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Selectividad (Una teoría metafísica del mundo antiguo)



Partes: 1, 2

  1. Hay un enigma mayor que el del arkhé
  2. Cómo son los seres concretos
  3. Cómo son los eidai
  4. Dualismo
  5. Cómo se relacionan los seres concretos y los eidai
  6. Las matemáticas ayudan a Platón
  7. Los valores también tienen un lugar en el mundo de los eidai
  8. Platón
  9. Lo eternamente verdadero, lo eternamente hermoso y lo eternamente bueno
  10. El mundo de las Ideas
  11. El conocimiento seguro
  12. Un alma inmortal
  13. El Estado filosófico

Hay un enigma mayor que el del arkhé

Los filósofos presocráticos se habían preocupado por determinar el arkhé (origen) de todas las cosas. Hemos visto que con el término arkhé se referían a un elemento material básico del que estarían hechas todas las cosas que pueblan el universo.

Sin embargo, en el caso de que efectivamente existiese ese elemento material básico, todavía quedaría por explicar otro problema mayor: ¿Cómo es posible que a partir de esa materia básica -sea cual sea- surjan seres complejos, múltiples, algunos diferentes y otros similares entre sí (esto es, poseedores de una estructura o modo de ser común)? ¿Por qué la materia se organiza en ocasiones para producir una roca y, en otras, para producir un ser vivo? Además, las diversas formas de organización se repiten a lo largo del tiempo, pese a que los seres que poseen una determinada organización desaparezcan, mueran, se destruyan…. Quizás el problema del arkhé fuese un enigma que merecía la pena ser resuelto, pero resultaba más profundo el enigma de porqué a partir de una misma materia básica se producían diferentes tipos de seres y, a la vez, conjuntos de seres similares entre sí.

Este es el enigma que Platón intentó resolver mediante su Teoría de las Ideas (eidai), abandonando la cuestión de la Physis material de los seres.

Entender a Platón en su contexto

Vista con ojos contemporáneos -esto es, analizada sin realizar el esfuerzo de situar a Platón en su contexto intelectual- la teoría platónica de los eidai puede resultar extraña.

Lo importante es, ante todo, comprender el problema que Platón se planteó y que con ella intentó solucionar.

Las piezas de un juego de construcción no se unen por sí solas.

Podemos comprender mejor el problema a través de un ejemplo.

Pensemos en un juego de construcción infantil compuesto por múltiples piezas de plástico.

Las piezas son elementos materiales básicos que pueden poseer un conjunto de propiedades (peso, volumen, etc.) y que están sometidas a ciertos procesos básicos (desgaste).

Sabemos que, por sí solas, las piezas no se unirán jamás para producir una figura reconocible, por ejemplo, un caballo.

Supongamos que las piezas en cuestión tienen la propiedad del movimiento espontáneo. En este caso, las piezas se moverían aleatoriamente, probablemente se alejarían unas de otras, o chocarían entre sí y posteriormente se separarían.

Quizás algunas piezas encajarían ocasionalmente, pero de un proceso de este tipo ¿cabría esperar que acabara apareciendo una figurita con forma de caballo?

Supongamos que las piezas en cuestión no sólo tienen la capacidad de moverse, sino también la de atraerse entre sí bajo ciertas condiciones.

De este modo quizás obtuviésemos un conglomerado de piezas, pero no un caballo.

En definitiva: quizás los filósofos atomistas tuviesen razón al afirmar que el arkhé son los átomos -cuestión que de hecho Platón nunca debatió-, pero lo cierto es que la mera constatación de que existan los átomos o cualquier otro arkhé es incapaz por sí sola de explicar cómo es posible que exista una diversidad de seres distintos entre sí y una multiplicidad de seres que comparten una estructura, una organización, un mismo modo de ser, que se repite o perpetúa a lo largo del tiempo. Platón, de hecho, cuando se refiere a la materia física no se expresa en términos similares a los de los atomistas, sino más bien a la de algún otro autor presocrático.

En cualquier caso, este asunto no era objeto del interés de Platón.

La organización del mundo material no puede ser producto del azar.

El punto importante de la reflexión platónica consiste en señalar que la diversidad de formas de organización de la materia que encontramos en el mundo natural no puede ser producto del azar, sino que parece requerir una explicación alternativa.

Esta cuestión suele compendiarse en los textos platónicos bajo la siguiente fórmula: «El orden no puede ser resultado del azar».

Volvamos al ejemplo del juego de construcción infantil. Supongamos que un buen día algunas piezas del juego aparecen unidas de una determinada manera, representando un caballo.

Al día siguiente aparece otro conjunto de piezas unidas formando la misma figura, y al tercer día se reproduce el mismo hecho. Entendemos que lo que ha ocurrido no puede ser fruto de la casualidad, sino que las piezas se han unido en los tres casos de acuerdo con un modelo. Las tres figurillas son similares porque responden a un modelo, a un proyecto común.

La organización del mundo material es resultado de la existencia de modelos.

