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Análisis del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones entre la U.E. y EE.UU (Parte I) (página 4)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9

Sobre la transparencia anotar que el documento deja claro que es necesario mantener "la necesaria confidencialidad". Esto que puede ser lógico en una negociación, en realidad supone que los únicos que tienen información son las grandes corporaciones y las instituciones civiles cercanas a los partidos políticos y que la información pública al ciudadano sólo busca la ratificación del acuerdo, como ya escribí antes citando el documento, el único objetivos para la Comisión Europea es "asegurarse de que el acuerdo sea finalmente ratificado".

Pondré un ejemplo producto de la estrategia del documento. El 2 de diciembre de 2013, el periodista de "The Guardian" George Monbiot, escribe un artículo  titulado "Las mentiras que hay detrás del Acuerdo Transátlantico". Este artículo se basa en parte un documento filtrado, que precisamente es el que he analizado ý traducido al castellano en este artículo.

Unos días después el 18 de diciembre, una política belga, Karel De Gucht miembro de la Comisión de Comercio de la Unión Europea, escribe un contra artículo en el mismo medio "The Guardian" titulado "Te equivocas, George Monbiot – no hay nada secreto acerca de este acuerdo comercial de la UE".

Como vemos, la Comisión Europea está llevando a pies juntillas la estrategia marcada por el documento, que por cierto, cuando publica la respuesta de Karel De Gucht, el enlace al documento nos dice que ya no existe. Y pienso, si no hay nada secreto ¿por qué se molestaron en eliminar el documento para que no se tuviera acceso a la estrategia de comunicación de la propia Comisión?…

Document-EU-Commission (by Gregorio Abascal)

07 de noviembre 2013 Documento temático Comunicar en TTIP

– Áreas de cooperación entre los servicios de la Comisión y los Estados miembros El 22 de noviembre de 2013, de Bruselas, la Comisión está organizando una reunión informal con representantes de los Estados miembros para debatir cuestiones relacionadas con la comunicación de la Asociación de Comercio e Inversión Transatlántica. La reunión tiene por objeto explorar las posibilidades de una mayor cooperación y coordinación de las actividades de comunicación respectivas alrededor TTIP. El presente documento proporciona antecedentes adicionales para esta discusión. En él se destacan una serie de temas clave que se debatirán en la reunión.

I. Contexto

Comunicación política fuerte será esencial para el éxito del Tratado de Comercio e Inversión Transatlántica (TTIP), tanto en términos de consecución de los objetivos de negociación de la UE y de asegurarse de que el acuerdo sea finalmente ratificado. Hasta el momento, las negociaciones han experimentado un nivel sin precedentes de público y de interés mediático. Ninguna otra negociación ha sido objeto de un nivel similar de escrutinio público. Comunicar en TTIP y comprometerse con las partes interesadas es crucial al tomar las negociaciones. Hay tres retos principales de comunicación:

1. Asegurarse de que el público en general en cada uno de los Estados miembros de la UE tiene una idea general de lo TTIP es (es decir, una iniciativa que tiene como objetivo generar crecimiento y puestos de trabajo) y lo que no es (es decir, un esfuerzo para socavar la regulación y los niveles de protección existentes en áreas como la salud, la seguridad y el medio ambiente)

2. La gestión de las relaciones con terceros países, ya que el acuerdo afectará también a nuestros otros socios comerciales, en particular, a nivel multilateral, nuestra zona y de los principales socios como China

3. Apoyar a nuestros objetivos de negociación vis-à-vis los negociadores de Estados Unidos, en particular en las zonas que no recae bajo la responsabilidad directa del USTR. Esto puede ser el caso de las agencias reguladoras federales y las autoridades a nivel estatal en el que habrá una necesidad de la UE de ayudar a persuadir a los responsables de decisiones, para también participar.

Con el fin de tener éxito en estas áreas, los servicios de la Comisión y los Estados miembros tendrán que trabajar en estrecha colaboración y de gestionar y coordinar nuestras estrategias de comunicación y de difusión colectiva. La Comisión, por su parte, ha puesto en marcha una operación de comunicaciones TTIP dedicado, un enfoque que ya ha dado resultados. Sin embargo, las negociaciones están apenas comenzando y considerables desafíos por delante. El esfuerzo de comunicación está dirigida por un Jefe de Comunicaciones de la Dirección General de Comercio con el apoyo de otros servicios de la Comisión , a saber, la Dirección General de Comunicación y el Servicio de Portavoces . Está coordinado a través de la Comisión, con representantes de la Comisión en los Estados miembros y, a través del SEAE, con delegaciones de la UE.

II. El enfoque actual

El enfoque general es holístico, uniendo relaciones con los medios, actividades de divulgación y la gestión de las partes interesadas, los medios sociales y la transparencia. El enfoque deberá localizar aún más nuestro esfuerzo de comunicación en los Estados miembros de una manera radicalmente diferente a lo que se ha hecho para las iniciativas comerciales del pasado, además de desplegar esfuerzos en Bruselas, en los EEUU y en todo el mundo, proporcionando clara, objetiva y argumentos convincentes sobre todos los aspectos de las negociaciones.

El objetivo es definir, en esta primera etapa de las negociaciones, los términos del debate mediante la comunicación positiva sobre lo que el TTIP se trata (es decir, los beneficios económicos y el liderazgo mundial en cuestiones de comercio), en lugar de ser arrastrados de forma reactiva en comunicación defensiva sobre lo TTIP no se trata (por ejemplo, no se trata de la negociación de la protección de datos, no se trata de reducir las normas reguladoras de la UE, etc.)

Para el enfoque tenga éxito, tiene que ser a la vez activa y reactiva rápidamente, con la participación de monitoreo del debate público, la producción de materiales de comunicación específicos y la implementación de ese material a través de todos los canales, incluidos los medios de comunicación en línea y sociales.

Hasta ahora, esto nos ha permitido:

• Producir y difundir materiales de comunicación sobre la narrativa de las negociaciones en su conjunto, así como el material más centrado en temas específicos: por ejemplo, el impacto estratégico, tercer país, el elemento de la cooperación / convergencia normativa, una defensa detallada del análisis económico detrás del TTIP y un documento de refutación detallada sobre por qué el acuerdo no es ACTA. Dejar en claro que la transparencia será una parte clave de la estrategia de la UE para las negociaciones mediante la publicación de documentos iniciales de posición de la UE sobre los aspectos clave de la negociación, la celebración de reuniones de participación de las partes interesadas temprano, comprometiéndose a más cerca que la consulta habitual con el Parlamento Europeo, la comunicación directa con los miembros del público a través de una cuenta dedicada TTIP Twitter con un considerable efecto multiplicador de mensajes.

• mantener una manija en la corriente principal de la narrativa multimedia en las negociaciones, donde existe un amplio apoyo a la lógica y la sustancia del acuerdo destinado.

• lograr la tracción en los medios de comunicación nacionales, al menos en algunos Estados miembros,

• llegar a influyentes terceros para asegurar su apoyo público a las negociaciones.

Con el fondo de las negociaciones TTIP aún por venir, y un intenso debate ratificación de seguir, hay mucho más trabajo por hacer, pero los sistemas y enfoques que ahora hemos puesto en marcha proporcionan una base firme para la acción futura. Esto necesita el apoyo y la coordinación con los Estados miembros.

III. Las cuestiones clave a tener en cuenta

1. La ansiedad en torno a la posible incidencia sobre el modelo social europeo y el enfoque de la regulación: Necesitamos una comunicación proactiva, temprana y generalizada en la realidad de lo que está en discusión en las zonas sensibles y en una fuerte trayectoria de la UE en las negociaciones internacionales. Sin dejar de respetar la confidencialidad necesaria para las negociaciones tengan éxito, el proceso también debe ser lo suficientemente transparente para reducir los temores y evitar una proliferación de dudas antes de que el acuerdo está aún concluido. Esta mensajería debe ir acompañada por una comunicación clara sobre los beneficios de la TTIP.

2. Problemas derivados de las características institucionales de la UE: El enorme interés en el proceso significa que habrá muchos momentos de intensa presión pública en torno a las negociaciones. En esos momentos, y de hecho en todo el proceso, es vital que la UE hable tanto como sea posible con una sola voz. La campaña electoral para el Parlamento Europeo va a ser un factor importante en este contexto. Parece claro que, dada la relevancia de los grupos políticos de negociación en varios Estados miembros se posicionen en torno a diferentes aspectos de las negociaciones.

