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Enfoque de la Demanda Efectiva (página 2)



Partes: 1, 2, 3, 4

El surgimiento de la empresa bien puede tener su origen en una intuición basada en una idea sencilla de Adam Smith: si existe algún bien o servicio que la gente valora pero que actualmente no se produce, se estará dispuesto a pagar algo por él. Los empresarios, en su deseo de hacer dinero, siempre están a la caza de esas oportunidades. Si el valor que tiene un determinado bien para un consumidor es superior al costo de producción, el empresario tiene la posibilidad de obtener un beneficio, por lo que se decidirá a producirlo. Lo mismo sucede si existe un método más barato para producirlo que el existente, pues también podrá obtener un beneficio [1]

Así, la empresa nace como un agente económico o ente social con características jurídicas propias, para atender las necesidades propias de la sociedad creando satisfactores a cambio de una retribución que compense riesgos, esfuerzos, inversiones, etcétera.

Pero ¿Cómo se podría definir empresa?. No es un término fácil de definir pues se le dan varios enfoques. En su más simple acepción significa la acción de emprender una cosa con un riesgo implícito o un grupo económico y/o social que produce bienes o servicios para satisfacer necesidades de la sociedad.

3.2 Clasificación por Tamaño

En el mundo existe una gran variedad de formas de considerar y definir a las micro, pequeñas y medianas empresas, dependiendo de las necesidades propias de cada país o de los objetivos que se persigan. Es decir, en cada país, tomando en cuenta su experiencia y características propias, sus necesidades singulares y los intereses generados de por medio, se pueden esgrimir los argumentos necesarios para aplicar determinada clasificación y en base a ella aplicar las políticas, medidas y estrategias económicas tendientes a propiciar el desarrollo de dichos estratos industriales.

Un ejemplo de dicha consideración, en cuanto a diferencia de estratificación se puede presentar de la siguiente manera: para Balton Commttee es posible encapsular en una sola definición a los tres tipos de empresas y considera que…

"En primer término [son aquellas] que tienen una pequeña participación en el mercado, cuya característica esencial es estar administrada por sus propietarios o copropietarios en forma personalizada, más que ejercerla a través de una estructura organizativa y que al no ser parte de una gran firma, es autónoma en la toma de decisiones".

Una clasificación en el marco de esta definición puede ser:

  • Microempresas: aquellas donde los propietarios son empleados del negocio e involucran a otros miembros de su familia inmediata.

  • Empresas pequeñas: aquellas donde prevalece el autoempleo, pero tiene un personal hasta de 20 trabajadores.

  • Empresas medianas: Están compuestas por aquellas empresas que tienen más de 20 trabajadores pero que no rebasan los 200 empleados.

En México existe una clasificación propia de dicho estrato de empresas y que tiene que ver con las necesidades de dicho sector y con objetivos específicos en torno a las posibilidades de acceder al financiamiento que requieren.

En otros términos, en México esta clasificación no es aplicada, pues los estratos de empresas se modificaron de acuerdo con Nacional Financiera (Nafin) con la finalidad de facilitarles el acceso a los apoyos que las diferentes instituciones públicas y privadas les brindan. Para dicho efecto la clasificación es la siguiente:

  • Microempresas: se definen como aquellas empresas manufactureras que ocupan directamente hasta 15 personas y el valor de sus ventas netas anuales reales o estimadas no rebasan el monto de 110 veces el salario mínimo anual ( equivalente en 1993 a 160 mil dólares anuales).

  • Pequeñas empresas: se definen como aquellas empresas manufactureras que ocupan directamente entre 16 y 100 personas y el valor de sus ventas totales netas anuales reales o estimadas no rebasan el monto de 1"115 veces el salario mínimo anual (equivalente en 1993 a 1.6 millones de dólares anuales).

  • Empresas medianas: se definen como aquellas empresas manufactureras que ocupan directamente entre 101 y 250 personas y el valor de sus ventas totales netas anuales reales o estimadas no rebasan el monto de 2"010 veces el salario mínimo anual (equivalente en 1993 a 2.9 millones de dólares anuales). Esta modificación de la definición consiste en relacionar el monto máximo de ventas acumuladas con el salario mínimo.

Esta clasificación es la más utilizada en México para catalogar el tamaño de la empresa y así poder determinar que tipo de apoyo se le puede brindar, por lo cual dicha estratificación va a tener diversos efectos para los esquemas de financiamiento y para otros apoyos promotores de la modernización y el desarrollo de las micro, pequeñas y medianas empresas. Por lo cual, es la clasificación que utilizaré a partir de este momento.

Para simplificar el lenguaje y hacerlo más breve y práctico, es posible agrupar a la micro, pequeñas y medianas empresas en un sólo término. Aquí se utilizará el término de "Firmas Pequeñas", "Pequeña Empresa", "Pymes", "Pequeña industria" o algún término semejante.

