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La Revolución mexicana




Enviado por Eugenia Sol



  1. Cultura
  2. La novela de la Revolución
  3. El proyecto cultural de José Vasconcelos
  4. Las artes plásticas:
    José Guadalupe Posada y los muralistas José Clemente Orozco,
    Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros

La conferencia de hoy consiste en una breve presentación de la Revolución mexicana y acerca de cómo ésta influyó en la vida cultural y artística del país.

Unos años después de la muerte de Benito Juárez, en 1876 llegó al poder un ambicioso general surgido de la lucha contra la intervención francesa: Porfirio Díaz. Díaz se constituyó en dictador durante 35 años y a la larga el descontento general y los movimientos agraristas y antireeleccionistas provocarían el estallido de la revolución y Díaz marchó al exilio en Francia en 1911. Su gobierno, aunque favoreció a una minoría, logró mantener el orden, realizar obras públicas, desarrollar la industria y la red de transportes y, principalmente, aumentar la inversión extranjera.

Se hablaba de las 4 ruedas del progreso en México: el orden y la pacificación; la naturaleza del país; la emigración europea, a la que se le ofrecían tierras y ayuda. La última rueda era la inversión extranjera.

A fines del siglo XIX y principios del XX, durante la época de Porfirio Díaz, había orden y progreso, pero sin democracia ni justicia social. Había un desarrollo rápido en favor de la élite y se utilizaban métodos poco democráticos para alcanzar las metas económicas. El programa de modernización de Díaz estaba basado en la explotación de los recursos naturales del país utilizando mano de obra local barata y capital y tecnología extranjeros.

Al no ser un hombre de ideas, Porfirio Díaz las sustituyó con la acción. De esa manera y en poco tiempo logró modernizar al país y mejorar su economía en un grado y extensión nunca vistos.

El concepto que Díaz tenía de un gobernante puede resumirse en la frase "poca política y mucha administración", que a la larga se convirtió en "cero política 100 administración". Esto significaba que el destino del país estaba en manos del presidente; que las cámaras debían aprobar sus propuestas del presidente porque éste estaba informado y porque su misión era beneficiar al país y por tanto incuestionable. El pueblo debía confiar en su presidente y renovar esa confianza a través del voto. Finalmente esta fórmula de gobierno significaba que la confrontación resultaba estéril, y lo fecundo era la acción presidencial, cuyo objetivo era el progreso material, para lo cual era necesario mantener el orden y asegurar la paz.

Para gobernar, PD se rodeó de un grupo de hombres intelectuales conocidos como los "científicos", positivistas que apoyaban la idea de planificación y desarrollo. La forma de lograr este objetivo está bien ejemplificada con la frase "pan o palo", que significaba que el acatamiento de las políticas oficiales garantizaba el bienestar y hasta la riqueza, mientras que el estar en contra implicaba represalias e incluso la muerte.

El capital extranjero propició un crecimiento indudablemente dinámico, y una red ferroviaria cada vez más amplia que promovía la exportación agrícola, la industria de la manufactura y la minería. En minería los ferrocarriles contribuyeron porque eran la única manera de transporte viable para grandes cantidades de metales. Sin embargo este desarrollo en el país cambió la vida de los campesinos y artesanos, quienes se convirtieron en obreros agrícolas e industriales.

Contradictoriamente, el éxito económico de México durante el Porfiriato tuvo consecuencias sociales negativas. Aunque la economía creció en términos generales, el ingreso real per cápita se encontraba apenas a los niveles de 1821. Después de 1900 creció el desempleo a medida que la mecanización hacía redundantes a los artesanos más rápidamente de lo que las nuevas empresas los podían absorber. Asimismo, la propiedad real y financiera se concentraba en manos de unos cuantos inversionistas locales y extranjeros.

