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Comentario a textos de los padres de la Iglesia




Enviado por Ricardo Duarte



Partes: 1, 2

  1. Didajé
  2. San Ignacio de Antioquía
  3. Cipriano de Cartago
  4. Justino
  5. Ireneo de Lyón
  6. Perpetua
  7. Tertuliano
  8. Clemente de Alejandría
  9. Basilio de Cesárea
  10. Efrén el Sirio

Didajé

La Didajé es un opúsculo anónimo y sin título que gozó de una gran fama en la antigüedad cristiana, fue citada por Hermas en su Pastor y Clemente de Alejandría la considera como Sagrada Escritura. A partir de Orígenes y Atanasio de Alejandría pasa a ser considerada como útil para la instrucción de los catecúmenos. Sirvió de modelo a otras liturgias y escritos de derecho canónico posteriores (como la Didascalia, Tradición apostólica y las Constituciones de los Apóstoles. Fue incorporada en la mitad del s. IV o principios de s. V a las Constituciones apostólicas, donde perdió su especificidad; y hasta el 1883, no fue editada de manera independiente por el metropolita de Nicomedia, Filoteo Bryennios[1]

En cuanto a la fecha en que se escribió la Didajé, Audet, propone (50/70), es decir, una tradición parecida a la del evangelio de Mt; Otros autores proponen el período del 70/90 como más probable, por el modelo institucional que tiene. El tratado está dividido en 16 capítulos, en donde se pueden distinguir dos partes principales. La primera (1-10) presenta unas instrucciones litúrgicas; la segunda (11-15) comprende norma disciplinares y concluye con un capítulo sobre la parusía del Señor[2]La sección 1, 1-6,3 reproduce un tratado sobre los dos caminos; los capítulos 7-10 dan instrucciones para el culto: bautismo, ayunos, oración, eucaristía; los capítulos 11-15 contienen advertencias sobre la acogida y valoración de los profetas itinerantes y el 16, trata de los últimos tiempos como ya dijimos[3]

"Vuestros ayunos no sean al tiempo que lo hacen los hipócritas, pues éstos ayunan el segundo y quinto día de la semana; vosotros, en cambio, ayunad el día cuarto y el de la preparación. 2. Tampoco oréis a la manera de los hipócritas, sino que tal como el Señor lo mandó en su Evangelio, así oraréis: "Padre nuestro celestial, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad como en el cielo, así en la tierra. El pan nuestro de nuestra subsistencia dánosle hoy, y perdónanos nuestra deuda, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos lleves a la tentación, más líbranos del mal". Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos de los siglos. 3. Así oraréis tres veces al día".

Este texto pertenece a la parte litúrgica que se encuentra en el capítulo (7,1-10,7), este tema sobre el ayuno está en un contexto bautismal, pues habla de dos oportunidades en que se realiza esta práctica de piedad tradicional. Hay un ayuno pre-bautismal, de un día o dos, que atañe al catecúmeno y a quien ha de bautizarlo y que se desea hacer extensivo al menos de la parte de la comunidad. Hay otro ayuno semanal, el de los miércoles y viernes. La elección de estos dos días parece motivada por el afán de no coincidir con los días fijados por los judíos piadosos para sus propias prácticas del ayuno, que eran los días lunes y jueves. Es notable que el didaquista usa el mismo calificativo denigrante con que la tradición mateana descalifica los ayunos practicados por ostentación; pero si en Mt 6,16 se trata de no ayunar como los hipócritas, aquí se prohíbe coincidir con ellos en los días elegidos. Es un rasgo de anti-judaísmo; al menos se muestra el afán de mantener una separación entre la comunidad cristiana y la sinagogal[4]

Se introduce el Padrenuestro en el texto, con el objetivo de crear la diferenciación pública entre sus miembros cristianos y los hipócritas. La repetición del Padrenuestro debe reafirmar la disimilitud de esa comunidad frente a otros grupos judíos que también exigían recitar tres veces al día la oración Tefilla, la cual se cristalizó en el Semoneh Esreh. La recitación pública de la oración separaba a una comunidad de otra en Israel, como acontecía con la comunidad de Qumrán, que oraba dos veces al día. La Didajé a diferencia de Mt 6,16, no aborda la cuestión de la exigencia ética de la oración como muestra de sinceridad, sino el texto de la oración. De estas observaciones, podemos concluir, que los hipócritas no están relacionados con los problemas éticos, sino que el concepto es una etiqueta para distinguir a un grupo sociológico. El concepto hipócrita parece referirse a los fariseos o al rabinismo naciente, pues no existen evidencias de que los judíos piadosos en general ayunaran el lunes y el jueves, y oraran tres veces al día[5]

San Ignacio de Antioquía

Según Eusebio (Hist. ecl. III, 36, 5-11), en la época del emperador Trajano (98-117), Ignacio, cristiano de gentilidad , fue el segundo sucesor de Pedro en la sede episcopal de Antioquía de Siria. Encarcelado y traslado a Roma para sufrir el martirio, durante su viaje se encontró con representantes de las Iglesias de esa región, a los que exhortó a seguir la tradición apostólica y a evitar las herejías. Eusebio enumera también siete cartas que Ignacio dirigió a Éfeso, Magnesia, Trallia, Roma, Filadelfia, Esmirna y otra que escribió personalmente a Policarpo, obispo de Esmirna[6]

