Monografias.com > Historia
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Los movimientos sociales en los años noventa: Volumen, actores y temas de la movilización (España)



Partes: 1, 2

  1. El volumen de la movilización
  2. Actores sociales y conjuntos de acción
  3. Dinámicas movilizadoras y agendas temáticas de los noventa
  4. Bibliografía

En distintos ámbitos se polemiza sobre cuál es la dimensión real de la participación ciudadana. Algunos analistas hablan de un generalizado y acusado descenso de la movilización sociopolítica; otros, por el contrario, apuntan a un claro aumento de la participación. A la falta de datos empíricos que permitan la consiguiente evaluación e interpretación de las dinámicas de la movilización -carencia resaltada ya por varios autores-, se suma un cierto desprecio hacia los mismos, por parte de corrientes exclusivamente cualitativistas. En este trabajo, intentaremos acercarnos desde distintas metodologías y fuentes a la evaluación de la dimensión de los procesos de participación social de los años noventa, para más adelante proponer unas delimitaciones explicativas de cada movimiento social que nos permita evaluar el protagonismo que han adquirido sus principales campañas reivindicativas.

El volumen de la movilización

Desde una perspectiva sociopolítica y en una primera aproximación a la "intensidad y peso" de la movilización en el estado español, debemos cuantificar la dimensión real del fenómeno objeto de estudio. Por tanto, se trata de determinar el volumen total de manifestaciones sin entrar, por el momento, en otros aspectos tales como quiénes son sus protagonistas, qué piden y con qué modos, qué consiguen, etc. Se pretende, en un primer momento, dar respuesta a las preguntas: ¿cuánta gente dice que participa en manifestaciones?, ¿cuántas protestas se celebran?, ¿es posible saber cuánta gente asiste a ellas?

Nos referiremos en este trabajo a datos de las encuestas del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), a cifras oficiales sobre el ejercicio del derecho de reunión y manifestación (DGPI-Ministerio del Interior-1990-98), y a las cifras y datos de la muestra aquí presentada (1990-95), continuidad de un estudio anterior sobre la movilización durante la transición política española a la democracia (Adell, 1989).

1.1- Encuestas y datos oficiales

Según el barómetro del CIS de julio de 1992 (Estudio 2.016 de ámbito estatal con 2.498 entrevistas), tan sólo un 1% de los encuestados afirma participar en manifestaciones muy a menudo, un 4% bastante a menudo, un 16% poco a menudo y un 78% nunca o casi nunca (1% ns/nc). La ambigüedad de las categorías, el lógico margen de error y la no inclusión en la muestra de los menores de 18 años, muy activos en el movimiento estudiantil, nacionalista, y área alternativa de los llamados Nuevos Movimientos Sociales (NMS), le restan rigor a los resultados. Entre los que afirman asistir "poco a menudo" o "bastante a menudo" -la gran mayoría- se situarían los que participan en las multitudinarias convocatorias de carácter unitario. Por tanto a principio de los noventa, y según el CIS, uno de cada cinco mayores de dieciocho años participa con mayor o menor asiduidad en este tipo de convocatorias, mientras que el fenómeno es ajeno a cuatro de cada cinco ciudadanos.

Otra modo de acercarnos al fenómeno es a través de los datos oficiales sobre el ejercicio del derecho de reunión y manifestación. En los últimos diez años en España se reconoce la celebración de entre 9.400 y 13.700 manifestaciones anuales. Al menos desde 1987, este tipo de eventos se cuantifica sistemáticamente por parte de las delegaciones de gobierno ([1]). El interés institucional por el estudio sistemático de la movilización se inicia cuando se constata que entrado ya en el proceso democrático no sólo no disminuye la presión movilizadora, sino que ésta aumenta. Las condiciones de legalidad o ilegalidad determinan su propio uso. Por añadidura esta definición jurídica no es clara ni unánime. Según un informe del Ministerio del Interior, en 1998 el 66,1 % del total de manifestaciones celebradas en toda España no se ajusta a la legalidad ([2]). Tampoco quiere esto decir que sean expresamente ilegales. Por su extensión y complejidad, no expondremos aquí los aspectos jurídicos del derecho de reunión. Basta con decir que las manifestaciones no comunicadas, aun siendo constitucionales -ya que no se necesita autorización previa" (Art.21.1), vulneran el procedimiento de la Ley de Reunión de 1983 y sus posteriores enmiendas (1-1992 y 4-1997). En otras palabras: no hay que pedir permiso para manifestarse, pero sí hay que avisar de ello.

En general, un alto número de reuniones "no comunicadas" puede indicar una cierta radicalidad por parte de los promotores, por lo que sobre este dato se calcula el llamado

Gráfica 1

Monografias.com

"índice de transgresión" ([3]), aunque en muchas ocasiones se trata de manifestaciones reactivas convocadas con cierta urgencia (en repulsa de un atentado terrorista, por ejemplo), o simplemente del desconocimiento de este requisito.