Los campesinos fueron los más afectados por la modernización. La expropiación de tierras a pequeños propietarios y a comunidades efectuada por el gobierno, dio como resultado una mayor concentración de tierras en manos de unos cuantos. Así, en 1910, la mayoría de los campesinos habían perdido sus ejidos y unas cien familias acomodadas eran dueñas de una parte considerable de las tierras fértiles, mientras que más de la mitad de la población rural pasó a trabajar en las enormes haciendas de estas familias. El peón pasó así a ser un esclavo en las haciendas a través del sistema de endeudamiento: ya sea con la tienda de raya o heredada de generación en generación.

Había así un gran descontento, tanto entre los obreros industriales y los trabajadores del campo, como entre la clase media, al ver que sus intereses se veían afectados por la inversión extranjera, la cual demostraba interés en exportar desde México, pero no en ampliar el mercado interno y beneficiar al país.

El programa de modernización había además afectado la libertad personal y política de la población. Díaz se aseguró que el "orden" fuera mantenido a cualquier costo en aras del "progreso". La prensa no tenía libertad alguna y Díaz no dudaba en usar la fuerza para neutralizar a los opositores del régimen. Ejemplo de ello son dos huelgas importantes que fueron reprimidas: la de la Compañía Minera de Cananea, que Porfirio Díaz combatió con el apoyo de Estados Unidos y la de Río Blanco, Veracruz, reprimida brutalmente por el ejército federal. Aquí cabe mencionar otro principio del porfirismo: "mátalos en caliente".

En los últimos años del México de Porfirio Díaz se había desarrollado una clase terrateniente fuerte y una burguesía débil. Se frenó el movimiento obrero y el campesinado estaba aplastado. Esta situación hizo que se unieran campesinos, obreros, clases medias y élites provincianas en un movimiento hacia la revolución.

Escritores y periodistas liberales empezaron a formar grupos antireeleccionistas y a desafiar al régimen de Díaz. Uno de los más importante fue el grupo Regeneración (encabezado por Ricardo Flores Magón), algunas de cuyas propuestas fueron integradas a la Constitución de 1917. El grupo tuvo que huir al exilio y desde ahí organizó el Partido Liberal Mexicano. Este partido era de ideas anarco-sindicalistas y proponía derrocar al gobierno y la renovación total de la sociedad mexicana.

Se formaron otros grupos y se estableció una convención liberal en el estado de San Luis Potosí, que defendía los principios de la Constitución de 1857. En 1908 un suceso causó esperanza a los oponentes de Díaz: en una entrevista concedida a un reportero norteamericano, PD declaró que México estaba listo para la democracia y que él no buscaría reelegirse en 1910. Los liberales y disidentes intelectuales se aferraron de esta oportunidad y Francisco I. Madero, miembro de una familia acomodada del estado norteño de Coahuila, se postuló como candidato a la presidencia en las siguientes elecciones. Madero hizo además un llamado a elecciones libres y a terminar con las reelecciones de PD y su libro, titulado La sucesión presidencial, causó furor. Sin embargo, a pesar de sus propias declaraciones, Díaz se reeligió en 1910 y Madero tuvo que huir del país.

En octubre de 1910 Madero proclamó el Plan de San Luis Potosí, en el cual hacía un llamado al pueblo a levantarse en armas el 20 de noviembre para exigir el respeto a los principios democráticos de la Constitución de 1857, la renuncia de Díaz y su sustitución por un gobierno provisional. El Plan, que era principalmente político y que no consideraba a profundidad los problemas sociales de México, fue bien recibido por movimientos que ya estaban a punto de estallar. Aunque el levantamiento general no se llevó a cabo en la fecha convenida (que es la que marca actualmente al aniversario de la Revolución), para enero de 1911 había levantamientos en Chihuahua, en el Norte y en el estado de Morelos en el Sur, encabezados por Francisco Villa y Emiliano Zapata respectivamente.