Ignacio estaba preocupado, por la multiplicación de grupos que ya actuaban en Antioquía y que negaban la realidad histórica de la pasión y de la muerte de Cristo. A la vista de esta situación, Ignacio entiende su martirio como la prueba de que su doctrina es la ortodoxa. Los adversarios que combate Ignacio parecen influidos por ideas docetistas, aunque él no les aplica este término[7]No está demás decir, que con Ignacio empieza explícitamente episcopado monárquico, donde el obispo ocupa el lugar central dentro de una estructura ministerial tripartita (obispo, presbíteros y diáconos).

Carta a los romanos (completa)

Ignacio, llamado también Teóforo, a la Iglesia que ha alcanzado misericordia en la magnificencia del Padre Altísimo y de Jesucristo, su único Hijo, a la Iglesia iluminada en la voluntad del que ha querido todo lo que existe conforme al amor de Jesucristo, nuestro Dios; Iglesia que preside en la región de los romanos y es digna de Dios, digna de honor, digna de bienaventuranza, digna de alabanza, digna de éxito, digna de pureza; la que está a la cabeza de la caridad, depositaria de la ley de Cristo y adornada con el nombre del Padre: a ella la saludo en el nombre de Jesucristo, Hijo del Padre. A los que están unidos en carne y en espíritu con todo mandamiento suyo, a los que están inquebrantablemente llenos de gracia de Dios y a los que están purificados de todo extraño instinto les deseo una abundante alegría sin mancha, en Jesucristo, nuestro Dios….

Ignacio empieza su carta como acostumbran los buenos oradores, con una elegante "captatio benevolentiae" hacia la comunidad de Roma, aquí ya se nota que la sede de Roma tenía un protagonismo caritativo frente a las demás sedes, lo que no implica una determinada primacía. Ignacio da un saludo al estilo paulino, que parece muy común en la época.

En el siguiente párrafo, Ignacio expresa un intenso deseo del martirio. Le pide a la comunidad romana que no emprenda nada que pudiera impedir su martirio, manifestando así el ansia del martirio típica de los dos primeros siglos del cristianismo, que no se basa sólo en un afán ascético y ético de alcanzar la perfección, sino que hunde sus raíces en la teología del seguimiento de Cristo. Para Ignacio, este afán adopta incluso rasgos eucarísticos: "Trigo soy de Dios y por los dientes de las fieras he de ser molido, a fin de ser presentado como pan puro de Cristo" [8]

En toda la carta Ignacio combina la doctrina teológica de San Pablo y de San Juan, su misticismo lleva también el sello de ambos: la idea de San Pablo de la unión con Cristo se une a la idea de San Juan, de la vida en Cristo, y de ambas surge el ideal favorito de Ignacio: la imitación de Cristo. Ningún autor de los primeros tiempos del cristianismo inculca con tanta elocuencia como Ignacio la imitación de Cristo. Si queremos vivir la vida de Cristo y de Dios, tenemos que adoptar los principios y las virtudes de Dios y de Cristo. Como Cristo imitó a su Padre, así debemos nosotros imitar a Cristo. Pero esta imitación de Jesucristo no consiste solamente en la observancia de la ley moral ni de una vida que no se aparte de las enseñanzas de Cristo, sino en conformarse especialmente a su pasión y muerte. Por eso, suplica a los romanos, "Permitidme ser imitador de la pasión de mi Dios"[9].

El ardor y entusiasmo de Ignacio por el martirio, brotaron de su idea de asemejarse a su Señor. Ignacio concibe el martirio como la perfecta imitación de Cristo; por lo tanto, sólo el que está pronto a sacrificar su vida por Él, es verdadero discípulo de Cristo. En esta carta, también se nota, que en Ignacio está la idea paulina de la inmanencia de Dios en el alma humana, puesto que la divinidad de Cristo habita en el alma de los cristianos como en un templo. Pero no sólo se trata de que Cristo está en nosotros, sino que también nosotros somos una misma cosa con Él, de ahí, que todos los cristianos estén ligados entre sí por una unión divina; por esta razón, Ignacio repite una y otra vez "ser en Cristo". Por último, Ignacio pone de relieve que los cristianos no están unidos con Cristo más que cuando lo están con su obispo por la fe, por la obediencia y especialmente por la participación en el culto divino. El misticismo de Ignacio brota de de la liturgia, es decir, no tiene como centro el alma individual, sino la comunidad de los fieles actuando como cuerpo litúrgico[10]