En la gráfica 1, se observa que en los noventa la diferencia anual de manifestaciones celebradas (comunicadas y no comunicadas) oscila entre las +- 4.000, según el año. Las barras que indican el total anual sitúan la cúspide en el año 1996, seguido de 1991. Ello se debe a la confluencia de diversos conflictos. En la misma gráfica se combina (en línea y n- participantes a la derecha) el número total de asistentes según cifras oficiales. Se observa un claro paralelismo de participación en relación con las convocatorias, aunque en 1997, el número de asistentes tenga un repunte espectacular por las movilizaciones "por la paz y contra el terrorismo" en repulsa por el asesinato del concejal de Érmua, Miguel Angel Blanco.

Respondiendo a la pregunta de cuántas protestas se celebran, se puede afirmar que las cifras oficiales de movilizaciones/año son fiables para estudios globales de la movilización (Estado), aunque existen aún importantes contradicciones entre las distintas administraciones ([4]).

A la pregunta de si es posible saber cuanta gente asiste a ellas, responderíamos que no. En España, a diferencia de otros países, no existe una tradición objetiva de recuento de asistentes en reuniones de masas. Según datos oficiales, "durante el periodo de 10 años (1988/97), se manifiestan en todo el Estado un total de 38.034.773 personas, o un promedio de 3.803.466 personas/año, o 10.000 personas/día" (Fuertes, 1998, 3). Las llamadas "guerras de cifras" entre distintos observadores sobre el número de asistentes a las convocatorias es el punto más manipulable y por tanto más polémico del fenómeno manifestación. A los inevitables errores técnicos o de percepción en la cuantificación del aforo, se añade el interés de organizadores, medios de comunicación y autoridades por maximizar o minimizar los resultados de una protesta (manifestación, paro, huelga). Para los promotores, sus concentraciones obtienen siempre un apoyo masivo. En ocasiones llegan a multiplicarse las cifras "reales" por veinte, "sobre todo cuando se enuncia la cifra mítica de 1 millón" (Masson, 1987). La guerra de cifras es más corriente en aglomeraciones que reúnen a grandes multitudes ([5]). Tradicionalmente el poder ignora el conflicto para, más tarde, acabar admitiendo su existencia, pero minimizando su respaldo. Por el contrario, la "cifra política" de las movilizaciones de adhesión suelen ser habitualmente abultadas. Frente a las cifras dadas por los convocantes, las fuerzas de seguridad y la prensa, como enlaces del poder y de la opinión pública, ofrecen también sus versiones ([6]). Gracias al contraste de diversas fuentes sí podremos obtener –grosso modo– cifras plausibles de asistencia a las manifestaciones. Por tanto, aun desconociendo el número real de asistentes, sí podemos conocer cifras muy aproximadas sobre la respuesta ciudadana a las iniciativas convocadas por colectivos y grupos más o menos organizados gracias a la confrontación de distintas fuentes.

1.2- El estudio de eventos de protesta

En este último cuarto de siglo, los trabajos cuantitativos centrados en el estudio del conflicto social a través del análisis de la acción colectiva han sido numerosos abriendose ya un campo propio para la sociología de la movilización ([7]). En su mayoría, estos trabajos se inician con agregados espaciales o temporales de sucesos de protesta con el objetivo final de aislar series temporales. Las fuentes utilizadas suelen ser archivos de prensa o incluso documentos oficiales desclasificados. Aunque sus derivaciones teóricas son aún muy desiguales, suponen una importante aportación al estudio de los procesos de acción colectiva. Entre los estudiosos de campo (y/o empiristas, valga también la simplificación), la utilización de clasificaciones y codificaciones adhoc y por tanto distintas entre cada autor (en función de la especifidad cronológica, geográfica, temática, o final, de cada análisis) ha impedidido o retrasado la interpretación y comparación de la dimensión real del fenómeno participativo. El conocimiento de datos empíricos solventes, es por tanto aún reciente. Entre los autores que se han embarcado en esta tarea, destacan principalmente Tilly, Snyder, Tarrow, Mc.Phail en EE.UU.; Tartakowsky, Favre, y Fillieule, en Francia; Kriesi, Wisler, J. Barranco, 1997 en Suiza; Ruth & Ohlemacher 1992, en Gran Bretaña; Klandermans en Holanda; R. Zorrilla en Bélgica (1977); Della Porta en Italia, etc.

Las aplicaciones de estos trabajos permiten describir, explicar y comprender las demandas de los movimientos sociales y los procesos sociopolíticos de acción colectiva que desencadenan, y con ello corroborar o desenmascarar algunos de los tópicos asociados al comportamiento colectivo (MS o NMS, o espontaneidad/racionalidad, o éxito/fracaso, etc.).

Defendemos aquí que para adentrarse en el conocimiento de las peculiaridades de la movilización se puede partir de una muestra de casos, utilizando para ello fuentes de los diversos actores intervinientes en el conflicto. La propaganda de los convocantes, la manifestación en sí, las noticias periodísticas y versiones oficiales permiten -en su conjunto- un acercamiento bastante aproximado a "la realidad" del fenómeno en observación. Todo ello con más razón cuando se trata de estudiar, por ejemplo, la cronología de la movilización durante la transición (años 70) en donde, como hemos señalado anteriormente, los datos oficiales son inexistentes. Por tanto, para el sociólogo o estudioso, es preciso recurrir al máximo de fuentes para obtener con ello muestras suficientemente representativas, en número y descripciones de eventos. El trabajo de campo y la consulta y contrastación de fuentes primarias y secundarias sirven para esta localización y ulterior codificación y descripción de las unidades de observación (datos agregados).