4. Otras Clasificaciones

Las empresas se pueden clasificar también de acuerdo a los siguientes criterios:

I) Por actividad o giro:

1. Industriales: extractivas, agropecuarias, manufactureras.

2. Comerciales: mayoristas, minoristas, comisionistas.

3. Servicios: transporte, turismo, financieros, educación, salud, etcétera.

II) Por origen de capital:

1. Privadas: nacionales, extranjeras, trasnacionales.

2. Públicas: centralizada, desconcentradas, estatales, paraestatales, descentralizadas.

III) Magnitud o tamaño:

1. Pequeñas, medianas y grandes.

IV) Otros criterios:

1. Económico: básicas, semibásicas, secundarias, nuevas, necesarias.

2. Régimen jurídico: Sociedad anónima, cooperativa, capital variable, etcétera.

3. Duración: temporales, permanentes.

4. Otros: mercadotecnia, producto.

La "pequeña empresa" en México

1. Antecedentes de la Industria en México

Durante los primeros años del presente siglo México estuvo aplicando el Modelo de Desarrollo Primario Exportador, en el cual las exportaciones constituían prácticamente el único componente autónomo del crecimiento del PIB y además era este sector quien representaba el centro dinámico de toda la economía. Su principal limitante era que existía una base muy estrecha sobre la cual se asentaba el modelo, a saber: uno o dos productos primarios. Junto a éste sector se fueron estableciendo un número pequeño de industrias llamadas de bienes de consumo interno, tales como las productoras de tejidos, calzado, vestidos, muebles, etcétera., muchas de ellas de tamaño pequeño y limitado impacto en el mercado.

Esa reducida y todavía incipiente estructura industrial, junto con el sector agrícola de subsistencia, era insuficiente para dar a la actividad interna dinamismo propio. De esta manera el crecimiento económico quedaba básicamente unido al comportamiento de la demanda externa de productos primarios, lo que confería un carácter en extremo dependiente.

Con la crisis de 1929 y la subsecuente y prolongada recesión severa de los años treinta, se dio prácticamente la ruptura del funcionamiento del Modelo Primario Exportador. En respuesta, en el país se adoptaron cambios en la política económica tendientes a defender el mercado interno contra las repercusiones de la crisis del mercado internacional. Se adoptó el denominado Modelo de Sustitución de Importaciones ya que la planta industrial era insuficiente para hacer frente a la creciente demanda interna de productos manufactureros durante y especialmente después de la segunda guerra mundial.

Bajo los auspicios del nuevo modelo económico se comienza a dar un impulso al desarrollo del sector secundario (industrial) en un marco de proteccionismo contra la competencia extranjera (exenciones fiscales, permisos de importación, aranceles diferenciados, etc.) y del incremento sostenido del gasto público orientado a la expansión, mejoramiento y construcción de infraestructura para favorecer la integración del mercado interno, la comercialización y abastecimiento de los nuevos productos.

Hasta mediados de los años sesenta la agricultura seguía siendo el sector que dominaba la dinámica de la economía nacional, aún absorbía gran parte de la mano de obra, generaba divisas mediante sus exportaciones, abastecía al mercado interno para el consumo y a la creciente industria la proveía de materias primas. Pero poco a poco se hace evidente el mayor peso que adquirió la industria en la economía. Ahora la industria se convertía en la directriz y eje central de la economía mexicana (especialmente durante los años setenta), así como el foco de atención y promoción por parte de las políticas económicas del gobierno mexicano.

Junto con el crecimiento nacional e industrial, el sector servicios tuvo un comportamiento similar: ello es obvio si se piensa que ante una mayor producción y el incremento de la demanda y oferta de productos es necesario aumentar y mejorar los canales de distribución y comercialización de los mismos, así como los inherentes servicios financieros.

El excesivo proteccionismo coadyuvó a que se convirtiera pronto en una planta productiva obsoleta e ineficiente, una industria que pronto comenzó a ofrecer productos de baja calidad y a precios elevados, con bajo o casi nulo índice o coeficiente de modernización tecnológica que repercutía finalmente en el consumidor. Asimismo, no sólo se instalaron industrias de gran tamaño que actuaban en muchas ocasiones prácticamente como verdaderos monopolios, sino que a lo largo de toda la República Mexicana se comenzó a instalar una planta productiva de menor tamaño y en muchos casos de índole familiar; con el paso de los años ésta planta productiva "pequeña" fue quedando erróneamente en el olvido de las políticas públicas; sin embargo, y a pesar de todo, subsistió cubriendo las necesidades y la demanda de aquellos lugares que los productores grandes no abastecían. Estas empresas cubrían necesidades de un mercado local que generalmente era de bajos recursos.

Poco a poco el nuevo modelo que se estaba aplicando comenzó a tener sus problemas y acabó por ceder su paso a una estrategia económica que buscaba hacer más eficiente a la planta productiva mediante la apertura a la competencia internacional. La nueva estrategia económica a la que se le ha dado por llamar un modelo neoclásico persigue la liberalización económica, pretende reducir las actividades que efectúa el Estado a las más indispensables y dejar al mercado regirse por la ley de la oferta y la demanda.

El tipo de reformas ha variado ampliamente en todos los sentidos de país en país, pero en términos generales se han presentado cambios en el sesgo de la actividad productiva, en las estructuras institucionales y administrativas, y en el desmantelamiento de las políticas que se venían aplicando. En este contexto la tarea primordial de la liberalización es producir mercados eficientes reduciendo los costos de sus transacciones.

