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Diagnostico de la no incidencia de violencia en la familia



Partes: 1, 2, 3, 4, 5

  1. Marco teórico-conceptual
  2. El problema antropológico
  3. Dimensiones fundamentales de la existencia humana
  4. Estructura del Bien como armonía humana
  5. La existencia humana como llamada y tarea
  6. Persona, familia-comunidad y Estado
  7. El servicio del Estado hacia la familia
  8. A manera de conclusión
  9. Conflictos
  10. Conclusiones
  11. Lecciones
  12. Sugerencias
  13. Criterios para el diseño de un modelo de atención a mujeres que padecen violencia.
  14. Bibliografía
  15. Anexos

En mayo de 2007 el Instituto de la Mujer Guanajuatense tomó la decisión de indagar respecto el fenómeno de la violencia intrafamiliar en la región de los municipios de Guanajuato, Irapuato, Salamanca y Silao.

En esta decisión, el Instituto tomó en cuenta las graves consecuencias de la violencia, tanto a corto como a largo plazo, para los individuos y para las familias, recalcando los efectos perjudiciales de la violencia en la dinámica social

Este reporte es una respuesta de dicho interés. Se dirige principalmente a los investigadores y profesionales. Entre estos últimos figuran los trabajadores de la salud, los asistentes sociales, los que intervienen en el establecimiento y ejecución de los programas y servicios de prevención, los educadores y los impartidores de justicia.

Los recursos para realizar esta investigación fueron proporcionados por el gobierno federal a través del Programa de Apoyo a las Instancias de Mujeres en las Entidades Federativas (PAIMEF) 2007. a cargo de INDESOL.

Derivados del objetivo de Fomentar la generación de proyectos y/o de políticas públicas dirigidos a prevenir, detectar y atender la violencia contra las mujeres.

Metas de la investigación

La meta del reporte es destacar que las familias que viven en paz y unidad (no-violencia) son fuente de información para diseñar modelos de atención a las familias que, lamentablemente, padecen este flagelo.

Objetivos específicos son:

  • Identificar las características y dinámica de las relaciones entre pareja y padres-hijos en las familias que no padecen violencia.

  • Identificar los factores que producen no-violencia doméstica

  • Presentar criterios para el diseño de un modelo de atención a mujeres que padecen violencia

Contenido de la investigación

En el presente reporte se evalúan las familias que no padecen y que si padecen violencia, en consecuencia la información se ha organizado en tres capítulos, que a continuación se describen.

Marco teórico -conceptual. Introduce la investigación no en la descripción específica de la violencia familiar, sino en los conceptos que encuadran su estudio y conciernen al ser humano, destinatario de las políticas de salud pública; refiere las dimensiones esenciales de la persona humana, dando relieve a su sociabilidad y describe conceptos clave como armonía, integración familiar y violencia en tanto experiencias humanas fundamentales.

Trabajo de campo. Describe la metodología aplicada, algunos rasgos de la región de estudios y del perfil de la muestra y presenta los resultados de la investigación.

Conclusiones. Enlista las lecciones que, a nuestro juicio, son las más importantes del estudio; presenta sugerencias y establece criterios de acción a incluir en los modelos de atención a las familias que padecen violencia doméstica.

El futuro

El presente reporte, el primero en su tipo, aunque amplio, es sólo un comienzo. Es de esperar que promueva el debate local y que sirva de plataforma para incrementar las actividades que auspicien el estudio de las familias que viven en armonía.

Marco teórico-conceptual

"Nada de lo humano me es ajeno"

Terencio

Planteamiento del problema: El mundo actual, consecuencias y desafíos

Nuestro mundo se caracteriza por algunos fenómenos que lo envuelven todo, lo explican todo y permean, de una u otra manera, la vida personal de cada sujeto de la historia actual, así como su vida conyugal.

Uno de estos fenómenos es la globalización, conocida también como mundialización, que se hace presente con sus características de sistema, paradójicamente excluyente al globalizar las costumbres, los estilos de hacer política, de hacer negocios, de ver la vida, de concebir el mundo, de experimentar la vida de familia; la mundialización de las ideas únicas y distintas a todo aquello que recuerde o haga alusión a las raíces de cada pueblo, de cada región, de cada individuo. En la práctica esta globalización ha significado uniformización, homogeneización, exclusión de lo no hegemónico, de lo diferente, de lo que no es, de lo que está out. En esta idea citada coinciden autores especialistas en sociología, economía, política, educación hasta la filosofía, tales como Pierre Bordieu, Keynes, Peter Mclaren, Viviane Forrester, Lyotard, entre otros.

La globalización, según Meter Mclaren, se torna de pronto en occidentalización de todo; sus características más sobresalientes. Otro fenómeno que a la par se ha presentado con el anterior es el mercado libre con sus efectos más claros en la economía, en donde se preconizan la libertad de traficar, de comerciar, de ir y venir por el mundo con los capitales golondrinos que hacen más daño que las mismas empresas que explotan a los obreros. El drama ya no es ser objeto de explotación sino de exclusión, el drama es pertenecer al grupo de los parados, de los desempleados, cuyo pecado es no haber alcanzado el éxito ni el triunfo económico individual, cargando además con la culpa sin saber que se es una pieza más, aunque excluida, en el engranaje de le economía libre, una pieza más del mercado.