La idea clave de la teoría platónica de las Ideas reside en el hecho de que los seres materiales parecen reflejar diferentes modelos, que son los que determinan sus diversas organizaciones y modos de ser.

Por tanto, Platón concluyó que debían existir ciertos modelos de acuerdo con los cuales se organizan los diferentes seres materiales.

A esos modelos los denominó con la palabra griega eidos que suele traducirse al castellano como «Idea» o -mejor- como «Forma».

Cómo son los seres concretos

Platón, por tanto, se vio obligado a suponer que existían dos tipos de seres que, como veremos, son radicalmente distintos entre sí: los seres materiales por un lado y los eidai por el otro.

Cuando Platón se refiere a los seres materiales suele emplear una multitud de expresiones distintas, todas ellas justificadas por las propiedades que atribuye a dichos seres.

Los seres materiales son seres «sensibles» (porque los conocemos mediante los sentidos), «seres fenoménicos» (porque «aparecen» a nuestros sentidos), «seres temporales» (porque nacen y mueren, se crean y se destruyen), «seres mutables» (porque sufren transformaciones a lo largo del tiempo), «seres concretos» o «particulares» (porque son seres individuales).

El mundo de los seres concretos.

Platón, cuando se refiere simultáneamente a todos estos seres materiales, los habidos y por haber, en tanto que constituyen una esfera identificable de objetos, los denomina «Mundo de los seres concretos» (o cualquier otra expresión de las que hemos visto anteriormente). No es demasiado difícil intuir qué es un «ser concreto» para Platón porque vivimos instalados entre ellos, traficando con ellos permanentemente.

Cómo son los eidai

Más difícil es comprender cómo es un eidos.

En cualquier caso, Platón argumenta por oposición, describiendo las Ideas (eidai) como realidades radicalmente distintas de los seres concretos.

¿Por qué lo hizo así? Platón argumentó que todos los objetos compuestos de materia física están sometidos a transformaciones, tienen un origen y un final. Sin embargo, los modos de ser que parecen reproducir no se extinguen y se perpetúan continuamente (tal y como de hecho podemos evidenciar observando el universo físico).

Por tanto, supuso que las Ideas eran inmateriales (dado que todo lo material nace y muere, tiene un origen y un final), inmutables (dado que el cambio y la transformación son rasgos asociados a lo material), intemporales (por las mismas razones), eternos (dado que no tienen principio ni fin), abstractos o universales (porque son modelos que determinan el modo de ser de varios individuos o seres particulares), etc.

El mundo de las Ideas.

Hay que observar que, obviamente, si los eidai reúnen ese conjunto de características, son seres radicalmente distintos de los seres concretos, y que ese conjunto de eidai considerado simultáneamente (el «Mundo de las Ideas») constituye una esfera también radicalmente distinta de la realidad.

Dualismo

Esta postura, que defiende la existe de dos tipos de seres radicalmente distintos, caracterizables por notas opuestas, recibe la denominación de «Dualismo».

Dualismo ontológico.

Tradicionalmente suele emplearse el término «Ontología» para hacer referencia a una descripción general de la realidad (¿Cuántos tipos de seres existen? ¿Cómo son? etc.).

La teoría platónica de los eidai es una Ontología dualista o, si se prefiere, un Dualismo ontológico.

También hay que observar que no tenemos noticia de la existencia de las Ideas mediante nuestros sentidos. Puesto que son inmateriales no pueden ser conocidos sensorialmente y sólo captamos la necesidad de su existencia mediante la inteligencia, esto es, mediante la razón.

Platón no resuelve satisfactoriamente algunos problemas implicados en la teoría de los eidai.

Platón no dudó jamás de la existencia de los eidai, pero nunca aclaró -aunque lo intentó- algunas cuestiones básicas que -se nos ocurre- merecen una respuesta: ¿Cuántas Ideas existen? ¿Poseen todos las Ideas el mismo grado de importancia? ¿Qué relaciones existen entre las Ideas? El propio Platón, en alguno de sus diálogos tardíos (como en Parménides) llegó incluso a ironizar sobre algunas de las implicaciones de la teoría de los eidai.

Cómo se relacionan los seres concretos y los eidai

Un aspecto especialmente preocupante de su teoría es el modo como los eidai (inmateriales, eternos, inmutables, etc.) son capaces de determinar el modo de ser y la organización de los seres concretos (que son, no lo olvidemos materiales, temporales, mutables, etc.).

En los diálogos platónicos este problema recibe un tratamiento terminológico diferente. Platón suele afirmar que «los seres concretos son copias de las Ideas», que «los seres concretos son imitaciones de las Ideas» o que «los seres concretos participan de las Ideas», pero, que sepamos, jamás respondió satisfactoriamente a la cuestión de cómo un ser material puede ser copia de un ser inmaterial, cómo es posible que los eidai influyan en la materia.

Las matemáticas ayudan a Platón

Sin embargo, Platón sí encontró un argumento que permite barruntar la existencia de los eidai tal y como él la entendía, y era un argumento procedente de una de las actividades que más apreciaban los platónicos de la Academia: las Matemáticas.