La apertura del sistema financiero mexicano, por su parte, tardó en realizarse respecto a otros sectores; tenía que modernizarse debido a las nuevas condiciones nacionales y la nueva dinámica y necesidades de la creciente industria. Así, a partir de los años setenta hasta los años recientes, es innegable que la industria es el sector que mueve la economía nacional pese a todos los problemas a los que ha tenido que hacer frente. La planta productiva no es homogénea y por tanto cada estrato tiene sus problemas inherentes y necesidades de estrategias de desarrollo diferenciadas para superarlos. Dicho sector industrial y el financiero deberán de apoyarse mutuamente y retroalimentarse de los avances en el otro sector.

2. ¿Pequeña o Gran Empresa?. El Resurgimiento de los Pequeños Negocios

Dar respuesta a la pregunta planteada en este apartado es relativamente fácil a simple vista (obviamente sin realizar antes un análisis de las ventajas y desventajas de cada una); se diría que la gran empresa es preferible y deseable sobre la pequeña empresa por su aportación al empleo por unidad productiva, al producto, a las exportaciones, por su capacidad de abasto, etc.. Y sin embargo, al adentrarse un poco al mundo de los "pequeños negocios" podemos, sin duda, corroborar que no es correcta la visión de que pequeñas o grandes empresas son una cosa buena en sí misma, sino más bien, hay que concebirlas como entidades que pueden cumplir roles específicos en una economía. "En esta perspectiva, la gran empresa es eficiente en industrias que requieren enormes insumos de capital y grandes procesos de producción, pero la empresa pequeña tiene su competitividad sobre la gran empresa cuando la producción requiere ser especializada y de servicios."[2]

En realidad la operación de ambos grupos de empresas está interrelacionándose; muchas de las empresas pequeñas dependen de la existencia del poder de compra de la gran empresa, así como de sus canales de comercialización. Por su parte, la gran empresa depende de la pequeña para el abasto de productos especializados y de servicios, así como en el campo experimental de iniciativas de alto riesgo antes de ser implementadas en los grandes negocios. En el aspecto de los costos las empresas pequeñas pueden ser más competitivas que las de mayor tamaño, porque ellas están menos reguladas y, por lo tanto, sus estructuras de costos pueden ser más bajas.

Pero no es sino hasta ya casi para "…finalizar el siglo [cuando] existe un nuevo interés del gobierno y de la sociedad civil por el potencial de los pequeños negocios. Hasta los años setenta, este tipo de empresas se consideraban como marginales en el proceso de desarrollo; dos décadas después se ha dado una revaloración de lo pequeño por sus bondades para contribuir a la reorganización de la producción y, sobre todo, por su impacto en el empleo y en la equidad."[3] El mundo se vio por mucho tiempo impactado por las economías de escala y la producción en masa, lo cual coadyuvó a relegar el papel de las "firmas pequeñas" dentro de la economía. El olvido llegó en muchas ocasiones al ámbito de la política económica, pues las diversas políticas y estrategias de desarrollo industrial se encaminaron a guiar y a apoyar la expansión y consolidación de grandes empresas capaces de aprovechar los nuevos procesos y tecnologías de producción.

Así pues, las "pequeñas empresas" han mostrado su fortaleza para crear empleos, gracias a sus menores requerimientos de capital, su menor demanda de divisas y su potencial tecnológico para enfrentar de manera innovadora el reto de la flexibilización productiva; es decir, siguieron subsistiendo, haciendo frente a las contingencias y, en algunos casos, creciendo contra toda adversidad, mostrando que para asumir retos y tareas sólo requieren ser apoyadas.

No podemos dejar de mencionar que existe otro elemento de vital importancia para el desarrollo económico y de la planta productiva de cualquier economía, a saber: los empresarios. Ese capital humano crucial para apoyar las innovaciones, la organización de la producción, la visión del futuro, etcétera, y sin los cuales sería imposible entender el sector productivo. Es un factor que requiere ser revalorado. Lo reconoce Assar Lindbeck (1991) y antes Joseph Schumpeter (1967), al señalar el papel relevante de los empresarios a quienes caracteriza como "los individuos encargados de realizar la nueva combinación de medios de producción y el crédito".

3. Importancia y Características de las "Firmas Pequeñas"

3.1 Estructura por Subsectores y Ramas Industriales de Actividad

Como hemos visto, en México el proceso de industrialización despuntó con industrias de consumo inmediato: textil, productos alimenticios, muebles de madera, productos químicos, entre otros. A principios del siglo pasado, las industrias del cemento y jabón eran consideradas como grandes y coexistían con la artesanía casera, incipiente industria y otros talleres de dimensiones y alcances reducidos dentro del mercado interno y prácticamente nulo en mercados internacionales. Al irse ampliando el mercado interno nacional nacieron y crecieron más empresas; pero como es de inferirse, en un país de recursos financieros escasos como el nuestro, predominan los pequeños negocios. En otras palabras, conforme crece el sector industrial dentro de la economía provoca que se incremente la dimensión de las unidades productivas, dependiendo de la forma en que aprovechen los diversos factores que potencian su crecimiento y expansión, tanto en el nivel de ventas y ganancias, como en términos de expansión en el volumen de producción y ampliación de una empresa.

