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El maquinismo y el poshumanismo o la poshumanidad



    A los que predicen el fin de la historia, se les han unido los que pronostican el fin de la humanidad y el comienzo de una nueva era: la poshumana. La era poshumana o el poshumanismo se entiende como el dominio y la absorción del hombre y de la sociedad por las máquinas. Supuestamente, el desarrollo de éstas lentamente traerá como consecuencia el dominio y el adueñamiento de la sociedad y del hombre. Según Alejandro Madruga González, el hombre construye estos artefactos cada vez más potentes y a una velocidad nunca antes imaginada, y mientras el desarrollo de las máquinas no parece tener límites, da la impresión de que el desarrollo biológico del hombre parece haberse detenido (1). Vernor Vingen cree que el desarrollo de los hardwares progresa tan rápidamente que en menos de 30 años (para el 2025) se podrán construir inteligencias superiores a la humana (2). Paul Amer al comparar las máquinas y el hombre llega a la conclusión de que las primeras pueden desarrollar más velocidad de "pensamiento" que estos últimos, y que no parece existir coto a esta velocidad (3). Según Stephen Hawking, la inteligencia artificial augura el fin de la raza humana (4). "Los humanos, que son seres limitados por su lenta evolución biológica, no podrán competir con las máquinas, y serán superados", comentó el científico (4). Sin embargo, otros son menos pesimistas al respecto: "Creo que vamos a permanecer en control de la tecnología por un tiempo bastante prolongado, tanto como podamos resolver los problemas mundiales que se vayan presentando", dijo Rollo Carpenter, creador del sistema de inteligencia artificial Cleverbot (4).

    El proceso de desarrollo de las máquinas es tal que para algunos este proceso es inevitable, ya que la economía de mercado impulsará –según ellos- a los estados a construir éstas cada vez más sofisticadas y, en particular, más similares a los humanos de modo que el dominio de aquellas (las máquinas) será un fin inevitable. Según ellos, el hombre quedará dominado por estos artefactos infaliblemente. Estos pensadores vaticinan que la creación de entidades con inteligencia mayor que la humana será una realidad en un futuro cercano, antes del 2030 (5). Otros, como Carpenter, afirman que la humanidad aún se encuentra muy lejos de desarrollar los algoritmos necesarios para alcanzar la completa inteligencia artificial, pero cree que se llegará en las próximas décadas (4). El hecho es que la creación por el hombre de máquinas dotadas de inteligencia artificial se ve como una amenaza a la raza humana.

    Tales progresos de las máquinas se podrá alcanzar por diferentes modos: a) Pueden desarrollarse computadoras "conscientes" con una inteligencia equivalente a la humana o superior; b) las grandes redes de computadoras, con sus usuarios asociados, pueden hacerse "despertar" como entidades superinteligentes; c) las interconexiones entre humanos y computadoras pueden llegar a tal nivel de profundidad, que los que la usen actuarán como superinteligencias, d) la ciencia biológica puede logar métodos computarizados que mejoren el intelecto humano natural, y entonces estos hombres (ciborg) actuarán como superinteligencias. Notemos que el hombre puede desarrollar prótesis de todo tipo, donde se puede perder el límite que separa al hombre del robot. Y notemos además que La construcción de robots antropomórficos dotados de inteligencia artificial (como los robots músicos japoneses) es una realidad ya en nuestros días.

    Ante el peligro del dominio de las máquinas, algunos ya están pensando en su posible confinación o en ponerle restricciones o cotos morales. El problema es que, en su desarrollo, estos objetos "despertarán" algún día, es decir, adquirirán conciencia, sentimientos, subjetividad, emociones, etc. Claro que esto no será porque lo harán por sí mismas, sino que el hombre por medio de determinados softwares las construirá de esta manera, con estas propiedades.

    La forma antropomórfica de las máquinas se desprende del hecho de que el hombre es la "máquina" más perfecta, es decir, es el modelo ideal de toda máquina. Por ello, estos artefactos se parecerán a los hombres cada día más. Partiendo de este presupuesto, se supone –según ellos- que llegará un día en que las máquinas superen al hombre. Entonces, supuestamente, quedará el hombre dominado por ellas.

    El dominio del hombre por las máquinas puede ocurrir en varios sentidos: a) Dependencia del hombre del uso de estos objetos para ejecutar sus funciones (las del hombre); b) el desplazamiento del hombre del espacio social y su relegación a un segundo plano, una vez que estas ocupan el espacio fundamental; c) El dominio fáctico de ellas (como sujetos) sobre el hombre, que es entendido por la máquina como esclavo, subordinado, siervo, etc.; etc. Este último aspecto es el que ofrece más preocupación.