Cipriano de Cartago

Cipriano nació a principios del siglo III, en una familia distinguida y acomodada. Recibió una formación esmerada según las reglas de la época y llegó a ser un orador de éxito. No está claro si él utilizó esa formación para embarcarse en el cursus honorum, la carrera de funcionario romano, para ejercer como orador forense o como maestro de elocuencia. Es posible que formara parte de la nobleza senatorial, lo que explicaría muy bien el apoyo que le dispensaron sus amigos importantes durante los tiempos de persecución, así como el comportamiento extremadamente considerado de las autoridades con él. Influido por el sacerdote cartaginés Ceciliano, Cipriano se convirtió al cristianismo en el año 246, fue ordenado sacerdote enseguida y nombrado obispo de Cartago en el año 248. Sus obras fundamentales son: De lapsis ( Sobre los apóstatas), De unitate ecclesiae (La unidad de la Iglesia), A Donato, Sobre el vertido de las vírgenes, La oración del Señor, A Demetrio, Sobre la muerte, etc[11]

"En efecto, queridos hermanos, ha emergido un nuevo tipo de desastre, como si el daño de la tempestad perseguidora hubiera sido poco, ha llegado al culmen con un mal disfrazado bajo el nombre de misericordia. En contra del vigor del Evangelio y de la ley de nuestro Señor Dios, por la presunción de algunos, se concede una readmisión en la comunión, que es nula y falsa, que pone en peligro a los que la dan y no aprovecha a los que la reciben"[12].

Este texto está tomado del tratado De lapsis, que consta de 36 capítulos. En la introducción 1-3, Cipriano agradece a Dios por el final de la persecución; del 4-28, es la parte principal, donde expone el contraste entre el comportamiento recto y el de los lapsi. A esta parte pertenece el texto que hemos tomado, está específicamente en el capítulo 15. En la conclusión 29-36, Cipriano exhorta a la conversión y promete a los arrepentidos la gracia de Dios[13]

El texto nos muestra la terrible persecución de Decio (202), que irrumpió de repente en la Iglesia cartaginense y la descompuso. En Cartago, las dificultades más serias habían comenzado propiamente con los apostatas que pedían la reconciliación. La persecución de Decio había pillado desprevenidos al grueso de los cristianos, por consiguiente, fueron bastantes los que se precipitaron a sacrificar (sacrificati), ofrecer incienso (thurificati) o, sobornado a funcionarios, a librarse consiguiendo los certificados de haber cumplido con el gesto idolátrico, aun sin haberlo realizado (libellatici). Se añadió la intervención de los confesores, solicitados por los lapsos para que facilitasen la readmisión y que, al urgirlo, complicaron más las cosas. A esto se refiere Cipriano cuando habla de un nuevo desastre[14]

El problema que en el párrafo se plantea es con los confesores, que readmiten a la comunión a los apostatas con su propia autoridad y por consiguiente, ellos dejaban en un segundo plano la jerarquía eclesiástica. A los mártires liberados tras confesar en la cárcel, Cipriano se muestra sarcástico con ellos, y les niega toda autoridad con esta frase memorable: "El evangelio es el que hace los mártires, no los mártires los que hacen el evangelio". Los confesores deben volver a sus puestos sin vanagloriarse y sin pretender unos privilegios que no les corresponden, por eso, dice que esa readmisión es nula, porque pone en peligro a quien la da y no aprovecha a quien la recibe, en conclusión, lo que está de fondo es que sólo la Iglesia tiene el derecho a gestionar la penitencia y el perdón[15]

Justino

Justino nació en Flavia Neápolis, en Samaría, de una familia no judía y recibió una educación griega. Él mismo cuenta en el Dialogo con Trifón (1-8) que en su juventud pasó por todas las escuelas filosóficas: estoica, aristotélica, pitagórica y platónica, para acabar su búsqueda desembocando en el cristianismo. Este lenguaje tiene, naturalmente, un estilo convencional y estilizado, pero es indudable que refleja una búsqueda de Justino en el platonismo medio, (que está muy claro en su teología) y, luego en el cristianismo. Justino fue dos veces a Roma, donde abrió una escuela de filosofía cristiana y donde el año 165 sufrió el martirio[16]De todas las obras que la tradición le atribuye, sólo se consideran tres como auténticas. 1 Apología: escrita hacia el 150-155 d.C., con dos partes, en la primera intenta refutar las acusaciones lanzadas contra los cristianos, y en la segunda expone el contenido doctrinal del cristianismo; 2 Apología: se considera generalmente como un apéndice o suplemento de la primera; Diálogo con Trifón: relata una discusión con un docto judío, Trifón[17]El trasfondo filosófico en que está envuelto el pensamiento de Justino, es el eclecticismo religioso del medio platonismo, el cual leía elementos estoicos en Platón.