A pesar de haber señalado ya el resurgimiento de la importancia de los temas de las "firmas pequeñas" en todo el mundo, la tendencia dominante en las últimas décadas en México ha sido la mayor concentración de la actividad productiva, financiera y económica en las empresas más grandes y competitivas. Sin embargo, en una perspectiva histórica, se puede afirmar que México es, desde el punto de vista productivo, un país de micro y pequeñas empresas, no sólo en el rubro industrial, sino en todas las actividades económicas, tales como comercios, servicios, transportes, agricultura, ganadería, etcétera.

En el sector industrial su estructura puede ser establecida según los datos encontrados en los censos económicos del INEGI de diversos años, en base a tres subsectores fundamentales:

1.- Construcción

2.- Minería

3.- Manufacturas

y del total de la industria manufacturera se puede desglosar en sus respectivas ramas industriales (para la micro, pequeña, mediana y gran industria):

  • Industria alimenticia

  • Industria textil

  • Industria de la madera

  • Industria editorial

  • Industria química

  • Industria de los minerales no metálicos

  • Industrias metálicas-básicas

  • Industrias de productos metálicos, maquinaria y equipo; y

  • Otras industrias manufactureras.

Las estadísticas utilizadas en el análisis para los años de 1985, 1989 y 1993 corresponden a la estructura mencionada; sin embargo, esta no es aplicada para los datos de 1997, pues para dicho año las cifras proceden de la Dirección General de Promoción de las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas y de Desarrollo Regional (SECOFI) y toman en consideración a la industria manufacturera dividida en las siguientes ramas de actividad:

  • Alimentos

  • Bebidas

  • Tabaco

  • Textil

  • Prendas de vestir

  • Calzado y cuero

  • Productos de madera

  • Muebles y accesorios de madera

  • Papel

  • Editorial e imprenta

  • Química

  • Petroquímica

  • Hule y plástico

  • Minerales no metálicos

  • Metálica básica

  • Productos metálicos

  • Maquinaria y equipo no eléctrico

  • Maquinaria y aparatos eléctricos

  • Equipo de transporte; y

  • Otras manufacturas.

Asimismo, dentro del propio Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) en el censo económico 1988-1994 existe un desglose y estructura diferente a los observados y según las actividades es el siguiente:

  • Nixtamal

  • Estructuras metálicas

  • Prendas de vestir

  • Panaderías

  • Muebles

  • Imprenta

  • Lácteos

  • Envases

  • Hilados

  • Confección

  • Cemento

  • Industrias de la carne

  • Otras manufacturas

  • Materiales de arcilla

  • Alfarería / cerámica; y

  • Otros alimentos.

3.2 Magnitud de la "Pequeña Empresa"

La importancia de las micro, pequeñas y medianas empresas reside en la aportación que hacen al Valor Bruto de la Producción, a la generación de empleo, en el número de establecimientos y al abastecimiento de aquellos nichos de mercado no cubiertos por la gran industria, entre otros. El valor de dichas aportaciones en el ámbito nacional, así como en el número de establecimientos diseminados por todo el país nos dará un mejor panorama de su dimensión e importancia, además de servir como elemento base para una comparación con algunos países en un capítulo posterior.

Ahora, antes de comenzar debemos reconocer que las cifras manejadas en diversas fuentes en nuestro país, aún siendo oficiales, no siempre coinciden y ello genera dificultades para el análisis y la conformación de estadísticas confiables. En este sentido, las estadísticas oficiales sobre producción y empleo del INEGI y las que se elaboran sobre número de empresas y población ocupada a través de los registros del IMSS es un universo parcial y limitado de lo que realmente sucede en el sistema económico. Dicho subregistro incluye al sector formal que omite registro de transacciones económicas: ventas y compras de bienes y servicios para evadir impuestos o eludir reparto de utilidades. Pero aún existiendo diferencias en los datos, todos muestran la innegable importancia que revisten los pequeños negocios en la economía mexicana no sólo en estos últimos años, sino desde tiempo atrás, tal como se podrá constatar en los siguientes renglones.

Las evidencias estadísticas disponibles expresan que uno de los rasgos distintivos del desarrollo de la economía mexicana ha sido el crecimiento de las "firmas pequeñas" en todos los ámbitos: industrial, finanzas, bienes raíces, servicios personales, etcétera. Aún en contra de las dificultades enfrentadas en el contexto nacional, como consecuencia del entorno internacional adverso de la década de los años ochenta (suspensión del flujo voluntario del crédito exterior, caída de nuestras exportaciones petroleras, incremento de las tasas internacionales de interés, etcétera, que repercutieron negativamente en el equilibrio de la economía) por la llamada globalización de la economía, las firmas pequeñas, en general, formaron parte significativa del crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB); durante los primeros años de la década de los años noventa aportaban alrededor del 17% del Valor Bruto de la Producción Manufacturera las empresas de hasta 100 trabajadores (Ruiz Durán C., 1995) y alrededor del 40% del PIB manufacturero si se toman en cuenta las empresas de hasta 250 trabajadores (El Mercado de Valores, No.6, 1991, p.p. 3-12).