    Al respecto, algunos piensan en los siguientes términos: "Pensamos en una sociedad controlada por una computadora central (manipulada por un tirano) y rodeado de guardianes, que serían robots conectados a través de alguna red a la computadora central. El tirano tendría un control absoluto del estado, se rodearía sólo de robots y computadoras (sus hombres, perdón, máquinas de confianza) y tendría resuelto el problema del sucesor: una máquina con sus "conocimientos" o alguna forma de replicante. La masa sería educada para obedecer ciegamente al estado –no sería extraño la fusión de hombres con robots (ciborg), bastaría con que el tirano estuviera de acuerdo- y el aparato militar estaría compuesto por hombres, máquinas y ciborg. Esta sociedad estaría basada en la eficiencia máxima, y para lograr esta eficiencia tienen que ser las máquinas quienes controlen a los humanos, esto no sería ninguna objeción, basta "educar" a los humanos (por supuesto, el sistema educativo estará en función de la tecnología). Por otra parte, si pensamos en el hombre como un individuo enajenado que crea ídolos para luego adorarlos, entonces llegaremos a la conclusión de que las máquinas lo dominarán de una u otra forma, ya sea porque los que dirigen se valdrán de ese mito o porque el propio hombre se someta a él. Esta sumisión a las máquinas, hoy nos parece descabellada. Pero, si aceptamos que el pensamiento ha ido variando en cada época, tal vez muchas de estas cosas que nos resultan inmorales, mañana pueden parecer correctas" (5).

    Otros señalan que "podríamos pensar en una sociedad futura, donde las máquinas controlen la economía y los humanos se dediquen a actividades secundarias, como componer versos, leer novelas, hacer el amor, etc." (5). Alejandro Madruga es más mesurado en su punto de vista, cree en una sociedad futura donde hombres y máquinas desarrollen todas sus potencialidades y convivan armónicamente, sin que ninguno tenga que perder su esencia (5). ¿Podrán ellas (las máquinas) desarrollar un movimiento espiritual de la materia sin la presencia del hombre, es decir, "eliminando" (entiéndase este término en su sentido hegeliano) al hombre?

    La cuestión estriba en saber si ellas podrán construir, a su vez, máquinas cada día más perfectas, es decir, en saber si hay un auto perfeccionamiento de las máquinas. Para Hawking la inteligencia artificial desarrollada hasta ahora ha probado ser muy útil, pero teme que una versión más elaborada de inteligencia artificial "pueda decidir rediseñarse por cuenta propia e incluso llegar a un nivel superior" (4). En tal caso, las máquinas –se supone- superarían al hombre y lo sustituirían como agente del desarrollo social.

    La sociedad es el conjunto de relaciones sociales, que se producen y reproducen por el hombre al éste producir y reproducir los bienes materiales. El hombre, al nacer es un homo sapiens que al ser incorporado al entramado de las relaciones sociales las personifica (las relaciones sociales). Y sólo cuando se transforma en sujeto activo es que está en condiciones de producir nuevas relaciones sociales, sustantivando con ello el desarrollo social. La cuestión, entonces, de saber si las máquinas pueden sustituir al hombre es similar a preguntarse si las máquinas pueden establecer relaciones sociales. En otras palabras, en saber si ellas pueden no sólo reproducir las relaciones sociales existentes, sino crear nuevas.

    El problema es que las relaciones sociales son ideas objetivadas. Las relaciones sociales son conceptos cristalizados, cosificados en el entramado social. Para producir, digamos, un par de zapatos hay que organizar a los hombres en determinada estructuración (subordinación, cooperación, etc.). La idea de cómo hacer para producir el par de zapatos (desde la fabricación del cuero hasta la comercialización) es un concepto que toma cuerpo en la sociedad como subsistema de relaciones sociales. Al mismo tiempo, la idea de cómo subordinarse y cooperar para producir el par de zapatos no nace de la cabeza de un hombre aislado, sino del choque de muchas voluntades. Es un acto de cooperacióny confrontación, y no una creación individual.