"Algunos, sin razón, para rechazar nuestra enseñanza pudieran objetarnos que, diciendo nosotros que Cristo nació hace sólo ciento cincuenta años bajo Quirino y enseñó su doctrina más tarde, en tiempo de Poncio Pilato, ninguna responsabilidad tienen los hombres que le precedieron. Adelantándonos a resolver esta dificultad. Nosotros hemos recibido la enseñanza de que Cristo es el primogénito de Dios, y anteriormente hemos indicado que Él es el Verbo, de que todo el género humano ha participado. Y así, quienes vivieron conforme al Verbo, son cristianos aun cuando fueron tenidos por ateos, como sucedió con Sócrates y Heráclito y otros semejantes, y entre los bárbaros con Abrahán, Ananías, Azarías y Misael, y otros muchos cuyos hechos y nombres, que sería largo enumerar, omitimos por ahora. De suerte que también anteriormente vivieron sin razón, se hicieron inútiles y enemigos de Cristo y asesinos de quienes viven con razón; mas los que conforme a ésta ha vivido y siguen viviendo son cristianos y no saben de miedo ni turbación" (1 Apol. 46).

Este texto se encuentra en la segunda parte de la I Apología, dentro de los capítulos 30-60, donde Justino se sirve del Antiguo Testamento para aportar la prueba de la Escritura en favor de que Jesús es realmente el Hijo de Dios y no un mago[18]Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que, Justino está en el contexto de la filosofía griega y del judaísmo y allí tiene que dialogar y defender al cristianismo, no contraponiéndolo a la filosofía, sino dialogando con ella, y buscando puntos de encuentro. En el mundo antiguo, lo nuevo era visto con ambigüedad, puesto que, lo seguro y firme era lo antiguo, por eso, mientras más antigua es una doctrina es mejor. Esto hizo que Justino se enfrentara a defender al cristianismo como la verdadera religión y que no era nueva a pesar de que no hacía mucho tiempo que su salvador vino al mundo.

La cuestión de fondo es, ¿Cómo pueden alcanzar la salvación los que murieron antes de Cristo? Justino dice que Cristo es el primogénito de Dios y es el Verbo del cual todo los seres humanos participan por el hecho de ser seres racionales, y quienes vivieron conforme al Logos, en cierto sentido son considerados cristianos, porque en todos los hombres hay semillas del Verbo por el simple hecho de ser seres racionales. Aquí Justino no solo muestra cómo es posible que se salven los hombres que aparecen en el Antiguo Testamento, que murieron antes de Cristo, sino que lo extiende también a los paganos; este es un punto crucial para el dialogo con las otras culturas.

El cristianismo es la religión más sublime para Justino, porque son los únicos a quienes se les ha concedido la plena revelación del Logos, emanado de Dios antes de toda la creación, aunque ya se había manifestado, si bien parcialmente, antes de la venida de Cristo (Sócrates, inspirado por el Logos, fue condenado a muerte por instigación de los demonios). La idea de una razón divina seminal difundida por el mundo y especialmente en la razón humana, de procedencia estoica, es un intento de evitar la contraposición entre el cristianismo y la cultura griega, de recuperar a ésta reconociéndole la percepción de algunas verdades, aunque sólo como fragmento de la revelación que llegará a su plenitud con la encarnación del Logos en Jesús[19]

Ireneo de Lyón

Es uno de los teólogos más importantes del siglo II. No
se sabe la fecha exacta de su nacimiento pero, fue probablemente entre los años
140 y 160. Su ciudad natal está en el Asia Menor, y probablemente es
Esmirna, puesto que, en su carta al presbítero romano Florencio, dice
que en su primera juventud había escuchado los sermones del obispo Policarpo
de Esmirna, lo que lo coloca cerca de la era apostólica[20]

La época en que vivió Ireneo es el período más floreciente de la teología gnóstica, tanto oriental como occidental, y la grandeza de este teólogo está precisamente en que desenmascaró el carácter pseudocristiano de la gnosis, acelerando de esta manera la eliminación de los adeptos a esta herejía del seno de la Iglesia. Defendió luego con tanto éxito los artículos de fe de la Iglesia católica, negados, o mal interpretados por los gnósticos, por eso, merece ser llamado, fundador de la teología cristiana[21]De sus escritos, que compuso en griego, sólo nos han llegado dos: Desenmascaramiento y derrocamiento de la pretendida pero falsa gnosis (más conocida como Adversus haereses) y la Demostración de la predicación apostólica.

"Las cosas que perecieron tenían carne y sangre. Porque el Señor, tomando el limo de la tierra, plasmó al ser humano. Y en su favor se realizó toda la economía de la venida del Señor. Por eso quiso Él tomar carne y sangre, a fin de recapitular en sí mismo, no en otra obra cualquiera, sino la misma obra original del Padre, buscando precisamente lo que se había perdido" (Adv. haer. V,14,2). "En efecto, por las manos del Padre, esto es, por el Hijo y el Espíritu, fue hecho a imagen de Dios el ser humano, y no sólo una parte de él. Ahora bien, es verdad que el alma y el espíritu son parte del ser humano, más no, ciertamente, la persona; porque el ser humano perfecto consiste en la composición y unión del alma, que recibe el Espíritu del Padre y se mezcla con la naturaleza corpórea que fue modelada a imagen de Dios" (Adv. haer. V,9). "Por que no el mero modelado de la carne es de por sí un ser humano perfecto, sino cuerpo del ser humano y parte del ser humano, como tampoco la misma alma constituye por sí al ser humano, sino que es alma del ser humano y parte del ser humano. Ni tampoco el Espíritu es el ser humano, porque se denomina Espíritu y no ser humano. Ahora bien, la mezcla y unión de todos estos elementos constituye el ser humano perfecto" (Adv. haer. V,6,1)