Simplificándolo mucho, el argumento puede establecerse así: Los seres humanos podemos trazar tres líneas unidas por sus vértices y decir que hemos dibujado un triángulo.

Sin embargo, una observación en detalle nos demostrará que el objeto que hemos dibujado no es, en sentido estricto, un triángulo, dado que no reunirá todas las propiedades de este objeto (relativas, por ejemplo, a la suma angular, a la superficie del objeto, a la rectitud de sus lados, etc.).

Sin embargo -y esto ocurre con todos los objetos matemáticos– si lo reconocemos como un triángulo es por referencia a un modelo -un objeto matemático- al cual podremos aproximarnos cada vez más si perfeccionamos nuestro dibujo inicial, pero que jamás podremos representar con exactitud, puesto que el objeto matemático «triángulo» es, de hecho irrepresentable.

La reflexión sobre la naturaleza de los objetos matemáticos -de cuya existencia no dudamos pero que sólo podemos representar de modo imperfecto y aproximado- fue considerada por Platón como una «gimnasia intelectual» que permitía aproximarse sin prejuicios a la teoría de las Ideas, por lo que se hizo inscribir en el Pórtico de la Academia el siguiente lema: «No entre aquí hombre alguno que no sea geómetra» (geómetra en el sentido de «matemático»)

Los valores también tienen un lugar en el mundo de los eidai

La teoría de los eidai tenía, además, una ventaja añadida para Platón.

Su maestro Sócrates había centrado su actividad filosófica en la necesidad de obtener definiciones universales y objetivas de los conceptos morales (¿Qué es la justicia? ¿Qué es la virtud?, etc.), definiciones que no podían depender de las opiniones particulares de los individuos, puesto que esa era la puerta de entrada del relativismo: Si «justo» es sólo aquello que yo -o mis amigos y yo, o los que pertenecen a mi cultura y yo- considero justo, no puede decirse en absoluto que exista «lo justo».

Al defender la existencia de una esfera de la realidad eterna y abstracta,
en ella tenían cabida eidai no sólo de los objetos naturales
(árboles, animales…), sino también de los valores morales. Es
decir: sólo podremos actuar de un modo justo -individual y colectivamente-
si nuestros comportamientos se ajustan al modelo de justicia (al eidos de
justicia).

Y, obviamente, sólo podremos tener la certeza de que nuestro comportamiento se ajusta a un modelo general de justicia si sabemos previamente qué es la Justicia en sí. Por tanto, el comportamiento virtuoso depende de saber previamente qué es la virtud, tal y como había enseñado Sócrates.

Los filósofos, la casta de gobernantes del sistema político ideal platónico serían aquellos individuos que reúnen las capacidades morales derivadas de su conocimiento de los eidai.

Platón

…una añoranza de regresar a la verdadera morada del alma

A la mañana siguiente, Sofia se despertó de golpe. Sólo eran poco más de las cinco, pero se sentía tan despejada que se sentó en la cama.

¿Por qué llevaba el vestido puesto? De repente, recordó todo. Sofia se subió a un escabel y miró el estante superior del armario. Pues sí, alli estaba la cinta de video. Entonces, no había sido un sueño; al menos, no todo.

¡Pero no podía haber visto a Platón y a Sócrates ¡Bah, ya no tenía ganas de pensar más en ello. Quizás su madre tuviera razón en que estaba un poco ida últimamente.

No consiguió volverse a dormir. Quizás debería bajar al Callejón, a ver si el perro había dejado otra carta.

Sofia bajó la escalen de puntillas, se puso las zapatillas de deporte y salió al jardín.

Todo estaba maravillosamente luminoso y tranquilo. Los pajarillos cantaban con tanta energía que Sofia estuvo a punto de echarse a reír. Por la hierba se deslizaban las minúsculas go-tas de cristal del rocío de la mañana.

Un vez niás se le ocurrió pensar que el mundo en un increíble milagro.

Se notaba humedad dentro del viejo seto. Sofia no vio ningún sobre nuevo del filósofo, pero, de todos modos, secó un tocón muy grande y se sentó.

Se acordó de que el Platón del vídeo le había dado unos ejercicios. Primero, algo sobre cómo un pastelero en capaz de hacer cincuenta pastas totalmente iguales.

Sofia tuvo que pensarlo mucho, porque le parecía una verdadera hazaña poder hacer cincuenta pastas iguales. Cuando su madre, alguna que otra vez, hacía una bandeja de rosquillas berlinesas, ninguna salía completamente idéntica a otra. Claro, que no en una pastelera profesional, pues a veces lo hacía sin mucha dedicación. Pero tampoco las pastas que compraban en la tienda eran totalmente iguales entre si. Cada pasta había sido formada por las manos del pastelero, ¿no?