El estudio Mani-2000, que en parte aquí se presenta, está integrado por una base de datos con 5.130 movilizaciones celebradas en el escenario de las calles de Madrid (Capital-21 Distritos), en el periodo temporal entre 1975 y 1996 inclusive. A ello se añaden datos cualitativos de cerca de 2.500 manifestaciones más para el periodo 1997/99. En cuanto a su reprensentatividad, para el periodo 1990/95, el tamaño de la muestra estudiada alcanza el 46,7% de la cifra oficial o universo de estudio.

El siguiente paso consiste en diseñar categorías específicas para el estudio sociopolítico de los MS y sus dinámicas de protesta. Cuanto mayor sea el ámbito temporal o geográfico del estudio, estas categorías deberán ser más flexibles. La aplicación estadística de las variables analizadas en cada unidad de observación (manifestación ([8])) permite los análisis de procesos sociohistóricos a largo plazo, en donde cabe y se permite relacionar un conflicto determinado con eventos anteriores y posteriores, con las estructuras de oportunidad existentes y la incidencia en el repertorio de la acción, el contexto de la cronología de eventos paralelos, los marcos de interpretación, etc ([9]). Se trata de combinar la observación directa con la consulta de fuentes documentales, recabando testimonios tanto en la organización, como en el desarrollo y repercusión de la manifestación.

Tras exponer las distintas posibilidades de acceso al estudio de la acción colectiva, y utilizando todos estos datos y observaciones, podemos concluir que en los noventa el volúmen de la movilización -con independencia del color político de sus actores, se resume en que:

a) Como término medio, cada día en nuestro país, más de 30 manifestaciones recorren algunas de sus calles ([10]), se cortan cuatro carreteras y se interrumpe una vía férrea. Asisten a éstas unas 25.000 personas ([11]), o entre 10.000 y 100.000 según las fuentes (oficiales o convocantes).

b) Con alguna frecuencia, uno de cada diez ciudadanos participa en alguna convocatoria como manifestante. En algunas zonas geográficas las cifras se duplicarían mientras que en otras serían mucho menores ([12]). Los jóvenes -no votantes- entre 14 y 18 años son más activos que los tramos de mayor edad ([13]).

Una vez determinado el volúmen de la movilización, en los siguientes apartados 2 y 3, combinaremos los datos de la muestra del Estudio Mani-2000 (Madrid-1990/95), con datos oficiales (Estado-1996/98). Ciertamente no se pueden comparar dos muestras con objetivos, categorías, metodologías de estudio, ámbitos geográficos y temporales distintos. La vocación de la presente exposición es más modesta, y consistirá tan sólo en ilustrarnos sobre el espacio de los actores colectivos (convocantes o promotores) y sus temas. Finalmente haremos una extrapolación que nos permita resumir, movimiento por movimiento, cuáles han sido las dinámicas de la movilización en los noventa.

Actores sociales y conjuntos de acción

No se nos escapa que en el escenario de la movilización los actores colectivos entrecruzan temporalmente diversos apoyos en torno a campañas monotemáticas (single issue movement). Las combinaciones resultantes forman los llamados "conjuntos de acción" y en donde se produce una conexión de marcos (frame bridging), más o menos táctica o estable. Así cada convocatoria suele incluir la combinación de otros Sectores Políticos (SP) o MS que aparecerían como "apoyos". Ello nos permite estudiar -y más adelante veremos ejemplos- la permeabilidad entre los movimientos sociales y el partidismo ideológico así como las redes participativas o "redes de reclutamiento" (campañas de información, cara a cara, coaliciones a nivel local o estatal, apoyos de prestigio" (Mac Carthy y Zald 1987)) más comunes. La interacción diaria entre personas y organizaciones que apoyan una determinada iniciativa van tejiendo una serie de redes (y conjuntos de acción) que constantemente van redefiniendo el protagonismo, las reivindicaciones, la identidad, los valores y las formas de acción en función de las reacciones de los destinatarios del conflicto.

2.1- El espacio participativo

Los actores de la movilización son muy diversos y más aún en contextos democráticos en dónde el tejido asociativo es más denso y heterogéneo. En una convocatoria cualquiera, los nombres o siglas de las organizaciones que participan suelen mostrar tres o cuatro componentes básicos como son el tipo de organización, su ideología (explícita o semántica), y el espacio geográfico o ámbito sectorial al que defiende o se dirige. Los tipos de organización más comunes nos permiten, a priori, distinguir entre lo que denominaremos sectores políticos (SP) o ideológicos y que son partidos políticos o coaliciones parlamentarias (que aspiran al poder, participando generalmente en las elecciones) y el conjunto de movimientos sociales formados por un sín fin de iniciativas, "organizadas" ([14]).

