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Expedición Vilcabamba: romanticismo, ciencia y aventura (página 7)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

El coronel inglés no pudo contener su curiosidad y encaminó sus pasos hacia la tan temida comunidad. Cinco días después, según él, los encontró:

"Eran hombres grandes y velludos, de brazos extremadamente largos y con frentes huidizas que empezaban en prominentes arcos superciliares; hombres en realidad de un tipo muy primitivo y completamente desnudos" [206]

Y prosigue:

"[…] Sus guaridas eran primitivas, y en ellas se agazapaban los salvajes de aspecto más ruin que había visto jamás. […] Brutos con aspecto de orangutanes, que parecían haber evolucionado muy poco sobre el nivel de las bestias […]. Eran horribles hombres-monos […], para quienes el lenguaje humano estaba más allá de sus facultades de comprensión" [207]

Y termina con su galería prehistórica, diciendo:

"Antes de partir supe que […] hacia el Este había otra tribu de caníbales, los Arupi, y hacia el N.E. otra más distante de gente pequeña y oscura, cubierta de pelo, que ensartaban a sus víctimas en un bambú sobre el fuego y una vez cocinadas les sacaban los trozos para comérselas […]. Yo había oído hablar antes de toda esta gente y ahora sé que las narraciones están bien fundadas" [208]

Las descripciones de Fawcett son significativas porque, en muy pocas líneas, condensan gran parte de los prejuicios racistas de su época (comunes en la mayoría de los grandes exploradores del siglo pasado), combinándolos con elementos de un imaginario que pueden rastrearse hasta bien entrada la edad antigua y medieval. Sus primitivos aborígenes encarnan el atraso, el salvajismo y la violencia que, a principios del siglo, solían atribuirse a los miembros de las comunidades prehistóricas, de los albores de la humanidad.

Las características del rostro (alargado, huidizo, con fuertes arcos superciliares), como también el aspecto tosco y velludo de los cuerpos desnudos, nos alejan bastante del mito roussoniano del "Buen Salvaje" y nos aproxima más a la estereotipada imagen que de los neandertales se tenía en las últimas décadas del siglo XIX. Encorvados, semi-estúpidos y violentos por naturaleza, los hombres-monos de Fawcett señalan no sólo contrastes, sino límites bien precisos entre la modernidad del hombre blanco y el salvajismo incivilizado del primitivo.

Por otra parte, la crónica del coronel inglés introduce un elemento, repetido hasta el cansancio en las novelas de aventuras, y es ese que hace referencia a la convivencia, en un mismo tiempo, de individuos pertenecientes a diferentes especies homínidas (cada una en su propio estadio evolutivo). Según Fawcett, la selva amazónica es un verdadero mosaico de razas. En ella pueden encontrarse grupos humanos semisalvajes, que comportan características propias de los niños (bondadosos, inocentes, pacíficos,… conquistables) y que facilitan la aplicación de una política paternalista por parte del sector maduro, civilizado y superior de los blancos. En el lado opuesto de la línea evolutiva están los hombres-monos, a los que cuesta ubicarlos dentro de la escala humana. Curiosamente, Conan Doyle utilizó (varios años antes) el mismo artificio para resaltar las capacidades intelectuales del europeo por sobre encima de negros, mestizos y, como él los denomina en su novela, los "monos-hombres".

Nadie encontró, después de Fawcett, a los Maricoxis, ni volvieron a reportarse hombres peludos en las Sierras de Parecis. Los elusivos "yetis" sudamericanos quedaron, pues, confinados al ámbito en el que siempre estuvieron: el de la literatura de viajes, la novela y la imaginación

Pero las puertas permanecen abiertas. Seguirán descubriéndose viejos sitios con nuevos ojos y a ellos continuaremos transfiriendo todos aquellos aspectos, preciados o despreciados, de nuestra propia cultura. El imaginario se adaptará a las circunstancias por venir, manteniendo siempre viva (en lo más profundo de nosotros mismos) la posibilidad de seguir soñando con otros mundos, con la diferencia, con lo ajeno. Porque "[…] por más que algunos afirmen que el mundo ha sido explorado en su totalidad […], la aventura bien podría estar a punto de comenzar"[209].

AGRADECIMIENTOS

Queremos agradecer muy profundamente a las siguientes instituciones y personas que, con tanta generosidad y paciencia, ayudaron a que la Expedición Vilcabamba '98 fuera una exitosa realidad:

Al señor Intendente Municipal de la ciudad de Mar del Plata, Prof. Elio Aprile, por confiar en nosotros y declarar a nuestro proyecto de Interés Municipal, colaborando activamente en la publicación de este libro; a la Secretaría de Turismo de la Ciudad de Mar del Plata, quien por intermedio de su director, señor Carlos Patrani, tuvo la generosidad de concedernos el título de "Embajadores Turísticos de la Ciudad", permitiéndonos realizar contactos en el Cusco, en el ámbito oficial. Gracias a la señora Norma Mario, Jefa del Departamento de Relaciones Institucionales de la Municipalidad de General Pueyrredón, su fe, entusiasmo, paciencia y generosa amistad permitieron que la expedición se llevara a cabo.

Muchísimas gracias al señor Fernando Cuesta, Secretario General de la Asociación Bancaria Delegación Mar del Plata, quien supo en primerísima instancia darnos el espaldarazo inicial para encarar esta emocionante iniciativa exploratoria. Su apoyo incondicional hizo que "La Bancaria" se convirtiera en la institución que apadrinara nuestro proyecto. Muchas gracias, también, al señor Claudio Bocero, Secretario de Educación de la Asociación Bancaria, que nos permitió acceder a los medios de comunicación locales, haciendo de la expedición un proyecto genuinamente local; y agradecer a la Asociación Bancaria de la República Argentina en general, por habernos equipado de todas las vacunas y medicamentos necesarios para ingresar en la selva

Asimismo, estamos en deuda con el Instituto de Educación Superior Universitas de Mar del Plata, quien a través de sus autoridades, el Prof. Mario Mainardis, Prof. Alejandra Andrade y Prof. Cristina Rosaroli, contribuyó moral y económicamente con la expedición. Del mismo modo, va nuestro más profundo agradecimiento al plantel docente y no docente del Colegio Universitas, queriendo personalizar las gracias en las personas de Cristina Paderni, Virginia, Claudia, Cristina y Sandro.

Gracias a la señora Ada Gaibe, por su desinteresado apoyo y colaboración. Del mismo modo, agradecemos las gestiones hechas por el señor Director de CENS Nº 25 de Mar del Plata, Prof. José Luis Arias y a los alumnos de dicha institución educacional, muy particularmente a Isabel Cáceres, Mirta Borlandelli, María Cristina García, Pablo Guazzeti, Claudia López, Ariel Martínez, Julio Oro, Liliana Levy, Silvia Romero, Ana Sutera, Ester Tort, Miguel Vidal, Guillermo Recockfki, Verónica García, Corrían Rodríguez, Ester Toledo, María Vega, Mariano Sánchez, Jorge Coria y Patricia de Llames.

Gracias al señor Francisco Rodríguez Santos (Frank), promotor y consejero, quien con su romanticismo y empuje siempre estuvo a nuestro lado, alentándonos en los momentos más difíciles. Es él, seguramente, el cuarto integrante de esta expedición.