De pronto, se dibujó en la cara de Sofia una astuta sonrisa. Se acordó de una vez en que ella y su padre habían ido al centro, mientras la madre se había quedado en casa, haciendo pastas de navidad. Cuando volvieron, se encontraron con un montón de pastas a la pimienta, con forma de hombrecitos, extendidas por toda la mesa de la cocina. Aunque no eran todas igual de perfectas, sí que eran de alguna manera, totalmente iguales. ¿Ypor qué? Naturalmente, porque la madre había utilizado el mismo «molde" para todas las pastas.

Tan satisfecha se sintió Sofia de haberse acordado de las pastas a la pimienta que dio por acabado el primer ejercicio. Cuando un pastelero hace cincuenta pastas completamente iguales es porque utiliza el mismo molde para todas. ¡Y ya está!

Luego, el Platón del vídeo había mirado directamente a la cámara, y había preguntado por qué todos los caballos son iguales. Pero eso no en verdad. Sofia diría más bien lo contrario, que no había ningún caballo totalmente idéntico a otro, de la misma manea que no había dos personas completamente iguales.

Estuvo a punto de renunciar a solucionar ese ejercicio, pero, de pronto, se acordó de cómo había razonado con las pastas a la pimienta. Al fin y al cabo, tampoco las pastas eran totalmente iguales, algunas eran más gorditas que otras, otras estaban rotas. Y, sin embargo, para todo el mundo estaba claro que, de alguna manera, eran «totalmente iguales".

Quizás la intención de Platón era preguntar por qué un caballo era un caballo, y no algo entre caballo v cerdo. Porque aunque algunos caballos fueran pardos como los osos, y otros blancos como los corderos. todos tenían algo en común. Sofía no había visto jamás por ejemplo un caballo con seis u ocho patas.

¿Pero no habría querido decir Platón que lo que hace a todos los caballos idénticos es que han sido formados con el mismo molde?

Luego, Platón había hecho una pregunta muy importante v muv difícil. ¿Tiene el ser humano un alma inmortal? Sofía no se sentía capacitada para contestar a esa pregunta. Sólo sabía que el cuerpo muerto era incinerado o enterrado v que así no podía tener ningún futuro. Si uno opinaba que el ser humano tenía un alma inmortal, también tenía que pensar que el ser humano está compuesto por dos partes totalmente distintas: un cuerpo, que al cabo de algunos años se agota y se destruye, y un alma, que opera más o menos independientemente del cuerpo. La abuela había dicho una vez que era sólo el cuerpo el que envejecía. Interiormente, había sido siempre la misma muchacha.

Lo de «muchacha» condujo a Sofía a la ultima pregunta. ¿Los hombres y las mujeres tienen la misma capacidad de razonar? No estaba ella muy segura. Dependía de lo que Platón quisiera decir con «razonar».

De pronto, se acordó de algo que había dicho el profesor de filosofía sobre Sócrates. Sócrates había señalado que todos los seres humanos pueden llegar a entender las verdades filosóficas si utilizan su razón. Pensaba, además, que un esclavo tenía la misma capacidad de razonar que un noble para poder so)lucionar preguntas filosóficas. Sofía estaba convencida de que Sócrates habría dicho que mujeres y hombres tienen la misma capacidad de razonar.

Sentada meditando oyó de repente ruidos en el seto v alguien que respiraba como una máquina de vapor. Al instante apareció en el callejón el perro amarillo. Llevaba un sobre grande en la boca.

-¡Hermes! -exclamó Sofía-. ¡Muchas gracias!

El perro dejó caer el sobre en las rodillas de Sofía, que estiró la mano para acariciarle.

-Hermes, buen perro. – dijo

El perro se tumbo delante de ella se dejo acariciar. Pero al cabo de unos minutos se levanto y se dispuso a desaparecer entre el seto por el mismo camino por el que había llegado. Sofía le siguió con el sobre amarillo en la mano. El perro se giró un par de veces gruñendo, pero Sofía no se dio por vencida. Encontraría al filósofo aunque tuviera que correr hasta Atenas.

El perro apresuró el paso y pronto se metió por un estrecho sendero. Tambien Sofía aumento la velocidad pero cuando había corrido durante un par de minutos el perro se paro y se puso a ladrar como un perro guardian. Sofía no se dio por vencida todavía y aprovecho la oportunidad para acercarse aun mas.

Hermes siguio a toda prisa por el sendero. Sofía tuvo que

reconocer finalmente que no era capaz de alcanzarlo. Durante un largo rato se quedó parada escuchando cómo se alejaba. Al final, todo quedó en silencio.

Sofía se sentó sobre un tocón delante de un pequeño claro en el bosque. En la mano tenía un sobre grande. Lo abrió, sacó varias hojas escritas a máquina, y empezó a leer.

La Academia de Platón

¡Qué bien lo pasamos juntos, Sofía! En Atenas, quiero decir, de esa forma, al menos, me he presentado. Como también te presenté a Platón, podemos ir directamente al grano.