PD renunció finalmente a la presidencia y abandonó México para siempre en mayo de 1911. Durante el gobierno interino de Francisco León de la Barra se celebraron elecciones y Madero llegó a la presidencia en noviembre de ese año, con la idea de establecer una democracia funcional basada en el lema "sufragio efectivo, no reelección", con una prensa libre, un Congreso independiente y crítico del Ejecutivo y libertad política, pero sin prestar tanta atención a los motivos reales y profundos del descontento y manteniendo casi intactos la administración, el poder judicial y el ejército porfirista. La "crema de los conservadores", muchos de ellos simpatizantes de Díaz, siguió manejando los grandes negocios y Madero quedó atrapado en "las garras del régimen vencido", siendo además atacado constantemente y en forma virulenta por la prensa.

Entre los revolucionarios, la caída de Díaz había despertado la esperanza de reformas sociales profundas, especialmente en lo que hace a la repartición de la tierra. Zapata reclamaba en el Sur la restitución de tierras a los campesinos, el único resultado de la caída de PD que era aceptable para él. Para Madero el camino hacia los cambios era la ley y sólo a través de ella podrían solucionarse los grandes problemas nacionales. Lo que durante el régimen de Díaz se había logrado por la fuerza ahora debería resolverse por la vía del derecho. Para Madero la Revolución implicaba principalmente cambios políticos, lo demás se daría automáticamente.

La facción zapatista se rebeló bajo los principios del "Plan de Ayala", que demandaba la restitución inmediata de las tierras a los campesinos. La rebelión armada se extendió a varios estados de la república. Revolucionarios de otras áreas también comenzaron a desafiar a Madero. En el Norte Pascual Orozco se levantó, acusando a Madero de haber violado los principios del Plan de San Luis Potosí, pero fue vencido por Victoriano Huerta. El conservador Félix Díaz, sobrino de PD, se levantó en Veracruz pero Madero lo detuvo e hizo prisionero. Estos dos sucesos serán determinantes y significarán el inicio del fin de Madero.

En febrero de 1913, desde prisión, Félix Díaz y otros contrarrevolucionarios se levantaron contra Madero para restaurar el antiguo régimen. Con el apoyo de tropas leales a Huerta, al inicio de la revuelta Madero pudo resistir las fuerzas de Díaz pero más tarde fue traicionado por el mismo Huerta, quien lo arrestó con su Vicepresidente, José María Pino Suárez, los asesinó a sangre fría y, con la anuencia del Embajador norteamericano Henry Lane Wilson, usurpó el poder.

El asesinato de Madero por Victoriano Huerta unió al país. Huerta resultó tirano, sangriento e incompetente. Las facciones rebeldes, Villa en Chihuahua y Álvaro Obregón en Sonora, se unieron bajo Carranza, que había sido senador durante Porfirio Díaz y gobernador del estado de Coahuila, y promulgaron el Plan de Guadalupe en marzo de 1913, por medio del cual desconocían a Huerta. Zapata se mantuvo contra el gobierno, esta vez en manos de Huerta, en su lucha por el cumplimiento del Plan de Ayala. Huerta respondió y para ello aumentó a su ejército a través de la leva. El ejército federal aterrorizó al campo y a las ciudades y los asesinatos políticos se volvieron comunes. Además las arcas estaban vacías y cada facción empezó a imprimir su propio dinero. El gobierno de Huerta no fue reconocido por los EU, el cual prestaba ayuda a los rebeldes con el fin de restablecer el orden constitucional.

Lo que precipitó la caída del gobierno de Huerta fue un conflicto banal entre México y EU, como resultado del cual las tropas norteamericanas ocuparon Veracruz. La indignación popular fue tal que Huerta, acosado por todos los frentes, presentó finalmente su renuncia en julio de 1914 y los ejércitos revolucionarios entraron en la ciudad de México con Venustiano Carranza como caudillo.

Carranza, considerado como el primer jefe de la Revolución, representaba a un grupo de clase media alta que deseaba un estado fuerte y abierto que diera cabida a las expectativas de los hombres de negocios, profesionistas y pequeños propietarios rurales, excluidos del favor centralizado del México de Porfirio Díaz.

