poco tiempo develó "al mundo" una
experiencia personal sorprendente, que dejó a muchos con
la boca abierta (por lo incongruente) y a otros, convertidos en
ciegos acólitos, que consideraron a este risueño
personaje sueco, como una especie de nuevo
Mesías.

Según el propio Udo Óscar Luckner,
mientras recorría las mencionadas sierras
brasileñas se topó con una entrada secreta a
través de la cual tuvo acceso a "las profundidades de
la tierra
" y a una ciudad subterránea en que la
encontró seres superiores, portadores de un gran avance
espiritual y tecnológico. Esta raza de misteriosos
dirigentes sería la encargada de tutelar el destino de los
hombres e impartir sus sabias enseñanzas a través
de iluminados que, como él mismo, les servían de
mensajeros.[2] Con tal objetivo, fundó un
singular culto. Una secta cuyo centro de operaciones era el
Monasterio Teúrgico de Roncador, al pie de dichos
cerros, y cuya misión no sería otra que la de
difundir la esotérica sapiencia de los intraterrestres,
con los que (supuestamente) Fawcett habría entrado en
contacto en 1925.[3] Al igual que Acoglanis,
Luckner se transformó en un Maestro, respetado e
idolatrado hasta el día de hoy.

Pero Acoglanis no sólo guardó silencio
sobre el origen sus singulares enseñanzas públicas.
Toda su vida está coloreada de sospechas y mentiras,
incluso su propia nacionalidad.

Según él mismo afirmaba (y sus seguidores
repitieron al hartazgo) era médico y nacido en Grecia, en
donde había pasado su infancia y hecho parte de sus
estudios secundarios; pero, debido a cuestiones políticas,
se había visto obligado a exiliarse durante un tiempo en
Albania (según unos y en India según otros), antes
de partir hacia el Tíbet.[4]

Dos de sus seguidores, Ricardo González y Roberto
Villamil, transcribieron los dichos de Acoglanis de este
modo:

"Su familia decide enviarlo a Cachemira (…)
donde tenía un tío de buena posición
económica. Grecia había estado ocupada por el
ejército alemán, que, al retirarse, permitió
la feroz lucha de los grupos de partisanos, en su mayoría
de formación comunista, que luchaban por hacerse del poder
en la desintegrada nación. La familia Acoglanis no
comulgaba con esas ideas, razón por la cual deciden
enviarlo al exterior para preservarlo. (…) En 1950 llega a
la India y luego de instalarse en Cachemira con su tío
decide seguir medicina. Para ello se inscribió en la
Universidad y, como el tío tenía relaciones con
monjes budistas, Ángel accedió (un tiempo
más tarde) marchar con ellos al
Tíbet
".[5]

Pero, tal como señala el escritor Guillermo J.
Dangel: "Fue en esa mudanza en que había perdido el
diploma y los documentos
."[6] Todo muy
conveniente, claro, si lo que se pretende era ocultar su
identidad.

Una vez instalado en el Tíbet,
habría ingresado a un monasterio en Lhasa,
iniciándose junto con los monjes del lugar en la
mistérica medicina religiosa tibetana; y guiado
por los sabios de la montaña, habría
conocido los secretos médicos que, tiempo más
tarde, lo hicieran popular en Buenos Aires.

Hacia los años "60 ya había llegado a
nuestro país, instalándose en la ciudad de
Ramallo (provincia de Bueno Aires), en donde tuvo
dos hijos. Pero no duró mucho tiempo en el lugar. Se
mudó a la localidad de La Falda
(Córdoba), donde se volvió a casar y tener un nuevo
hijo, que falleció siendo bebé. Divorciado por
segunda vez, se trasladó al norte cordobés y en
Serrezuela compró un campo
dedicándose a la actividad ganadera. Finalmente, y tras
entablar relación sentimental con una nueva pareja, se
vuelve a mudar a Villa Allende (Córdoba),
que fuera el pueblo en donde estableció sus aposentos
definitivos y tuviera cinco hijos más. Allí
practicó acupuntura, osteopatía y quiropraxia con
gran éxito Tiempo después, tras abrir su
consultorio en Capital Federal, visitaría Villa Allende
sólo los fines de semana para estar con sus seres queridos
y realizar sus excursiones por Los terrones y Capilla del
Monte.[7]