El neoliberalismo, según Milton y Rose Friedman, con su deseo de ir y venir libre, sin restricciones, se mueve cual robot programado para ser autónomo, para gobernar el mundo bajo los criterios del capital y la ganancia. Otra característica de la sociedad actual es el riesgo presente en todas las esferas de la vida: riesgo en los negocios, en la política, en la familia, en el ecosistema. El riesgo mantiene la adrenalina alta y la presión al máximo[1]

Un desafío no menor en este contexto global, es de la violencia. "No hay país ni comunidad a salvo de la violencia. Las imágenes y las descripciones de actos violentos invaden los medios de comunicación. Está en nuestras calles y en nuestros hogares, en las escuelas, los lugares de trabajo y otros centros. Es un azote ubicuo que desgarra el tejido comunitario y amenaza la vida, la salud y la felicidad de todos nosotros" [2]

En el caso particular de la entidad y el tema que nos ocupa, se conoce que de 1,019,136 mujeres de 15 años y más casadas ó unidas, 686,024 (67.3%) y 326,524 (32.0%) no han padecido violencia y sí han padecido incidentes de violencia de parte de su esposo /pareja en los últimos 12 meses, respectivamente.[3]

Consecuencias de la situación descrita es la angustia, la ansiedad, el estrés, la desintegración personal y familiar. Para José Ortega y Gasset, el ser humano vive en constante pérdida de significación de si mismo, de vaciedad, aislamiento, soledad, melancolía, aburrimiento, en fin, queda preso de la dificultad para encontrarse a sí mismo en su mundo, llegando a establecer relaciones superficiales, vacuas y utilitaristas.

Las consecuencias en la comunicación intra e interpersonal no se hacen esperar, la sensación de vivir al día, la falta de sentido de la vida, el espíritu catastrófico que se respira, las relaciones utilitaristas entre las personas, la compraventa de la personalidad, la falta de compromiso con el otro, en la pareja, en la familia, en la amistad, son sólo algunos de los resultados que se dejan ver en los tiempos modernos.

Enrique Albores, quizás un poco metafóricamente coincide que los fantasmas recorren las pobladas calles de la ciudad, cada uno de ellos camina entre los otros sin verlos. No se conocen. Los mismos rostros de soledad y hastío. Encerrados en el vacío de su pensamiento. Las calles llenas de ruido, de autos, de tiendas. Los espectros han cerrado sus sentidos a los demás, no les interesa sus historias, ni sus recuerdos; pasan de largo ante los suplicantes ojos de la anciana, que hambrienta, les solicita unas monedas; ocultan sus palabras de desaprobación y desprecio antes la injusticia, mientras ellos no sean atrapados por sus infinitas redes; dan media vuelta cuando el amigo les pide su atención, porque necesita comentar con alguien sus fracasos, sus sueños o angustias; evaden el contacto de aquel que intenta mirar a su interior, prefieren evadir sus propios sentimientos, sus emociones, sus anhelos.

Todo es tan oscuro y sombrío, sin embargo el sol brilla con más intensidad, hace resplandecer la fría y pálida faz de los fantasmas deslumbrando, cegando, derritiendo, con la indiferencia proyectada, los escombros que de interés por los demás, quedan en las pocas personas motivadas en descubrir la esencia de los espectros humanos.

Esta es una época de ciegos, como lo manifiesta Saramago en su Ensayo de la ceguera, somos tan socialmente torpes y emocionalmente discapacitados, que nos cuesta trabajo creer que existen personas que piensan, sienten y actúan como nosotros; que quieren dormir seguros en sus hogares, que quieren vivir sin violencia, que gustan vivir sin ella, quieren contar con agua potable para beber y, sobre todo, que desean un para qué y por quién seguir viviendo[4]El presente trabajo, busca enfocarse en la familia como requisito estructural de las sociedades globales. No tienen equivalente funcional porque es un ámbito en el que todos los individuos realizan su aprendizaje básico (centralización). En ella se adquieren los conocimientos y hábitos de control (des-centralización). Es la unidad económica principal, como centro básico de la vida afectiva y como foco principal de las organizaciones de ayuda. La familia, pues, tiene una relación peculiar con el ciclo de la vida del individuo, es guía más general para el análisis estructural de cualquier sociedad.

La familia es una íntima comunidad de vida y amor cuya misión es custodiar, revelar y comunicar el amor en los siguientes cometidos.

1.- Formación de una comunidad de personas.

2.- Servicio a la vida.

3.- Participación en el desarrollo de la sociedad.

En la familia aprendemos a amar, en donde el amor conyugal es modelo de amor para los hijos, es decir, en el conocer, confiar y exigir al otro. Y precisamente en este aprendizaje debemos hace notar la importancia que tiene el reconocimiento de sí mismo dentro y fuera de la familia. Resulta necesario construir una antropología si queremos priorizar el valor de la familia y el amor en ella, sin cerrar los ojos a la existencia de sus limitaciones, como lo puede ser la violencia dentro de la familia misma.

