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El gran Mao Tse-Tung (página 15)



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guerra de guerrillas; complementada por la de movimientos. China contará todavía con un gran ejército regular, pero le será difícil pasar pronto a la contraofensiva estratégica, pues de un lado, el enemigo adoptará una posición estratégicamente defensiva en las grandes ciudades y a lo largo de las principales vías de comunicación ocupadas por él, y del otro, las condiciones técnicas de China distarán aún de ser adecuadas. A excepción de las tropas dedicadas a defender los frentes, gran cantidad de nuestras fuerzas se trasladarán a la retaguardia enemiga para actuar en formaciones relativamente dispersas, y apoyándose en las zonas que el enemigo no haya ocupado y en coordinación con las fuerzas armadas de la población local, desencadenarán una vasta y violenta guerra de guerrillas contra las zonas ocupadas y, en la medida de sus posibilidades, obligarán al enemigo a desplazarse a fin de destruirlo en operaciones móviles, como se hace actualmente en la provincia de Shansí. En esta etapa, la guerra será cruel y muchas regiones del país sufrirán una grave devastación. Pero la guerra de guerrillas tendrá éxito y, de ser bien conducida, hará que el enemigo sólo pueda conservar aproximadamente una tercera parte del territorio ocupado, mientras que alrededor de dos terceras partes se encontrarán en nuestras manos. Esto constituirá una gran derrota para el enemigo y una gran victoria para China. Para entonces, todo el territorio ocupado por el enemigo estará dividido en tres categorías: bases enemigas, bases de apoyo de la guerra de guerrillas y zonas guerrilleras disputadas por ambas partes. La duración de esta etapa dependerá del grado en que cambie la correlación de fuerzas entre el enemigo y nosotros y de los cambios en la situación internacional. Hablando en general, debemos estar preparados para atravesar una etapa relativamente larga y recorrer un camino penoso. Será un período muy doloroso para China. El país enfrentará dos graves problemas: las dificultades económicas y las actividades de zapa de los colaboracionistas. El enemigo desplegará febrilmente sus actividades para socavar el frente único de China, y todas las organizaciones de los colaboracionistas en las zonas ocupadas se fusionarán para formar un "gobierno unificado ". Dentro de nuestras filas, debido a la pérdida de grandes ciudades y a las dificultades causadas por la guerra; los elementos vacilantes abogarán a voz en cuello por el compromiso, y el estado de ánimo pesimista alcanzará serias proporciones. Nuestras tareas entonces consistirán en movilizar a las masas populares de todo el país para que se unan como un solo hombre y perseveren con inquebrantable firmeza en la guerra; ampliar y consolidar el frente único; barrer todo pesi-

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mismo y toda idea de compromiso; promover el espíritu de tenacidad en la lucha, y poner en práctica una nueva política de tiempos de guerra, a fin de salir airosos de esta difícil prueba. En esta segunda etapa, tendremos que llamar a todo el país a mantener con decisión un gobierno unificado y oponerse a la división; tendremos que mejorar sistemáticamente nuestra técnica de combate, transformar el ejército, movilizar a todo el pueblo y prepararnos para la contraofensiva. En esta etapa, la situación internacional se tornará aún más desfavorable para el Japón, y aunque puedan surgir cantinelas del "realismo" tipo Chamberlain que se acomoda a los "hechos consumados", las principales fuerzas internacionales brindarán mayor ayuda a China. La amenaza del Japón contra el Sudeste de Asia y contra Siberia será mayor, e incluso es posible que estalle otra guerra. En lo que atañe al Japón, decenas de sus divisiones permanecerán irremediablemente empantanadas en China. La vasta guerra de guerrillas y el amplio movimiento popular antijaponés fatigarán a esta enorme fuerza enemiga, desgastándola en gran medida, por una parte, y por la otra, quebrantando su moral al avivar su nostalgia y acrecentar su sentimiento de apatía e incluso hostilidad hacia la guerra. Aunque no puede decirse que el Japón no logre absolutamente nada en su pillaje de China, sin embargo, falto de capital y hostigado por la guerra de guerrillas, no podrá obtener resultados rápidos ni sustanciales. Esta segunda etapa será la de transición de la guerra en su conjunto y también el periodo más duro, pero marcará su punto de viraje. El que China se convierta en país independiente o sea reducida a colonia, no lo determina la conservación o la pérdida de las grandes ciudades en la primera etapa, sino la magnitud del esfuerzo de toda la nación en la segunda. Si perseveramos en la Resistencia, en el frente único y en la guerra prolongada, China adquirirá en esta etapa la fuerza suficiente para convenirse de la parte débil en la fuerte. Este será el segundo de los tres actos en el drama de la Guerra de Resistencia de China. Con los esfuerzos de todos los actores, será posible representar un brillantísimo acto final.

    38. La tercera etapa será la de nuestra contraofensiva para recuperar el territorio perdido. Su recuperación dependerá principalmente de la fuerza que China haya preparado en la etapa precedente y que continuará creciendo en la tercera. Pero la sola fuerza de China no será suficiente, y tendremos que contar con la ayuda de las fuerzas internacionales y con aquella representada por los cambios que se operen dentro del Japón; de otro modo no podremos triunfar. Esto aumenta

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las tareas de China en la propaganda para el extranjero y en las actividades diplomáticas. En esta etapa, ya no estaremos a la defensiva estratégica, sino que pasaremos a la contraofensiva estratégica, la cual asumirá la forma de ofensiva estratégica; en vez de seguir operando en líneas estratégicamente interiores, pasaremos poco a poco a operar en líneas estratégicamente exteriores. La guerra no podrá considerarse como terminada hasta que nuestro ejército llegue al río Yalu. La tercera etapa será la última de la guerra prolongada, y cuando hablamos de perseverar en la guerra hasta el final, queremos decir que es necesario recorrer toda esta etapa. En ella nuestra principal forma de lucha será, de nuevo, la guerra de movimientos, pero la guerra de posiciones ocupará un lugar destacado. Mientras en la primera etapa la defensa de posiciones no puede considerarse como importante debido a las condiciones de este momento, el ataque a posiciones asumirá bastante importancia en la tercera etapa en virtud de los cambios producidos en las condiciones y debido a las exigencias de las tareas. En esta etapa, la guerra de guerrillas volverá a desempeñar un papel auxiliar, de apoyo estratégico a la guerra de movimientos y a la de posiciones, en lugar de ser la forma principal como en la segunda etapa.

    39. En tales circunstancias es evidente que la guerra será prolongada y, por lo tanto, encarnizada. El enemigo no podrá engullirse por completo a China, pero sí ocupar muchas de sus regiones por un tiempo considerable. China no podrá expulsar con rapidez a los invasores japoneses, pero conservará en sus manos la mayor parte de su territorio. Al final, el enemigo será derrotado y nosotros venceremos; pero será preciso recorrer un penoso camino.

    40. De esta guerra larga y encarnizada, el pueblo chino saldrá bien templado. Los partidos políticos que participan en la guerra también serán sometidos a temple y prueba. El frente único debe ser mantenido firmemente; sólo manteniéndolo podremos perseverar en la guerra, y sólo perseverando en el frente único y en la guerra podremos obtener la victoria final. únicamente así conseguiremos superar todas las dificultades. Después de recorrer en la guerra el sendero escabroso, llegaremos al camino real de la victoria. Esta es la lógica natural de la guerra.

    41. En las tres etapas, los cambios en la correlación de fuerzas entre el enemigo y nosotros se operarán según el orden siguiente: En la primera etapa, el enemigo es superior en fuerza y nosotros inferiores. Con respecto a esta inferioridad nuestra, es preciso tener en cuenta dos tipos diferentes de cambios que se producen desde vísperas de la

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Guerra de Resistencia hasta el final de esta etapa. Los del primer tipo son cambios desfavorables. La inferioridad inicial de China se agrava con las pérdidas sufridas durante la primera etapa, es decir, disminución de territorio, población, recursos económicos, potencia militar e instituciones culturales. Dichas pérdidas podrán ser considerables hacia el final de la primera etapa, especialmente en el aspecto económico. Este hecho será explotado por algunos como argumento en favor de sus teorías de la subyugación nacional y del compromiso. Pero es preciso tener en cuenta los cambios del segundo tipo, los favorables: experiencia adquirida en la guerra, progreso en el ejército, progreso político, movilización del pueblo, desarrollo cultural en una nueva dirección, surgimiento de la guerra de guerrillas, aumento de la ayuda internacional, etc. En la primera etapa, lo que declina es la vieja cantidad y la vieja calidad, y este fenómeno es principalmente de orden cuantitativo. Lo que asciende es la nueva cantidad y la nueva calidad, y este fenómeno es principalmente de orden cualitativo. los cambios del segundo tipo nos proporcionan una base para sostener una guerra prolongada y lograr la victoria final.