Platón (427-347 a. de C.) tenía 29 años cuando a Sócrates le obligaron a vaciar la copa de veneno. Era discípulo de Sócrates desde hacía mucho tiempo, y siguió el proceso contra éste muy de cerca. El hecho de que Atenas fuera capaz de condenar a muerte a su ciudadano más noble, no sólo le causó una hondisima impresión, sino que decidiría la dirección que tomaría toda su actividad filosófica.

Para Platón, la muerte de Sócrates constituía una clara expresión del contraste que puede haber entre la situación fáctica de la sociedad y lo que es verdadero o ideal. La primera acción de Platón como filósofo fue publicar el discurso de defensa de Sócrates. En el discurso se refiere a lo que Sócrates dijo al gran jurado.

Te acordarás de que el propio Sócrates no escribió nada. Muchos de los filósofos presocráticos si habían escrito, el problema es que la mayoría de esos escritos se han perdido. En lo que se refiere a Platón, se cree que se han conservado todas sus obras principales. (Aparte del discurso de defensa de Sócrates, Platón escribió una colección entera de cartas, y treinta y cinco diálogos filosóficos.) El hecho de que estos escritos hayan sido conservados se debe, en gran parte, a que Platón fundó su propia escuela de filosofía fuera de Atenas. La escuela estaba situada en una arboleda que debía su nombre al héroe mitológico griego Academo. Por lo tanto, la escuela de filosofía de Platón adquirió el nombre de Academia. (Desde entonces se han funda do miles de
academias por todo el mundo. Incluso hoy hablamos de los y de materias académicas.)

En la Academia de Platón se enseñaba filosofía, matemáflcas y gimnasia. Aunque "enseñar" no sea, quizás, la palabra adecuada, ya que también en la Academia de Platón la conversación viva era lo más importante. Por lo tanto, no es una casualidad que el diálogo llegara a ser la forma escrita de Platón.

Lo eternamente verdadero, lo eternamente hermoso y lo eternamente bueno

Al principio de este curso de filosofía te dije que, a menudo, resulta muy útil preguntarse a uno mismo cuál es el proyecto de un determinado filósofo. De modo que ahora pregunto: ¿qué era lo que a Platón le interesaba averiguar ante todo?

Resumiendo mucho, podemos decir que a Platón le interesaba la relación entre lo eterno y lo inalterable, por un lado, y lo que fluye, por el otro. (¡Es decir, exactamente igual que a los presocráticos!) Luego dijimos que los sofistas y Sócrates abandonaron las cuestiones de la filosofía de la naturaleza, para interesarse más por el ser humano y la sociedad. Si eso es verdad, pero también los sofistas y Sócrates se interesaban, en cierto modo, por la relación entre lo eterno y lo permanente, por un lado, y lo que fluye, por el otro. Se interesaron por esta cuestión en lo que se refiere a la moral de los seres humanos, y a los ideales o virtudes de la sociedad. Muy resumidamente, se puede decir que los sofistas pensaban que la cuestión de lo que es bueno o malo, es algo que cambia de ciudad en ciudad, de generación en generación, es decir que la cuestión sobre lo bueno y lo malo es algo que . Sócrates no podía aceptar este punto de vista, y opinaba que había unas reglas totalmente básicas y eternas para lo que es bueno y lo que es malo. Mediante nuestra razón podemos, todos los seres humanos, llegar a conocer esas normas inmutables,pues precisamente la razón de los seres humanos es algo eterno e inmutable.

¿Me sigues, Sofía? Estamos llegando a Platón. A él le interesa lo que es eterno e inmutable en la naturaleza y lo que es eterno e inmutable en cuanto a la moral y la sociedad. De hecho, para Platón, éstas son una misma cosa. Intenta captar una propia eterna e inmutable. Y, a decir verdad, precisamente para eso tenemos a los filósofos. No están para elegir a la chica más guapa del año, ni los tomates más baratos del jueves (razón por la cual no son siempre tan famosos>.

Los filósofos suelen fruncir el ceño ante asuntos tan vanos y tan "de actualidad". Intentan señalar lo que es eternamente "verdadero", eternamente "hermoso", y eternamente "bueno".

Con esto tenemos, al menos, una vaga idea del proyecto filosófico de Platón. A partir de ahora, miraremos las cosas una por una. Intentaremos entender un razonamiento que dejó profundas huellas en toda la filosofía europea posterior.

El mundo de las Ideas

Tanto Empédocles como Demócrito hablan señalado que todos los fenómenos de la naturaleza fluyen, pero que, sin embargo, tiene que haber que nunca cambie ( o

Platón opinaba que todo lo que podemos tocar y sentir en la naturaleza fluye. Es decir, según él, no existen unas pocas que no se disuelven. Absolutamente todo lo que pertenece al mundo de los sentidos está formado por una materia que se desgasta con el tiempo. Pero, a la vez, todo está hecho con un eterno e inmutable.

¿Lo entiendes? Ah, ¿no…?

¿Por qué todos los caballos son iguales, Sofia? A lo mejor piensas que no lo son en absoluto. Pero hay algo que todos los caballos tienen en común, algo que hace que nunca tengamos problemas para distinguir un caballo de cualquier otro animal. El caballo individual , claro está. Puede ser viejo, cojo, y, con el tiempo, se pondrá enfermo y morirá. Pero el es eterno e inmutable.