Gracias al Diario La Capital y al señor Tanni Kessler, periodista que oficializara a la expedición a través de un importante artículo periodístico. Va también nuestro agradecimiento al diario El Atlántico y al señor Claudio Avellaneda, por hacernos varias notas en los inicios mismos del proyecto.

Muchas gracias al Instituto Nacional de Epidemiología y a los Doctores Padula y Cotela, quienes nos asesoraron respecto de las prevenciones a tener en cuenta frente a las enfermedades tropicales y a la Delegación de Puertos y Fronteras, por la aplicación de las vacunas necesarias. También estamos en deuda con el Lic. Juan Farina, entomólogo del Museo de Ciencias Naturales, por sus consejos preventivos respecto de insectos selváticos, y al Lic. Patricio de la Gamba, de la Subsecretaria de Medio Ambiente de la Municipalidad de General Pueyrredón, por su interesante charla sobre ofidios. Todos sus consejos fueron muy tenidos en cuenta a lo largo del viaje. Gracias al Lic. Leonardo Giampietri por sus contactos y apoyo.

Queremos agradecer a los periodistas y comunicadores de la ciudad, quienes nos cedieron generosamente sus espacios de trabajo para comentar y difundir el proyecto. Va nuestro agradecimiento al señor Ricardo Pérez Bastida, señora Silvia Chumilla, señor Eduardo Zanolli, Ingeniero Zaqueo y señor Eduardo Alem.

Por otra parte, muchísimas gracias a las siguientes personas, por el tiempo y colaboración que nos brindaron: Adrián Palomo, Fernando Celzo, Mauro Scandali y Ezequiel González (por diagramar en computadora el logotipo de la expedición); César Giulinao (por transcribir, en más de una oportunidad, los bocetos iniciales del proyecto); Prof. Susana Pruneda (por sus servicios en computación); señores Paulo y Fabián, experimentados escaladores marplatenses que nos prestaran el instrumental de medición necesario.

Asimismo queremos agradecer al señor Ruggiero Giovanni y su empresa por la generosa contribución que hizo al entregarnos el material fotográfico, necesario para plasmar toda la expedición.

Muchas gracias al señor Tito Balbuena, por su colaboración y amistad incondicional. Gracias al Club de Padres del Colegio Arturo Illia de Mar del Plata, por el servicio de telex y a las siguientes Instituciones educativas: Colegio Galileo Galilei; Colegio Illia; Colegio Huinco, Colegio Pueyrredón; EDEM Nº 10 Y Colegio Nº 66, por el apoyo que constantemente recibimos de todas ellas.

Ya en el exterior, queremos dar nuestro más profundo agradecimiento al Ingeniero Enrique Palomino Díaz, historiador y proyectista cuzqueño que nos abriera muchas puertas en el Perú; al Dr. Manuel Chávez Ballón, célebre arqueólogo peruano que desde su experiencia siempre nos apuntaló y entusiasmó; gracias a nuestro guía y amigo Francisco Cobos Umeres y a los arrieros, Jorge Quintanilla y Renato Pampañaupa Paniagua.

Muchas gracias al Dr. Fermín Díaz y al Lic. Wilfredo Yépes Valdés, autoridades departamentales del Instituto Nacional de Cultura de Cusco, por la autorización brindada a la expedición y por la aprobación dada a sus objetivos.

Gracias a la Municipalidad de la Ciudad de Quillabamba y a su alcalde, señor José Figueroa, por el apoyo brindado. También va nuestra gratitud al Ingeniero Fredy Guillén Pacheco, jefe del Proyecto Integral de Desarrollo La Convención Región Inca, por su generosa ayuda.

Finalmente, deseamos hacer público nuestro más profundo agradecimiento a la señora Rebecca Martin, Directora del Consejo de Exploración de la National Geographic Society, por haber aprobado nuestra iniciativa como "muy interesante", dejando abierta la posibilidad de trabajar junto con tan prestigiosa institución en el futuro.

Ya para terminar, muchas gracias a quienes, preocupados pero resignados, nos impulsaron a que la expedición fuera una realidad, ya que sin ellos nada hubiera sido posible: nuestras esposas, hijos y padres.

FJSR, ECR Y JCG

MARZO DE 1999.

 

 

 

Autor:

Fernando Jorge Soto Roland

Profesor en Historia, explorador arqueológico

 

[1] Nota: El concepto de ?rea goza, siguiendo lo expuesto por Luis Lumbreras en su obra Arqueolog?a de la Am?rica Andina (Editorial Millia, Lima, Per?, 1981), de una significaci?n geogr?fica; es pues, una superficie comprendida dentro de un per?metro dado. Pero, el concepto de ?rea cultural, que surgi? dentro de la etnograf?a norteamericana por la necesidad existente en los museos, se ha venido usando, desde hace un buen tiempo, para definir un territorio dentro del cual se encuentran un conjunto de elementos culturales cuya recurrencia establece una especie de patr?n que define al ?rea y permite precisar su per?metro o ?mbito. As?, pues, un ?rea cultural se identifica haciendo una lista de elementos culturales comunes (cer?mica, arquitectura, tejido, etc.) y estudiando su distribuci?n espacial. Seg?n indica Henri Lehman en su sint?tico librito Las Culturas Precolombinas, se pueden distinguir, grosso modo, tres grandes ?reas culturales: Mesoam?rica (que comprender?a M?xico, Guatemala, Honduras y una porci?n de Nicaragua); Circuncaribe (que comprende Las Antillas, los pa?ses meridionales de Am?rica Central y las costas atl?nticas de Colombia y Venezuela), y el ?rea Andina (que abarcar?a una extensi?n territorial que ir?a desde el sur de Chile hasta Colombia por el norte; incluyendo los actuales pa?ses de Per?, Bolivia, Ecuador y noroeste de Argentina).

[2] Para una visi?n general de todas las culturas pre-incaicas, v?ase: Kauffmann Doig, Federico, Manual de Arqueolog?a Peruana, Ediciones Peisa, Per?, 1983. Lumbreras, Luis, Los Or?genes de la Civilizaci?n de Per?, Ed. Milla, Lima, 1979. Paternosto, C?sar, Piedra Abstracta, Fondo de Cultura Econ?mica, Buenos Aires, 1989, Cap. I, pp. 11-47. Sondereguer, C?sar, El Monumentalismo de Amerindia, Editorial Ayllu SRL. , Buenos Aires, 1988. Samaniego, Lorenzo, Sech?n y Chav?n, Ediciones Casma, Per?, 1984. Ossio, Juan, Los Indios del Per?, Editorial Mapfre, Madrid, 1992, Cap. I, pp. 23-73. Pinillo, Alberto. , Chan Chan, Visi?n de la metr?poli del Valle del Chimor, Trujillo Per?, 1983. Gilardi, Angela, Per?: Manual de simbolismo y arqueolog?a, Editorial Nueva Acr?polis, Madrid, 1981. Shobinger, Juan, Las religiones precolombinas, Editorial Almagesto, Buenos Aires, 1992.

[3] Tahua es cuatro y suyu regi?n. El afijo ntin denota uni?n. Con el centro en Cusco, el vasto territorio se divid?a en: Chinchaysuyu al norte; Collasuyu al sur; Contisuyu al oeste y Antisuyu al Este.