    42. En la primera etapa, también se producen dos tipos de cambios en el bando enemigo. Los del primer tipo son cambios desfavorables, que representan centenares de miles de bajas, consumo de armas y municiones, descenso de la moral de las tropas, descontento del pueblo japonés, disminución del comercio, gasto de más de diez mil millones de yenes, condenación de la opinión pública mundial, etc. Esto nos proporciona otra base para sostener una guerra prolongada y lograr la victoria final. Pero asimismo deben tenerse en cuenta los cambios del segundo tipo, los favorables, en el bando enemigo: aumento de territorio, habitantes y recursos materiales en su poder. Esto también constituye una razón para probar que nuestra Guerra de Resistencia será prolongada y que la victoria rápida es imposible; al mismo tiempo, algunos lo explotarán como argumento en favor de sus teorías de la subyugación nacional y del compromiso. No obstante, debemos tener en cuenta el carácter transitorio y parcial de estos cambios favorables en el campo enemigo. EL Japón es una potencia imperialista condenada al derrumbamiento, y su ocupación de territorio chino no puede ser sino temporal. El vigoroso desarrollo de la guerra de guerrillas de China restringirá de hecho su esfera de ocupación a estrechas miras: Además, su ocupación de territorio chino ha engendrado nuevas contradicciones entre el Japón y otros países y profundizado las que ya existían. Más aún, como lo demuestra la experiencia en las tres

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provincias del Nordeste, en general esta ocupación sólo significará para el Japón, durante un período considerable, inversión de capital y no obtención de ganancias. Todo esto nos proporciona asimismo argumentos para desbaratar las teorías de la subyugación nacional y del compromiso y establecer las de la guerra prolongada y de la victoria final.

    43. En la segunda etapa, continuarán desarrollándose en ambos bandos los cambios antes mencionados; aunque no se puede predecir en detalle la situación, en términos generales podemos afirmar que el Japón continuará en descenso y China en ascenso[10]. Por ejemplo, el Japón sufrirá un cuantioso desgaste de sus recursos militares y financieros a causa de la guerra de guerrillas de China; crecerá el descontento entre su población; bajará aún más la moral de sus tropas, y su aislamiento internacional se agravará. En cuanto a China, habrá progresos aún mayores en lo político, militar y cultural y en la movilización del pueblo; se desarrollará aún más la guerra de guerrillas; su economía experimentará cierto desarrollo nuevo sobre la base de la pequeña industria y la agricultura de las vastas zonas del interior del país; la ayuda internacional aumentará en forma gradual, y el cuadro entero ofrecerá un aspecto muy distinto del actual. La segunda etapa probablemente durará un tiempo bastante largo, durante el cual se producirán grandes cambios en la correlación de fuerzas: China se elevará poco a poco y el Japón declinará más y más. China saldrá de su inferioridad y el Japón perderá su superioridad, de modo que, tras un período de paridad, la correlación de fuerzas entre los dos países quedará invertida. Entonces China habrá completado en lo fundamental sus preparativos para la contraofensiva estratégica y entrará en la etapa de contraofensiva y de expulsión del enemigo. Es necesario subrayar una vez más que el cambio de inferioridad en superioridad y la conclusión de los preparativos para la contraofensiva implican el aumento de la fuerza de China, de las dificultades del Japón y de la ayuda internacional que recibamos. La combinación de estos factores asegurará a China la superioridad y le permitirá dar cima a los preparativos para su contraofensiva.

    44. Debido a la desigualdad del desarrollo político y económico de China, la contraofensiva estratégica de la tercera etapa no será, en su fase inicial, uniforme y armoniosa en todo el país, sino que tendrá un carácter zonal, ascendiendo en un lugar y descendiendo en otro. Durante esta etapa, el enemigo no cejará en sus intentos de escindir por todos los medios posibles el frente único de China, por lo cual la tarea

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de mantener la unidad interna del país se tornará aún más importante, y tendremos que velar porque la contraofensiva estratégica no se malogre a mitad de camino por disensiones internas. En este período, la situación internacional se volverá muy favorable para nosotros. La tarea de China será aprovecharla para alcanzar su total liberación y establecer un Estado democrático independiente, lo cual ayudará, a su vez, al movimiento antifascista mundial.

    45. China pasará de la inferioridad a la paridad de fuerzas, y luego a la superioridad; el Japón, de la superioridad a la paridad, y luego a la inferioridad: China pasará de la defensiva al equilibrio, y luego a la contraofensiva; el Japón, de la ofensiva a la consolidación, y luego a la retirada. He aquí el proceso de la guerra chino-japonesa y su curso lógico.

    46. Así, llegamos a las siguientes conclusiones para las preguntas planteadas: ¿Será China subyugada? Respuesta: No, no lo será, y la victoria final será suya. ¿Puede China vencer rápidamente? Respuesta: No, no puede vencer rápidamente, y la guerra tiene que ser prolongada. ¿Son correctas estas conclusiones? Creo que sí.

    47. Al llegar a este punto, los partidarios de las teorías de la subyugación nacional y del compromiso se presentarán nuevamente a decir: Para pasar de la inferioridad a la paridad, China necesitará una potencia militar y económica igual a la del Japón, y para pasar de la paridad a la superioridad, necesitará una potencia militar y económica superior a la del Japón; pero como esto es imposible, las conclusiones precedentes son incorrectas.

    48. Esta es la llamada teoría de que "las armas lo deciden todo"[11], teoría mecanicista y punto de vista subjetivo y unilateral sobre el problema de la guerra. Nuestro punto de vista es opuesto a esta teoría; no sólo tenemos en cuenta las armas, sino también los hombres. Las armas son un factor importante en la guerra, pero no el decisivo. El factor decisivo es el hombre, y no las cosas. La correlación de fuerzas es determinada no sólo por la potencia militar y económica, sino también por los recursos humanos y el apoyo popular. La potencia militar y económica es manejada por el hombre Si la gran mayoría de los chinos, de los japoneses y de la población de otros países se colocan del lado de nuestra Guerra de Resistencia, ¿podrá considerarse como superioridad la potencia militar y económica que una ínfima minoría del Japón detenta por la fuerza? Y si no puede considerarse así, ¿no pasará entonces China a ser superior, a pesar de disponer de una fuerza militar y económica relativamente inferior? Está fuera de toda duda que la

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potencia militar y económica de China crecerá en forma gradual, siempre que China persevere en la Guerra de Resistencia y en el frente único. En cuanto a nuestro enemigo, que será debilitado por la larga guerra y las contradicciones internas y externas, su potencia militar y económica sufrirá inevitablemente un cambio en sentido inverso. En tales circunstancias, ¿acaso no podrá China convenirse en superior? Y esto aún no es todo. En el momento actual todavía no podemos contar manifiesta y ampliamente con la potencia militar y económica de otros países, pero ¿acaso tampoco podremos hacerlo en el futuro? Si el adversario del Japón no es sólo China, si en el futuro uno o varios países emplean abiertamente una parte considerable de su potencia militar y económica para defenderse del Japón o atacarlo y nos ayudan abiertamente, entonces ¿no será aún mayor nuestra superioridad? El Japón es un país pequeño, sostiene una guerra retrógrada y bárbara, y quedará cada vez más aislado en el plano internacional. China es un país grande, realiza una guerra progresista y justa, y gozará de un apoyo internacional cada vez mayor. Después de un largo periodo de desarrollo, ¿no invertirán todos estos factores, en forma definitiva, la relación de superioridad e inferioridad entre el enemigo y nosotros?