Esto quiere decir que, para Platón, lo eterno y lo inmutable no es una física. Lo que es eterno e inmutable son los modelos espirituales o abstractos, a cuya imagen todo está moldeado.

Déjame precisar: los presocráticos habían dado una explicación, más o menos razonable, de los cambios en la naturaleza sin tener que presumir que algo de verdad. En medio del ciclo de la naturaleza, hay algunas partes mínimas que son eternas e inmutables y que no se disuelven, pensaban ellos. ¡Muy bien, Sofía! Digo muy bien, pero no podían explicar cómo estas , que alguna vez habían sido las piezas para construir un caballo, de pronto pueden juntarse para formar un completamente nuevo, unos tres o cuatrocientos años más tarde. O formar un elefante, por usar otro ejempío, o un cocodrilo. Lo que quiere decir Platón es que los átomos de Demócrito nunca pueden llegar a converti rse en un o un . Precisamente, esto fue lo que puso en marcha su reflexión filosófica.

Si ya estás entendiendo lo que quiero decir, puedes saltarte este apartado. Para estar seguro, voy a precisar: tienes una serie de piezas del lego y construyes con ellas un caballo. Luego lo deshaces y vuelves a meter las piezas en una caja. No puedes esperar que surja un caballo completamente nuevo con sólo sacudir la caja que contiene las piezas. ¡Cómo iban a poder las piezas arreglárselas por su cuenta para volver a convertirse en caballo! No, eres tú la que tienes que volver a construir el caballo, Sofía. Y lo logras gracias a una imagen que tienes en tu cabeza del aspecto del caballo. Es decir: el caballo de lego está moldeado según un modelo que queda inalterado de caballo en caballo.

¿Solucionaste lo de las cincuenta pastas idénticas? Supongamos que caes al mundo desde el espacio y que jamás has visto una pastelería. De repente, te topas con una de aspecto tentador, y ves, sobre un mostrador, cincuenta pastas idénticas. Supongo que te habrías roto la cabeza, preguntándote cómo era posible que fueran todas idénticas. Sin embargo puede ser que alguna de ellas careciera de algo que tuvieran las demás. Si eran figuras, puede que a una le faltara un brazo y a otra un trozo de cabeza, y que una tercera tuviera, a lo mejor, un bulto en la tripa. Tras pensarlo detenidamente, llegarías, no obstante, a la conclusión de que todas las pastas tenían un denominador común. Aunque ninguna fuera totalmente perfecta, se te ocurriría pensar que deben de tener un origen común. Te darías cuenta de que todas las pastas están hechas con el mismo molde. Y hay más Sofía, hay algo más: ahora tendrás un fuerte deseo de ver ese molde. Pues es evidente que el propio molde tiene que ser muchísimo más perfecto y, en cierto modo, más hermoso que ninguna de esas frágiles copias.

Si lograste solucionar este problema por tu cuenta, entonces solucionaste un problema filosófico exactamente de la misma manera que Platón. Como la mayoría de los filósofos, él (aterrizó desde el espacio..) (Se sentó en el último extremo de uno de los finos pelos de la piel del conejo.) Le extrañó cómo todos los fenómenos de la naturaleza podían ser tan iguales entre ellos, y llegó a la conclusión de que debía de haber un reducido número de moldes que se encuentran "detrás de" todo lo que vemos a nuestro alrededor. A estos moldes Platón los llamó Ideas. Detrás de todos los caballos, cerdos y seres humanos, se encuentra la "idea de caballo", la "idea de cerdo" y la "idea de ser humano". (De la misma manera que el pastelero antes mencionado puede tener pastas con forma de hombres, de cerdos y de caballos; pues un buen pastelero tendrá más de un molde. No obstante, basta con un solo molde para cada clase de pastas.)

Conclusión: Platón pensaba que tenía que haber una realidad detrás "del mundo de los sentidos", y a esta realidad la llamó el mundo de las Ideas. Aquí se encuentran las eternas e inmutables "imágenes modelo", detrás de los distintos fenómenos con los que nos topamos en la naturaleza. A este espectacular concepto lo llamamos la teoría de las Ideas de Platón.

El conocimiento seguro

Hasta aquí me habrás seguido, querida Sofia. Pero a lo mejor te preguntas si Platón pensaba así de verdad. ¿Pensaba verdaderamente que tales moldes existen en una realidad completamente diferente?

No lo opinó tan literalmente durante toda su vida, pero, al menos en algunos de sus diálogos hay que entenderlo así. Intentaremos seguir su argumentación.

Como ya he dicho, el filósofo intenta captar algo que sea eterno e inmutable. No resultaría muy útil escribir una tesis filosófica sobre, digamos, la existencia de una determinada pompa de jabón. En primer lugar, no habría tiempo para estudiarla bien antes de que desapareciera de pronto, y, en segundo lugar, sería difícil vender una tesis filosófica sobre algo que nadie ha viSto, y que, además, sólo ha existido durante cinco segundos.