El texto está tomado del libro V de Adversus haereses, que trata de la Resurrección de la carne, cosa que negaban los gnósticos. ¿Por qué Ireneo arremete contra los gnósticos? En primer lugar, es preciso saber que los gnósticos son dualistas, es decir, que dividen la divinidad de la materia puesto que las dos tienen en sí mismas la razón de su existencia. Estas dos realidades son incompatibles. Ellos sostienen que en la esfera de lo divino hay unos eones que cuando se alejan de la divinidad, caen chispas en la materia y esos son los hombres. Esas chispas (alma) tienen que saber quiénes son para volver a la divinidad (salvación). Un eón tiene que bajar a revelar a los hombres quiénes son, por esta razón, la salvación viene por el conocimiento, y el que venga a revelar el conocimiento, no puede encarnarse, porque la carne es mala, de ahí, que ellos consideran que la encarnación es pura apariencia.

Toda la teología de Ireneo está condicionada por la polémica contra sus adversarios, que son los gnósticos y los marcionitas. En este texto que hemos tomado, se muestra su insistencia en la salvación de la carne, frente a sus adversarios que piensan que sólo puede salvarse el elemento espiritual. Ireneo afirma la unidad del hombre, que se identifica con el cuerpo material creado por Dios, animado por el alma y vivificado por el Espíritu divino[22]

Ireneo centra su atención en el ser humano y su historia de salvación. Él entiende al ser humano no como un ser espiritual a la manera gnóstica, sino como un ser carnal: el ser humano carnal es sinónimo del ser humano plasmado y modelado por el Demiurgo a imagen del Arquetipo (el Verbo) y a su semejanza (el Espíritu Santo), visible en la carne gloriosa de Cristo. El ser humano es formado, por tanto, a imagen del futuro y segundo Adán[23]

El Señor al venir, también quiso tomar la carne y la sangre
para redimir a la humanidad caída, porque lo que no se asume no se redime,
por eso, Cristo asume la carne y la sangre para poder salvar al hombre en su
integridad. También aparece la Trinidad elemento importante en la teología
de Ireneo, pero con un cierto subordinacionismo, puesto que el Hijo y el Espíritu
aparecen en función de la creación (las dos manos del Padre).
Por último, Ireneo hace una relación entre cuerpo, alma y espíritu.
En la tradición el alma es el principio vital del cuerpo y el espíritu
es lo que permite la relación del hombre con la divinidad, pero aquí
Ireneo pone al Espíritu como el que salva y modela la carne, coronando
así la naturaleza humana.

Perpetua

Perpetua es una matrona noble, acomodada, de vietidos años de edad, instruida en las artes liberales, honradamente casada, que tenía padre, madre y dos hermanos, uno de éstos catecúmeno como ella, y un hijo, que criaba a sus pechos, y su esclava Felicidad, que estaba en cinta cuando la arrestaron y dio a luz una niña poco antes de morir en la arena. Sufrieron martirio el 7 de marzo de 202, en Cartago[24]

Las Passiones o Martyria, son documentos redactados por testigos oculares o por contemporáneos fidedignos, y a este género pertenece La pasión de Perpetua y Felicidad (202-203). Si se admite hacer una división podríamos hacerla en dos partes, primero del 3-10 que es el diario de perpetua; aquí ella misma narra punto por punto la historia de su martirio, como la dejó escrita de su mano, según sus propias impresiones. Los capítulos 11-14 fueron escritos por Sáturo. Hay motivos para creer que el autor de los demás capítulos y el editor de la obra completa es Tertuliano, contemporáneo de Perpetua y el más grande escritor de la Iglesia africana de aquél tiempo[25]

"Cuando todavía, dice, nos hallábamos entre nuestros perseguidores, como mi padre deseara ardientemente hacerme apostatar con sus palabras y, llevado de su cariño, ni cejara en su empeño de derribarme……."

Este texto es el capítulo III de La pasión de Perpetua y Felicidad, que pertenece a la primera parte escrita por Perpetua. Para situarnos, es preciso saber que la forma literaria de las "Actas Martyrum" sigue el género de las actas helenísticas de mártires paganos, donde lo importante es la oportunidad que da el proceso judicial al héroe para mostrar su valentía e integridad. Las narraciones centradas en sufrimiento y muerte se sitúan en cambio en la tradición de los relatos martiriales judíos. Elementos de ambos géneros se encuentran en los relatos evangélicos de la pasión de Cristo[26]

El contexto de este martirio es en tiempo del emperador Séptimo Severo. Perpetua, era una noble de familia rica y era una vergüenza para su padre que ella fuera cristiana, por eso quería hacerla apostatar, pero ella insistía en decir que no tenía otro nombre que el cristiano, aquí podemos ver la importancia del nombre de cristiano, puesto que los emperadores los perseguían por el simple hecho de ser cristianos. Cuando Perpetua le replica a su padre e insiste en mantenerse firme, él la golpea, mostrando así que en aquella época, los padres tenían pleno derecho sobre sus hijos, hasta de quitarle la vida si querían. Aquí perpetua refiere la idea del diablo, mostando que todo lo que se opone a confesar la fe y a no aceptar el martirio, viene del diablo.