    49. Los partidarios de la teoría de la victoria rápida, sin embargo, no comprenden que la guerra es una pugna de fuerzas, y tratan de dar batallas estratégicamente decisivas para acortar el camino de la liberación, antes de que se haya producido un determinado cambio en la correlación de fuerzas entre los contendientes. Esto también es infundado. Si pusieran en práctica sus ideas, se estrellarían inevitablemente contra el muro. O quizás hablen sólo por el placer de hablar, sin la intención de ponerlas realmente en práctica. A la postre, su señoría la Realidad vendrá y arrojará un balde de agua fría sobre estos charlatanes, mostrándolos como simples fabricantes de frases que buscan obtener las cosas a bajo precio, que sueñan con cosechar sin haber sembrado. Este tipo de charlatanería ha existido y existe, aunque no está muy difundida. Es posible que aumente cuando la guerra llegue a la etapa de equilibrio y a la de contraofensiva. Pero, entretanto, si China sufre pérdidas relativamente importantes en la primera etapa, y si la segunda se prolonga mucho, se pondrán más en boga las teorías de la subyugación nacional y del compromiso. Por lo tanto, nuestro fuego debe dirigirse principalmente contra estas teorías, y sólo en segundo lugar contra la cháchara sobre la victoria rápida.

    50. Ya está fuera de duda que la guerra será prolongada; pero nadie puede predecir con exactitud cuántos años y meses durará, pues

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ello depende por completo de la medida en que cambie la correlación de fuerzas entre el enemigo y nosotros. Todos aquellos que quieren abreviar la duración de la guerra, no tienen otro recurso que esforzarse por aumentar nuestra propia fuerza y reducir la del enemigo. Hablando concretamente, el único camino es el de esforzarnos en ganar más batallas y desgastar a las tropas enemigas; en desarrollar la guerra de guerrillas para reducir al mínimo el territorio ocupado por el enemigo; en consolidar y ampliar el frente único para unir las fuerzas de toda la nación; en formar un nuevo ejército y desarrollar una nueva industria de guerra; en promover el progreso político, económico y cultural; en movilizar a los obreros, campesinos, hombres de negocios, intelectuales y otros sectores del pueblo; en desintegrar a las tropas enemigas y ganarnos a sus soldados; en realizar propaganda para el exterior a fin de conseguir la ayuda internacional, y en ganarnos el apoyo del pueblo japonés y de las naciones oprimidas. Sólo haciendo todo esto podremos abreviar la duración de la guerra. No hay ningún atajo posible.

GUERRA DE INTERPENETRACION

    51. Podemos decir con certeza que la Guerra de Resistencia contra el Japón, guerra prolongada, escribirá una página gloriosa y excepcional en la historia de las guerras de la humanidad. Una de las peculiaridades notables de esta guerra es su carácter de interpenetración, producto de factores contradictorios como la barbarie y la escasez de tropas del Japón, por un lado, y el carácter progresista de China y su extenso territorio, por el otro. En la historia ha habido otras guerras de interpenetración, como la guerra civil de tres años en Rusia después de la Revolución de Octubre. Pero lo que distingue a este tipo de guerra en China es su duración y amplitud excepcionales; en este sentido establecerá una nueva marca en la historia. La interpenetración se manifiesta en los siguientes rasgos.

    52. Líneas interiores y exteriores. La Guerra de Resistencia contra el Japón se realiza, en su conjunto, en líneas interiores. Pero, en cuanto a la relación entre las tropas regulares y las guerrillas, las primeras operan en líneas interiores y las últimas, en exteriores, ofreciendo un cuadro extraordinario de tenazas en torno al enemigo. Lo mismo puede decirse respecto a la relación entre las distintas zonas guerrilleras. Desde su propio punto de vista, cada zona guerrillera se

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encuentra en líneas interiores, y las demás, en exteriores, formando así una multitud de líneas de fuego entre las cuales se halla atenazado el enemigo. En la primera etapa de la guerra, el ejército regular, que opera estratégicamente en líneas interiores, se repliega, mientras las guerrillas, que operan estratégicamente en líneas exteriores, avanzan por amplias zonas a pasos agigantados sobre la retaguardia enemiga, continuando este avance, con mayor ímpetu aún, en la segunda etapa. De esta forma, se produce una combinación extremadamente original de repliegue y avance.

    53. Existencia y ausencia de retaguardia. Las tropas regulares, que tienen su frente de operaciones en los límites exteriores del territorio ocupado por el enemigo, se apoyan en la retaguardia general del país. Las guerrillas, que tienen el suyo en la retaguardia enemiga, están separadas de la retaguardia general del país. Pero cada zona guerrillera posee una pequeña retaguardia, sobre la cual se apoya para establecer un frente móvil de operaciones. Es diferente el caso de los destacamentos guerrilleros enviados de una zona guerrillera a la retaguardia enemiga situada en la misma región para efectuar actividades temporales. Estos destacamentos no tienen ni retaguardia ni frente de operaciones. Las "operaciones sin retaguardia" constituyen un rasgo peculiar de la guerra revolucionaria en la nueva época, en un país que cuenta con un vasto territorio; un pueblo progresista y un partido político y ejército avanzados. No hay ninguna razón para temer las operaciones de este tipo, ya que únicamente pueden reportar provecho; en vez de ponerlas en tela de juicio, hay que promoverlas.

    54. Cerco y contracerco. Tomando la guerra en su conjunto, no cabe duda de que nos encontramos cercados estratégicamente por el enemigo; por cuanto éste se halla a la ofensiva estratégica y opera en líneas exteriores, mientras nosotros estamos a la defensiva estratégica y operamos en líneas interiores. Este es el primer tipo de cerco que nos impone el enemigo. Debido a que, con relación a las fuerzas enemigas que desde líneas estratégicamente exteriores avanzan sobre nosotros en varias columnas, aplicamos el principio de operaciones en líneas exteriores en campañas y combates empleando fuerzas numéricamente superiores, podemos cercar a una o varias de esas columnas enemigas. Este es el primer tipo de contracerco que imponemos al enemigo. Luego, si se consideran por separado las bases de apoyo guerrilleras en la retaguardia enemiga, cada una de ellas está rodeada por el enemigo, ya sea por todos lados, como la zona de las montañas Wutai, ya sea por tres lados, como el Noroeste de Shansí. Este es el segundo

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tipo de cerco que nos impone el enemigo. Sin embargo, si consideramos las diversas bases de apoyo guerrilleras en su vinculación mutua y cada una en su relación con las posiciones de las fuerzas regulares, vemos que, a nuestra vez, rodeamos a una gran cantidad de fuerzas enemigas. En la provincia de Shansí, por ejemplo, hemos rodeado el ferrocarril Tatung-Puchou por tres lados (Este, Oeste y extremo sur) y la ciudad de Taiyuán por todos lados. En las provincias de Jopei y Shantung también se pueden encontrar muchos ejemplos similares. Este es el segundo tipo de contracerco que imponemos al enemigo. De este modo, existen dos tipos de cerco recíproco entre nosotros y el enemigo, más o menos como en una partida de weichi. Las campañas y combates entre ambos bandos se asemejan a la toma de piezas y el establecimiento de puntos de apoyo del enemigo (como la ciudad de Taiyuán) y de nuestras bases de apoyo guerrilleras (como las montañas Wutai), a las jugadas para dominar espacios en el tablero. Si se amplía la partida de weichi a una escala mundial, entonces habrá todavía un tercer tipo de cerco recíproco, o sea, la interrelación entre el frente de la agresión y el de la paz. Con el primer frente, el enemigo cerca a países como China, la Unión Soviética, Francia y Checoslovaquia, en tanto que nosotros, con el segundo frente, imponemos el contracerco a Alemania, el Japón e Italia. Pero nuestro cerco, al igual que la mano de Buda, se convertirá en una Montaña de los Cinco Elementos que atraviese todo el Universo, y los Sun Wu-kung modernos — los agresores Fascistas — serán fácilmente enterrados debajo de ella, para no levantarse más[12]. Por eso, si en el plano internacional logramos crear un frente antijaponés en la región del Pacífico, con China como una unidad estratégica, con la Unión Soviética y otros países que puedan incorporarse a él como otras tantas unidades estratégicas, y con el movimiento del pueblo japonés como una unidad estratégica más, formaremos una gigantesca red mundial de la que los Sun Wu-kung fascistas no podrán escapar; entonces habrá llegado el día final para nuestro enemigo. Efectivamente, el momento en que se forme, en lo esencial, esta red mundial, será sin duda el día del derrumbamiento total del imperialismo japonés. Esto no es de ninguna manera una broma; se trata de la tendencia inevitable de la guerra.