[4] Existen las m?s variadas, disparatadas y ver?dicas teor?as acerca de qu? significa Qosqo. Seg?n el cronista Garcilazo de la Vega, Qosqo significa "El Ombligo del Mundo", lugar desde donde se inici? la creaci?n. Otro cronista espa?ol, Sarmiento de Gamboa, dice que el real sentido de la palabra fue "mont?n de piedras" o "manera m?gica de ocupar un espacio". Fernando de Montesinos la traduce como "amontonamiento de piedras". A criterio de Juan de Betanzos, "ser?a el nombre propio de un personaje m?tico". Por ?ltimo, y dejando a los cronistas de los siglos XVI y XVII, el ling?ista franc?s C?sar Itier tradujo, en 1991, la palabra Qosqo, como "pantano". Cabe indicar que el historiador peruano Tamayo Herrera alude a que la regi?n del valle era un tanto pantanosa antes de la llegada de los incas, y que el primitivo Qosqo era pobre y modesto, sin la magnificencia que tendr?a posteriormente.

[5] Nota: Respecto del origen cusque?o de los incas existe, actualmente una enconada discusi?n. Est?n los aloctonistas que les adjudican un origen extra cusque?o (Mar?a Rostworowski, Max Hern?ndez; Manuel Ch?vez Ball?n); y los autoctonistas, quienes afirman que los incas fueron oriundos del Valle del Qosqo (V?ctor Angles Vargas, Barreda Murillo). ?stos ?ltimos son minor?a.

[6] La siguiente periodizaci?n de la cultura Inca est? tomada de la obra de Jos? Tamayo Herrera Historia Regional del Qosqo, Tomos I y II, Municipalidad del Qosqo, Cusco, 1992.

[7] Ellos fueron: Manco C?pac (1200-1230); Sinchi Roca (1230-1260); Lloque Yupanqui (1260-1300); Mayta C?pac (1300-1320); C?pac Yupanqui (1320-1350); Inca Roca (1350-1380); Yahuar Huaca (1380-1410) y Hatun Topa o Huiracocha (1410-1438). Todas las fechas son aproximadas y brindadas por el arque?logo peruano Federico Kauffmann Doig.

[8] Pachacuti (1438-1471); T?pac Yupanqui (1471-1493); Huayna C?pac (1493-1527); Hu?scar (1527-1532) y Atahualpa (1527-1533).

[9] Para ver las diversas teor?as sobre la expansi?n imperial de los incas recomendamos leer el libro de Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest, Religi?n e Imperio, Editorial Alianza, Madrid, 1988.

[10] V?ase, Mar?a Rostworowski de Diez Canseco, Historia del Tahuantinsuyu, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1992.

[11] La ?nica medida centralizadora, dice Mar?a Rostworowski, que el Inca ordenaba era la implantaci?n de una misma lengua en todos sus territorios: el quechua o Runa Simi ("La Lengua del Hombre"). La intenci?n era facilitar el trato y la administraci?n ante la pluralidad de idiomas y dialectos locales, pero no se puede sostener si en el intento existi?, realmente, una idea de cohesi?n.

[12] Para conocer con detenimiento las causas de la ca?da del Tahuantinsuyu v?ase: Guill?n, Edmundo, La Guerra de Reconquista Inca, Lima, Per?, C?p. I; Rostworowski, Mar?a, Historia del Tahuantinsuyu, op.cit.; Conrad, G. y Demarest, A., op.cit.; Vega, Juan Jos?, Los Incas Frente a Espa?a. Las guerras de resistencia 1531-1544, Editorial Peisa, Lima, Per?, 1992; Rostworowski, Mar?a, Ensayos de Historia Andina. Elites, Etnias, Recursos, IEP, Lima, Per?, 1993; Espinoza Soriano, Waldemar, Los Incas. Econom?a, Sociedad y Estado en la Era del Tahuantinsuyo, Editores Amaru, Per?, 1990; Espinoza Soriano, Waldemar, La destrucci?n del Imperio de los Incas, Editores Amaru, Per?, 1990; Todorov, Tzvetan, La Conquista de Am?rica. El Problema del Otro, Editorial Siglo XXI, M?xico, 1992.

[13] V?ase: Cipolla, Carlo M. y otros, La decadencia Econ?mica de los Imperios, Editorial Alianza, Madrid, 1979.

[14] Apu Kon Titi Wira Kocha ("Se?or Supremo del Fuego, de la Tierra, del Agua y de Todo lo Creado"), seg?n se descompone su nombre etimol?gicamente, es el Dios creador por excelencia, dentro del poblad?simo pante?n de los incas. Seg?n el historiador de las religiones Mircea Eliade, Viracocha puede ser definido como el t?pico "Dios Lejano", es decir, aquel que tiende a desaparecer del culto una vez de creado el cosmos, la vida y el hombre. Estos dioses se retiran de la escena, dejando en la Tierra a su hijo, o emisario, para acabar de perfeccionar la Creaci?n. De esta forma, el Ser Supremo pierde actualidad, se ausenta del culto cotidiano, por m?s que se lo recuerde en momentos dif?ciles o se mantenga una adoraci?n reducida en selectos grupos de sacerdotes. De acuerdo con el mito incaico, Viracocha, divinidad creadora del Qosqo, procedente del lago Titicaca, habr?a desaparecido intern?ndose en el mar (siguiendo el camino del sol) y prometiendo volver. (NOTA: respecto de la importancia de Viracocha dentro de la cosmovisi?n incaica existen controversias sumamente interesantes. V?ase, al respecto: Mar?a Rostworowski, Estructuras Andinas del Poder. Ideolog?a religiosa y pol?tica, IEP, Lima, 1988.

[15] Sobre el impacto de las enfermedades en la conquista de Am?rica v?ase: Crosby, Alfred, Imperialismo Ecol?gico. La expansi?n biol?gica de Europa, 900-1900, Editorial Cr?tica, Barcelona, 1988; McNeill, William, Plagas y Pueblos, Editorial Siglo XXI, Madrid, 1983.

[16] Vega, Juan Jos?, Los Incas frente a Espa?a, Editorial Peisa, Per?, 1992, p?g. 60.

[17] El valle de Yucay, o Valle Sagrado de los Incas, est? ubicado a pocos kil?metros del Cusco. Es recorrido por el r?o m?s sagrado del Per? incaico, el Urubamba, y a su vera se levantan centros y fortificaciones incaicas formidables, tales como Pisac y Ollantaytambo.

[18] Seg?n algunos especialistas, la demora estuvo causada por la proximidad del plenilunio, que los incas celebraban puntualmente; y que en 1536 cay? el 5 de mayo. Esto muestra que la cosmovisi?n incaica estaba impregnada de una profunda religiosidad, y que conceb?an a la guerra de una manera diferente a los europeos. La guerra ten?a mucho de ritual.

[19] A partir de c?lculos astron?micos se ha podido fijar esta victoria espa?ola para el 18 de mayo de 1536, fecha en la que se celebraba las v?speras a la Luna nueva.

[20] En agosto de 1536 se pudo haber dado fin a la conquista espa?ola en el Tahuantinsuyo, pero el fracaso militar del 31 de ese mes, sign? el futuro del Per? para siempre. Se especula que el cerco de lima se levant? por cuestiones rituales (el 31 de agosto coincid?a con el novilunio, momento en que los incas no luchaban), pero seg?n consta en ciertos documentos el fracaso se debi? a la demora de los ej?rcitos de los Huancas (etnia que luchaba del lado de los incas y que termin? por desertar al bando espa?ol).