Ya en el poder, Carranza convocó a los líderes de la Revolución a una conferencia en Aguascalientes con el fin de discutir el curso que seguiría el país. Inmediatamente vinieron divisiones: de un lado estaban Carranza, Obregón y otros que apoyaban los planes de San Luis y de Guadalupe, los cuales tenían un ángulo más político; del otro estaban Zapata y Villa y quienes apoyaban el Plan de Ayala por las reivindicaciones de los campesinos. El país atravesó entonces por otro período de guerra civil durante el cual las diferentes facciones pretendían representar la voluntad del pueblo. Carranza surgió como el comandante victorioso de las fuerzas revolucionarias y su gobierno fue finalmente reconocido por el de EU.

El apoyo de EU a Carranza ocasionó la reacción agresiva de Villa, quien en dos ocasiones asaltó en territorio norteamericano, regresando a México inmediatamente. EU envió a su ejército a México en una expedición de castigo, pero sin éxito. Villa aceptó finalmente la paz ofrecida por el gobierno federal, se retiró y murió asesinado en 1923.

A fines de 1916 Carranza, con el fin de consolidar su poder y de institucionalizar la Revolución, convocó a una reunión en el estado de Querétaro, donde se elaboró una nueva constitución de corte liberal para México, basada en la de 1857, y que incluía las aspiraciones de los distintos grupos involucrados en la lucha, tales como la reforma agraria. La nueva Constitución fue promulgada en 1917.

Se citan a continuación los artículos más importantes de la Constitución:

Artículo 3: Establece el derecho a la educación básica obligatoria (preescolar, primaria y secundaria), gratuita y laica.

Artículo 4: establece la igualdad de hombres y mujeres ante la ley.

El artículo 27 declara que la propiedad de las tierras y aguas corresponde originalmente a la nación; la propia nación tiene en todo momento el derecho de imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público; el principio de expropiación por causa de utilidad pública; el dominio directo, por parte de la nación de los recursos del subsuelo y que tal dominio es inalienable e imprescriptible. En lo que hace a los recursos petroleros, este artículo fue puesto en práctica hasta 1938, durante el gobierno de Lázaro Cárdenas

La obligación de restituir y dotar tierras a los pueblos. La prohibición a las asociaciones religiosas puedan adquirir, poseer o administrar bienes raíces.

El artículo 123 es la base de la legislación del trabajo, e incluye el derecho a la huelga; la jornada de 8 horas, un salario mínimo y el reparto de utilidades.

El artículo 130 establece que el estado es laico y regula el papel de la iglesia en el país. La puesta en práctica de este artículo por Plutarco Elías Calles, desencadenó un conflicto armado que se conoce como la Guerra de los Cristeros y duró tres años, de 1926 a 1929.

Una vez aceptada la Constitución de 1917, Carranza ganó las elecciones presidenciales y tomó posesión en mayo del mismo año como el primer presidente bajo el nuevo régimen constitucional. Las condiciones en el país eran difíciles y en 1918 la lucha continuaba en Morelos. Los zapatistas, más que una constitución, deseaban resolver su situación. De esta manera Carranza decide eliminar a Zapata, quien es asesinado en abril de 1919.

En 1920, cuando Carranza pretendía nombrar a un sucesor que se subordinara a él y garantizar así cierta continuidad, Adolfo de la Huerta y Plutarco Elías Calles se levantaron en armas, al mando de un ejército del norte que marchó a la ciudad de México. Carranza abandonó la capital y fue asesinado en el camino al sur. De la Huerta fue nombrado presidente provisional, pero fue remplazado en noviembre de ese año por Álvaro Obregón, elegido como presidente por un período de cuatro años. Entonces se inicia la etapa de la reconstrucción nacional.

Álvaro Obregón, uno de los militares más brillantes surgidos del movimiento revolucionario, entendió que su gobierno tendría éxito en la medida que satisficiera las demandas de todos los sectores del país y que al hacerlo éstos se identificarían con él y lo apoyarían. De esta manera, las fuentes del poder dejarían de ser las puramente militares.