3. La dimensión estratégica de TTIP (impacto en terceros países y multilateral): Tenemos que dar una definición clara y razonable del potencial estratégico real de TTIP. Esta es, obviamente, mucho más que un acuerdo de libre comercio, aunque sólo sea por su escala. Es más grande, más amplio y potencialmente más profundo. Como resultado, permitirá a la UE y los EEUU para mostrar su liderazgo en el comercio mundial, el establecimiento de precedentes globales (por ejemplo, en las zonas de regulación) que pueden ayudar a formar la base para las futuras negociaciones comerciales globales en nuevas áreas. Normas transatlánticas individuales, siempre que sea posible, también ofrecen beneficios a terceros países, cuyos exportadores encontrarán cumplimiento sea menos gravosa.

4. Dejando en claro que se trata de una negociación entre iguales: Muchos de los temores acerca de lo que puede representar TTIP están vinculados a una percepción de que la UE no está en una posición lo suficientemente fuerte como para comprometerse con los Estados Unidos. Algo de esto también se debe al hecho de que la UE se encuentra actualmente en una situación económica más débil que en los EEUU, y que por lo tanto necesitamos TTIP más que ellos. Tenemos que dejar claro que este no es el caso, que a pesar de la crisis de la UE sigue siendo el mayor mercado del mundo y es como un socio tan indispensable para cualquier economía de mercado (es decir, ambos lados tienen grandes intereses económicos en estas negociaciones). También hay que dejar claro que tenemos tan fuerte una trayectoria como los EEUU en el comercio y en otras negociaciones, incluso con el propio EEUU.

5. Transparencia y comunicación con los interesados: Dada la amplitud de los temas en discusión, que abarcan elementos mucho más amplios de la formulación de políticas que los acuerdos comerciales tradicionales, las expectativas de la transparencia de las partes interesadas son más altos que en las negociaciones comerciales anteriores. La complejidad del posible acuerdo también significa que los negociadores tienen una mayor necesidad de aporte de los interesados durante el proceso para asegurarse de que las soluciones propuestas a problemas difíciles son eficaces. Al mismo tiempo, las negociaciones exigen un grado de confidencialidad si se quiere tener éxito.

IV. Posibles preguntas

¿Cuáles son los principales retos de comunicación para TTIP en sus respectivos Estados miembros?

¿Qué actividades que actualmente se llevan a cabo en los Estados miembros para comunicar sobre TTIP?

¿Quiénes son los principales actores que deben abordarse?

¿Tenemos las herramientas adecuadas?

¿En qué áreas podrían servicios de la Comisión y los Estados miembros trabajar más juntos?

– The lies behind this transatlantic trade deal (The Guardian – 2/12/13)

(By George Monbiot)

Panic spreads through the European commission like ferrets in a rabbit warren. Its plans to create a single market incorporating Europe and the United States, progressing so nicely when hardly anyone knew, have been blown wide open. All over Europe people are asking why this is happening; why we were not consulted; for whom it is being done.

They have good reason to ask. The commission insists that its Transatlantic Trade and Investment Partnership should include a toxic mechanism called investor-state dispute settlement. Where this has been forced into other trade agreements, it has allowed big corporations to sue governments before secretive arbitration panels composed of corporate lawyers, which bypass domestic courts and override the will of parliaments.

This mechanism could threaten almost any means by which governments might seek to defend their citizens or protect the natural world. Already it is being used by mining companies to sue governments trying to keep them out of protected areas; by banks fighting financial regulation; by a nuclear company contesting Germany's decision to switch off atomic power. After a big political fight we've now been promised plain packaging for cigarettes. But it could be nixed by an offshore arbitration panel. The tobacco company Philip Morris is currently suing Australia through the same mechanism in another treaty.

No longer able to keep this process quiet, the European commission has instead devised a strategy for lying to us. A few days ago an internal document was leaked. This reveals that a "dedicated communications operation" is being "co-ordinated across the commission". It involves, to use the commission's chilling phrase, the "management of stakeholders, social media and transparency". Managing transparency should be adopted as its motto.

The message is that the trade deal is about "delivering growth and jobs" and will not "undermine regulation and existing levels of protection in areas like health, safety and the environment". Just one problem: it's not true.

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From the outset, the transatlantic partnership has been driven by corporations and their lobby groups, who boast of being able to "co-write" it. Persistent digging by the Corporate Europe Observatory reveals that the commission has held eight meetings on the issue with civil society groups, and 119 with corporations and their lobbyists. Unlike the civil society meetings, these have taken place behind closed doors and have not been disclosed online.

Though the commission now tells the public that it will protect "the state's right to regulate", this isn't the message the corporations have been hearing. In an interview last week, Stuart Eizenstat, co-chair of the Transatlantic Business Council -instrumental in driving the process- was asked if companies whose products had been banned by regulators would be able to sue (see footnote). Yes. "If a suit like that was brought and was successful, it would mean that the country banning the product would have to pay compensation to the industry involved or let the product in". Would that apply to the European ban on chicken carcasses washed with chlorine, a controversial practice permitted in the US? "That's one example where it might".

What the commission and its member governments fail to explain is why we need offshore arbitration at all. It insists that domestic courts "might be biased or lack independence", but which courts is it talking about? It won't say. Last month, while trying to defend the treaty, the British minister Kenneth Clarke said something revealing: "Investor protection is a standard part of free-trade agreements – it was designed to support businesses investing in countries where the rule of law is unpredictable, to say the least". So what is it doing in an EU-US deal? Why are we using measures designed to protect corporate interests in failed states in countries with a functioning judicial system? Perhaps it's because functioning courts are less useful to corporations than opaque and unjust arbitration by corporate lawyers.

As for the commission's claim that the trade deal will produce growth and jobs, this is also likely to be false. Barack Obama promised that the US-Korea Free Trade Agreement would increase US exports by $10bn. They immediately fell by $3.5bn. The 70.000 jobs it would deliver? Er, 40.000 were lost. Bill Clinton promised that the North American Free Trade Agreement would create 200,000 new jobs for the US; 680.000 went down the pan. As the commentator Glyn Moody says: "The benefits are slight and illusory, while the risks are very real".

So where are our elected representatives? Fast asleep. Labour MEPs, now frantically trying to keep investor-state dispute mechanisms out of the agreement, are the exception; the rest are in Neverland. The Lib Dem MEP Graham Watson wrote in his newsletter, before dismissing the idea: "I am told that columnists on the Guardian and the Independent claim it will hugely advantage US multinational companies to the detriment of Europe". We said no such thing, as he would know had he read the articles, rather than idiotically relying on hearsay. The treaty is likely to advantage the corporations of both the US and the EU, while disadvantaging their people. It presents a danger to democracy and public protection throughout the trading area.

Caroline Lucas, one of the few MPs interested in the sovereignty of parliament, has published an early-day motion on the issue. It has so far been signed by seven MPs. For the government, Clarke argues that to ignore the potential economic gains "in favour of blowing up a controversy around one small part of the negotiations, known as investor protection, seems to me positively Scrooge-like".

Quite right too. Overriding our laws, stripping away our rights, making parliament redundant: these are trivial and irrelevant beside the issue of how much money could be made. Don't worry your little heads about it.

• This footnote was appended on 16 December. Mr Eizenstat has asked us to make clear that he was not talking about investor-state agreements in the interview and was only referring to the EU obligations if a successful suit was brought under WTO regulations.

– Libre comercio a hurtadillas (El País – 21/4/14)

Los beneficios de un posible tratado ni están garantizados ni se repartirían equitativamente

(Por Jordi Vaquer)

La parálisis institucional durante el período electoral ha dejado en suspenso un dossier de especial relevancia: las negociaciones sobre la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP, en sus siglas en inglés). De hacerse efectiva, la Asociación permitiría el libre comercio entre la Unión Europea (UE) y Estados Unidos (EEUU), dos economías que, juntas, representan el 60% del PIB mundial. La Comisión Europea estima los beneficios agregados de este tratado en cientos de miles de millones para la UE, Estados Unidos y el resto del mundo. Tales beneficios, huelga decirlo, ni están garantizados ni se repartirían equitativamente. La polémica, sin embargo, no es tanto un enfrentamiento entre potenciales ganadores contra perdedores cuanto el cómo se está negociando: mientras la Comisión presume de más transparencia que nunca, grupos de consumidores y activistas denuncian un sistema opaco y sesgado a favor de los grandes intereses industriales.