En los últimos veinticinco años, hemos visto cómo reaparecen líderes y proyectos y organizaciones, con otras estrategias para otros contextos. Los estilos permanecen más tiempo, y sólo son superados por las utopías y los cambios generacionales. Para el investigador social, resulta problemático -y, ¿por qué no?, un reto- organizar analíticamente este marasmo de siglas y especificidades asociativas que cada día se dan de alta (que no de baja) en los registros asociativos municipales, si es que se inscriben, y que con el tiempo aparecen y desaparecen de las reuniones, de la calle, de los listados de subvenciones o de los órganos de representación democrática.

En un contexto democrático, el conjunto de la "sociedad civil" tiene oportunidad de intervenir colectivamente en un amplio tejido asociativo que denominaremos Movimiento Ciudadano y Comunitario. Ya que la participación se articula y emerge en

Cuadro: 1.

MANIFESTACIONES SEGÚN CONVOCANTES (Madrid, 1990/1995)

(en porcentajes sobre el total anual)

(Estudio: Mani-2000)

Monografias.com

NOTA. Quedan aquí excluidas las convocatorias deportivas, religiosas, o institucionales (INS). En cuanto al movimiento nacionalista (NAC) en el escenario estudiado no existen casos.

torno a organizaciones políticas y sociales, las categorías SP (Sector político) o MS (Movimiento social) que utilizaremos aquí nos permiten -en principio- incluir en ellas a todas las organizaciones convocantes de manifestaciones. A su vez, cada movilización se puede adscribir a una categoría convencional más concreta, según la principal "organización ciudadana y comunitaria" protagonista ([15]).

Pero ¿cuáles son los actores de la protesta y qué espacio sociopolítico acaparan? Para el periodo 1990/1995 intentaremos cuantificar la preponderancia porcentual de los actores con la adscripción de cada una de las 2.615 movilizaciones de la muestra Madrid-90/95 (Ver 1.2) a una categoría política o social determinada, en función de los tipos de organizaciones convocantes. En el Cuadro 1 podemos observar las tipologías utilizadas y sus resultados.

De entrada se observa cómo el peso de la movilización directamente política o ideológica sigue su tendencia (constatada conforme avanza la transición) a disminuir en favor de los MS. Entre 1990/95 promueven tan sólo al 6,4% del total.

Gráfica 2

Convocantes de las manifestaciones

en porcentajes, según SP o MS

Madrid, 1990-1995

(Estudio Mani-2000)

Gráfica 3

Estado, 1996-1998

(Elaboración a partir de datos oficiales de la DGPI)

Los movimientos vecinal y sindical protagonizan -en su conjunto- cerca de 6 de cada 10 convocatorias ([16]). De igual modo, los NMS (ALT) se consolidan en detrimento de los SP y los MSH. La falta de espacio en esta exposición nos impide adentrarnos en otro factor clave del peso de la movilización, como es el mayor o menor respaldo ciudadano obtenido en unas u otras iniciativas.

En la Gráfica 2 se presenta los mismos datos expuestos en el Cuadro 1, pero agrupados de acuerdo con las nuevas categorías que utilizaremos para analizar el segundo periodo de los noventa. Para conocer la identidad colectiva de los promotores de las movilizaciones durante el periodo 1996/98 utilizaremos aquí datos cuantitativos procedentes de la DGPI (Ver 1.1). En este punto, recordemos una vez más que ahora no hablamos de una muestra, sino del universo-estatal de manifestaciones con la inclusión de un total de 36.758 protestas. Para facilitar la comparación con M-90/95, y permitir extrapolaciones representativas, excluiremos del estudio las 4.730 movilizaciones promovidas por grupos nacionalistas (que representan el 12,9% del total de E-96/98) ([17]).

Respecto a los promotores de las convocatorias, las categorías grupales ofrecidas por estas fuentes son algo confusas en cuanto a su delimitación ([18]). Así, por ejemplo, las categorías agrupadas como "grupos extraparlamentarios" o "partidos parlamentarios" ilustran sobre el grado de institucionalización de los actores políticos, pero impide acercarse a su color ideológico. La categoría "asociaciones ciudadanas" es demasiado amplia y ambigua, al igual que la distinción entre "pacifistas" o "insumisos" puede confudir organizaciones y temas. Aún sin disponer de los datos referidos a 1999, en la Gráfica 3, se presentan los porcentajes de convocatorias según sus promotores en el periodo 1996/98. Vemos el peso concreto de los movimientos sindical (SIN), vecinal (VEC), ecologista (ALTE), pacifista (ALTP) y estudiantil (EST).. "Otros" (4,6%) recoge convocatorias de empresarios, organizaciones agrarias, etc.