Perpetua se bautiza contradiciendo así a su padre, y con esta acción cuestiona los fundamentos de la piedad que había que tener con la patria y la familia, poniendo por encima a la fe. Aparece aquí el motivo de la persecución de Séptimo Severo, que era fundamentalmente a los catecúmenos y a los catequistas, por eso, Perpetua padece el martirio, por ser catecúmena. Ella recibe el bautismo en la cárcel, por un diácono. En su relato ella pone de relieve la realidad del cuerpo, mencionando algunos de sus miembros con naturalidad.

Tertuliano

Quinto Séptimo Florente Tertuliano, nació hacia el 160 en Cartago. Su padre fue un centurión romano de religión pagana. Recibió una sólida instrucción científica, especialmente jurídica, y una vasta formación retórica; aprendió también la lengua griega. Se convirtió al cristianismo hacia el 195, regresó desde Roma, donde ejercía la abogacía, en su ciudad natal. Después de su regreso a África, dio principio a su prodigiosa actividad literaria a favor de la Iglesia y fue sacerdote según dice Jerónimo, cosa que es muy verosímil. Rompió con la Iglesia, lo más tarde, el 207. Su temperamento austero, sombrío y nada conciliador lo arrastró hacia la secta de los montanistas, en la que inmediatamente llegó a ser jefe de un partido que se llamó tertulianismo. Murió en Cartago, en edad ya avanzada, después del 220[27]Sus obras se pueden clasificar en: apologéticas, parenéticas, antiheréticas y relativas a sacramentos. Nuestro texto está tomado de la obra Adversus Praxean, que es antihética.

"Si la pluralidad de la Trinidad te escandaliza, como si no estuviera ligada en la simplicidad de la unión, te pregunto: ¿cómo es posible que un ser que es pura y absolutamente uno y singular hablar en plural: "Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra". ¿No debería haber dicho más bien: "Hago yo al hombre a mi imagen y semejanza", puesto que es un ser único y singular? Sin embargo, en el pasaje que sigue leemos: "He aquí que el hombre se ha hecho como uno de nosotros"…. (Adv. Prax. 12).

Como el nombre de la obra lo indica, en ella Tertuliano refuta el pensamiento de Praxeam quien era modalista y por eso, afirmaba que el Hijo y el Espíritu son modos de aparecer del Padre y por tanto, no tienen una consistencia personal. La teología patripasiana suponía en el fondo una vuelta al monoteísmo judío; pues radica en una concepción del monoteísmo que excluye la alteridad paterno-filiar, amparada por una exégesis de Jn10,30 y 14,9-11, en la que, para salvaguardar el monoteísmo, ven confirmada la necesidad de identificar Padre e Hijo[28]

Tertuliano es testigo de la primera discusión teológica en la que se aborda estrictamente la compatibilidad entre monarquía divina y Trinidad. El autor expone cómo su manera de comprender, desde la economía, las relaciones Padre-Hijo no introduce una división o dispersión que atente contra la unidad divina. Al contrario, es Praxeas quien falsea el verdadero significado del concepto monarquía y, en su aplicación teológica, prescinde de las particularidades de las realidades divinas, tal como aparecen descritas en la Escritura y reveladas en la economía. La monarquía expresa, tanto la unidad de la substancia divina, como la unidad de origen, así como la permanencia del poder del Padre, ejercido por el Hijo, desde el origen del mundo hasta la consumación de los tiempos[29]Como podemos notar, Tertuliano insiste en la pluralidad y en la consistencia personal de cada unas de las personas de la Trinidad, para combatir con los patripasianos, que subrayan tanto la unidad que no distinguen las personas.

En el Texto, Tertuliano inicia afirmando la pluralidad de la Trinidad, es la primera vez que aparece el concepto trinitas para referirse al Padre, Hijo y Espíritu Santo; Tertuliano se remonta al Génesis, en el momento de la creación, donde Dios habla en plural, para demostrar que el Padre nunca ha estado solo, sino que hablaba con el Hijo y el Espíritu. Tertuliano utiliza el concepto persona para llamar a cada persona de la Trinidad, como un intento de distinguirlos y de otorgarle autonomía, en contra de Praxeas. El concepto persona es un elemento muy importante para la teología trinitaria, a pesar de que se cambió posteriormente por hipóstasis, porque el concepto de persona en el ambiente griego significa mascara, cosa que podía hacer pensar que quien lo utiliza es modalista. Al final, termina el párrafo haciendo referencia a la teología de la imagen que ya habíamos visto en Ireneo de Lyón, pero Tertuliano parece que ya en el momento de la creación del hombre, ve el destino de la encarnación del Hijo y la santificación del Espíritu a los hombres.