La Comisión, tras el voto del Parlamento Europeo contra ACTA (el acuerdo de protección a la propiedad intelectual rechazado, tras una extraordinaria campaña ciudadana, por sus consecuencias sobre la libertad en internet), está a la defensiva ante las acusaciones de acceso privilegiado a la industria. Lo que ahora está en juego no es tanto el proteccionismo o los aranceles, cuanto otros resortes con los cuales las grandes empresas quieren modificar las reglas a su favor. Los mecanismos de arbitraje de disputas, por ejemplo, pueden servir para presionar a los estados que legislen contra sus intereses. La convergencia a la baja de los estándares ambientales, de seguridad, de privacidad, etc. de industrias tan cruciales como la del automóvil, la química, la farmacéutica, o las tecnologías de la información y de la comunicación deterioraría la protección ambiental y del consumidor en ambos lados del Atlántico norte, en particular en Europa. El resto del mundo, además, teme la emergencia de estándares globales que tendrán que cumplir para acceder a los dos mayores mercados del mundo, sin haber podido tener impacto alguno en su definición.

Liberalización de un tercio del comercio mundial, creación de millones de empleos, reactivación de economías anémicas: las promesas del TTIP son superlativas, pero las posibilidades de no alcanzar un acuerdo o de no ratificación por un lado, o por ambos, son elevadas. En la UE, el despliegue de los peores tics del sistema europeo de negociaciones comerciales, en particular el acceso privilegiado de los lobbies industriales, genera inquietud.

Dado el impacto de estas negociaciones sobre cuestiones que afectan a la ciudadanía (la seguridad alimentaria, el acceso a medicamentos, la privacidad en la Red, por ejemplo), la nueva Comisión haría bien en rectificar antes de que la sociedad civil, que aprendió las lecciones de la derrota del ACTA; un nuevo Parlamento Europeo que, muy probablemente, sea menos dúctil que el saliente; o algún Parlamento nacional le vuelvan a dejar en evidencia por su peculiar interpretación de lo que significa defender el interés general europeo.

– Temas que vuelan bajo el radar ciudadano (El País – 27/4/14)

El Tratado comercial UE-EEUU se negocia en un falso ambiente de aburrimiento que aleja la atención europea

(Por Soledad Gallego-Díaz)

Una de las cosas importantes que deberá hacer el próximo Parlamento Europeo será supervisar y aprobar el nuevo Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP) entre la Unión Europea y Estados Unidos. Es uno de esos temas que vuelan por debajo del radar de los ciudadanos normales y que, sin embargo, terminan influyendo de una manera descomunal en su vida cotidiana.

El Tratado entre la UE y EEUU supondrá el mayor acuerdo comercial del mundo (y de la historia) y tendrá, según los expertos, un fuerte impacto económico, social y medioambiental, pero es uno de esos acuerdos que se negocian no en secreto, pero sí en un falso ambiente de sordina y aburrimiento que aleja la atención de los ciudadanos, hasta que ya está en marcha y se empiezan a notar sus efectos, que en ese momento ya no son modificables.

Las negociaciones, que se iniciaron en julio de 2013 y no terminarán antes de fin de año o de 2015, están siendo seguidas con mucha atención por todo tipo de grupos de influencia. Unos, los más potentes, que defienden el acuerdo con uñas y dientes, aseguran que tendrá efectos beneficiosos porque reactivará la economía y reducirá costes burocráticos.

El ejemplo más clásico es el de los automóviles: en este momento, en EEUU y en la UE se exigen requisitos de seguridad muy parecidos, pero que difieren lo suficiente como para que no se puedan vender coches de un lado al otro del Atlántico sin tener que hacer modificaciones. El Tratado acabará con esos problemas.

Otros grupos, menos potentes, pero muy activos, se oponen al Tratado o, más frecuentemente, piden que se vigilen las negociaciones, porque temen que detrás de la promoción del comercio y de la prosperidad que se anuncian se escondan los intereses de poderosos grupos de presión industriales (relacionados con la técnica del fracking y con los alimentos genéticamente modificados) y, sobre todo, financieros, que buscan sacudirse los intentos de regulación a través de fórmulas confusas.

Eso es lo que deberá hacer el próximo Parlamento: vigilar. Se supone que la Comisión, que es el organismo que lleva a cabo la negociación, está también atenta, pero la Eurocámara es el instrumento por excelencia para intentar defender los intereses generales de los ciudadanos, y el Tratado entra de lleno en ese apartado.

Por el momento, ya se ha planteado una batalla importante. En diciembre de 2013, 200 expertos en medio ambiente, defensores de consumidores y juristas europeos hicieron pública una carta exigiendo que en el Tratado se eliminen los acuerdos sobre disputas entre inversores y Gobiernos. Parece algo muy técnico, pero no lo es, ni mucho menos. De lo que se trata es de impedir que un simple acuerdo comercial termine por entorpecer que los Gobiernos legislen con libertad en beneficio del bien común. El peligro es que se establezca que cuando una nueva ley reduzca indirectamente los beneficios de un gran conglomerado, este pueda demandar al Gobierno y obtener indemnizaciones tan disparatadas que disuadan del movimiento inicial.

La batalla es tan seria que la Comisión ha terminado por lanzar lo que se llama "consulta pública". Desde hace muy pocos días existe una página web con un cuestionario para que los ciudadanos interesados en el tema planteen sus observaciones. "Esta iniciativa es parte de nuestros esfuerzos para que la negociación con Estados Unidos sea abierta y transparente", asegura la Comisión, aunque la realidad es que la idea no partió de Bruselas y que el texto de la propia Comisión se esfuerza por restar importancia al asunto.

Transparencia va a hacer falta, y mucha, porque lo habitual en este tipo de negociaciones es que las posiciones más enfrentadas terminen encontrando solución en lo que se denomina el "triálogo", un tipo de reuniones informales a tres bandas (funcionarios de la Comisión, del Consejo Europeo y miembros de la correspondiente comisión parlamentaria) que hace furor en Bruselas pese a que, en teoría, no existen. 

– La relación transatlántica (El País – 5/6/14)

Europa debe estar junto a Estados Unidos en la primera línea del escenario mundial

(Por Matt Browne / Brian Katulis)

El viaje del presidente Obama a Europa va a permitir desarrollar las ideas perfiladas en su discurso de hace unos días en West Point y planificar la renovación de la relación transatlántica, que ha sido la columna vertebral de la alianza de democracias liberales en el mundo y del orden de posguerra pero hoy afronta nuevos desafíos.

Estos días se celebran los logros históricos de esa relación, con motivo del 70º aniversario del desembarco en Normandía. Los aliados liberaron el continente europeo del fascismo y el nazismo, lo defendieron del comunismo y crearon una estructura multilateral de economía y seguridad en beneficio del mundo libre. Tras la caída de la Unión Soviética, la alianza contribuyó a expandir y proteger las democracias liberales y a resolver el sangriento conflicto de los Balcanes.

Pero los retos actuales surgen de la nueva dinámica creada en la pasada década: los atentados del 11-S y la amenaza de las redes terroristas, la guerra de Irak con todas sus consecuencias, la primera operación militar de la OTAN fuera de su territorio, en Afganistán, y la crisis financiera mundial de 2008. La ilusión de que habíamos llegado al fin de la historia se ha hecho añicos. El inexorable triunfo de la democracia liberal no es tan inexorable, sino que exige esfuerzo y vigilancia constantes.

En los últimos años, sin embargo, la alianza ha estado desatendida. La elección de Obama en 2008 hizo pensar en la posibilidad de transformar y reconstruir una tensa relación. Pero su interés en reevaluar las prioridades internacionales de Estados Unidos durante su primer mandato -simbolizadas en el giro asiático- sembraron la confusión y la inseguridad entre sus socios, en vez de tranquilizarles.

A ello contribuyó además que Europa estaba preocupada con su propia crisis de la deuda soberana y su futuro. Y, mientras nuestra alianza flaqueaba, otras regiones del mundo con valores y modelos de gobierno distintos a los nuestros fueron aumentando su importancia geopolítica y económica.