    55. Zonas grandes y pequeñas. Existe la posibilidad de que el enemigo se apodere de la mayor parte del territorio chino al Sur de la Gran Muralla, y que sólo permanezca intacta la parte menor. Este es un aspecto de la situación. Mas, dentro de esta parte mayor a diferencia de las tres provincias del Nordeste, el enemigo sólo podrá

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ocupar realmente las grandes ciudades, las principales vías de comunicación y algunos sectores de las llanuras, es decir, objetivos de primer orden en cuanto a su importancia, pero que, por su extensión y población, constituirán probablemente la parte menor del territorio ocupado, en tanto que las zonas guerrilleras, que se desarrollarán por doquier, constituirán la parte mayor. Este es otro aspecto de la situación. Ahora, si no nos circunscribimos al territorio situado al Sur de la Gran Muralla y tomamos en cuenta Mongolia, Sinchiang, Chingjai y el Tíbet, las zonas no ocupadas seguirán constituyendo la parte mayor del territorio de China, mientras las zonas ocupadas por el enemigo, aun incluyendo las tres provincias del Nordeste, representarán tan sólo la parte menor. Este es el tercer aspecto de la situación. Las regiones no ocupadas tienen, por supuesto, una gran importancia para nosotros, y debemos consagrar grandes esfuerzos a su desarrollo, no sólo en los terrenos político, militar y económico, sino también, y esto es igualmente importante, en el cultural. El enemigo ha transformado nuestros antiguos centros de cultura en zonas culturalmente atrasadas, y nosotros, a nuestra vez, tenemos que transformar las antiguas zonas culturalmente atrasadas en centros de cultura. Por otra parte, es también de suma importancia la tarea de desarrollar las extensas zonas guerrilleras en la retaguardia enemiga, y debemos llevarla a cabo en todos los terrenos, incluido el cultural. En resumen, las grandes. zonas rurales de China se convertirán en regiones de progreso y luz, mientras que las pequeñas zonas ocupadas por el enemigo, en especial las grandes ciudades, se convertirán temporalmente en islotes de atraso y tinieblas.

    56. Así vemos como la larga y vasta Guerra de Resistencia contra el Japón será una guerra de interpenetración en los aspectos militar, político, económico y cultural, magnífico espectáculo en la historia de las guerras, heroica empresa de la nación china, grandiosa proeza que conmoverá a toda la Tierra. Esta guerra no sólo influirá sobre China y el Japón, impulsando grandemente el progreso de ambos países, sino también sobre el mundo entero, impulsando el progreso de todas las naciones, y antes que nada, de las naciones oprimidas, como la India. Todos los chinos deben participar con plena conciencia en esta guerra de interpenetración; ésta es la forma de guerra mediante la cual la nación china lucha por su propia liberación, la forma peculiar de la guerra de liberación sostenida por un país grande y semicolonial en los años 30 y 40 del siglo XX.

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GUERRA POR UNA PAZ PERDURABLE

    57. La naturaleza prolongada de la Guerra de Resistencia de China contra el Japón es inseparable de la lucha por una paz perdurable en China y en el mundo entero. En ninguna época histórica ha estado la guerra tan próxima como hoy a una paz perdurable. Como resultado de la aparición de las clases, la vida de la humanidad a lo largo de milenios ha estado llena de guerras. Son incontables las que ha sostenido cada nación, ya dentro del marco nacional, ya contra otras naciones. En la etapa imperialista del desarrollo de la sociedad capitalista, las guerras han adquirido una envergadura y un encarnizamiento excepcionales. La Primera Gran Guerra imperialista, ocurrida hace veinte años, fue una guerra sin parangón en la historia, mas no la última. Sólo la que ha comenzado ahora está cerca de ser la última, es decir, está próxima a la paz perdurable de la humanidad. Hasta hoy, una tercera parte de la población mundial ha entrado en la guerra: Italia, luego el Japón; Abisinia, después España, luego China. La población de los países beligerantes suma ahora cerca de seiscientos millones, o sea, casi un tercio de la población mundial. Los rasgos peculiares de la guerra actual son su carácter ininterrumpido y su proximidad a la paz perdurable. ¿Por qué es ininterrumpida? Luego de invadir Abisinia, Italia agrede a España, y Alemania se asocia a la agresión. Después, el Japón ataca a China. ¿Qué vendrá a continuación? No cabe duda de que Hitler combatirá contra las grandes potencias. "El fascismo es la guerra"[13]; esto es completamente cierto. No habrá interrupción alguna en la transformación de la guerra actual en una guerra mundial; la humanidad no podrá eludir la calamidad de la guerra. ¿Por qué decimos entonces que esta guerra está próxima a la paz perdurable? La guerra actual es el resultado del desarrollo de la crisis general del capitalismo mundial, que comenzó con la Primera Guerra Mundial; esta crisis general empuja a los países capitalistas a entrar en un nuevo conflicto bélico y, sobre todo, a los países fascistas a emprender nuevas aventuras bélicas. Se puede prever que esta guerra no salvará al capitalismo, sino que lo aproximará a su ruina: Esta guerra será más vasta y encarnizada que la de hace veinte años, abarcará inevitablemente a todas las naciones y será muy prolongada; la humanidad soportará grandes sufrimientos. Pero en el curso de ella, debido a la existencia de la Unión Soviética y a la elevación de la conciencia política de los pueblos del mundo,

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surgirán sin duda grandiosas guerras revolucionarias para oponerse a todas las guerras contrarrevolucionarias, confiriendo así a esta guerra el carácter de lucha por una paz perdurable. Aunque más tarde haya todavía otro período de guerra, ya no estará muy lejos la paz perdurable en el mundo entero. Una vez que la humanidad haya eliminado el capitalismo, entrará en la era de la paz perdurable, y ya no será necesaria la guerra. No se necesitarán entonces ejércitos, buques de guerra, aviones militares ni gases tóxicos. El hombre ya no volverá a ver la guerra por los siglos de los siglos. Las guerras revolucionarias que han comenzado son parte de esta guerra por la paz perdurable. El conflicto entre China y el Japón, países que tienen una población total de más de quinientos millones, ocupará un lugar importante en esta guerra por la paz perdurable, y de ella saldrá la liberación de la nación china. La nueva China liberada, la China del futuro, será inseparable del nuevo mundo liberado. el mundo del futuro. De ahí que nuestra Guerra de Resistencia contra el Japón adquiera el carácter de lucha por una paz perdurable.

    58. La historia demuestra que las guerras se dividen en dos clases: las justas y las injustas. Todas las guerras progresistas son justas, y todas las que impiden el progreso son injustas. Los comunistas nos oponemos a todas las guerras injustas, que impiden el progreso, pero no estamos en contra de las guerras justas, progresistas. Los comunistas lejos de oponernos a estas últimas, participamos activamente en ellas. . Entre las guerras injustas, la Primera Guerra Mundial fue un caso en que ambos bandos pelearon por intereses imperialistas; por lo tanto, los comunistas del mundo entero se opusieron resueltamente a ella. La forma de combatir una guerra de este tipo es hacer cuanto se pueda por prevenirla antes de que estalle y, si llega a estallar, oponer la guerra a la guerra, oponer la guerra justa a la injusta, tan pronto como sea posible. La guerra que realiza el Japón es una guerra injusta, que impide el progreso, y todos los pueblos del mundo, incluido el japonés, deben oponerse y de hecho se oponen a ella. En China, todos, desde el pueblo hasta el gobierno, desde el Partido Comunista hasta el Kuomintang, han levantado la bandera de la justicia y realizan una guerra revolucionaria nacional contra la agresión. Nuestra guerra es sagrada y justa, es progresista y aspira a la paz. No sólo aspira a la paz de un país, sino también a la de todo el mundo, y no sólo a una paz temporal, sino a una paz perdurable. Para lograr este objetivo, debemos sostener una lucha a muerte, estar preparados para cualquier sacrificio, perseverar hasta el fin y no detenernos jamás antes de

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alcanzar la meta. Serán grandes los sacrificios y hará falta mucho tiempo, pero ya aparece con nitidez ante nosotros un mundo nuevo donde reinarán para siempre la paz y la luz. La convicción con que hacemos esta guerra se basa precisamente en que estamos luchando por una nueva China y un nuevo mundo de paz y luz perdurables. El fascismo y el imperialismo quieren perpetuar las guerras, pero nosotros queremos acabar con ellas en un futuro no muy lejano. Para conseguir este fin, la gran mayoría de la humanidad debe esforzarse al máximo. Los 450 millones de chinos constituyen una cuarta parte de la población del mundo, y si mediante sus esfuerzos mancomunados logran aplastar al imperialismo japonés y crear una nueva China libre e igual en derechos, habrán hecho indudablemente una inmensa contribución a la lucha por una paz perdurable en todo el mundo. Esta no es una esperanza vana, pues el mundo entero ya se aproxima a este punto en el curso de su desarrollo social y económico; y a condición de que la mayoría de los hombres redoble sus esfuerzos, nuestro objetivo será de seguro alcanzado dentro de algunas décadas.

