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Kalimantán (desde un museo virtual) (página 2)



Partes: 1, 2, 3, 4

El último sitio del Salón 1492 – 1867 también ofrece una eficaz información al público por medio de paneles, señalizaciones, escritos y alusiones en los diversos objetos y espacios que se exponen. A veces, son párrafos enteros. También aquí, debidamente ambientados, más por un criterio museográfico que museológico, de conformidad con la estructura espacial interna, hay objetos personales, armas de varios tipos, chamarras, casacas azules y de campesino, cananas de la época, una silla de montar, varias cuartillas manuscritas sobre una mesa tapizada, de color verde, y un tintero con su pluma. Objetos museables donados algunos por patriotas de Cuba y América, y la mayoría, los más costosos y singulares, como resultado de la política de adquisiciones del gobierno, del esfuerzo gigantesco que implicó el coleccionismo estatal en este caso.

Pienso que el ingreso al museo de toda esta riqueza material e inmaterial se produjo por las tres vías que existen: asignación, depósito y entrada temporal. La dimensión del complejo me indica que, indiscutiblemente, el Estado se vio obligado a una reordenación tremenda, con independencia de donaciones, compras, premios; y unido a esa reordenación (que al parecer fue una de las vías principales para conformar su base) jugó un papel importante el cambio de adscripción, o el ingreso de piezas que pasan a ser bienes del Patrimonio Histórico. Por ese concepto se debe haber sumado la gran cantidad de técnica y armamento militar que participó en las distintas misiones internacionalistas después de 1959 y que está aquí, según la guía. En fin, se deben haber utilizado todas las vías de ingreso para poder echar a andar este majestuoso complejo.

De muy variada presentación se observan mapas de la época con inscripciones, batallas, victorias, esclareciendo la simbiosis que protagonizó la América, en la cual Cuba fue ente activo impelido por la formación de su conciencia nacional.

El movimiento bolivariano por la independencia, cuyo influjo llegó con marcada evidencia a nuestro país, se presenta en este sitio como un conjunto muy expresivo y accesible a los visitantes. Rebosa energía por la fuerza de varios lienzos de gran formato de figuras de la independencia y una serie de esculturas de torso y rostros gallardos que ennoblecen el conjunto, realzan el espacio. Más atendiendo a la jerarquización con respecto a la integración de la América hispanoparlante que al origen de cada personaje histórico u otro concepto, deslumbran lienzos de Simón Bolívar, Bernardo O" Higgings, San Martín, Sucre, Miguel Hidalgo, Mariano Moreno, Gaspar Rodríguez de Francia. Solo falta el precursor de una Hispanoamérica independiente y unida, el venezolano Francisco de Miranda, al parecer porque su presencia ya está en el sitio anterior del salón. Pero desde 1790 Miranda concibe esa idea, continuada después por los demás.

Aquí se encumbra la reciprocidad entre la solidaridad internacional hacia el archipiélago cubano y la de éste hacia los pueblos del continente. El Libertador (entre otros muchos que demostraban ese interés) había señalado la independencia de Cuba y Puerto Rico en las instrucciones impartidas, como primer mandatario de Colombia, a su delegación al Congreso Antifictiónico de Panamá, en junio de 1826. -Figuras que se establecieron en el país incluso antes de 1820 y cubanos que se sumaron con grados de oficiales al ejército de Bolívar. Tales son los casos de José Antonio Miralla, argentino que murió en México mientras preparaba una expedición para invadir a Cuba; el escritor peruano Lorenzo Vidaurre; el último presidente de la primera república de Colombia en 1816, José Fernández de la Madrid; Vicente Rocafuerte, quien llegó a ser en 1835 el segundo presidente de Ecuador; el general Páez, uno de los hombres principales de la independencia de Venezuela.

El libro de René González Barrios Cruzada de libertad. Venezuela por Cuba (2005) recoge una parte de la jugosa historia de internacionalismo del pueblo venezolano con nuestro pueblo; luego en él aparecen momentos de solidaridad de casi todos los pueblos involucrados en el movimiento bolivariano. En él se anotan representantes de casi todas las naciones del hemisferio. Cientos, miles de hombres dispuestos a dar la vida por la libertad de estas tierras de América. Y eso tuvo Bolívar, supo interpretar, en su momento y para hoy, las razones del continente.

En la sala también se muestran, de una forma u otra, numerosos cubanos que integraron las filas del Libertador. Destaca el Benemérito coronel (habanero) José Rafael de las Heras Rodríguez, que combatió bajo las órdenes de Bolívar, quien lo consideraba entre sus amigos predilectos y le prometiera liberar a Cuba del yugo español. Desde 1810 de las Heras combatió con arrojo y disciplina. Combatió en Boyacá, donde fue herido, en Carabobo, ocupó Maracaibo y cae gloriosamente cerca de allí, en Hato de Juana Ávila, el 24 o 25 de abril de 1822. En su honor la república de Venezuela creó el municipio Heras, en las márgenes del lago Maracaibo, perteneciente al distrito Sucre del estado de Zulia. Tan profundo había calado el amor de Venezuela hacia el cubano. También está el abogado Francisco Javier Yanes de la Cruz, cubano firmante el 5 de julio de 1811 del Acta de Independencia de Venezuela y de la primera Constitución de Venezuela Independiente, el 21 de diciembre del mismo año. Este fundador de la Primera República fue uno de los dirigentes civiles de la revolución. Combatió en El Yagual junto al general Páez, presidió la Corte Suprema de Justicia y formó parte del Congreso Venezolano; fue Secretario de Gobernación y de Relaciones Exteriores del Libertador. Nicolás Manuel Tanco y Bosmenier, propuesto por Bolívar y aprobado por el Congreso de Colombia como secretario de Hacienda. José Joaquín Calvo, albacea de Miralla y más tarde general del ejército mexicano. El joven Rafael Valdés, compañero de Bolívar que combatió posteriormente en Junín y Ayacucho. Pedro Pascasio Arias, combatiente del sitio de El Callao. Manuel Gual y José Antonio Mozo, que llegaron a generales. El trinitario Tomás Villanueva, comandante de fragata de la armada de Colombia y uno de los héroes del combate naval de Maracaibo. Julio Montes Dubois, teniente del Estado Mayor del Ejército Unido, de destacada participación en Ayacucho, por cuyo heroísmo fue declarado Benemérito a la Patria en grado Heroico y Eminente. Sabino Zambrano y José Antonio Boloña, ambos alféreces del Batallón de Infantería No.1 y combatientes en Ayacucho. Los hermanos Fructuoso y Bartolomé Castillo y Varona, coronel y comandante respectivamente. Francisco Sermannat, coronel. Julián Arias y Céspedes; Juan Gualberto Ortega; Francisco Melitón Lamar y Torres; Francisco Serpa; Pedro José Cano; José Parica; Marcos Díaz; Francisco Agüero; Manuel Andrés Sánchez; camagüeyanos que se unieron al ejército bolivariano como subtenientes de marina; José Francisco Lemus, que ostentaba el grado de coronel de aquel ejército.

La historia recoge miles de involucrados en el movimiento internacional del Libertador, agrupados por logias, por regiones; conspiraciones disgregadas por toda la América. Una red cuya verdadera dimensión aún no se conoce en todos sus detalles. En Cuba se conocen los Caballeros Racionales, de Matanzas, y la Cadena Triangular o Cadena de Bolívar, hija de la más renombrada y de mayor proyección, Rayos y Soles de Bolívar, conspiración que verdaderamente preocupó al gobernador Vives y que tenía un carácter profundamente internacionalista, donde militaba nuestro José María Heredia.

La idea esencial de este movimiento revolucionario cubano, encabezado por los Rayos y Soles, era apoyar la invasión de las tropas bolivarianas a Cuba. Para ello el general Páez envió al agente Pedro Rojas para "fomentar la revolución que en aquella isla se conoce con el nombre de Soles de Bolívar". Luego el gobernador Vives logró su propósito: José Francisco Lemus, que dirigía la conspiración, y otros conspiradores fueron detenidos.

Este arresto, sin embargo, no tenía ya demasiada significación en el proceso que se gestó entonces, pues en 1827 el propio Libertador lo había confesado a un grupo de cubanos que lo visitara en Caracas, en busca de su apoyo para la emancipación de la Isla: -"No podemos chocar con el gobierno de Estados Unidos, que unido al de Inglaterra, está empeñado en mantener la autoridad de España en las islas de Cuba y Puerto Rico". Aquellas palabras eran el resultado de las presiones de ambas naciones en el Congreso de 1826, y de la inestable situación en que se encontraba aún el proyecto bolivariano, sin consolidar allí donde los pueblos ya eran libres. Por ello años después, en su discurso de Hardman Hall, José Martí dibujó la escena de entonces casi poéticamente: "Y ya ponía Bolívar el pie en el estribo, cuando un hombre que hablaba inglés, y que venía del Norte con papeles de gobierno, le asió el caballo de la brida, y le habló así: ¡Yo soy libre, tú eres libre, pero ese pueblo que ha de ser mío, porque lo quiero para mí, no puede ser libre!"