De los datos publicados en los anuarios sobre el derecho de reunión podemos extraer alguna constatación más precisa sobre el protagonismo anual de los promotores. Según Interior, desde 1996, las asociaciones ciudadanas pasan a ser los promotores que más manifestaciones convocan, superando desde entonces a los sindicatos y comités de empresa (algo que en la muestra anterior, observábamos en los años 1991-93-94-95). Asimismo, en cuanto a las motivaciones de las protestas, desde 1998 las vecinales superan a las nacionalistas y radicales ("grupos violentos e independentistas"), que destacaban en 1996 y 1997, o a los temas laborales (1995). Respecto a las provincias con mayor número de manifestaciones destacan Madrid (1995-98), Navarra (1996), Guipuzcoa (1997). Respecto al movimiento obrero (SIN), desde 1998 las convocatorias incluidas en la categoría "comités de empresa" (en donde de forma asamblearia conviven sindicatos mayoritarios con otros de carácter nacionalista, independientes, autonómos y minoritarios) supera a las adscritas a sindicatos mayoritarios (con campañas de amplitud estatal, y con una progresiva tendencia a la desmovilización).

Seguidamente, y teniendo en cuenta que la dimensión política de la acción colectiva queda recogida en esta misma publicación por otros autores, intentaremos interpretar algunas dinámicas sociales, haciendo previamente las inevitables precisiones en la utilización del concepto de movimiento social.

2.2- Precisiones sobre el concepto de movimiento social

En el estudio de la realidad asociativa de los movimientos sociales, nos encontramos inicialmente ante sujetos colectivos muy difusos. Conocemos poco a sus líderes, si es que los tienen. Podemos "conocer" el montante de sus presupuestos o subvenciones, sus ámbitos de intervención, su antigüedad, su grado de institucionalización, etc, pero el grado de "afiliación" de estas organizaciones es hoy por hoy poco fiable (categorías no comparables y difusas, secretismo, competencia, participación volátil del voluntario entre distintas organizaciones). En definitiva, y a diferencia de los partidos políticos, no conocemos, cada cuatro años, el número de votos que obtiene una organización o un MS concreto. Es por ello que los MS, a excepción hecha de los sindicatos, no tienen un espacio central en el escenario político-institucional clásico.

En sentido amplio un MS puede ser cualquier campaña de presión en donde parte de la ciudadanía decide transformar la pasividad individual en acción concertada. Estaríamos ante "movidas" o protestas sociales más o menos disruptivas. En esta exposición, y para evitar confusiones, el concepto de movimiento social quedará delimitado por las siguientes características.

a)- El término "movimiento social" es ante todo un referente explicativo y por tanto término de construcción analítica retroalimentado por la memoria participativa de una colectividad (analizadores históricos) y por una vocación académica-interpretativa inspirada en el pensamiento crítico ([19])). De los desvertebrados y amotinados "movimientos" populares y vecinales, se pasa, siguiendo la tradición explicativa europea, "al movimiento social" por excelencia: el movimiento obrero (sindical, trabajador o laboral). En los setenta, ochenta y noventa aumenta la complejidad del conflicto y, así mismo, el número de interlocutores y demandas a resolver. Hoy hablamos, comúnmente, de nuevos movimientos sociales (NMS), como natural evolución de la contestación iniciada en los años sesenta.

b)- Aunque se autodefina como tal ([20]), ninguna organización o colectivo, puede representar por si sola a un movimiento social. Como señala Raschke (1985) la organización no define al movimiento, sino que éste es siempre más que las diversas organizaciones que engloba. Por tanto, la composición de organizaciones y bases de los movimientos sociales son cambiantes (como las organizaciones y las generaciones de simpatizantes de que se nutre) y en ningún caso adoptan posturas (ideológicas y tácticas) plenamente unitarias. Están formados por diversos colectivos sociales con intereses más o menos comunes entre sus miembros, y cuyo objetivo último es el de influir sobre el poder, sin pretender -a priori- alcanzarlo. Por tanto, en ningún caso una sola organización es un movimiento social. Si bien pueden encuadrarse dentro del marco general de los grupos de presión, su peculiar tipo de acción sobre la opinión pública los distingue de otros grupos de presión más poderosos (partidos, Banca, Iglesia, Ejército, m.c.m.) que anteponen la "pertenencia" y "calidad" de sus asociados a la cantidad de sus bases (movimientos populares). Al igual que los grupos de interés, sus fines suelen ser de promoción -de una causa, por ejemplo- o de protección, de un colectivo social (Dowse y Hugues, 1975, 467). Los movimientos sociales suponen, pues, una especialización organizativa en función de una prioridad monotemática dominante.

c)- Las organizaciones se coordinan con otros colectivos de otros movimientos y sectores políticos (aunque inicialmente con las de su mismo movimiento). En ocasiones una cuarentena de organizaciones, colectivos, plataformas, etc. convocan agrupadas en una misma reivindicación y forman un conjunto de acción relativamente estable, en torno a una campaña, y en donde cada una se reserva matices tácticos y estratégicos sobre el tema. Muchos de los colectivos son satélites de un partido principal. A pesar de ir juntas, a veces actúan en clara competencia. Sus militancias son en ocasiones comunes (netness). Los apoyos pueden ser además "cualitativos", de carácter individual, suscritos por firmas de intelectuales, personajes populares y profesionales varios, con vistas a demostrar un mayor apoyo, más liderado y personalizado.