Pero para tener una perspectiva más amplia remontémonos a 1985 y observemos el panorama que ofrecía la planta productiva en México. Las cifras[4]correspondientes a ese año nos muestran que de los 135"037 establecimientos existentes en el sector industrial, 132 mil 845 eran Pymes, es decir, representaban 98.4% del total y la mega empresa sólo 1.6%; la microempresa abarcaba 82.7%, la pequeña 13.5% y la mediana 2.2% del total nacional de negocios industriales. Después de cuatro años, en 1989, las proporciones de la gran industria y las firmas pequeñas se mantuvieron constantes, aunque la micro incrementó su porcentaje a 85.2% y la pequeña y mediana industria lo disminuyeron a 11.1% y 2.1%, respectivamente; en términos absolutos la micro pasó de 111 mil 665 a 124 mil 604 establecimientos, la pequeña de 18"149 a 16"172, la mediana de 3"031 a 3"133, la grande de 2"192 a 2"307, y el total nacional llegó a 146 mil 216 unidades productivas, lo cual significó un incremento de 11 mil 179 unidades, todo respecto a 1985.

Asimismo, si observamos lo que sucedió de 1989 a 1993, en lo que a planta productiva se refiere, encontraremos cambios muy marcados. El total de negocios industriales llegó a 268 mil 878 en 1993, lo cual representó un incremento del 83.9% o 122 mil 662 unidades más en valores absolutos. La participación porcentual de cada estrato respecto al total de 1993 quedó de la manera siguiente: la microempresa fue el único nivel que avanzó hasta alcanzar 91.64%, en contraste la pequeña industria se redujo a 6.31% y la mediana a 1.18% (no obstante, los "pequeños negocios" en conjunto representaron 99.14% del total nacional), en tanto la gran empresa se contrajo a sólo 0.86%. Sin embargo, en términos absolutos todos los niveles aumentaron, aunque menos que proporcionalmente al incremento de los microestablecimientos. Para 1993 la microindustria contaba entre sus filas con 246 mil 403 establecimientos (121"799 más que en 1989), la pequeña sólo 16 mil 974 (802 unidades más), la mediana 51 negocios más (es decir, llegó a 3"184), y la gran industria alcanzó las 2 mil 317 unidades (10 más respecto a 1989).

Para realizar el análisis correspondiente a febrero de 1997 en comparación a 1993, recurriré a los porcentajes más generales, pues al provenir los datos de diferentes fuentes difieren y ello conduciría inequívocamente a una información poco confiable. Así pues, únicamente las cifras corroboran la importancia que mantienen las Pymes en 1997 en la conformación de la planta productiva nacional al representar 97.66% de la unidades industriales en el país y la gran empresa el restante 2.34%; lo anterior confirma la tendencia que se observa en años anteriores y uno de los rasgos distintivos: el predominio de pequeños negocios en la estructura industrial nacional.

El gran peso de las "empresas pequeñas" en términos de lo hasta aquí planteado no constituye el único aspecto por el que despiertan un especial interés en la economía mexicana. Es su enorme capacidad para generar empleos, a pesar del entorno adverso que enfrentan, otro elemento clave que merece ser analizado y realza su importancia en el contexto económico nacional.

En 1985, de los más de 3.14 millones de empleos que ofrecía el sector industrial, 45% los generaba el conjunto de las Pymes (10.2% las micro, 19.7% las pequeñas y 15.1% las medianas del total nacional) y el 55% restante lo ofrecía la gran industria. Asimismo, el promedio de empleados por establecimiento en la microindustria era de 3, en la pequeña de 34, de 157 en la mediana y en la grande 787, en tanto el promedio nacional industrial era de 23. Para 1989 el total nacional de personal ocupado en la industria se redujo 3.1% con relación al observado en 1985, es decir pasó de 3.14 a 3.05 millones, de éstos 52.4% lo aportaba la mega empresa (sufrió una caída de 2.6 puntos porcentuales) y 47.6% el conjunto de las micro, pequeñas y medianas empresas (12.1%, 19.7% y 15.53%, respectivamente), lo cual indica un incremento porcentual en la micro y mediana, y la pequeña empresa mantuvo el valor de 1985. El promedio de empleados por establecimiento en 1989 no se modificó de 3 en la micro, aumentó a 37 en la pequeña, disminuyó a 151 en la industria mediana y la gran empresa llegó a los 693 empleados por unidad económica (teniendo un retroceso de 94 respecto a 1985); en tanto el promedio total nacional en el sector industrial pasó de 23 a 21 en el mismo periodo.

Esta dinámica del empleo en el sector industrial en general y de las firmas pequeñas en particular, acusa una tendencia similar para el año de 1993. El total de personal ocupado por la industria osciló en torno a los 3.3 millones, 7.3% más que en 1989 y 4% más en relación a 1985; la gran industria proporcionó 44.81% del empleo, la mediana 15.22%, la pequeña 19.87% y 20.1% la microindustria (55.19% en suma los últimos tres rubros). La empresa micro mantuvo sin cambios su promedio de empleos por establecimiento, la pequeña pasó a 38, la mediana 156 y la grande continuó con su tendencia a la baja hasta llegar a los 632 empleos, y el promedio nacional se redujo a 12. Ya en febrero de 1997, y en base a los datos de la SECOFI, podemos observar que la gran industria representaba 55.7% del total de empleos que había en el sector industrial y el restante 44.3% lo absorbía el subtotal de las Pymes industriales; asimismo, el promedio de personal ocupado por unidad económica fue de 724 en la gran empresa, de 156 en la mediana, en la pequeña de 37 y de 4 en la microempresa.