Lógicamente, la otra parte de la historia no aparece expuesta en el museo, pero es evidente la agitación política sin precedentes en que se debatía la Isla. No aparece la Gran Legión del Águila Negra, conspiración de los generales mexicanos Guadalupe Victoria y Antonio López de Santa Ana, que cuando fue descubierta en 1829 ya prácticamente ni existía. Pero se sabe de alzamientos, protestas, desembarcos y organizaciones de expediciones para liberar la Isla. Todo un ambiente de tensión y expectación. Las noticias chocaban, los golpes demolían los avances y las esperanzas a veces se tornaban rojas.

Igual excitación habíamos sentido nosotros en Lubango, después de aquellos bombardeos que le costaron la vida a numerosos civiles angolanos. Tanta era la tensión que cierto día, sin necesidad, se pasaron a posición uno todos los grupos coheteriles de la región. Esa vez llovía con el sol afuera. En el horizonte un arco iris ostentaba sus colores, que se debilitaban a medida que arreciaba la lluvia. Con marcada rapidez todo cambiaba su piel habitual: el ambiente de lagarto iba mezclando su tono con el de un gris oscuro, a ratos iluminado por relámpagos que precedían a truenos desconcertantes. La lluvia se pronunciaba en las canales con fuerza majestuosa. El viento aportaba su sonido de tormenta. Las luces se apagaron y los que escribíamos en el dormitorio, estremecidos, inadaptados a semejante combate de nervios, tratábamos de poner la mayor atención en recoger y guardar nuestras cosas, o de realizar cualquier otra actividad secundaria. Pero no podíamos engañarnos. Los nervios estaban en aquellos truenos que reventaban el mundo, en los relámpagos que se astillaban en ventanas y rendijas, en el ulular extravagante del viento prendido a las irregularidades del terreno. El susto era una mezcla de asombro e importunación

– ¡Caballeros, esto es para comer y para llevar!

-El que se lleve esto…

– ¡Oye, la sirena está sonando!

En efecto, la sirena había comenzado el aviso y de inmediato, la campana la acompañó desaforada. "¡Alarma aérea! ¡Posición uno!" Salimos corriendo. Resbalábamos y nos caíamos antes de llegar a nuestros puestos de combate. El oficial de guardia operativa realizaba el control de funcionamiento de la estación de conducción de cohetes. Afuera, los ramperos preparaban sus rampas de lanzamiento debajo del torrencial, los choferes arrancaban los vehículos especiales, los operadores de radar realizaban su trabajo. Y el agua arreciaba, y los truenos desgarraban los oídos, y el fango, y los resbalones, y las caídas en el barro pastoso y amarillento. Una potente descarga obligó al enlace a lanzar el teléfono, pero el planchetista no atinó siquiera a quitarse las garnituras de los oídos: abrió los ojos desmesuradamente y se llevó las manos a los audífonos con estremecimiento de todo el cuerpo. – "¡El plancheta se desmaya!" Lo aguantaron. Lo sacaron de la cabina y otro planchetista ocupó su puesto de combate. Luego ya se habían perdido las comunicaciones con el mando superior, también las internas telefónicas. Solo el micrófono del jefe del grupo se escuchaba en todo el campamento, que ordenó la búsqueda en los 360 grados.

Largo tiempo permanecimos explorando el espacio aéreo, hasta que se establecieron las comunicaciones con el mando superior. La lluvia había cesado pero quedó clara su huella siniestra: el planchetista hospitalizado, cuya suerte nadie conocía y, en el barro, el cadáver del cable telefónico, la línea negra del cable táctico pulverizado por la descarga eléctrica del trueno. Hacía rato que había concluido la alarma, decretada por el retumbar insólito de los truenos. En el puesto de mando de la brigada se pensó que bombardeaban la ciudad y se pasaron los grupos a posición uno. Era la inexperiencia y el quebrantamiento de los nervios, después de tres bombardeos sin haber lanzado un solo cohete tierraaire. Varios sucesos así lo demostraron. Aún aquel hecho no había acabado de dibujar la tensión en que se debatía la zona de Lubango, cuando ya otro tallaba la figura inconfundible de la excitación existente.

Esos recuerdos me trae esta sala, y se suma entonces una impresión esencial, de difícil discernimiento, de un perenne sobresalto que acechaba cada mañana, que esperaba alerta el suceso del día. Al parecer es la memoria, que ha dado un salto de presencia, acaso de vigencia.

Este período, correspondiente a la formación de la conciencia nacional, siempre me pareció gris, pálido, sobre todo cuando era un adolescente y apenas lo conocía. Ahora, en cambio, cuando en el subconsciente obra el dominio del movimiento revolucionario contemporáneo y de aquellos tiempos, pienso que investigadores, curadores, museógrafos, museólogos, historiadores y artistas, han puesto lo mejor de sí para transformar dicho período en un lugar muy cercano. Se reactiva la memoria, regresa casi tangible. Cuando me detengo al final de la sala y lanzo una mirada abarcadora, con detenimiento, resumiendo cuanto he visto y recordado, siento que algo íntimo pulula en el ambiente del siglo XVIII; luego me agobia una agridulce verdad: el museo ¡por fin! se ha construido, ya existe, pero ¿cuántas acciones internacionalistas faltan aún por reflejar? ¿Cuántas escaparon a la memoria o no han sido suficientemente investigadas? ¿De cuántas han desaparecido las evidencias? Innumerables, y no solo desde que el habanero Pepe Antonio defendiera La Habana de los ingleses, sino desde mucho antes, desde antes de que el archipiélago estuviera preñado de corsarios y piratas, cuando afluían múltiples emigraciones del Caribe y otros lares.

De ahí la necesidad de tener en cuenta factores de índole técnico arquitectónica como la flexibilidad y extensibilidad. Si bien hasta 1959 es relativamente fácil la representación museológica del internacionalismo en la Isla, bien difícil se presenta después de esa fecha, y más aún en la contemporaneidad, medio siglo después. Porque el hombre se despierta, despierto se humaniza y va a salvarse de su autodestrucción por esa práctica revolucionaria. Práctica que será aprehendida por todos los pueblos y todos los seres, y crecerá, y se extenderá, y entonces, el mundo será el museo. Mientras, urge prever ese crecimiento, estructurar con flexibilidad, de manera que se puedan modificar las funciones con pocos esfuerzos y recursos, y urge estructurar con extensibilidad, de manera que se mantenga la uniformidad ante el crecimiento del museo. En 15 o 20 años el chorro de internacionalismo que practica este pueblo puede poner en ascua el inmueble. Por ello merecen tanta atención las características de extensibilidad y flexibilidad espacial y de equipamiento.

Por otro lado, no niego que este museo se construyó teniendo en cuenta los principales preceptos del ICOM relacionados con la "nueva museología", desde las ideas divulgadas todavía en los años 60, que incluye el coloquio celebrado en Moscú y Leningrado en 1968 con el tema "El papel de los museos en la educación y en la acción cultural", pasando por el "Primer taller internacional sobre los ecomuseos y la nueva museología, de 1984, Québec, hasta la "Guía para la concepción arquitectónica de los museos", también de Québec pero de casi diez años después, donde se recomiendan las áreas de acogida (Hall), de exposición y de investigación, cuestiones relacionadas con la protección (seguridad, conservación – restauración) y de ubicación de los museos. No, no niego que estén presentes las ideas y recomendaciones del ICOM, pero cuanto quiero destacar es la coincidencia de dichas esencias con la política cultural de la Revolución Cubana. Conceptos como batalla de ideas, masificación de la cultura, universalización del conocimiento, universidad para todos, que para los detractores no son más que consignas abstractas, contienen la esencia de la nueva museología. Por supuesto me refiero a esencias, objetivos, no a procedimientos puramente técnicos ni comerciales. Y prueba de ello es que recientemente, antes del V Congreso Cultura y Desarrollo, celebrado en La Habana en junio del 2007, se entregaron a Koichiro Matsuura, director general de la UNESCO, los documentos que acreditan el compromiso de Cuba con la diversidad cultural y con la salvaguarda del patrimonio inmaterial, (3) recogido esto último en la Convención del 17 de octubre del 2003.

Capítulo 2

Me detengo ante el nombre del salón. A mi mente acude la "sutileza" que, todavía a estas alturas, algunos elementos reaccionarios esgrimen con el binomio, tan utilizado por historiadores y estudiosos. Resaltar la unión de la idea y la fuerza, o del pensamiento y la acción, es lo que intentan los "tanques pensantes" cuando emplean de alguna manera el binomio Gómez – Martí. Una propuesta vieja ya, adulterada, capada de conocimientos, que limita a Martí al pensamiento y a Gómez a la acción, como si ambos no hubieran demostrado con suficiencia que eran hombres de pensamiento y acción. Nadie puede anular la profundidad del pensamiento político del "Guerrillero de América", como llamaron a Máximo Gómez los ingleses, poco propensos a las alabanzas; ni la acción de un hombre que fue capaz de unir a un pueblo, limar serias contradicciones y lanzarlo a una guerra por la América toda y que cae consecuentemente con cuanto había predicado.

El Salón Gómez – Martí es el más grande del pabellón preambular. Ahora tomo conciencia de que los especialistas han dividido el espacio en correspondencia con la historia que reflejan. Según la guía que guardo en mi agenda, ni siquiera los pabellones son iguales. Hay salas y salas, sitios y sitios, salones y salones. Los miles de metros cuadrados han sido distribuidos de acuerdo con la carga de internacionalismo de cada época. Este Salón Gómez – Martí abarca desde 1868 hasta 1899; un período relativamente corto, comparado con el salón anterior, pero atiborrado de internacionalismo en la Isla. Solo las guerras de independencia son pródigas en actos de solidaridad humana. Ello explica lo espacioso del salón.