d)- El concepto de movimiento social implica alguna forma de acción. Ciertamente, no todas las organizaciones sociales eligen la calle como escenario de parte de sus acciones, de igual manera que los partidos políticos parlamentarios no abandonan su influencia en dicho escenario una vez llegados al parlamento o al gobierno. Así pues no todas las organizaciones de carácter asociativo incluyen la manifestación en su repertorio de acción. Los movimientos sociales, y sus organizaciones, son "necesariamente movilizadores" (Riechmann & Fdez. Buey, 1994, 48) al necesitar constantemente el apoyo de la sociedad. Si bien algunas organizaciones están fuertemente institucionalizadas (insiders), otras sin embargo rozan la clandestinidad (outsiders). Según los contextos un ala más posibilista u otra más revolucionaria se convierte en dominante y en cierto modo, define temporalmente la expresión del movimiento ([21]).

e)- Los MS tienen inercias y comportamientos cíclicos. Para interpretar a los MS, se hace necesario adoptar una cierta visión histórica y por tanto recurrir a la temporalidad. No nacen de la noche a la mañana, y por tanto, se supone la existencia de ciertas continuidades organizativas y temporales. Para Villasante los movimientos "parten de contradicciones territorializadas, pero sus dimensiones históricas son muy complejas. Así, pueden tener un éxito reivindicativo a corto plazo (vivienda, por ejemplo), pero desaparecer por tener cubierta su expectativa manifiesta, o bien tener un fracaso relativo durante años y mantener una educación popular que les convierte en históricos (movimiento obrero, movimiento ecologista, etc.)" (Villasante, 1995, 32). Los movimientos sociales se transforman constantemente y por ello el estudio de los mismos debe adaptarse a esa realidad cambiante ([22]). Son por tanto, "colectividades que actúan con cierta continuidad para promover o resistir un cambio en la sociedad o en el grupo del que forma parte" (Turner & Killian, 1957, 222). El estudio de los ciclos resulta clave para la interpretación de las emergencias y mutaciones de la acción colectiva, y para ello, los análisis que se centran en un momento o "foto" de la movilización (adoptando categorías y descripciones ad hoc) no ilustran tanto sobre el antes y después.

f)- Los movimientos sociales defiende espacios y conquistan otros nuevos. Con la ritualización de la protesta, los movimientos sociales ocupan espacios diversos, como son los espacios físicos urbanos (calles y plazas), como escenario ambivalente en donde se expresa "temporalmente" ([23]) la "soberanía popular" en el espacio simbólico del poder (edificios y estatuas emblemáticas. Con el impacto de sus acciones y demandas, los movimientos acaparan un determinado espacio mediático que a su vez configura un espacio virtual, formado por una parte de la opinión pública que simpatiza con las demandas o valores y que se percibe por medio de encuestas (simpatía o impacto de movilizaciones estudiantiles, 0,7% PIB, contra el terrorismo, etc.). También irrumpen, tarde o temprano, en un espacio institucional, a través de las ILP (Iniciativas legislativas Populares), cambios legislativos, usos y costumbres, etc. Finalmente, y en su conjunto, estas y otras expresiones ocupan un espacio participativo-ciudadano, esto es, un protagonismo en la organización y participación ciudadana, en detrimento de actitudes de ciudadanía pasiva.

Veamos seguidamente algunas de las delimitaciones de cada movimiento social así como los conjuntos de acción y sus principales campañas.

Dinámicas movilizadoras y agendas temáticas de los noventa

Hemos mencionado ya que un MS o un SP aparece pocas veces en escena en "estado puro". A través de las redes organizativas (líderes y colectivos) y la porosidad de sus bases (multiafiliación, relaciones humanas, afinidades y similitudes) se establecen diversos "conjuntos de acción", más o menos estables. El punto de convergencia suele ser las campañas monotemáticas. Es una forma de traspasar la tribalización del conflicto y de trascender la atomización. Prioridades y oportunidades hacen que a una convocatoria concreta de un colectivo se sumen como apoyos diversas organizaciones, sindicatos o partidos. Así, cada organización tiene un protagonismo en una o varias campañas prioritarias (que define al propio grupo en su inclusión en un MS u otro), pero suele apoyar con sus medios las iniciativas de otros SP o MS.

Tras las salvedades anteriormente expuestas, y a efectos explicativos, se impone ahora delimitar el espacio de cada uno de los MS, enunciados ya en el Cuadro 1. La exposición que haremos para cada uno tendrá que ser -por razones de tiempo y espacio- muy escueta. Con mayor o menor extensión nos referiremos a los límites, sus espacios comunes con otros, su peso específico en la movilización, alguna peculiaridad de su repertorio de acción, y puesto que el presente trabajo intenta ser un anuario (de una década), nos referiremos a los temas centrales y a las fechas de las campañas reivindicativas. Aunque puede resultar a primera vista engorroso, estos datos se ofrecen por el interés que revisten para estudios e interpretaciones posteriores.

3.1- Movimientos sociales históricos (MSH)

Nos referiremos brevemente aquí a los movimientos sindical (SIN), vecinal (VEC), estudiantil (EST), campesino (CAM) y corporativo (COR).