En 1921 se puso en marcha la reforma agraria: el latifundio despareció y dio lugar a nuevas formas de explotación de la tierra como la restitución y la creación de ejidos o pequeñas propiedades agrícolas. En cuanto al movimiento laboral, el gobierno aseguró su solidaridad al incorporar a sus dirigentes al aparato estatal. Estas medidas dieron lugar a una mayor estabilidad política y contribuyeron a eliminar levantamientos menores y esporádicos.

Cultura

Durante el porfiriato la "nueva escuela" de Porfirio Díaz proponía como su ideal la difusión de los amores a la patria, al orden, la libertad y el progreso. Sin embargo la mayoría de las escuelas se encontraba en las ciudades y estaban destinadas a la clase media, mientras que la educación indígena recibía apoyos mínimos, aislados y esporádicos. Las escuelas de enseñanza media y superior atravesaron por una época positiva: se creó la Preparatoria Nacional que tuvo réplicas en casi todas las capitales de provincia y se fundaron escuelas normales para señoritas. Contradictoriamente, la enseñanza técnico-profesional no progresó.

A fines de 1909 se fundó el Ateneo de la Juventud. En el participaron escritores, filósofos, arquitectos, artistas plásticos y compositores. El Ateneo estaba formado por un grupo de jóvenes rebeldes e inconformes ante la cultura porfiriana. Rechazaban los principios del positivismo y la moral porfiriana y propiciaban el retorno al humanismo y a los clásicos.

En 1910, año del Centenario de la Independencia, se crea la Escuela de Altos Estudios y la Universidad Nacional. Vasconcelos es nombrado presidente del Ateneo al triunfo del maderismo e inicia la importación de conferenciantes con el objeto de incorporar culturalmente a México al resto de Hispanoamérica.

La novela de la Revolución

La Revolución mexicana fue un evento histórico que atrajo la atención del mundo entero. En México mismo, donde la tradición narrativa desde Fernández de Lizardi a principios del siglo XIX había tenido algunos valores y cierto vigor, la lucha revolucionaria trajo consigo el subgénero conocido como "novela de la Revolución".

El núcleo principal de este género está formado por obras que presentan la fase histórica y política del movimiento, con carácter generalmente autobiográfico. De éste se desprende una variedad de derivaciones por tema: novelas de preocupación social, indigenistas, rural, cristera, del petróleo, de inspiración provinciana, etc. Aunque esta novela no es "revolucionaria" en su forma o en su procedimiento narrativo, tampoco se asemeja a la del siglo XIX. En ella el autor trata de fijar una realidad cruda que lo ha conmovido directa y fuertemente y para ello no necesita más que un estilo sobrio y rápido y una estructura basada en la presentación de cuadros o episodios, que son valiosos como testimonios. Esta realidad épica y la expresión de anhelos populares dan a la novela un carácter original de afirmación nacionalista.

Del género destacan Mariano Azuela y Martín Luis Guzmán, no tanto por ser escritores revolucionarios en el sentido estricto de la palabra –Azuela fue siempre un escéptico y Guzmán más bien conservador- sino porque ambos vivieron personalmente el conflicto.

La primera obra de Azuela digna de mencionar es Andrés Pérez, maderista (1911), en la que se presenta la sensación de desencanto con los primeros meses de la lucha revolucionaria, cuando las aspiraciones políticas del mismo Azuela se vieron frustradas. La obra más importante de Azuela fue Los de Abajo (1915). Parte de la obra fue escrita durante la guerra, cuando Azuela era médico en las tropas de Villa. Se trata de un trabajo fresco y vivaz, con un novedoso enfoque del diálogo popular y del sentido del humor nacional y de una descripción franca del abismo que separa a quienes trabajan con las manos de los que lo hacen con la inteligencia. La novela proporciona así una visión inolvidable y casi gráfica de la era revolucionaria.

Los de Abajo fue prácticamente desconocida hasta 1924. Las otras llamadas novelas de la revolución aparecieron entre 1926 –año en que aparece El Águila y la serpiente de Martín Luis Guzmán- y 1939, coincidiendo más de cerca con la época de oro del cine mexicano que siguió a la Revolución que con el movimiento muralista.