Ciertamente, el museo debe responder siempre, entre otros, a la relación arquitectura – objeto – sujeto y bajo este principio, al nexo colección museal – inmueble. Es decir, se deben respetar las exigencias de la conservación de los objetos y de espacios para la exposición museográfica, pero también de espacios para especialistas, estudiosos y personal administrativo. Se trata de un complejo que cumple diversas funciones donde interactúa un personal diverso, con diferentes tareas ante sí, desde el visitante neófito hasta el curador. Los esquemas y recetas en este caso pueden ser dañinos, en tanto cada museo es una entidad única, más bien determinada por las particularidades de la colección museal.

Me refiero a la "vieja museología", sustentada en esa relación edificio – colección – público, que es cuanto puedo apreciar desde adentro. Otra cosa es la "nueva museología" (cuya esencia recordé hace apenas unos minutos) que sustituye dicha relación por el nexo territorio – patrimonio – comunidad. Si bien este museo no se puede considerar un ecomuseo, con todos los requisitos que aparecen en los años 70 del pasado siglo, y dada la unicidad misma a la que ya me referí, no es menos cierto que muchas premisas se han logrado aquí, en correspondencia con la nueva concepción de la Conferencia de Santiago de Chile de 1972; mesa redonda de los museos de América Latina, propiciada y organizada por el ICOM, donde quedó demostrada la inoperancia y falta de visión de futuro de los museos latinoamericanos, en su mayoría atados al pasado y a la "vieja museología", aislados de los problemas de América.

Aquí se observan los cambios fundamentales relacionados con la "nueva museología". Porque no es el aburrido rincón que custodia determinados objetos, es primero que todo, un gestor del patrimonio cultural inmaterial, un recinto donde se produce el conocimiento por la interacción de la comunidad: objetivamente, el tema que manipula todo el complejo se relaciona con el entorno nacional e internacional. Y hay una manera de manejar la exposición que nada tiene que ver con los museos tradicionales.

Se indican dos opciones: disfrutar del salón o evitarlo. Por el mezzanine se puede entrar directamente a los espacios aéreos del inmueble, que se corresponden con el período posterior a 1959. Esa opción la indica una pizarra. Pero no quiero perderme nada, menos aún éste, que promete ser, por cuanto conozco, un dichoso baño de internacionalismo.

Inaugura el salón una estatua ecuestre de Máximo Gómez y lo cierra la figura de José Martí sobre un singular pedestal. Abundan los objetos: piezas de vestir, mapas, manuscritos y hasta diarios de campaña, debidamente expuestos en vitrinas, junto a cuartillas de cartas originales y escritos de varios tipos, amarillentos ya por el paso del tiempo. Los epónimos aparecen acompañados de cuanto se ha podido recuperar de ese período histórico al cabo de siglo y medio. Machetes, artefactos caseros utilizados por los mambises, fundas de armas, armas de fuego más pesadas. Aquí un morral de cuero, allá un Springfiel o una Rémington, seguramente averiados todavía en aquellas guerras, pero museables aún, por supuesto. En un rincón, pero con atinado sentido museográfico, parte de una embarcación en la que desembarcaron internacionalistas extranjeros y en el centro, al inicio, una sugerente obra artística (un bote de mediados del siglo XIX), no solo representando la insularidad y la disposición a la emigración de los cubanos, sino también el papel de las expediciones navales en las guerras de independencia, único transporte en que podían llegar a Cuba los naturales de otros países.

La magnífica pieza, perfectamente ubicada, busca una simetría a ultranza (que al final se logra) dividiendo la exposición entre lo que pertenece a la Guerra Grande y el período posterior. A continuación de la embarcación, también delimitando los espacios, hay un acrílico de unos tres metros cuadrados, donde se puede leer la letra del Himno Nacional de Guatemala y, seguidamente, en la misma función de dividir el espacio, un cuadro en gran formato de José Joaquín Palma Lazo de la Vega.

El cuadro y el himno me inducen una pulsación de triunfo: comienzan a fluir las ideas, los versos, las acciones de aquel internacionalista.

Varios actos hacen a este hombre grande; 24 años contaba cuando Céspedes libera a los esclavos e inicia la Revolución Cubana. Ya era poeta y periodista. A su partida de El Dátil, en tanto capitán reclutador, se le une Máximo Gómez, a quien confiere el grado de sargento. Tomada Bayamo, Céspedes lo nombra Regidor del Ayuntamiento de la ciudad. Palma dirige el primer periódico independentista El Cubano Libre. Pero es de los primeros en empuñar la tea incendiaria para evitar que los españoles reconquisten a Bayamo intacta. Luego, se desempeña como ayudante del Padre de la Patria. Asiste a la Asamblea Constituyente de Guáimaro, aunque no en condición de delegado. Y ya en 1873 los graves peligros que lo acechan lo empujan al exterior. Viaja a Nueva York, Honduras, Guatemala. Desempeña altos cargos en la diplomacia hondureña, como asistente personal del presidente Marco Aurelio Soto, lo cual le permite proteger a muchos cubanos expatriados que llegan a ese país: Gómez, Maceo, Martí. El Héroe Nacional lo considera un amigo y le dedica palabras de elogio "a su exquisita persona y fino verso". De retorno en Guatemala, ejerce de director de la Biblioteca Nacional. Así, en continua actividad revolucionaria, escribe José Joaquín Palma la primera biografía del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, y la letra del Himno Nacional de aquel país.

Tras conocerse su autoría, el pueblo guatemalteco lo agasaja con admiración y una corona de laurel de plata. Muere allí el 2 de agosto de 1911. Y desde 1951 sus restos descansan en la ciudad de Bayamo, en cumplimiento de su serventesio:

Mas ya que cercana zumba

la voz de la muerte helada, te reclamo,

solo un sauce y una tumba

cabe a la orilla sagrada del Bayamo.

No se puede prescindir de las expediciones cuando se analiza la solidaridad que practicaron los internacionalistas, desde Hatuey hasta el último tercio del siglo XX. Solo en la Guerra de los Diez Años llegaron a organizarse alrededor de 60 expediciones, de las cuales 40 lograron desembarcar y 32 llevar a los mambises parte de los pertrechos que transportaron: 8 fracasaron y 10 aportaron el mayor cargamento. El libro Expediciones navales en la guerra de los diez años. 1868 – 1878 (2000), de la historiadora Milagros Gálvez Aguilera, contiene detallada información sobre el tema. En las expediciones todas, hasta 1897, colaboraron cientos, miles de internacionalistas cubanos y extranjeros, sin contar la trata china que también aparece expuesta en el salón.

El Diccionario enciclopédico de historia militar de Cuba. Primera parte (1510 – 1898), Tomo III, es más exacto que el libro de Milagros Gálvez. En ese tomo se recogen las expediciones navales y los acontecimientos políticos militares en dicho período. Seguramente de ahí extrajeron la información que se expone en amplio cuadro en la pared.

DIEZ EXPEDICIONES DONDE PARTICIPARON NUMEROSOS INTERNACIONALISTAS.

No.

NOMBRE DE LA EXPEDICION

FECHA DE DESEMBARCO

MEDIO NAVAL Y NOMBRE

DATOS

1

Thomas Jordán (2da.)

11.5.1869

Vapor Perit (o Perrit)

Trajo 86 extranjeros (o de 71 a 90 según otras fuentes), principalmente norteamericanos y algún húngaro, polaco, mexicano, venezolano, canario.

2

Rafael Quesada (1ra)

13.5.1869

Vapor Salvador (1ra)

Vinieron 6 extranjeros (según otras fuentes 26): colombianos, mexicanos, venezolanos, franceses y norteamericano, al parecer un canadiense, William A. Ryan.

3

Francisco León Tamayo

31.5.1869

Goleta Grapeshot

Vinieron de 18 a 28 expedicionarios, entre ellos un mexicano y 2 norteamericanos. Trajo de 750 a 900 fusiles y carabinas, 2 cañones y gran cantidad de municiones y pertrechos.

4

Jordán

8.9.1869

Vapor Queen of West.

Unas fuentes señalan al norteamericano Jordán al frente de la expedición, otras al también norteamericano Samuel Gordon. Traían 10000 cartuchos, pólvora, machetes, hachas, medicinas, ropa, zapatos y efectos de escritorio. Todo eso fundamentalmente para la columna de Thomas Jordán. Además fusiles para Céspedes, Mármol y Figueredo.

5

Domingo Goicuría (2da)

23.10.1869

Vapor Lillian (renombrado Céspedes)

Fue la más grande que se preparó durante la Guerra de los Diez Años, pero abortó por varias razones. En ella zarparon el 4.10.1869 de Cedar Key más de 50 extranjeros entre los que se encontraban el general Willians y su jefe estado mayor, coronel Schomberg, ambos norteamericanos.

6

William A. Ryan (Emilio Mola)

19.1.1870

Yacht Anna (1ra)

Trajo también al coronel James Clancy y al puertorriqueño Juan Rius Rivera, de un total de 20 a 24 expedicionarios.