Platón pensaba que todo lo que vemos a nuestro aírededor en la naturaleza, es decir, todo lo que podemos sentir y tocar, puede compararse con una pompa de jabón. Porque nada de lo que existe en el mundo de los sentidos permanece. Evidentemente, sabes que todos los seres humanos y todos los animales se disuelven y mueren, antes o después. Pero incluso un bloque de mármol se altera y se desintegra lentamente. (¡La Acrópolis está en ruinas, Sofía!). (Escandaloso, digo yo, pero ésa es la realidad.) Lo que dice Platón es que no podemos saber nada con seguridad sobre algo que cambia constantemente. Sobre lo que pertenece al mundo de los sentidos, es decir, lo que podemos sentir y tocar, sólo podemos tener ideas o hipótesis poco seguras. Sólo podemos tener conocimientos seguros de aquello que vemos con la razón.

De acuerdo, Sofía, me explicaré mejor. Una sola pasta con figura de hombre puede resultar tan imperfecta, después de todos los procesos de elaboración, que resulte difícil ver lo que pretende ser. Pero después de haber visto veinte o treinta pastas de ese tipo, que pueden ser más o menos perfectas, sabré con mucha certeza cómo es el molde, incluso aunque nunca lo haya visto. Ni siquiera es seguro que conviniera ver el propio molde con los ojos, pues no podemos fiarnos siempre de nuestros sentidos. La propia facultad visual puede variar de una persona a otra. Sin embargo, podemos fiarnos de lo que nos dice la razón, porque la razón es la misma para todas las personas.

Si te encuentras en un aula del colegio en compañía de otros treinta alumnos, y el profesor pregunta cuál es el color más bonito del arco iris, seguramente obtendrá muchas respuestas diferentes. Pero si os pregunta cuánto es 8 por 3, entonces la clase entera debe llegar al mismo resultado, pues, en este caso, se trata de un juicio emitido por la razón, y, de alguna manera, la razón es lo contrario de las opiniones y los pareceres. Podríamos decir que la razón es eterna y universal precisamente porque sólo se pronuncia sobre asuntos eternos y universales.

A Platón le interesaban mucho las matemáticas, porque las relaciones matemáticas jamás cambian. Por lo tanto, es algo sobre lo que tenemos que tener conocimientos ciertos. Veamos un ejemplo: imagínate que te encuentras en la naturaleza con una piña completamente redonda. A lo mejor dices que te "parece" redonda, mientras que tu amiga Jorunn dice que está un poco aplastada por un extremo. (¡Y empezáis a pelearos!) Pero no podéis tener conocimientos seguros sobre algo que veis con los ojos. Por otra parte, podéis estar totalmente seguras de que la suma angular de un circulo es 360º. En este caso, os pro-nunciáis sobre un circulo ideal, que a lo mejor no se encuentra en la naturaleza, pero que, en cambio, es fácil de visualizar en la cabeza. (Estáis diciendo algo sobre el molde de las pastas, y no sobre una pasta cualquiera de la mesa de la cocina.)

Hagamos un breve resumen: sólo podemos tener ideas vagas sobre
lo que sentimos, pero si podemos conseguir conocimientos ciertos sobre
aquello que reconocemos con la razón. La suma de los ángulos de
un triángulo es 180º siempre. De la misma manera, la "idea"
de caballo tendrá cuatro patas, aunque todos los caballos del mundo de
los sentidos se volviesen cojos.

Un alma inmortal

Acabamos de ver que Platón pensaba que la realidad está dividida en dos.

Una parte es el mundo de los sentidos, sobre el que sólo podemos conseguir conocimientos imperfectos utilizando nuestros cinco sentidos (aproximados e imperfectos). De todo lo que hay en el mundo de los sentidos, podemos decir que "todo fluye" y que nada permanece. No hay nada que sea en el mundo de los sentidos, solamente se trata de un montón de cosas que surgen y perecen.

La otra parte es el mundo de las Ideas, sobre el cual podemos
conseguir conocimientos ciertos, mediante la utilización de la razón.
Por consiguiente, este mundo de las Ideas no puede reconocerse mediante los
sentidos. Por otra parte, las Ideas son eternas e inmutables.

Según Platón, el ser humano también está dividido en dos partes. Tenemos un cuerpo que "fluye", y que, por lo tanto, está indisolublemente ligado al mundo de los sentidos, y acaba de la misma manera que todas las demás cosas pertenecientes al mundo de los sentidos (como por ejemplo una pompa de jabón). Todos nuestros sentidos están ligados a nuestro cuerpo y son, por tanto, de poco fiar. Pero también tenemos un alma inmortal, la morada de la razón. Precisamente porque el alma no es material puede ver el mundo de las Ideas.

Ya he dicho casi todo. Pero hay algo más, Sofía. ¡Te
digo que HAY ALGO MÁS!