Clemente de Alejandría

Tito Flavio Clemente: Nacido hacia 140-150 en Alejandría o, más probablemente en Atenas. Sus padres eran paganos, probablemente, convertidos al cristianismo, Clemente recibió una buena formación filosófica e hizo muchos viajes a Italia Meridional, Siria y Palestina. No se sabe si fue sacerdote, pero en todo caso, no parece ser el catequista oficial de Alejandría, sino que debió de tener un curso libre. Después de la persecución de Séptimo Severo, se vio obligado a abandonar la ciudad[30]

Clemente dedicó su vida a enseñar el cristianismo al estrato social rico y culto de Alejandría, presentándolo como la religión avanzada y superior. Sus tres grandes escritos son: el Protréptico a los helenos, el Pedagogo y los Stromata, presuponen el indicado círculo de lectores[31]

En Protrético, que es el libro al que pertenece nuestro texto, se divide de la siguiente manera: en el primer capítulo Clemente hace oír la llamada del Logos, los seis siguientes constituyen el reverso negativo y los últimos capítulos forman parte positiva de esta llamada a la conversión total; a esta última parte pertenece el texto[32]

"Ya que el Logos mismo ha bajado del cielo hasta nosotros, no precisamos recurrir a ninguna escuela humana, ni dispersarnos por Atenas, el resto de Grecia o también Jonia. Porque, si tenemos por maestro al que ha llenado todo con los efectos de su poder, por la creación, la salvación, el hacer beneficios, la legislación, la profecía, la enseñanza, tal maestro nos enseña ahora todo…." (Prot. XI,112,1-3).

Al principio del pedagogo, Clemente diseña un plan educativo realizado en tres fases por el Logos. El Logos es protréptico en el sentido de que, al ocuparse de las disposiciones fundamentales del ser humano, exhorta a la conversión. Hace a demás de pedagogo porque también se ocupa de los otros dos componentes del hombre, acciones y pasiones, moderando las primeras y dirigiendo correctamente las segundas. Finalmente, se convierte en maestro de la educación moral a la instrucción de la que nace la gnosis, es decir, el conocimiento perfecto. Es claro que el Protréptico y el Pedagogo corresponden a las dos primeras fases de este plan, mientras se discute hasta qué punto Stromata, la otra gran obra de Clemente, pudiera ser su tercera fase[33]

Este texto, tomado del Protréptico, pertenece al género literario de las exhortaciones filosóficas tal como se conocen, por ejemplo, Aristóteles y Epicuro escribieron libros con este título, así como los estoicos y Cicerón. Se trataba de exhortaciones a convertirse a la filosofía. En esta parte del texto, Clemente pone de relieve la revelación del Logos, cuya venida constituye el culmen de la acción siempre benévola y misericordiosa de Dios[34]Como el Logos ha bajado hasta nosotros, no es legítimo ir a buscar la verdad o la salvación en ninguna escuela de los hombres, porque ahora Cristo es el maestro, todo fue hecho mediante Él, por eso, lo sabe todo y puede transmitírnoslo en plenitud. Por último, Clemente exhorta a convertirse por completo al Logos, a la divinización con él, que se manifestó como hombre entre todos nosotros y por consiguiente, es guía de todas las almas.

Basilio de Cesárea

Basilio nació en Cesarea de Capadocia hacia el año 329-330, probablemente era el hijo mayor de diez hermanos. Recibió de su padre las primeras enseñanzas de las ciencias clásicas, y de su abuela Macrina, que como discípula de Gregorio Taumaturgo puso en él los fundamentos de la teología Alejandrina (de Orígenes), aprendió los rudimentos de la fe cristiana. Después de realizar un viaje para estudiar los centros monásticos de Siria, Mesopotamia, Palestina y Egipto, se retiro junto al río Iris, en la provincia de Ponto. Desarrolló allí su programa ascético y redactó sus dos primeras reglas que pusieron los cimientos para su actividad como "Padre del Monacato oriental". Fue ordenado sacerdote y luego asumió prácticamente la dirección del obispado, porque el obispo Eusebio no estaba a la altura de la situación político-eclesiástica, extremadamente difícil[35]

Basilio fue animador de un movimiento llamado homeusiano y que afirmaba que el Hijo era semejante al Padre, según la substancia; una postura nada homologable con la de los nicenos, por la ambigüedad del término "semejante" y por la distintas formas de entender el termino substancia. Sin embargo, coincidía con los defensores del término consubstancial en el rechazo a considerar como creada la naturaleza del Hijo[36]Compuso tratados dogmáticos, ascéticos, pedagógicos y litúrgicos, además de 300 cartas, que permiten seguirle en su actividad desbordante. Su dos obras más importantes son las dogmaticas: Contra Eunomio y su tratado sobre El Espíritu Santo[37]

"Se dice, en efecto, que hay dos realidades, la divina y la creatural, la de la soberanía y la del servicio, la del poder santificante y la del santificado, la que tiene la virtud por naturaleza y la que la consigue por libre elección. ¿De qué lado colocaremos al Espíritu?¿Entre los santificados? Pero Él mismo es santificación. ¿Acaso entre los encargados de oficio? Son otros los espíritus encargados de oficios enviados para el ministerio. No es lícito llamar nuestro compañero de servicio al que es directivo por naturaleza, ni sumar en la creación al que es contado en la divina y bienaventurada Trinidad" (C.E. III 2, 18-29).