Ahora, si analizamos los datos del periodo comprendido entre 1985 y 1993 podemos constatar que el considerable aumento en el número total de establecimientos en la industria (99.1%) está explicado en su gran mayoría por la creación de nuevas unidades económicas en la microempresa (134 mil 738), combinado con incrementos de 5% en la mediana y 5.7% en la gran empresa; la pequeña empresa es la única que tuvo 6.5% de retroceso en el periodo. Sin embargo, considerando ramas de actividad y tamaño de la empresa, no en todos los casos la caída de unidades productivas significó reducción de puestos de trabajo, ni todos los incrementos de establecimientos se reflejaron en un mayor nivel de empleos.

Podemos comprobar lo anterior al ver que la reducción de 1"175 unidades fabriles en la pequeña empresa tiene su contraparte en un aumento de 4.8% o 29 mil 487 nuevos empleos, elevándose en cuatro el promedio de empleos por establecimiento, todo respecto a 1985. El caso inverso sucede en la mega industria, pues a pesar de haber creado 125 nuevos negocios (5.7%), ha contraído su planta de empleados 15.1% y, por ende, su promedio personal ocupado / establecimientos cayó 155 unidades en el mismo periodo. La microempresa creó 120.7% más establecimientos y 104.1% de nuevos empleos, manteniendo en tres el empleo por establecimiento; la empresa mediana incrementó 5% su planta productiva y 4.5% la de empleados, disminuyendo en una unidad su promedio empleado por negocio; a nivel de sector industrial este promedio pasó de 23 a 12, teniendo una relación directa con 99.1% de nuevos negocios contra sólo 4% de nuevas fuentes de trabajo.

El análisis de las estadísticas señalan el bajo nivel de empleados por negocio que tienen las firmas pequeñas, y en especial las microempresas, en comparación al observado en las grandes; eso representa la verdadera diferencia abismal entre los estratos y la consecuente sobrevaloración de la importancia de la mega industria sobre las Pymes, sólo que esto es totalmente válido si consideramos el número de trabajadores que requiere cada una para su operación, pues el impacto sobre el empleo en la fase de instalación es mucho mayor en la grande que en la pequeña. Pero dicha importancia se diluye al considerar al conjunto de empresas de cada estrato, pues la "pequeña empresa" crea mucho más establecimientos que la grande (en el periodo 1985-1993 las Pymes crearon en conjunto 133 mil 716 nuevos establecimientos contra sólo 125 de la mega industria) y ello implica que esta expansión compense el bajo nivel de empleo que genera regularmente. Es entonces cuando se reafirma la importancia que tienen los pequeños negocios, aunado a su elevada aportación e impulso al crecimiento del empleo en el contexto nacional e internacional caracterizado por elevados índices de desempleo y la incipiente respuesta de la gran industria al problema.

Una razón que justifica la raquítica dinámica del empleo de la gran empresa, sin poder generalizar, es el proceso de internacionalización de la economía que les ha planteado la urgente necesidad de convertirse tecnológicamente, automatizar y hacer más eficiente su proceso productivo, aprovechar la producción en masa y las economías de escala, elevando su productividad y calidad, y reduciendo precios para poder ser competitivos a nivel internacional, lo cual supone en muchos casos el ahorro del factor trabajo.

3.3 Caracterización de las "Firmas Pequeñas"

Evidentemente una de las características de la "pequeña empresa" en México, al igual que en todo el mundo, es su reducido requerimiento del factor capital para establecer un nuevo negocio en comparación con las enormes necesidades de las grandes unidades productivas. En general, es posible afirmar que para crear un impacto en el empleo similar al generado por una gran industria en la fase de instalación, es necesario establecer mucho más negocios pequeños, pero su costo en términos de capital seguiría siendo menor; algo similar ocurre si se intenta crear un empleo adicional, el desembolso de recursos es considerablemente mayor en la gran empresa en contraste con lo que sucede en los pequeños negocios. Esto confirma que al impulsar el crecimiento y desarrollo de las firmas pequeñas se hace lo mismo, sólo que indirectamente, con el crecimiento del empleo y la equidad.

Otra característica fundamental de las firmas pequeñas en nuestro país es la utilización de tecnología tradicional o poco sofisticada, por lo cual carecen en muchos casos de la fortaleza tecnológica que caracteriza a las mismas en los países más industrializados. En otras palabras, la gran mayoría de estas industrias pueden considerarse de subsistencia o supervivencia. En México el multicitado estrato empresarial desempeña una intensa labor y utiliza técnicas de producción relativamente sencillas (derivadas en muchas ocasiones de una tecnología obsoleta) que se han adaptado a la abundancia del factor trabajo y a la escasez de capital. Asimismo, se caracteriza por emplear a los miembros de la familia cercana o amigos (especialmente en las microindustrias), además de dar empleo a mujeres y jóvenes provenientes de áreas rurales o con poca experiencia, ya que requieren de mano de obra menos calificada por sus procesos de producción "más sencillos", pues no dependen de una tecnología más avanzada y compleja como la gran industria. Es decir, existe un bajo nivel de educación formal entre los trabajadores de estas empresas.[5]