7

Gaspar Betancourt

23.5.1870

Vapor Upton (1ra)

Vinieron de 164 a 177 expedicionarios. Tenía como patrón al capitán T. L. Dornin (Dormin), y como primer oficial a Rudolph Sommers. Desembarcó 1666 fusiles Enfield y 73 Springfield, 180 carabinas Spencer, un fusil "modelo, 128000 cartuchos" para Spencer, 300000 fulminantes para cartuchos de fusil, 20 sables, 247 machetes, 4 toneladas de pólvora, ropa y medicinas. La 2da. de este vapor trajo, además de lo que no se descargó en la primera, un armamento regalado por ciudadanos colombianos.

8

Melchor Agüero (2da.)

7.1.1871

Vapor Hornet (renombrado Cuba)

Vinieron 66 expedicionarios, de ellos 60 colombianos, un cargamento de 100 fusiles Rémington, 1000 carabinas Springfield, 200 fusiles Sharp, 200 revólveres con su parque, 2 cañones de montaña, de bronce, un millón de tiros, 24 espadas, 20 cajas de machetes, 2 toneladas de pólvora, 200 monturas, ropa, zapatos, medicinas y otros.

9

Rafael Quesada (2da.) o "Vanguardia Venezolana"

21.6.1871

Vapor Virginius (1ra.)

Fue financiada por el gobierno de Venezuela. Según versiones vinieron 51 o 66 o 200 expedicionarios, de los cuales 40 o 60 o 180, respectivamente, eran venezolanos. Trajo un cargamento de 700 fusiles Rémington y Spencer (según otras fuentes, de 910 a mil) , 150 cajas de parque de Rémington (150000 cartuchos), de 80000 a 100000 cápsulas para Spencer, 100000 mixtos, 400 tiros de cañón, 1640 cananas, machetes, 2000 mudas de ropa, monturas, efectos médicos y medicinas, 40 burros, un caballo para Céspedes y otros pertrechos, así como $500000 ($50000) en papel moneda de la República de Cuba.

10

José Miguel Barreto (de Bolívar)

6.7.1873

Vapor Virginius (2da).

Vinieron 130 expedicionarios, de ellos 27 extranjeros. Fue financiada en gran medida por el gobierno colombiano. Trajo 500 fusiles Rémington, 250 de aguja, 30 Winchester, 1400000 cápsulas, 215 machetes, 120 sables, 2500 libras de pólvora, 17 cajas de ropa, medicinas, imprenta, papel, tinta y otros medios.

Solo 10 expediciones; una muestra; acaso las que más se conocen o las más incidentadas por internacionalistas. También en la pared frontal se expone un cuadro semejante, pero con 10 expediciones de 1878 a 1895. Faltan algunas más; recuerdo las tres que financiara el gobierno del Perú, el general Mariano Prado, entonces presidente, en las cuales participaron indistintamente sus tres hijos, Leoncio, Grocio y Justo Prado. También antes de 1868 hubo expediciones con internacionalistas extranjeros, como las colombianas, por llamarlas de algún modo, de enero y marzo de 1826, organizadas una por Francisco Agüero y Andrés Manuel Sánchez y la otra, por Alonso Betancourt y los coroneles colombianos Juan Betancourt y Juan José de Salas. En la Guerra Chiquita vinieron el capitán Natalio Argenta (italiano, garibaldino) y el capitán español Manuel Beribén; éste último, junto a Manuel García Ponce, el conocido "Rey de los Campos de Cuba".

Según Milagros Gálvez en su libro Expediciones navales…, "Muchos ofrecieron ayuda solidaria a Cuba una vez declarada la guerra. Perú fue, sin temor a equivocación, la nación que más contribuyó al desarrollo del movimiento naval mambí". (4)

"…el general peruano (Mariano Ignacio Prado) regaló un buque de vapor, uno de vela, armamento y pertrechos en cantidad considerable que se encontraban en Chile…" "En febrero de 1875 realizó un empréstito de 200 000 soles en bonos de su deuda interna, con el objetivo de movilizar con el producto de su negociación, el valioso armamento que le había ofrecido como rico presente a la causa cubana, sin otra condición que la de pagar para la conservación de las armas y de los buques que las iban a conducir".

Y explica Milagros Gálvez que el gobierno peruano rechazó el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre España y las Repúblicas Aliadas "mientras subsistiera la guerra en Cuba" en gesto de solidaridad con aquella causa.

El general Prado ofreció incluso un empréstito de un millón de soles para la compra de un buque de guerra y su armamento, pagadero en cuatro años, con la condición de que se mantuviera en secreto dicha operación, lo cual no fue aceptado por Miguel Aldama, representante general de gobierno de la República en Armas.

También Haití aportó al movimiento independentista de Cuba. En 1870 su presidente Laget entregó al ministerio cubano que allí la representaba 50 quintales de pólvora, 100 carabinas, 300 libras de plomo y algunos miles de cartuchos. A la expedición del coronel Codina, Haití le regaló todos los pertrechos y las armas que se le pidieron y para la goleta Pioneer, un cañón, 2500 libras de pólvora y las carabinas.

En un panel vertical que divide el espacio se expone un extenso párrafo en letra cursiva, fragmento de la proclama elaborada por el general Manuel Quesada y enviada a bordo de la primera expedición en el vapor Virginius

PROCLAMA

"En Venezuela, en la patria de Bolívar, Sucre, de Mariño, de Bermúdez, de Arismendi y de tantos otros que inmortalizaron sus nombres combatiendo contra el gobierno español, en esta tierra donde más se adora la libertad y donde más se admiran las costumbres bondadosas, hospitalarias y civilizadas, aquí he hallado para Cuba las simpatías del hermano, la fe del compañero, el entusiasmo del que siente revivir sus glorias pasadas con nuevas y espléndidas glorias. El pueblo de Venezuela es cubano por el amor que nos profesa, y de esta tierra, de donde salió el Ejército Libertador, que vio con Ayacucho resuelto el problema de la libertad del mundo, de esta tierra sale también la espedición auxiliadora de los patriotas de Cuba, espedición de vanguardia, espedición de voluntarios venezolanos, embellecida con un magnífico cuadro de oficiales que no pueden resistir el deseo de combatir contra los que oprimen a los hombres y les arrebatan sus derechos, espedición que se ha hecho ya inmortal por el propósito que la guía y que se cubrirá de gloria por los triunfos que habrá de alcanzar desde el primer momento de su arribo a Cuba, espedición venezolana de vanguardia que lleva mi hermano, el Cubanos, llegó el momento de nuestra independencia. Esta General Rafael de Quesada será seguida de otras y otras expediciones de reserva. Tengo armas, vapores, pólvora, vestuario, todo lo tengo. He conseguido el amor de los pueblos del mundo para la infeliz Cuba. Cuba será libre. La impronta de todas las ciudades por donde he pasado, ha defendido nuestros derechos. Mi corazón se ha llenado de emociones vivísimas, cuando he oido palabras de consuelo, palabras de esperanza, de promesas positivas para nuestra causa de libertad, y sobre todo, cuando he pasado revista a los guerreros venezolanos que no han querido inscribirse en los ejércitos de reserva, sino en el de vanguardia, pidiendo ansioso salir a combatir por nuestros tres derechos hollados por el infame y torpe gobierno español".

"Cuartel General en el mar, al despedir la espedición de voluntarios venezolanos,

29 de mayo de 1871.

"Manuel Quesada".

Recientemente, en el 2005, la Editorial Pablo de la Torriente Brau publicó Venezuela y la independencia de Cuba, de José A. Quintana García y ya ese libro está en el fondo del museo. Un compendio valiosísimo sobre el internacionalismo venezolano. Otro libro se podría escribir con las peripecias de los más de 600 canarios que se alistaron en las filas mambisas o con las de los colombianos, o los dominicanos o los españoles. Por cierto, un dato curioso que leí hace relativamente poco tiempo: la mayoría de los dirigentes del Movimiento 26 de Julio tienen raíces en España: Fidel, Raúl, Abel, Frank y otros.

Un acrílico iluminado indica por países la cantidad de extranjeros que alcanzaron altos grados militares en las filas mambisas (algunos ya ostentaban esos grados cuando ingresaron en el Ejército Libertador).

EXTRANJEROS QUE ALCANZARON ALTOS GRADOS MILITARES EN LAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA.

Monografias.com

Bajo el mismo acrílico, al lado de la tabla, los 70 nombres de los altos oficiales del Ejército Libertador, organizados por el orden de los países que aparece en aquella. Incluso nombres de reconocidas figuras cubanas, o de padres cubanos, nacidos en otras naciones, como es el caso de Enrique Loynaz del Castillo; también el nombre del traidor Francisco Javier Heredia Solá.

CANADÁ

1.-Cor. Alberto Claudio Ryan Washington (1843 – 1873).

COLOMBIA

2.-G. Div. Rogelio del Castillo Zúñiga (1845 – 1945).

3.-Cor. Braulio Peña de la Cruz (1855 – 1924). Aparece también como nacido en Cuba.

4.-G.Div. Adolfo Peña Rodríguez (1860 – 1901).

5.-G.Div. Avelino Rosales Córdova (1856 – 1901).

CHILE

6.-G.B. Pedro Vargas Sotomayor (1868 – 1896).

REPUBLICA DOMINICANA

7.-Cor. Hipólito Aybar García (?).

8.-Cor. José Camejo Payents (1865 – 1927).

9.-My. G. Modesto Díaz Álvarez (1826 – 1892).

10.-G.B. Dionisio Gil de la Rosa (1852 – 1899).

11.-My. G. Máximo Gómez Báez (1836 – 1905).