Ahora que digerimos los resultados de las recientes elecciones europeas y la comunidad transatlántica sigue afrontando las nuevas amenazas de Rusia en Ucrania y otros lugares, es el momento de tomar serias medidas para revivir la relación. La existencia de una alianza transatlántica renovada es crucial para garantizar el predominio de nuestros valores en el mundo y la protección de nuestros intereses estratégicos y comerciales. Y la base deben ser tres pilares comunes: seguridad, prosperidad y diplomacia.

Seguridad común: la cumbre de la OTAN en Bruselas confirmó la respuesta inicial de la alianza a Rusia; la que se celebrará en Gales en septiembre permitirá redefinir sus propósitos para el futuro. Hace unos días, Obama presentó su idea de que la OTAN debe dejar definitivamente atrás su mentalidad de la Guerra Fría y emprender nuevas misiones dentro y fuera de las fronteras de Europa. Si la OTAN quiere contribuir a fortalecer Estados fallidos y combatir el terrorismo, debe definir sus prioridades, repartir las cargas y racionalizar las capacidades y visiones estratégicas. Una de las pruebas más urgentes es el aumento de los peligros en Libia. Después de una audaz intervención que acabó con Gadafi, la misión ha quedado inacabada. Y la inestabilidad en el país es una amenaza contra la seguridad en el norte de África y el sur de Europa. La OTAN debe redoblar esfuerzos para ayudar a Libia a combatir el terrorismo y construir instituciones democráticas.

Prosperidad común: el año pasado, Estados Unidos y Europa anunciaron la intención de formar una Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (ATCI, o TTIP en sus siglas en inglés), que sería el acuerdo de libre comercio más amplio de la historia y englobaría un tercio de la economía mundial. El ATCI no tiene un camino fácil, porque en las dos partes existe preocupación por la repercusión del ascenso de los partidos antisistema en las elecciones europeas y el populismo económico anticomercio en Estados Unidos. Debemos resolver esas diferencias políticas internas, porque a las dos partes les interesa enormemente fijar las normas que regulen la futura economía mundial. Nuestros servicios e industrias solo podrán prosperar y proporcionar un empleo bien remunerado que permita combatir la desigualdad de rentas si trabajamos unidos para difundir y hacer respetar unas normas comunes en todo el mundo.

Diplomacia común: a medida que adquieren más importancia los foros mundiales como el G-20 y las nuevas potencias como Brasil, India y China, Europa y Estados Unidos deben encontrar intereses comunes y definir una estrategia política y diplomática común para lograrlos. Tanto si queremos que las potencias emergentes asuman más responsabilidad en la seguridad y la prosperidad mundial como si deseamos que las instituciones de gobernanza mundial sean más eficaces, es indispensable contar con una estrategia transatlántica.

Como afirmó el presidente Obama la semana pasada, "Estados Unidos debe estar siempre en primera línea en el escenario mundial". Pero Europa y Estados Unidos pueden conseguir más cosas si lo hacen juntos. Debemos ocupar la primera línea los dos. Si no, nadie más lo hará.

(Matt Browne y Brian Katulis son investigadores titulares en el Center for American Progress)

– "Efecto Drácula" transatlántico (El País – 16/6/14)

El secretismo en la negociación comercial entre EEUU y la UE genera todo tipo de sospechas

(Por Joaquín Estefanía)

El sector financiero ha quedado hasta ahora fuera de las negociaciones que desde hace más de un año mantienen EEUU y la Unión Europea (UE) para firmar un Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión (TTIP en sus siglas inglesas). Lo dicen los documentos que han aparecido en la red filtrala.org (herramienta de filtración ciudadana que hace posible que se conozcan documentos secretos oficiales) y que han sido reproducidos por eldiario.es y, posteriormente, por el Financial Times.

¿Es posible que en una negociación en la que entra casi todo se aísle a la banca y a la industria financiera, que permanece con su statu quo? Nadie lo puede confirmar ni desmentir, más allá de los documentos citados, dada la enorme opacidad de unas conversaciones de las que ni siquiera se conoce su mandato negociador. Este secretismo es tan agresivo para unos ciudadanos que no saben cómo les van a afectar los contenidos del TTIP, que le podría ocurrir lo que al fallecido Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI) en 1998. El AMI era un tratado comercial que pretendía dotar a las empresas de más derechos y menos deberes cuando invirtiesen en el extranjero. Su absoluta falta de transparencia lo desintegró antes de nacer, ante las protestas por todo el mundo.

Si el TTIP avanza, habrá de ser aprobado por el Parlamento Europeo. Por ello es sorprendente que, con algunas excepciones, haya ocupado un papel tan secundario en la campaña electoral al Europarlamento. Esta hubiera sido la ocasión para alumbrar aquello de lo que hablan los funcionarios de la Comisión Europea y sus homólogos del Tesoro americano, comprobar qué reparto de intereses se negocian, y si es cierto lo que declaró Obama: se trata de un acuerdo que "podría aumentar nuestras exportaciones en decenas de miles de millones de dólares, inducir a la creación de cientos de miles de puestos de trabajo suplementarios en EEUU y en la UE, y estimular el crecimiento en ambas orillas del Atlántico". Sin embargo, el TTIP soporta la analogía de lo que alguien ha denominado el efecto Drácula, siguiendo la versión cinematográfica (Coppola) de la novela de Bram Stoker, según la cual Drácula es un vampiro que no soporta ver la luz del sol.

El TTIP debe estar concluido el año que viene y crear la zona de libre comercio más importante del mundo. Entre los dos bloques absorben casi la mitad del PIB global y sus relaciones comerciales suponen un tercio de las transacciones mundiales. Asimilaría a unos 800 millones de consumidores y trataría de eliminar las últimas barreras arancelarias (en general, ya muy bajas) pero también de reducir las no arancelarias, las barreras normativas, regulatorias (derechos laborales, medioambientales, de seguridad, etc.).

Habrá que suspender el juicio definitivo sobre las bondades del TTIP hasta que se conozca la letra pequeña del mismo. La experiencia de otras negociaciones (por ejemplo, la del acuerdo entre EEUU, Canadá y México, de 1994) indica que los consensos se logran en el mínimo común denominador de los asuntos, por lo que se firman a la baja. En general, los aspectos regulatorios europeos suelen ser superiores a los americanos excepto, precisamente, en el sector financiero. A raíz de la crisis financiera de 2008, EEUU adoptó una norma (la ley Dodd-Frank) más exigente -sobre todo cuando acabe de aplicarse- que la legislación europea: refuerzo de la protección de los inversores; fuerte supervisión de las firmas bancarias; supervisión de los activos susceptibles de convertirse en productos tóxicos, tales como las titulizaciones y los derivados; vigilancia de las agencias de calificación de riesgos; no más bancos demasiado grandes para caer, con su cierre y liquidación ordenada en caso de problemas, sin que se haya de acudir al dinero de los contribuyentes,…

El TTIP también tiene su aspecto geopolítico: una alianza
euroamericana compensaría la extraordinaria pujanza asiática,
que en pocos años tendrá más PIB, más gasto militar,
más inversión en tecnología y, por supuesto, más
población. Y una rémora que ha enquistado por algún tiempo
las negociaciones: los papeles hechos públicos por Edward Snowden que
demostraban el espionaje de la Agencia de Seguridad Americana a decenas de millones
de ciudadanos, entre ellos los líderes políticos europeos aliados
de Washington. 

– Europa alboroza a Wall Street (El País – 6/7/14)

El Tratado EEUU-UE sugiere que los bancos tienen más poder en Europa que en USA

(Por Soledad Gallego-Díaz)

¿Tiene más poder el mundo financiero en Europa que en Estados Unidos? ¿Mandan más los grandes bancos en el Eurogrupo que Wall Street en la Casa Blanca? Algunos expertos creen que sí y que la mejor prueba están siendo las reservadas negociaciones que se llevan a cabo para el futuro Tratado Trasatlántico de Comercio e Inversiones, es decir, el acuerdo económico más importante nunca firmado entre Estados Unidos y la Unión Europea. De hecho, la posición de la UE respecto a las normas comunes de regulación financiera es casi siempre acogida con alborozo en Wall Street, aseguran los analistas del Corporate Europe Observatory (CEO), una ONG holandesa, especializada en el control de las grandes empresas.