Suponiendo un cambio cualitativo y cuantitativo en el uso de la tecnología en este estrato industrial, observaríamos, indudablemente, un sustancial incremento de la productividad, del valor agregado, de la producción misma y en los estándares de calidad, pero al mismo tiempo se presentaría una caída en el nivel de empleo (si es que nos apegamos a la tendencia vista anteriormente de la gran empresa, que al elevar su nivel tecnológico y su grado de mecanización, reduce su personal ocupado por unidad productiva) si no expande paralelamente su tamaño. La disyuntiva para los encargados de aplicar una política industrial se presenta entonces de la siguiente manera: el uso de tecnología de punta aumenta la competitividad, la productividad, el valor agregado, y en consecuencia, los márgenes de ganancia de la empresa y al mismo tiempo el desempleo; sin embargo, si no existe cambio tecnológico seguirá siendo un mecanismo de subsistencia a cambio de mantener el nivel de empleo.

Entonces debemos tomar en cuenta que en un país como México donde el recurso productivo más abundante es la mano de obra, y escaso el capital, no es adecuado dejar de lado dicha consideración para dar paso a un indiscriminado uso intensivo del capital que agrave el problema del desempleo que estamos viviendo. Por lo tanto, es necesario buscar los mecanismos y estrategias que permitan avanzar tecnológicamente sin sacrificar empleo.

Actualmente uno de los rasgos distintivos de las firmas pequeñas es que siguen ofreciendo menos prestaciones a sus empleados en relación a las grandes compañías y ello ha hecho difícil retener en sus filas a empleados altamente calificados. Los salarios que prevalecen son inferiores a los establecidos oficialmente, las jornadas laborales imperantes van, en ocasiones, más allá de las ocho horas y su producción es intermitente y fluctuante por la inestabilidad en la provisión de materias primas y la variación de los ingresos de los consumidores. La razón principal de que estas características persistan son los bajos márgenes de ganancia con que operan la mayoría, causando además la ausencia de un sistema administrativo, contable y de supervisión adecuado que las hace reafirmar su carácter altamente informal.

Asimismo, este estrato industrial se caracteriza por proporcionar sus bienes a segmentos de la población que no cuentan con los recursos económicos suficientes para adquirirlos de acuerdo a una marca o calidad reconocida. Es decir, cubren las necesidades y la demanda de nichos de mercado que no son abastecidos por la gran industria por considerarlos poco rentables o antieconómicos, debido al bajo precio al que comerciaría sus productos (pues los consumidores ubicados en esos sitios no son capaces de ofrecer un mayor precio), y marginales por la reducida demanda que tienen debido a el alto grado de dispersión de los mercados, lo que aumentaría sus costos de distribución y comercialización. Si las Pymes no cubrieran los requerimientos de estos mercados, los índices de desabasto serían muy grandes. Los bienes que ofrecen las pequeñas compañías muchas veces son de manera informal y a bajo costo, aunque a menudo esto se debe a los bajos estándares de calidad, por el tipo de insumos utilizados y su presentación (Spencer H., G, 1988).

Como hemos visto, muchas de estas empresas apuntan hacia un mercado local y regional, excepto un número muy reducido de ellas que se han modernizado y son las más dinámicas logrando traspasar con su producción las fronteras nacionales con una baja proporción y muy pocas con toda su producción[6]por lo cual su ubicación es la más idónea para coadyuvar a un desarrollo regional más equilibrado al generar nuevos centros de crecimiento e incrementar los empleos de la zona, convirtiéndose estos, a su vez, en fuentes adicionales de ingresos y de propiciar una mayor equidad.

México es un país en el cual la concentración de la industria se determina por parámetros urbanos y, por ende, demográficos, más que por polos de desarrollo industrial. Por lo tanto, se puede inferir que la mayor parte de las pequeñas empresas están vinculadas al crecimiento poblacional (como la industria de alimentos) y se ubican cerca de las mayores concentraciones humanas, donde también existen las mejores condiciones de infraestructura física y comunicación, además de tener garantizado un amplio mercado a bajos costos de distribución y comercialización. Pero esta concentración presenta sus dificultades si se toma en cuenta el factor competencia: al existir un elevado número de establecimientos productivos del mismo giro o de bienes sustitutos en una reducida área geográfica y con un mercado a todas luces con limites bien definidos (sin posibilidades de expansión en el corto plazo), la lucha por conservar, y en algunos casos ampliar, su segmento de mercado se vuelve encarnizada y a menudo destructiva para los competidores, además de provocar la rigidez de precios y, ante una capacidad instalada dada, bajos márgenes de utilidad.

Se pueden ilustrar algunas características hasta aquí señaladas de las firmas pequeñas en el caso de la Ciudad de Chalco, Estado de México: primero, es posible observar que la mayoría de las empresas aquí instaladas responden a la concentración poblacional y de la existencia de un mercado bien definido; segundo, algunas empresas tienen una estrategia "de acumulación" y tienen por finalidad aprovecharse de un mercado de pobreza, específico y cautivo; y, por otra parte, existe una táctica a menudo de corto plazo porque las empresas aquí son poco duraderas, de simple subsistencia y supervivencia. Aquí la pobreza no es explotada, sino asumida.[7]

Sin embargo, no podemos decir que todas las pequeñas empresas se concentran cerca de los centros urbanos como única característica, más bien se puede asegurar que se distinguen por encontrarse diseminadas en todo el territorio nacional y prácticamente en todas las actividades productivas. También es posible afirmar que muchas de estas empresas se concentran en actividades tradicionales como: textiles (que abastecen mercados poco sofisticados al emplear tecnología tradicional en su mayoría), calzado, industria química, alimentos, metal-mecánica, etcétera; y ésta característica da paso a otras muy vinculadas, el comportamiento del valor agregado y la productividad.