ACTIVIDAD CONSCIENTE EN LA GUERRA

    59. Con todo lo dicho hasta aquí se ha explicado por qué la guerra será prolongada y por qué la victoria final pertenecerá a China, y principalmente se ha tratado de los problemas de "qué es" y "qué no es" esta guerra. Pasemos ahora a los problemas de "qué hacer" y "qué no hacer". ¿Cómo llevar adelante la guerra prolongada? ¿Cómo lograr la victoria final? Estas son las preguntas a las que vamos a responder. Para ello explicaremos por orden los siguientes problemas: actividad consciente en la guerra; guerra y política; movilización política para la Guerra de Resistencia; objetivo de la guerra; ofensiva dentro de la defensiva, operaciones de decisión rápida dentro de la guerra prolongada y líneas exteriores dentro de líneas interiores; iniciativa, flexibilidad y planificación; guerra de movimientos, guerra de guerrillas y guerra de posiciones; guerra de aniquilamiento y guerra de desgaste; posibilidades de explotar los errores del enemigo; batallas decisivas en la Guerra de Resistencia contra el Japón; ejército y pueblo, base de la victoria. Comencemos por el problema de la actividad consciente.

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    60. Cuando hablamos de oposición al enfoque subjetivo de los problemas, queremos decir que debemos oponernos a las ideas que no se basan en los hechos objetivos o no concuerdan con ellos, porque tales ideas son fruto de la imaginación o de falsos razonamientos, y nos conducirán al fracaso si actuamos conforme a ellas. Pero todo cuanto se hace es hecho por el hombre; la guerra prolongada y la victoria final no serán posibles sin el esfuerzo humano. Para que sea eficaz ese esfuerzo, el hombre tiene que concebir, partiendo de los hechos objetivos, ideas, principios y criterios, y elaborar planes, orientaciones, política, estrategia y táctica. Las ideas, principios, etc. son lo subjetivo, en tanto que la práctica o acciones son lo subjetivo traducido en lo objetivo; tanto aquéllos como éstas representan la actividad peculiar del hombre. A esta actividad la llamamos "actividad consciente", rasgo que diferencia a los hombres de los demás seres. Toda idea basada en los hechos objetivos y que corresponde a ellos, es correcta; y toda práctica o acción basada en ideas correctas, es igualmente correcta. Debemos poner plenamente en juego esas ideas y acciones, esa actividad consciente. La Guerra de Resistencia contra el Japón tiene como objetivo expulsar al imperialismo y transformar la vieja China en una nueva. Para ello es indispensable movilizar a todo el pueblo chino y poner en pleno juego su actividad consciente para la resistencia al Japón. Si permaneciéramos de brazos cruzados, seríamos subyugados y no habría ni guerra prolongada ni victoria final.

    61. La actividad consciente es un rasgo característico del hombre, quien lo manifiesta intensamente en la guerra. La victoria o la derrota en una guerra depende, por supuesto, de las condiciones militares, políticas, económicas y geográficas de ambos bandos, de la naturaleza de la guerra que hace cada uno y del apoyo internacional de que uno y otro gozan, pero no sólo de estos factores; todos ellos no hacen más que proporcionar la posibilidad de la victoria o la derrota, y no deciden por sí solos el desenlace de la guerra. Para decidirlo, es preciso agregar el esfuerzo subjetivo, esto es, la dirección y realización de la guerra, la actividad consciente en ella.

    62. Quienes dirigen una guerra no pueden pretender ganarla traspasando los límites impuestos por las condiciones objetivas, pero si pueden y deben, dentro de tales límites, esforzarse con su actividad consciente por alcanzar la victoria. El escenario de la acción para los mandos de una guerra debe construirse dentro de lo que permiten las

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condiciones objetivas, pero en este escenario pueden dirigir la representación de muchos dramas marciales, grandiosos y llenos de sonido y color. Sobre la base material objetiva dada, los mandos de la Guerra de Resistencia deben poner en juego su capacidad y conducir a todas sus fuerzas para aplastar a los enemigos de la nación, transformar la situación actual en que nuestra sociedad y nuestro país sufren la agresión y la opresión, y crear una nueva China libre e igual en derechos; es en este sentido que puede y debe ejercerse nuestra capacidad subjetiva para dirigir la guerra. No queremos que ninguno de nuestros mandos de la Guerra de Resistencia se aparte de las condiciones objetivas y se convierta en un impulsivo que actúe de manera arrebatada, pero debemos alentar a cada uno de ellos para que se transforme en un jefe valeroso y sagaz: Nuestros mandos deben poseer no sólo el denuedo necesario para aplastar al enemigo, sino también la capacidad para dominar el curso entero de la guerra en todas sus vicisitudes y en todo su desarrollo. Nadando en el océano de la guerra, un mando no sólo debe evitar hundirse, sino también asegurarse la llegada a la orilla opuesta con brazadas medidas. La estrategia y la táctica, como leyes de la dirección de la guerra, constituyen el arte de nadar en el océano de la guerra.

GUERRA Y POLITlCA

    63. "La guerra es la continuación de la política." En este sentido, la guerra es política, y es en sí misma una acción política. No ha habido jamás, desde los tiempos antiguos, una guerra que no haya tenido carácter político. La Guerra de Resistencia contra el Japón es una guerra revolucionaria de toda la nación, y la victoria es inseparable del objetivo político de esta Guerra — expulsar al imperialismo japonés y crear una nueva China libre e igual en derechos –; inseparable de la política general de perseverar en la Resistencia y mantener el frente único; de la movilización de todo el pueblo; de los principios políticos de unidad entre oficiales y soldados, unidad entre ejército y pueblo y desintegración de las fuerzas enemigas; de la aplicación eficaz de la política de frente único; de la movilización cultural, y de los esfuerzos por ganar el apoyo internacional, incluido el del pueblo japonés. En una palabra, la guerra no puede separarse ni un solo

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instante de la política. Toda tendencia entre los militares antijaponeses a menospreciar la política, aislando la guerra de ella y abogando por la idea de que la guerra es algo absoluto, es errónea y debe ser corregida.

    64. Pero la guerra tiene sus peculiaridades; en este sentido, no equivale a la política en general. "La guerra es la continuación de la política por otros medios."[14] Cuando la política Llega a cierta etapa de su desarrollo, más allá de la cual no puede proseguir por los medios habituales, estalla la guerra para barrer el obstáculo del camino. Por ejemplo, la situación semiindependiente de China constituye un obstáculo para el desarrollo de la política del imperialismo japonés, y por lo tanto, el Japón ha iniciado su guerra de agresión para eliminar ese obstáculo. ¿Y China? La opresión imperialista constituye desde hace mucho tiempo un obstáculo para la revolución democrático-burguesa de China, y por ello se han sostenido numerosas guerras de liberación, con la intención de eliminarlo. Como el Japón utiliza ahora la guerra para oprimir a China y cerrar por completo el camino a su revolución, China no tiene más remedio que emprender la Guerra de Resistencia contra el Japón, decidida a barrer este obstáculo. Cuando se haya eliminado el obstáculo y conseguido el objetivo político, terminará la guerra. Mientras no se elimine por completo el obstáculo, la guerra tendrá que continuar hasta lograr el objetivo. Por ejemplo, mientras no se cumpla la tarea de la resistencia al Japón, toda tentativa de compromiso fracasará inevitablemente, pues aun cuando, por una u otra razón, se llegase a un compromiso, la guerra volvería a estallar, ya que sin duda las amplias masas populares no se resignarían a ello, y continuarían la guerra hasta la completa realización del objetivo político de la misma. Por consiguiente, se puede decir que la política es guerra sin derramamiento de sangre, en tanto que la guerra es política con derramamiento de sangre.