Los responsables del CEO estiman que las propuestas europeas debilitarán los intentos de poner en marcha una legislación estricta para el control de los bancos y de sus actividades financieras, que dificulte el estallido de crisis similares, o peores, a la de 2008. Su análisis se basa en un documento titulado Regulatory Co-operation on Financial Regulation in TTIP, elaborado por los servicios de la UE y filtrado esta semana (http://corporateeurope.org), que, a su juicio, muestra que los negociadores de la UE están más preocupados por defender los puros intereses de los bancos europeos que por acordar una regulación y supervisión adecuada, que defienda a los usuarios y a la sociedad en su conjunto. "La Unión Europea está a punto de concluir su agenda de reformas, consecuencia de la crisis de 2008, con una serie de reglas que son más débiles que las que ha puesto en marcha Estados Unidos en aspectos clave, como la regulación bancaria", aseguran.

Se trata de una negociación extremadamente complicada, porque la Unión tiene la obligación de conseguir que los bancos europeos no resulten perjudicados a la hora de operar en Estados Unidos. Pero una cosa es garantizar que no son discriminados, y otra, intentar que el Tratado impulse normas de supervisión y solvencia financiera más relajadas, influidos, o mejor dicho, atrapados, por el formidable grupo de presión que forman los grandes bancos europeos.

Los expertos ponen un ejemplo: Estados Unidos quiere que los bancos que operen en su país informen a la Comisión de Comercio en Futuros (CFTC, en sus siglas inglesas) sobre las operaciones derivadas realizadas fuera de Estados Unidos. La Unión Europea no exige reciprocidad, sino que no existan normas extraterritoriales, algo que provoca gran alegría en Wall Street. 

Las negociaciones del Tratado Estados Unidos-Unión Europea siguen su marcha, sin que se conozca el detalle de los acuerdos que se van alcanzando. Cierto que el texto final tendrá que ser ratificado por los Parlamentos de todos los Estados miembros de la UE, pero cierto también que los ciudadanos no han sido todavía alertados sobre el alcance que tendrá este extraordinario Tratado. Se adelanta que tendrá efectos positivos en la vida económica, porque revitalizará el comercio entre los dos grandes monstruos económicos del mundo. Pero no se dice ni palabra sobre sus efectos en la vida política.

Como es habitual, los tratados internacionales obligan a los países firmantes, que no pueden legislar en desencuentro con los acuerdos ya firmados. En este caso, además, parece que Estados Unidos propone que siempre que la UE proyecte una nueva legislación "que potencialmente pueda tener efecto significativo sobre el comercio internacional de servicios financieros", la Comisión esté obligada a realizar consultas previas con Washington. Es decir, que no existirá un control a posteriori por parte del socio estadounidense, sino que será previo, y obligado, lo que resulta muy poco habitual.

Sea como sea, son muchos quienes advierten sobre las presiones que están volviendo a ejercer las entidades financieras europeas para suavizar las medidas de control y supervisión de sus actividades, temerosas de que se les aplique aunque solo sea el mismo trato que quiere dar el Gobierno de Estados Unidos a las suyas. Con su habitual lenguaje adulterado, protestan contra medidas "más gravosas de lo necesario", como si la experiencia no hubiera demostrado que nunca hay que dejar que sean ellos mismos quienes realicen ese cálculo.

– Para exportar mucho más (El País – 17/7/14)

(Por Xavier Vidal-Folch)

Una manera de exportar más, para crecer más, es apretar el pedalín: aplicar políticas domésticas transversales, industriales, de innovación, de apoyo a la exportación. Tienen recorrido (se hace poco, y con poco dinero), aunque limitado.

La otra es de mayor ambición: apretar en favor de los acuerdos comerciales del área de la que formamos parte, la Unión Europea. Sobre todo, el más polémico, el planteado con EEUU. Es el TTIP o Transatlantic Trade and Investment Partnership, cuya sexta ronda negociadora se celebra estos días en Bruselas, justo mientras usted está desayunando.

Este proyecto contempla la anulación de los aranceles o tarifas transfonterizas supervivientes (menos del 4%, de media, si bien muy altos en algún subsector). Pero también la destrucción de las barreras no arancelarias y una regulación cada vez más común, que homogenice o reconozca los estándares de calidad y seguridad de la otra parte. Es pues, más que un acuerdo comercial.

Aunque recelemos de los estudios económicos prospectivos, por optimistas, a veces sirven de referencia. El PIB per cápita español sería de los europeos más beneficiados, un 6,55%, como los escandinavos, algo menos que el británico y más del doble que el francés, según la Fundación Bertelsmann ("TTIP, who benefits from a free trade deal?"; www.bfna.org).

Si el acuerdo fuera tan ambicioso como se pretende, la UE generaría un crecimiento adicional de 119.000 millones anuales en la UE (cerca del 1% de su PIB) y de 95.000 en EEUU, a resultas de un fuerte incremento del comercio, en su inmensa mayor parte (el 80%) gracias a la abolición de las barreras no tarifarias. Así lo calcula el estudio "Reducing Transatlantic Barriers", del Centre for Economic Policy Research (www.cepr.org).

Vigila las negociaciones de cerca, desde hace un año, el Parlamento Europeo. En su resolución 2558 de 23 de mayo de 2013 impuso condiciones exigentes: exclusión de lo audiovisual; respeto a los estándares europeos de derechos humanos; cumplimiento de las condiciones laborales y medioambientales europeas; inclusión de los servicios financieros (Washington se niega); cautelas sobre los organismos genéticamente modificados…

Más allá de todo eso, permanece una rémora inaceptable en la discusión del TTIP: el secretismo de las negociaciones, impuesto por la parte norteamericana y (en menor medida) por algún Gobierno europeo, que obligó a la Comisión a ocultar el mandato negociador: está filtrado en www.laquadrature.net/en/TAFTA.

El otro gran motivo de escándalo (hay más cuestiones polémicas) es la propuesta de un mecanismo de arbitraje para que los Estados, si cambian su legislación, indemnicen a las multinacionales si ese cambio recorta sus beneficios futuros. "¿Para qué queremos un sistema de arbitraje, si la protección de las inversiones es equivalente a ambos lados?", reacciona el negociador jefe europeo, el español Ignacio García Berceo, un monstruo en los detalles, un (para bien) culo di ferro inasequible al desaliento.

– El acuerdo EEUU-UE se empantana (El País – 20/7/14)

La falta de avances en la negociación comercial hace necesario más apoyo político

(Por Alicia González)

Negociar un acuerdo de libre comercio nunca es fácil. Si lo hacen dos potencias comerciales como Estados Unidos y la Unión Europea, las dificultades crecen. Y si los apoyos políticos a la negociación flaquean, la negociación puede llegar a fracasar. No es el caso del Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés) que negocian Estados Unidos y la Unión Europea. Todavía.

El Partido Republicano ya ha advertido que no aprobará ningún acuerdo comercial, empezando por el acuerdo de asociación con el Pacífico, que negocie la actual Administración de Estados Unidos si el presidente Barack Obama no hace más esfuerzos para lograr la Autoridad de Promoción Comercial (TPA por sus siglas en inglés), por la cual el Congreso solo puede aprobar o rechazar, sin enmiendas, un acuerdo comercial. "Dada la crítica importancia de la TPA para asegurar el éxito en las negociaciones del Acuerdo de Asociación Transpacífico, no apoyaremos este acuerdo si se completa antes de que apruebe la Autoridad Comercial", advertían esta semana en una carta enviada por los congresistas republicanos del comité de Comercio al Alto Representante de Comercio de EEUU, Michael Froman.

En Europa, la negociación del TTIP fue uno de los primeros asuntos que discutió el nuevo Parlamento y el nuevo presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, expresó su apoyo a la negociación pero advirtió que "no sacrificaré en el altar del libre comercio las normas europeas en los ámbitos de la salud, la seguridad o la protección social y de los datos ni nuestra diversidad cultural", garantizó ante la Cámara.

La sexta ronda de negociaciones ha tenido lugar esta semana en Bruselas, con escasos avances concretos. Pero las delegaciones negociadoras mantienen el optimismo. "Estamos en un momento de transición importante en la negociación. La fase de preparación ya se ha acabado, en prácticamente todos los temas de negociación ya estamos empezando a trabajar sobre propuestas concretas. Ambas partes han puesto ya sus cartas sobre la mesa", asegura Ignacio García-Bercero, el jefe de la delegación europea en las negociaciones. García-Bercero participó a principios de mes en un seminario sobre el acuerdo comercial en Santander y allí se reunió con EL PAÍS.