[21] Rowe, John, "Machu Picchu a la luz de los documentos del siglo XVI", en Kuntur, Per? en la Cultura, N?4, marzo/abril 1987, editado por Arte Press.

[22] Reci?n a principio del siglo XX se abri? la ruta que hoy une la ciudad de Quillabamba con el Cusco, siguiendo el curso del r?o Urubamba. Eso fue lo que le permiti? al profesor Hiram Bingham descubrir Machu Picchu en 1911.

[23] Durante la d?cada de 1980 esta regi?n recibi? el azote de la guerrilla mao?sta del Sendero Luminoso. El terrorismo caus? muchas muertes en la zona y a?n hoy en d?a (1998), ciertos lugares siguen manteniendo la inquietante etiqueta de "Zona Roja".

[24] "Cosmovisi?n", o forma de ver e interpretar el mundo y la realidad circundante, constituye un concepto clave para poder explicar los contrastes entre los pueblos precolombinos y los occidentales (europeos). A modo de s?ntesis es posible detectar, a lo largo del tiempo, dos cosmovisiones diferentes: la teoc?ntrica y la antropoc?ntrica. En el primer caso, el "Mundo" es explicado a partir de la intervenci?n de fuerzas superiores (los dioses, o Dios). Se practica una especie de pante?smo en donde todo tiene una connotaci?n sagrada, especialmente la naturaleza, a que el hombre se siente ligado como una parte m?s de ella. Dentro de la cosmovisi?n teoc?ntrica la idea de individuo, tal y como nosotros la concebimos, no existe. Lo importante es el todo, la comunidad; y ?sta, inserta en el pa?o infinito del Cosmos. Como alguien dijo una vez: en este tipo de sociedades, cada cosa (incluido el hombre) importa, siempre y cuando sea parte de algo superior que lo contenga y abarque. Es una hebra m?s del inmenso pa?o del universo; con una importancia id?ntica a una piedra, un ?rbol o un r?o. La uni?n entre la Naturaleza y el hombre es un hecho. Adem?s, dentro de esta cosmovisi?n m?tica y totalizadora, no hay ruptura entre el orden social y el orden sobrenatural; de all? la reciprocidad hombre / mundo y la necesidad de actuar en armon?a con el medio circundante. La naturaleza revela siempre la presencia de potencias superiores. En cambio, en la cosmovisi?n antropoc?ntrica, lo que importa es el Hombre en s? mismo. Las relaciones con lo natural se fracturan, se pierde el respeto reverencial antes existente y el ser humano se convierte en "la medida de todas las cosas".

[25] Incluso la ubicaci?n de la ciudadela de Machu Picchu ha sido interpretada siguiendo el enorme peso que la regi?n tuvo dentro del culto solar (Inti), impuesto por el gobierno de Pachacuti Inca Yupanqui.

[26] V?ase: Bingham, Hiram, La Ciudad Perdida de los Incas, Editorial Zig – Zag, Chile, 1950.

[27] Seg?n indican los investigadores cusque?os Fernando y Edgard Elorrieta Salazar ( La gran pir?mide de Pacaritanpu. Entes y campos de poder en los Andes Cusco, Per?, 1992, pp. 150-151): "La asociaci?n de ?rboles y ancestros u or?genes se pone de manifiesto en los propios mitos de origen de los incas". Por otro lado, "Muchos ?rboles tenidos por sagrados se tornaban en or?culos y eran objeto de un constante peregrinaje. La relaci?n asociativa entre ?rboles y or?culos es mencionada y graficada por numerosos cronistas."

[28] Valc?rcel, Luis E., Machu Picchu, Eudeba, Buenos Aires, 1978.

[29] V?ase: Regalado de Hurtado, Liliana, Religi?n y Evangelizaci?n en Vilcabamba 1572-1602, Pontificia Universidad Cat?lica del Per?, Fondo Editorial, 1992.

[30] Betanzos, Juan de, Suma y narraci?n de los incas, segunda parte, C?p. XXXIII: 308, edici?n y notas de Mar?a del Carmen Rubio, Madrid.

[31] V?ase: Guill?n Edmundo, La Guerra de reconquista Inka, Lima, 1994, pp. 134-135.

[32] Taqui Ongoy (o Taqui Onqoy) significa "baile o canto de la enfermedad", ya que los sacerdotes enviados por el Inca practicaban una danza ext?tica por medio de la se sent?an pose?dos por las huacas, convirti?ndose as? en sus mensajeros.

[33] Ossio, Juan, Los indios del Per?, Colecciones MAPFRE, Madrid, 1992, pp.178-197.

[34] V?ase: Duviols, Pierre, La Destrucci?n de las Religiones Andinas, UNAM, M?xico, 1977.

[35] En su cr?nica, Fray Mart?n de Mur?a (fs. 258,259,260 y 261) escribe: "Otro d?a de ma?ana, que fue d?a de se[?o]r S. Joan Baptista, veynte y cuatro de junio de mil quinientos y setenta y dos, el general Mart?n hurtado de Arbieto mand? poner en ordenanza toda la gente del campo por sus compa??as, con sus capitanes y los indios amigos, lo mismo con sus generales (…) y los dem?s capitanes con sus banderas, y en ordenanza se marcho llevando en artiller?a, y caminando entraron a las diez del d?a en el pueblo de Vilca Bamba todos a pie, que es tierra asper?sima y fragosa y no para caballos de ninguna manera. Hall?se todo el pueblo saqueado, de suerte que si los espa?oles lo hubieran hecho no estuviera peor, porque los indios e indias se huyeron todos y se metieron en la monta?a llebando todo lo que pudieron, y lo dem?s de comida y ma?z que estaban en los dep?sitos lo quemaron y abrasaron, de suerte que estaba quando lleg? humeando y la casa del sol donde estaba su principal ydolo quemada(…)".

[36] Paternosto, C?sar, Piedra Abstracta. La escultura Inca: Una Visi?n Contempor?nea, Fondo de Cultura Econ?mica, Argentina, 1989, p?g. 127.

[37] Nota: De ah? el nombre de Puquiura, "lugar de manantiales".

[38] Testimonio recogido en Puquiura de boca de Francisco Cobos Umeres. Archivo del autor.

[39] Es notable la fuerza de la tradici?n en esa zona. Efectivamente, todas las casas y chozas que pudimos conocer a lo largo del viaje, ten?an un perro negro. Y la raz?n era la misma relatada por Pancho.

[40] Calancha, Fray Antonio de la, Cr?nica Moralizadora del orden de San Agust?n en Per?, Barcelona, 1969, IV, II, p?g. 796.

[41] Nota: Seg?n hemos averiguado, la gran piedra blanca, o Yuracrumi, segu?a siendo reverenciada a principios del siglo XX, por gente de la vecindad.

[42] Si bien el dibujo a "mano alzada" puede resultar un tanto anacr?nico hoy en d?a, es una pr?ctica que siempre recomiendo puesto que se convierte en la mejor t?cnica para el recuerdo de detalles que uno pueda imaginar.