El Águila y la serpiente es de hecho una obra documental en la que se presentan las experiencias del autor. Al igual que Azuela, Guzmán también había sido seguidor de Madero y por lo tanto no concordaba totalmente con las posiciones de Villa, Carranza, Obregón o Calles. Esta obra, escéptica desde el punto de vista ideológico, ha influido como pocas en la percepción que generaciones posteriores han tenido de la Revolución Mexicana. El águila y la serpiente es un libro de memorias que comprende de 1913 a 1915 y es "la novela de un joven que pasa de las aulas universitarias al pleno movimiento armado".

La siguiente novela de Guzmán, La sombra del caudillo (1929), es una dura crítica del régimen de Plutarco Elías Calles y una de las exploraciones literarias más profundas del impulso autoritario. En La sombra del Caudillo el autor hace un cuidadoso y profundo análisis de la realidad y los conflictos políticos de 1927, al término del período presidencial de Calles. El tono es pesimista pero la obra es de gran calidad artística y ha sido considerada como una de las mejores novelas de ambiente político escrita en México.

La personalidad de Francisco Villa inspiró una literatura que iba desde los corridos de autores anónimos a la obra de Martín Luis Guzmán. Guzmán conoció de cerca a Pancho Villa y, fascinado por su personalidad compleja y habiendo manejado abundante documentación sobre el tema, emprendió la realización de las Memorias de Pancho Villa (1951), la cual resultó una prueba de la maestría de Guzmán como escritor y un importante monumento a Villa.

Cabe considerar a un tercer novelista, Gregorio López y Fuentes. De menor calidad que Azuela y Guzmán, López y Fuentes constituyó sin embargo un lazo importante entre la Novela de la Revolución y otros géneros posteriores con sus novelas Campamento (1931), a través de la cual presenta la sicología de masas propia de la época; Tierra (1932), sobre la lucha agraria encabezada por Zapata y El Indio (1935), en la cual hace una condena del maltrato a las comunidades indígenas antes, durante y después del conflicto.

En términos generales, la Revolución produjo una literatura que por primera vez, desde mediados del siglo XIX, trató la historia no como algo remoto, sino como una realidad palpable que además movilizaría y fijaría la percepción de eventos sociales, políticos y económicos. En adelante esta nueva percepción histórica marcaría la diferencia entre el realismo social de la literatura criollista.

Otros representantes de esta corriente literaria dignos de mencionar son José Vasconcelos, José Rubén Romero, Rafael Muñoz, Nelly Campobello, Francisco Rojas González y Agustín Yáñez.

El proyecto cultural de José Vasconcelos

El escritor y político José Vasconcelos, distinguido abogado quien, como ya se mencionó, había rechazado el positivismo de los científicos de Profirio Díaz, fue nombrado Secretario de Educación por Álvaro Obregón.

Vasconcelos había sido Rector de la Universidad Nacional y reinstaló la Secretaría de Educación Pública que había sido suprimida por Carranza. Para ello estudió el programa de Lunacharsky y elaboró un plan de salvación o regeneración de México a través de la cultura. Para lograr su objetivo, Vasconcelos propuso el siguiente plan a seguir:

  • 1. la creación de misiones rurales que predicaran la alfabetización, despertaran una mínima conciencia cultural en la población rural y enseñaran actividades manuales como el cultivo de la tierra.

  • 2. las campañas alfabetizadoras en las comunidades campesinas, que se complementarían con la enseñanza de rudimentos de historia y geografía; de higiene y medicina y el auspicio de artesanías locales.

  • 3. la difusión y promoción de las artes. Se fundó un Departamento de Bellas Artes para fomentar el interés por la pintura, la cultura, la música y el canto y se organizaron festivales de artes populares.

  • 4. el fomento de contactos culturales con otros países de la región.

  • 5. la incorporación de las minorías a la nación a través de un sistema educativo nacional y uniforme.

  • 6. el redescubrimiento, la difusión y el patrocinio de las artesanías populares.