Son todavía trabajos técnicos, "necesarios para preparar el campo para las decisiones políticas que se tendrán que tomar más adelante", como explica el negociador, pero que ya afloran las dificultades de acuerdo. "Todo lo que se refiere a explorar las posibilidades de reconocimiento mutuo, equivalencias en sectores como el automóvil o el farmacéutico son temas complejos. Ahí hay que tener creatividad para ver cómo se puede establecer puentes para mejorar la cooperación reglamentaria sin pretender cambiar el enfoque de cada una de las partes". Uno de los nudos gordianos de la negociación es el interés de los europeos en eliminar la discriminación en los concursos de obras públicas en Estados Unidos, lo que viene determinado por la legislación americana del Buy American, comprar productos americanos.

"No hay ningún tipo de exigencia en la legislación europea sobre que las compras públicas deban tener un cierto contenido de productos europeos. Ese tipo de legislación no existe en Europa, mientras que en EEUU para contratos públicos importantes, sobre todo en infraestructuras de transporte, existe un mandato de que cierto porcentaje de los contratos públicos debe ser de fabricación americana. Por eso damos mucha importancia a que esa discriminación no se mantenga y que, en definitiva, el Buy American se pueda convertir en un Compra Transatlántico, que puedas competir igualmente con productos europeos o americanos".

La filtración de unos documentos de la negociación, en los que se abría la puerta a la gestión hospitalaria por parte de empresas estadounidenses, extremo negado por los negociadores europeos, ha forzado a los gobiernos a pronunciarse al respecto y a rechazar tal posibilidad.

"En principio, si hay servicios públicos prestados por empresas privadas normalmente esos servicios podrán ser prestados también por empresas americanas porque no hay discriminación. Pero la decisión de base, si se decide abrir o no un servicio a la competencia privada esa es una decisión soberana de cada Estado que no va a verse afectada por nuestros acuerdos transatlánticos porque en todos nuestros acuerdos de comercio hay unas reservas específicas al respecto. No es una decisión que pueda ser impuesta por el acuerdo, es una competencia nacional. Lo que hablamos respecto a las compras públicas no es tanto de hospitales o educación. Estamos hablando fundamentalmente del sector de las infraestructuras de aeropuertos, ferrocarriles, metro, que son grandes contratos donde las empresas españolas tienen una posición competitiva fuerte y donde actualmente las empresas solo pueden participar en una licitación si los materiales que utilizan son americanos", explica García-Bercero.

El acuerdo corre el riesgo de ser poco ambicioso, ya que Estados Unidos ha excluido al sector financiero de las materias de acuerdo, por cuestiones puramente políticas explican expertos del sector que no forman parte de las negociaciones. "No tenemos la más mínima intención de poner en tela de juicio la reglamentación americana sobre servicios financieros, la ley Dodd-Frank. Lo que nos parece lógico es que los reguladores de ambas partes tengan en cuenta lo que están haciendo los otros reguladores y que, por tanto, los reguladores estadounidenses y europeos se consulten en una etapa temprana del desarrollo de la reglamentación, examinen cuáles son las posibilidades de hacer reglamentaciones que sean compatibles o equivalentes y, si ese es el caso, que se llegue a algún tipo de reconocimiento de equivalencia".

Los plazos para la negociación son muy ajustados. El objetivo es alcanzar un acuerdo para 2015 y una de las incógnitas para lograrlo es si el presidente Obama contará con la TPA, que dé garantías a la UE de que lo que se acuerde no será modificado por el Congreso de EEUU. "La fase actual de la negociación no es un problema que el presidente Obama carezca de la autoridad comercial porque hay mucho trabajo técnico aún por delante pero cuando haya que discutir los problemas políticamente más complejos es muy difícil hacerlo si no tiene la garantía de que la otra parte lo que la administración acuerde no pueda ser modificado por el Congreso".

Para los legisladores europeos es fundamental garantizar que las negociaciones no van a suponer una merma de derechos sociales y laborales ni de los estándares climáticos. El nuevo Parlamento cuenta con un mayor número de diputados que rechazan estas negociaciones pero los dos grupos mayoritarios de la Cámara, el Partido Popular Europeo y el Partido Socialista, han expresado su apoyo al acuerdo.

"Los riesgos de fracaso siempre existen. Pero creo que el compromiso político detrás de esta negociación es muy fuerte por ambas partes y son conscientes de que fracasar en este ámbito tendría un impacto muy negativo sobre la relación transatlántica. Estoy seguro de que se hará lo necesario para que la negociación llegue a buen puerto".

– Un proyecto, pero dos realidades (elmundo.es – 14/8/14)

Grandes diferencias complican aún el tratado de libre comercio entre EEUU y la UE

(Por Rosa Meneses)

Estados Unidos y la Unión Europea negocian desde 2013 un acuerdo de libre comercio que consolidará la mayor alianza comercial y estratégica del mundo. Aunque la relación comercial entre ambos ya es muy abierta, el Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversión (TTIP, en sus siglas en inglés) pretende eliminar barreras basadas en diferentes normas técnicas y estándares para productos y servicios. Pero lo que nos separa aún pesa más que lo que nos acerca en las negociaciones.

Protección de datos

A raíz del escándalo de las escuchas telefónicas a millones de ciudadanos por parte de la NSA, la desconfianza que se ha instalado entre los países de la UE y EEUU amenaza las negociaciones del TTIP. Alemania encabeza las críticas y la revelación de que incluso la canciller Angela Merkel fue espiada ha enfriado las relaciones. La protección de datos es uno de los temas que más preocupan a las asociaciones de consumidores europeas. Para Garrett Workman, director asociado del think tank estadounidense Atlantic Council, "la protección de datos y la polémica con la NSA es uno de los dos problemas más importantes de las negociaciones del TTIP. Las relaciones con la UE, especialmente con Alemania, están en decadencia y EEUU debe trabajar más para mejorarlas".

Mercado laboral

Las últimas proyecciones estiman que el TTIP creará 400.000 nuevos empleos en Europa -140.000 en España-. Pero el mayor sindicato de EEUU, AFL-CIO, alerta de que si se sigue el ejemplo del NAFTA (el acuerdo de libre comercio entre EEUU, Canadá y México) las perspectivas no serán tan halagüeñas. "NAFTA fue un fracaso en términos de creación de empleo. Dio mucho poder a las superestructuras globales y muy poco a la población. Su resultado ha sido más negativo que positivo", afirma Celeste Drake, especialista en Políticas de Comercio de AFL-CIO. "Necesitamos un capítulo en TTIP sobre protección laboral, para que los bajos estándares en el derecho de los trabajadores que hay en EEUU no empujen a la baja los europeos. Se esgrime la flexibilidad para crear empleo. Mejor protejamos el empleo. Más regulación y menos liberalización", añade.

Pymes

El 90% de las compañías en Europa son pequeñas y medianas empresas (Pymes), con una media de seis empleados. Aunque un 41% de ellas están internacionalizadas, las asociaciones europeas expresan su preocupación por las consecuencias del TTIP en las pymes con limitaciones para exportar.

Transgénicos

EEUU se enfrenta de plano al rechazo total de los gobiernos y de la opinión pública europea a los alimentos transgénicos. En la UE se tiene la total convicción de que los organismos genéticamente modificados (GMO, en sus siglas en inglés) sólo sirven a corporaciones como Monsanto -el mayor fabricante mundial de semillas transgénicas- para controlar el sistema alimentario. Pamela Ronald, profesora de genética de la Universidad de California-Davis, cree que sólo se trata de "alimentar a una población creciente sin destruir el medio ambiente". Ronald, que ha desarrollado un tipo de arroz resistente a inundaciones prolongadas, dice que el debate se produce por falta de información. "No utilizar GMO empuja a los agricultores a usar pesticidas cada vez más tóxicos", añade.