[43] En los meses de agosto/setiembre de 1997 se lanz? al mundo v?a Internet la noticia de que dos ciudadelas incaicas (Pampaconas y Rangalla) hab?an sido descubiertas por el equipo de la Doctora Mar?a del Carmen Mart?n Rubio y el Doctor Santiago del valle Chousa. La iniciativa llevaba por nombre Expedici?n Juan de Betanzos/Vilcabamba '97 y estaba subvencionada por importantes empresas espa?olas.

[44] El hallazgo fue denunciado en una carta que les remiti?ramos a las autoridades del INC, a mediados de setiembre de 1998, y dirigida al Lic. Wilfredo Y?pes.

[45] Las ruinas de Vilcabamba se levantan a 1.400 m.s.n.m.

[46] Escuchados personalmente por el autor, de boca de ambas familias.

[47] En lengua machiguenga, "Eromboni" significa, precisamente, "ruinas".

[48] Mur?a, fray Mart?n de, Historia del origen y genealog?a real de los reyes incas del Per? [1590], edici?n 1946, Fol. 172, 15.

[49] Mur?a, op.cit. Fol.172, 20-25.

[50] Angles Vargas, V?ctor, El Paititi no Existe, Imprenta Amauta SRL. , Cusco, 1992.

[51] Testimonio oral recogido el d?a 17 de julio de 1998, en el aeropuerto Internacional de Ezeiza, Buenos Aires, Argentina, de boca del se?or Felipe Guti?rrez Sevilla. Archivo personal del autor.

[52] Flores Ochoa, Jorge A., "Taytacha Qoylluriti. El Cristo de la Nieve resplandeciente", en El Cuzco. Resistencia y continuidad, Editorial Andina SRL. , Cusco, Per?, 1990, p?g. 74.

[53] Caunedo Madrigal, Silvia, "De las Hijas del Sol a las V?rgenes Criollas", en Las Entra?as m?gicas de Am?rica, Editorial Plural, Barcelona, Espa?a, 1992, pp. 93-105.

[54] Palomino D?az, Enrique, Qosqo, Centro del Mundo, Imprenta Y??ez, Cusco, Per?, 1993, p?g. 19.

[55] Eliade, Mircea, El Chamanismo y las T?cnicas Arcaicas del ?xtasis, Fondo de Cultura Econ?mica, M?xico, edici?n 1982, p?g. 22.

[56] V?ase: Sharon, Douglas, El Cham?n de los Cuatro Vientos, Editorial Siglo XXI, M?xico, 1978.

[57] Brundage, Burr C., Empire of the Inca, Norman, Ok. , Oklahoma University Press, 1963, p?g. 47.

[58] Rostworowski, Mar?a, Estructuras Andinas del Poder. Ideolog?a religiosa y Pol?tica, IEP, Instituto de estudios Peruanos, Lima, Per?, 3? edici?n 1983, pp. 9-10.

[59] Testimonio oral recogido en la ciudad de Cusco de boca del ingeniero Enrique Palomino D?az. Archivo personal del autor.

[60] V?ase: N??ez del Prado, Juan V?ctor, "El Mundo Sobrenatural de los quechuas del sur del Per? a trav?s de la comunidad de Qotobamaba", Allpanchis Phuturinqa, 2, 1970,pp. 57-119. – V?ase tambi?n: Gow, Rosalind y Bernab? Condori, 1975, Kay Pacha, Editorial de Cultura Andina, Cusco.

[61] V?ase: Eliade, M., op.cit. pp.101-102.

[62] Polo de Ondegardo, Juan, 1916, "Los Cerros y supersticiones de los indios sacados del tratado y averiguaciones que hizo el licenciado Polo", Colecci?n de libros y documentos referentes a la historia del Per?, editado por Horacio H. Urteaga y Carlos A. Romero, primera serie, vol.3, pp3-43, Lima, Per?.

[63] Testimonio oral recogido en una sesi?n cham?nica en la ciudad de Cusco de boca del Altomesa Don Salvador Blas. Julio de 1998. Archivo del autor.

[64] V?ase: Stern, Steve, Los Pueblos Ind?genas del Per? y el Desaf?o de la Conquista Espa?ola, Editorial Alianza Am?rica, Madrid, 1982. Espinoza Soriano, Waldemar, La Destrucci?n del Imperio de los Incas, Amaru Editores, Per?, edici?n 1990. Duviols, Pierre, La Destrucci?n de la Religiones Andinas (Durante la Conquista y la Colonia), Universidad Nacional Aut?noma de M?xico, M?xico, 1977. Simpson, Lesley Byrd, Los Conquistadores y el Indio Americano, Ediciones Pen?nsula, Barcelona, 1970. Vega, Juan Jos?, Los Incas Frente a Espa?a. Las Guerras de la Resistencia 1531 – 1544, Peisa, Per?, 1992. Todorov, Tzvetan, La Conquista de Am?rica. El Problema del Otro, Editorial Siglo XXI, M?xico, 1992.

[65] V?ase: V?zquez, Francisco, El Dorado, Cr?nica de la Expedici?n de Pedro de Ursua y Lope de Aguirre, Editorial Alianza, Madrid, 1989, pp. 7-46.

[66] De Gand?a, Enrique, Historia Cr?tica de los Mitos y Leyendas de la Conquista Americana, Centro Difusor del Libro, Buenos Aires, 1946, p?g. 109.

[67] Ainsa, Fernando, Historia, Utop?a y Ficci?n de la Ciudad de los C?sares, Editorial Alianza, Madrid, 1992, p?g. 12.

[68] Fray Alonso de Zamora, Historia de la Provincia de san Antonio del Nuevo reino de Granada, Lib. III. Cap. XVI. (Documento citado por Enrique de Gand?a. Citas).

[69] V?ase: Enrique de Gand?a, documentos, op.cit., p?g. 118.

[70] NOTA: En 1856 un grupo de investigadores desagu? parcialmente la laguna de Guatavita y hallaron, entre otras joyas, la reproducci?n de una balsa de oro, de forma circular y de 9,5 cm de di?metro. Sobre ella hab?a diez figurillas humanas, la principal, de pie, con el doble de alto que las dem?s. No era otro que el cacique Dorado de los testimonios recogidos por los espa?oles.

[71] V?ase: Navarro Lamarca, Compendio de Historia general de Am?rica, T. II, p?g. 182.

[72] V?ase: Valcarcel, Luis E., Machu Picchu, editorial Universitaria de Buenos Aires, Argentina, 1978.

[73] NOTA: A la zona denominada "monta?a" corresponde la regi?n h?meda y boscosa que se extiende desde los 3.700 a 1.000 metros sobre el nivel del mar. Por sus testimonios arqueol?gicos corresponde a la Regi?n Andina. Le sigue la zona de la "selva baja" o Llanura Amaz?nica, que fuera (y es) escenario de diversas culturas andinas, menos complejas que los incas. Las mismas constituyen distintos grupos ling??sticos y, en la actualidad, existen m?s de treinta idiomas vigentes (muchos de ellos emparentados). La gente de ciudad se refiere a estas comunidades con el nombre gen?rico de "chunchos" (tal como lo hac?an los incas). Estas tribus viven, por lo general, cerca de los r?os, que utilizan como medio de vida y de comunicaci?n; son cazadores, pescadores y su base alimenticia es la yuca y el pl?tano. Tambi?n cultivan camote y algod?n, tabaco y coca. Si bien el cristianismo est? difundido casi en todas estas tribus, se conservan rituales antiguos en lo que el uso de plantas narc?ticas es un hecho habitual (por ejemplo la ayaguasca).