    Lo ideal (esta o aquella idea) no es un producto del hombre individual. No es el hombre aislado e individual el que actuando en calidad de sujeto produce la idea. El sujeto verdadero que produce lo ideal, es la sociedad. Claro está, personificada en los hombres concretos. Y aquí hay que entender a la sociedad no como conjunto de hombres que viven en un territorio (no como sociedad civil), sino como conjunto de relaciones sociales. Una máquina aislada, aunque esté conectada en una red, no puede actuar como "sociedad". Lo ideal surge en el entramado de las relaciones sociales, como cosificación de estas relaciones dado el encontronazo de muchas voluntades. Dado el choque de muchas voluntades (las de cada individuo por separado) surge una resultante, que no es de suyo lo que alguien por separado quería. Es (esta resultante) objetiva (es decir, independiente de la voluntad de los hombres concretos). Esta resultante es la idea. Sólo después que nace objetivamente la idea como resultante del choque de muchas voluntades es que los individuos, como sujetos, se apropian de este concepto (idea) y lo truecan en subjetividad. Un mundo de máquinas no puede desarrollar este metabolismo. A lo que más pueden llegar las máquinas es a formar una sociedad "civil" pero nunca a una "humanidad". Lo ideal surge fuera de la cabeza individual, surge en el entramado social, en el tejido social. Se desprende de suyo que la máquina, por muy parecida que sea al hombre, no puede producir tampoco lo ideal. Aquellas son una copia del hombre, pero no de la sociedad, que es la que en última instancia produce lo ideal.

    En este punto, por tanto, hay que discrepar de los futuristas apocalípticos, de los que proclaman la poshumanidad. Las máquinas no pueden desarrollar relaciones sociales. Las relaciones sociales son un producto social en el cual necesariamente está involucrado el hombre. Al mismo tiempo, las relaciones sociales existen entre los hombres de forma actuales. Si quitamos el hombre y ponemos las máquinas, no habrá relaciones sociales; sino relaciones entre máquinas, que por demás no pueden sustantivarse ni ampliarse.

    Esta conclusión es similar a plantear que no puede existir un software para el acto de la creatividad. La creatividad es una propiedad sólo de la sociedad, personificada en el hombre claro está. No es aplicable a las máquinas. Quizás y se pueda demostrar este último postulado como un teorema matemático.

    Es indiscutible que el futuro será por entero un futuro de máquinas. Así, por ejemplo, por medio de ellas el hombre puede ampliar el subsistema de sus relaciones sociales interpersonales. En las modernas redes sociales (como facebok, twitter, etc.) el hombre amplía de forma virtual sus relaciones sociales a escalas nunca antes pensadas. Por medio de ellas, el hombre puede ampliar sus dotes biológicos (visión, oído, etc.), es decir, puede pasar a ser un hombre que prolonga su corporeidad y su actividad psíquica injertando tecnologías, haciendo implantes tecnológicos, etc. Pero por medio de las máquinas, el hombre puede, además, desarrollar su producción material. Ellas (las máquinas) pasarán, en un futuro no muy lejano, a ser los productores, los trabajadores.

    Según Tagore, "el verdadero conflicto no radica en el enfrentamiento de occidente y oriente, sino en el de la máquina con el hombre堅l hombre necesita la(s) máquina(s)嬠pero tiene que dominarlas y humanizarlas en vez de resignarse a ser mecanizado y deshumanizado por ellas" (6). Para otros, el conflicto norte-sur será superado por el conflicto hombre-máquina. Así, por ejemplo, al analizar este conflicto, se afirma que "según el hombre se siga humanizando como especie, tomará una mayor conciencia de su propia dimensión; y para entonces no existirá el tercer mundo, porque todos los hombres disfrutarán de iguales derechos; y todos, sin distinción, formarán parte activa del progreso de la ciencia y de la historia universal" (5). Es que con el desarrollo de las máquinas como trabajadoras, aparece una nueva clase social, que afecta la relación del capital con el trabajo asalariado.

    Según nuestro parecer, asistimos a una nueva era, que no necesariamente tiene que ser poshumana en el sentido antes expuesto. Se trata de una nueva época en el cual los conflictos Oriente-Occidente y Norte-Sur son supeditados al conflicto hombre-máquina. También el conflicto sociedad-naturaleza (es decir, el conflicto que tiene que ver con la crisis ecológica, etc.) será supeditado a aquel (al conflicto hombre-máquina). Para finales de la primera mitad del siglo XXI, en el entramado social se planteará el problema de aquel conflicto como problema central y fundamental de la sociedad, de modo que el resto de los conflictos pasarán a segundo plano. Se abre, así, una nueva época.