En Buenos Aires, sus técnicas se volvieron
famosas en poco tiempo y la lista de pacientes creció,
tanto en número como en calidad. Cuentan que
Acoglanis atendía al mismísimo presidente de
Paraguay, el dictador perpetuo Alfredo Stroessner,
"(…) que se enorgullecía en tenerlo como
médico de cabecera
."[8] Pero no todos
tenían la misma opinión, especialmente en el gremio
de los médicos. La mayoría siempre lo juzgó
con desconfianza. Lo miraron de soslayo y dudaron que
efectivamente hubiera conseguido su matrícula en la
facultad. Pero las técnicas de Acoglanis parecían
surtir efecto entre los enfermos. Todo indicaba que era una
excelente quiropráctico y sabía cómo
realizar ajustes en los músculos y huesos de la espalda,
quitando el malestar y el dolor. No fueron pocos los "colegas"
que siguieron llamándolo doctor, aún
manteniendo sospechas fundadas respeto de su educación
formal universitaria. Otros, en cambio, no dudaron en ver en
Acoglanis un excelente médico. Tal es el caso del
reconocido pediatra Florencio Escardó, con el que
llegó a tener una amistad muy personal, duradera y
sincera.

Pero hay que considerar un punto. Escardó tuvo,
hacia el final de su vida, una marcada veta de inclinación
esotérica, llegando a publicar en el diario La
Nación
un artículo titulado El Niño
y los Ovnis
; francamente interesante por el nivel de delirio
conspirativo, errores y prejuicios históricos que maneja
en sus párrafos.

"Los que sucede con los ovnis es un ejemplo
paradigmático. Todo autoriza a aceptar que intereses
complejos y oscuros traban la posibilidad de una actitud abierta
y sana frente al fenómeno ovni
y que no es por rigor
científico que se pone en sistemática duda su
naturaleza y origen, por el contrario, una copiosísima
información científica (digo científica y no
técnica) obliga a reconocer su presencia como un
fenómeno constante desde las edades más remotas

y todas las culturas han dejado documentos de la conciencia que
el hombre ha tenido de astronautas y astronaves; aplicar un
juicio actual al fenómeno equivale a suponer que los
egipcios fueron más atrasados que nosotros porque no
conocieron la licuadora. (…) Pienso que los docentes
están obligados a exponer a sus alumnos una ordenada
documentación de los testimonios que reposan en escritos y
documentos y que, hasta el momento, no tienen el menor lugar en
los planes docentes, el camino más corto es llevar
regularmente a los estudiantes al cine a ver y analizar
películas documentales como Recuerdos del Futuro y otras
no documentales pero que abordan con alto espíritu
problemas de relación del hombre con el cosmos y de su
destino en la tierra si se sigue cultivando el actual estilo de
destrucción ecológica; sería también
adecuado hacerles comentar párrafos del libros como los de
Däniken, Berlit, Hansen o Bergier, para no citar sino unos
pocos y accesibles. Pero ello será vana labor si al
mismo tiempo no se infunde al niño y al joven un abierto
espíritu de hermandad cósmica y se ofrece la idea
de que quienes viene o pueden venir en las naves no son ni
invasores ni enemigos, sino hermanos más evolucionados

en cumplimiento de altas y necesaria misiones (…)
".
[9]

Nadie puede poner en duda la extraordinaria capacidad
que como médico tuvo Escardó. Pero como dice el
dicho: "Al César lo que del César".
Ningún historiador profesional consideraría sus
consejos, a no ser para rescatar y señalar los errores que
se barajan cada vez que se ponen en el tablero de la historia
humana a los mentados extraterrestres. Pero de todo ello
hablaremos más adelante.

Sea por motivo que fuere (empatía, amistad,
influencia mutuas), Escardó ayudó mucho a Acoglanis
(incluso, tras la muerte del quiropráctico, siguió
manteniendo con la viuda una sostenida relación amistosa).
Nunca refirió o dejó entrever que era un
chanta. Todo lo contrario. Confiaba en las habilidades
del "griego" al punto de elevar un pedido a la Facultad
de Medicina de la UBA para que se formara un tribunal
médico y evaluara a Acoglanis, para que así pudiera
revalidar su título académico (extraviado
en la mudanza antes citada).