Según Víctor Frankl podemos notar que el Siglo XX y principios del S. XXI son un tiempo en el que más se ha hablado del hombre y la mujer en cuanto tales. Sin embargo, es una de las épocas en las que se han vivido las angustias más profundas, las violaciones sistemáticas a su persona y la pérdida del sentido del ser humano. Donde se presentan diferentes actitudes ante la vida, entre las cuales destacan principalmente aquella de indiferencia hacia los demás, la cual sirve como un escudo protector ante la angustia, la muerte y la culpa y, a la postre, pueden desencadenar en varios tipos de violencia doméstica.

Existen personas que se han vuelto indiferentes a los padecimientos de los demás; se encierran en sí mismos para olvidar los pesares ajenos, sin saber, que tarde o temprano, esos mismos pesares caerán sobre ellas. Intentan copiar al avestruz, que cree que escondiendo la cabeza en un hoyo escapa de sus depredadores, dejando al descubierto todo su cuerpo. Es probable que el ser humano haya perdido la confianza en el futuro, y "sin futuro, el presente no sirva para nada, es como si no existiese"[5].

Sin embargo, no todo es oscuro, este trabajo muestra la incesante búsqueda consciente, crítica y creativa de una Institución, que comprometida con su labor para con la sociedad, pero, sobre todo, con la vida, aspira a generar conciencias más responsables de su desarrollo humano, y del de aquellos que les rodean para que así, en tal medida reaparezca la esperanza traducida en utopía, según el concepto que maneja el mismo Martín Buber[6]

Todo ser humano aspira a realizarse en armonía con la propia identidad respetando la dignidad de los otros. La crisis de los valores es hoy la crisis de la mujer y del hombre, que no reconocen su dignidad personal y, por eso, no respetan la dignidad de los demás, no existe una relación cara a cara, de tú y yo, como lo señalaba Martín Buber.

Lo que importa con respecto a cada uno de nosotros no es que pertenezcamos a la misma especie biológica, sino que ambos seamos personas. La dignidad propia no depende de nuestros orígenes, depende de que nacimos de mujer, nacimos personas. Hoy por hoy, los seres humanos son las únicas personas que reconocemos, y reconocemos a casi todos los seres humanos como personas; pero, por una parte, podemos fácilmente considerar la existencia de personas biológicamente muy diferentes y, por la otra, reconocemos condiciones que niegan la cualidad de personas a los seres humanos, o al menos algunos elementos muy importantes de ella. Por ejemplo, a muchas mujeres, a muchos niños, a los seres humanos declarados dementes, se les niega la cualidad de persona, o cuando menos, elementos fundamentales de ésta.

Podríamos esperar, que semejante concepto tan negado en muchos ámbitos de la familia y la sociedad tuviera condiciones de atribución suficientes y necesarias, y claramente formulables. La idea de dejar de ver a los otros y a nosotros mismos como personas (si esto no significa que nos aniquilemos y que, por ende, dejemos de ver nada como nada) es contradictoria en sí misma.

John Locke -filósofo- afirma: "(Persona) es un término causídico, referente a las acciones y sus méritos, y se aplica, por tanto, sólo a agentes inteligentes, capaces de tener leyes, de ser felices y desdichados. Esta personalidad se proyecta a sí misma más allá de la existencia presente, hacia lo pasado, sólo mediante la conciencia – por la cual adquiere compromiso y responsabilidad -"(Ensayo, Libro II, Cap. XXVII).

Para continuar podríamos plantear las siguientes interrogantes: ¿Acaso ser inteligente, consciente y sensible coincide con lo que efectivamente se hace, es decir, con el ejercicio de los derechos y obligaciones?, ¿Cómo hay que entender este retorno al hombre y |||a la mujer como personas? Adelantamos una respuesta que a lo largo del trabajo se irá fundamentando: Coincide y se entiende como la autodeterminación de la persona en el obrar. El obrar humano lo revela y no al contrario. La cualidad metafísica de persona es condición necesaria de la cualidad moral de persona (Lo que SE ES, con lo que SE HACE).

El eje conductor del presente marco teórico, apoyados en el antropólogo metafísico Daniel Denté, lo podemos hacer mediante el planteamiento de las siguientes tesis[7]

1.- Las personas son seres racionales.

2.- Las personas son seres a los que se les atribuyen enunciados de intencionalidad, o psicológicos o mentales.

3.- El que una cosa sea considerada persona, depende en cierta forma de la actitud que se adopta hacia ella, de una postura adoptada con respecto a ella.

4.- El objeto con respecto al cual se adopta esta postura personal debe ser capaz de reciprocar de alguna manera.

5.- Las personas deben ser capaces de comunicación verbal.

6.- Las personas se diferencian de otras entidades por ser conscientes de una manera particular. Conocida con frecuencia como autoconciencia.