[74] Cobo, Bernab?, Historia del Nuevo Mundo, Editorial Marcos Jim?nez de la Espada, 4 Tomos, Sevilla, 1895.

[75] Sarmiento de Gamboa, Historia Indica, ed. R. Levillier, Buenos Aires, 1942.

[76] Vaca de Castro, Crist?bal, Declaraci?n de los quipucamayos, en Colecci?n Urtega Romero, Lima, 1921.

[77] Garcilazo de la Vega, Comentarios Reales, Tomo I, libro 4, cap. 16, Buenos Aires, 1943.

[78] Ib?d, Libro 7, Cap?tulos 13 y 14.

[79] Alvarez Maldonado, Juan, Relaci?n de la Jornada y Descubrimiento del r?o Man? en 1567, Edici?n de Luis Ulloa, Sevilla, 1899.

[80] Alcaya, D. Diego Felipe de, en Informaciones de Lizarazu, 1635, Maurtua, IX, 24-144.

[81] S?nchez, Gregorio Francisco, Relaci?n en Informaciones de Lizarazu, 1635, Maurtua, IX, 189-197.

[82] Recio de Le?n, Breve relaci?n de la descripci?n y calidad de las tierras y r?os de las provincias de Tipuani, Chunchos y otras muchas que a ellas se siguen, del gran reino del Paytiti, en Maurtua, VI, 272-290.

[83] Levillier, Roberto, El Paititi, El Dorado y Las Amazonas, Emec?, Buenos Aires, 1976, pp.91-93.

[84] Angles Vargas, V., op.cit. p?g. 81.

[85] Angles Vargas, V., op.cit., p?g. 89.

[86] Angles Vargas, V., op.cit, p?g. 91-92.

[87] NOTA: Seg?n nos informaron en Cusco, hace algunos a?os el Instituto de Ling??stica de Verano estuvo trabajando en la selva, estudiando los idiomas de todas las comunidades nativas de aquella zona, y encontraron que las ra?ces de la lengua machiguenga (tribu ubicada en la regi?n del r?o Madre de Dios) son muy parecidas a las quechuas. Archivo del autor.

[88] Uslar Pietri, Arturo, "Nada m?s real que El Dorado", en F?bulas y Leyendas de El Dorado, Editorial Tusquest, 1987, p?g. 10.

[89] NOTA: V?ase el testimonio del Padre Diego Felipe de Alcaya, en el que traduce la palabra Paititi como "Aquel Plomo"(de Pay, "aquel"; y Titi "plomo").

[90] V?ase: Bueno, Fernando Aparicio, En Busca del Misterio del Paititi, Editorial Andina, Cusco, Per?, 1985, p?g.19.

[91] Angles Vargas, V?ctor, op.cit. p?g. 71.

[92] Heredia, Daniel, El Paititi. Su Posible Existencia y su Probable Ubicaci?n, Separata de "Revista del Museo e Instituto Arqueol?gico", N? 13-14, Cusco, 1951, p?g. 4.

[93] Ordo?ez, Ruben Iwaki, Operaci?n Paititi, Editorial de Cultura Andina, Cuzco, 1975.

[94] NOTA: Advertir que el testimonio del se?or Guti?rrez Sevilla concuerda, casi literalmente, con lo que Ordo?ez sostiene en su libro.

[95] Polentini Wester, Juan Carlos, Por las Rutas del Paititi, Editorial salesiana, Lima, 1979. – Bueno, Fernando Aparicio, opa., cit. P?g. 168

[96] Heredia, D., op.cit. p?g. 28-30.

[97] Neuenschwander Landa, Carlos, Paititi en las Brumas de la Historia, Cuzzi y CIA S.A., Arequipa, Per?, p?g. 140.

[98] Angles Vargas, V., op.cit. p?g.57.

[99] Testimonio oral recogido de boca del gu?a y baquiano local Francisco Cobos Umeres. Archivo del autor.

[100] Testimonio oral recogido en el poblado de Lucma de boca del profesor a cargo de la peque?a escuelita rural del sitio. Archivo del autor.
NOTA: Como hemos dicho en un p?rrafo anterior, la obsesi?n por los tesoros perdidos es un hecho cotidiano en varias regiones del Per?. Nuestro gu?a, Pancho Cobos, nos explic? bien c?mo se destapan los tapados: "La gente, especialmente en la monta?a y en la selva, todav?a vive con la aspiraci?n de querer encontrar un tesoro, porque estamos en lugares incaicos, y los incas dejaron todas las riquezas en estos sitios. Entonces, si se quiere oro, hay que salir a medianoche e intentar ver, en alg?n lugar, como se encienden llamas de fuego, que no son otra cosa que el antimonio del oro, del tesoro. Entonces hay que tratar de ubicar el lugar exacto en donde se ve la luz, y al d?a siguiente se va a excavar, a huaquear. Y si tienen suerte y lo encuentran, para que todo salga bien, se debe hacer un "pago" a esa tierra: bien se agarra un animalito, un perrito, un gatito y lo sacrifican. Pero, y esto es ver?dico mi Jefe, algunos se llevan un pe?n, al campesino m?s cholo y, despu?s de que ?ste los ayuda a sacar el tesoro, para que la fortuna sea bien recibida, el "pago" lo hacen con el pe?n. Lo entierran vivo". (Estos relatos los he podido escuchar tanto en la costa como en la sierra peruana). Archivo del autor.

[101] Granada, Daniel, Supersticiones del R?o de la Plata, Editorial Guillermo Kraft Ltd., Buenos Aires, primera edici?n de 1896, pp. 97-99.

[102] Granada, D. Op.cit., p?g. 139.

[103] Testimonio recogido de boca del ingeniero Enrique Palomino D?az en Cusco. Julio de 1998. Archivo del autor.

[104] Neuenschwander Landa, C., op.cit. p?g. 40.

[105] V?ase (?O debo decir "No se vea"?): Gonz?lez, Ricardo, Los Maestros del Paititi. Testimonio de una Civilizaci?n Oculta, Editorial Sol en la Tierra, Per?, marzo de 1998.

[106] NOTA: Al Paititi ubicado en la meseta de Pantiacolla se podr?a ingresar siguiendo tres rutas alternativas: La primera, siguiendo el valle del r?o Lacco; la segunda, por Paucartambo y, la tercera, aunque menos com?n, partiendo de las ruinas de Esp?ritu Pampa (Vilcabamba "La Vieja") tras atravesar el Pongo de Mainique. Archivo del autor,

[107] Ordo?ez, Ruben Iwaki, Operaci?n Paititi, op.cit.

[108] Brother Philip, El Secreto de los Andes, Editorial Kier S.A., Buenos Aires, 1976.

[109] Polentini Wester, Juan Carlos, Por las Rutas del Paititi, op.cit.

[110] Neuenschwander Landa, Carlos, El Paititi en las brumas de la Historia, op.cit.

[111] Bueno, Fernando Aparicio, En Busca del misterio del Paititi, op.cit.

[112] Palomino D?az, Enrique, Qosqo, Centro del Mundo, op.cit.