12.-G.B. Francisco Javier Heredia Solá (1831 – 1884). Traidor.

13.-G.B. Enrique Loynaz del Castillo (1871 – 1963).

14.-Cor. Félix Marcano Álvarez (1838 – 1915).

15.-My. G. Luis Jerónimo Marcano Álvarez (1831 – 1870).

16.-Cor. Manuel de Jesús Peña Reinoso (1833 – 1915).

17.-T. Cor. Marcos del Rosario Mendoza (1864 – 1947).

18.-Cor. Faustino Sirvé Pérez (1871 – ?).

ESPAÑA

19.-Cor. José Álvarez Pérez (1874 – 1934).

20.-G.B. José Sabino Caillet Barrante (¿- 1871).

21.-Cor. José Callejas (¿- 1869).

22.-Cor. Álvaro Catá Jardines (1866 – ?).

23.-Cor. Eduardo Cordón Arallona (1826 – ?).

24.-Cor. Diego Dorado (El Andaluz) (¿- 1871).

25.-T: Cor. Valentín Menéndez (?).

26.-G. Div. José Miró Argenter (1851 – 1925).

27.-Cor. Quirino Reyes Piedra (1847 – ?).

28.-My. G. Francisco Villamil (1833 – 1873).

ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA

29.-T. Cor. Frederik Funston (1865 – 1917).

30.-Cor. Charles Gordon (¿ – 1897).

31.-My. G. Thomás Jordán (1819 – 1895).

32.-G.B. Henry M. Reeve (El Inglesito) (1850 – 1876).

33.-Cor. Horacio Seymor Rubens (1869 – 1941).

34.-Cor. Enrique Sáez Bringuier (1871 – ?).

FRANCIA

35.-G.B. Eloy Beauviliers (¿- 1871).

36.-Cor. Edgar Carbonne (?).

ISLAS CANARIAS

37.-T. Cor. José Fernández Mayato (1868 – ?).

38.-Cor. Faustino Hernández Vargas (?).

39.-G.B. Jacinto Hernández Vargas (1865 – 1951).

40.-Cor. Juan Monzón (¿- 1869).

41.-G.B. Julián Santana Santana (1830 – 1931).

42.-My. G. Manuel Suárez Delgado (1837 – 1917).

43.-Cor. Felipe Vargas Alemán (1853 – ?).

44.-G: Div. Matías Vega Alemán (1841 – 1906).

ITALIA

45.-Cor. Orestes Ferrara Marino (1876 – 1872).

MEXICO

46.-Cor. Rafael Bobadilla (?).

47.-G.B. José Lino Fernández Coca (?).

48.-Cor. José Fernández de los Muros (?).

49.-G.B. Gabriel González Galbán (1846 – 1924).

50.-Cor. Felipe Herrero (¿- 1874).

51.-G.B. José Inclán Risco (1832 – 1872).

PERÚ

52.-Cor. Temístocles Molina Derteano (1862 – ?).

53.-Cor. Leoncio Prado Gutiérrez (1853 – 1883).

POLONIA

54.-My. G. Carlos Roloff Mialofsky (1842 – 1907).

PUERTO RICO

55.-My. G. Juan Rius Rivera (1848 – 1924).

56.-Cor. José Semidey Rodríguez (1869 – ?).

57.-Cor. Enrique Malaret Jordán (1870 – ?).

VENEZUELA

58.-G.B. Cristóbal Acosta Páez (¿- 1874).

59.-Cor. Sandalio Aguado (?).

60.-Cor. Fernando Pedro Álvarez Saavedra (1849 – ?). En carta al cubano Juan Fraga, desde el presidio en África, afirma ser cubano.

61.-G.B. José María Aurrecoechea Irigoyen (1841 – 1870).

62.-My. G. José Miguel Barreto Pérez (1830 – 1900).

63.-My. G. Manuel María Garrido Páez (?).

64.-G.B. Manuel González Flores (?).

65.-My. G. Salomé Hernández Villegas (1841 – 1871).

66.-Cor. Ignacio Guerra (?).

67.-G.B. Amadeo Manuit (?).

68.-Cor. Cristóbal Mendoza Durán (¿- 1870).

69.-Cor. José Ulises Urquiola (¿- 1873).

70.-T. Cor. Nicolás Valencia (1873 – 1896).

El internacionalismo no llegó a Cuba con las ideas marxistas, ni siquiera con el pensamiento martiano, independientemente de la decisiva influencia de ambos en el internacionalismo que practica hoy el pueblo cubano. Responde al proceso mismo de formación de la nación, de modelación de la nacionalidad. En otras palabras, fluye en la sangre de su árbol genealógico y se refleja como vocación y como tradición. Pero digo más, a pesar de su inherencia al ser humano, no todos los pueblos poseen el mismo grado de desprendimiento ni de padecimiento por el sufrimiento ajeno, del mismo modo que no todos los seres humanos tienen el mismo grupo sanguíneo. El pueblo cubano, dadas las razones que claramente se observan en este pabellón preambular, se modeló bajo la estrella de ese don y lo aprehendió con fiereza. De ahí, que yo lo considere un talento que no a todo el mundo le es dado desarrollar en la misma magnitud. Y como ocurre con todo talento, se siente entonces cierto orgullo ciudadano.

En el Manifiesto de la Junta de la Isla de Cuba, firmado por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868, día del alzamiento en Demajagua, ya se proclama el carácter de la guerra que se inicia: "Cuba aspira a ser una nación grande y civilizada, para tender un brazo amigo y un corazón fraternal a todos los demás pueblos". Hecho que se recibe con grandes muestras de solidaridad en el continente americano. Y fue, pues, la solidaridad de pueblos y gobiernos del continente la gran protagonista de aquel momento histórico, lo cual mitigó la imposibilidad de prestarle a la Revolución una ayuda material efectiva, dada la situación en que se encontraban los países vecinos. Los numerosos intentos de trasladarse a la Isla para luchar por su independencia fueron la manifestación más clara del momento. Pero además, están los casos de varios presidentes que se solidarizaron abiertamente con la Revolución: el de Perú, Manuel Prado, el de Ecuador, Eloy Alfaro y el de Honduras, Santos Guardiola. Perú, Colombia, El Salvador, Venezuela, México, Chile, Guatemala y Brasil, concedieron facilidades para la causa revolucionaria. Fue el gobierno peruano el primero en reconocer la independencia de Cuba: aceptó un embajador cubano en la diplomacia de Lima. Así, en distintas fechas, varios países reconocieron el gobierno de la República en Armas (o la beligerancia del país):

  • México A fines de marzo de 1869.

  • Bolivia 10 de junio de 1869.

  • Perú 13 de agosto de 1869.

  • Chile 16 de octubre de 1869.

  • Colombia Febrero de 1870.

  • El Salvador 9 de septiembre de 1871.

  • Guatemala 6 de abril de 1875.

Hasta desde la lejana Rusia se recibieron muestras de solidaridad (por supuesto del pueblo ruso), de entusiasmo e interés por el desarrollo de la Revolución. Hasta el Caballero de la Libertad, el insigne Giuseppe Garibaldi, el paladín de la unificación italiana, de quien José Martí escribiera: "De una patria, como de una madre, nacen los hombres: la Libertad, patria humana, tuvo un hijo, y fue Garibaldi…"

Por cierto, según recientes investigaciones, el espíritu internacionalista del italiano llegó a Cuba. Se sabe que entre 1850 – 1851 (hay varias fechas en polémica) Garibaldi visitó a Cuba clandestinamente (no podía ser de otra manera) para tantear la situación, luego no existían condiciones para la independencia. Nadie sabe el tiempo que permaneció en la Isla, pero la situación de un país no se asimila en 24 horas. Lo que sí se conoce y está en documentos expuestos en este salón es su respuesta a la esposa de Cirilo Villaverde, entonces secretaria de la sociedad Hijas de Cuba, que en carta le solicitara unir su espada al machete mambí una vez iniciada la guerra. "Con toda mi alma he estado con ustedes desde el mismo principio de su gloriosa revolución", contestó el ínclito personaje, pues inmerso estaba en la unificación de su patria. Y el 22 de febrero de 1870, en su segunda misiva, le responde a la insistencia de Emilia Casanova: "En otra mía yo manifesté a Ud. el interés que tenía por la libertad de Cuba".

Desde nuestra llegada al país percibimos el ambiente de tensión que caracteriza la paz relativa. Todavía en Luanda, escuchábamos cada noche tiroteos aislados, unas veces lejanos y otras, casi a las puertas de la unidad de tránsito; y en la mañana siguiente de cada "escaramuza" aparecían los cuentos y la fantasía cubana. Nuestros oídos tuvieron que acostumbrarse aceleradamente a semejante música.

Lubango era otra cosa. Una región donde no había espacio para la fantasía, pues estaba enmarcada en la línea del frente sur. Es por aquellos días de nuestra llegada al sur del país cuando se produce un intento de golpe de Estado, que agudiza la situación ya empeñada y acelera la fundación de las Tropas Coheteriles Antiaéreas (si por fundación entendemos la puesta en disponibilidad para el fuego de dicha arma, que al fin y al cabo constituye todo un proceso, o el lanzamiento en la región de los primeros cohetes con determinado éxito).