SIN= Sindical, laboral, del trabajo u obrero

Este movimiento histórico, se organiza y nace para defender a la clase trabajadora, e incluye a sindicatos con diversos orígenes e inspiraciones ideológicas, tales como comunistas, socialistas, cristianos, anarco-sindicalistas, nacionalistas, etc., así como a comités de empresa, y colectivos autónomos de trabajadores. Los cambios económicos han incidido también en el cambio de la composición de la estructura social y de las necesidades de las bases sindicales (trabajadores/ empleados/ parados). "La cohesión social y la conciencia de clase, bases del sindicalismo, han sido desbancados por la prosperidad, la sociedad de consumo y la xenofobia" (Eric J. Hobsbawm, mayo 1991). En esta década, muchos sindicatos han proseguido el imparable proceso de moderación, institucionalización y burocratización iniciado en los ochenta, perdiendo así, con el paso del tiempo, el papel de motor del cambio y transformación social ([24]) favoreciendo así a los NMS. A pesar de ello, el movimiento SIN es históricamente el actor colectivo que acapara un mayor número de manifestaciones y concentraciones. En los noventa aún es así, aunque ya en menor medida.

Junto a la negociación, la convocatoria de asambleas, huelgas y paros (sectoriales, parciales o generales), el recurso a la manifestación ha sido la principal herramienta de la presión sindical. Generalmente se convocan por motivos salariales (convenios) o como reacción a despidos y en defensa de los puestos de trabajo. Sin duda, la lucha contra el paro y la precariedad en el empleo ha protagonizado gran parte de la movilización de los trabajadores de los noventa.

Se inicia la década con una recuperada unidad de acción entre CCOO y UGT. Respecto al total de movilizaciones, las organizaciones sindicales y los comités de empresa convocan entre el 20,1% del año 1995 al 34,9% del año 1992 (lejos del 43,6% de 1976, por ejemplo). Con estos datos se puede afirmar que en los noventa, tres de cada diez movilizaciones son llamamientos sindicales o laborales (28,3% M-90/95 y 35,2% E-96/98). Sus apoyos políticos abarcan todo el arco ideológico, pero proceden generalmente de IZQ, EIZ, ANA, NAC. Su base social esta muy ligada a VEC. En cuanto a los participantes en dichas movilizaciones, la presión del movimiento sindical alcanza una media del 43,8% del total (M-90/95). Queda así lejos del 69,3% de 1988 (año del 14-D-88). Según nuestro estudio, se supera el umbral del 50% anual de asistentes en tres ocasiones: en 1990 (52,6%) con la presentación de la llamada Plataforma Sindical Prioritaria, en 1992 (67%) y en 1994 (52,4%) con las huelgas contra los recortes salariales ("Decretazo") y laborales (empleo y solidaridad) del "28-M" y "27-E", respectivamente. Otras campañas importantes, aunque de menor repercusión, fueron: la huelga general de funcionarios-11-D-96; Por una Europa social y por las 35 h-98; Contra las privatizaciones-97/99; Por el mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones-99; Por la regulación de las ETTs-99; etc.

En SIN, destaca por su transcendencia y periodicidad, la celebración del 1º de mayo. Lejos ya de las masivas convocatorias de los setenta como jornada de lucha, y de las festivas de los ochenta, en los noventa el aniversario tiende a reducirse a una celebración simbólica, caracterizada por la división entre los sindicatos mayoritarios, nacionalistas y minoritarios. Los lemas centrales del 1º de mayo de los sindicatos mayoritarios han destacado sobre todo la necesidad de empleo, quedando más en desuso palabras similares, como paro/trabajo ([25]).

Otra de las prácticas habituales, iniciada en 1983, y en aumento en los noventa, son las llamadas "Marchas a Madrid". Las marchas se realizan en autobuses e incluso a pie, desde la sede de la empresa en conflicto, y pueden tener varios días de duración. Muestran a la opinión pública hasta dónde puede llegar un colectivo o un pueblo para defender sus puestos de trabajo. En cada etapa reciben el apoyo solidario, anímico y material de otros colectivos e instituciones. Movilizan a comarcas enteras y reaccionan contra la falta de inversión en "empresas en declive" y sus sucesivas reconversiones. Los ejemplos son numerosos ([26]).

Pero en general cuando hablamos de conflictividad laboral hablamos de una infinidad de micro-conflictos cotidianos que afectan a una firma, a un sector o a un colectivo determinado de trabajadores. Los convenios colectivos suelen ser el foco del conflicto y las restructuraciones de plantilla y discrepancias en los salarios su detonante ([27]). Gran parte de la movilización procede también de los funcionarios de las distintas administraciones públicas ([28]). En el plano sindical, la enseñanza (sin contar aquí las convocatorias de estudiantes-EST y APAS-VEC), junto a la sanidad, son los dos sectores más conflictivos, y ello se refleja en las campañas concretas que se produjeron en sus distintos niveles ([29]).