    65. Los rasgos peculiares de la guerra hacen surgir un conjunto de organizaciones especiales; una serie de métodos particulares y un proceso específico de la guerra. Las organizaciones son las fuerzas armadas y cuanto a ellas es anejo. Los métodos son la estrategia y la táctica para dirigir la guerra. El proceso es la forma particular de actividad social en que las fuerzas beligerantes atacan o se defienden empleando una estrategia y una táctica favorables para sí y desfavorables para el enemigo. Por lo tanto, la experiencia de la guerra es una experiencia especial. Todos cuantos participan en la guerra deben

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desprenderse de los hábitos corrientes y adaptarse a ella, a fin de poder ganarla.

MOVILIZACION POLITICA PARA LA GUERRA

DE RESISTENCIA

    66. Una guerra revolucionaria nacional tan grandiosa no puede triunfar sin una amplia y profunda movilización política. Antes de la Guerra de Resistencia no hubo una movilización política para la resistencia al Japón; ésta fue una enorme falla de China, y debido a ello perdimos una jugada ante el enemigo. Después de iniciada la Resistencia, la movilización política estuvo lejos de ser general, y no hablemos ya de su falta de profundidad. Fueron los cañonazos y el bombardeo aéreo del enemigo los que hicieron llegar la noticia de la guerra a la gran mayoría del pueblo. Eso también constituyó una forma de movilización, pero no fue realizada por nosotros, sino por el enemigo. Los habitantes de las regiones remotas, a las cuales no llega el ruido del cañoneo, viven aún en una tranquilidad que nada turba. Esta situación debe cambiar, pues de lo contrario no podremos salir victoriosos en esta guerra de vida o muerte. En ningún caso debemos perder otra jugada ante el enemigo; por el contrario, debemos explotar a fondo esa jugada, la movilización política, para vencer al enemigo. Dicha jugada es decisiva; es realmente un asunto de importancia primordial, en tanto que nuestra inferioridad en armamento y otros aspectos es lo secundario. La movilización de todo el pueblo formará un vasto mar para ahogar al enemigo, creará las condiciones que habrán de compensar nuestra inferioridad en armas y otros elementos, y proporcionará los requisitos previos para superar todas las dificultades en la guerra. A fin de obtener la victoria, debemos perseverar en la Resistencia, mantener el frente único y persistir en la guerra prolongada. Pero todo esto es inseparable de la movilización del pueblo. Querer alcanzar la victoria y descuidar la movilización política es lo mismo que "tratar de dirigirse al Sur con el carruaje orientado al Norte". Indudablemente esto no conduciría a la victoria.

    67. ¿Qué es la movilización política? Primero, explicar al ejército y al pueblo el objetivo político de la guerra. Hay que hacer comprender a cada soldado y a cada civil por qué es necesario batirse y en qué les atañe la guerra. El objetivo político de la Guerra de

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Resistencia contra el Japón es "expulsar al imperialismo japonés y crear una nueva China libre e igual en derechos". Debemos explicar este objetivo a todo el ejército y el pueblo, a fin de encender en ellos un gran entusiasmo por la resistencia al Japón y unir como un solo hombre a cientos de millones de personas para que aporten sin reservas su contribución al esfuerzo bélico. Segundo, no basta con explicar sólo el objetivo; hay que explicar también las medidas y la política destinadas a alcanzarlo, y de ahí la necesidad de un programa político. Ya poseemos el Programa de Diez Puntos para la Resistencia al Japón y la Salvación Nacional y también el Programa de Resistencia Armada y Reconstrucción Nacional; debemos divulgarlos en el ejército y entre el pueblo y movilizar a éstos para que los pongan en práctica. Sin un programa político preciso y concreto, no es posible movilizar a todas las fuerzas armadas y a todo el pueblo para que lleven hasta el fin la Guerra de Resistencia contra el Japón. Tercero, ¿cómo efectuar la movilización? Verbalmente; por medio de octavillas y carteles, periódicos libros y folletos; con representaciones teatrales y películas; a través de las escuelas, las organizaciones populares y los cuadros. Lo que hasta ahora se ha hecho en las regiones dominadas por el Kuomintang es como una gota de agua en el océano, y además, se ha realizado de una manera inadecuada al gusto de las masas populares y con un espíritu ajeno a ellas; esto debe ser corregido radicalmente. Cuarto, no basta con movilizar una vez; la movilización política para la Guerra de Resistencia contra el Japón debe efectuarse permanentemente. Nuestra tarea no consiste en recitar mecánicamente al pueblo nuestro programa político, porque así nadie escuchará; debemos vincular la movilización política con la marcha de la guerra y con la vida de los soldados y del pueblo, y hacer de ella un trabajo permanente. Este es un asunto de extrema importancia, del cual depende en primer término nuestra victoria.

OBJETIVO DE LA GUERRA

    68. No nos referiremos aquí al objetivo político de la guerra. El objetivo político de la Guerra de Resistencia contra el Japón es "expulsar al imperialismo japonés y crear una nueva China libre e igual en derechos", y de esto ya hemos hablado más arriba. Aquí nos referiremos al objetivo fundamental de la guerra, de la guerra como política

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con derramamiento de sangre, como destrucción mutua de ejércitos. El objetivo de la guerra no es otro que "conservar las fuerzas propias y destruir las del enemigo' (destruir las fuerzas enemigas significa desarmarlas o "privarlas de su capacidad de resistencia", y no significa aniquilarlas a todas físicamente). En las guerras antiguas, se pisaban la lanza y el escudo: la lanza para atacar y destruir al enemigo, el escudo para defenderse y conservarse a si mismo. Hasta hoy, las armas no son más que una continuación de la lanza y el escudo. El bombardero, la ametralladora, el cañón de largo alcance y los gases tóxicos son desarrollos de la lanza, en tanto que el refugio antiaéreo, el casco de acero, las defensas de hormigón y la careta antigás lo son del escudo. El tanque es una nueva arma que combina las funciones de la lanza y el escudo. El ataque es el medio principal para destruir las fuerzas enemigas, pero no se puede prescindir de la defensa. El ataque se realiza con el objetivo inmediato de aniquilar las fuerzas del enemigo, pero al mismo tiempo para conservar las fuerzas propias, porque si uno no aniquila al enemigo, será aniquilado. La defensa tiene como objetivo inmediato conservar las fuerzas propias, pero al mismo tiempo es un medio de complementar el ataque o de prepararse para pasar a él. La retirada pertenece a la categoría de la defensa y es una continuación de ésta, en tanto que la persecución es una continuación del ataque. Hay que señalar que, dentro del objetivo de la guerra, la destrucción de las fuerzas enemigas es lo principal, y la conservación de las Fuerzas propias, lo secundario, porque sólo se puede conservar eficazmente las fuerzas propias destruyendo en gran número las del enemigo. Por lo tanto, el ataque, como medio principal para destruir las fuerzas enemigas, es lo primordial, en tanto que la defensa, como medio auxiliar para destruir las fuerzas del enemigo y como uno de los medios para conservar las fuerzas propias, es lo secundario. Aunque en la práctica de una guerra muchas veces predomine la defensa, y en otras ocasiones el ataque, considerada esa guerra en su conjunto, el ataque sigue siendo lo primordial.

    69. ¿Cómo explicar el estímulo al espíritu heroico de sacrificio en la guerra? ¿No está en contradicción con "conservar las fuerzas propias"? No, no lo está. Uno y otro son contrarios que se condicionan entre sí. La guerra es política con derramamiento de sangre y exige un precio, a veces sumamente elevado. El sacrificio (la no conservación) parcial y temporal es indispensable para la conservación permanente del todo. He aquí precisamente por qué decimos que el

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ataque, que es en lo fundamental un medio para destruir las fuerzas del enemigo, sirve al mismo tiempo para conservar las propias. He ahí también por qué la defensa debe ir acompañada del ataque; y no ser una defensa pura.

    70. El objetivo de la guerra, es decir, la conservación de las fuerzas propias y la destrucción de las del enemigo, es la esencia de la guerra y la base de todas las actividades bélicas, y esta esencia las impregna a todas ellas, desde la técnica de combate hasta la estrategia. EL mencionado objetivo constituye el principio básico de la guerra, y ningún fundamento o principio de la técnica de combate, la táctica, las campañas y la estrategia pueden separarse de él. ¿Qué significa, por ejemplo, en el tiro, el principio de "ponerse a cubierto y emplear al máximo la potencia de fuego"? Lo primero es para conservarse a sí mismo, y lo segundo, para destruir al enemigo. De lo primero surgen métodos como la utilización del terreno y de los objetos que en él se hallen, el avance a saltos y la disposición en orden abierto de las tropas. De lo segundo nacen otros métodos como despejar el campo de tiro y organizar la red de fuego. En cuanto a las fuerzas de choque, de contención y de reserva en las operaciones tácticas, las primeras son para destruir las fuerzas enemigas, las segundas; para conservar las propias, y las terceras, para cualquiera de los dos fines según las circunstancias, bien para destruir al enemigo, apoyando a las fuerzas de choque o sirviendo como fuerzas de persecución, bien para conservar las propias, apoyando a las fuerzas de contención o sirviendo como fuerzas de cobertura. De este modo, todos los principios o acciones en el plano técnico, táctico, de las campañas y estratégico son absolutamente inseparables del objetivo de la guerra, que la rige en su conjunto y desde el principio hasta el fin.

    71. Al dirigir la Guerra de Resistencia contra el Japón, los jefes de todo nivel deben tener siempre presentes los diversos factores fundamentales de China y del Japón opuestos entre si, así como el objetivo de la guerra. En el curso de las operaciones militares, esos factores fundamentales de los dos países, opuestos entre sí, se manifiestan en la lucha de cada bando por conservar sus fuerzas y destruir las del enemigo. En lo que a nosotros concierne, nos esforzamos al máximo en cada encuentro por obtener una victoria, grande o pequeña, así como por desarmar a una parte de las fuerzas enemigas y destruir una parte de sus efectivos y de su equipo. Al acumular los resultados de estas destrucciones parciales, tendremos grandes victorias estra-

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tégicas, que nos permitirán alcanzar el objetivo político de expulsar definitivamente del país al enemigo, defender a nuestra patria y construir una nueva China.

OFENSIVA DENTRO DE LA DEFENSIVA, OPERACIONES

DE DECISION RAPIDA DENTRO DE LA GUERRA

PROLONGADA Y LINEAS EXTERIORES DENTRO

DE LINEAS INTERIORES

    72. Examinemos ahora la estrategia concreta de la Guerra de Resistencia contra el Japón. Ya hemos dicho que nuestra estrategia para resistir al Japón es la de guerra prolongada, y esto es absolutamente exacto. Pero ésta es una estrategia general, y no concreta. ¿Cómo debe conducirse concretamente la guerra prolongada? Este es el problema que analizaremos ahora. He aquí nuestra respuesta: en la primera y segunda etapas de la guerra, o sea, la etapa en que el enemigo está a la ofensiva y la etapa en que pasa a consolidar el territorio ocupado, debemos realizar campañas y combates ofensivos dentro de la defensiva estratégica, campañas y combates de decisión rápida dentro de la guerra estratégicamente prolongada, y campañas y combates en líneas exteriores dentro de la guerra en líneas interiores en el plano estratégico. En la tercera etapa, debemos lanzar la contraofensiva estratégica.

    73. Como el Japón es una potencia imperialista y nosotros un país débil, semicolonial y semifeudal, aquél adopta la política de ofensiva estratégica, en tanto que nosotros estamos a la defensiva estratégica. El Japón trata de aplicar la estrategia de guerra de decisión rápida y nosotros debemos poner en práctica conscientemente la estrategia de guerra prolongada. El Japón emplea decenas de divisiones terrestres (ahora ya son treinta) de capacidad combativa bastante elevada y una parte de su marina de guerra para cercar y bloquear a China por tierra y por mar, y utiliza su fuerza aérea para bombardearla. En el momento actual, su ejército ha establecido ya un amplio frente que se extiende de Paotou a Jangchou, y su marina de guerra ha llegado hasta las provincias de Fuchién y Kuangtung; así, han cobrado gran amplitud sus operaciones en líneas exteriores. Nosotros en cambio, operamos en líneas interiores. Todo ello se debe al hecho de que el enemigo es fuerte y nosotros débiles. Este es un aspecto de la situación.

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    74. Pero hay también otro aspecto, exactamente contrario. El Japón, aunque fuerte, no tiene suficientes soldados. China, aunque débil, posee un vasto territorio, una gran población y gran número de soldados. De esto se derivan dos importantes consecuencias. Primera: el enemigo, que emplea fuerzas poco numerosas contra un país grande, sólo puede ocupar algunas grandes ciudades y principales líneas de comunicación y parte de las llanuras. Así, en el territorio tomado por él quedan extensas zonas que no está en condiciones de ocupar, lo cual ofrece un amplio campo de operaciones para nuestra guerra de guerrillas. Considerando China en su conjunto, aunque el enemigo consiga ocupar la línea Cantón-Wuján-Lanchou y las zonas adyacentes, difícilmente podrá apoderarse de regiones situadas más allá, lo que proporcionará a China una retaguardia general y bases de apoyo vitales para sostener una guerra prolongada y lograr la victoria final. Segunda: el enemigo, al lanzar fuerzas reducidas contra fuerzas numerosas, se encuentra cercado por éstas. El enemigo nos ataca en varias direcciones; estratégicamente, se halla en líneas exteriores mientras nosotros, en líneas interiores, y se encuentra a la ofensiva mientras nosotros, a la defensiva. Esto puede parecer muy desfavorable para nosotros. Sin embargo, podemos hacer uso de nuestras dos ventajas — vasto territorio y gran número de soldados –, recurriendo a la flexible guerra de movimientos, en lugar de una guerra de posiciones de defensa obstinada, y empleando varias divisiones contra una división enemiga, varias decenas de miles de hombres contra diez mil de los suyos, varias columnas contra una suya, para cercarla y atacarla repentinamente desde líneas exteriores del campo de batalla. De esta manera, para el enemigo, las líneas exteriores y la ofensiva en el plano estratégico se convertirán inevitablemente en líneas interiores y defensiva en campañas y combates. Y para nosotros, las líneas interiores y la defensiva en el plano estratégico se convertirán en líneas exteriores y ofensiva en campañas y combates. Así se debe actuar frente a cada una de las columnas enemigas. Las dos consecuencias arriba mencionadas se desprenden del hecho de que el Japón es un país pequeño en tanto que el nuestro es grande. Por otra parte, las fuerzas enemigas, aunque poco numerosas, son potentes (en armas y adiestramiento), en tanto que las nuestras, aunque muchas, son débiles (también en armas y adiestramiento, pero no en moral); de modo que en las campañas y combates no sólo debemos emplear fuerzas grandes contra pequeñas y operar desde líneas exteriores contra líneas interiores, sino también adoptar el principio de operaciones de decisión rápida. Para conseguir una

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decisión rápida por lo general tenemos que atacar no a fuerzas enemigas acantonadas, sino a fuerzas en movimiento. Debemos concentrar previamente y en secreto grandes fuerzas a ambos lados de la ruta , por la que el enemigo debe pasar, caer repentinamente sobre él mientras se halla en movimiento, cercarlo y atacarlo antes que se dé cuenta de lo que sucede, y concluir con rapidez la batalla. Si el combate marcha bien, podemos aniquilar todas las fuerzas enemigas, o la parte mayor o menor de esas fuerzas; y aun si el combate no se desarrolla muy bien, de todos modos podremos ocasionar severas pérdidas al enemigo. Es así como debemos actuar en cada uno de nuestros combates. Si logramos, aunque no sea más que una vez por mes, una victoria relativamente grande como la de Pingsingkuan o la de Taierchuang, esto debilitará considerablemente la moral del enemigo; elevará la de nuestras fuerzas y despertará la solidaridad internacional. De esta manera, nuestra guerra estratégicamente prolongada se traducirá en batallas de decisión rápida en el teatro de operaciones. La guerra del enemigo de decisión rápida en el plano estratégico se convertirá ineludiblemente en una guerra prolongada, después que haya sufrido muchas derrotas en campañas y combates.

    75. El principio para las operaciones en campañas y combates, expuesto más arriba, puede resumirse así: "operaciones ofensivas de decisión rápida en líneas exteriores". Es lo contrario de nuestro principio estratégico de "guerra defensiva prolongada en líneas interiores", pero es indispensable precisamente para la realización de este principio estratégico. Si aplicásemos también en campañas y combates el principio de "guerra defensiva prolongada en líneas interiores", como se hizo en el período inicial de la Guerra de Resistencia, ello no correspondería en absoluto al hecho de que el país enemigo es pequeño y el nuestro grande, y de que el enemigo es fuerte y nosotros débiles. En tal caso, no alcanzaríamos jamás nuestro objetivo estratégico, no lograríamos sostener una guerra prolongada y seríamos derrotados. Por eso, hemos abogado siempre por la organización de todas las fuerzas armadas del país en varios grandes ejércitos de campaña, cada uno enfrentado a uno de los ejércitos de campaña del enemigo, pero con efectivos que sean dos, tres o cuatro veces los suyos, para mantener atareado al enemigo en amplios teatros de operaciones de acuerdo con el principio antes expuesto. Dicho principio puede y debe aplicarse tanto a la guerra regular como a la de guerrillas, y es válido no sólo para una etapa determinada de la guerra, sino también para todo su curso. En la etapa de contraofensiva estratégica, en que tendremos mejores

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condiciones técnicas e incluso dejaremos de estar en la posición del débil contra el fuerte, si continuamos empleando fuerzas numéricamente superiores en operaciones ofensivas de decisión rápida en líneas exteriores, tendremos posibilidades aún mayores de capturar gran cantidad de soldados y pertrechos enemigos. Por ejemplo, si empleamos dos, tres o cuatro divisiones mecanizadas contra una división mecanizada del enemigo, podremos estar mucho más seguros de aniquilarla. Varios hombres fornidos pueden vencer fácilmente a uno solo: ésta es una verdad de sentido común.

    76. Si aplicamos resueltamente en los campos de batalla el principio de "operaciones ofensivas de decisión rápida en líneas exteriores", no sólo modificaremos la correlación de fuerzas entre el enemigo y nosotros en esos campos de batalla, sino que también iremos cambiando progresivamente la situación general de la guerra. En los campos de batalla, estaremos a la ofensiva y el enemigo, a la defensiva; emplearemos fuerzas superiores en líneas exteriores y el enemigo, fuerzas inferiores en líneas interiores, y buscaremos la decisión rápida, en tanto que el enemigo no podrá, por más que lo intente, prolongar la lucha en espera de socorros. De esta manera, el adversario pasará de fuerte a débil y de superior a inferior, y nuestras fuerzas, por el contrario, pasarán de débiles a fuertes y de inferiores a superiores. Después de ganadas así muchas batallas, se modificará la situación general entre el enemigo y nosotros. Es decir, con la acumulación de muchas victorias obtenidas en los campos de batalla mediante operaciones ofensivas de decisión rápida en líneas exteriores, poco a poco iremos fortaleciéndonos y debilitando al enemigo, lo cual afectará forzosamente la correlación general de fuerzas y la hará cambiar. Para entonces, dicho cambio, combinado con otras condiciones nuestras, con los cambios operados en el campo enemigo y con una situación internacional favorable, producirá en la situación general entre el enemigo y nosotros, primero, una paridad de fuerzas, y luego, nuestra superioridad sobre el enemigo. Entonces habrá llegado la hora de lanzar la contraofensiva y expulsar de nuestro país a los invasores.

    77. La guerra es una pugna de fuerzas, pero el estado inicial de éstas cambia en el curso de la guerra. Aquí el factor decisivo es el esfuerzo subjetivo por lograr más victorias y cometer menos errores. Los factores objetivos proporcionan la posibilidad de tal cambio, pero, para convertir en hechos esta posibilidad, es necesaria una política correcta y el esfuerzo subjetivo. Aquí lo subjetivo desempeña el papel decisivo.

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INICIATIVA, FLEXIBILIDAD Y PLANIFICACION

    78. En las campañas y combates ofensivos de decisión rápida en líneas exteriores, tal como se ha planteado, el punto central es la ofensiva; "líneas exteriores" se refiere a la esfera de la ofensiva, y "decisión rápida", a su duración. De ahí el nombre de "operaciones ofensivas de decisión rápida en líneas exteriores". Es el mejor principio para realizar una guerra prolongada, y es también el principio para lo que se conoce como guerra de movimientos. Pero no se puede llevar a la práctica este principio sin iniciativa, flexibilidad y planificación. Estudiemos ahora estas tres cuestiones.

    79. Ya hemos hablado de la actividad consciente. ¿Por qué tratamos ahora de la iniciativa? Por actividad consciente entendemos la acción y el esfuerzo conscientes, característica propia del género humano, que se manifiesta con particular vigor en la guerra. Todo esto ya ha sido analizado. La iniciativa significa aquí libertad de acción para un ejército, en contraste con la situación en que las tropas quedan privadas de esta libertad. Para un ejército es vital la libertad de acción, y en cuanto la pierde, se encuentra al borde de la derrota o la destrucción. El que un soldado sea desarmado se debe a que ha perdido su libertad de acción, quedando reducido a la pasividad. Lo mismo puede decirse en cuanto a la derrota de un ejército. Por ello, en una guerra ambos bandos se empeñan enérgicamente en lograr la iniciativa y evitar la pasividad. Se puede decir que las operaciones ofensivas de decisión rápida en líneas exteriores, por las cuales abogamos, así como la flexibilidad y la planificación, necesarias para llevarlas a cabo, están todas destinadas a lograr la iniciativa para reducir al enemigo a la pasividad y alcanzar el objetivo de conservar las fuerzas propias y destruir las del enemigo. Pero la iniciativa o la pasividad son inseparables de la superioridad o inferioridad en la capacidad bélica; por consiguiente, también son inseparables de una dirección subjetiva correcta o errónea de la guerra. Además, existe la posibilidad de explotar las apreciaciones erróneas y la desprevención del enemigo para ganar la iniciativa y reducirlo a la pasividad. Analicemos a continuación estos puntos.

    80. La iniciativa es inseparable de la superioridad en la capacidad bélica, en tanto que la pasividad es inseparable de la inferioridad en ese terreno. Tal superioridad o inferioridad constituyen, respectivamente, la base objetiva para la iniciativa o la pasividad. Naturalmente,

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es más fácil mantener y desarrollar la iniciativa estratégica por medio de la ofensiva estratégica, pero mantener la iniciativa durante toda la guerra y en todos los frentes, o sea, tener la iniciativa absoluta, sólo es posible en condiciones de superioridad absoluta sobre el adversario. En una lucha cuerpo a cuerpo entre un hombre fuerte y sano y otro gravemente enfermo, el primero tendrá la iniciativa absoluta. Si el Japón no estuviera acribillado de contradicciones insolubles; si, por ejemplo, pudiera enviar de una sola vez un ejército inmenso, de varios o incluso de diez millones de soldados; si sus recursos financieros fueran varias veces lo que son; si no encontrara oposición alguna en las masas populares de su propio país ni en otros países, y si no siguiera la bárbara política que impulsa al pueblo chino a entablar una lucha a muerte, podría asegurarse la superioridad absoluta y contar con la iniciativa absoluta durante toda la guerra y en todas partes. Pero la historia muestra que la superioridad absoluta aparece al final de una guerra o una campaña; y rara vez al comienzo. Por ejemplo, fue en vísperas de la rendición de Alemania, en la Primera Guerra Mundial, cuando los países de la Entente lograron la superioridad absoluta y Alemania quedó reducida a la inferioridad absoluta, a consecuencia de lo cual, ésta fue derrotada y aquéllos triunfaron. Este es un ejemplo de superioridad e inferioridad absolutas al final de una guerra. Otro ejemplo: en vísperas de nuestra victoria en Taierchuang, las fuerzas japonesas aisladas allí fueron reducidas a la inferioridad absoluta después de una dura lucha, en tanto que las nuestras alcanzaron la superioridad absoluta, como resultado de lo cual, el enemigo fue derrotado y nosotros triunfamos. Este es un ejemplo de superioridad e inferioridad absolutas al final de una campaña. Una guerra o una campaña también pueden terminar en una situación de superioridad relativa o de paridad. En ese caso, se llega a un compromiso en la primera o a una situación de empate en la segunda. Pero, en la mayoría de los casos, la guerra o campaña finalizan con la superioridad e inferioridad absolutas, que deciden, respectivamente la victoria y la derrota. Todo esto se refiere al final y no al comienzo de una guerra o una campaña. Se puede predecir que el desenlace de la guerra chino-japonesa será la derrota del Japón a consecuencia de su inferioridad absoluta y la victoria de China a causa de su superioridad absoluta. Pero en el momento actual, la superioridad e inferioridad de una y otra parte no son absolutas sino relativas. Con la ventaja de su poderío militar y económico y de su gran capacidad político-organizativa, el Japón goza de superioridad sobre China, que es débil en estos aspectos; dicha superioridad cons-

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