Esta solicitud hecha por Escardó está
consignada explícitamente en el libro escrito por dos
"contactados", y seguidores de
Acoglanis.[10]

"Escardó era muy amigo y a su vez paciente de
Ángel. En afán de ayudar a Acoglanis –su
amigo- y hacer justicia con su situación curricular, le
formó una mesa examinadora con notables de la medicina,
para reconocerle su título de médico que no
había podido revalidar en el
país."[11]

Pero lo que no dicen es que
Acoglanis, en las dos oportunidades en las que el tribunal
se conformó para evaluarlo, no se presentó.
Se excusó aduciendo que estaba ocupado atendiendo
urgencias
.[12] Por ende, el paso definitorio
que lo hubiera calificado como médico nunca se
concretó, y las dudas se mantienen hasta
hoy.[13]

Por otro lado, respecto de su verdadera nacionalidad
también hay profundos y confusos baches de
información. Al carecer de documentación fehaciente
que certifique su origen griego, todo hace suponer que ese dato
también era falso. Incluso hay referencias de que
Acoglanis había sido expulsado de la sociedad
helénica de Córdoba al comprobarse que no era
efectivamente griego, sino oriundo del pueblo de
Ramallo.[14] Si datos como esos fueron
tergiversados, es muy posible que el viaje al Tíbet
también haya sido producto de su imaginación. Por
supuesto, no hay, más allá de las declaraciones que
él mismo hiciera en vida, pruebas que sustenten esos
dichos.

Como es de notar, las imposturas y las mentiras
parecerían acumularse cuanto más nos adentramos en
su historia. Claro que, para aquellos que lo creyeron y
consideraron un iluminado maestro, todos los
cuestionamientos y dudas que surgen entorno a Acoglanis no son
más que calumnias o el producto de una operación de
desprestigio orquestada por oscuras organizaciones secretas que
pretenden mantener en la ignorancia a la raza humana, impidiendo
que se conozca no sólo la existencia de extra e
intraterrestres, sino los fluidos contactos que ciertos hombres
superiores mantienen con ellos desde hace años. Toda
persona que esté medianamente familiarizada sobre la
delirante mitología contemporánea de los ovnis
habrá escuchado hablar de los famosos Hombres de
Negro
(Men in Black), quienes, "como todo el
mundo sabe
", han amenazado, incluso asesinado, a testigos
presenciales de ovnis, en especial después del supuesto
plato volador que cayó en Roswell, Nuevo
México (EE.UU.) en 1947.

Todo un mundo de tinieblas y organismos secretos atentan
contra la verdad, imponiendo otra que los creyentes
llaman, despectivamente, "oficial". La
conspiración mundial está en marcha y no hay nada
que se pueda hacer contra ella. Absolutamente nada. Quien
cree en conspiraciones
, dijo Jorge Halperín, no
necesita pruebas de ningún tipo
. Estamos en el
universo de la pura creencia.

Ángel Cristo Acoglanis
murió asesinado por uno de sus discípulos y amigo
personal, a los 63 años de edad, el 19 de abril de 1989,
en su consultorio de la avenida Callao de Buenos Aires. Su
victimario no era otro que Rubén Antonio,
esposo de la socia de Acoglanis en la consultaría
alternativa que regenteaban y hermano del conocido financista
multimillonario (amigo íntimo de Juan Perón), Jorge
Antonio.

El asesino, quien le pegó siete balazos en
presencia de una secretaria y varios pacientes que estaban en la
sala de espera, expresó al entregarse de inmediato a la
policía, que se sentía aliviado por haber
matado a un brujo
. Y eso fue todo. Claro que la
hagiografía panegírica en torno al griego
convirtió este luctuoso episodio policial en parte de una
operación oculta, que involucraría a altos
funcionarios del estado. Es así como la jueza que
llevó el expediente de la causa fue sospechada, dando paso
a decenas de especulaciones dignas de un episodio de los
X-Files.

Lo cierto es que Rubén Antonio fue declarado
inimputable y, tras apenas un año de estar recluido en una
clínica psiquiátrica del barrio de Saavedra, fue
dado de alta y trasladado a un lujoso departamento de la Recoleta
en donde vivió libremente hasta el 28 de julio de 1993,
fecha en la que se suicidó tirándose desde la
terraza del edificio.

Estas dos muertes trágicas inflamaron la
imaginación de los acólitos.

¿Qué escondía el médico
griego? ¿Qué perseguía Rubén Antonio?
¿Cuál fue el móvil del crimen? ¿Acaso
lo asesinó porque Acoglanis mantenía una
relación extramatrimonial con la esposa de Antonio?
¿O fue una mera cuestión de deudas?

Estas hipótesis se esgrimieron en los diarios de
la época. Pero eran cuestiones demasiado sórdidas y
terrenales. A los seguidores del médico no les bastaron.
Algo superior tenía estar tejiéndose
detrás del crimen. ¿Una conspiración
para ocultar los secretos de Erks?
Muchos ni lo dudaron.
Incluso hasta el día de hoy siguen diciendo que algo se
esconde detrás de ese común y corriente asesinato.
Muy típico dentro del mundo de los afectos al misterio y
los enigmas.[15]

Lo cierto es que Acoglanis terminó sus
días trágicamente y sus restos trasladados al
cementerio de Capilla del Monte, donde fueron inhumanos.
Allí descansan bajo una lápida en la que
no figura su nombre y apellido, sino otro, diferente al
que le dieran sus padres: Sarumah.

Será éste nombre el que nos lleve a
conocer las curiosas ceremonias que Acoglanis organizó a
los pies del Uritorco.

RITUALES EN LAS SIERRAS

Todo aquel que conozca la región de Los
Terrones
, vecina a la ciudad de Capilla del Monte, sabe
de lo impactante que son sus paisajes. De sus gigantescas
formaciones pétreas y de las miles de pareidolia que somos
capaces de imaginar observando las irregularidades que la
erosión hídrica y eólica han producido a lo
largo de los siglos.[16] Es el escenario perfecto
para desarrollar la imaginación y no es casual que los
tours turísticos actuales exploten eso al máximo,
estimulando al viajero a ver "rostros",
"animales" y "objetos" de todo tipo
"tallados" por nuestras mentes en las
sierras.

Fue en este sitio donde, hacia finales de la
década de 1970, Ángel Acoglanis se reunía
con sus seguidores para contactarse con los misteriosos
habitantes de la ciudad intraterrena de Erks; urbe que parece
haber sido producto de su propia inventiva y de la que no se
tiene referencia antes de que el médico griego
hiciera referencia a ella.

¿Qué es Erks? ¿En qué
consistieron las ceremonias que presidía Acoglanis?
¿Quién era Sarumah? ¿Qué se
perseguía con toda esa parafernalia
esotérico-mística? ¿Dónde está
plasmado todo este delirio?

Vayamos por parte.

Hay en Capilla del Monte un hotel que, en el
hipotético caso que se diera la imposición mundial
de los credos New Age, bien podría llegar a
equipararse con el establo de Belén; ya que en sus
instalaciones tomó forma definitiva lo que
podríamos considerar un nuevo culto: el de Erks y los
supuestos Hermanos Superiores que la habitan.

Muchas localidades de Córdoba parecen haber sido
signadas a nacer bajo las sombras de un hotel. Es algo
común en enclaves turísticos. Tal es el caso del
Eden Hotel (así, sin acento), erigido en 1898,
varios años antes que sugiera la ciudad de La Falda; o el
Gran Hotel Viena de Miramar de Ansenuza, levantado a
principios de la década de 1940, y que, si bien no fue el
germen del balneario cordobés de Mar Chiquita (sí
lo fue el Hotel Mira-Mar), le dio a la región un
impulso turístico considerable.

En Capilla del Monte ese privilegio lo tiene el
legendario Hotel Roma, ámbito de
reunión de Acoglanis y sus discípulos cuando la
ciudad todavía era un pueblo y no se había
convertido en la Meca esotérica de America latina
que es hoy.

Si bien es cierto que otros hoteles, mas tradicionales y
antiguos, colocaron a la esta zona serrana dentro del mapa
turístico argentino (por ejemplo el viejo Hotel
Capilla del Monte
, frente a la plaza principal), el
Hotel Roma tiene un aura muy especial (no
podía ser de otro modo
) por ser el
conventículo que reunió a los primeros grupos
esotéricos que se acercaron a esas sierras. Y Ángel
Acoglanis fue el pionero. Después desfilaron por sus
instalaciones relevantes místicos y oviniólogos,
sabios del ambiente, como Pedro Romaniuk, Guillermo
Terrera y Fabio Zerpa entre otros. Mucho le debe la ciudad a este
singular hotel. Si no hubiera sido por El Roma (como lo
llaman casi con cariño) es probable que Capilla del Monte
siguiera siendo el típico pueblito serrano, con su
"Sendero de las Cabras" para ascender al Uritorco, y no
la sede del Festival Alienígena del mes de
febrero, con la misma trocha anterior pero rebautizada como el
"Sendero de los Peregrinos
Cósmicos
".[17]

Desde el Hotel Roma partían las
caravanas de autos y camionetas, no bien empezaba a bajar el sol,
con dirección a Los Terrones. El "guía
griego
" encabezaba el grupo de elegidos y, tras llegar al
sitio convenido, cuando las estrellas titilaban sobre sus
cabezas, ellos, los expedicionarios, organizados en
semicírculo en la cima del cerro, iniciaban su tan
particular ceremonia.

En ese momento Acoglanis, vistiendo una túnica
blanca y presidiendo la reunión, empezaba a entonar un
extraño cántico (mantra), en un idioma que
él decía era desconocido en la Tierra, y que
llamaba Irdín, "la lengua que hablan las
inteligencias superiores
".[18] Claro que esas
estrofas (que no tienen sentido alguno, como es lógico) no
eran cánticos al azar.[19] Para los
creyentes, el mantra en realidad constituía una
invocación a las estrellas y los seres de luz que
habitaban en Erks. Pero quien la pronunciaba no era en realidad
Acoglanis. Para entonces, el "médico" había
canalizado a una entidad de la ciudad subterránea
que era quien hablaba a través de él:
Sarumah.

Y así, poseído por ese "ser
cósmico
" y "tras pedir permiso a los hermanos
superiores para que se manifestaran
", empezaba el
espectáculo.

"(…) Una majestuosa coreografía de
luces comenzaban a aparecer y desaparecer. No había dudas
de que se estaba entablando un diálogo o
comunicación. Nos dan la bienvenida, decía
satisfecho Acoglanis. Las esferas descendían del cielo,
rodeaban la montaña, los árboles y la
vegetación del lugar en una manifestación
fantástica que, en la mayoría de los casos,
motivaban que muchos de los presentes rompieran en llantos de
emoción y otros cayeran desmayados al piso de la
montaña."
[20]

"Las luces se acercaban a nosotros casi
rozándonos… Y corrían por el cielo de
aquí para allá. Iluminaban los árboles, la
plataforma donde estábamos parados y la silueta de la
montaña que estaba frente a nosotros. (…) Conciente
de nuestra alteración, Acoglanis (Sarumah) nos
explicó el significado de las luces y el significado de la
ciudad intraterrena de Erks, enclave que está invisible a
las miradas indiscretas y solo se materializa en determinadas
circunstancias. En el lugar, nos dijo, conviven aproximadamente
18.000 seres, entre ellos los ancianos sabios de las estrellas,
cuya existencia no puede calcularse en el tiempo conocido por los
humanos. Erks (Encuentro de Remanentes Kósmicos Siderales)
es uno de los lugares donde se concentra toda la
información vital del planeta y su relación con el
universo circundante
". [21]

"En contadísimas ocasiones, en medio del
despliegue de luces que rodeaban el lugar donde se encontraban
los invitados, de la profundidad del valle comenzaban a emanar
rayos de luz de distintos colores y en forma mágica: se
materializaba la ciudad de
Erks
…".[22]

Terminada esta especie de sesión
espiritista
tan particular, se subían a los autos y
regresaban a Capilla del Monte, donde continuaban las clases
teóricas del Maestro Sarumah en el Hotel
Roma
.

Entre 1981 y 1989 los cursos, charlas y visitas
nocturnas a Los Terrones se sucedieron
periódicamente y Acoglanis, poniendo todas sus
energías en el tema, no sólo se convirtió en
un contactado famoso dentro del ambiente
esotérico sino también en un reverenciado
teórico
cuyo legado quedó pasmado en una serie
de panfletos de reducida circulación, conocidos como
Los Diarios de Erks (hoy de fácil acceso por
Internet, pero de muy difícil consulta en los años
en que fueron escritos).[23]

Los Diarios en realidad no son más que
una larga serie de incoherencias, argumentos irracionales y
fantasías que parecen salidos de una mente decididamente
esquizofrénica, producto de una mezcolanza bien propia de
la New Age que terminó fascinando a decenas de
personas, muchas de las cuales, con el tiempo, agregaron
conceptos e ideas de sus propias cosechas. Tal es el caso de
Trigueirinho, un automentado metafísico brasileño
que se encargó de difundir mundialmente la existencia de
la ciudad subterránea del Uritorco en uno de sus libros,
Erks. Mundo Interno (1989); que escribiera por pedido y
consejo del propio Acoglanis/Sarumah antes de morir (dicen que
él mismo le entregó todo el material necesario para
la redacción del trabajo).