La llegada al sur del país no significó que pudiéramos emplazar los medios de inmediato, todavía restaría un mes y medio para poner el sistema coheteril en funcionamiento, pues faltaban algunas piezas indispensables para que los radares pudieran trabajar y explorar el espacio aéreo. Ese tiempo lo dedicamos a perfeccionar la posición de lanzamiento, crear condiciones, engrasar la maquinaria que constituyen la preparación y disposición combativa de un grupo coheteril antiaéreo angolano con "asesoría" cubana.

Vivíamos en un mismo campamento 30 cubanos entre oficiales, sargentos y soldados y más de 100 combatientes angolanos con su jefatura y cuadros de mando. El complejo coheteril y los medios y equipos de exploración se encontraban distantes del campamento, vivaqueando en un paraje bien tupido, cerca de un arroyo, debidamente enmascarados. Se tornaba necesario el establecimiento de una guardia con todas las exigencias en ambos lugares, lo cual impelía, a su vez, a un fuerte rigor disciplinario para cumplir con todas las tareas. La organización y planificación en coordinación con el mando angolano debían ser la columna vertebral de todo aquel ensamblaje mixto.

Diariamente, alrededor de las 0500 horas de la madrugada (a veces antes), debíamos guarecernos en los refugios hasta las seis o siete de la mañana. "Pa" güeco". Ese era el horario en que se apreciaba que debía bombardear el enemigo, por la especie de letargo en que se desenvuelven los campamentos militares en esas horas: es habitual cierto relajamiento de la disciplina. Lo mismo hacíamos al anochecer, de cinco a siete u ocho de la noche: "Pa" güeco". También estaban prohibidas por el mando superior las formaciones generales para evitar las aglomeraciones de personal. Esta práctica se mantuvo durante el tiempo que permanecimos en la misión los fundadores de las Tropas Coheteriles Antiaéreas en ese país; primero sin los complejos emplazados y después con los complejos listos, conectados, oteando en el espacio aéreo. Como La Diaria bautizamos a este reforzamiento de la guardia en horarios críticos. Empero, ni uno solo de los bombardeos que sufrimos se produjo en dichos horarios. Ironías de la guerra.

Uno de aquellos días de sol y arena, de sudor y agotamiento, como honorable espejismo en medio de tanto empeño, nos visitó el presidente de la República Popular de Angola Antonio Agosthino Neto. Increíblemente, allí estaba con nosotros; para asombro de todos, cubanos y angolanos, en la misma trinchera del frente sur, casi sin la escolta presidencial de la que no pueden prescindir los aristócratas poderosos. Sencillo, atento, afable, El Capitán del África, el poeta de Sagradas esperanzas, un cuaderno de poesía que algunos leímos por primera vez en portugués. Nos dirigió la palabra: cómo andaban los ánimos, cómo nos sentíamos, las condiciones de vida, cómo se comportaban los abastecimientos, cómo resolvíamos el problema del agua en aquella altitud. El imperativo de que, en el más breve tiempo, los combatientes angolanos asimilaran el manejo de los complejos coheteriles, la necesidad de que los cubanos retornáramos cuanto antes a nuestros hogares, junto a nuestras familias.

Lo escuchábamos con curiosidad, acaso tratando de discernir de sus palabras las cualidades de los héroes. Frente a hombres tales, epítomes de la historia, desaparecen las llagas, el cansancio y la modorra. Se alimenta la conciencia. Sus palabras, por sencillas que parezcan, permanecen incrustadas en el cerebro por mucho tiempo, con su voz, su tono, sus gestos pausados. Se acoraza la voluntad, se ennoblece, se escuda en aquellas simples palabras que, sin calas ni artilugios, encarnan el auténtico sentir de un pueblo.

Después habló en la ciudad y denostó contra el burocratismo, la superficialidad, la irresponsabilidad, y señaló la necesidad de purificación del partido.

Nos había prometido volver cuando los sistemas coheteriles estuvieran emplazados, pero no pudo: muere en septiembre en un hospital de la antigua Unión Soviética. Cuando dan la noticia por la radio, el 11 de septiembre en horas del mediodía —reposábamos los cubanos en el dormitorio—-, el jefe del grupo, capitán Vega, exclamó con rabia y amargura: — "¡Ahora sí se jodió esto, carajo!" Ya se percibía en el ambiente el olor a golpe de Estado, desde que el presidente cayera enfermo en cama. Semejante exclamación indicaba la guerra intestinal en que se debatía el país y nos llamaba a estar preparados para lo peor.

Con la muerte de Neto, la contrarrevolución apoyada por fuerzas extranjeras, intentaba sacar tajada de la crítica situación. Decretan entonces el toque de queda en toda la región sur. Uno de los jefes angolanos del mando superior llegó al campamento en horas de la madrugada y, con todo el personal angolano, jefes y oficiales, sargentos y soldados, juraron "defender la patria de Neto hasta la última gota de sangre".

Ciertamente, la situación era más dramática de lo que pensábamos los cubanos allí presente y reforzamos la guardia al máximo: por la noche la guardia de fusil la realizábamos los oficiales, no se permitía realizar esa guardia a los sargentos y soldados. Era la medida extrema que exigía la situación y la convivencia en un mismo campamento con personal angolano.

Recibimos de nuestro mando 42 cohetes de infantería y municiones de 7,62mm (de fusil AKM), suficientes para resistir cualquier embestida del enemigo durante algún tiempo. Pero lo más difícil de esas situaciones es detectar contra quién emplear el armamento. En esos casos el enemigo es invisible hasta el último momento, está en nuestras propias filas, mezclado con el revolucionario, esperando que el golpe empiece para manifestarse, o tal vez, si el golpe no tiene determinado éxito, no se manifieste nunca y siga ahí, pudriendo nuestras filas, haciendo daño, sembrando dificultades.

Por cierto, meses después, supimos que aquellos 42 cohetes de infantería no saldrían nunca, estaban defectuosos: los mecanismos de lanzamientos no tenían aguja percutora, según nos explicaron. Gajes o ironías de la guerra. Luego entonces, nos sentíamos seguros en nuestra ignorancia.

Con turbulento esmero emplazamos los complejos coheteriles antiaéreos, pues las piezas que faltaban habían llegado oportunamente. Estábamos listos para rechazar cualquier incursión aérea. No obstante, fieles a los requerimientos del secreto militar, y de la guerra en sí, preparamos determinadas cargas explosivas para volar el sistema coheteril en caso de que tuviéramos que abandonar nuestra posición: por primera vez indagamos y estudiamos el lugar de ubicación de las cargas en el complejo, para que no quedara nada útil de él una vez que explotaran. De la ubicación de estas cargas, aunque estaban señalados con pintura roja los lugares en los equipos, no nos habían hablado nunca en la antigua URSS. Ni preguntamos nunca nosotros durante los años de estudio. Tampoco lo sabían los angolanos que habían estudiado allá. Claro, ¿a quién se le iba a ocurrir que un día íbamos a estar en una situación en que se necesitaría volar el complejo, para que no cayera en manos enemigas? Ni una sola munición, ni un solo equipo, podían caer en manos de la contrarrevolución. Tal era nuestra disposición.

Por esos días aciagos, y de incertidumbre, el capitán Galindo, oficial de la Contrainteligencia Militar, nos explicó detalladamente el curso que habían adoptado los acontecimientos y cómo la situación se había tornado más difícil aún. En caso de que tuviéramos que abandonar el país a petición del gobierno —explicó Galindo—, la evacuación se realizaría por tierra a través de Zambia, el país vecino del este, y con la menor cantidad de pérdidas humanas posibles. Teoría de la realidad, planificación imprescindible de cada momento, ya sea apresurada, ya sosegada. La petición del gobierno significaba el primer paso hacia su caída y una derrota para el socialismo entonces, lo cual no era concebible. Claro, después hemos presenciado derrotas más estrepitosas del socialismo.

Lo cierto fue que la acción conjunta de las fuerzas angolanas y cubanas hicieron que abortara el golpe de Estado. Cabecillas y seguidores fueron arrestados y puesto a disposición de la justicia.

Pienso firmemente que el internacionalismo —a pesar del término— ha recorrido varias etapas durante el desarrollo de la conciencia social. Inherente al ser humano, se manifiesta primero como gesto instintivo de supervivencia; luego , de solidaridad y más tarde, purificado, elevado al nivel más alto del pensamiento y la acción del ser humano, por la cultura y la conciencia política.

Se conoce que a la gran epopeya de la independencia cubana ofrecen sus esfuerzos miles de hombres de cuarenta países. Los encabezó un símbolo del internacionalismo, el dominicano Máximo Gómez Báez, quien por los extraordinarios servicios prestados a la independencia de Cuba, se hizo merecedor de la condición de "cubano por nacimiento", según una de las cláusulas de la Constitución de 1901.

Una larga hoja de servicios a la causa cubana lo convierte en el estratega por excelencia del Ejército Libertador. Maestro y forjador de varias generaciones de jefes cubanos, desde el 26 de octubre de 1868, en Pino de Baire, donde dirige la primera carga al machete de las guerras de independencia, hasta el segundo combate de Santa Teresa, último de la campaña de La Reforma, que se extendió de enero de 1897 a enero de 1898, el Generalísimo participó en más de un centenar y medio de combates y batallas. Realizó varias campañas, cruzó seis veces la trocha de Júcaro a Morón, el 19 de mayo de 1895, en Dos Ríos, le da indicaciones a Martí, con la idea de preservar la vida del Delegado, lo cual no logra, pero más tarde, junto a Maceo, logra llevar la guerra a occidente en una de las hombradas más gloriosas que realizaron los cubanos durante la independencia.