Es así, que el presente marco teórico representa una forma concreta de leer e interpretar la existencia humana, especialmente sensible a los aspectos de la presencia como persona en el mundo. Estas páginas significan el esfuerzo por situar en el lugar central el problema del significado del ser humano, esto es, el sentido de su existencia y la dirección en que tiene que realizarse en medio de la vida familiar cotidiana.

El problema antropológico

Actualidad y urgencia del problema.

Desde la época del Iluminismo y desde el mismo Kant, uno de los intereses de la razón solía resaltarse como sigue: ¿Qué es el hombre?, ¿Quién soy yo?, ¿Cuál es el sentido de la existencia humana? Hoy, también, estos y otros interrogantes pueden referirse a la constante reorientación que ofrece el medio familiar, mediante la cual se fortalece el desarrollo de la personalidad. En todas las épocas y niveles culturales, bajo formas y desde perspectivas distintas, han acompañado al hombre en su caminar. Hoy se plantean más urgentemente a todo el que quiere vivir su existencia de un modo auténticamente humano. Dichos interrogantes aunados al sentimiento de ser uno mismo durante toda la vida requiere de una alimentación continua que rectifique a cada paso el caminar armónico en familia.

A primera vista parece que la humanidad se encuentra en este momento histórico más madura que lo estuvo en el pasado para responder a tales cuestiones. En efecto, nunca fue tan amplio y especializado el desarrollo de las ciencias del hombre, ciencias que tratan de explicar la enorme complejidad del comportamiento humano y proporcionar los instrumentos necesarios y útiles para regular la vida del hombre.

Quizás estemos asistiendo actualmente a la mayor crisis de relación humana, de identidad personal por la que el hombre ha pasado y en la que se pone en tela de juicio o se marginan muchos de los fundamentos seculares de la existencia humana, Ortega y Gasset afirma que "Ninguna época ha logrado tantos y tan dispares conocimientos sobre el hombre como la nuestra… Y sin embargo, ninguna otra época como la nuestra ha sabido tan poco sobre el hombre. Pues jamás ha sido el hombre tan problemático como ahora"[8].

Estas últimas palabras de Martín Heidegger nos recuerdan, además, la falla que pudieran darse a propósito de las interacciones entre los miembros de la familia: el no darse mutuamente.

La desarmonía de la relación, que muy bien podríamos entender como violencia y en nuestro caso intrafamiliar (que más adelante definimos), generalmente se produce entre los ideales de cada uno y las verdaderas demandas del rol social que se mueve de acuerdo con los cambios sociales y culturales del momento.

En este contexto de pérdida de identidad, de incertidumbre y desconcierto sobre el ser humano, que se manifiesta emblemáticamente en la proclamación de la muerte del hombre (como lo cita Michel Foucault[9]se hace urgente adentrarse en la investigación de categorías útiles para entender y vivir el amor, la realización personal, el encuentro con el otro o la otra en un núcleo familiar en donde aflore la capacidad para reconocer y resolver problemas emocionales, sea intensa y cálida la comunicación intrapersonal así como la expresión afectiva y el nivel de autonomía sea permitido a todos los miembros de la familia.

Es preciso recuperar la certeza del hombre y la mujer, repensarla radicalmente y enriquecerla con todas las nuevas interpretaciones. Resolver las tareas o crisis que van formando a la familia en cada etapa de su desarrollo y en esa medida, aportar los complementos a las necesidades de sus miembros con objeto de que puedan lograr una satisfacción en el presente y una preparación segura y adecuada para el futuro.

El problema del ser del hombre y la mujer o de la verdad humana ocupa el lugar central del presente marco teórico. Si redescubre las líneas fundamentales de su ser y su orientación dinámica, el hombre y la mujer de hoy estarán preparados de nuevo para situar la gigantesca expansión de la familia contribuyendo así a su realización auténtica. En este momento histórico de nuestro Estado, la reflexión y clarificación de la existencia humana que propicie el presente trabajo de investigación, ha de prestar un verdadero servicio a la persona humana.

Génesis de la preocupación por el ser humano

Los interrogantes sobre la esencia de la persona y sobre el sentido de su existencia, tanto hoy como en el pasado, no son producto en primer lugar de la curiosidad científica, que quiere saber más. Los problemas acerca de la persona irrumpen en la existencia, intervienen casi sin darse uno cuenta y se imponen por su propio peso. Dichos problemas existen, no porque alguien se haya empeñado en estudiar la esencia humana, sino porque la vida misma plantea el problema de la persona y obliga a afrontarlo. Tal cosa no acontece esporádicamente en alguna persona privilegiada, sino que es lo normal – al menos de cierto modo – en la vida personal que se encuentra abierta y está ávida de autenticidad. Y bien lo señalaba, en su momento, el Papa Juan Pablo II: "El hombre, descubridor de tantos misterios de la naturaleza, debe ser incesantemente redescubierto"[10].

En esta perspectiva no podemos inventarnos los problemas que conciernen a la persona. Nos los encontramos ya ahí, los reconocemos, los asumimos, los queremos estudiar críticamente y tratamos de hallar una respuesta que pueda iluminar la problemática concreta y existencial.