La mélange es por momentos lisa y
llanamente incomprensible. Un atajo de dislates inimaginables del
que daremos cuenta brevemente, a fin de ilustrar los
excéntricos conceptos que se transmitían y que,
según los creyentes, "sólo los iniciados pueden
entender cabalmente
".

Erks (Encuentro de Remanentes Kósmicos
Siderales
) es una ciudad no-humana ubicada en el
corazón lítico del Uritorco. Un sitio de
congregación de seres de otros mundos cuya misión
no es otra que la de difundir enseñanzas espirituales a
los terrícolas. Una especie de centro de entrenamiento del
que saldrán los iniciados que sobrevivirán a la
hecatombe final por venir.

Acoglanis la llamaba La Ciudad de la Flama Azul
y aseguraba que las luces que aparecían en Los Terrones y
en el cerro Uritorco eran naves voladoras intraterrestres y, en
otras ocasiones, entidades cósmicas evolucionadas que
habían alcanzado un nivel de inmaterialidad que los
señalaba como seres mucho más avanzados que
nosotros, a los que llamaba Hermanos Superiores (a uno
de ellos, Sarumah, era a quien Acoglanis
canalizaba).

El médico griego afirmaba haber visitado Erks y
no le tembló la mano al sentenciar que la ciudad
tenía una antigüedad de 21.000 años, ni al
describir los templos, calles y edificios que levantaban en ella;
o las conexiones subterráneas que la ligaban y a otras
muchas ciudades intraterrenas desperdigadas por el
mundo.

La tecnología ¿erksiana? es un
capítulo aparte y también fue descripta por
Sarumah/Acoglanis.

"La ciudad que visité, conocida por muchos
como Erks,(…) existe un modelo de armonía solar,
construida por seres superiores de otros sistemas, desconocidas
por nuestras leyes. Ellos se desplazan sin ningún apoyo
dentro del templo de la esfera dorada, asistidos por el sacerdote
Nagualkhuma.[24]

Y agrega:

"He visitado una especie de usina-laboratorio, donde
se procesa la energía que se obtiene del éter; esta
energía se condensa hasta producir con ellas varillas que
son las que se utilizan como combustible, para la
iluminación del reino".
[25]

Finaliza indicando:

"También conocí las máquina del
tiempo, donde se procesan los datos de las personas; en este caso
el mío, por el sistema de espejo que fue dando mis huellas
a través del tiempo
".[26]

Dicen que "para muestra basta un botón".
[27]Creemos que las referencias citadas son prueba
cabal de este dicho popular.

¿Qué más
agregar?[28]

En ese corpus teórico, transmitido como si se
tratara de una revelación divina, los fenómenos
paranormales se mezclaron con elementos de religiones
extrañas, con misteriosas razas antediluvianas,
civilizaciones perdidas en escondidos centros de poder, culturas
intraterrestres, hinduismo, budismo, chamanismo y, como no
podían faltar, continentes desaparecidos
(Atlántida, Lemuria, Mu). Como producto de esta
mezcolanza, elaboraron (sustentados en la
Teosofía) una doctrina secreta y universal que
sólo los iniciados en el tema podían
conocer.[29] Convertidos en preclaros guías
espirituales, ellos serían los nuevos elegidos para guiar
a la humanidad hacia una nueva era de conocimiento y
humanitarismo, lejos de cualquier sendero racional proveniente de
occidente.

El deseo de encontrar un espacio virgen, aislado, puro,
esencia inmaculada de la alteridad absoluta, más
allá de las geografías exploradas de
nuestro planeta, condujo a muchos (desde los días
en que los conquistadores buscaban el Paraíso Terrenal) a
encontrar imaginariamente reservorios de pureza, sapiencia y
humanismo prístino, incluso debajo de la tierra. Y cuando
la geografía física, reconocida y explorada,
resultó no ser tan maravillosa, entró en vigencia
la quimera de las dimensiones paralelas o portales
interdimencionales, detrás de los cuales no sólo se
perpetúan "bibliotecas secretas" sino
también Hermanos Superiores que, más
allá del bien y del mal, dirigen a escondidas los destinos
conspirativos de toda la humanidad.

La muerte de Acoglanis en 1989 no puso fin a esta
corriente, ni fue el único profeta de Erks. Hubo otro, tan
excéntrico en sus juicios como el médico griego. Se
llama Alfredo Di Prinzio y es el responsable de haber
traducido a un lenguaje más corriente y llano los
textos (incongruentes por momentos) que dejara su maestro y
amigo.[30]

Partes: 1, 2, 3

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