Es curioso que cruzara tres veces la trocha en la Guerra del 68 y tres, en la del 95; que realizara tres campañas en la Guerra del 68 y tres, en la del 95 y que de igual forma fuera herido una vez en cada guerra, en el cuello y la pierna respectivamente.

A los seis días de haberse iniciado la guerra se incorpora a las tropas insurrectas y recibe el grado de sargento. Pero él había alcanzado el alto grado de comandante en su país, había combatido allá contra la invasión haitiana y tenía experiencia. Por lo que Céspedes lo asciende al grado de mayor general a los dos días de haber sido sargento. Estuvo al frente de todos los mandos en aquella guerra, fue numerosas veces promovido, ascendido, fue destituido, combatió en todos los frentes. Mantuvo la concepción estratégica de que la guerra solo se ganaría destruyendo la base económica del enemigo y fue un artífice de la guerra irregular.

En 1879 integró el ejército hondureño con el grado de general de división, ocupó cargos de jefe militar en el puerto de Amapala y en San Pedro de Sula. Elaboró el Programa de San Pedro de Sula para la nueva guerra de Cuba, que se transformaría después, con la incorporación de Maceo, en el Plan Gómez – Maceo.

Una gloriosa aureola acompañaba ya a Gómez cuando José Martrí comienza a preparar la Guerra del 95. De todos los veteranos del 68 y la emigración, era el dominicano el que mayor poder de convocatoria poseía para iniciar aquella gesta. La inmensa mayoría de los veteranos de la guerra grande y de la activa juventud revolucionaria, tanto dentro como fuera del país, coincidía en que si el dominicano iba a la guerra, ellos lo seguirían. Y eso era del dominio de una inteligencia tan privilegiada como la de José Martí.

En el salón hay cuadros y fotografías de internacionalistas de varios países. Dominicanos que formaban parte de la reserva del ejército español, expulsado de la República Dominicana, que llegaron junto a Gómez, como los hermanos Francisco, Luis Jerónimo y Félix Marcano Álvarez, Modesto Díaz Álvarez. Muchos alcanzaron altos grados militares y ocuparon altas responsabilidades, como jefe de operaciones, jefe de estado mayor y otros. Cuadros de venezolanos, españoles, canarios, mexicanos, norteamericanos. Todos aportaron sus conocimientos también al Ejército Libertador. Ahí está el caso del mayor general norteamericano Thomás Jordán, quien fundó en El Cobre, en plena guerra de liberación, una escuela de aplicación donde enseñaba táctica a los oficiales. Muestra de los formidables servicios que ofrecieron aquellos internacionalistas a la independencia de la Isla.

Como enclave en el Salón Gómez – Martí —y digo enclave en tanto hiende el ambiente de insurrección, manigua y mambises— se exponen varios objetos que, junto a los letreros, recuerdan la Segunda Internacional Comunista: "Siguiendo orientaciones del Primer Congreso de la II Internacional, celebrado en 1889, el incipiente movimiento obrero cubano se inscribe entre los primeros que en el mundo festejaron el Día Internacional de los Trabajadores, el 1 de Mayo de 1890".

En mayo de 1887 los obreros cubanos se pronunciaron por la defensa de sus hermanos de clase, asesinados en la famosa masacre de Chicago. La acción internacionalista portó la indumentaria de la enérgica protesta contra el crimen, de la ayuda material directa mediante colectas para auxiliar a las víctimas de la agresión terrorista, preparada y ejecutada por la reacción. Una vez más el pueblo cubano le ofrecía su brazo al norteamericano, diseñando las pautas de lo que sería la actitud consecuente de las posteriores generaciones.

Le siguen los internacionalistas chinos, pero el aire vuelve a respirarse mambí. Miles de chinos y descendientes dieron valiosos aportes a la causa independentista. De ahí su vistosa presencia en el salón. Sandalias y calzado chino, piezas de vestir, objetos tradicionales, una flauta sobre el tapiz del dragón, otros enseres y objetos de porcelana, pero también filosas armas blancas que utilizaron entonces junto al machete.

Sin embargo, la muestra me parece modesta si la comparo en la mente con la participación real que tuvieron en aquellas gestas gloriosas. Más jugosos se advierten los dos tomos de Mario García Triana Los chinos de Cuba y los nexos entre las dos naciones (2003). La activa participación de los chinos, que enraizó un patriotismo manifiesto después en toda la gesta de liberación, se debió a la trata china, a su influencia en la formación de la nación. Así se involucraron en la lucha, cuando explotados, humillados, maltratados, comenzaron a sentir por Cuba como por su lejana patria; después, formaron a sus descendientes con la dignidad y el rigor propios de sus ancestrales tradiciones, en una patria que no era la China de los dragones, pero que ya necesitaban para sí. Cientos, miles de culíes llegaron a Cuba por falta de brazos para la agricultura, en una trata que se extendió durante un cuarto de siglo, de 1847 a 1872.

Batallones completos de chinos alternaron con los cubanos en la guerra grande, en gesto indeleble de patriotismo. Casi todos los grandes guerreros, Gómez, Maceo, Sanguily, Calixto García, Maximiliano Ramos y otros muchos, tuvieron bajo su mando a numerosos combatientes chinos. Culíes que alcanzaron grados de oficiales del Ejército Libertador. Según el libro de Triana, de 2000 a 5000 chinos participaron en la Guerra de los Diez Años. El capitán Juan Sánchez (Lam Fu Kin), el capitán Bartolo Fernández, el capitán José Tolón, Sebastián Sian, Pío Cabrera, el teniente José Pedroso, los sargentos Andrés (Cao Lion Kao) y José Fong, el capitán José Cuan (Cuan el de Kau Kong), el guía de las fuerzas cubanas en Trinidad y luego capitán José Bu Tak, el capitán Tancredo, Juan Anelay. Decenas, cientos, miles de chinos escribieron las páginas más gloriosas de nuestra historia. Los mayores generales Thomás Jordán y Francisco Morales Carrillo, así como Napoleón Arango, llegaron a contar entre sus fuerzas a 400 chinos cada uno. Con Calixto García pelearon 200 y 180, con Maximiliano Ramos.

Escrito con letras doradas, sobre un fondo negro, se lee una pauta de aquel contundente internacionalismo, sobre Gómez en la campaña de Las Villas: "Al retirarse de la provincia tiempo después, el general Gómez tenía el mérito de haber incorporado a su contingente 1400 hombres, sus fuerzas destruyeron 83 ingenios azucareros y se apoderó de más de 1000 fusiles y 2000 caballos. Tuvo en jaque a 22 batallones españoles. Y en todas esas hazañas de las fuerzas del general Gómez, estuvieron presentes los gallardos oficiales y soldados chinos, grandemente apreciados por el gran jefe mambí".

Cuenta Gonzalo de Quesada, el entrañable amigo de Martí, que un tal capitán Tancredo, que había llegado a Cuba a la edad de 10 años, cayó prisionero en Rosa María. Al verlo, el oficial español le espetó con desprecio: —"Este es un chino manila". Tancredo, que apenas podía tenerse en pie por las heridas recibidas, al oír las palabras se incorporó apoyándose en un árbol, sacó de su pecho un diploma de oficial cubano y con orgullo le contestó al español, de frente y con voz vibrante: —-"¡No es un chino Manila, no; es un teniente del Ejército Libertador de Cuba! ¡Fusílenme!"

"Batallones completos de chinos pelearon por la libertad de Cuba", señala un cintillo en la exposición. Me detengo en la cifra de chinos que participaron en la guerra grande, son miles; pero ellos también participaron en la del 95 y en todo el proceso de liberación de este pueblo. También los cubanos llegaron a ser miles en Angola, Etiopía y otros muchos lugares. Esa fue una de mis primeras sorpresas a mi arribo a Luanda. Había estudiado en la desaparecida Unión Soviética y estaba acostumbrado a encontrarme en las calles de Odessa con cierta cantidad de cubanos, o en Moscú o Leningrado. (Aquello también era internacionalismo soviético.) Lo que nunca imaginé era ver tantos cubanos juntos.

Cuando llegamos a Luanda, después del elemental protocolo (como quien dice, para no perder la costumbre), nos trasladaron a un campamento de tránsito llamado Fotungo, conocido por todos los cubanos, pues por allí y por la Muñeca, otro campamento de tránsito, pasaba casi todo el mundo, el que llegaba y el que se iba del país: quien regresaba a Cuba con la misión cumplida o quien salía de vacaciones. Entre los cubanos que cumplimos misión en Angola es proverbial la estancia en estos dos campamentos. Allí, excitables, morábamos ociosos. Cientos, miles pasaron una o varias noches en esas dos unidades. Hasta los que se trasladaban a otros frentes de la guerra, o quienes habían estado convalecientes de alguna enfermedad, pasaban ocasionalmente y proseguían a incorporarse a sus unidades de origen.

Luanda era entonces retaguardia: ya en junio de 1979 hacía tiempo que el frente la había dejado atrás, a más de 400 kilómetros de distancia; y Fotungo, lugar de despedidas, retornos, con una disciplina poco sólida impuesta por nadie, o mejor, impuesta y mantenida por los que más tiempo permanecían allí, que les indicaban a los "cagüizos" (nuevos o novatos) cómo debían comportarse. Días de zozobra y espera. Días de vacunas en la espalda, de cuentos de los combatientes más viejos. Envidiábamos entonces haber estado en sus combates, cazado en sus cacerías, vibrado en la intensidad de sus trances.