La problemática humana aparece en la vida concreta de modos muy distintos, que se pueden reagrupar en torno a estos tres temas: estupor y admiración, frustración y desilusión, experiencia de lo negativo y del vacío.

La reflexión sobre las dimensiones fundamentales del ser humano puede deberse al estupor: asombro ante el coraje que conquista la naturaleza, los mares y los montes, ante el genio artístico que se expresa en la música, en la poesía, en la pintura, en la literatura y en la arquitectura, etc., o ante la fascinación de la amistad y del amor, de los ojos inocentes de un niño, de una obra noble, del sacrificio de la propia vida en aras de una gran causa; o a la admiración que se siente ante el universo y ante la persona y sus creaciones (veáse el Canto coral de la Antígona de Sófocles).

El estupor refleja de algún modo una actitud contemplativa, profundamente reprimida en la civilización contemporánea, pero no apagada, que persigue el reconocimiento de la grandeza misteriosa que hay en la vida humana, independiente de la obra humana y anterior a ella.

La problemática humana no surge la mayoría de las veces de un contemplación serena. Muchos seres humanos que viven absortos en sus actividades externas o en la superficialidad de una vida masificada poco proclive a la reflexión, sólo vuelven a sí mismos cuando chocan con la realidad, es decir, cuando experimentan la frustración, el fracaso, la derrota, el dolor, la violencia. La desgracia, un accidente de tráfico, la muerte del ser amado, la guerra, el genocidio, la violación de los derechos humanos, son acontecimientos que sacan cruelmente al hombre de la dispersión y le obligan a afrontar el problema del sentido fundamental de su existencia. "Me había convertido en un gran problema para mí mismo" comenta San Agustín de Hipona refiriéndose al trauma que le provocó la muerte de un amigo.

El fracaso de nuestros proyectos, el cansancio y la dureza del trabajo, el hastío de vivir, la imposibilidad de lograr una felicidad verdadera y una paz estable, la soledad, el abandono de tantos amigos, la violencia, el desamparo y cosas por el estilo, en suma, el contraste entre lo que uno es y lo que querría ser para realizar plenamente su humanidad son experiencias que hacen pensar y plantean los interrogantes de siempre: ¿quién soy yo?, ¿yo y quién?, ¿por qué he nacido?, ¿por qué vivo?, ¿por qué el amor se siente amenazado? Interrogantes que surgen al margen del credo religioso que cada persona tiene.

Afirmaba Adam Schaff, mientras haya seres humanos que mueran o que tengan miedo a la muerte, personas que pierdan a sus seres queridos y que teman esa pérdida, o que sufran corporal o espiritualmente -cosa que sucederá mientras haya seres humanos -, no nos conformaremos con conocer sólo nuestros problemas personales y con saber cómo debemos comportarnos ante ellos.

Mucha gente intenta orientar su vida de acuerdo con una visión del mundo que no deja espacio para la reflexión sobre sí mismo, o corre tras valores engañosos promovidos por una pérfida publicidad, olvidándose de los verdaderos problemas humanos. Muchas personas se ven obligadas a vivir en unas estructuras que para nada tienen en cuenta las dimensiones personales profundas del hombre. Esto sucede sobre todo en familias donde se sucede con frecuencia la violencia intrafamiliar y en las civilizaciones industrializadas y racionalizadas, donde el individuo es un número más de un inmenso engranaje impersonal que lo utiliza y explota sin considerar en absoluto sus problemas personales.

Llega un momento en que todo este cúmulo de cosas no sólo no proporciona ninguna satisfacción personal, sino que se derrumba dando paso al vacío y a la nada. Albert Camus (1913-1960) lo ha descrito de forma impresionante al hablar del hombre de hoy en el engranaje de la vida moderna, que consiste en levantarse, tomar el transporte público, ir al trabajo, comer, de nuevo el transporte, el trabajo, y así los lunes, los martes, los miércoles…[11] Podrá incluso irle bien durante mucho tiempo, pero llegará un momento en que se derrumbará y entonces se mostrará con toda su crudeza el absurdo y el vacío de una vida así.

Las raíces más profundas del problema humano

La problemática humana parece apoyarse sobre todo en algunas experiencias e instancias específicas, a saber: por una libertad que trata de ser ella misma y no puede eludir su responsabilidad, por las relaciones con los demás, sobre todo con las personas queridas, y, finalmente, por una necesidad impelente e insoslayable de encontrar un sentido global a la existencia humana, como lo augura Albert Camus, en "El mito de Sísifo".

Para Martín Buber, los interrogantes fundamentales de la persona parecen surgir de que ella no existe como un perro o como una piedra, sino como sujeto personal, o sea, como alguien capaz de decir yo, tú y nosotros en cuanto que palabras que fundan ellas mismas la existencia, pues se pronuncian desde el ser, sobre todo la primera: YO, quien existe como alguien capaz de reflexionar, de distanciarse de las cosas, de darse cuenta, aunque no plenamente, de su condición humana. Su existencia no sigue ciertamente los ritmos de la naturaleza, del instinto o de las estaciones. Es consciente de que vive y de que no puede eludir la tarea de vivir.