Denominación de origen

"¡No nos gustan!". Así de claro se pronuncia Shuan Donnelly, vicepresidente del Consejo para el Comercio Internacional de EEUU cuando se le preguntaba por el sistema de Denominación de Origen (DO) o de indicador geográfico en que se basan muchos productos agroalimentarios europeos. "Las denominaciones de origen sólo sirven para crear un monopolio de Europa. Nuestra industria alimentaria está en contra y prefiere nuestro sistema de marcas registradas", afirma. El ejemplo del queso feta o del parmesano es esgrimido en EEUU como ejemplo de ese "monopolio" que perjudica a muchas empresas norteamericanas. En cuanto al vino, también suscita críticas entre la mayoría de compañías vinícolas californianas, que no pueden usar ciertos nombres, como champagne u oporto, aunque sí coincidan en el método de elaboración. Un acuerdo entre ambas potencias de 2006 facilita las exportaciones vinícolas europeas y da reconocimiento y protección a ciertas DO de vinos. Sin embargo, como señala José Ramón Fernández, del Comité Europeo de Empresas Vinícolas, otras 17 DO no están protegidas porque EEUU las considera "semigenéricos", un statu quo "que no puede ser una opción" para el TTIP. Ambas potencias están condenadas a entenderse: EEUU es el primer mercado del mundo para la industria del vino y la UE es el primer destino de las exportaciones de caldos estadounidenses. "Queremos un capítulo específico para el vino", reclama Fernández.

Estándares alimentarios

Desde la Organización Europea de Consumidores (BEUC, en sus siglas en francés), se insiste en que el TTIP no debe servir para relajar estándares. En principio, es el mantra que también repiten los negociadores, pero las asociaciones están alerta: "Pensamos que se puede ganar con el TTIP pero hay zonas difuminadas sobre diferencias sustanciales entre EEUU y la UE que deberían abordarse. Tenemos cierto miedo y preocupación por los estándares, por cómo se van a reconciliar esas diferencias y si el reconocimiento mutuo de estándares los puede dejar por los suelos", expresa Clelia Imperiali.

Cosméticos

La legislación europea prohíbe la utilización de más de 1.400 sustancias químicas, al considerarlas peligrosas. Aquí se aplica el "principio de precaución", que establece que con tener un mero indicio de que un producto químico puede causar cáncer, por ejemplo, es suficiente razón para que se prohíba. En EEUU, la regulación se basa en resultados científicos e investigaciones, aunque se requieran años para probar si las sustancias son dañinas o no. Resultado: EEUU sólo prohíbe 11 químicos para uso cosmético.

Protección de animales

La legislación estadounidense excluye a los animales de granja de la definición de "animal" y las asociaciones protectoras de la UE expresan preocupación por el trato que reciben.

– Estados Unidos y Europa blindan su "OTAN Económica" contra China (elmundo.es – 12/10/14)

La firma del acuerdo de libre comercio les permitiría controlar la influencia china global

(Por Rosa Meneses)

Monografias.com

Estados Unidos y la Unión Europea acaban de finalizar la séptima ronda de negociaciones sobre un acuerdo de libre comercio al que muchos expertos llaman la OTAN económica. El Partenariado Transatlántico de Comercio e Inversiones (conocido como TTIP, por sus siglas en inglés), es mucho más que un tratado comercial. Es una alianza geoestratégica que viene a revitalizar las relaciones transatlánticas, pero, sobre todo, a contener el auge de China y Rusia y a devolver a EEUU (y a la UE) la fijación de las reglas del juego de la economía global.

"El TTIP no es sólo un acuerdo comercial, sino geopolítico. La agenda económica está dibujada por las preocupaciones geopolíticas, motivada por las políticas exteriores y los temores y riesgos de seguridad internacional", analiza Fred Bergsten, director emérito del Peterson Center for International Economics, una institución con sede en Washington que fundó en 1981.

Coincide con él Garrett Workman, director asociado del think tank estadounidense Atlantic Council: "El TTIP es un acuerdo geoestratégico, el segundo pilar de la OTAN. Muestra cómo continuar trabajando juntos y es la última oportunidad de tomar un papel de liderazgo por parte de EEUU y la UE" en el mundo.

Se trata de "expandir la influencia mundial de ambas potencias, a través de sus estándares y sus maneras de hacer", explica Workman. El TTIP intenta establecer "un mecanismo compartido sobre cómo la economía debe funcionar en el mundo", añade.

Y ahí entra China, que compite cómodamente con EEUU y los europeos. Un acuerdo entre ambos lados del Atlántico crearía una nueva superestructura comercial internacional y sentaría nuevas bases en las que China ya no lo tenga tan fácil y deba aceptar las reglas del juego si no quiere quedar aislada. El modelo de tratado que quede fijado con el TTIP sentará el ejemplo para acuerdos futuros.

En Europa son más claros sobre los objetivos del TTIP más allá de una zona de libre comercio transatlántica. "El TTIP es la oportunidad de dibujar la globalización según nuestros valores. Porque la alternativa es que, si no unimos nuestras fuerzas, la globalización avanzará sin nuestra visión", afirma Markus Beyrer, director general de Business Europe, la patronal europea. "Si nosotros no fijamos el modelo, China lo hará", expone Nicolas Hodac, ejecutivo de Programas Gubernamentales de IBM en Bruselas.

Hosuk Lee-Makiyama, director del Centro Europeo para la Política Económica Internacional (Ecipe) piensa que Europa y EEUU necesitan desesperadamente este acuerdo. "Si no ponemos en marcha el tratado estamos perdidos. Si queremos mantener el modelo que tenemos ahora, necesitamos negociar este acuerdo. El sistema general está en una crisis más profunda de lo que se cree", señala. Y Europa, argumenta, está en decadencia. "El PIB de Europa es el 20% del PIB mundial y en 15 años será el 10%. Necesitamos reparar el sistema, es nuestra última oportunidad", concluye.

Lo que viene a decir este analista es que el Viejo Continente ya no es el centro del mundo. "Europa no es una prioridad; ahora lo es Asia-Pacífico. El mundo ha cambiado", recalca. Y la competencia entre EEUU y China es la clave de todo esto. "Cuando Obama iba a iniciar su primer viaje a Asia (en noviembre de 2009), días antes se reunió con Lee Kuan Yew, el fundador de Singapur, quien le advirtió: "Si no tomas iniciativas económicas en Asia, vas a dejar esta tierra en manos de Chin"'. A partir de entonces, Obama se volvió más agresivo en cuanto a asuntos comerciales, aunque no en temas políticos", confirma Bergsten.

Ya desde la era Bush (hijo) se negociaba el Acuerdo Trans-Pacífico (TPP) con los principales 12 países de la cuenca del Pacífico, excluyendo a China. "EEUU está llevando a cabo la agenda comercial más agresiva de su historia, negociando al mismo tiempo acuerdos con Asia y Europa. Su objetivo ofensivo es movilizar a las economías de mercado para establecer un modelo que atraiga al resto del mundo y al que China acabará sumándose", asegura el director emérito del Peterson.

¿Están EEUU y la UE sentando las bases para redefinir las instituciones mundiales frente a los países emergentes? "La Organización Mundial del Comercio ha fracasado. Debe haber otra geometría del comercio", apunta Lee-Makiyama. "China no es irracional, se abrirá a la globalización tan pronto como entienda que no puede estar fuera", agrega.

Para Washington y Bruselas, la estrategia es al mismo tiempo una ofensiva política de reposicionamiento mundial. El TTIP se piensa como un blindaje de Europa frente a conflictos como el de Ucrania con Rusia y para contrarrestar la dependencia energética del gas ruso que tiene Europa central. El comercio "es un elemento clave para mantener la paz", argumenta el director de Ecipe. Pero ojo: el TTIP no resolverá todos los problemas mundiales.

(Un reciente informe del Instituto de Desarrollo Global y Medio Ambiente de la Tufts University (Massachusetts, EEUU) ofrece nuevos datos sobre las posibles consecuencias del TTIP para Europa. Según sus cálculos, claramente opuestos a los que la Comisión Europea baraja, el tratado podría suponer la pérdida de hasta 600.000 empleos en Europa, junto a caídas del PIB, inestabilidad económica y mayores desequilibrios)

– GDAE Working Paper No. 14-03: TTIP: Desintegración de la Unión Europea, Desempleo e Inestabilidad (Octubre 2014)

Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversión: Desintegración de la Unión Europea, Desempleo e Inestabilidad

(Por Jeronim Capaldo)

Resumen ejecutivo

La Unión Europea y los Estados Unidos están negociando actualmente el Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversión (TTIP), un acuerdo comercial que pretende integrar ambas economías.