Recuerdo la más cruel escena que vimos en Fotungo, aunque después tuvimos que acostumbrarnos. Fue la de niños comiendo de los tanques de desperdicios de alimentos que estaban en el borde de la unidad, detrás de la cocina-comedor. Los niños se colaban por debajo de la cerca y, en los tanques de salcocho, se despachaban a sus anchas, mostrando un hambre que no conocíamos. Niños de siete, ocho, diez años. Aquel fue el primer choque con un mundo inimaginado. Habíamos oído cuentos, anécdotas, pero jamás podía pasar por nuestras mentes tal disputa de niños rabiosos por el salcocho.

Los complejos coheteriles no llegaban de la antigua Unión Soviética y nosotros vegetábamos en Luanda como vacacionistas. Aunque el mando pretendía ocuparnos el tiempo con tareas y trabajos de poca monta, estudios molestos e importunas creaciones de Núcleos del Partido y Comités de Base de la Unión de Jóvenes Comunistas (al parecer por la poca experiencia que había de cómo actuar en tales circunstancia), siempre nos sobraba el tiempo para asarnos al sol, jugar parchí y dominó, leer y escribir diarios prohibidos y cartas románticas.

Solo una actividad nos interesó por aquellos días, la visita al lugar histórico donde se desarrolló la batalla de Kifangondo, en las cercanías de la capital. Allí, en ademán desesperado, angolanos y cubanos derrotaron al enemigo que cercaba Luanda. Los BM-21 llegados de Cuba habían salvado la capital e inaugurado la cadena de victorias que alejara al frente de la guerra de 37 a más de 100 kilómetros de distancia. Cuatro años habían pasado (fue en 1975) pero aún estaban frescas las huellas de la colisión: abundantes vainas de distintos calibres atestiguaban que la batalla había sido cruenta. Según el guía del rústico monumento, Kifangondo marcó el inicio del avance definitivo de las Fuerzas Armadas Para La Liberación de Angola (F.A.P.L.A.), dirigidas por el Partido del Trabajo que entonces encabezaba el líder del pueblo angolano y fundador de la nación Antonio Agosthino Neto.

La capital había estado cercada por las hordas de Sabimbi, Holden Roberto y Sudáfrica. La asistencia de Cuba a petición del gobierno angolano fue decisiva en el desenlace final de los acontecimientos, incluso, la historia agradecida recompensaría el esfuerzo cubano con la victoria final, que expulsó a las tropas sudafricanas del territorio ocupado de Namibia y destruyó el régimen de segregación racial de Sudáfrica. Pero eso ocurriría una década después, cuando varios de nosotros habíamos cumplido ya la segunda misión en ese mismo país, y cuando el número de cubanos que había pasado por Angola durante quince años de misión internacionalista superaba la cifra de los 300000. Hecho único en la historia universal del internacionalismo.

Por eso me atraen tanto las cifras de chinos internacionalistas (y de otros países) que participaron en las guerras de independencia, y comprendo mejor, cómo no decirlo, por qué y de adónde viene el padecer por las penurias ajenas.

Sobre unos escalones, como en podio supremo del salón, se erige la figura de cuerpo entero de José Martí. Luego el pedestal es un yugo, cuyos extremos y centro actúan como puntos de apoyo; sobre el centro del yugo la cornisa y más arriba, la basa y la estatua. En la frente del Héroe Nacional, refulgente, una estrella que más bien realza el semblante, iluminando todo el salón. Verdadera obra de arte que recuerda su poema Yugo y estrella:

Cuando nací, sin sol, mi madre dijo:

"Flor de mi seno, Homagno generoso.

De mí y de la Creación suma y reflejo,

Pez que en ave y corcel y hombre se torna.

Mira estas dos, que con dolor te brindo,

Insignias de la vida: ve y escoge.

Este, es un yugo: quien lo acepta, goza.

Hace de manso buey, y como presta

Servicio a los señores, duerme en paja

Caliente, y tiene rica y ancha avena.

Esta, oh misterio que de mí naciste

Cual la cumbre nació de la montaña,

Esta, que alumbra y mata, es una estrella.

Como que riega luz, los pecadores

Huyen de quien la lleva, y en la vida,

Cual un monstruo de crímenes cargado,

Todo el que lleva luz se queda solo.

Pero el hombre que al buey sin pena imita,

Buey torna a ser, y en apagado bruto

La escala universal de nuevo empieza.

El que la estrella sin temor se ciñe,

Como que crea, ¡crece!

¡Cuando al mundo

De su copa de licor vació ya el vivo;

Cuando, para manjar de la sangrienta

Fiesta humana, sacó contento y grave

Su propio corazón; cuando a los vientos

Del Norte y Sur virtió su voz sangrada,

La estrella como un manto, en luz lo envuelve,

Se enciende, como a fiesta, el aire claro,

Y el vivo que a vivir no tuvo miedo,

Se oye que un paso más sube en la sombra!"

—Dame el yugo, oh mi madre, de manera

Que puesto en él de pie, luzca en mi frente

Mejor la estrella que ilumina y mata.

En general, la actitud representa su prédica y acción, que lo sitúan entre los hombres más universales de la humanidad. Al decir de Juan Bosh en su libro De Cristóbal Colón a Fidel Castro (1981), "José Martí es la personalidad más sugestiva y atrayente que ha producido no solo el Caribe, sino toda la América española". Poeta excelente (y desconocido aún, según Marinello), iniciador del modernismo, político veedor de las penurias de la humanidad, funda un partido, prepara y lanza al pueblo a la guerra, para "impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América". No era un fin la independencia de Cuba, sino el vehículo táctico en el derrotero del objetivo estratégico, pues "Patria es humanidad" y "Quien se levanta hoy con Cuba, se levanta para todos los tiempos".

Frases como esas, ideas, previsiones, normas, escritos sueltos, forman una especie de abanico alrededor de la estatua, en la pared que le sirve de fondo a su figura. Letras doradas que empiezan allí, todavía a la sombra de la verde vegetación donde está el yugo. "Por Cuba va a cuajar la emancipación de la América". "Es cubano todo americano de nuestra América". "…sea libre nuestra tierra y nuestra América con ella". "Los pueblos no se unen sino con lazos de fraternidad y amor". "¡Abajo el cesarismo americano!" "El alma de Bolívar nos alienta; el pensamiento americano me transporta".

Es proverbial el internacionalismo del Héroe Nacional. Con su pensamiento, ese principio adopta una posición cualitativamente superior a la que le precedió, tanto en Cuba como en toda la América (y me refiero al hemisferio, no a nuestra América). Él sintetizó lo más valioso del pensamiento patriótico, solidario y continental de su época. En su adelantada juventud asimila lo mejor de las tradiciones revolucionarias del pueblo cubano, se arma con los puntos de vista más progresistas, de José de la Luz y Caballero, Félix Varela, Céspedes, Agramante, y los funde con el internacionalismo de Simón Bolívar, lo que le permite forjar un patriotismo de contenido incomparablemente superior al existente al inicio de la gesta libertadora.

Las ideas de Bolívar, traídas por primera vez a la palestra pública por otro venezolano, Francisco de Miranda, las reactiva desde una posición más revolucionaria e internacionalista. Si bien El Libertador defiende la unidad y liberación de la América hispanoparlante, que incluye a Cuba y Puerto Rico, latentes en su preocupación, el Apóstol de la Independencia de Cuba redimensiona aquellas ideas, aboga y cae en combate por la unidad e independencia, por la salvación de toda América Latina, del Bravo a la Patagonia.

El mayor tiempo de su actividad política lo pasó Martí en Estados Unidos, donde desplegó una labor asombrosa, preñada de fracasos y decepciones, pero no cejó hasta el 9 de mayo de 1895, cuando cae heroicamente en Dos Ríos. En artículos, discursos, crónicas, ensayos, cartas, Martí se alza como el más grande defensor de los pueblos americanos. No solo en los diarios latinoamericanos como La Nación, de Buenos Aires, El Partido Liberal, de México, o La Opinión Nacional, de Caracas, sino en la propia prensa estadounidense, como látigo ardiente, hace estallar su verbo en defensa de "los pobres de la tierra". De 1881 en adelante cualquier suceso, político, económico, de carácter social o puramente cultural, le sirve para alertar a los pueblos sobre los peligros de aquella sociedad, de aquel monstruo cuyas entrañas él estudiaba con detenimiento.

Ya en 1890 era la figura más respetada y popular del continente latinoamericano. Su prestigio intelectual y político alcanza tal altura, que es nombrado sucesivamente como cónsul de Argentina, Paraguay y Uruguay en Nueva York; labor que desempeñó con éxito rotundo.

En diciembre de ese año Estados Unidos, a tono con su ofensiva de penetración económica en América, convoca a una conferencia monetaria panamericana. Uruguay designa a Martí como su representante en esa conferencia en Washington. Por encargo de la comisión de delegados latinoamericanos designada al efecto, Martí elabora el informe con que las delegaciones de América Latina responderían al proyecto presentado por el secretario de Estado norteamericano Blaine. El informe es decisivo, contribuye a frustrar los planes del gobierno de Washington. Demuestra una vez más que es hijo de América y a ella se debe.

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