Por consiguiente, estos interrogantes antropológicos no se apoyan tanto en la contemplación del ser humano y del universo, como en la experiencia de que hay que vivir y hacer algo, sin que por demás esté muy claro qué es lo que hay que hacer. El ser humano se ve lejos de la meta, alienado, aún no plenamente hombre, en camino hacia la realización de su existencia (homo viator). Por tanto, la clave es la experiencia de una libertad que debe hacerse plenamente libre y que por eso necesita ver claro, comprenderse a sí misma, su ser y su destino. Vivir la propia vida como existencia humana significa vivirla – al menos de cierta manera – con los interrogantes arriba citados, como telón de fondo. No ser sensible o no interesarse lo más mínimo por ellos pone de manifiesto una profunda alienación y una enorme falta de autenticidad.

Aunque tenga que ser cada uno en persona, impulsado por su propia libertad que va al encuentro de sí misma, el que tenga qué plantearse el problema humano, tal cosa no impide que la pregunta surja también – y a menudo principalmente – de las relaciones con los demás, de las relaciones de pareja, de las relaciones familiares. Según Emmanuelle Levinás en su obra "Totalidad e Infinito", los problemas humanos tienen un factor comunitario y social. Surgen específicamente de los vínculos que nos unen con los demás en el mundo, es decir, en la familia, en el trabajo, en el dolor, en el gozo del amor y de la amistad, en la muerte del ser querido, en los conflictos de pareja y en aquellos que dividen a los hombres y en la esperanza que los une. El propio sentido de la existencia y la posibilidad de lograr una auténtica libertad parecen depender en gran medida de los demás.

La preocupación por lo humano surge entonces de la confrontación entre una vida humana infinitamente valiosa y sagrada y la muerte, que parece destruir lo más hermoso que existe en el universo. La pregunta por un sentido último y definitivo tiene también que ver con que el hombre se ve en cierto modo a sí mismo como una totalidad que vale infinitamente más que la suma de sus actos, de sus virtudes y defectos.

Adela Cortina, investigadora prominente en la Universidad Autónoma de México, señala que todo esto parece convencernos de que la posibilidad de vivir la libertad y el amor ante lo demás, en un mundo radicalmente marcado por la violencia, la muerte, depende de una dimensión humana que supera por doquier los angostos límites de la existencia personal, solitaria e histórica[12]Es entonces cuando se plantea por lo general un interrogante expresamente trascendental (metafísico) de la persona humana. Simona de Beauvoir afirma. "La muerte no es nunca un hecho natural, nada de lo que le pasa al hombre es nunca natural, ya que su presencia cuestiona al mundo".

La noción de persona[13]

La persona antes de ser persona es un individuo, esto significa que es indivisible, posee en sí misma la misma unidad que se expresa en sus dimensiones somáticas, psíquicas y espirituales. Estas dimensiones son eso, dimensiones y no partes que se pueden separar, ya que la persona posee una unidad coherente que la orienta. Este estado de individualidad se encuentra siempre presente en la persona y la rescata para no perderse en los demás, pero representa un momento en la evolución y el proceso para convertirse en persona. Boecio, por poner u n ejemplo clásico, define la persona como "rationalis naturae individua substancia."

La persona es, en esa unidad coherente y con sus dimensiones insumable, es decir, la persona es integral. A una persona no se le puede ver cada una de sus partes, dígase afectos, razón, sentimientos, cuerpo, etc., por separado, sino que en un momento dado se le puede ver desde diferentes dimensiones sin perder de vista su totalidad.

En virtud de esta integralidad la persona se convierte en un ser único, distinto y cobra su propio ser, su dignidad. Cada persona, cada individuo es diferente de los demás, cada uno con sus propias huellas digitales, cada uno con la propia manera de conducirse por la vida y de expresar sus dimensiones, cada uno con su propia historia.

Esta unidad e integralidad del ser humano no significa de ninguna manera inmovilidad, ya que la persona es cambiante, se experimenta en tránsito constante, yendo de un estado a otro, de una búsqueda a otra, incluso, de una apariencia a otra. Es en la persona donde se manifiesta más el constante devenir (Heráclito). De un día a otro la persona ha cambiado, lo hace aún sin proponérselo, sin embargo, y a la diferencia animal, sí puede darse cuenta de dichas transformaciones e incluso incidir en ellas de manera consciente e intencionada.

Así, según nos apoyamos en Edmundo Husserl, la conciencia de sí que posee la persona es el signo que la diferencia profundamente del animal, en tanto que para el animal existe un medio ambiente que lo determina y al cual se adapta autoplásticamente y gracias a sus instintos y programación genética, para el hombre existe un mundo que le plantea problemas y situaciones que retan su capacidad creativa para enfrentar y adaptarse a aquél transformándolo. Es la conciencia la que engendra un sujeto capaz, en su libertad responsable, de crear y recrear intencionalmente su propia vida.