Eunomio era líder de la segunda generación Arriana y representaba el partido Anomeo, es decir, aquellos que afirman la desemejanza entre el Padre y el Hijo. La obra Contra Eunomio, consta de tres libros: el primero y el segundo, tratan sobre la relación entre el Padre y el Hijo; mientras que el tercero, de donde está tomado nuestro texto, aborda el problema de la divinidad del Espíritu Santo.

Podemos notar en el texto, la forma en que Basilio defiende la divinidad del Espíritu Santo, frente a las afirmaciones de que el Espíritu es criatura del Hijo, tercero en orden, dignidad y naturaleza. Basilio asiente en que el Espíritu es tercero en orden y dignidad, pero eso no significa que haya una diferencia en la naturaleza. El Espíritu está del lado de la divinidad; es fuente de la santificación, tal como nos lo afirma los nombres que se le dan en la Escritura: Santo Espíritu y Paráclito, así como su actividad santificadora y divinizadora en los creyentes. No puede estar de lado de los santificados, pues él es el santificador. Y lo mismo que el Padre es santo por naturaleza y el Hijo es santo por naturaleza, el mismo Espíritu de la verdad también es santo por naturaleza, por eso, una de sus frases más cruciales es: la divinidad se cumple en la Trinidad[38]

Efrén el Sirio

Efrén nació en el 306, en una familia cristiana, en Nísibis o en sus proximidades. Efrén es sin duda alguna, el autor más fértil, más importante y más conocido de la literatura siria cristiana. Después de ser bautizado se unió a los ascetas, "Hijos de la alianza", entre los que también se contaba Afraates. Y la tradición le ha dado el título de diácono. En tiempos del primer obispo de Nísibis, Jacob, al que veneraba como su propio maestro, él mismo trabajó como profesor en Nísibis y en ese tiempo nació la mayor parte de sus famosos Carmina Nisibena (1-34), así como los himnos De paradiso, Contra haereses y De fide. La repercusión e importancia de Efrén trascendieron los límites del espacio lingüístico sirio. Escribió exclusivamente en siríaco, pero, viviendo él aún, lo recibieron la Iglesia griega y la latina[39]

Para Efrén, la naturaleza y la Biblia, son dos libros en los cuales Dios ha escrito su designio de salvación, la realidad visible sirve de símbolo para expresar el "misterio" de la realidad invisible, y en esta realidad visible se encuentran los sacramentos de la Iglesia. Efrén expresa estas relaciones a través del paralelismo semítico: bien sinonímico, antitético o sintético. Con respecto a su obra en verso, hay que diferenciar entre los Discursos (Mimré), compuestos en versos (heptasílabo doble), que se recitaba en forma de cantilación; y los Himnos (Madrasé), himnos compuestos en versos desiguales, unidas a veces por un sistema acróstico, generalmente alfabético, que encabezada la frase y la melodía[40]

Himno sobre la Iglesia (XXXVI)

1. Un ojo se purifica si se une a una fuente de luz,

brilla por su adorno y es claro por su fulgor,

es glorioso por su esplendor y adornado por su belleza.

2. En María, como en un ojo, la luz vino a quedarse,

quedó lúcida su mente, quedó claro su pensamiento,

quedó pura su reflexión, hizo brillar su virginidad.

3. El río en que fue bautizado simbólicamente lo concibió de nuevo.

El seno fresco del río lo concibió en pureza,

lo engendró en virtud, lo hizo emerger en gloria.

4. En el seno puro del río podrás reconocer a la mujer

que concibió sin varón, que engendró sin semilla,

que llevó con el don el Señor de aquel don.

En la primera estrofa del himno el sujeto de quien se predica es el ojo, salen una serie de atributos como la purificación, la luz, la gloria, el esplendor y la belleza. Todos estos atributos están referidos al ojo, el cual alcanza su perfección cuando se une a la fuente de la luz y de ahí dimanan todos los atributos que hemos mencionado. En el segundo párrafo, Efrén hace una comparación de María con el ojo, que es una alusión a la encarnación de Cristo que habitó en el vientre de María no menoscabando su virginidad, sino santificándola, por eso, resplandece todo su ser.

En el tercer párrafo, hay una alusión al bautismo de Jesús, Efrén pone bien claro que simbólicamente el río lo concibió de nuevo, probablemente lo dice porque en Cristo sólo hay dos generaciones, una eterna del Padre y otra temporal del seno de María, por eso, dice que fue un nacimiento simbólico. Pero luego dice que esa concepción fue en pureza y en virtud, es decir que, cuando Jesús se bautiza recibe la unción del Espíritu Santo, porque como es hombre lo necesita para la misión, por eso, al final de la estrofa dice que emergió en gloria, y precisamente el Padre lo legitima en el bautismo.

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