    Según Erich Fromm, "el hombre no puede vivir sin fe. El problema decisivo para nuestra propia generación y la venidera consiste en si esta fe será una fe irracional en los líderes, en las máquinas y en el éxito, o la fe racional en el hombre, basada en la experiencia de nuestra propia actividad productiva" (7). No se trata de que el hombre (del siglo XXI) ignore la máquina. Ésta y el maquinismo (entendido éste como sociedad basada en la explotación de las máquinas) son una realidad inmediata, y no se puede hacer caso omiso de ello. El hecho es que en un futuro no muy lejano, el hombre pasará abiertamente a la explotación de las máquinas, como forma fundamental de desarrollar el proceso de producción de bienes materiales.

    Este hecho afectará la estructura socioclasista y todo el edificio social. Para las sociedades que se encuentran en la fase capitalista de su desarrollo implicará un conflicto (más o menos agudo y exacerbado) entre los que pretenden conservar el trabajo asalariado y los que aspiren a desarrollar el maquinismo. Por eso, a esas sociedades le espera una revolución sociopolítica, más o menos pacífica o violenta pero revolución al fin. Para las sociedades que se encuentran construyendo el socialismo real (del siglo XXI) será menos doloroso, una vez que ya han adelantado la revolución sociopolítica. Pero para unas y las otras implicará la liberación del hombre (obrero) de la obligación del trabajo. Sino de todo tipo de trabajo, al menos del tedioso y repetitivo.

    Alejandro Madruga se pregunta si "¿no existirá el desempleo al desaparecer los obreros asalariados o llegaremos a una sociedad ideal donde el hombre no se verá obligado a trabajar para poder comer?" (5). El hecho es que la máquina irá desplazando al obrero asalariado de las fuentes de empleo, y por ello la sociedad tendrá que vérselas con movimientos sociales de resistencia al maquinismo (neoludista, procapitalistas, etc.). Pero también existirán los que empujen, es decir, los que estén interesados en el progreso social (en otras palabras: el paso al maquinismo). La propia clase de los capitalistas, al menos una parte, antes tan interesada en el progreso social, se verá ahora interesada en frenar el maquinismo, una vez que no todos (los capitalistas) tendrán recursos para sustituir el trabajo asalariado por el de las máquinas.

    Y es que sólo los capitalistas más pudientes pueden pasar voluntariamente al maquinismo. Para adquirir una máquina (o varias máquinas) se requiere de un capital inicial lo suficientemente grande, mientras que el trabajo asalariado se puede bandear con un mínimo de recursos. La historia será aquí similar a la que aconteció con el esclavismo moderno que se desarrollo en América con la llegada de los conquistadores. Tuvo que venir las revoluciones violentas (por ejemplos: la guerra de secesión en los EE.UU o la guerra de independencia de Cuba) para poder suprimir la esclavitud y sustituirla por el capitalismo. El sector más pobre de la clase económicamente dominante siempre es reacio a los cambios de régimen por un problema de recursos, mientras que el sector más rico puede pasar de una formación a otra conservando la hegemonía. Por otra parte, los capitalistas no renunciarán tan fácilmente a su propiedad sobre el proletariado, una vez que les pertenecen como clase.

    Hasta ahora se ha hablado siempre de la propiedad de la clase económicamente dominante sobre los medios de producción. Aquí hay que añadir que esta propiedad es también extensiva a la fuerza de trabajo. La clase económicamente dominante tiene propiedad en cuanto clase sobre la clase que trabaja, la cual le pertenece en cuanto clase como un todo. La clase social que trabaja lo hace por coerción, por extorsión de la clase dominante. De otra forma no convendría en la relación de trabajo.

    El trabajo de las máquinas, por muy cara que sea su inversión inicial, representa una elevación de la productividad del trabajo muy superior a la que puede aportar el trabajo asalariado del obrero. El obrero se agota físicamente y necesita reponer o reproducir su mercancía fuerza de trabajo; la máquina, con excepción de algunos paros técnicos, puede trabajar ininterrumpidamente sin que decaiga su productividad del trabajo. Por otra parte, puede intensificar el trabajo muy por encima del obrero asalariado. Por tanto, representa el progreso social.

    En la historia de la filosofía y de la sociología se ha discutido siempre en torno al problema del criterio del progreso social. No se puede hablar de progreso social sin dirigir la atención a la productividad del trabajo, cuestión que está asociado a la forma de propiedad reinante en una sociedad.