La persona, es pues, responsable y libre. Es responsable en el sentido de que siempre responde de una o de otra manera. Una persona no puede no responder, aun si decide no responder lo está haciendo, incluso si "deja pasar" la situación está respondiendo. Esta concepción es ver a la persona con la habilidad para responder libremente.

La persona es relacional, de hecho, el individuo para convertirse en persona y salir de su estado inicial necesita entrar en contacto con otros seres humanos. No se está en la relación, antes bien SE ES RELACIÓN.

Dimensiones fundamentales de la existencia humana

Para señalar las dimensiones, y dada la naturaleza del presente trabajo, es indispensable primero, antes de relacionarlas, definir, conceptualizar y/o describir a la violencia, pues es ella la contraria a las dimensiones fundamentales de la existencia humana.

La violencia doméstica, aunque por supuesto no es la norma en todas las familias, sí es mucho más frecuente de lo que se suele creer. En este sentido, Richard Gelles, un importante investigador en el ámbito de la violencia familiar, ha llegado a decir que en la sociedad una persona tiene más probabilidades de ser asesinada, atacada físicamente, golpeada, abofeteada y azotada en su propio hogar, y por un miembro de su propia familia, que en cualquier otro lugar o por cualquier otra persona. No se puede negar que se trata de una visión pesimista, desde luego.

Si al preguntar ¿hay violencia en su familia? y la respuesta es sí, hay que insistir que el amor de los esposos y de los padres tiene la capacidad de curar muy grandes heridas. Muchos aprenden la violencia en el seno familiar porque, así como la familia es una escuela de valores, puede ser también un taller de antivalores. Basta pensar en el significado más profundo de la violencia: la agresión física o moral a la vida y dignidad de la persona humana. Si esto es violencia, entonces hay mucha en muchas familias.

Hay violencia:

  • Cuando los esposos se agreden con palabras ofensivas o con golpes.

  • Cuando uno de los cónyuges busca aprovecharse de la debilidad del otro hasta convertirse en autoritario, dictador y hasta llegar a la manipulación.

  • Cuando se llega al chantaje, a la amenaza, la intimidación, al engaño y a la mentira.

  • Cuando se utiliza al propio cónyuge como un objeto para satisfacer los propios instintos.

  • Cuando se es infiel y más aún se pretende defender, cual si fuera un derecho, la infidelidad.

  • Cuando se trata a los propios hijos como seres inferiores, se les abandona a sí mismos.

  • En algunas ocasiones, pues, esta violencia llega a ser extrema y supone la muerte de la víctima, mientras que en otros casos se trata de un continuo menosprecio, falta de respeto y constantes humillaciones. En cualquier caso, tanto la violencia física como la emocional tienen serias consecuencias negativas para la víctima. Ahora bien, estas consecuencias, y la realidad misma de la violencia intrafamiliar[14]no siempre han sido consideradas como un problema social.

Ahora sí, estamos a punto de señalar al:

Ser en relación CON otros

En torno al pensamiento acerca de la experiencia humana mucho se ha resaltado la relación íntersubjetiva, la cual otorga primacía a la relación del sujeto CON los demás sujetos humanos, sobre todo con el autor Max Scheler.

La relación con la materia se denomina generalmente experiencia, y la relación CON los demás seres humanos se llama ENCUENTRO. El mismo ser humano se define por su ser en relación al yo-tú (Martín Buber). La relación con el tú, a diferencia de la relación con las cosas, no aparece estructuralmente sometida ni dependiente del yo, y por tanto se sale básicamente de la relación patrono-esclavo (agresor-víctima). Se excluye todo señorío del yo sobre el tú y del tú sobre el yo. Al menos inicialmente, el encuentro del yo y del tú no es conflictivo, sino que es una relación donde los dos polos equivalentes se constituyen mudamente en perfecta reciprocidad. En el encuentro con el otro, el sujeto se convierte auténticamente en yo y el otro también auténticamente en tú.

La relación entre las personas no tiene como espacio y horizonte el mundo -o sea, la relación con la naturaleza y las cosas-, sino el espacio interpersonal, que se presenta como una categoría originaria de la realidad humana que trasciende el yo y el tú y garantiza que su encuentro sea auténtico. La verdadera realidad, el verdadero ser del ser humano no es la subjetividad genérica e impersonal, sino el encuentro con las personas, el encuentro intersubjetivo que se constituye en yo y en tú.

Sin embargo debemos señalar que al otro no se le puede llegar a "conocer" del todo, sino que se impone como un misterio (E. Levinás). Además, no podemos olvidar que es positivo, también nuestra relación con el mundo de las cosas y es insustituible, de donde nacen entonces algunos problemas para la justicia social y la ética.

El significado profundo y genuino de ser CON los demás es que el sujeto humano consciente de sí mismo no carece nunca de referencia a otros sujetos humanos. Su existencia está siempre orientada hacia los demás, vinculada a los demás, en comunión con los demás. La existencia personal se desarrolla y realiza junto con otros en el mundo. El propio sentido de la existencia está ligado a la llamada del otro que quiere ser alguien ante mí, o que me invita a ser alguien ante él, amándonos y construyendo un mundo más justo y humano.