Platón pensaba, además, que el alma ya existía antes de meterse en un cuerpo. Érase una vez cuando el alma se encontraba en el mundo de las Ideas. (Estaba en la parte de

arriba del armario, junto con todos los moldes para las pastas.) Pero en el momento en que el alma se despierta dentro de un cuerpo humano, se ha olvidado ya de las Ideas perfectas. Entonces, algo comienza a suceder, se inicia un proceso maravilloso. Conforme el ser humano va sintiendo las formas en la naturaleza, va teniendo un vago recuerdo en su alma. El ser humano ve un caballo, un caballo imperfecto, pero eso es suficiente para despertar en el alma un vago recuerdo del perfecto que el alma vio en el mundo de las Ideas. Con esto, se despierta también una añoranza de regresar a la verdadera morada del alma. A esa añoranza Platón la llama eros, que significa . Es decir, el alma siente una por su verdadero origen. A partir de ahora, se vive el cuerpo y todo lo sensible como algo imperfecto e insignificante. Sobre las alas del amor volará el alma , al mundo de las Ideas, donde será librada de la .

Me apresuro a recalcar que lo que Platón describe aquí es un ciclo humano ideal, pues no todos los seres humanos dan rienda suelta al alma y permiten que inicie el viaje de retorno al mundo de las Ideas. La mayoría de las personas se aferra a los de las Ideas en el mundo de los sentidos. Ven un caballo y otro caballo, pero no ven aquello de lo que todos los caballos son solamente malas copias. (Entran corriendo en la cocina y se lanzan sobre todas las pastas, sin preguntarse siquiera de dónde proceden esas pastas.) Lo que describe Platón es el . Su filosofía puede entenderse como una descripción de la actividad filosófica.

Cuando ves una sombra, Sofia, también tú pensarás que tiene que haber algo que la origina. Ves la sombra de un animal. Quizás sea un caballo, piensas, sin estar del todo segura. Luego te giras y ves el verdadero caballo, que es infinitamente más hermoso y su silueta mucho más nítida que la inestable «sombra del caballo». PLATÓN OPINABA QUE, DE LA MISMA MANERA, TODOS LOS FENÓMENOS DE LA NATURALEZA SON SOLAMENTE SOMBRAS DE LOS MOLDES O IDEAS ETERNAS. No obstante, la gran mayoría de los seres humanos está satisfecha con su vida entre las sombras. No piensan en que tiene que haber algo que origina las sombras. Creen que las sombras son todo, no viven las sombras como sombras. Con ello, también se olvidan de la inmortalidad de su propia alma.

El camino que sube de la oscuridad de la caverna

Platón cuenta una parábola que ilustra precisamente lo que acabamos de describir. La solemos llamar el mito de la caverna.

La contaré con mis propias palabras.

Imagínate a unas personas que habitan una caverna subterránea. Están sentadas de espaldas a la entrada, atadas de pies y manos, de modo que sólo pueden mirar hacia la pared de la caverna. Detrás de ellas, hay un muro alto, y por detrás del muro caminan unos seres que se asemejan a las personas. Levantan diversas figuras por encima del borde del muro. Detrás de estas figuras, arde una hoguera, por lo que se dibujan sombras llameantes contra la pared de la caverna. Lo único que pueden ver esos moradores de la caverna es, por tanto, ese «teatro de sombras». Han estado sentados en la misma postura desde que nacieron, y creen, por ello, que las sombras son lo único que existe.

Imagínate ahora que uno de los habitantes de la caverna empieza a preguntarse de dónde vienen todas esas sombras de la pared de la caverna y al final, consigue soltarse. ¿Qué crees que sucede cuando se vuelve hacia las figuras que son sostenidas por detrás del muro? Evidenteniente, lo primero que ocurrirá es que la fuerte luz le cegará. También le cegarán las figuras nítidas, ya que, hasta ese momento, sólo había visto las sombras de las mismas. Si consiguiera atravesar el muro y el fuego, y salir a la naturaleza, fuera de la caverna, la luz le cegaría aún más. Pero después de haberse restregado los ojos, se habría dado cuenta de la belleza de todo. Por primera vez, vería colores y siluetas nítidas. Vería verdaderos animales y flores, de los que las figuras de la caverna sólo eran malas copias. Pero, también entonces, se preguntaría a si mismo de dónde vienen todos los animales y las flores. Entonces vería el sol en el cielo, y comprendería que es el sol el que da vida a todas las flores y animales de la naturaleza, de la misma manera que podía ver las sombras en la caverna gracias a la hoguera.

Ahora, el feliz morador de la caverna podría haberse ido corriendo a la naturaleza, celebrando su libertad recién conquistada. Pero se acuerda de los que quedan abajo en la caverna. Por eso vuelve a bajar. De nuevo abajo, intenta convencer a los demás moradores de la caverna de que las imágenes de la pared son sólo copias centelleantes de las cosas reales. Pero nadie le cree. Señalan a la pared de la caverna, diciendo que lo que allí ven es todo lo que hay. Al final lo matan.

Partes: 1, 2

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