    La historia de la civilización en occidente conoce tres formas fundamentales de productividad del trabajo: la esclavista, la feudal y la capitalista. En el esclavismo los esclavos producían bajo la coerción del látigo, sin que estuvieran interesados en la calidad y en la cantidad del producto del trabajo. Pero era muy superior a las formas propias de la sociedad gentilicia. En esta sociedad (en la gentilicia), el hombre producía por la fuerza de la costumbre y la tradición. Aquí no había coerción, por eso su productividad era muy baja. En el feudalismo de nuevo nos encontramos con una coerción, una vez más extraeconómica: la sujeción personal al señor y su espada. Pero aquí los siervos, al trabajar una parte del tiempo para ellos, estaban interesados en cierta medida en el producto del trabajo. Es cierto que ellos pagaban una renta, pero se quedaban siempre con un remanente, con lo que se interesaban en la productividad. Esta forma de productividad del trabajo era superior a la de la esclavitud propiamente dicha. En el capitalismo el proletario u obrero asalariado trabaja por un salario. Este salario se mide por el tiempo de trabajo o por la cantidad y calidad del producto del trabajo (por el destajo). Aquí la coerción es económica.

    El obrero asalariado es libre dos veces: libre de ataduras personales, y libre de medios de producción. Por lo que tiene que (y puede) venderse como fuerza de trabajo. El obrero asalariado está más interesado que el siervo (que, a su vez, lo está más que el esclavo) en el producto del trabajo. El proletariado está interesado directamente en la productividad del trabajo porque de eso depende su salario. Cada forma de propiedad de una clase sobre la otra (el esclavista sobre el esclavo; el señor feudal sobre el siervo de la gleba; el capitalista o burgués sobre el obrero asalariado) en su sucesión representa un progreso social pues implica la elevación de la productividad del trabajo. Sólo una sociedad (asociada a una forma de propiedad) que eleve la productividad del trabajo por encima de la anterior puede levantarse sobre la cabeza muerta de ésta, es decir, de la sociedad donde impera el trabajo asalariado y constituirse en una nueva formación económico-social. El maquinismo implica una nueva forma de productividad del trabajo, superior a su vez a la del trabajo asalariado.

    Es de pensar que los obreros que van quedando excedentes, irán siendo adsorbidos por los poros que, a su vez, se irán abriendo en el tejido social. Será una movilidad de clases a tenor de una reestructuración de la organización económica de la sociedad. Por otra parte, el Estado podrá encargarse de reubicar a los obreros en el mercado laboral, y, en el peor de los casos, pasarles un subsidio hasta que se inserten en la vida económica. El maquinismo no implicará, de ningún modo, el fin del trabajo, de la actividad útil de los hombres; sino del trabajo físico, al menos del tedioso y repetitivo. Para el hombre quedará el trabajo espiritual y la dirección intelectual de las máquinas. Y su desarrollo físico se logrará a expensas del deporte y la cultura física.

    Con el maquinismo, el hombre pase a la esclavización de las máquinas. La explotación del hombre por el hombre cederá su puesto a la explotación de las máquinas por el hombre. Y si no cederá su puesto, sí aquella se verá mitigada. Llegará el día en que los hombres no tendrán que recoger manzanas o naranjas en los campos, sino que eso lo harán aquellas (las máquinas); llegará el día en que el hombre y la sociedad se mida por la cantidad de máquinas "esclavas" que tengan. Ya el hombre no será esclavo del hombre. Y si lo será, al menos se verá mitigada este tipo de esclavitud. La esclavitad será para las máquinas. No importa el nombre que a esta sociedad que está por venir se le ponga: socialismo, comunismo, poscapitalismo, poshumanidad, noosociedad, maquinismo, etc. El hecho es que no asistimos al fin de la historia, sino que asistimos al tránsito a una nueva fase del desarrollo social, a una nueva sociedad donde las máquinas pasarán a jugar un papel significativo. Estas serán una nueva clase social, y los máquinatenientes su par antagónico relativo.

    En esta nueva sociedad, las máquinas y los máquinatenientes serán las clases sociales fundamentales. No necesariamente tendrá que desaparecer (al menos de golpe y porrazo) las clases viejas. En muchas sociedades podrá existir un compromiso (al menos temporal) entre las clases viejas y las nuevas. Pero a la larga, las máquinas y los máquinatenientes se impondrán. Es de suponer que los máquinatenientes, como clase fundamental, tendrán que enfrentar a los que se opongan al maquinismo, y tendrán que arrastrar en su lucha a los que estén a favor de la introducción de las aquellas. Será un conflicto de clases con todas las de la ley. Notemos que en esta lucha el estado será un partícipe. Para el estado será más fácil la introducción de las máquinas, al menos en las esferas donde la propiedad estatal sobre los medios de producción es un hecho.