3.3.1 El Valor Agregado

En este apartado se ha señalado la baja participación de las Pymes en el Valor Bruto de la Producción Manufacturera, lo cual deriva del hecho que generan un valor agregado muy pobre, relacionándose directamente a un bajo nivel de productividad. No es difícil deducir la razón de dichos rasgos distintivos si analizamos las cifras del anexo final de éste trabajo, pues podremos observar que devienen del tipo de actividad industrial que realizan; en otras palabras, la mayor parte de las pequeñas industrias crean un menor valor agregado porque las más de las actividades en que se desenvuelven pueden considerarse de subsistencia y de utilización de tecnología poco sofisticada (entendida como aquella que no se encuentra a la vanguardia de la innovación o por lo menos cercana a ella), es decir, no hay actividades, en ninguna rama industrial, en cuyo proceso productivo la utilización de tecnología de punta sea común. La excepción a esta regla serían muy contadas empresas vinculadas al procesos de exportación, pues las exigencias de calidad, precio y volumen de producción son elevadas y, sin duda, ello las ha obligado a la conversión tecnológica para poder ser competitivas en los mercados internacionales y enfrentar con éxito la lucha con empresas similares de otros países e incluso corporaciones trasnacionales.

Si revisamos las estadísticas comprobaremos lo afirmado anteriormente; en 1985 de los 11 mil 640 miles de millones de pesos de valor agregado generado por el sector industrial, 75.4% era explicado por la gran empresa, 4.2% por la micro, 12.2% por la pequeña y 8.2% por la mediana; para 1989 las proporciones respectivas eran de 76%, 3.6%, 9.9% y 10.5%, de un total sectorial de 96 mil 076 miles de millones de pesos. Con esto queda claro el por qué de su baja participación en el valor bruto de la producción manufacturera, observando también que la micro y pequeña redujeron su aportación, aumentando en la mediana y gran empresa. Para 1989, el valor agregado ya estaba directamente relacionado con el tamaño de la empresa.

Ahora, el análisis por subsectores y ramas de actividad arrojan resultados parecidos, reforzando la tendencia observada: en 1985 y 1989, excepto el subsector de la construcción y la rama de la madera, todas las firmas pequeñas en sus respectivas ramas y el subsector de minería contribuían en su conjunto con menos del 50% del valor agregado total nacional de su correspondiente actividad, siendo, consecuentemente, la gran industria quien aportaba más allá del 50 por ciento.

Esta situación permite aseverar que el peso tan grande que tienen en el número de establecimientos no corresponde a los porcentajes que presentan en el empleo y mucho menos a su reducida importancia en la conformación del valor bruto de la producción. En un primer momento, al observar sólo los valores absolutos, se puede pensar que son las ramas tradicionales como la de alimentos, textiles y productos metálicos las que generan un alto valor agregado en 1985 y 1989, así como las que presentan un mayor incremento absoluto y porcentual, junto con la industria química, respecto al total nacional del sector industrial para el mismo periodo.

Sin embargo, conviene hacer una consideración sobre éste particular, si bien es cierto que las ramas aludidas presentan un valor absoluto alto, en particular alimentos, también es cierto que al sacar un promedio de ese valor en referencia al número de establecimientos o al personal ocupado de sus ramas correspondientes, la importancia mencionada se diluye rápidamente; la razón fundamental es que donde el número de unidades productivas y de empleados es mayor, al igual que los incrementos porcentuales de los mismos entre 1988 y 1989, es precisamente en las industrias alimenticia, textil y productos metálicos. Lo anterior deja al descubierto que son las actividades que generan un bajo nivel de productividad y valor agregado las que al mismo tiempo absorben gran parte de los negocios productivos y del empleo, del total de micro, pequeñas y medianas empresas industriales.

Los resultados y argumentos hasta aquí esgrimidos permiten observar que en las firmas pequeñas el valor agregado es apenas suficiente para darles la característica de subsistencia y que no les alcanza para crecer, pues su ubicación en actividades de baja productividad y valor agregado aunado a su reducida escala de producción y de mercado (que no tiene una elasticidad elevada en el corto plazo), provocan la obtención de utilidades muy reducidas, pues entonces su única vía de aumentarlas es el incremento del volumen de producción y resulta que su capacidad instalada no se expande fácilmente, lo cual no permite su capitalización (con flujos de recursos generados al interior) y modernización, manteniéndose las características aludidas y no permitiendo romper el circulo vicioso existente. Pero a pesar del contexto adverso al que han tenido que hacer frente en la economía mexicana, las pequeñas empresas se caracterizan porque en su mayoría han prevalecido e incluso crecido.

3.3.2 Un Breve Acercamiento Regional

Partes: 1, 2, 3, 4
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