VEC= Vecinal o ciudadano o local

El movimiento vecinal (VEC), en sentido estricto, está constituido por un importante tejido de asociaciones de ámbito local o de barrio, cuyo fin último es mejorar la calidad de vida de sus convecinos. Diversos autores han recalcado ya la desmovilización vecinal de los años 80 ([30]). En los noventa, estamos ante un movimiento menos politizado que va abriendo sus estructuras asociativas a otros movimientos, reapareciendo en forma de plataformas ciudadanas, asociaciones de padres, etc. Aun siendo generalmente monotemáticas, estas plataformas incluyen a organizaciones de otros movimientos. Por su apego espacial y sus características propias, el movimiento VEC forma un nudo local de conexión de redes asociativas con otros movimientos más específicos. Más adelante veremos cómo parte de los temas clásicos vecinales son reapropiados por otras organizaciones más jóvenes y radicales (ecologistas y okupas, por ejemplo).

Los noventa se inician con importantes movilizaciones contra la inseguridad ciudadana (y la estereotipada identificación de droga, con delincuencia, inmigración), en ocasiones, en forma de "patrullas ciudadanas", por parte de un tejido vecinal en profunda reestructuración rompiendo así, en cierto modo, su tradición solidaria y progresista ([31]). Se desarrollan además de vecinos,Los apoyos ideológicos disminuyen y aumentan los de tipo corporativo (de comerciantes, sobre todo). A finales de los noventa la reacción vecinal se expresa, principalmente y de forma masiva, en contra de la inseguridad que produce el terrorismo indiscriminado de ETA.

Después de SIN, VEC es el que celebra más protestas. Respecto al total de movilizaciones de los noventa, las asociaciones y plataformas vecinales convocan entre el 27,2% (1990) y el 35,9% del año 1991 (M-90/95). Podemos afirmar que en los noventa, tres de cada diez movilizaciones son convocatorias de tipo vecinal (31,2% M-90/95 y 36,2% E-96/98). En cuanto a los asistentes a dichas movilizaciones, y a diferencia de SIN, la presión del movimiento vecinal alcanza tan sólo el 13,8% del total de participantes (M-90/95). En este periodo, su cúspide participativa podría situarse en 1991, con un 35,9% del total, siendo entonces "la droga y la inseguridad" su principal protesta. A tenor de sus manifestaciones, y con independencia de las múltiples reivindicaciones concretas de ámbito local, los temas que más han preocupado a las asociaciones de vecinos se han referido principalmente a la inseguridad (delincuencia/ terrorismo) ([32]), a la vivienda ([33]), a la necesidad de infraestructuras urbanas concretas (educativas, culturales y sanitarias)([34]) y a su oposición a las macro-estructuras urbanísticas ([35]). También se arrastraron conflictos de la década anterior, como por ejemplo el de los afectados por el Síndrome Tóxico (colza), en esta ocasión exigiendo el cobro de las correspondientes indemnizaciones-97/99. Por lo general, estamos ante un movimiento ciudadano amplio y fraccionado, que trata de huir de la politización y que converge a través de plataformas y coordinadoras monotemáticas, al que se adhieren otros movimientos (sobre todo, los NMS) y formando así un amplio conjunto de acción. Además aparecen iniciativas que afectan a colectivos ciudadanos determinados y que se reflejan en demandas sectoriales muy concretas ([36]). Se observa asimismo que la incorporación tardía de inmigrantes y jóvenes a VEC (que aunque carecen en muchos casos de papeles o propiedad, son también vecinos-residentes), augura la extensión de los derechos ciudadanos a todas las personas y con ello la aparición de nuevos estilos expresivos.

EST= Estudiantil y juvenil

El movimiento estudiantil (EST) y juvenil está conformado por múltiples colectivos de estudiantes (ESO, FP, Universidad, etc.). Son por tanto organizaciones juveniles -utópicas o pragmáticas- tan efímeras como sus componentes, que por razones obvias participan temporalmente en sus actividades. Sus asociaciones suelen tener apoyos determinados procedentes de todo el arco político y social. Por ello sus temas reivindicativos no son sólo estrictamente educativos. En ocasiones se ha intentado unir la contestación estudiantil/juvenil con sindicatos/trabajadores para intentar huelgas políticas. Como afirmó Tierno Galván en los setenta, "en la opinión pública la presencia unida de huelga estudiantil y huelga proletaria alcanza índices de perturbación psíquica y física superiores a las de cualquier huelga estudiantil aislada" (Tierno, 1974, 35). Cuando se produce una alta politización son frecuentes los choques, entre sí y con las FSE, de colectivos EST muy ideologizados por EDE, EIZ, ANA y NAC. El intento de coordinación EST-SIN, al grito de "obreros y estudiantes, unidos adelante" (mayo 68), se consiguió en parte -y a veces accidentada- en las movilizaciones EST de 1974-77-79-86/87. Cuando EST emerge en el escenario de la conflictividad de forma explosiva -que sorprende a propios y extraños-, lo consigue gracias a la imitación de experiencias (principalmente Francia) ([37]). La confusa representatividad de sus organizaciones (por ejemplo, del SE) imposibilita tanto la unión estudiantil como su institucionalización.

Partes: 1, 2

Página siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter