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La hermandad de los profetas – por Jorge Ahon Andari (página 5)



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Tan empobrecida está la vida del hombre externo que ha perdido hasta la mínima defensa de su interior, permitiendo que se acumulen en la zona intermedia recién mencionada, los pensamientos agresivos, los deseos ilimitados de tener, tener y tener, las ambiciones embellecidas por la ilusión del mensaje subliminal, ese mensaje de influencia disimulada que penetra hasta donde se convierte en voluntad incontenible de deseo mental. Jotanoa temía la amenaza de la peor influencia, no ya en los mayores sino en los menores. No hace mucho los peligros que acechaban fuera del hogar o más allá de la protección de los padres, comenzaban a una edad casi varonil, pero ahora empiezan desde la cuna misma, invadiendo la mente indefensa del niño, indefensa porque carece de moral, porque desconoce las nociones de lo bueno y de lo malo.

¡La única habilidad del niño es imitar! ¡Imita el delito de los mayores o comete actos de travesura, pero siempre lo hace sin la noción moral del daño o del bien!

Cuando la estupidez se cree soberana sucede lo peor y lo peor ha comenzado a suceder condenando a seres humanos inocentes cuando por su naturaleza infantil no tienen moral.

Jotanoa había llegado al límite. La ansiedad causada por estos pensamientos lo hizo acudir a su Alguien del Alma que a su lado permanecía en su invisible envoltura.

¿Qué va a suceder contigo cuanto tú, siendo un niño en el futuro, te encuentres invadido por las cosas del exterior que habrán llenado tu mente con el mensaje de tener, tener y tener, cuando tu inocencia sin moral vaya acumulando la tentación de conseguir tantas cosas, tal vez con el peligro de sepultar la misión de Hermandad.

¿Aumentará el poder psíquico de la mente a tal
punto que nada para ella será imposible, superando todas las limitaciones
físicas y dominando lo que se le ocurra dominar, sin importarle el código
moral ya que la gracia inocente de su naturaleza nada sabe de moral?…

Eben Alb tardó algunos segundos en responder debido a que él, en ciertas ocasiones, no en todas, cuando buscaba una respuesta, esta aparecía en su consciencia en forma de imágenes, las que por supuesto tenía que traducir en palabras comprensibles para Jotanoa:

He de volver a casa – le dijo – trayendo en el recuerdo el bienestar interior de la vida. Tu temor sigue siendo el temor de los Hijos del Hombre y es posible que a su descendencia le suceda lo que acabas de decir…y aún es posible que la falta de moral de la niñez se prolongue y vuelen en mil pedazos los códigos de conducta y los principios morales. La vieja muletilla que dice que por el fruto se conoce el árbol es aplicable al milenario árbol de la moral si lo relacionamos con los frutos que ha venido dando, pero, repito, esos frutos siguen siendo los de los Hijos del Hombre, o mejor dicho, son los frutos del Hombre Externo… Ya es tiempo, al menos para nosotros, de ubicar las cosas en el lugar apropiado para poder comprender, en definitiva, lo que hicimos y lo que debemos hacer, siempre que la verdad impersonal nos inspire y nos tenga de discípulos

– Las leyes de la naturaleza – continuó diciendo – se manifiestan sin obedecer a ninguna norma moral. Quien hizo tales leyes, no las hizo obedeciendo a principios morales.

Durante un tiempo, la naturaleza del ser humano, me refiero ahora al período de la niñez, se caracteriza por la falta total de moral, ignorando el niño lo que es dañino y lo que es beneficioso. Si las religiones dicen que las leyes de la naturaleza fueron creadas por el Dios de su creencia, también ese Dios carece de principios morales relacionados con el bien y el mal. Al parecer, entonces, el niño es el fiel representante humano de las leyes sin moral de la naturaleza.

– El fruto sin moral de las leyes de la naturaleza – dijo luego – se parece a la niñez sin moral y también al Dios de las religiones, pero todo esto sigue siendo responsabilidad de los Hijos del Hombre. Nos queda, ahora, por lo tanto, conocer el papel que han jugado los Hijos de Dios desde la época en que aparecieron los primeros códigos de conducta, los que contenían principios morales que llegaron a solucionar lo que fue crisis de pueblo, de naciones o de la humanidad entera.

Para comprender a los Hijos de Dios hay que vivir sus experiencias de acercamiento a su Alguien del Alma, en especial cuando ellos descubren, durante los pasos previos al encuentro, una sensibilidad desconocida que la relacionan con una armonía venida de la profundidad espiritual. Esa armonía, cuando la quieren convertir en experiencia, se transforma en lo que la palabra amor pretende expresar.

Lo más aproximado sería que esa emoción se adueñara de los actos, de los anhelos y de los pensamientos y ante cualquier problema que requiera una solución, responde con lo necesario… Y si una crisis es la que aqueja a la humanidad o a una parte de ella, esta emoción se une a la razón para que la razón obtenga la sabiduría de sugerir el código de conducta que la crisis reclama. La armonía que nos llega de la profundidad espiritual de nuestro ser, es una manifestación más de las leyes de la naturaleza. Quien haya alcanzado el privilegio de sentir esa armonía sin moral, tendrá en su ánimo la sabiduría de conducirse como una persona que ha descubierto el código moral de su vida… ¡De la armonía sin moral a la emoción con moral se tiende el puente para llegar a descubrir a Dios en el Alma de la vida individual y por ese medio convertirse en el Hijo de ese Dios!

Habíamos dicho que parecía que Jotanoa iba a despedirse del Valle de Tulum, pues él creía que a Eben Alb se le presentaba la ocasión de abandonar este plano terrenal o de continuar por un tiempo más, después de haber colaborado en la escritura de los tres libros. A Jotanoa lo alegraba la sensación de haber colaborado en la escritura de los tres libros.

A Jotanoa lo alegraba la sensación de haber cumplido la misión que podría justificar la liberación de Eben Alb. Como el tiempo de la vida de cada ser humano no es estricto en duración, dependiendo, quizás, de la comprensión alcanzada, a Jotanoa lo ilusionaba la esperanza de haber hecho lo necesario o lo imprescindible para dejar en libertad a Eben Alb. Si Eben Alb quería quedarse un tiempo más, eso era privilegio de su decisión. Lo que Jotanoa pretendía era que nada del pasado lo obligara a Eben Alb a permanecer aquí.

Pero había algo más en la actitud de Eben Alb. No le importaba tanto lo que parecía preocuparle a Jotanoa. Lo que él quería, después de todo lo que habían vivido, mejorando entre ambos la relación y la unión espiritual, era sentir el Valle de Tulum a través de la consciencia objetiva de Jotanoa pero con la novedad de hacerlo sin que nada del pasado se interponga con alguna analogía, es decir, él quería saber si la mente podría utilizar el presente sin estar ligada al pasado.

¿Por qué quería Eben Alb llevar a cabo la experiencia de ubicar a la mente en el presente, desligándola totalmente del pasado? Tal vez quería que se diera una situación parecida a cuando la consciencia, en la época de su despertar, sentía el mundo sin ningún registro anterior en la mente… Quería descubrir de nuevo aquello que en el lejano pasado le hizo creer al hombre en una existencia exterior de Dios… Quería saber si los sentidos físicos eran capaces de proyectar y establecer en el exterior lo que ellos percibían en el interior… Quería Eben Alb demostrarse que la ilusión de los sentidos crearon la fantasía de transferir al exterior lo que el hombre lleva dentro de sí, ubicando a Dios allá afuera, con lo que lograba alejarlo cada vez más de su intimidad.

Por eso le había pedido a Jotanoa que lo ayudara a visualizar una mente sin pasado. Le dijo que se viera a sí mismo en un presente extendido en todas las direcciones, tratando de borrar lo que él sienta venido del fondo de la historia.

Piensa – le dijo Eben Alb – que tu mente no tiene historia, que en ella no hay nada grabado, que está sola por empezar aquí y ahora a registrar las nuevas experiencias que los sentidos físicos le trasmitan… Y que al abrir los ojos, tu vas a ver por primera vez ese mundo de afuera, que por primera vez vas a oír los sonidos y los ruidos de ese mundo externo a tu vida, que tu olfato podrá oler por primera vez el aire cargado de aromas y otros olores, que el tacto va a tocar y acariciar por primera vez la piel del mundo, sintiendo que será nuevo para ti tocar la corteza de los árboles o de la roca, que por primera vez vas a sumergir tus manos en el agua, que para ti será nuevo rozar, apretar y presionar durezas y blanduras, que por primera vez vas a saborear los frutos de la tierra, lo cocido, lo asado, lo crudo y lo quemado… Y luego será nuevo para tus ojos y demás sentidos que el misterio de lo desconocido ya no atemoriza ni amenaza con supersticiones y que nada de lo escondido en la sabiduría de la vida será objeto de una veneración inútil…

¿Cuánto tiempo pasó para que llegara al momento de lo que deseaba Eben Alb?… No lo sabemos. Como en su imperio invisible no existe la dimensión del tiempo según el concepto físico, sólo podemos decir o, más bien, repetir lo que Eben Alb le trasmitió después de haber logrado Jotanoa, a medias, a medias, dejar sin pasado a la mente.

Lo que Eben Alb le dijo era, en realidad, un mensaje del que se puede sacar más de una interpretación. De su contenido se podrá elegir lo que cada ser humano necesite.

¡La vida – comenzó a decir – vive del idilio eterno con su propia naturaleza! ¡La naturaleza universal nos contiene a todos sin que nada ni nadie quede fuera de su refugio de amor! ¡Cada uno de nosotros lleva dentro de sí la misma vida que vive del idilio eterno con su propia naturaleza!

Luego de una pausa continuó:

Del mencionado idilio, cuando el mismo tiene la autenticidad de la unión del ser interno con el ser externo, o sea, cuando el hombre interno y el hombre externo deciden unirse, nace el amor como expresión universal del idilio. De nosotros depende, entonces, de que el amor sea el que nos conduzca y nos lleve de la mano, como si fuéramos los discípulos que aspiran a ser los futuros Hijos de Dios, del Dios que habita en la luz inmaculada de nuestra Alma. No es afuera donde la vida religiosa tiene a ese Dios de tantas creencias, sino dentro de cada ser humano. De lo íntimo de la espiritualidad nos llega la actitud religiosa de nuestra sensibilidad para que busquemos dentro lo que no hemos de hallar afuera. Tampoco la religión se encuentra afuera, donde ninguna consciencia del mundo externo adora, reza, ruega ni expresa misericordia, caridad, bondad, etc…

Nada del mundo de afuera se pertenece a sí mismo cuando el universo lo abarca todo. Sólo el hombre se pertenece a sí mismo por ser propiedad del Dios que lleva adentro. Por ser propiedad del Dios que lleva dentro, el hombre se hace responsable ante el idilio eterno de utilizar en común las riquezas de la tierra y se hace custodio de la distribución equitativa. Todo lo que el hombre externo le ha negado a su semejante, se lo ha negado a su propia felicidad, se lo ha negado al Dios que lleva dentro de sí mismo.

Por último, en un desahogo de emoción, le dijo:

-¡Aún hay tiempo de ser los Hijos de Dios para que los Hijos del Hombre conozcan la felicidad de una vida que los haga vivir el idilio eterno con su propia naturaleza!

 

 

Autor:

Jorge Ahon Andari

Enviado por:

Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo S.

"NO A LA CULTURA DEL SECRETO, SI A LA LIBERTAD DE INFORMACION"?

www.monografias.com/usuario/perfiles/ing_lic_yunior_andra_s_castillo_s/monografias

Santiago de los Caballeros,

República Dominicana,

2015.

"DIOS, JUAN PABLO DUARTE Y JUAN BOSCH – POR SIEMPRE"?

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