Como viene siendo normal en los acuerdos comerciales, las negociaciones del TTIP vienen acompañadas por una serie de estudios econométricos que proyectan ganancias económicas netas para los países involucrados. En la Unión Europea, los defensores del TTIP han señalado cuatro estudios principales que proyectan pequeños beneficios netos a la vez que una substitución gradual del comercio intraeuropeo por un comercio transatlántico. Esto lleva a la Comisión Europea, el principal defensor del TTIP en Europa, a una paradoja: la propuesta de reforma política que implica llevaría a la desintegración económica de la Unión Europea.

El TTIP puede que además tenga otras consecuencias serias sobre sus miembros. Las publicaciones más recientes muestran que los estudios sobre el TTIP no son una buena base para tomar decisiones políticas, ya que se sustentan en gran medida sobre un modelo económico inadecuado.

Nosotros ofrecemos una evaluación sobre el TTIP basada en un modelo diferente, y en supuestos más plausibles sobre el ajuste económico y las tendencias políticas. Hemos usado el modelo de las Naciones Unidas de Política Global (United Nations Global Policy Model) para simular el impacto que tendría el TTIP en la economía global en un contexto de prolongada austeridad y bajo crecimiento especialmente en EEUU y la UE.

Nuestros resultados difieren dramáticamente de las evaluaciones preexistentes. Hemos encontrado lo siguiente:

• El TTIP llevaría a pérdidas netas en términos de exportaciones netas hasta una década después de ser aprobado, comparado con el escenario "no TTIP". Las economías del Norte de Europa sufrirían las mayores pérdidas (2,7 % del PIB), seguidas de Francia (1,9%), Alemania (1,4%) y Reino Unido (0,95%).

• El TTIP llevaría a pérdidas netas en términos del PIB. De igual manera que con las cifras para las exportaciones netas, los países del Norte de Europa sufrirían la mayor reducción del PIB (-0,50%) seguidos de Francia (-0,48%) y Alemania (-0,29%).

• El TTIP llevaría a pérdidas en los ingresos de los trabajadores. Francia sería la más perjudicada, con pérdidas de 5.500€ por trabajador, seguida de los países de Europa del

Norte (-4.800€ por trabajador), Reino Unido (-4.200€ por trabajador) y Alemania (- 3.400€ por trabajador).

• El TTIP llevaría a pérdidas de puestos de trabajo. Calculamos que aproximadamente se perderán 600.000 empleos. Los países del Norte de Europa serían los más afectados (-223.000 empleos), seguidos de Alemania (-134.000 empleos), Francia (-130.000 empleos) y los países del Sur de Europa (-90.000 empleos).

• El TTIP llevaría a una reducción de la participación de los salarios en el PIB, reforzando una tendencia que contribuye al actual estancamiento. Su contraparte es un incremento de la contribución de los beneficios y rentas en las ganancias totales, indicando que habrá una transferencia de renta del trabajo al capital. Las transferencias más importantes tendrían lugar en Reino Unido (7%), Francia (8%), Alemania y Norte de Europa (4%).

• El TTIP llevaría a una pérdida en los ingresos públicos de los Estados. El exceso de los impuestos indirectos (como el Impuesto sobre el Valor Añadido) sobre los subsidios disminuirá en todos los países de la UE, con Francia sufriendo la mayor pérdida (0.64% del PIB). Los déficits públicos incrementarían su porcentaje en el PIB de cada país de la

UE, empujando a las finanzas públicas cerca, o más allá, de los límites impuestos por el

Tratado de Maastricht.

• El TTIP llevaría a una mayor inestabilidad financiera y acumulación de desequilibrios.

Con unos decrecientes ingresos de las exportaciones, con salarios a la baja y con la recaudación disminuyendo, la demanda tendría que ser sostenida por los beneficios y la inversión. Pero con un crecimiento del consumo débil, los beneficios no pueden esperarse que vengan de un incremento en las ventas. Un supuesto más realista es que los beneficios y la inversión (mayormente en los activos financieros) serían sostenidos por el incremento en los precios de los activos. El potencial para la inestabilidad macroeconómica de esta propuesta es bien conocida por todos.

Nuestras proyecciones nos llevan a un futuro gris para los responsables políticos de la Unión Europea. Enfrentados a una mayor vulnerabilidad en el caso de cualquier crisis que viniera de los EEUU e incapaces de coordinar una expansión fiscal, tendrían muy pocas opciones para estimular la economía: favorecer un incremento de los préstamos privados, con el riesgo de dar lugar a mayores desequilibrios financieros, una devaluación competitiva o una combinación de los dos.

Llegamos a dos conclusiones finales. Primero, y como ya se ha sugerido en la literatura reciente, las evaluaciones existentes sobre el TTIP no ofrecen una base sólida para hacer importantes reformas comerciales. De hecho, usando un modelo de reconocido prestigio los resultados cambian dramáticamente. Segundo, buscar un incremento del volumen comercial no es una estrategia recomendable para la UE. En el contexto actual de austeridad, alto desempleo y bajo crecimiento, incrementar la presión sobre las rentas del trabajo dañaría todavía más la actividad económica. Nuestros resultados sugieren que cualquier estrategia viable para reconducir el crecimiento económico en Europa debe construirse sobre un importante esfuerzo político en apoyo de las rentas del trabajo.

(El artículo original: http://ase.tufts.edu/gdae/policy_research/TTIP_simulations.html)

– 7 preguntas sobre el TTIP cuya respuesta deberías conocer (eldiario.es – 20/10/14)

(Por Julio García Rodríguez)

1. ¿Qué es el Tratado Transatlántico?

El Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión (conocido por el acrónimo en inglés TTIP), es un tratado que se está negociando en la actualidad entre los Estados Unidos y la Unión Europea para "aumentar el comercio y la inversión entre la UE y los EE.UU. haciendo realidad el potencial sin explotar de un auténtico mercado transatlántico que genere nuevas oportunidades económicas de creación de empleo y crecimiento mediante un mejor acceso al mercado y una mayor compatibilidad reglamentaria y marcando una pauta en materia de normas mundiales".

Para lograr este objetivo, "el Acuerdo estará´ formado por tres componentes clave: a) acceso al mercado, b) cuestiones reglamentarias y barreras no arancelarias (BNA) y c) normas. Estos tres componentes se negociarán de forma paralela y formarán parte de un acto único que garantice un resultado equilibrado entre la eliminación de derechos, la eliminación de obstáculos reglamentarios al comercio innecesarios y la mejora de las normas que den lugar a resultados importantes en cada uno de estos componentes y una apertura efectiva y reciproca de los respectivos mercados", tal como señala el mandato negociador que recibió la Comisión Europea.

2. ¿Cuál es su origen?

Su origen remoto se encuentra en la Declaración Transatlántica, firmada en noviembre de 1990 por el presidente George Bush, por un lado, y el primer ministro italiano, Giulio Andreotti, que encabezaba ese semestre el Consejo Europeo, y el presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors. El siguiente hito relevante se encuentra en la Declaración común de la Unión Europea y EEUU (1998) sobre el acuerdo económico transatlántico. En 2007 Barroso y Merkel -por el lado europeo- y Bush por el estadounidense crean el Consejo Económico Transatlántico para la armonización legislativa. En 2011 se crea un Grupo de Trabajo de Alto Nivel encargado de estudiar la reducción de los obstáculos para el comercio entre ambas partes. El 13 de febrero de 2013, los Presidentes de los EEUU, el Consejo europeo y la Comisión europea, Obama, van Rompuy y Barroso anuncian que se inician las negociaciones para alcanzar el acuerdo.

3. ¿Cómo, quién está negociando y cómo se aprobará el TTIP?

La negociación se produce con bastante opacidad entre la Unión Europea -a través de la Comisión Europea- y los EEUU. La Comisión Europea tiene un mandato negociador que contiene información reservada que pese a estar hoy publicado no deja de plantear dudas y problemas.

Los trámites para su entrada en vigor serían los siguientes: Una vez concluidas las negociaciones por las delegaciones de ambas partes; en el ámbito europeo la Comisión Europea lo presentará al Consejo de la Unión, que deberá aprobarlo por mayoría cualificada (55% de los Estados que representen el 65% de la población). Tras este visto bueno, se someterá a aprobación en el Parlamento Europeo y, posteriormente se ratificará por los Parlamentos Nacionales. Hemos de tener presente que las votaciones son sobre la totalidad del proyecto, y que, por tanto, no cabrían enmiendas de los Estados.

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