Antes de a Revolución, las expresiones artísticas habían sido copias pobres de arte Europeo y Vasconcelos deseaba revivir las tradiciones mexicanas en todas las manifestaciones artísticas y hacerlas llegar a todos. De esta manera llevó a cabo un vasto programa cultural y educativo innovador: trató de adaptar el programa de las escuelas rurales a la realidad del país a través de la enseñanza generalizada; envió al campo a cientos de maestros con el fin de integrar a los pueblos indígenas a la sociedad mexicana a través de la educación; dirigió un programa de publicación masiva de autores clásicos; fundó la revista "El maestro" y patrocinó el naciente movimiento muralista. Entonces el arte y la literatura "redescubrieron" las raíces de México. Los artistas representaron a los trabajadores y campesinos, sus problemas, luchas y sueños. Los compositores se inspiraron en la música popular y en un folklore hasta entonces olvidado.

La literatura trató los problemas de la Revolución, los cambios y retos del país. Se fundó la Escuela Mexicana de Pintura y aparecieron los primeros grandes murales, trabajos que intentan reproducir para siempre y para todos, los sufrimientos del país, sus problemas y sus esperanzas.

Las artes plásticas: José Guadalupe Posada y los muralistas
José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros

Es importante mencionar la obra de José Guadalupe Posada, artista extraordinario que, sin una educación formal, a través de su trabajo en periódicos se convirtió en el ilustrador natural de la realidad de su época. La mayoría de sus grabados –generalmente en madera pero algunos en metal- revelan una increíble intuición. Posada fue un personaje pintoresco que trabajó a la vista de todos en su diminuto taller en el centro de la ciudad de México. Para algunos artistas el estilo de Posada fue un claro ejemplo de como llegar al público sin ser vulgar ni condescendiente. Su obra más conocida son las Calaveras: ilustraciones que acompañaban los versos populares dedicados a las figuras políticas del momento y que circulaban el 1º y 2 de noviembre, días de todos los santos y de los muertos.

El muralismo mexicano es incuestionablemente el movimiento artístico latinoamericano de mayor repercusión en el continente y de gran importancia en el resto del mundo en el siglo XX, y sus principales representantes son José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. José Vasconcelos también jugó un papel importante en el desarrollo del movimiento: al ser nombrado Secretario de Educación, invitó a varios artistas jóvenes a ejecutar grandes murales en edificios públicos, con la idea de representar temas populares y hechos cotidianos.

La importancia de esta "escuela muralista" radica en que estos artistas trabajaron como una generación, teniendo así una mayor influencia en la opinión pública que si lo hubieran hecho individualmente. Además, la idea que motivaba al grupo era simple y por lo tanto fácil de expresar y de entender, de manera que se crea un lazo entre el artista, la obra y parte del público. Por último, la obra debía poseer valores positivos que transmitieran el mensaje, y estos valores debían ser no sólo artísticos sino sociales e incluso ideológicos.

El muralismo, al llegar a su máxima expresión, exhibía todas esas características. Sin embargo, aunque alcanzó el reconocimiento internacional casi inmediatamente, las masas mexicanas no lograban descifrar estos murales, a pesar del objetivo utópico de sus autores de llegar al pueblo para contribuir en su educación cívica.

En este contexto se consideraba que el buen arte mural debía ser, por definición, marxista y revolucionario, nacionalista e indigenista. En el muralismo las fuerzas del bien se enfrentan a las del mal, éste último representado por España, el catolicismo, los conquistadores y, en la época moderna, el capitalismo. Esta fue la línea ideológica seguida por Rivera y Siqueiros, mientras que Orozco los trataba en forma más general y abstracta.

El legado cultural de la Revolución Mexicana es único.
Los grandes cambios políticos y sociales que resultaron de ésta
crearon a su vez un ambiente propicio para que los artistas tomaran conciencia
de su propia identidad y volvieran a la esencia de lo mexicano, expresándose
así de manera original y no a través de copias de baja calidad
de manifestaciones europeas ajenas, principalmente de Francia y España.
En literatura, música y artes plásticas, principalmente, México
surgió como una gran potencia de la época revolucionaria.

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