[113] NOTA: Seg?n se sabe los petroglifos fueron avistados por primera vez en el a?o 1921, por el dominico Vicente de Cenitagoya; los visitaron, posteriormente Carlos Neuenschwander (1970) y el arque?logo Federico Kauffmann Doig (1980). Desde entonces se los ha estado "redescubriendo" peri?dicamente. Se supone que fueron hechos por alguna cultura amaz?nica de la que no se sabe nada. Y es, justamente, esta falta de informaci?n fidedigna la que permite que la imaginaci?n vuele indicando que los petroglifos no son otra cosa que el "mapa indescifrado" que conduce al Paititi.

[114] Garcilazo de la Vega, op.cit.

[115] Levillier, Roberto, op.cit. p?g. 93.

[116] Heredia, Daniel, op.cit. p?g. 29.

[117] NOTA: El 4 de noviembre de 1780 el cacique de Tungasuca, Pampamarca y Surimana, Jos? Gabriel T?pac Amaru, descendiente de los incas, se levant? contra la opresi?n hispana. El 18 de marzo de 1781, T?pac Amaru II emiti? un edicto en el que comenzaba as?: "Don Jos? Primero, por la gracia de Dios Ynga rey del Per?, Santa fe, Quito, Chile, Buenos Aires, y continente de los mares de Sur, Duque de la Superlativa, se?or de los C?sares y Amazonas, con dominio en el Gran Paititi; comisario distribuidor de la piedad divina…". Este p?rrafo trascripto nos lleva al convencimiento de que en aquella segunda mitad del siglo XVIII, la creencia popular se?alaba al Paititi como una rica e importante regi?n sudamericana.

[118] Hobsbawm, Eric, Era del La Imperio (1875-1914), Editorial Labor, 1990.

[119] Pratt, Mary Louise, Ojos Imperiales, Editorial Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 1996.

[120] Le Goff, Jacques, "Las mentalidades: una historia ambigua", en Hacer la Historia, tomo III, Editorial LAIA, Barcelona,1979.

[121] Guglielmi, Nilda, Sobre Historia de Mentalidades e Imaginario, CONICET, Buenos Aires, 1991.

[122] Boia, Lucian, Entre el ?ngel y la Bestia, Editorial Andr?s Bello, Barcelona, 1997.

[123] Romero, Jos? Luis, Estudio de la mentalidad Burguesa, Editorial Alianza, Buenos Aires, 1987.

[124] Romero, J.L., op.cit., p?g. 17.

[125] Mullen, Patrick B., "Teor?a de la leyenda y el Rumor", en Journal of the Folklore Institute, Vol. IX, N?2/3, pp. 95-106, en Narrativa Folkl?rica I, CEAL, Buenos Aires, 1994.

[126] Ib?d, p?g….

[127] Ib?d, p?g….

[128] Le Goff, Jacques, Lo Maravilloso y lo Sobrenatural en el Occidente Medieval, Editorial Gedisa, Barcelona, 1994.

[129] Bloch, Marc, citado por Le Goff en op.cit., p?g. 32.

[130] Colombres, Alfredo, Seres Sobrenaturales de la Cultura Popular Argentina, Editorial del Sol, Buenos Aires, 1984.

[131] Roupel, Gast?n, Histoire de la Campagne Francaise, Edici?n 1974, cap. III, pp.91-110.

[132] Aliata, F., y Silvestri, G., El Paisaje en el Arte y en las Ciencias, CEAL, Buenos Aires, 1994.

[133] Villacorta Ba?os, Francisco, Culturas y Mentalidades en el Siglo XIX, Editorial S?ntesis, Madrid, 1993.

[134] Humboldt, Alexander von, en Leyendas de El Dorado, Editorial Tusquest, 1987, p?g. 245.

[135] Ib?d, p?g. 246.

[136] Ib?d, p?g. 247.

[137] V?ase: Keneth, Clarck, Civilizaci?n, Tomo II, Editorial Alianza, 1984.

[138] Flammarion, Camile, El Hombre Primitivo, Editorial Maucci, sin fecha de edici?n.

[139] V?ase: Bierman, John, La Leyenda de Henry Stanley, Editorial Vergara, Buenos Aires, 1993.

[140] P?rez Colman, Cristian, en Diario La Naci?n, Buenos Aires, sin fecha registrada.

[141] Pratt, M. L., op.cit., cap?tulo 9.

[142] V?anse reproducciones, litograf?as y grabados en La Tierra y sus L?mites. Historia de los Descubrimientos, cap?tulo "Los Siglos XIX y XX", Editorial Salvat S.A., Pamplona, pp.206-207.

[143] Ib?d, p?g. 219.

[144] Ib?d, p?g. 227.

[145] Ib?d, p?g. 193.

[146] Ib?d, p?g. 195.

[147] Cobo Borda, Juan Gustavo (editor), F?bulas y Leyendas de El Dorado, Editorial Tusquest, 1987, p?g.245.

[148] Stanley, Henry, El Continente Misterioso, Editorial J. Balesta, Buenos Aires, pp.66-67.

[149] Todorov, Tzvetan, La Conquista de Am?rica. El problema del Otro, Editorial Siglo XXI, M?xico, 1992.

[150] Affergan, Francis, Exotisme et Alterit?, Par?s, PUF, 1987.

[151] V?ase: Pratt, M.L., op.cit.

[152] Humboldt, Alexander von, Del Orinoco al Amazonas, Editorial Labor, 1982.

[153] Boia, L., op.cit.,p?g….

[154] Cavalle, Maurice, La Muerte de la Naturaleza, edici?n 1955.

[155] Guglielmi, Nilda, Gu?a para el Viajero Medieval, CONICET, Buenos Aires, 1994.

[156] Fawcett, Percy Harrison, A Trav?s de la Selva Amaz?nica, cap?tulo III, Editorial Zigzag, Madrid, 1974.

[157] NOTA: Durante la Expedici?n Vilcabamba '98 tuvimos oportunidad de conversar con un avezado cazador cusque?o que nos refiri? que en las selvas del Man? la gente afirma haber visto anacondas de casi 100 metros (!). La noticia lleg? a diarios de todo el mundo (en el mes de abril de 1998, aproximadamente), sin establecer que la supuesta serpiente no era otra cosa que un peque?o acantilado dejado por un r?o fuera de curso, y visto desde la distancia.

[158] Fawcett, P.H., op.cit., p?g.177.

[159] Ib?d, p?g. 266.

[160] Ib?d, p?g. 266.

[161] Ib?d, pp. 177-178.

[162] Conan Doyle, Arthur, El Mundo Perdido, Editorial Laertes, Barcelona, 1983.

[163] Fawcett, P.H., op.cit. p?g. 191.

[164] Ib?d, p?g. 192.

[165] Conan Doyle, A., op.cit., pp.50-51.

[166] V?ase: Hermes Leal, Coronel Fawcett, A Verdadeira Hist?ria do Indiana Jones, Editorial Gera?ao, Sao Paulo, Brasil, 1996.

[167] Conan Doyle, A., op.cit., pp.74-75.

[168] V?ase: Cohen, Daniel, Enciclopedia de los Monstruos, Editorial Edivisi?n, M?xico, 1989.

[169] Ib?d, pp.56-58.

[170] V?ase: Criaturas Misteriosas, Biblioteca Time Life, Editorial Atl?ntica SA., Buenos Aires, 1992.

[171] Citado por Daniel Cohen, op.cit., p?g. 61.

[172] Criaturas Misteriosas, op.cit., p?g. 55.

[173] D?az-Plaja, J., Los Monstruos y Otras Literaturas, Editorial Plaza y Janes SA., 1967, p?g. 27.

[174] Ib?d, p?g. 29.

[175] Romero, J.L., op.cit.

[176] Huizinga, Johan, Hombres e Ideas, Compa??a general Fabril Editora, 1979.

[177] Gil, Juan, Mitos y Utop?as del Descubrimiento, Editorial Alianza, 1992.

[178] Crichton, Michael, Congo, Emec? Editores, Buenos Aires, 1982.

[179] Malraux, Andr?, La V?a Real, Editorial Argos Vergara, Barcelona, Buenos Aires, 1975, p?g. 35.

[180] Arciniegas, Germ?n, Am?rica en Europa, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1975, p?g. 35.

[181] Uslar Pietri, Arturo, "Nada m?s real que El Dorado", en F?bulas y Leyendas de El Dorado, Editorial Tusquest, 1987, p?g. 15.

[182] Gil, J., op.cit., p?g. 11.

[183] Cirlot, E., Diccionario de S?mbolos, Editorial Labor, 1970, p?g. 344.

[184] Adam, Jean Pierre, Recomponiendo el Pasado, Editorial Losada, Buenos Aires, 1990, pp. 37-53.

[185] Diario La Capital del 23/3/98, Mar del Plata, Argentina, p?g. 3, Secci?n I.

[186] Fawcett, P.H., op.cit., pp. 339-340.

[187] Ib?d, p?g. 16.

[188] Ib?d, pp. 21-27. NOTA [71.a]: El documento mencionado, y efectivamente encontrado en la Biblioteca Nacional de R?o de Janeiro, fue publicado en el primer n?mero de la revista del Instituto Hist?rico y Geogr?fico de Brasil (IHGB) del a?o 1839. En ?l se describe el supuesto descubrimiento, realizado en 1754 por un grupo de bandeirantes, de una ciudad abandonada en plena selva del interior de Bah?a, con netas caracter?sticas arquitect?nicas de la antig?edad cl?sica europea. Seg?n escribiera el historiador Johnni Langer en el art?culo titulado As Cidades Perdidas do Brasil [ver internet], el autor de esta fantasiosa localidad bahiana puede haber sido el gobernador Martinho Proen?a quien persiguiera, con la publicaci?n de dicho manuscrito, promover una exploraci?n sistem?tica del interior de Bah?a. Pero tambi?n debemos considerar intenciones quiz?s no tan evidentes. A comienzos del siglo XIX, la monarqu?a portuguesa pose?a poderosos intereses pol?ticos en la b?squeda de ciudades perdidas y el IHGB colabor? con ella, incentiv?ndolas. Se publicaron informes de exploradores que refer?an influencias dru?dicas en ciertas ruinas y templos, con inscripciones provenientes de la Atl?ntida. Es cierto que, como se?ala Langer, "O modelo civilizat?rio e cultural do ocidente reformulou as inusitadas vivenciadas no remoto, para que se adaptassen a par?metros conhecidos, podendo desta forma dominadase controladas"; pero, no hay que olvidar que el hecho de suponer que una antigua civilizaci?n blanca hubiera construido ciudades en las selvas brasile?as varias centurias en el pasadom justificaba la presencia de los portugueses en la regi?n de un modo muy especial. Este documento fue el que consult? Fawcett, y el que desat? su incansable exploraci?n.

[189] Ib?d, p?g. 29.

[190] V?ase: H. Rider Haggard, Las Minas del rey Salom?n, Editorial Acme, Buenos Aires, 1979.

[191] Fawcett, P.H:, op.cit., pp. 370-371.

[192] De Gand?a, Enrique, Historia Cr?tica de los Mitos y Leyendas de la Conquista Americana, Centro Difusor del libro, 1946, pp. 251-252.

[193] NOTA: En el a?o 1871 el peri?dico norteamericano Herald le encomend? a su periodista estrella, Henry Morton Stanley, que buscara y encontrara a un famoso misionero brit?nico, David Livingstone, desaparecido desde hac?a a?os en el centro inexplorado de ?frica. La cobertura period?stica fue espectacular y el mundo entero sigui? los pasos del rastreador. Stanley encontr? a Livingstone el 10 de noviembre de 1871, en la aldea de Ujiji, a orillas del Lago Tanganika.

[194] Fawcett, Brian, op.cit., p?g. 450.

[195] Ib?d, p?g. 458.

[196] V?ase en Internet las referencias a esta expedici?n.

[197] Barros Prado, Eduardo, La Atracci?n de la Selva, Editorial del Sol, Buenos Aires, edici?n 1994 (primera edici?n de 1950).

[198] En un viaje al Per?, realizado en el a?o 1985, el autor pudo entrar en contacto con un joven cantor ambulante en la ciudad coste?a de Nazca (famosa por sus gigantescos geoglifos de la Pampa Colorada) que le refiri? una extra?a historia sobre "indios blancos" en las selvas cercanas a Iquitos. Relat? que "hac?a ya unos a?os" hab?a sufrido una enfermedad a la que ning?n m?dico de Lima le hab?a podido encontrar cura. Estaba perdiendo peso y su salud empeoraba d?a a d?a. Sabiendo que se mor?a, decidi? regresar a su pueblo natal, en plena selva. Hac?a tiempo que no lo visitaba y en ese viaje, que supon?a el ?ltimo, se encontr? con un viejo amigo de la infancia que sorprendido al verlo tan desmejorado, decidi? llevarlo a una comunidad aborigen, a varios d?as de caminata, en donde lo sanar?an. El cantor ( que contar?a con unos 35 a?os cuando transmiti? esta historia) describi? a los indios con unas caracter?sticas sorprendentes: altos, delgados, rubios y extremadamente blancos. Vest?an t?nicas que resaltaban la bondad que ten?an, y pose?an, dijo, la capacidad para comunicarse telep?ticamente. Permaneci? con ellos durante tres meses. Sus cuidados y atenciones, como as? tambi?n el uso de plantas medicinales desconocidas por los farmac?uticos de las ciudades costeras del per?, le salvaron la vida. Tambi?n coment? que estos hombres "superiores" eran protectores de una ciudad perdida, conocida con el nombre de Paititi, y que escasa personas conoc?an la existencia de esa misteriosa tribu [FJSR].

[199] Barros Prado, E., op.cit., p?g. 54.

[200] V?ase: Diario Clar?n, "Encuentran en la Amazonia una tribu desconocida", Martes 9 de junio de 1998.

[201] Barros Prado, E., op.cit., p?g. 56.

[202] NOTA: Con el auge del caucho, desatado hacia la d?cada de 1870, se produjeron en Brasil importantes migraciones internas que llevaron a muchos blancos pobres (descendientes de holandeses) a ingresar en el Amazonas. Se han registrado dos grandes "entradas": una en 1877 y la otra en 1904.

[203] Barros Prado, E., op.cit. p?g. 58.

[204] Cohen, Daniel, op.cit., pp.17-18.

[205] Fawcett, P.H., op.cit., p?g. 266.

[206] Ib?d, p?g. 309.

[207] Ib?d, p?g. 310.

[208] Ib?d, p?g. 314.

[209] Allen Bill, en National Geographic Society, Vol.2, N? 2, febrero de 1998, p?g. 1.

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