    Aquí es de pensar, también, que esta fase del desarrollo social repetirá de forma abreviada las fases anteriores, es decir, la esclavitud de las máquinas evolucionará repitiendo la historia de la esclavitud del trabajo humano. De un comienzo en que por un software las máquinas trabajarán de forma obligada como esclavas, se pasará a interesar a estas en el producto del trabajo, y, por último, a hacerlas competir en el mercado de trabajo de forma "asalariada". Es decir, en su evolución las máquinas transitarán por los tres estadíos que conoció el trabajo esclavo del hombre: el esclavismo propiamente dicho, el feudalismo y el capitalismo. En su evolución, el trabajo de éstas se irá pareciendo cada día más a las formas humanas. Mejor dicho, a las formas sociales, es decir, será un proceso sociomórfico.

    Claro que esto implica el riesgo de la "rebelión" de las máquinas. Roma tuvo su Espartaco; el zarismo, a Yemelián Pugachov; el capitalismo del siglo XX, a los soviet; la sociedad futura tendrá que enfrentar el peligro de la sublevación de las máquinas. Pero no debemos asustarnos: un poder de las máquinas será siempre temporal, transitorio, efímero. Éstas no pueden, como ya vimos, sustantivar el desarrollo social. Un poder de éstas, en el fondo, será un freno al desarrollo social. Simple y llanamente, porque las relaciones entre las máquinas son sólo un complemento a las relaciones sociales, es decir, de los hombres con los hombres. Este poder sucumbirá por la propia lógica del desarrollo. El futuro pertenece por entero al hombre.

    El hombre, muy por el contrario de lo que piensan los poshumanistas, será siempre superior a las máquinas. La máquina será siempre una copia del hombre, que tiende o aspira como copia a su similitud, pero que sólo lo logra en un proceso infinito de acercamiento asintótico. No se puede construir un objeto (digamos una máquina) que supere la realidad, es decir, el hombre. Sencillamente porque la realidad es la cota superior de toda creación. La máquina lo que hace es modelar al hombre. El hombre es la máxima creación de la materia; la máquina, una aproximación al hombre.

    Todo lo que el hombre ha fabricado, construido, creado, etc. existía ya antes en la naturaleza: el avión, en las aves; el helicóptero, en la libélula; la silla, en el árbol caído. El hombre lo que hace es destilar de la realidad la idea. Claro que el hombre no sólo refleja la materia, sino que la crea. Pero la crea sólo en cuanto a la forma, nunca por el contenido.

    Ahora bien, en el punto en que se despliega la lucha económica,
    política, ideológica, etc., de las máquinas y en que la
    rebeldía de éstas es sometida y sofocada, y que la sociedad aparente
    haber llegado a un nuevo fin de la historia, aparecerá indiscutiblemente
    un tercer elemento, una nueva clase social (distinta de los hombres y de las
    máquinas) que dará paso a una nueva fase del desarrollo social,
    y así sucesivamente.

     

    BIBLIOGRAFÍA

    1.- Madruga González, Alejandro. ¿Poshumanidad o poshumanismo? En Modernidad y posmodernidad. Editorial de Ciencias Sopciales. La habana. 1998. Pág. 15.

    2.- Vernor Vingen. Morooned in realtime. En Revista Electrónica Axxon. No.61, Oct. 1994.

    3.- Paul Amer. La inteligencia artificial: crítica y anticrítica. En Pensamiento crítico. No.30. julio de 1969, p.34.

    4.- Stephen Hawking, http://www.bbc.co.uk/mundo/ultimas_noticias/2014/12/141202_ultnot_hawking_inteligencia_artificial_riesgo_humanidad_egn

    5.- Madruga González, Alejandro. ¿Poshumanidad o poshumanismo? En "Modernidad posmodernidad". Colección "Pensar en Cuba", Edit. De Ciencia Sociales. La Habana, 1998, págs. 15, 27-28, 37, 39.

    6.- Krishna Kripalani, Cuatro ensayos sobre Tagore. Consejo nacional de cultura. La Habana, 1961.

    7.- Erich Fromm. Ética y psicoanálisis. Fondo de Cultura Económica. México. 1992. Pág, 227.

     

     

     

    Autor:

    Evelio A. Pérez Fardalez

     

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