Ser en relación PARA otros

La estructura interpersonal de la persona humana se ve con más claridad cuanto se tiene en cuenta la función del amor en la existencia humana. Tanto el amor que el ser humano recibe de los demás como el amor que les da muestran por igual la orientación constitutiva hacia el otro. El amor que se recibe de los demás es uno de los factores más decisivos del desarrollo y del equilibrio de la persona, y que a la vez nos constituye, según Rolando Camozzi en su obra "Aproximaciones al amor".

El sujeto se percibe como persona, como ser bueno y libre, cuando alguien de fuera lo trata como tal. Por la palabra y el lenguaje amoroso de otra persona para con él /ella, el hombre /la mujer toma conciencia de sí mismo y de su dignidad humana. Cuando se ama a un infante como a alguien, o sea, como un sujeto único, sobre todo por sus padres y por la gente de su entorno, podrá percibirse a sí mismo /a en esa misma dimensión. La falta de un amor intenso y profundo es lo que más hace ver hasta qué punto es decisivo el papel del amor en la percepción de uno mismo como sujeto.

Para educadores como Dewey, Juan Jacobo Rosseau, María Montessori, Paulo Freire, entre otros, recibir amor y ser amado hay que mostrárselo al infante mediante un lenguaje apropiado a su edad, es decir, mediante el lenguaje de la afectividad. Amor verdadero y profundamente humano, expresado con toda la plenitud del lenguaje afectivo. No basta con que se nos ame objetivamente, es preciso también que lo sintamos.

Se sabe por una amplia experiencia que la falta de amor en los primeros años de la infancia e incluso después provoca no pocas veces graves desequilibrios y profundas perturbaciones de la personalidad. Con frecuencia, la familia de los inadaptados son familias desunidas, con unas relaciones amorosas perturbadas o quizás inexistentes. El amor a los demás es también indispensable para que el hombre se realice. Es posible que el amor que se recibe de otro incluya la exigencia de la reciprocidad. La realidad es que la persona se desarrolla de verdad a sí misma y alcanza la madurez respondiendo al amor y a la llamada del prójimo. Estamos en condiciones de afirmar que la relación con y para el prójimo es una dimensión fundamental y constitutiva del ser humano[15]

Formas fundamentales de la intersubjetividad

La intersubjetividad no se puede reducir exclusivamente al encuentro afectivo en el amor según el modelo yo-tú en sentido privado y personal. Según rolando Camozzi, debemos distinguir cuatro formas básicas de relación interpersonal: el amor, la justicia, el odio y la indiferencia (más de alguna pudiera desembocar en violencia intrafamiliar).

En primer lugar debemos destacar el amor como querer el bien del otro. Que implica una voluntad de promoción que responde a la llamada, al reconocimiento. El yo que ama, lo primero que quiere es que el tú exista; pero quiere también el desarrollo autónomo del tú.

El amor concreto se caracteriza generalmente por ser un sentimiento o afecto que varía según la relación de amor. Así, por ejemplo, se puede hablar de amor esponsal, que se caracteriza por la comunión de vida, sexualidad y fecundidad. El amor de los hijos hacia los padres se distingue por la escucha y la confianza, por el afecto y la piedad. El amor de amistad rebasa la esfera familiar.

Antropólogos, filósofos y educadores (Joseph Gaeverth, Levinás, Paulo Freire), coinciden en considerar al amor ente personas concretas como imposible en último término si no se promueve al otro material y socialmente. De ahí que el deseo de reconocer al otro como otro llevara a todas las culturas a crear un sistema de justicia y derecho (derechos fundamentales). Seamos concretos: amar a un ser humano significa hacer lo posible para que pueda comer, vestirse, tener una vivienda, acceder a la instrucción y a la cultura, tener seguridad social y desarrollar libremente las dimensiones fundamentales de su existencia. Ningún amor auténtico puede olvidar que el ser humano tiene un cuerpo, es indigente y está llamado a realizarse en el mundo con los demás. Por eso, el amor crea también estructuras de derecho y de justicia.

Por consiguiente no es totalmente correcto concebir el derecho y la justicia sobre todo como una forma de autodefensa de los individuos ante la violencia de los otros. La primacía le corresponde al amor, entendido como promoción concreta y real de la persona. El amor debería ser, pues, en cierto modo el motor y el alma de las estructuras existentes y de todas las expresiones jurídicas que regulan las relaciones humanas. Sin embargo, en la práctica de la vida familiar, no siempre lo es. Las estructuras familiares existentes, las normas concretas del derecho y de la justicia nunca expresan adecuadamente el reconocimiento del hombre. Será entonces inevitable la tensión entre las estructuras existentes o los derechos adquiridos y la necesidad de un mayor reconocimiento del hombre por el hombre. Habrá que juzgar permanentemente las estructuras violentas a la luz de la humanidad del ser humano.

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